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viernes, 12 de noviembre de 2010

Pecados Carnales

Capítulo 8 Ilusiones Quebradas

Desperté atontada y traté de concentrar mi vista en algo para evitar el mareo que estaba sintiendo. Al principio todo era confuso, y casi no recordaba nada con excepción de una palabra – embarazada – apenas lo dimensione, todo se vino como un recuerdo patente. Las palabras de Edward, lo que yo había hecho.

- Por dios, maté a mi hijo

Me grite a mi misma en pánico tratando de levantarme de la cama pero un fuerte dolor me hizo desistirme de aquella idea, en ese minuto advertí que no estaba sola en esa habitación.

- Tranquila, no te agites

Me dijo sonriendo el padre Alfonso quien dejo a un lado el libro que tenía entre sus manos y se acerco hasta mí.

- Padre yo…

Comencé a explicarle pero las lágrimas nublaron mi vista y quebraron la voz, no pude confesarle el asesinato que había cometido.

- Lo siento tanto… perdóneme… yo no quise… yo debería haberme muerto con él… jamás voy a perdonármelo, no importa lo que diga, el castigo no será suficiente.

Agregue esquivando mi vista, tomé entre mis manos las sabanas y traté de ocultarme, estaba tan avergonzada de lo que había hecho, como había sido capaz de hacerlo, ¿cómo?, cuando tenía lo más precioso que una mujer podía querer, tenía a mi lado un hombre que me amaba y el resultado de ese amor creciendo en mi vientre y yo lo había acallado para siempre

- Shhhh – me hizo un gesto con sus dedos tomando mis manos, pero yo no quería darle la cara – Bella, no has hecho nada, tranquilízate – me pidió tratando de calmarme, pero las lagrimas salían sin control, mi cuerpo temblaba.

- Dios no va a perdonármelo ¿verdad?

Pregunté entrecortado mirándolo directo a los ojos, su expresión se hizo más dulce y paternal, me abrazo y yo lo abrace desesperada, desesperada porque con ese abrazo lograra acallar los remordimientos que estaba sintiendo por haber tomado una decisión demasiado precipitada.

- Dios siempre perdona Bella, él no esta castigándote

Me contesto, separando su cuerpo del suyo pero yo quería permanecer así, abrazada a él, sintiendo que había alguien que al menos no me juzgaría.

- Tu hijo esta bien Bella, no tienes que torturarte pensando que lo has matado.

Me confidenció y yo abrí mis ojos de par en par. Paré de llorar y lo mire estudiando sus facciones, para convencerme que era cierto.

- Pero yo…

- Alcanzaron a traerte a tiempo al hospital y lograron evitar que lo abortarás

- OH padre soy un monstruo

Exclame histérica, aunque mi corazón estaba latiendo de felicidad, aún no podía perdonarme haber tratado de asesinar a un ser inocente, todo por una estupidez.

- No eres un monstruo, solo eres una chiquilla confundida y manipulada por su madre… pero creo que con esto ya has aprendiste de tu error.

Me contestó y yo suspiré, el extendió un pañuelo para que me secará las lágrimas por primera vez desde que había comenzado esto, sentía paz. Una que no pensé posible. Me calmé tratando de seguir los consejos del padre Alfonso, él me explico que aunque mi hijo estaba bien dependía de mí que eso siguiese siendo posible, debía serenarme y tomarme las cosas con calma. Estuvimos hablando un rato hasta que el sonido de la puerta nos interrumpió.

Esta se abrió y mis ojos se abrieron expectantes, la adrenalina se disparó, el latido de mi corazón se hizo más rápido y lo demostraron los pititos de las maquinas que aceleraron el ritmo. Me congelé al ver entrar a mi madre a la habitación.

- Hija

Me llamó y su voz sonaba compasiva, dulce y serena. Me quede así mirándola anonadada.

- Mamá yo... lo sie-nto

Fue todo lo que atiné a decir y ella se acerco abrazándome, como nunca antes lo había hecho. Me miró con una ternura que me sobrecogió el corazón.

- Tontita… cómo… pero no importa, lo importante es que estas bien… tu y mi nieto

Y cuando dijo eso me quede helada, no podía creerlo ni siquiera procesarlo. Ella estaba hablando de mi hijo como su nieto. Ella no estaba enojada, no estaba alterada, me estaba cobijando como tantas veces soñé y que creí imposible. En eso el ruido de unos zapatos hicieron que mi vista se alzara hasta la puerta. Me quede mirando fija al dueño de esos ojos verdes que me habían cautivado desde el primer momento. Su semblante era sereno, pero extraño. Sus ojos no eran transparentes como siempre habían sido, se notaba cansado y pensé entonces que podía deberse a ello.

- Edward

Susurré despacio y tenía tanto que decirle, tanto que explicarle, ¿su amor sería suficiente para perdonarme? Me pregunté aun buscando en su mirada algún indicio que me indicará que aún me quería, que el ofrecimiento hecho en mi dormitorio aún era posible. Se acerco lentamente y en ese minuto mi madre me sorprendió aún más.

- Será mejor que los dejemos solos, tienen mucho que conversar

Le dijo está al padre Alfonso y este arrugo el entrecejo, como si no le creyera tanta preocupación y bondad. Pero yo estaba feliz, era como el sueño hecho realidad mi madre no era tan mala como yo había pensado concluí.

Salieron de la habitación y nos quedamos solos, Edward sentó al borde de la cama y jugo con sus dedos sobre la colcha evitando mi mirada, detuve sus dedos suavemente y nuestras miradas se encontraron. Pero él estaba distinto, sus facciones eran duras y noté como apretó su mandíbula conteniéndose tal vez de recriminarme lo que había hecho.

- Yo lo sien-to

Tartamudee tragando aire para darme el valor suficiente de enfrentarlo. Sabía que tal vez él me estaba odiándome en ese minuto, pero también sabia que me amaba puesto que lo había gritado a todo mundo y contaba con que ese sentimiento fuera más fuerte para perdonar mi debilidad.

Cerró sus ojos y se levanto de la cama abruptamente quitando de entre mis dedos sus manos. Se acerco a la ventana y desde ahí me hablo.

- No tienes nada que sentir, no alcanzo a pasar nada pero ahora debes cuidarte. Ya ves que las cosas no son como tu pensabas

Me contesto y su voz sonaba fría y distante.

- Te amo

Le dije de improviso y quería que él supiera que ahora las cosas habían cambiado que había entendido y que mi decisión era la que él había reclamado tantas veces. Me iría con él y con mi hijo, y mi madre no podría detenerme.

- Yo también

Me respondió girándose para encararme pero la sonrisa que me dio no alcanzo a llegar a sus ojos, de pronto un negro pensamiento cruzo mi mente. Pero no era posible que él estuviera mintiéndome. No, él me amaba, él lo había dicho muchas veces.

Se acerco nuevamente a mí, me abrazo y como desee ese abrazo, me recargue contra su hombro y me quede allí, necesitaba desesperadamente que él me dijera lo mismo que me había susurrado en mi habitación pero no sucedió permaneció en silencio sosteniéndome. Quería ver esa sonrisa de felicidad que noté cuando me había ido a contar sobre la noticia de mi embarazó pero tampoco sucedió. Su sonrisa no llegaba a sus ojos y esa felicidad parecía aparentada, actuada.

Me lo merezco era la conclusión a la que había llegado después que él se había ido, estaba molesto y no lo culpaba. Era lógico después de lo que yo misma había provocado. Me sonreí pensando que tendría todo el tiempo para demostrarme que me había equivocado pero que ahora había cambiado.

Había pasado una semana desde el incidente y hoy sería el día que me darían de alta. Estaba ansiosa de solo pensar que me iría a vivir con Edward, estaríamos lejos de mi madre, del mundo y de las apariencias. Aún encontraba extraño ese ofrecimiento de mi madre de la casa de campo que tanto cuidaba y la cual ofreció casi de inmediato cuando yo le dije que quería irme a vivir con él. Pero me sorprendió más que Edward lo aceptara.

- ¿Estas seguro?

Le pregunté mientras me subía a su auto, este me miró directo a los ojos y había un tejo de rabia que aún persistía nublando esa mirada transparente que usualmente tenía. Pero no me importaba, no mientras él estuviera conmigo.

- Necesitamos donde vivir y que tu estés tranquila, lejos de todo este cuento que tiene tu madre con las apariencias. Además es cerca lo que me permitirá ir y volver al estudio todo los días.

Me contestó frió, Emmett me miró y se despidió de mí. Ángela tampoco estaba demasiado entusiasmada con la idea pero ella aceptaba lo que yo quisiera hacer. Se me encogió el corazón con la actitud que estaba teniendo Edward, su frialdad pero pensé que tal vez cuando estuviéramos solos y con el tiempo él podría perdonarme y seríamos felices.

- ¿a que se debe todo este cambio de actitud… qué te traes?

Alcance a escuchar que le pregunto Emmett a Edward mientras este le pasaba la silla de rueda que me había traído hasta su automóvil.

- No se de que me hablas

Le contestó mientras daba la vuelta para subirse. Emmett se despidió de mi hermana y esta subió al auto, Ángela estaría con nosotros hasta que yo pudiera hacer mis cosas de forma normal.

- Se le pasará, esta molesto eso es todo

Me repetía una y otra vez Ángela por lo bajo mientras yo descansaba mi vista en Edward sentado en el comedor, quien estaba demasiado animado hablando por teléfono. Otra vez saldría conjeturé cuando advertí que tomo nota seguramente de una dirección.

- Eso espero

Le susurré de vuelta a mi hermana mientras tomaba entre mis manos unos platos. Inevitablemente sentí un hueco en mi corazón, no sé porque había albergado la ilusión y especialmente de él que todo hubiera sido distinto ahora que estábamos finalmente juntos como tanto él quiso pero su actitud se había mantenido por las dos semanas que habíamos enterado en la casa de campo de mi madre. Seguía frío, distante y sobre todo molesto, era como si quisiera gritarme y recriminarme algo pero se contenía. Y eso estaba matándome por dentro.





1 comentarios:

Angie P.S dijo...

hasta yo me comportaría así con ella por tonta, pero espero que se gane la confianza de nuevo de Edward por que el amor ya lo tiene, y que aproveche el tiempo de embarazo para que el cambie de idea y se queden juntos.
me encanto el capitulo.
xoxo
Angie