Dark Chat

sábado, 26 de junio de 2010

Tan lejana como una estrella

Cap 7.-TENTANDO A LA SUERTE

BELLA POV

"¡No lo puedo creer!" – exclamó Jessica con ofensiva incredibilidad – "¡Pudiste hacer la tarea!"

"Edward me ayudó" – admití mientras recordaba la noche pasada. Sonreí sin pensarlo ante las imágenes que vinieron a mi mente…

"Edward, necesito que me ayudes" – le había dicho en la tarde. Si quería ser completamente sincera conmigo misma, debía admitir que independientemente de la tarea, quería estar con él…

"¿En qué le puedo ayudar?" – había preguntado él con su típico comportamiento formal mientras se ponía de pie

"¿Tu sabes sobre matemáticas… verdad?" – él había asentido mientras yo le ponía sobre la mesa la serie de ejercicios que tenía por tarea. Él alzo una ceja, mirándome incrédulo mientras yo ponía mi mejor cara de arrogancia

"Los necesito para mañana" – informé mientras me disponía a salir de la cocina.

"Espera" – llamó mientras me tomaba del brazo y me traía de vuelta – "¿Pretendes que YO te haga la tarea?" – inquirió frunciéndome el ceño. Yo sonreí, era tan divertido verlo irritado…

"Cullen, debes decidirte" – recomendé mientras le miraba a los ojos – "una de dos: o me vas a tutear… o me vas a hablar de usted" – él bajó la mirada

"Lo siento, señorita" – trabé los ojos. ¿Acaso no entendía que me gustaba, me encantaba, que me llamara por mi nombre? La suavidad y dulzura de su voz al pronunciar mi nombre era algo que quería escuchar todo el tiempo

"No hay problema" – dije. Volvió a mirarme

"Pero yo no le voy a hacer la tarea" – discutió con voz firme – "es su responsabilidad, no la mía" – había sonreído en mi fuero interno. Esas eran las palabras que quería escuchar.

"Entonces… tendrás que explicarme cómo se resuelve esto" – traté de que mi voz sonara aburrida, pero dudo mucho que lo haya conseguido – "no tengo ni la menor idea…"

"En eso si puedo ayudarla" – acordó mientras tomaba entre sus manos mi libreta de pasta dura. La vio por unos cuantos segundos mientras alzaba sus cejas – "¿No puede resolver unas simples fracciones?" – preguntó con voz burlona y ofensiva… entrecerré mis ojos para verlo con furia

"No" – admití muy a pesar y una sonora carcajada salió de sus cuerdas vocales

"Estas a punto de terminar la preparatoria… y no sabes resolver algo tan simple que hasta un niño de primaria podría hacer" – seguía riéndose. Aquello era humillante. Ahora el chofer se burlaba de la patrona… le arranqué mi cuaderno de las manos y mi mirada asesina se agudizo

"Te vine a pedir ayuda… no a que te burles" – recalqué. Las carcajadas cesaron pero la sonrisa y la mirada burlona seguían presentes. Sus ojos verdes tenían un aspecto divino con aquel brillo divertido. Fijé mi vista en la mesa con tal de no perder concentración

"Lo siento, Bella" – se disculpó – "Claro que te ayudare"…

Habíamos pasado toda la tarde en la mesa de la cocina. Mamá había salido a una reunión con sus amigas de sociedad y papá se había ido otra vez de viaje, pero me sentí feliz a su lado (pese que a la mayoría del tiempo se había pasado riendo por mi poca habilidad para las cuentas)

"¡Ay bella que suerte tienes!" – la sonora exclamación de Jessica interrumpió mis recuerdos – "Tienes a un chofer que además de ser sorprendentemente guapo y amable, es inteligente" – mi amiga emitió un profundo suspiró.

"¿Alguien menciono al chofer de Isabella?" – preguntó una estridente voz, la cual sabía pertenecía a Irina.

"¡Si!" – chilló Jessica mientras yo ponía los ojos en blanco – "¡¿Verdad que es guapísimo?"

"¿¡Guapo?" – inquirió Irina con voz emocionada – "¡Por favor! ¡Ese hombre es mucho más que eso!" – apreté la pluma con más fuerza. Idiotas. Pensé y al momento mi imaginación voló hacia algo un poco sádico: Irina y Jessica estampadas en la pared, y yo riendo frente a ellas mientras les aplastaba sus cráneos…

"Bella" – llamó Irina. – "¿Por qué no llevas a Eddy contigo hoy a mi fiesta?" – ofreció

"No puedo llevar al chofer como compañero de un baile" – recordé siseado

"¡¿Por qué no?" – inquirió Jess – "si te da vergüenza, yo lo puedo invitar"

"¡No!" – exclamé furiosa sin que lo pudiera evitar. Las dos chicas me miraron con los ojos dilatados de la impresión – "Jess, ¿Cómo se te ocurre querer invitar a ese?" – pregunté con veneno en la voz

"Ese es todo un hombre" – repuso Irina – "yo no dudaría dos veces en llevármelo a la cama… sería mi mejor regalo de cumpleaños" – las dos chicas rieron escandalosamente mientras en mi mente yo les gritaba solo una palabra: ¡ZORRAS! Sonreí a mi pesar para poder disimular la enorme furia que sentía

"¿Entonces que dices, Bella?" – insistió Jess – "¿Lo llevas tu o nosotras vamos por él a tu casa?"

"No es necesario" – dije – "Llevare a Edward al maldito baile"…


EDWARD POV

"Hola, Eddy" – saludó una chica al verme bajar de la camioneta. Lo miré extrañado, no recordaba haberla visto jamás y ella hasta sabía mi nombre. Aún así, la chica era guapa…

"Hola" – saludé sonriendo con cautela – "¿Nos conocemos?"

"Desgraciadamente no" – respondió la chica – "Pero podemos empezar desde hoy, ¿No crees?" – no pude evitar sonreír de lado.

"Claro" – respondí. Sentía algo demasiado fuerte por Bella, pero el placer por los cuerpos femeninos era algo que no podía controlar mucho aún. – "Podrías empezar por decirme tu nombre"

"Irina" – contestó – "Te vi en la fiesta de Isabella" – el solo hecho de escuchar su nombre me hacía sentir una sensación calida en el estomago

"¿La conoces?" – la respuesta era obvia, pero era una necesidad hablar de ella…

"Claro" – respondió sin darse cuenta de mis nuevas intenciones – "Vamos en las mismas clases" – Perfecto, pensé.

"Y… ¿Dónde esta ella ahora? Se supone que salen entonces a la misma hora"

"Esta con Jasper" – la respuesta hizo que mi sonrisa desapareciera al mismo momento en que mis ojos flamearan

"¿Jasper?" – pregunté

"Si" – afirmó – "Es su prometido, supongo que ya lo sabes" – asentí con la quijada tensa. Claro que lo sabía, pero era fácil olvidarse de eso cuando tienes a Bella todo el día junto a ti.

"¿Estudia él acá o…?"

"No. Vino por Rose y me imaginó que aprovecho para ver a Isabella" – la chica sonreía y yo me quemaba por dentro – "mira" – señaló – "ahí vienen" – y era cierto. Ella venía con él… sus ojos color chocolate se clavaron en mí pero yo giré mi rostro, evitándolos

"¡Edward!" – exclamó Jessica. – "Ya veo que no pierdes tiempo, Irina… seguramente ya lo invitaste para la fiesta de hoy"

"¿Fiesta?" – pregunté

"Hoy es mi cumpleaños" – informó Irina – "Y habrá una fiesta con ese motivo en mi casa… te espero ahí" – le correspondí la sonrisa insinuadora que me había regalado ¿Qué más daba esforzarse el ser fiel si ella estaba con él?

"Seguro" – respondí y no me alejé cuando la chica se me acercó más de lo debido

"Edward ¿Qué esperas? Ya nos tenemos que ir" – dijo Bella mientras me jalaba de la manga de la camisa

"¡Nos vemos, Eddy!" – dijeron animosamente las dos chicas. Yo sonreí exagerando la picardía (aunque detestaba que me llamaran así)

"¿Podrías quitar tu cara de estupido?" – pidió Bella. La miré por el retrovisor

"¿Se puede saber qué le paso a la señorita que esta tan enojada?" – inquirí de manera formal

"No tengo por que darte explicaciones" –

"¿Se peleó con su novio?"

"¡Jasper no…!"… ¿Jasper no qué? – "Jasper y yo no peleamos" – dijo al fin. Mis manos se apretaron contra el volante. Decidí ya no discutir ¿Quién era yo más que un simple chofer?

"Te cambias" – ordenó en cuanto llegamos a la mansión – "iremos a la fiesta a las ocho de la noche" – asentí. Bella caminó hasta llegar a la puerta de la sala y dio media vuelta para verme – "¿Tienes ropa decente para que te pongas?"

"Toda ropa es decente, señorita" – respondí con la quijada alzada y voz afilada – "La marca es solo un lujo que ustedes se dan mientras otros mueren de hambre" – recordé. Su rostro se descompuso por un leve segundo, casi imperceptible, antes de retirarse.

Cuando entré en la cocina mamá me sirvió algo de comer y después se sentó frente a mí

"¿Pasa algo?" – pregunté al ver sus ojos llenos de tristeza. Ella negó con la cabeza pero a mí no me engañó e insistí hasta que me contó la razón de su pesadumbre

"Me lo hubieras dicho desde antes" – dije mientras le tomaba de la mano

"No, Edward" – dijo mi mamá con voz entrecortada – "Ya haces bastante con darnos lo de tu beca…"

"Y nada" – interrumpí mientras me paraba de la silla y me retiraba hacia mi recamara. Debajo de mi ropa había un pequeño paquete de billetes enrollados en donde tenía un poco de mis ahorros (el salario de los Swan era demasiado bueno). Regresé a la cocina en donde seguía mi madre y le tomé las manos para darle el dinero

"¡No, Edward!" – exclamó mi madre con lagrimas en los ojos – "¡No es justo, hijo!"

"Lo que no es justo es que no me digan lo que pasa" – discutí – "No quiero que se vuelva a repetir" – ordené de manera tierna mientras tomaba las manos de mi madre entre las mías – "a mis hermanos y a ustedes no les va a hacer falta absolutamente nada mientras este yo" – prometí

"En cuanto me paguen, te lo repondré" – negué con la cabeza – "gracias, hijo"

"¿Gracias de qué?" – pregunté – "Mañana es tu descanso, aprovecha para ir y comprarle el uniforme y los libros a mis hermanos"

Cuando el reloj marcó las ocho de la noche yo ya estaba esperando a Bella para llevarla al baile. Llevaba puesto el uniforme, realmente, esa era la ropa más nueva que tenía. Bella bajó y, como siempre, lucía hermosa. Me miró por largo rato, mientras, yo me sentí cohibido, pero traté de no demostrarlo

"¿El uniforme?" – preguntó levantando una de sus cejas

"No tengo nada mejor" – respondí sinceramente. Jamás me había avergonzado de no tener el dinero suficiente como para tener más de tres pantalones y cuatro camisas ¿Por qué habría de hacerlo ahora?

"Acompáñame" – pidió mientras me tomaba de la mano y me llevaba escaleras arriba. Entramos a una extensa habitación y yo me apresuré a encender la luz para no estar en la penumbra con ella.

Bella revoloteó en la habitación y se detuvo en un enorme clóset de caoba fina que. En sus manos sostenía una camisa color gris perla y en la otra un pantalón de vestir color negro. Lo mire incrédulo

"¿Qué te parece?" – preguntó enseñándome las prendas

"Excelente para cualquier otra persona menos yo" – respondí

"Edward, no te pongas difícil y pruébatelos" – dijo Bella mientras me aventaba la ropa - "Date prisa, no tengo tiempo para andar discutiendo contigo" – empuñé mis manos por el coraje, pero después se me ocurrió algo mucho mejor. Si Bella quería rapidez, rapidez le iba a brindar.

"Esta bien, señorita" – dije mientras llevaba mis manos hacia mi camisa y la empezaba a desabotonar. Los ojos de la muchacha se abrieron como platos en el momento en que arrojé la prenda hacia el suelo.

"¡Cullen!" – exclamó – "¿Qué diablos estas haciendo?"

"Obedecer sus ordenes" – respondí quitándome el cinturón – "¿Acaso no pidió que me diera prisa?"

"¡Estas loco!" – gritó con un susurró mientras caminaba hacia mi – "¡Eres un depravado! ¡Un enfermo!" – me controlé para no sonreír. Era tan divertido verla así de sonrojada y enojada a la vez. Moví mis manos para desabrochar el botón de mi pantalón mientras disfrutaba de su incomodidad

"¡Edward Cullen, ni te atrevas!" – sus manos me empujaron lo suficiente como para que mi espalda pegara a la pared y apagara la luz. Tal parecía había tropezado con mi camisa en el suelo. El cuarto quedó en penumbras y sus manos se sentían frías sobre mi pecho desnudo.

Tragué saliva con dificultad. Esto no estaba en mis planes. Mis manos, automáticamente, se apretaron en su cintura. Me estremecí cuando sus manos se movieron por mi pecho, dirigiéndose hacia mi estomago. No pude contenerme, tenía que calmar el repentino fuego que había nacido, y la besé. Sus brazos se enrollaron en mi cuello ¿Por qué hacia eso? ¿Por qué no paraba si sabía que estaba comprometida? ¿Por qué correspondía de esa manera si yo era el chofer? Su cuerpo se apretó contra el mío, en la espalda sentía la fría pared y enfrente sentía el más placido calor.

Mis manos se deslizaron hacia sus piernas y las descubrieron de la seda que las cubría. Después, la cargué de tal manera que tenía sus piernas quedaran enrolladas en mi cintura, cambie nuestras posiciones y ahora ella es la que estaba pegada hacia la pared. Bella jadeó entrecortadamente sin despegar sus labios de los míos cuando empujé levemente mi cadera hacia ella… no podía controlarme, la deseaba, aunque sabía que era prohibida, la quería para mí.

"Edward…" – susurró cuando mis labios besaban su cuello – "Edward… para" – sin embargo sus piernas apretaron más mi cintura, haciéndome difícil el hacerle caso. De repente, la luz se encendió

"¡¿Edward?... ¡¿Señorita Bella?" – exclamó mi hermana viéndome con los ojos saltones. Solté a Bella con cuidado para que no cayera mientras buscaba una buena excusa para explicar a mi hermana la ausencia de mi camisa, el pantalón desabrochado, el vestido de Bella arremangado hasta el inicio de sus piernas, la posición en la que nos había encontrado…

Sabía que no existían ni una.

"Alice…" – comenzamos a decir Bella y yo al mismo tiempo con las respiraciones aún agitadas. Mi hermana seguía con sus labios abiertos por la impresión

"Está bien" – dijo la pequeña en cuanto se recobró – "Yo no he visto nada" – pero la mirada que me dedicó antes de cerrar la puerta y dejarnos otra vez solos, no fue nada alentadora. Me giré para encarar a Bella.

Estuvimos largo rato en silencio que fue roto por ella

"Ponte esa ropa" – ordenó antes de salir rápidamente de aquella habitación. No tuve cara para no obedecerle. Afortunadamente, las prendas que usaba el señor Swan hace varios años me quedaban a mi medida…

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Cap.8.-INVIRTIENDO PAPELES

EDWARD POV

Bajé las escaleras mirando hacia todos lados. La conciencia me remordía, ¿Cómo tenerla limpia si mi hermana me había visto besando a la hija de la patrona? Una luz llegó a mi mente en ese momento… miré el caro y ostentoso reloj de pared que se encontraba en la sala. Eran las siete y media de la noche ¿Qué hacia Alice a esas horas en la casa? Se suponía que debería de estar en clases…

Unos pasos detrás de mi provocaron que girara para ver de quien se trataba. Era mi hermana, que, por cierto, llevaba un vestido el cual usaba solo en las pocas ocasiones que ella llamaba "especiales". Había sido un regalo por parte de papá el día de sus quince años. No fui capaz de mirarle a los ojos, sabía que estos podían ser peores que miles de palabras fluidas de sus labios

"La señorita Bella me pidió que la acompañara a la fiesta" – dijo respondiendo mi pregunta mental.¡Auch! su vocecilla era demasiado denunciante como para pasarla desapercibida

"Ahh…" - ¿Qué más podía decir? Mi hermana caminó hasta situarse a pocos pasos de mí, sus dedos agarraron un poco de tela de la camisa prestada que llevaba puesta y suspiró

"Eso ya es pasarse, Edward" – dijo con voz afilada. Me armé de valor para poder ver sus ojos. Sus pupilas eran frías, demasiado acusadoras como para poder soportarlas – "¿Sabes que si la señora se llega a enterar, nos despediría a todos, verdad? – cerré los ojos en un gesto de dolor ya que mi hermana tenía razón, mucha razón. Era demasiado lo que arriesgaba por Bella, lo preocupante aquí es que a mi parte egoísta no le importaba – "Edward… no nos podemos dar el lujo de quedarnos sin trabajo…"

"Lo se" – interrumpí con voz ronca

"¿Entonces por qué tienes que emplear tu jueguito de seductor justamente con ella, habiendo tantas por ahí?" – la misma pregunta me hago a cada minuto, Alice.

"Lo siento" – fue lo único que podía decirle

"No lo sientas, Edward" – repuso – "imagínate que no hubiera sido yo quien los encontró"

Y lo imaginé. Pero mi temor en ese momento no fue el quedarme sin trabajo, si no, quedarme sin ella. Aunque estaba claro que Bella no me miraba de la misma manera, al menos podía estar a su lado, y eso, para mí, ya era suficiente. Pasaría la vida eterna como su chofer solo para mirar todos los días a sus ojos color chocolate

"Edward, te lo pido por mamá, por papá y por nuestros hermanos, NO te le acerques más a la señorita" – mis ojos se clavaron de nuevo en los de ella. No me gustaba hacer promesas que sabía yo, no iba a cumplir

"La amo" – confesé al fin ya que en ese momento no podía darme el lujo de no ser sincero. Mi hermana abrió sus negros ojos más de lo normal, al momento en que su boquita se abría en una pequeña "O"

"¿Qué dices?" – preguntó frunciendo su ceño

"Lo que escuchaste, Alice" – contesté susurrando y evadiendo su mirada – "esto para mi no es ningún juego…"

"¡Es la hija de la patrona!" – recordó

"¡Lo sé!" – dije – "Pero no pude controlarlo…"

"Pues empieza desde ahora" – recomendó – "¡Si es necesario renuncia!... encontraras otro traba…"

"No puedo hacer eso, Alice" – dije mientras me dejaba caer sobre el sofá y ponía mi cabeza entre mis manos – "Lo he pensado tantas veces y… no puedo" – mi hermana se quedó varios segundos en silencio, sin decir nada, hasta que sentí su mano posada en mi hombro

"Edward…" – su voz ahora era tranquila, conciliadora. Seguramente había visto el dolor en mi rostro y eso la había hecho compadecerse de mi situación – "¡Vaya!" – exclamó con un suspiró – "siempre dije que cuando te fueras a enamorar las cosas no iban a resultarte fáciles pero… ni de loca pensé que tuvieran tal magnitud" – reímos sin felicidad

"Créeme que yo tampoco lo imaginé"

"Disculpa por alterarme…" – comenzó a decir mi hermana

"No" – interrumpí rápidamente – "Tienes todo el derecho de decirme lo que quieras… soy tonto, y no he pensado en ustedes, en lo mal que la pasaríamos todos si por esto nos llegaran a despedir"

"¿Tu y ella…?"

"No" – me apresuré a contestar – "Ella y yo no somos nada… más que ella la hija de la señora y yo el chofer… es patético ¿No crees? Arriesgar todo por algo que jamás podrá ser"

"Si en verdad la quieres" – dijo – "tendrás que luchar por ella"

"¿Luchar?... ¿Contra qué?" – pregunté más para mí que para ella – "aquí no hay ninguna batalla, no hay ninguna posibilidad"

"Bueno… por lo que vi ella también siente algo por ti" – animó. Volví a sonreír tristemente

"Por experiencia se que el deseo no recorre el mismo camino del amor" –

"Pero Bella…"

"Ella no siente nada por mi" – atajé – "bueno… esperemos encuentre rápidamente un poco de coherencia en mi mente para hacer lo correcto" – dije sonriendo – "Ahora dime ¿cómo es que Bella te ha invitado a la fiesta?" – pregunté para cambiar el tema

"Me dijo que quería llevar alguna compañía que no se la pasara viéndote y admirando lo atractivo que eres" – explicó mi hermana sonriendo – "me invitó y pues decidí saltarme las clases para ir con ella"

"Ya veo" – susurré. En ese momento unas pisadas que venían de las escaleras captó nuestra atención. Bella tampoco se atrevía a ver a los ojos a mi hermana, así que cuando indicó que ya era hora de irnos lo hizo en un bajo susurro y sin mirar hacia el frente

Llegamos a la fiesta.

La casa, como era de suponerse, era enorme y lujosa. Una estridente música resonaba en alguna parte de aquella mansión. Realmente, si algo no me gustaban eran las fiestas de este estilo, pese a todo lo que era: mujeriego y, ¡Vamos, lo admito! "rápido" con las mujeres, tenía un estilo muy conservador el cual me impedía disfrutar de este tipo de "diversiones".

"¡Edward!" – exclamó una voz femenina que resonó entre la música. Era Jessica, quien ya tenían enrollado sus brazos alrededor de mi cuello. Me las ingenié para alejarla de manera educada. Bella le presentó a mi hermana, quien no se veía más cómoda que yo

Llegamos al jardín. Varias luces de colores inundaba a los cuerpos en movimiento y una enorme mesa se expandía de un lado, repleta de botanas y bebidas.

"¡Edward!" – exclamó la chica con la que había hablado hoy en la mañana. Realmente no recordaba su nombre – "¡que gusto que has venido!" – y me abrazó. Por el rabillo del ojo vi que mi hermana resoplaba irritada – "¿Y quién es ella?" – preguntó

"Mi hermana Alice" – informé. La chica sonrió alegremente

"¡Tu hermana!" – exclamó mientras besaba eufóricamente las anguladas mejillas de la pequeña – "Menos mal que no es tu novia"

Tras varias insinuaciones por parte de Jessica, Irina (ahora ya me había memorizado su nombre), y otras más, pasé las primeras horas con la mirada puesta en Bella y en Jasper.

Me sentía extraño puesto que me sentía incomodo al tener tanta atención femenina a mi alrededor. Solo quería que un par de ojos estuvieran posados en mí, el único par que ni siquiera se molestaba en dirigirse un segundo en mi dirección.

"Estas muy serio" – dijo Irina en cuanto quedamos solos

"Lo siento, estoy un poco cansado" – sus manos se posaron en mi pecho y se acercó más hacia mi. Instintivamente, di un paso hacia atrás, esquivándola

"Tengo algo que te hará sentir mejor" – dijo – "Espérame aquí" – caminó hacia la mesa en donde estaban los alimentos con un movimiento exagerado de caderas. No tardó mucho, en sus manos traía un vaso con una bebida un tanto extraña

"Lo siento, no bebo" – informé

"No contiene alcohol" – discutió mientras me tendía el vaso – "Anda, bebe, te hará sentir mejor" – sonrió angelicalmente y me convenció. El líquido sabía un tanto extraño, pero tenía razón, a los pocos minutos yo me sentía demasiado relajado, casi mareado.

"¿Más tranquilo?" – preguntó y asentí sonriendo tontamente, no sabía muy bien que es lo que me provocaba tanta gracia. Fui vagamente conciente de que nos habíamos sentado en uno de los sillones que habían sido acomodados a los alrededores y que las manos de Irina acariciaban mi rostro

"¿Te han dicho que eres demasiado atractivo" – susurró y yo cerré mis ojos en un intento de recobrar un poco de conciencia – "No me trajiste ningún regalo" – acusó

"Lo siento" – alcancé a decir casi somnoliento

"Pero todavía estas a tiempo de darme algo" – sus manos desabotonaron los dos primeros botones de mi camisa, intenté detenerla, pero realmente me sentía demasiado aturdido…

"Bella…" – susurré llamándola y después sentí unos labios pegados a los míos.

BELLA POV

"¡Vaya!" – exclamó Jessica – "Irina no pierde tiempo" – seguí el rumbo de su mirada y gruñí en mi fuero interno. Ella y Edward estaban sobre uno de los sofás, muy juntitos como para considerarlos decentes…

Por ese motivo había luchado conmigo todo el tiempo para no echarle una sola mirada. Había usado a Jasper, Rose y Alice para llenar mi atención, pero ya no pude más y tuve que verlos

Empuñé mis manos mientras unas absurdas lágrimas amenazaban con derramarse.

¡Era un estupida, una idiota, por haberme enamorada del imbecil ese!

Tragué saliva y me supo totalmente amarga, la mandíbula me temblaba

"Alice" – llamé

"¿Si?" –

"En seguido vuelvo" – informé y salí caminando a grandes zancadas en dirección hacia la acalorada parejita aún sin saber muy bien con qué objetivo. Era claro: era realmente una idiota masoquista

Irina estaba sobre él y lo besaba, casi se lo comía vivo, y él, por supuesto, no oponía ninguna resistencia

"¡Edward!" – llamé sin detenerme a pensar si los celos eran demasiado obvios. Irina se separó del muchacho

"¡Bella!" – dijo con voz quejumbrosa – "¡Interrumpes un gran momento!" – me dieron unas ganas enormes de agarrarla de los cabellos y dejarla calva

"Lo siento" – dije y estaba casi segura de que mi voz no ocultó la rabia que sentía – "pero me tengo que ir, ahora. ¡Edward, ya levántate!" – ordené pero este no me hizo caso.

Lo quedé mirando, esperando a que me dijera o hiciera algo, pero Cullen no se movía. Fue cuando me di cuenta de que algo no era normal en sus ojos color verde, ya que estaban idos… además de que su respiración no era muy normal que digamos y su rostro estaba más pálido de lo que de por si era

"¿Edward?" – llamé mientras me inclinaba hacia él para verlo mejor – "¡Irina! ¿Qué le has hecho a Edward?" – pregunté mientras veía como este sonreía de manera estupida, como si viera algo demasiado gracioso que los demás no podían apreciar

"Solo le di un poquito de polvo en su bebida" – dijo con voz inocente y atemorizada

"¡¿Qué le diste que?" – exclamé casi histérica en su cara

"No fue mucho, lo juro" – empezó a explicar Irina y luego su mirada se poso en Edward – "¿Tu crees que exagere?"

"¡¿Qué si exageraste?" – grité – "¡Eres un idiota! ¿Cómo lo vas a drogar?"

"Solo quería que se relajara, estaba muy… tenso" – le dediqué una mirada envenenada

"No todos tenemos tus métodos para relajarnos, Irina" – volví el rostro para ver a Edward, este tenía una mano levantada en el aire, como si quisiera alcanzar algo – "Se ve mal…" – argumenté preocupada

"Puedo llamar a un doctor…"

"No, gracias" – contesté tajantemente – "lo llevaré a casa"

"Bella, en serio, no fue mi intención yo solo quería…"

"¿Tirártelo?" – interrumpí aun furiosa. La chica bajó la mirada avergonzada pero la ignoré. Me acerqué hacia Edward y le tomé el rostro entre mis manos, estaba sudando frío

"¿Edward?" – llamé – "¿Edward? ¿Me escuchas?" – no me contestó. Sentí una terrible desesperación de que algo malo le pudiera pasar – "¡Mierda!" – solté

"Bella, llevémoslo a mi recamara, le hablare a un doc…"

"¡Ya te dije que no!" – mis ojos estaban inundados de lagrimas que amenazaban con salir. Sentía todo: furia, preocupación, odio, remordimiento, celos… amor – "Si algo le pasa… ¡Juro! Que no te la acabas" – amenacé antes tomar a Edward entre mis brazos e intentar ponerlo de pie

Tras ver que iba a ser algo demasiado costoso, decidí primero decirle a Alice que nos teníamos que ir y pedirle a Jasper que la llevara a su casa. No podía permitir que ella viera a su hermano en esas condiciones, preocuparía a Esme y a su demás familia. Dejé a Edward recostado y caminé con los pies temblándome por los nervios y la angustia.

"¿Podrías llevar a Alice a su casa?" – vi en el rostro de la pequeña que no le parecía la idea pero traté de no darle importancia. Después me disculparía con ella, ya que, por lo que pude apreciar, Jasper no era muy de su agrado.

En cuanto me convencí de que Alice se había tragado toda la mentira que le había soltado, corrí hacia donde Edward estaba. Con todas mis fuerzas, lo llevé casi arrastrado hacia el carro, era un suerte de que el tener chofer fuera solo un lujo y que hubiera la suficiente cantidad de gente como para pasar inadvertidos.

El siguió soltando risitas injustificadas en todo el camino hacia la casa mientras yo lo veía con ojos realmente preocupados. Era una suerte de que mamá todavía siguiera de en su mini viaje. Abrí la puerta del copiloto y volví a soportar todo el peso que me era posible de Edward, apresurándome por llevarlo a su recamara.

El camino se me hizo muy largo. Edward pesaba más de lo que aparentaba, en cuanto logré visualizar su cama me dejé caer junto con él, mi cuerpo quedó sobre el suyo y, a pesar de que él estaba casi completamente inconciente, no pude evitar sentir una ráfaga de fuego en todo mi cuerpo. No me separé de él. Me quedé contemplando su rostro que, aun en ese estado, era hermoso y perfecto.

Pasé mis dedos por sus pómulos, sus parpados, sus cejas, su frente, su nariz, sus labios, memorizando cada detalle de estos. Cuando mis dedos se deslizaron por sus cabellos él suspiró profundamente. Volví a repetir la operación de acariciar cada parte de su rostro y cuando mis dedos rozaron lentamente sus labios, una de sus manos atrapó la mía. Me sobresalté, pero me calmé casi al instante, cuando vi que todavía seguía demasiado inconciente como para poder canalizar bien.

Acerqué mi rostro para poder rozar la punta de mi nariz sus parpados cerrados, inhalé su aliento y cerré los ojos para poder disfrutar mejor de la sensación. Entonces, lo besé. Estaba mal, lo sabía, me estaba aprovechando de su inconciencia, pero era una necesidad. Una necesidad que se incrementaba día con día y se hacía dolorosa. Mis labios se movían suavemente sobre los suyos, él parecía dormido, puesto que solo mi boca se movía sobre la suya.

Seguí besándolo aún así, ya que la miel de su saliva era algo demasiado vicioso que siempre me era difícil dejar de probar. Segundos después, sentí una fuerte mano apretar mi cintura, y al instante sus labios cobraron vida absorbiendo los míos. Me separé para verlo, sus ojos tenían un ligero perdimiento, pero me reconocían.

"Bella" – susurró mientras su mano atrapaba una de mis mejillas coloradas por la situación en la que nos encontrábamos – "mi Bella"- Algo me dijo que en ese momento las palabras sobraban, el corazón me gritó fuertemente lo mucho que lo amaba y lo mucho que lo deseaba.

Volví a atrapar sus labios con los míos, siendo aceptados plenamente. El beso subió de tono con cada segundo transcurrido, hasta el punto en que nuestras lenguas danzaban juntas y probaban cada rincón de nuestra boca. Inconcientemente, apreté más mi cuerpo hacia el suyo, y el correspondió con un pequeño gruñido, seguido de un movimiento el cual cambió nuestras posiciones.

Edward siguió besándome apasionadamente mientras yo enganchaba mis manos las raíces de su cabello, una de sus manos se deslizó suavemente por mis brazos y llegó hasta mi cintura al momento en que sus labios recorrían mi cuello, humedeciéndolo con sus besos.

Sentí mucho calor, y la necesidad de sentir aquellas manos piel a piel. Llevé mis dedos hacia su camisa y la comencé a desfajar, metí una mano debajo de la ropa y recorrí su espalda, perfectamente musculosa, para después explorar su abdomen. Su boca buscó nuevamente la mía con desesperación y yo correspondí de la misma manera.

No me dí cuenta a la hora en que mis piernas se habían abierto y tenía su cuerpo en medio de ellas, solo fui conciente de ello cuando sus manos me impulsaron para sentarme sobre él y sentí que se deslizaban por mis piernas, levantando el vestido hasta el comienzo de estas.

No me dio tiempo de ruborizarme por la posición en que nos encontrábamos, ya que su boca se deslizó de nuevo hacia mi cuello provocando que mi piel se erizara de puro placer. Comencé a desabotonar su camisa, me sorprendía la habilidad de mis manos puesto que jamás había hecho algo similar. Su pecho quedó descubierto y mi mano viajó memorizando cada ángulo de sus músculos, pude sentir que se estremecía ante mi tacto, pero no desistió de besarme. Con manos delicadas, bajó el tirante derecho de mi vestido y sus labios recorrieron cada centímetro de mi hombro, cerré los ojos en un intentó de controlar mi respiración. Su nariz recorrió mi clavícula y sus manos apretaron más mi espalda, provocando que mi pecho rozara el suyo, provocando que quisiera más de su calor, sin tela que lo censurara. Como si pudiera leerme la mente, sus manos fueron bajando lentamente el cierre de mi vestido, el ligero roce de sus dedos se sintieron como pequeñas descargas eléctricas que hicieron arquear mi espalda apenas unos milímetros.

El pudor me invadió cuando sus ojos se clavaron varios segundos en mis pechos, que eran cubiertos solamente por el sostén negro de encaje. Mis mejillas ardieron mientras sus fogosas pupilas se clavaban en las mías. El verde de sus ojos brillaba en aquella oscuridad y después una chispa de culpabilidad llegó a ellos.

"No puedo" – susurró – "No quiero que esto sea así…"

"Shh…" – interrumpí y tomé su rostro entre mis manos – "Te quiero" – confesé – "quiero ser tuya…" - una gloriosa de asombrosa felicidad atravesó por su rostro

"Yo también te quiero" – dijo con voz tan impregnada de ese amor, que no me quedó duda alguna de que así fuera. Volvimos a juntar nuestros labios, y mis manos se volvieron a pasear por su espalda

Sentí la yema de sus dedos pasearse por mi abdomen, ahora desnudo, y sentí mis piernas flácidas ante su contacto. Poco después, estos mismos, liberaron el broche de mi sostén, dejándome completamente descubierta. Gemí ligeramente cuando su boca se deslizó por mis pechos hasta capturar uno de mis pezones. Enterré mis uñas en su espalda e instintivamente comencé a mover mis caderas, sintiendo sobre la tela de mi ropa intima, y de su pantalón, la dureza de su sexo.

Edward me acomodó sobre la cama con un ligero gruñido y su boca atrapó la mía con un movimiento casi violento

"Detenme, Bella" – pidió susurrando contra mi boca, algo me dijo que en realidad lo deseaba, como respuesta, apreté mis piernas alrededor de sus caderas. Por nada del mundo iba a permitir que parara

Y no paró, su cuerpo empujó hacia dentro, despertando en mí el deseo de sentir lo que se asomaba en su pantalón con más naturalidad. Moví mis manos hacia abajo, rozando en el transcurso su abdomen y paseando mis dedos por su ombligo. Edward se retorció levemente y volvió a besar mis senos. Me ayudó a quitarse el cinturón y a desabrocharse el pantalón. Ahora los dos estábamos solo con una prenda, Edward comenzó a bajar sus labios hasta mi estomago. Besó el hueso de mi cadera, mientras sus manos recorrían cada centímetro de piel que estaba a su alcance, provocando que arqueara mi espalda y varios gemiditos salieran de mis labios.

Atrapé su rostro con mis manos y atraje su boca, necesitaba sentir su sabor en mi garganta, mis manos recorrían cada vez más avariciosas su cuerpo. Me las ingenié para poder posicionarme sobre él y acomodé mi cuerpo de tal manera de que nuestros miembros se rozaran, la fricción que provocaban me hacía sentir fuego en todo mi cuerpo. Examiné el cuerpo de Edward y besé cada rincón de su pecho, cada milímetro de su cuello, cada centímetro de sus brazos. Sus manos apretaban gentilmente cada parte que tocaban y su garganta emitía un sonido ronco realmente excitante que me incitaba a experimentar cada vez más. Con un movimiento completamente sensual me empujó hacia atrás para que las puntas de sus dedos se deslizaran desde mi cuello hasta mis caderas, arrastrando con ellas la última prenda que tenía. No pude evitar cohibirme puesto que era la primera vez que un hombre me veía desnuda, pero cuando sus manos me atrajeron para que su boca marcara la parte trasera de mi oreja, el aliento entrecortado que salía de su pecho me infundió el valor que me faltaba. Nuestras bocas se volvieron a encontrar, Edward volvió a cambiar nuestras posiciones y volvió a besar mis pechos con delicadeza.

Ahogué un grito cuando sentí su dureza rozarme, acto reflejó su cuerpo se separó levemente del mío y sus ojos me dijeron el miedo que sentía también él

"Lo siento" – dijo con ojos dilatados, los cuales expresaban su repentina inseguridad. Yo también me encontré repentinamente más nerviosa y asustada, pero el deseo y mi necesidad de él era más fuerte que cualquier temor, enrollé mis piernas en su cadera y lo atraje con ellas en señal a que prosiguiera

"No te preocupes" – susurré mientras le acariciaba su mejilla, fue hasta ese entonces en el que me di cuenta que ambos estábamos sudando, pese a que una fuerte llovizna caía afuera de la casa – "Hazlo" – pedí y antes de que pudiera protestar, silencié sus labios con mi boca

Una de sus manos acarició mi cintura y la apretó cuando comenzó a adentrarse, gemí cuando lo sentí entrar poco a poco. Mi cuerpo no tardó mucho en adaptarse a él, y el dolor se convirtió en un placer manifestado como una perfecta combinación de un fuego y hormigueó recorriendo cada fibra de mi piel. Me encontré moviendo rítmicamente mis caderas para incrementar la velocidad, ya que la fricción entre nuestros sexos resultaba placenteramente devastadora. Edward respondió de la misma manera. Hacia fuera, hacia dentro, hacia fuera, hacia dentro. Con cada segundo que pasaba sentía que no me era suficiente la cercanía de nuestros cuerpos ni lo intenso de nuestros besos. Comenzamos a gemir más profundamente tras varios minutos de esta interacción, cuando cada roce de su mano, cuando cada movimiento dentro de mí, cobró vida y sentidos hasta el máximo nivel.

"Edward" – gemí su nombre mientras mi cuerpo se tensaba alrededor del suyo. Él soltó otro gruñido, silenciado por mi boca, y después, tocamos el cielo, o el infierno… puesto que esta sensación era tan hermosa, como peligrosa, que no se le podía dar clasificación alguna

Dejó caer su cuerpo sobre mí, mientras besaba pausadamente mi hombro y su mano temblorosa se deslizaba de nueva cuenta por la curva de mi cintura. Por mi parte, yo me limité a acariciar su cabello color cobre, ligeramente humedecido, y mi otra mano acariciaba su espalda, haciendo movimientos circulares con la yema de mis dedos. Estuvimos varios minutos en silencio, mientras dábamos tiempo de que nuestras respiraciones entrecortadas adquirieran su ritmo normal. Sus labios volvieron a besarme, esta vez de manera pausada, después, se dejó caer a un lado, y yo rodé para posicionar mi cabeza sobre su pecho. Su mano acarició mi cabello y sentí sus ojos clavados en mi rostro, (repentinamente sonrojado), ya que al fin, había caído en la cuenta de lo que realmente había pasado, le devolví la mirada por encima de mis pestañas y, al encontrarme con sus deliciosos ojos color verde, oculté mi rostro en su pecho

Sentí el temblor de su cuerpo cuando rió.

"¿De qué te ríes?" – pregunté susurrando contra su piel. Él suspiró

"De lo irónico de la situación" – respondió

"Me siento como si te hubiera violado" – dije. Otra vez volvió a reír

"Ojala toda la gente violada tuviera la misma suerte que yo" – dijo mientras besaba la coronilla de mi cabeza – "¿Cómo te sientes?"

"Mejor no podría estar" – respondí sinceramente

"¿De veras?" – asentí – "Muchas gracias…" – dijo tras varios segundos en silencio

"¿De qué?" – pregunté mirándole a los ojos

"Por quererme" – volví a ocultar mi rostro en su pecho – "¿Qué?" – cuestionó por mi actitud

"¿Tu también me quieres?" – inquirí

"Esa palabra no me alcanza para describir lo que siento por ti, Bella" – sonreí sintiéndome plena, por primera vez en mi vida…

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Cap.9.-DESPERTAR

JASPER POV

"¿Nos vamos?" – pregunté

"Ya que" – respondió la muchacha con voz tajante y verdaderamente molesta. Torcí el gesto ¿Aún seguía molesta conmigo?

"Pues vamos, te guío hacia mi carro" – dije de manera cortes mientras le tendía le ofrecía mi brazo para que se agarrara de el.

"¿Qué?" - preguntó aterrada al ver mi gesto

"Te dije que te guiaría" – repuse mientras alzaba más mi brazo para hacerlo notorio. Ella lo miró por un rato con el ceño fruncido

"Y el hecho de que lleves tu brazo alzado… ¿Qué significa?" – cuestionó – "¿Es esa la dirección que debo tomar?" – se giró para ver el sentido que marcaba al punta de mi codo, suspiré derrotado mientras me daba por vencido

"Olvídalo" – replique mientras comenzaba a caminar – "vamos"

La chica me siguió a la par. Pude notar que varios de los hombres ahí presentes la veían. Y no los culpaba, Alice realmente se veía hermosa, pese a que su vestido era, por mucho, más sencillo que el resto. Pero bien dice el dicho: la mona aunque se vista de seda, mona se queda. Y esta no era la excepción, aquellos lujosos trajes no bastaban para opacar la delicada belleza de su rostro, ni lo grácil de sus movimientos, ni mucho menos, lo frágil de su delineado cuerpo.

Suspiré frustrado por hallarme, como siempre, contemplado la natural belleza de la chica. Estaba dispuesto a abrirle la puerta para que subiera, pero ella me detuvo con un gesto en la mano

"Yo puedo" – dijo mientras abría la puerta por su cuenta – "para eso tengo mis dos manos" – me encogí de hombros para ocultar mi enojo repentinamente mezclado con admiración y deslumbramiento. Ella era tan… distinta

En cuanto estuvimos en el carro, Alice adoptó una posición muy impropia de una dama, se sentó sobre sus piernas cruzadas en el asiento, la mire extrañado y ella se dio cuenta

"¿Qué?" – preguntó sin una pizca de congoja – "¿Te preocupa que ensucie tus asientos de piel?" – puse los ojos en blanco mientras me controlaba por no sonreír. Era tan absurda a veces

"Por supuesto que no" – contesté

"Que bien. Sería pecado que, teniendo tanto dinero, te doliera gastar un poquito más por mandar a lavar tu carro" – arranqué el carro. Con tan solo una vez, me había aprendido el camino hacia su casa, así que no le pregunté la dirección

"Parece que sigues molesta por lo que paso aquella noche" – comenté. Sentí sus ojos clavados en mí – "Hoy no fuiste a la escuela" – señalé tras no obtener respuesta

"Es bueno saltarse las clases de vez en cuando" – contestó

"no has contestado a mi primer pregunta" – otro largo silencio – "¿Puedo tomar eso como un si?" – la vi por el rabillo del ojo, iba con el rostro en dirección hacia la ventanilla – "Parece que eres un poquito rencorosa" – observé, sabía que con eso la haría explotar

"¿Rencorosa?" – inquirió con voz indignada – "es lógico que siga molesta. O mencióname sobre alguna chica que este orgullosa de que la llamen puta" – respigué al oír la palabra altisonante

"Yo… yo no te dije eso" – me defendí – "esa palabra es vulgar… y más para los labios de una dama" – esperaba a que se ofendiera, pero como siempre solía pasarme con ella, hizo lo contrario. Mi comentario le resultó gracioso

"Esa palabra es vulgar… y mas para los labios de una dama" – remedó burlonamente mis ultimas palabras – "¿Todos los riquillos aparentan ser así de persignados y santurrones?"

"No es que seamos santurrones" – salí en defensa – "ni mucho menos persignados…" – giré mi rostro para escupirle las palabras – "se trata de educación y morales" – todos mis intentos eran inútiles, esta chica no se cohibía por nada, levantó su quijada levemente, de forma defensiva

"¿Morales?" – preguntó con voz irónica – "¿Y tu crees que es moralista el ver como otros mueren de hambre mientras ustedes tiran la comida a la basura? ¿Crees que es de morales el que ustedes tengan a sus pies el mundo entero solo por tener billetes verdes mientras otros son marginados, discriminados, por no tener la misma suerte?" – otra vez, sus palabras pegaron fuerte – "discúlpame, pero a eso yo no le llamaría una persona moral"

"Nosotros no podemos vivir cargando las culpas ajenas" – era una frase aprendida de mis padres. Hubo un tiempo en el que yo pensaba igual que Alice, sin embargo, mi familia y amistades, me hicieron cambiar de ideas – "El hecho de que la gente prefiera pedir limosnas con tal de no trabajar, no es problema nuestro"

"Nosotros no pedimos limosnas, trabajamos, y aún así hay días en los que no tenemos ni para comer" – musitó – "pero claro" – repuso después otra vez con voz cargada de desprecio – "es obvio que ustedes no lo entenderían"

"Probablemente no" – admití ¿Qué caso tenía discutir si ciertamente ella tenía razón? – "Alice, ¿Cuántos años tienes?" – quise saber. Una duda que siempre había tenido desde el primer momento en que la había visto y, hasta el momento, no me dejaba en paz

"Dieciséis" – respondió algo cautelosa por el cambio de conversación. Dieciséis… demasiado joven como para pensar de esa manera. Demasiado joven como ejercer esa atracción en mí

"Psicológicamente, no aparentas esa edad" – le dije. Realmente, si me detenía a observarla bien, su físico no era nada despampanante, lo que la hacía atractiva era la finura de sus rasgos e inconcientes movimientos de bailarina. Su cuerpo era bonito, algo que jamás había visto. Era sencillo, pequeño y delicado, exactamente el cuerpo que se espera ver de una modelo de quince años.

"¿Soy demasiado infantil?" – quiso saber. Negué con la cabeza, un poco frustrado ¿cómo podía pensar eso?

"Nada de eso" – repuse – "al contrario, te me haces una persona muy madura, para tener dieciséis"

"Tal vez por que soy la mayor, después de mi hermano Edward"

"¿Edward? ¿Te refieres al chofer de Isabella? – asintió mientras me hacía a la idea.

"Mi mamá es la cocinera" – informó también – "mi padre trabaja en una carpintería, la mayoría de nuestros ingresos provienen de trabajar para los Swan, sin embargo…" – se detuvo de repente, movió su cabeza de derecha a izquierda con preocupación

"¿Ocurre algo?" – pregunté

"Nada" – sonrió tristemente. Llegamos al callejón en la que la había dejado anteriormente

"Supongo que esta vez tampoco quieres llegar en esto a tu casa" – le dije mientras recordaba la vez pasada

"Supones bien" – su mano se dirigió hacia la perilla de la puerta

"Espera" – pedí mientras, instintivamente, le tomaba una de sus manos. La retiré tan pronto como me di cuenta del movimiento – "¿Cómo mínimo me dejaras que te abra la puerta del carro?" – pedí – "me siento mal sin hacer eso" – justifiqué – "ya sabes, no es… normal, el que a una chica no le guste este tipo de atenciones" – lo pensó durante unos cuantos segundos y después suspiró derrotada

"Esta bien" – respondió – "pero date prisa, no pienso quedarme sentada aquí toda la noche" – me apresuré a bajar del carro, casi con movimientos torpes. Abrí la puerta sonriendo de oreja a oreja y le tendí la mano para ayudarla, tras pensar otros segundos, aceptó. El roce de su palma con la mía trajo consigo un sentimiento nuevo y desconocido que me dejó estático en el lugar, provocando que, al momento en que Alice se bajó completamente del carro, la distancia que nos separaba fuera mínima.

Mis manos no pidieron permiso, ni dieron explicaciones, se movieron instintivamente. Sin razonamiento coherente que las condujera, atraparon su rostro entre ellas y lo atrajeron hacia el mío para que la pudiera besar. Apenas mis labios rozaron los suyos, sentí la necesidad de tenerla más cerca y llevé mis manos hacia su pequeña cintura. Ante este movimiento, Alice me separó de ella con brusquedad y después solo sentí un ardor en la mejilla y un dolor en el estomago… ¡auch!


EDWARD POV

El veneno que hay en tu piel es tan dulce como la miel

Que me basta una caricia para estar a tu merced

El cielo ya comenzaba a cambiar de negro a gris. La noche había terminado, había podido dormir poco después de lo pasado, la mujer que en mi cama estaba, me quitaba, además de la respiración, el sueño.

Llevé mis ojos, una vez más, hacia su cuerpo envuelto entre las sabanas. Su cabeza descansaba sobre mi pecho y su respiración era acompasada y tranquila. Tenía sus enormes, expresivos y hermosos ojos cerrados, dormía placidamente. Acaricié su espalda desnuda con mi mano al momento en que suspiraba.

Todo había cambiado tan rápido que hasta me daba miedo. No por mí, si no por ella. Mi amor era correspondido, y eso… no estaba bien. Ahora no la podía dejar, por más que quisiera, por más que me obligaran, y eso era preocupante. Estaba claro que yo no era digno de una persona como Bella. Ella era lejana, inalcanzable para mí, quien no podía ofrecerle ni la décima parte de las cosas a la que ella estaba acostumbrada. Imposible.

Cerré mis ojos, la verdad era dolorosa. El destino era injusto. Y la vida demasiado masoquista e impredecible. Ay, mi Bella. Habiendo tantos hombres con mejor vida que yo, te viniste a entregar a mi, tu chofer… y yo de idiota que no me pude frenar pero, ¿Qué se podía esperar de un ser tan egoísta?

"Te quiero. Quiero ser tuya…"

Aquellas palabras resonaban en mi cabeza como un canto de sirenas. Me amaba, lo sabía. Lo había sentido en cada una de sus delicadas caricias, en cada uno de sus besos, en cada movimiento, en cada respiración entrecortada, en cada susurró con el cual pronunciaba mi nombre. Me amaba… y claro que yo la amaba también. ¿Sería eso suficiente como para poder vencer nuestras enormes diferencias?

"Edward" – tocaron a la puerta provocando que la sangre huyera de mi rostro – "Edward, ¿Estas ahí?

Moví a Bella, delicadamente para que se despertará, ella abrió los ojos pesadamente mientras se incorporaba

"¿Qué pa…?"

"Shh" – puse mis dedos sobre sus labios – "Tanya esta afuera" – informé murmurando. El rostro de Bella se endureció al instante

"¿Qué quiere?" – preguntó, sonreí por el tono de su voz ¿Cómo era posible de que estuviera celosa y no preocupada de que nos pudieran descubrir?

"No lo se" – respondí sonriendo – "pero nos puede descubrir"

"¿Y qué quieres que haga?" – seguía molesta – "¿Qué me salga por la ventana o qué? ¿De qué te ríes?"

"Eres tan tonta, Bella" – susurré mientras la besaba – "¿Acaso no te das cuenta de que te amo? No podría jamás engañarte… no después de lo que ha pasado entre nosotros"

"tengo mis buenas razones para dudar de ti" – repuso ahora con voz triste.

"¡Edward!" – llamaron otra vez afuera y me levanté para asegurarme de que la chapa estuviera bien cerrada. Ya se cansaría de estar insistiendo y más tarde hablaría con ella

"Se que las tienes" – dije volviendome a acomodar a su lado– "me merezco el pensamiento que tienes de mi por que yo mismo lo he planteado, pero Bella, no pienso engañarte… nunca" – me miró por varios segundos con gesto serio, seguramente descubriendo si le era sincero a través de mis ojos

"Edward ¿por qué no abres?" – Bella suspiró frustrada y dirigió una mirada furiosa a la puerta

"¿Siempre es así?" – preguntó irritada. Reí entre dientes

"No lo sé" – contesté mientras acercaba mi rostro para besarla. Bella correspondió el beso de manera intensa, atrayéndome con ella hacia la cama. Y comenzamos de nuevo, dejándonos llevar e ignorando sin ningún esfuerzo a la chica que tocaba la puerta. Agradecí de que se fuera mucho antes de que ambos empezáramos a emitir entrecortadas respiraciones.

"Pasaría toda una vida de esta manera" – dijo Bella mientras me abrazaba, su respiración aún no se había controlado, así que acomodé nuestros cuerpos de manera en que yo pudiera recostar mi cabeza sobre su pecho. Su corazón latía desbocadamente. Sentí sus manos enterrarse entre mis cabellos y después bajar por mi espalda, me estremecí.

"¿Acostada con el chofer?" – inquirí sin despegar mi oído de su corazón

"Acostada con el amor de mi vida" – rectificó. Sonreí mientras depositaba un beso en su cuello

"Te amo" – le dije mirándola a los ojos. Sonrió calidamente en respuesta. Volvió su mirada hacia la ventana y suspiró con pesar

"Ya amaneció" – la abracé fuertemente puesto que sabía lo que eso significaba. Ella tenía que irse de mi cama, de mí. – "Te veo en un par de horas"

"¿No piensas dormir?" – cuestioné. Ella negó con la cabeza

"He dormido demasiado… y muy bien, por cierto" – afirmó mientras tocaba la punta de mi nariz con la yema de su dedo. Cuando se levantó no pude evitar mirarla. Era tan hermosa, tan perfecta.

"Eh… ¿Edward?" – llamó mientras se cubría con las sabanas

"¿Si?"

"¿Podrías… podrías dejar de verme tanto?" – pidió extremadamente sonrojada – "esto es… nuevo para mí y… me… me da pena"

"Si" – me apresuré a decir mientras sentía que mis mejillas también se ponían coloradas – "perdón, no es… no es mi intención… yo…" – me di cuenta de que estaba hablando puras incoherencias así que me limité a girar mi rostro en dirección contrario para no verle

"Gracias" – susurró tras un minuto mientras me daba un beso en mi cuello. Me giré para verla, ya se había puesto el vestido. Me paré, cubriéndome abajo con la sabana. Ella dirigió su mirada hacia esa parte y sonrió de manera picara – "creo que ya se el cómo cobrarme lo que acabas de hacer… ojo por ojo, diente por diente" – levanté las cejas anonado y muy apenado por sus palabras

Solo Bella podía llegar a cambiar de ser tan tímida a alguien tan atrevida en un segundo.

"¿Me vas a decir que a te causa mucho pudor el que te vean desnudo?" – preguntó ante mi silencio.

"En tu caso, si" – respondí. Ella rió y se acercó a mí, de manera sinuosa, sujetó un extremo de la sabana que me cubría y la jaló ligeramente – "¡Bella!" – exclamé apretando mis manos alrededor de la tela para que no cayera. Eso le divertía en gran medida, entrecerré los ojos de manera acusadora – "¿en verdad quieres jugar? - pregunté con tono amenazante. Ella sonrió ampliamente

"Los juegos serán cuando yo quiera, Cullen" – contestó mientras rozaba sus labios con los míos

"Ya veremos" – musité contra su boca.

Me quedé tirado sobre la cama largo rato. Con los pensamientos basados en ella…

Inmortal

Capítulo 19: Sentencia.


BELLA POV

La vida es injusta, la eternidad es completamente aterradora, pero el incierto es ejecutante.


Me encontraba ahí, como testigo a todo lo que ocurría, y mis pensamientos no lograban localizar un lugar concreto en mi mente. ¿Qué decir? ¿Qué hacer? ¿Qué sentir? Nunca antes me encontré embrollada en una tela tan confusa de emociones. Alice estaba a mi lado, arrodillada y completamente inmóvil, ¿Estaba viva? Solo el desenfrenado latido de su corazón así me lo confirmaba. Su pequeño y frágil cuerpo estaba envarado, sus brazos aún formaban el hueco en el que sus brazos habían acunado al hombre que había sido arrojado por la ventana. Sus ojos estaban secos e idos, en sus mejillas estaban dibujados los caminos que sus lágrimas habían dejado. Estaba sufriendo. Era fácil deducirlo, su dolor era casi palpable.


Luego estaban James, Victoria y mis padres frente a mí. Estaban vivos y, descartando todas las heridas que surcaban a mi hermano y a mi padre, se podrían decir que intactos. Ello debería de consolarme si bien un poco ¿no? Además, aunque la manada de licántropos había sufrido bajas, Jacob estaba ahí también... acorralando al enemigo entre sus patas. El peligro aparentemente había pasado. De alguna manera, se podría decir que habíamos vencido. Si. Debería de estar invadida por la tranquilidad – tal vez un poco preocupada, pues no divisaba a Emmett, pero nadie había dicho algo al respecto, así que no pensé que fuera algo grave – Si. Debería. Pero no era así. Al contrario, me encontraba angustiada y sumergida en un precario calvario al ver a Edward confinado entre el rojizo lobo y el suelo.


–Isabella, Alice – llamó mi padre, acercándose hacia nosotras y levantando a la segunda entre sus brazos – ¿Están bien?


No contesté ¿Para qué mentir? Reprimí un jadeo al ver a James acercarse hacia el vampiro para propinarle una patada tras otra en el rostro. Tuve que cuadrar mi mandíbula y morderme la lengua para callar y no pedirle que parara. Mis manos se empuñaron y cerré mis ojos, en una lucha casi inútil de sosegar esa ansia que me carcomía. "Recuerda quién eres"


Nadie se atrevía a decir nada. Papá se llevó a Alice a su habitación, y Victoria y mi madre le siguieron para atenderla. Yo, por mi parte, permanecí ahí, atormentándome con cada nueva situación presentada. Edward fue encadenado rápidamente después de que mi hermano diera la orden. Los licántropos desaparecieron por un momento y regresaron con sus formas ya humanas. Entonces pude notar que Jacob no se encontraba tan bien como suponía. Se acercó a mí, ayudado por dos hombres más, pues apenas y podía caminar.


–¿Estas bien? – quiso saber. Me limité a asentir. –Ya no temas – pidió, malinterpretando mi mirada azorada – todo ha salido bien, tal y como te lo prometí...


Dicho esto, se desvaneció. Sus hombres apretaron los brazos para sostener su cuerpo.


–Jacob... – susurré, pero la áspera risa de James me interrumpió. Volví el rostro, con el corazón suspendido, para descubrir qué era lo que tanta amarga gracia le causaba, y, con horror, comprobé que lo que había temido desde que él había sido capturado, había sido descubierto ya por mi familia.


–¡Hay que mirar esto! – Exclamó mi hermano, con sus dedos brutalmente enredados en los cabellos de Edward, obligándolo a tener el rostro alzado – ¡Un sangre pura! ¡Un "noble"!


–Hay que matarlo ahora mismo – propuso un hombre, congelando mí sangre.


James negó con la cabeza.


–Llévenlo y encádenlo bien en una de las habitaciones de huéspedes, "Nuestra Excelencia" debe de ser bien atendido – agregó, con ironía, ante la mirada asombrada de todos – dejen bien vigilada cada una de las entradas y anuncien a todo el reino que, en el crepúsculo, las puertas del castillo estarán abiertas para quienes deseen ver al "Rey Vampiro" perecer entre las llamas.


Cada afirmación dicha fue como un cuchillo que se inhumó en mi piel de forma violenta. Luego, se llevaron a Edward y no fui capaz de mantener mi vista lejos del camino por el que había desaparecido. James se acercó, me di cuenta de ello hasta que sentí sus brazos rodear mi cuerpo.


–Hermana, perdóname – suplicó con voz dolida, sin ningún ápice del veneno que anteriormente había destilado de sus labios – No sabes cuánto miedo sentí al imaginar que las iba a perder; los haré pagar por esto, Bella. Lo juro. No tendré piedad alguna con ellos.


No contesté. En realidad, apenas y había escuchado sus palabras. Era una fortuna que todo el mundo creyera que mi actitud se debiera al supuesto miedo que aún no lograba superar.


–¿Qué pasara con el resto de los Chupa Sangre que se han capturado?


–Ellos serán decapitados en cuanto el alba aparezca.


¿Debía o no consolarme de que Edward tuviera más tiempo de vida? Definitivamente no. Al final de cuentas, fuera tarde o temprano, él iba a morir...


–Mira cómo estás – señaló James, ante los espasmos involuntarios de mi cuerpo – ve a descansar. Te hace falta...


Asentí y, en cuanto irrumpí en mi habitación, me abandoné en la cama de manera pesada. Cerré los ojos, en un intento desesperado de frenar aquel ardor que consumía mi garganta y calcinaba mi pecho, pero lo único que conseguí fueron que esas imágenes sin sentido me arribaran.


.


El joven pálido se acercaba a la castaña por detrás. Sus movimientos eran tan silenciosos que ella ni si quiera se había percatado de su presencia hasta que sus manos le cubrieron los ojos


–¿Quién soy? – preguntó, sin soltarla.


–¿Pues quién más? – Contestó la muchacha – Tú...


–Yo – afirmó él, liberándola al fin y sonriendo tan extensamente, que sus colmillos salían a relucir de entre su blanca dentadura.


–¿No crees que ya estás un poco grande para este tipo de bromas? – reprochó la castaña, intentado ocultar el aturdimiento que tal gesto le había causado.


Él se sentó a su lado y sus dorados ojos divisaron el verde prado que les rodeaba.


–¿Te gusta estar conmigo?


La princesa respingó ante su pregunta, ¿Por qué demandaba semejante tontería?


–Me interesa saberlo por que, si es así, de alguna manera me sentiré consolado –agregó, como si pudiera leer sus pensamientos.


–¿Consolado?


–Tu especie y la mía son enemigos por naturaleza – asintió – pero ¿Sabes? Me importa poco ese detalle cuando estoy contigo y a veces me siento como un traidor por ello.


La princesa bajó el rostro, intentando ocultar el ardor de sus mejillas con su cabellera. El vampiro sonrió


–¿Cómo no querer estar a tu lado si eres lo más precioso que hay? – Susurró, dirigiendo la pregunta más hacia su persona que a ella – Toda tú me resultas maravillosa. El latido de tu corazón, tu olor, la forma en que tus mejillas se sonrojan... tu voz. Te quiero, y no me importa si debería de sentir por ti todo lo contrario. Sería capaz de dar mi vida por ti.


.


Para cuando "desperté", me llevé una de mis manos hacia el pecho al hallar en él un vacío sempiterno, atormentador... lúgubre. Comenzaba a asustarme. Era como si el que estaba condenado a morir fuera parte de mi vida, de mi alma, en lugar del adversario que realmente encarnaba. Caminé hacia la ventana y comprobé que el cielo seguía adornado con un manto oscuro. Por un momento tuve la insulsa ilusión de que el tiempo se había detenido, que jamás avanzaría y que el crepúsculo se convertiría en una espera sin fin; pero, al prestar más atención, comprendí que el tiempo, efectivamente, seguía transcurriendo. Y que el lúgubre color que eclipsaba al sol era provocado por la espesa lluvia que había comenzado a caer.


–Alteza – llamaron a la puerta


–Adelante – indiqué. Las doncellas se inclinaron ante mí


–Hemos venido a vestirla, el Desmembramiento del Demonio está cerca y Su Majestad desea que sus hijas le acompañen.


Asentí, convulsamente, ante la impotencia de hablar. ¿En qué momento el tiempo había pasado tan rápido, trayendo consigo la llegada del crepúsculo?


.


.


.


–Bella – susurró James al advertirme llegar al salón del trono, tomándome de las manos.


–¿Dónde está Alice y Emmett? – pregunté, al ver que eran los únicos que faltaban.


–Alice se ha negado a abrir las puertas de su habitación – contestó mi hermano – he dado la orden de que no la molesten y la dejen descansar.


–¿Y Emmett?... James, ¿Qué sucede con Emmett? – insistí ante su silencio.


–No lo encontramos por ninguna parte – soltó al fin.


Sentí que la vista se me nublaba


–Solo encontramos su espada expelida en el suelo – agregó – y rastros de sangre que nos conducían al bosque, pero... su cuerpo no está. Lo hemos buscado durante todo el día, ahora mismo hay hombres allá en el bosque intentando acertar algún rastro de él. Bella – me tomó por los hombros y me sacudió, seguramente en un intento de romper la rigidez que se había apoderado de mi cuerpo – hacemos todo lo posible pero, si las cosas han salido mal, tenemos que ser fuertes y aceptarlas.


–Esto no pasaría si...


–Lo sé, Bella, lo sé. No sufriríamos de esta manera si esas... bestias no existieran – interrumpió. Aunque en realidad, en absoluto, eran esas las palabras que tenía pensado decir – pero te juro que no cesaré hasta exterminarlos. Hoy hemos dado un gran paso, hermana. Hemos capturado y dado muerte a decenas de ellos y, lo principal, tenemos acorralado a un Sangre Pura, a un líder, a quien veremos sucumbir en nuestro castillo.


Los pies me volvieron a temblar. Cada vez me sentía más cobarde, más traicionera, ¡Debería de estar feliz! Debería de estar, al menos, un poco satisfecha de que la sangre de MI primo se cobrara con SU vida; pero no era así...


–¿Cuánto falta para que se realice el Desmembramiento...?


–Las puertas del Castillo acaban de ser abiertas, primero rendiremos un homenaje por los guerreros muertos, se anunciara la desaparición del Rey Emmett y, por último...


–Jacob – interrumpí. Ya no quería escuchar más – ¿Cómo esta?


–Descansando, según me han informado sus hombres


–Iré a verlo – anuncié


–Me parece buena idea – asintió mi hermano y después besó el cristal que reposaba en mi frente – dale mis saludos y... te esperamos en el jardín cuando el momento llegue.


–Ahí estaré – contesté con un susurro.


Mientras me dirigía hacia la habitación del licántropo, intentaba aislar de mis pensamientos su nombre. Fue inútil. El simple hecho de intentarlo era algo estúpidamente gracioso, aunque no debería. Hubo un momento en el que frené mis pisadas y contemplé el pasillo que me llevaría a las habitaciones de huéspedes. Di un paso en dirección a ellas, sin si quiera darme cuenta hasta ya haberlo hecho. Respiré hondo. ¿Qué me pasaba? ¿Qué era lo que mi subconsciente pretendía que hiciera? ¿Salvarlo? ¿Cómo, si había decenas de hombres cuidando de él?


–Bella – reconoció Jacob al verme


–No hace falta que te muevas – dije, ante su esfuerzo por incorporarse de la cama – ¿Cómo estas?


–Mucho mejor ahora que te veo


Me vi obligada a desviar mi mirada de la suya, que me hacía sentir culpable. Una de sus manos se posó sobre mi mejilla


–Luces triste – señaló – ¿Es por Emmett?


No. ¿Pero ya de que me sorprendía? ¿Qué más se podía esperar de alguien como yo?


–Cariño – susurró – todo estará bien.


Estaba a punto de contestar, de decir algo para que él no hablara solo, aunque fuera una mentira, pero el primer trompetazo, acompañado de excitados clamores humanos, hirió a mis oídos... hirió a mi alma.


–¡Maldición! No sabía que ya había anochecido – dijo Jacob, ajeno a todo el quebranto que en mí había – ¿Cuánto tiempo estuve dormido?


–Deberías de quedarte acostado – indiqué, con la poca coherencia que me restaba


Él dibujó en sus labios una sonrisa irónica. Una muy parecida a la que me había dedicado antes de irse a la cacería


–Bella, aunque no tuviera pies ni manos, me arrastraría como una lombriz, si fuera necesario, con tal de ver morir a una de esas pestilentes bestias. ¿Cuántos trompetazos serán dados para...?


–Trece – contesté, sin permitirle terminar. Su sonrisa se ensanchó y sus ojos brillaron con mordaz complacencia.


–Faltan solo doce – recordó, con ácida satisfacción, gimiendo mientras se levantaba de la cama – el tiempo seguramente está transcurriendo aviesamente pesado para ese Chupa Sangre, ¿no crees? ¡Cuánto desearía verle directamente a los ojos, ahora mismo, para placerme con su miedo!


–Calla – solté, llevándome las manos a mis oídos, ante la imposibilidad de soportar más – No hables de esa manera.


–Lo siento, no fue mi intención asustarte... – comenzó a excusarse, pero me privé de atenderle en el momento en que su voz, nombrar mi nombre, fue lo único que mis sentidos pudieron hallar. Salté involuntariamente al escuchar el segundo trompetazo. Entonces, cuando reparé que mi corazón se desquebrajaba por completo, cuando el alma no pudo callar más y gritó "Él no", mis piernas se tensaron e irguieron, poniéndome de pie.


–Jacob, me tengo que ir. James me espera– anuncié, atropelladamente y, sin dar tiempo a más, salí de la habitación y corrí hacia el pasillo que me llevaría hacia él.


Y es que, si bien no tenía ni la menor idea de cómo evitar lo que estaba a punto de suceder, seguía corriendo con tal velocidad que mis pies desgarraron la falda de mi vestido ante las innumerables veces en que ésta les impidió moverse con plena libertad.


–¡Alteza! – exclamaron los guardias cuando me detuve de manera violenta frente a ellos. Mis ojos se clavaron en la puerta que vigilaban, en lo que detrás de ella estaba. Seguramente él ya sabía que estaba afuera – ¿Qué se le ofrece, princesa...?


Tercer trompetazo.


"No pienses", el puñal se enterró hasta el fondo de sus entrañas y lo mismo sucedió con los otros tres que le acompañaban. Fue tan rápido que no tuvieron tiempo si quiera de gemir. Su sangre cálida bañó mis manos, sus cuerpos tiesos cayeron a mis pies. Los contemplé por un momento. Mis amados humanos... mi humilde raza mortal. Los había matado, traicionado de la peor forma; Sin embargo, ¿Dónde estaba el remordimiento? No lo había. Hubiera hecho lo mismo ciento de veces más solo por él, estuve segura de ello al penetrar la sala y verlo ahí, frente a mí.


–Bella – susurró.


Me desplacé hacia él y comencé a abrir los candados con la llave que había extraído de uno de los guardias. Justo cuando el cuarto trompetazo resonó, estuvo libre.


–Huye – pedí, apenas y con voz.


No sabía si el corazón me latía con tanta vehemencia gracias a todo lo que había corrido o por el simple hecho de hallarme frente a él, refugiada en la abundancia de su mirada. Él negó, rápidamente, con la cabeza, tomó mi rostro entre sus manos y su boca buscó la mía con delicioso apremio.


Toda preocupación desapareció en ese preciso momento. Mi cuerpo se abandonó entre sus brazos que me rodearon y apretaron contra él, mientras que sus labios humedecían los míos con su sabor refrescante. Dejé escapar un suspiro, al mismo tiempo que arqueaba mi cuerpo ante su suave intensidad y permitía que su esencia me enajenara.


–Cielo Santo, eres más imprudente de lo que creía – dijo, contra mi boca. Una risita se escapó de mi garganta, y él aprovechó para volverme a besar con más ardor.


El quinto trompetazo.


Me obligué a llevar mis manos hacia su pecho para que nos separáramos. Él accedió, sus labios dejaron de acariciar, lentamente, los míos; pero sus manos sujetaron mi rostro, manteniendo nuestras frentes unidas, suscitando a que nuestras respiraciones agitadas se congregaran entre la poca distancia que impedía a nuestras bocas seguir bailando en aquella oscuridad.


–Corre – supliqué. Él volvió a negarse


–No puedo dejarte. Sabrán que has sido tú...


–¿Qué importa...?


–Mucho – interrumpió – Demasiado importa para mí que tu estés bien ¿Tienes duda alguna de ello?


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Todo estaba listo en el Castillo. Las puertas se habían abierto, dando paso a toda la aglomeración de mortales que habían acudido al tan anunciado Desmembramiento del Demonio. La mayoría iba vestida con negras capas de terciopelo, en una intencional muestra de ironía para el "Rey Vampiro". No había música, ni un banquete ostentoso; por el contrario, solo habían susurros, inundando el gigantesco jardín, que hablaban sobre la lastimera muerte del Rey Emmett.


–¿Y Alice? – preguntó la Reina Renne a James


–Durmiendo – contestó éste, con el rostro entristecido. Le atormentaba demasiado ver a sus hermanas tan afectadas; incrementaba más su aberración por esas bestias bebedoras de sangre.


–Cariño, ellas estarán bien – Victoria tomó su mano. Él sonrió y se inclinó para besar su frente.


El décimo trompetazo fue emitido. Los guardias se cuadraron y salieron en búsqueda del Vampiro para preparar su muerte en cuanto el Rey diera la orden. Los mortales esperaban atentos, con sus curiosos ojos puestos en la puerta que prometía abrirse y traer consigo la imagen del feroz demonio Sangre Pura; Sin embargo, por el contrario a lo que todo mundo ansiaba ver, un joven guerrero apareció en el jardín, con los ojos completamente dilatados por el miedo y la angustia


–¿Qué sucede? – se alarmó el príncipe James.


–¡El Demonio ha escapado! – Gritó – ¡El Demonio ha escapado y tiene consigo a la Princesa Isabella!


James giró el rostro y comprobó que, efectivamente, el lugar de su hermana seguía vacío.


–Dijo que vendría contigo– recordó Jacob, con la misma alarma, levantándose del asiento de manera tan violenta que le provocó una enérgica punzada en el brazo roto, que apenas y se estaba recobrando.


El moreno gruñó ante el dolor experimentado, pero desistió de la ayuda de sus hombres que, inútilmente, le pidieron tomar asiento y reposo.


–Si ese maldito ha osado el tocarla... – siseó, con la mandíbula totalmente tensa y los tendones de sus brazos resaltados, previniendo su transformación.


Entonces apareció, o más bien, aparecieron, el Demonio, sosteniendo a la princesa entre sus brazos, de pie en una de las torres más altas, con única agilidad y equilibrio, dignas de su raza.


El rugido de Jacob – que había dado ya paso a su forma lobuna – inundó toda la estancia y fue coreado, casi al instante, por el resto los licántropos. Los mortales retrocedieron apresuradamente y se abarrotaron en una bola de masa caliente y temblorosa, emitiendo chillidos de clamor y piedad, alzando ruegos inútiles. El Rey Charlie los cubrió, junto con parte de la guardia, y el príncipe James desenvainó su espada y alzó su despavorida mirada en el ser que, como un Dios nocturno, estaba sobre todos ellos, con su hermana en brazos.


–¡Deténganse! – Ordenó al ver la disposición de los lobos por atacar – Isabella está con él.


Los licántropos retrocedieron un poco. Solo Jacob se mantuvo en la misma posición, con sus patas firmemente tensas (ignorando el dolor que el esfuerzo le causaba), sus filosos e intimidantes dientes al desnudo y sus garras fieramente enterradas en la tierra.


Edward frunció el ceño al encontrarse otra vez con sus desesperados pensamientos dirigidos solo en la mujer que sostenía en brazos.


–Prométeme que correrás – pidió Bella, hablando tan bajito, que resultaba imposible que alguien más le escuchara – júrame que no dejarás que nadie te atrape.


Fueron sus palabras lo que le recordó el motivo de por qué estaban ahí, montando ese falso escenario ante la mirada horrorizada de todos. Sintió que aquel hueco que agujeraba su pecho volvía a abrirse ante la idea de saberla lejos. Jamás sabría nadie el esfuerzo que le tomó el no ceder ante sus impulsos y llevarla consigo en ese momento para no apartarse de ella jamás. Y es que, pese a que las ideas en su cabeza aún no eran claras – seguían cantando las voces sin sonido y pintándose las imágenes sin forma ni rostro – Edward tenía bien claro que su existencia ya no tenía sentido si Bella no estaba con él.


–Prométeme que te veré pronto – pidió a cambio.


Una sonrisa se dibujó en los labios femeninos. Quiso besarlos, saborear su sabor por última vez esa noche; pero le era imposible. La espera valdría la pena algún día, ¿no? Debía de ser paciente.


–En el prado – dijo ella – te veré en el prado en cuanto pueda salir del Castillo.


Aquello bastó para infundirle el valor que le faltaba. Inclinó su rostro un momento, aprovechando que una nube había ocultado la luz plateada de la luna, y Bella se estremeció al sentir la punta de su nariz deslizarse, suave y lentamente, por su cuello.


–Te estaré esperando – susurró, para alzar después la mirada, disfrazada ya de ese brillo intencionalmente perverso.


–Rey Charlie, príncipe James – saludó, con tono mordaz – Creo que sus planes no han salido tal y como esperaban.


–¡Libera a mi hermana, bestia!


–La princesa Isabella significa mucho para todos ustedes ¿No es así? – Apuntó, saltando de la torre hacia la muralla que colindaba con el bosque. Los humanos gritaron al unisonó ante sus movimientos impredecibles y borrosos para sus ojos, los licántropos se agazaparon, listos para atacar, la Reina se cubrió el rostro ante la desesperación y Victoria solo era capaz de mirar a James, temiendo por su seguridad – Me pregunto, ¿Qué tanto estarían dispuestos a hacer por su vida?


–¿Qué quieres decir con ello? – Intervino el Rey Charlie


Edward sonrió de manera presuntuosa, dando a relucir con ello sus dos colmillos. Parecía ser que todo había salido más fácil de lo que Bella, y él, se habían imaginado.


–La vida de la princesa a cambio de mi libertad. Y bien, ¿Qué dicen? – insistió, ante el estático silencio de todos. Aunque, gracias a su habilidad para leer la mente del resto, sabía que tenían la batalla ganada


James dio dos pasos hacia el frente y su mirada azul le miró con odio indescifrable


–Tu jamás será libre, Bestia. No cuando tu insolencia ha ascendido hasta poner tus manos en mi hermana.


–Lo sé, Majestad – asintió Edward, dejando al lado su actuación. Si tan solo el príncipe supiera toda la intensidad y veracidad que había en lo dicho – su hermana me ha condenado.


–Si le has hecho algo... te juro que yo mismo, con mis propias manos, te arrancaré la piel– advirtió James, sin quiera sospesar la ambigüedad habida en aquel convenio – Dame a mi hermana y márchate; pero te aseguro que será Isabella misma quien te decapite la próxima vez que te encuentres atado a nuestras cadenas.


–Sería feliz si ese fuera el caso, Alteza – confesó el vampiro, liberando el cuerpo de Bella y echándose a correr al segundo siguiente, con la firme esperanza de que pronto volvería a envolverse en su calor.




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Capítulo 20: Tiempo, Confusiones y Recuerdos.


ALICE POV


El tiempo pasa, por muy doloroso e imposible que esto parezca, importándole poco cuánto nos duela su transcurso, utilizando nuestras lagrimas para limpiar sus asperezas, regodeándose con lo subjetivo que en la vida de cada ser se presenta.


En mi vida, el tiempo transcurría lento y doloroso. Se alimentaba con cada incesante sollozo y lamento ahogado en mis labios, con cada imagen que me pintaba su recuerdo. En mi vida, el tiempo era lo único que me abrazaba entre sus brazos.


Apreté mi rostro contra la almohada, ahogando el escandaloso llanto, convertido en gimoteo.


Jasper...


Su solo nombre lastimaba. Y comencé a caer, otra vez, en aquella espesa y tenebrosa telaraña de algarabía, presa de mis propias confusiones, de mis propios miedos, aterrada por cada emoción percibida y disipada, consternada al no saber qué sentir ante lo que había pasado.


Jasper había sido mordido por ese... vampiro. Y, por lo tanto, él sería uno de ellos. ¿Debería agradecer por ello o no?


Ahí venían otra vez: aquellas dos voces contradictorias y espeluznantes.


Una diciéndome que, más que agradecida, debería de estar feliz, pues, vampiro o humano, él seguía existiendo. ¿No era pues su vida por lo que tanto temía? ¿No era su mortalidad lo que me aterraba? ¡Ahora él sería tan, o más, inmortal que yo!... "Viviría" por siempre. La tierra seguiría cautivándose con sus pisadas, y el aire – que tanta envidia me causaba ahora– continuaría besando su rostro y revolviendo sus rubios cabellos. Y yo, yo al menos podría sobrevivir mis siglos con el ilusorio sueño de, algún día, poder ser como el viento y rozar sus anguladas mejillas...


Pero luego, cuando comenzaba a sentirme al menos consolada, tocaba la otra voz y, violenta e imperiosamente, comenzaba a gritarme: "¡Ilusa! ¡Tonta niña! ¿Crees que él te recibiría con los brazos abiertos, siendo lo que es ahora? Es más, tú misma te alejarías, asqueada, corriendo lejos de él, al verlo con su nueva, pálida y gélida forma. Huirías llorando y exclamando "¡Auxilio!" al encontrarte con sus rabiosos ojos escarlata, reflectores de la sangre consumida sin la más mínima piedad"


Y era ahí cuando los gritos ahogados en susurros daban paso a las desoladas lágrimas; pero el desalmado eco no se compadecía y seguía vociferando, aún más fuerte, que mi Jasper había muerto, que lo único que quedaba de él era ese nuevo cuerpo endurecido...


... Que mi amado humano ahora era un monstruo.


–Alice – la voz de mi hermana hablaba al otro lado de la puerta – ¿podrías abrir, por favor?


Mi cuerpo se balanceó cuando me puse de pie.


–Alice... – susurró al verme y, al ver la preocupación reflejada en sus castaños ojos comprendí que, posiblemente, hubiera sido lo mejor no mostrarme


Sus brazos me rodearon


–Me alegra tanto verte – dijo – nos tienes muy preocupados


–Lo siento – contesté. Se separó un poco de mí, examinando, cariñosamente, mi expresión. Me pregunté qué tanto podía leer en ella.


–¿Te molesta si permanezco contigo un momento? – negué con la cabeza. Ella sonrió tristemente.


Sabía que lo ocurrido con Emmett tenía abatidos a todos; pero Bella parecía más que abatida... más bien era como mi propio reflejo. Como si, al igual que yo, ella también hubiera perdido al tesoro más preciado. A su razón de vivir.


Entramos a la habitación, en silencio, y tomamos asiento en la cama, con nuestras manos unidas. Mi mirada prestó atención al fino cristal que adornaba su frente y temblé. Fue ahí cuando, al fin, pude comprender el horror que para Bella representaba la eternidad. Esa condena que encarna el no descansar nunca; el sufrir por siempre por el recuerdo perdido.


Pero todo era extraño en mi hermana. ¿Acaso teníamos la misma amarga historia? El sufrir en silencio por el ser amado que se ha marchado. Una fuerte intuición así me lo aseguraba; Y es que, si así era, no quería ni si quiera imaginar todo el dolor que había tenido que soportar. Estaba segura que yo no sería tan fuerte.


Me aventé a sus brazos y la apreté fuerte hacia mi pecho, al mismo tiempo que yo me abandonaba en el suyo. Desconocía si lo hice para consolarla o para buscar consuelo. Tal vez ambas cosas.


–¿Has amado alguna vez, hermana? – pregunté. Su seno tembló ligeramente a causa de una atormenta risita, totalmente escasa de humor.


Alcé mi rostro. Estaba llorando también. Enjuagué sus lagrimas y ella hizo lo mismo con las mías. Le miré a los ojos, aguardando su respuesta.


–No lo sé – contestó, y leí la sinceridad en sus sombrías pupilas, perdiéndose en sus propios pensamientos – A veces, creo tener la seguridad de haberlo hecho en un pasado. De estar esperando por esa persona en mi presente, pero... su recuerdo se pierde... Queda solo la nada, un vacío colosal y lóbrego


Quedó en silencio después. La habitación estaba oscura, luctuosa. Ambas yaciendo en nuestras lagunas de pesar, de dolor.


–Daría todo con tal de recordar...


Negué con la cabeza


–A veces, es mejor olvidar – musité, tratándome de convencerme de mis propias palabras – A veces, la nada es mejor al dolor.


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ROSALIE POV


El verlo ahí, yacido inconsciente sobre la cama, dormido, ajeno al resto, era la experiencia más cautivante que haya podido tener en toda mi vida.


Tomé asiento a su lado y fijé mis ojos en sus facciones morenas, concentrándome en cada ángulo de éstas, al mismo tiempo que mis oídos se deleitaban con el sonido de sus ligeros ronquidos. Sonreí. ¿Hacía cuánto mis labios no dibujaban un gesto tan sincero y natural como este? No lo recordaba. Quizás por que nunca lo había hecho. Quizás por que nunca antes había experimentado este cálido sentimiento bañando mi pecho.


Tomé el paño que reposaba sobre su frente y lo enjuagué en el aguamanil que estaba en la pequeña mesita de al lado. Él suspiró profundamente. Llevé una de mis manos para tentar la piel de sus mejillas. Era claro que ya no tenía fiebre, pero seguí acariciándolo, apartando los ligeros mechones de negro cabello que se le pegaban al rostro.


"No deberías de estar haciendo esto" ignoré a la voz que me reprendía y seguí memorizando cada detalle de él. De sus pálidos parpados, de sus imponentes cejas, de su nariz recta, de su fuerte barbilla... de sus labios entreabiertos. Me acerqué a ellos al no poder resistirme a su silencioso llamado. Cerré mis ojos y mis pestañas acariciaron las suyas. Estaba consciente del error que había – y seguía – cometiendo. De la locura que implicaba el haber salvado al declarado enemigo que, se suponía, detestaba con toda mi alma.


Me alejé un poco, fruncí el ceño y le miré con intencional rencor. Quería, necesitaba creer que lo odiaba. Fue entonces cuando él despertó. Sus pupilas se hallaron con las mías. Sonrió.


–Vaya... Estoy muerto – susurró.


Apreté los labios ante la frustración. ¿Se podía odiar y amar al mismo tiempo? Una de sus manos se dirigió hacia mis mejillas y la acarició


–¿Lo estoy?


–No – contesté, de manera tajante; pero sin retirarme. Su sonrisa se expandió y un gruñido de dolor le siguió al instante – no debes moverte demasiado – indiqué, intentando no demostrar lo preocupada que estaba – tienes demasiadas heridas.


Se revolvió para echar un vistazo a su pecho desnudo, adornado por blancas vendas.


–Gracias – dijo, buscando mi mirada.


Intenté alejarme en ese momento, pero sus manos me sostuvieron por los hombros.


–Gracias – repitió. Yo seguía con el rostro vuelto hacia otro lado; concentrándome en controlar el temblor de mi cuerpo que reaccionaba ante cada caricia suya – ¿Por qué lo hiciste?


Había temido esta pregunta desde el inicio...


–¿Por qué me salvaste? – insistió. Su voz era un atrayente susurro, al cual me rendí.


–Debes regresar al castillo – dije a cambio – llevas bastante tiempo inconsciente, toda la noche y todo el día. En el bosque no han dejado de buscarte...


–No fue eso lo que te pregunté – interrumpió suavemente, apretando sus dedos, delicadamente, sobre mi piel – no es eso lo que me interesa ahora.


Cuadré mi mandíbula y ensañé mi mirada.


–¿Quieres saber por que te ayudé a escapar? – pregunté, de manera abrupta. Él esperó, en silencio – Fue una forma de rescatar mi orgullo. Te di vida por vida...


–No te creo...


–¿Por qué no? – desafié. Me miró a los ojos durante un momento, con el negro de sus orbes penetrando los míos, buscando la verdad que yo trataba de ocultar con inútil empeño.


–Por que te amo – susurró e, inesperadamente, me jaló hacia él y mi boca chocó con la suya. Sus labios acariciaron los míos con deliciosa pasión, sus manos se apretaron en mis brazos, mi piel se erizó ante su intensidad y la poca coherencia que retenía en mi mente se disipó con el sabor de su saliva


–Te amo – repitió, sin dejar de besarme – y esto que siento es demasiado fuerte como para no ser correspondido, ¿sabes? Puede que ahora me digas que no me quieres, pero lo sientes y no lo puedes controlar...


No dejé que hablara más. No quería seguir escuchando sus palabras que se debatían con la voz que no dejaba de reprenderme. Me limité a besarlo con más ahínco, degustado, con placentera profusión, la humedad de su boca. Ya después haría lo correcto. Pero, por el momento, solo quería perderme en el cáliz de su aliento.


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EDWARD POV


–Edward – llamó mi madre, en medio del oscuro bosque. Giré mi cuerpo y bajé la mirada al encontrarme con la suya, llena de miedo – ¿A dónde vas? – preguntó y la angustia de su voz no ayudó mucho a calmar mi consciencia.


Esme me había seguido al verme salir de la guarida, había esperado a que avanzara unos cuantos kilómetros para detenerme. Quería hablar conmigo a solas. Quería asegurarse de que ya no volvería a irme de su lado. Lo sabía, pues sus afligidos pensamientos eran claros.


Sus manos atraparon mi rostro. No quería seguir preocupándola, ella no se lo merecía, pero necesitaba ir a ese lugar, algo me lo exigía, y, desde luego, tampoco podía decirle la verdad. No podía contarle que iba al encuentro de, quien se suponía, había utilizado para burlar a la Realeza y librarme de ellos.


–Estaré bien – fue lo único que se me ocurrió decir. Y así era, en realidad. Estaría bien si la volvía a ver.


Sus ojos se cristalizaron. Sabía que después de lo ocurrido, era natural que estuviera así de aterrada. Al final de cuentas, había estado a punto de "morir" la noche pasada y, lo que menos esperaba, era el verme llegar, completamente intacto. El remordimiento aumentó a leer en sus pensamientos el consuelo que había experimentado al divisar mi figura entre las sombras. El cómo sus pies se habían impulsado para correr, abrazarme y llenarme de fraternales besos, mientras yo le repetía "Todo está bien. Estoy aquí".


Me acerqué para besar su frente. Cuánto deseaba decirle la verdad... decirle que yo... ¿Yo qué?


Edward...


–Hijo, ¿Qué sucede? – preguntó al ver que me llevaba la yema de mis dedos hacia mis sienes.


–Nada – contesté. Sería absurdo decir "Madre, oigo voces ajenas a las personas que se encuentran cerca"


El silencio reinó entre nosotros. El bosque se encontraba en completa quietud. Sus brazos enrollaron mi cintura y sus sollozos se ahogaron en mi pecho.


–Deja de arriesgarte, por favor– suplicó – ¿Acaso no te das cuenta del dolor que me causa el saber que te puedo perder? ¡Eres mi hijo!


–Lo siento – susurré.


–¿A dónde vas? – insistió. Huí de su mirada y me deshice del agarre de sus manos con delicadeza


–Estaré bien – prometí una vez más y salí corriendo.


Sabía que ya no me seguiría, que me dejaría solo, regresaría a la guarida y aguardaría, ansiosa, por mi regreso. También tenía presente que sufriría hasta no verme llegar...pero creo ya haber dicho anteriormente que soy un ser esencialmente egoísta y, lo que ahora precisaba, era ir al prado que ofrecía el encontrarme con ella y calmar todas esas atormentadoras voces que aún resonaban en mi mente.


Y es que había sido completamente extraordinario el cómo, su solo aroma inundando mis sentidos, había disipado los gritos que habían proferido mi gente, al ser calcinada en aquel castillo, y se habían quedado instalados en mi memoria, reprochándome la traición que había cometido hacia ellos. La impotencia me había derribado, el saber que yo estaba aprisionado con cadenas y ellos ardían en llamas, rellenó mi odio hacia la Realeza. Pero después, había escuchado sus ligeros pasos acercarse. Me negaba a creerlo. Aún viéndola aparecer frente a mí, con sus blancas manos y las ondas de sus vestidos salpicadas de sangre, yo seguía pensando que todo era producto de una falaz imaginación. Había susurrado su nombre, ella me había dicho "corre" y no quise pensar en más. No quise hacer preguntas sobre el por qué me ayudaba y por qué, con solo verla, todo odio y repulsión desaparecían y daban paso a un nuevo y tórrido sentimiento que solo me incitaba a besarla y apretarla contra mí, para sentir su calidez entibiarme mi pecho.


Tomé asiento en una de las rocas que reposaba a orilla del lago y mi atención se concentró en el reflejo de la luna que adornaba sus oscuras aguas. Era un espectáculo atrayente. Parecía que las estrellas habían caído en ellas, pues había cientos de reflejos contrastando con sus sombras.


La noche era silenciosa. Solo el agitado viento cantaba y hacía bailar a la hierba, agitando los pétalos de las húmedas flores y golpeando mis mejillas. Cerré los ojos e inhalé profundo, comprobando al instante que algo faltaba alrededor para sentirme completo. No fue difícil saber de qué – o, mejor dicho de "quién" – se trataba.


Isabella...


Su nombre jamás antes me había resultado tan maravillosamente conocido, como si, en un pasado, fuera ese mismo conjunto de letras la única oración que hubiera sido capaz de recitar mis labios para tranquilizar mis penas... Luego, lo que aprecié en mi interior fue extraño: Una nostalgia inmensa y nacida de la nada...


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La princesa y el vampiro yacían juntos en el prado. Él sobre ella, recargado sobre sus brazos para que su peso no callera sobre el fino cuerpo femenino que ardía en torrente y agitada pasión. Los labios de ambos se acariciaban con húmedo fervor. Los delicados dedos de la muchacha se hilaban en los cabellos del inmortal que paseaba sus frías manos sobre sus piernas, alzando la tela de su vestido y enviando, con su gélido tacto, una serie infinita de deliciosas descargas eléctricas.


Arriba de ellos, el crepúsculo daba paso al anochecer. Era una noche fría, pero ambas pieles – aunque diferentes – experimentaban el mismo calor. La castaña jadeó contra su boca. Él apretó sus dedos contra su cintura, el vestido comenzaba a estorbar, y bajó sus labios hacia el suave cuello que palpitaba al mismo ritmo de su desbocado corazón. Volvió a buscar la dulce boca y entrelazó su lengua con la de ella. Una de sus manos se atrevió a rozar uno de los delicados y curveados pechos. Gimieron ambos. Se miraron a los ojos. Las pupilas del vampiro estaban pintadas de negra pasión. La castaña alzó la espalda para acortar la insoportable distancia que la separaba de él.


–Acaríciame – suplicó.


Quería sentirse suya. Quería sentir cada parte de él penetrarla. Su avives resultó deliciosa para el muchacho que, obedientemente, comenzó a deshilar las cintas de su vestido, al mismo tiempo que ella comenzaba a desabotonar su camisa de franela.


Aún no estaban desnudos para cuando el cuerpo del vampiro se envaró súbitamente y sus manos detuvieron a los temblorosos dedos de la princesa.


–¿Qué sucede? – preguntó ella, con voz baja. Lo agitada de su respiración le cerraba la garganta.


Él esperó un par de segundos para contestar. Necesitaba aclarar su mente. Apaciguar su deseo. No fue hasta que sus ojos se volvieron a pintar de dorado, que se animó a mirarle y acariciar, gentilmente, una de las sonrojadas mejillas.


–Te amo demasiado – confesó, con suma sinceridad – te deseo como no tienes una maldita idea, pero no te mereces esto.


Los ojos de la castaña se inundaron al momento de lágrimas. Él besó su frente y rompió la posición comprometedora en la que se encontraban, para después sentarse y atraerla hacia su pecho. Suspiró contra sus cabellos.


–Por favor, no me malinterpretes – suplicó, acunándola – me arde la piel cada vez que te tengo entre mis brazos y lo sabes. Sabes cuánto te adoro. Sabes que eres mi vida y, por lo mismo, quiero hacerte mía no solo esta noche, si no todas las que se vengan; pero sin temor a que nos descubran. Quiero sentirte toda y por completo y quiero entregarte todo lo que soy, sin remordimientos, sin prisas, sin miedos... Quiero hacerte el amor cuando no tengamos que escondernos de nadie. Mi padre vendrá dentro de pocos días –agregó – hablaré con él, le diré la verdad. Le diré que te amo y lo convenceré para que vayamos al castillo y dialoguemos con tu padre. Haremos un tratado de paz y yo pediré tu mano. Y serás mi esposa y mi amante. Y no me cansaré nunca de amarte toda la noche, toda la eternidad...


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–¡Señor! – la voz mental de Eleazar me trajo a la realidad – se le solicita en la guarida. Es urgente. El nuevo miembro de la familia está a punto de despertar...


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JASPER POV


Algunas personas dicen que no existe nada más allá de la muerte, que nos volvemos en polvo, y simplemente dejamos de existir. Otras, por el contrario, afirman que somos sometidos a un juicio y enviados al cielo o al infierno, según nuestras acciones lo ameriten. La vida de nosotros, los mortales, es extremadamente corta... pero, una vez, alguien me dijo que se pueden vivir cien años en un día. Que la eternidad no esta basada en el indefinido tiempo que permanezcas con los tuyos, si no lo que aportes para ser recordado.


Hay grandiosos detalles que duran solo un par de segundos y hay pequeñas huellas que perduran para siempre. Me pregunto ahora, que estoy ardiendo entre las llamas del infierno, ¿Me recordará ella?


Alice...


Su nombre es como un milagroso bálsamo en medio de este calvario. La efigie de su rostro me acompaña en esta condena sin fin, que calcina cada parte de mi piel, de mis sentidos; me ayuda a permanecer sereno al aceptar el final de mi destino. Evocando su dulce sonrisa, no temo en mi espera por que las puertas del averno se abran y me arrastren hacia ellas. Estoy muriendo. Y seguramente estoy pagando, con este lacérate ardor que parece evaporizar mi sangre, la bien merecida punición de haber reflejado mis ojos en los suyos, de haber osado a saborear el elixir único de sus labios y haber erizado mi piel ante sus caricias...


Suspiro. El aire se resiste a llegar a mis pulmones que se encojen y expanden de manera violenta, como una bolsa de aire que se infla y revienta a cada poco. Duele... sufro, pero, ¿Acaso esto es todo lo que hay? ¿Eso es todo a lo que te enfrentas tras haber tentado el corazón de un ángel? En realidad, me resulta insultantemente poco. Estaría dispuesto a recibir diez mil castigos igual a este con tal de verla una vez más... para decirle cuánto la quiero.


Las llamas se extienden. Parecen estar dispuestas a someterme, a hacerme gritar "Estoy arrepentido, lo siento" pero no lograran jamás su cometido.


No hay pena lo suficientemente extensa y temerosa que me forje a arrepentirme de haberla conocido.


Alice...


Su esencia permanece conmigo hasta el último soplo. Percibo voces, pisadas, sonidos y olores jamás antes conocidos. ¿Qué son? ¿Demonios llamándome, acudiendo a mi encuentro? No importa. No hay miedo. Ella esta ahí, en medio de mis pensamientos. Iluminándome, abrazándome cálidamente, sosegando, con su suave piel, las desgarradoras conflagraciones que corren y se centran justo en mi pecho.


Entonces, oprimo los labios y refreno un angustiante jadeo. Mi corazón comienza a latir muy a prisa, a un ritmo excesivamente escandaloso. Aprieto mis dedos y sigo pensando en su nombre...


"Tranquilo, ya casi todo terminará" me dice alguien. ¿Significa eso que la muerte está cerca? Si es así, soy feliz, pues, hasta el último momento, la tengo presente, cerca de mí.


Alice, Alice, Alice... mi vida...


Pum,pum,pum,pum... a cada impetuoso palpitar rememoró su rostro, su sonrisa, su voz. Es como una oración, mi oración. Entonces, ocurre: el fuego se concentra solo en mi corazón y lo contrae ferozmente, reduciéndolo como si fuera una masa blanda dentro del puño de un gigante. Emito otro jadeo, mucho más fuerte y lastimero, mis ojos se abren, se dilatan, mis dedos se entierran en la tierra, susurro su nombre y su imagen se revela nítidamente en mis pensamientos... una gota cristalina baña mi mejilla, me doy cuenta de que, sinceramente, no quiero morir. No cuando ella está llorando aún...


Mi corazón se detiene. Ya no hay ardor, ni dolor, ni latidos... Todo ha acabado. Y, sin embargo, sigo pensando en ella... Me atrevo a decir que hasta más intensamente que antes.


Me aventuro a abrir los ojos, aún siento la tierra, con una textura húmeda, puntillosa y suave, incrustada en mis uñas y los olores... ¡Qué fragancias tan más divinas! ¿En dónde estoy? Obtengo la respuesta al posar mi vista en el joven pálido que está al frente. Me reflejo en sus pupilas y comprendo, al ver en ellos la blancura de mi piel y el rojo de mis ojos, lo que ahora soy.


Un vampiro.