Cap. 6 No me digas que no
No me importaba esperarla a dos cuadras de su departamento, tampoco me importaba que hubiera revistas llenas de fotografías de ella junto a él pretendiendo ser la pareja perfecta. No mientras su corazón y su alma me pertenecieran, el podría tener la formalidad y el reconocimiento, yo la tendría a ella.
Saqué el seguro mientras la veía correr hasta mi auto. Mientras entraba encendí el contacto y apenas cerró la puerta y nos besamos aceleré para sacarla de allí. Tomé la autopista sin rumbo. Nos perdimos por unos caminos hacia las afuera de la ciudad, no tenía idea de donde ir pero tenía claro que debía ser lejos, lo más lejos posible. Durante todo el trayecto jugo con mi entrepierna, disfrutando al máximo las expresiones que daba producto de lo desesperado que me traía. Lo hizo hasta que no aguante más y estacioné el auto en una pequeña saliente que divisé entre unos cerros, no había nadie ni nada más que ella y yo.
— Te eche de menos —exclamó besándome con pasión. Sujete de su cintura atrayéndola hacía mí, se sentó en mi regazo, mientras sus finas y diminutas manos se posicionaban en mi barbilla.
— El vuelo se atrasó —explique hipnotizado por su mirada, lo único que fui capaz de hacer, fue correr un mechón de cabello de su rostro.
Al verme hacer aquello, se incorporó y se lo sujeto en una coleta. Sus labios se torcieron en una sonrisa sugerente y su mirada de niña traviesa me cautivo. Amaba a la mujer frente a mí en toda la extensión que esa palabra podía significar. Jamás me había sentido así por nadie y me agradaba la sensación de necesidad que despertaba.
Yo también había echado de menos su cuerpo tibio, sus labios tersos, suaves y dulces como la mejor miel que hubiera probado en años. Me encantaba ese cereza desteñido tan característico de su boca que luego de besarla se transformaba en uno furioso.
Deslice la palma de mi mano por su cuello mientras ella aún luchaba con su frondoso cabello para sujetarlo correctamente, no aguante a que tuviera hecho el moño de manera correcta y la recargue contra el manubrio con apuro.
Obviamente y como era de esperarse ella se dejó, abrí lentamente y sin quitarle la vista de encima, los infames botones de su blusa hasta conseguir que quedará completamente abierta para mí. Recorrí con la yema de mis dedos su piel desnuda, deslice uno de mis dedos por entre sus pechos mientras ella terminaba de arreglarse el pelo, sentí como su cuerpo se estremeció cuando llegue hasta el punto donde la copa de los corpiños se une. En sus labios se dibujó una amplia sonrisa picarona.
Acercó su rostro al mío y me beso, su húmeda lengua entreabrió mis labios y obvio la deje pasar gustoso. Correspondí al beso introduciendo la mía en su boca, embriagándome de aquel sabor tan delicado. Sentí a lo lejos como sus dedos, tembloroso y un tanto desesperados, luchaban por quitarme la polera que traía puesta.
El sol estaba poniéndose y había una ráfaga de viento tibio que golpeaba el automóvil, ese suave vaivén del viento también permitía que la copa de los árboles cediera en aquel juego con fuerza esparciendo una que otra hoja en nosotros. Cuando las advertí, molestas, en nuestros rostros me convencí que no había sido la mejor idea haber comprado un auto descapotable.
Intensifique el beso debido a que dos semanas sin ella habían sido demasiado calvario para soportar un segundo más sin ella. Odiaba no tener aún una residencia fija, bueno específicamente odiaba no tener un lugar junto a ella.
Con el beso creo que le demostré no solo mi urgencia por amarla, sino que la urgencia que sentía por que ella me amará a mí. Tiré de su blusa desnudando sus hombros y me acerque a besarlos. Mientras lo hacía puse mis manos en su espalda para desabotonar el corpiño y liberarla de aquella infame pero sexy prenda de vestir.
Para cuando liberé sus hermosos y bien definidos pechos, ella ya tenía sus manos en el botón de mis pantalones, estaba mordiéndose el labio inferior de esa manera tan provocativa que me encantaba. Desabotonó y bajo el cierre con tanta urgencia como la mía, el fulgor demostrado por ambos a este punto era demasiado.
Sus labios tibios besaron mi cuello y comenzaron a jugar mojando la piel bajo mi oído mientras se alzaba para que yo hiciera, lo correspondiente, para quitar su falda. Se sujeto al manubrio, como una experta, para que pudiera tirar de su ropa interior, el objetivo era más que obvió. Me sonreí, recorrí su pelvis hasta legar a sus caderas y deslicé la prenda pasándola por las rodillas hasta quitarla por completo.
Para hacer más espacio corrí el asiento hacía atrás, todo lo que me permitiera la realidad de mi automóvil, no pude evitar, mientras acomodaba el asiento, deslizaba mis dedos por su entrepierna hasta llegar a esa parte tan intima que ya sentía como mía, la acaricie, cuando Bella jadeo mirando al cielo, sonreí.
Me miró con esos ojos castaños exquisitos y me beso con lujuria mordiendo mi labio inferior en el proceso.
Me encantaba la forma tan necesitada de besarme, me agradaba sentir que, para ella, yo también era una necesidad, una insaciable, una imprescindible, una que no podía negar. Así que disfrute de aquel beso fogoso que me dio incorporando a ese encuentro mi propia fogosidad.
Se acomodo un poco separando su rostro del mío mientras luchaba por quitar mis pantalones, claro que solo lo necesario. Al lograr su objetivo sus ojos brillaron al igual que sus mejillas, que se tiñeron de un rosáceo exquisito. Aún tomada al manubrio giró su cuerpo regalándome una sonrisa inocente pero cargada de deseo, cuando estuvo de espaldas a mí entendí su propósito y la seguí. Ambos emitimos un gemido audible cuando me sentí en su interior. Enterré mi rostro contra su espalda mientras ella comenzaba a moverse lentamente.
Sentir la tibieza de su ser era la sensación más divina y fantástica que podía haber sentido alguna vez, y era increíble que no importará cuanto lo hiciéramos, yo seguía sin tener suficiente de aquel placer que su cuerpo me proporcionaba. A este punto Bella era como una droga, una de la cual no quería rehabilitación, una por la cual mataría.
El movimiento de sus caderas eran lentos y profundos al principio, tenía sus manos sujetadas al manubrio frente a ella. Las recorrí acariciándolas mientras sentía la fricción de ese movimiento endemoniadamente satisfactorio.
Corrí su pelo a un costado y bese la parte de atrás de su cuello desnudo deslizando mi lengua hasta la base, mi intensión era hacer tan placentera su experiencia como la mía. Sentí que estaba lográndolo cuando su cuerpo se comenzó a estremecer, sus jadeos se hicieron más constantes, más audibles, había perdido el control y lo comprobé más aún al sentir como ella aceleró sus movimientos ayudándose de sus manos.
Hasta ahora no le había visto ni descubierto la utilidad a ese pequeño instrumento que lejos de ser un estorbo estaba convirtiéndose en un arma peligrosamente últil. Nuestras respiraciones se hicieron erráticas en cuestión de segundos. Mientras la sentía moverse, aproveche y deslice mis manos por sus pechos acariciándolos, su piel estaba ahora completamente sudorosa producto del esfuerzo.
Se soltó y puso sus manos sobre las mías guiándome en ese juego tan perverso de acariciarla, diciéndome donde y como hacerlo. De pronto sentí como ella llevó hasta sus labios, una de mis manos, la dejo allí y los entre abrió, sentir su hálito tibio en la yema de mis dedos húmedos con su saliva acrecentó mi excitación. Acaricie sus labios mientras escuchaba esos gemidos que me trastornaba. Ella besaba mis dedos de vez en cuando.
La fricción de nuestros cuerpos se hizo más intensa provocando que, el moño hecho en su cabello, comenzará a soltarse a medida que su cuerpo se movía contra el mío más rápido. Me acerque a su oído y susurré su nombre mientras ponía mis manos en sus caderas para incrementar la rapidez y frecuencia de sus embestidas, cuando por fin sentí que juntos alcanzaríamos el cielo, Bella se recargo contra el manubrio contrayéndose.
— Te amo, te amo, te amo —repitió una y otra vez con su voz distorsionada mientras colapsaba.
Tenía la respiración agiotadísima y difícilmente podría haberle articulado una respuesta coherente, atiné solo a recargarme contra su espalda besando sus hombros mientras luchaba por bajar mi corazón de la garganta. Giró su cabeza aún recargada contra mi pecho de espaldas y puso una mano en mi rostro mientras me besaba.
— Bienvenido a casa —murmuro divertida mientras se levantaba para cambiar de posición.
Me miró con deseo y me ordeno el pelo. Me reí besándola nuevamente en los labios.
— Estas provocando que desee irme otra vez—advertí y ella me miró sorprendida.
— Entonces creo que tendrás que comprarte un auto que tenga asientos trasero —contestó besando la punta de mi nariz.
Siempre había pensando que las despedidas eran innecesarias y absurdas pero al tenerla a ella me parecían macabras. Mi corazón se tiño de oscuridad penas constate nuestra triste realidad, ella le pertenecía a otro, yo solo la tenía prestada y eso estaba carcomiendo mi alma. Estacione en el mismo lugar de siempre, el mismo lugar que utilizaba cada vez debía volver a la triste realidad de dejarla a la vuelta a su departamento. Eran dos cuadras de distancia, dos cuadras de un callejón sin salida, dos cuadras entre él y yo. En realidad, ella trataba de evitar que "él" pudiera verla bajar de un auto desconocido y ahorrarse la explicación de ¿Por qué? De mi presencia cuando ya no había motivo para estar juntos.
— ¿Nos veremos mañana? —pregunté con el corazón en la mano y jamás me creí en esta situación, yo era el "otro". Giró su rostro hacía mí, su mirada no era difícil de leer, no abría un "mañana". Enfurecí.
— Eeeee, la verdad, quede de acompañar a Jacob a… —explicó con dulzura una que no estaba muy dispuesto a escuchar, así que la interrumpí, a veces desearía que ella mintiera en vez de ser tan honesta.
— Bella… por favor… no… —susurré en reproche.
En realidad era melancolía más que regaño, yo mejor que nadie, sabía que ella ya tenía una historia, el problema es que yo quería que su historia fuera conmigo no con él. Arrugué el entrecejo, me lleve mis dedos allí y suspiré en un intento de calmar los celos. En realidad buscaba el momento, o mejor dicho las palabras justas y precisas para decirle que era demasiado tortuoso saber que ella y su "novio" aún estaban juntos. El hecho de que ambos compartieran departamento y no solo eso, sino la cama era algo que no sabía si podría seguir soportando. Al hacerme la imagen mental de aquel "compartir" era cuando deseaba fervientemente que mintiera, que me dijera que saldría con alguien, prefería una mentira creíble para poder en parte, amenguar la ira que me hacía sentir aquella situación.
— No me ha tocado si eso es lo que piensas —se escudó deslizando sus dedos por mi barbilla, trató de tomar mi rostro pero lo quité de sus manos, dirigí entonces mi mirada por primera vez hacía ella.
— ¿Entonces por qué sigues con él? ¿Por qué simplemente no terminas esa relación inexistente? —cuestioné desesperado por encontrar la lógica a que ella me tuviera como amante cuando podría tenerme como un todo.
— Porque no puedo —exhaló complicada y seria — es difícil —concluyó.
Y entonces me di por vencido, exhalé todo el aire que tenía en los pulmones rompiendo con el sonido que esto produjo el silencio que se había formado y sus palabras me recordaban en parte lo que yo había aceptado desde el primer minuto en que me había involucrado con ella: yo había elegido convertirme en su amante, ahora no tenía nada que exigir ni menos reclamar.
En ese minuto comprendí entonces a todas las mujeres del planeta que se transforman en la amante del marido despechado, se siente demasiado terrible tener que dejar ir, noche tras noche a la persona que se ama a los brazos del "otro". Es demasiado difícil permanecer en las sombras dando todo y recibiendo apenas nada.
Se reduce a complacer y luego traer a las puertas de aquel hogar que le pertenece a "él". Es demasiado pedir, me carcomía el orgullo pensar que yo podría ser él. ¿Por qué Bella tenía que haber tenido novio?, me pregunté y maldije el día en que se conocieron ambos.
No solo eso sino que maldije todo el pasado de ellos dos como pareja y me maldije a mí y a mi corazón estúpido por haberme enamorado de un imposible, me había enamorado a tal punto, que era incapaz de romper el círculo, no podía dejarla porque la amaba, la amaba con locura.
Aún así y a pesar que siempre repetía la misma historia cuando conversábamos de "la relación" que ambos llevaban y aunque Bella me juraba que entre ellos dos no pasaba de nada, desde que nos habíamos involucrado al menos, yo también era hombre y ese "no pasa nada" me era difícil de creer y digerir ¿Cuánto tiempo podría negársele?, era una pregunta que francamente y muy en el fondo no quería responder.
— Es tarde —concedí al final quitando la mirada de su rostro apenado y encendí el contacto de mi vehiculo. Mientras más pronto terminará con el macabro ritual de la despedida más pronto podría irme de allí lejos, a la seguridad de hogar, donde dejaría de lado mis instintos asesinos porque en el preciso momento que ella cruzará la puerta del auto y la viera alejarse se me llenaría la mente de ideas perversas en la cuales, Jacob moría y no de la mejor manera.
— Pronto empezarán las grabaciones de la película, estaremos solos tú y yo, por favor no te enojes —me pidió acercando su rostro al mío con la intensión de besarme. Esquive lo mejor que pude sin hacerla sentir miserable, tampoco era la idea de terminar un día maravilloso discutiendo pero dolía. Me dolía compartirla.
— ¿Qué sucederá después? —le pregunté cuando logró que mi rostro encarará su mirada de chocolate entristecida.
— Edward es complicado sobre todo y principalmente porque tu no vives aquí —me respondió nerviosa.
— Viviría contigo si tú lo quisieras —rebatí y ella bajo su mirada.
— Tiempo, es todo lo que te pido, no puedo llegar y dejarlo, Jacob no se lo merece —arguyó entre dientes
— Paciencia es una virtud que desgraciadamente no tengo Bella —respondí y ella giró su vista al frente.
No nos despedimos, simplemente se bajó del auto y no esperé a que ella caminara hasta cruzar la calle como solía hacerlo, esa noche quería irme lo más pronto posible, traté de no hacerme a la imagen mental pero fue inevitable, de pronto en el fondo como un dibujo deslucido estaban él y ella, apreté la vista y pisé el acelerador, no recuerdo como giré el vehiculo ni como salí de aquel callejón, simplemente sentí la brisa que se colaba por la ventana entreabierta y en un suspiro ahogado ya estaba enfrentando un semáforo en rojo, apreté el freno y el auto rechinó.
Entre a mi departamento y miré el contestador tenía diecisiete mensajes pero no quería escuchar ninguno. Me senté frente a la televisión y la encendí, cambie de canal en canal sin mucho resultado en menos de cinco minutos, estaba en eso cuando apareció "ella" en las noticias del espectáculo de un canal farandulero pero claro, como una verdad presagiada, no apareció sola, estaban ellos dos, ambos con ese rostro de enamorados eternos que me revolvió el estomago.
—¡Ella es mía! —grite mientras tiraba el control remoto a un lado.
¿Pero que estaba haciendo?, reflexioné apenas sentí el crujir del pequeño aparatito todo desarmado en el piso de la sala de estar. Tenía claro desde el comienzo de esta aventura que ella tenía un pasado, que ella tenía a alguien y que yo había comenzado como lo que era: alguien que se había metido a su vida una noche cualquiera sin tener derecho a nada más que a una caricia furtiva, a un beso a escondidas, a una noche de lujuria sin atadura, en resumidas sin derecho a nada más que un encuentro casual.
¿Quién me aseguraba que ella no lo amaba? ¿Acaso no se pueden amar a dos personas a la vez? ¿Desde cuando tengo que pedirle fidelidad a quien engaña?, pensé mientras salía a fumar un cigarro a la terraza.
Eran las tres de la madrugada, no corría ni una pizca de viento aún y yo aun con los ojos más abiertos como si fuera medio día. Me recargue contra la baranda mirando al cielo mientras contemplaba absorto las figuras que el humo, caprichoso formaba en el aire.
Bajé la vista sin querer y mi mirada dio de lleno hacía el ventanal de mi habitación, la terraza unía la sala de estar con el dormitorio principal, no pude evitar que me inundarán los recuerdos al mirar hacía mi cama, retrocedí hacía un par de tardes atrás, retrocedí hasta llegar al recuerdo más patente que tenía y que era con ella en esa cama, me consumió la lujuria al imaginarme su rostro, sus facciones, sus gemidos ¡Dios!, grité ahogado apagando el cigarro a medio fumar.
Su olor estaba impregnado en el ambiente o al menos eso me parecía, porque juraba que ella estaba allí, ese tinte dulzón de su perfume, ese olor a fresias de su cabello me estaban persiguiendo. Luche por no llamarla pero finalmente me venció la curiosidad, quería cerciorarme que ella no estaba mintiéndome respecto a ese "no ha pasado nada entre nosotros". Disque su número y los bip me parecieron eternos hasta que finalmente me contesto, en un principio, deseaba que me hubiera contestado con la voz adormilada pero me sorprendió sobremanera lo agitada que se encontraba, incluso paso saliva para hacerla más clara y firme. Bella no estaba durmiendo, abrí mis ojos aún en shock por como la había escuchado.
— ¿Bueno? —insistió tratando de controlar su respiración.
Entonces me encegueció la rabia que en cuestión de segundos consumió mi corazón.
— ¡No que no te tocaba! —grité consumido por la ira y sin esperar explicación alguna — Cinco minutos Bella, en la puerta de tu edificio y será mejor que estés allí para cuando llegue sino Jacob va a recibir una visita de media noche —amenacé colgando el celular.
Me vestí con lo primero que encontré, ni siquiera me saque el pijama, simplemente me puse el primer pantalón que encontré y la polera que había dejado en el suelo de mi habitación y salí. Baje raudo las escaleras de servicio, esperar al ascensor me pareció darle demasiada ventaja, tenía un objetivo y era llegar hasta ella en el menor tiempo posible. Otra vez hice rechinar los neumáticos en la salida del estacionamiento, un auto venía entrando y cedí el paso, simplemente pase primero provocando la detención brusca del otro conductor, no me importó.
Ellos no me verían la cara, no esta vez, no iba a permitir que ella fuera de otro que no fuera yo. Me pase más de cinco semáforos rojos hasta que di con el edificio, como era de esperar y en parte de manera tranquilizadora la divisé, ella estaba afuera mirando bastante preocupada por no decir desesperada a todos lados.
Vestía un buzo y una cazadora que apretaba fieramente contra su cuerpo por lo que deduje que hacía frió, yo en cambio, sentía un calor inmenso y era producto de la rabia que sentía. Apenas me advirtió se acercó hacía mí pero fui más rápido y me bajé antes que ella pudiera llegar hasta el auto.
— ¡Esto se termino, o le dices tu a él o se lo digo yo! —demandé como un verdadero loco consumido por la indignación que me provocaba la situación.
Bella me miró en pánico, se interpuso en mi caminar decidido impidiendo en parte que pudiera dar alcance a la puerta de su edificio. Estaba decidido a subir hasta el maldito departamento y gritarle todo a su cara. ¡Ahora te quiero ver Jake!, pensé disfrutando anticipadamente de la expresión que él me daría al enterarse que su adorada Bella lo engañaba.
— No… por favor… Edward… cálmate, por lo que más quieras… te lo ruego, entre él y yo no paso nada… —trató de convencer pero esta vez no iba a ceder tan rápido.
— ¿Nada? —inquirí irónico — entonces por qué contestaste como si estuvieras teniendo sexo con él —espeté furioso.
Sus delicadas manos se ciñeron con fuera a la solapa de mi chaqueta, en un intento por alejarme de mi objetivo, su mirada estaba vidriosa, Bella estaba realmente asustada, apenas logró coordinar ideas y con la voz temblorosa finalmente habló.
— Al menos déjame explicarte que sucedió —pidió en un susurró
— No quiero más mentiras, se acabó, mi paciencia se agotó —respondí tomando sus manos para quitarlas pero ella se aferró incluso más.
— Cuando llamaste me encontraba lejos del celular, me había levantado al baño, no es lo que piensas, Jacob está durmiendo. Sí contesté agitada fue porque corrí para contestarlo antes que él se despertará y lo hiciera, eso fue todo —aclaró desesperada.
— ¿Por quién me tomas?, no soy estúpido —grité nublado por la ira que me provocaban sus excusas de mentira.
— Te estoy diciendo la verdad —insistió alarmada por mi grito despechado. En un minuto de sensatez noté que estábamos haciendo una escena a vista y paciencia de todo quién quisiera vernos, de hecho, el conserje de su edificio se había levantado de su asiento y se había acercado, un tanto curioso pero también alarmado, hacía la mampara de vidrio, estaba atento a salir en cualquier momento – Edward… te lo suplicó, todos se darán cuenta —conminó alejándonos de allí unos cuantos pasos.
—¿Y qué? –exclamé sin importarme aquello.
No me importaba en lo absoluto que todo el mundo se enterará de lo nuestro, es más, quería fervientemente que todos, incluido él lo supiera. Me apoyé contra mi auto.
Desesperado esa era la palabra que podía describirme mejor en aquel momento. Estaba completamente e irracionalmente desesperado por Bella.
Hubo unos minutos de tenso silencio entre ambos, las recriminaciones se habían terminado al menos por ahora, se me contrajo el corazón al advertir su rostro marchito por los nervios, aquellos ojos marrones estaban vidriosos y clavados en mí. Su expresión era demasiado tortuosa, jamás la había visto así. Entonces me percaté de otra cosa, su cuerpo completo estaba temblando, fue allí cuando recién dimensioné mi arrebato de celos. Esto estaba saliéndose de las proporciones.
— Por favor —me pidió entre dientes acercándose pero esquive su cuerpo soltándome de sus manos.
Nos quedamos mirando por un breve segundo, uno donde el tiempo se detiene y parece que fueran siglos, su mirada era tan trasparente como la mía, tenía miedo, miedo a perderme por que yo no le creyera su verdad. Fue entonces cuando me reí nervioso, estaba siendo totalmente irracional con la escena recién montada.
Incliné mi cuerpo un poco, dispuesto para acercarme cuando Bella, de la nada, se llevó una mano al estomago, abrió sus ojos sorprendida y todo su cuerpo se inclinó perdiendo el equilibrio. En un acto reflejo logré alcanzarla y la sujete entre mis brazos. Alce mi rostro con mi mano, esté había perdido completamente el color.
— ¿Te sientes bien? —le pregunté preocupado.
Era increíble como podía pasar de estar furioso con ella a estar preocupado por su bienestar. Solo ella era la causante de aquellos cambios de humor tan repentinos, en verdad, me sentía como su marioneta personal.
— Estoy bien —confirmó en un balbuceo escuálido, no obstante aquello, la observe por unos momentos aforrándola aún a mí.
— ¿Segura? —cuestioné de vuelva dándole un pequeño vistazo de insistencia al cual rehuyó — No te ves bien, estas demasiado pálida —hice notar pero ella se separó un poco de mí.
— Estoy bien, es normal… no es nada —insistió
— ¿Normal? —y mi incredulidad se dibujó en mi rostro, ¿normal es que la gente casi se desmaye?, rebatí en mi pensamiento.
— Estoy próxima a mis días… tu me entiendes —explicó finalmente, claro que, yo no pude evitar mantener mi sospecha.
Tenía dos hermanas y jamás las había visto así en los días previos a que tuvieran su período. Era ridículo pensar que una mujer se iba a desmayar por algo que era biológicamente normal. Debía pasarle algo y me sentí culpable, tal vez, los nervios la habían traicionado.
— ¿Te pasa siempre? —cuestioné sujetando sus manos que estaban más frías de lo habitual.
— A veces —respondió un poco aturdida.
Al parecer aún tenía la sensación de vacío puesto que no lucho por separarse de mi agarré al contrario, incluso me dio la impresión que contaba con que la estuviera sujetando. De pronto sus ojos se desviaron hacía los míos, y se incorporó aforrándose a mi cuello, me abrazó y enterró su rostro en mi hombro — te lo juro mi amor, entre Jacob y yo no ha pasado nada, desde hace mucho, te lo suplicó no hagas esto, hablaré con él pero dame un poco de tiempo —murmuró
Entre muchos de sus talentos, Bella poseía este, poder cambiar de tema tan drásticamente que te dejaba sorprendido. No quise insistir en algo que, a todas luces me sonó sincero, a cambio la abrace aforrándola aún más a mi cuerpo. Al cabo de unos minutos rompí el abrazo solo para besar su frente, que estaba tan fría como la noche. Acaricie su mejilla con el dorso de mi palma hasta que llegue a su barbilla, la besé dulcemente y entonces me percaté que todo su cuerpo estaba frío.
— Ve, entra —le pedí su mirada tímida se encontró con la mía — te vas a enfermar si sigues aquí a la intermedié – ahora mi voz estaba evidentemente más relajada, había pasado la tempestad.
— Edward yo… —comenzó a decir.
— Te creo —aseguré interrumpiéndola — hablémoslo mañana —exclamé resignado a seguir siendo el otro, al menos por ahora.
— Te amo —susurró en respuesta.
— Y yo a ti —le respondí metiéndome en el auto.
Entró lentamente al edificio, sin quitarme la mirada de encima, desde el ventanal siguió observándome. Cuando estuvo a dentro, algo habló con el conserje que volvió a su lugar habitual, caminó hasta los ascensores y se perdió en su interior — qué estúpido eres —me recriminé abandonando el lugar.
— ¿Qué piensas sobre la infidelidad? —le preguntó la periodista y Bella la quedo mirando impactada.
Se puso nerviosa y como me gustaba esa sonrisa de cervatillo asustado que daba cuando alguien la acorralaba. Me sonreí y me acomode en el sillón mientras subía el volumen a la entrevista que estaban pasando y que le habían hecho hace un par de semanas para un programa de televisión. Estaba promocionando uno de sus últimos papeles en que representaba, nada menos, que a la amante, y si me preguntaban a mí ella era perfecta en ese papel, en todo sentido.
— Bueno creo que es algo excitante al menos eso le pasa a mi personaje —respondió y comprobé cuan predecibles podíamos ser.
¿Qué todos los actores hacíamos eso de derivar la pregunta al personaje para no contestar algo que podría romper con el encanto televisivo?, deduje mientras suspiraba y escuchaba el resto de la entrevista.
Estaba absorto viendo el programa que no me percaté de su llegada sino hasta que sus tibios brazos rodearon mi cuerpo, éstos se deslizaron por encima de mi polera y sus labios susurraron una proposición bastante tentadora.
— Te parece si te enseño un truco que aprendí de esa película —propuso con voz sensual y la sujete por los hombros haciendo que cayera a mis brazos en el sofá.
Lucho porque no tuviera éxito pero finalmente lo logré y su cuerpo delgado se acuno en mi pecho mientras la besaba acariciando cada parte de su boca, degustando su exquisito paladar.
— ¿Se terminó la cuarentena? —pregunté divertido y ella se alzo en mi regazo
— No sabes cuando me agrada divertirte —contestó irónica.
Frunció el ceño y no había sido yo el que había puesto ese extraño nombre a su periodo menstrual. La verdad me parecía cómico que le avergonzará decirme que no podíamos tener relaciones porque estaba en un proceso completamente biológico y del cual ninguno de los dos podía hacer algo al respecto. En cambio le había puesto ese nombre tan chistoso que de solo pronunciarlo me daba vergüenza ajena, me miró por unos segundos mientras con sus dedos jugaba con mi pelo.
— Sí no quieres, no hay problema siempre puedo irme —sugirió cuando vio que no le contesté nada pero la sujete por los hombros impidiendo que se levantara.
— Me tuviste a sal y agua por una semana no hay manera que salgas por esa puerta sin antes hacerme el amor —afirmé besando sus labios con hambre, hambre de ella.
Tiré de su polera, desabotoné su corpiño y todo en cuestión de segundos, ahora ya me había hecho un experto en desnudarla. Baje hasta la base de su cuello y juegue dando pequeños y húmedos besos en el hueco que se forma al llegar al hombro como un dulce y gratificante preámbulo, fue el necesario para lograr cambiar de posición, apoye su espalda contra el sofá donde estábamos.
— ¿Vamos a hacerlo en el sofá? —cuestionó sin tratar de ocultar su entusiasmo.
— Es uno de los pocos lugares de este departamento que estas quedando invictos, no dejaremos que rompas el record ¿o sí? —contesté mientras me alzaba y tiraba de sus pantalones con ropa interior incluida.
La miré y como amaba que ese cuerpo perfecto fuera mío. Me cerní sobre ella, separó sus piernas de manera magistralmente perfecta, puso una a cada lado de mi cuerpo, sus ojos me contemplaban extasiados y los míos admiraban su belleza innata. Esa que tanto me gustaba, aquellas facciones de niña dulce e inocente mezcladas con las de una mujer fiera, nos besamos mientras yo me dedicaba a explorar el resto de su cuerpo con mis manos. Acariciando su rostro, sus pechos, su vientre con un único propósito que era haberla vibrar. De pronto sus manos desabotonaron mi pantalón con urgencia y con sus pies, demasiado hábiles a este punto, termino por liberarme de esa prenda tan innecesaria.
Bese sus pechos mientras me acomodaba mejor y sin mucho preámbulo comencé a hacerle el amor, introduje mi cuerpo al suyo y esta vez lo hice más fuerte que de costumbre, el desespero me traicionó, chilló pero la adrenalina de sentirla gemir más fuerte venció a mi lado cuidadoso y romántico. Ahogue cada gemido y jadeo con mis labios mientras acrecentaba los movimientos, cruce mis manos sobre su cabeza y rompí el beso cuando sentí que iba a llegar al orgasmo, ella deslizo su lengua por mi garganta mientras yo gemía llegando a una maravilloso y necesitada culminación.
— ¿Recompensando? —preguntó
— Ajá —contesté entre dientes, aún en su interior el cual me negaba a abandonar tan pronto. La sensación era divina, exquisita y aterradoramente adictiva.
— Qué bueno porque ahora es mi turno —evidenció irguiendo su cuerpo, ahora fui yo el que quedo de espaldas y Bella sobre mí.
—Al menos dos minutos… —le pedí y ella rió entre dientes.
Me miró con ese brillo en los ojos tan característico de ella cuando algo tramaba. Sentí como deslizo sus dedos por mi estomago acariciándolo, logró que me estremeciera ante su contacto. Estaba acercándose peligrosamente a la parte baja de mi ingle. No pude evitar dar un pequeño saltó ante el contacto de sus manos con esa zona un tanto susceptible, esta reacción logró esbozar una sonrisa más amplia en sus labios y acomodo su cuerpo recargando una mano sobre mí. Cuando me percaté como se arreglaba el cabello detrás de sus orejas y bajaba lentamente con sus labios hasta esa parte de mi ser que necesitaba de los minutos que le había pedido se escapó de mis labios un gemido demasiado vergonzoso, mi cuerpo se contrajo y jamás me hubiera imaginado que ella podía hacer eso y de esa manera sólo con sus labios.