Dark Chat

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Lagrimas de Amor

Capítulo 5

Ya estamos llegando al hotel –le dijo Edward a Bella mientras iban en la limusina- Veo que el soplo que le di a la prensa ha tenido el efecto deseado… hay muchísimos paparazzi.

Entonces miró a Bella y frunció el ceño.

¡Dios! ¡Sonríe, mujer! La prensa espera que estés encantada al estar a punto de convertirte en la duquesa de Masen, pero en vez de eso parece que te llevaran a la horca.

No puedo evitarlo –farfulló Bella- ¿Cómo puedo aparentar ser feliz en la peor noche de mi vida? Y, de todas maneras ¿Qué importa lo que piense la gente? ¿No sabe todo el mundo que te vas a casar para asegurarte el control del banco? –entonces se quedo mirando a Edward- ¿Quién conoce las condiciones de tu abuelo?

Durante un momento pareció que Edward se fuera a negar a responder.

Aparte de nosotros, sólo el abogado de mi abuelo, Carlisle Cullen. Y así es como quiero que permanezcan las cosas.

¿Por qué insistió tu abuelo en que debías casarte antes de tomar posesión de la dirección del banco? –pregunto, ella.

El pensaba que daría mejor imagen siendo un feliz hombre de familia que un playboy. Confieso que nunca he vivido la vida de un monje, querida –dijo, arrastrando las palabras- Tengo… un gran apetito sexual. Pero mi abuelo consideraba que mi vida personal podía tener un efecto perjudicial en mi capacidad para manejar los negocios y que me llevaría a cometer errores.

¿Ha sido así? ¿Has cometido errores? –preguntó ella.

Sólo uno –contestó Edward, al que se le borro la sonrisa de la cara- designé a un hombre llamado Charles Swan para dirigir la filial inglesa del banco.

¡Oh, no! –exclamo ella, llevándose las manos a la boca- ¿Sabía tu abuelo…?

¿Qué el hombre en quien deposite toda mi confianza resulto ser un vulgar ladrón que abusó de su posición para malversar una fortuna del Banco de Masen? Oh, si, lo sabía. Mi abuelo se enteraba de todo. Durante años quiso que yo ocupara su lugar como cabeza del banco, pero cuando estaba ya muy enfermo se enteró del engaño de tu padre y le llevó a dudar de mi capacidad para juzgar a las personas –explicó, riéndose tristemente- Supongo que mi abuelo concluyó que una esposa cuidaría de mis deseos sexuales, dejando así libre mi mente para los negocios.

¿Es así? –masculló Bella-¿Así es como ves nuestro matrimonio, Edward… como una manera de satisfacción sexual?

Para mí, nuestro matrimonio es una maldita inconveniencia –le informo el duramente- Y no tengo intención de permitir que nadie descubra la verdadera razón por la que nos casamos. Pero hay una cierta ironía en el hecho de que para acatar los requerimientos de mi abuelo voy a tener que casarme con la hija del hombre que provocó que el dudara de mí –dijo, mirándola de arriba abajo, deteniéndose en su escote- Aunque puedo ver que habrá compensaciones por convertirte en mi esposa, querida.

¿Qué clase de compensaciones? –preguntó ella con voz ronca, invadida por el pánico.

Había supuesto que su matrimonio sería solo un matrimonio formal: no se le había ocurrido pensar que Edward esperara que ella cumpliera con las obligaciones de una esposa.

Cuando el automóvil se detuvo, respiro profundamente al ver a la prensa congregada a las puertas del hotel. Pensó que no podía hacerlo…

Compensaciones como esta… -comenzó a decir el, tomándola de la barbilla y besándola.

Bella pensó que no debería permitirle hacer aquello, pero parecía que su fuerza de voluntad la había abandonado. Si era sincera consigo misma, tenía que admitir que había fantaseado con aquel beso desde que lo había conocido en el Palacio del León y en aquel momento, en vez de rechazarlo, estaba temblando de excitación. El calor le recorrió las venas y no pudo evitar echarse sobre el, apoyándose en su musculoso pecho.

Edward estaba utilizando su lengua con una suave precisión, explorando los contornos de la boca de ella, que suspiró cuando el la introdujo entre sus labios y la tomó de la nuca para atraerla aún más hacia el. Ella cautivada por la carga sexual del momento, lo abrazó, hundiendo sus dedos en el cobrizo pelo de el.

Nunca antes se había sentido de aquella manera, ni siquiera cuando Jacob la había besado. Nada la había preparado para aquellas llamaradas de deseo que amenazaban con agobiarla y cuando sintió como Edward le acariciaba un pecho, gimió suavemente, acercándose aún más a el, queriendo más.

Con eso será suficiente. Quiero que estés radiante, pero no como si acabaras de salir de mi cama y no pudieras esperar para volver a meterte.-dijo el con una burlona sonrisa en la cara.

Aquel comentario sarcástico apago la pasión que le había recorrido el cuerpo a Bella.

Malnacido – susurró, apartándose de el.

No cero que a la prensa le quepa ninguna duda de la pasión que hay entre nosotros ¿No te parece, querida? Pareces entusiasmada con tu adorado novio… todo lo que tienes que hacer ahora es seguir fingiendo durante toda la noche.

La diversión que denotaba la voz de Edward dejaba claro que el se había dado cuenta de que ella no había fingido. Casi se lo había comido vivo, y se sintió enferma de vergüenza.

Cuando el chófer abrió la puerta de limusina, Edward la agarró de la muñeca.

Sonríe, querida, antes de que los fotógrafos comiencen a sospechar y yo te tenga que besar otra vez –le susurró a la oreja- Quiero que mañana todo el mundo vea en los periódicos que somos la pareja perfecta.

Estremeciéndose de resentimiento, Bella esbozó una sonrisa.

Ambos sabemos que nuestro matrimonio ha sido concebido en el infierno –dijo entre dientes- Dudo que vaya a lograr convencer a nadie de que estoy enamorada de ti.

Edward la agarró de la cintura y ella sintió cómo le quemaba la piel.

Pues yo pensaba que eras muy convincente –dijo el mientras la conducía dentro de el hotel- Pero si insistes, siempre podemos practicar más. Ahora, ahí viene nuestro anfitrión. Recuerda lo que nos estamos jugando con esto, Bella –advirtió suavemente- La libertad de tu padre de tu padre depende de que tú hagas una digna actuación de Hollywood.

El banquete se celebraba en un lujoso hotel, pero Bella tuvo que soportar la horrible experiencia de la cena, que pareció durar horas. Pero lo peor llegó tras los postres, cuando Edward se levantó y anunció su compromiso. Delante de los demás invitados, ella se vio forzada a levantarse y a aceptar las felicitaciones de la gente. Se brindo por la feliz pareja y para su espanto, Edward la tomó entre sus brazos y la besó, deleitando a los espectadores.

Cuando por fin el dejo de besarla, ella se sintió completamente humillada. Se sentó en la silla, sin comprender como incluso habiendo sentido sobre ella las miradas de cientos de extraños, había sido incapaz de resistir la dulce seducción de los labios de Edward.

Mientras observaba como el se movía con gracia sobre la pista de baile, se preguntó que le estaba ocurriendo. Al terminar la cena había comenzado el baile y era obvio que todas las mujeres tenían sus ojos puestos en un hombre, lo que no la sorprendía.

No tenía nada que ver con sus riquezas ni con su poder, sino con lo fuerte, dominante e increíblemente sexy que era Edward. Parecía el prototipo de hombre con el que soñaban las mujeres.

Pero ella no tenía fantasías, o por lo menos no las había tenido hasta aquel momento. Siempre había asumido que no tenía mucho apetito sexual, y aquel no era un buen momento para descubrir que su libido estaba viva y empujando con fuerza.

Parece que su novio la ha dejado sola. ¿Es por eso que parece tan triste, señorita Swan?

Bella apartó la mirada de la pista de baile y miró a la mujer que se había sentado en su misma mesa. La condesa Jane de Reyes era la esposa de uno de los empresarios madrileños más influyentes. Terriblemente sofisticada y con un dominio de varios idiomas, era una cotilla consumada.

No estoy triste, señora. Simplemente estaba… pensando –murmuró educadamente.

La condesa miró la pista de baile, donde Edward todavía estaba bailando con una impresionante rubia. La música había dejado de sonar, pero parecía que ninguno de los se había percatado.

Me gustaría saber en que pensabas, querida –dijo con delicadeza.

Bella no pudo evitar volver a mirar hacía Edward. Su pareja de baile era la esposa de uno de sus socios de negocios y era perfectamente normal que el bailara con ella. Se dijo así misma que no había razón para sentirse despechada; su compromiso era una farsa y a ella no le podía importar menos con quien bailara el.

Estaba admirando la destreza para el baile de Edward –dijo Bella.

Si, el duque de Masen es un excelente ejemplo de masculinidad. ¿Verdad? Es un buen partido. Dime, querida… -la condesa se echo para adelante- ¿Cómo se conocieron?

Nos conocimos en uno de los viajes de negocios que Edward realizó a Inglaterra. El es… amigo de mi padre.

Pero no pueden conocerse desde hace mucho tiempo… esta es la primera ocasión en la que se les ve juntos en público.

Bella se ruborizó y se chupo los labios, nerviosa, tratando de recordar la historia que Edward había inventado sobre su falso romance.

Nos conocemos desde hace unos meses –explicó- Pero al principio preferimos mantener nuestro noviazgo en secreto. Enamorarse es algo muy personal, ¿no le parece?

Así que es una historia de amor –dijo la condesa, sorprendida- No me lo esperaba de Edward. Parece que usted ha tenido éxito donde muchas mujeres han fracasado, señorita Swan. ¿Lo ama?

Bella notó un cierto toque de incredulidad en la voz de la condesa; estaba claro que no creía que el duque Masen hubiese elegido una mujer tan sosa como esposa. La indignación le recorrió el cuerpo y levantó la barbilla.

Amo a Edward con toda mi alma –dijo con firmeza- Es mi alma gemela y no puedo esperar a que llegue el día en que prometa pasar el resto de mi vida junto a el.

Ah, Bella, me dejas sin aliento, cariño –dijo Edward, que acababa de acercarse a ellas.

Yo también estoy impaciente porque llegue el día en que te conviertas en mi esposa.

Bella sabía por que decía aquello; quería reclamar su puesto como cabeza del Banco de Masen y ella era simplemente un medio para conseguirlo.

¿Bailas conmigo, querida?

Antes siquiera de que ella pudiese protestar, Edward la tomó entre sus brazos y la guió a la pista de baile, donde la abrazo estrechamente. Bella se tuvo que recordar a si misma que aquello era parte del juego y que la manera en la que la estaba sujetando, como si ella fuese algo infinitamente preciado para el, era su manera de demostrarle a los demás invitados que estaban enamorados y que no podían quitarse las manos de encima.

¿Esto es realmente necesario? –preguntó entre dientes cuando la banda empezó a tocar una balada.

Edward la había agarrado tan estrechamente, que ella pudo notar cada músculo de su cuerpo.

Creo que logré convencer a la duquesa de que estoy perdidamente enamorada de ti.

Tengo que admitir que estoy impresionado con tu capacidad interpretativa, querida. Durante un momento casi me convences a mí también.

Obviamente estaba mintiendo. No puedo imaginar que ninguna mujer en su sano juicio pierda la cabeza por ti. Es imposible quererte.

Mi madre solía decir lo mismo.

Bella lo miró y vio que el estaba tratando de esconder sus pensamientos.

Todas las madres quieren a sus hijos, ¿Por qué diría eso? –dijo abrazándolo con fuerza.

Quizá por que es verdad –dijo el mirándola.

Bella era tan pequeña, que temía hacerle daño y ante su sorpresa, se dio cuenta de que estaba impaciente por estar a solas con ella. Por primera vez quiso explicarle a alguien por que había apartado el amor de su vida.

Mi madre se casó con mi padre por si dinero y probablemente, por el prestigio de haberse convertido en la siguiente duquesa de Masen –explicó con sequedad- Desafortunadamente para ella, mi abuelo no era tan crédulo como su hijo. Le dio un ultimátum a mi padre; perdería todo derecho sobre el castillo, el banco y la fortuna de los Masen –continuó, esbozando una cínica sonrisa- Siendo un tonto, mi padre eligió casarse con mi madre y mi abuelo se negó a tener nada más que ver con el.

¿Quieres decir que tu abuelo cortó relaciones con tu padre de por vida? –preguntó Bella, incapaz de ocultar su impresión- ¿Nunca lo volvió a ver?

Los Masen cumplen su palabra –dijo Edward- Mi abuelo sabía que el cerebro de mi padre ya estaba aturullado debido a las drogas, frecuentemente obtenidas por mi madre. Lo desheredó y lo hecho del Palacio del León.

Bella, mientras seguían bailando, pensó que Aro Masen debía de haber sido un hombre despiadado para haberle hecho eso a su propio hijo y no le sorprendía que su nieto hubiese heredado sus mismas cualidades.

¿Y que paso contigo? Pensaba que tu niñez había transcurrido en el castillo.

¿No querrás decir que pensabas que había nacido entre riquezas? –provocó Edward para recordarle las acusaciones que había vertido contra el cuando lo había visitado en el Palacio del León- Los primero años de mi vida los pasé como un campesino, viajando de un lado a otro… era como un niño gitano, tan salvaje como los perros que pertenecían al circo para el que mi madre trabajaba. Eso cuando no se ganaba la vida tumbada de espaldas…

Edward se río amargamente. La frialdad se reflejaba en sus ojos.

En cuanto se dio cuenta de que mi abuelo jamás la aceptaría, se volvió contra mi padre y contra el hijo que había concebido por accidente. Para ella yo era un fastidio y no me quería. Cuando encontró un amante rico, me abandonó al cuidado de mi padre, que estaba medio loco.

¿Qué ocurrió con el? –quiso saber Bella.

Murió de una sobredosis meses después de que mi madre lo hubiese abandonado. El pobre, a pesar de todo lo que ella le había hecho, todavía la amaba. Entonces aprendí que el amor es un sentimiento cruel y destructivo, Bella, y de niño prometí que no tendría lugar en mi vida. Al final mi abuelo se enteró de la muerte de mi padre. Hasta entonces el no conocía mi existencia, pero me llevó inmediatamente al castillo. Descubrí mi patrimonio y créeme, querida, nada me detendrá para que logre mantener lo que es mío por derecho de nacimiento.

Bella se quedo mirándolo; de niña, sus padres la habían colmado de amor y afecto e incluso una vez que hubo sido detectada la enfermedad de su madre, su vida en Littlecote había seguido siendo inmensamente feliz. No podía imaginarse por lo que tendría que haber pasado Edward.

Es una historia terrible. No se que decir –murmuró, incapaz de controlar el leve temblor de su labio inferior.

Yo no necesito que digas nada más que, si quiero en nuestra boda. Para todo lo demás sugiero que mantengas la boca cerrada… aparte de cuando te bese, desde luego –dijo con dureza, arrepintiéndose de haber confiado en ella. Odiaba la idea de ser vulnerable.

La beso, explorándola con su lengua con tal delicadeza que Bella no pudo hacer nada para resistirse. No podía luchar contra el, no cuando el fuego le estaba recorriendo por las venas, despertándole todos los sentidos. Pudo sentir la excitación sexual de el presionando sus muslos.

Una gran necesidad se apodero de ella… y era Edward el único que la podía aliviar. Las caricias de la lengua de el la estaban volviendo loca y cuando comenzó a acariciarle el trasero y la apretó con fuerza contra su cuerpo, ella, tembló, invadida por el deseo. No le importaba que estuvieran en medio de la pista de baile; quería que el le levantar la falda y le hiciera el amor ahí mismo.

Pero al darse cuenta de lo que estaba pensando, logró sacar fuerzas para apartarse de el. Al ver el brillo triunfal que reflejaban los ojos de el se puso enferma.

Esperó que en cualquier momento el fuese a hacer un comentario sarcástico. Observó cómo sus ojos se oscurecieron y sintió la repentina tensión que se apodero de el. Pero, ante su sorpresa, el se dio la vuelta repentinamente y la sacó de la pista de baile.

Edward, ¿puedo robarte para el próximo baile? –murmuró la condesa.

Me temo que no –respondió Edward fríamente- Nos marchamos. Bella ha tenido un día muy largo y necesita recostarse.

Ella parece una frágil flor, Edward –dijo la condesa haciendo un mohín- Ten cuidado y no la desgastes antes de su noche de bodas.

No había respuesta ante aquello, o por lo menos no una que Bella pudiese pensar, ya que estaba como atontada. No podía mirar a Edward y se quedo mirando al suelo. Aquel día le había parecido muy largo. Se preguntó si había sido aquella misma mañana cuando había ido al castillo para ofrecerle a Edward trabajar para el y pagar así la deuda de su padre.

Los paparazzi todavía estaban en la puerta del hotel pero, para alivio de Bella, Edward había perdido interés en impresionarlos y la escoltó a toda prisa a la limusina que les esperaba.

¿Estás seguro que no quieres posar para que hagan más fotografías de la feliz pareja? –preguntó ella, utilizando el sarcasmo para camuflar el efecto que tenía sobre ella aquel hombre.

Creo que ya hemos dejado claro que nos vamos a casar por las razones correctas ¿no crees, querida? –contestó el- Mañana, la mayoría de los periódicos europeos hablarán de nuestro apasionado romance.

Mientras se dirigían hacía el departamento de Edward, Bella tuvo la sensación de que había algo preocupante en lo último que había dicho el, pero estaba demasiado cansada para pensar en ello.

Adormecida, sintió como comenzaron a cerrársele los ojos y como la cabeza le pesaba demasiado…

A su lado, Edward se puso tenso y miró la cabeza de ella, que reposaba en su hombro; tenía la boca entreabierta y parecía tan inocente como un niño.

Pero se recordó así mismo que era una ilusión. Bella era una mujer adulta que sabía perfectamente lo que estaba haciendo. De alguna manera ella se había dado cuenta de que su aire de timidez y la manera en la que se ruborizaba cada vez que el la mirara le excitaba, pero nada de aquello era verdadero. Bajo aquella fachada de inocencia, ella era tan calculadora como cualquier otra mujer que el había conocido. Una mujerzuela mimada que había permitido que su padre arriesgara todo para que ella pudiese continuar con su extravagante estilo de vida y que estaba preparada a venderse a si misma por motivos económicos… aunque tenía que admitir que parecía motivada por salvar a su padre de la cárcel.

No se despertó cuando la limusina entró al aparcamiento subterráneo. Edward le puso una mano en el hombro para despertarla, pero no tuvo corazón para hacerlo. Entonces la tomó en brazos y se dirigió al ascensor que les llevaría a su departamento.

Cuando llegaron, la llevó a su habitación y la tumbó en la cama, desabrochándole el vestido y admirando la belleza de aquella delicada mujer. Vestida sólo con un conjunto de braguita y sujetador blanco, era una deliciosa tentación contra la que tuvo que luchar. Pensó que ya habría tiempo después de la boda para prenderle fuego a la explosiva carga sexual que había entre ambos. Tenía todo un año para disfrutar de la deliciosa naturaleza sensual de ella. Y Bella también disfrutaría… el era un experto amante que disfrutaría al asegurar la satisfacción sexual de ella tanto como la suya propia…

martes, 14 de septiembre de 2010

Mascara De Odio

Cap. 5 .16 de julio de 2007



 
Edward Cullen
 
Durante lo que quedaba del resto de la noche seguí caminando, debía decir que disfrutaba de andar en la noche ya que proveía la oportunidad de pasar desapercibido y de que nadie se acercara a molestar con algún asunto de negocios así que este paseo era bastante beneficioso para mi salud mental y física, aunque se tratara de algo así como gimnasia pasiva, de todas maneras me proveía la excusa para serenarme un poco.

Así dure hasta casi mitad de noche pero después decidí que siendo suficiente debía regresar a casa. Mire la dirección en donde me encontraba, si seguía por el callejón de la izquierda seguramente llegaría más rápido, así que lo opte.

No me importaba ser asaltado por un desconocido por que, entre la tutoría de mi tío y la mía propia, había adquirido conocimientos de defensa personal y si alguien se atrevía a intentar quitarme por la fuerza lo que no habían ganado con esfuerzo la paliza estaba lista en el paraguas de mi mano y mis puños.

Entré decidido, pero cuando llevaba menos de 40 pasos escuche la voz de un hombre

- ven aquí hermosura-

Era la típica voz de matón y parecía a punto de entrar en acción así que siguiendo mis instintos de ranger, los cuales implicaban que si una persona más vulnerable estaba en peligro yo debía haber uso de mi fuerza para ayudar, me hicieron acercarme hacia el sitio en donde se estaba desarrollando el evento.

Escuche unos pasos minúsculos seguidos por otros más pesados junto a la voz ahogada de un grito cuando es aprisionado por la piel, mi oído agudo también era producto de mis entrenamientos de joven así que me bastaron esos pocos sonidos para darme cuenta de que la mujer, si mi instinto no me fallaba, estaba en peligro

- ssshhh amorcito- escuche a través del sonido de zapatos contra la grava del piso y el de ropa siendo forzada a desgarrarse, me estaba acercando cada vez mas – no querrás hacer eso mientras yo estoy aquí

Cuando estuvieron bajo mi campo de visión comprobé lo desagradable de la situación y mi voluntad me obligo a actuar para ahorrarle a esa jovencita el trauma de ser violada en un callejón oscuro sin nadie para ayudar. Cuando vi que el tipo estaba desnudando su sexo para violarla me adelante haciendo uso de mis manos lo aparte violentamente de la figura temblorosa

- oh no, no lo harás malnacido- dije en medio de mi furia. No estaba en contra de hacer un poco de daño a las mujeres pero no podía tolerar una violación.

Lo estampe contra la pared de piedra de uno de los edificios en sus lados posteriores y termine en dos golpes con sus intenciones sadomasoquistas.

Luego me volví hacia la mujercita que estaba agazapada en una esquina y que inexorablemente se estaba cayendo, seguramente presa de la conmoción.

Cuando me adelante a levantarla me sorprendió mucho descubrir de quien se trataba, la persona a la que había prestado mis servicios protectores era nada menos que Isabella Swan.

Adelante los brazos para recibir su raquítica figura y ella se desplomo en ellos sin control. Había sucumbido.

Cuando me erguí con ella entre mis brazos, los suyos se aferraron a mi cuello instintivamente, como un miquillo desprotegido. Así era como quería que ella se sintiera, para así aprovecharme de una situación que no había pedido pero que sin embargo me estaba ayudando a saltar gran parte del proceso que tenía planeado.

Aun con ella prendida de mi tome su pequeño bolso, mi paraguas y camine con ella fuera del callejón trucando así mis planes de regresar a mi casa caminando, cuando estuvimos en vía publica pare un taxi. El hombre me miro como si ella fuera mi esposa y yo la llevara inexorablemente al lecho mas cercano, pero seguramente cuando miro más de cerca y se dio cuenta de su absoluto estado de palidez pensó mejor y dejo que su mente se fuera a un lado con la fantasías moteleras, con la ayuda del personaje subí con ella. De manera que quedo casi sentada sobre mi regazo. Eso no habría supuesto incomodidad pues era consciente de su débil y demasiado ligero cuerpo.

Después de unos minutos de avanzar finalmente debió mejorar de su conmoción ya que comenzó a removerse, la mire atentamente decidido a interpretar sus reacciones y ver cuál de todas ellas me beneficiaba mas, cuando ella enfoco su mirada de mi pecho a mis ojos y se dio cuenta de quién era yo, lo que seguramente no había podido deducir debido a la oscuridad del callejón, sus ojos se abrieron desmesuradamente, a mi consuelo decidí asociar la expresión que vi en ellos como reconocimiento sorpresivo y no como miedo ya que no me convenía para nada que ella me tuviera miedo, debía ser positivo y no pensar en que ella definidamente había enloquecido por la conmoción del hecho de un violador atacándola. Sabia de personas que habían perdido la razón súbitamente debido a la conmoción.

- gracias- dijo en bajo, con su mirada aun posada en mi , solo se me ocurrió preguntarle, para comprobar su nivel de estabilidad

- ¿estás bien?

Aunque no la conocía pensé que seguramente no dudaría en hacerse la fuerte y decirme que si estaba bien cuando en realidad no lo estaba, mintiendo, como la mayoría de las personas de las que me rodeaba, pero esta vez me sorprendió un poco admitiendo, con una sinceridad poco común

- no, no estoy nada bien…pero no importa

Pensé en que debería importarle ya que no podría hacer, relativamente, uso de ella si se encontraba en condiciones desfavorables tanto física como mentalmente, la necesitaba saludable y en perfecto estado emocional, la idea de cargar con una enferma encima de ese matrimonio forzado me llenaba de rabia.

- no deberías andar sola por las calles a esta hora – le reprendí por hacerme enojar.

Ella se aparto y se retrajo aun mas y sentí una picadilla de lastima, debía admitir que se veía asquerosamente vulnerable, como un borrego recién nacido aunque nunca hubiera tenido la oportunidad de ver uno, en fin. Ahora que estaba despierta podía aprovechar un poco pero ella se adelanto antes de que empezara a hechizarla

- cómo te llamas?- me pregunto aun con esa voz baja y poco forzada

- Edward Cullen- conteste automáticamente

- yo soy Bella…- me dijo, seguramente no le gustaba su nombre completo que, aun a mi pesar me parecía bastante seductor, obviando, evidentemente, el hecho de que lamentaba profundamente que su propietaria no lo fuera así. – gracias por ayudarme- continuo

Yo la mire. De perfil hasta podría pasar por bonita, la nariz era pequeña y graciosa y las pecas que alcance a distinguir en ella la primera vez, y que ahora alcanzaba a distinguir un poco de reojo, la hacían parecer casi una niña, aunque sus ojos mostraban que había vivido mas que la mayoría de jóvenes a su edad, su barbilla era puntiaguda y delicada y hasta parecía ser voluntariosa, su piel tenía un matiz de palidez pero era nívea y limpia en apariencia y suave…su cabello por otro lado…

- ¿podrías, por favor, llevarme a casa? – pregunto repentinamente como si milagrosamente se hubiera dado cuenta que la miraba de reojo y quisiera reprochármelo.

- por donde se llega?- le pregunte un poco contrariado

Ella me dio los nombres de las calles y yo se los transmití al conductor público. Me alegre que la dirección fuera cerca de un sitio que conocía bien y no algún albergue al sur y enterrado en los barrios bajos de la ciudad.

Finalmente el taxi dio la vuelta en la esquina de la calle en donde estaba situado el edificio donde, según ella, vivía. Era modesto pero tampoco era una pocilga y algo me decía que estaba bastante ordenado para tratarse de algo tan pequeño como se veía. Cuando se detuvo Salí por mi lado de la puerta y camine rápidamente hacia la de ella preparado para hacer uso de mi estrategia, extendí la mano y ella me dio la suya tan pequeña y a la vez fuerte, mire esa mano consiente, súbitamente, de que yo había comido lo que ella había preparado. Tenía un talento natural, supuse que uno de los pocos.

Salió y se tambaleo un poco pero después logro mantenerse en pie, camine con ella hacia la puerta y cuando llegue allí ella pronuncio

- bueno…- supe que había llegado el momento de la despedida. Intentando dejarla en el suspenso del amante, nombre que se me había ocurrido recién, y antes de que apartara su mano de la mía me la lleve a los labios y se la bese. Otra vez ese olor a cerezas penetro mi nariz, adjudique las sensaciones que me producía a algún juego de mi mente que me hacia buscar el olor que me agradaba y en el que inexplicablemente no había podido dejar de pensar desde que lo probé y olí la primera vez.

Otra vez casi cedí al impulso de mordisquearle y lamerle la mano, cosa que nunca antes me había pasado. Mis usuales novias, amantes o cualquier otro apelativo con el que se me ocurría llamarlas de vez en cuando, sabían a suavizante y a crema para manos, pero esta niña parecía no necesitar de ellos.

Me dé la vuelta y le solté la mano antes de asustarla un poco mas y me fui hacia el taxi para que me llevara a mi casa

Después cuando iba en el intentaba ver qué era lo que tenia Isabella Swan que me hacia añorar a mi madre, yo, que casi nunca pensaba en ella ni en mi padre por el dolor que me causaba recordarlos y saber que no los había tenido ahí, súbitamente me veía acorralado de los pocos recuerdos de niño que tenia de mis dos seres más queridos, los que conservaba de ellos, y tampoco podía evitar recordar los momentos cruciales de mi vida cuando más los había necesitado, mi primera vez con una chica, como debía ir vestido, que profesión hubiera escogido de seguir vivo mi padre, o como habría sido mi educación de seguir viva mi madre, cuanta falta me hizo mi padre para no convertirme en el libertino que era ahora, buscando en cada mujer que conocía la ternura que nunca había tenido, algo del calor maternal que había sido arrebatado de mi a tan temprana edad, pero en todas y cada una de las zorras que encontraba había encontrado solo dos cosas y ninguna estaba relacionada con el amor o la ternura, en ninguna había visto lo maternal que quería ver y si que era un idiota, pensaba constantemente.

Era algo infantil, pero por un momento pensé que hasta podía inducirme en el mundo de la bigamia si podía tener a esa niña del lado maternal y a cualquier otra zorra aprovechada en el lado sexual.

Suspire, más bien gruñí exasperado ante la dirección que estaban tomando mis estúpidos pensamientos, decidí dejarlo de lado e irme a casa a dormir, no fuera que la falta de sueño fuera la causante de esas estupideces.

Cuando subí el ascensor y abrí la puerta me quite la chaqueta y me fui directo al baño, me sentía un poco sudoroso y sucio de personaje de la calle.

Esa noche me acosté con el firme propósito de llamarla después de un poco de tiempo, tres días a lo sumo, la estrategia era mostrarse interesado y que mejor que una llamada y una invitación a cenar para florecer la "pasión".

Por la noche tuve un sueño de lo más extraño, especialmente porque Isabella Swan estaba involucrada en el. Estaba de pie, de espaldas a mi inclinada sobre un barandal y con nada más que mar delante de ella, yo la observaba desde atrás y mentalmente le decía que se volviera.

Y ella lo hizo. Pero cuando intente ver sus ojos otra imagen se coló, y en esta yo estaba en el cuerpo de ella, miraba todo como si yo fuera ella y en mi campo de visión se hallaba el cuadrado perfecto de un ataúd y encima de mi estaba yo, con una sonrisa macabra y sosteniendo una rosa espinosa en mis manos, mi otro yo arrojo la rosa sobre el ataúd y después un palazo de tierra fue arrojado sobre mí. Me sentí ahogado y me desperté súbitamente y sudando profusamente. Después me volví a dormir aun inconsciente.

Cuando me desperté en la mañana no recordaba nada.

16 de julio de 2007

Isabella Swan

Cuando entre al departamento cerré la puerta y me apoye contra ella aun hecha un mar de confusión, pero por primera vez en mucho tiempo deje que una lenta sonrisa trepara por mi cara. Por algún extraño motivo sentía esa misma cara arder y la piel caliente allí donde él me la había besado, si lo pensaba con cuidado solamente una vez en mi vida había "mirado" un personaje del sexo opuesto y la experiencia no había sido nada buena, de hecho había sido una de las más terribles que había tenido que soportar y que siempre tendría en mente así hiciera lo que hiciera, pero ahora que era un poco mayor, la tentación de volver a "mirar" se hacía irresistible con este hombre al que había conocido hoy. Era demasiado atractivo y exudaba sensualidad por cada poro de su piel. Me miraba como, eso si podía decirlo, nunca nadie me había mirado hasta entonces, ni siquiera Ben había sabido disfrazar sus sentimientos hacia mí con esa mirada penetrante y llena de profundos y apasionados secretos. Sabía que estaba metida en un terreno peligroso, detestaba el contacto pero con él, curiosamente, era algo diferente, y debía admitir que era por su mirada, había algo veraz en ella que me hacia confiar en él y después de lo de hoy no podía menos que confiar.

Era como si de repente lo viera como mi héroe personal por haberme rescatado de casi vivir esa experiencia otra vez.

Por unos segundos me dedique a pensar que sería de mi si, como Jessica, decidía empezar a buscar un hombre con el que compartir mi vida, pero me obligue a callarme mentalmente antes de pensar en hacer realidad estupideces, aun tenía muchos traumas que superar.

"la apuesta consiste en acostarte con Swan antes de que acabe el año y traernos una prueba de que la desvirgaste"

Los recuerdos comenzaron a inundar mi cabeza y de repente me vi mentalmente transportada a mi doloroso pasado, al último año en que estuve en el orfanato, cuando tenía solo trece años y uno de los chicos mayores decidió hacerme su siguiente pieza. Eran la pandilla de chicos atractivos y todas las chicas de mi curso estaban embelesadas con ellos.

Pero ellos habían puesto sus ojos en mí. La condenada virgen, como me entere que me llamaban cuando toda la verdad salió a la luz a mis ojos

Pero no fue así al principio, uno de ellos había empezado a fijarse en mi, a hacerme regalos y a decirme palabras hermosas, era una niña en plena pubertad así que le creí como una idiota. Hasta que un día los escuche en su salón, escuche que querían apostar por mi virginidad. Y la que siguió después fue lo peor…

Cerré los ojos y aparte mis pensamientos de eso… no valía la pena y no valía la pena seguir despierta cuando a otro día tendría que ir a trabajar.

Me puse el pijama y me acosté en la cama pero no tenia sueño, porque en lo único en lo que podía pensar era en ese hombre. En Edward Cullen.

Dos días después

Lave el apestoso trapo con el que Jessica había limpiado un desaguisado y no había tenido la sutileza de lavar, ahora estaba limpio otra vez y olía a jabón para limpiar mesas lo puse en su sitio cuando escuché que el teléfono general sonaba. Jessica adjudicando que era para ella corrió hacia él y contesto

- café parís, buenos días, en que puedo servirle...

Negué con la cabeza, ¿acaso tenía que poner voz de estar promocionando una línea caliente en vez de un servicio a domicilio? Definitivamente parecía estar siempre con fuego entre las piernas.

En algún momento la había envidiado por su libertad, tanto de cuerpo como de mente, si yo fuera así, si mi vida hubiera sido la de ella…claro que lo único que cambiaria seria dejar de estar ofreciendo mi cuerpo a cualquiera como una cualquiera.

Vi que cuando la persona al otro lado hablo, la expresión de ella cambio a desconcierto y por último a rencor antes de volverse hacia mí y mirarme como si yo tuviera la culpa de todo lo malo que le pasaba a ella.

- ¿a nombre de quién?- pregunto intentando sonar no interesada y por cómo, quien quiera que fuera, le contesto tampoco estaba muy contenta

- oye!- grito en mi dirección, la mire intentando que mi odio por ella no se dejara translucir ante mis ojos – te llaman…- dejo el teléfono allí y comenzó a darle la vuelta a las sillas para empezar a ordenarlas para el desayuno

Yo mire extrañada el auricular en cuanto llegue allí ya que era la primera vez en los casi dos meses que llevaba allí que recibía una llamada.

- ¿Hola?- conteste dudosa aun, y más completamente segura de que se trataba de una equivocación.

- - Isabella?- pregunto la otra voz al lado de la línea, casi suelto el auricular en cuando la reconocí, como si se hubiera quedado grabada en mi memoria con fuego, me puse la mano en el pecho cuando mi corazón quiso saltar de su cavidad. Intente disimular ya que Jessica me estaba mirando

- ¿Ed.…Edward?- pregunte aunque sabía que no tenía necesidad de hacerlo, hubiera reconocido esa voz donde fuera – pero que…- oh dios era una estúpida – ¿porque me estas llamando?

- creí que habías captado mi intención, quise hacerte saber que no sería la última vez que nos veríamos.

Así que si había identificado correctamente su expresión al mirarme, el latido de mi corazón no se mino pero el pecho se me lleno con un extraño calor que nada tenía que ver con que el sol acabara de asomar por las visibles y lejanas montañas.

- ss.…i-deja de tartamudear como una idiota, pensé- pero pensé que…

- bueno…aquí estoy y…- se paro como si algo mas allá de él le impidiera decirlo pero al fin lo hizo – quiero verte…necesito verte.

- ¿verme?- no debí repetirlo, no debí repetirlo, no debía mostrarme hambrienta del cariño que nunca había recibido y la intención de el bien podía ser solo de amistad y no del cariño que me estaba imaginando. En ese momento Jessica me dirigió una significativa mirada, la cual identifique como envidia, supuse que se trataba de que ella no había concertado una cita sino una vez desde el tiempo que llevaba allí y que otra persona lo hiciera debía molestarle. Un momento, ¿acaso dije una cita? Ella se dio media vuelta y yo aferre el teléfono, si este hubiera tenido vida habría soltado un quejido. – estás hablando en serio?- debía asegurarme y no dejar que mi tonta y ya muerta imaginación echara a volar otra vez

- mas que siempre- dijo él con esa voz profunda y por algún extraño motivo le creí inmediatamente – ¿qué tal hoy en la noche?-

Intente moderar mi respiración y que mi nerviosismo no se notara tanto, nunca, a excepción de esa vez en el orfanato, nadie me había invitado a nada, cerré los ojos intentando calmarme, era una soberana reina del miedo y sabia que tarde o temprano debía superarlo si seguía con mi anhelado sueño de tener hijos y familia.

- no lo sé… no creo que tenga – iba a decir ropa adecuada pero él me interrumpió

- di que si- me pidió con seriedad – no es que quiera sonar chantajista pero me lo debes

Tenía razón, después de todo había salvado mi integridad y mi cordura de ser aplastadas por un insensible patán.

"me debes esto… después de todo lo que he hecho por ti…me lo debes"

"no…por favor…"

Sacudí la cabeza antes de trasladarme otra vez y me dije que esta vez sería diferente. No lo conocía de nada pero inexplicablemente confiaba en el. No todo podía salir mal.

- está bien…-¿de veras había pronunciado esas palabras? – pero no puedes llevarme a un sitio elegante- advertí de antemano, no tenia ropa como había intentado decirle antes, lo único decente era lo que me había heredado Emmerald, algo que, si era sincera, no había explorado a fondo.

- solo debes estar lista a las siete y treinta, del resto me encargo yo.

Antes de que pudiera agregar palabra y negarme el corto la comunicación, solté el teléfono y sentí mi corazón aun palpitando fuertemente, quería sonreír, no sabía cómo evitar hacerlo frente Jessica pero no podía contenerme, nunca antes me había pasado algo así. Deje que mi respiración se acompasara y me dedique a trabajar, con doble ahínco debía admitir, consciente de que al menos por ese día tenía un motivo para ser que simplemente existir triste y vacíamente.



viernes, 10 de septiembre de 2010

Pecados Carnales

Capítulo. 2  : Coincidencias


El cuerpo de mi hermana sentado en el suelo y recostado contra la puerta de mi departamento era otra prueba que, no importará lo que hiciera, no me dejarían en paz, comprendí que la madre de Bella iba a cumplir su promesa y ya había comenzado a presionar a mi familia para que interviniera. Sino no había otra explicación para que Alice estuviera esperándome sentada en el suelo.


Aceleré el paso porque siempre he creído que a los tragos amargos hay que pasarlos lo más pronto posible. Alzo su vista cuando se percató de mis zapatos frente a ella.


- Podrías haber llamado así no hubieras perdido el viaje


Le comenté mientras abría la puerta, ella deslizo sus ojos y me detuvo la mano.


- Dime que no lo hiciste


Exclamo mirándome con esos ojos acusadores que tan familiares se habían vuelto este último tiempo. Y la quede contemplando intrigado, como era posible que mi propia hermana estuviera en mi contra. Por qué nadie podía procesar en sus cabezas que yo la amaba, que no estaba haciendo nada malo, que lo había hecho con su consentimiento, que no era un delito querer a otra persona y que en ultimas cuentas era problema mío no del resto de la sociedad. Suspire tratando de calmarme, no iba a gritarle a mi hermana menor, además no quería discutir ya harto había tenido con el dichoso cura como para que ella empezará a recriminarme también.


- Entonces no te lo diré


Le conteste con tono apagado y serio abriendo la puerta del departamento, entré y deje las llaves sobre la mesa de arrimo, ella me siguió sin decirme nada pero con la expresión del rostro sobraban las palabras; la ignore lo mejor que pude pero era evidente que ella quería ser escuchada, a esta altura todo mundo quería ser escuchado reflexioné. Me observo todo el rato con esa mirada de "Inquisidor", y sí mi hermana debía haber estudiado para ser juez, porque antes siquiera de escucharme ya tenía el veredicto: Culpable, marcado en la frente. Me encogí de hombros sacudiendo mi rostro, y eso la enfureció más, sin hablarle me quite la chaqueta, la deje sobre una silla, y me dirigí a la cocina, y como pensé ella me siguió; tenía el ceño fruncido, sus manos estaban cruzadas en su pecho y estaba haciendo ese sonido que me desquiciaba con el taco del zapato. Por mi mente cruzo la idea de ahorcarla en ese preciso momento, pero ahogue la intención con la lata de bebida que tenía en la mano.


- ¿Qué quieres que te diga?


Le pregunté encendiendo la televisión, ella tomó entre sus manos el control remoto y la apago, se giró a mirarme y nuevamente esa maldita mirada acusadora como si estuviera frente a un delincuente. Cómo si yo no le supiera unas cuantas pensé, ahí me pregunté porque la gente puede ver tan fácil la paja en el ojo ajeno y no la vara que tiene en el propio.


- ¡Quiero que la dejes en paz!


Demando con la voz fría. No, definitivamente el mundo estaba girando al revés conjeturé. Alce la ceja y abrí los ojos, era el colmo, ahora mi familia estaba en mi contra. Esto era como una teleserie pero de las malas, lo último que me hubiera imaginado era que mi propia sangre me viniera a recriminar cosas.


- Y si no quiero


Exclame de vuelta desafiante.


- ¡Es una monja!


Me grito exasperada. Como si eso le diera una calidad distinta, casi como si Bella estuviera marcada con la letra escarlata. Le propine una mirada fulminante, desde cuando toda mi familia se había vuelto tan Católica especulé.


- Novicia Alice, hay una gran diferencia


Le corregí pero estaba claro que la discusión no se terminaría ahí.


- Es mi mejor amiga


Agregó ya bastante más enojada y por medio segundo quise reírme de ella en su cara, pero que le pasaba a toda la gente de este planeta; Sabía perfectamente que Bella era su mejor amiga, ¿pero y qué?, acaso yo no podía amar a su mejor amiga.


- ¡Y yo soy tu hermano, con un demonio!


Refuté con la voz alzada; mirándola enojada con la expresión contraída por la rabia, no pude evitar recordar el día de su cumpleaños, aquel día en que Bella se había cruzado en mi camino.


Era sábado por la noche, y yo me paseaba por las góndolas del minimarket que estaba a tres cuadras del departamento de mi hermana menor. Quien para mi suerte y para su desgracia, hoy celebraría su cumpleaños; lo malo de la situación era que yo no tenía regalo. Suspiré frustrado y hablando en voz alta mientras recorría el establecimiento en busca de un regalo emergencia.


- Que tal chocolates… a las mujeres les encanta


Le dije a Emmett, mi mejor amigo, sosteniéndole una caja de bombones importados. Sus ojos se abrieron como platos y trató de contener la risa, yo lo miré confundido.


- Como se ve que tú no conoces a tu hermana, ni a las mujeres. No té dice nada la palabra "dieta"


Exclamo divertido tomando entre sus manos dos discos de música y papel de regalo para envolverlos. Me los aventó contra el pecho sacudiendo su cabeza.


Estábamos por entrar al edificio, yo sostenía la mampara de vidrio cuando alguien entró de improviso por el espacio antes que yo la cerrara.


- Perdón


Susurró y yo me quede perdido en sus ojos marrones. Atontado y con la boca abierta la contemple de pies a cabeza, su pelo castaño ondulado suelto llegaba hasta sus hombros, estaba vestida con una camisa blanca y un par de jeans azules. Su tez era de un blanco transulicido que hacia un hermoso contraste con esos grandes y hermosos ojos que tenia. Cerré la puerta como un completo imbécil sin poder articular palabras, me quede parado a su lado y Emmett que había caminado hasta el ascensor me miró desconcertado.


- ¿Qué esperas?


Me preguntó al borde de la risa, y yo aún estaba perdido en aquellos ojos. Cuando escuche el nombre de mi hermana salir de sus labios, el mundo se me iluminó como nunca pensé… y no era que Alice fuera muy lindo nombre, pero dicho por sus labios fue como si hubiera encontrado oro o petróleo, me convertí en el hombre más rico del mundo con tan solo escuchar que ella conocía a mi hermana. Curve los labios y la sonrisa no la pude acallar.


- Piso 15 Departamento 1501


Exclame ansioso y tanto ella como el conserje me quedaron mirando. Ella se rió nerviosa y miró de reojo a Emmett quien se puso una mano en la cara tapando la vergüenza ajena que creo le dio mi actitud.


Subimos al ascensor en silencio y ella no dejaba de mirar al suelo o al frente, en cambio yo tenía mis ojos clavados en ella, de forma descara para ser honesto y para ser más franco también estaba mirando algo más que sus ojos. Quería de forma impulsiva hablarle pero no atinaba a nada, nada que al menos fuera cuerdo, decente y lógico, no tenía ninguna excusa que pareciera buena para entablar una conversación.


- Deja de ser tan evidente… por favor


Carraspeo mi amigo dándome un codazo. Casi lo fulmine con la mirada y ella parecía divertida con la situación. ¿Por qué Dios hace mujeres así, esto es un castigo? Reflexione mirándola salir del ascensor.


- ¡Bella amiga… viniste… te dejaron salir del convento!


- Feliz cumpleaños Alice… tu siempre tan... efusiva... a mi también me da gusto verte


Respondió ella incomoda y yo miré a mi hermana confundido y con la pregunta dibujada en el rostro ¿Convento?


- ¡Ahhh pero si no sólo es ella, sino él también!


Exclamó cuando advirtió mi presencia.


- Que maravilla, las dos personas que estaban descartadas incluso antes de invitar son las primeras en llegar. Estoy realmente sorprendida que mi famoso hermano haya encontrado un espacio en su tan abultada agenda de actor para alegrarnos la noche con su presencia.


Grito con un tejo de cinismo en la voz pellizcándome las mejillas y como odiaba que hiciera eso. La quería matar en ese mismo instante. Pero la risa divertida de Bella la salvo. Al menos le parecía simpático y yo me sonroje por primera vez desde que tenía uso y razón de ser.


- Bella te presento a mi hermano Edward


Le dijo mi hermana divertida. Y ambos nos quedamos perdidos en nuestras miradas.


Me sonreí al recordar aquella noche, si mi hermana se hubiera imaginado lo que vendría después podría haber apostado que le hubiera pagado ella misma a la compañía de Cine para que me hubieran retenido fuera de Norteamérica de por vida.


- ¿Qué es lo tan divertido?


Me pregunto furiosa por la sonrisa dibujada en mi rostro.


- Tú… - exclamé y guarde silencio unos segundos y luego continúe - ¿Te arrepientes de haberla invitado ese día no?


- No sabes cuanto


Me contestó cambiando su semblante por primera vez estaba mirándome como mi hermana y no como la inquisidora.


- Renée es poderosa. Trato de Persuadir


- Yo también. Increpé


- Cómo crees que se verá la noticia en los periódicos. Esto arruinaría tu carrera. Insistió


- Arruinaría a "su familia". Corregí


- Vas a arruinarla a ella


Y con ese argumento me mató. Me quede callado sin poder articularle un contraataque que sonara convincente. Tenía razón iba a destruirla, Bella jamás soportaría enfrentarse a su madre, ni a la iglesia, ni al mundo entero y eso bien lo sabía yo.


- Pero que haces ¿Estás loco?


Me susurró mientras yo la besaba, la acorrale en la pared de la cocina de su casa. Afuera estaban todos, incluida mi madre, su madre y el dichoso curita Alfonso que parecía su sombra.


- Sí pero por ti


Le conteste acercando su cuerpo al mío, puse mi mano apoyada en la pared y deslice mis dedos por sus mejillas, un rubor exquisito las inundo. La temperatura de su cuerpo subía dramáticamente a cada caricia mía y su respiración se estaba volviendo errática. Cerró sus ojos cuando sintió mis manos sobre sus pechos bajo la ropa y sin quitarle la vista de encima, contemple su rostro, me fascinaban las expresiones de placer y lujuria que la invadían cuando yo la tocaba, esos gestos tan inocentes y cómplices eran fascinantes y me excitaban a tal extremo que perdía la perspectiva de la situación. Verla morderse los labios excitada me provoco el deseo de hacerla mía en ese mismo instante y de todas las formas imaginables. Qué importaba que su madre estuviera afuera, qué importaba que estuviera la mía o que estuviera el dichoso curita Alfonso. Qué importaba que nos fuéramos al infierno, mientras estuviéramos juntos, el infierno no sería tan malo. Baje mis dedos seguido por pequeños besos por su cuello, hasta el primer botón de su camisa. Cuando llegue ahí ella abrió sus ojos y casi como una niña traviesa se rió.


- ¿No te atreverías?


Desafío y ella no me conocía en lo más mínimo sino jamás me hubiera dicho eso.


- Como se nota que no me conoces


Le susurre tomándola por la cintura y recargándola ahora contra el refrigerador. La bese con más ímpetu y la hice caminar hasta el otro extremo de la cocina.


Por que si iba a hacerle el amor en ese lugar, debía ser lo más lejos posible de la puerta que daba peligrosamente a la sala donde estaban nuestras familias, una cosa era ser arriesgado y otra suicida, sumado a que ella no era tan calladita en esas situaciones, mientras más lejos era mejor.


Mientras caminábamos hasta el otro extremo comencé a desabotonar su chaleco, y me resultó más difícil de lo pensado, para que demonios se ponía chaleco en pleno verano pensé peleando con los últimos botones, cuando finalmente liberé su hermoso cuerpo de la tortuosa prenda, sin dudarlo volví a meter mis manos bajo su blusa y desabroche el sostén. Introduje mis manos bajo estos y comencé a acariciar su cuerpo suave y perfecto. La respiración de ambos se acelero estrepitosamente.


Introduje mi lengua en su boca para besarla con más fuerza. Y lleve una de mis manos hasta su espalda, recorrí cada centímetro de esta deslizando las yemas de los dedos de forma sutil. De vez en cuando presionaba aquellos puntos clave que ya había descubierto y ante los cuales su cuerpo reaccionaba y de los cuales ella no estaba conciente aún. Sabía perfectamente que eso la volvía loca y lo comprobaba la forma en que jugaba con mi pelo, cada vez que apretaba su espalda ella apretaba mi cabeza contra su hombro. Con la otra mano desabroche un par de botones para dejarme acceso libre a sus pechos, deslice mi lengua hasta llegar a la comisura de ambos y otro gemido se escapo de sus labios.


En ese minuto perdí la perspectiva de la situación y solo había un deseo, la quería hacer mía, quería sentir su cuerpo estremecerse entre mis brazos. Así que recargue su cuerpo contra el mesón de la cocina de forma tan torpe y desesperada que en el proceso, votamos un par de vasos y unos platos que estaban a un costado y que habían sido el pretexto para ir a la cocina.


- Espera… van a escucharnos, si mi madre nos descubre me matará


Exclamo con la voz distorsionada mirando aterrada a la puerta. Me giré para mirar y esperamos unos segundos, ambos congelados tratando de controlar la respiración pero ni un ruido de pasos ni de que alguien viviera se sintió. La miré nuevamente y la giré para que me diera la espalda, iba a subirle la falda cuando la voz de su madre me congelo en el acto.


- ¿Qué demonios esta pasando aquí Bella?


Grito enérgica cerrando la puerta con llave tras de ella.


Esa fue la primera vez que la sentí estremecerse pero de miedo, su cuerpo temblaba casi como una hoja de un árbol en otoño, su cuerpo se helo en un instante, la mirada de furia de su madre era tan poderosa que incluso a mí me asusto en un principio.


Aquel día Renée le había gritado de todo, y lo más decente había sido ramera, para que decir lo que me había gritado a mí. Al principio ambos la escuchamos callados y hasta en cierta medida avergonzados, pero cuando se acerco y le propino un golpe intervine.


- ¡Eso si que no! Estas loca, como se te ocurre golpearla


Le reclamé mirándola anonadado por su actitud, pero ella me ignoró, tiró su brazo soltándose de mis manos y me dio una mirada que calo hasta el más hondo de mis pensamientos.


- Este es un pecado grave, no podrás salvar tu alma, te iras al infierno


Le grito y lo que dijo me descolocó. Analice la situación: Sí nos había encontrado medio desnudos y en una posición comprometedora, pero ella no era casada, yo tampoco, ambos éramos adultos ¿de que infierno me estaba hablando? pensé mirando a Bella quien a esta altura estaba llorando.


- A ver Renée, estamos en pleno siglo veintiuno, no pensará que hay que llegar virgen al matrimonio o ¿si?


Le pregunté medio en broma, medio en serio. Ella miró a su hija y volvió a acercarse peligrosamente, me interpuse entre ellas. Bella apoyo sus manos temblorosas en mi hombro y susurró algo que no le entendí en un principio.


- Veo que ella no te lo ha dicho


- ¿Qué cosa?


Pregunté temeroso, no sé porque de repente sentí como un pequeño cargo de conciencia, una vocecilla en mi interior me estaba diciendo que no todo podía ser tan perfecto. Que mi cenicienta estaba a punto de desaparecer porque había llegado las doce de la noche.


- ¿Se lo dices tú o se lo digo yo?


Le preguntó con una sonrisa maldita igual a la bruja del cuento.


- Madre por favor - Suplicó apretando con su mano mi hombro


- ¿Bella?


Susurré nervioso sentía un frío recorrer mi espalda. Lo que tenía que confesar era algo malo, verdaderamente malo, lo presentía.


- Ella va a casarse, dentro de dos meses para ser exacta


Confesó Renée arrogante y yo me quede de una pieza. Empecé a retroceder en el tiempo, desde que la había conocido, nuestra primera cita, y todas las conversaciones que habíamos tenido y ella jamás había pronunciado la palabra "comprometida" además jamás le había llamado nadie, a no ser por un par de amigas, no mi hermana me lo hubiera dicho pensé. Y la miré confundido.


- Lo siento… de verdad… yo no debí… te lo iba a decir… lo juro, es que no encontré… por favor perdóname…


Justifico y yo aún seguía pensando en cómo era posible que ella se fuera a casar dentro de dos meses, si pasaba casi todo el tiempo conmigo, no aquí había algo raro, dónde estaba el novio pensé.


- Eso no es cierto, yo jamás te he visto con alguien más… ¿Quién?


Le pregunté apenas tomándola por los brazos. Pero no fue ella quien contesto la pregunta, sino su madre seguida de la amenaza que nos rondaría de ahí hasta siempre.


- Dios


Apenas dijo eso la mire boquiabierto y ella continuo disfrutando cada expresión de mi rostro


- Bella esta prometida para Dios y si no te alejas de ella, tu alma se ira al infierno.



Mascara De Odio

Cap. 4 :16 de julio 2007

Edward Cullen

Bueno ahí estaba. El agua caía sobre mi cuerpo y yo metódicamente me bañaba pensando en lo que tenia propuesto el día de hoy. Ya no había vuelta atrás. Lo que debía hacerse debía hacerse y no me iba a detener por nada. En cierto modo, y debia admitir que lo había pensado desde antes, era una clase de excitante juego no tirarse a una mujer hermosa. Una experiencia nueva siempre era bien recibida, no tenía idea de si esa experiencia iba a ser placentera pero si no lo iba a ser al menos tenía el consuelo de que me iba a reportar beneficios a la larga.


Aun era temprano así que me termine de lavar, Salí de la ducha envuelto en una toalla y me enfrente a mi imagen en el espejo, no era que fuera afeminadamente vanidoso, solo me constataba de que mi apariencia fuera la de siempre, porque esa apariencia me había reportado bastantes benéficos en el campo de las féminas.


Me afeite y aplaque la loción y luego escogí mi ropa de trabajo, la que según Carree, mi última amante, me hacía ver irremediablemente atractivo, entre otras cosas, según ella, decía que verme vestido de ejecutivo era asombrosamente estimulante para ella y si hacia memoria todas mis amantes habían dicho algo similar acerca de mi decencia, limpieza y que siempre lucia como un caballero. Era cosa de los primero 10 años de mi vida y los que siguieron, los cuales fueron estrictamente educados en una escuela privada, de ahí fue en crecimiento hasta ser lo que era hoy, uno de mis mayores atractivos. Apunte la camisa blanca de cuello y procure aplicarme loción también, la cosa era impresionarla. Ese era el plan trazado la noche anterior en medio de la realización de informes y la actualización de cuentas bancarias y alargo en los créditos económicos, debía impresionarla la primera vez así que mi acción de ataque consistía en verla y pretender estar interesado, volvería de vez en cuando para seguirla cortejando y que ella se enamorara de mi. No. No que se enamorara, el amor no existía, que se encaprichara como cualquier jovencita de las que creían que los hombres éramos algo así como principes azules, caballerescos, que solo pertenecían a una mujer.


Cuando estuve correctamente vestido baje a la entrada de la casa – mansión y me encontré con el chofer, le pedí que me dejara en la esquina del café parís y que volviera por mí al cabo de cierto tiempo. El dijo que me iba a esperar, dado que todos mis mensajes habían sido entregados en su totalidad el día anterior, encogí los hombros e ignorando su despedida di los pocos pasos que hacían falta para entrar en el sitio…el lugar donde tendría lugar la ridículamente idílica conquista


El local, debia admitirlo, tenia cierto aire hogareño y el ambiente en el olía cálidamente a pastel…inspire intentando reconocer el olor, tarta de cereza. Sentí que inevitablemente mi memoria retrocedía a la época cuando mi madre aun vivía y yo me atiborraba de todos esos pasteles que ella preparaba, el olor era tan asombrosamente familiar, lo curioso era que las pocas contadas veces que había entrado en ese café, meses antes, jamás había olido de esa manera tan natural y deliciosa.


Mis ojos se conectaron con unos azules de la chica rubia que había visto esporádicamente, ella entreabrió los labios pintarrajeados de rojo intentado que me fijara en ella, mis propios ojos la recorrieron con deseo, a pesar de que la necesidad se notaba en sus pupilas era el tipo de mujer que me atraía, la típica zorra para pasar un buen rato y recompensar al día siguiente con dinero para nunca volver a verla. Pensé que bien podría aprovecharme pero los pensamientos retrocedieron después de un momento…si quería hacer esto bien debía comportarme y si eso implicaba renunciar a mi activa vida sexual por un tiempo pues…que así fuera. No tenía opción


El único consuelo que esta apestosa situación ofrecía era que no iba a durar para siempre.


La mujer bamboleo las caderas y camino hacia mi acortando la distancia que nos separaba llevaba los brazos al frente lo cual hacia empujar sus senos hacia adelante a modo de ofrenda, era una vista tentadora, la piel de sus senos era suave y tenía un tatuaje en una de las protuberancias enfundadas en un provocativo sostén de encaje negro, era partidario de cuerpos como ese mas ahora mi gusto debía dar la impresión de haber cambiado bastante con la anoréxica chica a la que debía enfrentarme.


-que puedo hacer por usted?- me pregunto la rubia frunciendo los labios provocativamente


- por favor tráigame un café capuchino y tal vez una porción de esa torta o lo que sea que haga que el aire huela tan bien.


La sonrisa de ella vacilo un poco como si lo que le preguntara no le gustara en absoluto pero su expresión se compuso rápidamente y se dio media vuelta anotando en una pasta de libreta lo que había ordenado.


Aun a la distancia que impuso, y gracias a que el local estaba vacío, a excepción de mi, escuche que interpelaba a su compañera en la barra de manera ordinaria


- ¡oye!- y también escuche el murmullo inseguro y fallo de fuerza de la muchacha de cabellos oscuros de espaldas a ella.


- ¿qué?-


Vagamente me estaba preguntando a qué hora haría Isabella Swan su aparición, tal vez con una escoba o con un trapero, esto era deprimente.


Vagamente me volví un poco para analizar al personaje de la barra, y al mirar detenidamente sus huesudas curvas casi me caigo de la silla. Si, ahí, en la barra y alistándose para atender mi pedido se hallaba ella. Su cabello ralo y falto de vida caía sobre su delgado cuello y parte de la espalda recogido en una coleta de caballo, su aspecto en la espalda era sencillo, demasiado, y deplorablemente débil, esperaba que se diera la vuelta pronto para verificar si algún aspecto de su físico era rescatable.


Observe sus movimientos a través de la lente oscura de mis gafas, los cuales no tenían nada que ver con la inseguridad de su voz, se movía con habilidad precisa sobre los ítems de la cafetera, tenia los dedos blancos y delgados por lo que pude vislumbrar. Segundos después, al delicioso olor de la tarta se mezclo el olor del café fresco, inhale consciente de lo que hacía y me pregunte brevemente si era ella quien cocinaba en ese lugar. Si no era así me llevaría a la cocinera para que sirviera en mi casa, si las habilidades eran la mitad de lo 1que era ese olor delicioso.


Ella se dio la vuelta sin levantar la mirada y agudizando mi vista me fije en su rostro ceniciento y de facciones salientes, su piel era pálida y blanquecina, aun sin verlos sus ojos eran grandes y marcadas ojeras circulaban por la parte inferior, sus pómulos estiraban la blanca piel y su mentón era puntiagudo. Sirvió la tarta en un plato y puso la taza de café delicadamente sobre la bandeja, en el momento en que dejaba una servilleta de recambio sus ojos, por fin, se volvieron hacia mí.


Ella no podía saber que yo la estaba mirando ya que los lentes me ofrecían protección, sus clavículas se marcaban sobre el vestido de camarera marcándose también en él sus huesudos y estrechos hombros.


Se volvió tan rápido que no me di cuenta lo suficientemente rápido para dejar de analizar su cuerpo tan desprovisto de carne como de curvas, pude ver a través de la tela de su ropa, y tal vez porque en mi amplia experiencia había aprendi8do a leer el lenguaje del cuerpo femenino, que tenia la columna vertebral en tensión, como si tuviera miedo de mi lo cual era absurdo ya que ni siquiera me conocía, no era un buen comienzo así que debía empezar a actuar con prontitud.


La rubia puso la bandeja en la mesa y dejo la apetecible comida en la mesa, el olor era simplemente el paraíso, ella me sonrió provocativamente antes de retirarse, alargue la cuchara y tome un trozo de la esponjosa y tibia pasta, la crema primorosamente preparada hizo contacto con mi lengua que cato la sabrosa preparación con verdadero deleite, algo que definitivamente no pensé encontrar ahí. El estimulo de ese sencillo trozo en mi fue casi sexual. La cocinera de ese local iba a ser mía, le pagaría el doble de lo que le pagaban acá. Después de que el café estuvo tibio lo probé y fue otro placer para mis sentidos, tenía algo…un ingrediente especial que no tenían los otros miles de cafés que había probado a lo largo de mi vida. Volviéndome un poco más inteligente y asociando ideas caí en cuenta de una cosa, las manos autoras de esas preparaciones eran las mismas y caí cuando supe quien era esa persona, quien era la cocinera que iba a robar, ella era la de la exquisita habilidad, por un fugaz momento me pregunte como una huérfana como ella había logrado desarrollar ese tipo de habilidades. Lo averiguaría después, p0or el momento seguí disfrutando de mi desayuno, que comí con un apetito absolutamente voraz, tanto así que me tentaron a pedir una segunda porción pero me contuve con dejar que el sabor quedara grabado en mi lengua para poder repetirlo otra vez, lo cual era seguro que pasaría pronto.


No debía perder más tiempo, que en mi caso, valía oro. Aparte la vajilla vacía y me puse de pie rápidamente con el firme propósito de evitar cualquier contacto con la rubia que pudiera entorpecer mis planes iníciales al entrar a este café.


Me acerque con paso sigiloso al mostrador al lado de la barra en donde ella estaba ahora inclinada recogiendo algo de el suelo. Al mirarla desde arriba pude ver una porción de su pequeño seno izquierdo cubierto por una virginal copa de satén blanco, aquella que la gran camisa no podía ocultar al menos desde mi posición, era un seno demasiado pequeño, casi de niña, aunque según los cálculos contaba con más o menos 18 o 19 años. Su cuello y el hundimiento de su garganta tenían cierto porte artístico o tal vez solo se trataba de mí intentando hallar belleza donde no la había. Ella le3vanto la mirada al mismo tiempo que se erguía cuando encontró lo que buscaba, era por lo menos una cabeza y media más baja que yo, sus rasgos aun eran difusos a través de las gafas pero pude ver que parte de su pequeña y respingada nariz estaba cubierta de leves pecas. Cuando se irguió en su totalidad pude mirar a los ojos por primera vez, aun a través del lente podía ver que eran una extraña mezcla de marrón y gris que hacía pensar en un color chocolatoso, al instante que la mire ella me pregunto tartamudeante, fijando por cerca de dos segundos su mirada a dos centímetros de mi hombro para después volverla hacia mi


- ¿què puedo hacer por usted? – el tono de ella era marcadamente diferente que el de su compañera dado que en el no había nada del sutil matiz de ofrecimiento canino que tenía el de la rubia, aunque claro esta no tendría mucho que ofrecer, vi que esbozaba una sonrisa socarrona por unos segundos.


- quiero cancelar mi cuenta. – dije. Aquí se daba todo, iniciaba la lucha, me daría cuenta si este saco de huesos tenía la suficiente pasión en la sangre para encontrarme atractivo. Retire con lentitud los lentes de mis ojos y los conecte a los desnudos de ella, claros y espumosos como chocolate, tuve la satisfacción de com0probar que había aprendido a mentir con la mirada, podía mirar su cuerpo sin ningún interés interior y ella podía pensar que evaluaba cada inexistente pedazo de atractivo en ella, con una mirada podía mentir informándole sin palabras que realmente podía llegar a desearla.


Como si eso fuera posible.


Saque la billetera y escogí cualquiera de los billetes al azar para entregárselo sin dejar de mirarla, tomo el billete con lo que pude observar como pulso tembloroso y saco el cambio absorta en los números y no en mi, antes de que dejara caer el cambio sobre mi mano le cogí la muñeca y disimuladamente palpe el pulso en su radio, palpitaba saltón. Con la mano de ella en casi la mía pude ver que sus dedos eran tan delgados y pequeños como los había supuesto desde la distancia, era una mano algo callosa pero que aún conservaba algún dechado de la niñez que una vez había debido tener, sus ojos me miraron otra vez y pude ver que a pesar de ser achocolatados la mitad del iris hacia afuera era de color gris acaramelado.


- guarda el cambio - mi técnica para ganarla, los detalles, debía sentirse halagada


Súbitamente, como si mi contacto le hubiera quemado, o no lo soportara, arranco su mano de la mía con excesiva fuerza para como yo la estaba sosteniendo, las monedas resonaron al caer contra los billetes.


- es demasiado –dijo tragando y negando levemente con la cabeza, como si yo padeciera de locura. Tácticas de conquista al ataque


- no para la dueña de estas manos mágicas


Acerque mi mano otra vez y, a riesgo de que me abofeteara, me escupiera o algo peor, tome su mano en la mía y la acerque con suavidad a mis labios, la piel olía a cereza madura y me sorprendió disfrutar de ese aroma un poco, tuve el impulso de pasarle la lengua a ver si encontraba algún rastro seco del jugo de las cerezas que tan bien aderezo el pastel que hizo antes, pero solo pose mis labios y le bese la mano. El calor de su piel quemo un poco mis labios lo cual fue sorprendente ya que para tratarse de alguien tan delgado suponía que debía estar fría todo el tiempo. Me puse mis anteojos otra vez y mirándola por última vez, como la ética de conquista ordenaba le dije


- nos vemos-


Salí y me direccione hacia el conductor, me esperaba medio largo día en la oficina.


De camino allí me puse a hacer un recuento de mis logros del día. A cambio de tal vez correr con una perra obsesiva rubia calenturienta debía ir a verla días seguidos, hacer que se acostumbrara a mi presencia y a mis elogios, después pedirle salir, después matrimonio y después divorcio con alguna cantidad en una cuenta bancaria.


Mi acto de galantería debió haber tenido algún efecto en ella porque aun a través de la exigua seriedad de su cara sus ojos me habían dicho algo más, mas allá del miedo que parecía tener.


Bueno por lo menos le había dado un poco de caña para que pensara en mi, ya había dicho antes que para las mujeres resultaba irresistible e Isabella Swan no iba a ser la excepción.


En la noche Salí tarde de la oficina pero tenía ganas de irme caminando hacia alguno de los parques para planear mi siguiente paso e incursión a la normal e insípida vida de Isabella. Tome el paraguas y Salí de la oficina dando instrucciones al conductor de que no iría con él.


16 e Julio de 2007


Isabella Swan


Cuando el turno acabo y entregue la caja a mi jefe ella se extraño de que sobrara tanto dinero. Sin que Jessica se enterara de nada le conté que uno de los clientes de la mañana me había halagado y que había dicho que podía tomar el cambio pero le explique qué pensaba que era demasiado y que el había dicho que no para mi, ella se sonrió y saco la cantidad de dinero sobrante


- ¿y qué hace aquí y no en tu bolsillo que es done debe estar?- reía bondadosamente y yo abrí mucho los ojos, podía comprarme una joya barata que había visto en la feria artesanal de los viernes.


Se lo agradecí y Salí de la pequeña oficina con la profunda desgracia de ver a Jessica frente a mí


Me pregunto, como si se tratara de su propiedad por el breve intercambio de palabras que había mantenido con el extraño ángel que me habido dado el dinero pero no le dije nada, tenía muchos problemas con ella y los tendría mas si se enteraba de que el extraño que parecía gustarle tanto había dado una considerable cantidad de dinero a su peor enemiga.


- ¿qué tanto hablabas con ese hombre? – me pregunto con ese tonito que me hacían dar ganas de calzar el cuádruple de lo que calzaba ahora y poder pisarla como el pequeño escorpión que era.


- solo me felicitaba por mi café – explique otra vez yo


- pero cualquiera sabe hacer un café- dijo ella destilando odio por los ojos


- Déjame en paz por favor- le dije haciéndome a un lado para pasarla sin ser maleducada


Volví hacia la barra pensando en que tal vez la aparición de ese hombre debía ser como de ángel o algo así, por que el dinero que me había dado bien me servia para cubrir la mensualidad del departamento donde me hospedaba y me sobraba para algo mas, la joya barata que me había llamado la atención


Horas más tarde, ya de noche y después de haber recorrido la feria y los parques decidí regresar a casa, cuando mire el reloj y vi la hora que era pensé que debía darme prisa, así que tome el camino más corto pero el mas solitario de los alrededores, pero no tenia opción así que decidí caminar rápido, aferrando entre mis manos la cadena de baño de plata con el dije de un cuarzo rosado del que me enamore la primera vez que lo vi, debajo de el colchón de mi cama tenía el dinero que ahorraba para tenerlo algún día, la cantidad era una nada con la valiosa propina recibida .


Cuando di la vuelta por la segunda esquina menos iluminada del resto escuche los pasos de alguien que me seguía. Intente respirar con normalidad y ajuste el paso con tan mala suerte que la persona que me seguía también lo hizo y cuando hablo me di cuenta de lo tonto e inútil de mi situación


- ven aquí hermosura...- dijo la voz tras de mi i mientras yo seguía avanzando y el acercándose mas,


Sabía que de nada iba a servir correr pero aun así lo intente y solo me di cuenta de lo vano de mi fracaso cuando una mano callosa y nada delicada me cogió del brazo y me halo hacia la sombra de un callejón sin salida, intente gritar pero una mano con olor a pegamento y otra cosa narcótica se poso en mi boca, el hombre tras de mi me empujo hacia la pared y quedo detrás mío haciendo fuerza, sentí que las nauseas por miedo y por su olor me hacían querer perder el conocimiento "Dios, ayúdame" pensé. Las manos de el hombre se deslizaron sobre mis piernas y caderas pero su fuerza me impidió moverme para evitarlo, quise gritar pero el pánico había hecho que me quedara petrificada y con la convicción de que si lo hacía nadie iba a hacer nada por impedir que esto volviera a repetirse, como si presintiera algo como eso, me puso una hoja de afilado cuchillo sobre la mejilla y me dijo


- ssshhh amorcito, no querrás hacer eso mientras yo estoy aquí.


No sabía que mas hacer aparte de echarme a llorar, e3se hombre era diez veces más fuerte que yo, estaba segura de que me iba a matar, en cuanto hiciera lo que yo sabía que haría, había vivido situaciones similares en el orfanato donde viví, ellos eran la escoria…la lardad….la deshumanización en físico.


La presión en mi espalda y trasero dejo de existir súbitamente cuando el tipo fue arrancado de allí por alguien más, tenía los ojos y los puños cerrados con fuerza pero tuve que abrirlos cuando escuche que alguien, un hombre decía


- oh no…no lo harás, malnacido.- los tuve que abrir porque no había podido dejar de pensar en esa voz desde que la había escuchado por primera vez.


Escuche golpes y mas pero lo único que quería hacer era salir de allí, encerrarme en mi casa y morirme de una buena vez. Aferre mi ropa que el desgraciado había alcanzado a desgarrar y apreté el collar comprado que según la vendedora traía a la suerte.


Intente dar dos pasos pero las piernas me temblaban terriblemente perdí el equilibrio


Pero jamás llegue a tocar el charco destinado a recibir mi cuerpo de frente por qué un par de brazos se aferraron a mi cintura antes de que callera, pero a cuando es brazos me levantaron del piso como tal pensé que me había desmayado del miedo y que estaba delirando con un absurdo y nada posible héroe salvador.


Pero el miedo tuvo más poder, el, quienquiera que fuera me había ayudado y yo estaba a punto de rajarme así que sin saber ni siquera de quien se trataba abrace el cuello del desconocido y en mudo agradecimiento me apreté de su cuello como un salvavidas.


Solo fui consciente de mi cuando me vi sentada en la silla de detrás de un taxi. Cuando me volví a mirar a mi salvador casi salgo corriendo del auto en movimiento por qué se trataba de el… del hombre que había visto en la mañana n el café parís


- gracias- dije lo primero que se me ocurrió en mi ensoñación.


- ¿estas bien?- pregunto él mientras avanzábamos y él me alargaba el bolso que cargaba antes de que todo pasara.


- no…- dije amargada – no estoy bien…pero no importa.


-no deberías andar sola por las calles a esta hora – me reprendió el como un hermano, yo quería mirarlo para así poder contestarle pero me sentía débil e inútil.


- cómo te llamas - le pregunte después de unos segundos durante los cuales comencé a plantearme la situación.


- Edward…Cullen- me dijo con su varonil timbre de voz, apenas parecía un milagro que él y precisamente el fuera quien me librara de ese matón.


- yo soy Bella…gracias por ayudarme.


No me sentí de mas palabras así que después de otro tiempo le dije que por favor me llevara a mi casa, temí por algún descuido que tal vez el me estuviera secuestrando pero algo me decía, algo en el interior de mi cuerpo me decía que debía confiar en el


Le di a él y al taxista las indicaciones de mi apartamento.


Cuando llegamos allí aferre mis rpas y me baje del auto despidiéndome de la mano de él, pero él se bajo conmigo y le dijo al taxista que esperara.


No podia creer que él me atuviera acompañando a la puerta de mi apartamento de pordiosera. Me volví para despedirme y él me volvió a tomar la mano para besármela y sin decir nada mas, tan de repente como había aparecido para ayudarme ahora se volvía a ir.


Dio media vuelta y se metio en el taxi. Y se fue… y yo me quede mirando el taxi con la sensación de que había perdido algo mío, sacudí la cabeza intentando olvidarme de todo, toda aquella horrible experiencia.


Al menos algo bueno había salido del extraño día, pensé cuando me recosté en la cama. Algo raro estaba pasando pero no era nada intuitiva así que repase una y mil veces todo lo que había pasado en ese día.


Mirase por donde lo mirase sentía que algo iba a cambiar muy pronto pero no sabia si para bien o para mal