Dark Chat

miércoles, 10 de febrero de 2010

A piece of your love

Cap.3.-Presencia.

Después de aquella intima y delicada conversación con Charlie me retiré en dirección hacia mi casa. No había pisado esa cabaña desde que Bella se fue de mi lado. En un principio regresé a Forks para ver a mi ángel, mas no planeaba quedarme a no ser que ella así lo desasease, pero cuando me encontré con la noticia de que mi Bella había muerto decidí que pese a que le había prometido no terminar con mi existencia debía hacerlo. Con el dolor de mi corazón debía romper mi palabra. No podía continuar en este mundo, no sin ella quien representaba aquello que me ligaba a la vida, o al menos lo más cercano a tener una.

En ese entonces no comprendí cómo era posible que mi ángel me pidiese que continuase sin ella, aún sabiendo que el uno no podría vivir sin el otro. ¿Que clase de venganza representaba el atarme a una existencia vacía? No lo entendí en aquel momento, pero cuando descubrí su motivo, cuando la verdad se abrió paso ante mis ojos entendí el porqué de la petición de mi ángel… Todo cobró sentido.

Una hija… ¡Una hija! Aquello era un motivo lo suficientemente fuerte para no partir, al menos no por ahora… Tenía una hija dios mío ni en la más locas de mis ocurrencias imaginé algo similar, quién lo hubiera dicho, sin pedirlo ni mucho menos pensarlo, ahora me había vuelto el padre de una pequeña escasos cuatro años.

En tan solo un par de horas me había encargado de averiguar todos los detalles relevantes acerca de mi bebe. Debo admitir que Charlie fue de mucha ayuda, gracias a él aprendí que mi niña no solo era poseedora de una inteligencia sobre humana, sino que al parecer había heredado la terquedad de su madre, en resumidas cuentas mi hija era una niña extremadamente consentida.

El padre de mi ángel también me comentó que mi niña tenía un “don”. La palabras exactas de Charlie fueron “Carlie es una niña realmente superdotada”, de manera torpe él intentó explicarme como funcionaba el don de mi pequeña, mas no fue hasta hace unas pocas horas que comprendí de que trataba y sólo puedo afirmar que fui testigo de un milagro. Mi hija es realmente una personita increíble, poseedora no solo de una belleza que te atrapa, sino también de una habilidad nunca antes vista, con solo un roce podía mostrarte sus pensamientos, sueños y deseos.

Cuando sentí su pequeña y delicada manito posarse sobre mi frío y duro rostro en un principio me alegré por semejante muestra de afecto, pero luego de que ella ejerciese presión la alegría pasó a segundo plano transformándose en una completa adoración. Mi hija se dedico a mostrarme sus recuerdos, aquellos que guardaba en su memoria. Pude verla en días como navidad, también me mostró sus cumpleaños, por medio de sus tiernas e inocentes memorias descubrí que mi niña no solo se alimentaba de comida humana, pero al parecer Charlie no era conocedor de esta faceta. El resto de la tarde nos la pasamos Charlie y yo disfrutando de las locas ocurrencias de mi hija… Hija, que hermoso sonaba eso. Sin embargo no podía evitar pensar en la responsabilidad que esto representaba.

“Tengo cáncer Edward, cáncer al esófago para ser exactos. Me quedan dos meses a lo mucho, por lo que tendrás que hacerte cargo de Carlie.”

Esas habían sido las últimas palabras de Charlie, lo que significaba que me quedaría completamente solo en esta misión de criar a mi pequeña, la sola idea me aterraba. ¿Qué rayos iba a saber un vampiro acerca de la crianza de una niña?, por mucho que Carlie fuese medio vampiro seguía siendo una bebe, a duras penas había logrado seguir adelante ¿Cómo iba a hacerlo con mi pequeña? ¿Qué clase de ejemplo sería yo?
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Preso del pánico y creyendo que el mundo se le venía encima de pronto sintió sus hombros más pesados que nunca. Cientos de preguntas se formaban en su cabeza, cada segundo que pasaba ponía en duda su capacidad para ser padre, se cuestionaba si sería o no un buen ejemplo. Sentía que Bella le hacía más falta que nunca. Tal vez si ella estuviese él no tendría que pensar en estas cosas, él se dedicaría a ser el padre sobreprotector y Bella se encargaría de cosas como los modales, la alimentación, la vestimenta, por Dios ¿Qué podía saber él acerca de cómo vestir a una pequeña? Casi podía oír la dulce risita de su ángel por sus tontas y desesperadas ocurrencias.

Dejó que las horas pasaran, cada minuto que pasaba se veía más tentado a introducirse a hurtadillas a la casa de Charlie. No sería la primera vez, además se trataba de su hija, ¿él tenía ese derecho no? Finalmente se vio vencido por la ansiedad y se dirigió a toda velocidad a casa de su suegro, cuando al fin se encontró con esta, donde hace tan solo unas horas había compartido anécdotas, recuerdos y por sobre todo valiosa información sobre su hija, se prepare para entrar.

No le fue difícil encontrar la habitación de la pequeña. Tal y como suponía, era la misma habitación de Bella, no habían cambiado nada todo seguía en su lugar, las cortinas seguían siendo azules, la habitación al igual que las cortinas poseían esa tonalidad azulina-grisácea, pero se veían más desgastadas, el tiempo no pasaba en vano para aquella casa.

De no haber sido porque la enorme montaña de osos de peluches que yacía sobre la vieja cómoda de Bella. Él hubiese jurado que la habitación era de Bella, pero pese a esos pequeños detalles que indicaban que en ese dormitorio descansaba una pequeña, la esencia era la misma. Cada esquina de esa habitación gritaba su nombre, podía ver a su ángel en cada detalle del dormitorio.

Se acercó con sigilo hacia el lecho en donde reposaba la pequeña, no pudo evitar distraerse al notar que junto a la cama continuabas apilados los mismos libros que Bella solía leer, victimas del tiempo, una fina capa de polvo era la prueba de que no habían sido tocados desde que Bella dejo este mundo.

Volvió su vista hacia la pequeña y se deleitó observando cada suspiro que soltaba su hija, de igual manera disfrutó el modo en que su pequeño pecho subía y bajaba en forma suave producto de su acompasada respiración. Edward con extremada devoción y reverencia no perdía de vista los más cotidianos detalles de la niña, muy cuidadosamente aparto unos rizos que se habían acomodado en la boca de su hija. Haciendo uso de su carácter sobre protector, se alarmó en sobremanera mientras quitaba los restos de cabello del rostro de su pequeña. Comenzó a hiperventilar de forma exagerada preguntándose que hubiera pasado sí el no hubiese estado ahí.
Entonces cayó en cuenta de que su hija era mitad vampiro, en ese momento agradeció a Dios por ello, si es que existiese claro está. Nunca se sintió más feliz de su naturaleza hasta ahora, que podía sentirse afortunado a diferencia de otros padres y meditó el hecho de que nunca debería preocuparse por gripes, resfriados y otra clase de enfermedades. Reconoció el extraño y lejano sentimiento que le inundaba como dicha. Antes se sentía ajeno a tal emoción, mas ahora que tenía a su hija junto a él supo que podría darse una nueva oportunidad.

Continuó con aquella fascinante tarea de velar el sueño de su hija, disfrutó de la mezcla perfecta entre fresas y lavanda. Dejó que su esencia se adentrara en él en profundidad.

El cuarto estaba lleno de aquel perfume; su fragancia estaba impresa en cada superficie. Permitió a su mente nadar en ella, gran error, casi de forma involuntaria sus recuerdos le hicieron preso de la melancolía nuevamente, aquella esencia tan desgarradora y condenadamente familiar le comenzó a torturar.
— ¿Estaba abierta?

—No, he usado la llave de debajo del alero…Sentía curiosidad por ti.

— ¿Me has espiado?

— ¿Qué otra cosa iba a hacer de noche?

— ¿Con cuánta frecuencia?

— ¿Eh?

— ¿Con qué frecuencia has venido aquí?

—Casi todas las noches.

— ¿Por qué?

—Eres interesante cuando duermes. Hablas en sueños.

— ¡No!

— ¿Estás muy enfadada conmigo?

— ¡Eso depende!

— ¿De qué?

— ¡De lo que hayas escuchado!
— ¡No te disgustes!

—Echas de menos a tu madre. Te preocupas por ella, y cuando llueve, el sonido hace que te revuelvas inquieta. Solías hablar mucho de Phoenix, pero ahora lo haces con menos frecuencia. En una ocasión dijiste: «Todo es demasiado verde».

— ¿Alguna otra cosa?

—Pronunciaste mi nombre.

— ¿Mucho?

—Exactamente, ¿cuántas veces entiendes por «mucho»?

—Oh, no

—No te acomplejes. Si pudiera soñar, sería contigo. Y no me avergonzaría de ello.

Llevó su mano hacia su rostro, bajándola con más fuerza de la necesaria hasta su boca. Se detuvo ahí para tomar una gran bocanada de aire, cerró sus ojos con fuerza intentando arrancar de su cabeza todos aquellos recuerdos, que pese a ser hermosos, se habían vuelto una completa tortura.

Aquello fue una pésima idea, ya que todo cuanto podía ver era el rostro de su ángel, más perfecto que nunca, su imagen continuaba grabada a fuego en sus pensamientos por lo que abrió sus ojos desesperado ante tal visión, pero se encontró con dos orbes chocantes mirándolo con escrutinio.
El rostro de la pequeña Renesme, pese a haber despertado recién era deslumbrante, sus rizos revueltos y pegados a su rostro producto del sudor le daban una apariencia adorable, pero no fue eso lo que dejó sin palabras a Edward, sino que fueron sus mejillas bañadas por esa exquisita tonalidad rojiza, en conjunto con aquellos luceros achocolatados la hacían ver como el vivo retrato de su madre. Tal vez el tono de su cabello lo había heredado de su padre y la fineza en sus facciones, mas era innegable el parecido con Bella. Edward tenía claro que su ángel estaría más presente que nunca en su vida.

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