Capítulo10: Rechazo
EDWARD POV
…
¿Qué estaba haciendo?
Separé mis labios de esa piel sonrojada, suave y delicada…
Debo admitir que eso no estaba en mis planes. Movido por un extraño e incontrolable impulso, la había besado.
Escuché el latido de su corazón acelerarse…
Bueno, tal vez no estaba tan mal después de todo. Si ella había reaccionado de esa manera, se podía deber a solamente dos cosas: O le había causado miedo o… se había emocionado…
Si la segunda opción era la acertada, mi batalla estaba ya casi ganada. Tenía que averiguarlo rápidamente. No había tiempo que perder. Entre más rápido cayera ella en mis redes, entre más rápido pudiera cobrar mi venganza, mucho mejor. Me ahorraría la pena de tener que estar a su lado. Aproveché su inmovilidad y me acerqué otra vez… lenta, pausadamente,… mis labios se entreabrieron, aproximándose, acortando la distancia que cada vez se hacía más extinta. Llevé mis manos a ambos lados de sus brazos y la sentí temblar bajó mi fría piel…
Perfecto… Sólo un poco más…
– ¿Pero qué crees que haces? –
Los papeles cambiaron y, esa vez, fui yo quien se quedó absolutamente quieto ante su inesperado rechazo que vino acompañado de una bofetada – que fuera de lastimarme físicamente, me hirió hasta lo más profundo de mi orgullo – ¿Qué había pasado? ¿Cómo…? Estaba completamente seguro de tenerla a mi merced… yo…
– ¿Qué pensabas hacer? – exigió una explicación que yo no tenía preparada.
Debo admitirlo (y aunque se escuche estúpido, recordando que yo soy un vampiro), me encontraba atónito, ¿Es qué acaso no iba a poder conquistar a esta insignificante muchachita? Mi mirada se encontraba pegada a la suya, expectante, con el chocolate congelado. Era extraño, pero ese gesto endurecido me lastimaba en cierta parte del alma que no lograba descifrar.
– Lo siento – si, lo sé; no encontré nada mejor que decir.
– ¿Me ibas a besar? –
– No – su mirada escéptica me dejó claro que mi mentira no había sido convincente, así que ideé otra manera de liberarme. Al final de cuentas, la persuasión era algo que se me daba fácil (o al menos, eso creía) – ¿Acaso quería que la besara?
– De ninguna manera – contestó, suplantando la frialdad de su rostro por un gesto arrogante y ofendido
– Pues parecía – discutí, con una sonrisa descarada – No se movió ni un solo centímetro, ni hizo nada por rechazarme, hasta el último momento.
– Ahora me hablas de usted – señaló, aceptando mi juego. Lo supe por la mirada que me dedicó – Hace un par de minutos me llamaste por mi nombre y no solo eso, me llamaste Bella. Te estas tomando demasiadas confianzas, ¿no crees?
Tardé más de lo debido en contestar, pues, de nuevo, me había dejado sin palabras. Si, era cierto, me había atrevido a nombrarle… Y eso si que no había sido parte del plan. Simplemente había salido disparado de mis labios con una familiaridad insulsa, pueril…
– Le ofrezco mis disculpas si es que la ofendí con mi atrevimiento – dije – Sé que no es justificación suficiente lo que le voy a decir, pero espero logre comprender que, en su compañía, me es fácil olvidar quién soy.
Intenté tomar su mano entre las mías, para depositar un beso sobre ellas, más sin embargo, ella no tardó en rechazarme.
– No es necesario que me lo dijeras – dijo, poniéndose de pie con la barbilla en alto y alisando la falda de su vestido. Al parecer, aún seguía molesta por que me había burlado de ella. Y es absurdo lo que pasaba conmigo, pero me encontraba fascinado ante su actitud tan orgullosa. Tanto que, cuando ella me dio la espalda y caminó, alejándose, la seguí, a cada paso que dio – Eso está más claro que el agua. Siempre te burlas de mí, ante la más mínima oportunidad que se te dé. No sabes lo que significa la palabra respeto. No existe en tu vocabulario.
– La he hecho enojar – me disculpé, luchando por no soltar la risa que se asomaba a mi garganta – ¿Qué puedo hacer para que su Majestad perdone mi osadía?
– Desaparecer de mi vista – contestó, de manera rápida y volviéndome a encarar, para afirmar con su mirada lo que sus labios habían dicho.
Me dolió.
Si… Así de sencillo…
Esas palabras habían ocasionado que mi pecho se contrajera por la lacerante punzada que sintió recibir e, instintivamente, me pidió buscar un remedio, una cura… La cual, una voz interior me dijo, sólo podía ser ella: la misma que había sembrado ese mal.
Di dos pasos hacia el frente, los mismos que nos separaban, y, sin pensarlo o estar conciente de lo que estaba haciendo, tomé sus brazos entre mis manos y la jalé hacia mí. Fue maravillosa la forma en que mi boca buscó su camino hacia la suya; como si lo supiera de memoria, como si, anteriormente, lo hubiera recorrido una y miles de veces más. Apreté mis dedos sobre su piel al percatarme del pequeño forcejeo con el que pretendía separarnos. No se lo permití. No la iba a dejar ir… Por el contrario, aproveché el pequeño suspiró que emitió para adentrarme más en aquella cueva de dulzura. Mis manos bajaron hacia su cintura cuando su tenacidad se vio doblegada y sus brazos cayeron a sus costados y fue entonces cuando, inquietado por la incertidumbre de saber si se había rendido por resignación o por gusto, la liberé.
Cuando abrí mis ojos, los de ella estaban aún cerrados y tardaron un par de segundos en hacer lo mismo. Nuestras miradas se encontraron y me vi en la obligación de desviar mi atención del tentador rubor de sus mejillas que comenzaba a perturbarme.
En ese instante fue cuando estuve seguro de una cosa: Isabella era peligrosa… demasiado. Sonreí en mis adentros. Jamás imaginé tener como enemigo principal a alguien tan difícil como ella; pero que ni creyera que me iba a rendir tan fácilmente…
– ¿Ve como si quería que la besara? – pregunté, haciendo a un lado a la traicionera voz que me había tentado a actuar de esa manera tan reprobable hacia pocos segundos.
Vi como su quijada se tensaba, al mismo tiempo que su mirada se cristalizaba. Después, sin que yo me lo esperara, me apuntó con un filoso puñal, que traía empuñado en la faja de su vestido. Sentí la afilada punta de acero tocar mi piel…
Qué lastima que no se atrevió a matarme, hubiera sido una oportunidad esplendida, de esas que no se repiten en siglos.
– La próxima vez que te atrevas a besarme, ten por seguro que por muy vampiro que seas, vas a morir.
Me quedé, bastante tiempo, plantado en el mismo lugar después de que ella se fue. Con una serie de imágenes invisibles nadando en mi cabeza, trayendo con ellas demasiada confusión…
EMMETT POV
– Te ves aburrido, primo – señaló James, entrando por la sala y mirándome con gesto divertido
– Lo estoy – admití, con un suspiro pesado y hundiéndome más en el sillón – debo confesarte que esperaba que la cacería de vampiros empezaría rápido.
– No podemos irnos tan deprisa y sin tomar precauciones – dijo, tomando asiento frente a mí y entrelazando sus dedos, con gesto preocupado – La vida de muchos humanos está en juego.
– Lo sé, lo sé – acordé – disculpa. No es que no me importe el bienestar de la gente de tu reino; es sólo que suelo ser demasiado impaciente.
– Eso ya lo sabemos – dijo, con una sonrisa extendiéndose en sus labios – aún no me logro explicar cómo es que tu reino no se ha venido abajo con lo intrépido que eres.
– Es que he aprendido a controlarme
– Pues no lo parece – señaló, poniéndose de pie y pegándome un puñetazo amistoso al pasar a mi lado – Lamento que tengas que esperar más días para que comience la cacería de vampiros – se disculpó – Escuché que Alice quería dar un paseo por el pueblo. Estoy seguro que estaría encantada de que fueras con ella
– No, gracias – me negué con rapidez – A pesar de que han pasado décadas de aquel día, aún puedo recordar con precisión cuando acepté ir con ella a un paseo. Ha sido lo más tortuoso que he pasado en mi vida.
James soltó una carcajada
– Entonces, si gustas, mañana podemos salir a cabalgar – ofreció – Hoy me es imposible. Quedé con Victoria de ir a dar un paseo por los jardines…
– No te preocupes – calmé – Sé lidiar muy bien con el aburrimiento yo sólo…
Permanecí un poco más de tiempo en aquella estancia después de que mi primo se fuera y, tras caminar hacia la ventana y contemplar en nublado paisaje que se pintaba frente a mis ojos, decidí por ir a explorar esas tierras que me invitaban, con sus grandes y frondosos pinos, a sus aposentos.
– Mi Señor – dijo uno de mis hombres, al ver la rapidez y entusiasmo con que montaba mi caballo – ¿Quiere que le acompañe?
– No, gracias – respondí, mientras dominaba las cuerdas que se ataban al hocico del animal – Sólo iré a dar un paseo.
Salí disparado del castillo, en cuanto sus puertas se abrieron, y sonreí al sentir cómo el viento y la brisa fresca alborotaban mis cabellos, al mismo tiempo que unas pequeñas gotas de lluvia mojaban mi ropa…
Libertad, aventura, poder…
Esas tres cosas eran lo más preciado en mi existencia y no me imaginaba, ni si quiera de lejos, que ese paseo traería consigo al único motivo que suplantaría todos mis antiguos anhelos por uno mucho más preciado…
JASPER POV
– Muchacho – llamó el Rey Charles, al entrar a la cocina y ser el primero que sus ojos encontraran
– Me paré de mi asiento rápidamente, para recibirle
– ¿Se le ofrece algo, Mi Señor?
– Mi hija quiere ir al pueblo – informó – Ve y dile al cochero que aliste el carruaje
– Lo siento, Mi Señor, pero eso será imposible – interrumpió Charlotte, entrando con una cazuela entre sus manos – La persona de la que usted requiere no ha venido a trabajar, su mujer ha venido hoy, muy de mañana, y ha hablado con Mi Señora, para informarle que su esposo se encuentra enfermo.
– Qué pena – se lamentó el Rey, suspirando resignadamente – Mándale, con uno de los criados, una canasta con leche y pan – ordenó a la cocinera – Iré a decirle a mi hija que, por hoy, no podré complacerla…
Justo en ese instante, la Princesa Alice apareció, trayendo consigo un delicioso perfume que me envolvía con su dulce fragancia y me desconectaba del mundo entero.
– Padre, ¿Ya está listo el carruaje?
– No, mi querida niña – contestó el Rey, pasando amorosamente su mano por la pálida mejilla – Lamento decirte que no podré complacerte esta vez. El chofer se encuentra enfermo y no ha venido a trabajar
– La Princesa hizo una pequeña mueca de disgusto, la cual se borró al viajar su mirada alrededor y fijarla en mí.
– Jasper – me sorprendió demasiado que recordara y me llamara por mi nombre - ¿Sabes manejar un carruaje?
– S-si – asentí
– ¿Te molestaría si te pidiera que me lleves al pueblo?
¿Quién podría molestarse en servir a un ángel?
– En absoluto, su Majestad – contesté
– Pero jovencita – terció su padre - ¿Cómo se te ocurre que permitiría yo el que fueras solamente en compañía de este joven guerrero? Es arriesgar tu seguridad solo por un capricho.
– ¿Por qué no? – discutió Alice, amablemente – Iba a ir con el cochero, resulta prácticamente lo mismo. Es más, Jasper sabe dominar a la perfección las riendas de los caballos, ¿no es así?
– Hago lo mejor que puedo – balbuceé
– No es de su poca capacidad para dominar a los caballos de lo que no me fío – volvió a interferir el Rey – si no de la intrepidez que semejante cualidad les otorga. Mucho más si se trata de espíritus jóvenes como el suyo
– Alteza, yo jamás arriesgaría a la Princesa con semejante acción – me defendí, hablando sin pensar, pues el sólo hecho de imaginarla herida, me aterraba.
– ¿Ves padre? – apoyó la pequeña y hermosa muchacha – No hay por qué temer. Jasper es de confianza, lo demostró justo el día en que obedeció las órdenes de mi hermana y me trajo a salvo al castillo.
El Rey Charlie quedó en silencio por un momento más, con la preocupada mirada viajando entre su hija y yo.
– Papá... Por favor… – insistió ella, con un gesto tan tierno y peligrosamente suplicante que, sin necesidad de mucho esfuerzo o inteligencia, supe cuál iba a ser la respuesta.
– Te encargo mucho a mi hija – soltó el Rey, con voz cansada y resignada – Cuídala con tu vida
– Si, Señor – prometí, rápida y automáticamente. Aunque él bien pudo tomarlo como una muestra de compromiso y respeto.
Me adelanté hacia donde el carruaje se encontraba, le até las riendas de los caballos – exagerando en los cuidados – y me quedé inmóvil, sintiendo como los latidos de mi corazón estaban completamente acelerados.
– ¿Nos vamos? – la suavidad de su voz me hizo pegar un brinco – Disculpa, ¿Te asuste? – preguntó, con una sonrisa en sus labios
– No – contesté, mientras le ofrecía mi ayuda para que pudiera subir – Solo me tomó desprevenido.
– El soñar despierto te inhibe del resto de los sentidos y eso, para un guardia, no es bueno – bromeó
Me obligué a retirar mi vista de la forma de sus labios… No podía permitirle a mi mente ir más allá. Tomé las riendas de los caballos y les hice cabalgar hacia el pueblo. El camino transcurrió en completo silencio y eso, de alguna manera, estaba bien… No debía permitir que su belleza me cautivara más de lo que ya lo había hecho. Ella era prohibida, Mi Princesa… y yo… yo sólo era un humano más que se estaba enamorando…
– ¿Siempre eres así de callado? – inquirió, parando de caminar por el mercado en el cual, a cada paso que daba, la saludaban y reverenciaban.
Frené mis pasos y permanecí con mi distancia de un metro, atrás de ella.
– Vamos, acércate – pidió, con gesto entre divertido y consternado – No muerdo. Puedes caminar a mi lado
– No creo que sea lo apropiado, Alteza – dije, con voz baja, para que las personas que se encontraban atentas a la escena no me alcanzaran a escuchar – Mi deber es ir vigilando sus pasos y prevenirla de cualquier peligro que pueda llegar atentar contra usted. Eso no me sería posible si voy a su par.
La Princesa no discutió más al respecto; pero fui conciente de la mirada que me dio, una mirada la cual no supe descifrar. Continuó con su paseo, saludando amablemente a las personas que se le acercaban. Y fui testigo de cómo su rostro se mostraba incomodo por las muestras de respeto que se le rendían.
Volvimos al carruaje con un silencio mucho más penetrante, el cual se hacía más incomodo con la oscuridad que la caída de la noche comenzaba a traer. Tiré más fuerte de las cuerdas para hacer que los caballos aceleraran sus pasos, había algo extraño en el viento que me enchinaba la piel. Giré mi cabeza, solo para ver si la princesa iba igual de inquieta que yo, pero solo fui capaz de comprobar que se encontraba viendo fijamente el paisaje que se materializaba a su costado derecho sin ningún tipo de emoción en su rostro.
– ¡Corran! – grité a los animales, quienes con un relinche accedieron a mi orden.
Me sentí desperado al no visualizar el castillo. Era extraña la facilidad con la que obedecía a aquella voz interior, llena de aflicción, que me gritaba que tenía que apresurarme por que ella podía estar en peligro…
– ¡Jasper, ten cuidado! – su voz llegó al mismo tiempo que sus brazos, los cuales me jalaron hacia adentro del carruaje, el cual perdió el control y se fue a estrellar a una pared de tierra que se despidió de unos pequeños trozos de piedra ante el impacto.
– ¡Princesa! – exclamé, incorporándome rápidamente, para verificar si no había sufrido algún daño – ¿Se encuentra usted bien?
– Silencio – susurró – Estoy bien, no te preocupes
– ¿Qué pasa? ¿Por qué hizo eso? Fue demasiado peli…
– Estás sangrando – señaló, con los ojos bañados de preocupación. Me llevé la mano hacia la parte izquierda de mi frente, en donde pude palpar un cálido y espeso líquido que pintó mis dedos.
– No es nada – calmé, y justo al segundo después, un movimiento salvaje revolvió a la carroza, haciéndonos perder el equilibrio a ambos.
– Son ladrones
Y era cierto, lo dijo como un anuncio ante su llegada, pues los hombres sucios y malolientes aparecieron frente a nosotros al instante.
– ¿Qué es lo que quieren? - exigí saber – No traemos nada de valor, largo de aquí
Sus risas escandalosas se levantaron por el aire
– ¿Qué no traes nada de valor, dices?" – preguntó uno de ellos, clavando su fiera mirada en la mujer que detrás de mí se encontraba – ¿Y ella, Tu Princesa, qué es entonces?
– Nos han estado siguiendo – aventuré, pues se veían demasiado confiados en lo que hacían. Tensé la espalda frente a ellos, cuando se atrevieron a dar un paso hacia el frente, para acercarse.
– Vamos, muchacho. No hagas esto más difícil – trató de persuadir el hombre que había hablado antes – Coopera con nosotros y hasta te puede ir bien. ¿Cuánto crees que estén dispuestos a dar el Rey Charlie y el príncipe James por ella?
– Si son estúpidos – me burlé, sin dejar de estar atento a cada uno de sus movimientos – ¿Acaso creen que ellos se doblegan ante nosotros, unos simples humanos? ¿Se les olvida lo que son, el por qué son venerados y respetados? Son inmortales. Lo único que están ocasionado en este momento es su muerte en la hoguera
– Te equivocas – discutió otro de ellos, uno mucho más joven y de aspecto rebelde – "Los únicos inmortales aquí son los vampiros. Ella – señaló a Alice con un movimiento de cabeza – Puede morir tan fácilmente, como nosotros, si no se le es retirada a tiempo. Lo única diferencia entre los mortales y La Realeza es que ellos jamás envejecerán
– Sus heridas también se curan rápido, cosa que nuestro cuerpo no es capaz de hacer
– ¡Ba! – exclamó, en defensa – Para herir a un vampiro se necesitan armas especiales, exclusivamente diseñadas con un filo capaz de penetrar su piel. En cambio ella, al igual que los licántropos, basta con tener al alcance de la mano una daga común y corriente para desangrarlos. El hecho de nunca envejecer – repitió, con exasperación – es solamente esa característica la que les quita el título de humanos. Sin ella, ahora mismo estuvieran postrados ante los pies de quienes, en realidad, deberían ser nuestros Reyes: Los vampiros
– Así que se trata de eso – descifré – Están aquí, recibiendo ordenes por parte de ellos, de los chupasangre
La forma en que sus labios se estiraron y el brillo malévolo de sus ojos me dieron la respuesta.
– Y díganme, si tan fuertes son tus señores, ¿Por qué no vinieron ellos mismos a realizar la tarea que les han demandado?
– ¡Y quién eres tú para pedir explicaciones! – se alteró el primer hombre que se presentó, sacando un puñal y apuntándome con él – ¡Hazte a un lado y coopera con nosotros, si no quieres morir!
El único movimiento que hice fue el de empuñar lo mejor posible la espada para poder defenderla. No sabía cómo lograrlo, pero en mi cabeza sólo había cosa en claro: Bajo ninguna circunstancia dejaría que le hicieran daño. Recibí el primer ataqué justo al segundo siguiente, lo esquivé, sin ninguna complicación, hasta que más danzas punzo cortantes se elevaron por el aire, amenazando con tocar mi piel.
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Capítulo 11: Embrujo
EMMETT Jalé las riendas de mi caballo al llegar a una parte central del bosque, por la cual comenzaría a explorar, y las até a un grueso árbol.
- En seguida vuelvo, Rel – prometí, mientras acariciaba la parte de su cuello, adornado por su cabellera café brillante y viendo como bufaba fuertemente, protestando el por qué le dejaba ahí
- Seguramente habrá lugares en los que no podrás entrar – expliqué – vamos, sé chico bueno y espérame. Te daré manzanas en cuanto lleguemos al castillo. Lo prometo.
Dicho esto, y dado que mi caballo ya no rezongó, di media vuelta y comencé a recorrer el camino que se fue abriendo paso conforme mis pies avanzaban hacia delante. Mis ojos se maravillaron la magnificencia de aquel bosque frondoso y verde. Del sonido de sus animales correr por su tierra húmeda y el cantar de los pájaros que, al posarse sobre las ramas de sus árboles, causaban una ligera llovizna por el desprendimiento de las gotas en ellos.
Sonreí, mientras seguía caminado e inhalaba el fresco aroma que bailaba alrededor. Un pequeño venado pasó corriendo a unos cuantos metros de mí y supe que había encontrado, al fin, la pequeña diversión que había ido a buscar. Alcancé una de las flechas que traía colgada detrás de mi espalda y empuñé mi arco. Comencé a correr, lo más rápido posible, saltando las gruesas raíces, que amenazaban con enredarse en mis pies, e impulsándome con las ramas para adquirir mayor velocidad. Fue tanta mi obsesión por capturarle, que no me percaté de cuán lejos me encontraba ya del sendero, por el que había caminado, hasta que me hallé con un extraño muro de piedra, pintado por el verde musgo, y adornado diversas ramas que se enredaban unas a otras. Frené mi marcha e intenté encontrar el lugar por el cual el animal se había escabullido. Fue entonces cuando mi mirada se encontró con un agujero, perfectamente oculto por la hierba. No lo pensé dos veces y lo atravesé, con movimientos silenciosos para no espantar a mi presa que, seguramente, ahí se había ido a refugiar.
Levanté mi rostro y viajé mi mirada por todo alrededor, esperándome encontrar al pequeño venado; pero cuál fue mi grata sorpresa de ver, ante mis ojos, al paisaje más hermoso que pudiera llegar a conocer en toda una vida. El pequeño lago que se extendía ante mi mirada tenía una perfecta forma circular y una discreta cascada que le llenaba con sus aguas cristalinas y azules; era como si ese lugar fuera un reino aparte de Forks, pues los rayos del sol – aunque tenuemente – si se encontraban presentes ahí.
Pero no fue todo esa combinación lo que me deleitó. Lo que en realidad me dejó sin habla, fue aquella figura divina, que se encontraba sumergida en medio del lago, opacando a todo el resto con su belleza.
¿Era acaso que había muerto y no me había dado cuenta, hasta ese entonces?, Y si era así, ¿Qué había hecho para merecer estar en el cielo? Me pregunté, innumerables veces, al ver aquella silueta femenina de espaldas a mí. Mis ojos se perdieron en la curva de su cintura desnuda y la fina forma de su espalda, cubierta por las ondas doradas y humedecidas.
Me moví rápido y silenciosamente hacia una gran roca, para cubrirme, cuando su rostro se giró para mirar hacia atrás. Y, literalmente, dejé de respirar al verla.
¿Cómo nombrarla? ¿Cómo detallar a un ser tan extraordinariamente perfecto?
No lograba encontrar una palabra con la cual describirla. Ni en mis más locos sueños llegué a imaginar el encontrarme con una mujer tan más sublimemente hermosa como lo era ella. Y es qué, solamente Venus podía competir con aquella forma de sus ojos, bañados bajo esas espesas pestañas negras, que relucían con un brillo azulado…
No, ¡¿Qué digo? ¿Quién era Venus a su lado? Ella no tenía competencia… Ella era la más hermosa…
Me obligué a bajar la mirada cuando vi que se disponía a salir del agua. Si bien era demasiada la tentación el deleitar más allá a mis pupilas, ella era una dama que merecía el respeto de un caballero. Así que castigué a mis ojos, haciéndoles ver el verde pasto, en lugar de su cuerpo glorioso, y tratando de hacer el menor ruido posible para no ser descubierto.
Un silencio demasiado profundo se elevó, danzando con el viento, obligándome a dejar de respirar y tensar mi cuerpo para no moverme ni un solo centímetro… ¿Por qué tanto mutismo de un momento a otro? Fruncí el ceño ante mi propio cuestionamiento; pues sólo había presenciado este tipo de atmósfera cuando los vampiros estaban cerca, cuando el peligro estaba cerca. Y era claro que esa bellísima dama no era uno de ellos. Y tampoco lograba concebir la idea de que una criatura tan primorosamente delicada pudiera representar peligro alguno.
Un terrible espasmo me recorrió de pies a cabeza
¡¿Y si uno de ellos estaba a punto de atacarla y no aún no me daba por enterado?
De manera automática, mis pies me impulsaron hacia fuera de mi escondite y, con la flecha y el arco listos para atacar, apunté hacia el frente, dispuesto a disparar y a defenderla; pero, para sorpresa mía, solo me encontré con la nada.
Mis ojos la buscaron con desesperación. Sus ropas ya no estaban, así que era claro que se había cambiado y había salido del lago… Intenté encontrar algún rastro que denotara que un vampiro había estado por ahí, pero todo estaba tal y como recordaba. Me atreví a respirar, tras segundos de no hacerlo, y di media vuelta para analizar la otra parte del pequeño prado, en la cual, estaba seguro, no la iba a hallar…
¡Qué equivocado estaba!
Mis manos soltaron la flecha y el arco que sostenían al tenerla frente mí, a menos de dos metros, y poder apreciar bien las facciones de su rostro que resultaba mucho más hechizante a corta distancia. Recorrí cada rasgo suyo, sus ojos penetrantes y sensuales, su boca delineada y rellena, sus mejillas finas, su cuello…
¡Su cuello!
Fue en ese momento cuando mis labios se abrieron, formando una perfecta "O". Volví a mirar el elegante trenzado de líneas plateadas que recorrían la parte izquierda de ésta parte de su cuerpo, hasta llegar a la entrada de su barbilla, y me negué a creer lo que mi subconsciente me gritaba.
Hechicera…
¿Qué no se suponía que tenían décadas habían dejado de existir?
Su mirada se centró en el diamante en forma de triangulo que reposaba sobre mi frente, lo cual significaba que tenía bien sabido que yo era de la Realeza. Y estaba más claro que un cristal: Éramos enemigos y, en un segundo o dos, alguno de nosotros atacaría al otro. Pero, aún sabiéndolo, bajo ningún lapso (ni por muy mínimo) de tiempo, pensé en hacerle daño. Lo único que quería en ese momento era acercarme, presentarme… conocerla. Daba igual qué fuera… Talvez, y sin saberlo, ya me había embrujado. Y, de ser así, ¡Bendita sea! Pues aquel aflore de sentimientos, nunca antes conocidos, que recorrieron mi sangre, entibiándola y refrescándola, paulatinamente, era la experiencia más exquisita que hubiera tenido en todos mis siglos de vida.
Di un paso hacia delante y ella retrocedió dos más, con los ojos incrustados en un pánico contenido.
- No te haré daño – prometí, más no bajó la guardia. Por el contrario, desempuñó un filoso cuchillo y lo mostró, en señal de amenaza – No quiero lastimarte – agregué, con las manos en alto, demostrándole que quedaba a su merced.
No fue hasta que ella relajó su postura, hasta que yo, lentamente, me fui inclinado hasta tener mi rostro a pocos centímetros del suyo.
- ¿Cuál es tu nombre? – quise saber – Mi nombre es Emmett – agregué, ante su silencio, extendiendo mi mano hacia el frente. Gesto que ella correspondió, volviendo a desandar – Ya te dije que no te haré daño. Puedes confiar en mí
- ¿Confiar en la Realeza? – preguntó, y debido a la suave caricia que su delicada voz le dedicó a mis oídos, ignoré su forma tan despectiva e irónica con la que se refirió - ¿Por qué habría yo de hacerlo?
- Por que eres tú la que se encuentra amenazándome con un arma, cuando yo, bajo ningún momento, he intentado herirte y me encuentro a tu subvención.
La chica retrocedió, sin dejar a un lado su cautela y, sin dar previo aviso, salió corriendo del lugar, dejándome idiotizado con el embrujo de sus pupilas y el hechizo de sus movimientos.
ALICE POV
Mi corazón latía fuertemente al verlo ahí, en peligro. ¿Acaso estaba loco? ¿Cómo es que pretendía luchar, él solo, contra un grupo, conformado por alrededor de doce hombres, igualmente armados?
Me llevé las manos a mi boca para reprimir un grito al presenciar el primer ataque, y sentí como las piernas se me doblaban ante la terrible angustia de ver cómo los filos de las espadas y puñales amenazaban con herirle.
Jasper…
- Eres un idiota – le dijo uno de ellos – bien pudiste unirte a nosotros y, por tu lealtad, prefieres morir
Lealtad… ¿Aquel joven muchacho iba a sacrificar su vida por simple lealtad?
- No dejaré que la toquen
Todos soltaron una sonora carcajada
- ¿Y crees que podrás con todos nosotros? ¡Eres un iluso! Te tienes bien merecido el morir.
Morir… Jasper… podía… morir…
No, yo no quería eso. Definitivamente… no lo quería…
- ¡No! – grité, al ver como un puñal le era clavado en la parte superior de su hombro - ¡Jasper!
- Estoy bien – tranquilizó; pero era claro que no era así. ¿Cómo podía alguien estar bien cuando la sangre brotaba como cascada por tu cuerpo? - ¡Corra! – ordenó, pero no me moví ni un solo centímetro.
Mis pies se habían adherido a la tierra, como si, sobre mí, tuviera a dos enormes pesas que me estabilizaban eternamente en ese lugar. Estaba tan preocupada por él, que no opuse resistencia alguna cuando dos pares de sucias manos me tomaron por los hombros
- ¡Princesa! – Soltó, con voz afligida, cuando era arrastrada por uno de ellos
- Nuestro jefe estará demasiado feliz. Tal vez y hasta acepta el convertirnos hoy mismo.
Así que de eso se trataba. Ellos trabajaban para los vampiros sólo para ser uno de ellos. Para ser inmortales…
- Súbanla al caballo y llévensela – ordenó alguien y, al segundo siguiente, me encontré en la situación que se había indicado
Pero, a pesar de saber que yo estaba en riesgo, mis ojos y mi mente no parada de pensar en él, que había quedado tirado a varios metros de mí... Lo único que yo deseaba en ese momento era que Jaser se salvara
Nuestras miradas no se desviaron ni un solo momento, ni si quiera cuando el caballo en el que me encontraba apresada comenzó a caminar, dispuesto a separarnos, y no sé que leía él en la mía, pero yo en la suya sólo podía ver un reflejo del mismo sentimiento de vacío que yo sentía al saberme que, probablemente, ya no le vería más.
- ¡Alice! – alcancé a escuchar su voz y, a pesar de ese momento tan lleno de terror, fue como un calmante que me esponjó los huesos y me hizo olvidar todo por un momento.
Sonreí, a pesar de todo, por que nunca antes había sentido algo tan bello recorrer mis venas al escuchar mi nombre en labios de otra persona…
El caballo frenó de manera inesperada, al encontrarse con un enorme lobo de tamaño imponente frente a él. El hombre, que atrás de mí se encontraba, jadeó del miedo y, cobardemente, se bajó del animal e intentó huir, más el paso le fue obstruido por el licántropo que, con movimientos ágiles y rápidos, había llegado hasta ahí y le había cogido propinado un buen golpe con una de sus patas, dejándole inconciente.
Esperé, atónita y con el nombre de sólo una persona rondando mi mente, a que el joven Jacob apareciera en su forma humana, tras irse al bosque para cambiar de fase.
- Alteza – dijo, con una leve inclinación - ¿Se encuentra usted bien?
- Si – contesté – Por favor – añadí, rápidamente – llévame en donde comenzó el ataque. Uno de los guardias ha quedado ahí…
- No se preocupe, mis hombres ya fueron en su ayuda – tranquilizó – Lo conveniente para usted es llevarla al castillo…
- ¡No! – interrumpí, de manera desesperada – Lléveme a donde le he pedido, por favor. Quiero asegurarme de que Jasper se encuentre bien
Al llegar, lo primero que mis ojos buscaron fue la rubia imagen del joven que tan valientemente había intentado defenderme. Le encontré, acomodado de un árbol, con la herida previamente vendada y con los ojos cerrados
- Se encuentra bien – informó un muchacho de aspecto demasiado joven, lo cual prometía ser uno de los recién iniciados en la manada – nos costó mucho el lograr que se quedara quieto. Tuvimos que ahogarle, para que se quedara tranquilo, pues insistía con ir a buscarla.
- ¿Cómo supieron que nos encontrábamos en peligro?
- En el castillo se encontraban demasiado preocupados por su demora. Así que mi Señor se ofreció por venir a buscarla…
- Muchas gracias – giré mi rostro para ver a cada uno de los morenos y altos jóvenes, de cabelleras negras y largas, que se encontraban tras de mí
- Debemos irnos ya – dijo Jacob – su familia se encuentra demasiado inquieta y no es para menos. Ha sido una imprudencia muy grande el querer regresar de su paseo a una hora tan tarde.
- Lo siento – susurré, volviendo a mirar a Jasper y, al perderme en la galantería de su rostro cenizo, adornado por el dorado de sus cabellos desarreglados, retuve el deseo de llevar mis manos y acariciar el ángulo de sus mejillas…
Llegamos al castillo al poco tiempo y Bella se lanzó a mis brazos, al verme llegar con el vestido y rostro sucio.
- ¡Alice! ¿Te encuentras bien?
- Lo estoy – aseguré
- ¿Qué fue lo que pasó? – exigió saber mi hermano, con voz ahogada en preocupación, mientras me tomaba por los hombros, tratando de comprobar, por si mismo, que estaba completa.
- Vampiros, Alteza – contestó Jacob – Intentaron secuestrar a la princesa Alice.
- ¡¿Vampiros? – exclamó toda mi familia, al unísono y mi padre se apresuró a sujetar a mi madre, que amenazaba con hiperventilar
- ¿Cómo ha sido? ¿Cómo es posible? – dijo mi hermano, con la mirada puesta en los hombres que habían sido capturados y se mostraban de rodillas, frente a él
- Le hemos hecho confesar el por qué han atentado contra la seguridad de su Alteza – comenzó a explicar el líder de los licántropos – y nos han contestado que ha sido por servir a sus verdaderos reyes, los vampiros. Recibieron órdenes de enviar a secuestrar a la princesa. El pago por su lealtad, según dicen, será el ser convertirlos en uno de ellos.
- Qué horror – musitó mi padre, con voz apenas audible, a causa de la furia – Qué acto tan más vil…
- Debe de darle las gracias a este joven – señaló a Jasper, quien se encontraba inconciente sobre el lomo de un caballo – la resistencia que puso para que capturaran a la princesa fue de mucha ayuda para que nosotros llegáramos a tiempo
- Obtendrá su recompensa – prometió mi padre – mientras, llévenlo a una habitación privada y denle las atenciones necesarias para que se recupere.
Seguí con mi mirada el rumbo al cual lo llevaban.
Esos monstruos no tiene limites – siseó mi hermano - Han llegado demasiado lejos. ¡Atentar contra la vida de mi hermana! ¡Eso se paga con la muerte! – su mirada se clavó en los cuerpos de nuestros rehenes – Llévenlos al calabozo. Mañana se les dará ejecución frente a todos los humanos, para que vean a lo que se atenga si intentan traicionarnos.
- James… - susurró Bella, tratando de tranquilizarle. Mi hermano la tomó por las manos, dejándose calmar por el chocolate de sus ojos
- No permitiré que les hagan daño. Si eso llegará a pasar, sería yo mismo quien con mis propias manos acabaría con cada uno de ellos. ¿Dónde esta Emmett? – inquirió después – Se alegrara mucho de saber que los planes han cambiado y la cacería se adelantará para en unos cuantos días…
Dejé de escuchar todas las estrategias y puntos de vista que se expusieron a continuación, ya que no me importaba en absoluto. Lo único relevante en ese instante era mi deseo por ver a mi protector. Me despedí de aquel grupo, argumentando estar demasiado cansada y necesitar relajarme. Me negué a las diferentes peticiones de compañía, pues, realmente, la única que quería en ese instante era la de aquel par de silenciosos ojos grises.
Busqué por cada una de las habitaciones que había en aquel pasillo, hasta que lo encontré, tendido sobre la cama, con el rostro sereno y los parpados cerrados. El deseo de acariciarle se hizo más nítido y no lo pude contener. El deslizar de mis dedos sobre su mejilla resultó una experiencia demasiado agradable, demasiado sencilla… Mi mirada se perdió en el suspiro que emitió e, inconcientemente, fui acercando mi rostro hacia el suyo, hasta que pude sentir su respiración calida sobre mis pómulos.
-¡Princesa! – jadeó de repente, haciéndome saltar hacia atrás.
Me incorporé lo más rápidamente posible, para tranquilizarle, y el verlo ahí, como un niño asustado, temeroso de la noche, con su grisácea mirada desorbitada y cristalina, me removió cada poro de mi piel.
-Jasper – susurré, con mis manos posadas sobre el lado de su pecho sano, para regresarlo a su posición de descanso – Tranquilo, todo está bien
Sus pupilas se concentraron en mi rostro durante varios segundos, reconociéndome, convenciéndose de que era real. Una extraña sensación de paz y sosiego me fue bañando, poco a poco, conforme el aperlado de ellas se iba convirtiendo en una lava espesa y calurosa, que me acariciaba suavemente conforme más se clavaban sobre mí.
-Princesa, perdóneme – pidió, desviando su mirada de la mía – Fui incapaz de protegerla…
-No digas eso, cuando arriesgaste tu vida por mí – interrumpí – No cualquier guerrero lleva hasta esos extremos su deber
-No es por un deber por el cual yo moriría con tal de protegerla – murmuró, acelerando a mi corazón con sus palabras... Quedamos en silencio durante un momento, con nuestras miradas ligadas en la distancia y el sonido de mis palpitares resonando en la pequeña estancia.
-¡Alteza! – exclamó, de repente, la voz de una joven muchacha, que penetraba al cuarto y traía consigo una cacerola con agua y toallas – ¿Le puedo servir en algo?
- No, gracias. Sólo veía a asegurarme que Jasper se encontrara bien – contesté
- Oh, claro que lo está – afirmó, mirándole con cierta coquetería – Es un hombre demasiado fuerte y, además, yo estaré aquí para cuidarlo – y, sin que lo esperase, se acercó para rozar sus labios con los suyos – ¿No es así, querido?
No fue hasta que el sonido a madera arrastrada por el suelo llegó a mis oídos, cuando me percaté que, de manera completamente inconciente, me había levantado del asiento. Salí de aquel lugar con la vista nublada y los pies temblorosos. ¿Qué era esa sensación de terrible mareo que me agitaba la respiración? No había visto nada más que un simple e inocente beso. Era natural, ¿no?... Pero, ¿por qué este sentimiento tan… doloroso?
EDWARD
- Pensé que ya no quería verme – dije, apareciendo tras de ella. Me percaté que se giraba para encararme, lentamente, con exagerada cautela.
Fruncí en ceño ante mi propia consternación. Que yo recordara, nunca, ni si quiera cuando sabía a la perfección que estaba dispuesto a matarla, había sido tan precavida en sus movimientos.
- No he venido a verte – contestó, aún sin mirarme
Bajé la mirada hacia sus manos, las cuales jugaban con la falda de su vestido, intentando esconder algo.
- ¿Has venido a matarme con ese puñal? – aventuré, disfrazando con la broma el verdadero sentimiento lastimero que se acrecentaba en mis venas secas.
Entonces, al fin levantó el rostro y su mirada se clavó en la mía. Jamás antes le había visto ese brillo frenético en sus ojos. ¿Qué pasaba?
- ¿Tanto la ofendí al haberla besado? – no contestó. Aquello no estaba bien.
¿Qué ocurría? Esa furia no era a la que estaba acostumbrado. Ni si quiera era la rabia que me hacía atractivo el estar a su lado. Era una ira envenenada, filosa y endemoniada… Lastimera.
Me hice a un lado, rápidamente, cuando se lanzó hacia a mí, dispuesta a enterrarme el arma que reposaba peligrosamente en su mano. No había ni terminado de esquivarla cuando otro ataque me llegó, así que me vi en la obligación de tomarla por la espalda y atar sus manos con las mías
- ¡Suéltame! – exigió, revolviéndose para liberarse de mi agarre
- ¿Se puede saber a qué se debe tanta violencia? – quise saber, conteniendo mi propia furia.
- Te voy a matar por traidor, por cobarde –
¿Traidor? ¿Cobarde? ¿Acaso sabía que Rose y yo…?
La acorralé entre un árbol y mi cuerpo, y la hice soltar el arma que cayó al suelo con un sordo sonido.
- ¿De qué habla?
- No te hagas el idiota. ¡Sabes a lo que me refiero!
- No, no lo sé
- ¡¿Ah no? Entonces, dime ¿Quién mandó a atacar el carruaje de mi hermana ayer, en la caída del crepúsculo?
¿EH?
- Fueron tus hombres – prosiguió – ellos mismos confesaron que están a tus ordenes, por que les has prometido la inmortalidad como vampiro. ¡Todos ustedes son unos cobardes! Y tú… Tú eres el más vil de los mentirosos…