Dark Chat

domingo, 13 de marzo de 2011

Corazon de Hierro

Cap. 5 Un dios del sexo


Así como nada habían pasado dos semanas desde que empecé a trabajar con Edward Cullen, no puedo decir que son las dos semanas más felices de mi vida, pero bueno… por lo menos ya lo aguantaba mejor. En casa las cosas marchaban excelentes, con Carmen por un mes en la cárcel estabamos en la gloria, mi padre y hermana estaban tranquilos y felices, se alimentaban, podían dormir todo lo que quisieran y lo mejor es que de nuevo podía escuchar sus risas. Pero por las noches las cosas eran diferentes, un maldito insomnio me estaba atacando, mi cabeza estaba llena de preocupaciones, Carmen, mi trabajo, mi familia, ¿Qué pasaría cuando Carmen volviera? ¿Seguiríamos teniendo paz? No lo creía, tenía que apresurar las cosas, si ella regresaba tendría que pedir un adelanto y sacar a mi familia de ésta casa cuanto antes.

—Buenos días —saludé a Margarite, otra de la decena de mucamas que había en ésta casa.

—Buenos días señorita Swan —me saludó como siempre—. El Señor Cullen no está en su habitación.

—¿Ah sí? ¿Pero donde está?

—En la biblioteca.

—Entonces iré por él —le dije con cierta autoridad.

—Pero señorita Swan —me llamó—. El señor pidió no ser molestado.

—Lo lamento, pero si a él le pasa algo es a mi a la que regañaran, no se preocupe que yo corro con la responsabilidad.

En éstas dos semanas he aprendido a manejar el carácter tan difícil y explosivo de mi jefe, por algunas razones discutimos ésta semana. A él no le gusta que se le controle ni que tampoco se le vigile a cada minuto, pero como le decía a la chica, si algo le pasa, es mi responsabilidad, tenía que evitar cualquier tipo de problema con él. Llegué a las puertas de la biblioteca y sentí de inmediato su voz, como ya era costumbre escucharlo, estaba enojado. Bastante enojado.

—¡Demonios! —gritó cuando abrí la puerta, la cerré detrás de mi y me quedé esperando a que me viera, estaba de espaldas a la enorme ventana, traía los usuales buzos o pijamas que ocupaba cuando estaba en su habitación, la polera se cernía perfectamente a toda su anatomía—. No me importa, Frederick, haz lo que tengas que hacer, pero el proyecto de Vancouver tiene que iniciar la próxima semana, no hay más plazos.

Comenzó a pasearse por toda la habitación, cuando levantó la vista y fijó sus ojos en mí, su ceño se frunció aún más, haciendo caso omiso a su enojo me senté en uno de los sillones del pequeño estar que había. Él siguió con su paseo, constantemente se pasaba las manos por su cabello, aunque era algo que hacía a menudo. Me detuve a contemplar su belleza. La polera que marcaba su cuerpo dejaba entrever el físico de atleta que tenía, su abdomen estaba perfectamente marcado al igual que la parte baja de su pelvis, me sonrojé al pensar que mas seguiría para abajo.

Si Edward Cullen tenía fama de ser un mujeriego y tenerlas a todas a sus pies entonces sus dotes en el arte del sexo tendrían que ser excepcionales. Yo era una mujer bastante madura, a mis veinticinco años había tenido un par de novios, pero Edward Cullen que sólo me llevaba siete años de diferencia me superaba en cientos, yo creo que miles de noviazgos. ¡Dios! Si hiciera dinero por sus noviazgos sería el doble de rico de lo que es ahora. Después de gruñir un poco más colgó inesperadamente y me miró con sus ojos cargados de molestia.

—¿Quién la autorizo para entrar?

—Nadie, sólo vine a comprobar que estaba bien —le respondí, parándome del sillón poniéndome a su altura, pero sólo de su carácter porque su cuerpo me superaba por varios centímetros de altura.

—Pues ya me vio, ahora lárguese —me dijo, girándose hacia la ventana.

—No puedo —le contesté con voz dura, igual a la de él.

—¿Cómo que no? ¡Le ordeno que se vaya y me deje solo! —me gritó, con sus ojos saliéndose de su cabeza.

—¡No puedo dejarlo solo! —respiré—. Mire señor Cullen, sé que para usted esto es incomodo, me refiero tener a alguien a su lado todo el tiempo…

—Por supuesto —replicó con sarcasmo.

—Lo sé, pero lamentablemente usted me esta pagando por esto, por mantenerlo seguro y porque nada malo le suceda, así que le pido de favor que coopere con esto, así lo dos saldremos ganando.

—Claro, si a mi me pasa algo usted ya no recibirá el cuantioso cheque que le pagó —me dijo, apreté mis puños hasta que los nudillos me quedaron blancos.

—Eso es obvio, usted tampoco trabaja por dulces señor Cullen, todos tenemos nuestro precio en ésta vida, todos —le dije, y él me miró con una expresión diferente en su rostro, pero que rápidamente la reemplazo por la cara dura y cincelada que tenía cuando peleaba.

—Bien, entonces quédese aquí. Debo hacer unas llamadas así que manténgase en silencio.

—Está bien, lo hare, pero después tenemos que ir a su habitación para hacerle su chequeo.

—¡Ya quiere tocarme! —me dijo con burla.

—Oh si señor, no sabe, esperé toda la noche para ponerle las manos encima —le dije, cruzándome de brazos con una sonrisa burlona.

—Veo que está sacando las garras señorita Swan —me dijo con visible sorpresa—, cuando llegó no decía ni pio y ahora contesta a todo lo que digo.

—Sólo expreso mi punto de vista señor Cullen ¿o eso no está dentro de mis funciones? —le pregunté con sarcasmo, recordando lo que le me dijo cuando llegué.

—Sí, ya que no quiero un bloque de concreto como enfermera, pero no abuse —me advirtió, volviendo a tomar el teléfono, rápidamente marcó un número, pero colgó antes de que alguien le contestara—. Señorita Swan —me llamó con tono serio, levanté mi cabeza para mirarlo.

—¿Dígame?

—Quiero avisarle que ahora su cheque será cancelado semana a semana.

—¡Ah! —dije confundida—. ¿Entonces mi salario se dividirá en las semanas del mes?

—No —respondió, levantando nuevamente el teléfono—. El salario que iba a ser mensual ahora será semanal, alégrese, le estoy subiendo el sueldo al triple.

—¿Qué? —dije en un grito, él sólo levantó su mano y me hizo guardar silencio, segundos después comenzó a hablar.

Pasamos la siguiente hora ahí dentro, no podía creerlo ¡me subió al triple el sueldo! ¿Pero por qué? Mi intuición me decía que no era precisamente por mi trabajo ya que él cuestionaba todas mis decisiones, ¡Dios! ¿Qué tramara éste hombre? Edward Cullen parecía otra persona cuando hablaba de negocios, hasta el momento solo conocía dos partes de él, el Edward Cullen presidente y dueño de su compañía, él que no tenía piedad con nada ni con nadie y el Edward Cullen de su casa, el que podía ser un verdadero fastidio si se lo proponía. Al cabo de unos minutos más, él colgó y me miró para hablarme.

—Ya terminé, vamos a mi habitación —me dijo, avanzando hacia la puerta.

—Claro, ya es hora de sus medicamentos.

El día pasó rápido, ahora por suerte todos los días eran así. El tener una relación de mas «confianza» me hacía sentirme un poco mas cómoda, estábamos comenzando la última semana del mes, estaba feliz porque sólo faltaba una semana para recibir mi sueldo, pero lo que mas me preocupaba era que quedaban sólo dos semanas para que Carmen volviera y eso me ponía mas tensa que nunca. A las seis en punto recogí todas mis cosas y comencé a alistarme, hoy estaba un poco apurada ya que debía pasar al centro por unos materiales que necesitaba Kate.

—¿Una cita? —me preguntó Cullen desde su cama, estaba sentado en ella y apoyado en un montón de almohadas. Parecía un dios en una nube, me giré ante su pregunta.

—¿Por qué lo dice?

—Por las prisas, jamás sale corriendo de ésta casa —eso es porque no ve de la puerta de su habitación para afuera, pensé.

—No, sólo tengo que hacer —dije, tomando todo rápidamente y encaminándome a la puerta.

—Buenas noches señor Cullen —le dije, girándome para verlo, sus ojos de un verde tan intenso como las hojas de los arboles me observaban intensamente.

—Buenas noches señorita Swan —respondió.

Salí de la habitación y comencé a bajar las escaleras, cuando iba por la mitad de la escalera que me hacía bajar al segundo piso la misma visión que había tendió todos los días desde que entré a trabajar aquí venía subiendo las escaleras, otra modelo.

Ésta era un poco diferente a las demás, por primera vez vi a una que tenía el cabello castaño, un color castaño oscuro, casi chocolate, sus ojos eran de un color café, pero menos intenso que su pelo. Ella me miró y me dio una picara sonrisa, ¡Dios! Ya podría imaginar lo que iba a pasar. Apuré el paso y salí de la casa.

Estaba parada en la estación de autobuses cuando decidí llamar a mi casa, debía saber como estaba todo, comencé a buscar mi celular, pero no estaba dentro de mi bolso. Desesperadamente me metí las manos en los bolsillos de mi falda y en mi chaquetilla, ¡no estaba!

—¡Demonios! —dije fuerte, haciendo que toda la gente me mirada. La única parte en la que podía estar era en la mansión.

Caminé nuevamente hacia aquella enorme casona, cuando llegué, Rachel estaba limpiando las perillas de las puertas.

—Señorita Swan —dijo con visible sorpresa—. ¿Ha olvidado algo?

—Sí, mi celular.

—Y tuvo que devolverse, que pena.

—No es problema.

Pasé por su lado y subí rápidamente las escaleras, lo único que esperaba era que el señor Cullen no se molestara por volver, tomaría mi celular y saldría corriendo nuevamente de allí. Subí hasta el tercer piso y no me encontré con nadie, me extrañó, ya que siempre hay gente en los pasillos de esa casa, ya sea limpiando como cambiando todo de lugar, al parecer Edward Cullen era un maniático de la limpieza. Llegué a la puerta y sentí ruido, abrí con cuidado para que no se molestara por interrumpir, pero me tensé de inmediato cuando pude ver lo que pasaba adentro.

—¡Ah! —un gemido que recorrió todo mi cuerpo salió de la boca de la mujer que estaba arriba de la cama, Edward Cullen se estaba follando a aquella mujer.

La escena era digna de una súper producción pornográfica, la habitación estaba llena de las ropas de ambos tiradas por todas partes, arriba de la cama estaba la mujer apoyada en sus manos y rodillas, completamente desnuda, atrás estaba él, Edward Cullen, sus manos estaba en sus caderas y las presionaba fuerte contra la piel de ella. Los gemidos de placer llenaban por completo la habitación, mi cuerpo traicionero comenzó a reaccionar ante lo que estaba presenciando, la puerta no estaba completamente abierta, pero si me permitía mirar todo lo que sucedía dentro de la habitación.

—¡Edward! —gritó la mujer cuando él comenzó a embestir más rápido—. ¡Ah! ¡Ah! —gritó, extasiada por el placer que él le daba, miré el cuerpo de Cullen y era majestuoso, cada curva, cada parte estaba perfectamente marcada. Su torso se veía colosal ante cualquiera y su cara…. ¡dios! Su cara, completamente deformada por el placer que obtenía de éste encuentro. Mi cara comenzó a tomar un color rojizo y mi centro comenzó a palpitar, me estaba excitando, sólo con verlo ahí follando con otra mujer. El vaivén comenzó ser cada vez mas rápido, sus cuerpos se veían agotados y completamente excitados. La cara de Edward fue lo único que podía mirar, su rostro, su boca entreabierta soltando gemidos, la fuerza con la que embestía ese cuerpo.

—¡Ah! —un gritó cargado de placer se escuchó de sus labios cuando alcanzó el orgasmo, la mujer casi no podía hablar, cayó tirada en la cama sin poder reaccionar, por un instante vi algo que me perturbo aun mas, una enorme sonrisa apareció en su rostro, sus ojos estaban en la mujer, pero de repente subieron hasta la dirección en donde estaba yo, la sonrisa de el se hizo aun mas grande. ¡Me vio! Demonios, vio que los estaba observando.

Rápidamente y sin poder evitar la vergüenza, salí de allí, corrí lo mas rápido que pude. En sólo unos minutos llegué a la parada del autobús completamente horrorizada, vi a mi jefe teniendo sexo con una mujer y lo peor fue que me vio, ¡Dios!. Tomé el primer autobús que pasó y me dirigí al centro, la visita fue rápida, compre todo lo que debía y en un tiempo record llegué a mi casa.

—¡Bella! Regresaste pronto —me dijo la dulce voz de mi hermana cuando entré, ella estaba sentada en la mesa con papá listos para cenar.

—Sí —traté de componer mi expresión—. Volví pronto.

—¿Cenaras con nosotros? —me preguntó con una sonrisa.

—No —respondí en un susurro—. Me daré una ducha antes de cenar, comiencen sin mí, yo comeré mas tarde.

—Está bien —dijeron los dos al unisonó, ambos se enfrascaron en una charla que los mantenía sonriendo constantemente. Salí del letargo y yo también sonreí al verlos así de contentos.

Me fui a la habitación y dejé mis cosas, saqué una toalla y me encerré en el baño. Me apoyé contra el lavabo y dejé caer un poco mi cabeza. Ya sabía yo que todas esas mujeres eran sus amantes, pero ¿se las follaba todos los días? Lo más extraño de todo es que cada vez que veía a una era totalmente diferente a la del día anterior, al cerrar los ojos las imágenes venían solas a mi cabeza, yo había tenido sexo en mi vida, pero sin duda ver a ese hombre, a ese dios teniendo sexo marcaba un antes y un después en vida sexual.

Abrí la llave de la ducha, pues la temperatura en media ya que no quería muy caliente, lo que más necesitaba era una ducha un poco mas fría para calmar éste calor que sentía. Me desnudé y me metí de inmediato. El agua estaba tibia y hacía que mi cuerpo tuviera escalofríos. Cerré mis ojos para disfrutar del agua, pero fue lo peor que podría haber hecho.

Sin pedirlo las mismas imágenes se agolparon en mi mente, mi cuerpo a pesar de estar en contacto con el agua fría reaccionó de inmediato, la imagen de Edward embistiendo un cuerpo me hizo despertar el deseo nuevamente. Jaboneé mi cuerpo, pasando mis manos por toda mi piel, cuando llegué a mi zona intima ésta palpito ante el contacto, nuevamente la cara llena de placer y excitación de Edward apareció frente a mis ojos, aun tenía en mis oídos el sonido de sus gemidos, de su respiración entrecortada, el crujido de la cama cuando él la penetraba, todo lo que paso por mis ojos mientras los miraba volvió a mí en sólo unos segundos. Mi boca soltó un gemido que fue acallado con el agua.

No sé cuantos minutos estuve allí fantaseando con sus manos, pero no pude evitarlo, la atracción que sentía por él se acrecentó de manera alarmante el presenciar la escena de hoy día. ¿Cómo podría verle la cara mañana? Salí de la ducha y me vestí, aún sentía vestigios del placer que se produjo en mi cuerpo con sólo recordarlo. Cené tranquilamente y nos fuimos a dormir. Mañana estaba segura de que sería un largo día.

—Buenos días señorita Swan —me saludó Will.

—Buenos días señor Lickwood —saludé con cortesía.

—Espero que haya tenido unas buenas noches.

—Sí —respondí en un susurro.

Subí lentamente las escaleras, retardando lo que mas pudiese el encuentro con Edward Cullen. Dios, ¡¿cómo podría mirarlo a la cara? ¡El me había visto!

Llegué a la habitación no sin antes contar hasta veinte, golpeé y él me dio la entrada. Pasé hacia la habitación y todo parecía como el día anterior, él estaba sentado en su cama y observaba todos mis movimientos. Tal como siempre, dije para mí.

—Muy buenos días señorita Swan —me saludó, mas cortés que de costumbre.

—Bue… buenos días señor Cullen —le respondí tartamudeando.

—¿Cómo durmió? Me imagino que muy bien —me dijo con algo de sarcasmo en su voz, pasé a dejar mis cosas y en la mesa de centro vi mi celular.

—¡Mi celular! —dije en voz alta.

—Sí, William lo encontró hoy en la mañana y lo apagó, espero que tenga más cuidado con sus partencias, eso no habla bien de usted —apreté el aparato en mis manos.

—Sí señor, no se preocupe —respondí con visible molestia, pero aun sonriendo.

La mañana pasó muy lentamente, sentía a Cullen observarme todo el tiempo, creo que estaba pensando que comentaría algo, pero por nada del mundo abriría mi boca. Prefería evitarme la vergüenza. Al medio día llego Emmett, sacándonos de ese incomodo silencio.

—Buenas tardes Edward. Hola Bella.

—Buenas tardes Emmett.

—Hola — le saludé con la mano desde donde estaba.

—Edward, tengo los resultados de tus exámenes —le dijo, con un tono de preocupación en su voz—. Necesitamos hablar —le dijo, y de inmediato lo miré, él como siempre no demostró ninguna emoción en su rostro, lo único que pude ver fue que sus ojos brillaron con las palabras del doctor.

—Está bien, habla.

—¿Te molesta que Bella se quede? —le preguntó.

—No, de todos modos es mi enfermera e igual se va a enterar.

—Sí, bueno… —continuó Emmett—. Los resultados me llegaron hoy, debo decirte que tus exámenes, Edward, están completamente normales.

—¿Qué? —exclamamos los dos al unisonó, ambos nos miramos, yo me sonrojé, pero él sólo desvió sus ojos.

—No puedo creerlo —dijo un poco enojado.

—Sí, es verdad, míralo por ti mismo —le pasó los análisis y a la distancia pude ver que todos tenían la palabra «normal» en sus resultados.

—Pero si todo es normal entonces ¿qué demonios tengo?

—Estamos ante un complejo caso Edward, sin duda. No sé que mas podríamos practicarte, estamos en un país muy avanzado donde la medicina es la mejor del mundo y aun no podemos descubrir lo que te paso.

—¡Demonios! —dijo, lanzando los exámenes a la cama, se paró de ella y se comenzó a pasear. Mi vista se fue hacia su cuerpo, tuve que sacudir mi cabeza para alejar los malos pensamientos.

—Tranquilo amigo, sé que…

—¡¿Cómo demonios me pides que me calme? ¡Tú no eres el que tiene que estar encerrado todo el día!

—Sí, pero…

—¡Ya basta! No pienso hacer nada más. No estaré un día mas aquí en la casa, mañana regresare a la oficina —mi cuerpo se tensó de inmediato, ¿aquí acababa mi trabajo?

—Yo sabía que ibas a reaccionar así, es por eso que sólo tengo una condición para darte una alta provisoria.

—¿Cuál es?

—Que Isabella te siga acompañando —cambié mis ojos de Emmett a Edward, él me evaluó con la mirada y luego soltó un sonoro suspiro.

—¡Demonios! Está bien, todo con tal de que me dejes salir de aquí.

—Que te quede claro Edward que al primer atisbo de una recaída deberás volver al reposo, te recuerdo que en los dos meses que llevas en cama no has tenido ninguna recaída —antes de que yo llegara Edward ya llevaba un mes en ésta casa encerrado, yo sólo llegué a complementar el trabajo de Emmett.

—Está bien ¡Esta bien! Lo que sea con tal de salir.

—Bien, entonces te extenderé de inmediato el certificado, que te quede claro que será una alta provisional.

—Sí, ya entendí —dijo, apurando a Emmett. Él comenzó a escribir el certificado, antes de terminar me miró.

—Bella, mas tarde tomarle a Edward unos exámenes de sangre y mándalos a analizar.

—Claro —le dije.

Emmett le dio el certificado y después de darme unas cuantas indicaciones se retiró. Unas horas más tarde me dispuse a tomarle las muestras de sangre.

—¿Señor Cullen? —le llamé.

—Dígame —me dijo, sin levantar la vista del periódico que leía.

—Le tomare ahora las muestras de sangre.

—Está bien — me dijo, cerrando el periódico.

Se sentó en la cama y esperó a que le indicara lo que tenía que hacer, para éste tipo de cosas tenía el equipo necesario: una pequeña mesa plegable que ponía encima de la cama, las agujas, las botellas de muestras y la bandeja de acero para dejar todo, además del algodón y el alcohol.

—Bien, ponga su brazo en la mesa —le pedí, él obedeció de inmediato. Sentí una corriente extraña cuando la piel de su brazo rozó la mía.

—¿Así está bien? —preguntó, en una voz extrañamente sensual.

—Sí… así está bien —respondí, un tanto nerviosa.

Comencé a sacarle las muestras, él siempre me miraba atento a todo lo que realizaba, saqué dos frascos de sangre, le pasé el algodón para que se frotara en donde lo había pinchado, pero como siempre no le salió ni una gota de sangre, si no le hubiera extraído nunca, habría pensado que éste hombre era de piedra y no corría sangre por sus venas.

—No salió nada —dijo casi para él.

—No, como siempre usted sana bastante rápido —le respondí, tapando las muestras.

—Hoy no me respondió… —me dijo mirándome a los ojos.

—¿Qué cosa? —le pregunté, mientras etiquetaba los pequeños frasquitos.

—Si había dormido bien, con lo que anoche presencio puede que haya alterado algo en su dormir —me dijo, mi sorpresa fue imposible de disimular. Accidentalmente solté uno de los frascos de sangre que azotó contra la bandeja y se rompió.

—No no… no sé de qué me habla, ¡demonios! —le respondí, maldiciendo por el frasco que había perdido. Me paré rápidamente a buscar algo con que limpiar sin darle oportunidad para hablarme. ¡Dios mío! Si me había visto.

Sólo tomó unos segundos para que la situación se diera vuelta completamente cuando llegué a la mesa en donde tenía todos los implementos, antes de tomar un poco de papel secante sentí un cuerpo detrás del mío, aun mayor fue mi sorpresa cuando sentí los brazos de Edward pasar por mi cintura, estrechándome contra su cuerpo, mi boca soltó un gemido involuntario y mis manos cayeron a la mesa tratando de sujetarme de ella para no caer, la sensación de excitación que me provoco el movimiento fue completamente abrumadora.

—Ayer la vi —me dijo con esa sensual voz—. Estaba husmeando en la puerta, viste cuando estaba con Valery ¿cierto? —negué frenéticamente con mi cabeza—. No mientas —me dijo, pegándome bruscamente a su cuerpo, la tela de mi falda era tan delgada que podía sentir cada parte de su dura erección presionando contra mi trasero. Un gemido se soltó de mi boca, incrementando la tensión sexual que existía entre nosotros.

—Señor Cullen… ¿Qué… qué hace? —pregunté, mientras la excitación me envolvía cada vez mas.

—Nada, sólo le estoy preguntando algo, respóndame —me presionó aún mas contra su pene, mi cadera se fue hacia atrás haciendo aún mas frenético el contacto, mi cuerpo cayó un poco hacia la mesa, él podría perfectamente haberme penetrado en esta posición. ¡Que demonios estaba pensado!

—Ah… señorita Swan —respiró cerca de mi cabeza—. ¿Está nerviosa?

—Señor Cullen —solté en un susurro, tal vez lo estaba imaginando, pero sentía su potente erección palpitar contra mi piel, cuando me di cuenta de ese detalle mi centro comenzó a hacerlo al mismo ritmo, sus ávidas manos me agarraron y me hicieron girar enfrentándome contra sus ojos.

—Me llevé una gran sorpresa al verla observando —me dijo, con su halito golpeando en mi cara, olía a menta—, reconozco que ser observado por otra mujer aumento el placer —afirmó.

—¿Qué pretende? —pregunté en un susurro, excitada como jamás había pensado, mi centro comenzaba a sentir los estragos de su cuerpo, la humedad que se dispersaba rápidamente por él me delataba.

—¿Yo? Nada —me dijo, sus ojos examinaron mi cuerpo—. Nada, sólo quería preguntar algo, además de comprobar si la había afectado vernos. Ya veo que sí.

Antes de que pudiera replicar algo un golpe en la puerta nos hizo separarnos bruscamente. En sólo unos segundos Edward volvió a su cama y yo me giré violentamente hacia la mesa, comencé a ordenar todo lo que se había salido de su lugar, al poner mis manos sobre ella todo lo que había encima se desordeno.

—Señor Cullen, tiene una llamada —dijo Margarita.

—Gracias —le respondió él, tomando el teléfono—. ¿Diga? —contestó.

Mientras él hablaba por teléfono salí al baño, entré casi corriendo y me apoyé en la puerta, cerré mis ojos y solté todo ese deseo que había contenido. ¡Dios mío! Fue lo único que pude pensar. Caminé rápidamente hacia el lavabo, el espejo me mostraba una imagen que muy pocas veces había visto, mis mejillas estaban completamente rojas, mi cabello despeinado, mis ropas desordenadas y lo más importante: la cara de excitación no me la sacaba nadie.

—¿Cómo… cómo puede ser esto? —repliqué mirándome al espejo, mi mano se fue a mis labios y atravesó toda mi cara, las sensaciones que me había despertado ese hombre sólo con ponerme contra su cuerpo habían sido abrumadoras.

Desesperada, abrí el grifo y mojé mi cara tratando de disminuir el creciente deseo. Cuando al fin logre calmarme un poco volví a la habitación, pero ahora ya no había ni señas de lo que había pasado antes, Edward estaba paseándose de lado a lado y gritaba como loco.

—¡Demonios Frederick! —ya le tenía lastima al pobre—. ¡¿Cómo puede salir todo mal? Se nota que yo no estoy a cargo, pero mañana a primera hora estaré allí, si, prepara una junta de directores, debo hablar con todos ellos.

Caminé lentamente hacia la habitación, el reloj marcaba las seis de la tarde y era hora de salir, hoy más que nunca deseaba salir corriendo. Me giré para guardar mis cosas.

—No me interesa, ¡Maldita sea! Te dije que… ¡Ah! —un grito de dolor salió de los labios de Edward, el teléfono impactó contra el suelo y sus manos se fueron directamente a su cabeza, me giré rápidamente para ver qué pasaba.

—Señor Cullen —le dije, corriendo hacia él—. Señor Cullen ¿qué pasa?

—¡Ah! —un nuevo grito salió de su pecho, despertando todos mis sentidos—. Bella, me duele, ¡Ah! —volvió a gritar, agarrándose aun más la cabeza, su cara estaba totalmente crispada por el dolor que sentía. Cayó de rodillas al suelo, intenté sujetarlo, pero el peso de él me sobrepasó.

Corrí hacia una de las murallas y toqué el botón de emergencia que tenían en la casa. Si estaba teniendo un derrame o algo así teníamos que reaccionar rápido. Debía trasladarlo a un hospital.

—Edward, por favor —le pedí, tratando de levantarlo para llevarlo a la cama.

—¡Ah! —un grito aun más fuerte se desató, cuando estaba a punto de levantarse volvió a caer al suelo, pero esta vez desmayado.

Miré su cuerpo inerte en el suelo, mi corazón se detuvo y no pude evitar gritar.

—¡Edward! —dije, corriendo a socorrerlo, estaba teniendo nuevamente una crisis y no había podido hacer nada para evitarlo.



1 comentarios:

Anónimo dijo...

nooooo que le paso chuta ese edward es un papi dios amo asi sea un tirano y es obvio que pidio a una morena por bella me encanto el fic ojala que no le pase nada ojala hehehe delen esta historia es genial