Capítulo 7: Alianza entre enemigos
Jamás en mi vida había tenido tanto miedo y estaba literalmente temblando ante la verdad que mi mejor amigo podría decirme. Sencillamente me rehusaba a escuchar que Bella había arrastrado a nuestro hijo en su locura. Cómo había sido posible, en que minuto lo había pensado. Recordé a la mujer que me había cautivado el corazón.
Vamos Alice dime dónde puedo encontrarla
Háceme caso déjala tranquila, ella no es la típica chica.
Estas hablando como si quiera hacerle algo, solo quiero… em… conversar con ella
Mentí y quise parecer convincente.
Sóplame este ojo, como ni su supiera que andas en plan de conquista, crees que no lo noté en mi cumpleaños.
¿Por favor?
Le suplique, y curve mis labios en una sonrisa.
No
Respondió sería y eso me descoloco, me pregunté que escondía Bella, para que mi hermana fuera tan celosa en darme su número de teléfono.
Que te cuesta, dime donde está, dame al menos su teléfono
Insistí pacientemente. Sabía que estaba a punto de lograr mi objetivo
Ni aunque fueras el último hombre en el planeta
Me respondió apartándome de su paso. Me quede mirándola y luego volví al ataque.
Ey! Eso dolió estas hablando de tu hermano, te juro que me comportaré
Le dije dándole esa sonrisa de cachorro arrepentido que tanto le gustaba a todas las mujeres. Y que usualmente me servia para lograr doblarle la voluntad a mis hermanas.
Arg! No me mires así… esta bien, te lo daré pero no va a gustarte lo que encontrarás, te lo advierto para que no digas que no te lo dije
Me advirtió enarcando una ceja y eso pico mi curiosidad. ¿Quién era Bella Swan? Me pregunté para que hubiera tanto misterio de parte de mi hermana.
Eso lo juzgaré yo
Bella no es para ti lo digo en serio, hazme caso
Volvió a repetir buscando en su teléfono celular.
Vas a darme el teléfono ¿sí o no?
Haré algo mejor te diré donde esta ella en este precioso momento
Me contesto con los ojos abiertos y la sonrisa de satisfacción que me daba cuando usualmente ella me hacía hacer el ridículo.
¿Dónde?
En la Iglesia Saint Pierce
Ese día no me había reparado en ese pequeño pero gran detalle llamado "iglesia", sin más había salido resuelto a invitarla a salir sin mediar las consecuencias de aquello.
Maneje planeando que decirle y como convencerla que saliera conmigo, que tonto había sido, la busque casi desesperadamente en todos los lugares, pero no la encontré y estaba a punto de desistir, tenía mi dedo en el botón de llamada para hablar con Alice cuando la vi. Estaba en uno de los patios interiores, dónde había una especie de plaza de juegos, estaba rodeada de niños de todas las edades y ella parecía disfrutarlo. Me quede estupefacto ante sus gestos, risas y actitudes. ¿Cómo había cambiado tanto? pensé recordando aquello.
Ese día me había acercado sigilosamente espiándola, estaba más bella que nunca y pensé que no le había hecho justicia mi torpe apreciación del día del cumpleaños, ella era mucho más hermosa así, sonriendo. Iba a caminar hasta ella cuando el llanto de un niño me detuvo, era un pequeño de aproximadamente cinco años, se acerco a ella y está igual que una madre resuelta y experimentada lo alzo entre sus brazos, le seco las lagrimas y lo consoló. Verla hacer eso, me había encogido el corazón y ese día me había enamorado de ella de la peor forma posible.
Qué equivocado estaba pensé aún con las imágenes patentes de ella tratando de abortar desesperada a su propio hijo. Me enfurecí, esto no tenía perdón, esto había rebasado los límites de la cordura. Aún con la vista perdida pero con un sentimiento desconocido en mi corazón escuche las palabras que apalearon en algo la sentencia que había resuelto para ella.
- La persistencia es una virtud que gracias a dios alcanzaste a trasmitirle a tu hijo.
Apenas escuche las palabras, alce mi vista hasta encontrarme con la suya, este sonrió ampliamente, respiré tranquilo de darme cuenta que al menos tenía una esperanza. El alma se me regreso al cuerpo, y traté por todos los medios de acallar el sentimiento que había despertó en mí lo que había hecho la mujer que supuestamente amaba.
- ¿Mi hijo esta bien?
Pregunté en un susurró apenas audible y Emmett abrió los ojos, creo que espero que preguntara por ella también.
- Ambos están bien
Me corrigió mirando a Ángela quien respiró aliviada ante la confirmación. Yo en cambio tenía ese sentimiento que estaba inundando mi corazón y estaba tratando de acallarlo desesperadamente, quería arrancarlo pero crecía a cada minuto y se incrustaba en mi corazón como espinas.
- ¿Puedo verla?, ¿Quiero hablar con ella? ¿Se podrá ir a casa hoy?
Fueron las preguntas atolondradas que hizo Ángela a su novio.
– Lo siento, pero me temo que no, tu hermana y su hijo están estables pero eso no significa que el peligro haya pasado. Estuvo muy cerca de perderlo, además hay que considerar que las madres primerizas tienen altas tazas de aborto espontáneos en los primeros tres meses. Tiene que estar en reposo absoluto y esto si es en serio Edward, nada de discusiones, gritos, presiones, tiene que estar lo más calmada posible, sino las consecuencias podrían ser otras
Explico y yo aún seguía con mi vista perdida, cómo lograr que ella no sintiera presión si ella misma no quería tenerlo. Maldita la hora en que me había fijado en ella.
- Quiero verla
Le pedí interrumpiéndolo.
- Prefiero que no hasta que ella despierte, sus visitas serán restringidas. Podrás verla cuando ella quiera verte.
Me contestó, creo que incluso se lo agradecí no estaba seguro que iba a decirle si hubiera conseguido entrar. Se me había acabo la paciencia con ella y con toda su familia. Casi como un imán atraje a la dichosa familia de Bella a la escena, el celular de Ángela sonó y por el semblante que puso sólo podía tratarse de una persona. Se aparto de nosotros unos momentos para contestar, cuando finalmente volvió quise preguntarle pero ella me adivino el pensamiento.
- Mi madre viene para acá, será mejor que no te vea aquí, ella lo sabe todo y no viene en los mejores términos
Me advirtió pero yo estaba cansado de huir y esconderme, esa había sido la tónica todos estos meses y no entendía porque debía esconderme de ella si no había hecho nada malo.
- Es mi hijo Ángela y ella no puede hacer nada al respecto
Le contesté y me quede ahí decidido a enfrentarla, no alcanzo a pasar un minuto cuando sentimos el grito de Renée que ya venía peleando con alguien por el teléfono celular, se abría paso frenética entre la gente.
- ¿Cómo que no puede admitirla sin el pase médico? – grito desesperada mirándome con furia – usted no tiene idea de quién soy yo, lo lamentará – chilló frustrada cortando la llamada, nos dio una mirada pero se detuvo en Emmett, al resto nos ignoró por completo.
- ¿Dónde esta mi hija Emmett, quiero verla?
Demando y me pregunté donde estaba toda la educación de la cual presumía, mi amigo enarco la ceja incrédulo.
- Lo siento pero las visitas están restringidas
Le contestó y yo bufé una risa, al menos no sería el único que me quedaría fuera.
- ¡Tú eres el causante de todo esto!
Me recriminó con un gritó furiosa estaba a punto de contestarle pero se me adelantaron.
- Es una decisión de carácter médico, no puedes verla porque ella necesita reposo y tranquilidad, no dejaré que entres a ver a mi paciente histérica.
Concluyo Emmett enérgico y yo resople de alegría dándole la mejor sonrisa irónica que tenía a mi casi suegra. Renée achico los ojos y se acercó hasta casi estar nariz con nariz delante de Emmett pero no contaba con que en su trabajo mi amigo era realmente era enérgico. Como le celebré que alguien finalmente la pusiera en su lugar.
- Ella es mi hija
Le recalco cada palabra por separado, sus ojos brillaban de rabia.
- Ahora es mi paciente y mientras este aquí se hará lo que yo diga, ahora con tu permiso tengo cosas que hacer.
Exclamo sereno mirándome de reojo y aunque hubiera tratado no hubiera podido ocultar la sonrisa de victoria que tenía dibujada en el rostro, como celebré la decisión de Emmett de haberse hecho médico y no solo eso sino obstetra. Ángela miró a su madre, aterrada para variar y miró a su novio luego a mí, en eso Renée cambio de semblante, y se relajo inexplicablemente.
- Llamaré al padre Alfonso
Concluyó separándose de nosotros y sí que era astuta pensé, Emmett podía mantenernos fuera sólo a nosotros pero no al curita. ¡Maldición, porque no estas por una vez de mi lado! Dije entre dientes mirando al cielo.
Lo que vino después no fue mejor; empecé a cuestionarme cosas, a dudar de otras y todo lo empeoro gracias a Renée, verla pelear con todo mundo por llevarse a su hija de ese hospital a una clínica donde de seguro obligaría a que le practicarán una aborto mientras Bella estuviera inconciente, me hizo darme cuenta que sólo había una manera de sacar vivo a mi hijo de este hospital. Y esa manera era ella.
Me acerque demasiado conciente de que cuando hiciera lo que había decidido hacer hace algunos segundos atrás ya no habría tiempo de arrepentimientos.
Verla desesperada me hizo darme una idea de lo cuan poderosa podía llegar a ser para acabar con todo los obstáculos ante su camino. Mi hijo se había transformado en uno de ellos y era el eslabón más débil de toda la cadena. Pagaría el precio de mi error y eso no iba a permitirlo, no si tenía una alternativa. Caminé hasta el mesón donde aún trataba de manipular la situación con las enfermeras y nuestras miradas se encontraron.
- Tenemos que hablar
Le pedí serio pero ella me devolvió esa mirada en menos alejándose de mí, como si me tratará de la peste bubónica.
- Tu y yo no tenemos nada de que hablar, sal de mi vista
Exclamo con ese ademán que tenía pero yo la sujete por el brazo
- Te equivocas, tenemos intereses en común
Agregué y ella me examino con la mirada confundida, tardo menos de medio segundo en darse cuenta de que mi proposición tal vez la beneficiaria.
- ¿Y cuales serían esos intereses?
Me preguntó relajando la posición de su cuerpo, una sonrisa en la cara se le dibujo.
- Usted quiere a su hija de vuelta pues yo quiero al mío
Le confesé y el brillo que profirieron sus ojos me dijo que había logrado llamar su atención
- ¿Qué estas sugiriendo?
Exclamo intrigada.
- Ayúdeme a sacar a Bella de Londres hasta que mi hijo nazca y cuando eso suceda, desapareceré de la vida de su hija y de la de su familia. Podrá cumplir el sueño que tanto tiene de volverse pariente del altísimo.
Le propuse y ella bufó aún con los labios curvados en una sonrisa siniestra.
- ¿Por qué debería creerte?
Me preguntó desafiante.
- Porque lo que hizo hoy su hija no voy a perdonárselo nunca.
Le contesté sin quitarle la vista de encima. Ella miró sobre mi hombro y supe que Emmett estaba acercándose por la mirada que me propicio un tanto temerosa e incomoda.
- Creo que estas comenzando a redimir tus pecados
Me dijo estrechando su mano contra la mía. Habíamos hecho una alianza, una de la que me arrepentiría el resto de mi vida.