Dark Chat

viernes, 29 de enero de 2010

Besos de Sangre ONE SHOT

Hola mis angeles hermosos como les va , en fin como hoy es viernes y ando de buenas aqui les traigo un regalito dedicado a todas ustedes que  siguen fielmente el blog, este es un one shot , escrito por  mi idola CUNNING ANGEL , me da un gusto enorme poder compartir este hermoso relato.asi que mis angeles , ya no les hecho mas rollo y recuerden dejar sus comentarios por fiss este one shot merece muchos
les mando mil besitos
Angel of the dark
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Summary: "Mátame", fue su ruego, Bella se negó ¿Cómo privar al mundo de algo tan hermoso?. “Te propongo un trato, Dame un año para demostrarte que la vida no es tan horrible como te lo piensas” pidió la castaña.
“Mientras me mates no hay problema, haré lo que quieras” Le aceptó Edward. En un año pueden pasar muchas cosas…


Besos de Sangre



El ocaso ya se había posado sobre el glorioso lugar en donde me encontraba, aún así continué dejándome acariciar por las tenues olas que remitía el océano sobre mi cuerpo.



Observé maravillada la exquisita forma en que el crepúsculo se reflejaba en las cristalinas aguas, y pese a que el entorno carecía de completa luz, este se posaba con elegancia entre las olas.


El sitio en verdad era un paraíso.


“Lo es” concordó una voz varonil y despreocupada, con un rastro de sensualidad tan glorioso que en ese instante supe que no podía pertenecer a este mundo, aquello rayaba en los límites de lo sobrenatural.


Decidí ignorar las trampas que yo misma me implantaba por medio de mi rebuscada imaginación, y comencé a penar que tal vez me había entrado un exceso de agua en los oídos.


“No lo creo, de hecho… creo que… este… perdiste algo” nuevamente lo oí, un trino angelical tan atrayente como esclavizante, podría haber pedido mi cabeza y se la hubiera entregado.


“No seas exagerada, me conformo con un pequeño favor” contestó burlón, fuese o no obra de mi mente su actitud comenzaba a molestarme, por lo que me giré en dirección a la costa para hacerle frente, despidiéndome del hermoso horizonte tornasol únicamente para quedarme congelada en mi sitio.


Mis manos se fueron directo hacia mi pecho, cuando observé la parte superior de mi bikini flotando en la orilla de la playa, justo donde un hermoso arcángel se inclinaba para recogerla.


Me hundí lo suficiente para que el agua me cubriese hasta la zona del cuello, entretanto el glorioso modelo se divertí a costa mía, haciendo malabares con mi prenda.


Pasaba mi sostén de una mano hacia la otra, como si se tratase de una cosa carente por completo de importancia.


“Hey” le llamé, mas no se inmutó. No sabía si el motivo era la vergüenza, o quizás simplemente las horas bajo el agua comenzaban a pasarme la cuenta, pero comencé a sentir frío; mucho frío, y estaba convencida de que no podría soportar más tiempo en el agua.


“¡Hey, te estoy hablando!” Demandé. Él sonrió ladino antes de que finalmente me prestase toda su atención.


Reprimí un jadeo cuando su feroces ojos de miel fundida de posaron sobre mi escuálida figura, y como si fuese posible aún, ¡Me hundí más en el mar!, pero esta vez no tuve tanta suerte, porque una repentina ola sepultó mi cuerpo bajo el oscuro océano.


EL agua salada ingresó a mi boca y penetró con brusquedad mi paladar, los ojos comenzaron a arderme y mis pulmones imploraban por una minúscula partícula de oxígeno. Intenté mover mis manos para salir a flote, no era idiota, sabía nadar, no me encontraría en este sitio de no ser así. Pero, sin poder evitarlo comencé desesperarme.


Dos pétreas manos se ciñeron a mi cintura impulsándome hacia arriba. Ipso facto escupí toda el agua que había acumulada sobre su cara.


Me acomodó sobre su espalda y nadó con inhumana rapidez hacia la costa, literalmente.


Algo no andaba bien. Lo sabía, no podía haber tragado tanta agua, pero…ciertos acontecimientos comenzaban a hacerme creer que realmente había perdido la cordura


¡Nadie podría nadar tan rápido!


“Lo siento” confesó casual, desbordando terciopelo en cada nota emitida por sus labios.


Fue exageradamente cuidadoso al recostarme sobre la arena, mientras yo intentaba recuperar el aliento, el en cambio se mantuvo arrodillado frente a mi.


No respondí, me encontraba demasiado ocupada recobrando el aire y admirando la forma en que la tela de su camiseta se añadía con descarada arrogancia a su piel, era blanca. Definitivamente a partir de hoy ese sería mi color favorito.


“Eres graciosa” confesó contrariado. Luchando porque la sonrisa no le ganase, pero lo hizo y terminó regalándome un gesto tan encantador que sabía me tomaría años arrancarlo de mi memoria.


“No seas idiota, después de hoy no me recordarás” declaró de pronto demasiado airado. Pero, yo me encontraba demasiado anonadada recopilando información.


“Volviste a hacerlo…” expresé convencida, mientras hacia torpes esfuerzos por sentarme, no era fácil. Mi cuerpo aún se encontraba débil. Vislumbré caer una pequeña gota desde uno de los mechones de su cabello, tan hermoso e irreal, pero aquello bastó para recordar mis conjeturas.


Llevé una mano a mi pecho para calmar mi respiración y esta vez me fue imposible reprimir mis impulsos. Y grité, estaba aterrada.


“¿Cómo?; ¿Cómo lo hiciste? Lo tenías tú… Estabas lejos, lo había perdido…”


Él sonrió como si lo que yo le preguntase fuese obvio, prácticamente él estaba…


“¡Lees mi mente!”


“¿Y recién lo notas?, Vaya, pensé que eras más lista” por un instante olvidé lo que sucedía al oír su musical risita, baja, grave, y prácticamente en forma de murmullo, pero llamando a gritos por unirme a su canto.


“y si con tu pregunta te referías al momento en que te puse el bikini, pues, fue mientras te sacaba del agua, lo hubiese hecho antes, pero corría riesgo de que te ahogases; por lo tanto actué cuando nos acercábamos a la orilla.”


“¿Por qué no me prestaste atención antes, cuando te llamé?”


“Porque tu me ignoraste cuando te hablé, ¿no lo recuerdas?”


“¡pensé que era mi imaginación, creí que oía voces!” sin darme tiempo a reaccionar él se sentó sobre la arena, dejándome a mi sobre su regazo. Sus manos rodearon mi cintura y me cobijaron inmensurable familiaridad y ternura, como si de una niña pequeña se tratase, segundos más tarde dejé de sentir frío, y comprendí que él le había sumado a la prisión de sus brazos una cazadora que no traía puesta al momento de lanzarse a la mar en mi búsqueda. Asumí que la había mantenido cerca, con esto de su rapidez y misterio ya nada me extrañaba.


“pues ya lo ves, soy real, de carne y hueso” susurró en mi oído y todo mi cuerpo se tensó, él poseía un aroma tan fragante que el olor a mar impregnado en mis cabellos había pasado a un segundo plano, su perfume era tan fresco y sensual que por un momento olvidé el sitio en que me encontraba.


“Bueno, si gustas te lo recuerdo. Estamos en la playa, en donde usted señorita casi muere ahogada, y ahora… me tendrá que devolver el favor por salvarle su vida”.


“Idiota”


“Vaya, ya no soy un hermoso arcángel”


“¡Y además presumido!”


Su gesto se volvió compungido y un tierno puchero se dibujó en la boca del adonis, observé al dueño de esos cincelados labios, eran tan carnosos que con el simple hecho de observar el borgoña que los revestía me vi en la obligación de relamer los míos.


“Hey no te enfades, por favor. Sólo te quería pedir un favor. No conozco a nadie más acá y… necesito tu ayuda”


Sus últimas palabras fueron casi inaudibles, un tenue suspiro, pero estábamos demasiado cerca como para no oírle.


“¿Me dirás como me conseguiste sacarme tan rápido a la superficie?”


“Por supuesto, es necesario para el favor que necesito pedirte” su semblante volvió a recuperar esa jovialidad y picardía, adoraba la sonrisa impresa en sus labios, era tan… deslumbrante.


“¿Hacer que?” Pregunté, mas toda la respuesta que recibí fue su tacto. Dos fríos dedos comenzaron a rozar mi rostro, lentos y tímidos. En un contraste abismal a la actitud de su dueño, quien se había mostrado con exceso de audacia y atrevimiento.


“Necesito que le des fin a mi existencia” su expresión no dejó de ser serena, confiada, el murmullo continuaba siendo dulce y atractivo, en absoluto perturbador.


¡Él ni siquiera se inmutaba por sus palabras!Yo me encontraba atónita, perdí la voz, ni siquiera fui capaz de gritar o chillar. Me sentía incapaz de reprenderle por hablar tanta idiotez junta. Simplemente me quedé… muda, analizando toda la información junta, finalmente caí en cuenta de que no era más que una ilusión, lectura de mentes, rapidez sobrenatural y pensamientos suicidas no entraban en mi lista de cosas reales y racionales.


Lo más probable era que hubiese muerto ahogada, o quizás estaba en coma.


“Bella, no estás muerta, ni en coma, aunque probablemente estés un poco loca. Nunca conocí una mente tan… especial.”


“Entonces el demente has de ser tú, ¿Por qué otra razón querías darle fin a tu vida?” respondí harta de que se burlase y también porque me creyese capaz de tal crimen.


“Lo que yo tengo no es vida “ confesó cabizbajo, y sus dedos abandonaron mi mejillas. Y en un impulso que no supe explicar mi cabeza renunció a su torso elevándose unos metros para que mis aún secos labios se posasen sobre la piel de su cuello. Inhalé el aroma a sándalo una última vez y suspiré antes de dejar un último beso en esa zona.


“Espera un momento ¿cómo sabes mi nombre?” un brillo malicioso refulgió en sus ojos.


“Oh, debo asumir que leíste mi pensamientos” bufé con sarcasmo, no podía concebir la idea de que el violase mi privacidad.


“Bueno, ahora que estás más calmada creo que podremos hablar” su voz fue un silbido, una verdadera oda a la sensualidad convertida en sonido. La frialdad de su hálito golpeando contra mis labios fue la clara señal de que él deseaba todo…menos hablar.


Impetuoso su rostro se inclinó hacia el mío, con aura peligrosa y letal, acechándome, cual cazador en busca de su presa. Nunca me sentí tan indefensa ni intimidada como ahora.


Fue delicado, y la delicadeza comparable únicamente con el aletear de una mariposa sus labios se posaron sobre los míos; sutiles, sensuales y certeros. Dueños de una gracia envidiable por cualquier insulso mortal. Él no era humano, ningún hombre podría besar de esta forma tan ardiente y a la vez cortés, haciéndome el amor el más ínfimo de los roces que ejercía su lengua sobre la mía.


“No eres humano” gemí contra sus labios, antes de que su exquisita lengua se adentrase con sensual desenfreno en mi inexperta cavidad.


“No, no lo soy” su voz brotó ronca, cargada de esa fuerza abrasadora que sólo te proporciona un exuberante nivel de deseo.


Él me deseaba…


“Más de lo que te imaginas” respondió a mis cavilaciones, antes de devorar mi cuello con besos tan febriles que deberían estar prohibidos.


“¿Qué eres?” La frialdad de su boca abandonó mi clavícula, sólo para al instante posarse sobre mi oreja, comenzó a succionar el lóbulo de ésta con un frenesí de nivel tan desbordante que mis piernas se cerraron por inercia, intentando contener lo que a estas alturas se me hacía…inevitable.


“Soy un vampiro” susurró en mi oído, pero ya era tarde, él podría ser un caníbal y me hubiese dado igual. ¿Qué mejor forma que morir que en los brazos de un ángel?, lo prefería mil veces a la desastrosa muerte que me esperaba en lo profundo del océano.


“No voy a matarte, serás tú quien le ponga fin a mi tedio” sonrió contra mi piel. Yo a estas alturas ni siquiera le oía, no era conciente de nada. Lo quería entre mis piernas ya.


Un furioso sonrojo se apoderó de mis mejillas ante lo escabroso de mis pensamientos. Esta no era yo.


“Tienes razón, lo siento, te deseo tanto que me cuesta trabajo controlarme, no suelo abusar de mis… dotes”


“¿Qué me hiciste?” inquirí entre jadeos, mientras la fría arena parecía derretirse en contraste con mi piel, la que a estas alturas se encontraba en llamas. Para ese entonces las posiciones habían sido intercambiadas. Estando yo tumbada sobre la playa, mientras el marmóreo cuerpo del vampiro se cernía sobre mí.


“Es increíble, debo estar soñando. Se supone que los vampiros no existen” confesé mientras quitaba su húmeda camiseta.


“Quizás te refieres a que sufres de pesadillas, porque hasta donde yo sé, los monstruos pertenecemos a los cuentos de horror, no a los sueños de una dulce jovencita”.


Antes de que pudiese replicarle sus labios silenciaron los míos, eliminando todo vestigio de razón o cordura.


¡Ni siquiera sabía su nombre!


“Soy Edward” gimió antes de succionar mi labio inferior y morderlo en medio de tortuosas succiones.


“¿Cómo puedes desear eso?” conseguí articular mientras que sus largos dedos se deleitaban arrancando las escasas prendas que yo portaba.


Su cabello todavía humedecido por el episodio en la playa, se adhería a la piel de su frente regalándome un espectáculo comparable sólo con manjar de dioses, aún así, aquello jamás le haría competencia suficiente. Yo estaba a sólo minutos de tocar el cielo. ¡Y ni siquiera lo habíamos hecho!


“Tranquila, una de las cosas que he aprendido sobre la eternidad es que hay que saber ser paciente y sobre lo otro. Ya te lo dije, estoy arto. He vivido demasiado, y con cada día que gano más difícil me resulta adaptarme al entorno, entonces cuando por fin consigo alcanzar el ritmo que me impone este insípido sistema…


“El mundo vuelve a cambiar” respondí por él.


“Ajá” jadeó antes de llevarse mi pezón izquierdo hacia la boca


“Te propongo un trato” mis palabras parecían suplicas, mi boca intentaba decir una cosa, sonar firma y decidida. Pero mis labios no cesaban de gemir ante la pericia con que Edward degustaba mis pechos.


Aferré mis dedos a sus empapados mechones cuando una certera lamida fue seguida por un tenue e inofensivo mordisco.


“Mientras me mates no hay problema, haré lo que quieras” Él clavó sus ojos ahora negros de deseo en los míos, pero lejos de sentir miedo sentí placer de pura anticipación.


Reí nerviosa-y casi histérica- cuando en un solo movimiento el arrancó su pantalón y le sentí.


Punzando con fiereza y pujanza la cara interna de mi muslo. Mis ojos se cerraron, débiles ante la suprema sensación que comenzaba a desbordarme de deseo.


Edward era demasiado para mí, si no moría esta noche siendo destrozada por la bestia que tenía en su entrepierna, moriría de placer, pero fuese como fuese no saldría airosa de tan gloriosa experiencia.


“Hey, mi amigo no te hará daño, además te necesito viva, recuerda que debes matarme”


“Quiero… un… año” jadeé mientras él me torturaba con tenues roces en mi cavidad; sin entrar del todo, rozando, punzando y tentándome.


“Dame un año para demostrarte que la vida no es tan horrible como te lo piensas”


“Hecho, pero al término de ese plazo me tendrás que descuartizar e incinerar cada trozo ¿me oyes?” quedé estática ante sus dichos, acto que Edward aprovechó para enterrarse en mí.


Me arrepentí al instante, rogando en mi interior porque se detuviese y sacase de una maldita vez esa cosa de mí.


Él sonrió compasivo antes de musitar un sexy “te acostumbrarás”


Su lengua, húmeda y fría, acarició mi boca, mientras él terminaba de adentrarse por completo entre mis piernas. O eso pensé.


La forma en que su longitud arrasaba con todo a su paso era soberana, aliviada por que creí que finalmente me había colmado y se había introducido entero acondicionándose a estreches, fui sobrecogida por la suprema experiencia de ser llenada a cabalidad, atiborrada de placer pensé que no soportaría tal vivencia. Creí que enloquecería, pero sus manos delineando mi silueta trabajando a la par de sus caderas me convencieron de lo obvio. Sí me acostumbraría…


Y las dos horas siguientes comprobé que mi nueva misión en la vida sería adaptarme a su envergadura y vigor, a partir de mañana comenzaría a alimentarme mejor para poseer una resistencia de acorde a mi acompañante.


“Tonta Bella, no se trata de tener o no una buena condición física, esto es parte de lo que soy.


Soy un demonio Bella; no me canso, no duermo, no lloro, no como. Mi única misión en esta… existencia es beber sangre; cazar y arrebatar vidas. Para que yo viva otros deben morir. No quiero cargar con esto más, y sólo tu puedes ayudarme”.


“¿Por qué no lo haces tú?” suspiré, mientras él envolvía mi cuerpo entre sus brazos. No entendía que me había hecho, pero me sentía bajo un hechizo, regida únicamente por sus ojos de oro fundido, cegada por la adicción a sus besos, la bendición de sus caricias.


Me parecía imposible que él pudiese ser un asesino… Con luceros tan similares al almíbar, me costaba verlo como lo que se suponía era. Un asesino.


“Lo he intentado, pero por desgracia no es tan fácil. La primera vez que traté el dolor que sentí al descuartizar mi tobillo fue demasiado insoportable para continuar, fui un cobarde Bella” confesó avergonzado mientras rascaba la parte trasera de su cabeza, en lo que a mi me pareció un gesto muy humano.


“¿Y la segunda?” su vista se desvió hasta el mar, entonces mis manos se sintieron dueñas de una confianza que obviamente no les pertenecían y levantaron la quijada del hermoso vampiro que me cobijaba entre sus brazos.


“Conseguí cortar hasta la zona de mi cadera…. Pero dolía demasiado… decidí prenderme fuego y… Fui débil otra vez, salí a rastras de ese prado, por mi culpa se quemaron casi dos hectáreas de bosque.”


“No podré hacerlo” solté de golpe y escondí mi rostro en su pecho, esquivando a toda costa su mirada. Sus manos no tardaron en acariciar mi cabello. Él podía llegar a ser tan tierno…


“Si no lo haces tú, tendré que pedirle ayuda a otra persona, tarde o temprano encontraré a alguien que desee acabar con mi martirio. Además me diste tu palabra y fue sellada con sangre, por lo que quieras o no estás obligada a cumplirla”


Sin saber bien el porqué mi vista se clavó en mi entrepierna. Edward ha de haber sabido que yo era virgen, no había otra forma de explicar su elección y sobre todo… los recientes acontecimientos.


Sus ojos secundaron a los míos, observando los vestigios de inocencia diseminados entre sus muslos y los míos.


En efecto, nuestro pacto había sido sellado con sangre.


UN AÑO DESPUÉS


Permití a la brisa marina irrumpir en mis pulmones, mientras observaba el paisaje que se mostraba frente a mí, súbitamente una sensación de deja vu me golpeó en señal de advertencia.


Repasé cada tramo que había transitado minutos atrás en su compañía. Las olas estrellándose contra imponentes roqueríos alojados bajo el abrigo del acantilado. El majestuoso crepúsculo imperante sobre el océano, las huellas de mis pies marcadas en la arena, y a su lado otro par, visiblemente más grandes. Suspiré.


Ante la hermosura del entorno una tenue sonrisa se alojó en mis labios, pero fue borrada al instante cuando recordé el motivo de mi presencia en este sitio, en este paraíso.


Hoy se cumplía un año, tragué con fuerza e intenté disimular la forma en que mis pulmones poco a poco se quedaban sin aire.


Él no lo había olvidado…


Mis ojos se posaron en su esbelta figura, Edward se encontraba a unos pocos metros frente a mí, el vampiro que me había arrebatado el corazón, y que aún así se negaba a llevarse mi alma.


Avancé con timidez hacia él, con su vista clavada en el oscuro mar, aun dándome la espalda, imponente, con su metro ochenta y cinco visiblemente llevado, y una espalda que pese a no ser en extremo ancha, armonizaba de forma sublime con el resto de su anatomía. Edward se veía desgarradoramente hermoso, los mitos jamás conseguirían hacerle justicia.


Me grabé su imagen por última vez, sabía que después de hoy no existiría un mañana, y de una forma u otra mi vida se acabaría acá. En este lugar, en esta playa, solitaria y hermosa, pero por sobre todo gloriosa, como él. Un sueño vuelto realidad.


Caminé dos pasos más, quedando de esa forma a su lado, con pocos centímetros de lejanía, los mismos que Edward se encargó de eliminar al tomar mi mano. Mis ojos se cerraron reprimiendo las lágrimas, yo sabía lo que esto significaba, se lo había prometido… pero, no podía.


Su piel bajo el rojizo cielo era un espectáculo que hacía ver al paraíso que nos rodeaba como una cosa vana e insulsa. Él suspiró y avanzó con nuestras manos entrelazadas adentrándose en el mar, el agua estaba fría, pero no tanto como para molestarme, sino que en el punto exacto en que el espíritu y el aliento se entremezclan liberándose del cuerpo por medio de un jadeo.


“¿Demasiado helada?” preguntó enarcando una ceja, su boca esbozaba una sensual curvatura en los labios. Y yo me encontraba irrefutablemente esclava de esa sonrisa.


Mordí mi labio cuando el agua llegó hasta mis rodillas, el pantaloncillo de mi pijama ya se encontraba empapado y agradecí que Edward me hubiese sacado descalza de la cama.


Con delicadeza llevó nuestras manos aún unidas hacia su boca y depositó un cálido beso sobre estas.


“Estás tibio… ¿Cómo es que?”


“Tonta Bella” sonrió sin alegría, observándome con la burla bailando en sus hermosos orbes venturosos.


“No soy yo quien está tibio, sino tú quien está temblando… No tienes porque temer, estás haciendo lo correcto”


No le temía a él, sino a una vida sin su compañía. ¡Quería ser como él, quería que me transformase en vampiro para disfrutar de la eternidad a su lado!


“No puedo, no soy capaz de hacerte parte de esto” contestó hosco, soltando mi mano y alejándose de mí con brusquedad. No tardó en llegar a la orilla, después de todo, era yo la torpe humana que solía retrasarle.


Diez minutos más tarde me hallaba frente a él, con el cuerpo tembloroso y como siempre mis ojos delatores se encontraban al borde de exponerme ante su insensible semblante.


“Pero no me lo estás pidiendo, soy yo quien se ofrece. Quiero hacerlo Edward, quiero unirme a ti en la eternidad.”


“¡Estás loca!” soltó exasperado mientras revolvía con desespero sus finos cabellos.


De un momento a otros sus manos se encontraban firmes sobre mis muñecas, y ejercían tal presión en ellas que verdaderamente empezaba a lastimarme.


“¿Es que no lo ves? Tu vida recién ha comenzado.”


“No me importa, te quiero a ti en mi vida, te quiero junto a mí por siempre” respondí autómata. ¡Se suponía que podía leer mi mente! Como no veía que lo amaba de verdad, de manera profunda e irrevocable.


¡¡TE AMO!!


“No acabaré con tu vida” respondió insensible, haciendo caso omiso a lo que gritaban mis pensamientos.


“No, por supuesto que no lo harás. Seré yo quien lo haga, tú sólo tienes que traerme de vuelta” resolví, mientras recordaba lo fácil que era ponerle fin a mi vida ahora carente de sentido. Edward se vería en la obligación de morderme, él jamás me dejaría morir…


“¿Qué demonios te sucede?, ¿Es que no lo ves?, si yo pudiese morir sin tu ayuda lo haría, pero te necesito a ti para ello. Lo prefiero mil veces antes que condenarte a lo que soy. Si terminas con tu vida ahí acabará todo… No te condenaré Bella, no te convertiré en un monstruo”


“Te amo” mascullé con el aire quemando en mis pulmones, sentía la piel de esa zona ardiendo en carne viva, no podía hacerme la idea de una vida sin él. No le sobreviviría.


Sus manos acunaron mi rostro y Edward depositó un casto beso en mi nariz, la sentía húmeda e irritada, de seguro ya estaba roja, respirar comenzó a dolerme como nunca antes.


Unió nuestras frentes y sus dedos trazaron círculos en mis mejillas. Era tan hermoso que dolía, me obligué a dejar que mis parpados cubriesen mis dilatadas pupilas, estaba muriendo, ¡estaba muriendo por él y se negaba a verlo!


Su sola sonrisa me enviaba el cielo para luego traerme devuelta al infierno que simbolizaba continuar una vida sin él.


“Bella, mi dulce Bella, sólo eres humana… Más temprano que tarde terminarás olvidándome.”


Mis ojos se abrieron en el acto, oí cada palabra con especial interés. Su voz continuaba siendo el canto más hermoso que había oído jamás. Sensual, dulce y atrayente, pero esta vez me sentía inmunizada. Aún con sus precios luceros traspasándome con intensidad, hechizándome a través de las espesas pestañas que enmarcaban sus ojos colmados de dulzura. Aún así, una ira ciega se apoderó de mí…


¿Olvidar? ¿En verdad me creía capaz de olvidar sus besos, sus palabras, su tierna mirada viendo a través de mi, calando mi alma, observándome con tal nivel de devoción que me provocaba deseos de llorar, de verdad pensaba que podría desligarme tan fácilmente de él?


Alejé mi rostro del suyo como si este me repeliese, sus manos se quedaron inmóviles en la zona donde apenas escasos segundos atrás se encontraba mi semblante.


“¡No eres nadie para decidir sobre lo que siento!” le enfrenté encolerizada, con una nueva oleada de dolor arremetiendo contra mi cuerpo, débil, era una maldita enferma, una adicta.


“¡No te olvidaré!, ¿Es que no lo ves? no podría aunque lo intentase.” Mordí mi puño silenciando los sollozos que brotaban desbordados de mi pecho, pero aún así los espasmos de dolor eran la cosa más dulce en comparación a su desamor.


Por un ápice de segundo creí haber visto un ápice de emoción en sus ojos, pero al instante se volvieron fríos, lacerando mi alma con desgarradora indiferencia.


Su mano derecha hizo ademán de posarse sobre mi mejilla, pero se quedó inmóvil. Podía ver que en su interior se llevaba a cabo una verdadera batalla entre hacer o no lo que su ser le pedía. Finalmente la dejó caer inmóvil a un costado de su cuerpo.


Conocía a Edward, por mucho que se resistiese, tarde o temprano terminaba cediendo, para todo menos para mi transformación… y nuestro trato.


Harta de que se negase a dar el primer paso caminé el tramo que me separaba se su cuerpo y envolví su cintura con mis brazos.


Estaba desesperada por sentirle una vez más, aunque fuese la última, un solo roce suyo, sólo eso bastaba, yo ya estaba perdida, estaba muerta sin él.


Mis manos se amoldaron entorno a la ajustada cazadora que Edward portaba, la oscura prenda se ceñía a su piel a la perfección. Permitiendo a mis dedos deleitarse en cada centímetro donde el frío cuero se marcaba con soberbia.


Edward se mantuvo rígido, inmóvil, con ambos puños fruncidos a ambos lados de su cuerpo. Yo me concentré en hacerle ver lo mucho que le necesitaba, lo importante que era para mí.


Aumenté la presión en mi agarre, mientras tibios torrentes salinos se escurrían por mis mejillas, delatando lo débil que era.


De pronto su aliento frío golpeó de lleno mi cabeza, alivianando en algo la abrasadora sensación de pérdida que desgarraba mi alma de forma lenta y sinuosa. Lacerando mi corazón de forma despiadada e implacable.


Edward Cullen el vampiro que me había enseñado el significado de la palabra amor, sin siquiera ser conciente de que lo experimentaba a diario… en su compañía, finalmente se había dado por vencido y comenzaba a corresponder a mi gesto.


Con timidez impropia en su persona rodeó mi cintura y me atrajo más hacia él, convirtiendo mi abrazo en un acto recíproco.


“Yo sólo poseo el glorioso arte de mancillar almas, tú en cambio tienes el don de conseguir que el amor y la muerte se unan: por medio de un abrazo, de un beso, contigo la más simple de las caricias puede derretir al hielo…” musitó contra mis cabellos, deteniéndose a ratos para inhalar el aroma de estos.


“Pero yo te necesito, quiero estar contigo… para siempre” sollocé contra su pecho, pero aún cegada por mi propio llanto pude oírle maldecir por lo bajo.


“¿Cómo puedes siquiera pensar que te arriesgaría a ser como yo? Exponerte a la ira de mi corazón, al deseo irrefrenable que se agolpa en mi cuerpo cada vez que oigo tus latidos, el demonio en mí añora en demasía la hora de tu funeral Bella. No podría, no puedo verte morir, y la conversión no es una opción. “


Continué llorando, mientras sus tiernas caricias me reconfortaban, ¿Cómo podía consolarme para enfrentar su muerte futura? ¡Yo lo amaba! ¡Daría mi vida por él!


“No, no morirás por amor. No te obligaré a vagar junto a mi en los terrenos de la muerte”


“Me permitiste conocerte, adentrarme al universo que representabas ¡Alimentaste mis esperanzas! ¿Por qué me haces esto?” conseguí balbucear, mis ojos ardían, mi piel dolía, el aire entraba y salía de mis pulmones, pero no lo apreciaba, me sentía deshecha, me sentía rota.


“Porque hiciste una promesa, y ahora señorita tienes que cumplirla” responsó risueño, su voz se mostraba dulce y serena, pero denotaba un nivel de ansiedad impropia en él.


“Esa promesa fue rota desde el primer momento en que se hizo” mascullé agotada


“Me diste tu palabra Bella, lo sellamos con sangre... no puedes defraudarme ahora, confié en ti.


“Y yo confié en que te haría entrar en razón. No planeaba enamorarme de ti, ¡está bien lo admito! Contaba con que podría ocurrir, demonios era más que evidente que podría suceder, pero mantenía la vaga esperanza de que me correspondieses.


¡Creí que me amarías y olvidarías nuestro estúpido trato!”


“Promesas son promesas, yo te di el año que me pediste, fui paciente y cedí a cada uno de tus caprichos… Ahora es tu turno de cumplir con tu parte del plan.”


Sus palabras fueron letales, crueles y carentes por completo de emoción, intenté deshacer nuestro abrazo, necesitaba alejarme de su cuerpo, pero el mantuvo sus manos en torno a mi cintura. Alcé el rostro y lo que vi me quitó toda fuerza, inclusive de llorar.


Dolía tanto, la situación, su presencia; tenerlo frente a mí a escasos metros, con su apariencia alicaída. Me destrozaba verlo así, desbarataba el casi inexistente autocontrol que poseía, las manchas violáceas alojadas bajo sus ojos, más impresas que nunca, recordándome lo que era.


Quise morir en ese instante, soportaría cualquier infierno antes de presenciar su muerte. Lo amaba tanto, tanto que no solo dolía, esto me mataba, no podría hacerlo.


“Mátame” gimió con sus afiladas facciones ahora estiradas en una desgarradora mueca de dolor. El aire abandonó por completo mis pulmones, mi cerebro colapsó y mis labios despertaron autómatas.


Preferiría mil veces perder la vida entre sus brazos, antes que arrebatar la suya.


“No” respondí tajante, con voz más dura de la que hubiese deseado, pero simulando a la perfección el terror por el que me veía sobrepasada.


No podía perderle, ya no. Sobre todo porque toda mi vida ahora carecía por completo de sentido.


Su agarre continuaba implacable entorno a mi cintura, retándome, sus ojos continuaban expectantes ante cualquier indicio de vacilación o debilidad.


Podría tacharme de cobarde, pero no cumpliría esa promesa. No asesinaría al hombre que amaba.


Temblé sin poder evitarlo, y la temperatura no era la causante de mis espasmos, aquella frialdad me calaba aún bajo la coraza de los huesos. Era pavor, el pánico de vivir una vida sin él.


La sola idea saberlo lejos laceraba mi interior a un nivel tan intenso que por un instante me pregunté si en verdad un drogadicto podría conseguir la rehabilitación en su totalidad, porque irrebatiblemente yo jamás conseguiría resistirme a mi dosis.


No era lo suficientemente fuerte para renunciar a él.


Posé mi mirada sobre su semblante, aún con la petulancia forjada en sus facciones él era divino, tan hermoso que me parecía la encarnación perfecta del ángel de la muerte. Un pobre ser al que le habían arrancado sus alas siendo un apenas un adolescente. Vislumbré el pequeño hilillo de elixir borgoña que surcaba el borde izquierdo de sus labios; y el simple hecho de que su exquisita boca aún contuviese vestigios de sangre mantenía mi piel erizada.


Llevé un dedo a mis labios y comprobé el origen de aquel líquido.


Un súbito rubor bañó mis mejillas al recordar la forma en que sus colmillos habían conseguido adentrarse en mi carne mientras me besaba horas atrás, cuando irrumpió en mi habitación a medianoche para traerme al sitio en donde todo había comenzado… el mismo donde se suponía debíamos darle término.


Incapaz de tener suficiente de él, observé su rostro una última vez, a sabiendas de que no se daría por vencido tan fácilmente con mi respuesta, continué con mi revisión: ojeroso y pálido; hermoso. Sus ojos ahora negros se mostraban como profundas fosas sin fondo, abismos de muerte.


Edward se negaba a desviar la vista, orgulloso y desafiante sostenía mi mirada con petulancia, finalmente cedí, a sabiendas que era inevitable, él siempre sería más fuerte.


Humillada fijé mi atención en el suelo, suave y tibio, sintiendo como pequeños granos de arena iban impregnándose entre los dedos de mis pies. Su gélido toque me trajo a la vida en sólo segundos, era tan injusto, con un solo roce me tenía en sus manos, mi vida; mi ser completo se encontraba a su servicio, a su disposición. No había derecho.


Jadeé cuando los tersos labios del vampiro se acercaron con descaro hasta mi oído, tentándome, aturdiéndome…Torturándome.


“Por favor ángel, sólo tu puedes salvarme” Sus voz impactó de llenó contra mi piel, acariciándome con la gélida brisa de un susurro, mientras sus largos y delgados dedos de pianista se entretenían con los rizos marrones que habitaban en los confines de mis cabellos, justo donde acababa mi cintura y comenzaba mi cadera. Edward adoraba esa zona.


Continuó con su otra mano ceñida a mi baja espalda como un tierno soporte. Yo lo sabía, en cuanto Edward liberase su agarre caería desfallecida sobre el piso. Ningún ser humano podría soportar tal intensidad de placer, no estaba permitido.


“Permíteme despertar, no soporto más esta prisión. Esto es un maldito túnel infernal sé que pertenezco a su encierro, al menos hasta que llegas tú… con tu calor, con tu luz” Los tersos labios continuaron musitando contra mi piel, sensuales, fríos y certeros. Expertos en el arte de amar, poseedores de una experiencia que sólo te otorgarían los siglos.


“Mátame” su lengua acarició mi cuello, tan fría y exquisita que mi boca despertó emitiendo un jadeo.


Aun narcotizada bajo el embrujo de sus besos fui capaz de negar, en parte conciente en parte no. Sólo había un pensamiento en mi interior… Le necesitaba.


“Entonces déjame ir” susurró esa voz: dulce y angelical, su trino sabía a miel y no pude más que asentir embobada ante la ternura y devoción que destilaba esa suplica, mas sin siquiera saberlo yo había renunciado a él.


Cuando abrí los ojos ya era tarde… Edward se había ido.




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