Dark Chat

martes, 27 de octubre de 2009

GHOTIKA

Una confesión equivoca,

Solo encuentra una equivoca absolución
W. Shakespeare - Romeo y Julieta


CAPITULO 8: MENTIRAS

Escuchas a Lacrimosa” – señaló Edward ya que la música que resonaba de las pequeñas bocinas llegaba claramente a sus oídos – “Crucifixio es una de sus mejores canciones” – agregó, viendo como Bella asentía, con un brillo de emoción contenida en sus pupilas



“¿Sabes?” – le preguntó la muchacha – “me sorprende que no hayas salido con algún comentario tipo: no deberías de estar en este lugar, es peligroso y te podría pasar algo”


“Para mí este lugar no significa peligro…” – el vampiro se detuvo a mitad de frase. No. Aquel sitio no había sido peligroso… hasta que él había puesto un pie sobre aquellas tierras. - “al menos si a ataques de humanos se refiere” – puntualizó – “Ellos huyen de la muerte y les aterra y evitan cualquier contacto que pueda haber con ésta”


“¿Ellos? Sería mejor decir nosotros, ¿no crees?” – rectificó Bella. Edward sonrió hacia sus adentros con humor negro, Ellos repitió en su mente. Siempre son ellos, siempre son ustedes…


“No creo que haya seres más despiadados que los de nuestra raza” – continuó hablando Bella y él asintió, completamente de acuerdo.


No había ser más despiadado que los de su raza… no había verdad más grande. Pero él no quería seguir platicando de eso, absurdamente, quería olvidarse por un momento del monstruo que era, después de todo, aunque la garganta le ardía, creía que podía controlar ese instinto de su naturaleza para no dañar a Bella.


“¿Y qué pensabas leer?” – preguntó para cambiar la conversación. Quería conocer mejor a esa humana que tanta curiosidad e incertidumbre le causaba. Bella cogió el libro que tenía a su costado y vio la portada, como si no supiera el título de memoria


“Narraciones Extraordinarias” – dijo mientras levantaba la vista de la portada y le tendía el ejemplar al muchacho


“Edgar Allan Poe. Un buen escritor” – agregó Edward


“Me gustan más sus poemas, aunque son pocos”


“Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido; inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia, cabeceando, casi dormido, oyese de súbito un leve golpe, como si suavemente tocaran a la puerta de mi cuarto…” –


“Te lo sabes de memoria” – dijo Bella con fascinación. No podía creer que aquel poema se le pudiera hacer más majestuoso de lo que ya le resultaba pero, al ser recitado y envuelto en aquella voz suave y abisal, aquellas palabras hasta adquirían forma y vida – “Yo solamente recuerdo algunos pedazos, no tengo tan buena memoria”


Edward volvió a sonreír, esta vez de manera un poco más perceptible… “Por que no has vagado sola por más de cien años” pensó


Una brisa fresca sopló, agitando los cabellos de la muchacha y llevando su perfume hacia él, quien empuñó sus manos y se envaró rígidamente mientras la ponzoña se acumulaba en la boca.


“¿Te pasa algo?” – le preguntó su compañera al ver la expresión de dolor que crispaba su rostro – “¿Te sientes bien?” – Edward no se atrevía a contestar. Sentía que con el más mínimo movimiento que éste hiciera, su instinto de vampiro le dominaría, llevándolo a beber la sangre de aquella frágil humana.


No. No quiero hacerlo… le decía una y otra vez al monstruo que le incitaba a probar aquella dulce sangre que prometía ser la más deliciosa y calida en el mundo.


“Edward” - llamó Bella mientras se ponía frente a él y se percataba de que su piel lucía mucho más pálida de lo habitual, tanto, que le confería el aspecto de una hermosa estatua tallada en mármol blanco – “¿Qué pasa?” – volvió a preguntar, ahora con más preocupación, levantó la mirada para buscar los ojos del joven, y, al hacerlo, automáticamente dio un paso hacia atrás.


Cerró sus ojos y los volvió a abrir, pensando que lo que acaba de presenciar había sido una ilusión, más no fue así.


Sus ojos… pensó mientras otra vez volvía a centrar su atención en aquel par de lúgubres pupilas Estoy segura que eran… dorados…


El vampiro tragó saliva, sintiendo un ardor torturante por la garganta que se convirtió en dolor en cuanto llegó hasta el estomago al ingerir su propia ponzoña. Giró su rostro hacia otro lado, lejos de aquel aroma, y respiró un par de veces aire fresco y limpio. Sus manos se fueron desempuñando poco a poco, conforme el adquiría más autocontrol… hasta que estuvo seguro que el peligro ya había pasado


“Lo siento” – articuló en cuanto tuvo aliento para hablar. Miró a la muchacha que tenía en frente y vio su reflejó en el lago marrón de sus ojos y sintió vergüenza al ver aquel monstruo amenazante y endemoniado, de ojos completamente negros, en el – “me suelen dar este tipo de ataques” – explicó – “no fue mi intención asustarte”


“¿Ataques?” – repitió Bella, aún sin poder recobrarse de la impresión – “Se te han puesto los ojos negros” – señaló


“Sufro de una extraña enfermedad, Bella” – mintió el vampiro – “son dolores muy fuertes que me tensan el cuerpo…”


“Deberías ir a casa” – recomendó ella, viendo como el muchacho negaba lentamente con la cabeza




“Ya pasó, ya no hay peligro” – aseguró más para él, que para ella.



“Al menos, cúbrete” – indicó mientras se desabrochaba su capa de terciopelo – “¿Acaso no sientes frío?” – preguntó al darse cuenta que Edward solamente llevaba una camisa negra, a juego con su pantalón


“No” – se apresuró a decirle vampiro. Él no sentía el frío de la misma manera que los humanos y, aunque su actitud ya había sido lo suficientemente extraña, no quería que por su farsa aquel calido cuerpo se congelara. Prefería mil veces levantar alguna sospecha que permitir aquello – “No es necesario, estoy bien”


Bella ignoró el comentario, mientras desabrochaba el último botón de presión y jalaba la prenda hacia un lado para quitársela


“De verdad, no es necesario” – volvió a repetir Edward y, sin poder evitarlo, capturó las manos de la chica con las suyas. Los ojos de ambos jóvenes se dilataron y una corriente eléctrica atravesó ambos cuerpos con la misma intensidad – “lo siento” – musitó ¿Cuántos errores más tendría con aquella muchachita?


“Estas helado” – señaló Bella, poniendo al vampiro en alerta – “Toma la capa” – insistió otra vez.


Él se volvió a negar. Carcomiéndose por la infamia que le había dicho a la muchacha. ¿Qué más daba si le decía la verdad? Al fin de cuentas, dentro de poco, ella sería como él… ¿Por qué entonces, se había empeñando tanto en ocultar su verdadera identidad? No. Todavía no, se repitió varias veces, engañándose, confundiéndose… si quería salir de su mentira, debía admitir que no quería convertirla, no quería condenarla a la misma forma de vida que él tenía… pero, ese era su deber... tenía que hacerlo… las excusas acabarían pronto y…


“Creo que lo mejor es que vayamos a casa” – dijo, para desterrar los pensamientos de su mente, Bella miró el reloj de su celular, el cual marcaba ya casi la media noche


“Tienes razón” – murmuró, desistiendo de su petición. Se colgó su mochila otra vez sobre sus hombros y comenzó a caminar en dirección hacia el sendero que la llevaría de vuelta a su hogar, percatándose de que Edward le seguía – “¿Por dónde vives?” – preguntó


“Hacia el este” – contestó y al ver la consternación reflejada en la expresión de Bella, quien sabía que hacia donde estaban caminando era hacia el norte, preguntó – “¿Te importa si te acompañó hasta tu casa?” – ella negó con la cabeza, mientras bajaba la mirada hacia sus pies...


El caminó resultó ser, para Bella, mucho más corto. Sabía que el motivo se debía al joven que le acompañaba en silencio. Seguramente, otra persona se hubiera sentido nerviosa o incomoda de caminar alrededor de veinte minutos en medio de aquel completo mutismo. Si no fuera por la sombra que se levantaba a su costado, hubiera jurado que venía sola. Edward no hacia ni el más mínimo ruido, y, por mucho que agudizó su oído, no alcanzó a escuchar ni si quiera sus pisadas sobre la tierra.


“Gracias” – murmuró mientras se daba media vuelta para despedirse, riendo, en sus adentros, al percatarse que se había sentido decepcionada al visualizar su casa


“Hasta luego” – dijo el vampiro, despidiéndose con un ligero asentimiento de cabeza.


Bella se adentró en su casa, en donde caminó hacia su recamara con una extensa sonrisa en sus labios y sintiendo sus botas mucho más ligeras. Después de quitarse el maquillaje y cambiar su ropa por una más cómoda, se acostó en su cama, por la cual estuvo varias horas recordando lo que aquella noche había pasado…


“Sufro de una extraña enfermedad, Bella”


“¿Qué enfermedad podrá ser?” – se preguntó mientras recordaba la peculiar y pasmosa expresión de aquel muchacho…


Y, mientras dormía, aquel par de negras y sombrías pupilas, estuvieron presentes en sus sueños…

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