Hello mis angeles hermosos buen dia !!!
aqui les traigo un cap mas, por fiss sean buenas y comenten ,les mando mil besitos a todas
Angel of the dark
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CAPÍTULO 10
Edward se detuvo brevemente al entrar al comedor la noche siguiente. Rondando por el umbral, moviéndose sobre la punta de sus pies, decidiendo si se retiraba de la habitación mientras inspeccionaba sus ocupantes. Abuela, Rosalie, y Alice ocupaban sus asientos de costumbre.
Solo que también ella estaba sentada allí. Una inusual presencia en todos los sentidos.
El olor tentador de lenguado frito y mantequilla derretida, combinado con el arco de esas cejas: entre-si-se-atreve, sello su destino. El enfrento el desafío de su mirada y se sentó.
Tenía desfachatez, eso se lo reconocía. Podría jurar que una dama como ella no existía en toda Inglaterra. Una que lo miraba por encima del hombro y declaraba su intención de permanecer bajo su techo ―ya sea que el lo deseara o no.
―Aun aquí, .no? ―pregunto sin rodeos, chasqueando la servilleta en su regazo. Con un gesto rápido, indico a los lacayos que comenzaran a servir.
Esa oscura ceja suya se arqueo aun mas, dándole un aspecto arrogante y ofendido a la vez.
―Si, milord ―respondió ella con voz rasgada. ―Su abuela considera que estoy lo
Suficientemente bien como para salir de mi lecho de enferma.
Abrió la boca, listo para recordarle que ella ya había dejado su lecho de enferma, y luego la cerro de golpe. No tenia ningún sentido revelar que anoche habían estado a solas en la biblioteca.
Su abuela se aprovecharía de ese encuentro escandaloso e insistiría en que se casara con la muchacha en el acto. Edward reprimió un escalofrió.
Recostado en su silla, dijo con más dureza de la que incluso el estaba acostumbrado:
―No se ve bien. Hubiera pensado que todavía seguía enferma.
Un golpe bajo, pero estaba un poco desesperado. A decir verdad, se veía mejor que bien. La vista de ella hacía estragos en sus sentidos. Con su brillante cabello negro recogido, se veía elegante, fresca como los vientos que soplaban de las montañas hacia el norte. La graciosa columna de su garganta, tan delicada como el pecho de una paloma, invitaba a ser acariciada.
El color mancho sus mejillas y su mirada cayo.
―Me siento bien ―insistió, agarrando el borde de la mesa con los dedos. ―Los rugidos de mi estomago requieren más que caldo ―su mirada, esquirlas de azul centelleantes, voló de regreso a
la suya. ―.O tal vez usted desea desterrarme a mi habitación durante mi estancia?
Muchacha atrevida. Edward sintió que sus labios se crispaban, pero suprimió la traicionera
Sonrisa. Ella no lo divertía. Atractiva o no, ella no lo ablandaría, no recordaría que lo había
Cautivado tan completamente en ese camino de barro.
―La posada al sur de aquí, en Ackersbury, presume de un faisán relleno que nuestro propio cocinero no puede duplicar. Estoy seguro de que encontraría que bien vale la pena una partida anticipada.
―Suficiente ―espeto la abuela. ―Lady Bella acaba de llegar. Todavia no esta lista para irse
―volviendo la mirada hacia Bella, le dijo con dulzura: ―No deje que la provoque. No tiene la intencion de ser fastidioso, querida. Eres más que bienvenida aqui.
―No ―introdujo Edward, apretando los dientes y preguntandose cuando exactamente había perdido el control de los acontecimientos en su propia casa.
Tan dominante como podia ser, generalmente su abuela respetaba sus decisiones. Cierto, le habia encajado damas elegibles por anos, pero la vida habia sido relativamente pacifica en los ultimos tiempos ―el suministro de elegibles señoritas que no hubiera ahuyentado se había agotado. Su mirada se poso en Bella. Evidentemente, la abuela tuvo que ir hasta los confines de Inglaterra por nuevas reclutas.
―Ella no es bienvenida aqui ―afirmo, empuñando la servilleta debajo de la mesa.
―No le preste atención, Bella ―su abuela dio un golpe de muñeca en su dirección. ―Como la mayoria de los hombres, no tiene idea lo que mas le conviene.
―.Y Lady Bella es lo que mas le conviene a Edward? ―se burlo Rosalie por encima del borde de su copa. Hizo una pausa y bebió con delicadeza. ―Todos sabemos que no puede ser verdad.
―Oh, no te metas, Rosalie ―disparo Alice desde el otro lado de la mesa, poniendo los ojos en blanco.
Los ojos de Rosalie brillaron.
―Claro que lo hare. Esto nos concierne a todos…
―!Basta! ―grito Edward, levantándose.
Todos los ojos se volvieron hacia el.
Tirando la servilleta sobre la mesa, dio una mirada severa a todos los miembros de su familia antes de dirigirse a Lady Bella:
―.Quiere quedarse aqui? Muy bien. Siempre y cuando entienda que esta perdiendo su tiempo.
Volverá a su casa sin una proposición.
El color se intensifico en sus mejillas. Temblando de ira, ella fustigo:
―!U-usted pavo real arrogante! .Sigue creyendo que lo estoy persiguiendo? Aunque se pusiera de rodillas y me rogara, nunca me casaria con usted.
―Bien ―espeto el, sentándose de nuevo en su silla.
―Bien ―replico ella.
La abuela los estudio a los dos por un largo rato antes que una lenta sonrisa curvara sus labios.
―Vean, ya estan de acuerdo. Creo que ustedes dos se llevaran espléndidamente.
Bella cerró los ojos, seguro de que ya sabia que lado de su familia portaba el rasgo de la
locura.
Bella se ajusto su chal alrededor de sus hombros y miro la fuente. El brillo perlado de la luna daba un matiz dorado a la burbujeante agua plateada. Mas alla de la fuente, estaban los paramos, silenciosos y salvajes en el crepúsculo. La helada se reflejaba en los brezos y tojos, parpadeando como cristal tallado en la noche. El aire olía mas fresco, mas limpio, haciendo alusion a la primavera, a lo que vendría. En comparación, Londres olia a rancio y estancado.
Logicamente, sabia que no podía ocultarse aquí para siempre. Su familia esperaba detras del telon, con una linea incontable de pretendientes a la mano por si ella regresaba sin un novio. Sin embargo, por ahora, por un tiempo, ella estaba a salvo. En paz con sus libros y una pequeña muestra de la libertad de la talla de la que su madre disfrutaba.
Cierto que no se trataba de su sueño de estar parada delante del Partenon, el sol griego, una calida caricia en su rostro, pero era un poco de libertad ―suya para disfrutar de ella tanto como pudiera soportar las miradas oscuras de Rosalie, tanto como pudiera soportar un conde grosero.
Una imagen de Edward cruzo por su mente. Rasgos parecidos a los de un Leon y una mirada como nubes de tormenta. Su piel susurraba sin descanso como la cuerda de un violin que ha sido punteada y excitada, zumbando con energia. Bueno, tal vez no una paz total, se corrigio.
Ella no lo habia visto en dos dias, no desde que el la habia tratado tan abominablemente en la
cena. Ella no es bienvenida aqui. El calor quemo sus mejillas, chamuscado su orgullo. El bruto
arrogante. .En realidad pensaba que queria casarse con el? Que insoportable descaro.
Dos dias y ni rastro de el. Dos dias de ponerse repentinamente alerta cada vez que oía el ruido de pasos. Casi como si esperara tener un vistazo de el.
Lady Massen se quejo sin parar, exponiendo en detalle la irresponsabilidad de los herederos con sus familias.
―Esta en la casa viudal ―habia dicho Rosalie alegremente durante la cena, cuando Lady
Massen se detuvo en medio de su diatriba para tomar la sopa de tortuga de su cuchara. ―Con Tanya.
―Rosalie ―habia siseado Lady Massen, la cuchara hizo un ruido estrepitoso en su plato,
―basta con eso.
Bella habia mirado de aca para alla entre las dos damas.
―.Quien es Tanya?
―El ama de llaves de la casa viudal ―respondio lady Massen, evitando los ojos de Bella
mientras alcanzaba su copa.
―Si ―habia murmurado Rosalie, sus ojos brillando, divertidos. ―El ama de llaves.
Bella habia comprendido perfectamente su significado.
Edward se alojaba en la casa viudal con una mujer llamada Tanya.
Su amante.
Exhalando, ella se abrazo para protegerse del frio, preguntandose por que su suspiro sonaba tan pesaroso. Seguramente que a ella no le importaba que el hombre mantuviera una amante.
Ciertamente no era una sorpresa. Un granuja como el, que se dedicaba a besar a criadas en publico, tendria una veintena de amantes. Ella no le dedicaria otro pensamiento.
―.Que esta haciendo aqui afuera?
Bella salto al oir la voz ronca a sus espaldas. Un estremecimiento la atraveso, y se ajusto mas su chal. No te vuelvas. No te vuelvas.
―Pense que se habria dado por vencida a estas alturas ―agrego el.
Incluso odiando sus palabras, su voz la recorria como un calido jerez.
―.Esperaba que me hubiera ido? ―pregunto Bella, satisfecha de la firmeza de su voz. ―.Es por eso que se ha mantenido alejado? .Pensaba que me iria?
―Se me ocurrio que podria haber manifestado algo de orgullo.
Ante eso, Bella le envio una mirada abrasadora sobre su hombro. Una que lo dejaria
firmemente en su lugar.
Sin embargo, el verlo ―de pie en el umbral de las puertas abiertas del balcon, la luz de la sala describiendo su gran fisico ―arranco el aliento de su garganta. Ataviado de nuevo de negro, parecia el de esa primera noche. Y como aquella noche, la sencillez de su vestimenta aumentaba su encanto, lo hacia atractivo y peligroso. Irresistible. No como los caballeros que habia conocido.
A ellos los encontraba completamente resistibles.
―.Algo de orgullo? ―repitio ella, pensando que tenia una buena dosis de orgullo. Tal vez
demasiado.
Si no fuera por su orgullo, habria permitido que Charlie la intimidara para que se casara hace mucho tiempo, habria escuchado los sermones de su abuela sobre la responsabilidad y el deber y de colocar el nombre Derring por encima de su propia felicidad y libertad. Si no fuera por su orgullo, le habria escrito una veintena de cartas a su madre pidiendo que regresara a casa a buscar la hija que habia abandonado.
Y tal vez sin orgullo, habria arrojado la discrecion al viento, y aceptado la pecaminosa invitación que recientemente un granuja le habia hecho en la taberna de una posada cercana.
―Si ―respondio el sin sonreir, estudiandola por debajo de sus pesados parpados. ―Por
permanecer donde claramente no la quieren.
―De nuevo con eso, .verdad? ―espeto Bella. ―Ya le dije, no tengo ningunas intenciones con usted. Simplemente deseo un…
―Refugio ―la interrumpio, avanzando hacia ella, sus pasos pesados haciendo un ruido sordo en el balcon de piedra. ―Lo recuerdo ―el viento azotaba su pelo demasiado largo a traves de los planos de su rostro. ―.Y de que necesita escapar la hija de un duque? ―pregunto, la mofa en su
voz inconfundible.
Ser la hija de un duque, su mente silenciosamente lloraba. Un premio para ser subastado, sin pensar en el alma guardada dentro del envoltorio Derring. Ni hablar de las expectativas, de la conocida presion, las innumerables reglas que regian su vida, el tedio, la soledad.
―.De los tés? .De las veladas? .De los paseos en el parque? ―se burlo el.
Si. Y mas. Mucho mas. Sin embargo, una mirada a su rostro frio le dijo que no veria nada de eso como una dificultad. No podia. Los hombres nunca lo hacian. Se limitaban a esperar que las damas hicieran lo que les decian, para tener una excusa asegurada para actividades vacias. Eso era todo lo que Charlie esperaba de ella. Todo lo que su padre habia esperado de su madre. Sin duda, el Conde de Massen estaba cortado por la misma tijera.
Sacudiendo la cabeza, miro hacia el paramo de nuevo, a la noche silenciosa que no pedia nada de ella. El no era un hombre para escuchar las confesiones sinceras o explicaciones acerca de por que los tes y las veladas podrian ser algo de lo que ella deseaba escapar. No veia nada mas alla de si mismo y sus problemas. Y en este momento, ella era uno de esos problemas.
―No lo entenderia.
―Pruebeme.
Ella volvio su mirada hacia el. Incapaz de evitarlo, sus ojos se clavaron en su boca, en esos labios sensuales que hacian que sus entranas se derritieran.
Pruebeme.
Si supiera lo desesperadamente que queria hacer eso. No le complaceria a su abuela saber que abrigaba tales pensamientos. Afortunadamente, no habia ningun riesgo que el compartiera sus impulsos. El todavia podia ser una encarnacion de lo licencioso, pero ya no era una dama anonima, madura para la seduccion.
El se acerco, dejandola casi sin espacio, abrumando sus sentidos. Ella se echo hacia atras todo lo que pudo, la barandilla de piedra deteniendo su total retirada. El corazon le martilleaba salvajemente en el pecho, se arriesgo a alzar la mirada solo para encontrar la de el fija en su rostro, sus ojos buscando, explorando todos los matices, sin perderse nada. La miraba con extraneza, sus ojos enfebrecidos, intensos, apasionados. Como si nunca hubiera visto nada como ella antes.
Extendiendo la mano, cogio un mechon de su cabello. Estudiando las guedejas, las enredo
experimentalmente entre sus dedos. Dejando caer el mechon, paso la yema de sus dedos por su mejilla, dejando un rastro de fuego a su paso.
Su respiracion se quedo atrapada en su garganta, atrapada, congelada en su interior como un pajaro enfrentando su depredador. Y como una presa, ella aparto la mirada, la dejo caer, deseando que se alejara de ella con el mismo fervor desesperado con que rogaba que no lo hiciera.
El aspiro profundamente junto a su mejilla.
―Hueles tan dulce. Fresias y lavanda.
Ella alzo su mirada, paso por su barbilla, su boca, su nariz, hasta encontrar sus ojos. El la miraba con ensañamiento feroz. Sentía como si su mirada por si sola pudiera despojarla de todo, todos sus escudos, revelar todos sus secretos, todo lo que escondia del mundo. Tal vez no era tan difícil leer. Por supuesto, nadie se habia molestado en mirar antes.
―.Que eres? ―murmuro el, su voz una brizna de calor en el aire, tan cerca que quemaba sus labios.
Cerrando los ojos con fuerza, ella sacudió su cabeza, aterrorizada que el pudiera ver
Absolutamente todo cuando la miraba.
―N-nada ―dijo ahogada.
―Oh, no ―contesto el, su voz tranquila y presumida y demasiado cerca mientras el metia un mechon de cabello detras de su oreja, el pulgar acariciandole el lobulo en un roce habil, sensual.
―Tu eres definitivamente… algo....
―.Edward? ―llamo una voz desde atras. ―.Eres tu? .Cuando volviste?
Los ojos de Bella se abrieron de golpe.
Rosalie salio al balcon, frunciendo el ceno cuando vio a Bella parada mas alla de su
hermano.
―Lady Bella ―ella junto las manos delante de ella e inclino la cabeza en el mas estricto de los reconocimientos.
Edward dejo caer la mano y dio un paso atras, mirandola de esa manera desconcertante suya.
―Voy a retirarme ahora ―murmuro ella, procurando no tocarlo cuando se movio alrededor de el. ―Buenas noches.
Con un gesto incomodo en direccion a Rosalie, se apresuro a abandonar el balcon y dirigirse a la seguridad de su habitacion, diciendose que Rosaliee no habia interrumpido nada.
Ella y Edward no habian experimentado alguna conexión que fuera mas alla de lo que era
correcto para dos personas declaradas contra el matrimonio. Ella definitivamente no quería experimentar mas... ni se preguntaba que pudo haber sucedido si Rosalie no hubiera interrumpido.
Edward se quedo mirando las puertas del balcon, pensando en el dolor en su pecho, casi tan pronunciado como el dolor en sus pantalones.
―Edward―dijo Rosalie, su voz cargada de advertencia. ―.Que precisamente estaban a punto de hacer?
―Nada ―respondio el, aun siguiendo a Bella con la mirada.
Su hermana se acerco mas.
―Entonces, .que estas haciendo aqui? .Con ella? No es prudente. No es prudente en absoluto.
Lo ultimo que quieres es ser atrapado en una situación comprometida con la nieta de Duquesa Viuda de Derring. La abuela se abalanzaría sobre eso. No tendrías otra salida que casarte con ella entonces.
―Lo se ―Dios, si lo sabia. Sin embargo, parecia no ser capaz de guardar su distancia. No por mucho tiempo, en todo caso. Durante dos dias se habia mantenido alejado, pero sus
pensamientos se habian llenado de ella. ―Es solo que...―su voz se desvanecio, y se froto la parte posterior de su cuello.
―.Que?
Dejando caer su mano, siguio adelante y expreso sus pensamientos.
―Por increible que parezca, ella afirma que no quiere casarse conmigo. Y pienso que le creo.
Rosalie se rio sin alegria.
―Por supuesto que quiere casarse contigo. .Por que crees que esta aqui? Los Derring están desesperados por conseguir fondos. .Por que si no iban a considerar el matrimonio con un Massen?
Edward asintio. Sin embargo, no estaba tan seguro. Bella no se comportaba como una dama cuya meta era el matrimonio. Por un lado, ella parecia demasiado incomoda en su presencia. Se retraía ante el. No era el comportamiento de una mujer intentando atraparlo. Por supuesto ese podria ser su juego.
.podria ser una experta provocadora? .Realmente podria estar haciéndose la dificil con la
Esperanza de estimular su apetito? Si ese era su juego, entonces, maldita sea, funcionaba. Ella tenia todo su interes. Razon de mas para evitarla. Sin embargo, alli estaba, buscandola con la mirada como una especie de perrito enfermo de amor.
―Su familia esta desesperada ―le recordo Rosalie. ―Ella esta aqui por una razón y esa es conseguir un esposo. No caigas en su trampa.
―No lo hare.
Rosalie lo estudio cuidadosamente.
―Edward se que no quieres escuchar esto, pero veo la manera en que la miras…
―Rosalie ―interrumpió, cada vez mas cansado del tema. ―No necesitas preocuparte.
Ninguna mujer es lo bastante tentadora como para hacerme olvidar el veneno que fluye por
nuestra sangre ―no pasaba un dia que no lo recordara. El recuerdo de su padre en un ataque de
locura no era para olvidarse. ―Tampoco me casaría, si pudiera.
Su hermana asintio lentamente.
―Por supuesto. Tu de todas las personas entiendes eso. Simplemente quisiera que alice
tambien pudiera.
―Ella es demasiado joven para recordar ―Edward suspiro, preguntandose si eso era de alguna manera una bendicion. Una bendicion la de vivir la vida sin recuerdos de las amargas peleas, de las feas palabras gritadas por toda la casa. Sin recordar las bofetadas de su padre zumbando en el aire y el rapido llanto de su madre. Que dulce felicidad. ―Tal vez si hubiera sido mayor le importaría tanto como a nosotros.
―Casi me da envidia que ella no recuerde nada de eso ―murmuro Rosalie, haciendose eco de sus pensamientos.
Ignorancia. Feliz ignorancia. Si, Edward envidiaba a su hermana menor. Envidiaba los sueños que ella tenia que no estaban tenidos por el pasado y por el conocimiento horrible de lo que les esperaba, al acecho para apoderarse de ellos. Si solo pudiera tener la misma paz mental. Entonces, tal vez el podría probar los labios de la mujer que lo mantenía despierto por las noches.