Dark Chat

sábado, 2 de abril de 2011

Máscara de odio

Isabella Swan

El cielo azul era lo único que podía ver desde la ventanilla de la avioneta, nos habían situado en las sillas dándonos la bienvenida, luego nos habían entregado unas cobijas y nos habían ofrecido algo de comer, George y Adam pidieron vodka, por lo que alcance a escuchar, Charlie dijo que solo quería agua, su enfermera pidió agua mineral para ella y él, y yo preferí quedarme seca porque tenía una emoción que me impedía tener apetito u otra cosa que se le pareciera.

Ya empezaba a sentir el frio del clima en el ambiente, me arrebuje en mi cobija, aferrando la mano de Charlie, quien se encontraba a mi lado en la silla y mirando por la ventanilla.

Recordé mi viaje en avión con Edward, cuando nos marchamos a nuestra luna de miel y la diferencia con el ambiente en ese momento, hacia frio mientras que en esa ocasión lo templado del clima era reconfortante.

Este era mi segundo viaje, y hacerlo sin él, y teniéndolo presente no lo hizo más llevadero. Ya estaba comenzando a sentir su ausencia, y probablemente él estaría completamente disgustado conmigo por haberme ido así. Intente no pensar en que estuviera enfadado y más bien en que entendería por lo que estaba pasando en esos momentos.

Me di la vuelta y vi que la cabeza de Charlie se había apoyado en mi hombro, tenía una expresión de tranquilidad demasiado vistosa y me sentí bien por él. Me recosté en la silla y cerré los ojos dispuesta a disfrutar de lo que quedaba del viaje y lo que vendría después.

Cuando volví a abrir los ojos la mujer que acompañaba al piloto nos pidió que nos abrocháramos los cinturones pues íbamos a aterrizar, comprendí que me había quedado dormida todo el tiempo que duró el viaje, me pareció apropiado por qué no sabría que había podido hacer durante esas horas.

Abroche el cinturón de Charlie, este sonrió y tomo las manijas de la silla, su silla de ruedas había sido incluida en el equipaje y se hallaba sentado en una de las sillas de la avioneta sin ningún signo de incomodidad.

Abroche el mío recordando que Edward me había enseñado a hacerlo y comenzamos a descender.

Nos llevo 20 minutos pero al fin tocamos tierra, todo parecía indicar que era una pista de aterrizaje privada.

Hacia un frio terrible.

- Recuerdo esto – dijo Charlie mirando por la ventanilla, sonreí, el estaba empezando a recuperar su memoria y todo se debía a mí, sin proponérmelo estaba influenciando positivamente en la recuperación de Charlie.

La silla de ruedas llego 20 minutos después junto con el saco más grueso de mi padre. Lo trasladamos a ella y descendimos de la avioneta.

Como dije, estaba haciendo un frio que calaba, me aferre a mi sweater y lleve la silla de Charlie. Adam y George descendieron detrás de nosotros. Charlie volvía a decir que comenzaba a recordar cosas y lance una mirada de comprensión hacia mis tíos. El vaho salía de su boca lentamente.

Una van negra nos esperaba con dos personas vestidas de negro, había visto unos así cuando estaba con Edward y el les había llamado guardaespaldas, me pregunte que tan importante podía ser una persona para tener guardaespaldas que lo protegieran, nuevamente me avergoncé por no conocer estos detalles de la vida de Charlie, pero supuse que ya tendría tiempo.

Subimos a Charlie en la parte de atrás, aseguramos su cuerpo y nos subimos nosotros.

Adam nombro al conductor Samuel, lo cual me recordó a mi hijo ya que tenían el mismo nombre, le dijo que íbamos a casa. A casa.

A medida que avanzábamos por la ciudad me maravillada por las cosas que veía, las estructuras entre moderna y antiguas de lo desconocido para mí. El timón estaba en el lado derecho del auto y no como acostumbraba a ser en América. Me pregunte qué otras cosas podían tener de diferentes.

Nos llevo cerca de una hora detenernos, una hora durante la cual intente registrar en mi memoria cada cosa que veía para recordarla más tarde y deleitarme con ellas.

Estacionamos frente a una casa que se parecía en esencia a la mansión de Edward, tenía un antejardín enorme y la entrada era magistral.

Los que estaban vestidos de negro y conduciendo salieron primero, parecían asegurar el perímetro pero no podía estar segura.

Charlie estaba emocionado, parecía que cada cosa que veía le traía nuevos recuerdos y supuse que la Dra. Hale se sentiría orgullosa de él si lo pudiera escuchar.

Luego nos llego el turno de descender. Uno de los hombres, el más fuerte, tomo a Charlie en sus brazos mientras la enfermera descendía por el otro lado y sacaba la silla de ruedas para acomodarla y que el hombre pudiera poner a Charlie en ella, esperaba, tal vez demasiado, que la condición que hacía que Charlie usara esa silla fuera suprimida pronto y volviera a caminar con normalidad.

Una mujer de mediana edad nos abrió la puerta, la mirada d ella se dirigió inmediatamente hacia mí, que seguía llevando la silla de Charlie.

- Señores Swan…es un placer volverlos a ver – dijo la mujer estrechando la mano de Adam, George y Charlie. Este la miro algo desconcertado y la mujer soluciono su error con mucho tacto, me atrevería a decir – me llamo Molly y soy el ama de llaves de esta casa.

-Hola Molly - saludo Charlie, al parecer su memoria no abarcaba a las personas, aparte de sus hermanos y supuse que mis abuelos. Suspire con miedo cuando el ama volvió a mirarme a mí.,

-Así que usted es la señorita… - su mirada parecía corroborar cuan feliz se veía de verme, yo, por supuesto no la reconocía. Ella debió ver fotos mías cuando era bebe o eso pensé – como ha crecido… y tan hermosa – Edward también me había dicho que era hermosa, lo que no podía saber era por que las personas me consideraban tal si yo no me veía así. Edward…casi suspire al pensar en su nombre pero decidí controlarme un poco más. – sigan por favor, tenemos el te preparado.

Nos invito elegantemente a seguir.

La casa, por dentro, era igual de imponente, tenía varios grabados y artesanías que se veían costosas, el vestíbulo era alto y antiguo, lo mismo que las mesas que adornaban el frente de una chimenea enorme que había sido convertida en otra mesa de estar sobre la cual reposaban porcelanas de formas y tamaños diferentes.

Era todo tan…medieval como no lo era en América. Me resultaba difícil comprender que hacían mi padre y mi madre en América cuando me perdieron….aun tenía que conocer la parte de esa historia, supuse que todos la sabían, aunque bien podía estar equivocada.

Se escucho el repiqueteo de un bastón sobre el piso, lento, a velocidad de paso, venía desde el pasillo que se dejaba traslucir a la izquierda de nosotros.

Cuando enfoque la vista, lo mismo que los demás vi que un señor de edad, que estaba acompañado por una enfermera, caminaba enérgicamente hacia nosotros. Ella le sonreía solemnemente y parecía pedirle que fuera más despacio.

- no puedes pedirme eso, Constance – dijo el anciano mirando noblemente a la muchacha mientras parecía querer aligerar el paso. Cuando estuvo a una distancia menor se quedo parado mirándonos a todos. - Adam, George…los han traído. – dijo dando el resto de pasos que le faltaban para estar ante nosotros, se parecía asombrosamente a Charlie así que deduje que era su padre, mi abuelo.

Miro a Charlie acercándose para darle un beso en la frente que este recibió gustoso.

- Padre – dijo Charlie con una seriedad que nunca le había escuchado.

Luego llego mi turno, sentí que me miraba de arriba abajo y me llego el irracional pensamiento de que tal vez estaba intentando asegurarse de que yo me parecía lo suficiente a su esposa para ser parte de la familia, intente dejar mi inseguridad a un lado y dije.

- Buenas Tardes señor- esperando no sonar demasiado….temerosa.

- Oh Dios! Incluso su voz es la misma. – comento el hombre dando unos pasos hacia mi – acércate hija, déjame…déjame abrazarte – la enfermera soltó su brazo suavemente para que pudiera ofrecérmelo.

El alivio corrió por mis venas mientras dejaba que el anciano me abrazara con fuerza.

- me llamo Charles Swan…el padre de Charlie, Adam y George… soy tu abuelo- se presento el aunque no lo necesitaba, tenía una expresión tan bondadosa que se me hizo agua el corazón.

-Soy Isabella…Swan, señor…- dije yo sin saber exactamente que mas decir. El sonrió.

- tienes un nombre precioso…quien te encontrara hizo una elección perfecta.

Volvieron a asaltarme recuerdos en donde Edward decía mi nombre mientras hacíamos el amor, y cuando me decía que le gustaba, intente no sonrojarme con el recuerdo y a cambio de eso mire a mi abuelo que nos hacia seguir hacia la espaciosa sala mientras más personas, todas vestidas de negro y blanco, comenzaban a entrar y subir las escaleras con el equipaje de todos.

Nos sentamos mientras él se dejaba ayudar por la enfermera, Charlie se quedo en su silla sin manifestar ningún signo de incomodidad, aferraba mi mano y yo la de él, porque era al único que, en realidad conocía, no era que desconfiara de mis tíos, ni de la amable mirada del abuelo, era solo que… en mi inconsciente seguían siendo desconocidos.

- Molly– llamo suavemente la enfermera, susurro unas palabras que mi abuelo antes le había susurrado y la ama asintió retirándose educadamente. Eso me recordó súbitamente a las clases de etiqueta de las que Emmerald me hizo partícipe, sentí un impulso nuevo de reír, pero lo contuve y me quede con la boca cerrada.

- ¿y cómo te encuentras Charlie? – pregunto el abuelo.

Charlie comenzó a hablar inmediatamente comentándole, sin faltar a una sola palabra, como se había encontrado en los últimos meses y comenzó a hablar también de cómo nos habíamos conocido, menciono la clínica psiquiátrica y en ese momento el abuelo me miro intensamente, como si estuviera preguntándose las razones por las cuales yo había parado en un sitio semejante, pero luego de unos momentos comenzó a hablar con Charlie. Explico que su esposa Marie estaba arriba descansando un poco y que no se había enterado de que habían llegado.

- es quien más ansias tiene de conocerte. – explico, esa era la mujer que se parecía tanto a mí. Y era a quien, curiosamente yo también tenía más ganas de conocer.

El abuelo Swan presento a sus sirvientes quienes parecían tan contentos como el de que yo estuviera acá, jamás me había sentido tan bienvenida en un lugar como acá y comenzaba a relajar la tensión bajo la que me encontraba, reacción refleja ante lo desconocido.

La conversación se hizo amena entre los hombres, la enfermera guardaba silencio al lado de Charlie y yo escuchaba con atención esperando no perderme nada.

Aproximadamente una hora después Charlie hablo.

- Creo que debo acostarme, me siento muy agotado –

- ¿te encuentras bien? – le pregunte, me encontraba sentada al lado de él y le tome la mano que estaba tibia-

-estoy bien, hija, solo que permanecí muchas horas despierto en el viaje y me temo que me están cobrando cuentas.

Sonreí, la enfermera de él se adelanto a tomarlo de la silla de ruedas y llevarlo hacia el que había sido designado como su dormitorio. La casa, tan antigua, a la vez tenia la sofisticación que exigía el hecho de que dos ancianitos vivieran en ella y tuvieran que subir escaleras tan grandes y amplias, por eso el abuelo había hecho que parte de la escalera fuera diseñada mecánicamente para subir sin necesidad de fatigarse, añadiendo alguna especie de ascensor a la escalera, el ama de llaves indico a la enfermera como usarlo y la acompaño, supuse que para que fuera en la dirección correcta.

- nos vemos, hija – me dijo apretándome la mano y marchándose, no dijo nada sobre que me quedara a solas con el abuelo. Parecía que sabía que tenía demasiadas preguntas para ser resueltas por él.

Cuando se marcharon, el abuelo me invito a sentarme en la sala con él. Así lo hice aun cohibida pero su sonrisa de complacencia me obligó moralmente a devolvérsela esperando no ser grosera.

En cuando me senté, y antes de siquiera ponerme a pensar en ello comencé a hacerle preguntas al abuelo Swan, entre ellas la razón por la que mi padre y mi madre estaban en estados unidos cuando nací.

El, tranquilamente me explico que de hecho todos eran de allá, todos vivían allá, mi padre y mi madre se habían conocido en la universidad y al poco tiempo se habían casado. Ambos se fueron a vivir juntos, la familia Swan la aprobaba y no tuvieron ninguna objeción por ello.

- Renee se quedo embarazada y ambos muchachos eran más felices de lo que podía decirse con palabras – sus ojos brillaban tristemente – Renee entro en trabajo de parto antes de tiempo y la ingresaron a el Hospital Obstétrico de Forks, tenia buena fama, nunca había pasado nada, pero en esa única oportunidad una mujer, vestida de enfermera sustrajo a un bebe de la unidad. A ti. Luego desapareciste sin dejar rastro y ella también, emprendimos una búsqueda completa, de cada sitio de cada cosa, pero nunca logramos hallarte, nunca cejamos. Poco tiempo después, cuando Renee aun no había superado la depresión por tu perdida ella y Charlie decidieron hacer un viaje para alejarse de todo un poco, el viaje acabó en tragedia, en una curva de la carretera un auto trato de adelantarlos y tuvieron un accidente en el que ella murió. Nunca vi a mi Charlie sufrir como en ese momento, el tubo fracturas menores, no se lesiono la Columna ni nada parecido, pero psicológicamente quedo traumatizado y es por ello que ahora no camina. La búsqueda de nuestra nieta se prolongo durante años, creíamos que si la encontrábamos Charlie iba a poder volver a caminar, pero cada vez perdíamos mas las esperanzas, quince años después de lo ocurrido decidimos venirnos a vivir al otro continente, mis demás hijos se quedaban en América por sus empresas y trabajos, así que podían hacerse cargo de Charlie mientras nosotros nos alejábamos de la presión, compramos esta casa y el terreno y vivimos aquí desde entonces, pasando nuestra vejez solos.

- ¿y mis otros abuelos? - pregunte no muy segura de saber la respuesta.

-Renee no tenia familia, había salido de un orfanato, progresando y trabajando para pagarse sus estudios en la universidad, allí donde conoció a Charlie. Cuando él la trajo a la casa en América vimos que era una buena muchacha y no una caza fortunas que quería a Charlie solo por su dinero, su amor por él era sincero y era algo que podía apreciarse millares de distancia. Lloramos su muerte como si se nos hubiera ido otra hija.

Tenía más en común con mi madre de lo que creía, ambas habíamos estado en orfanatos.

- Nos recomendaron la Clínica St Thomas y allí residió Charlie, no podía viajar a vernos así que desde acá enviábamos todo lo necesario para él y su recuperación, con la ayuda de sus hermanos. Queríamos alejarnos del ambiente de tristeza y es por eso que vinimos aquí.

Mire hacia la casa nuevamente.

Luego el abuelo se dedico a contarme lo que hacían en la casa y a que se dedicaba, era economista como Edward, de ahí a que tuviera tanto dinero. Luego me conto de la abuela y su sutil talento para cocinar. Me estremecí pensando en que tal vez había heredado ese rasgo de ella, hacía mucho tiempo que no tocaba nada de una cocina, pero esperaba no haber perdido el talento irreparablemente. Con mi ayuda se puso de pie y juntos comenzamos a caminar hacia el ascensor que nos llevaría al segundo piso. Seguramente me llevaba con mi abuela y me sentía realmente emocionada. No me había hecho preguntas sobre mí, probablemente sabiendo que me sentiría incomoda al responderlas, sabía que aun no estaba lista para esa clase de intimidad.

El piso de arriba tenía en el ambiente un olor de vainillas que me parecía oler todo el tiempo en mí, mi abuelo aferraba mi mano mientras caminábamos por el que parecía un interminable pasillo, tan parecido al de la mansión de Edward. Se detuvo frente a la puerta más grande y toco.

- Adelante – dijo una voz juvenil, mi abuelo abrió la puerta y me hizo seguir ante él, en la habitación, con una cama para dos, había una enfermera, a ambos lados de la cama había dos balas de oxigeno, en uno de los lados de la cama había una mujer, de cabellos blancos, de espaldas a nosotros, pasándose un cepillo por el cabello, y la enfermera estabas sosteniendo un espejo frente a ella.

- debo estar bien…- decía la mujer de edad.

Luego súbitamente nuestras miradas se conectaron a través del espejo, me vi en esos ojos porque eran los míos, demasiado parecidos en forma y color. La mujer se dio media vuelta y se puso de pie con ayuda de la enfermera. Me miraba fijamente, evaluaba cada cosa de mí como habían hecho los demás y ya estaba comenzando a acostumbrarme, intente no parecer grosera al devolverle la mirada y preguntarme si cuando fuera abuela también luciría como ella.

- mi niña – dijo la anciana con voz ronca por la emoción,- mi preciosa niña –

Sonreí de lado mientras unas lágrimas tracione4ras se apoderaban de mí. Era curioso que solo con ella mi sensibilidad hubiera rebasado los límites, me había sentido desolada y feliz con mis tíos, me había sentido en la gloria con Charlie, pero con esta mujer…me parecía que podía ser mi madre no presente, como si lo fuera de verdad.

Extendió los brazos y no pude sino refugiarme en ellos mientras finalmente me ponía a llorar como la niña que ya no era.

- ¡por dios!,- decía ella entre sollozos, - tanto tiempo…y ahora estas aquí…cuando creímos haberte perdido para siempre.

Detrás de nosotras podía oír los sollozos silenciosos del abuelo, por fin, después de mucho tiempo de no sentir nada semejante, estaba en casa.

Un mes después

Cuando realmente disfrutas de algo, el tiempo se pasa demasiado rápido. Durante ese mes, desde que me di a conocer a la familia que había estado esperándome y a la que yo había estado esperando durante 19 años, conocí todo mi árbol genealógico, aprendí los nombres de mis primos, bisabuelos, los empleados de la casa, conocí cada recodo de esa casa que mis abuelos tenían y que tenía el calor de hogar que siempre busque. Conocí la empresa de mi abuelo, y lo mejor de todo, la mejoría de Charlie era tan notoria que el mes que seguía empezaría la terapia física para volver a caminar con pronósticos a corto y largo plazo bastante alentadores. La vida no podía ser mejor en esos momentos para mí, me sentía feliz por Charlie, feliz por todos…feliz por mí…pero no completamente.

En medio de toda mi felicidad, había algo que hacia la diferencia y estaba clavado tan profundamente en mi corazón como una espina en una rosa.

No era que el recuerdo entorpeciera mi tranquilidad, pero innegablemente influía en ella de manera alarmante. Porque aun en medio de cada matiz que estaba tomando mi vida mis recuerdos, mi memoria e incluso en gran medida mi cuerpo volvía al centro de todo….a Edward Cullen.

Era como si de alguna manera estuviera conectada a él y supiera que no se encontraba bien, lo cual me llenaba de una preocupación enorme, en mi carta le había dicho que le daría tiempo para pensar y bien cabía la posibilidad de que cambiara de opinión respecto a casarse conmigo, por eso no lo llame ni le envié nada de mi parte excepto mis pensamientos, para que fuera libre de decidir pero ahora, cada parte de mi lo extrañaba de una manera aterradora, urgente. Nada había cambiado respecto a mis sentimientos hacia el excepto que se hacían más intensos cada día.

Mi padre había notado mi deferencia, y me lo pregunto un día que nos encontrábamos juntos en el jardín.

- noto que no estás feliz en casa, Bella – me miraba intensamente y sentí que me sonrojaba, definitivamente esta era de las cosas que me daba vergüenza hablar con Charlie. Lo hubiera comentado con la abuela, todos de hecho en la familia sabían que era una chica casada y sabían quién era mi marido, había decidido que nunca se enteraran de lo que había pasado entre él y yo, las cosas oscuras de nuestra historia, creía que mis tíos lo sabían pero nunca dijeron nada ni me preguntaron nada más. La abuela al ser mujer tal vez comprendería mejor por lo que estaba pasando, pero se encontraba realizándose unas pruebas de esfuerzo en la ciudad, acompañada por mis tíos, nos encontrábamos solos en la casa.

- no…- quise decir que no pasaba nada pero sabía que él se daría cuenta de que estaba mintiendo y se sentiría mal así que sin darle preámbulos y esperando no morir de vergüenza en el intento le dije – extraño a mi esposo. Demasiado.

Charlie asintió con la cabeza y me levanto el mentón para que lo mirara, inclinándose hacia mí como si fuera una niña pequeña.

- no tienes nada de qué avergonzarte, el amor es un sentimiento apasionado y ustedes son jóvenes enamorados, eso se ve a simple vista. – la compasión en su mirada hizo aflorar lagrimas en mis ojos

- quería darle tiempo para que pensara bien las cosas, para que decidiera si quería quedarse conmigo…pero cada día que pasa siento que muero un poco, en medio de toda esta felicidad, esta que jamás creí poder tener…soy una desagradecida…- dije avergonzándome de mi propia fogosidad.

- te repito, no es algo de lo que tengas que avergonzarte…somos tu familia, pero a él lo conociste primero, nosotros te arrancamos de su lado sin pedir permiso y aunque quisiste complacernos, hay algo que no podemos cambiar, el hecho de que estés enamorada de él…- dijo afirmando con la cabeza

- así es. Cada día que pasa se hace más oscuro…tan lejano. – dije corroborando mi afirmación y mirando hacia la espesura del bosque detrás de nosotros para no tener que enfrentarme a su cálida inquisición.

-¿y tú?, ¿estarías dispuesta para él?- dijo Charlie después de un momento.

- no comprendo…- dije volviendo la mirada hacia él.

- el hecho de que estés aquí, con nosotros, no quiere decir que tengas que olvidarte de él. Ahora que te tenemos y te hemos tenido este tiempo, sabemos que existes y solo podemos pensar en tu felicidad. Y tu felicidad, aunque somos nosotros, también lo es el. – su voz estaba teñida de una compasión que pensé que no merecía.

- no quiero irme… pero quiero verle…quiero quedarme a su lado para siempre.- confesé mi verdad, seguía sintiéndome avergonzada por los deseos de mi corazón y, porque no decirlo, de mi cuerpo.

- siempre existe la palabra "visita". – dijo Charlie abriendo mucho los ojos y haciéndome sonreír.

Mire la expresión que me invitaba a ser impulsiva nuevamente, como cuando lo abandone todo por seguir a Edward, como cuando abandone a Edward por seguir a mi padre, como ahora quería abandonarlo todo para estar con el de vuelta.

Me puse de pie y le bese la frente sonoramente, sintiéndome llenar de una energía casi explosiva que Charlie, por supuesto, noto. Mirándome confianzudamente se inclino hacia delante y me dijo en voz de susurro.

- Llevame a mi habitación, te hare un regalo especial.

Lleve la silla de ruedas por el patio casi como en una carrera, subimos el ascensor rápidamente, Charlie reía a carcajadas por la velocidad a la que lo llevaba, se aferraba a la silla y parecía ser un crio disfrutando de la velocidad.

Llegamos al frente de su puerta y abrí entrando los dos rápidamente.

- en el buro - dijo señalándolo

Abrí el cajón, en el estaban todos los documentos legales que habían sido necesarios para mi llegada y estadía acá, mi pasaporte, documento de identificación. Y unas libras esterlinas fuertemente enrolladas en un manojo. Mis tíos y sus contactos eran realmente efectivos, no sabía cómo habían hecho para tener estos documentos míos aquí, pero se los agradecía enormemente, no sabía cómo pilotar una avioneta y no se me ocurría que mas hacer para viajar lo más pronto posible.

Mire a Charlie y sonreí.

- Un regalo de tu padre. Creo que tendré que poner la cara por tu ausencia. – dijo fingiendo una cara de preocupación.

Sabía que me iba a escapar, sabía que partiría inmediatamente hacia América, hacia Forks, para encontrar a Edward.

- no tendrás oportunidad de perderte, hay dinero suficiente para que compres un tiquete, al lado de la sala de migración hay una casa de cambio en donde podrás cambiar las libras por dólares.

Aun no podía creer que estuviera haciendo esto, me había enloquecido completamente.

Lleve a Charlie corriendo hacia mi habitación y comencé a sacar mi ropa como loca para ponerla encima de la cama.

El me ayudo a doblarlo todo y meterlo ordenadamente en una maleta, hablábamos entre susurros riendo de nuestra descarada manera de hacer planes.

Bajamos silenciosamente y me acompaño a la puerta principal, aferre mi maleta y me di la vuelta para despedirme, un taxi que habíamos llamado en medio de nuestras prisas esperaba pacientemente a que lo abordara.

- Gracias – dije, no se me ocurría otra palabra para expresar lo que sentía en esos momentos. – volveré, lo prometo, hare que Edward me traiga.

-lo sé, de otro modo no te dejaría marchar y estarías encerrada bajo llave.

Sonreí y me incline para abrazarlo.

- te veré pronto papa – dije besándole la frente cariñosamente

- ten mucho cuidado, y mucha suerte hija - Dijo el acariciándome el cabello. Charlie justificaría mi partida, esperaba que no le fueran a armar problema por lo que estábamos haciendo.

Pedí al taxista que me llevara al aeropuerto, Charlie se despedía desde la entrada.

Horas después

La emoción no me había dejado comer, solo dormir. Nada. Por cada minuto que pasaba me decía a mi misma que pronto vería a Edward y eso hizo la espera más llevadera.

Para cuando arribamos al aeropuerto, mi corazón parecía a punto de salir del pecho. Era de noche así que me sentí un poco temerosa de andar por ahí, pero mi propósito parecía hacer superar cualquier miedo que pudiera atravesárseme, así que aborde otro taxi, con equipaje en mano y le di la dirección de la casa de Edward.

Cuando el taxi se estaciono frente a la mansión, tan conocida, tan recordada, parecía que la boca se me había secado.

Pague lo que tenía que pagar y con maleta en mano me detuve frente a la puerta de rejas que se encontraba cerrada. Presione el timbre.

No sabía que me esperaba, no sabía qué pensaría Victoria ni Laurent al verme aquí. Podrían no saber por lo que había pasado y seguir pensando lo peor de mi. Mire incómodamente mi dedo mientras presionaba el timbre una vez más.

- ¿Si? – dijo una voz oscura y dramáticamente seria.

-Ehh – dije, sentía nervios y me sentía estúpida por ello, no podía cejar en mi intento por ver a Edward nuevamente, si debía pasar por encima de los que me odiaban, bienvenidos fueran – soy Isabella…necesito ver a Edward.

La bocina al otro lado se quedo en silencio, espere minutos, pensando en comenzar a gritar el nombre de Edward pero súbitamente la reja, con su sistema automático, se abrió para darme paso.

Camine sobre el empedrado que recordaba bien, al frente de la fuente se hallaba estacionado el auto de Edward, el deportivo y el Volvo. Reconocí la marca porque era casi igual al auto que tenía el tío Adam para la oficina (y por que rezaba VOLVO en la parte trasera tal como el de Edward).

Llegue ante la puerta principal con el corazón latiéndome en la garganta, levante mi mano y percibí que estaba temblando, presione el timbre victoriano y supe que había resonado en toda la casa.

Espere y pensé en irme demasiadas veces pero luego escuche los pasos que se acercaban y abrían la puerta, en el rellano se encontraba Victoria, detrás de ella estaba Laurent y ambos me miraban con distintos matices de sorpresa.

- Señora…- dijo Victoria haciendo una inclinación como si yo fuera de la realeza – no sabe cuánto me alegro de que este aquí. – su voz así lo atestiguaba.

Recordé la última vez que la había visto y lo que había pasado, ella, parada en esa misma puerta negándose a dejarme entrar y con mis maletas al frente esperando que las tomara, por la expresión de su rostro sabia que ella también lo recordaba bien pero en su expresión había arrepentimiento, el cual pude percibir sin ningún problema. Laurent por otro lado seguía teniendo su ceño fruncido pero no me miraba como antes, eso si podía decirlo, había en su rostro una expresión de resignación mezclada con… ¿alivio?

- Buenas Noches – salude a ambos sonriendo levemente para dar a entender que no guardaba rencor, después de todo eran los leales sirvientes de Edward.

- por favor siga – dijo ella haciéndose a un lado.

La casa seguía siendo la misma que recordaba, grande, ostentosa y ordenada, espere no notarme demasiado ansiosa por subir hacia el pasillo del segundo piso en pos de la habitación de Edward.

- qué bueno que ha vuelto – dijo Victoria detrás de mí, cuando me di la vuelta para mirarla vi que una expresión de preocupación circundaba su rostro, no pude callarme antes de preguntar.

- ¿sucede algo?- aunque hice lo posible por qué no lo hiciera, mi voz sonó bastante preocupada.

- pues…ya que lo menciona, tiene que ver con el señor.

Un acceso de pánico me inundo por completo pero trate de reprimirlo preguntándole.

- ¿que le pasa? –

- no se encuentra muy bien. – miro a Laurent y le pidió en voz baja que fuera al despacho del señor a ver si aun estaba ahí, quise seguirlo pero Victoria me retuvo. – no creo que esté en condiciones de verla ahora.

Aun no entendía que quería decir con eso, pero ella me indico que la siguiera hacia la cocina, así lo hice, me ofreció una de las sillas y ella se sentó en la otra, comenzó a relatarme lo que había sucedido desde hacía un mes con la vida de Edward.

Cuando termino sentía ganas de llorar, jamás se me hubiera cruzado por la cabeza que él estuviera sufriendo así, si, es cierto que me había dicho que me amaba, pero no creí que mi ausencia pudiera ser la causa de todo lo que Victoria me contaba.

- Dios bendiga al señor James, ha estado a la cabeza de todos los negocios del señor. Es de confianza y el señor Cullen sabe que puede contar con él, lo delego para todas las funciones importantes.

Eso no estaba bien, Edward no podía abandonar sus empresas de esa manera….pero al parecer eso era lo que había hecho. Suspire pesadamente mientras me frotaba las sienes, un incomodo dolor de cabeza se había apoderado de mi. Me sentía culpable, tonta e inmadura. Me levante lentamente.

-esto es mi culpa…debo verle ahora – Victoria sonrió mirándome comprensivamente.

- estaba en su despacho bebiendo, lo más probable es que haya subido a su habitación y este allá demasiado inconsciente, lo suficiente para no reconocerla.

Estaría ebrio, sabía lo que el alcohol podía hacer con Edward, así que asintiendo me senté y la mire.

- debo verlo – dijo después de un silencioso momento.

- en la mañana se encontrara mejor, puede subir a verlo si Laurent se cerciora de que está en su habitación.

-Mis cosas…- dije señalándolas-.

- no se preocupe, las acomodare en el cuarto del señor en la mañana. Suba a su habitación, el señor pidió expresamente que se mantuviera limpia pero tal y como usted la dejo.

Tanto tiempo desde aquello…

Laurent entro y nos dijo que el señor había subido a su habitación y que se hallaba dormido allá.

Subí las escaleras despidiéndome de ellos y camine lentamente hacia la habitación de él.

Cuando entre el olor a alcohol penetro por mi nariz, sentí un poco de nauseas pero mis ojos inmediatamente comenzaron a buscarlo a él. Estaba tirado de cualquier manera en la cama y respiraba profundamente, la barba de varios días poblaba su rostro, pero ni siquiera por eso se venía menos atractivo de lo que era. Su ropa estaba arrugada y en su rostro se podían ver varios días sin dormir. Me acerque sigilosamente y me senté a un lado, mi mano, sin poder evitarlo, se acerco y le toco la frente.

- lo siento - murmure para los dos, yo le había perdonado todo, podía decirlo con certeza, ahora el tenia que perdonarme a mí el haberlo convertido en esto.

Apreté fuertemente los ojos luchando contra el impulso de zarandearlo y hacerle saber de una vez que estaba ahí, pero me contuve, necesitaba descansar. Me levante enviándome un beso imaginario y Salí en dirección a mi habitación.

Ya que había dormido en el avión no me tomo el sueño y me quede mirando hacia la noche o lo que quedaba de ella. Tome el teléfono y marque el largo número que debía para llamar a Londres.

Molly fue quien levanto la bocina.

-Casa Swan? –

- Hola Molly, soy Bella.

Molly se quedo en silencio y luego comenzó a reír.

- Vaya, señorita, pensábamos que había desaparecido para siempre, el señor Charles estaba demasiado preocupado.

- tuve que volver de improviso…¿cómo están todos? – pregunte ansiosamente.

-bien, considerando que en el momento en que volvieron del hospital con la señora Swan y descubrieron que usted se había ido se armo el alboroto del siglo.

- lo sé…lo siento pero…tenia que hacer esto.

- no tiene nada de qué preocuparse, sus tíos estaban reacios al principio pero después de una bonita charla con su padre y sus abuelos desistieron de la hostilidad.

Mis tíos eran bastante sobreprotectores, parecían bastante preocupados de que algo similar a lo ocurrido 19 años atrás, pero había crecido, y aparte de ellos tenía a otras personas cuidando de mi, Edward entre ellas.

Le pedí a Molly que saludara a todos de mi parte y que les dijera que me encontraba bien, ella riendo por la línea dijo que no me preocupara, que lo dejara todo en sus manos.

Corte la línea y me senté en uno de los sillones a mirar hacia la ventana.

Eran casi las seis de la mañana cuando me removí en esa silla y estirando mis huesos me dirigí hacia el guardarropa.

Tal como lo había dicho Victoria, estaba como lo había dejado, suponía que aquella maleta que estaba al lado de la mía cuando me marche contenía esta ropa que estaba acomodada acá, elegí un vestido de color blanco y una ropa interior nada convencional, me metí al baño y me di una ducha rápida.

Cuando estuve lista camine hacia la habitación de Edward.

Al entrar me percaté de que aun estaba dormido por lo que me dirigí hacia el balcón para esperar a que se despertara y hacerle saber de mi presencia.

Debía admitir que me sentía realmente violenta por hacer esto, nunca me hubiera imaginado en ningún momento "buscando" a Edward.

Sentía una excitación en el pecho nada propia de una mujer decente y me importaba poco, estar donde estuve me había dado la fuerza suficiente, tal vez no la confianza necesaria, pero si la fuerza para intentar ir tras mi felicidad, ya tenía la mitad de la completa felicidad, ahora hacía falta mi otra mitad para compensarla. Faltaba él, el hombre al que amaba, a quien había perdonado y quien, a pesar de todo, había salvado mi vida.

Algo dentro de mi me decía que estaba haciendo bien perdonando a Edward, no quería pecar de ilusoria pero sentía casi a mis hijos pidiéndome que diera una segunda oportunidad a su padre, incluso sentía dentro de mí la fuerza y la presencia de Emmerald, y ella estaba de acuerdo con esto.

Me senté en una de las sillas blancas que estaban en el balcón. Desde allí el sol empezaba a despuntar dando una imponente vista. Me concentre en ello, en los sonidos que manaban de la naturaleza a mí alrededor….en nada.

No supe por cuánto tiempo permanecí soñando despierta, me puse de pie y me asome por el balcón para sentir la brisa de la mañana, acompañada por los rayos del sol que le daban un toque de calor como no podía ser en la casa de Londres.

Escuche que tras de mí se abrían las puertas del balcón. Me quede quieta esperando oír su voz, sabia por el repentino silencio que debió haberse percatado de mi presencia.

Me di la vuelta lentamente cuando se hizo casi obvio que él no iba a realizar el primer movimiento, seguramente no esperaba encontrarme ahí.

Cuando estuve completamente frente a él mire su rostro contraído por la sorpresa, había tal expresión de incredulidad en su rostro que casi hago una mueca de disgusto…

Sonreí lentamente mientras la emoción de verle nuevamente después de ese mes se apoderaba de mí.

- Bella – murmuro el roncamente y sentí que se me contraía el vientre, sus ojos ardían, como siempre, parecía tener ese efecto en él y me sentía placenteramente orgullosa.

Avanzo rápidamente hacia mí y desee que volara, aparto la mesa que se encontraba frente a la silla donde me había sentado y fui presa de sus brazos unos segundos más tarde.

Mi felicidad era tal que comencé a llorar silenciosamente, tenía la mejilla apoyada contra la cálida y húmeda piel de su pecho, el se removió un poco y supe que se había dado cuenta de mi llanto. Sus brazos se cerraron sobre mí con más fuerza y suspire rápidamente al sentirme un poco asfixiada pero no se movió y yo tampoco quería que lo hiciera. Cuando aflojo un poco la presión me separe un poco para mirarle el rostro, tan diferente de cómo lo había visto en la noche, con las mismas ojeras y expresión de preocupación, pero no con las secuelas de estar bebido.

- Espero que la vacante para ser tu esposa aun este libre.- murmure mirándolo a los ojos y sonriendo.

- Nunca estuvo vacante – me dijo él, sus manos acunaron mi cara. – es un empleo para toda la vida… y es solo tuyo. – suspire cómodamente.

- me alegro – dije, luego lo impulse a besarme, mis labios habían extrañado los de el de manera obsesiva, cada contacto era bienvenido así fuera un beso una caricia, una relación sexual.

El beso estaba cargado de promesas y puse mi alma en el. Sus manos me acariciaron lentamente hasta empujarme nuevamente hacia su cuerpo, gemí ante el intimo contacto, conocía esta parte del temperamento de Edward, entre más cerca, mejor.

Sus manos me tocaron los muslos subiendo el vestido lo suficiente para apretarme contra él y darme la señal de que podía treparlo sin restricciones y fue exactamente lo que hice, enrede mis piernas en sus caderas y estuvimos aun más cerca si es que eso era posible.

El comenzó a moverse, con los ojos cerrados imagine que me llevaba hacia la habitación, planeaba tomarme en su cama y estaba de acuerdo, lo echaba de menos, extrañaba su manera de tocarme, de amarme…

Me apoye en sus hombros tensos esperando no ser demasiado pesada para sus brazos, aproveche para volver a archivar en mi memoria la forma de su espalda y de sus músculos.

- Bella…- susurro el contra mis irritados labios, su halito cálido me hizo temblar, sus ojos permanecían cerrados y su frente se apoyaba contra la mía mientras ambos respirábamos agitados...- te necesito…te necesito tanto….

Sabia de que manera me necesitaba, mi confianza en el había vuelto a renacer, el me amaba, y amaba también la parte física de nuestro amor, y yo, con mi pasado, amaba solamente estar con él, solo con él. La decisión estaba en mis manos y no me podía sentirme más feliz de tomarla, había llegado la hora en la que debía dejar atrás mi antigua vida, esa de sufrimientos y desazón para tomar con mis propias manos a mi familia y a mi marido.

Asentí esperando ser lo suficientemente clara, con movimientos agiles, como los de un felino a la caza se desnudo completamente no sin antes haberme dejado en el piso, estudie su cuerpo sin timidez reconociendo cada parte de él, como lo consideraba de mi propiedad, y como estaba diseñado para hacer a una mujer feliz, para hacerme a mi feliz. Dio un paso hacia mí y ambos caímos suavemente hacia la cama, el encima mío apoyándose para no aplastarme. Comenzó a desatar los botones del vestido que portaba, tan sencillo pero que el parecía disfrutar enormemente.

Luego sentí sus labios en mi sensible cuello, intentábamos no apartar la mirada del otro mientras seguía descubriendo más y más de mi piel. Luego corto el contacto para trazar una húmeda línea con su lengua desde la base de mi cuello pasando por entre mis senos hasta detenerse en el ombligo, temblé ante la erótica sensación mientras seguía marcándome en camino descendente. Se detuvo allí donde tenía la cicatriz de la cesárea y súbitamente se detuvo.

- - ¿Edward…?- aun tenia rastro de inseguridades en mi, sentía que esa cicatriz era algo que me hacia diferente ante sus ojos, temí que por ella ya no me deseara. Luego su ardiente lengua trazo la cicatriz haciéndome estremecer casi hasta el punto de las cosquillas, apoye la cabeza en la cama incapaz de mirarlo hacer eso sin desmoronarme de placer. Sus manos rozaron mis caderas mientras el vestido pasaba por ahí retirando lentamente la ropa interior que había usado esa mañana. Ahora sentí un poco de frio cuando finalmente quede en el mismo estado que él. Desnuda y dolorosamente excitada.

- - Mi Bella…- susurro calentándome la piel de los muslos y besándolos lentamente cada roce de sus labios era como una oración hacia el cielo, como una caricia de una pluma, sus manos me tocaban lentamente, me alentaban a recibirlo, a abrir mi cuerpo nuevamente para que él lo tomara y lo amara – te amo – su halito rozo la piel desnuda de mi sexo y una placentera sensación subió por todo mi cuerpo, luego cuando lo sentí allí, probándome todo se desvaneció en una bruma de éxtasis seguido, parecía adorar cada recoveco de mi intimidad como si no fuera a hacerlo nuevamente, quería pedirle que parara, era una caricia demasiado intima, pero me calle ante el placer, el placer que hacia sucumbir al más fuerte, y mataba lentamente al más débil, lo llevaba a la muerte…a la pequeña muerte.

Sentía mi garganta arder con cada gemido que me arrancaba su lengua acariciándome, temblaba cada vez que me rozaba y casi lloraba por llegar al final, a ese único final que él y solo él me había mostrado alguna vez.

Estallaba sin previo aviso llenándome de calor y de suspiros, lo sentía en cada parte de mi cuerpo como si estuviera pegado a mí, aferraba su cabello esperando no hacerle daño en medio de la pasión.

- Edward….- dije una y otra vez perdiéndome en esa sensación nunca olvidada.

-Lo siento…- dijo él mientras los espasmos se hacían cada vez más lentos – perdóname, por todo, por haberte privado de la felicidad, por no tener a nuestros hijos aquí, por ser un imbécil y no saber valorar lo que tuve frente a mi…por no haberte dado todo lo que te merecías – cada una de esas frases se detenía cuando me besaba el vientre una y otra vez, y perdonaba cada una de sus acciones confiando en el otra vez, abriendo mi corazón una vez más.

Luego todo dejo de tener sentido cuando entro en mi cuerpo y comenzó a moverse lentamente, llenando de placer cada parte de mí, me abrazaba desesperadamente mientras se movía contra mí, sus caderas enterrándose entre mis piernas y el roce de su piel haciéndome casi gritar. Encajábamos de una manera perfecta, cada poro de mi piel clamaba por el placer que estaba recibiendo, el placer del alma, del espíritu.

Sentí el orgasmo acercarse una vez más, me sorprendía ser capaz de sentirlo nuevamente cuando hacía poco había tenido uno, no me importó y deje que la sensación comenzara a invadirme al mismo tiempo que la esencia de Edward.

Fui consciente de que se quedaba sin fuerzas y apoyaba su cuerpo delicadamente sobre el mío, con la cabeza contra mi esternón, el se estremecía con su propio clímax y gruñía bajamente.

Pasaron unos minutos hasta que finalmente cada recupero su propia cadencia de respiración, el se levanto apoyando los codos a ambos lados de mi cuerpo.

- Isabella Swan…- Hacia tiempo que no me llamaba por mi nombre completo, tenía una expresión demasiado solemne en su rostro, lo mire fijamente mientras él seguía estando dentro de mi - ¿me harías el extraordinario honor de ser mi esposa? –

La diferencia con la primera proposición de matrimonio que me hizo era demasiado notable, pero no por ello tuvo menos efecto en mi, el corazón comenzó a palpitarme violentamente mientras la alegría me bañaba como un cálido chorro de agua, sentí que los ojos se me llenaban de lagrimas y comenzaban a manar de ellos, me incline hacia arriba para poder besarlo en la frente mientras le respondía con la única respuesta que podía.

- Si…- lo acaricie como a un hijo y su cabeza volvió a descansar sobre mi pecho mientras de sus labios escapaba un masculino sonido de alivio. Luego decidí jugar un poco con el - pero no sé como podernos casarnos de nuevo si se supone que ya lo estamos.

El se movió un poco de manera que su boca quedo sobre mi seno izquierdo, comenzó a besarme el pezón lentamente.

- - por la iglesia…- susurro contra mi piel caliente y plena de sensación – como debió ser desde el principio…

Me imagine como una princesa, con un vestido enorme, largo, blanco y hermoso, con una catedral también enorme y con muchas personas, adornada primorosamente, un sacerdote…la presencia de Dios….era demasiado para soñarlo.

- -¿con un vestido blanco?- mi propia boca manifestó mis deseos –con velas…sacerdote y… ¿de verdad? – pregunte una última vez pensando que tal vez estaba explayándome demasiado.

- - sí, mi amor…- sentí que las mejillas se me llenaban de color cuando uso ese apelativo, su amor….sí, eso era. - como la boda que debimos tener….como la boda que te mereces.

Sonreí sin poder evitarlo, así pareciera frívola, supuse que era el sueño de cualquier mujer tener una boda de cuento, debía hacer a un lado los recuerdos de mi primera boda por lo civil y lo que había pasado después, sentí sueño, ahora el cuerpo me cobraba lo que no había dormido en la noche, parecía haber invertido mis horarios de sueño en esa ocasión, me quede dormida sin saber realmente en qué momento ni como.

Cuando desperté sentí sobre mí una sabana gruesa que daba calor a mi cuerpo desnudo, abrí los ojos y los cerré para quitarme de encima los últimos rescoldos de sueño, los frote suavemente y deslice la mano a mi lado esperando encontrar a Edward ahí, pero no estaba.

Me incorpore lentamente y vi que el vestido no estaba en el piso, donde lo había visto la ultima vez, sino apoyado suavemente sobre una silla, el sol se desvanecía lentamente lo cual me hizo pensar que era de avanzada tarde, mire hacia el buró y vi que el reloj marcaba las 16:30.

Mire por toda la habitación pero se hacía evidente que Edward no estaba en ella. Agarre la sabana y me envolví con ella el cuerpo, Salí de la cama admirando a la luz de la tarde la espaciosa y ordenada habitación de Edward, tal como lo había visto antes, muchos libros y CD's de música, me acerque un poco mas y en ese momento se abrió la puerta.

Edward entro por ella, y se quedo en el umbral mirándome fijamente. Yo lo mire y sonreí de lado.

- pensé que te habías ido. – dije mordiéndome el labio.

- me fui – dijo el cerrando la puerta tras de el – pero volví mas pronto de lo esperado, iba subir a despertarte.

- llegaste tarde – dije caminando hacia él. Cuando estuve frente a frente me empine y le di un beso corto como saludo.

El se inclino hacia mí y me beso con un poco mas de fuerza.

- vístete, vamos a ir a cenar – dijo en voz baja cuando nos separamos. Asentí mientras me daba la vuelta y caminaba hacia el baño de su propia habitación.

Sabía que me seguiría, sabía que me haría el amor en la ducha, sentía sus pasos tras de mí y lo vi reflejado en el espejo de su baño mientras apartaba de mi cuerpo la sabana.

Recordé como un mes antes habíamos compartido un baño similar, pero en esta ocasión hicimos el amor, bajo el agua escuchaba su respiración entrecortada, sentía sus dedos sobre mi cuerpo, sentía su aliento en mi frente, su cuerpo contra el mío, su voz enronquecida y estremecida por el deseo.

Cuando termino todo, y tal como esa vez, me seco, me mimo y me ayudo a seleccionar un precioso vestido de la ropa que Victoria había ordenado en esa habitación mientras yo dormía.

Cuando estaba cepillándome frente al espejo él se hizo detrás de mí y me miro a través de él.

- estas hermosa…tanto o más que antes. - me beso el hombro que el vestido de color azul oscuro dejaba al descubierto. –

- Gracias – susurre tomando la mano que estaba en mi cintura y llevándola a mis labios para besarla.

- tengo algo para ti – dijo moviendo su otra mano en el bolsillo del pantalón, me di la vuelta para ver que era.

Era la típica caja de joyería, yo lo mire sonriendo y la abrí lentamente para ver en ella un precioso anillo de rubíes y diamantes, un anillo de compromiso.

- me fui por él. Lo adquirí pensando en ti, no en una transacción, o en tener el dinero que te corresponde, lo compre porque pensé en tu pasión, en tu corazón y en tu valor, y con el quiero pedirte ahora, una vez más, pero genuinamente, que seas mi esposa, mi compañera para toda la vida, la madre de mis hijos…la dueña de mi alma. – dijo poniéndose de rodillas. Yo lo miraba de rodillas anonadada y pensando inevitablemente en cuan diferente era esto de la primera vez que lo hicimos. Cuando me pidió matrimonio casi obligándome y al cual cedí solamente por los sentimientos que albergaba hacia él. Silenciosamente tomándolo de las manos le pedí que volviera a ponerse en pie mientras sentía que las hermosas palabras hacían que se me llenaran los ojos de lágrimas.

El saco la sortija de la cajita y tomándome de la mano delicadamente me puso el anillo en la mano izquierda. Me beso los nudillos y luego lo abrace.

- te espero abajo. – me dijo separándose de mi después de un momento y dándome un beso en la nariz para después salir de la habitación.

Suspire y mire mi mano en donde ese anillo brillaba especialmente. Ni en mis sueños más locos me imagine que algo así podría pasar, y aquí estaba…siendo feliz.

Me volví hacia el espejo y comencé a cepillarme nuevamente.

Estaba mirándome distraídamente, cuando un destello de color rojo llamo mi atención entre los libros de la estantería detrás de mí, un rojo particularmente conocido. Deje el cepillo a un lado y me volví para encararlo de frente, di los pasos que faltaban para llegar a la estantería y confirme mis sospechas cuando tuve entre mis manos el diario rojo en donde había consignado mis memorias mientras estaba con Edward, un diario que, en medio del dolor y la desesperación de los meses anteriores, había dejado abandonado en esa casa, un diario que él había encontrado.

Lo abrí lentamente sintiendo como si el tiempo retrocediera y estuviera abriéndolo para consignar en el algo de lo que me había pasado. Mi duda residía en la razón por la que Edward lo tenía y en si debía sentirme enfadada, avergonzada o algo más.

Leí un poco de lo que habia en el dándome cuenta de que no me afectaba leer sobre lo que había escrito respecto a mis sentimientos por Edward. Nada había cambiado excepto tal vez yo, un poco, y para bien.

Seguramente Edward había leído esto y me preguntaba que había concluido después de leer sobre mi fiera adoración por él. Lo cerré nuevamente y lo puse en su sitio.

- ¿Bella…? – la puerta volvió a abrirse y el volvió a entrar, parecía que me había tomado más tiempo del que creía leer mis escritos, la mano aun la tenía en el diario y la aparte lentamente cuando me di la vuelta para mirarlo.

La mirada del paso por encima de mí ardientemente para luego posarse en donde mis manos habían estado antes.

La expresión de su rostro se volvió inescrutable, como si le hubiera descubierto algo personal, cuando técnicamente había sido él quien había violado mi privacidad.

Pero por más que hice un pequeño esfuerzo por enfadarme no lo hice, el dio los pasos que nos separaban, parecía, por la mirada preocupada que tenia, que temía que me enfadara.

- lo siento…- dijo cuando estuvo más cerca – se que no debí hacerlo, pero de alguna manera me ayudo a permanecer cuerdo…y a darme cuenta de cuánto daño te hice sin proponérmelo. Saber que habías escrito todo lo que escribiste fue como…como tener una atadura a este mundo…como saber que estabas viva aunque fuera por medio de esas tristes palabras.

Lo mire fijamente mientras la garganta se me cerraba, la intensidad de sus ojos no podía ser fingida y de alguna manera agradecía que sintiera eso tal hermoso por algo que yo había hecho.

Me acerque más y le tome de la mano.

- no estoy enfadada – dije para que dejara de fruncir el ceño con preocupación. – solo... ¿sorprendida? – aun no sabía si esa era la palabra correcta para lo que sentía, aunque no creía que estuviera sintiendo nada en particular – lo mire y recordé muchas cosas…pero – dije al ver que volvía a verse mal – creo que es hora de dejarlo todo atrás…de vivir la vida, la segunda oportunidad de vida que me han dado…contigo…la persona que a fin de cuentas salvo esa vida –

Lo abrace y él me abrazo de vuelta como si aun no pudiera creer lo que le había dicho, sonreí pensando en que en ese momento tenia la sensibilidad de un niño de tres años y que se alteraría por cualquier cosa negativa que le dijera.

Cuando me separe el me tomo de la mano y me condujo fuera de la habitación a darme la sorpresa que había dicho que tenia para mí.

Bajamos las escaleras con su brazo protectoramente en mi cintura y despacio para no caernos, ya era prácticamente de noche así que las luces de las lámparas antiguas hacían brillar el estar de una manera especial. Dijo a Laurent que él iba a conducir esta noche y se despidió de Victoria, yo hice lo mismo y me pareció ver que ambos, Victoria y Laurent, nos miraban con aprobación. Prometía ser una velada hermosa.

Y en realidad lo fue.

Cenamos en un restaurante que no había conocido nunca, hablamos de muchas cosas, el me hablo de sus proyectos a futuro y me pregunto muchas cosas sobre mí, sobre lo que pensaba hacer y lo que planeaba siempre que él estuviera implicado.

Realmente conocí mas de Edward en esa cena de lo que creí, incluso me hablo de sus padres y de cómo, de alguna manera yo le recordaba a su madre, me hablo de cómo había sido su infancia, adolescencia y adultez antes de conocerme, también me pregunto por las amigas que había tenido que lo que había hecho cuando era pequeña. Esa parte de la conversación no se extendió demasiado, no porque no confiara en él ni nada parecido sino porque no había mucho que contar y era un episodio que, a excepción de Emmerald, no quería recordar.

Me conto que Alice le había ayudado indirectamente a escucharla y que estaba pronta a regresar del último viaje que hizo para planear su boda con Jasper, recordé con remordimientos como le había olvidado de Alice pensando solo en mi y en lo que pudiera pasar con Edward pero el me dijo que había hablado y que estaba sinceramente feliz de que pudiéramos estar juntos de nuevo.

- me alegro de que se case con Jasper, es un buen hombre – dije pensando en aquellos dos jóvenes amantes.

- si yo también…también he hablado con Jacob…se encuentra en Venecia con Leah…pero vendrá para la boda – dijo el mirándome fijamente.

- me alegro también por él, fue un buen muchacho y me libro de una terrible experiencia, siempre le estaré agradecida – dije recordando cosas repentinamente…

- yo también – dijo él, continuaba mirándome a través de la vela – sentí mucho no haber podido ver la relación que los unía desde el principio y...haber hecho lo que hice…pero estas aquí conmigo, es lo que mas importa. – dijo el leyendo mi expresión pensativa correctamente.

- Lo sé – dije yo acariciando sus nudillos.

Luego la conversación se hizo más amena y menciono la cuenta bancaria que estaba a mi nombre y en donde había depositado todos los activos que su padre me había heredado y lo que el había estado depositando allí como me correspondía por ser su esposa.

- no tengo idea de cómo manejarlo – dije dejando la taza de café negro a un lado después de haber terminado de cenar – deberías seguirlo administrando.

- quiero que lo tengas presente en caso de que llegues a necesitar algo.

- todo lo que necesito y quiero esta frente a mí, y en Londres.

Sonrió. Estaba algo agotada así que apenas terminamos de hablar nos dirigimos hacia la casa nuevamente. Pedí prestado el móvil a Edward para llamar nuevamente a mi padre.

- me alegro que te encuentres bien, hija – dijo él, cuando le conté, intentando no pormenorizar demasiado, lo que había acontecido desde que había regresado y que me encontraba bien para que le trasmitiera mis saludos a la abuela y a los tíos. Los había mandado con Molly pero me gustaba más que mi padre fuera el que llevara mi recado. Su voz incluso se escuchaba más sana.

- nos vamos a casar por la iglesia, papa, quiero que vengan todos… ¿crees que sea posible? – dije después de un momento pensando en un viaje de esas magnitudes, me había emocionado en demasía.

- por supuesto que es posible, siempre y cuando nos den tiempo de ir, ¿cuando es? – dijo el alegremente.

- eeehh! – bueno, no le había preguntado esa parte a Edward, me volví y lo mire mientras conducía.

-papa quiere saber cuándo es la boda – dije después de suspirar un momento-

-una semana – contesto Edward rápidamente, tan rápidamente como estaba conduciendo...

- Una se…- iba a repetir lo que había escuchado pero luego en mi mente se proceso la frase. Me quede callada cuando escuche eso, seguramente no esperaba organizar toda una boda en ese corto lapso de tiempo… ¿o sí? - ¿es…estas seguro? – dije después de unos momentos.

- completamente…- dijo el asintiendo sin apartar la vista de la carretera.

- una semana, papa – dije finalmente volviéndome a poner el móvil en la oreja, seguía pensando que era demasiado poco tiempo.

-vaya…no pierde el tiempo ¿verdad? – dijo mi padre riendo al otro lado de la línea – me parece perfecto, el tiempo suficiente para darte una sorpresa que te tengo, que tengo para todos.

No podía imaginarme que sorpresa era pero preferí dejarlo estar.

- no te preocupes, les contarte a todos y planearemos nuestro viaje.

-No sabes cuánto lo aprecio, papa… estaré esperando ansiosa.

Cuando corto la comunicación mire a Edward nuevamente, tenía una expresión compasiva en su rostro.

- Edward… ¿por qué? – sabia que el adivinaría que era lo que quería preguntarle

- no quiero que cambies de opinión… ni quiero que nadie tenga la oportunidad de intervenir.

- ¿estás seguro?- volví a preguntarle.

- más que nunca, no debes preocuparte…todo estará listo para entonces. Mañana mismo vendrá Madame a tomarte las medidas. Arreglara cualquier vestido que escojas.

En ese campo, en donde quería tenerlo todo bajo control, no había cambiado nada. Sonreí pensando que esa semana me daría la razón respecto a que una boda no podía planearse de esa manera tan rápida.

Estaba bastante equivocada.

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