Capítulo 14 Arrepentimientos
Camine a tientas por la oscuridad y aún estaba mareada producto de los sedantes que me había dado Emmett hace un par de horas para poder dormir y dejar de llorar. Había pasado un par de semanas y aún tenía ese sentimiento horrible de merecer todo lo que estaba pasándome. Quería correr en busca de mi pequeño hijo pero lo que había dicho mi madre me tenía asustada.
- Sí tratas de quitárselo o siquiera de ir a las autoridades a denunciarlo Edward lo hará contigo me lo advirtió, lo que trataste de hacer con tu hijo cuando supiste que estabas embarazada es un delito. Te acusará de ser inestable, de ser una suicida, ¿Crees que un tribunal te de la custodia después de saber eso? Te destruirá y eso destruirá a nuestra familia y no podemos permitir que tu pecado arrastre a Ángela, piensa en mi, piensa en la memoria de tu padre, no empañes su memoria con un escándalo como este
Me había pedido suplicante con los ojos llenos de lágrimas cuando quise correr a la policía.
- Aún podemos redimir tus pecados Bella
Insistió con la voz tierna y dulce y ¿Acaso podía ser perdonada?, pensé desesperada por una absolución que no llegaría, no si no era capaz de enderezar mi vida. Después de mucho luchar conmigo misma lo decidí, esa noche iría a hablar con él.
- Tengo que hacerlo, tengo que hacerle entender
Me dije decidida a ir en su búsqueda, esta vez mi madre no iba a detenerme, tenía que lograr que Edward me perdonara, había sido una tonta, había sido débil aún cuando mi madre me había suplicado había cedido pero no más.
Mientras caminaba hacía la sala de estar trataba de hilar una explicación coherente para él, quería decirle tantas cosas, quería que me escuchara, si tan solo me escuchaba podría detener esta pesadilla y podríamos intentar ser felices ambos con nuestro hijo.
Aún no tenía un plan diseñado pero fue su voz la que me congelo en mi posición y nuevamente fui incapaz de moverme. Mi madre estaba despierta y eso que era casi media noche susurré apegando mi cuerpo contra la pared del pasillo que daba a la sala de estar, me inundo la desesperación y la desolación otra vez.
Por qué el destino se empeñaba en hacerme las cosas difíciles y justo cuando tenía el valor suficiente para luchar allí estaba mi madre asechando mis planes. Me quede espiando y mi sorpresa fue mayúscula cuando advertí quién la acompañaba a estas altas horas de la noche.
- ¡No puedo creer que fueras capaz de semejante monstruosidad!
Grito enojado el Padre Alfonso, su voz ronca y furiosa hizo que pegara un brinco del susto.
- Shhhh, baja la voz, Bella puede oírte.
Exclamó mi madre en un susurró casi inaudible pero cargado de molestia.
- ¡Por dios santo Renée, Bella es tu hija!
Agrego pero mi madre lo interrumpió
- Hice lo necesario para alejarla del mal, Dios lo hubiera querido así
Exclamó segura a modo de pretexto y eso pareció enojarlo aún más
- ¡No blasfemes!
Espetó aún más furioso, jamás le había sentido hablar así generalmente él era muy amable y comprensivo pero había perdido la paciencia con mi madre, y eso que ellos eran amigos de años.
- Ella estaba en pecado no podía quedarme sin hacer nada, ese niño era producto del pecado debía separarla de ellos, de ambos, y no había otra alternativa.
Justificó mi madre y mi corazón se encogió. Mi juicio se nubló y fue como un balde de agua fría, algo hizo eco en mi interior y la pena mezclada con la rabia me inundo. – Mi propia madre – me repetí y las imágenes de Edward llevándose a mi pequeño hijo dejándome tirada en la mitad de la escalera sin importar mi suerte recobraron una fuerza impresionante. De pronto perdí la noción del tiempo y de la realidad.
- Eres un monstruo Renée, Charlie jamás hubiera querido ver a su hija destruida en la manera en que tu torcida, egoísta y desquiciada mente lo ha hecho
Siseó el Padre Alfonso ahora un poco más calmado pero aún molesto, sentí el ruido de una silla, lo que me llevo a deducir que alguno de los dos se había levantado de su posición.
Un sentimiento desconocido para mi me embargó comencé a odiar a mi madre y a mi misma por haber permitido que me manipulara de la manera en que lo había estado haciendo los últimos días al insistirme que retomará mi vocación religiosa para acallar los sentimientos de culpa que estaba teniendo.
- No seré tu cómplice en esto, tu hija no necesita alejarse de Edward necesita alejarse de ti
Agregó y sentí el ruido de sus pasos aproximarse hacía mi posición.
- Debes ayudarme no por mí ni por nuestra amistad, sino por la amistad que tenías con Charlie, debes ayudarme a que Bella ingrese al convento y evitar que su deshonra inunde la memoria de Charlie y de nuestra familia, necesito alejarla para siempre de aquí – hubo un silencio hasta que ella continuo - Alfonso si no lo haces los destruiré, ¡destruiré a Edward y a ese mocoso de una buena vez!.
Exclamó mi madre desesperada y fue entonces cuando perdí el juicio completamente y sin dudarlo me abalance contra ella sin detenerme a pensar que eso marcaría mi vida y la de ella para siempre.
- ¡No Bella detente!
Sentí gritar al Padre Alfonso y luego todo se fue a negro.
Esa era el recuerdo que más latente tenía y que se había transformado en una pesadilla recurrente, desperté como siempre sobresaltada con mi respiración agitada y el latido de mi corazón punzante en mi garganta. Abrí mis ojos solo para comprobar que había flaqueado y de la peor forma, había comenzado nuevamente mal las cosas, cometiendo error tras error pensé mirando el techo de su departamento sintiendo su cuerpo tibio sujetar él mío.
Edward aún estaba dormido y tenía sus brazos rodeando mi cintura, me tenía sujeta tan fuerte contra él como si tuviera miedo de que me fuera y desapareciera. Me giré cuidadosamente poniéndome de lado, observé su rostro tranquilo y despreocupado mientra dormía. No pude evitar deslizar mis dedos por su nariz y luego por su barbilla acariciando ese rostro tan perfecto que me había cautivado tantos años atrás, lo hice hasta que un ruido me distrajo, nuestro hijo estaba parado en el umbral de la puerta de su dormitorio, mirándonos.
Cuando me incorporé esté se giró y salio corriendo por el pasillo sin que yo pudiera evitarlo. Me levanté y tomé la camisa de Edward que estaba a los pies de la cama y salí tras él.
Mi pequeño hijo estaba sentado en el sofá de la sala con el control remoto en la mano cambiando de canal con la misma sonrisa torcida que había heredado de su padre. Eran las siete de la mañana y él parecía tan lucido y despierto que me sorprendió.
- ¿Qué haces levantado tan temprano?
Le pregunté acariciando su pelo y besándolo en la frente. El se rió.
- No es tan temprano, usualmente despierta a las seis.
Me corrigió Edward mirándonos desde el pasillo, recogió algunos juguetes del suelo y se los entregó a nuestro hijo, lo beso en la frente y luego me beso a mí. Yo lo bese con los ojos abiertos sorprendida y un poco asustada por como se estaban dando las cosas después de todo lo que habíamos vivido.
- Así que eres un madrugador.
Comenté riéndome nerviosa por la actitud que estaba teniendo Edward conmigo pero era lógico después de lo que había pasado con nosotros la noche anterior, no podía esperar indiferencia o tal vez sí, me pregunté temerosa.
- Y un comilón
Agrego esté abriendo el refrigerador, tenía entre sus manos la botella de leche y se manejaba tan bien que incluso me sentí torpe observando como preparaba el desayuno de nuestro hijo. Lo deje en el suelo y este salio disparado a encontrarse con su padre tomando entre sus manos la mamadera que le ofreció, nos miró y luego corrió hasta su cuarto.
Nos quedamos mirando y yo me mordí el labio nerviosa.
- Te asienta el verde
Comentó Edward sin sentido refiriéndose a su camisa, me sonreí. Miré a todos lados y advertí mi ropa regada por todo el departamento. Comencé a recoger las prendas hasta que nos encontramos nuevamente, el sujeto entre sus manos mi polera al igual que yo. Su mirada estaba fija en la mía, pase saliva hilando en mi mente las palabras coherentes para decirle que lo había pasado anoche no significaba que yo había vuelto para quedarme junto a él, aún había muchas cosas que decir, muchos cabos sueltos que atar. ¡Pero a quien engañas, mueres por estar nuevamente en sus brazos! Me grito la vocecilla en mi interior que yo creí acallada hace tantos años y que hoy parecía tan viva como siempre. Iba a hablarle cuando el sonido de las llaves en la puerta nos distrajo, la puerta se abrió y una mujer que podría haber sido su hermana mayor entro al departamento, mi hijo se abalanzó sobre ella corriendo.
- ¡Abuela!
Grito riéndose, la mujer lo cargó y nos quedo mirando fijo, más a mí que a él, hubo un tenso minuto en que pensé que iba a reclamarme por mi presencia allí pero su expresión cambio de la sorpresa a la suavidad y comprensión, estaba sorprendida de verme pero no molesta. Al acto me percaté que tal vez su mirada no era porque yo estuviera ahí sino por como estaba vestida en la mitad de la sala del departamento de su hijo, cuatro años después de todo lo que había pasado, sin poder controlar un rubor inundo mis mejillas - ¡Perfecto, bonita impresión has causado! - Me grito la vocecilla interna y quise enterrarme en ese momento, que me tragará la tierra. Esme se dio cuenta de aquello y sus labios se curvaron en una sonrisa, yo tosí ocultándome tras el cuerpo de Edward, una cosa era que él me viera en esa facha y otra que su madre nos viera a ambos recién levantados dándole una idea de lo que había pasado entre nosotros la noche anterior.
- Veo que ya no necesitarás que cuide de Anthony
Advirtió con una voz picará y yo baje la vista al suelo incomoda.
- Será mejor que me vaya
Concluí por lo bajo mientras me separaba de él y me dirigía a la habitación para cambiarme, entre y cerré la puerta tras de mí. Me cargue en la madera unos segundos ¡Perfecto! Me dije nerviosa mientras comenzaba a vestirme. Estaba en el baño terminando de arreglarme el pelo cuando sentí la puerta de la habitación. ¡Sólo di la verdad! me dije a mi misma mientras me daba un último vistazo en el espejo.
- No te preocupes por mi madre, ya no esta, llevó a Anthony a pasear
Me comentó y solo sonreí de vuelta nerviosa, las palabras no me salían de la garganta tenía un nudo en está. Él se acerco pero yo lo esquive, me senté en el borde de la cama y me puse los zapatos.
- No me preocupa ella, lo que me preocupa es que se llevo la impresión equivocada
Dije finalmente armándome de valor sin mirarlo a los ojos, sabía que con eso iba a romperle el corazón pero no era menos cierto también que lo que habíamos hecho anoche no lo habíamos pensando, habíamos actuado por instinto, por un deseo retenido, ¿nos amábamos realmente o habíamos tratado de borrar el dolor, de escapar de la rabia y la pena? Me pregunté por un segundo hasta que él se acerco, se hinco frente a mí, me puso su mano en mi barbilla obligándome a mirarlo a los ojos.
- ¿impresión equivocada?
Me preguntó con tristeza y mi corazón se apretó ¡Pero que estas haciendo! Me grito mi yo interior, asentí lentamente quitando mi rostro de sus manos. Abrí la puerta para irme, quería huir, quería estar lejos, debía buscar en el fondo de mi corazón la razón para estar con él que no fuera mi hijo, debía encontrar mis verdaderos sentimientos, debía perdonarme a mi misma para poder perdonarlo a él y rehacer mi vida. Hacer el amor con él había sido lo mejor que me había pasado en estos años pero también era un sentimiento encontrado de angustia e inseguridad. Me sujeto por el brazo, hizo que mi cuerpo se girara para encararlo.
- Dime que lo único que nos une es nuestro hijo y te dejaré en paz, esta vez no lucharé si tú no quieres luchar.
Exclamó pero lo cierto era que no quería volver a cometer más errores, no quería iniciar algo que terminara tan mal como la otra vez, quería que las cosas si debían ser estuvieran bien de un comienzo, limpias, no marcadas por el resentimiento, y lo cierto era que aún no podía decir cual sentimiento era más fuerte en el fondo de mi corazón.
Tomé su manos con la mía y la quite de mi brazo. Tragué aire para que la voz no se me quebrara una vez más y esta vez iba a ser decidida, no había una Bella débil, teníamos que darnos tiempo, teníamos que reconciliar un dolor profundo y habernos involucrado de esa manera solo traería más confusión.
- Pasaré a buscar a Anthony mañana al colegio, y lo traeré en la noche
Le contesté evitando el contacto visual persistente.
- Bella - susurró
- Ambos necesitamos pensar qué es lo que realmente queremos Edward
Fue todo lo que le contesté saliendo de su habitación.
Una vez fuera del edificio me arme de valor para mirar por última vez hacia la ventana de su departamento. Iba a subirme al automóvil cuando la voz de mi hijo me distrajo.
- ¡Mami!
Grito soltándose de la mano de Esme y se abalanzó sobre mí, lo abrace y lo alce en mi regazo. Miré a la madre de Edward e iba a disculparme cuando ella me habló primero.
- ¿Pasarás navidad aquí en Londres?
Me preguntó y eso me descolocó – de seguro que este cerca de sus familia - pensé examinando su semblante.
- Con mi hermana Ángela y su esposo
Le contesté nerviosa, sonriéndole a Anthony quien jugaba con mí cabello.
- Podrías venir a nuestra casa para la cena de navidad
Me invitó y yo me quede helada mirándola, la sorpresa la tenía dibujada en el rostro y de todos los escenarios ese era el menos probable de todos, ella estaba invitándome a pasar la navidad en su casa - broma - pensé aún mirándola con los ojos abiertos de par en par. Me quede pensando en que contestarle.
- Podrías venir con Ángela y Emmett, hace mucho tiempo que no lo veo, desde que Edward…
Dijo pero su voz se apago en ese mismo instante y me sentí responsable por aquello, una gota de culpa me inundo y la respuesta que le dí salio en parte debido a ello.
- Iré, gracias por invitarme no tenía que hacerlo
Le respondí entregándole a Anthony. Lo besé en la frente y me subí al automóvil.
- Te veré el sábado, a las diez y no tienes que traer nada – agrego por la ventanilla, me sonrió - Me gusto verte hoy, adiós Bella
Se despidió haciendo que Anthony se despidiera con la mano también. Aceleré no sin pensar que esa decisión de ir a cenar en navidad a su casa iba a ser otro error del cual iba a arrepentirme.
- No estoy lista padre
- Sí lo estas Bella, no puedes esconderte eternamente aquí, es hora que hagas tu vida, que recuperes a tu hijo y que vuelvas con el hombre que de verdad siempre has amado. El odio no conduce a nada, bien lo sabes tú mi querida niña. Se que perdonar es divino pero puedes hacer un intento para sanar las heridas, cuando recuerdes todo piensa que todo tiene un trasfondo nada ocurre porque sí.
- No sabe cuando espero eso padre Alfonso - susurré, mientras recordaba sus palabras el día que abandone mi reclusión, aquel lugar que me había refugiado y curado en parte las heridas de mi corazón y de mi alma.
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