Dark Chat

lunes, 17 de mayo de 2010

Mi Corazon En Tus Manos

CAPÍTULO 10

-Creo que deberíamos irnos ya, seguro que nos están esperando para servir la cena -dijo Bella sobre los labios de Edward que hizo caso omiso a su sugerencia, atrapando de nuevo su boca en un beso. No quería, no podía separarse de ella, la dulce ambrosía que le regalaban esos labios estaba empezando a convertirse en una necesidad.


-¿Habéis escuchado lo que os acabo de decir? -insistió.


-Digamos que no me gusta lo que oigo, así que prefiero ignorarlo -bromeó, sin apenas separarse de su rostro. -Mejor repíteme lo que me dijiste hace un momento.


-Os amo -susurró Bella.


-Es música para mis oídos -suspiró Edward depositando otro dulce beso sobre sus labios -¿pero no va siendo hora de que me tutees? Vamos a casarnos.


-No sois mi prometido... todavía -puntualizó Bella con una sonrisa insinuante. -Y creo que seguiré tratándoos de vos hasta entonces. ¡No! -añadió -acabo de decidir que hasta que nos casemos -bromeó.


-¡Ni hablar! -exclamó Edward separándose de ella exagerando con aire teatral su desaprobación, provocando la risa de Bella.


-¿Os ofendo, mi señor? -preguntó entre risas.


-Bella, no hables así por favor, me recuerdas a mi primo -dijo riendo también mientras tomaba su mano para, por fin, encaminarse juntos hacia el comedor.


-Pues a mí me parece un gesto muy romántico -admitió Bella.


-Será muy romántico pero tienes que reconocer que son un par de tontos -concluyó Edward.


-¿Por qué dices eso? -quiso saber.


Edward se detuvo repentinamente soltándola, abriendo los brazos y mirando al cielo con fingido gesto de alivio.


-¡Por fin! -exclamó de nuevo con ese exagerado gesto teatral -¡Gracias, Dios mío! ¡Realmente pensé que me ibas a tratar de modo formal hasta nuestra boda! -mintió. Bella golpeó levemente su brazo como reproche por su broma mientras Edward tomaba de nuevo su mano entrelazando sus dedos, para iniciar de nuevo su paseo.


-No me has contestado -le recordó.


-Bueno, quizás he sacado conclusiones demasiado precipitadas al suponer cuales son los sentimientos de tu prima -confesó Edward -aunque no creo equivocarme después de comprobar como mira a Jasper -insinuó, a lo que Bella concordó asintiendo con la cabeza. -Lo que si puedo asegurar es que él la ama, incluso más de lo que él imagina.


-¿Lo ha admitido frente a ti? -exclamó Bella con cierta excitación en su voz.


-En realidad no -admitió. -La única vez que hemos hablado sobre eso fue al día siguiente de vuestra llegada, aunque reconoció haber quedado muy impresionado con ella.


El semblante de Bella se tornó serió, con un deje de decepción.


-Pero no hace falta que lo reconozca a viva voz frente a mí -añadió Edward. -Lo conozco lo suficiente para asegurarlo, además de saber que no se lo ha confesado a ella por miedo a que lo rechace.


-Eso mismo le dije yo a Alice -afirmó Bella sorprendida, aún más convencida de las suposiciones Edward. -Ella tampoco se atreve a admitirlo por el temor de la decepción. Alice había depositado muy pocas esperanzas en cuanto a este matrimonio y no quiere convencerse todavía de que estaba equivocada.


-¿Lo ves como son un par de tontos? -confirmó Edward. -Me pregunto que tendrá que pasar entre ellos para que al fin se decidan a ser sinceros, primero con ellos mismos y luego el uno con el otro.


-Tienes razón -coincidió Bella.


Tan absortos estaban en su conversación que no advirtieron que habían llegado al comedor hasta que, casi llegando a la mesa, percibieron las miradas llenas de asombro de todos sus familiares, que observaban de que modo tan poco "decorosa" se hallaban entrelazadas sus manos.


-Querido, creo que nuestro hijo tiene algo que decirnos -advirtió Esme con una sonrisa complaciente.


El comentario hizo enrojecer a Bella profundamente y soltó la mano de Edward con rapidez. Edward volvió a tomarla mientras todos, incluido él, reían ante su actitud. Le dio un leve apretón para infundirle confianza y se dirigieron hacia donde estaban sus padres. Ni siquiera habían hablado de ello, pero era absurdo mantenerlo oculto a su familia.


-Papá, mamá, amo a Bella y tengo el firme propósito de hacerla mi esposa -les anunció con seriedad. -Ella me ha aceptado, así que espero contar con vuestro consentimiento para pedirle al Rey Charles la mano de su hija en matrimonio.


-Claro que sí -respondió rápidamente Esme con una gran sonrisa y su voz impregnada de emoción.


-Creo que si me niego podrías heredar el trono de inmediato, tu madre es capaz de asesinarme si me opongo -bromeó Carlisle al ver lo complacida que se había mostrado su esposa ante tal unión. -Por supuesto que tienes mi apoyo -afirmó finalmente.


-¡Bella! -exclamó Alice aplaudiendo mientras se levantaba y corría hacia su prima. Ambas se fundieron en un abrazo riendo, produciendo con ello las carcajadas de todos los presentes, que también se levantaron para acudir a felicitar a ambos por tan buena noticia.


-Edward, podrías haberte decidido antes y haber hablado con tu futuro suegro hoy mismo -dijo Jasper en tono jocoso cuando ya se hallaban todos sentados. Edward le hizo una mueca en respuesta a su broma.


-No importa, mañana mismo le escribiré una carta -le respondió Bella.


-¿No prefieres que lo haga yo para pedir su consentimiento formalmente? -preguntó Carlisle.


-Si no os importa, quisiera darle yo misma la noticia, Majestad -respondió.


-Bella, ya que vas a casarte con Edward, podemos dejar el protocolo a un lado -concedió Carlisle.


-Esa batalla no será tan fácil de ganar -le aseguró Edward recordando su conversación de momentos antes.


-Que extraño, yo no tuve que insistir mucho -añadió Jasper con gesto despreocupado.


-¿Ah, no? -se sorprendió Edward que miraba de modo inquisitivo a una enrojecida Bella.


-Te recuerdo que soy el estratega de la familia -apuntó Jasper sonriendo con aire de superioridad.


-Pues me gustaría saber que tipo de estrategia usasteis con mi prometida, Majestad -inquirió Edward ofendido. El semblante de Bella ahora se mostraba pálido, no alcanzando a comprender a que se debía el enfrentamiento entre los primos.


-Cuando quieras te puedo...


-¡Basta! ¡Los dos! -les recriminó Rosalie con firmeza. Ambos comenzaron a reír sonoramente. -Tranquila, Bella -se dirigió ahora a ella. -Con el tiempo aprenderás a entender el humor de este par de mentecatos -le explicó mirándolos con desaprobación.


-Discúlpame -le dijo Edward a Bella, a la que ya le había vuelto el color a sus mejillas.


-Sí, por favor, discúlpanos -le pidió Jasper. Ella asintió.


-¿Y dónde vais a celebrar la ceremonia? ¡Tendremos que empezar con los preparativos! -asumió Alice entusiasmada.


-Buenas noches, con permiso -la poderosa voz de Emmett resonó en el comedor. -Quería avisaros de que, si no requerís de mis servicios, me retiraré a mi cuarto -le informó a Jasper.


-¡Emmett, acércate! Edward y Bella se van a casar -exclamó Alice.


-Es una gran noticia -afirmó sonriendo, caminando hacia Bella. -Mi más sincera enhorabuena -le dijo mientras ella acudía a su encuentro abriendo sus brazos.


-Muchas gracias, Emmett -le respondió encerrada entre los fuertes brazos masculinos. En vista de la relación entre Alice y el guardia, a nadie le extrañó que también existiese cierta cordialidad entre ellos.


-Felicitaciones, Alteza -le dijo a Edward, soltando a Bella y extendiendo su mano para saludarlo. Sin embargo, Edward se acercó al guardia y él mismo le dio un abrazo palmeando su espalda. Emmett, sorprendido por tal afable reacción respondió de igual forma, viendo como Alice le sonreía ampliamente. Que los demás empezaran a tratarlo con cierta afectuosidad la llenaba de alegría.


-¡Tengo una idea! -anunció Jasper -Imagino que mañana estas damas andarán muy ocupadas haciendo planes para la boda -supuso. -¿Qué tal si nosotros ocupamos nuestro tiempo yendo de caza? Los habitantes del bosque ya han disfrutado de una larga tregua.


-Me parece excelente -acordó Carlisle, a lo que Edward asintió con la cabeza.


-Perfecto -concluyó Jasper. -¿Te unes a nosotros? -le dijo a Emmett que se mostró desconcertado ante tal invitación.


-Sería un honor, Majestad -titubeó.


-Creo que tendrá que ser en otra ocasión, muchacho.


Aquel tono tan mordaz no podría ser de nadie más aparte de Rosalie. Nadie disimuló la perplejidad con la que escucharon tal aserción.


-Dama parece tener algún problema en una de sus patas porque se agita cuando la hago trotar. Quiero que mañana mismo le revises sus herrajes y te asegures de que no tiene ninguna lesión -sentenció en su acostumbrado tono altanero y sin mirarlo, tal y como solía hacer.


-Rosalie, déjame aclararte que Emmett no está aquí en carácter de yegüerizo -la reprendió Jasper. Sin embargo, Emmett agitó una de sus manos restándole importancia.


-Como deseéis -le dijo inclinándose. -Ahora, me retiro. Buenas noches.


Y dicho esto salió del comedor a pasos apresurados. Sabía que un intento por parte de la princesa para tomarse la revancha por lo que había sucedido en el torneo no tardaría en llegar, así que no le había sorprendido que hubiera aprovechado la oportunidad. Por otra parte, eso significaba que ella aceptaba su desafío. Bien, de ese modo no se arrepentiría de llegar hasta las últimas consecuencias.


A la mañana siguiente decidió acudir a su cotidiana cita matutina con aquel lago que se había convertido en su predilección. El sol veraniego ya había empezado a distanciarse del horizonte cuando decidió volver al castillo, ciertamente más tarde que de costumbre.


Como había supuesto, Rosalie ya estaba esperándolo en las caballerizas; vislumbró su tentadora silueta femenina cerca de su yegua cuando entraba en la cuadra a lomos de Goliath.


-Tranquila Dama, verás que te recuperarás pronto -la oyó decir en tono tan dulce que le habría costado asegurar que era Rosalie.


-No conocía esa faceta tan afable en vos -se mofó Emmett mientras bajaba de su caballo. -Estoy realmente sorprendido.


-No preciso mostrarla con simples como tú -le espetó.


-Así que nos hemos levantado guerreros esta mañana -le dijo Emmett retirando la montura a Goliath.


-No más que otros días -le aclaró.


-Entonces ese atisbo de dulzura que acabo de presenciar no ha sido más que un espejismo, por lo que veo -murmuró con falsa aflicción. -Sin embargo, no os mostrabais tan lacerante con vuestro duque, aunque ha debido conocer vuestra verdadera naturaleza finalmente, en vista de su pronta partida -le sugirió con el sarcasmo desbordando sus palabras.


-Como me comporte con el resto del mundo no es asunto de tu incumbencia -le reprochó duramente -y si tuvieras un mínimo de decencia no te atreverías a nombrar al duque después de tu actitud, que estoy segura ha sido lo que ha apresurado su marcha.


-Así que es ese el motivo de que me obsequiéis con tal dosis de veneno -se rió Emmett mientras negaba con la cabeza, acercándose lentamente a ella -¿Es así como agradecéis el favor que os he hecho al despacharlo por vos?


-No entiendo a que tipo de favor te refieres -le dijo con la respiración cada vez más agitada por la rabia que estaba empezando a invadirla. Ese guardia insolente conseguía con demasiada facilidad alterar su firmeza y su entereza, pero estaba muy equivocado si pensaba amedrentarla, ella no se acobardaba tan fácilmente y menos con sus zafias insinuaciones.


-Por favor, Alteza, vos aspirareis a algo más que a un presumido duque empolvado -sonrió malicioso.


-¿Cómo qué, según tú? -le dijo alzando su barbilla desafiante a pesar de que la cercanía de Emmett y su masculinidad se mostraban casi de modo amenazante para su serenidad.


-Ese mequetrefe no es digno de una mujer como vos -le aseguró.


-¿Quién entonces? ¿Tal vez un príncipe o un rey? -preguntó con su orgullo femenino reflejado en sus ojos.


-No, cualquiera, siempre y cuando sepa trataros como os merecéis -respondió con ironía. Rosalie enrojeció de ira al comprender la intención oculta en tal afirmación, que trataba de aplastar así su vanidad de mujer al sugerir que cualquiera podría tenerla.


-¿Incluso un patán como tú? -escupió esas palabras en su cara.


Emmett se acercó más a ella con sus facciones endurecidas, haciéndola retroceder, hasta que Rosalie notó en su espalda la tibia madera del paredón de la cuadra, quedando atrapada entre ella y el cuerpo del guardia, que, sin ni siquiera tocarla lograba hacerla estremecer. A pesar de eso, intentó mantenerse firme sobre sus temblorosas piernas. No deseaba escapar, sin lugar a dudas intentaba intimidarla pero no iba a amilanarse por nada del mundo, no flaquearía ante sus provocaciones.


Emmett, por su parte, tampoco pensaba retirarse. Apoyó sus manos sobre las tablas, a ambos lados de la cabeza de Rosalie, inclinándose sobre ella, acercando de forma peligrosa su rostro al de la muchacha.


-Puedo ser un guardia, un mozo de cuadras o un patán, pero soy un hombre, no lo olvidéis -sentenció mirándola fijamente a los ojos que ardían altivos mientras sus labios seguían aproximándose.


Sabía que tanta soberbia era pura fachada, sentía su agitada respiración golpeando su rostro, sus trémulos labios rojos que se mostraban entreabiertos, como una clara invitación a perderse en la más completa locura a la que sería verdaderamente fácil entregarse.


-¿Vas a acabar ahora lo que no te atreviste a hacer aquel día? -le dijo provocándolo. Emmett sonrió satisfecho, sin duda la suya iba a ser una lucha sin cuartel.


-Si es lo que deseáis no tenéis más que pedirlo -susurró sobre sus labios.


-Jamás -murmuró, temiendo que le fallase la voz.


-Nunca digáis de este agua no beberé, pues el camino es muy largo y os puede dar sed -declaró Emmett.


-Aléjate de mí -le ordenó secamente tratando de dominar sus sentidos.


-Como deseéis -respondió obedeciendo con una amplia sonrisa vestida de ironía. Tomó las bridas de Goliath y empezó a tirar de él para llevarlo hacia su cubil.


-Goliath, será mejor que no te acerques a ciertas "damas" -le dijo a su caballo que parecía mostrarse reticente a alejarse de la joven yegua. Se preguntaba si ella también llevaría a su caballo a la perdición igual que pretendía hacerlo con él su dueña, que ahora se apresuraba por escapar de aquel establo como alma que lleva el diablo.


Cuando Rosalie llegó a la sala que se estaba acondicionando para ser la escuela, estaba tan agitada que las muchachas se alarmaron.


-Rosalie ¿estás bien? Pareces alterada -exclamó Alice desde uno de los rincones de la habitación donde daba instrucciones a las doncellas para colocar los pupitres correctamente.


-No, es sólo este calor -mintió. -Aún no es mediodía pero este sol arde más que el mismo infierno.


-¿De dónde vienes? -cuestionó Bella sin apenas levantar la vista del pliego en el que estaba escribiendo


-Del establo. ¿Qué estás escribiendo? -respondió cambiando de tema, intentando no recordar lo que acababa de suceder en aquellas caballerizas.


-Un carta para mi padre -le informó con cierta ansiedad en su voz.


-Alteza, vuestro padre no tiene motivos para negarse a vuestro compromiso con el Príncipe Edward -la animó Angela, una de las pocas doncellas que Bella había encontrado en el castillo que supiera leer y escribir y que se había mostrado muy entusiasmada con ayudarla en su tarea.


-Angela tiene razón, Bella. Tu padre os dará su bendición. Parece que tiene en gran estima al Rey Carlisle -añadió Alice acercándose a ella. Bella se limitó a suspirar, sin alzar su mirada.


-Pensándolo bien, os comprendo. Es inevitable preocuparse cuando está en juego la felicidad junto al ser amado -concluyó Angela.


-¿Tú también estás comprometida? -le preguntó Bella.


-En realidad no -contestó bajando su rostro sonrojada.


-Pero estás enamorada -supuso Alice, a lo que Angela asintió.


-¿Quién es? -preguntó Alice con curiosidad.


-Se llama Benjamin y pertenece a la guardia -les contó mientras colocaba algunos libros en un estante. -Emmett le encomendó una misión fuera del Reino, así que no sé cuando lo volveré a ver.


-Parece que su afición favorita es espantar y mandar lejos a los hombres que nos rodean -se quejó Rosalie.


-¿Lo dices por el Duque James? -le preguntó Bella -¿Pasó algo entre vosotros?


-¡Claro que no! -exclamó Rosalie. -Pero su compañía era agradable. Lástima que se marchara tan pronto.


-Yo en cierto modo me alegro de que Benjamin esté lejos -admitió Angela, sorprendiendo a las otras tres muchachas. -No me malinterpretéis, estoy muy segura de mis sentimientos por él -se apresuró a aclararles -pero de lo que no estoy segura es de los suyos. Creo que ni él mismo lo está. Y quizás si se aleja por un tiempo, al menos me eche de menos -añadió la joven con cierta tristeza en su voz.


-¿Por qué el amor es tan complicado? -suspiró Alice con melancolía.


-Es una pena que tu padre se haya perdido tan buena jornada de caza -se lamentó Jasper.


-Ciertamente, habría disfrutado mucho. Tus flechas siguen siendo infalibles -admitió Edward. Jasper asintió complacido.


-Pero anteponer su vocación a lo demás es loable -acordó su primo.


-Para mi padre no hay diferencia entre un noble o un campesino, es simplemente un enfermo al que atender.


-Y más si es un niño con una pierna rota -añadió Jasper.


-Seguro que se presenta otra ocasión -concluyó Edward -y quizás también nos pueda acompañar Emmett.


-¿Tú también estás simpatizando con él? -le preguntó, viendo que no era el único que parecía confraternizar con el guardia.


-Sí, creo que su actuación en el torneo, lejos de importunarnos nos complació a todos -le confirmó. -A excepción, claro está, de tu hermana Rosalie.


Jasper soltó una carcajada.


-En efecto, y por eso ha intentado castigarle mandándolo a los establos -le recordó.


-Aunque a él no pareció afectarle mucho -puntualizó Edward.


-No, creo que le afectó más a Alice que a él -murmuró Jasper.


-Es que no eres capaz de ocultarlo -le aseguró su primo con una sonrisa pícara.


-¿El qué? -preguntó sin comprender.


-Vamos, si hasta la expresión de tu cara se suaviza cuando la nombras -se mofó. ¿Vas a negar que la amas?


Su primo no respondió, sólo suspiró dubitativo.


-¡Jasper! ¿Por qué te muestras tan esquivo cuando se trata de lo evidente? -le reprochó.


-No soy esquivo, sólo cauteloso -le corrigió.


-Sí, tal vez demasiado -concordó Edward. Jasper le hizo una mueca de desaprobación -Primo, ya te dije que el amor no obedece estrategias ni entiende de planificaciones, hay que dejarse llevar.


-¿Eso es lo que hiciste tú con Bella? -insinuó Jasper.


-En efecto -admitió sonriendo. -Y si no, júzgalo por ti mismo -le pidió, pasando a narrarle como había acontecido el momento más dichoso, hasta el momento, de su vida.


-¿Y cómo está el pequeño, querido? -se interesó Esme. Toda la familia se hallaba sentada a la mesa, esperando que les sirvieran la cena.


-Por suerte ha sido una fractura limpia, ha bastado con entablillar su pierna -le informó Carlisle. -Sin embargo es dolorosa, así que le he entregado a su madre algunos extractos que podrá mezclar con los alimentos para paliar el dolor.


-¿Y cuánto tiempo pasará hasta que pueda caminar? -preguntó Bella -Mañana comenzamos las clases y me preocupa que no pueda asistir.


-Pues varias semanas, me temo.


-Pero no hay problema, Bella -le dijo Alice. -Alguno de sus padres puede traerlo y si no les es posible a causa del trabajo podemos mandar a alguno de los muchachos a por él.


-Es una gran idea -concordó Jasper sonriendo a su esposa.


Ella le respondió de igual modo cuando por la puerta del comedor vio aparecer a Emmett.


-Hola Emmett -le saludó Alice alegremente -No te he visto en todo el día.


-Él también parece impaciente por verte. No ha sido capaz de asearse para presentarse ante nosotros -le acusó Rosalie en su ya conocido tono altivo.


En ese momento, antes de que pudiera responder apareció Charlotte portando una bandeja con los faisanes que Jasper y Edward habían cazado aquel mismo día. La situó en el centro de la mesa y, antes de volver a la cocina se detuvo ante el guardia.


-¿Dónde te has metido, Emmett? -murmuró tratando de que no la escucharan, aunque sin conseguirlo -No has acudido a comer ni tampoco a cenar. Has de estar famélico. Ven a la cocina y te serviré algo de cena -le dijo mientras se disponía a salir.


-Gracias, Charlotte. Iré enseguida -respondió mirando de reojo a Rosalie que se mordía el labio inferior al comprender que Emmett había estado hasta entonces ocupándose de su yegua.


-¿Eran ciertas tus sospechas? -quiso saber Carlisle.


-Sí, Majestad -le confirmó. -El color en el borde del casco no daba lugar a dudas.


El gesto serio de ambos hombres le hizo presagiar a Rosalie que algo grave le sucedía a la yegua.


-¿Qué le pasa a Dama? -preguntó mirando a ambos.


-Infosura -concluyó Carlisle.


-¿Qué es eso? -se alarmó Rosalie.


-Emmett, por favor -le indicó Carlisle para que le diera las explicaciones pertinentes. Emmett asintió.


-La infosura es una afección en el interior de los cascos de los caballos que resulta bastante dolorosa, Alteza -le informó. -Es por eso que Dama se quejaba al trotar. Posiblemente, en un par de días, no habría sido capaz de mantenerse en pié.


El rostro de Rosalie palideció ante tal noticia.


-¿Se puede tratar? -le preguntó Jasper, en vista de que su hermana parecía haber enmudecido.


-Sí, Majestad. De hecho me he tomado la libertad de darle a los mozos las indicaciones para su correcto tratamiento y cuales han de ser sus cuidados a partir de ahora, hasta su total recuperación que, desafortunadamente, puede tardar meses.


-¿Y cuáles son esos cuidades? -la preocupación en Rosalie era más que evidente.


-Le dí al herrero instrucciones precisas para forjar unas herraduras especiales con las que se la deberá herrar, aunque deberéis absteneros de montarla en una larga temporada.


Aquello sonó casi como una orden, y, seguramente, Rosalie le habría increpado si se hubiesen encontrado bajo otras circunstancias, pero no tuvo más remedio que morderse la lengua.


-Ya se ha dispuesto una cama de arena en su cubil, que resulta lo mejor para este tipo de casos y he prohibido a los mozos que incluyan cebada en su dieta y que la sustituyan por avena, además de que controlen su dosis que parece ser que ha sido muy alta últimamente, causándole así esta dolencia -le explicó con voz firme y segura. -Le he añadido en su pileta de agua el extracto de corteza de sauce que me ha facilitado Su Majestad -añadió. -Con eso espero controlar el dolor y confío en que mañana se encuentre mejor.


El silencio que se dio en ese instante en el comedor era aplastante, en una mezcla de asombro y admiración por el empeño que había puesto Emmett en aquella yegua y con tanta capacidad y maestría. Incluso Alice se hallaba sin palabras y, a su vez, llena de orgullo por su querido amigo.


Rosalie por su parte se hundía en la confusión. Por un lado, aquel guardia se había esforzado por curar a Dama con ahínco, sin importarle la forma tan despectiva con la que ella lo había estado tratando desde que había llegado al castillo. Pero, por otro lado, le molestaba el tener que tragarse su orgullo y admitir que había hecho un buen trabajo, del que, además, debía estar agradecida.


En efecto, toda su familia la miraba expectante, de forma casi acusadora, esperando una muestra de gratitud, por mínima que fuera. Así que Rosalie, hizo gala de toda su entereza.


-No sé como agradecerte lo que has hecho por Dama -titubeó, casi sin ser capaz de mirarlo.


-No es necesario que me lo agradezcáis, Alteza -le dijo. -Bastará con que me deis permiso para retirarme y así podré asearme antes de comer algo -añadió Emmett, con el tono de su voz lo más plano posible. No hacía falta el sarcasmo o la ironía para dar a notar ante su familia lo reprobable y soez de su comentario al verlo entrar al comedor.


Rosalie se sonrojó abochornada mientras Emmett se tensaba firmemente en espera de su orden, acrecentando así su vergüenza.


-Retírate -susurró cabizbaja, no siendo capaz de controlar el timbre de su voz.


-Como deseéis -se inclinó Emmett. Y sin más, se marchó.
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CAPITULO 11



Aquellos pasos siguen sonando tras de mí, torturándome. Por más que corro para alejarme, no consigo deshacerme de ellos. Alzo mi vestido para evitar tropezarme y bajo los pequeños escalones que dan al patio cercano al jardín, dirigiéndome hacia él. Sin embargo, esa presencia sigue persiguiéndome como si fuera parte de mi destino, como si no importase lo que yo haga... tarde o temprano tendré que abandonarme a él.


Por un momento, mi mente hace acopio de un atisbo de lucidez y, aun sin parar de correr, me pregunto porque huyo. Se supone que mi posición me protege, se supone que su estatus no le permite ni siquiera pensarlo, se supone que bastaría con ponerlo en su lugar. Sería tan fácil escudarme ante la nobleza de mi cuna para rechazar a alguien como él pero... ¿por qué no lo hago entonces?


Es ahí donde, de súbito, se presenta ante mis ojos la certeza, la realidad, la verdad... no huyo de él, no huyo del ardor de sus ojos, ni del sonido de su voz que trata de hechizar mis sentidos, ni del tacto de sus manos que amenaza con marcar mi piel a fuego dejando su marca para siempre grabada en ella.... no... huyo de mí, de mi falta de voluntad, de no distinguir lo que está bien de lo que está mal, de la ausencia de temor a lo no permitido, a lo no establecido y lo peor, huyo de mis propios deseos, de mis anhelos...


Sigo corriendo con todas mis fuerzas, he de escapar, no puedo dejarme vencer ni rendirme, pero siento que con cada paso me debilito más y más. El no saber hacia donde debo ir, cual es mi vía de escape hace que la desazón me invada y me abandonen las ganas de luchar. Si al menos él cejase en su empeño por martirizarme, si dejase de atormentarme, de turbarme... sigo escuchando sus pasos cada vez más cerca y veo ante mí el momento de mi perdición.


Siento que su mano se aferra a mi muñeca, obligándome a detenerme. Toma mi hombro y hace que mi cuerpo gire ante él y, sin que yo pueda hacer nada por impedirlo, su mirada de fuego se funde con la mía. En un último intento para evitar lo inevitable poso mi mano sobre su pecho, tratando de alejarlo pero ni eso, ni mi mirada suplicante lo hacen desistir.


Sus labios apremiantes atrapan los míos, rodeando con su brazo mi cintura y atrayendo mi cuerpo hacia el suyo, moldeándolo, derritiéndolo con su tacto. En ese momento se acaba cualquier lucha, cualquier intención de escapar y me rindo al calor de sus manos, de su aliento, alzando mis brazos y mezclando mis dedos con su pelo negro. Un gemido escapa de su garganta y sus labios varoniles continúan acariciando los míos con exigencia pero con dulzura, la que se siente cuando al final se consigue lo que tanto se ha anhelado. Con su lengua roza suavemente mis labios como demanda y los entreabro para recibirlo, probando por fin la miel de su boca.


Sé que me espera el infierno después de esto, pero poco me importa ya, si he de arder que sea bajo el fuego de sus besos y de su cuerpo...


Rosalie se sentó sobresaltada en su cama, ahogando un grito de espanto, tapando su boca con sus manos. Por un momento perdió la noción del tiempo, sin saber muy bien donde estaba, hasta que poco a poco sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, pudiendo reconocer al fin su habitación. Su respiración agitada se fue sosegando al sentir la seguridad de su recámara al igual que se iba calmando su desbocado corazón...


De nuevo aquel maldito sueño había acudido esa noche a invadir su mente para manipular su cordura. En un movimiento inconsciente posó sus dedos sobre sus labios y los sintió arder, como si aquella fantasía perversa hubiera rozado la realidad. Y es que parecía tan real. Aún sentía en su boca el sabor de sus labios y su cintura podía rememorar sin error la forma de su cuerpo. De repente, un ápice de rabia la poseyó y golpeó con fuerza su almohada. Aquel guardia petulante la acosaba hasta en sueños, ni siquiera dormida le daba tregua.


Rosalie volvió a tumbarse y la rabia dejó paso a la congoja. Lo peor de todo era esa sensación de pérdida que le quedaba en su alma al despertarse, al darse cuenta de que todo era producto de un malévolo juego de su subconsciente. Sintió, como cada noche, sus brazos y su corazón vacíos, como si nunca más pudiera sentir aquello con otro que no fuera él.


Sacudió su cabeza para disolver aquel pensamiento y, como en su sueño, se propuso huir de aquello que tanto la estaba atormentando. Cerró los ojos haciendo firme intención de dormir o, de al menos, dejar de pensar en él.


Apenas había despuntado el alba cuando se levantó. Finalmente no había conseguido volver a dormir y, a cambio sólo obtuvo una jaqueca. Se vistió rápidamente y bajó al comedor, pero era tan temprano que las doncellas aún no habían preparado la mesa para el desayuno por lo que decidió acudir a la cocina.


-Buenos días, Alteza -la saludó sorprendida Charlotte en cuanto la vio aparecer.


-Buenos días -contestó Rosalie.


-Tenéis mal semblante ¿habéis pasado mala noche? -le preguntó al ver la palidez de su rostro. Rosalie afirmó con la cabeza.


-Permitidme que os prepare una tisana, quizás os alivie -se ofreció. -Podéis sentaros en el comedor y os la llevaré enseguida.


-No -respondió -quisiera salir al patio a tomar algo de aire fresco.


Al cabo de un momento la doncella la alargaba una jarrita con el brebaje humeante.


Gracias - le dijo antes de retirarse.


Rosalie salió por la puerta trasera de la cocina y se dirigió al patio por uno de los corredores exteriores. Iba a cruzar la última de las arcadas de piedra cuando se detuvo súbitamente y se escondió tras una de las pilastras. En mitad del patio vio como se materilizaba el objeto de sus sueños. Emmett se encontraba allí al parecer entrenando, lanzando con afán su espada contra un poste envuelto con sogas de esparto. Pero en verdad no había sido esa imagen la que la había turbado tanto, sino el hecho de que lo estuviera haciendo con el torso descubierto... ¿cómo osaba? ¿cómo se atrevía a obnubilar sus sentidos y su voluntad de tal manera que pareciera que no hubiera visto jamás el torso desnudo de un hombre?


Despacio, asomó un poco la cabeza y alcanzó a observarlo de nuevo. Su espalda surcada por el sudor le hizo recordar aquella vez que lo había visto nadando en el lago, cuando las gotas cristalinas recorrían su cuerpo. Ahora, sin embargo, aquella visión se presentaba ante ella en todo su esplendor. Los músculos de su espalda se marcaban con cada movimiento de su cuerpo, mientras su brazos bien formados golpeaban con fuerza contra la madera. Rosalie se sintió estremecer ante la imagen de aquellos brazos poderosos que le recordaban tanto a los que la habían sostenido con firmeza hacía apenas unas horas en sus sueños.


Emmett levantó la espada sobre su cabeza y comenzó a danzar alrededor de la estaca, como si se estuviera preparando para el ataque de un enemigo. Rosalie pudo apreciar entonces su corpulencia y lo bien contorneado de sus pectorales. Emmett se detuvo entonces y lanzó su espada contra las cuerdas, tensando toda la musculatura de su cuello y sus hombros. Sin duda ese cuerpo parecía esculpido por los mismos dioses y la dureza de sus músculos semejante al pétreo mármol. Fue en el siguiente de sus embates cuando Rosalie se percató de una gran cicatriz que le cruzaba el abdomen, que empezaba en la parte izquierda de las costillas hasta la cadera derecha, perdiéndose por debajo de la cincha del pantalón. Aquello, en vez de restarle belleza a ese cuerpo perfecto le daba un aspecto mucho más varonil. De forma inconsciente se mordió el labio inferior mientras se preguntaba como sería el tacto de aquella linea rosada y como se sentiría bajo sus dedos.


Una mezcla de deseo y desesperación recorrió todo su cuerpo y, aquel vacío que había sentido esa noche tras despertarse de aquella abrumadora ilusión volvió a invadirla. Se sintió impotente al no poder apartar de su mente ni de sus recuerdos aquella boca que la había besado con fervor en su ensoñación ¿cómo sería ser besada por esos labios? ¿sería comparable a su fantasía? Detuvo su mirada sobre ellos y le resultaron tan turbadoramente conocidos...


En ese instante, Emmett alzó la vista y Rosalie rápidamente se ocultó de nuevo tras la pilastra. Escuchó como los pasos del joven se acercaban a ella, así que decidió llevarse la jarra a la boca y beber, tratando con ello de ocultar o, al menos, disimular su azoramiento. Quizás no la hubiera visto y pasara de largo.


Sin embargo, en cuanto Emmett llegó a su altura, se detuvo ante ella. Apoyó la punta de la espada en el suelo y se inclinó, acercando su rostro al de Rosalie.


-Por suerte esta vez no vais a caballo, podríais haberos lastimado de nuevo -le dijo con una mezcla de apatía e indiferencia en su voz.


Dicho esto se apartó de ella. Rosalie no tuvo tiempo ni fuerzas para contestar. Hubiera preferido uno de sus ataques altaneros y soeces a esa frialdad que no sabía porque se le había clavado en el pecho. Un pequeña lágrima recorrió su rostro mientras lo vio alejarse por aquel corredor.


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Bella estaba frente al espejo, acabando de acicalar su cabello cuando alguien llamó a la puerta.


-Bella, soy Edward ¿puedo pasar? -se escuchó desde el otro lado.


La muchacha acudió a abrir la puerta. No había terminando de hacerlo cuando, de repente, se vio envuelta entre sus brazos mientras sus labios la besaban con impaciencia.


-Buenos días -dijo al fin, sin separarse de ella.


-Buenos días -respondió ella con la respiración entrecortada.


Apenas si tuvo tiempo de tomar aliento pues Edward volvió a besarla con el mismo fervor. Sin duda, el mantenerse alejado de ella, aunque sólo fuera por el tiempo que duraba una noche, era mucho más de lo que él podía soportar.


-Es un tormento dormir cada noche tan cerca de ti -susurró Edward. -No veo el día en que nos casemos.


-Debes tener paciencia -sonrió ella.-Mi padre no debe tardar en contestar mi carta.


Edward resopló con resignación.


-¿Bajamos a desayunar? -preguntó Bella.


-No -respondió Edward mientras la soltaba, tomando sus manos. -Además de darte los buenos días -sonrió travieso -vengo a avisarte de que parto ahora mismo con Jasper. Tiene algo que resolver en algunos feudos cercanos y quiere que le dé mi parecer sobre el tema en cuestión, así que he decidido ir con él.


Bella lo miró con preocupación.


-No, no, tranquila, no es nada grave. Se podría decir que es una campaña extraoficial, de hecho, sólo vamos a llevar a unos cuantos guardias con nosotros -le explicó.


-¿Tardareis mucho en regresar?


-Espero que hayamos vuelto antes del atardecer -le dijo.


La mirada de Bella se entristeció y bajó el rostro. Edward la tomó por la barbilla y la obligó a mirarle.


-Yo también te voy a extrañar -murmuró mientras acariciaba su mejilla. Volvió a inclinarse sobre ella y atrapó de nuevo sus labios. Esta vez, Bella lanzó sus manos hacia su nuca uniéndose más a él. Edward, alentado por la emotividad de su prometida la abrazó nuevamente, con fuerza, profundizando más su beso. Podía sentir el delicioso néctar de su boca que poco a poco iba invadiendo hasta el último rincón de su ser... su dulzura era embriagadora.


-Voy a marcharme cada día para que vuelvas a besarme así -susurró sonriendo. -Te amo, Bella.


-Y yo a ti -respondió abrazándolo. -Cuídate mucho.


-Te lo prometo -le aseguró él.


-¡Así que aquí estás! -exclamó Rosalie desde el otro extremo del corredor. -Mi hermano te está esperando en la entrada -dijo encaminándose hacia ellos.


Edward le dio un beso rápido a Bella como despedida y se dirigió hacia Rosalie corriendo.


-Tienes mala cara, prima -le dijo bromeando cuando pasó por su lado. Ella le respondió con un mohín.


-Es cierto -le dijo Bella cuando llegó a su altura -te ves pálida.


-Digamos que no es el mejor de mis días. Alice parece que aún no se ha levantado -dijo cambiando de tema.


-Pues vamos a despertarla -sonrió pensando en el modo de tomarse la revancha.


Cuando llegaron a la recámara de Alice, ambas muchachas entraron con sigilo y comprobaron que, efectivamente, aún dormía. Caminaron muy despacio y se posicionó cada una en un lado de la cama. Bella alzó una mano y empezó a contar con los dedos. En cuanto marcó el tres, saltaron al unísono encima de la cama. Como era de esperarse, Alice se despertó con un grito sentándose en la cama mientras las jóvenes no dejaban de reír.


-Bella, la venganza será terrible -le advirtió Alice tratando de sosegarse.


-No exageres, dormilona -se rió Bella.


-Apúrate que muero de hambre -la ostigó Rosalie.


-Está bien, está bien -se rió Alice levantándose de la cama. De súbito, durante un momento cerró los ojos inspirando profundamente. Después los abrió y comenzó a buscar con la mirada por la habitación.


-¿Qué sucede, Alice? -quiso saber Bella.


Alice no le contestó. Se limitó a caminar hacia un pequeña cómoda situada bajo la ventana en la que había situado un cofre que no había visto hasta entonces. Encima de él había un pequeño ramillete de violetas y rosas blancas descansando sobre una nota. Alice tomó las flores llevándolas hacia su rostro oliendo aquel perfume tan perfecto mientras leía la nota.


Buenos días, mi señora. Confío en que hayáis descansando bien.


Vine a despedirme de vos pero os vi dormida tan plácidamente que no me atreví a despertaros.


He de partir pues unos asuntos urgentes me reclaman fuera del castillo, mas espero regresar antes del anochecer.


Os veo esta noche en la cena.


Vuestro por siempre, Jasper.


P.D.: Hoy hace siete días desde que os unisteis a mi vida para iluminarla con vuestra sonrisa.


-¿Qué es? -preguntó Rosalie impaciente.


-Una nota de tu hermano -Alice apenas podía hablar, sólo leía la nota una y otra vez... aquella posdata.


-¿Qué te dice? -preguntó Bella acercándose a ella. Sin que Alice pudiera evitarlo le arrebató el pliego de sus manos.


-¡Bella, no! -gritó Alice persiguiéndola. Bella se apresuró a leerla en voz alta mientras Rosalie tomaba el cofre y lo llevaba a la cama, sentándose.


-¡Qué romántico! -suspiró Bella devolviéndole la nota y sentándose cerca de Rosalie. -¡Vamos, abre el cofre! -la instó emocionada. Alice se colocó en el otro lado de la cama bajando su rostro enrojecido y tomó el cofre para abrirlo.


-¡Cielo Santo! - exclamó Alice perpleja al ver el tesoro que contenía aquella caja. Era un precioso collar formado por un rosario de flores, blancas como la nieve, con miles de diminutos diamantes incrustados en ellas, cayendo de sus pétalos zafiros de un azul profundo en forma de lágrima, engarzados por perfectos marcos de brillantes. Alice lo tomó con cuidado sacándolo del cofre y los pequeños brillantes resplandecían con el sol de la mañana.


-¡Es la Sonrisa de Los Lagos! -clamó Rosalie.


-¿Cómo? -preguntó Bella sorprendida. Alice, definitivamente, había enmudecido.


-Ese collar perteneció a mi madre -les explicó. -Mi padre se lo regaló poco tiempo después de casarse como símbolo de su amor. Se dice que los zafiros representan cada uno de los lagos de nuestro reino y los diamantes, el sol que los abraza cada día, iluminándolos. Mi padre decía que, en realidad, eran para que, cada vez que mi madre los viera relucir, recordase como ella iluminaba cada uno sus días con su sonrisa. Poco antes de morir, mi madre se lo dio a Jasper para que se lo entregara a su esposa, la que pasaría a ser soberana de estas tierras y de estos lagos -concluyó mientras tomaba uno de los zafiros en sus dedos.


-¡Es lo más hermoso que escuché jamás! -dijo Bella posando sus manos sobre su pecho con emoción.


-Sin duda mi hermano te está cortejando -concluyó Rosalie , mirando a Alice con una sonrisa insinuante.


-Pues si es así no seré indiferente -habló por fin Alice con el nerviosismo marcado en su voz.


-¿Qué piensas hacer? -preguntó Bella con impaciencia.


-Por lo pronto, saca mi vestido azul. Dile a alguna doncella que por favor lo deje listo para esta noche. Me lo pondré con el collar -le pidió con voz más segura.


-¿No deberías esperar a algún acontecimiento o alguna celebración para usarlo? -cuestionó Bella mientras se encaminaba a buscar el vestido.


-¿Qué mejor día que hoy, Bella? -la corrigió. -Hoy hace siete días que nos casamos ¿no?


-Me parece perfecto -sonrió Rosalie al ver el vestido.


-Además, pienso cocinar para él -añadió.


-¿Qué? -exclamó Rosalie girándose hacia ella.


-¿Has perdido el juicio? -le espetó su prima.


-No puedes hacer eso, Alice -dijo Rosalie un poco más calmada. -Te recuerdo que eres la Reina ¿dónde se ha visto que una soberana se meta a la cocina a mezclarse con calderos y sartenes?


-Entonces no lo haré como Reina de Los Lagos sino como la esposa de Jasper -sentenció.


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A mitad tarde, la tres muchachas de dirigieron a la cocina. Las doncellas, en cuanto las vieron llegar, se inclinaron para saludarlas.


-Voy a necesitar tu ayuda, Charlotte -le dijo Alice. La muchacha la miró confundida. -Hoy cocinaré yo.


-Parece que la soberana nos ha salido quisquillosa en cuanto a gustos culinarios -le susurró María a Jessica, casi de modo imperceptible para los demás.


-¿Algún problema? -preguntó Rosalie con voz firme.


-No, Alteza. Nos preocupa que Su Majestad no esté contenta con nuestra cocina -mintió Jessica dando un pequeño codazo a María para que guardara silencio.


-En absoluto -la corrigió Alice.


-Su Majestad va a cocinar hoy, es lo único que debéis saber -puntualizó Rosalie.


-Angela, por favor, en la recámara de Su Majestad hay un vestido sobre el baúl. ¿Podrías alistarlo para esta noche? -le pidió Bella.


-Por supuesto, Alteza -respondió inclinándose antes de salir.


-Pásame un delantal, por favor -le indicó Alice a Charlotte. -¿Queréis partir los vegetales? -les preguntó con cierta ironía a las princesas.


-Vemos que os las arregláis perfectamente -respondió Rosalie negando con la cabeza.


-Con permiso, Majestad -se inclinó Bella. Las dos se echaron a reír mientras se iban, dejando a las doncellas desconcertadas viendo con que habilidad se desenvolvía la soberana.


Cuando Jasper y Edward llegaron al castillo ya había caído la noche. Se apuraron en ir a sus habitaciones a asearse después de una larga jornada para bajar a cenar. Al llegar al comedor únicamente los aguardaban los padres de Edward.


-¿Y las muchachas? -preguntó Jasper.


Carlisle le hizo una seña con la cabeza para que mirara tras de sí. Flanqueada por Bella y Rosalie vislumbró la única imagen que había querido tener frente sus ojos durante aquel largo día, la de su esposa. La había extrañado tanto, y ahora se presentaba ante él tan bella, tan hermosa, con aquel vestido azul intenso, como el de los zafiros que pendían de su cuello. Su corazón empezó a latir emocionado al ver el collar de su madre. Le honraba tanto que hubiera decidido ponérselo aquel día. Pero, sobre todo le aturdía tanta belleza, tanta que ni las piedras preciosas conseguían opacarla. Se acercó hacia ella y tomó su mano.


-Gracias -susurró besando sus dedos. Ella asintió sonriendo, con los ojos brillantes al ver que le complacía su elección y dejó que la guiará a la mesa.


-Oh, ¡es el collar de mi hermana! -exclamó Esme con alegría.


-Sí, tía -afirmó Rosalie que ya estaba a la mesa. -El collar de una Reina para otra Reina, ¿verdad Jasper? -insinuó.


Jasper asintió con la cabeza sin dejar de mirar a su esposa. Definitivamente lo había hechizado.


Al instante, Charlotte apareció en el comedor para servir la cena. Alice, Bella y Rosalie compartieron una mirada de complicidad con ella antes de que se retirara.


Todos comenzaron a comer excepto Alice que, jugueteando con su cubierto, aguardó hasta que Jasper lo hizo. En cuanto el muchacho introdujo la pieza de carne en su boca, notó su delicioso sabor. Por un momento, miró su plato pensativo.


-¿Sucede algo, mi señor? -preguntó Alice viendo su expresión.


-Nada, sólo que no había probado jamás un venado tan sabroso -le explicó.


-Es cierto -agregó Carlisle -Y no sólo el venado, las verduras están cocinadas justo en su punto, muy apetitosas.


Alice sonrió para sí, le satisfacía tanto que hubiera sido de su agrado...


Todos comieron muy animados, llenando la mesa de comentarios sobre las viandas tan gustosamente preparadas. A punto de finalizar, acudió Charlotte para servir el postre.


-¿Qué es este platillo? -quiso saber Jasper.


-Son frutas en almíbar de hierbabuena y canela, Majestad -le informó.


-Sin ninguna duda hoy te has esmerado con el menú -la felicitó él.


-Debo aclararos que el mérito no es mío, Majestad -admitió.


Jasper la miró sorprendido mientras Alice bajaba su rostro mordiéndose el labio inferior como siempre hacía al encontrarse frente a un posible desacierto por su parte. Quizás su esposo también hallase reprobable su comportamiento, al igual que lo había sido para Rosalie y Bella.


-¿Qué quieres decir? -Jasper continuó con su interrogatorio.


-El menú ha sido preparado por Su Majestad -declaró antes de retirarse.


-¿Vos? -preguntó asombrado buscando una respuesta en la mirada huidiza de su esposa.


Jasper alzó el rostro hacia la mirada expectante de su familia y se maravilló al comprobar el semblante de Rosalie y Bella que, lejos de estar impresionadas como él, se mostraban preocupadas. Entonces, al instante, entendió lo que estaba ocurriendo. La intención de Alice había sido complacerlo, no sólo deslumbrándolo con su delicada belleza, sino agasajándolo con aquel exquisito banquete, tal y como haría una esposa hacia su marido, aunque para ello hubiera tenido que descender de su posición de soberana. Aquella certeza lo conmovió sobremanera, era algo que jamás hubiera imaginado.


Volvió a mirar a Alice y rescató una de sus manos que se apretaban contra su regazo, presionándolo levemente.


-No la culpéis, mi señor -se excusóAlice rápidamente -Yo se lo pedí.


Jasper hizo un movimiento con su mano, interrumpiéndola.


-No deberíais haberos molestado, mi señora -le dijo suavemente.


-No ha sido ninguna molestia -susurró aliviada. -Al contrario, me he sentido muy dichosa de poder hacerlo.


-Os doy las gracias de nuevo -murmuró llevando su mano a sus labios y besándola con ternura.


-Brindemos entonces por la improvisada cocinera -anunció Edward alzando su copa. Todos rompieron en vítores y brindaron por tan deliciosa velada.


Tras la cena y, como cada noche, Jasper condujo a Alice hasta sus habitaciones. Su corazón no había dejado de golpear fuertemente contra su pecho desde que la había visto enfundada en aquel vestido, tanto que temía que le fallase la voz por la inquietud, así que hizo gala de todo su autocontrol tratando de hallar algo de calma.


-De nuevo os agradezco esta noche tan maravillosa -dijo en cuanto se detuvieron frente a la recámara de Alice.


-Soy yo la que debe agradeceros, mi señor -respondió posando sus dedos sobre la valiosa alhaja que adornaba su cuello. -Lo llevaré con orgullo.


Jasper negó con la cabeza.


-Hasta hoy había creído que era una de las cosas más hermosas que mis ojos habían tenido la fortuna de contemplar pero, esta noche, me dado cuenta de que no es digno de vuestra belleza.


Alice bajó el rostro ruborizada, abrumada, sin que acudiera ni una sola palabra a su mente, al menos para agradecerle el cumplido. Jasper tomó su barbilla y la alzó lentamente.


-Yo... -alcanzó a decir perdiéndose en aquella mirada violácea como las amatistas.


-¿Sí, mi señor? -murmuró Alice.


Jasper siguió observándola, en silencio, debatiendo su propia lucha interior. Era tan hermosa, sus ojos parecían brillar por la expectación. Hizo ademán de inclinarse hacia ella pero de nuevo la indecisión y la inseguridad se abrieron paso rápidamente, ganando finalmente la batalla.


-Me preguntaba si podría abusar mañana de vuestro tiempo -dijo casi con brusquedad, molesto consigo mismo por su vacilación.


-Claro, mi señor -respondió sin ser capaz de ocultar una nota de decepción en su voz. -¿Me necesitáis para algo?


-Sí, mi señora, preciso de vuestra "visión" -respondió con media sonrisa. Alice sonrió tímidamente al recordar aquella conversación entre ellos.


-Como gustéis -aceptó ella.


-Estaré toda la mañana en mi escritorio -le informó -Os estaré esperando.


Alice asintió con la cabeza.


-Qué descanséis -se despidió besando su mano.


-Buenas noches -respondió Alice antes de entrar a su habitación.


En cuanto Jasper cerró la puerta de su recámara se dirigió hacia su cama y golpeó con fuerza uno de los almohadones. Se sentó sobre el borde de la cama ocultando su rostro entre sus manos, reprimiendo un grito de rabia que luchaba por escapar de su garganta, avergonzado de su propia debilidad. Nunca se había considerado cobarde y, aunque no tenía gran experiencia con las mujeres sabía con seguridad que no era la timidez lo que le hacía actuar así. Se dejó caer sobre la cama con gesto pensativo y no le hizo falta ahondar mucho en su mente para saber que lo reprimía de ese modo. Era el miedo, el temor a que Alice no sintiera lo mismo por él pues, aunque seguía creyendo que había pasado muy poco tiempo desde que se conocieran, era más que suficiente para que él sintiera que le faltaba el aire si no la tenía cerca. Se había metido en su alma de tal manera que no creía soportar su rechazo o su indiferencia.


Se levantó de la cama y se dirigió sin hacer ruido hacia la pequeña puerta que lo separaba de la dueña de su corazón, apoyando con cuidado una de sus manos en la fría madera. Tan cerca y a la vez tan lejos -pensó. Era una tortura tenerla ahí mismo, al alcance de su mano y no poder tocarla, no poder abrazarla, besarla... tenerla. Debía acabar con ese castigo que él mismo se había autoinfligido con su propia indecisión y debía hacerlo pronto o corría el riesgo de perder la cordura por tal desasosiego.


Sacudió la cabeza y se dirigió de nuevo a la cama desvistiéndose. Apagó la luz de la vela tras acostarse, aún sabiendo que aquella noche no sería capaz de dormir.


Al otro lado de la puerta, Alice también luchaba, no sólo por dormir sino por vencer aquella desazón que amenazaba con invadirla.


En sus labios ardía ese beso que Jasper no le había dado y que ella había deseado con anhelo. No era la primera vez que vacilaba al tratar de besarla y se preguntaba porqué. ¿Será que no le agrado? -pensó ¿será por eso que no quiso consumar nuestro matrimonio?. Alice negó con la cabeza. Ese no podía ser el motivo, sabía que, por regla general, para los hombres era relativamente fácil no poner el corazón al poseer a una mujer si con ello sólo buscaban satisfacer sus deseos. No, él hubiera podido tenerla si hubiera querido. Sin embargo le ofreció tiempo... ¿tiempo para qué? ¿para que lo aceptase, para que confiase, para que se enamorará de él? Pues, si ese era el motivo, ya no era necesario esperar más porque Alice ya lo amaba con todas las fuerzas de su ser.





Feliz cumple SISS Anita !!!!!!!!!!


Hello mis angeles hermosos !! hoy estamos de fiesta , por q mi siss las mas preciosa y q quiero mucho cumple añitos asi q edward es solo para ella el dia de hoy , pobre eddy creo q lo violaran jijiji , te mando mil besitos y bendiciones  hoy en tu dia q tus sueños se cumplan , pasatela super bien a lado de todos tus seres queridos , y aqui te dejo a eddy solo para ti
te quiero mucho nena hermosa.
Angel of the dark














se ve hermoso chicas , pero en este dia es solo para anita !!!