Dark Chat

viernes, 22 de enero de 2010

Sangre Real

Holaa niñaas! ps por petición de mi sisss vanee les dejo aqi estoss caps de sangre reaal, ella se disculpaa peroo no se sientee muy bieen por lo que yo la estaré ayudando un poco a actualizar.

besitooss

Anita Cullen:)

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Capitulo 14.- Tormenta

El llanto del cielo percutía contra el cristal, rítmico y constante, irradiaba una melodía abatida.

Abrí los ojos a la penumbra de la habitación. Mis pies, desnudos, me guiaron hasta la ventaba donde la lluvia seguía lamentándose. Edward no estaba, me pregunté donde se podría encontrar.

-Te escuché levantarte.

La voz fría de Rosalie me hizo girarme.

-¿Qué haces aquí? –la cuestioné. Era consciente que no era de su agrado, por supuesto el sentimiento era mutuo, así que sospechaba que la visita no era para saber si me encontraba bien.

Debió de escuchar mi desconfianza en el tono de mi voz, porque sonrió de manera que su boca dibujó una curva en su rostro, mostrándola mucho más hermosa de lo que ya era.

-Es cierto –dijo como si hubiera adivinado mis pensamientos-, no vengo a socializar.

Caminó hacia la cama, su cabello rubio parecía flotar detrás de ella, sin perder la elegancia, se sentó con suavidad sobre las desordenadas sábanas blancas.

-No has contestado a mi pregunta –le recordé no muy gentilmente. Mi voz no sonó tan firme como pretendía, el frío había provocado un ligero temblor en mi cuerpo. El vestido negro de Alice no cubría mucho, mis piernas y mis brazos eran los que llevaban la peor parte.

-No me agradas –comenzó con un comentario innecesario-, pero no creo que seas una mala persona.

Eso sí que me había sorprendido, no podía verme, pero estaba segura que mis cejas se habían elevado a una distancia considerable.

-¿Gracias?

-No he terminado –continuó-. A lo que me refiero, es que no creo que seas capaz de dejar que nadie muera por tu causa.

-Nunca me perdonaría si pasara algo como eso –contesté inmediatamente.

Ella asintió, viéndose, quizás por primera y única vez, satisfecha con una respuesta expulsada de mis labios.

-Eso pensaba –dijo-, por eso he venido a verte, para evitar que suceda.

El viento, acompañado de la lluvia, rugió en forma de tormenta. En la mayoría de las películas de terror, ese sonido siempre anunciaba que la peor parte se aproximaba.

-¿Cómo? –pregunté alejándome de la ventana.

-Llevándote con el rey –respondió tranquilamente-, así podré pedirle que perdone a mi familia por el error que cometió Edward.

Reprimí un estremecimiento.

-¿Crees que los perdone?

-No si yo se lo pido –admitió. Levantó la vista hacia mí-, pero tú vas a ser muy pronto nuestra reina ¿no? Con tu perdón será más que suficiente –añadió. Distinguí un ligero sazón de envidia en sus palabras.

-¿Pero cómo vas a…

-Edward, Carlisle y Emmett salieron a revisar si hay peligro cerca –me interrumpió-. Alice, Esme y Jasper están planeando una estrategia de resistencia por si un invitado no deseado se presenta en la casa y en cuanto a mí, ellos no pensarán en molestarme por un rato, creen que sigo lo bastante enojada como para hacer algo por protegerte.

-¿Pero Alice no puede ver lo que vamos a hacer?

Ella negó con la cabeza, ligeramente orgullosa de sí misma.

-Todo se me ha ocurrido hasta hace unos momentos, y se puede decir que aún no he tomado un decisión concreta, Edward no puede escuchar mis pensamientos estando tan lejos y Alice no puede ver nada que no esté respaldado por una firme elección.

-¿Cuándo nos vamos? –le pregunté dispuesta a liberar de una condena de muerte a su familia. Por dentro me estaba destrozando de miedo, pero nada me haría cambiar de opinión.

-Edward volverá pronto –dijo-, no puede soportar estar alejado de ti por mucho tiempo –se puso de pie-. Así que cuanto antes mejor.

No tuve tiempo ni de parpadear, Rosalie me había levantado, me detenía con facilidad como si pesara lo mismo que una almohada, abrió la ventana, invitando una gran cantidad de humedad al interior del cuarto.

Saltó.

Las gotas y el vértigo me obligaron a cerrar los ojos, cada una, mojada y fría se impregnaba en mi piel y el vestido que me cubría, la tela oscura terminó pegada a mi cuerpo.

El sonido de la lluvia bajo su volumen, el golpeteo del agua cesó de pronto y al dejar que mi vista volviera, me encontré en el asiento trasero de una amplia camioneta, el olor de los nuevos asientos de cuero llegó hasta mi nariz.

La camioneta rugió cuando Rosalie pisó el acelerador, el pavimento se quejó, estaba segura que había dejado unas decorativas marcas en él.

Me fijé en el acelerado paisaje que se pintaba afuera del vehículo, había pocas casas que lucían una generosa distancia entre ellas. La principal característica del lugar era el gusto de los habitantes por los grandes jardines.

-¿A dónde me vas a llevar?

Por el retrovisor la vi poner los ojos en blanco.

-Noche Eterna

Había adivinado la respuesta incluso antes de que la pregunta escapara de mis labios, pero una parte de mi deseaba que su contestación fuera otra. No tenía recuerdos agradables de ese lugar.
-Escóndete –me dijo Rosalie cuando nos adentramos en la zona poblada de la ciudad.


-¿Por qué? –pregunté agachándome detrás del asiento del piloto.

-Porque si te ven, van a atacarme antes de que pueda explicarles que vengo a entregarte pacíficamente.

Un golpe resonó, venía de la parte de atrás de la camioneta, asomé mi cabeza, logré vislumbrar una sombra, Rosalie soltó una maldición.

-¡No! –la escuché gritar antes de que nos desprendiéramos del suelo.

Las imágenes que revelaban las ventanas del vehículo pasaron como flashes ante mis ojos, la camioneta daba giros en el aire.

Me pregunté si todo terminaría pronto, me pregunté si el golpe dolería mucho.

Sentí unos dedos fríos sobre la piel de mi brazo, no me sostuvieron por mucho tiempo. El grito de Rosalie hizo arder mis oídos.

Después de una eternidad, se escuchó el metal estrellarse, los cristales se hicieron añicos, con la visión empañada por el mareo y el dolor logré distinguir un trozo de vidrio especialmente afilado apuntar en mi dirección, cerré los ojos y ya no los pude abrir de nuevo.

El dolor agudo y punzante en mi cabeza se estaba haciendo insoportable, todo estaba tan oscuro… eso se debía en buena parte a que mis párpados se negaban a levantarse. Intenté beberme una gran bocanada de aire, pero mi pecho no llegó a inhalar lo suficiente, encima tenía una presión de varios kilos sobre mí.

¿Qué estaba ocurriendo?

-¡Ella está ahí! –chilló alguien a lo lejos-. ¡La camioneta la está aplastando!

¿Una chica atrapada dentro de una camioneta? Sentí pena por ella.

La realidad me golpeó cuando abrí los ojos, estaba acostada sobre el techo del vehículo de Rosalie.

La chica en la camioneta era yo. El oxígeno no estaba llegando a mi cerebro, el asiento delantero se estaba encargando de ello. No logré ver casi nada de mí, estaba enterrado debajo de grandes cantidades de duro cuero negro. Mi labio comenzó a arder, algo caliente descendió por el hasta llegar a mi barbilla y perderse por mi cuello.

Logré mover mi brazo derecho, que estaba atrapado en una posición extraña en el volante, me dolió, pero por fortuna no estaba roto. Toqué mis labios con los dedos y vi como se pintaban de un rojo brillante.

-¡Es verdad! –insistió la voz, que reconocí como la de Rosalie-. ¡Está adentro!

Jalé todo el aire que pude, que no fue mucho, mis pulmones comenzaban a quejarse de la falta que les hacía, el esfuerzo por respirar era demasiado, no tenía tantas energías para seguir con aquello.

-¡Cállate! –gritó una voz masculina.

-¡Idiota! –escupió ella-. ¡Ella se va a morir!

Desgraciadamente, estaba comenzando a pensar que eso iba a ocurrir pronto. El sonido de un golpe fuerte, lejano, llegó hasta mí, Rosalie profirió un grito de dolor.

-¡Te dije que te callaras! –ordenó la voz masculina-. El rey va a llegar pronto, ante él no podrás mentir para salvarte…

-¡Digo la verdad!

Otro golpe. Después de todo, ella tampoco parecía pasarla tan bien.

Afuera la lluvia seguía con su lamento, la puerta a mi derecha, rota y aplastada como una lata, me permitía ver algo del pavimento mojado.

Estiré mi mano libre, me aferré a lo que quedaba del marco, donde antes había existido un vidrio polarizado, me encajé uno de los restos del cristal. Gemí. Ignorando el dolor apoyé con mayor fuerza mi mano, haciendo un esfuerzo por jalarme fuerza de mi prisión.

No me moví ni un centímetro, pero fue lo suficiente para gastar la poca reserva de oxígeno que me restaba.

Me estaba ahogando.

-¿Qué ocurre? –una voz imperiosa surgió como rugido, haciéndose espacio entre todo el ruido.

-Señor –dijo otra voz masculina, temblado ligeramente-, ella debe saber algo sobre la futura reina.

Rosalie estalló en un mar de palabras.

-¡Claro que lo sé estúpido! –gritó-. ¡Te lo he estado diciendo todo este tiempo! ¡En la camioneta!
Tras un ruido y un débil jadeo de mi parte, el metal se abrió como hoja de papel, el asiento que me oprimía salió volando a lo lejos. Una ola cargada de aire se adentró en mi nariz, mis pulmones celebraron la entrada de su vital alimento.


En la húmeda oscuridad, distinguí los cabellos plateados de Lucern, vestido completamente de negro, lucía imponente, sus músculos se marcaban perfectamente debido a que la tela mojada se adhería a su cuerpo como guante.

-Bella –se inclinó hacia mí, observándome con sus ojos que parecían llamas azules. Me tomó delicadamente entre sus brazos, como si fuera lo más importante, algo que tuviera que proteger a toda costa-. Mi hermosa y linda Bella.

Recosté mi cabeza en su hombro, y dejé que me llevara.

-Señor –el otro vampiro, que no lograba ver bien parecía de estatura media y de cabello rojizo, se veía muy asustado. Traía a una furiosa y mallugada Rosalie de un brazo-, creí que me estaba mintiendo.

-Tendrías que haber revisado primero –siseó Lucern con ira, su tono sonaba completamente opuesto al dulce y cariñoso que había usado conmigo-. En cuanto a ella…

-Ella me traía de vuelta a ti –la defendí entre balbuceos, todavía me sentía mareada-, no le hagas daño por favor…

-Bella, no te esfuerces –dijo Lucern acariciando mi mejilla. Luego se dirigió al asustado vampiro-. Déjala ir.

Rosalie corrió, por lo menos ella y los Cullen estarían bien.

Lo siguiente me pareció confuso… otros vampiros habían llegado al lugar, y por órdenes de Lucern, estaban limpiando todo el desorden.

-Yo la llevo mi señor –un vampiro de cabello negro y largo se había acercado a nosotros, extendió sus brazos hacía mí-, no tiene que estar cargando… yo puedo…

Lucern le mostró los colmillos.

-Es mía –rugió-, y nadie más la va a tocar.

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Capitulo 15.-Lamento nocturno

Era la habitación más amplia que mis ojos habían tenido oportunidad de escudriñar, una extensa ventana se escondía tras densas cortinas, el color vino en ellas oscurecía más el lugar.

Mi cuerpo, adolorido, descansaba sobre finas sábanas de seda. Giré ligeramente la cabeza para percatarme de la espaciosa cama que se desplegaba debajo de mí.

El agua aún bailaba con ferocidad, el único alivio era que ya no me encontraba afuera.

Me percaté de la falta de humedad en mi ropa y mi piel. Logré incorporarme hasta quedar sentada, y me observé. El vestido de Alice había desaparecido y cambiado a uno color rojo sangre, la tela, suave, acariciaba mi piel con cada movimiento. Toqué mi largo cabello y mis yemas se encontraron con mechones secos, mi mano estaba completamente curada, mi cuerpo seguía quejándose pero parecía estar recuperándose.

El sonido de una cerradura girando me hizo desconcentrarme, rápidamente busqué su procedencia y mis ojos se clavaron en las anchas puertas de madera. Una de ellas se abrió permitiendo la entrada al rey de los vampiros.

-Has despertado –dijo, con una sonrisa. Se sentó cerca de mí y sus ojos azules buscaron los míos.
Me mordí el labio y lancé un quejido de dolor, la herida en mi labio aún seguía abierta.

La mirada de Lucern rápidamente reparó en la gota de líquido rojo que caía por mi labio inferior, quise limpiarme con mi brazo, pero él me tomó de la muñeca para impedírmelo.

-Creo que olvidé curar eso –dijo-, pero puedo remediarlo ahora.

Sus manos rápido se acomodaron alrededor de mi cintura y me estrecharon contra su cuerpo. Lucern se inclinó hacia mí y sus labios se apoderaron de los míos, su lengua se deslizó lentamente sobre mi herida, el dolor desapareció pronto.

Separó su rostro del mío, tan sólo unos centímetros.

-Pronto serás mi reina

No quería convertirme en un vampiro, mucho menos ser la reina. Estaba aterrada, pero sabía que no había elección. Me estremecí.

Reacción, que el vampiro del cabello plateado interpretó muy mal, porque que comenzó a besarme el cuello.

-Espera…

Mi voz se ahogó en mi garganta, cuando sentí sus colmillos rozar ligeramente mi piel.

Un ruido, la puerta se había abierto de un golpe, alguien se había acercado a nosotros.

-Señor…

Lucern, le dirigió un gruñido al intruso, era un vampiro alto de un hermoso cabello rubio, que en la poca luz que había se reflejaban leves destellos dorados. Retrocedió un paso tras ver la hostilidad del rey.

Quien me soltó a regañadientes y se levanto de la cama.

-¿Qué pasa? –preguntó Lucern molesto.

-Un grupo de vampiros ha llegado –anunció el vampiro.

El rey arqueó una ceja.

-¿Por eso has irrumpido en mi habitación?

-Ellos no vienen a ver el asenso de la reina –continuó dirigiéndome una mirada-, uno de ellos reclama a la chica…

-Edward –murmuré. ¿Por qué? Ahora estaba en peligro, él y su familia.

-Sí, ese es su nombre –coincidió el vampiro rubio.

Había olvidado el oído tan fino que poseían.

Lucern frunció el ceño en mi dirección, no pareció agradarle mi preocupación por otro vampiro.
-Lo reta a una pelea –finalizó.

No logré ahogar mi exclamación de horror.

-Acepto –respondió el rey de los vampiros.

Asustada, salté de la cama y me coloqué unos zapatos rojos, se veían caros, pero ahora no había tiempo para analizarlo.

-Por favor…

No me dejó hablar se acercó y tomó mi mano.

-Tú también estarás presente, quiero que me veas destruirlo…

En el vestíbulo estaban reunidos una multitud de vampiros, iban vestidos elegantemente, y en cuanto descendí las escaleras, con el brazo de Lucern firmemente aferrado a mi cintura, las miradas de todos los presentes se posaron en nosotros.

Se me hundió el corazón al ver a Edward, la mirada llena de ira que tenía para el rey cambió a una completamente diferente cuando se fijó en mí.

-Bienvenidos –les dijo Lucern a los Cullen, estaban rodeados por otros vampiros con miradas llenas de hostilidad-, pero al parecer no han llegado a presenciar la trasformación de Bella.

-No lo harás –gruñó Edward, dos vampiros se acercaron a él y le enseñaron los colmillos.

-He decidido aceptar tu reto.

De pronto, todo el lugar quedó sumergido en el silencio, los vampiros que detenían a Edward se quitaron de su camino.

-¡No! –grité-. ¡Por favor tienes que…!

-Estás encargado de su seguridad Anthony –dijo Lucern ignorando mis súplicas.

-Sí, señor –contestó el vampiro rubio.

Lucern se acercó a Edward, los otros vampiros se fueron alejando, formando un círculo a su alrededor.

Quise correr hacia ellos, pero Anthony me atrapó y me sostuvo con fuerza entre sus brazos.

-Dime que no es un duelo a muerte –musité. Sabía cuál sería su respuesta, pero necesitaba desesperadamente una esperanza-, dime que no –repetí con lágrimas asomándose por mis ojos.

Anthony me soltó, pero mantuvo una mano aprisionando mi muñeca. Parecía inseguro sobre qué hacer con una humana que derramaba líquido cristalino por los ojos.

-Lo siento, pero así es como son las cosas –dijo despacio y con mucha suavidad, como si te miera que sus palabras fueran a romperme.

Por más que intenté, no pude evitar que una lágrima escapara, escurridiza, resbaló por mi mejilla.

Vi como los colmillos de Lucern, lucían filosos, listos para iniciar la masacre. Edward le gruño en respuesta.

Pero la danza mortal se vio interrumpida, cuando un estruendo irrumpió en el ambiente, las ventanas altas, ubicadas a los lados del portón principal, se vieron destrozadas en sólo unos segundos. Los cristales rotos, ya sin oponer resistencia, no tuvieron más remedio que ceder el paso a los invitados que traía la noche.

-El clan ruso –escuché decir a Anthony.

No sabía si sentirme aliviada o asustada por la interrumpíos de los vampiros rusos. La cerradura del portón obedeció al primer golpe, el vampiro que entró a paso decidido era fuerte, se podía ver bajo ese abrigo largo y oscuro que llevaba. Tenía el cabello negro y sus ojos oscuros no escondían el peligro en su mirada.

Los invitados retrocedieron ante el avance de la presencia extranjera.

-¿Qué ocurre? –pregunté, nerviosa.

-Vadik –Anthony soltó las palabras como si fueran una maldición-, él y su clan siempre han estado en desacuerdo con el rey.

-Como puedes darte cuenta Lucern –dijo Vadik con un marcado acento-, no hemos venido aquí a una visita de cortesía.

-Me lo imaginaba –respondió.

Vadik rugió y saltó sobre el rey, lo que debió ser una señal para sus seguidores, porque comenzaron con la masacre.

-¡Bella! –escuché a Edward llamarme.

Mi boca se había abierto para responder, pero fue cubierta por una mano, mis pies dejaron de tocar el suelo, y todo lo que supe es que era llevada por Anthony a gran velocidad.

Algo se rompió y salí volando de los brazos del vampiro, caí sobre una mesa de madera, que se volcó con el impacto de mi peso.

Mi cabeza comenzó a palpitar dolorosamente, logré levantarme para ver a Anthony intentando hacer daño a su contrincante.

-Una deliciosa humana –escuché una voz detrás de mí. Uno de los vampiros del clan ruso había llegado hasta mí-. ¿Qué haces en una madriguera de vampiros?

Me concentré en correr lejos de él. No logré llegar muy lejos, mi perseguidor me había tomado del tobillo y estrellado contra el suelo.

Antes de que el vampiro se lanzara sobre mí, otro, lo golpeó con fuerza en la mandíbula.

El caos se imponía a todo lo ancho y alto de la casa. Una vampiresa terminó volando por los aires, no logré ver de dónde venía, pero fui bastante consiente del impacto que tuvo contra un mueble de cristal. Los pedazos se desprendieron en todas direcciones, cubrí mi rostro con mis manos y me agaché lo más que pude, cuando creí que había terminado, alcé la cabeza.

Sólo para ver cómo un candelabro, giraba en mi dirección. Rodé por el suelo y logré esquivar el golpe. Mis ojos encontraron en su camino unas botas, del estilo militar de color negro, y el final de un abrigo largo.

Oh, no.

-Humana –Vadik pronunció la palabra como algo delicioso.

Se inclinó hacia mí y una de sus manos, teñida de rojo, se acercó a mi rostro.

Grité.

Entonces Vadik salió volando varios metros lejos de mí, Edward lo había golpeado.

-¿Estás bien? –preguntó.

Asentí.

Edward me tomó entre sus brazos.

-Se que no es el mejor momento para decirlo –dijo con su rostro casi pegado al mío-, pero te amo.

Me puse rígida, la confusión llegó a mí en muchas formas. No sabía que responder o que era lo que yo sentía… mi mente estaba demasiado ocupada en otras cosas.

Vadik rugió detrás de nosotros.

Edward me soltó y se colocó protectoramente delante de mí.

El vampiro ruso saltó sobre él. Todo fue muy rápido para mis ojos, un parpadeo y la escena había tomado un drástico giro.

Edward tenía su brazo manchado de sangre, mientras Vadik se presionaba una herida en el abdomen, tenía grandes dimensiones y de ella brotaba el líquido rubí.

Vadik pronunció unas cuantas palabras en ruso, que a mí me parecieron una gran maldición.
Todos los vampiros del clan ruso, se reunieron con él, unos heridos otros completamente ilesos, formando un círculo de protección a su alrededor.

-Me gustaría quedarme un poco más –dijo con dificultad-, pero no estoy en condiciones.

Los vampiros rusos lograron escaparse.

Alice fue la primera en encontrar entre la multitud. Se acercó, me observó e interrogó hasta estar segura que estaba en perfectas condiciones.

-¿Estás bien Bella? –preguntó Rosalie, cuando llegó hasta nosotros. Su cara, reflejando toda la culpabilidad que sentía.

Edward le enseñó los dientes, y ella, asustada retrocedió hasta la seguridad de los brazos de Emmett.

-No te le acerques Rose –gruñó Edward.

-Sigues molesto –dijo ella.

En respuesta, él se giró, centrando su atención en mí, y dándole la espalda.

Anthony apareció de improvisto ante nosotros. Presentaba múltiples rasguños en los brazos, su camisa estaba desgarrada mostrando un corte en el pecho, el que parecía estarse curando sólo.

-Lucern ha muerto –anunció.

Ahogué una exclamación.

-Según nuestra ley, Vadik, al ser su asesino ascendería al poder –continuó-, pero debido a que pertenece al clan traidor… el rey es aquel que logró sacarlos de aquí y salvarnos.

Su mirada se quedó fija en un aturdido Edward.

-Pero… -quiso discutir él.

Anthony hizo caso omiso y le ofreció una inclinación.

-Así es la ley, señor.

Sin dar tiempo a que Edward asimilara la noticia, la noche aulló.

No, la noche no, aquel sonido había sido provocado por… lobos.

-Jacob –el nombre se escapó de mis labios. Vi como las expresiones de horror se formaban en los vampiros presentes.

-¿Qué debemos hacer? –le preguntó Anthony a Edward-. Después del ataque recibido no creo que estemos en condiciones para recibir a los Licantrópos.

-Yo puedo… creo que los puedo detener –dije.

Edward me miró fijamente.

-Jacob sólo viene por mí –continué-, sé que me escuchará si salgo y hablo con él.

-Bella…

-Es lo mejor y lo sabes –insistí-, es mi mejor amigo, no me hará ningún daño.

Edward apretó los puños, pero asintió muy despacio.

Así fue como salí, sola en la noche. Sabía que Edward estaría dentro de la casa, observando, podía sentir sus ojos en mi espalda. Había insistido en salir conmigo, pero no podía permitirlo, si los licántropos lo veían podían hacerle daño.

No caminé mucho, al dar mi quinto paso, fui atrapada por unos brazos cálidos.

-Bella –escuché la voz de Jacob. Noté que mi amigo no llevaba camisa, al igual que noté el numeroso grupo de lobos detrás de él.

-Estoy bien –dije-, no me lastimaron, no hay necesidad de arruinar tantos años de paz entre vampiros y licántropos.

Jacob frunció el ceño.

-No te vi, en mucho tiempo, estaba muy preocupado por ti –dijo su voz contenida, intentando disimular la rabia-, es algo que me es difícil de perdonar.

-Pero estoy bien –le dije-, estoy contigo.

-Sí –eso pareció tranquilizarlo más-, conmigo. Te llevaré a tu departamento.

-Gracias, Jacob.

No sabía cuánto había extrañado ese reducido espacio, al que yo llamaba casa, hasta que llegué.

Agotada, me enterré en las sábanas, y todos los pensamientos que había pospuesto regresaron, golpeándome con fuerza. Una lágrima resbaló, me entristecí por la muerte de Lucern, que siempre me había tratado como si yo fuera la prioridad, jamás me había lastimado. A ésa, le siguieron otras, por la destrucción y muertes que habían provocado el clan de Rusia. La rabia, también se hizo presente en mí.

“Te amo” La palabra resonó en mi mente, dando paso a la confusión. ¿Cuáles eran mis sentimientos hacia él?

Me aterraba convertirme en vampiro, era algo que no quería hacer y si lo aceptaba, significaba también aceptar la conversión, así como aceptar el reinado.

Jacob entró en mi habitación y se recostó a un lado mío. También había olvidado cuanto extrañaba a mi mejor amigo.

Me rodeó con sus brazos, brindándome seguridad.

-¿Te vas a quedar? –le pregunté.

-No te voy a dejar sola.

-Gracias, otra vez, Jacob.

Me relajé y mis parpados comenzaron a pesar.

-Sí –musité.

-¿Bella?

-¿Qué? –logré pronunciar, mi conciencia estaba a punto de desconectarse.

-Siempre te he amado –dijo-, como algo más que como una amiga.

Esto tenía que ser un sueño.

-Quiero que estés junto a mí como mi esposa, como la reina de los Licántropos.

Si, definitivamente estaba soñando o alucinando, no podía ser cierto.

Se río.

-Creo que será mejor esperarme a que estés en tus cinco sentidos.

¿Qué tanto más podría complicarse mi vida?

Foto de Rob !!! osea si quiere yo le rasco y le sobo lo que quiera ... yo me apunto !!!!



Gracias a R & K

Renacer

Capítulo 10: Complicaciones


El viento soplaba fuertemente, pegando mis mejillas y alborotaba mis cabellos. Hundí mi rostro en el hombro de Edward, quien corría sin cesar por el bosque. Mentiría al decir que no tenía miedo… Realmente, estaba aterrada. No por mí – aunque, seguramente, debería de haberlo estado – si no por el hombre que en su espalda me llevaba. Apreté mucho más el agarre de mis brazos en su cuello. El simple hecho de pensar que miles de humanos con venenosas armas le seguían me hacía estremecer. No quería ni imaginar qué sentiría si nos volviéramos a separar- ¿Qué tenía en nuestra contra el destino que nos dejaba ser felices?


Paramos en una parte demasiado profunda del bosque. La espesura de los árboles no dejaba que ningún rayo de luna se filtrara por ellos. Todo estaba completamente oscuro y silencio, tanto, que casi podía jurar que podía oír claramente el latido de mi corazón. Alice y Jasper nos quedaron viendo por un momento. Edward me ayudó a bajarme de su espalda, pero pude sentir que me protegía con su cuerpo todo el tiempo, como si el peligro pudiera saltar hacia nosotros de un momento a otro. Y, ciertamente, así era.


“No deberías de haberla traído” – escuché que habló una voz femenina y, dentro de la oscuridad, más vampiros aparecieron frente a mí.


A dos de ellos – a la rubia y exquisita muchacha y al corpulento joven – ya los había visto en la escuela y, lograba recordar sus nombres. Sin embargo, lo que si me sobresaltó ver fue al otro par de vampiros. Mis ojos se perdieron en un momento en aquel gentil rostro de corazón, que se veía un poco afligido en ese instante, y en aquella otra persona, un hombre rubio como el sol… Caminé hacia ellos, sin si quiera planearlo y la mujer me tomó las manos, con un gesto cálido y afectuoso


“Cuanto gusto me da el verte, Bella” –


“Esme” – reconocí. Ella me regaló una tierna sonrisa y, después, me lancé a sus brazos.


“Cariño, no debiste de haber venido” – musitó, mientras paseaba sus manos por mis cabellos – “Corres mucho peligro al estar cerca de nosotros”


“No pienso alejarme otra vez de Edward” – contesté, firmemente.


Mi vampiro se puso detrás de mí y sus brazos enrollaron mi cintura. Sentí su aliento frío sobre la piel de mi hombro, recordándome que mi decisión era la correcta, la única opción que tenía en realidad.


“No hay tiempo para charlas” – recordó Rose – “Tenemos que correr. Alice, ¿Ves algo?”


La pequeña cerró sus ojos y se concentró por un par de segundos


“Se están reuniendo todas las fuerzas civiles. Comenzaran dentro de poco a catear los bosques…”


“Entonces el tiempo se nos agota y no podemos perder tiempo” – dijo Jasper – “Sigamos corriendo, debemos encontrar un lugar antes de que amanezca”


Edward me tomó otra vez entre brazos. No recuerdo en qué momento me quedé dormida sobre su espalda, pero, cuando desperté, nos hallábamos ocultos en algo similar a una cueva. El lugar se encontraba muy húmedo. Abrí mis ojos lentamente y me fui incorporando hasta encontrarme con su rostro a pocos centímetros de mí.


“¿Cómo estas?” – preguntó


“Bien” – contesté, y era la verdad. No quería ni imaginar el calvario que hubiera estado viviendo si me hubiera dejado en Forks. Sus labios toparon con mi cabello y sus manos acariciaron mis brazos


“Bella” – llamó Alice y, cuado me volví para verla, me tendió una blusa y un par de pantalones – “Creo que ese vestido ha de ser muy incomodo. Toma, la playera es de Edward, te quedará un poco grande, pero, supongo que es mejor que lo que llevas puesto”


“Gracias” – musité, tomando las prendas – “Y… ¿Dónde me voy a cambiar?” – pregunté, al ver el espacio tan reducido en el que estábamos.


Jasper y Emmett dieron media vuelta y me mostraron la espalda. Edward clavó su dorada mirada en mí, con un fuego que me calcinó deliciosamente los huesos. El gesto no duró más de medio segundo, antes de que hiciera lo mismo que sus hermanos pero, me hizo retumbar el corazón a toda velocidad. Fue algo vergonzoso, sabiendo que todos los ahí presentes eran capaces de escuchar perfectamente cada latido desfrenado. El rubor subió a mis mejillas. Me quité el vestido y me metí, rápidamente, en la playera negra y los pantalones de mezclilla.


“Ya pueden girarse” – anuncié


Edward llegó a mí, arrastrando las rodillas – puesto que el lugar no nos permitía estar de pie – me contempló por un momento, con una pequeña sonrisa curvando sus labios y, después, dirigió una de sus manos hacia un mechón de cabello que caía rebeldemente por mi cara y lo llevó detrás de mi oreja.


Entonces, mi estomago gruñó fuertemente, exigiendo comida. La sonrisa de su rostro desapareció


“Tienes hambre” – aseguró


“No” – mentí, aunque sabía que era inútil – “Puedo resistir hasta que la tarde caiga” – agregué y me arrepentí. Por el rostro de todos, supe que no tenían planeado salir de esa cueva, al menos no por ese día. Bajé la mirada, ¿Cómo no lo había pensado antes? Una humana como yo les causaría muchas limitaciones a ellos. Edward levantó mi barbilla con uno de sus dedos y me encontré con su rostro amable.


“Iré a traerte algo”


“¡No!” – dije, rápidamente – “¿Estas loco? ¡No puedes salir!”


“No pasará nada” – prometió – “Volveré pronto. Me pareció ver una casa por aquí. Seguramente tienen comida”


“¡No!” – dije, con más firmeza


“Bella, tienes que comer” – recordó, con dulzura


“Voy contigo”


“Bella…”


“Esa es la condición” – dije, de manera determinante. Él suspiró profundamente y cerró los ojos por un momento, cuando los volvió a abrir, supe que había ganado la batalla


“Eres imposible” – murmuró y me tomó de la mano – “Alice, ¿Ves que alguien este allá afuera?”


“No. Puedes salir. Les recomiendo que traigan una cobija para Bella. Habrá una tormenta en la noche”


Al salir de la pequeña cueva me llevó a su espalda y comenzó a correr por el bosque. Llegamos a una pequeña casita, a la cual se adentró sin hacer el menor ruido – yo siempre me mantuve sobre él – rebuscó en la pequeña alacena y tomó unos paquetes de leche, galletas y una bolsa de pan.


“Lleva agua” – recordé y el rió entre dientes. Lo echó todo en un morral que colgaba en la pared.


“Creo que todo esto es suficiente” – asentí y volvió salir de la casa como un espectro.


Sin embargo, al pisar el exterior, sus pies se detuvieron de manera brusca y pude sentir la tensión de su cuerpo


“¿Qué pasa?” – pregunté y, como respuesta, un joven alto, moreno y de cabello largo apareció frente a mí, flanqueado por otros cinco más.


Mis ojos brillaron al verlo


“¡Jake!” – exclamé


“Bella” – contestó éste. La manera tan fría con la que pronunció mi nombre borró la sonrisa que se me había pintado en el rostro – “Vaya, he de admitir que me has decepcionado. Nunca pensé que te unirías a favor a los chupa sangre”


“¿También te andas escondiendo?” – pregunté, ignorando lo que anteriormente había dicho. Su mirada se endureció mucho más


“Si. Y que bueno que tenga frente a mí a una maldita sanguijuela para darle las gracias de manera directa” – su cuerpo comenzó a convulsionarse y Edward se inclinó, al mismo tiempo que un gruñido salía de su pecho


“Jacob, no es momento para pelear ahora” -


“¡Maldita sea si no!”


“¡Por ella!” – volvió a insistir mi novio y los temblores del cuerpo de mi amigo comenzaron a cesar. Miré hacia los otros chicos que se encontraban detrás, contemplando todo con rostros serios y pérfidos – “Nos están buscando, nos están dando caza ¡En lugar de querer arrancarnos la cabeza mutuamente deberíamos de unirnos!”


“¡¿Y para qué?!”


“Para defender a nuestra especie”


“Yo no tengo ningún maldito problema si los vampiros son exterminados”


“Tenemos un objetivo en común, Jacob Black” – Los ojos del licántropo se clavaron fijamente en mí – “Tenemos a una persona a la cual queremos proteger en este momento”


“¡Ella esta en peligro por TU culpa…!”


“No, Jake” – interrumpí – “Estoy aquí por que así lo quiero”


Me dolió mucho la forma en que su rostro se ensombreció – aunque solo había sido por un breve instante – en ese momento, quise bajarme de la espalda de Edward e ir a su lado. Sabía que le había fallado a mi amigo, pero quería explicarle todo. Contarle la verdad, para que pudiera comprenderme.


“Déjanos ir, Jacob”


“Ella no soportara estar mucho tiempo contigo. Lo peor apenas viene. ¿Qué piensas hacer cuando pasen las semanas y no te hayas podido alimentar? ¿La vas a matar?”


“¡Por supuesto que no!” – bramó Edward y su aterciopelada voz se levantó por los aires.


De pronto, los sonidos de las hélices de unos helicópteros comenzaron a escucharse y mi cuerpo comenzó a temblar.


“Maldición” – masculló mi vampiro – “Tenemos que irnos”


“¿Qué pasara con Jake?” – pregunté, al ver que comenzaba a dar media vuelta para comenzar a correr.


Sus pasos se detuvieron. Era como si me hubiese podido leer la mente: Yo no quería dejar a mi amigo a merced de unos humanos que venían dispuesto a matarle. Se volvió para encarar al chico de cabello negro y semblante amargo


“Nos encontramos escondidos a pocos metros de aquí. Pueden seguirnos, si quieren”


“¡Primero muerto…!”


“Jacob” – interrumpió uno de ellos – “Debemos aceptar”


“¿Qué has dicho?”


“No voy arriesgar al resto de la manada. ¿Estas seguro que podemos confiar en tu palabra?” – preguntó, dirigiéndose a Edward


“Mi familia no les hará daño”


“Sam, yo no pienso ir…”


“Es una orden, Jacob” – tajó el aludido


“Hay que darnos prisa” – dijo Edward – “Ellos se acercan”


“Ve al frente. Nosotros te seguiremos”


Mi novio asintió y, al segundo siguiente, se echó a correr. Llegamos al lugar en pocos segundos


“Es muy pequeño, pero cabremos todos” – explicó el vampiro, a modo de disculpa, mientras me dejaba libre el camino y él me seguía después.


Los licántropos intercambiaron inquisitivas miradas unos a otros. Todos parecían preferir ser cazados por los humanos en lugar de entrar a un lugar tan estrecho en compañía de vampiros… todos, menos Sam


“Adentro” – dijo y, como si de algo irrevocable se tratara, los enormes muchachos se comenzaron a meter


“¡¿Queeé?!” – el gritó de Rose estalló en el interior del lugar


“Rose, calla” – ordenó Edward


“¡¿Qué hacen unos perros aquí?!”


“Los humanos andan cerca… No podía dejarlos solos”


“Bien hecho, hijo” – felicitó Carlisle – “Este no es momento para guerras. Sean bienvenidos”


De los licántropos, solo dos contestaron con un “gracias”: Sam y otro chico, de apariencia mucho más joven que el resto, el cual era el único que, hasta el momento, siempre se había mantenido con el semblante despreocupado. Edward me atrajo hacia su regazo y recargué mi cabeza sobre su pecho. Experimenté una extraña clase de incomodidad ya que podía sentir la mirada de Jacob clavada sobre nosotros todo el tiempo. Todo había quedado en un completo silencio – demasiado incomodo, por cierto – y, poco a poco, el lugar se fue extinguiendo de toda posible iluminación.


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La noche había caído. Desconocía qué hora era. Viajé mi vista hacia alrededor y me arrepentí de hacerlo. Los ojos de Jake, aún en la oscuridad, brillaban, mirando en mi dirección. Nuestras pupilas se unieron a distancia y me hubiera gustado estar ciega para no ser testigo del dolor que bañaba sus facciones. Bajé la mirada, de manera cobarde y Edward pasó sus manos sobre mi cabello


“¿Qué pasa?” – preguntó, aunque, seguramente, sabía de qué se trataba todo. Él si podía leerle la mente a mi amigo…


“Nada” – musité, apretando mi rostro hacia su pecho.


Mi vampiro depositó un besó sobre mi frente y comenzó a tararear una canción que me resultó muy conocida. Cerré mis ojos y me dejé tranquilizar por el suave sonido de su voz, olvidándome de todo. Sin embargo, el tiempo se puso en nuestra contra y, tal como Alice había previsto, una fuerte lluvia con granizo comenzó a caer afuera. Mi cuerpo no tardó en protestar ante la temperatura tan baja – que se agudizaba por los fríos brazos que me enrollaban – y mis dientes comenzaron a castañear.


“Bella, ¿Te encuentras bien?” – preguntó Edward.


“S- si” – contesté y no pude evitar mirar, otra vez, a mi alrededor.


Me consoló mucho el percatarme que todos – hasta lo vampiros – se encontraban con los ojos cerrados. Obviamente, solamente los hombre lobo se encontraban durmiendo (era fácil adivinarlo por los ronquidos que de sus gargantas se escapaban). Me sentí tranquila de no sentir la mirada de Jake sobre mí. Edward agarró la cobija que habíamos sacado de la casa y me envolvió con ella. Suspiré profundamente al sentirme mucho mejor


“Gracias” – susurré, levanto la mirada para verle


“¿Estas cómoda?”


“Si” – mentí, puesto que mis piernas comenzaban a dormirse debido a todas las horas que las había tenido flexionadas.


“No te creo” – discutió, con una pequeña sonrisa y, sin pedirme permiso, me tomó entre sus brazos y me acodo en ellos, como una bebé – “Creo que así estas mucho mejor”


“Mucho mejor” – acordé.


Sus dedos se pasearon lentamente por mis mejillas, acariciándolas de manera frágil y dejando un cosquilleo sobre la piel de éstas. Nuestras miradas se unieron en la oscuridad y mi corazón comenzó a latir fuertemente al perderme en el ocre derretido de sus pupilas. Su rostro se fue acercando al mío y yo fui cerrando mis ojos conforme su aliento llegaba a mis parpados. Sus labios acariciaron, lentamente, los míos. Inhalé su dulce sabor y llevé mis manos hacia su cabello. Su mano se mantuvo sobre mi mejilla todo el tiempo, contrarrestando el calor de éstas con su piel dura, fría y suave.


Un fuerte gruñido provocó que nuestras bocas dejaran de danzar. Edward y yo giramos el rostro y, como era de suponerse, era Jacob quien había ocasionado aquel gutural sonido. A pesar de la oscuridad, podía jurar que lograba ver como su piel bronceaba se ponía roja a causa de la furia.


“Jake…” – musité, más él no me hizo caso. La mirada rabiosa estaba completamente dirigida hacia el vampiro que me sostenía en brazos


“Suéltala” – siseó y, como absoluta negación, Edward apretó sus brazos entorno a mí


Mi mirada no podía despegarse de aquel rostro encolerizado. Me dolía ver a Jacob así… Aunque no lograba entender muy bien el por qué. No tenía razón de estar tan preocupado, era claro que Edward no me haría daño.


“¡Maldito chupa sangre!” – exclamó y, como si fuera un grito de guerra, Alice emitió un jadeo, llamando nuestra atención


“Alice, ¿Qué ves?” – preguntó Jasper


“Están vienen… Ellos, saben que estamos ocultos aquí”




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Capítulo 11: Medicina


Edward me apretó fuertemente contra él


“Tenemos que salir, antes de que nos rodeen”


“No podemos salir hacia el bosque” – dijo Rose, quien se encontraba abrazada por Emmett – “Nos encontrarían fácilmente”


“Entonces, ¿Qué podemos hacer?” – inquirió Esme


Los vampiros y los licántropos se quedaron viendo fijamente por un momento que pareció eterno.


“Podemos cavar” – soltó Sam – “Retrocedan. En cuanto haya más espacio, Jacob, harás lo mismo y, conforme se vaya abriendo el camino, los demás me seguirán”


“Entendido” – respondieron, al unísono, el resto de la manda.


Edward me cubrió con su espalda, pero pude ver, por debajo de su hombro, como aquel chico se convertía en un inmenso lobo de pelaje negro como la noche. No pude evitar estremecerme. El animal comenzó a rasgar, con las garras de sus patas, la tierra y pronto se hizo un hueco. Jacob no tardó en transformarse y, pronto, estuvimos caminando por un improvisado túnel.


Edward me llevaba casi cargada y, al salir al exterior de la cueva, mi cuerpo comenzó a temblar fuertemente debido al implacable viento gélido que me golpeó. Me apreté fuertemente al duro cuerpo de mi novio. No me importaba si éste agudizaba más la glacial temperatura, solamente quería saberme cerca de él, pues las luces y sonidos de los helicópteros tenían completamente bañado el cielo.


“Corramos hacia allá” – indicó Jasper, señalando un sendero oscuro y los demás obedecieron.


Carlisle llevaba a Esme sobre su espalda – aunque sabía que no había necesidad de ello – Nos adentramos en aquel camino y cerré mis ojos y me negué a abrirlos. La tiniebla volvía al bosque un lugar completamente aterrador y no quería preocupara a Edward (más de lo que ya estaba) con mis absurdos temores. Sin embargo, él me conocía demasiado bien.


“Estoy aquí” – susurró, sin dejar de correr. Una de sus manos se estiró hacia atrás y acarició mi mejilla


“Lo sé” – dije, mientras me sentía mucho más tranquila


Me mantuve de esa forma durante varios segundos. Casi comenzaba a dejar de escuchar todo el alboroto que se levantaba y nos seguía, cuando, con un movimiento completamente inesperado, Edward dejó de correr


“¿Qué es lo que pasa?” – preguntó Emmett, situándose hasta el frente


“Nos tienen rodeados” – contestó Edward y, como prueba de su argumento, varios hombres armados y vestidos especialmente para su misión, salieron de entre los árboles.


Los licántropos y mis vampiros se reunieron y formaron un círculo, de forma defensiva. Viajé mi mirada alrededor y comprobé que, al menos, había cincuenta humanos, dispuestos a atacarnos. Los temblores de mi cuerpo se intensificaron y no era precisamente por que me encontraba completamente empapada.


“La humana, ¿Está con ustedes?” – preguntó uno de ellos


“No” – contestó Edward – “Es nuestra reserva de alimento”


Entonces, comprendí: Él me estaba encubriendo. Sabía que de esa manera me salvaría de ser matada junto con ellos. ¿Estaba loco? ¿Cómo se le ocurría? ¿Acaso no había entendido que yo...?


“Es mentira” – alcé la voz y sentí como su cuerpo se erguía completamente – “Estoy con ellos por decisión propia y no pienso dejarlos”


“Disparen”


“¡No!”


Todo pasó de un momento a otro, pues, lo único que fui capaz de hacer, fue apretar fuertemente mis brazos en el cuello de Edward y subir mi rostro en su hombro. Cuando los volví a abrir, comprobé que nos encontrábamos corriendo, solos, por un camino desconocido. Miré hacia atrás, no había nada más que el vacío y la oscuridad. Perdí la noción del tiempo, por lo que no supe cuánto habíamos tardado en llegar a otra cueva. Edward me dejó caer con delicadeza en el suelo de tierra y, se situó frente a mí, con su rostro a pocos centímetros del mío.


“¿Por qué?” – preguntó, con voz contenida – “¿Por qué lo hiciste, Bella?”


Sabía a qué se estaba refiriendo


“Ya te dije que no pienso alejarme de ti”


“¡Te pudieron haber matado!”


“Iba a morir a tu lado. Sabes perfectamente que prefiero eso a estar, otra vez, lejos de ti”


Nos matamos, mutuamente, con la mirada. Él se encontraba furioso por haber puesto mi vida en un peligro de aquella magnitud y yo estaba encolerizada por que él no lograba entender que mi vida solamente tenía sentido a su lado. Nuestras miradas relampagueaban en aquella húmeda oscuridad, sentía como los dientes me castañeaban por el frío, que no le estaba dando mucha importancia, pues, el terco vampiro que tenía al frente de mí, robaba todo tipo de cualquier emoción y la suplantaba por el eterno amor que le profesaba.


Después, solamente sentí como sus labios buscaban y se habrían paso entre los míos, con un movimiento dulce e intenso. Un delicioso fuego bajó por mi estomago y todo se me fue de la mente. Todo dejó de existir a mí alrededor. Él era la única cura que había para mis malestares. Él era el único que podía curar todo tipo de heridas. Él era mi única salvación. Me sumergí en el sabor exquisito de su lengua y en la suavidad de su boca que danzaba ansiosamente con la mía.


“Eres tonta” – musitó, cuando se separó, por un momento, para después volver a besarme con la misma feroz pasión


Llevé mis manos hacia sus cabellos y enredé mis dedos en ellos. Sus manos, que sujetaban mi rostro, bajaron hacia mi cintura, dejando un ardor completamente placentero sobre mi piel mojada. Me dejé caer hacia atrás. Sentí su cuerpo sobre el mío y mi respiración comenzó a volverse pesada.


“No” – susurró, con voz entrecortada, mientras comenzaba a separase, lentamente.


Comprendí que, dentro de poco, todo esto terminaría por el miedo que a él le causaba el estar conmigo tras lo que, en un pasado, había sucedido. Sin embargo, yo lo necesitaba. Necesitaba tenerlo junto a mi, sentir sus caricias, su pasión…


No era el momento, lo sabía. Nos encontrábamos solos, lo cual significaba que mis vampiros, los licántropos y Jake, probablemente, estarían en problemas, pero, como dije anteriormente, todo eso había desaparecido por ese instante. Quería aprovechar aquella dicha, ahora, que se volvía palpable, por que, ¿Qué sabía yo si mañana seríamos capturados y asesinados?...


Llevé mis manos hacia el rostro que se comenzaba distanciar y lo volví a jalar hacia mi boca. Obviamente, mi fuerza no era la suficiente para haberlo logrado si él no hubiese querido, lo cual fue la pauta que me animó a bajar una de mis manos para recorrer su espalda.


“No, Bella” – volvió a decir, dejando de besarme inmediatamente. Nuestras miradas se encontraron y leí en el carbón de sus pupilas el fuego tórrido de su deseo.


“¿Por qué no?” – pregunté, en medio de mis jadeos


No respondió. No era necesario…


“No pasará lo mismo” – prometí – “Te dije que no me separaré de ti y así será. No temas” – susurré, deslizando mis manos por su espalda e introduciéndola por debajo de su camisa. Sentí como se estremecía bajo mi contacto – “Tú también lo quieres. Hoy puede ser el último día que estemos juntos, ¿por qué no arriesgarnos?”


“No te quiero volver a perder”


“No lo harás. Siempre seré tuya” – juré y, levanté mi rostro para poder besarlo.


Los primeros tres segundos vaciló, lo sentí en el movimiento de sus labios, pero, después, cuando mi mano se paseó por su pecho, la indeterminación desapreció, abriendo paso a una pasión desbordante que nos fue inundando poco a poco, con cada segundo que pasaba. Sentí sus besos bajar por mi cuello y deslizarse por mis hombros, brazos y abdomen, en donde su lengua exploró con gentileza mi ombligo y bajó hasta mis caderas. Un pequeño gemido salió de mis labios cuando sus dedos caminaron, pausadamente, sobre mis piernas. Fue entonces cuando comprendí que me hallaba casi desnuda frente a él.


Mis mejillas se sonrojaron al entenderlo. El negro de sus ojos se clavó en mi mirada y la humedad de su boca hinchada, a escasos centímetros de mí, hicieron que me abandonara a él. Sus brazos se enrollaron vehementes a mí alrededor y la llama interior se expandió por completo. Nuestras respiraciones entrecortadas se levantaron e hicieron eco en la cueva que fue testigo de nuestra unión. Mi cuerpo bañó del suyo con mi sudor, pues el frío de allá afuera dejó de existir desde el momento en que mi piel había sentido su primer roce.


Y conocí la eternidad por primera vez en esta nueva vida…


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EDWARD POV


Bella dormía, con su cabeza recostada sobre mi pecho, yo solamente era capaz de mirarla. ¡Cuán dichoso me sentía, pese a la situación en que nos encontrábamos! Aún me resultaba demasiado difícil el creer que había sido mía y seguía conmigo, a mi lado, con su respiración pausada y tranquila expulsada de sus pulmones. Con el ritmo de su corazón sonando a un ritmo sosegado y hermoso.


Levanté mi mirada y la dirigí hacia alrededor. Un pequeño rayo de luz se filtraba por un diminuto espacio. Había amanecido, entonces, fue cuando comencé a preguntarme el cómo estarían los demás. Me sentí egoísta de un momento a otro, ¿Cómo podía llamarme dichoso cuando mi familia podía estar…?


No. Me ordené no pensar en ello. Tenían que estar bien.


Bella comenzó a despertar, con un movimiento pesado de parpados.


“Buenos días” – saludé, mientras depositaba un beso sobre su frente


“Hola” – dijo de vuelta y, al mirarme a los ojos, sus mejillas se sonrojaron. Reí entre dientes


“¿Y ahora qué pasa?”


“Yo… yo… Edward, yo…” – comenzó balbucear, mientras se cubría completamente con la cobija que había tendido sobre ella. Llevé mis manos hacia su quijada y la levanté, ligeramente


“Te quiero” – susurré y besé sus labios. Ella correspondió el gesto, cerrando sus ojos. Me separé de ella con un suspiro, al escuchar que su estomago gruñía violentamente, y pegué mi frente a la suya.


“¿Quieres comer?”


“Si” – asintió, sin dejar de sonrojarse.


Tras volver a vestirse, comenzó a masticar un pedazo de pan que había sacado del morral que habíamos sacado el día anterior en aquella casa.


“¿Y los demás?” – preguntó, con voz preocupada


“No lo sé” – admití – “Pero, podemos esperar aquí, mientras no haya peligro. Alice no tardara en encontrarnos”


“¿Y si no están bien?”


“Lo están” – aseguré – “Si para el atardecer aún no llegan, iremos en su búsqueda”


Bella se acercó hacia mí y posó una de sus manos sobre mis mejillas y deslizó uno de sus dedos sobre mis ojeras


“Estas sediento” – afirmó, con voz triste


“No es nada. Todavía puedo esperar un poco más”


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La noche había caído y no teníamos noticias de mi familia, ni de los licántropos. La expresión de mi novia era igual a la mía: una máscara de infantita preocupación.


Nuestras manos se mantenían unidas y, con un resignado suspiro – sabía que lo que iba a hacer era arriesgarnos demasiado – dije:


“Vamos a buscarlos”


Bella no vaciló en asentir ni un solo momento. Su valentía era lo que me impulsó a salir de nuestra guarida y correr. Nos íbamos ocultando entre los árboles. Vagamente, me pregunté cuántos de nosotros habían sido aniquilados a estas alturas…


Edward, ¡No vengas!


Paré de correr al escuchar aquella voz


“Alice” – susurré


“¿Alice?


“Están cerca” – expliqué, mientras intentaba concentrarme para volver a oírla, pero solo hubo silencio


“¿Los han atrapado?”


“No lo sé… Lo sabremos pronto” – afirmé, mientras me echaba a correr otra vez


No había traspasado los tres kilómetros cuando supe el por qué Alice me había dicho que no siguiera. Me obligué a detener mi marcha al encontrarme a un enorme aquelarre de vampiros y licántropos, todos unidos, en una inmensa cueva que se encontraba oculta hasta en el fondo de un subsuelo.


Para muchos, hubiera supuesto un consuelo el hallarse con una familia así de grande, ya que las probabilidades de sobrevivir se incrementaban, pero, para mí, que llevaba a una humana – y no una humana cualquiera, si no a la razón de mi existencia – era enfrentarme a un peligro y un riesgo demasiado vigoroso.


Lo tuve seguro cuando, al entrar a la guarida, alrededor de treinta pares de ojos brillaron, llenos de sed.