Dark Chat

lunes, 9 de enero de 2012

Muy salvaje para ser dominado

CAPÍTULO 07
Bella giraba en un pequeño círculo en el centro de la biblioteca, la felpa de la alfombra persa hundiéndose bajo sus pies desnudos. Había esperado hasta al anochecer antes de salir a hurtadillas de su dormitorio, hasta que un gran silencio cayó sobre la casa.
Durante el día, una visita a la biblioteca habría sido imposible. No con todo el mundo aun
tratándola como una invalida, y no con la señora Crosby haciendo de guardia.
Sin embargo, de pie en el centro de la enorme habitación, tan grande como una catedral, se alegro de haber esperado. Era un momento reverente, casi espiritual. Parada allí, sola, con tantos libros, no quería compartir la experiencia.
Nunca en su vida había visto una colección como esta. El viento aullaba afuera, haciendo vibrar una gran ventana con parteluz, que daba al paramo iluminado por la luna. Vestida con un delgado camisón de algodón, Bella se estremeció, mitad de frio, mitad de anticipación. El fuego se iba extinguiendo en la chimenea, y el olor a madera quemada se mezclaba con el perfume de cuero y pergamino. Ella respiro hondo. El paraíso.
Se abrazo y se balanceo sobre las puntas de sus pies. La señora Crosby no había exagerado. La biblioteca era enorme. Más que impresionante. Echo hacia atrás su cabeza abarcando el arqueado cielo raso de doce metros. Los libros se extendían hasta el Cielo mismo. Con la excitación desbordando su corazón, comenzó en una dirección, luego se detuvo y se volvió a otra, sin saber por dónde empezar. Porque comenzaría. Todas las bibliotecas se organizaban con algún tipo de sistema en mente. Bella se propuso aprender el diseño de esta lo más rápidamente posible. Había llegado armada con sus anteojos de lectura. Un verdadero indicador de su seriedad teniendo en cuenta que aborrecía el necesitarlos. Desde el primer día en que se los puso y su abuela retrocedió como si hubiera enfrentado a la misma Medusa. Empujándolos hacia arriba de su nariz, empezó justo a la izquierda de la puerta, arrastrando con reverencia la punta de sus
Dedos sobre los lomos de cuero.
―.Que esta haciendo aqui? ―sono una voz profunda desde atras.
Bella se giro, ahogando un grito. Edward la miraba desde un sofa, donde se habia repantigado
―un gran gato salvaje, todo largas lineas de musculo, ligeramente curvado. La fuerza y el peligro acechaba bajo su aspecto aparentemente perezoso. .Como no lo habia visto al entrar a la biblioteca? .Como no lo habia notado?
El la miraba desde bajo sus pesados parpados, su maliciosa mirada oscurecida con el resplandor del fuego. Al parecer, la había observado desde el momento en que ella entro en la habitación
―mientras ella se quedaba boquiabierta y daba vueltas en círculos como una niña tonta. Su sangre ardió de mortificación.
―Oi que poseía una esplendida biblioteca ―junto las manos delante de ella, esperando que no se diera cuenta de cómo temblaba su voz. ―Vine a verla yo misma.
Su mirada paso por la cascada de cabello sobre sus hombros, haciéndola desear que se hubiera tomado el tiempo para echarlo hacia atrás.
―Debería estar en la cama.
Mojando sus labios, trago saliva y dijo:
―He dormido lo suficiente…
―Estas enferma ―su dura mirada se fijo en su rostro como si pudiera ver más allá de carne y hueso, hasta todo lo que ella escondía. ―Debería tener más sentido que estar en pie.
Especialmente vestida solo con camisón.
El calor abraso sus mejillas. Sacándose sus gafas, Bella alzo la barbilla y lo miro con la misma desaprobacion.
―Quisiera que todos dejaran de tratarme como si fuera un trozo de cristal, que tiene que ser manipulado con cuidado.
―Está gravemente enferma…
―Un leve resfrió, nada más.
La estudio por un largo momento, su mirada intensa. Ella le devolvió la mirada y se mantuvo firme, con la barbilla alzada. Finalmente, el se encogió de hombros como si su bienestar no tuviera importancia. .Y por que debería tenerla?
Su cara ardió al recordar la forma en que había coqueteado con ella. El recuerdo de sus manos sobre su cuerpo encendió un retortijón de calor en su vientre. Una mujer sin nombre cruzándose en su camino podría ser adecuada para el coqueteo ―pero no una dama con la que su abuela esperaba que se casara. El no quería tener nada que ver con ella. Tal vez el querría cuando la creía una mujer anonima. Pero no ahora. No ahora que conocía su identidad.
―.Que esta haciendo aqui? ―incorporándose hasta quedar sentado, hecho un brazo por el respaldo del sofá y señalo la habitación con la otra mano. ―No pertenece aqui.
―Como dije, quería ver su biblioteca…
―No. Aquí. A Massen Hall.
Presionando sus labios, dudo acerca de que tan sincera podría ser. Sin duda, el había acabado con toda necesidad de sutilezas entre ellos cuando le había ordenado que se fuera de Massen Hall con toda la delicadeza de un ogro.
Con esa ardiente humillacion en mente, se burlo:
―Vamos, Lord Massen. Usted sabe por que estoy aqui.
―Para atrapar a un marido ―replico el, su voz dura, cortante. ―Yo.
―Ese seria el deseo de mi familia, si ―Bella respiro hondo, dispuesta a explicar que el no tenia que temer ninguna presión de ella a ese respecto. Que era tan victima como el, que ella no tenia ningún deseo de presionarlo por una declaracion. Que ella no tenia ningun interés en el matrimonio, en entregar su preciosa libertad a un marido.
Solo que el nunca le dio la oportunidad de explicar.
―Ahórrese la molestia ―gruño. ―No tengo ninguna intención de casarme. Nunca. Mi abuela lo sabe, entiende, simplemente no puede aceptarlo.
Inclinando la cabeza, ella lo observo con curiosidad. Nunca había conocido a un caballero
Opuesto al matrimonio. Se tenía que considerar los herederos, despues de todo. Y alianzas familiares a realizar. Intrigada, Bella le pregunto:
―.Usted no quiere un hijo? .Un heredero?
Su rostro se endureció, convenciéndola de que ella toco un nervio.
―No ―la palabra cayó como una piedra, dura, terminante. No permitía discusión.
―.Por que no?
Fruncio el ceño e incluso en la penumbra pudo ver un musculo saltar airadamente en su
mandibula.
―No tiene la menor idea de como contener su lengua, .verdad?
Ella se lo quedo mirando, esperando.
Suspirando, se paso una mano por el cabello y confeso:
―No puedo tener hijos.
Ella se llevo una mano a los labios.
―Oh, lo siento mucho.
―No ―mordio la palabra, poniendo los ojos en blanco. ―No los tendre ―sacudiendo la cabeza, le pregunto: ―.Su abuela no le explico la maldicion Moreton antes de enviarla aqui? ―le dirigio una mirada de lastima, de esas que parecian decir, pobre tonta.
Bella meneo la cabeza, una lenta sensacion de temor apretando su pecho.
El sonrio melancolicamente.
―Ah, el cordero del sacrificio. .Tendre que explicarle exactamente lo que su familia ha trazado para usted?
El temor creció en su pecho, sin dejar espacio para el aire. Incapaz de hablar, ella asintio
Enérgicamente para que el continuara, que lo confesara todo.
―Su abuela la envió a la cueva del león bastante poco preparada ―su sonrisa sin humor
Decayó y se volvió a estudiar las llamas de la chimenea. ―Pero tal vez ese era su plan. Que esos ojos bonitos parpadearan de una forma tan cándida. Con una ingenuidad tan encantadora ―se interrumpió con un resoplido.
Ignorando deliberadamente su ambiguo cumplido, ella espeto:
―Lo que dice no tiene sentido. .Que maldición?
―La locura, querida. Porfiria. Así de grave ―declaro, su voz dura como el granito. ―Mi padre fue víctima de ella ―su expresión se volvió indescifrable. ―Al igual que mi hermano menor. Locura? No había estado bromeando. Bella vio su perfil con atención, como si ella pudiera  discernir si la locura de la que hablaba estuviera acechando bajo su duro exterior, verla en las profundidades ahumadas de su mirada, en la línea inflexible de su mandíbula, en la boca ancha y en los labios gruesos.
Se volvió entonces y la sorprendió mirándolo fijamente. Una sonrisa de complicidad torció su boca.
―Si, esta ahi, corre espesa en mi sangre. Algunos dicen que ya ha surgido ―el encogio un
amplio hombro como si importara poco.
Una imagen del granuja del camino, el que habia estado a punto de atropellarla con su caballo, el que coqueteaba descaradamente, el que jugaba con cuchillos por diversión, paso por su cabeza.
―Explica mucho, .no? ―pregunto el, sus labios curvados en una sonrisa extrana, sin humor. Como si estuviera decidido a no sentir nada, como si la locura no proyectara ninguna sombria sobre su vida.
Sin embargo, sus ojos lo traicionaron. Ardientes, decididos, ellos brillaban como azabache
pulido, el gris no se evidenciaba por ninguna parte. La vista hizo que su corazón latiera mas fuerte en su pecho. Una reacción puramente femenina ―una por la que se reprendió fuertemente.
―Asi que ya ve ―continuo, ―no voy a tener hijos. No pondre en riesgo las generaciones
futuras.
Ella froto la base de la palma de su mano contra su sien, tratando de entender por que su
abuela querría casarla con un hombre agobiado por tal enfermedad.
―Pero mi abuela dijo que usted era un partido…
―Dinero, querida ―la interrumpió el con fuerza, sus palabras haciendo eco dentro de la
habitacion cavernosa, en los rincones más recónditos de su corazón ―una sentencia de muerte que marco un fin a la fe que se aferraba, a la creencia de que su familia la consideraba por encima de la cuestion del dinero.
―Muchas familias con mucho gusto se olvidarian de mi linaje manchado, por un pedazo de la fortuna de los Massen ―dijo, su voz rodando sobre ella como una niebla  anestesiante
―penetrante, devoradora, arrasadora.
Familias como la de ella.
Un calor vergonzoso se arrastro hasta su cuello y su cara.
Y anadio:
―Adivino que su familia esta en una extrema necesidad de fondos.
Ella hubiera querido negarlo, negar que ella pertenecia a una familia como esa ―negar que su corazón no se estaba rompiendo al pensar que a su abuela ella le importaba tan poco. Abrio la boca, pero no surgió ningún sonido.
―Puede ser que seamos los Locos Massen ―prosiguió, sin molestarse en esperar su
Respuesta, ―pero tenemos más dinero del que necesitamos.
Más dinero del que necesitamos. Eso sería el único requisito de su familia.
Se sento en una silla, sus piernas temblorosas no pudiendo sostener su peso. La bilis subio de vuelta a su garganta cuando una fría comprensión se apodero de ella. .Su abuela la iba a entregar a un loco, por lo holgado de sus bolsillos? Bella habia creido que ella la amaba. Al menos tanto como podria amar a alguien. Cierto, su abuela se esforzaba por verla casada, pero Bella no la había creido tan desesperada, tan insensible. No iba a poner en marcha ese plan a pesar de su hermano y su esposa. Bertram y Astrid la venderian al sultan de Turquia, si la abuela se los permitiera.
El continuo, el timbre de su voz aterciopelado no hacia nada para calmarla.
―Ahora que lo sabe, puede irse y considerese afortunada por haber escapado.Irse? .Volver con su familia?
Alzando la mirada, ella meneo la cabeza.
―No ―absolutamente no. Mas que nunca estaba decidida a permanecer aqui. Para escapar. Al menos durante el tiempo que pudiera. La abuela le habia advertido que esta temporada no seria como las demas ―se habia propuesto que para cuando terminara, Bella estaría comprometida.
―.Que quiere decir con 'no'? ―el se levanto, dos grandes zancadas le permitieron quedar
Frente a ella.
Evidentemente, habia hablado en voz alta. Echo hacia atrás su cabeza para abarcar la gran
longitud de el elevándose sobre ella. Se humedeció los labios y se dijo que el no la intimidaba.
―No tengo ningún deseo de casarme con usted ―dijo fríamente, tratando de sonar practica, natural. ―Y usted no tiene el menor deseo de casarse conmigo. .Que más da si yo me quedo aqui? Me vendría bien un pequeño refugio.
―Un pequeno refugio ―repitio el. ―.De que desea escapar?
―Cuando vuelva a casa, mi familia va a empezar donde se quedaron, arrojandome caballeros cuyos bolsillos son lo bastante grandes como para cubrir las deudas de mi hermano ―levanto un hombro en un encogimiento descuidadamente afectado, como si ese hecho no le apretara el pecho y le diera picazón en la piel. Como si ella no se sintiera como una mercancía que se compra y se vende.
―.Y el dinero no le interesa? ―su mirada escéptica se deslizo sobre ella, deteniéndose en sus pies descalzos, que se asomaban por debajo del borde de su camisón. ―.Prefiere ser dueña de camisones hecho jirones con los bordes deshilachados?
El aire se le escapo en un zumbido. Asi que su vestuario era un poco miserable. El no era ningún modelo de la moda.
―La necesidad de fondos motiva a mi familia. A mí no ―enderezo su columna vertebral donde estaba sentada, resistiendo el impulso de colocar sus piernas debajo de ella y ocultar su dobladillo deshilachado. ―.Es tan dificil imaginar que quiero…?
―.Seguir siendo una solterona? ―termino por ella. ―Si.
Sus manos se apretaron en un puno a sus costados.
―Como usted, yo tengo mis razones para evitar el matrimonio.
Sus labios se arquearon en una sonrisa de desprecio. El bajo la mirada hacia ella de esa forma burlona, escéptica que la hacía rechinar los dientes.
―.Locura en su familia tambien?
Le parecería extraño a él ―a cualquiera, ―que quisiera vivir su vida soltera, compadecida y vilipendiada por la sociedad. Pero había libertad en ello. Ninguna atadura. La libertad de no responder a un marido, de ser sometida a su voluntad de hierro. Libertad de levantarse e irse cuando su madre viniera a buscarla. Tal vez fuera una tontería aferrarse a ese sueño en particular.
Sobre todo ahora, ocho años después. Sin embargo, Bella recordaba a la madre que le había leído, hablaba con ella durante largas horas, desestimado a la institutriz de modo que ella misma pudiera enseñar a su hija sus mitos griegos favoritos. Esa madre había prometido venir por ella,
Prometió que vivirían una vida de grandes viajes y de ocio juntas. Sin maridos.
Ella alzo sus ojos hasta su mirada expectante. El nunca lo entendería. Y ella no tenía ninguna intención de revelar tanto de si misma con el fin de explicarse.
―Mis razones son mias y ninguna le concierne.
―Conveniente ―se burlo. ―Sin embargo, si esto es algún truco o una estratagema para
Permanecer aquí, en un intento de persuadirme para casarme…
―No lo es ―espeto ella, la indignación consumiéndola, quemando su bajo vientre. ―Se da demasiado crédito ―.No tenia fin su arrogancia?. ―Incluso si estuviera interesada en encontrar un marido, no lo consideraría a usted.
―.No soy lo bastante rico? ―alzo una ceja. ―.O necesita riqueza y un árbol genealógico sin Ninguna amenaza de locura?
No. Esas razones palidecieron al enfrentar su verdadero temor. Incluso si llegaba a casarse, nada la motivaría a elegirlo, un hombre que podía reducirla a una masa temblorosa de nervios.
Trago saliva y se esforzó por demostrar valor.
―No tiene por qué tener miedo ―ella paso una rápida mirada sobre el, transmitiendo su
desdén. ―Está a salvo de mi.
―No tengo miedo rechino, su pecho expandiéndose.
Con una audacia que incluso la sorprendió, ella replico:
―Bien. Porque me han invitado aquí, y no tengo ninguna intencion de dejar Massen Hall hasta que este bien y lista.
Sus fosas nasales se ensancharon de desafio.
Incapaz de detenerse, ella se recostó en su silla. Tocando con sus dedos los brazos acolchados, lo provoco mas aun.
―Mejor vaya acostumbrándose a verme.
―Cuidado, señorita Pastel de Barro ―gruño. ―Puede llegar a lamentar su decisión.
Erizada ante la referencia de su menos que digno primer encuentro, ella lanzo:
―Solo las personas que no se conocen se lamentan. Me conozco muy bien ―Poniéndose de pie, pensó irse con ese anuncio final y resonante.
Sin embargo, su respiración se acelero al verse pecho con pecho con el. Sus miradas se
Encontraron. Sus ojos verdes se profundizaron, verde-negro, recordándole la primera vez que lo vio, maldiciendo y escupiendo como un loco en medio de una tormenta, sus ojos idénticos a los campos verdes oscurecidos.
Se inclino, acercándola aun más contra la pared de su pecho, a su primitiva presencia. Sus
Sentidos se llenaron de el. Su olor almizclado. Su estatura imponente. La increíble amplitud de su pecho, que parecía extenderse indefinidamente. Su intensa mirada quemaba en lo profundo de ella, abrasando su alma. Presa del pánico, retrocedió un paso. La silla golpeo sus muslos, impidiendo su retirada.
―Tenga cuidado ―susurro él a su oído. ―Si se queda, no espere ni un penique de mi. Aquí no la quieren.
Ella negó con la cabeza, aturdida de porque simplemente no podía creerle ―.Por que se
Rehusaba a verla como algo más que una intrigante caza-fortunas. .Realmente  presentaba una amenaza?
Levanto las manos para empujar su pecho, luego lo pensó mejor. Recordaba muy bien como solo sentirlo la desarmaba.
Curvando los dedos en sus palmas, dejo caer las manos a los costados. Al no ver otra opción, ella se acerco con el fin de lograr pasar. Sus pechos rozaron la pared de roca de su pecho. Sus pezones se estimularon ante la atención, las puntas endurecidas, irritadas contra el fino algodón de su camisa de dormir. Su estomago cayó en picada y su mirada voló a su cara, a su ojos, ya no verdes sino de un verde oscuro, abrasador.
El calor la inundo y cruzo los brazos con fuerza sobre sus pechos. Con toda la gracia de una
Liebre desbocada, huyo, los ojos fijos hacia adelante, temerosa de mirar hacia atrás, temerosa de que ella no vería al conde en absoluto ―simplemente a la perversa tentación de una noche de tormenta, cuando se había perdido en un par de cambiantes ojos verdes