Dark Chat

viernes, 27 de mayo de 2011

Corazon de Hierro

Cap. 12 realidad



― Te Amo— deje escapar en un suspiro, de inmediato sentí el peso de mis palabras el cuerpo de Edward se tensiono por completo y dejo escapar un jadeo de sorpresa.

― Bella ¿Qué fue lo que dijiste?— me pregunto y me congele de inmediato. Mi cuerpo se convirtió en piedra sobre la piel de su pecho, mi respiración se entrecorto— ¿Bella?— Volvió a llamarme pero yo estaba inmersa en otro mundo, uno en el que tenía que pensar rápidamente mi respuesta.

El sudor frio comenzó a hacer estragos en mi, solo habían pasado unos segundos pero para mí han sido eternos, ¿Qué demonios le digo?, ¿Qué fue un error?, ¿Qué lo dije sin pensar? Mi cabeza era una maraña de cosas, cada segundo que pasaba mi cuerpo se sentía aun más tenso de lo que ya estaba. ¿Qué podía hacer? Solo tenía dos opciones afrontar o negar… obviamente escogí la más fácil.

― ¿Qué?— pregunte con una altanería que salió de no sé dónde.

― ¿Qué fue lo que dijiste? Lo escuche— me dijo con voz sutil, no había ni una clase de sentimiento en su voz por lo que me atemorizo mucho mas, valor era lo que necesitaba en este momento, aun dudaba que saliera victoriosa de este asunto pero por lo menos podría intentarlo.

― Si lo sé, lo dije en voz alta, creo que cuando las personas hablan así es porque quieren que las otras las escuchen— Edward me levanto de su pecho y me miro extraño sus ojos estaban sigilosos al igual que todo su rostro, estaba evaluando detenidamente mi expresión. Me miro unos segundos más y me aparto.

― No digas cosas que no sientes— murmuro solo para nosotros dos, el miedo invadió nuevamente mi cabeza y corazón, el tono que ocupo era de alguien frio y calculador ¿se habían acabo los días felices? Se paro del sillón y se comenzó a vestir

― No era mi intensión molestarte— imite su acción, me puse nuevamente el traje de baño pero esta vez no tenía ganas de volver a la piscina solo quería encerrarme en mi habitación y llorar. Lamentablemente tenía que terminar con esto si el descubría que realmente lo amaba creo que no sería tan amable como lo es ahora. Mi corazón se sentía vacio, el Te Amo que había dejado escapar había quedado suspendido en un espacio sin nada, no tenia donde afirmarse para echar raíces, mi amor no era correspondido y dolía darse cuenta que jamás iba a cambiar mi situación.

― No me molesta pero no me gusta mezclar las cosas, Bella— su voz era grave, maldita sea si lo había dicho tenía que asumir las consecuencias de mis actos, lo mejor era negarlo, negarlo hasta el final.

― Puedo decir que lo dije con razón, amo estar contigo Edward ¿acaso no se nota?— una sonrisa vacía apareció en mi cara, Edward me miro y estrecho sus ojos.

― Si, a mí también me gusta estar contigo Bella, lo sabes pero la palabra amor no se puede aplicar a lo que nosotros tenemos— en ese instante me congele, mi corazón o lo que quedaba de él se congelo y partió en mil pedazos, tenía razón había sido un error y me alegraba no habérselo confirmado así no saldría más herida de lo que estaba ahora.

― Tienes razón, la oración correcta seria, adoro el sexo que tenemos ¿cierto?— Edward no me miro se giro hacia la ventana y perdió sus pensamientos en el paisaje que esta le ofrecía, mordí mi labio inferior reprimiendo las ganas de llorar, ¡dios mío! Como dolía sentirme así, pero tenía que ocultarlo. El teléfono de la casa comenzó a sonar, todas las líneas que estaban dispersas por la estancia sonaron al mismo tiempo, el cuerpo de Edward tenso, sus puños se apretaron y comenzó a caminar hacia la puerta.

― Iré a contestar, si quieres vuelve al agua, enseguida iré contigo.

― No gracias, creo que preparare algo para comer.

― No te molestes y pide algo por teléfono— y salió de la sala, un minuto después el sonido se detuvo. Mi corazón latía lento y cansado, la opresión que sentía en mi pecho no lo dejaba latir a más velocidad.

¿Qué había sido esto?, ¿de qué demonios se trataba? ¡Maldita sea! Lleve mis manos hacia mi cara y la frote repetidas veces, ¿cómo había llegado a este punto? Mis piernas comenzaron a flaquear, me sentía débil pero sabía que era para mejor, prefería sentirme así a tener el corazón roto en mil pedazos, negarlo frente a Edward creo que había sido la mejor decisión que podría haber tomado, me ahorro un dolor mayor. Intente moverme pero mis piernas aun no respondían, tenía que actuar normal, todo tenía que ser como siempre y lo conseguiría. Respire unas cuantas veces más y me intente tranquilizar, la idea de Edward de pedir algo por teléfono era buena pero tenía que distraer mi cabeza en algo así que cuando pude caminar partí a la cocina y comencé a preparar lo primero que se me paso por la cabeza. Edward no entraba en la cocina, el teléfono volvió a sonar y nuevamente fue contestado, asumí que debería estar hablando por teléfono. Metí mi cabeza de lleno en la cocina, prepare pollo salteado con verduras, no sé porque lo hice pero fue lo primero que se me ocurrió. Al cabo de cuarenta y cinco minutos Edward entro en la cocina, venia con su rostro pálido y con el teléfono en la mano. Mi conciencia y mi corazón se preocuparon, no tenia buen aspecto, ni siquiera tenía el que le había visto antes de salir, se veía como si algo malo hubiera sucedido. Me acerque rápidamente a donde estaba, su cuerpo se apoyo en uno de los mesones y llevo su pulgar a su boca.

― Edward ¿estás bien?— pregunte acercándome a él— ¿Edward?— volví a insistir al no ver respuesta.

― Si— respondió taciturno y en un susurro— no te preocupes— me miro directamente a los ojos y me perdí en el verde de sus hermosos orbes

― Bien— concedí dudosa, no tenia para nada de buen aspecto— prepare pollo con verduras, espero te guste— me gire y camine hacia donde tenía servida la comida, Edward me dio una media sonrisa y se sentó a comer sin hacer comentarios.

El almuerzo fue un infierno, Edward estaba callado, no decía nada, si por alguna posibilidad había quedado afectado por la conversación que tuvimos con lo que le paso después quedo peor, su rostro estaba aun mas pálido de lo que ya era. Comimos en silencio inmersos en nuestro propio mundo, la mesa que nos dividía era la muralla que se formo entre nosotros. Cuando acabamos de almorzar me levante disculpándome con él y me Salí de allí, era demasiado lo que dolía su rechazo pero no podía negarme yo fui la primera que negó el amor que sentía, ¿cobarde?, por supuesto, es la peor cobardía que he hecho en toda mi vida, jamás había negado algo y comencé con lo único que podía traerme a la vida, el amor. Subí rápidamente las escalas de la gran mansión, el silencio y el miedo nuevamente hicieron estragos en mí ¿pero qué podía hacer? Ya lo había negado, como cierto personaje negó a un grande alguna vez en la historia, negué mi amor y tenía que vivir con las consecuencias de ello.

Abrí la puerta de mi habitación ansiosa por llorar, apreté mi labio inferior hasta casi dañarlo, cerré la puerta y me deje caer sobre el frio suelo, las lagrimas bañaron mi rostro hasta que mis ojos ardieron. Estaba dolida y a la vez asqueada todos los maravillosos sentimientos que me había provocado estas semanas con Edward se habían ido a la basura, me levante del suelo y me dirigí al baño. En mi rostro quedaban pocas evidencias de los golpes que me había propinado mi madrastra, sentí unas locas y desesperadas ganas de salir corriendo de esa casa y no volver mas pero por una extraña razón no podía, tenía una enorme opresión en el pecho que no me dejaba salir de allí como si alguien estuviera sufriendo, como si Edward estuviera mal y necesitara de mi aunque sabía que eso no era posible él era el hombre del corazón de hierro y no dejaba que sentimientos tan humanos como el dolor lo afectaran.

Una hora más tarde un suave golpe en la puerta me hizo saltar, estaba sentada contra la ventana con mi cabeza enterrada en mis pierna, la piel de mis rodillas estaba completamente empapada por las lagrimas que había derramado, mis ojos ya estaban resecos y rojos de tanto llorar, limpie mi rostro trate de componerme antes de dar la entrada.

― Pasa Edward— dije sabiendo perfectamente quien era. El cuerpo de él se asomo por la puerta cauteloso, parecía un gato tanteando un terreno desconocido, su vista observo rápidamente toda la habitación y camino hacia donde estaba yo, aun su rostro se veía pálido y unas enormes areolas de color morado habían aparecido bajo sus ojos, se notaba cansado— ¿Qué pasa?— le pregunte con preocupación, cualquier cosa que sucediera antes se veía desplazada con el miedo que sentía de que le pasara algo.

― No… no me siento bien— dijo lenta y pausadamente pero con rigidez en el tono de voz.

― Demonios— dije en un susurro, tome el brazo de Edward y lo arrastre hacia la cama, el solamente se dejo caer y cerro sus ojos.

― ¿Qué pasa?— pregunte cuando su expresión paso a ser de dolor.

― Me duele— dijo llevando una mano al puente de su nariz— Bella me duele mucho— jadeo de dolor— ¡Ah! Maldita sea— exclamo golpeando la cama con la otra mano libre que tenia.

― Maldita sea, llamare a Emmett— me Salí de la cama y tome mi celular, con rapidez y algo de torpeza marque el numero de mi amigo, espere al tono…

― Su llamada será transferida a un buzón de mensajes…

― ¡maldita sea!— grite y lance el celular al sillón— Edward— me acerque nerviosa— Edward dime ¿Qué sientes?

― Me duele la cabeza, siento que me va a explotar— decía en un susurro, sus manos se fueron a sus ojos cubriéndolos con fuerza, las mías las trataron de bajar, si ejercía esa presión sobre su cabeza podría aumentar la molestia

― Tranquilo— pase mi mano por su frente acariciándola, Edward con el paso de los minutos fue cayendo en inconsciencia hasta que se quedo dormido.

Vele su sueño por toda la tarde, en reiteradas ocasiones su ceño se fruncía de manera muy marcada, se removió en la cama inquieto. Llame a Emmett pero él seguía aun sin contestar, sin que él se diera cuenta le administre un calmante suave, inyecte con gran cuidado en la piel de su brazo y el no pareció notarlo. Durmió hasta que el sol estaba casi poniéndose, yo seguía a su lado, como siempre. Pensé mucho, pensé en todo lo que nos habíamos dicho pero no sacaba ninguna conclusión, yo desde el principio había aceptado que esto fuera así y no era quien como para pedir un cambio, Edward no me amaba y por eso yo tenía miedo de amarlo sin ataduras, sentía que mi amor estaba ligado al miedo y a la inseguridad de nuestra relación, también sabía que ese estado era muy difícil de cambiar pero seguiría así porque aunque sintiera miedo lo amaba como jamás pensé hacerlo, el alejarme de su lado creo que sería lo peor que podría pasarme. El orgullo aquí no jugaba un papel muy importante.

― Bella— susurro buscándome por la habitación, aun parecía estar dormido, se removió en la cama, sus manos me buscaban a tientas— Bella— me volvió a llamar, me acerque a su cama, la oscuridad de la habitación no lo dejaba ver nada.

― Aquí estoy— le dije acercándome a su lado, tome su mano y me recosté junto a él, sabía que esta era mi rendición pero no me importaba, estar así resguardada en su pecho era lo único que necesitaba, por el momento. Mi cabeza descansó sobre su pacifico pecho, el corazón de él latía lento.

La mano de Edward paso por mi espalda y me pego a su cuerpo, soltó un enorme jadeo y pudo respirar en paz. Estuvimos así por más de una hora, solo abrazados sobre la cama, levante la cabeza y Edward tenía sus ojos cerrados, la respiración acompasada me decía que estaba en un profundo sueño. Edward no despertó mas, el calmante tenía que estar haciendo efectos en el, cuando el reloj marcaba casi las diez, me cambie pijamas y lo desvestí a él también. Nuevamente me recosté sobre su pecho y me perdí en el mundo de los sueños, uno que tenia por protagonista a un cabello cobrizo y unos ojos esmeralda.

A la mañana siguiente, abrí mis ojos con la fuerte luz que se colaba en la ventana, mis manos registraron la cama y me alarme al no sentir nada más que soledad en las sabanas. Abrí mis ojos con rapidez y me incorpore, mire hacia mis lados y la habitación estaba completamente vacía. Mi pecho se oprimió, esta era la primera vez en muchos días que no despertaba sola en la cama, me había acostumbrado a que lo primero que veía en la mañana fuera el rostro de Edward. Me puse mi bata de satén blanca y recorrí la habitación, no había rastro de el por ninguna parte el miedo comenzó a hacer estragos en mi ¿Dónde estaba? ¿Se había ido al trabajo sin despedirse de mí?, si había sido así tendría que acostumbrarme solo me quedaba una semana en esta casa y después de eso ya no habrían mas amaneceres con él ni nada por el estilo, estaba segura que nuestra "relación" estaba acabando, lo presentía. Salí de la habitación y quede sorprendida al ver a Will pasar con una enorme maleta hacia la habitación de Edward, camine rápidamente por el pasillo hacia la puerta, entre y vi a Edward parado mirando por la ventana y a Will llenando la maleta que había traído con la ropa de él, si hubiera podido habría caído al suelo de rodillas con una expresión de incredulidad, pero tenía que controlarme, respire algunas veces antes de que alguno se diera cuenta de mi presencia, Will giro su cabeza y me saludo.

― Buenos días Señorita Swan— me dijo con el mismo tono gentil de siempre, Edward al escuchar el saludo se giro inmediatamente hacia mí, sus ojos se veían tristes, tenía unas marcadas ojeras debajo de sus ojos y además su rostro mas pálido de lo normal.

― Bue… buenos días— salude con visible torpeza, camine lentamente por la estancia de la habitación hasta quedar en el medio de ella, Edward se giro hacia Will y le hizo una seña, el asintió con una reverencia y salió dejándonos solos.

― Ayer no tuvimos oportunidad de hablar— comenzó a decir serio y con una voz más fría que un iceberg— pero lamento decir que hoy tendré que salir de viaje

― ¿viaje? — tartamudee pero recordé quien era yo en esa casa, nadie— está bien— me corregí a mi misma— que te vaya bien— le desee y me gire para salir, estaba dicho, esto se había acabado

― Bella— me llamo con suave pero rígida voz.

― ¿Qué?— pregunte girándome

― Siento no habértelo dicho ayer, este viaje no estaba en mis planes.

― No te preocupes además eres dueño de hacer lo que quieras con tu vida, como te dije espero te vaya bien y que tengas un buen viaje, hasta pronto.

No espere a que me contestara, con el mismo orgullo mancillado salí de la habitación, camine rápidamente por el pasillo hasta la mía. Sentía mi respiración atrapada en mi garganta, algo como una pelota de llanto y jadeos se acumulo en ella pero mi mano fue más rápida para detener cualquier cosa que quisiera salir, no permitiría que él me viera flaquear, mi cuerpo se deslizo por la madera de la puerta cuando esta estuvo cerrada, las lagrimas estaba atoradas en mis ojos pero con un control increíble evite que se derramaran, no podía derrumbarme por un viaje ¿tan enamorada estaba como para sentir su partida? Si, lo estaba. El ponía tierra entre nosotros y lamentablemente yo no haría nada contra eso ¿cobardía? ¿Miedo? Claro que si, era la mujer más cobarde del mundo, incapaz de pelear por un amor, por ese que me hacia respirar, pensar y vivir, pero también por ese que no me daba nada más que sexo a cambio, ¿Qué era el amor para él? ¿Se habría enamorado alguna vez? No sabía las respuestas y creo que nadie en el mundo podría respondérmelas, solo él.

Sentí el arrastrar de las ruedas y muchos pasos, sentí unos aproximándose en el pasillo pero pasaron de largo, ida y vuelta, Will pensé solo para mí. Se había ido y ni siquiera se había despedido, el pecho ahora dolía aun más ¿Por qué sentía como si me hubiera dejado abandonada? ¿Por qué tenía la sensación de que jamás volvería a ser mío? ¿Acaso estaba prediciendo un acontecimiento venidero? ¿Edward me echaría a su regreso?, mis pensamientos se vieron interrumpidos, mi celular comenzó a sonar, estaba tan inmersa en mis pensamientos que por primera vez no me interesaba quien era, solo sentía el dolor de su partida y la soledad apoderarse de mi corazón.

Ese día lunes no quise comer, no quise salir, no quise ver a nadie, me refugie en las cuatro paredes que me daban cobijo y me ensimisme en el mundo de mis pensamientos. Al día siguiente mi cuerpo comenzó a trabajar muy temprano, me levante por la mañana y salí de la habitación que me resguardaba del mundo, baje por las escaleras buscando la nada, mi mente estaba muy lejos junto al hombre que la tenia poseída, llegue hasta las escaleras del primer piso y sentí unas voces reconocí la de Will de inmediato pero una voz ronca llego a mis oídos, no la reconocí como alguien conocido, llegue hasta cierta parte donde se podía mirar de donde provenían y me asombre al ver al hombre que acompañaba a Will. Una persona de gran estatura estaba parada frente al mayordomo, su cuerpo era fornido y de musculatura, la piel del hombre era morena pero su sonrisa destellaba en su rostro, el cabello lo tenía corto y de color negro azabache. Me estremecí cuando me fije bien, el tipo tenía aspecto de mafioso, sus ojos eran algo extraños, sentía algo malo cuando él hablaba.

― No entiendo porque osa venir aquí— le dijo Will con un tono que jamás le había escuchado, tenía la voz cargada de molestia pero aun así hablaba casi en susurros, me costaba trabajo saber lo que hablaban.

― Necesito hablar con Edward ¿Dónde está?— le pregunto con su grave voz.

― Ya le dije está de viaje, además hay visitas en la casa, váyase por favor,

― Hay vamos mayordomo ¿Edward tiene miedo de que la gente se entere quién soy? ¡por favor!— bufo

― Señor Black, le pido amablemente que se vaya

― Mira mayordomo lo único que quiero es que Cullen me explique porque no me ha llamado hace mucho que no me pide a ninguna chica, pensé que teníamos un trato, extraño sus pedidos él es mi mejor cliente y no estoy dispuesto a perderlo. ¿contrato a otra agencia?

― ¡no!— se escapo un grito de su pecho, miro hacia sus lados y siguió hablando— le pido que se vaya, el señor Cullen lo llamara cuando regrese al país.

― Solo necesito saber eso, ¿está llamando a otro proxeneta o no?— mi mente se congelo al igual que todo mi cuerpo ¿proxeneta? Este tipo era un proxeneta… "porque no me ha llamado hace mucho que no me pide a ninguna chica" de pronto esas simples palabras cobraron real sentido en mi mente, mi cabeza hilo todo lo que hacía falta y saque la respuesta, este hombre era el que le traía las mujeres con las que Edward se acostaba, sentí un escalofrió recorrerme por todas partes, mordí mi labio inferior, ahí estaba la confirmación más clara, Edward se había acostado con todas las mujeres que había visto entrar en su cuarto.

― ¡ya váyase!— le dijo, camine por las escaleras, Will casi palideció cuando me vio bajando, tenía la mirada fija en mi pero yo estaba mirando al hombre que podría responderme unas cuantas preguntas.

― Srta.… Srta. Swan— dijo el mayordomo, trago y volvió a hablar— ¿la he molestado?, perdóneme yo…

― Will, déjame a solas con el caballero— le dije haciendo uso de la calidad de visita que tenía, odiaba mandar a un hombre amable como el pero tenía que averiguar.

― Señorita yo…—

― Vete— le dije— Sr. Black, acompáñeme por favor— le pedí al hombre, me sentí totalmente cohibida por él, sus ojos llenos de libido y su sonrisa seductora me hicieron casi vomitar.

― Claro que si, señorita— me respondió, caminamos hacia la biblioteca, el hombre entro y cerré las puertas cuando estuve dentro de la sala— ¿Quién es usted?— me pregunto con voz suave

― Isabella… pero eso no importa quiero saber ¿Quién es usted?— el hombre se acerco y tomo mi mano, beso la parte de arriba y me miro

― Jacob Black, es un verdadero placer conocerla.

― ¿trabajas para Edward?— pregunte

― Si

― ¿desde cuándo?

― Algunos años

― ¿tu le mandas a esas mujeres con las que se acuesta?

― ¿Quién es usted? ¿su novia?— pregunto con risa burlona

― No pero quiero saberlo ¿necesita algún incentivo monetario para responder mis preguntas?— el tipo me miro sorprendido pero desplego nuevamente la sonrisa.

― No, pero tal vez…— se fue acercando

― Ni siquiera lo piense o le juro que no volverá a ver la luz de día— me crispe completamente, el tipo lo único que quería era follarse hasta la mesa que tenía en frente, su cara de libidinoso lo delataba

― Muy bien chica ruda, me caes bien— sonrió— ¿Qué quieres saber?

― ¿Hace cuando que Edward no te pide a una chica?

― Hace una semana más o menos, le mande a una a su oficina hace algunos días pero desde ahí nada— mi pecho fue atravesado por un puñal, hace más o menos una semana que había tenido mi accidente. Yo estaba en su casa mientras él se revolcaba con una prostituta en su oficina.

― ¿nada mas?— me pregunto al ver que me quedaba callada, negué con mi cabeza y reprimí con fuerza las ganas de llorar— bien, entonces me retiro, dile a Cullen que me llame cuando vuelva, quiero saber de él y si estas libre algún día en la noche llámame y sale conmigo— dijo el muy descarado— aquí te dejo mi teléfono— saco de su bolsillo una tarjeta y la puso sobre el escritorio, paso muy cerca mío respirando mi aroma, un escalofrió recorrió toda mi espalda y mi estomago casi se volcó en ese mismo instante.

El hombre salió de la habitación cerrando la puerta, mi cuerpo estuvo a punto de colapsar, me afirme de una de las sillas y solté un jadeo de dolor, Edward había estado con mujeres después de que yo había comenzado a relacionarme con él, no podía sentirlo como una traición ya que lo nuestro ni siquiera tenía un nombre pero dolía, dolía mas que nada en el mundo, era terrible pensar que mientras se acostaba conmigo lo hacía a la vez con otras, no pude evitar sentirme sucia y utilizada.

Salí de la biblioteca, Will intento detenerme en el camino hacia el segundo piso pero no lo logro, camine sin rumbo hasta que llegue a la habitación que menos quería ver, la del piano. Me pare en la puerta y llore, lo hice como jamás pensé que lo haría, Edward me había traicionado sin saberlo, mi confianza estaba por el suelo al igual que mi autoestima. Entre en aquella habitación que tantos recuerdos me traía, me senté sobre el piso de madera y abrace mis rodillas la vista no se despegaba del piano, parecía una patética rutina pero ¿Qué más podía hacer? El no estaba, yo estaba sola en su casa sintiendo su vacio a cada momento y mas encima me enteraba de cosas que jamás había pensado ¿podría empeorar mas este día? El teléfono de la casa comenzó a sonar, ya habían pasado algunas horas y yo seguía allí sentada, solo contemplando el piano. Unos pasos me hicieron reaccionar.

― Srta. Swan— dijo la voz dulce de Margarite.

― Dime— le dije pasando mis manos por mis ojos, secando las lágrimas. La mucama me miro con pena

― Tiene una llamada

― ¿de quién?— pregunte extrañada, ¿Quién podría llamarme?

― Me dijo que era un amigo suyo pero no dio su nombre, dice que es importante.

― ¿un amigo?— pregunte con dudas, tome el teléfono y le agradecí— ¿diga?— pregunte

― ¿eres Isabella Swan?— me pregunto la voz de un hombre, tenía un timbre que por más extraño que fuera me recordaba a alguien.

― Si, lo soy ¿Quién habla?

― Carlisle Cullen— mi cuerpo se puso rígido, ¿Carlisle Cullen?, el nombre no me decía nada pero su apellido me lo decía todo.

― ¿Quién es usted?— pregunte con nerviosismo, mi cuerpo comenzó a temblar. ¿le habría sucedido algo a Edward? temí lo peor.

― ¿no sabes quién soy?— bufo— ¡claro! Es obvio que no lo debes saber, bueno soy el padre de Edward, el hombre con el que te estás acostando.— el sudor que se desplazaba por mi espalda me hizo tiritar, abrí mi boca sorprendida por las palabras del hombre, era el padre de Edward y lo peor de todo sabia de mi relación con él.

― Discúlpeme señor… pero yo…— intente replicar

― Mire niñita seré breve, tu estas acostándote con mi hijo pero te quiero fuera de su vida ¿Cuánto me cuesta que te alejes de él?— parecía estar desconectada de todo, no entendía nada, ¿Cómo el padre de Edward se había enterado de lo nuestro? Y lo peor de todo ¿Por qué quería que me alejara del?

― No me ofenda— reaccione de mala manera, la ira se apodero de mi— ¡usted no es nadie para decirme lo que tengo o no tengo que hacer!— le grite con odio

― ¿no me digas?— se burlo— todas las personas tienen un precio y tú no eres la excepción, quiero saber cuánto me sale que te alejes de mi hijo, no te quiero cerca y si ya te embarazaste para atarlo pondré más dinero en la cifra para que pagues por el aborto— en ese momento me sentí morir, mi mano libre se fue a mi vientre, si yo estuviera embarazada de Edward seria el regalo más hermoso que la vida podría darme, un milagro. Mis ojos se aguaron al instante, Carlisle Cullen, el padre de Edward no me quería ni a cinco centímetros de su hijo y lo peor de todo es que ni siquiera le interesaba si él había echado raíces en mí.

― ¿Qué demonios está diciendo?— no podía aguantar una aberración como esta— ¡usted es un asco!— le dije sin remordimientos, sentí mi corazón y mi alma retorcerse en mi interior, mi estomago sintió el mismo dolor que todo mi cuerpo.

― Solo soy realista, no quiero a mi familia involucrada con una arribista norteamericana, te quiero fuera de la vida de mi hijo, pone la cifra y será tuya pero vete de su lado además el está comprometido así que pierdes tu tiempo amarrándolo, nunca dejaras de ser su querida— soltó sin más, sentía el cielo caerse sobre mí, si ya me sentía mal creo que ahora podría derrumbarme sin problemas.

― No se preocupe que jamás aspire a mas pero lo que él y yo hagamos es nuestro asunto, no se entrometa.

― Ya lo sabes, pone la cifra pero aléjate de la vida de mi hijo, el ya está comprometido y no dejare que atentes contra su futuro matrimonio si no lo haces juro que te arrepentirás, te volveré a llamar mañana— se sintió un ruido e inmediatamente salió el tono del teléfono, el hombre me había colgado.

Las lágrimas se desataron sin control, un grito de dolor se desprendió de mi pecho, tire el teléfono contra la pared y este se rompió en mil pedazos. Esto era demasiado, ninguna alma podría resistir tanto dolor. Jamás había pensado en la posibilidad de que él estuviera comprometido, si es que lo estaba, ¿debería creerle a su padre? ¿El realmente estaba prometido para casarse? ¡Demonios! Tantas dudas, tantos secretos. ¡No sabría ni por donde comenzar a preguntarle!, sentí los pasos de alguien en el pasillo, la figura de Will se apareció en la puerta sus ojos vagaron de mi hacia el teléfono completamente destrozado.

― Srta. Swan ¿está usted bien?— me pregunto con apremio

― Lo estoy, lamento lo del teléfono dígale al señor Cullen que me lo descuente de mi paga semanal— el mayordomo me quedo mirando extrañado por mi respuesta, no le tome importancia a sus miradas y Salí enfurecida de la habitación. Mas que furia lo que sentía era rabia y dolor conmigo misma, ¿Cómo había sido tan imbécil para dejarme engañar?, los objetos que habían dentro de esta casa no serian suficientes para lanzarlos y aplacar mi furia.

Recorrí como alma que lleva el diablo cada metro de la casa, no sabía dónde ir, no sabía qué hacer. Lo único que deseaba era salir de allí, sin más fui por mis documentos y mi celular, marque el numero de la única persona que quería ver en este momento.

― Necesito verte urgente— le dije con ansias— Rose es muy importante— la urgí

― Si está bien, ¿pero qué pasa? ¿estás bien?

― No, necesito verte.

― Está bien, el café de Bock en media hora más.

― Ok, nos vemos.

Baje las escaleras con rapidez, esquive a unas cuantas mucamas en el camino, no quería ver a nadie ni responderle nada a nadie.

― Srta. Swan ¿Dónde va?— pregunto Will a mis espaldas, iba de camino hacia el portón de la casa y el estaba gritándome de atrás.

― Vuelvo más tarde— le dije y Salí, lamentaba descargar mi rabia en el pero no tenía otra opción, estaba furica y lo peor de todo es que sentía la decepción mas grande de mi vida, Edward no podría haberme mentido tanto, no podía.

Llegue al café casi corriendo, me sentía nerviosa y preocupada ¿Cómo demonios iba a enfrentar todo esto? Rosalie entro a los pocos minutos después en el mismo estado, me puse de pie y abrace a mi amiga, el llanto y lo sollozos reprimidos salieron a la luz con fuerza bruta, no me importaba donde estuviéramos solo quería llorar. Cuando estuve más calmada nos sentamos a tomar un café.

― Bella ¿Qué demonios pasa?— me pregunto— estoy demasiado preocupada, ¿sucedió algo? Tu padre y tu hermana están muy bien, si es por ellos…

― No Rosalie no es por ellos, te contare lo que paso.

Comencé a contarle a Rose desde mi fallida declaración de amor hacia Edward, el rostro de Rosalie se convirtió en una exposición de caras y emociones. Sus gestos iban cambiando a medida que relataba lo que había sucedido, su rostro se crispo y cambio a un rojo incandescente cuando le conté lo del padre de Edward.

― ¡Es un viejo de mierda!— grito haciendo que todos se nos quedaran viendo

― Lo sé, pero ¿Qué puedo hacer?

― Dile a Edward lo que sucedió Bella, no se lo ocultes.

― ¿y tú crees que me creerá? Es la palabra de su padre contra la mía— su querida, dije en mi mente y mi cuerpo dolió solo con decirlo

― ¡debería creerte Bella!— dijo enojada, sus puños estaban apretados— ¡maldito viejo! ¿Cómo se le ocurre hablarte así! ¡te intento sobornar!

― Lo sé, lo peor de todo fue la parte del aborto, eso me mato— le confesé clavando mi mirada en la taza de humeante café.

― ¡maldita sea! Odio que te humillen Bella, no dejes que él te amedrente.

― No sé qué hare Rose, no sé, mi amor por Edward es grande pero no tengo de que alimentarlo, el sexo es algo físico, alimenta solo el cuerpo no el corazón.

― Te entiendo, Bella no sé cómo ayudarte— me dijo con la cara llena de dolor

― Ya lo ha hecho Rosalie, creo que hoy tomare una decisión, Edward vuelve entre mañana y pasado cuando llegue tendré que hablar con él, será por la despedida o para contarle lo que paso, aun tengo que decidirlo

― ¡Dios Bella!, esto era exactamente lo que yo no quería que pasara— se lamento

― Pero ya sucedió, contra eso no hay nada más que decir, esta noche tomare una decisión.

Ni siquiera sabía que iba a pasar, lo único que tenía claro era que debía tomar una decisión, mis posibilidades saltaban a la vista: me quedaba con Edward solo para ser su querida hasta cuando él quisiera o me separaba de él y me olvidaba de todo lo que alguna vez tuvimos, la segunda opción implicaba dejar de sufrir por él pero comenzar a hacerlo por amor. Estuve con Rose lo que quedaba de la tarde, ella me acompaño, me consoló y trato de darme un poco mas de ánimos. Estar con mi amiga ayudaba bastante a alivianar la carga que tenía en mis hombros, la decisión que debía tomar pesaba más que cien cosas sobre mi espalda. Llegue a la mansión casi al anochecer, Will estaba esperándome paciente al lado de la puerta, evadí sus preguntas y me fui a mi habitación pidiendo no ser molestada. Cuando entre di un enorme respiro de tranquilidad, lo único que quería era estar alejada del mundo ¡quería paz! Pero debía hacerlo de manera correcta si todo salía bien mi situación mejoraría dentro de unos pocos días mas y ya todo volvería a la normalidad, debía ser paciente y esperar.

Las horas pasaron y no sabía qué hacer, me sentía aprisionada en estas cuatro paredes, la habitación cada vez se hacía más pequeña, estaba tan aburrida de estar sola y eso que solo llevaba algunas horas ¿Cómo sería si Edward desaparecía de mi vida para siempre? ¿Moriría de amor por él?, quizás si… esperaba tener un poco de resistencia al menos. Sin nada más que hacer o pensar prendí la televisión, tenía en mi habitación un enorme plasma, yo nunca había visto televisión seguido, no era fanática y además por mis turnos en el hospital me costaba mucho engancharme con cualquier programa, siempre que comenzaba a ver uno nunca lo podía seguir. Hice un poco de zapping y lo de en un canal de espectáculos, me tire hacia atrás cerrando mis ojos y sintiéndome acompañada solo con las voces que salían de los parlantes del televisor. Pensé, pensé, pensé, pero nada salía de conclusión, no sabría ni siquiera como decirle a Edward, "¿sabes? Supe que tenías una novia escondida y quiero saber si es cierto ¿lo es?", sacudí mi cabeza violentamente para librarme de esas ideas estúpidas, era lo suficientemente inteligente para saber que él no me respondería algo agradable si yo iba a preguntarle así.

― Y ahora vamos con la cobertura de la fiesta de premiación de los empresarios europeos más importantes del año— escuchaba la voz de la locutora lejana, el sonido de la televisión me relajo de cierta manera. Quizás mi situación mejorara y todo cambiaria entre Edward y yo… o tal vez no— y como otra pareja invitada tenemos al sexy y codiciado soltero de hierro, Edward Cullen— el solo pronunciar de ese nombre hizo que mi cuerpo reaccionara y mi piel se llenara de energía, me levante enérgica para mirar la pantalla pero admito que fue el peor error de mi vida, ahí tenia la prueba más grande de que él no era mío y jamás lo seria.

― Que hermosa pareja hacen ellos dos ¿no lo crees?— le pregunto un locutor a la otra.

― Si, tenemos a Edward Cullen empresario y dueño de Cullen Enterprise y a la distinguida hija del primer ministro ingles la señorita Sussan Chadwick, toda Inglaterra rumorea que hace solo unos días el compromiso de ellos dos se fijo y que es por eso que Cullen ha venido a Europa de viaje, a ultimar los detalles del pronto matrimonio

― ¿no lo creo?— decía una voz extasiada y curiosa

― Si, según nuestras fuentes ellos viven un acalorado romance, creo que por fin nació la mujer que cazo al magnate de Hierro y rompecorazones de Europa, ¿será el fin de las andanzas de Cullen?.

― Al parecer este ya fue cazado— mi garganta se cerraba mas y mas, el pasar de las palabras era el momento más tortuoso de mi vida, la imagen que tenia al frente era del hombre que amaba, quien llevaba a otra mujer de la mano, a su prometida. Edward estaba en la televisión en una importante fiesta en su país con la mujer que me había señalado su padre, era alguien hermosa, de cabellos rubios como el sol y de ojos tan verdes como los que tenía el. Ellos se veían como ángeles, sin duda eran la pareja perfecta.

Tome el control del televisor y lo apague, mi cabeza cayó sobre mis manos y llore, lo hice como lo había hecho todo el día y como no lo volvería a hacer nunca más, en ese momento deje salir todo lo que me oprimía el corazón, no sería una más, no arruinaría mi vida, el amor y mi corazón los alejaría del dolor. El llanto fue fuerte y angustioso, mi cuerpo cayó sobre la cama y abrace mis rodillas con mis brazos, mi alma se ennegreció de tanta pena que tenia. ¿Qué había hecho para tener un castigo así?, no lo sabía y esperaba que alguien pudiera decírmelo. No sé cuanto rato estuve llorando pero cuando me pare solo tenía una cosa en mi mente, salir de allí.

Tome mi maleta y comencé a guardar mis cosas, tenía que salir, tenía que partir, no podía seguir estando bajo las paredes donde él me había engañado y donde había descubierto este amor que me consumía el pecho, me estaba quemando lentamente y estaba segura que lo haría por lo que restaba de mi vida, estaba condenada a morir de amor por él. Mis manos trabajaron rápidas, la noche ya estaba instaurada en el cielo pero no me importaba, tenía que escapar. Cuando todo estuvo guardado tome mi celular y marque a Rose.

― ¿Qué sucede?— pregunto preocupada.

― Tengo que salir de aquí— le dije con voz apagada

― ¡demonios! ¿paso algo ahora?— me pregunto

― No, solo descubrí que jamás podremos estar juntos, yo no tengo cabida en su mundo, jamás podría encajar en su vida. Lo nuestro nunca dejo de ser sexo y jamás evolucionara en otra cosa.

― Bella, Bella, Bella— decía ella tratando de persuadirme

― Ya tome la decisión, esto quedo hasta acá— tenía mis ojos rojos, hinchados y llenos de lagrimas que aun esperaban por ser derramadas, esta sería una noche muy larga— no puedo permitir que destroce lo que queda de mi, mi corazón ya fue mutilado, lo único que me queda es este cuerpo que un puede resistir sin tener la fuente de vida junto a él.

― Bella por dios… ¿Qué sucede?— pregunto nuevamente casi chillando

― Nada amiga solo lo que ya te conté, este mundo no tiene cabida para mi amor es por eso que me iré a un lugar para enterrar este sentimiento

― Bella ¿Qué demo…?

― Después te llamo, nos vemos— le dije y corte, cambie el estado del móvil al silencio y de inmediato ella comenzó a llamarme, sabía que estaba preocupada pero tenía muchas cosas que resolver aun, cuando ya tuviera todo listo podría decirle mis planes.

Busque fuerzas en lo más profundo de mi alma y trate de hacer todo lo que ya tenía pensado, lo primero era salir de allí. Camine por los pasillos con mis maletas en la mano, me encontré en el camino con varias de las chicas sus rostros mostraban expresiones de horror y de duda, trate de evitarlas a todas y de seguir mi camino. Llegue hasta el hall de la casa y escuche un trote desde uno de los pasillos, Will llego a mi lado con su pelo desordenado por la corrida y con su respiración agitada, era la primera vez que lo veía con un semblante que saliera de su correcta postura.

― ¿Qué sucede Señorita?— pregunto mirándome y a las maletas que traía. Su rostro cambio a una expresión de completo horror— Señorita ¿Qué está haciendo?— deje las maletas en el suelo en intente sonreír.

― Estaré en la biblioteca Will, no dejes pasar a nadie— el hombre ni siquiera pudo asentir, me moví con lentitud, cada vez que caminaba por esa casa miles de recuerdos venían a mi mente y dolía aun mas. Mi pecho se retorcía con el dolor de este amor no correspondido.

Entre en la enorme habitación, las puertas a mi espaldas se cerraron. Camine por la estancia llegando al enorme escritorio, me senté en la silla en la que lo había visto innumerables veces sentado, mi garganta se apretó y las lagrimas amenazaron con salir pero reprimí todo eso y comencé a hacer por lo que había venido hasta aquí, escribiría mi despedida hacia Edward. Busque con un poco de ansia una hoja blanca y una lapicera, pensé largamente cuales serian las palabras correctas para decirle adiós, sabía que el después de lo que pusiera no me buscaría así que tenía que escoger mis últimas palabras cuidadosamente. Comencé a escribir lo que se venía a mi mente, cada palabra agregaba aun más dolor a mi alma, mi amor estaba roto y partido en mil pedazos ¿Cómo pegas aquello que ya no se puede unir? ¿Cómo armas un amor destruido que no tiene un futuro en donde recuperarse?... escribí cuanto pude, cuanto mi corazón y el llanto que tenia a punto de salir me dejaron. Mi amor, mi amante, mi protector… muchos adjetivos tenia Edward en mi vida pero solo uno era el que me importaba, mi razón de ser, el en solo unos meses se había convertido en parte de mi cuerpo, me sentía como donando un órgano vital aun estando viva, moriría en el mismo momento que me lo sacaran, moriría en el mismo momento que pisara fuera de esta casa.

Firme con un hasta siempre, porque ni siquiera sabía que podría pasar, esperaba no verlo nunca más, no quería que cuando la herida estuviera un poco menos dolorosa se volviera a abrir, por eso partiría lejos, donde nadie me conociera donde el no me pudiera encontrar, tenía que huir, tenía que dejar este dolor y este amor atrás. Esta noche me marcharía de esta ciudad sin ni siquiera mirar atrás. Cerré el sobre y lo deje sobre su escritorio, mire el papel blanco por última vez y la habitación que lo resguardaría hasta que el volviera.

― Te amo, Edward Cullen y aunque duela jamás me arrepentiré de hacerlo— susurre en la soledad de la biblioteca, camine hacia las puertas y Salí, afuera me esperaba Will, su rostro estaba completamente desencajado, mas pálido de lo normal.

― Señorita…— comenzó a hablar pero le hice una seña para que se callara

― Me voy Will, quiero darte las gracias por todo, ha sido una persona muy amable y gracias a tus atenciones a las de las chicas me sentí muy bien el tiempo que estuve aquí. En el escritorio deje una carta para Edward, encárgate que la vea cuando vuelva— el hombre asintió— espero que todo en tu vida marche bien, te deseo lo mejor y nuevamente gracias por todo— el hombre se acerco a mí y tomo mi mano, me sonroje levemente con su gesto, beso la piel de ella y me miro.

― El placer fue todo mío, usted siempre será la señorita de esta casa, ha sido un honor servirla— al escuchar esas palabras un quejido se soltó e mi pecho, me daba pena, dolor, angustia pero tenía que ser fuerte este era el primer paso, tenía que darlo como corresponde.

― Gracias— le dije y me dispuse a partir, me acerque a mis maletas…

― No se vaya— me pidió, sonreí dándole la espalda y me gire

― No tengo nada que me retenga aquí

― Si lo tiene— me corrigió

― Usted ha sido la luz que entro en esta casa señorita, no debería decir esto ni tampoco salirme del protocolo de trato pero me permito decirlo ya que es muy importante que lo sepa— me quede en silencio y espere que le hombre continuara— cuando usted llego a esta casa las cosas cambiaron inmediatamente, volví a ver al señor… feliz, sonreía, pasaba tiempo en casa a pesar de su enfermedad, usted le dio vida, le dio lo que a él le faltaba.

― Yo no…

― No trate de subestimar lo que hizo, le aseguro que he sido testigo fiel del cambio, usted es una persona muy importante para él, me atrevería a decir hasta que tiene un enorme sentimiento hacia usted, no crea en todo lo que le dice, Edward Cullen es un hombre con un corazón de hierro pero que ama más que cualquiera que pise en esta tierra.

― ¿lo quieres mucho verdad?— le pregunte al ver la devoción con la que hablaba.

― Creo que si hubiera tenido un hijo, me hubiera gustado que fuera como él. Un hombre fuerte, de carácter, compasivo, benevolente…

― Frio, orgulloso…— agregue

― No, el solo se hizo de las situaciones que le tocaron vivir, si tan solo usted conociera su…

― No hay tiempo Will, es momento de partir. Debo alejarme de él…

― ¿Por qué? Señorita el estará aquí en un día, espérelo y hable con él, le aseguro que todo esto debe ser un mal entendido.

― No Will, ya no hay tiempo. No resisto otra desilusión mas— el mayordomo negó con la cabeza y por su rostro paso una ráfaga de dolor— lo siento mucho pero es hora de partir— tome mis maletas y me despedí— hasta siempre William Lickwood, ojala la vida nos reúna alguna vez mas.

Abrí la enorme puerta y Salí en dirección hacia la entrada, antes de salir me gire hacia la enorme casa que estaba a mis espaldas. En ella había dejado todo, mis risas, mis sueños, mis ilusiones, mi amor, mi corazón. Aquí dejaba todo lo que alguna vez me importo y por lo que soñé, Edward Cullen el hombre con el corazón de hierro me había hecho enmaromarme como una loca y perder la cabeza por él, me había destrozado lo que sentía por él y había marcado mi vida por siempre, ahora tenía que partir, lejos, donde ni él ni nadie pudieran encontrarme. Salí de las rejas y la oscura noche fue lo único que me acompaño, en este momento dejaba atrás mi vida y todo lo que me ataba a ella, caminaba hacia un futuro incierto a uno en el que tenía que sanar mis heridas, curar mi cuerpo y mi alma además de buscar la razón por la cual seguir viviendo, un futuro que solo tenía soledad por delante y de lo único que estaba segura era que Edward no estaría incluido en ninguna parte de él, era mi nueva y triste realidad.