Dark Chat

lunes, 21 de marzo de 2011

Vida : Dulce Inmortalidad

Capítulo Quinto: Eres como una enfermedad


- ¿Que he hecho? Preguntó con un hilo de voz - Su pregunta era retórica, yo solo suspiré. Sus manos estaban a pocos centímetros de mi rostro.

- Nada, tú no has hecho nada - Respondí apartándome de él. Vi como sus manos quisieron tocarme pero las detuvo en el aire.

- ¿Por qué? quiso saber, su voz era temblorosa ante la verdad que yo pudiera decirle.

- Supongo que esa pregunta deberías hacérsela a Victoria - Solté sin pensarlo, y recordé el mensaje que ella había dejado para él conmigo. Agradecí que mi mente estuviera fuera de su alcance.

Cuando escucho el nombre de Victoria, clavo su vista en el suelo, su respiración había comenzado a agitarse y el trataba de mantener la calma sin lograrlo. Cuando levanto la vista nuevamente, fue como un déja vú, recordé la escena del bosque, sus ojos brillaban como topacios duros, claros y muy profundos.

- Bella…Yo… no quería que… - comenzó a decir sacudiendo su cabeza, estaba espantando sus peores demonios.

- ¿Qué es lo que no querías?

Dije con un hilo de voz, de pronto tenia sentimientos encontrados, todo ese amor estaba aflorando nuevamente, pero también estaba aflorando el rencor, la pena. Y no pude contenerme más. No había planeado nada, pero todo comenzó a fluir sin yo tener control sobre el desarrollo de la conversación.

- Que corrieras peligro, claro.

Agrego, pero yo no lo deje continuar, lo interrumpí.

- Bueno Edward, te felicito, porque justamente fue todo lo contrario, fue una pesadilla después que me dejaste sola en aquel bosque, no sabes cuantos días pase sin siquiera poder hablar, sólo tenia tu recuerdo en mi cabeza apareciendo una y otra vez, como cuchillos rasgando mi corazón sin detenerse… pasaron meses Edward, meses, sin comer, sin dormir, sin vivir… mis padres creyeron que estaba loca, me internaron en un Hospital.

Grite agitada, hice una pausa, pude ver su rostro desfigurándose con cada palabra que yo decía, era una sensación rara, pero por alguna extraña y retorcida razón, estaba disfrutándolo, antes que él pudiera decir algo continúe.

- Mi corazón estaba roto en mil pedazos, mi vida estaba rota, sin sentido, cuando te dije que mi alma te pertenecía, no estaba mintiendo, ese día que tu te fuiste, mi alma se fue contigo, incluso ahora ella ya no me pertenece, así que lo que hizo Victoria, sólo fue un acto misericordioso de su parte.

- Calla… te lo suplico… - Balbuceó en un susurro entrecortado, mientras se volteaba, se apoyo sobre el escritorio que estaba a unos pasos de él, enterró su cabeza entre sus brazos, podía sentir su pena y dolor, podía ver cuán débil era, pero eso sólo me hizo enfurecer más.

- No quieres la verdad, pues aquí la tienes pasé meses escuchando tu voz en mi mente, soñando que iba a despertarme de esta pesadilla, pero eso no sucedía, era una agonía lo que estaba viviendo, fue entonces cuando tomé la decisión y fui a la azotea del hospital.

- ¡Bella por favor! - Gruño con voz estrangulada apretando sus puños contra la mesa dando un fuerte golpe sobre esta, abrió sus manos apretando la madera que se destrozaba ante su contacto.

- Pero no pude, no tenía la voluntad, ni la fuerza, fue entonces que constante que yo no era yo nunca más, que tú te habías llevado a Bella contigo, y que mi alma jamás volvería a estar dentro de mí, así que corrí, corrí hasta no detenerme, paradójicamente y debo agradecerle estaba ella ahí.

- ¡Calla! Chillo dolido.

- Estaba amaneciendo, no la sentí venir, pero cuando sentí sus labios fríos y duros contra mi cuello, lo supe y premié que me matará.

Hice una pausa, no estaba segura de decirlo, pero mi corazón debía cerrar la herida, así que continúe

- Ella te dejo un mensaje

Edward levanto su rostro, pero permanecía de espaldas a mí, no noté que su cuerpo comenzó a temblar

- Estamos a mano – dije y sentí un grito ahogado emanar de su pecho y sus ojos centellearon por un instante.

- OH Bella… perdóname te lo suplico. Gimió.

Cuando pude darme cuenta estaba arrodillado ante mis pies, tenia su rostro enterrado en mi cintura abrazándome, su cuerpo temblaba como un niño pequeño, levante mis manos, iba a ponerlas en su pelo para acariciarlo, pero me contuve, maldije que no pudiera llorar porque era justamente lo que más deseaba. Era una extraña sensación, por primera vez mi corazón se calmo, por primera vez en cinco años, el dolor ya no existía, era como si hubiera necesitado hacer esto, hacérselo. Me había convertido en un monstruo reflexioné. Fue entonces cuando sentí la presencia de Alice en un rincón de la habitación, había salido de la oscuridad su mirada estaba absorta en nosotros dos.

- Edwards creo… que ella… te ha perdonado.

Musitó Alice confundida mientras Edward seguía aferrado a mi cuerpo, sin decir nada.



1 comentarios:

AND dijo...

POBRE DE LOS DOS TIENEN EL CORAZON HECHO TROCITOS, PERO ME ENCANTA ESTE LADO DE LA HISTORIA ESTA GENIAL ES SIMPLEMENTE FASCINANTE.