Dark Chat

viernes, 22 de enero de 2010

Renacer

Capítulo 10: Complicaciones


El viento soplaba fuertemente, pegando mis mejillas y alborotaba mis cabellos. Hundí mi rostro en el hombro de Edward, quien corría sin cesar por el bosque. Mentiría al decir que no tenía miedo… Realmente, estaba aterrada. No por mí – aunque, seguramente, debería de haberlo estado – si no por el hombre que en su espalda me llevaba. Apreté mucho más el agarre de mis brazos en su cuello. El simple hecho de pensar que miles de humanos con venenosas armas le seguían me hacía estremecer. No quería ni imaginar qué sentiría si nos volviéramos a separar- ¿Qué tenía en nuestra contra el destino que nos dejaba ser felices?


Paramos en una parte demasiado profunda del bosque. La espesura de los árboles no dejaba que ningún rayo de luna se filtrara por ellos. Todo estaba completamente oscuro y silencio, tanto, que casi podía jurar que podía oír claramente el latido de mi corazón. Alice y Jasper nos quedaron viendo por un momento. Edward me ayudó a bajarme de su espalda, pero pude sentir que me protegía con su cuerpo todo el tiempo, como si el peligro pudiera saltar hacia nosotros de un momento a otro. Y, ciertamente, así era.


“No deberías de haberla traído” – escuché que habló una voz femenina y, dentro de la oscuridad, más vampiros aparecieron frente a mí.


A dos de ellos – a la rubia y exquisita muchacha y al corpulento joven – ya los había visto en la escuela y, lograba recordar sus nombres. Sin embargo, lo que si me sobresaltó ver fue al otro par de vampiros. Mis ojos se perdieron en un momento en aquel gentil rostro de corazón, que se veía un poco afligido en ese instante, y en aquella otra persona, un hombre rubio como el sol… Caminé hacia ellos, sin si quiera planearlo y la mujer me tomó las manos, con un gesto cálido y afectuoso


“Cuanto gusto me da el verte, Bella” –


“Esme” – reconocí. Ella me regaló una tierna sonrisa y, después, me lancé a sus brazos.


“Cariño, no debiste de haber venido” – musitó, mientras paseaba sus manos por mis cabellos – “Corres mucho peligro al estar cerca de nosotros”


“No pienso alejarme otra vez de Edward” – contesté, firmemente.


Mi vampiro se puso detrás de mí y sus brazos enrollaron mi cintura. Sentí su aliento frío sobre la piel de mi hombro, recordándome que mi decisión era la correcta, la única opción que tenía en realidad.


“No hay tiempo para charlas” – recordó Rose – “Tenemos que correr. Alice, ¿Ves algo?”


La pequeña cerró sus ojos y se concentró por un par de segundos


“Se están reuniendo todas las fuerzas civiles. Comenzaran dentro de poco a catear los bosques…”


“Entonces el tiempo se nos agota y no podemos perder tiempo” – dijo Jasper – “Sigamos corriendo, debemos encontrar un lugar antes de que amanezca”


Edward me tomó otra vez entre brazos. No recuerdo en qué momento me quedé dormida sobre su espalda, pero, cuando desperté, nos hallábamos ocultos en algo similar a una cueva. El lugar se encontraba muy húmedo. Abrí mis ojos lentamente y me fui incorporando hasta encontrarme con su rostro a pocos centímetros de mí.


“¿Cómo estas?” – preguntó


“Bien” – contesté, y era la verdad. No quería ni imaginar el calvario que hubiera estado viviendo si me hubiera dejado en Forks. Sus labios toparon con mi cabello y sus manos acariciaron mis brazos


“Bella” – llamó Alice y, cuado me volví para verla, me tendió una blusa y un par de pantalones – “Creo que ese vestido ha de ser muy incomodo. Toma, la playera es de Edward, te quedará un poco grande, pero, supongo que es mejor que lo que llevas puesto”


“Gracias” – musité, tomando las prendas – “Y… ¿Dónde me voy a cambiar?” – pregunté, al ver el espacio tan reducido en el que estábamos.


Jasper y Emmett dieron media vuelta y me mostraron la espalda. Edward clavó su dorada mirada en mí, con un fuego que me calcinó deliciosamente los huesos. El gesto no duró más de medio segundo, antes de que hiciera lo mismo que sus hermanos pero, me hizo retumbar el corazón a toda velocidad. Fue algo vergonzoso, sabiendo que todos los ahí presentes eran capaces de escuchar perfectamente cada latido desfrenado. El rubor subió a mis mejillas. Me quité el vestido y me metí, rápidamente, en la playera negra y los pantalones de mezclilla.


“Ya pueden girarse” – anuncié


Edward llegó a mí, arrastrando las rodillas – puesto que el lugar no nos permitía estar de pie – me contempló por un momento, con una pequeña sonrisa curvando sus labios y, después, dirigió una de sus manos hacia un mechón de cabello que caía rebeldemente por mi cara y lo llevó detrás de mi oreja.


Entonces, mi estomago gruñó fuertemente, exigiendo comida. La sonrisa de su rostro desapareció


“Tienes hambre” – aseguró


“No” – mentí, aunque sabía que era inútil – “Puedo resistir hasta que la tarde caiga” – agregué y me arrepentí. Por el rostro de todos, supe que no tenían planeado salir de esa cueva, al menos no por ese día. Bajé la mirada, ¿Cómo no lo había pensado antes? Una humana como yo les causaría muchas limitaciones a ellos. Edward levantó mi barbilla con uno de sus dedos y me encontré con su rostro amable.


“Iré a traerte algo”


“¡No!” – dije, rápidamente – “¿Estas loco? ¡No puedes salir!”


“No pasará nada” – prometió – “Volveré pronto. Me pareció ver una casa por aquí. Seguramente tienen comida”


“¡No!” – dije, con más firmeza


“Bella, tienes que comer” – recordó, con dulzura


“Voy contigo”


“Bella…”


“Esa es la condición” – dije, de manera determinante. Él suspiró profundamente y cerró los ojos por un momento, cuando los volvió a abrir, supe que había ganado la batalla


“Eres imposible” – murmuró y me tomó de la mano – “Alice, ¿Ves que alguien este allá afuera?”


“No. Puedes salir. Les recomiendo que traigan una cobija para Bella. Habrá una tormenta en la noche”


Al salir de la pequeña cueva me llevó a su espalda y comenzó a correr por el bosque. Llegamos a una pequeña casita, a la cual se adentró sin hacer el menor ruido – yo siempre me mantuve sobre él – rebuscó en la pequeña alacena y tomó unos paquetes de leche, galletas y una bolsa de pan.


“Lleva agua” – recordé y el rió entre dientes. Lo echó todo en un morral que colgaba en la pared.


“Creo que todo esto es suficiente” – asentí y volvió salir de la casa como un espectro.


Sin embargo, al pisar el exterior, sus pies se detuvieron de manera brusca y pude sentir la tensión de su cuerpo


“¿Qué pasa?” – pregunté y, como respuesta, un joven alto, moreno y de cabello largo apareció frente a mí, flanqueado por otros cinco más.


Mis ojos brillaron al verlo


“¡Jake!” – exclamé


“Bella” – contestó éste. La manera tan fría con la que pronunció mi nombre borró la sonrisa que se me había pintado en el rostro – “Vaya, he de admitir que me has decepcionado. Nunca pensé que te unirías a favor a los chupa sangre”


“¿También te andas escondiendo?” – pregunté, ignorando lo que anteriormente había dicho. Su mirada se endureció mucho más


“Si. Y que bueno que tenga frente a mí a una maldita sanguijuela para darle las gracias de manera directa” – su cuerpo comenzó a convulsionarse y Edward se inclinó, al mismo tiempo que un gruñido salía de su pecho


“Jacob, no es momento para pelear ahora” -


“¡Maldita sea si no!”


“¡Por ella!” – volvió a insistir mi novio y los temblores del cuerpo de mi amigo comenzaron a cesar. Miré hacia los otros chicos que se encontraban detrás, contemplando todo con rostros serios y pérfidos – “Nos están buscando, nos están dando caza ¡En lugar de querer arrancarnos la cabeza mutuamente deberíamos de unirnos!”


“¡¿Y para qué?!”


“Para defender a nuestra especie”


“Yo no tengo ningún maldito problema si los vampiros son exterminados”


“Tenemos un objetivo en común, Jacob Black” – Los ojos del licántropo se clavaron fijamente en mí – “Tenemos a una persona a la cual queremos proteger en este momento”


“¡Ella esta en peligro por TU culpa…!”


“No, Jake” – interrumpí – “Estoy aquí por que así lo quiero”


Me dolió mucho la forma en que su rostro se ensombreció – aunque solo había sido por un breve instante – en ese momento, quise bajarme de la espalda de Edward e ir a su lado. Sabía que le había fallado a mi amigo, pero quería explicarle todo. Contarle la verdad, para que pudiera comprenderme.


“Déjanos ir, Jacob”


“Ella no soportara estar mucho tiempo contigo. Lo peor apenas viene. ¿Qué piensas hacer cuando pasen las semanas y no te hayas podido alimentar? ¿La vas a matar?”


“¡Por supuesto que no!” – bramó Edward y su aterciopelada voz se levantó por los aires.


De pronto, los sonidos de las hélices de unos helicópteros comenzaron a escucharse y mi cuerpo comenzó a temblar.


“Maldición” – masculló mi vampiro – “Tenemos que irnos”


“¿Qué pasara con Jake?” – pregunté, al ver que comenzaba a dar media vuelta para comenzar a correr.


Sus pasos se detuvieron. Era como si me hubiese podido leer la mente: Yo no quería dejar a mi amigo a merced de unos humanos que venían dispuesto a matarle. Se volvió para encarar al chico de cabello negro y semblante amargo


“Nos encontramos escondidos a pocos metros de aquí. Pueden seguirnos, si quieren”


“¡Primero muerto…!”


“Jacob” – interrumpió uno de ellos – “Debemos aceptar”


“¿Qué has dicho?”


“No voy arriesgar al resto de la manada. ¿Estas seguro que podemos confiar en tu palabra?” – preguntó, dirigiéndose a Edward


“Mi familia no les hará daño”


“Sam, yo no pienso ir…”


“Es una orden, Jacob” – tajó el aludido


“Hay que darnos prisa” – dijo Edward – “Ellos se acercan”


“Ve al frente. Nosotros te seguiremos”


Mi novio asintió y, al segundo siguiente, se echó a correr. Llegamos al lugar en pocos segundos


“Es muy pequeño, pero cabremos todos” – explicó el vampiro, a modo de disculpa, mientras me dejaba libre el camino y él me seguía después.


Los licántropos intercambiaron inquisitivas miradas unos a otros. Todos parecían preferir ser cazados por los humanos en lugar de entrar a un lugar tan estrecho en compañía de vampiros… todos, menos Sam


“Adentro” – dijo y, como si de algo irrevocable se tratara, los enormes muchachos se comenzaron a meter


“¡¿Queeé?!” – el gritó de Rose estalló en el interior del lugar


“Rose, calla” – ordenó Edward


“¡¿Qué hacen unos perros aquí?!”


“Los humanos andan cerca… No podía dejarlos solos”


“Bien hecho, hijo” – felicitó Carlisle – “Este no es momento para guerras. Sean bienvenidos”


De los licántropos, solo dos contestaron con un “gracias”: Sam y otro chico, de apariencia mucho más joven que el resto, el cual era el único que, hasta el momento, siempre se había mantenido con el semblante despreocupado. Edward me atrajo hacia su regazo y recargué mi cabeza sobre su pecho. Experimenté una extraña clase de incomodidad ya que podía sentir la mirada de Jacob clavada sobre nosotros todo el tiempo. Todo había quedado en un completo silencio – demasiado incomodo, por cierto – y, poco a poco, el lugar se fue extinguiendo de toda posible iluminación.


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La noche había caído. Desconocía qué hora era. Viajé mi vista hacia alrededor y me arrepentí de hacerlo. Los ojos de Jake, aún en la oscuridad, brillaban, mirando en mi dirección. Nuestras pupilas se unieron a distancia y me hubiera gustado estar ciega para no ser testigo del dolor que bañaba sus facciones. Bajé la mirada, de manera cobarde y Edward pasó sus manos sobre mi cabello


“¿Qué pasa?” – preguntó, aunque, seguramente, sabía de qué se trataba todo. Él si podía leerle la mente a mi amigo…


“Nada” – musité, apretando mi rostro hacia su pecho.


Mi vampiro depositó un besó sobre mi frente y comenzó a tararear una canción que me resultó muy conocida. Cerré mis ojos y me dejé tranquilizar por el suave sonido de su voz, olvidándome de todo. Sin embargo, el tiempo se puso en nuestra contra y, tal como Alice había previsto, una fuerte lluvia con granizo comenzó a caer afuera. Mi cuerpo no tardó en protestar ante la temperatura tan baja – que se agudizaba por los fríos brazos que me enrollaban – y mis dientes comenzaron a castañear.


“Bella, ¿Te encuentras bien?” – preguntó Edward.


“S- si” – contesté y no pude evitar mirar, otra vez, a mi alrededor.


Me consoló mucho el percatarme que todos – hasta lo vampiros – se encontraban con los ojos cerrados. Obviamente, solamente los hombre lobo se encontraban durmiendo (era fácil adivinarlo por los ronquidos que de sus gargantas se escapaban). Me sentí tranquila de no sentir la mirada de Jake sobre mí. Edward agarró la cobija que habíamos sacado de la casa y me envolvió con ella. Suspiré profundamente al sentirme mucho mejor


“Gracias” – susurré, levanto la mirada para verle


“¿Estas cómoda?”


“Si” – mentí, puesto que mis piernas comenzaban a dormirse debido a todas las horas que las había tenido flexionadas.


“No te creo” – discutió, con una pequeña sonrisa y, sin pedirme permiso, me tomó entre sus brazos y me acodo en ellos, como una bebé – “Creo que así estas mucho mejor”


“Mucho mejor” – acordé.


Sus dedos se pasearon lentamente por mis mejillas, acariciándolas de manera frágil y dejando un cosquilleo sobre la piel de éstas. Nuestras miradas se unieron en la oscuridad y mi corazón comenzó a latir fuertemente al perderme en el ocre derretido de sus pupilas. Su rostro se fue acercando al mío y yo fui cerrando mis ojos conforme su aliento llegaba a mis parpados. Sus labios acariciaron, lentamente, los míos. Inhalé su dulce sabor y llevé mis manos hacia su cabello. Su mano se mantuvo sobre mi mejilla todo el tiempo, contrarrestando el calor de éstas con su piel dura, fría y suave.


Un fuerte gruñido provocó que nuestras bocas dejaran de danzar. Edward y yo giramos el rostro y, como era de suponerse, era Jacob quien había ocasionado aquel gutural sonido. A pesar de la oscuridad, podía jurar que lograba ver como su piel bronceaba se ponía roja a causa de la furia.


“Jake…” – musité, más él no me hizo caso. La mirada rabiosa estaba completamente dirigida hacia el vampiro que me sostenía en brazos


“Suéltala” – siseó y, como absoluta negación, Edward apretó sus brazos entorno a mí


Mi mirada no podía despegarse de aquel rostro encolerizado. Me dolía ver a Jacob así… Aunque no lograba entender muy bien el por qué. No tenía razón de estar tan preocupado, era claro que Edward no me haría daño.


“¡Maldito chupa sangre!” – exclamó y, como si fuera un grito de guerra, Alice emitió un jadeo, llamando nuestra atención


“Alice, ¿Qué ves?” – preguntó Jasper


“Están vienen… Ellos, saben que estamos ocultos aquí”




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Capítulo 11: Medicina


Edward me apretó fuertemente contra él


“Tenemos que salir, antes de que nos rodeen”


“No podemos salir hacia el bosque” – dijo Rose, quien se encontraba abrazada por Emmett – “Nos encontrarían fácilmente”


“Entonces, ¿Qué podemos hacer?” – inquirió Esme


Los vampiros y los licántropos se quedaron viendo fijamente por un momento que pareció eterno.


“Podemos cavar” – soltó Sam – “Retrocedan. En cuanto haya más espacio, Jacob, harás lo mismo y, conforme se vaya abriendo el camino, los demás me seguirán”


“Entendido” – respondieron, al unísono, el resto de la manda.


Edward me cubrió con su espalda, pero pude ver, por debajo de su hombro, como aquel chico se convertía en un inmenso lobo de pelaje negro como la noche. No pude evitar estremecerme. El animal comenzó a rasgar, con las garras de sus patas, la tierra y pronto se hizo un hueco. Jacob no tardó en transformarse y, pronto, estuvimos caminando por un improvisado túnel.


Edward me llevaba casi cargada y, al salir al exterior de la cueva, mi cuerpo comenzó a temblar fuertemente debido al implacable viento gélido que me golpeó. Me apreté fuertemente al duro cuerpo de mi novio. No me importaba si éste agudizaba más la glacial temperatura, solamente quería saberme cerca de él, pues las luces y sonidos de los helicópteros tenían completamente bañado el cielo.


“Corramos hacia allá” – indicó Jasper, señalando un sendero oscuro y los demás obedecieron.


Carlisle llevaba a Esme sobre su espalda – aunque sabía que no había necesidad de ello – Nos adentramos en aquel camino y cerré mis ojos y me negué a abrirlos. La tiniebla volvía al bosque un lugar completamente aterrador y no quería preocupara a Edward (más de lo que ya estaba) con mis absurdos temores. Sin embargo, él me conocía demasiado bien.


“Estoy aquí” – susurró, sin dejar de correr. Una de sus manos se estiró hacia atrás y acarició mi mejilla


“Lo sé” – dije, mientras me sentía mucho más tranquila


Me mantuve de esa forma durante varios segundos. Casi comenzaba a dejar de escuchar todo el alboroto que se levantaba y nos seguía, cuando, con un movimiento completamente inesperado, Edward dejó de correr


“¿Qué es lo que pasa?” – preguntó Emmett, situándose hasta el frente


“Nos tienen rodeados” – contestó Edward y, como prueba de su argumento, varios hombres armados y vestidos especialmente para su misión, salieron de entre los árboles.


Los licántropos y mis vampiros se reunieron y formaron un círculo, de forma defensiva. Viajé mi mirada alrededor y comprobé que, al menos, había cincuenta humanos, dispuestos a atacarnos. Los temblores de mi cuerpo se intensificaron y no era precisamente por que me encontraba completamente empapada.


“La humana, ¿Está con ustedes?” – preguntó uno de ellos


“No” – contestó Edward – “Es nuestra reserva de alimento”


Entonces, comprendí: Él me estaba encubriendo. Sabía que de esa manera me salvaría de ser matada junto con ellos. ¿Estaba loco? ¿Cómo se le ocurría? ¿Acaso no había entendido que yo...?


“Es mentira” – alcé la voz y sentí como su cuerpo se erguía completamente – “Estoy con ellos por decisión propia y no pienso dejarlos”


“Disparen”


“¡No!”


Todo pasó de un momento a otro, pues, lo único que fui capaz de hacer, fue apretar fuertemente mis brazos en el cuello de Edward y subir mi rostro en su hombro. Cuando los volví a abrir, comprobé que nos encontrábamos corriendo, solos, por un camino desconocido. Miré hacia atrás, no había nada más que el vacío y la oscuridad. Perdí la noción del tiempo, por lo que no supe cuánto habíamos tardado en llegar a otra cueva. Edward me dejó caer con delicadeza en el suelo de tierra y, se situó frente a mí, con su rostro a pocos centímetros del mío.


“¿Por qué?” – preguntó, con voz contenida – “¿Por qué lo hiciste, Bella?”


Sabía a qué se estaba refiriendo


“Ya te dije que no pienso alejarme de ti”


“¡Te pudieron haber matado!”


“Iba a morir a tu lado. Sabes perfectamente que prefiero eso a estar, otra vez, lejos de ti”


Nos matamos, mutuamente, con la mirada. Él se encontraba furioso por haber puesto mi vida en un peligro de aquella magnitud y yo estaba encolerizada por que él no lograba entender que mi vida solamente tenía sentido a su lado. Nuestras miradas relampagueaban en aquella húmeda oscuridad, sentía como los dientes me castañeaban por el frío, que no le estaba dando mucha importancia, pues, el terco vampiro que tenía al frente de mí, robaba todo tipo de cualquier emoción y la suplantaba por el eterno amor que le profesaba.


Después, solamente sentí como sus labios buscaban y se habrían paso entre los míos, con un movimiento dulce e intenso. Un delicioso fuego bajó por mi estomago y todo se me fue de la mente. Todo dejó de existir a mí alrededor. Él era la única cura que había para mis malestares. Él era el único que podía curar todo tipo de heridas. Él era mi única salvación. Me sumergí en el sabor exquisito de su lengua y en la suavidad de su boca que danzaba ansiosamente con la mía.


“Eres tonta” – musitó, cuando se separó, por un momento, para después volver a besarme con la misma feroz pasión


Llevé mis manos hacia sus cabellos y enredé mis dedos en ellos. Sus manos, que sujetaban mi rostro, bajaron hacia mi cintura, dejando un ardor completamente placentero sobre mi piel mojada. Me dejé caer hacia atrás. Sentí su cuerpo sobre el mío y mi respiración comenzó a volverse pesada.


“No” – susurró, con voz entrecortada, mientras comenzaba a separase, lentamente.


Comprendí que, dentro de poco, todo esto terminaría por el miedo que a él le causaba el estar conmigo tras lo que, en un pasado, había sucedido. Sin embargo, yo lo necesitaba. Necesitaba tenerlo junto a mi, sentir sus caricias, su pasión…


No era el momento, lo sabía. Nos encontrábamos solos, lo cual significaba que mis vampiros, los licántropos y Jake, probablemente, estarían en problemas, pero, como dije anteriormente, todo eso había desaparecido por ese instante. Quería aprovechar aquella dicha, ahora, que se volvía palpable, por que, ¿Qué sabía yo si mañana seríamos capturados y asesinados?...


Llevé mis manos hacia el rostro que se comenzaba distanciar y lo volví a jalar hacia mi boca. Obviamente, mi fuerza no era la suficiente para haberlo logrado si él no hubiese querido, lo cual fue la pauta que me animó a bajar una de mis manos para recorrer su espalda.


“No, Bella” – volvió a decir, dejando de besarme inmediatamente. Nuestras miradas se encontraron y leí en el carbón de sus pupilas el fuego tórrido de su deseo.


“¿Por qué no?” – pregunté, en medio de mis jadeos


No respondió. No era necesario…


“No pasará lo mismo” – prometí – “Te dije que no me separaré de ti y así será. No temas” – susurré, deslizando mis manos por su espalda e introduciéndola por debajo de su camisa. Sentí como se estremecía bajo mi contacto – “Tú también lo quieres. Hoy puede ser el último día que estemos juntos, ¿por qué no arriesgarnos?”


“No te quiero volver a perder”


“No lo harás. Siempre seré tuya” – juré y, levanté mi rostro para poder besarlo.


Los primeros tres segundos vaciló, lo sentí en el movimiento de sus labios, pero, después, cuando mi mano se paseó por su pecho, la indeterminación desapreció, abriendo paso a una pasión desbordante que nos fue inundando poco a poco, con cada segundo que pasaba. Sentí sus besos bajar por mi cuello y deslizarse por mis hombros, brazos y abdomen, en donde su lengua exploró con gentileza mi ombligo y bajó hasta mis caderas. Un pequeño gemido salió de mis labios cuando sus dedos caminaron, pausadamente, sobre mis piernas. Fue entonces cuando comprendí que me hallaba casi desnuda frente a él.


Mis mejillas se sonrojaron al entenderlo. El negro de sus ojos se clavó en mi mirada y la humedad de su boca hinchada, a escasos centímetros de mí, hicieron que me abandonara a él. Sus brazos se enrollaron vehementes a mí alrededor y la llama interior se expandió por completo. Nuestras respiraciones entrecortadas se levantaron e hicieron eco en la cueva que fue testigo de nuestra unión. Mi cuerpo bañó del suyo con mi sudor, pues el frío de allá afuera dejó de existir desde el momento en que mi piel había sentido su primer roce.


Y conocí la eternidad por primera vez en esta nueva vida…


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EDWARD POV


Bella dormía, con su cabeza recostada sobre mi pecho, yo solamente era capaz de mirarla. ¡Cuán dichoso me sentía, pese a la situación en que nos encontrábamos! Aún me resultaba demasiado difícil el creer que había sido mía y seguía conmigo, a mi lado, con su respiración pausada y tranquila expulsada de sus pulmones. Con el ritmo de su corazón sonando a un ritmo sosegado y hermoso.


Levanté mi mirada y la dirigí hacia alrededor. Un pequeño rayo de luz se filtraba por un diminuto espacio. Había amanecido, entonces, fue cuando comencé a preguntarme el cómo estarían los demás. Me sentí egoísta de un momento a otro, ¿Cómo podía llamarme dichoso cuando mi familia podía estar…?


No. Me ordené no pensar en ello. Tenían que estar bien.


Bella comenzó a despertar, con un movimiento pesado de parpados.


“Buenos días” – saludé, mientras depositaba un beso sobre su frente


“Hola” – dijo de vuelta y, al mirarme a los ojos, sus mejillas se sonrojaron. Reí entre dientes


“¿Y ahora qué pasa?”


“Yo… yo… Edward, yo…” – comenzó balbucear, mientras se cubría completamente con la cobija que había tendido sobre ella. Llevé mis manos hacia su quijada y la levanté, ligeramente


“Te quiero” – susurré y besé sus labios. Ella correspondió el gesto, cerrando sus ojos. Me separé de ella con un suspiro, al escuchar que su estomago gruñía violentamente, y pegué mi frente a la suya.


“¿Quieres comer?”


“Si” – asintió, sin dejar de sonrojarse.


Tras volver a vestirse, comenzó a masticar un pedazo de pan que había sacado del morral que habíamos sacado el día anterior en aquella casa.


“¿Y los demás?” – preguntó, con voz preocupada


“No lo sé” – admití – “Pero, podemos esperar aquí, mientras no haya peligro. Alice no tardara en encontrarnos”


“¿Y si no están bien?”


“Lo están” – aseguré – “Si para el atardecer aún no llegan, iremos en su búsqueda”


Bella se acercó hacia mí y posó una de sus manos sobre mis mejillas y deslizó uno de sus dedos sobre mis ojeras


“Estas sediento” – afirmó, con voz triste


“No es nada. Todavía puedo esperar un poco más”


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La noche había caído y no teníamos noticias de mi familia, ni de los licántropos. La expresión de mi novia era igual a la mía: una máscara de infantita preocupación.


Nuestras manos se mantenían unidas y, con un resignado suspiro – sabía que lo que iba a hacer era arriesgarnos demasiado – dije:


“Vamos a buscarlos”


Bella no vaciló en asentir ni un solo momento. Su valentía era lo que me impulsó a salir de nuestra guarida y correr. Nos íbamos ocultando entre los árboles. Vagamente, me pregunté cuántos de nosotros habían sido aniquilados a estas alturas…


Edward, ¡No vengas!


Paré de correr al escuchar aquella voz


“Alice” – susurré


“¿Alice?


“Están cerca” – expliqué, mientras intentaba concentrarme para volver a oírla, pero solo hubo silencio


“¿Los han atrapado?”


“No lo sé… Lo sabremos pronto” – afirmé, mientras me echaba a correr otra vez


No había traspasado los tres kilómetros cuando supe el por qué Alice me había dicho que no siguiera. Me obligué a detener mi marcha al encontrarme a un enorme aquelarre de vampiros y licántropos, todos unidos, en una inmensa cueva que se encontraba oculta hasta en el fondo de un subsuelo.


Para muchos, hubiera supuesto un consuelo el hallarse con una familia así de grande, ya que las probabilidades de sobrevivir se incrementaban, pero, para mí, que llevaba a una humana – y no una humana cualquiera, si no a la razón de mi existencia – era enfrentarme a un peligro y un riesgo demasiado vigoroso.


Lo tuve seguro cuando, al entrar a la guarida, alrededor de treinta pares de ojos brillaron, llenos de sed.

1 comentarios:

yoimi dijo...

INTERESANTE!!!!! QUIERO MAS NO SEAS MALA VANE!!!