Dark Chat

domingo, 10 de octubre de 2010

Destellos de Oscuridad

Capítulo 6

Apuesta

Tal vez su cordura se esfumaba lentamente, sin que ella se percatara de su desaparición. Por que, en definitiva, ésa no había sido una conducta normal.


Aún no podía creer que lo había esperado. Cuando Dominic le había ordenado que saliera se había quedado preocupada –sí, aunque lo quisiera negar así era-, estaba asustada porque algo malo le fuera a ocurrir a Edward. Eso no estaba bien, ni siquiera lo conocía bien, además, la experiencia le decía que todo vampiro era un traidor, o lo terminaba siendo.


Por ello no debía confiar en las palabras de ayuda que él tan amablemente había ofrecido, Edward mentía. Nadie ofrece ayuda a cambio de nada, siempre hay un truco, una sombra detrás de la luz.


La oscuridad consumía el camino de Bella; las calles estaban desiertas, ensombrecidas con el manto nocturno. Pero no tenía prisa, en casa, o mejor dicho, departamento –la pobre imitación de hogar- no le esperaba nadie. Amy ya no vivía con ella y, a pesar que le entristecía la perspectiva de soledad, se alegraba que estuviera bajo la vigilancia lobuna. No creía que hubiera un mejor lugar para protegerse de un vampiro.


Entonces, sacándola de sus grises pensamientos y devolviéndola a una realidad mucho más ennegrecida, el celular sonó.


Bella apretó los labios, tentada a ignorar el molesto sonido. Sabía perfectamente quien era y no quería escuchar su voz.


Sin embargo, el recuerdo de su deuda la hizo ceder; descolgó el pequeño aparato y se lo puso al oído.


-Quiero que vengas.


-Me acabas de correr de tu casa, si mal no recuerdo –contestó ella, no sin cierto tono de molestia.


Dominic rió.


-Si, pero en ese momento tenía compañía no deseada y no quería que presenciaras una desagradable discusión. Ahora, en cambio, que ya he sacado la basura, quiero que regreses.


-Lo que digas.


Bella colgó el aparato sin dar tiempo a respuesta y se dio media vuelta, retrocediendo el camino recorrido.


No se sorprendió cuando entró en la casa, y se encontró al vampiro de cabellera rubia sentado, en un amplio y cómodo sillón, esperándola.


-¿Qué quieres?


-Pregunta correcta, sin embargo, el tono no lo es –apuntó Dominic como si estuviera educando a un niño. –Bella, no puedo quejarme de tu cumplimiento, cada vez que te pido algo lo haces, pero aún debes trabajar más con tu humor, me tratas muy mal.


-Eso no va a cambiar, acostúmbrate.


Dominic sonrió, dejando al descubierto sus afilados y blancos colmillos. Se puso de pie con un movimiento ágil, y caminó hacia ella.


-Bella, Bella… Se te olvida algo muy importante, y es, que prácticamente me perteneces. Te recuerdo que tu deuda conmigo es de una cantidad considerable, es cierto que me brindas servicios y con ello disminuye, pero no tanto como para considerarte libre. Así que creo merecer más respeto que el que me das. He sido demasiado tolerante contigo.


El vampiro comenzó a dar vueltas a su alrededor, como predador esperando a que su víctima se encuentre en el momento más vulnerable para atacar.


-Por otro lado –prosiguió él, tocando su cabello y retirándolo cuidadosamente de uno de sus hombros, dejando una parte de su cuello expuesto-, si te portas amable conmigo, tu deuda podría disminuir considerablemente.


Y dicho esto Dominic pasó la yema de sus dedos por la pálida piel de Bella. A lo que ella, para toda respuesta, le retiró la mano y retrocedió dos pasos.


-La última vez que me propusiste eso, lo rechacé, no veo porque ahora iba a cambiar de parecer –escupió Bella, con desprecio.


-Cambiarás de parecer.


-Lo dudo.


Dominic se rió.


-Ya basta de rodeos. ¿Qué es lo que querías?


-Primero quisiera informarme sobre algo que, debo admitirlo, me molesta, y pienso que tú podrías darme la respuesta. ¿Por qué te busca tanto Edward?


-El no me busca.


-Sí lo hace, ahora, dime el porqué. ¿Qué es exactamente lo que quiere de ti?


-Lo desconozco –dijo Bella, lo que era completamente cierto, ella misma se hacía esa pregunta constantemente.


-No me mientas.


-No lo hago, en verdad no lo sé.


El vampiro caminó de un lado a otro, pensativo, luego se detuvo y en su rostro se formó una expresión ceñuda.


-De ahora en adelante, si te busca, evítalo, aléjate de él.


El primer impulso de Bella fue protestar, pero se dio cuenta que no debía importarle, Edward no significaba nada para ella.


-¿Por qué?


Dominic apretó la mandíbula.


-Porque, como seguramente apreciaste hace unos momentos, es mi enemigo y porque tú trabajas para mí. Es bastante sencillo, a mi parecer.


Al verlo tan molesto, Bella no se atrevió a poner réplica alguna en eso, no quería tentar a su suerte.


-De acuerdo. ¿Eso es todo? ¿Para eso me llamaste?


-Por supuesto que no, hace falta algo más.


Dicho esto, el vampiro volvió a sonreír. Aunque, ahora que lo veía, Bella no estaba segura que fuera una mejoría, ya que su sonrisa, lo hacía verse tanto o más peligroso que con el ceño fruncido.


-Necesito que mañana en la noche llegues a este lugar –le tendió una hoja de papel con una dirección anotada-, y busques a Richard Ferguson.


-¿Quieres que le cobre algo?


-Me debe el dinero de una apuesta, sí, pero no será necesario que le pidas el dinero, sólo quiero que le recuerdes su deuda. Tampoco creo conveniente que utilices tu arma, simplemente derríbalo y dale el mensaje.


Normalmente Dominic no era tan amable con los vampiros que tenían cuentas pendientes con él, pero Bella no hizo exteriores sus dudas, esperando salir de ahí pronto.


-De acuerdo –dijo. -¿Algo más?


-Nada, por el momento. Pero puedes irte.


Bella no dudó en hacerlo.


Sobra decir, que el momento favorito de Bella es la mañana; así cómo está demás añadir que es también el horario preferido de Amy. El único y corto lapso en que ambas hermanas pueden verse.


La vampiresa entró en la casa del líder de los licántropos, cosa, que parecería muy extraña a ojos ajenos que no conocieran la relación de éste hombre lobo y Bella.


Pero no fue él quien la recibió, ya que –como Bella sabía perfectamente- se encontraba en aquellos momentos en el hospital. Así que su anfitriona fue la compañera de éste, quien, por cierto, la recibió con una cálida sonrisa.


-¡Bella! ¡Bella!


Sin embargo, al escuchar ésta dulce y pequeñita voz, la atención de Bella se perdió completamente y se concentró en totalidad en la portadora.


Una niña humana, diminuta comparada con las otras dos féminas que se encontraban ahí, extendió los brazos a la vampiresa. Quien, a propósito, no dudó en responder a este llamado en silencio, y la levantó del suelo.


-¿Cómo estás, Amy?


-Triste, por que casi no te veo. ¿Por qué no quieres que esté contigo? –interrogó la niña.


-Ya te lo he explicado –respondió Bella-, estás más segura aquí.


-¿Por qué no te quedas aquí, entonces?


Bella abrazó con más fuerza a su hermana y le dio un beso en la frente.


-No Amy, estar conmigo es peligroso, yo soy el problema.


El rostro de la pequeña se cubrió de una sombra de confusión y tristeza.


-¿Por qué?


-Hay vampiros a los que no les agrado y si saben que tengo una hermana, ellos podrían hacerte daño.


Emily, quien hasta ahora había permanecido en silencio, decidió tomar la palabra en ese momento:


-Bella, sabes que la manada puede protegerte…


-Sam ya ha hecho demasiado por mí, no quiero meterlo en problemas, ni a los demás. ¿Cómo se sentirán ellos al saber que tienen que proteger a un vampiro?


-Aunque lo dudes, a los chicos les agradas –dijo Emily, y mientras una conocedora sonrisa atravesaba su rostro añadió:- Debo admitir que a uno hasta de más…


-Cómo ya le he dicho a Sam, agradezco el ofrecimiento pero puedo cuidarme sola.


-¡No, no! –interrumpió Amy. –Sam siempre dice que entre más miembros conformen un equipo es más seguro… Bella, tú no puedes sola.


-El lo dice porque ésa es la forma de trabajar de los lobos, y yo soy un vampiro, aunque no me guste.


-¡Pero Jacob dice que eres diferente! –protestó la niña. A lo que Emily secundó, indirectamente, con una pequeña risa, mal disimulada.


-No debe de tardar en llegar, por cierto –comentó ella.


-¿Quién? ¿Ahora de que hablas?


Entonces, alguien tocó la puerta.


-Debe ser él –dijo Emily.


Cuando ella abrió la puerta, en el umbral se dibujó la gran figura de un licántropo. Bella se giró y vio a Jacob, cuyos ojos se encontraron con los de ella.


-¿La sentiste? –le cuestionó la anfitriona, no sin cierta curiosidad en su tono.


A Bella le pareció que, de pronto, Jacob se veía más acalorado que antes. No entendió el significado de esa pregunta, pero no se preocupó, ya que pensó que debía tratarse de algún extraño diálogo entre los miembros de la manada.


-Sí.


Por fin, Emily dejó pasar al licántropo y éste se acercó a Bella.


-¡Hola, Jacob! –lo saludó ella.


-Bella –el contestó sin apartar sus ojos.


La vampiresa sonrió, en verdad le agradaba ése licántropo. Verlo en la casa de Sam no le pareció extraño, ya que el mismo le había dicho que siempre recibía visitas, sólo se cuestionó de la ausencia de los demás; había pensado que normalmente llegaban en grupo a esa casa, pero después de todo, ella no sabía mucho sobre lobos.


Después de la llegada de Jacob, Bella no estuvo mucho tiempo en la casa; se despidió de su hermana dándole un beso en la mejilla y se dirigió a la salida. No sin notar que el licántropo la seguía.


Jacob la abrazó a la primera oportunidad, y le recordó que si necesitaba ayuda podría llamarlo; lo que ella agradeció sinceramente, y se marchó.


En el momento que el cielo volvió a su estado oscuro, Bella maldijo. Aún le quedaba la encomienda de Dominic. Se preparó para la lucha y, aunque él le había dicho que no usara su cuchillo, lo escondió entre su ropa. Siempre era bueno cargar con él, por si lo ocupaba.


El lugar al que, momentos después, llegó, era una especie de salón, en el que en ese momento se daba una fiesta. Bella pensó que sería muy difícil entrar, sobre todo sin invitación.


Por ello tuvo que acercarse a los guardias y, al ver que le negaban –después de tanto insistir- la entrada, decidió que era el momento de usar la fuerza.


A diferencia de un centro nocturno, la gente no se aglomeraba en la entrada, de hecho estaba casi desierto. Los invitados, como era lógico, debían de estar dentro, a ésos lugares no asistía cualquier vampiro.


Bella les mostró los colmillos, retando abiertamente a los dos vampiros, a lo que, ambos respondieron lanzándose sobre ella. Pero para eso, ya estaba preparada; esquivó el golpe del primero y, aferrándose a su brazo lo tiró, con toda la fuerza que tenía al suelo. El otro se enfureció e intentó morderla, pero ella, nuevamente fue más rápida y lo pateó en el rostro, haciendo que éste cayera en cima del primero.


Entró en el lugar, ignorando a todos los vampiros que vestían elegantemente y les preguntaba, de cuando en cuando, por el vampiro llamado Richard. Finalmente, una vampiresa le señaló la dirección y Bella, sin perder tiempo, se aproximó a él.


-¿Richard Ferguson?


-El mismo –respondió el aludido, poniéndose de pie. El era un personaje peculiar, ya que su cabellera era roja, y sus ojos eran plateados. Y también poseía una barba que le rodeaba la boca y bajaba levemente por su mentón.


-Tengo un mensaje de Dominic.


Y dicho esto, Bella lo tomó del brazo, y lo derribó con un solo movimiento antes que él pudiera reaccionar. El pie de ella estuvo sobre su garganta en menos de un segundo.


-El dice que…


Pero fue interrumpida por la risa estruendosa de su víctima, lo que la confundió bastante.


-De acuerdo, Dom, tú ganas. ¡Ella es fantástica!


Richar observaba arriba, cómo si esperase que alguien llegara. Bella levantó un poco la vista, y vio que alguien aparecía entre una multitud de curiosos.


-Mi Bella, lo has hecho increíblemente, y gracias a ti, gané una apuesta –dijo Dominic. –Ahora sería conveniente que dejaras a Richard ponerse de pie.


La vampiresa, algo confundida, se alejó del cuerpo que yacía en el suelo riendo de buena gana.


Entonces, cuando Richard se levantó y le entregó dinero a Dominic, ella lo entendió todo; él sólo la había usado para divertir a sus amigos, la misión que le había encargado no era real. Ella misma había sido el objeto de la apuesta. Sintió más odio aún hacia Dominic.


Bella se dio la vuelta, para salir de ahí, pero una mano la detuvo. Una que se deslizó por su cintura.


-Tranquila, te pedí que vinieras, porque también esperaba que me acompañaras a la reunión –dijo Dominic. –La fiesta apenas comienza.



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