Dark Chat

miércoles, 5 de mayo de 2010

Inmortal

Capítulo 3: La Cacería


La miré un poco más, aún sin creer que la visión frente a mí era cierta y, cuando me convencí de que, realmente, era mi hermana, caminé hacia sus brazos


"Alice" – murmuré – "Cuanto gusto me da verte otra vez"


"Lo mismo digo" – dijo y, separándome gentilmente con sus delicadas manos, comenzó a evaluar mi rostro con sus intensos ojos negros – "Tu primer siglo te ha sentado de maravilla" – señaló – "Es una lástima que el carruaje se haya descompuesto en el camino. No quería perderme tu primera coronación"


"Con lo poco prudente que es, decirte que tu ausencia se recompensará el siguiente siglo, sería mentirte" – farfulló mi padre


"Siento mucho haberlos preocupado" – dije, bajando la mirada. Sentí la mano de mi hermano posarse sobre mi hombro


"Ya pasó" – calmó – "pero, para la siguiente ocasión, escucha nuestros consejos"


Apreté los labios y asentí, probablemente, mintiéndoles.


"¿Te parece bien si vamos a caminar a los jardines?" – propuso Alice – "Tiene décadas que no te miro, tengo tantas cosas que contarte"


"Por supuesto" – accedí y ella me tomó de la mano.


Dimos los primeros pasos en un cómodo silencio y, cuando llegamos al jardín más extenso de aquel castillo – su lugar preferido – tomó asiento en una piedra con base planta y me invitó a acomodarme a su lado.


"A mi no me puedes engañar, Bella" – comenzó a decir – "Este poder que me ha sido otorgado, desde nacimiento, me permite ver claramente lo que hiciste hace pocas horas"


Clavé mi mirada en una pequeña flor morada que yacía al lado de mis pies. No sabía qué contestar. Podría a engañar a todos, fingiendo que todo estaba bien, que mi vida inmortal no suponía una tortura, pero, a la chiquilla que se encontraba a mi lado, a ella, si que no podía.


Alice era la tercera, y última hija, procreada por mis padres. Nuestra especie solo podía concebir a tres crías y su temporada de gestación – así como el sexo – era algo que el destino decidía. Algunas hembras daban a luz a sus tres hijos en un solo parto. Otras, como mi madre, los concebían por separado y por tiempos impredecibles. Y, algunas más, llevaban siglos sin poder engendrar, aún, a un hijo y se encuentran esperando el momento en que la fecundación haga efecto en su cuerpo…


"Faltó poco para que ese vampiro te mordiera. Pude ver claramente que no hiciste nada, ni el más mínimo intento, para defenderte…"


"Alice, no pasó nada" – volví a repetir


"Pero, Bella…"


"Alice, no quiero hablar de esto" – interrumpí, sin querer sonar grosera. Mi hermana me miró fijamente por un momento y, después, con un suspiró resignado, asintió.


Nos quedamos en silencio por varios minutos, hasta que fui yo quien lo decidió romper


"¿Qué has hecho durante estos años? Tiene cerca de una década que no te he visto ¿A dónde has ido"


"A muchos lugares" – contestó, con una sonrisa – "Tantos, que me es difícil nombrar sus nombres en una sola plática. ¡Deberías de ver todas esas tierras, Bella! Soy hermosas, únicas. Cada una tiene diferentes olores en sus árboles y diferentes caricias en el viento" – suspiró profundamente – "¿Por qué no vienes conmigo?"


Negué con la cabeza, lentamente


"No, Alice. Tú espíritu y el mío no son iguales y, para ser sinceras, no me gusta recorrer largos caminos. Amo la naturaleza y las tierras, pero no tanto como tú. Mi pesimismo te contagiaría y no quiero que eso pase"


"¿Por qué no lo piensas?" – insistió – "Me iré dentro de quince puestas de sol. Tienes tiempo para meditarlo"


"¿Por qué te marchas tan pronto?" – pregunté


"Solamente venía a tu primer coronación. Quiero aprovechar los últimos cuatro años que me quedan de completa libertad. Cuando lleve mi tiara, ya no podré viajar tan seguido como en estos tiempos, tendré que quedarme como buena princesa en mi pueblo"


"Alice, el que lleves o no la tiara, eres una princesa" – recordé – "No cambiará en nada"


"Claro que si" – discutió "Ahora, si viajo entre los hombres que no son de esta tierra, puedo pasar por una humana, pero, llevando el diamante en mi frente, ya no habrá forma de ocultarme"


"Pensé que te gustaba ser princesa"


"¡Y me gusta!" – aclaró – "Es me destino y estoy contenta con él. Solamente que, no voy a negarlo, resulta un poco molesto, al menos para mí, que todos se inclinen a tus pies y te hagan reverencias"


Sonreí, al menos, Alice y yo teníamos algo en común.


"¿En realidad creen que eres humana?" – inquirí, puesto que se me hacía imposible que la hermosura de mi hermana pudiera considerarse algo procreado por el hombre mortal.


"Parece imposible, pero si. Principalmente en los reinos más lejanos" – agregó – "En las tierras vecinas resulta difícil. Conocen a nuestra familia… Pensaras en lo que te acabo de proponer, ¿Verdad?"


"Si voy contigo, tu disfraz de mortal se vendrá abajo" – dije, a mi favor. Ella hizo un pequeño puchero


"Eres imposible" – refunfuñó. Unos pasos a nuestras espaldas nos hicieron girar el rostro.


Era una de las doncellas, quien, tras dar una pequeña reverencia, nos anunció que la cena estaba lista y nuestros padres, al igual que mi hermano y esposa, nos esperaban. Caminamos hacia el inmenso comedor y James nos ayudó a ambas para tomar asiento.


"¿Lograron atrapar al vampiro?" – preguntó Victoria


"No" – contestó mi hermano, intentado ocultar su furia – "Es demasiado rápido"


"Pero lo hirieron" – afirmó Alice


"La flecha se insertó en su pierna" – informé


"Los seguiremos buscando. Acabaremos con cada uno de ellos" – prometió James


Ya recostada en mi cama, mis ojos se encontraban dirigidos hacia la enorme ventana que daba hacia el bosque. Los rayos de la luna traspasaban la espesa cortina blanca y dibujaban formas en el suelo. No sé cuantos minutos llevaba tratando de dormir y no podía. Las palabras de mi hermana resonaban en mi mente. Me hubiera gustado haber heredado un poco de su entusiasmo y optimismo. Me preguntaba si, acaso, era yo la única que no se encontraba a gusto con la vida que le había tocado llevar. A todo mundo parecía agradarle la inmortalidad… Jamás había escuchado queja alguna por parte de mis padres, de mis hermanos, ni de los pocos conocidos que teníamos en los reinos vecinos…


¿Acaso estaba loca?...


Apreté fuertemente mi almohada y cerré los ojos, rezando por que, algún día, este vacío tan inmenso tuviera fin.


Al día siguiente me desperté mucho antes que mi doncella llegara para ayudarme a vestir. Me acomodé mi vestido de manta color negro. Parecía que sería uno de los pocos días soleados en Forks. Bajé hacia la pequeña biblioteca de mi hermano y me sorprendió mucho el hallarle ahí


"James" – llamé su atención para que sus azules ojos despegaran la mirada del libro que leían


"Bella" – dijo, mientras se paraba rápidamente de su asiento y caminaba para depositar dos besos sobre mis mejillas y tomarme las manos entre las suyas – "No esperaba encontrarte aquí y, mucho menos, a tan temprana hora"


"Lo mismo digo. ¿No pudiste conciliar el sueño"


"No" – admitió – "toda la noche tuve pesadillas con aquel vampiro que no hemos podido atrapar"


"Debe de ser muy ágil" – aventuré – "Yo misma vi como la flecha le causaba mucho dolor"


"Ha de estar escondido en algún lugar. Tenemos que encontrar su refugio. Estamos seguros que hay muchos más con él… Debo de mover a los hombres rápido. El los últimos días han acabado con aldeas enteras"


"Tranquilo" – susurré, estrechando sus manos – "Todo saldrá bien. Los encontraran pronto, ya lo veras"


Mi hermano me sonrió calidamente y sus ojos brillaron con gran amor y tranquilidad. Inclinó su rostro para besar mis ambas manos y, después, acercó su rostro y depositó un beso sobre el diamante de mi frente. Cerré mis ojos ante la paz que su cariño y protección me daban. Un guardia apareció a los pocos segundos.


"Príncipe James, los caballos están listos" – anunció


"En seguida voy" – contestó mi hermano, separando sus manos de las mías y alcanzando el arco que reposaba a un lado del asiento, en el que antes se encontraba


"Hermano, ¿Podría acompañarlos en la cacería?"


"De ninguna manera" – contestó, rápidamente.


"Por favor" – supliqué, al ver que sus pasos se dirigían ya hacia la salida. Esperé que diera media vuelta y me viera, aunque sabía que me iba a encontrar con aquel gesto endurecido.


"Bella, ¿Por qué te encantan este tipo de cosas?" – inquirió – "Alice está acá. Sal con ella…"


"¿Y si mejor me uno a la cacería también?" – interrumpió mi pequeña hermana, entrando, con su eterna sonrisa, a la biblioteca – "Tiene años que no salimos todos a una pequeña expedición"


"Esto no es un juego. No vamos a casar conejos ni venados. No voy a permitir que vayan y arriesguen su vida, solamente por un capricho"


"Vamos, James" – imploró Alice, con aquella mirada tan angélicamente persuasiva, que resultaba mortal para todo tipo de determinación en las personas – humanas o no – "No le negarás a tu pequeña hermana un poco de diversión, ¿O si?"


Mi hermano intentó mantenerse firme ante el par de oscuros ojos suplicantes que le miraban fijamente, pero, como era de esperarse, flaqueó, al poco tiempo, ante la inocencia y brillo de éstos.


"Me tienen que prometer que no se alejaran de mí, ni un solo instante" – advirtió, con un suspiró sonoramente resignado


"Prometido" – dijo Alice, con una radiante y extensa sonrisa


"Las espero en las caballerizas" – farfulló, mientras salía del lugar


En cuanto quedamos solas, mi hermana se giró para verme y su rostro de duendecillo denotaba una gran suficiencia.


"¿Esperas que te de las gracias?" – pregunté, levantando una de mis cejas.


"No es necesario que lo digas" – contestó, mientras se disponía a salir de la estancia, con pasos tan ágiles que parecía ir bailando – "Sé que, por dentro, me estas bendiciendo de todas las maneras que te es posible"


"Qué modesta" – solté, con ironía, mientras le seguía.


Llegamos a las caballerizas. Alice eligió tomar una yegua blanca y yo, una de color canela. Mi hermano se acercó para ayudarnos y un guerrero le imitó, aproximándose hacia mi pequeña hermana


"¿Me permite, Alteza?" – preguntó, mientras tendía su mano y mi hermana la aceptaba sin ninguna vacilación.


"Irán en medio de nosotros" – ordenó James, cuando estuvimos montadas sobre los caballos – "No quiero que se desvíen, ni que galopen a las orillas, ¿Quedó claro?"


Alice y yo asentimos y, tras dar la orden, los caballos comenzaron a trotar. Durante todo el camino, estuvimos perfectamente resguardadas por el resto de los hombres que iban con lanzas y arcos. James frenó su caballo de repente y todos le imitamos. El animal comenzó a relinchar y se debatía entre los jalones que su dueño le propinaba a sus cuerdas. Era obvio hasta para un ciego: El peligro estaba cerca. Se podía oler en el aire. Casi podía sentir aquel aroma tan fresco y dulce que los caracterizaba. Las lanzas, las espadas y los arcos se tensaron, listos para atacar. Yo viajaba mi mirada hacia todas partes – sin mover el rostro – y trataba de controlar mi respiración entrecortada. El bosque guardaba un absoluto silencio, ni un solo trinito de los pájaros, ni una sola pisada de ardillas o venados cerca. Solamente el viento soplaba y agitaba mis cabellos


"Cubran a mis hermanas" – ordenó James, mientras se ponía al principio de todos.


Ni bien había terminado de hablar, trece vampiros aparecieron frente a nosotros, agazapados y emitiendo un gutural gruñido que curvaba sus labios y nos permitía ver aquellos dientes, completamente blancos y perfectos, con dos colmillos ligeramente alargados que, fuera de quitarle encanto a sus bocas, las volvía algo tenebrosamente hermosas. Me estremecí al ver a mi hermano a menos de dos metros de todos ellos.


James levantó el arco y acomodó la flecha, con un movimiento rápido y ágil. Un vampiro se lanzó sobre él y lo tiró del caballo. Los guerreros comenzaron a atacar. Alice y yo le imitamos. Una hembra de cabello negro se materializó frente a mí, en cuclillas sobre el lomo de mi yegua. No lo pensé dos veces y le ensarté una flecha en medio de la frente, antes de caer de espaldas, sus uñas me rasgaron parte de las mangas del vestido y me desangraron un poco la piel… Y entonces, fue cuando los ocho vampiros que sobraban se giraron para verme con los ojos completamente negros.


Mi yegua comenzó a relinchar y a debatirse de tal manera que me caí de la montadura.


"¡Bella!" – escuché que gritaba James cuando todos nuestros contrincantes se lanzaron hacia mí. Cerré fuertemente los ojos, esperando sentir todos esos dientes enterrados en mi piel…


No pasó nada.


"¡Corre!" – ordenó mi hermano y temblé al ver, a mi alrededor, tres cabezas, con sus ojos mirándome fijamente.


Me tomó más de dos segundos el ponerme de pie. Alice se plantó frente a mí y me tendió una de sus manos para que pudiera subirme al caballo.


"Tenemos que salir de aquí" – dijo y se echó a trotar. Tres guerreros nos cuidaba la espalda.


"¿Qué pasará con James"


"Él estará bien. Tenemos que llegar rápidamente al castillo para enviar más hombres a ayudar…"


El animal dejó de trotar al tener, frente a él, a un pálido obstáculo que le impedía, amenazadoramente, avanzar. Clavé mi mirada en aquel rostro que anteriormente había visto. Sus ojos color sangre se clavaron en mí. Los guerreros que nos cuidaban la espalda se dispusieron a defendernos.


Me bajé del caballo de un salto y corrí hacia el frente


"Bella, ¿Qué haces?" – exclamó Alice


"Corre hacia el castillo"


"¡Estas loca…!"


"¡Corre!" – interrumpí, volví mi vista hacia uno de los jóvenes que nos cubrían – "Llévate a mi hermana" – le ordené a un muchacho de cabellos rubios y mirada gris


El muchacho asintió y, a los pocos segundos, su caballo había sido abandonado y Alice había sido llevada lejos de mí. Los dos hombres que quedaban conmigo formaron una barrera entre el inmortal demonio y yo. Una risa sarcástica y tenebrosa curvó sus labios cuando vio que corrían hacia él , con aquellas filosas espadas.


Pronto supe el por qué de tan confiada actitud.


Los cuerpos de los humanos salieron volando lejos, estampándose con los árboles… y ya no se volvieron a levantar. Jamás antes había visto a un vampiro con movimientos tan rapidos.


Me tragué la amarga impresión lo mejor que pude y acomodé una flecha en el arco, apuntándole directamente. Apreté mi mandíbula al ver aquella actitud irónica no se desvanecía ni un solo segundo de su rostro. Lo odiaba. Disparé la flecha, y mi rabia aumento al ver la facilidad con que la esquivaba. Y, de pronto, tal y como había pasado ayer, en un abrir y cerrar de ojos, lo tuve frente a mí.


"Debería de mejorar su puntería, Alteza" – recomendó.


Mis ojos se clavaron fijamente en los suyos, haciéndole saber con éstos, el repudio inmenso que le tenía a su especie y, principalmente a él… Sin embargo, no pasó mucho tiempo para perderme en el mar escarlata que en ellos se dibujaba. Debía admitir que era algo hermoso y único. La representación misma del demonio: Poseedor de una belleza tan esplendida que te podía hacer pecar nada más con verlo.


Su rostro se inclinó lentamente hacia abajo, hasta llegar en la parte donde mi vestido se encontraba roto y una pequeña raspadura se pintaba sobre mi piel. Me estremecí completamente cuando su lengua se pasó por la sangre que de ella salía. No fue un estremecimiento de miedo, si no de placer. Un placer jamás antes experimentado, que se paseó por mis venas y removió cada uno de mis poros. Sus manos se apretaron más a mis brazos y un gruñido salió de su garganta.


Sabía que el sabor de mi sangre le había gustado.


Ahora no había nada que pudiera salvarme.


Iba a morir…


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Capítulo 4: Deuda

Me encontraba temblando violentamente, de pies a cabeza, mientras seguía sintiendo como su lengua se desplazaba por la fresca herida. El gemido que su pecho emitió, fue una anticipación de mi muerte. Cerré fuertemente mis ojos e intenté mantener todo el valor para aceptar mí partida con el mayor orgullo y dignidad que me era posible. Definitivamente, el morir en manos de una bestia como esa era repugnante… Aunque, hablando sinceramente, una parte de mi se sentía tranquila. Al fin de cuentas, mi tan anhelado descanso llegaría.


"¡Edward!" – escuché que gritaba una voz delicada y femenina. El vampiro que me tenía acorralada se separó en cuanto la escuchó. Entonces, ambos giramos el rostro para ver de quién se trataba


Me encontré con algo simplemente hermoso. Era una mujer vampiro con gentil rostro de corazón. Me perdí en el dorado de sus ojos y comprendí que eran de los pocos que no cazaban humanos. ¿Qué hacía alguien como ella a pocos metros de nosotros?


"Edward, déjala ir" – pidió y volví mi vista hacia el demonio que aún me mantenía sujeta hacia el árbol, pero tenía la mirada puesta sobre la hermosa mujer que le hablaba – "Ya basta de tantas muertes, hijo. Suéltala"


"No" – gruñó el aludido – "A ellos nos les ha importado matarnos como animales, ¿Por qué habría yo de sentir compasión?"


"Edward, por favor…" – la vampiro no continuó hablando pues dos lanzas le había atravesado uno de sus brazos y había caído de rodillas frente a nosotros.


"¡Esme!" – exclamó el muchacho y me perdí, por un momento, en aquella voz angustiada. Ni un solo rasgo de rencor había quedado en ella tras ser sustituido, completamente, por un desgarrador gemido de desesperación.


Después, solo vi como se lanzaba hacia el joven guerrero que había disparado la flecha y se escondía detrás de un espeso árbol. Estoy segura que, de haber parpadeado, no me hubiera dado cuenta del momento en que lo había aventado lejos. Tardé más de tres segundos en comprender que me había liberado y que tenía una pequeña oportunidad de ir. Pero, fuera de correr, me quedé viendo como se inclinaba y tomaba entre sus brazos a la herida mujer que crispaba su rostro por el dolor.


"Tranquila, te llevaré a casa" – susurró – "No debiste de haber salido de ahí…"


Era sorprendente la manera en que aquella desesperación me había pasmado. Jamás imaginé posible que, alguien como él, fuera capaz de sentir amor. Y, sin embargo, ahí estaba. Había olvidado todo: que se encontraba a pocos kilómetros de seres que estaban dispuesto a cazarle, su venganza contra mí, su fachada de ser maligno y despiadado… Solamente quedaba un joven completamente sumergido en una inmensa intranquilidad.


Los galopes de los caballos comenzaron a oírse. Se estaban acercando. Contemplé como aquel desesperado vampiro vacilaba un poco en qué dirección tomar para huir y, cuando sus pies se decidieron por un pequeño sendero que se habría por el bosque, le llamé


"Espera. No podrás correr mucho y seguirán tu rastro con facilidad" – le recordé, mientras veía que la herida de su pierna aún le molestaba


"¿Qué ha dicho?" – preguntó, mirándome de manera escéptica.


Empuñé mis manos, pues, aún no podía creer lo que estaba a punto de soltar


"Sígueme. Yo sé de un lugar en el que no podrán encontrarte" – comencé a caminar, rápidamente, hacia la dirección contraria que él estaba dispuesto a tomar – "¡Confía en mí!" – dije, al ver que sus pies no se movían.


Él bajó la mirada hacia el rostro de la persona que reposaba sobre sus hombros.


"Hazlo" – escuché que le susurraba


"No tardaré en matarle si lo que esta haciendo es una traición"


Me dieron muchas ganas de responderle como se debía pero, sabía que no era tiempo para ello. En cambio, solamente me limité a fruncir el ceño y regalarle una mirada envenenada.


"Date prisa" – dije, de manera seca, mientras comenzaba a caminar, a paso rápido, hacia el interior del bosque. Escuché el casi inaudible sonido que sus pasos daban detrás de mí.


El galope de los caballos se aproximaba cada vez más y, no entendí por qué me sentí tan ansiosa, como si mi vida dependiera de ello, como si fuera yo quien, también, estuviera huyendo.


Fue un sentimiento demasiado frustrante, debo confesarlo.


No tardamos mucho en llegar al escondite. Me paré frente a lo que, aparentemente, era una gran piedra cubierta de musgo. Con mis manos, removí todas las hierbas que la vestían, dejando frente a nosotros una reducida entrada.


"Es aquí" – indiqué. El vampiro me dedicó otra mirada dudosa – "¿Te piensas quedar aquí, esperando a que mi hermano y sus hombres nos vean?" – reté, levantado ligeramente mi barbilla.


Sus ojos carmesí se clavaron, por menos de un segundo, en los míos y, después, se adentró en el pequeño espacio. Le seguí por detrás y, volví a acomodar las trenzaderas de hierba en su lugar. No fue hasta que estuve en aquella completa oscuridad que caí, realmente, en la realidad en la que me encontraba…


… Yo, Isabella Swan, estaba al lado de un vampiro, el cual me había intentado matar en dos ocasiones. Y eso, no era todo. No. Lo estaba ayudando a permanecer con vida…


– "¿Por qué nos ha ayudado?" – preguntó, haciendo eco a mis pensamientos.


Bajé la mirada hacia el suelo de tierra que se expandía bajó mis pies y abracé mis rodillas


"Lo hice por ella" – contesté, evadiendo su mirada, que brillaba como la de un gato al acecho en la oscuridad – "Ella no es como ustedes"


"No" – acordó él y su voz se escuchaba endurecida – "Esme es diferente"


"¿Estará bien?"


"Si. El aturdimiento desaparecerá, más o menos, al anochecer"


Suspiré profundamente.


– "Es hora de que me vaya" – anuncié, con voz seca – "Quédense aquí y no salgan hasta que el cielo este cubierto, completamente, por su manto negro. Llevaré a mi hermano y a sus guerreros de vuelta al castillo. Les diré que han huido hacia el oeste" – expliqué, mientras me movía hacia la salida – "Un último consejo: Váyanse de aquí si no quieren que su especie sea exterminada por completo. No son, ni serán, bienvenidos en estas tierras. Busquen su lugar en otra parte"


No esperé por una respuesta. Pero pude sentir su mirada clavada sobre mi espalda en el momento en que abandoné aquel lugar. Salí de entre las ramas, mirando hacia todas partes. Suspiré, aliviada, al notar que no había alma alguna por los alrededores. El bosque se había vuelto a bañar con su silencio pacifico. Comencé a caminar, dirigiéndome hacia el lugar en el que, por segunda vez, la muerte me había amenazado.


Solamente me encontré con el cadáver de los guerreros que habían matado frente a mis ojos y varias huellas de las herraduras de los caballos. Todas se dirigían hacia el otro sendero. Me debatí por un momento entre si irme al castillo o ir detrás de mi hermano. Sabía que, seguramente, estaría muy preocupado por mí. ¿Estaría él bien?...


Me decidí por la primera opción. Sabía que era imposible alcanzarlo, por mucho que corriera. Comencé a andar por el sendero que me llevaría al castillo. Me miré la herida de mi brazo, ya había desaparecido. Me pasé los dedos por la piel sana y no pude evitar no recordar aquella lengua que la había acariciado. Estaba enloqueciendo. ¿Cómo había sido capaz de ayudar a una pareja de demonios solamente por que la mujer me pareció alguien gentil? Empuñé mis manos a mis costados agité mi cabeza, de derecha a izquierda, mientras continuaba mi marcha.


"¡Bella!" – escuchar esa voz resultó ser un alivio.


Por primera vez, no quería caminar tanto en el bosque. Me estaba encontrando con cuerpos decapitados y cabezas regadas a cada paso que daba. Me giré para encarar a mi hermano. Tenía un arañazo en su angulada mejilla y todo su rostro se encontraba cenizo. Se me llenaron los ojos de lágrimas al verlo completamente a salvo. Leí en su mirada que también se tranquilizaba de verme.


Pero, para este tipo de sentimientos tan profundos, las palabras resultaban ser innecesarias. Bajó de su caballo y, con un movimiento delicado, me subió a éste. Comenzamos a galopar hacia el castillo, frente a los pocos hombres que habían quedado tras la batalla.


ALICE POV


Me encontraba caminando, de un lado a otro, dentro del castillo. El dolor de cabeza me estaba comenzando a marear, no lograba ver nada con claridad. En situaciones como esta – cuando había demasiadas criaturas involucradas – era cuando el pequeño y complicado don que me había sido otorgado se volvía algo realmente molesto. Mis padres se encontraban a mi lado y el tener sus miradas puestas sobre mí, aumentaban mi ansiedad. Decidí salir del lugar. Me dirigí hacia una de las ventanas por las cuales podías mirar todo el horizonte y suspiré profundamente al no encontrar rastro alguno de mis hermanos.


Tonta Bella… ¿Cómo había dado aquella estupida orden?


Mis ojos se llenaron de lágrimas. Si algo les pasaba a mis hermanos yo no sabría qué hacer. Los amaba tanto…


"Princesa, ¿Se encuentra usted bien?" – giré mi rostro para encarar al joven que me había hablado.


Fruncí el ceño nada más al saber de quién se trataba. Tensé mi quijada y le dediqué la mirada más envenenada que pudiera ofrecerla a alguien en todos mis siglos de vida.


"Estaría bien si no le hubieras hecho caso a la orden que mi hermana te dio" – contesté, descargando mi tensión con aquel pobre muchacho.


"L-lo siento, solo hice lo que su hermana me exigió" – balbuceó, y el miedo era palpable en su mirada gris.


Tensé mi quijada y volví mi rostro hacia la ventana. Suspiré profundamente para poder tranquilizarme


"¿Cuál es tu nombre?"


"Jasper Withlock, para servirle, su Alteza"


"Jasper" – repetí – "No siempre hagas lo que se te dice" – musité – "No todas las ordenes son las correctas…"


El galopeo de varios caballos llamó mi atención. Agudicé mi vista y pude verlos, venían a una distancia aproximada a un kilómetro. Una sonrisa de tranquilidad se dibujó en mi rostro y, olvidándome rápidamente del joven guerrero que tenía detrás de mí, salí en su encuentro.


Bajé corriendo las escaleras y no esperé a que los guardias abrieran las enormes y pesadas puertas que protegían el castillo.


"¡James! ¡Bella!" – exclamé. Nuestros padres venía detrás de mí.


Mi hermano fue quien bajó primero. Me lancé hacia ellos. Solamente sus ropas venían desgarradas. Ni una sola herida se lograba ver sobre su pálida y lisa piel.


"Eres… eres… ¡Eres de lo peor!" – le dije a Bella – "¿Cómo pudiste hacerme eso: apartarme de tu lado?"


"No pasó nada. Logré librarme de él" – tranquilizó – "Ya le informé a James que se ha ido al oeste. Está muy herido…"


"Mandé a varios hombres hacia esa dirección" – terció mi hermano – "Y mañana, seguiremos de casería. Y no permitiré la compañía de nadie más que las personas a quienes yo indique" – agregó, mirándonos significativamente


Bella y yo bajamos la mirada y, sin decir más, los que nos rodeaban se adentraron en el castillo y nos dejaron solas.


EDWARD POV


Podía sentir que el anochecer había llegado.


¡Maldición!


Esme aún no se despertaba.


Tensé fuertemente mi quijada al sentir como la rabia volvía a apoderarse de mí. Malditos humanos y maldita Realeza, ¡Cuánto los odiaba! Ahora más que nunca… Gruñí fuertemente al recordar a aquella Princesa y el sonido despertó a Esme


"¿Edward…?" – musitó


"¿Cómo te encuentras?"


"Mucho mejor" – contestó, mientras se incorporaba. Se quedó meditabunda un par de segundos y después, agregó – "¿Qué pasó con la muchacha que nos ayudó?"


"Se ha ido" – contesté, a regañadientes.


"La ibas a matar"


"Si" – aseguré, mirándole a los ojos – "Es lo menos que se merecen"


"Edward…"


"Nos tratan y ven como animales" – interrumpí, pues sabía que su noble corazón la iba a llevar a darme un sermón que no estaba dispuesto a escuchar – "Mira lo que te hicieron" – señalé – "Tú no tenías nada que ver en todo esto y te han herido. A ellos no les importa si somos o no asesinos de sus humanos. Solamente quieren exterminarnos por que somos los únicos que podríamos acabar con ellos y quitarles todo los privilegios que poseen"


"Ese odio no te llevará a nada bueno"


"Tampoco la compasión" – discutí, sintiéndome mal al ver como su rostro se ensombrecía y bajaba la mirada. Suspiré pesadamente mientras intentaba borrar aquel débil sentimiento de la mente – "Te llevaré con Carlisle, seguramente ha de estar muy preocupado."


Esme asintió, dándome la razón. La tomé entre mis brazos, en cuanto salimos de aquella cueva. Mi ira incrementó cuando noté que, en realidad, la princesilla había cumplido su promesa.


"Puedo correr"


"Aún te encuentras débil" – dije y salí corriendo del lugar.


Tal y como lo imaginaba, Carlisle se encontraba ya muy preocupado por Esme. Corrió hacia nosotros cuando nos vio llegar y le explicamos todo lo que había sucedido. Él nos escuchó con atención y sin ningún atisbo de furia reflejado en alguna de sus facciones. Nunca podría explicarme de dónde provenía tanta paz de su alma.


"¿Te irás?" – preguntó Esme, sujetándome de la mano


"Si. No puedo quedarme aquí"


"Hijo, este es tu lugar" – recordó Carlisle. Lo miré fijamente a los ojos, pues sabía lo que sus palabras querían decir.


"No" – disputé, con voz contenida


"Eres mi hijo… el príncipe…"


"Por lo mismo" – interrumpí – "por que sé quién soy, no permitiré que acaben con nuestra raza"


"La violencia no es le mejor método"


"¿Entonces cuál es?" –


Carlisle tardó en contestar


"Has dividido a nuestra familia en dos grupos"


"Eso no es culpa mía. Los que se encuentran conmigo son por que comparten la misma aspiración que yo: dejar de estar escondidos. Dejar de vivir en penumbras"


"Han acabado con aldeas enteras. ¿Cómo piensan ser aceptados si se comportan como bestias?"


"¿Y a ti te ha servido de algo tu obstinación por la sangre humana?" – reté – "¿Les ha servido a todos ustedes alimentarse con sangre de animales? No" – me auto contesté – "No ha servido de nada. Siguen siendo igual para ellos"


"Edward…"


"No quiero seguir discutiendo" – tajé – "pero no puedo quedarme aquí, reprimido, cuando sé que puedo hacer algo más por todos nosotros"


"Quédate, por los menos esta noche" – rogó Esme.


Sus dorados ojos me miraron con súplica, pero luché por mantenerme firme en mi decisión. Me incliné para depositar un beso sobre su frente, para después dar media vuelta e irme con el grupo de vampiros que habían logrado sobrevivir.


"Deberíamos de tomar en cuenta el consejo que la Princesa nos dio"


Envaré mi cuerpo al escucharle.


"Yo no me pienso ir de aquí" – susurré


"Entonces, ¿la mataras? ¿mataras a su familia?"


"Esa es mi prioridad ahora"


"¿Acaso no le estas agradecido? ¡Nos ayudó! Sin ella, ahora estuviéramos los dos muertos"


Crispé mis manos a mis costados y chasqueé mis dientes ¿Tenía que recordarlo?


"Nosotros no se lo pedimos. Yo no tengo ninguna deuda con ella"


"Hijo…" – volvió a terciar Carlisle


"Los veré pronto" – anuncié, y salí corriendo de ahí, antes de que pudieran decir más.


Corrí y corrí, sin dirección alguna pues era mi única manera de descargar toda rabia que sentía al saber que las palabras de Esme eran ciertas. No tanto por mi vida, si no por la de ella. Mi madre estaba viva por esa insignificante muchacha inmortal…


Ciertamente, me encontraba en deuda con ella…


Pero, ¿Cómo saldar un adeudo con el peor de tus enemigos?


No encontraba respuesta alguna a mi pregunta…

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