Dark Chat

lunes, 16 de mayo de 2011

Corazon de Hierro

Hello mis angeles hermosos!!
aqui ando al fin tengo compu , decomisada , si por q se la quite a mi bro jajajaja ( mi risa malvada)
en fin aqui les traigo estos dos cap , muchas gracias a todas por seguir visitando el sitio, saben que sin ustedes no seria nada.
les mando mil besitos a todas .
Angel of the dark
*************************************

Cap . 9 Crisis



― Tu piel huele a rosas—me dijo suspirando contra mi cuello.

― Lo sé, ¿no te agrada?—le pregunte, buscando sus ojos, lo único que pude encontrar fue su cara incrustada en mi piel tomando de mi esencia. El no me respondió solo se quedo ahí, inhalando mi aroma.

Estábamos en la oficina, esta semana había sido muy ajetreada, Edward se había enfrentado a miles de problemas y por consiguiente había tenido 3 crisis mas, una de ellas llevándolo nuevamente al hospital. Hacia algunas horas que estábamos sentados en uno de los sillones de la oficina, Edward me había sorprendido acurrucándose contra mí y descansando su cabeza en mi hombro, no le tomo mucho tiempo para llegar a mi cuello y absorber el aroma que había en mi piel.

― Me duele la cabeza—susurro contra mi cuello—maldita cabeza—gruño enojado

― Entonces es señal para que nos marchemos, además ya has terminado aquí, debes descansar esta noche.

― Lo sé, tengo 32 años se exactamente lo que hacer con mi vida—me dijo haciéndome enfadar, me pare del sillón y su cabeza cayó junto con su cuerpo hacia el sofá—¡hey!—me regaño

― Entonces si sabes lo que tienes que hacer, toma tus cosas y vámonos. Antes de que nuevamente te de una crisis—camine hacia donde estaba mi bolso, acomode mis ropas y comencé a salir hacia la puerta. Edward murmuro algo más a mis espaldas pero no me detuve a escucharlo.

Llevábamos dos semanas "juntos", Edward y yo hacíamos el amor a cualquier hora y en cualquier parte. Sentía la necesidad de tenerlo cada vez que podía las primeras veces el había iniciado nuestros juegos y encuentros pero con el pasar de los días era yo la que ansiaba sentirlo conmigo. Su carácter seguía igual, muchos días andaba de un humor de perros por los problemas que tenia, habíamos discutido unas cuantas veces en la semana por su comportamiento descuidado con su enfermedad pero todo nos llevaba a lo mismo, cuando el día se acababa siempre terminábamos amándonos en donde el deseo nos encontrara. Me gire para verlo y estaba recogiendo sus pertenencias del escritorio a la tenue luz de las lámparas se veía magnifico, mi mente traicionera no podía evitar imaginanarlo sin ropa y llamándome para entrar en su cama. Reprimí un gemido e intente controlar mi libido.

― Vámonos—me dijo pasando por mi lado algo enojado, toda la semana le había pedido que se cuidara pero el parecía no hacer caso, Edward era un tipo muy testarudo y llevado a su idea, jamás tenía en consideración las opiniones de los demás y por supuesto que tampoco tendría las mías. Caminamos hasta el ascensor inmersos en un incomodo silencio, la "relación" que llevábamos no era convencional, aquí no primaba el amor y el cariño si no los bajos instintos y el deseo irrefrenable que teníamos por el otro. No podía negar que lo deseaba tanto o más que cuando lo conocí, ahora mismo mientras estamos distanciados, lo deseaba, sería capaz de desnudarlo aquí en el ascensor y hacerle el amor sin su permiso. Negué con mi cabeza ante tales pensamientos, no lo haría, no lo haría.

Llegamos al subterráneo ahí estaba James con una amable sonrisa, nos abrió la puerta del auto a ambos y corrió para subirse también.

― A la casa de la Señorita Swan—le dijo Edward con voz pasiva.

― Si señor—el chofer asintió y emprendió camino hacia mi casa, a la mitad del camino vi que Edward se apretaba fuertemente las cines conteniendo la puntada que seguramente atravesaba su cabeza. Mire de reojo hacia donde James y el botón que nos podría dar un poco de privacidad, no lo pensé dos veces y lo apreté dándonos un poco más de espacio. El vidrio subió hasta arriba dejándonos separados del conductor por un grueso cristal tintado.

― ¿te sientes mal Edward?—el asintió levemente mientras se dejaba caer sobre el asiento—te daré una de tus pastillas—le dije abriendo mi bolso y buscando entre sus medicamentos—mierda—exclame fuerte cuando me di cuenta que hoy nos habíamos terminado todas las dosis, eso no era nada bueno tendría que hablar con Emmett.

― ¿Qué sucede?—pregunto en un susurro

― No te quedan dosis de pastillas, hoy te tomaste todas las que traía.

― Demonios, se me va a partir la cabeza—me dijo poniéndome inquieta, no soportaba que sufriera si en mis manos estaba evitarlo.

― No te preocupes ya tengo la solución—levante el intercomunicador del auto y hable con James—James, date prisa en llegar a mi casa.

― Si señorita Swan—respondió e inmediatamente acelero la marcha

― ¿Qué harás?—pregunto cerrando fuertemente sus ojos y conteniendo el dolor.

― Te llevare a mi casa, ahí tengo algún medicamento que te podría servir—el solo asintió y comenzó a dormitar.

Realmente me estaba preocupando, si bien los exámenes de Edward habían salido normales las crisis aun continuaban y eso no era bueno, no me podía imaginar que le pasara algo malo, seria… terrible. Mañana temprano hablaría con Emmett acerca de lo que está sucediendo si Edward estaba sano yo presentía que el problema erradicaba más en su mente que en su cuerpo. James en solo unos cuantos minutos llego a las puertas de mi casa, moví a Edward y el reacciono de inmediato.

― ¿Qué sucede?—me pregunto con voz adormilada, la distinguía de todas ya que la había escuchado muchas veces.

― Vamos—le dije tomándole el brazo, el no parecía incomodo—entremos a mi casa debo darte un analgésico.

― Está bien—dijo aun con la voz pastosa, salió perezosamente del auto y se encamino conmigo, al erguirse tomo su natural altura, unos buenos centímetros por encima de los míos.

Caminamos por el jardín y todas las luces de la casa estaban apagadas. Hoy hacia un frio tremendo por lo que papa y Kate se tienen que haber recostado temprano. Abrí la puerta cuidadosamente seguida muy de cerca por Edward, tenerlo dentro de mi casa era algo completamente nuevo, jamás me lo había imaginado aquí en mi estar o en el recibidor, mire hacia atrás y el observaba toda la casa pero no se veía alguna expresión en su rostro, me permití grabar esa imagen en mi mente ya que sabia tal vez jamás se volvería a repetir. Camine a oscuras por el estar, solo nos iluminaba la luz de la chimenea que estaba encendida.

― Ven sígueme—le pedí indicándole la otra ala de la casa, la que estaba bien alejada de los cuartos. Caminamos y entremos en la enorme cocina que había en mi nueva casa, estaba provista de lo jamás podría haber soñado. No prendí las luces ya que no quería despertar a mi padre y hermana.

― Linda cocina—me dijo mirando todo

― Gracias, esta casa la rente hace poco.

― Ah—dijo casi sin expresión, camino hacia donde estaba yo. Comencé a buscar en todos los cajones que tenía, sabía que en alguno había metido los mismos analgésicos que toma Edward, después de unos intentos infructuosos di con ellos.

― ¿y vives sola?—me pregunto sacándome de contexto, ¿quería saber algo de mí?... ¿además del sexo?

― No—respondí un poco nerviosa—aquí vive mi padre, mi hermana y yo—el solo escucho—bien ahora to…

― ¿y donde están?—volvió a interrumpir.

― En sus habitaciones, durmiendo, creo—solté aire y volví a la carga—aquí encontré los analgésicos, tómatelos por favor.

Puse las pastillas en su mano junto con un jugo de Durazno, el no dudo y se las llevo a la boca bebiendo también todo el jugo del vaso. Cuando termino me lo extendió nuevamente devolviéndome mi gesto.

― Gracias—me dijo con sus ojos clavados en mí.

― De nada—un zumbido interrumpió cualquier cosa que iba a seguir, era su celular. Me miro y luego su mano se fue al bolsillo de su pantalón, tomo el aparato y lo llevo hasta su oreja.

― Frederick—susurro al contestar—no, ya me fui de la oficina. Dile que espere hasta mañana, no me interesa—le dijo agitándose cada vez más, el pareció recordar en donde estaba ya que apretó sus puños y bajo al máximo el tono de su voz—no voy a decir como debiera esto pero dile a ese mal nacido que vaya a joder a otra parte, no me interesa quien sea Frederick ¿te recuerdo quien soy yo?—le pregunto alzando la barbilla en un tono altivo y orgulloso—que bueno que lo tengas claro, haz lo que te dije y no llames mas—le dijo cortándole la comunicación.

Apretó fuertemente el celular en su puño llegando a hacer crujir el aparato, me acerque rápidamente a él y puse una mano encima de su agarre, momentos como estos le producían sus constantes malestares.

― Ya basta—le pedí—aumentaras el dolor de cabeza—el escucho, soltó un poco el teléfono y lo guardo. Su rostro se volvió a crispar pero esta vez la expresión que tenía era de horror— ¿vez?, maldición, si sigues así tendré que llevarte al hospital—le dije poniendo una mano en su frente.

― No—me dijo deteniéndola—solo necesito calmarme.

― Eso está claro, ven siéntate aquí—le tome la mano y lo arrastre hasta uno de los banquillos del mesón, se sentó y hecho hacia atrás su cabeza. Tome uno de los paños limpios de la cocina y lo humedecí un poco. Cuando lo pase por su frente dio un pequeño respingo pero parecía que después disfrutaba con el frio del agua—mejor ¿verdad?—el asintió.

Estuvimos así unos minutos más, detuve el cuidado por la hora, era casi media noche, debía levantarme temprano.

― Ya es tarde, deberías irte—le pedí, el enderezo su cabeza y me miro con sus ojos, no me había dado cuenta pero estaba entre sus piernas, mi rodilla rozaba peligrosamente su entrepierna. Me puse nerviosa al percatarme del pequeño detalle, me hice hacia atrás pero sus manos cancelaron el intento.

― Antes—susurro enderezándose, movió su cabeza hacia mi cuello y lo lamio.

― Edward—susurre en la oscuridad de la cocina—empeoraras tu dolor.

― No lo creo—susurro contra la piel de mi cuello, el sentir su respiración en mi piel me hizo estremecer, la piel me quedo de gallina en todas las partes que el respiraba. Sus manos sujetaron firmemente mi cintura sin darme la posibilidad de escapar.

― Mi padre—le dije intentando que recapacitara pero ya mi cuerpo me pedía a gritos que continuara.

― Si no quieres que escuche entonces baja la voz—termino en un susurro haciéndome gemir nuevamente, sus manos subieron hasta mi espalda acariciándola por sobre mi blusa, algo pareció molestarle ya que con el ceño fruncido levando aquella y puso sus manos en contacto directo con mi piel, haciéndome gemir nuevamente. La clandestinidad de estos encuentros le daba un toque aun más placentero, la adrenalina que sentía cuando él me tocaba así en la oscuridad y en secreto me excitaba aun más.

― Esto está mal, nos pueden descubrir—susurre, una de sus manos bajo hacia mi muslo y comenzó a recorrerlo subiendo mi falda en el camino, sus dedos juguetearon con el elástico de mis medias que llegaban hasta el muslo, toco más arriba y alzo la mirada con sus ojos negros.

― ¿y esto?—me pregunto jugando con las ligas del portaligas nuevo que había comprado por consejo de Rosalie.

― Es mío—le susurre.

― Quiero verlo—me dijo poniéndose de pie

― No, Edwa—antes de que pudiera replicar me tomo en sus brazos y me sentó sobre el mueble de la cocina, sus ávidas manos subieron hasta mi cintura la falda dándole la vista que tanto ansiaba, sus dedos subieron lentamente por mis muslos despertando las terminaciones nerviosas que iba tocando. Cuando llego a la orilla del portaligas sonrió y deslizo sus dedos dentro del llegando a mis bragas, me estremecí cuando sus dedos rozaron mi centro. Mire su rostro y el parecía muy feliz por lo que estaba pasando—Edward, James te esta…

― Shhh—me dijo siguiendo con lo que se proponía, acaricio suavemente las líneas de mis bragas y comenzó a deslizarlas por mis piernas, cerré mis ojos e intente calmarme, él era el ninfómana no yo. Tenía que ponerle orden a esta situación, antes de que siguiera pegue un salto y me baje del mesón, el me miro sorprendido

― Edward no puedes hacer esto aquí, mi padre esta…

― ¿de verdad eso quieres?—me pregunto con una picara sonrisa—porque tu cuerpo no está de acuerdo—fijo sus ojos en mis pezones, me sonroje al ver que estaban completamente erectos, una clara invitación para que él los pellizcara hasta hacerme arquear.

― Si… si— tartamudeé me gire hacia el mesón no quería que el viera mi sonrojo, mala idea. Cuando menos lo espere Edward estaba pegado a mí, su entrepierna de amoldaba perfectamente a mi trasero, empujo hacia delante y un golpe de excitación llego a mi centro.

― ¿vez?, tu cuerpo habla por sí solo cariño—me estremecí al escuchar ese peculiar sobrenombre, hasta ahora no había recordado que Edward era británico y que tenía ese peculiar acento para hablar, mi nombre en sus labios sonaba diferente a todo el mundo además porque se veía hermoso cuando lo decía.

― Eres un— ¡maldito provocador! Le quería gritar pero su mano ahogo cualquier cosa que quisiera gritarle, la puso en mi boca acallando lo que quería gritar—shhh, guarda silencio cariño o nos descubrirán—su halito golpeo con fuerza en mi lóbulo, su lengua se apodero de el succionándolo y haciéndome perder en la sensación. El placer que sus caricias provocaban en mi fueron tan intensas que sin pensarlo lamí la mano que tenia sobre mi boca, el la aparto un poco pero la tome rápidamente y comencé a lamer cada uno de sus dedos.

― ¡Oh!... eso es— dijo disfrutando de mi caricia, sus caderas rozaban mas descaradas las mías haciéndome fantasear con la potente erección que escondían esos pantalones—bella— gimió aumentando el placer—pequeña— susurro contra mi oído.

Su mano bajo hacia mis bragas y de un solo tirón las saco, sentí la tela de estas rasgarse un poco pero no me importaba, estaba tan inmersa en el placer de sus caricias que unas bragas no arruinarían el momento, lo único que quería era que me lo hiciera aquí y ahora. Subió la mano hacia mi centro, mientras yo aun succionaba sus dedos, el contacto de la yema de sus dedos con mi centro fue abrumador. Mis manos se fueron contra la madera del mesón, tenía que afirmarme o me caería ahí mismo muerta por el deseo. Comenzó a juguetear con mi clítoris mandando corrientes eléctricas a todo mi cuerpo y despertándolo, al mismo tiempo, cada parte de mí ser deseaba ser tocada por él. Los gemidos comenzaron a salir de mi boca, el apretaba, masajeaba y pellizcaba mi centro cuantas veces se le antojaba, me tenia total y completamente arqueada y derrumbada psicológicamente por el placer, mi mente no concebía hilar dos palabras, definitivamente la clandestinidad le daba un plus diferente al encuentro.

― Edward—gemí fuerte y él me hizo callar

― Si vuelves a hablar fuerte parare y me marcho—me amenazo con voz sexy, era capaz de coser mi boca con tal de que continuara, reprimí todos los gemidos que amenazaban con salir, sus caricias comenzaron a bajar de ritmo hasta que saco sus dedos de mi ya empapado centro. Sus dedos estaban mojados por la intensidad de las caricias que me dio, seguí la trayectoria de su mano y esta se fue directamente hacia su boca, un nuevo golpe de excitación golpeo mi cuerpo, eso había sido lo más sexy que había visto.

― Sabes bien—pronuncio desarmándome por completo, este hombre sí que sabía dejarte lerda con solo unas palabras—me pregunto si— callo. Sus manos me tomaron de la cintura y me alzaron nuevamente hacia el mesón, sentándome. Miro hacia mi espalda y corrió unas cuantas cosas que habían detrás, me empujo hacia la mesa y no pude contener el gritito que salió de mi boca cuando su lengua lamio mi clítoris, me arquee fuertemente contra la madera y mordí mi labio inferior hasta casi romperlo para contener los gemidos que quería gritar—si es igual el sabor—dijo adentrando su lengua en mis pliegues.

¡Demonios! ¡Maldición! ¡Mierda!, gritaba incesante en mi mente, no sabía cómo mierda sacar toda la jodida excitación que tenía en este momento, mis uñas se enterraron en la madera de la mesa contuve todos los gemidos hasta que con el siguiente Edward me desarmo. Dos de sus dedos se introdujeron en mi, penetrándome primero lentamente para después ir subiendo el ritmo, la explosión se dio cuando el agrego su lengua. Me penetro, lamio, succiono todo lo que pudo, mi espalda estaba en un verdadero arco, no podía bajarla al suelo porque cada vez que intentaba dejar de sentir esto el me sorprendía con una nueva lamida que me hacia volver a mi ya estado original.

― Edward, no aguantare—le dije jadeando en voz baja, mis caderas se movían al mismo ritmo de su cabeza en mi centro. Mire sus ojos y estaban negros de tanto que disfrutaba tenerme así, a su merced. Unas pocas envestidas mas y el ritmo paso a frenético, sus dedos se movían como locos, su lengua trabajaba rápidamente.

― Vamos Bella, vente—me provoco—quiero ver cómo te corres—me dijo y solo esas palabras mandaron lo poco que necesitaba para que mi orgasmo se desatara, me convulsioné con fuerza sobre la mesa y el absorbió todo lo que mi orgasmo produjo. Mi respiración era frenética al igual que los latidos de mi corazón, me quede estática en la mesa intentando tranquilizarme. Edward dejo de lamer y saco sus dedos. Sentí sus paso llevarlo hacia donde estaba apoyada mi cabeza—exquisita— susurro rozando su nariz con la mía—ahora tengo la certeza que soñaras conmigo—agrego— me tengo que ir cariño, nos vemos mañana Bella—susurro contra mis labios, me beso aun con más pasión que la de antes, pude sentir aun en su boca mi propio sabor, aunque parecía imposible me sentí nuevamente excitada por esa acción

― Edward—lo llame intentando ponerme de pie, solo conseguí apoyarme en los codos mirarlo, se paro en la puerta de la cocina y me dio una pervertida mirada.

― Un privilegio verte así—me dijo mirando mi cuerpo aun expuesto para el—no te preocupes que ya me imagino cómo salir. Lo bueno de todo es que el dolor ya paso, tus medicinas son geniales—me dijo haciéndome sonrojar—buenas noches—susurro cuando iba saliendo por la puerta, eche mi cabeza hacia atrás y solté un enorme gemido— ¡Ah! Y algo mas—volvió para agregar, me levante nuevamente—me gustan los ligueros en ti, te vez endemoniadamente sexy—me guiño un ojo y se fue.

La boba sonrisa de siempre se apodero de mis labios, ¿Qué me estaba haciendo?, así parecía tan abierto, tan humano, tan Edward… que nada hace presagiar sus cambios de humor. Me baje con una pereza enorme, a pesar de que no habíamos hecho nada tan "físico" me dolía el cuerpo, las constantes arqueadas y la fuerza con la que me aferre a la mesa hicieron que mis músculos dolieran, arregle mis ropas y Salí hacia el living. La chimenea seguía encendida y dándonos todo el calor que necesitáramos, me acerque a la ventana y Edward estaba contemplando la casa, uno segundos más tarde se subió al auto y partieron. Me deje caer por la ventana y suspire.

― Me volverá loca de tanto placer—bufe—y una ninfómana—me reí de mi misma.

Me levante, ordene y limpie el desastre, borre cualquier huella que haya quedado de este fugaz encuentro en mi nueva casa. Cuando ya todo estaba listo me fui a la cama, contenta, feliz y mas que saciada, ese hombre sabia como hacerme pensar en él y tenía razón, esta noche si soñaría con el de eso estaba segura.

El otro día no fue muy diferente al anterior, Edward parecía obsesionado con verme llegar o tal vez con darme placer ya que en reiteradas ocasiones fui presa de sus manos o de su lengua, cuando ya no aguantaba más me bajaba de donde estuviera y arremetía contra él, terminábamos haciendo el amor salvajemente. Cuando dieron las 7 de la tarde Edward término con lo que hacía, este día tendría que pasar de estar con él después del trabajo ya que Kate tenía que llevar unas cosas y debía pasar por ellas. En un extraño gesto Edward me dijo que fuera con James pero desistí, no quería que nadie me viera de compras en el auto de mi jefe… o el de tu amante susurro mi mente.

Nos despedimos a regañadientes por parte de los dos y me fui. Tome el metro hacia el centro y camine buscando lo que necesitaba mientras iba por una de las callecitas consultando negocios me pare en seco al ver quien estaba en frente mío.

― Pero que sorpresa más grande—me dijo con su voz alcolisada—pero si es mi hija, la pequeña Bella—dijo con desdén en sus palabras

― Carmen—susurre

― La misma que viste y calza querida, veo que me abandonaron los mal nacidos ¿A dónde se fueron? ¿a un acilo?

― Eso no es asunto tuyo, ahora déjame pasar—le dije intentándola esquivar

― No tan rápido princesita—me dijo jalándome del brazo contra la pared. Mi espalda choco dura contra el concreto. Jadee cuando el dolor se apodero de aquella parte.

― ¿Qué demonios quieres?

― ¿Qué crees? ¿Dónde está mi hija?

― ¡tú no tienes hija!—le grite, como una maldición nadie pasaba en estos momentos por la calle como para pedir ayuda

― Claro que si, esa perra que es igual a ti, dime donde esta quiero que se venga conmigo

― ¡eso ni lo sueñes! ¡zorra!—le grite empujándola ella se tambaleo pero rápidamente se recupero

― A mí no me digas así, maldita bastarda ahora ¡dame dinero!

― No lo hare

― ¡dámelo hija de puta! O te lo quito

― Déjame en paz—intente huir de ella pero fue imposible, con una fuerza que solo se la daba el alcohol me puso contra la muralla y me registro a fuerzas, los manotazos y arañazos iban y venían, uno de sus puños golpeo mi mejilla haciéndome caer al suelo, sentí de inmediato el liquido caliente emerger de mi piel

― Mierda—grite pasando mis manos por la boca, sentía el palpitar de mi labio y el ardor de mi mejilla

― Eso es lo mínimo que te hare maldita y te lo vuelvo a decir tendrás que entregarme a Kate o te juro que te mato

― No lo hare ¡perra maldita!—le grite y con su pie pateo mi abdomen haciéndome retorcer de dolor.

Registro mi cartera y saco mi dinero, sonrió con malicia desapareciendo en las calles de la ciudad. Intente ponerme de pie como pude, tome mi celular y llame a la única persona que me podía ayudar.

― Rosalie—susurre jadeante

― ¿Bella? ¡Bella! ¿Qué demonios pasa? ¡Bella!—grito asustada por mi tono de voz

― Carmen salió de la cárcel—jadee aun sin recuperarme del golpe en mi abdomen—me la encontré… en la calle, ven por mi—le pedí casi sin aire

― Si voy enseguida ¿Dónde estás?

― En la calle Frucktuke—ya no podía hablar más, solté un jadeo y me quede tendida en el piso, escuche a Rose maldecir y cortar la llamada.

Quince minutos después Rosalie llegó a salvarme, le pedí de favor que me llevara a su casa, por la cara que puso sabía que estaba en lo correcto el golpe en la cara no iba a pasar desapercibido.

― ¡mierda!—exclame cuando paso el algodón con antiséptico por mi herida

― Esa maldita perra, si me la encuentro la estranguló—dijo curándome, se veía visiblemente afectada, las lagrimas las tenia al borde de escapar.

― Tranquila, llamare a la policía y notificare de este ataque. Espero ellos hagan algo—le dije maldiciendo nuevamente, la mal nacida me había reventado parte del labio y dejo mi mejilla muy morada además de un enorme moretón en mi abdomen.

Me mire al espejo y casi me retorcí al ver mi reflejo esperaba que mi padre y hermana no se dieran cuenta tan rápido de lo que había sucedido. Con la ayuda de Rose me maquille lo que más pude y regrese a casa, me arrepentía de no haber aceptado la oferta de Edward de ir con James a comprar. Al día siguiente Salí lo más temprano que pude de mi casa, deje todo listo y un papel en la mesa para mi familia, mientras caminaba me puse mis lentes de sol y me mire a un pequeño espejo.

― Demonios, se ve peor—dije con desgana, puse un poco mas de base sobre el moretón y camine segura de mi, esperaba que Edward con lo poco que me mira realmente a la cara no se enterara tan rápido.

Llegue a la casa y como era de costumbre me recibió Will.

― Buenos días Señorita Swan, ha llegado temprano—pase con mi cabeza mirando hacia otra parte.

― Buenos días Will, si me vine antes ¿el señor?—pregunte

― El Señor Cullen aun está en su habitación, pero si gusta puede pasar. —me estremecía pensar que este hombre supiera lo que había entre nosotros.

― Gracias—asentí y comencé a subir las escaleras.

Primero lo hice rápidamente para perderme de la vista del hombre pero a medida que avanzaba mi ritmo se fue aminorando. Tenía que estar confiada él no lo notaria, además Edward no se fijaba mucho en mi cara, a él solo le importaba mi cuerpo, acepte con mucho pesar. Gire la manilla de la puerta y entre. La habitación estaba vacía y se escuchaba bulla desde el baño, Edward se estaba duchando. Me senté en uno de los cómodos sillones de su sala de estar, saque el espejo que traía en mi bolsillo y mire nuevamente mis golpes, esperaba que nadie lo notara pero sabía que era imposible. El sonido del agua seso y Edward salió por la puerta completamente desnudo.

― ¡dios!—dije tapándome los ojos, lo había visto innumerables veces desnudo pero aun me daba algo de vergüenza.

― Lo sé—me dijo con sobrancia, me miro divertido y comenzó vestirse—llegaste temprano—me dijo, me miro nuevamente y sus ojos se clavaron en mi rostro, sentí como una gota de sudor atravesó mi espalda ¿me abría descubierto?, Frunció un poco el ceño y continuo vistiéndose.

― ¿hoy tienes mucho trabajo?—le pregunte intentando sacarle otro tema, el solo asintió. Cuando estuvo listo se acerco a mí, me puse de pie en un solo respingo. ¡demonios! Ahora sí que estaba perdida.

― Bella ¿Por qué estas…?—comenzó a hablar, sus ojos viajaron de los míos hacia mi mejilla ¡maldita sea! Se dio cuenta. Su expresión se volvió dura, mire atentamente cada uno de sus movimientos y estos parecían embrutecidos, con un rápido movimiento se llevo un dedo a la boca y lo humedeció. Mi boca soltó un quejido de desesperación, el había notado los golpes y yo tan estúpida pensé que no lo haría. Su húmedo dedo se deslizo con suavidad por mi cara sacando parte de la base y dejando a la vista mi moretón, sus dedos viajaron hasta la herida que tenía en la boca, sus ojos se estrecharon y comenzó a hablar

― Edward… yo—intente replicar

― ¿Quién demonios te hizo esto?—me pregunto con la voz ronca y la mandíbula apretada la mano que tenía en mi boca bajo, seguí la trayectoria, cuando llego abajo su puño se apretó con fuerza, no entendía su reacción ¿se había molestado?

― No es asunto tuyo—le dije escondiendo mi mirada, intente alejarme pero él me sujeto.

― ¡Dime quién demonios te hizo esto!—me pregunto con un tono fúrico, mi respiración se entrecorto donde no sabía que responderle, no tenía idea, mi mente estaba completamente en blanco. Unos golpes en la puerta distrajeron mi atención pero la del seguía puesta en mi. Comencé a pensar pero nada se me ocurría.

― Sr. Cullen— Will entro por la puerta y sentí un alivio, a Edward se le crispo el rostro.

― ¡VETE AL DEMONIO WILL, NO VUELVAS A ENTRAR!—grito enfurecido, ambos saltamos por su reacción, Will cerró la puerta pálido por la reprimenda de Edward, trate de retroceder unos cuantos pasos y me encontré acorralada en la muralla—responde—hablo un poco más bajo pero aun sentía la ira en su voz.

― Me… me asaltaron… ayer—le mentí, el estrecho nuevamente sus ojos y maldijo entre dientes.

― Te dije que fueras con James a comprar, mujer terca—asentí aun pegada en la muralla, el se giro y comenzó a avanzar hacia la puerta—desde ahora en adelante te irás y vendrás con James todos los días—sentencio, aun tenía miedo, mis piernas flaquearon por verlo tan enojado, debe odiar los asaltos o a los ladrones como para ponerse así. Abrió la puerta de la habitación y se giro para hablarme—hoy, Emmett irá a tu casa a revisarte, no aceptare un no por respuesta, espérame en el comedor que bajare enseguida—me dijo extendiendo la puerta para que saliera. Corrí afuera con el corazón en mis manos, me metí al baño que estaba en el segundo piso a intentar calmar mi respiración. Si me hubiera sentido tan intimidada por su carácter explosivo le habría recriminado sus ordenes pero ni eso alcance a hacer.

Me lave el rostro y me retoque todo el maquillaje baje hacia donde tenía que esperarlo, Will aun con la cara descompuesta me recibió con un intento de sonrisa. Edward llego al cuarto de hora después, desayunamos en silencio y el día comenzó como siempre. Ese mismo día Emmett nos visito en la casa, Rosalie estaba ahí también, quería saber cómo andaba todo.

― Hola Bella—me saludo Emmett alegre desde la puerta, lo salude con un abrazo que me hizo arrepentirme de inmediato, me retorcí cuando el solo oprimió un poco mis costillas.

― Es peor de lo que Edward me dijo, necesito examinarte—me miro preocupado. Entramos a la casa y Rosalie conversaba animadamente con mi padre, el ceño de mi amiga se frunció de manera graciosa al ver a Emmett

― Y ¿este jovencito quién es?—pregunto mi padre y los tres nos miramos sin saber que responder, papa no podía saber que Emmett era doctor porque o si no sospecharía, mire a Rose y ella a mí, el segundo pareció eterno pero ella reacciono más rápido que yo.

― ¡Es mi novio!—grito en medio de la estancia, Emmett me miro con sus ojos ensanchados.

― ¿tu novio?, no me dijiste que tenias algún pretendiente Rose—le dijo mi papa contento por la "noticia".

― No Charly lo siento—se acerco a Emmett y lo tomo del brazo. El la miro aun mas sorprendido, Rose le dio una mirada de "sígueme el juego", ella le apretó suavemente el brazo y mi amigo reacciono.

― ¡Oh!, perdón que mal educado, Emmett McCarthy Señor.

― Emmett, mucho gusto, Charly Swan.

― Es un placer conocerlo, Rose me ha hablado mucho de usted—mintió con una gracia increíble, debería agradecerles eternamente este favor.

― Bueno mi amor—dijo Rosalie con burla—ahora vamos para que veas el color de la habitación de Bella es así como quiero la mía.

― Claro que si bebe, vamos—le dijo siguiéndole el juego. Ambos se dirigieron a mi habitación y yo los seguí, cuando nos perdimos en el pasillo junte la puerta dándonos privacidad. Ambos miraban un extremo de la habitación son sus brazos cruzados y con expresiones de molestia.

― ¡perdón!—les pedí— ¡discúlpenme! No había pensado en este problema

― Bueno. Da igual yo no me enojo por hacerme pasar por el novio de la rubia—dijo Emmett con burla a lo que Rose bufo

― Ya quisieras grandote, ya quisieras—dijo Rosalie con suficiencia.

― Está bien, a lo que he venido. Bella recuéstate por favor.

El examen de Emmett fue completo cuando vio mi estomago casi se puso blanco de la impresión, tenía un hematoma gigante en la barriga

― Demonios Bells—susurro mientras palpaba el moretón

― Lo sé, pero no fue por que quise—me defendí con una sonrisa

― Claro que no, fue por esa— dijo Rose, la hice callar sin que Emmett lo notara—por esos malditos ladrones.

― Tienes suerte que no te mataran Bella.

― Lo sé—Emmett me receto unos analgésicos y me mando a tomar rayos X, mientras hablábamos el móvil de Rose sonó.

― Bueno amiga me tengo que ir, mi coche ya lo tienen listo en el taller—se le había salido una manguera hoy en la mañana.

― Bien, gracias por venir.

― Yo también me voy—dijo Emmett guardando sus cosas—tomate los analgésicos y procura descansar.

― Si gracias por venir Emmett.

― ¿para dónde vas rubia?—le pregunto Emmett

― Al centro, pero no es asunto tuyo.

― ¿y andas sin coche? Vamos yo te llevo—dijo mi amigo, Rose dudo un poco pero de mala gana acepto, ella odiaba caminar.

Todas las visitas se fueron y los analgésicos dieron paso a un sueño reparador, uno que necesitaba después de todo esto. Al otro día todo fue un desastre, por suerte los moretones se tapaban mejor con el maquillaje, Edward colapso en el trabajo se desmayo en el medio de una junta de accionista. El caos se desato ya que nadie sabía cómo reaccionar solo yo. En cosa de segundos lo llevaron hacia su oficina y lo examine, esta vez la crisis fue más corta ya que despertó a los pocos minutos. A pesar de sus reclamos le dije que tendría que irse a descansar, llame a Emmett y el me dijo que se dirigiría de inmediato a la casa. Tome a Edward casi de las greñas y lo arrastre hasta el auto, a regañadientes se subió pero no reclamo mas.

Llegamos a la casa casi a la hora de mi antigua partida, a las seis de la tarde, porque desde que comenzaron nuestros encuentros yo me iba mucho mas tarde de lo que salía. Will nos recibió, yo traía a Edward del brazo apoyándolo casi en mi cuerpo, el mayordomo nos miro curioso.

― Sr. Cullen—dijo Alarmado

― Will viene saliendo de un desmayo y creo que viene otro en camino ayúdame a subirlo a su habitación.

― Si—respondió de inmediato el hombre, lo tomo del otro brazo y juntos lo llevábamos hasta su habitación. Lo dejamos suavemente encima, le quite los zapatos, la chaqueta y desabotone los primeros botones de su camisa.

― Will dile a una de las mucamas que me traiga una fuente con agua y compresas.

― Si señorita—el mayordomo salió de la habitación

― Odio cuando esto sucede—me dijo en un susurro, aun tenía sus ojos cerrados

― Yo también, odio verte así.

― Soy un maldito débil—se dijo a sí mismo.

― ¡hey!, no seas tan duro contigo además vele el lado positivo te libraste de la junta y del libidinoso de Aro—le dije ganándome una hermosa sonrisa en su rostro, ¡dios! Le tendría esa sonrisa siempre en la cara.

― Si, tienes razón además—abrió un poco sus ojos—aquí puedo besarte—me dijo haciéndome desfallecer, mis piernas temblaron por sus palabras y mi estomago exploto en mariposas. Sus dedos por primera vez los sentí tiernos sobre mi piel, acariciaron la mejilla que tenia aun dolida, me acerque a él sin dudarlo sus labios se entreabrieron esperándome, roce su boca con mi lengua y sentí como su cuerpo reacciono, se estremeció por completo, una risa se soltó de mis labios. Un golpe en la puerta nos interrumpió, salte afuera de la cama y Edward bufo.

― ¡Emmett!—dije saludando al doctor que venía entrando

― Hola, ¿Cómo estas Edward, Bella?

― ¿Cómo me vez?—le dijo haciéndome reír un poco, había notado que ahora Edward se notaba más expresivo, hasta el sentido del humor le había descubierto.

― Mal, déjame decírtelo. Bien te examinare.

Emmett comenzó con su examen, mientras él trabajaba en Edward mi teléfono móvil sonó. El número era desconocido, mire a Edward y estaba hablando con Emmett, tome el teléfono y conteste.

― Si quieres volver a ver a la perra de tu hermana, ven al antiguo departamento, si le dices a alguien la mato. —la voz de Carmen retumbo en mis oídos, tenía a Kate… pero eso no podía ser, ¡no podía! El tono de colgar salió, corte y marque rápidamente a mi casa.

― ¡papa!—grite intente calmarme, mi padre no podía verme nerviosa—hola papa

― Hola pequeña ¿Cómo estás?

― Bien papa, dime ¿Kate esta por ahí?—di que si, di que sí.

― No Bella, me extraña que aun no haya regresado, tiene que haberse quedado en alguna parte con una amiga—un silencio me atravesó de pecho a espalda.

― Si… si—tartamudee— eso debe ser, bueno papa nos vemos en la noche.

― Nos vemos—me dijo y colgó.

Mi cuerpo sintió los estragos del panico, Carmen tenia a mi pequeña Kate y tan loca como estaba es capaz de matarla. Sentí unos ojos en mi piel, mire hacia enfrente y Edward estaba mirándome atentamente, trate de retener las lagrimas de desesperación e intente calmarme.

― Edward—le dije, Emmett me miro divertido el aun no sabía que nos tratábamos de tu—tengo que irme—él se enderezo

― ¿sucede algo?- pregunto con semblante preocupado, examino mi rostro, intente no mirarlo para que no descubriera la ansiedad que tenia por salir corriendo.

― No, solo un problema familiar- mentí

― Bien, ve entonces—me extraño que fuera tan considerado, antes jamás me habría permitido salirme un poco más temprano, en esos gestos me daba cuenta de que Edward había cambiado.

― Nos vemos mañana—le dije y salí corriendo de la habitación.

El camino se me hizo eterno, Salí corriendo de la casa de Edward y anduve lo más rápido que mis piernas me permitieron, estaba asustada, segada por el miedo, tenía un pánico enorme y no podía reprimirlo. Media hora después de correr a todo lo que pude llegue al edificio en donde vivíamos, el barrio seguía aun de malo, estaba lleno de drogadictos, asesinos y proxenetas. Camine lentamente por las escaleras hacia el piso en donde vivíamos, sentía el corazón bombearme en los oídos, mis manos temblaban por miedo de que algo le sucediera a mi hermana. Llegue a la puerta y estaba abierta, con todo el valor que sentía dentro entre sin mirar a atrás.

― ¡Kate!—grite— ¡Kate! ¿Dónde estás?—sin medir las consecuencias entre y la busque en todos los cuartos, cuando volví a la sala de estar me estremecí al ver quien estaba de pie esperándome.

― Tonta Bella, siempre he pensado que eres una maldita imbécil— me dijo y comprendí de inmediato que Kate no estaba aquí, ni siquiera la habían secuestrado.

― ¿Qué demonios quieres Carmen?—le pregunte con rabia

― ¿Qué quiero?—rio muy fuerte— ¡verte muerta!—me dijo y balanceo un bate de beisbol que tenía en sus manos. Trague saliva temiendo que no saldría bien parada de aquí.

― Que interesante, el sentimiento es mutuo—le dije burlándome de ella, tenía que ser valiente, ¡vamos Bella tu puedes!

― Maldita engreída, siempre fuiste igual. Te creías la gran cosa ¿no?, pero no eras nada ¡nada!, ni siquiera la mal parida de tu madre era buena, si ni te aguanto a ti, vienes de una mala fabrica—se burlo, mis puños se apretaron y sentí la rabia fluir de mi sangre.

― ¡eres una maldita zorra!—le grite enfurecida.

― Lo sé, ahora esta maldita zorra te partirá el cerebro así que dile adiós a tu bello hogar.

Me dijo Alzando el bate, pensé en mi padre, en mi hermana, en Rosalie…. La cara de Edward se apareció en mis pensamientos, tan clara y vivida, Edward, susurré en mi mente. Carmen se abalanzó hacia mí para atacarme, sabía que si no me defendía no volvería a ver a ninguna de esas personas.

Carmen arremetió contra mí, esquive un golpe con el bate y tome lo primero que pille, un sartén. Con mi nueva arma la comencé a atacar, ella esquivaba todos mis golpes.

― Nunca serás lo suficientemente buena para nadie—decía mientras me intentaba golpearme como loca—tú y tu familia se van a morir—me amenazaba constantemente.

Intente refugiarme detrás de los vigones pero ella seguía golpeando como si su vida dependiera de ello, y sabía que era así. Corrí hacia donde habían unos muebles y los tire al suelo, sin darme cuenta me caí con algo en el suelo y Carmen se aprovecho de ese momento.

― Ahora morirás ¡maldita!—grito y me golpeo con fuerza bruta en la espalda, un grito desgarrador salió de mi boca, las lagrimas saltaron solas de mis ojos— ¡perra, perra, perra!—decía mientras me golpeaba por todo el cuerpo. Me dolía hasta la última partícula de mí ser. Me retorcía en el suelo incapaz de escapar, lloraba, gimoteaba, jadeaba pero nada parecía ablandar el corazón y la locura de esta mujer.

Mi conciencia poco a poco se fue perdiendo, mientras sentía los múltiples impactos en mi piel recordé los rostros de mi familia, mis amigos… el rostro angelical de Edward…, si tan solo…. Tan solo…

Antes de que pudiera seguir pensando mi conciencia se apago volviendo todo oscuro. A lo lejos sentía una voz que me llamaba pero no era capaz de responder me deje llevar por el silencio y por la oscuridad que me abrazaba…

No supe nada más…


********************************
Cap. 10 Invirtiendo los papeles  


La oscuridad era todo lo que podía apreciar, estaba inmersa en un oscuro lugar del cual no podía salir. Sentía a la distancia como voces familiares y desconocidas me llamaban pero no podía decirles si, aquí estoy, viva aun. Mi cuerpo no respondía, parecía muerto pero mi mente aun seguía trabajando. No sé cuánto tiempo paso pero el dolor seguía allí, aunque luego de millones de minutos no sentí mi cuerpo y al fin pude descansar. Desperté no se cuanto después, mi inconsciencia aun seguía nublando mis sentidos, la oscuridad me comenzaba a poner nerviosa, no podía ver solo oía algunas cosas a la lejanía como mi nombre, sentía que una voz me llamaba pero no lograba distinguir de quien era. Intente abrir mis ojos cuando esta me estaba llamando pero nada sucedía, mi cuerpo no respondía ni tampoco mi boca.

¿Qué estaba pasando?, no recordaba porque estaba así, tal vez tuve un accidente y estoy en coma o quizás andaba en un bus y me caí golpeándome la cabeza, no lo sabía pero era algo que me encantaría averiguar. Paso no se cuanto tiempo y nuevamente sentía una voz que me llamaba pero esta vez era un poco más clara, bella, bella, Isabella. Claramente aquel ser que pronunciaba mi nombre me conocía. Sentí un tacto, algo que me imaginaba debía ser una mano pasaba por mi cabeza y mis labios, la piel que rosaba la sentía estremecerse por lo frio de sus dedos, ¿Quién sería?, ¿sería la misma persona que me llamaba?, mas preguntas sin resolver. Cuando menos lo espere algo suave y cálido presiono mis labios y luego mi frente, ¿Qué será?, me sentí ansiosa como si el mundo dependiera de lo que estaba pasando ahora, ¿Quién era?, quería gritar, quería saber pero no podía, ¡esta conciencia que no quería despertar! Intente calmarme, no sacaría nada poniéndome nerviosa, debía estar tranquila sabía que tenía que despertar, no… no lo sabía, no sabía si iba a despertar pero tenía que hacerlo confiaba en que así sucedería.

¿Voces?, si, eran voces cada vez más claras, estaba despertando de eso estaba segura. La luz se coló por mis ojos, intente pestañar pero era demasiada intensidad ¿Por cuánto había estado así? Parecían años.

― ¿Bella?— exclamo la conocida voz de Rose— ¡despertó! ¡Bella despertó!— grito con su inconfundible voz. intente sonreír pero sentía mi cara adormilada.

― ¿Rosalie?— conseguí decir, abrí mis ojos y me encontré con una habitación vacía, mire hacia los lados y estaba en un hospital de eso estaba segura. Sentí nuevamente los gritos de mi amiga en el pasillo pero cada vez haciéndose más fuerte, debía de estar acercándose

― ¡Emmett! Despertó mírala, mírala— le decía levante el rostro y tenía a tres personas observándome, Emmett, Rosalie y Edward.

― ¿Edward?— le llame, mire sus ojos y estos se veían extremadamente oscuros, tenía grandes ojeras y su rostro se notaba muy demacrado, la incipiente barba me decía que he estado así por más de una noche— ¿Qué paso?— pregunte al que me quisiera responder, Rosalie me miraba con lagrimas corriendo por sus mejillas, Emmett la aparto un poco y se acerco para hablarme, Edward se quedo mirándome desde la punta de la cama, estaba muy atento de lo que decía.

― Hola— me saludo Emmett

― Hola—susurre débilmente

― ¿sabes cómo te llamas?— me pregunto

― Bella— le respondí

― Bien cariño, ¿sabes donde estas?

― En un… hospital

― Si, ¿sabes porque estás aquí?

― No— le dije y gemí por un dolor que se produjo en mi espalda— ¿Qué demonios me paso?— pregunte con la voz un poco más clara.

― Carmen salió de la cárcel— Rosalie me respondió de un poco más atrás, inmediatamente los recuerdos espantosos vinieron a mi mente, Carmen, yo, el departamento, el bate de Béisbol, Kate…

― ¡KATE!— grite casi llorando por el dolor que producía— ¡mi hermana! ¿Dónde está mi hermana?— comencé a preguntar segada por el miedo.

― Tranquila Bella, Kate está bien. Carmen te tendió una trampa

― Dios— susurre intentando calmarme— ¿pero cuanto a pasado?

― Llevas 2 días inconsciente

― ¿dos días? ¡oh por dios!, papa debe estar muriendo.

― El no lo sabe— agrego Rosalie— no sabe que estas aquí

― Pero ¿Cómo?.. ¿Qué le dijeron?

― Tu je…— Edward miro a Rose con el ceño fruncido— Edward…— cambio— Edward invento que ustedes habían tenido que ir de viaje así que yo me fui a quedar a tu casa, de hecho ahora me escape para venir a verte Bella.

― ¡dios mío!, esto es una locura— cerré mis ojos

― ¿Cómo te sientes Bella?— pregunto Emmett— ¿sientes dolor?

― Algo, siento como si una aplanadora hubiera pasado por mi cuerpo, ¿estoy muy mal?— pregunte y todos se miraron, ahí estaba mi respuesta— el que calla otorga— les dije intentando reír.

― Mírate por ti misma— me dijo Rosalie, me extendió un espejo y lo tome, cuando mire mi reflejo casi me desmaye nuevamente.

― ¡maldita hija de…!— no alcance a terminar cuando el aire escapo de mis pulmones— dios mío casi me partió la cara.

Mi reflejo mostraba el evidente daño que había hecho en mí, tenía la cara amoratada, los ojos hinchados y la nariz prácticamente doblada, estaba hecho un desastre.

― Demonios, nunca me he preocupado por esto pero me veo horrible— les dije sacándole una sonrisa a todos, inclusive a Edward.

― No te preocupes que después todo desaparecerá, pero necesitamos tiempo— dijo Rose

― Maldición— bufe— pero ¿Qué paso con Carmen?

― Esta detenida— la voz aterciopelada y varonil de Edward irrumpió en la habitación— ella fue arrestada y no saldrá jamás de la cárcel.

― ¿está nuevamente presa?— le pregunte con cierta emoción, para mí eso era un completo alivio.

― Si, ya no tienen de que preocuparse— me dijo haciéndome sonreír.

― Gracias— respondí mirándolo directamente a los ojos.

― Bien Bella, ahora necesito examinarte, ¿podrían esperar afuera por favor?

― Claro— le respondió Rosalie, se acerco a mí y beso mi frente— volveré enseguida amiga, te quiero— susurro en mi oído

― Y yo a ti— le dije antes de que se apartara, Edward me miro una vez mas y suspiro, salió de la habitación junto con Rose.

― Bien, ahora veremos como estas. ¡nos diste buen susto!— dijo tomando su estetoscopio y poniéndoselo para escuchar

― Lo siento.

El examen de Emmett duro bastante, por lo que le me decía tenía una costilla rota, múltiples hematomas y lo más grande era un golpe en mi cabeza, me había partido la frente la muy desgraciada. Cuando termino de examinarme abrió la puerta y Rosalie estaba parada en el marco pero Edward no apareció, ella entro hacia la habitación, miro a Emmett y este comenzó a hablar.

― Bueno nena— le dijo y solté una risita me arrepentí de inmediato ya que todo mi cuerpo dolió en un solo movimiento.

― ¿nena?, ya te dije que odio que me llamen así— le dijo mi rubia amiga con el ceño fruncido, ¿Qué demonios pasaba entre estos dos? Emmett sonrió y siguió hablando sin tomarle atención.

― Bella tiene una costilla rota, moretones y hematomas por todas partes y un enorme golpe en la cabeza que requiere cuidado.

― Dios, pero ¿se podrá bien?

― Claro que sí, ya despertó que eso era lo que más me preocupaba, lo demás sanara

― ¿Cuánto me demorare en estar bien?—

― Creo que una o dos semanas como máximo

― ¡dos semanas!, demonios Emmett no tengo ni dos días— me queje— mi papa no se creerá la mentira del viaje.

― Es nuestra única opción— dijo Emmett— además el se la creerá mas si te escucha a ti decirlo— saco de su bolsillo su celular

― ¿quieres que lo llame?— le pregunte incrédula

― ¡claro! Es verdad que no se lo tragara, yo acompañe a Rose a decirle que ibas de viaje con Edward y te aseguro que no le gusto nada de nada.

― ¡demonios!— dije tomando el aparato, marque el numero de mi casa y de inmediato contesto mi padre.

― ¿Bella?— dijo sin ni siquiera escucharme

― Hola papa…

― ¡BELLA! ¿Cómo demonios sales de viaje así de repente? ¡no sabes lo que hemos estado pasando por tu ausencia! ¡nos preocupamos mucho! ¿Dónde carajos estas?

― ¿Qué dónde estoy?— pregunte mirando a Rose

― En…— Rose me susurro la respuesta— En Australia

― ¿Australia?

― Si, el señor Cullen tiene negocios acá y es por eso que tuve que acompañarlo de urgencia uno de ellos pendía de un hilo

― Ah— exclamo sin emoción— bueno eso explica las prisas, pero de igual manera dile que no te haga viajar así de repente, dile que tienes una familia que se preocupa por ti— rodé los ojos, sabía que la tenia pero a veces mi papa exageraba un poco con los cuidados aunque entendía el motivo— además ¿Cómo lo harás con tu vestuario? Ni siquiera te llevaste ropa.

― Rosalie tiene que hacerme la maleta ya que los asistentes del señor Cullen viajaran mañana así que ahí me traerán mis cosas, pero no te preocupes por ahora está todo cubierto.

― Qué bueno, le diré a Rose cuando vuelva que prepare tu maleta pero dime ¿Cuándo volverás?

― No lo sé, creo que podría ser en una semana pero aun no estoy segura.

― ¡una semana! Dios Bella, ese hombre te explota— gruño mi padre enfadado

― Si yo también lo pienso, bueno papa me tengo que ir, cuídate mucho y dale besos a Kate de mi parte, los llamare a penas pueda

― Cuídate Bella, te amamos. Hasta pronto

― Yo también, Adiós— colgué.

Solté un sonoro suspiro, Edward entro en la habitación algo distraído parecía estar pensando muchas cosas.

― Bueno— continúe— entonces ¿Cuál es el plan?

― Mira, estaba conversando con Edward y Emmett. Aunque me pesa y no sabes cuánto yo no te puedo llevar conmigo porque tengo que irme a quedar a tu casa mientras tu estas fuera, si no parecerá sospechoso.

― Te entiendo no te preocupes me iré a un hotel— les dije con una sonrisa.

― No— dijo Edward serio— te irás a mi casa, ahí descansaras los días que necesitas— mis ojos se abrieron a todo lo que daban, mi corazón se acelero de inmediato

― ¿a… tu… casa?— susurre con la respiración entrecortada.

― Si y no hay discusiones sobre eso— su rostro era serio y al parecer no podría convencerlo de lo contrario, solté un suspiro y asentí con mis ojos cerrados.

― Bien entonces está todo arreglado, ¿Cuándo le darás de alta?— pregunto Rose.

― Esta tarde le practicaremos todos los exámenes nuevamente y si todo sale bien podre darle el alta mañana.

― Bien— Rosalie le sonrió— entonces Bella— se dirigió a mi— mañana podre venir a verte si no parecerá sospechoso, además te traeré tus cosas, trata de llamar a Charly esta noche para que se quede aun más tranquilo

― Si está bien— susurre, me dolía la cabeza— lo hare, ¡dios!— exclame

― ¿Qué sucede Bella?

― Me duele todo, la cabeza, el cuerpo— cerré mis ojos y contuve un quejido

― Bien entonces tendremos que sedarte nuevamente

― ¿estará inconsciente?— pregunto Edward mirando al doctor.

― Si pero solo por unas horas, le practicaremos los exámenes y despertara por la noche.

― ¡demonios!— me estaba matando el dolor de la espalda.

― Bien Bella a dormir— me dijo Emmett preparando la jeringa, la inyecto en el goteo del suero y poco a poco mis ojos se fueron cerrando, lo último que vi fue el rostro de Edward, su boca me susurro algo pero no alcance a escuchar.

Fue tanto en cansancio que en la noche no fui capaz de despertar, nuevamente sentí la voz de alguien hablándome pero no fui capaz de abrir los ojos. Al otro día recibí mi alta, James me fue a buscar, no se me hacia raro que Edward no hubiera venido por mí, de seguro que habían cosas más importantes en el mundo para el que mi alta en el hospital. James me condujo hacia la casa, ahí estaban todos esperándome, hasta Will.

― Bienvenida Srta. Swan— me saludo el mayordomo, venia en silla de ruedas—

― Gracias Will, son muy amables

― Esperamos que se sienta como en casa mientras esté con nosotros— asentí.

Con gran dificultad subí las escalas, se me hacía muy difícil movilizarme por la casa, Will y James me condujeron hacia el tercer piso ¿me alojaría en el piso de Edward? creía que esa área estaba reservada solo para él. Cuando llegamos ellos me guiaron hacia la parte norte de la estancia, nos detuvimos en la segunda habitación al lado del pasillo, era la que estaba junto a la de Edward.

― Bien señorita llegamos— me dijo Will abriendo la puerta, aquella habitación era un verdadero sueño.

― ¿aquí me quedare?— pregunte incrédula entrando

― Si, aquí es. Esta es la habitación de huéspedes pero solo es ocupada por las personas que nos indica el señor Cullen, las demás se quedan en el bungaló que está detrás de la mansión— era una especie de cabaña pero que contaba con todos los lujos de la casona

― Ya veo— le dije sentándome en la suave cama, tenia pilares en las 4 puntas y velos colgaban de ellos entrelazándose— es hermosa.

― Espero que sea de su agrado

― Si claro— le respondí

― Bueno señorita cuando guste ocupe el intercomunicador y le subiremos sus alimentos o puede bajar a comerlos al comedor.

― Bien, muchas gracias.

Ambos asintieron y se retiraron, la brisa que se colaba por las ventanas de la habitación era refrescante, aunque eran días muy fríos me hacía falta un poco de aire helado para enfriar mis ideas. ¿Qué me estaba pasando? Realmente no sabía cómo explicar todo lo que sucedía en mi en este momento, mi casa, mi vida, Edward… suspire, Edward en este momento se convertía en la madre de todos mis problemas, ¿Qué me pasaba con Edward? Mi mente y mi corazón decían dos cosas diferentes ¿pero cuando metí a mi corazón aquí? Ahí estaba mal, no tenía ni la menor idea de cuando había metido a mi corazón en esta conversación pero me asustaba pensar cuanta implicancia tenia Edward en mi vida, ¿Qué era él para mí? Todas esas preguntas se quedarían sin respuestas porque jamás podría contestar eso, yo solo me veía como una entretención en su vida, nada más que eso, Edward me tomaba cuando quería, no respetaba nada, no preguntaba nada, solo sexo y mas sexo, solo sexo y nada más. Ahí es cuando me dolía el pecho, el darme cuenta de que para él no era más que un poco de diversión me hacía sentirme mal y poca cosa, pero él jamás lo sabría no dejaría que traspasara hasta ese punto mi corazón, aunque sabía que para otras cosas ya era muy tarde pero aun no podía afrontarme a ese tipo de pensamientos.

Estuve en mi habitación todo el día, no quise bajar a comer abajo, en mi cuarto había de todo. La habitación era tan grande como la de Edward y tenía casi las mismas cosas que la de él, un estar, un gran baño y una cama del porte de un estacionamiento. Eran alrededor de las diez de la noche cuando desperté, la luz de la luna entraba por la ventana y se reflectaba a lo largo de mi cama, me enderecé en la oscuridad y frote mis ojos ¿había dormido toda la tarde? Al parecer sí. Mire mis piernas y estaban tapadas con un colcha de color purpura, me extrañe ya que yo no me tape al dormir, la ventana de la habitación también estaba cerrada. Intente levantarme pero un garganta aclarándose me detuvo

― No te levantes— me pidió una suave voz que podría reconocer donde fuera, su intervención me hizo saltar. Mire de donde provenía y pude verlo parándose de uno de los sillones de la sala de estar.

― ¿Edward?— dije simulando mi inocencia— ¿Qué haces aquí?

― He venido a ver si estabas bien, como estabas durmiendo no quise despertarte— se acerco lentamente a la cama y se sentó a mi lado aun traía puesto el traje de la oficina pero el cuello de su camisa estaba abierto y la corbata en sus manos. A la luz de la luna su rostro se veía aun más hermoso, el solo contemplarlo así me hacia reaccionar el cuerpo, miles de mariposas volaban de la mano de sentimientos aun más hermosos pero que solo se sentían en mi corazón.

― ¿hace mucho que estabas aquí?— le pregunte cuando estaba a solo unos cuanto centímetros de distancia, sus manos pasaron por mis piernas situándose a un lado de mi muslo, recargo todo su cuerpo en ella.

― Digamos que si, nunca te lo he dicho pero me gusta verte dormir— agradecí infinitamente que no hubiera luz en la habitación porque mi cara tomo un color que me haría verme a muchos kilómetros de distancia. Su mano se extendió a mi mejilla y con sus fríos dedos la acaricio— esto también me gusta— susurro al sentir el ardor en mi cara.

― Edward— susurre envuelta en esos sentimientos que producía su contacto, acerco lentamente sus labios a los míos y me beso, lo hizo como siempre lo ha hecho, llevándose gran parte de mis suspiros con él. No tuvo más que besarme para que mi piel se erizara y todo mi cuerpo reaccionara solo con su caricia

A pesar del dolor prolongué el beso, sabía que mi cuerpo me lo pedía, estaba ciega, sorda y muda en este momento lo único en lo que podía concentrarme era en sus besos, en esa mano que acariciaba mi piel y en todo lo que él me producía. Estaba perdida y lo sabía pero era incapaz de aceptarlo.

― ¿Cómo te sientes?— me pregunto separándose un poco de mi boca

― Bien— agregué soltando un suspiro— estoy mejor, la hinchazón no ha bajado ni tampoco el color de mis golpes pero de ánimo me siento mejor.

― Qué bueno— sus manos pasaron por mi cintura y acariciaron mi espalda, las mías se fueron instintivamente a su espalda esperando encontrar un cálido abrazo… y así fue. Edward me pego a su cuerpo fundiéndonos en un abrazo, esta era la primera vez que lo sentía cerca sin que el sexo estuviera de por medio. Por un momento mi cabeza empezó a hacerse ideas ¿querrá estar conmigo esta noche? Y si yo no puedo ¿buscara a otra? La sola idea de ese pensamiento me hizo tensarme, me separe de el de inmediato buscando un espacio para respirar, me sofocaba el solo pensar en Edward al lado de otra mujer.

― ¿Qué pasa?— me pregunto siguiéndome a la ventana, me pare delante de ella observando la hermosa noche que estaba afuera de los cristales

― Nada… es solo que— no podía hablar, las palabras se quedaban enganchadas en mi garganta. Tal vez Edward pensaría que estaba hablando de mas o que me estaba haciendo ideas erróneas de "nuestra relación"

― ¿Qué cosa?— pregunto, sus manos rodearon mis ya cruzados brazos y su cabeza descansó en uno de mis hombros, definitivamente esto era algo nuevo para mí, además de hermoso— vamos Bella háblame, ¿te sientes bien? ¿quieres que llame a Emmett?

― No— susurre dando la cara, me gire sobre mis talones y quede mirando su pecho, uno de sus dedos levanto mi barbilla, subí mi vista y me encandile con el brillo de su mirada.

― ¿entonces?— insistió una vez más.

― Es solo que… lamento que esta noche… tu y yo— tartamudee, no podía ni siquiera expresarme, la sola idea de que el saliera corriendo por otra me hacia petrificarme. escondí la mirada de sus ojos

― Bella— me llamo y no lo mire— Bella— insistió y aun seguía con la vista perdida— ¡Bella!—alzo su voz haciéndome estremecer— ¿piensas que estoy aquí contigo por sexo?— me pregunto, ni siquiera fui capaz de asentir— se que no nos conocemos bien, aún, pero…— sus manos tomaron mi rostro y lo besaron gentilmente— esta noche solo quiero dormir contigo, cariño.

Solo con esas palabras mi espalda se arqueo contra su cuerpo, sus brazos me recibieron y sentí la conexión que había o que yo quería ver entre nosotros, ¿era más que sexo?, ojala pudiera responder, por ahora me conformaría con dormir a su lado y disfrutar su compañía estas dos semanas.

― Iré a sacarme este molesto traje y volveré para quedarme contigo— asentí— ¿necesitas ayuda con tu pijama?— me pregunto, no conteste de inmediato ya que estaba atónita intentando procesar la información— porque si quieres yo te ayudo— me dijo con una picara y coqueta sonrisa, mi corazón reacciono de inmediato.

― No, no te preocupes yo puedo—

― Bien entonces, volveré— me dio un suave beso en mi frente y salió de la habitación

¿Qué había sido esto?, dios mío… suspire, me senté en la orilla de mi cama sin poder creer lo que había escuchado, mi cuerpo aun seguía anonadado por lo que había escuchado ¿habría sido una alucinación? ¿Mi mente estaba jugando conmigo?, pensaba que sí. Mientras estaba pensando en lo que había sucedido recordé que no tenía pijama ¿Qué usaría? Si me acostaba desnuda eso sería un crimen, mi cuerpo amoratado no era deseable para nadie en este momento. Comencé a pensar pero nada se me ocurría, solo minutos después alguien toco la puerta, esta se abrió y Edward apareció nuevamente.

― Antes de que se me olvide, sé que no tienes tus cosas aun así que te traje esto— me extendió una tela— es una de mis camisetas, espero te guste. Úsala para dormir mientras llegan tus cosas.

― Gracias— le dije con visible asombro. Volvió a salir de la habitación y nuevamente las preguntas se agolparon en mi mente.

Me saque toda la ropa que no iba a ocupar quedando solo en mi ropa interior, añadí la polera a mi cuerpo y sonreí al ver que me quedaba grande. Tenía la insignia de Harvard seguramente Edward había estudiado allí. Camine lentamente hacia la cama, cuando estuve sobre ella me metí en las cobijas esperando la nada, ¿Edward de verdad vendría?, mis nervios estaban alterados con la sola idea de tenerlo para mí una noche, pero solo para mí. Nuevamente golpes se escucharon en la puerta y esta se abrió.

― Hoy creo que será una noche algo fría— comento mientras tomaba el encendedor de la chimenea— encenderé el fuego para que duermas cómoda— dijo girándose hacia la muralla

― ¿no hay calefacción en la casa?

― Claro, pero yo no la ocupo. Prefiero las chimeneas me gusta bastante el fuego— cuando la madera comenzó prender él se aparto y examino que todo estuviera en orden, cuando así lo pareció se acero al otro extremo de la cama, abrió las tapas y se recostó.

― No es necesario que te quedes— le dije, el giro su cara y me miro

― ¿no quieres que me quede?— me pregunto, yo negué de inmediato.

― No es eso, es solo que no quiero que te sientas obligado.

― Bella— se acerco a mí y a la vez se recostó llevándome con él, sus manos pasaron por mi cintura y me pegaron a su cuerpo, su cabeza descansó en mi pecho como aquella vez mientras estábamos de viaje, estaba escuchando los latidos frenéticos de mi corazón— no lo estoy, hoy quiero dormir contigo ¿no puedo?— ladee mi cabeza para encontrar sus ojos pero estos estaban cerrados, sus manos me pegaban a su cuerpo, sentía que se estaba quedando dormido

― Edward— iba a replicar

― Shhh— me dijo bajando el tono de voz— duerme bella durmiente, tienes que descansar para que tu cuerpo se recupere— ahí salió el Edward mandón, odiaba que me dijera lo que tenía que hacer— y no vayas a replicar porque sabes que lo necesitas— agrego haciéndome bufar.

― Demonios— replique con algo de enojo.

― Cuando te sanes podemos discutir todo lo que quieras incluso podemos hacer el amor en el techo si quieres— sonrió contra mi piel— pero por ahora duerme— la sola idea de pensar en un futuro haciendo el amor con él o solo estando a su lado me hacía sentirme feliz.

― ¿dormirás?

― Si, ¿tú no?

― No tengo sueño— abrió sus ojos y se acomodo quedo mirándome su mentón se apoyaba en mi pecho

― Entonces ¿Qué quieres hacer?

― No lo sé— me reí, esto era algo nuevo para mi

― Bueno…— pensó— cuando de niños no podíamos dormir recuerdo que mi mama se sentaba a conversar con nosotros. ¿de niños?— recordé en ese preciso instante que Edward tenía una hermana

― Si, a mi hermana y a mí, yo tengo una hermana más pequeña que yo su nombre es Alice.

― Y ¿Dónde está ella?

― En Inglaterra, mi país natal. Allí vive con su esposo y mi pequeño sobrino.

― ¿Cuántos años tiene?

― Dos, es pequeño pero parece un torbellino. Es igual a mi hermana y tiene un poco de Jasper, su marido que casualmente fue uno de mis mejores amigos en la Universidad, el también es de aquí.

― Ah… ¿tú estudiaste aquí?

― Si, en Harvard, estudie economía y Marketing, además hice un post grado y un magister en administración de empresas.

― Wow, eres muy inteligente— sonrió

― ¿y tú?

― ¿yo?, Bueno…— pensé antes de contarle mi historia, debía omitir las partes de Carmen— yo estudie enfermería como te debes imaginar y luego quede trabajando en el County, mi trabajo y mi familia lo son todo para mi, sin ellos no podría vivir.

― ¿Qué paso con tu madre?— pregunto de repente evaluando mi mirada

― Murió cuando yo solo era una bebe— mi vista se perdió en la infinidad de la habitación, las manos de Edward comenzaron a deslizarse por mi piel acariciándola, sus dedos subieron de mi brazo hasta mi pecho pero sin tocar mis senos. No sentí nada de lujuria en su caricia solo las ganas de descubrir la piel que había a su paso.

― ¿siempre has vivido con tu padre?

― Sí, siempre, él y mi pequeña hermana lo son todo para mí.

La noche que se extendía a nuestros ojos nos refugio, hablamos por largo rato solo contándonos cosas de la vida, el me preguntaba y parecía de gran interés para el todo lo que yo decía, me sentía feliz de estar así y explorar este nuevo lado. A eso de la una de la madrugada el se acurruco contra mi espalda presionándome suavemente contra su cuerpo.

― Duerme cariño, descansa tu cuerpo— el solo escucharlo llamarme así me hacían ganas de besarlo, sin aguantarme las ganas me gire y bese sus cálidos labios, el tomo mis mejillas y los presionó contra los de él. Aunque mi cuerpo me dolía no podía evitar sentirlo así de cerca, sin duda esta sería una noche excepcional. Cuando el beso comenzó a tomar otros matices fue el mismo Edward el que lo paro, dio cortos besos sobre mis comisuras y se recostó a mi lado— buenas noches Bella— susurro besando mi piel

― Buenas noches— le dije y me gire para pegar mi espalda con su pecho.

Esa noche si bien dormí como los dioses, decidí no preocuparme por nada, aunque fuera solo por un tiempo iba a disfrutar mis semanas con Edward, aunque la única que sufriera después seria yo. Cuando el sol de amanecer pego en la ventana la habitación lentamente se comenzó a iluminar, abrí mis ojos extrañada no sabía dónde estaba, sentí un cálido y fuerte brazo sujetando mi cintura, mire su mano y era de piel blanca tanto como la sabana que nos acunaba, me gire para mirar el rostro de mi captor y sonreí tiernamente al verlo dormir. Edward estaba acurrucado contra mi espalda durmiendo plácidamente, trate de girarme sin despertarlo, mire sus labios y no pude evitar sonreír. En un impulso pase mis dedos por su mejilla, se sentía tan suave y cálida, me sorprendí al ver que también estaban sonrosadas. Con mi tacto su cuerpo se estremeció y lentamente abrió sus ojos.

― Buenos días— me susurro, volví a sonreír sin poder evitarlo

― Buenos días— le conteste con mis dedos aun en la piel de su rostro.

― ¿Cómo dormiste?

― Muy bien— le mentí, había sido la mejor noche desde hace mucho tiempo.

― Qué bueno— sonrió y cerró sus ojos— ¿Qué hora es?

― No deben ser mas de las 7 ya que el sol todavía está entre las colinas— abrió sus hermosos orbes verdes y los entrecerró enseguida, se quedo pensando en algo y suspiro.

― Debo levantarme— sentencio

― Lo sé, debes ir a la oficina, el imperio Cullen no funciona sin su monarca— solté una risita.

― Aunque no lo creas es verdad, mucho depende solo de mi

― Y te entiendo, así que levántese Sr. Cullen

― ¿nuevamente con el Sr. Cullen?— sonrió

― No pero si no te levantas lo volveré a decir, Sr. Cullen— juguetee, pase uno de mis dedos sobre su desnudo pecho, su respiración se entrecorto y soltó un bufido.

― ¡dios!— dijo, su rostro se veía un poco consternado pero aun así sonriente.

― ¿Qué sucede?— le pregunte con mi mano aun en su piel.

― Nada— rio— algún día lo sabrás— tomo mi mano y beso mis dedos, se destapo y salió de la cama— hoy será un día horrible— comento

― ¿tienes muchas reuniones?

― Algo así

― Que lastima.

Me recosté nuevamente en la cama mientras lo veía pasearse de un lado hacia otro, se metió en el baño y luego volvió a salir.

― Iré a bañarme y cambiarme de ropa, vuelvo enseguida—

― Está bien, yo también me bañare— me miro una vez más, asintió y salió por la puerta de mi habitación.

― ¡demonios!— dije exasperada ¿serian todos los días así de maravillosos?, esperaba que sí. Al cabo de una hora Edward volvió cambiado y listo para salir. Yo ya estaba vestida y esperándolo en el estar.

― Bien ya me voy— me anuncio— le pedí a Will que subiera tu desayuno a la habitación.

― Gracias— se acerco a donde estaba y se arrodillo frente a mí.

― No quiero que hagas ningún esfuerzo, debes recuperarte— sus ojos se clavaron en los míos, por un momento vi preocupación en ellos, me emocione solo de pensar en que de verdad sentía algo mas por mí que una química sexual.

― No lo hare, no te preocupes—

― Buena chica— llevo su mano a mi mejilla, sus dedos recorrieron la piel que ahí se extendía, descendió a mi mentón rosando suavemente mis labios. Su boca se entreabrió y sabia lo que venía, me acerque sin que él me lo pidiera y pegue mis labios a los suyos, nos besamos por un momento que me pareció eterno podría haber estado así por siempre, solo besándonos y disfrutando de el momento, nuestro momento— nos vemos mas tarde.

― Nos vemos— susurre aun contra sus labios, al parecer ninguno de los dos quería separarse ya que nuevamente nos volvimos a besar alargando aun mas lo que nos producía esa simple caricia.

Solo un momento después el se separo de mi dándome la más hermosa de las sonrisas, dios… como adoraba verlo sonreír, con solo una de esas sonrisas mi día podía comenzar muy bien. Solo las había experimentado desde hace muy poco pero aun así ya podía acostumbrarme a verlas todos los días. Cuando el salió me quede ahí mirando la misma puerta por la que se había marchado, las frases, las palabras o los simples gestos se acoplaban en mi cabeza, Edward me estaba cuidando podía sentirlo aunque el tratara de disimularlo con su carácter, el estaba cuidando de mi, se habían invertido los papeles ahora era él quien velaba por mi seguridad. Un suave golpe en mi puerta me saco de mis pensamientos.

― Adelante—

― Buenos días señorita Swan— dijo Will muy cortes y con una amable sonrisa en sus labios, entro en la habitación seguido de Margarite, ella traía un pequeño carro con cosas— sírvele el desayuno a nuestra invitada Margarite.

― Si señor— asintió la mucama, me dio una rápida sonrisa y comenzó a servir la mesa.

― ¿ha dormido bien señorita Swan?—pregunto el mayordomo, no sé porque tenía la impresión de que él sabía exactamente lo que pasaba entre Edward y yo. Mi cara tomo un tinte rosáceo.

― Si bien, muchas gracias— Margarite se despidió de mi y salió por donde mismo había entrado.

― Espero que la estancia en esta casa le sea muy placentera, le aseguro que nosotros estamos felices de que nos acompañe, es usted una persona muy buena señorita Swan, le servimos con mucho agrado— parpadee muchas veces, el mayordomo hizo una reverencia— que disfrute su desayuno, con permiso—

― Adelante— tartamudee, salió por la puerta dejándome aun pasmada por sus palabras.

Si antes pensaba que sabía, ahora casi podría estar segura. Mire mi desayuno y se veía increíblemente apetitoso, el sol que se colaba por las ventanas me hacía sentirme cálida y abrigada, comí mis alimentos pensando en lo que estaría haciendo Edward ahora, ¿notaria mi ausencia en la oficina?, creo que no, yo no lo ayudaba mucho. El día se me hizo algo eterno, el reloj parecía confabular en mi contra, se movía lento y nada parecía presagiar que avanzaría rápido. En la tarde era tanto el aburrimiento y la pereza que decidí salir de la casa, me puse un buzo deportivo y mis zapatillas, me mire por enésima vez en el espejo y mi horrible rostro seguía igual, decidí no volver a mirarme en lo que quedaba de día.

― Srta. Swan— me llamo Rachel mientras salía de mi habitación.

― Si, dime—

― Lo siento señorita pero no puede salir de su habitación—

― ¿Qué?— pregunte incrédulamente— ¿Cómo que no puedo salir?

― Lo siento son ordenes del señor Cullen— la chica parecía muy acongojada por lo que me decía. Mi cara a pesar de los magullones y golpes la sentía roja, tanto como un tomate. Maldije no sé cuantas veces

― Entonces no te preocupes que yo cargo con la responsabilidad de mis actos. Saldré al jardín y espero que nadie me siga— le dije con un tono amenazador, la muchacha asintió y se retiro, sabía que ella no tenía la culpa pero aun así no me podía evitar enojar.

Camine por los pasillos desiertos de la casa, esta se veía aun mas solitaria sin Edward. La sentía fría como si no hubiera vida en ella, recorrí las partes que nunca había visto, yo solo caminaba por determinados lugares día a día, entre en habitaciones que jamás había visitado, una de ellas fue la que mas llamo mi atención, un estudio de música. Entre sin que nadie me viera, el lugar parecía desolado, es como si nadie hubiera entrado en años, camine por el hermoso piso de madera brillantes hacia el centro en donde se encontraba un hermoso piano de cola.

― Esta habitación no se usa hace años— pegue un salto al sentir a alguien además de mi, era una voz a mis espaldas, me gire y Will y estaba en el marco de la puerta con la misma sonrisa amable de esta mañana.

― ¿no?— pregunte— ¿a quién pertenecía?

― Al Sr. Cullen— mi boca se entre abrió un poco, a caso a Edward le gustaba la música

― ¿enserio?, wow… no lo veo como un hombre que escuche o toque música.

― Me tomare una atribución que no me corresponde— dijo el hombre entrando en la habitación— pero sé que usted es de confianza, además goza de la del señor— me sonroje— Edward Cullen no era el hombre que es ahora, yo le sirvo desde hace mucho tiempo, llegue a esta casa cuando el recién estaba en la universidad estudiando lo he acompañado a lo largo de todos estos años— me quede en silencio escuchando al hombre parecía ser una historia muy interesante— el señor Cullen era un chiquillo como cualquier otro, tenia sueños, esperanzas, era alegre y muy entregado a lo que hacía, amaba por sobre todas las cosas los estudios y la música. Me sorprende que no le haya hablado de esto aun pero el tocaba el piano como nadie en este mundo, sin duda era un prodigio— sus ojos se perdieron en el piano.

― ¿y qué paso?— pregunte con un nudo en mi corazón

― La vida señorita, la vida lo cambio. Luego de salir de la universidad el señor Cullen se comenzó a preocupar de sus empresas internándose en el mundo laboral, ya no había tiempo para los amigos, las fiestas o las cosas que hacia un chico de 22 años, el tiempo paso y cada vez se fue absorbiendo mas en las empresas hasta que pasaron estos 10 años y él se convirtió en lo que es ahora, un hombre duro de corazón. Pero sé que un día alguien— giro su rostro hacia mi— podrá penetrar ese corazón y traer de vuelta al Edward Cullen que conocí yo, al que tenía el alma más hermosa del mundo y que si hubiera seguido así sería un hombre de un corazón de oro. Volveré a mis labores, que pase buena tarde señorita Swan.

― Gracias— tartamudee.

William Lickwood se perdió de la habitación, no podía creer lo que me acaba de decir, Edward Cullen era un hombre bondadoso que por azares de la vida se convirtió en el hombre duro y orgulloso que es ahora. El corazón de Edward estaba recubierto, su alma y su corazón eran hermosos pero estaban escondidas en alguna parte de su pecho cubiertas por esa capa de impenetrable hierro. Me acerque al piano y lo descubrí, estaba lleno de polvo y partículas de tierra, se notaba que nadie lo había ocupado en años, mis dedos se deslizaron por las hermosas teclas de marfil, sentí un estremecimiento al pensar en lo maravilloso que debía tocar Edward en su juventud.

Mis paso me sacaron de allí, cerré la puerta no sin antes contemplar la habitación nuevamente, ojala algún día tuviera el placer de oír a Edward tocar para mi, sin duda seria una experiencia muy hermosa. Camine por la casa, hasta llegar a una puerta que conducía al jardín, era el lugar más hermoso y colorido del mundo, jamás había visto esta parte de la casa. El suelo estaba cubierto con flores y con árboles de frutos. Había cerezos por doquier, césped que se extendía hasta donde mis ojos se perdían. Salí y una brisa me hizo estremecer, aunque fuera de día hacia un frio tremendo, pensé en todo lo que Will me dijo, la imagen de Edward bailaba entre mis pensamientos, ¿Cómo podía ser que alguien cambiara tanto?, ¿Edward podría ser un hombre bueno?, yo sabía que él era bueno pero me preguntaba si era bueno como persona, yo misma había comprobado su frialdad al despedir gente o reprender a los que debía. Sabía que tenía el criterio muy frio y duro a la vez pero ¿le sucedería algo al ser así? ¿Sentirá algo al ser malo con las personas?, no lo sabía y tenía la impresión de que tal vez esas preguntas jamás se responderían.

El crepúsculo se mostro en el cielo y sentí que ya era hora de entrar, volví a subir a mi habitación y me recosté en mi cama. Mi vida, mi corazón y muchas cosas más estaban en una etapa de confusión, ¿Cómo podía comportarse así conmigo y ser diferente con las demás personas? ¿Será una careta su impenetrable carácter? Con estas mismas preguntas me dormí, sus hermosos ojos me acunaron y me hicieron perderme en el mundo de los sueños. Desperté nuevamente cuando el sol ya no estaba en las ventanas, recordé a mi padre y su preocupación, tome mi celular y marque el conocido número de mi casa.

― Diga— respondió la voz de Kate, mi corazón se acelero al saber que mi hermanita estaba bien.

― Kate, soy Bella—

― ¡Bella!— grito emocionada— ¿Cómo estás? ¿Cómo es Australia?— suspire

― Hermosa, es todo tan lindo.

― Wow Bella ¡qué suerte tienes! Pero ¿estás bien?

― Si de maravilla, estoy muy feliz. El señor Cullen tiene mucho trabajo pero aun así está todo bien, he tenido tiempo hasta de salir a conocer las ciudades.

― Que genial— la voz de mi padre sonaba en el fondo— espera que papa quiere hablarte.

― Está bien, adiós peque y pórtate bien con Rose, hace tus tareas y cuida de papa.

― Si está bien, lo hare. Te quiero mucho hermana.

― Y yo a ti, pásame a papa— me senté en el estar.

― Hola hija

― Hola papa ¿Cómo va todo?— extrañaba muchísimo a mi familia, mi pecho se comprimió de la pena que tenia por no poder estar con ellos, lagrimas se juntaron en mis ojos.

― Bien hija, por aquí todo bien. Hemos estado muy entretenidos, imagínate que el novio de Rose ha venido a cenar con nosotros y es muy divertido, bella ¿sabías que es Doctor?— mi boca se entreabrió soltando un suspiro, aguante la risa que sentía, Rose tendría que estarme odiando por esto.

― Si papa, Emmett es el doctor de cabecera del señor Cullen

― El chico es un chiste, vieras lo mucho que quiere a Rose. Ayer por la tarde paso por aquí y me hizo reír todo el rato, lo deje invitado para la semana, el prometió que vendría cuanto pudiera

― Qué bien papa, Emmett es un gran tipo.

― Si hija, me encanta para Rose, ¡ah mira! Aquí anda la señorita, te la paso.

― Bien cuídate mucho Bella, te amamos nunca lo olvides pequeña.

― No papa, y yo a ustedes— el teléfono cambio de manos— así que invitando al novio a cenar— me reí, se sintió que Rosalie se cambiaba de habitación.

― Ese imbécil vino a la casa y no pude mentirle a Charly— susurro muy enojada— el muy desgraciado parece disfrutar diciendo que es mi novio y lo peor es que Charly y Kate lo aman, mas encima el muy… muy… imbécil le ofreció a Charly una revisión por lo de su problema y el quedo feliz

― ¿enserio?

― ¡sí!— grito exaltada— ya verá cuando me lo agarre afuera— peliono susurrando

― Si me imagino que le harás— comértelo a besos, dijo mi mente—

― ¿Cómo va todo con Cullen?— suspire y cerré mis ojos

― De maravilla, el tipo es genial Rosalie, estoy en la confusión más grande de mi vida.

― Demonios amiga, suenas realmente mal

― Y lo estoy, lo estoy.

― Espero que todo esto te lleve por buen camino.

― Yo igual. Espero no sufrir más, bueno Rose te dejo cuídate mucho y nos estamos hablando.

― Está bien, cuídate tu igual. Te quiero

― Y yo a ti, adiós

― Adiós.

Colgué el teléfono y me quede pensando, Emmett vendría mañana a revisarme así que ahí le preguntaría que pasaba con mi rubia amiga. Me pare de donde estaba y me encamine hacia el baño, desde que desperté sentía un molesto dolor en mi espalda y en mi cara, mire la hora en el reloj de pared y eran casi las 7 de la tarde, Edward debe estar aun en la oficina. Las contusiones que había en mi rostro aun estaban muy feas, los diferentes hematomas de mi cuerpo seguían de un color amoratado. Me estremecí de solo pensar que mi piel quedaría así para siempre, pero sabía que la gran magia de la regeneración haría su trabajo en mi y que mi piel en unos días estaría nuevamente como antes.

La puerta de la habitación sonó, alguien estaba entrando a mi cuarto. Debe ser Will, me arregle un poco el pelo y Salí a ver quién me visitaba, me sorprendí al ver de quien se trataba.

― Edward— susurré con sorpresa— llegas temprano

― Si, no había mucho que hacer después de todo— nos miramos por largos minutos, sin poder evitarlo ambos nos fuimos acercando cada vez mas hasta que quedamos frente a frente, sus manos fueron las primeras en reaccionar se pasaron por mi cintura pegándome a su cuerpo, su cabeza descansó en mi cuello, mandando corrientes eléctricas a toda mi piel— ¿Cómo te has sentido?

― Bien— respondí subiendo mis manos a su cabello y acariciándolo. Se sentía tan suave y sedoso, me sentía feliz con solo sentirlo así entre mis brazos— ahora solo me duele un poco la espalda y la cara, pero nada que un buen relajante no cure— ambos nos reímos, nos quedamos así mucho tiempo, solo disfrutando del contacto de nuestra piel, se sentía tan bien estar así.

Edward luego de unos momentos, levanto su cabeza para mirarme, una de sus manos subió a mis labios y los acaricio, cerré mis ojos involuntariamente con su caricia, este definitivamente era mi momento preferido del día, cuando nos volvíamos a ver. Acerque mi cara a la suya, juntamos nuestras frentes y nos quedamos así, sintiendo nuestras respiraciones. Sabía que el sentimiento no era el correcto pero lo deseaba, si, en este mismo momento moriría porque me tocara, sabía que estaba así y que nadie podría excitarse con una mujer llena de moretones y magulladuras pero lo necesitaba, quería sentir sus manos deslizándose por mi cuerpo, solté un jadeo en sus labios y mi boca hambrienta por sus besos se pego a la de él, al parecer el sentía de la misma forma ya que mi ansioso beso fue correspondido de la misma manera, quería sentirlo dentro de mí, que me tocara, que me hiciera estremecer, no podía evitarlo más, quería que él me tomara en este mismo momento.

― Edward— jadee entre besos, los matices se tornaron aun mas confusos, nuestro beso era hambriento pero al parecer Edward no quería responderme mas allá, sus manos se apretaban con fuerza a mi cintura, sabía que estaba intentando controlarse pero no quería que lo hiciera.

― Bella… no puedo, no me hagas esto— me dijo totalmente aproblemado, su voz sonaba excitada al igual que la mía pero sabía que estaba teniendo una batalla interna consigo, ¿debía o no debía responder?

― Te necesito — gemí pegándome a su cuerpo, ignore el dolor que me provoco hacer eso— hacerme el amor Edward.

― Bella— jadeo con su voz ronca, corrompida por el deseo— no me hagas esto, estas herida, adolorida— me dijo entre besos.

― Por favor— rogué con desesperación, si él no lo hacía podría morir de deseo por él.

― Bella—volvió a repetir, pero ya no sentía atisbos de su renuencia, sus manos subieron por mi espalda haciéndome estremecer, solo una caricia me convertía en una mujer llena de deseo, salvaje que solo buscaba saciarse.

Me tomo en sus brazos cual novio lleva su novia por las puertas de su casa, camino conmigo hacia la cama y me dejo suavemente ahí, mi cuerpo se contraía solo por las ansias de sentirlo conmigo. Edward se desvistió completamente dejando su desnudes a la vista, se subió a la cama y comenzó su trabajo conmigo.

― Hoy solo se tratara de ti, cariño. Prometo ser gentil— me susurro contra mi oído haciéndome gemir.

― Edward— dije mientras mi cuerpo experimentaba una bomba de placer.

Sus manos me desvistieron lentamente, parecía que el disfrutaba haciéndolo. Me quito mi chaleco, polera y pantalón dejándome solo en ropa interior frente al, el fuego de la chimenea que estaba a nuestras espaldas no se comparaba con el que había en mi corazón que estaba encendido por una pasión que sabía que algún día me consumiría, sus manos acariciaron toda mi piel, dejo besos en cada parte que pasaba, su lengua lamio el contorno de mi brasier, saco lentamente la tela que lo separaba de mi piel y juro que sus ojos brillaron al tenerme desnuda. Sus manos tomaron delicadamente uno de mis senos llevándoselo a la boca, sus dientes apretaron y su lengua lamio suavemente uno de mis pezones. Su otra mano recorría con ansia mi muslo, llegando a mi centro, bajo mis bragas dejándome completamente expuesta a sus caricias, sus dedos juguetearon con mi centro produciendo aun mas placer. Sus besos y caricias siguieron bajando llego a mi estomago y lo beso con una ternura que jamás espere, su nariz rosaba la piel que ahí se extendía solo con esa demostración hizo que mi mente volara, ahí podría acunar a su hijo ¿Cómo sería cargar al hijo de Edward Cullen?, sin duda seria un privilegio.

― Tu piel es tan suave— me dijo tomando el aroma de ella— siempre hueles a fresias o a rosas, me encanta tu aroma— susurro, sus besos acariciaron la piel de mi estomago bajando hacia mi centro nuevamente, acaricio mi centro y dejo abiertas mis piernas para él. Se posiciono entre aquellas con su ya excitado miembro— no te preocupes— me susurro al oído, una de sus manos se afirmaba en el endeudaron y la otra sujetaba mi muslo en el aire— te hare el amor despacio, tendré cuidado— no me quedo nada más que asentir, tome su rostro y junte nuestros labios, susurre un hazlo, el entendió el mensaje y su miembro rozo mi entrada haciéndome estremecer de placer, estaba previendo todo lo que se venía— eres hermosa— beso mis labios— y eres mía.— un nuevo sentimiento apareció mientras él me penetraba, gemidos de placer y de emoción salían de mi pecho, había ansiado tanto sentirlo dentro de mí y ahora podía estar feliz. Sus movimientos siempre fueron lentos pero cargados de excitación, el lento vaivén de su penetración hacia que el placer fuera más largo y aun más potente, mis caderas también ayudaron en este encuentro moviéndose de la misma manera que él, ambos cerramos los ojos y nos besamos mientras lo hacíamos, gemimos, jadeamos y nos tocamos mientras disfrutábamos del placer mutuo que estábamos consiguiendo, el ritmo de incremento un poco y mi corazón parecía estallar, estaba descubriendo algo que me daba terror pero al mismo tiempo era capaz de gritárselo a los cuatro vientos.

― Edward— gemí cuando sentía el orgasmo formarse en mi interior

― Bella— dijo también él y sentí que podría estallar de felicidad, el ritmo se hizo constante y más rápido, su cabeza se fue hacia atrás al igual que mi espalda se arqueo contra su cuerpo, el placer del orgasmo llego para ambos mientras nuestros besos acallaban los audibles gemidos que salían de nuestros pechos.

Su cuerpo se recostó al lado y como ya era una costumbre a la que podría hacerme adicta me pego contra él, nos cubría una suave capa de sudor, la habitación estaba caliente por el calor de la chimenea y por nuestro mismo calor corporal. Beso mi hombro y mi cuello, sus ojos estaban cerrados y parecían estar disfrutando el momento ya que sus labios estaban adornados por una encantadora sonrisa, yo solo cerré mis ojos y disfrute de lo que sentía.

Mi corazón me había escondido este sentimiento desde hace mucho tiempo, quizás tenía miedo en mostrármelo pero ahora se había dejado ver y ya no podría escapar del, Edward Cullen era un hombre frio, tal vez con un corazón enterrado en lo más profundo de su cuerpo, orgulloso y de un carácter algunas veces insoportable pero aun así, lo necesitaba, quería estar con él, ansiaba sentirlo cerca, sentir sus besos y sus caricias. Sabía que no podía escapar nunca más de lo que sentía porque esto ocupaba todo mi corazón y era imposible no verlo.

Edward Cullen era un hombre de un corazón de hierro pero aun así estaba incondicional e irrevocablemente enamorada de él, lo amaba hasta con la última fibra de mí ser.