Dark Chat

sábado, 26 de junio de 2010

Inmortal

Capítulo 19: Sentencia.


BELLA POV

La vida es injusta, la eternidad es completamente aterradora, pero el incierto es ejecutante.


Me encontraba ahí, como testigo a todo lo que ocurría, y mis pensamientos no lograban localizar un lugar concreto en mi mente. ¿Qué decir? ¿Qué hacer? ¿Qué sentir? Nunca antes me encontré embrollada en una tela tan confusa de emociones. Alice estaba a mi lado, arrodillada y completamente inmóvil, ¿Estaba viva? Solo el desenfrenado latido de su corazón así me lo confirmaba. Su pequeño y frágil cuerpo estaba envarado, sus brazos aún formaban el hueco en el que sus brazos habían acunado al hombre que había sido arrojado por la ventana. Sus ojos estaban secos e idos, en sus mejillas estaban dibujados los caminos que sus lágrimas habían dejado. Estaba sufriendo. Era fácil deducirlo, su dolor era casi palpable.


Luego estaban James, Victoria y mis padres frente a mí. Estaban vivos y, descartando todas las heridas que surcaban a mi hermano y a mi padre, se podrían decir que intactos. Ello debería de consolarme si bien un poco ¿no? Además, aunque la manada de licántropos había sufrido bajas, Jacob estaba ahí también... acorralando al enemigo entre sus patas. El peligro aparentemente había pasado. De alguna manera, se podría decir que habíamos vencido. Si. Debería de estar invadida por la tranquilidad – tal vez un poco preocupada, pues no divisaba a Emmett, pero nadie había dicho algo al respecto, así que no pensé que fuera algo grave – Si. Debería. Pero no era así. Al contrario, me encontraba angustiada y sumergida en un precario calvario al ver a Edward confinado entre el rojizo lobo y el suelo.


–Isabella, Alice – llamó mi padre, acercándose hacia nosotras y levantando a la segunda entre sus brazos – ¿Están bien?


No contesté ¿Para qué mentir? Reprimí un jadeo al ver a James acercarse hacia el vampiro para propinarle una patada tras otra en el rostro. Tuve que cuadrar mi mandíbula y morderme la lengua para callar y no pedirle que parara. Mis manos se empuñaron y cerré mis ojos, en una lucha casi inútil de sosegar esa ansia que me carcomía. "Recuerda quién eres"


Nadie se atrevía a decir nada. Papá se llevó a Alice a su habitación, y Victoria y mi madre le siguieron para atenderla. Yo, por mi parte, permanecí ahí, atormentándome con cada nueva situación presentada. Edward fue encadenado rápidamente después de que mi hermano diera la orden. Los licántropos desaparecieron por un momento y regresaron con sus formas ya humanas. Entonces pude notar que Jacob no se encontraba tan bien como suponía. Se acercó a mí, ayudado por dos hombres más, pues apenas y podía caminar.


–¿Estas bien? – quiso saber. Me limité a asentir. –Ya no temas – pidió, malinterpretando mi mirada azorada – todo ha salido bien, tal y como te lo prometí...


Dicho esto, se desvaneció. Sus hombres apretaron los brazos para sostener su cuerpo.


–Jacob... – susurré, pero la áspera risa de James me interrumpió. Volví el rostro, con el corazón suspendido, para descubrir qué era lo que tanta amarga gracia le causaba, y, con horror, comprobé que lo que había temido desde que él había sido capturado, había sido descubierto ya por mi familia.


–¡Hay que mirar esto! – Exclamó mi hermano, con sus dedos brutalmente enredados en los cabellos de Edward, obligándolo a tener el rostro alzado – ¡Un sangre pura! ¡Un "noble"!


–Hay que matarlo ahora mismo – propuso un hombre, congelando mí sangre.


James negó con la cabeza.


–Llévenlo y encádenlo bien en una de las habitaciones de huéspedes, "Nuestra Excelencia" debe de ser bien atendido – agregó, con ironía, ante la mirada asombrada de todos – dejen bien vigilada cada una de las entradas y anuncien a todo el reino que, en el crepúsculo, las puertas del castillo estarán abiertas para quienes deseen ver al "Rey Vampiro" perecer entre las llamas.


Cada afirmación dicha fue como un cuchillo que se inhumó en mi piel de forma violenta. Luego, se llevaron a Edward y no fui capaz de mantener mi vista lejos del camino por el que había desaparecido. James se acercó, me di cuenta de ello hasta que sentí sus brazos rodear mi cuerpo.


–Hermana, perdóname – suplicó con voz dolida, sin ningún ápice del veneno que anteriormente había destilado de sus labios – No sabes cuánto miedo sentí al imaginar que las iba a perder; los haré pagar por esto, Bella. Lo juro. No tendré piedad alguna con ellos.


No contesté. En realidad, apenas y había escuchado sus palabras. Era una fortuna que todo el mundo creyera que mi actitud se debiera al supuesto miedo que aún no lograba superar.


–¿Qué pasara con el resto de los Chupa Sangre que se han capturado?


–Ellos serán decapitados en cuanto el alba aparezca.


¿Debía o no consolarme de que Edward tuviera más tiempo de vida? Definitivamente no. Al final de cuentas, fuera tarde o temprano, él iba a morir...


–Mira cómo estás – señaló James, ante los espasmos involuntarios de mi cuerpo – ve a descansar. Te hace falta...


Asentí y, en cuanto irrumpí en mi habitación, me abandoné en la cama de manera pesada. Cerré los ojos, en un intento desesperado de frenar aquel ardor que consumía mi garganta y calcinaba mi pecho, pero lo único que conseguí fueron que esas imágenes sin sentido me arribaran.


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El joven pálido se acercaba a la castaña por detrás. Sus movimientos eran tan silenciosos que ella ni si quiera se había percatado de su presencia hasta que sus manos le cubrieron los ojos


–¿Quién soy? – preguntó, sin soltarla.


–¿Pues quién más? – Contestó la muchacha – Tú...


–Yo – afirmó él, liberándola al fin y sonriendo tan extensamente, que sus colmillos salían a relucir de entre su blanca dentadura.


–¿No crees que ya estás un poco grande para este tipo de bromas? – reprochó la castaña, intentado ocultar el aturdimiento que tal gesto le había causado.


Él se sentó a su lado y sus dorados ojos divisaron el verde prado que les rodeaba.


–¿Te gusta estar conmigo?


La princesa respingó ante su pregunta, ¿Por qué demandaba semejante tontería?


–Me interesa saberlo por que, si es así, de alguna manera me sentiré consolado –agregó, como si pudiera leer sus pensamientos.


–¿Consolado?


–Tu especie y la mía son enemigos por naturaleza – asintió – pero ¿Sabes? Me importa poco ese detalle cuando estoy contigo y a veces me siento como un traidor por ello.


La princesa bajó el rostro, intentando ocultar el ardor de sus mejillas con su cabellera. El vampiro sonrió


–¿Cómo no querer estar a tu lado si eres lo más precioso que hay? – Susurró, dirigiendo la pregunta más hacia su persona que a ella – Toda tú me resultas maravillosa. El latido de tu corazón, tu olor, la forma en que tus mejillas se sonrojan... tu voz. Te quiero, y no me importa si debería de sentir por ti todo lo contrario. Sería capaz de dar mi vida por ti.


.


Para cuando "desperté", me llevé una de mis manos hacia el pecho al hallar en él un vacío sempiterno, atormentador... lúgubre. Comenzaba a asustarme. Era como si el que estaba condenado a morir fuera parte de mi vida, de mi alma, en lugar del adversario que realmente encarnaba. Caminé hacia la ventana y comprobé que el cielo seguía adornado con un manto oscuro. Por un momento tuve la insulsa ilusión de que el tiempo se había detenido, que jamás avanzaría y que el crepúsculo se convertiría en una espera sin fin; pero, al prestar más atención, comprendí que el tiempo, efectivamente, seguía transcurriendo. Y que el lúgubre color que eclipsaba al sol era provocado por la espesa lluvia que había comenzado a caer.


–Alteza – llamaron a la puerta


–Adelante – indiqué. Las doncellas se inclinaron ante mí


–Hemos venido a vestirla, el Desmembramiento del Demonio está cerca y Su Majestad desea que sus hijas le acompañen.


Asentí, convulsamente, ante la impotencia de hablar. ¿En qué momento el tiempo había pasado tan rápido, trayendo consigo la llegada del crepúsculo?


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–Bella – susurró James al advertirme llegar al salón del trono, tomándome de las manos.


–¿Dónde está Alice y Emmett? – pregunté, al ver que eran los únicos que faltaban.


–Alice se ha negado a abrir las puertas de su habitación – contestó mi hermano – he dado la orden de que no la molesten y la dejen descansar.


–¿Y Emmett?... James, ¿Qué sucede con Emmett? – insistí ante su silencio.


–No lo encontramos por ninguna parte – soltó al fin.


Sentí que la vista se me nublaba


–Solo encontramos su espada expelida en el suelo – agregó – y rastros de sangre que nos conducían al bosque, pero... su cuerpo no está. Lo hemos buscado durante todo el día, ahora mismo hay hombres allá en el bosque intentando acertar algún rastro de él. Bella – me tomó por los hombros y me sacudió, seguramente en un intento de romper la rigidez que se había apoderado de mi cuerpo – hacemos todo lo posible pero, si las cosas han salido mal, tenemos que ser fuertes y aceptarlas.


–Esto no pasaría si...


–Lo sé, Bella, lo sé. No sufriríamos de esta manera si esas... bestias no existieran – interrumpió. Aunque en realidad, en absoluto, eran esas las palabras que tenía pensado decir – pero te juro que no cesaré hasta exterminarlos. Hoy hemos dado un gran paso, hermana. Hemos capturado y dado muerte a decenas de ellos y, lo principal, tenemos acorralado a un Sangre Pura, a un líder, a quien veremos sucumbir en nuestro castillo.


Los pies me volvieron a temblar. Cada vez me sentía más cobarde, más traicionera, ¡Debería de estar feliz! Debería de estar, al menos, un poco satisfecha de que la sangre de MI primo se cobrara con SU vida; pero no era así...


–¿Cuánto falta para que se realice el Desmembramiento...?


–Las puertas del Castillo acaban de ser abiertas, primero rendiremos un homenaje por los guerreros muertos, se anunciara la desaparición del Rey Emmett y, por último...


–Jacob – interrumpí. Ya no quería escuchar más – ¿Cómo esta?


–Descansando, según me han informado sus hombres


–Iré a verlo – anuncié


–Me parece buena idea – asintió mi hermano y después besó el cristal que reposaba en mi frente – dale mis saludos y... te esperamos en el jardín cuando el momento llegue.


–Ahí estaré – contesté con un susurro.


Mientras me dirigía hacia la habitación del licántropo, intentaba aislar de mis pensamientos su nombre. Fue inútil. El simple hecho de intentarlo era algo estúpidamente gracioso, aunque no debería. Hubo un momento en el que frené mis pisadas y contemplé el pasillo que me llevaría a las habitaciones de huéspedes. Di un paso en dirección a ellas, sin si quiera darme cuenta hasta ya haberlo hecho. Respiré hondo. ¿Qué me pasaba? ¿Qué era lo que mi subconsciente pretendía que hiciera? ¿Salvarlo? ¿Cómo, si había decenas de hombres cuidando de él?


–Bella – reconoció Jacob al verme


–No hace falta que te muevas – dije, ante su esfuerzo por incorporarse de la cama – ¿Cómo estas?


–Mucho mejor ahora que te veo


Me vi obligada a desviar mi mirada de la suya, que me hacía sentir culpable. Una de sus manos se posó sobre mi mejilla


–Luces triste – señaló – ¿Es por Emmett?


No. ¿Pero ya de que me sorprendía? ¿Qué más se podía esperar de alguien como yo?


–Cariño – susurró – todo estará bien.


Estaba a punto de contestar, de decir algo para que él no hablara solo, aunque fuera una mentira, pero el primer trompetazo, acompañado de excitados clamores humanos, hirió a mis oídos... hirió a mi alma.


–¡Maldición! No sabía que ya había anochecido – dijo Jacob, ajeno a todo el quebranto que en mí había – ¿Cuánto tiempo estuve dormido?


–Deberías de quedarte acostado – indiqué, con la poca coherencia que me restaba


Él dibujó en sus labios una sonrisa irónica. Una muy parecida a la que me había dedicado antes de irse a la cacería


–Bella, aunque no tuviera pies ni manos, me arrastraría como una lombriz, si fuera necesario, con tal de ver morir a una de esas pestilentes bestias. ¿Cuántos trompetazos serán dados para...?


–Trece – contesté, sin permitirle terminar. Su sonrisa se ensanchó y sus ojos brillaron con mordaz complacencia.


–Faltan solo doce – recordó, con ácida satisfacción, gimiendo mientras se levantaba de la cama – el tiempo seguramente está transcurriendo aviesamente pesado para ese Chupa Sangre, ¿no crees? ¡Cuánto desearía verle directamente a los ojos, ahora mismo, para placerme con su miedo!


–Calla – solté, llevándome las manos a mis oídos, ante la imposibilidad de soportar más – No hables de esa manera.


–Lo siento, no fue mi intención asustarte... – comenzó a excusarse, pero me privé de atenderle en el momento en que su voz, nombrar mi nombre, fue lo único que mis sentidos pudieron hallar. Salté involuntariamente al escuchar el segundo trompetazo. Entonces, cuando reparé que mi corazón se desquebrajaba por completo, cuando el alma no pudo callar más y gritó "Él no", mis piernas se tensaron e irguieron, poniéndome de pie.


–Jacob, me tengo que ir. James me espera– anuncié, atropelladamente y, sin dar tiempo a más, salí de la habitación y corrí hacia el pasillo que me llevaría hacia él.


Y es que, si bien no tenía ni la menor idea de cómo evitar lo que estaba a punto de suceder, seguía corriendo con tal velocidad que mis pies desgarraron la falda de mi vestido ante las innumerables veces en que ésta les impidió moverse con plena libertad.


–¡Alteza! – exclamaron los guardias cuando me detuve de manera violenta frente a ellos. Mis ojos se clavaron en la puerta que vigilaban, en lo que detrás de ella estaba. Seguramente él ya sabía que estaba afuera – ¿Qué se le ofrece, princesa...?


Tercer trompetazo.


"No pienses", el puñal se enterró hasta el fondo de sus entrañas y lo mismo sucedió con los otros tres que le acompañaban. Fue tan rápido que no tuvieron tiempo si quiera de gemir. Su sangre cálida bañó mis manos, sus cuerpos tiesos cayeron a mis pies. Los contemplé por un momento. Mis amados humanos... mi humilde raza mortal. Los había matado, traicionado de la peor forma; Sin embargo, ¿Dónde estaba el remordimiento? No lo había. Hubiera hecho lo mismo ciento de veces más solo por él, estuve segura de ello al penetrar la sala y verlo ahí, frente a mí.


–Bella – susurró.


Me desplacé hacia él y comencé a abrir los candados con la llave que había extraído de uno de los guardias. Justo cuando el cuarto trompetazo resonó, estuvo libre.


–Huye – pedí, apenas y con voz.


No sabía si el corazón me latía con tanta vehemencia gracias a todo lo que había corrido o por el simple hecho de hallarme frente a él, refugiada en la abundancia de su mirada. Él negó, rápidamente, con la cabeza, tomó mi rostro entre sus manos y su boca buscó la mía con delicioso apremio.


Toda preocupación desapareció en ese preciso momento. Mi cuerpo se abandonó entre sus brazos que me rodearon y apretaron contra él, mientras que sus labios humedecían los míos con su sabor refrescante. Dejé escapar un suspiro, al mismo tiempo que arqueaba mi cuerpo ante su suave intensidad y permitía que su esencia me enajenara.


–Cielo Santo, eres más imprudente de lo que creía – dijo, contra mi boca. Una risita se escapó de mi garganta, y él aprovechó para volverme a besar con más ardor.


El quinto trompetazo.


Me obligué a llevar mis manos hacia su pecho para que nos separáramos. Él accedió, sus labios dejaron de acariciar, lentamente, los míos; pero sus manos sujetaron mi rostro, manteniendo nuestras frentes unidas, suscitando a que nuestras respiraciones agitadas se congregaran entre la poca distancia que impedía a nuestras bocas seguir bailando en aquella oscuridad.


–Corre – supliqué. Él volvió a negarse


–No puedo dejarte. Sabrán que has sido tú...


–¿Qué importa...?


–Mucho – interrumpió – Demasiado importa para mí que tu estés bien ¿Tienes duda alguna de ello?


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Todo estaba listo en el Castillo. Las puertas se habían abierto, dando paso a toda la aglomeración de mortales que habían acudido al tan anunciado Desmembramiento del Demonio. La mayoría iba vestida con negras capas de terciopelo, en una intencional muestra de ironía para el "Rey Vampiro". No había música, ni un banquete ostentoso; por el contrario, solo habían susurros, inundando el gigantesco jardín, que hablaban sobre la lastimera muerte del Rey Emmett.


–¿Y Alice? – preguntó la Reina Renne a James


–Durmiendo – contestó éste, con el rostro entristecido. Le atormentaba demasiado ver a sus hermanas tan afectadas; incrementaba más su aberración por esas bestias bebedoras de sangre.


–Cariño, ellas estarán bien – Victoria tomó su mano. Él sonrió y se inclinó para besar su frente.


El décimo trompetazo fue emitido. Los guardias se cuadraron y salieron en búsqueda del Vampiro para preparar su muerte en cuanto el Rey diera la orden. Los mortales esperaban atentos, con sus curiosos ojos puestos en la puerta que prometía abrirse y traer consigo la imagen del feroz demonio Sangre Pura; Sin embargo, por el contrario a lo que todo mundo ansiaba ver, un joven guerrero apareció en el jardín, con los ojos completamente dilatados por el miedo y la angustia


–¿Qué sucede? – se alarmó el príncipe James.


–¡El Demonio ha escapado! – Gritó – ¡El Demonio ha escapado y tiene consigo a la Princesa Isabella!


James giró el rostro y comprobó que, efectivamente, el lugar de su hermana seguía vacío.


–Dijo que vendría contigo– recordó Jacob, con la misma alarma, levantándose del asiento de manera tan violenta que le provocó una enérgica punzada en el brazo roto, que apenas y se estaba recobrando.


El moreno gruñó ante el dolor experimentado, pero desistió de la ayuda de sus hombres que, inútilmente, le pidieron tomar asiento y reposo.


–Si ese maldito ha osado el tocarla... – siseó, con la mandíbula totalmente tensa y los tendones de sus brazos resaltados, previniendo su transformación.


Entonces apareció, o más bien, aparecieron, el Demonio, sosteniendo a la princesa entre sus brazos, de pie en una de las torres más altas, con única agilidad y equilibrio, dignas de su raza.


El rugido de Jacob – que había dado ya paso a su forma lobuna – inundó toda la estancia y fue coreado, casi al instante, por el resto los licántropos. Los mortales retrocedieron apresuradamente y se abarrotaron en una bola de masa caliente y temblorosa, emitiendo chillidos de clamor y piedad, alzando ruegos inútiles. El Rey Charlie los cubrió, junto con parte de la guardia, y el príncipe James desenvainó su espada y alzó su despavorida mirada en el ser que, como un Dios nocturno, estaba sobre todos ellos, con su hermana en brazos.


–¡Deténganse! – Ordenó al ver la disposición de los lobos por atacar – Isabella está con él.


Los licántropos retrocedieron un poco. Solo Jacob se mantuvo en la misma posición, con sus patas firmemente tensas (ignorando el dolor que el esfuerzo le causaba), sus filosos e intimidantes dientes al desnudo y sus garras fieramente enterradas en la tierra.


Edward frunció el ceño al encontrarse otra vez con sus desesperados pensamientos dirigidos solo en la mujer que sostenía en brazos.


–Prométeme que correrás – pidió Bella, hablando tan bajito, que resultaba imposible que alguien más le escuchara – júrame que no dejarás que nadie te atrape.


Fueron sus palabras lo que le recordó el motivo de por qué estaban ahí, montando ese falso escenario ante la mirada horrorizada de todos. Sintió que aquel hueco que agujeraba su pecho volvía a abrirse ante la idea de saberla lejos. Jamás sabría nadie el esfuerzo que le tomó el no ceder ante sus impulsos y llevarla consigo en ese momento para no apartarse de ella jamás. Y es que, pese a que las ideas en su cabeza aún no eran claras – seguían cantando las voces sin sonido y pintándose las imágenes sin forma ni rostro – Edward tenía bien claro que su existencia ya no tenía sentido si Bella no estaba con él.


–Prométeme que te veré pronto – pidió a cambio.


Una sonrisa se dibujó en los labios femeninos. Quiso besarlos, saborear su sabor por última vez esa noche; pero le era imposible. La espera valdría la pena algún día, ¿no? Debía de ser paciente.


–En el prado – dijo ella – te veré en el prado en cuanto pueda salir del Castillo.


Aquello bastó para infundirle el valor que le faltaba. Inclinó su rostro un momento, aprovechando que una nube había ocultado la luz plateada de la luna, y Bella se estremeció al sentir la punta de su nariz deslizarse, suave y lentamente, por su cuello.


–Te estaré esperando – susurró, para alzar después la mirada, disfrazada ya de ese brillo intencionalmente perverso.


–Rey Charlie, príncipe James – saludó, con tono mordaz – Creo que sus planes no han salido tal y como esperaban.


–¡Libera a mi hermana, bestia!


–La princesa Isabella significa mucho para todos ustedes ¿No es así? – Apuntó, saltando de la torre hacia la muralla que colindaba con el bosque. Los humanos gritaron al unisonó ante sus movimientos impredecibles y borrosos para sus ojos, los licántropos se agazaparon, listos para atacar, la Reina se cubrió el rostro ante la desesperación y Victoria solo era capaz de mirar a James, temiendo por su seguridad – Me pregunto, ¿Qué tanto estarían dispuestos a hacer por su vida?


–¿Qué quieres decir con ello? – Intervino el Rey Charlie


Edward sonrió de manera presuntuosa, dando a relucir con ello sus dos colmillos. Parecía ser que todo había salido más fácil de lo que Bella, y él, se habían imaginado.


–La vida de la princesa a cambio de mi libertad. Y bien, ¿Qué dicen? – insistió, ante el estático silencio de todos. Aunque, gracias a su habilidad para leer la mente del resto, sabía que tenían la batalla ganada


James dio dos pasos hacia el frente y su mirada azul le miró con odio indescifrable


–Tu jamás será libre, Bestia. No cuando tu insolencia ha ascendido hasta poner tus manos en mi hermana.


–Lo sé, Majestad – asintió Edward, dejando al lado su actuación. Si tan solo el príncipe supiera toda la intensidad y veracidad que había en lo dicho – su hermana me ha condenado.


–Si le has hecho algo... te juro que yo mismo, con mis propias manos, te arrancaré la piel– advirtió James, sin quiera sospesar la ambigüedad habida en aquel convenio – Dame a mi hermana y márchate; pero te aseguro que será Isabella misma quien te decapite la próxima vez que te encuentres atado a nuestras cadenas.


–Sería feliz si ese fuera el caso, Alteza – confesó el vampiro, liberando el cuerpo de Bella y echándose a correr al segundo siguiente, con la firme esperanza de que pronto volvería a envolverse en su calor.




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Capítulo 20: Tiempo, Confusiones y Recuerdos.


ALICE POV


El tiempo pasa, por muy doloroso e imposible que esto parezca, importándole poco cuánto nos duela su transcurso, utilizando nuestras lagrimas para limpiar sus asperezas, regodeándose con lo subjetivo que en la vida de cada ser se presenta.


En mi vida, el tiempo transcurría lento y doloroso. Se alimentaba con cada incesante sollozo y lamento ahogado en mis labios, con cada imagen que me pintaba su recuerdo. En mi vida, el tiempo era lo único que me abrazaba entre sus brazos.


Apreté mi rostro contra la almohada, ahogando el escandaloso llanto, convertido en gimoteo.


Jasper...


Su solo nombre lastimaba. Y comencé a caer, otra vez, en aquella espesa y tenebrosa telaraña de algarabía, presa de mis propias confusiones, de mis propios miedos, aterrada por cada emoción percibida y disipada, consternada al no saber qué sentir ante lo que había pasado.


Jasper había sido mordido por ese... vampiro. Y, por lo tanto, él sería uno de ellos. ¿Debería agradecer por ello o no?


Ahí venían otra vez: aquellas dos voces contradictorias y espeluznantes.


Una diciéndome que, más que agradecida, debería de estar feliz, pues, vampiro o humano, él seguía existiendo. ¿No era pues su vida por lo que tanto temía? ¿No era su mortalidad lo que me aterraba? ¡Ahora él sería tan, o más, inmortal que yo!... "Viviría" por siempre. La tierra seguiría cautivándose con sus pisadas, y el aire – que tanta envidia me causaba ahora– continuaría besando su rostro y revolviendo sus rubios cabellos. Y yo, yo al menos podría sobrevivir mis siglos con el ilusorio sueño de, algún día, poder ser como el viento y rozar sus anguladas mejillas...


Pero luego, cuando comenzaba a sentirme al menos consolada, tocaba la otra voz y, violenta e imperiosamente, comenzaba a gritarme: "¡Ilusa! ¡Tonta niña! ¿Crees que él te recibiría con los brazos abiertos, siendo lo que es ahora? Es más, tú misma te alejarías, asqueada, corriendo lejos de él, al verlo con su nueva, pálida y gélida forma. Huirías llorando y exclamando "¡Auxilio!" al encontrarte con sus rabiosos ojos escarlata, reflectores de la sangre consumida sin la más mínima piedad"


Y era ahí cuando los gritos ahogados en susurros daban paso a las desoladas lágrimas; pero el desalmado eco no se compadecía y seguía vociferando, aún más fuerte, que mi Jasper había muerto, que lo único que quedaba de él era ese nuevo cuerpo endurecido...


... Que mi amado humano ahora era un monstruo.


–Alice – la voz de mi hermana hablaba al otro lado de la puerta – ¿podrías abrir, por favor?


Mi cuerpo se balanceó cuando me puse de pie.


–Alice... – susurró al verme y, al ver la preocupación reflejada en sus castaños ojos comprendí que, posiblemente, hubiera sido lo mejor no mostrarme


Sus brazos me rodearon


–Me alegra tanto verte – dijo – nos tienes muy preocupados


–Lo siento – contesté. Se separó un poco de mí, examinando, cariñosamente, mi expresión. Me pregunté qué tanto podía leer en ella.


–¿Te molesta si permanezco contigo un momento? – negué con la cabeza. Ella sonrió tristemente.


Sabía que lo ocurrido con Emmett tenía abatidos a todos; pero Bella parecía más que abatida... más bien era como mi propio reflejo. Como si, al igual que yo, ella también hubiera perdido al tesoro más preciado. A su razón de vivir.


Entramos a la habitación, en silencio, y tomamos asiento en la cama, con nuestras manos unidas. Mi mirada prestó atención al fino cristal que adornaba su frente y temblé. Fue ahí cuando, al fin, pude comprender el horror que para Bella representaba la eternidad. Esa condena que encarna el no descansar nunca; el sufrir por siempre por el recuerdo perdido.


Pero todo era extraño en mi hermana. ¿Acaso teníamos la misma amarga historia? El sufrir en silencio por el ser amado que se ha marchado. Una fuerte intuición así me lo aseguraba; Y es que, si así era, no quería ni si quiera imaginar todo el dolor que había tenido que soportar. Estaba segura que yo no sería tan fuerte.


Me aventé a sus brazos y la apreté fuerte hacia mi pecho, al mismo tiempo que yo me abandonaba en el suyo. Desconocía si lo hice para consolarla o para buscar consuelo. Tal vez ambas cosas.


–¿Has amado alguna vez, hermana? – pregunté. Su seno tembló ligeramente a causa de una atormenta risita, totalmente escasa de humor.


Alcé mi rostro. Estaba llorando también. Enjuagué sus lagrimas y ella hizo lo mismo con las mías. Le miré a los ojos, aguardando su respuesta.


–No lo sé – contestó, y leí la sinceridad en sus sombrías pupilas, perdiéndose en sus propios pensamientos – A veces, creo tener la seguridad de haberlo hecho en un pasado. De estar esperando por esa persona en mi presente, pero... su recuerdo se pierde... Queda solo la nada, un vacío colosal y lóbrego


Quedó en silencio después. La habitación estaba oscura, luctuosa. Ambas yaciendo en nuestras lagunas de pesar, de dolor.


–Daría todo con tal de recordar...


Negué con la cabeza


–A veces, es mejor olvidar – musité, tratándome de convencerme de mis propias palabras – A veces, la nada es mejor al dolor.


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ROSALIE POV


El verlo ahí, yacido inconsciente sobre la cama, dormido, ajeno al resto, era la experiencia más cautivante que haya podido tener en toda mi vida.


Tomé asiento a su lado y fijé mis ojos en sus facciones morenas, concentrándome en cada ángulo de éstas, al mismo tiempo que mis oídos se deleitaban con el sonido de sus ligeros ronquidos. Sonreí. ¿Hacía cuánto mis labios no dibujaban un gesto tan sincero y natural como este? No lo recordaba. Quizás por que nunca lo había hecho. Quizás por que nunca antes había experimentado este cálido sentimiento bañando mi pecho.


Tomé el paño que reposaba sobre su frente y lo enjuagué en el aguamanil que estaba en la pequeña mesita de al lado. Él suspiró profundamente. Llevé una de mis manos para tentar la piel de sus mejillas. Era claro que ya no tenía fiebre, pero seguí acariciándolo, apartando los ligeros mechones de negro cabello que se le pegaban al rostro.


"No deberías de estar haciendo esto" ignoré a la voz que me reprendía y seguí memorizando cada detalle de él. De sus pálidos parpados, de sus imponentes cejas, de su nariz recta, de su fuerte barbilla... de sus labios entreabiertos. Me acerqué a ellos al no poder resistirme a su silencioso llamado. Cerré mis ojos y mis pestañas acariciaron las suyas. Estaba consciente del error que había – y seguía – cometiendo. De la locura que implicaba el haber salvado al declarado enemigo que, se suponía, detestaba con toda mi alma.


Me alejé un poco, fruncí el ceño y le miré con intencional rencor. Quería, necesitaba creer que lo odiaba. Fue entonces cuando él despertó. Sus pupilas se hallaron con las mías. Sonrió.


–Vaya... Estoy muerto – susurró.


Apreté los labios ante la frustración. ¿Se podía odiar y amar al mismo tiempo? Una de sus manos se dirigió hacia mis mejillas y la acarició


–¿Lo estoy?


–No – contesté, de manera tajante; pero sin retirarme. Su sonrisa se expandió y un gruñido de dolor le siguió al instante – no debes moverte demasiado – indiqué, intentando no demostrar lo preocupada que estaba – tienes demasiadas heridas.


Se revolvió para echar un vistazo a su pecho desnudo, adornado por blancas vendas.


–Gracias – dijo, buscando mi mirada.


Intenté alejarme en ese momento, pero sus manos me sostuvieron por los hombros.


–Gracias – repitió. Yo seguía con el rostro vuelto hacia otro lado; concentrándome en controlar el temblor de mi cuerpo que reaccionaba ante cada caricia suya – ¿Por qué lo hiciste?


Había temido esta pregunta desde el inicio...


–¿Por qué me salvaste? – insistió. Su voz era un atrayente susurro, al cual me rendí.


–Debes regresar al castillo – dije a cambio – llevas bastante tiempo inconsciente, toda la noche y todo el día. En el bosque no han dejado de buscarte...


–No fue eso lo que te pregunté – interrumpió suavemente, apretando sus dedos, delicadamente, sobre mi piel – no es eso lo que me interesa ahora.


Cuadré mi mandíbula y ensañé mi mirada.


–¿Quieres saber por que te ayudé a escapar? – pregunté, de manera abrupta. Él esperó, en silencio – Fue una forma de rescatar mi orgullo. Te di vida por vida...


–No te creo...


–¿Por qué no? – desafié. Me miró a los ojos durante un momento, con el negro de sus orbes penetrando los míos, buscando la verdad que yo trataba de ocultar con inútil empeño.


–Por que te amo – susurró e, inesperadamente, me jaló hacia él y mi boca chocó con la suya. Sus labios acariciaron los míos con deliciosa pasión, sus manos se apretaron en mis brazos, mi piel se erizó ante su intensidad y la poca coherencia que retenía en mi mente se disipó con el sabor de su saliva


–Te amo – repitió, sin dejar de besarme – y esto que siento es demasiado fuerte como para no ser correspondido, ¿sabes? Puede que ahora me digas que no me quieres, pero lo sientes y no lo puedes controlar...


No dejé que hablara más. No quería seguir escuchando sus palabras que se debatían con la voz que no dejaba de reprenderme. Me limité a besarlo con más ahínco, degustado, con placentera profusión, la humedad de su boca. Ya después haría lo correcto. Pero, por el momento, solo quería perderme en el cáliz de su aliento.


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EDWARD POV


–Edward – llamó mi madre, en medio del oscuro bosque. Giré mi cuerpo y bajé la mirada al encontrarme con la suya, llena de miedo – ¿A dónde vas? – preguntó y la angustia de su voz no ayudó mucho a calmar mi consciencia.


Esme me había seguido al verme salir de la guarida, había esperado a que avanzara unos cuantos kilómetros para detenerme. Quería hablar conmigo a solas. Quería asegurarse de que ya no volvería a irme de su lado. Lo sabía, pues sus afligidos pensamientos eran claros.


Sus manos atraparon mi rostro. No quería seguir preocupándola, ella no se lo merecía, pero necesitaba ir a ese lugar, algo me lo exigía, y, desde luego, tampoco podía decirle la verdad. No podía contarle que iba al encuentro de, quien se suponía, había utilizado para burlar a la Realeza y librarme de ellos.


–Estaré bien – fue lo único que se me ocurrió decir. Y así era, en realidad. Estaría bien si la volvía a ver.


Sus ojos se cristalizaron. Sabía que después de lo ocurrido, era natural que estuviera así de aterrada. Al final de cuentas, había estado a punto de "morir" la noche pasada y, lo que menos esperaba, era el verme llegar, completamente intacto. El remordimiento aumentó a leer en sus pensamientos el consuelo que había experimentado al divisar mi figura entre las sombras. El cómo sus pies se habían impulsado para correr, abrazarme y llenarme de fraternales besos, mientras yo le repetía "Todo está bien. Estoy aquí".


Me acerqué para besar su frente. Cuánto deseaba decirle la verdad... decirle que yo... ¿Yo qué?


Edward...


–Hijo, ¿Qué sucede? – preguntó al ver que me llevaba la yema de mis dedos hacia mis sienes.


–Nada – contesté. Sería absurdo decir "Madre, oigo voces ajenas a las personas que se encuentran cerca"


El silencio reinó entre nosotros. El bosque se encontraba en completa quietud. Sus brazos enrollaron mi cintura y sus sollozos se ahogaron en mi pecho.


–Deja de arriesgarte, por favor– suplicó – ¿Acaso no te das cuenta del dolor que me causa el saber que te puedo perder? ¡Eres mi hijo!


–Lo siento – susurré.


–¿A dónde vas? – insistió. Huí de su mirada y me deshice del agarre de sus manos con delicadeza


–Estaré bien – prometí una vez más y salí corriendo.


Sabía que ya no me seguiría, que me dejaría solo, regresaría a la guarida y aguardaría, ansiosa, por mi regreso. También tenía presente que sufriría hasta no verme llegar...pero creo ya haber dicho anteriormente que soy un ser esencialmente egoísta y, lo que ahora precisaba, era ir al prado que ofrecía el encontrarme con ella y calmar todas esas atormentadoras voces que aún resonaban en mi mente.


Y es que había sido completamente extraordinario el cómo, su solo aroma inundando mis sentidos, había disipado los gritos que habían proferido mi gente, al ser calcinada en aquel castillo, y se habían quedado instalados en mi memoria, reprochándome la traición que había cometido hacia ellos. La impotencia me había derribado, el saber que yo estaba aprisionado con cadenas y ellos ardían en llamas, rellenó mi odio hacia la Realeza. Pero después, había escuchado sus ligeros pasos acercarse. Me negaba a creerlo. Aún viéndola aparecer frente a mí, con sus blancas manos y las ondas de sus vestidos salpicadas de sangre, yo seguía pensando que todo era producto de una falaz imaginación. Había susurrado su nombre, ella me había dicho "corre" y no quise pensar en más. No quise hacer preguntas sobre el por qué me ayudaba y por qué, con solo verla, todo odio y repulsión desaparecían y daban paso a un nuevo y tórrido sentimiento que solo me incitaba a besarla y apretarla contra mí, para sentir su calidez entibiarme mi pecho.


Tomé asiento en una de las rocas que reposaba a orilla del lago y mi atención se concentró en el reflejo de la luna que adornaba sus oscuras aguas. Era un espectáculo atrayente. Parecía que las estrellas habían caído en ellas, pues había cientos de reflejos contrastando con sus sombras.


La noche era silenciosa. Solo el agitado viento cantaba y hacía bailar a la hierba, agitando los pétalos de las húmedas flores y golpeando mis mejillas. Cerré los ojos e inhalé profundo, comprobando al instante que algo faltaba alrededor para sentirme completo. No fue difícil saber de qué – o, mejor dicho de "quién" – se trataba.


Isabella...


Su nombre jamás antes me había resultado tan maravillosamente conocido, como si, en un pasado, fuera ese mismo conjunto de letras la única oración que hubiera sido capaz de recitar mis labios para tranquilizar mis penas... Luego, lo que aprecié en mi interior fue extraño: Una nostalgia inmensa y nacida de la nada...


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La princesa y el vampiro yacían juntos en el prado. Él sobre ella, recargado sobre sus brazos para que su peso no callera sobre el fino cuerpo femenino que ardía en torrente y agitada pasión. Los labios de ambos se acariciaban con húmedo fervor. Los delicados dedos de la muchacha se hilaban en los cabellos del inmortal que paseaba sus frías manos sobre sus piernas, alzando la tela de su vestido y enviando, con su gélido tacto, una serie infinita de deliciosas descargas eléctricas.


Arriba de ellos, el crepúsculo daba paso al anochecer. Era una noche fría, pero ambas pieles – aunque diferentes – experimentaban el mismo calor. La castaña jadeó contra su boca. Él apretó sus dedos contra su cintura, el vestido comenzaba a estorbar, y bajó sus labios hacia el suave cuello que palpitaba al mismo ritmo de su desbocado corazón. Volvió a buscar la dulce boca y entrelazó su lengua con la de ella. Una de sus manos se atrevió a rozar uno de los delicados y curveados pechos. Gimieron ambos. Se miraron a los ojos. Las pupilas del vampiro estaban pintadas de negra pasión. La castaña alzó la espalda para acortar la insoportable distancia que la separaba de él.


–Acaríciame – suplicó.


Quería sentirse suya. Quería sentir cada parte de él penetrarla. Su avives resultó deliciosa para el muchacho que, obedientemente, comenzó a deshilar las cintas de su vestido, al mismo tiempo que ella comenzaba a desabotonar su camisa de franela.


Aún no estaban desnudos para cuando el cuerpo del vampiro se envaró súbitamente y sus manos detuvieron a los temblorosos dedos de la princesa.


–¿Qué sucede? – preguntó ella, con voz baja. Lo agitada de su respiración le cerraba la garganta.


Él esperó un par de segundos para contestar. Necesitaba aclarar su mente. Apaciguar su deseo. No fue hasta que sus ojos se volvieron a pintar de dorado, que se animó a mirarle y acariciar, gentilmente, una de las sonrojadas mejillas.


–Te amo demasiado – confesó, con suma sinceridad – te deseo como no tienes una maldita idea, pero no te mereces esto.


Los ojos de la castaña se inundaron al momento de lágrimas. Él besó su frente y rompió la posición comprometedora en la que se encontraban, para después sentarse y atraerla hacia su pecho. Suspiró contra sus cabellos.


–Por favor, no me malinterpretes – suplicó, acunándola – me arde la piel cada vez que te tengo entre mis brazos y lo sabes. Sabes cuánto te adoro. Sabes que eres mi vida y, por lo mismo, quiero hacerte mía no solo esta noche, si no todas las que se vengan; pero sin temor a que nos descubran. Quiero sentirte toda y por completo y quiero entregarte todo lo que soy, sin remordimientos, sin prisas, sin miedos... Quiero hacerte el amor cuando no tengamos que escondernos de nadie. Mi padre vendrá dentro de pocos días –agregó – hablaré con él, le diré la verdad. Le diré que te amo y lo convenceré para que vayamos al castillo y dialoguemos con tu padre. Haremos un tratado de paz y yo pediré tu mano. Y serás mi esposa y mi amante. Y no me cansaré nunca de amarte toda la noche, toda la eternidad...


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–¡Señor! – la voz mental de Eleazar me trajo a la realidad – se le solicita en la guarida. Es urgente. El nuevo miembro de la familia está a punto de despertar...


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JASPER POV


Algunas personas dicen que no existe nada más allá de la muerte, que nos volvemos en polvo, y simplemente dejamos de existir. Otras, por el contrario, afirman que somos sometidos a un juicio y enviados al cielo o al infierno, según nuestras acciones lo ameriten. La vida de nosotros, los mortales, es extremadamente corta... pero, una vez, alguien me dijo que se pueden vivir cien años en un día. Que la eternidad no esta basada en el indefinido tiempo que permanezcas con los tuyos, si no lo que aportes para ser recordado.


Hay grandiosos detalles que duran solo un par de segundos y hay pequeñas huellas que perduran para siempre. Me pregunto ahora, que estoy ardiendo entre las llamas del infierno, ¿Me recordará ella?


Alice...


Su nombre es como un milagroso bálsamo en medio de este calvario. La efigie de su rostro me acompaña en esta condena sin fin, que calcina cada parte de mi piel, de mis sentidos; me ayuda a permanecer sereno al aceptar el final de mi destino. Evocando su dulce sonrisa, no temo en mi espera por que las puertas del averno se abran y me arrastren hacia ellas. Estoy muriendo. Y seguramente estoy pagando, con este lacérate ardor que parece evaporizar mi sangre, la bien merecida punición de haber reflejado mis ojos en los suyos, de haber osado a saborear el elixir único de sus labios y haber erizado mi piel ante sus caricias...


Suspiro. El aire se resiste a llegar a mis pulmones que se encojen y expanden de manera violenta, como una bolsa de aire que se infla y revienta a cada poco. Duele... sufro, pero, ¿Acaso esto es todo lo que hay? ¿Eso es todo a lo que te enfrentas tras haber tentado el corazón de un ángel? En realidad, me resulta insultantemente poco. Estaría dispuesto a recibir diez mil castigos igual a este con tal de verla una vez más... para decirle cuánto la quiero.


Las llamas se extienden. Parecen estar dispuestas a someterme, a hacerme gritar "Estoy arrepentido, lo siento" pero no lograran jamás su cometido.


No hay pena lo suficientemente extensa y temerosa que me forje a arrepentirme de haberla conocido.


Alice...


Su esencia permanece conmigo hasta el último soplo. Percibo voces, pisadas, sonidos y olores jamás antes conocidos. ¿Qué son? ¿Demonios llamándome, acudiendo a mi encuentro? No importa. No hay miedo. Ella esta ahí, en medio de mis pensamientos. Iluminándome, abrazándome cálidamente, sosegando, con su suave piel, las desgarradoras conflagraciones que corren y se centran justo en mi pecho.


Entonces, oprimo los labios y refreno un angustiante jadeo. Mi corazón comienza a latir muy a prisa, a un ritmo excesivamente escandaloso. Aprieto mis dedos y sigo pensando en su nombre...


"Tranquilo, ya casi todo terminará" me dice alguien. ¿Significa eso que la muerte está cerca? Si es así, soy feliz, pues, hasta el último momento, la tengo presente, cerca de mí.


Alice, Alice, Alice... mi vida...


Pum,pum,pum,pum... a cada impetuoso palpitar rememoró su rostro, su sonrisa, su voz. Es como una oración, mi oración. Entonces, ocurre: el fuego se concentra solo en mi corazón y lo contrae ferozmente, reduciéndolo como si fuera una masa blanda dentro del puño de un gigante. Emito otro jadeo, mucho más fuerte y lastimero, mis ojos se abren, se dilatan, mis dedos se entierran en la tierra, susurro su nombre y su imagen se revela nítidamente en mis pensamientos... una gota cristalina baña mi mejilla, me doy cuenta de que, sinceramente, no quiero morir. No cuando ella está llorando aún...


Mi corazón se detiene. Ya no hay ardor, ni dolor, ni latidos... Todo ha acabado. Y, sin embargo, sigo pensando en ella... Me atrevo a decir que hasta más intensamente que antes.


Me aventuro a abrir los ojos, aún siento la tierra, con una textura húmeda, puntillosa y suave, incrustada en mis uñas y los olores... ¡Qué fragancias tan más divinas! ¿En dónde estoy? Obtengo la respuesta al posar mi vista en el joven pálido que está al frente. Me reflejo en sus pupilas y comprendo, al ver en ellos la blancura de mi piel y el rojo de mis ojos, lo que ahora soy.


Un vampiro.





1 comentarios:

Libii dijo...

me encanto..!!
chicas esta buenisimooo!!
me encanta bueno
besoos..