Dark Chat

miércoles, 9 de diciembre de 2009

GHOTIKA

HOY es una hermosa noche
tan hermosa y tan de buenas que ando que aqui les les dejo el final de nuestro amado fic
Ghotika , muchas gracias  AnJu Dark por permitirme subir una mas de sus hermosas historias al blog y asi poderla compartir con ustedes
mis angeles hermosos espero que este final tenga muchicimos comentarios este fic los merece , asi que no les hecho mas rollo y aqui les dejo  este ultimo cap
les mando mil besitos
Angel of the dark.
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Dónde mi dicha fue? La dulce calma huyó por siempre del doliente pecho.




El blando sueño abandonó mi lecho y el porvenir sus puertas me cerró.




Memorias sobre el Matrimonio – Manuel Payno.


Capítulo 33: Final.

– El crepúsculo – susurró Damián, tomando, como todo el tiempo, asiento al lado de Alice y cogiendo sus delicadas manos entre las suyas – Esta demasiado sombrío hoy. Tal vez presagia algo malo...



La pequeña clavó su mirada en él, en su hermoso rostro pálido y umbrío, que se acicalaba a la perfección con los pequeños mechones plateados de cabello que cubrían, de manera rebelde, algunas partes de sus facciones. El vampiro le dedicó una pequeña sonrisa, carente de felicidad, y acarició, lentamente, una de sus mejillas.


–Alice, ¿Conoces la historia del demonio que se enamoro del ángel? – le preguntó y ella negó con su silencio. Damián prosiguió – Su nombre era Genaro y se dice que era el hijo predilecto de Lucifer. Su cabello negro y largo enmarcaba su rostro pálido, que ofendía a la divinidad de Dios y la Virgen con su presencia, sólo por ser más hermoso que los dos juntos; pero era de mal corazón... o, al menos, así se consideraba y le veían el resto de quienes habitaban en el infierno. Cierto día, cuando el Señor Malvado decidió penetrar las puertas del Cielo para retar al Todo Poderoso, él, que como todo buen hijo, iba a su costado, dispuesto a acabar con sus repugnantes enemigos; pero se fijó en le delicada doncella de faz divina y cabellos rubios que caían hasta sus pies. Su nombre era Catalina. Uno de los ángeles más bellos que habitaban en la Corte Celestial. Tenía pintado sus ojos de un azul intenso y la piel le fulguraba con pequeños toques dorados que hacían creer que la Máxima Divinidad era ella y no el hombre que estaba hasta el frente.


“Genaro, que de corazón y sentimientos oscuros se creía poseedor, después de contemplarla, no encontró más que, en su interior, un ferviente amor y devoción por aquel maravilloso ángel... Y fue ese sentimiento, que opacó su perversidad, lo que le llevó a la expiación eterna. Después de que la batalla fue iniciada, fuera de seguir las órdenes que su Maestro le había indicado, corrió hacia Catalina y la comenzó a proteger de las embestidas con las que, el resto de sus hermanos, pretendían aniquilarle. Al final, gracias a su traición, el reino del Cielo venció. Lucifer, completamente enfurecido por la inesperada reacción de Genaro, lo arrastró de vuelta al infierno y ahí, él mismo se encargó de condenarlo a vivir en la nada. Genaro vaga ahora por la oscuridad, esperando que su amada Catalina llegue y le rescate. Lo que él no sabe es que ella, el ángel por el que se perdió, ni si quiera recuerda su rostro o lo que él hizo por salvarla... Así que, como es de esperarse, el ingenuo Demonio errará solo por siempre, sin parar nunca, pues jamás encontrará un principio o un fin en el lugar al que ha sido exiliado... Y todo por haberse enamorado...


–...Todo este tiempo, he pensado que Genaro fue alguien realmente estúpido – agregó Damián, soltando una risita irónica, para después regresar a su gesto serio y mirar fijamente a Alice – pero mira cómo es el destino de traicionero. Siempre terminas practicando lo que juras nunca hacer. Dicen por ahí que uno nunca es lo suficientemente bueno o malo, como para condenarlo o idolatrarlo, según sea el caso, pues siempre hay una parte de bondad en lo maligno y siempre hay perversión en la virtud. Según las circunstancias en las que te encuentres, tu malicia dormirá para darle oportunidad a tu benignidad de gobernar por un tiempo; pero sólo pasará eso: quedará dormida; sin embargo, siempre estará lista para emerger en cualquier instante... El amor es un sentimiento demasiado enloquecedor y es una mala influencia para el despertar y adormecer de las emociones– concluyó con un pesado suspiro – Prometo que jamás volveré a juzgar a Genaro... Es muy probable que yo sea peor que él.


Alice no entendió el significado de estas palabras hasta que una borrosa e incoherente serie de imágenes se presentaron en su memoria por un breve instante, recordándole que no faltaba mucho para que la ponzoña de Coátl dejara de tener efecto en ella...


–No – negó Damián, adivinando sus pensamientos – Esta vez no te llevaré a que te desinhiban de tu poder – aseguró, besando sus manos con delicadeza y cerrando sus ojos al momento de hacerlo – Esta noche sólo déjame estar cerca de ti – pidió mientras, con lentitud, fue recargando su cabeza en el pecho de Alice que, extrañamente, le aceptó de manera cálida, rodeando el cuerpo del vampiro con sus delgados bracitos y hundiendo su rostro en los cabellos plateados...


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–¡Señor, nos atacan! – exclamó uno de los vampiros, entrando violentamente a la sala en la que Stefán, Vladimir, Damián y Azael, en compañía con otros más, se encontraban alimentándose.


Azael dejó caer el cuerpo seco y tembloroso de su presa, sin el menor atisbo de piedad por él, para después pasarse la palma de sus manos por la comisura de sus labios y limpiarse el hilo de sangre que de éstas le escurría.


–¿Dónde está Mâred? – Exigió saber y al momento, la pequeña apareció frente a él – Muéstranos la entrada del castillo – le ordenó y, al segundo siguiente, tuvo la visión que pidió - ¡Ba! – Exclamó, soltando una sonora carcajada – ¡Abran las puertas! ¡Déjenlos entrar!


–¡¿Pero qué ordenas, idiota?! – Inquirió Vladimir, parándose de su asiento y encarando al loco vampiro – ¡¿Abrirles las puertas para que nos ataquen?! ¡¿Acaso has perdido el juicio?!


–¡Míralos, padre! No son ni la mitad que tiene nuestra guardia. Podemos jugar un momento con ellos, divertirnos no nos haría ningún mal. Además – agregó, con voz despiadada, mirando fijamente al vampiro que encabezaba al grupo de los Vulturi y luchaba con furia arremetida contra los que le trataban de impedir el acceso – Tengo asuntos pendientes que aún no se terminan de arreglar. ¡Abran las puertas, les digo! – volvió a vociferar cuando vio que nadie le hacía caso


–No es necesario, mi señor – dijo Mâred, llamando la atención de todos para que la fijaran en las imágenes que mostraba – Ellos ya lo han hecho...


Edward fue el primero en pisar el suelo del castillo. Su mirada se viajó por todo alrededor, buscando con desesperado odio el rostro de ese maldito canalla al que iba dispuesto a aniquilar.


–Están por allá – señaló Violeta, al apreciar, mejor que nadie, gracias a sus sentidos de rastreadora, el olor de cada uno de ellos, combinado con el efluvio de sangre muerta.


El grupo de vampiros corrió detrás de ella, quien les iba guiando y frenaron, justo en el momento en que ella hizo lo mismo.


–Violeta, ¿Qué pasa? – preguntó Jasper, al sentir la descarga de emociones que soltaba su infante cuerpecito


La pequeña tardó en contestar, pues, demasiado aturdida le había dejado el sentir aquella esencia divinamente conocida.


–Darío – susurró, volviendo la vista hacia abajo, en donde el resto de las habitaciones se encontraban enterradas


–Espera – le frenó Jane, cuando intentó correr para ir en su búsqueda – primero dinos dónde está el resto


Violeta, haciendo control de sus instintos que le rogaban ir por él en ese preciso instante, sin esperar nada más, asintió y siguió corriendo hasta llegar al salón en donde se había llevado a cabo el sanguinario banquete. El grupo de vampiros enemigos ya les estaban esperando. Ambos bandos gruñeron fieramente en cuanto estuvieron frente a frente y lo primero que Jasper y Edward buscaron, además de Alice y Bella, fueron a ese par de hermanos que se habían atrevido a arrebatárselas.


–No están aquí – siseó Edward.


–Vayan a buscarles – alentó Carlisle – nosotros nos encargaremos de ellos.


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Ni bien Damián había llegado a la habitación, corrió para sostener a Alice quien tenía ambas manos posadas en sus sienes, en un intento vano de tranquilizar el terrible dolor de cabeza que sentía por la fuerte lluvia de imágenes que se le comenzaban a presentar.


–¿Te encuentras bien? – preguntó, con voz tranquila. Ignorando el hecho de que, dentro de poco, vendría él a reclamarla...


–No – contestó sin poder mentir la muchacha – son tantas cosas... tantos momentos que veo... hay mucha sangre...


Un fuerte gemido se escapó de sus labios al ver, claramente, el rostro de Jasper. Damián la abrazó fuertemente a su pecho, impidiendo que sus rodillas toparan con el suelo.


–Si, mi pequeña, él, a quien tanto amas, está vivo y viene por ti – confesó, con sus labios hundidos en su cabello y sus manos apretando la esbelta cintura – Pero no sé si seré lo suficientemente fuerte para impedírselo... no lo sé...


La puerta se abrió en ese momento de manera violenta, logrando que Damián la soltara, para después ser arremetido con una fuerza imperial contra la pared. Los ojos de Alice se perdieron al ver el encolerizado rostro del hombre al que tanto había extrañado y sintió como su muerto corazón palpitaba por un breve instante.


–Jasper – susurró y el vampiro que se encontraba agazapado, como un temible tigre, con los dorados cabellos cayéndole por los hombros de manera salvaje y el pecho gruñéndole de manera bestial, se incorporó lentamente, tranquilizándose conforme su negra mirada se fusionaba con la de ella...


Por un momento, ambos olvidaron todo lo que se estaba desenvolviendo a su alrededor y se concentraron solo en el hecho de estar juntos otra vez, frente a frente, comprobando, con sus propios ojos, que estaban ahí, presentes...


Él caminó hacia ella, acortando la distancia que los separaba de manera desesperada para fundirse en un estrecho abrazo.


–¡Jasper! – sollozó Alice, sin poderse contener. Era tanto alivio el que sentía de poder tenerlo otra vez, de saberlo junto a ella, que no podía reprimir sus emociones. Estaba segura que de haber podido llorar, hubiera inundando esa habitación con sus lágrimas.


Damián comprimió los labios y bajó el rostro al vislumbrar la imagen que él jamás sería capaz de pintar por mucho que se esforzara. Ella era de él, de ese joven que la acunaba entre sus brazos con fervor y delicadeza...


El rubio dejó de abrazar a Alice cuando se percató de que el otro vampiro comenzaba a incorporarse del suelo y su expresión sosegada cambió drásticamente por la máscara de furia infinita


–¡No, espera! – le frenó Alice, cuando se quiso lanzar otra vez hacia su contrincante. Aquella actitud, más que la presión sobre su mano, fue lo que le detuvo – No le hagas daño, por favor...


–No – la voz de Damián le interrumpió – Déjalo que me mate ahora, que estoy dispuesto a dejarte ir – pidió – Pues nada me asegura que al minuto siguiente siga teniendo la misma voluntad...


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Azael había llegado hacia Bella de manera inesperada, tirando la gruesa puerta a su paso y tomándola por el brazo de manera agresiva


–¡Ven, acércate, maldito cobarde! – exclamó como un loco, mientras enterraba las uñas en la piel de la muchacha, que apretaba los labios para no gritar – ¡Ya veremos quién sale ganando!


La castaña no necesitó de más para entender que Edward estaba cerca y fue esta certeza la que le dio fuerzas para soltarse del severo agarre que la sostenía y, aprovechando el breve momento en el que Azael se había tambaleado por la patada que le había brindado a su estomago, salir corriendo del cuarto.


–¡Edward! – exclamó por todo el pasillo, guiando con su voz al vampiro que llegó a ella de manera instantánea.


Ambos corrieron y se abrazaron fuertemente.


–Bella...– musitaba él, completamente extasiado de tranquilidad al poder tenerla entre sus manos; pero la felicidad duró poco, pues Azael no tardó en aparecer frente a ellos.


Con un movimiento completamente automático, Edward posicionó su cuerpo para cubrirla con su espalda. Un brillo maléfico cruzó las rojas pupilas del vampiro que se encontraba agazapado frente a ellos, con el aspecto de un endemoniado jaguar que amenaza con atacar por donde menos se espera. Un aire frio recorrió la espalda de Bella al ver que Edward tomaba la misma posición. Ambos hombres gruñeron al unísono, como apertura de la pelea que se avecinaba frente a sus ojos y que se desató al segundo siguiente.


Azael se abalanzó contra Edward con un brutal movimiento que lo tiró hacia el suelo automáticamente, para después cogerlo y volverlo a lanzar varios metros. Bella intentó ayudarle, pero otro contrincante se lo impidió


–No la mates, eso sólo me corresponde a mí – le advirtió Azael, logrando desconcentrar a Edward, quien ganó, como pago, otro severo golpe que fue a parar directo a su quijada y después fue capturado entres las endemoniadas manos que se aferraban a su cuello, estrangulándole, pero, principalmente, robándole todas sus energías.


–¿Sabes? Tengo el plan perfecto para tu miserable muerte– advirtió, con aire maléfico, dando a leer sus sádicos pensamientos en los cuales le mostraba a él, encadenado y obligado a contemplar cómo se destazaba e incendiaba el cuerpo de su amada.


No lo soportó. Esa fue la imagen más terrible que pudiera a contemplar en siglos. Casi pudo sentir que una lágrima de dolor se derramaba por sus mejillas. Era tan inaguantable que pensó mejor en dejarse vencer con tal de no seguir presenciando esa lacerante escena... pero fue un grito lastimero, llamando su nombre, el que le trajo al presente y lo llevó a incorporarse de un ágil movimiento, para comenzar con otra riña mucho más feroz.


Bella se encontraba aprisionada por el otro demonio que ensartaba sus dientes por donde le era posible, pero a ella poco le importaba su padecimiento. Le hería mucho más la escena de ver a Edward luchar contra aquel despiadado ser que amenazaba con desmembrarlo en cualquier momento frente a sus ojos...


La cruel imagen que se pintó en su imaginación – la de Edward amordazado, sin que ella nada pudiera hacer para impedirlo – la llevó a bramar salvajemente y sacar fuerzas para liberarse de los dedos que le estrujaban; pero no se vio desligada por mucho tiempo, pues, al segundo siguiente, dos vampiros más, que se habían logrado infiltrar de la batalla que se desataba en el “salón de banquete” llegaron en ayuda y arremetieron contra ella, acorralándola salvajemente contra la pared.


–¡Bella! – exclamó Edward, descuidando su seguridad, acción que Azael aprovechó para tomarle por la espalda


–¡Mira! – Exclamó el desalmado, jalándole de los cabellos para que su rostro quedara en la justa dirección en donde Bella estaba capturada por las tres manos que la colgaban crucificada en la pared – ¿La observas bien? ¿Verdad que es hermosa? – Insistió, con voz embrujada por la malevolencia, mientras Edward sólo era capaz de jadear ante todo el dolor padecido – No te culpo por amarla tanto. Tal vez yo hubiera caído en el mismo juego si no fuera lo suficientemente fuerte como para no dejarme llevar por un par de ojos melancólicos y enigmáticos... Realmente son embrujadores – susurró, perdiéndose un momento en la rojiza mirada que sólo se concentraba en el hombre que tenía en sus manos. El odio incrementó al reconocer que, pasara lo que pasara, ellos se amarían hasta el último momento. ¿Por qué yo no puedo ser poseedor de un sentimiento así? Se preguntó con reproche, para después seguir con su tortura – ¡Qué la mires, he dicho! – Exclamó, con mucha más ira - ¡Aprovecha estos últimos tres segundos que te doy para grabar bien su rostro en tu memoria, pues, después de esto, la veras sucumbir de manera lenta, que me rogarás la muerte, la cual no te daré hasta que hayas contemplando lo suficiente! ¿Estas listo? – inquirió y, sin esperar por una respuesta, anunció, con voz alta, el inicio de la siniestra cuenta regresiva


–¡Tres!


Bella y Edward se miraron fijamente, con el corazón partido en millones de pedazos y el miedo bañando cada centímetro de piel. No temían por ellos, si no por el otro... El saber que Bella moriría, le llenaba a él de un tenebroso escalofrío que languidecía sus pies. El saber que Edward moriría, le sumergía a ella en un pozo profundo de oscuridad...


–¡Dos!


–¿Me amaras siempre? – preguntó la castaña y él se asombró de poder leer sus pensamientos – Por que yo siempre lo haré... Aún en la muerte que se viene después de la inmortalidad. Aún cuando seamos enviados al infierno que dicen estamos condenados, siempre seré tuya...


–¡Uno! – Finalizó Azael, ignorando que las fuerzas de Edward, fuera de disuadir bajo su tacto, parecían ir en cumulo aumento – ¡Mátenla! – siguió ordenando y los otros tres complacientes hombres no dudaron en enterrar sus uñas en la blanquecina piel.


Bella apretó los labios para no gritar... No quería que Edward le viera sufrir. Sabía que eso le lastimaba más que cualquier otra cosa en el mundo y no quería llevarse, como último recuerdo, la imagen de su rostro surcado por el pesar. Sin embargo, no pudo evitar fruncir su ceño cuando sintió que los dedos traspasaban la carne de sus hombros, su pecho, su vientre... Sabía que había llegado el fin cuando uno de ellos atravesó todo su puño en el centro de su estomago, así que, sin separar sus labios que cada vez rogaban más por expulsar su lamento, clavó su mirada en el ser que, frente a ella, gruñía desesperadamente su nombre y luchaba por rescatarla...


Fue justo en ese movimiento cuando, acompañado de un fuerte bramido, Edward se liberó, aventando lejos a Azael, para llegar hacia ella, decapitando, al instante y sin piedad (movido de esa manera por la infinita rabia y desesperación), a los tres monstruos que le habían perforado el cuerpo.


Bella cayó sobre sus brazos, casi desvanecida pues tanto martirio era intolerable hasta para un inmortal.


–Bella, por favor... – suplicó Edward, con voz quebrada, mientras besaba, con desesperación, el rostro cenizo de la muchacha.


Una risa pécora y bien conocida le hizo alzar la vista, para encontrarse con el regocijado rostro de Azael a pocos metros. Dejó caer el cuerpo de Bella, con cuidado, y se puso de pie, siendo atacado casi al instante por el cobarde que no hacía más que menguarlo, quitándole sus energías...


–Aunque supliques, aunque implores, no podrás salvarla


–Yo que tú no apostaría por ello – contestó Edward, tomándole por los hombros y siendo él ahora quien embestía con brutalidad.


Azael no pudo ocultar su turbación... ¿Cómo era posible que él...? Sonrió escandalosamente cuando tuvo la respuesta, la cual yacía sobre el suelo a pocos metros de ellos


–Ya veo – dijo, sin parar de reír como un loco para disimular la inseguridad que le invadía – ¡Te está protegiendo con su escudo! ¡Pero qué momento tan más oportuno para desarrollar todo su poder!


–Yo digo lo mismo – acordó Edward, centrando su mirada en el pequeño hilo de sangre que se escapaba de la sien del despiadado. Sonrió de manera temible y agregó – Más que oportuno, todo es perfecto ahora. Todo lo que le has hecho será cobrado por tu sangre... – advirtió, azotándole fuertemente contra la quebradiza pared y comprobando que, efectivamente, las heridas del vampiro chorreaban con el líquido espeso – Debo dar gracias al destino por darme la oportunidad de matarte pocos minutos después de que te has alimentado, así la sangre inocente que extrajiste, sin ningún remordimiento, me servirá como deleite....


Y, pronunciando estas ultimas palabras, lo tiró para que el cuerpo de su enemigo se colisionara con otra barda de grueso y rocoso material, para que, sin darle tiempo si quiera de ponerse de pie, le comenzara a golpear una y otra y otra vez, hasta que de la nariz del odiado enemigo fuera expulsado una diminuta cascada de agua carmesí.


–¡Pagarás por todo lo que le hiciste! ¡Por mi alma que lo harás! – Exclamó, casi enloquecido de rabia y sed de venganza, la cual era alimentada por todo los punzantes recuerdos - ¿Cómo...? ¿Cómo pudiste tener la vergüenza de herirla tanto? – exigió saber, mientras sus uñas se inhumaban en la garganta que chorreaba la sangre anteriormente ingerida – ¡¿Cómo?!


El cuerpo de Azael cayó al suelo, siendo vilmente aprisionado entre éste y Edward.


La mirada del noble vampiro se había transformado por otra endemoniada, diabólica... mortal.


Los gruñidos desalmados se escapaban de su garganta conforme sus uñas, que parecían más bien garras, le desarraigaban la piel, pedazo tras pedazo, ahogándose en el fluido espeso y rojizo que bañó su rostro y parte de su cuello.


La determinación de Azael sobre no gritar o hacer manifiesto su dolor decayó cuando Edward, tomándole de los cabellos, lo flageló contra el suelo y después le miró a los ojos. Su brillo fuliginoso fue una precocidad de lo que se venía y el pávido vampiro tembló bajo sus manos.


–Si me vas a matar, hazlo de una vez – pidió, sin dejar a un lado su arrogancia.


Mucho mejor así. De esa forma, los pocos remordimientos piadosos se disiparon y Edward tuvo el valor de enterrar sus dedos en uno de los ojos rojizos y arrancarlos, lentamente, intentando encontrar deleite conforme los clamores aumentaban de volumen.


–Esto es por cada vez que osaste en mirarla – siseó, mientras algunas gotas de sangre le salpicaban la cara – Una bestia como tú no tenía derecho ni si quiera a verla. ¡No lo tenía! – gritó, sacando, al fin, con despiadada violencia, la esfera bañada en rojo de la cuenca a la que pertenecía.


Azael aulló fuertemente mientras su espalda se arqueaba e intentaba llevarse las manos hacia la sádica herida. Sin embargo, Edward aún no terminaba. Tomándole de la camisa, lo puso de pie. Sus gruñidos parecían los de un animal endiablado. Bella, quien ya había comenzado a recuperarse, le miraba, completamente absorta y entumecida. Jamás pensó verlo de esa manera. Tan salvaje y mucho más hermoso que nunca, con la palidez de su rostro adornada por las desinformes sombras carmesí y los ojos bellamente dilatados por la furia.


¿Podía un ángel tener las alas manchadas de sangre? Si, claro que si. Edward era uno. Era el primero. Era el único. Estaba segura que, si existía un Dios y un Diablo, ambos entablarían una alianza solo para aniquilarlo. Tanto el Bueno como el Malo se sentirían ofendidos. Sentirían envidia, pues él era la perfecta combinación de uno y otro...


El otro ojo de Azael comenzaba a ser extirpado con la misma tortuosa violencia. Bella, pese a todo, sintió lastima por él. Pero no hizo nada por impedirlo. Tal vez ella no era quién para juzgar el daño infligido, pero tampoco conocía a alguien más que cumpliera ese trabajo. A nadie, más que a Edward... No tuvo más tiempo para seguir contemplándolo, puesto que una vampira, de aspecto felinamente salvaje, había llegado en ese momento para hacerle frente.


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Jasper tomó de la mano a Alice y Damián se obligó a mantener los pies fijos en su lugar para no impedir que se marchara. La pequeña se giró cuando estuvo a un paso de la entrada y, dedicándole una pequeña y sincera sonrisa, susurró.


–Muchas gracias.


En ese momento, él supo que el sacrificio había valido la pena. Ella sería feliz y eso era lo único que importaba. Asintió, diciendo adiós mentalmente e ignorando el terrible encogimiento que sufrió su pecho al verla dar media vuelta, para irse definitivamente de su lado.


Sin embargo, su partida se vio interrumpida por Stefán. Jasper cubrió rápidamente a Alice con su espalda y se agazapó al instante, preparado para cualquier ataque. Esa vez no dejaría que se la arrebataran.


–Damián, llévatela mientras yo me encargo de este mediocre


La propuesta fue tentadora. Si, otra oportunidad para tenerla. Tal vez esta vez si podía lograr que le quisiera. Pero fue la atormentada mirada de la pequeña la que le recordó lo imposible que eran sus sueños. Fue la forma en que él la cubría, lo que le recalcaba que había sólo una persona que merecía su amor. Y ese, obviamente, no era él, si no Jasper.


Dio dos pasos hacia el frente, mientras las visiones de Alice se perdían en su memoria.


–¡No! – jadeó la vidente al ver el futuro de Damián.


Éste sonrió, pero no le hizo caso. Se plantó frente a su “padre” y, alzando ligeramente la barbilla, le ordenó


–Déjalos ir.


Stefán tardó dos segundos en procesar las palabras dichas.


–¿Qué... cosa?


–Deja que se vayan en paz.


–¡¿Acaso te has vuelto loco?! ¡¿Pero qué tontería dices?!


–Si, padre. Estoy loco. Tanto, que, aún tenga que pelear contigo, no permitiré que les hagas daño. Déjalos ir


–Tú no eres mi hijo – siseó el otro vampiro – me das vergüenza.


Stefán corrió hacia Damián de manera tan rápida que se volvió borroso. Damián lo cogió de los hombros, con un movimiento experto y ágil. Alice sintió un viento helado correr por su columna al ver cómo el viejo vampiro enterraba los dientes en el joven inmortal de cabellos plateados. Ahí fue donde supo que estaba mucho más preocupada de lo que ella creía.


–¡Corran! – exclamó Damián, sin dejar de luchar. Pero Alice no movió sus pies ni un solo centímetro - ¡Llévatela!


En ese momento Stefán le traspasó el estomago con sus uñas. Su puño se introdujo completamente en sus entrañas y un gemido ahogado se escapó de los labios del atacado.


Jasper acudió en su ayuda. Pero ya fue tarde. Stefán le había arrancado el corazón por completo.


Sin corazón no hay vida. Aunque no latiera, éste se encontraba intacto. Ahora, era diferente. El órgano vital había sido desterrado de su pecho. Jasper tomó a Stefán entre sus manos y comenzó a golpearlo. No era demasiado fuerte sin su guardia protegiéndole. Además, Damián le había debilitado. Tenía la ventaja. Alice lo veía. Así como sabía lo inevitable que era el destino del joven que le había protegido todo este tiempo.


Corrió hacia él y acomodó su cabeza sobre su regazo. El vampiro le miró fijamente y le dedicó una sonrisa tierna. Suspiró profundamente. Se sentía bien estar así con ella, con su calor privándole paz. Si, se sentía bien. Su mano fue asida por la de Alice, mientras que los cabellos plateados que le cubrían el rostro eran retirados con suavidad. Su sonrisa se ensanchó. ¿Había dicho que todo estaba bien? No, esa palabra quedaba corta. Todo estaba perfecto. Más que perfecto, todo era mágico...


–Perdóname – susurró. Era necesario decirlo. Era preciso que ella supiera todo lo que él sentía por ella, sin ningún tipo de censura – perdóname, mi pequeña. Te hice daño al quererte; pero, al final, ganaste, pues, me enamoré de ti como un loco. Al final de cuentas, llegué a amarte lo suficiente como para poner tu felicidad sobre mi dicha, y no tengo ningún tipo de protesta por ello si muero en tus brazos. Soy feliz, Alice. Como nunca lo he sido en mis siglos de vida.


–No era necesario que hicieras esto...


–No, no lo era – admitió él, apenas y con voz audible. Las fuerzas se le estaban yendo por completo. El pecho vacío y sangrante ya casi no se movía; pero él no quería cerrar sus ojos. Tenía miedo de dejar de verla. Era como la imagen de un ángel que ha llegado a purgarle sus pecados – Podía tomarte y llevarte conmigo; pero seguirías pensando en él. No, mi niña. No, mi amor. Te amo, ese fue el error que cometí: adorar cada esencia tuya. ¿Y sabes? Qué manera tan más bella de ser el perdedor.


–Gracias... – susurró Alice, con los ojos ardiéndole y el pecho encogiéndose de pena.


Damián sonrió y, con las últimas fuerzas que le restaban, levantó su mano y acarició la delicada mejilla. Qué suave y hermosa era. Si. Definitivamente, no se rescindía por haberse perdido por ella. Podía vagar eternamente en las sombras. Ahora entendía mucho mejor a Genaro. Tal vez hasta se encontraban en la nada y se volvían buenos amigos, pero sólo deseaba estar seguro de una cosa antes de expirar hacia lo desconocido.


–No me olvides – suplicó – para bien o para mal, mantén mi recuerdo siempre en tu mente.


–Siempre lo haré – prometió Alice de manera sincera y, con estas palabras, los ojos de Damián se cerraron y el hueco de su pecho dejó de sangrar y el resto de su cuerpo se hizo cenizas.


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Darío estaba siendo mordido por Coátl. Al dolor que le causaba la ponzoña incrustada, se le sumaba el hecho de llevar varios minutos combatiendo arduamente contra el mismo gran demonio que le había infectado. Darío era fuerte, pero pequeño, y su brío radicaba principalmente en el poder que tenía inhibido desde hacía ya meses. Pero no importaba. Violeta se encontraba detrás de él y eso bastaba para tenerlo de pie.


La pequeña tenía acorralada a Mâred. Sus cabellos negros eran un claro contraste con los rubios de ella. De hecho, ambas parecían ser dos polos opuestos, teniendo como única similitud el amor que le profesaban al niño que luchaba frente a ellas.


Darío salió volando violentamente cuando Coátl le tomó del cuello y lo aventó lejos. Un hilo de sangre se escapó por el lado derecho de su rostro. Se incorporó rápidamente, ignorando lo cansado que sentía sus pies y manos; pero, cuando quiso volver a atacar, otro golpe dado directamente sobre su espalda le detuvo.


Mâred y Violeta giraron el rostro para descubrir de quién se trataba. Era Vladimir.


–Suéltame –pidió la niña rubia, pero Violeta no hizo ni el más mínimo movimiento para obedecerle – Tenemos que ayudarle. Él no podrá solo.


–¿Y cómo sé que no te unirás a ellos? – interceptó la morena. Mâred le miró fijamente a los ojos. La odiaba.


¡Si! ¡Cuánto la odiaba! Pero no podía negar que, realmente, lo amaba. Se le veía en las pupilas, en la forma que, desesperadamente, trataba de hacer lo correcto para protegerlo. La envidia corrió por sus venas al reconocer que ella, en realidad, si merecía ser la poseedora de su corazón.


–Por que yo también lo quiero – le dijo y Violeta no pudo dudar de la verdad que se filtró en sus palabras. Aún así, su pequeña manita permanecía en las muñecas de su oponente – Te podría matar a ti, después de salvarlo. Eso no lo dudes; pero ahora nos necesita a ambas. Vladimir es fuerte, mucho más que Coátl. Nosotros tres no haremos nada, al menos que...


–¿Al menos qué...?


–¡Hazte a un lado, niña! – exclamó Mâred, aventando a Violeta lejos y corriendo hacia Darío.


No había tiempo de pensar si era o no inteligente. Sabía que Vladimir no dudaría en acabar con él. Sabía que no perdía nada con sacrificar su vida pues, pasará lo que pasará, Darío nunca sería de ella. Así que, tomándole por el rostro y uniendo sus labios con los de él, comenzó un beso sangriento por el cual sustrajo todo el veneno que le arrebataba su poder telequinético. El sabor de la ponzoña le resultó dulce al ser bebido de su boca. La muerte nunca se le antojo tan deliciosa como ese entonces y, conforme los cortos segundos pasaron, ella se iba y él regresaba.


–Estás loca – le dijo Darío, en cuanto se vio liberado; pero Mâred solo fue capaz de sonreírle, pues el veneno endureció rápido su cuerpo y la llevó por la senda de la muerte.


El pequeño tardó dos segundos en comprender lo qué había pasado. No fue hasta que escuchó el gemido de Violeta, que estaba siendo azotada por Coátl, que regresó a la realidad. Fijó su grisácea mirada, llena de odio, en el ser que había osado con dañarla y Vladimir salió disparado al instante.


Efectivamente, su poder había regresado y sus enemigos ya no podrían detenerle.


El primero en caer fue Coátl, quien, tras ser arremetido innumerables veces contra una puntiaguda pared, cayó frente a los pies de Violeta que lo empezó a destazar, olvidándose de la compasión y descargando todo su dolor en forma de venganza. El segundo fue Vladimir, a quien Darío mató, de manera lenta, comprimiendo su cuerpo conforme los segundos pasaron, simulando ejercer su fuerza como si una pesa se dejara caer sobre él de manera tortuosa, hasta que éste estalló como un cascaron de huevo a presión, salpicando gotas rojas y espesas hacia el rostro de los niños que, en cuanto se supieron libres de peligro, corrieron para abrazarse.


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Los dos ojos de Azael ya yacían en el suelo. Del rostro, que alguna vez había sido hermoso, sólo quedaba una masa de carne roja y sangrante. Edward jadeaba de puro cansancio. El destazar cada milímetro de piel le había costado su trabajo. La respiración del deforme inmortal era inconstante, muy parecida a un perro moribundo.


–Por favor... ya mátame – si, efectivamente, fue una súplica.


El desdichado ya no soportaba ni una sola herida más. Sentía el cuerpo denodado, pesado... sus hebras negras habían sido arrancadas por completo, dejando solo un irritado cuero cabelludo a la vista. Le chorreaba sangre por todas partes y solo algunos pocos pedazos de piel le cubrían.


Sentía frio... Estaba sufriendo. Las gotas rojas que caían de los huecos sin ojos, simulaban las lágrimas que no podía llorar.


–Mira cómo estás – murmuró Edward, quien parecía haber sido abandonado por la bestia sedienta de venganza – ¿Cuántas veces dijiste que sería yo quien terminaría así? No te preocupes, yo estoy mil veces más herido que tú – sonrió tristemente, sabiendo que, pese a lo desahuciado que se encontraba su enemigo, le escuchaba – Ni matándote, ni torturándote, ni escuchando tu lamento, he podido calmar este dolor... ¡De nada sirve! Puedo verter tu sangre por todo el castillo, puedo sepultarte las uñas hasta el fondo de tus entrañas, puedo comerme tus órganos y demolerte miembro tras miembro, pero ¿para qué? El daño que le hiciste ya está sembrado. De nada sirve la venganza... Te lo digo yo, un instante antes de acabar con tu miserable existencia. De nada sirve la venganza, grábatelo bien, que éste sea el último aprendizaje que te lleves al infierno, si es que ahí te reciben... Felicidades, amigo mío, pese a todo, tu has ganado.


Y dicho esto, la cabeza de Azael salió volando hasta los pies de Bella, quien, justamente en ese momento, había exterminado a su oponente. El pedazo de masa blanca se posó frente a ella, como una ofrenda involuntariamente dada. Dio dos pasos hacia atrás, asustada. Le resultaba casi imposible el que todo hubiera terminado...

TE AMO AUN DESPUES DE LA MUERTE

Cap. 5  Un Cadaver Andante

hola” – respondí. Se me hacía tan extraño tenerlo otra vez en esta situación. Se me hacía extraña la idea de que él estuviera vivo. Sus ojos se posaron en el cuaderno, empezó a ojearlo sin decir palabra alguna mientras yo aun seguía creyendo que estaba soñando




“pude cerrar los ojos, más no pude dejar de verte; y dejar de dormir, más no dejar de soñar…” - escuchar de nuevo su voz, dulce como la miel, leer los versos que en ese libro se hallaban, era como salir del pozo en donde me estaba ahogando- “puedo callar las voces, más no puedo dejar de oírte; puedo dejar de ser, pero no puedo dejar de estar…” - cuando terminó de leer, me devolvió el cuaderno y fijo su vista en mí, sus ojos, aunque ya no eran verdes, aun tenían ese poder sobre mí mente, descomponiendo todo tipo pensamiento coherente


“Estas vivo…” – señalé después de que pude poner en orden mis pensamientos – “¿Cómo?… no entiendo…”


“Dudo que lo hagas” – susurró tristemente


“¿Por qué me hiciste creer que estabas… que estabas muerto?”


“Por que realmente lo estoy”


“¿Me vas a decir que eres un fantasma?” – pregunté con dolido sarcasmo – “¿Qué pasa Edward?... Acaso… ¿acaso no quieres estar conmigo?”


“No seas absurda, Bella” – su voz sonaba igual a cuando en mis arranques de celos le preguntaba si alguna otra chica le interesaba, sonaba molesta y dolida por mi desconfianza hacia el amor que sentía por mí – “no hay nada que quiera más que estar contigo…”


“Entonces… explícame por que no entiendo… no encuentro justificación alguna para que me hayas dejado de esta manera… que en un año no me hubieras buscado y… y…” - mi voz se empezaba a quebrar al recordar todo lo que había sufrido en este tiempo – “y que no te haya importado… el dolor que pase…”


“Bella, no llores más por favor” – suplicó mientras se hincaba frente a mí


“Te he extrañado tanto Edward…”


“Lo se… se por lo que has pasado, yo también he sufrido por no estar contigo, entiendo ese dolor pero… yo… Bella, yo no puedo estar contigo…”


“Necesito saber que pasa, por que dices que no podemos estar juntos… todo esto es muy extraño” – reproché – “no entiendo absolutamente nada”


“Si estuviera en mis manos el poder decirte la verdad, créeme lo haría”


“¿Qué te lo impide?”


“Muchas cosas que tu no debes saber” – una gruesa lagrima se derramó en mi mejilla derecha


“ No es justo” – musite


“Lo se” – admitió – “nadie ha dicho que lo es” – la yema de su dedo índice, extremadamente fría, atrapó la lagrima antes de que se perdiera en mis labios – “no quiero hacerte daño”


“Tu cuerpo…” - recordé en ese momento – “nunca lo encontraron… ¿Alguien te tiene bajo amenaza? ¿Quién te escondió?”


“No estoy bajo ninguna amenaza” – una sonrisa fugaz se dibujo en su rostro


“¿Entonces? ¿Por qué esperaste tanto para regresar?” – volví a insistir en mi pregunta


“Por que es muy imprudente de mi parte, estar cerca de ti ahora”


“¿Estas en problemas? ¿Pasa algo malo?” – pregunté de manera desesperada… “mi papa te puede ayudar él com…”


“Bella, Bella” – me interrumpió tratando de calmarme – “tranquila, no hay nada que Charlie, tu ó alguien mas, pueda hacer por mí… de hecho, como te he dicho antes, nadie debe saber que estoy aquí”


“Sigo sin entender…”


“Siento tanto todo esto Bella, yo… nada más venía a despedirme…” – la sangre huyo de mi rostro al escuchar sus palabras – “perdóname, se que todo te parece ext…”


“¿Te vas?” – lo interrumpí jadeando de dolor


“Tengo que” – respondió. Sentí que el aire me faltaba en ese momento, el dolor de mi pecho se hizo titánico, como si de un momento a otro fuera a explotar. Mis ojos fueron creadores de un diluvio sin fin


“N… ¡no!” – logré gritar cuando mis pulmones obtuvieron, tras un esfuerzo doloroso, aire para hablar – “si no te puedes quedar… llévame contigo…” - supliqué mientras me lanzaba a sus brazos


“Bella… no puedo quedarme y no puedo llevarte conmigo… entiende, por favor, no podemos estar juntos” – agité mi cabeza en señal de negación, mientras aferraba mis dedos en su camisa


“Mientras no me digas el porqué no dejare que te vayas” – dije apretándome mas a su cuerpo


“¡Bella mírame!” – me tomo por los hombros y me separó con un poco de brusquedad - “¡¿acaso no te das cuenta que no soy el mismo de antes?!” – Claro que me había dado cuenta de las diferencias físicas de su cuerpo, era notorio que sus facciones se habían afinado de una manera extraña, convirtiéndolo en algo irrealmente hermoso y perfecto .Aun así negué con la cabeza sin articular palabra alguna


“Yo se que si, Bella” – su voz se había vuelto un afilado susurro – “dime que diferencias encuentras del que era yo hace un año y del que soy ahora” – ordenó y tras unos segundos decidí contestar


“Tus ojos ya no son verdes…” – musité.


“¿Qué mas?” – insistió aun sin separas sus manos de mis hombros


“Estas pálido… extremadamente pálido” – su mirada se había clavado en la mía, y con ella, insistía a que siguiera hablando – “y frío… y tu voz tiene algo distinto…” - me quede en silenció durante un minuto, sin decir nada más


“Se te olvida otro detalle” – me recordó con un siseo – “un detalle que notaste hoy en la tarde” – supe a que se refería. Tragué saliva antes de decir lo que él quería escuchar


“Tu corazón… parece que no tiene latido”


“¿Y todas esas características no te recuerdan a algo?”


“No” – susurré, aunque podía ver hacia donde se dirigía. Su cuerpo parecía en realidad estar muerto, aunque se movía y se podía tocar.


“¿Ah no?” – preguntó con fiero sarcasmo ya que, seguramente, no había olvidado los gestos que me delataban al mentir – “¿No es la piel extremadamente pálida, fría y dura, características de un cadáver?” – un escalofrío recorrió mi cuerpo, aun así negué con la cabeza – “¿en realidad no?” – su voz ahora denotaba una furia contenida – “ESTO” – tomó mi mano y la puso en la parte del corazón. Al igual que en la tarde, no sentí latido alguno – “¿Este silencio en mi pecho no te recuerda a un cadáver?”


Había captado el mensaje. Aun así me negaba a creerle. Otro largo y tenso silencio invadió nuestra conversación.


“Estoy muerto, Bella” – dijo arrastrando cada palabra.


“No es cierto…” - argumente tratando de controlarme para no caer en una crisis nerviosa –“… te puedo ver… los muertos no regresan… es imposible”


“La muerte no solo tiene una forma de manifestarse”


“Aun así…” – contesté sinceramente – “me importa poco lo que seas… estas aquí y eso es suficiente”


“Soy un cadáver andante, Bella. ¡Entiende eso!”


“No me importa” - dije dos octavas mas arriba de mi tono de voz


“No sabes lo que dices” – me desafió


“Claro que si” – le respondí con el mismo tono


“Me he convertido en un monstruo… en un asesino” – lo miré estupefacta por unos segundos, mientras regresaba a la misma situación de incomprensibilidad


“No te creo”


“¿No te has preguntado cómo es que estoy aquí aun? ¿De donde obtuve la fuerza para seguir existiendo después de mi muerte?”


“No” – admití


“¿Recuerdas que en varias ocasiones nos debatimos entre si las leyendas eran o no ciertas?” – lo recordaba, Edward era un creedor incauto de las leyendas urbanas, mientras que yo, me burlaba por su imaginación e ingenuidad tan grande por creer en historias como fantasmas, OVNIS, seres de ultratumba…


“Claro que lo recuerdo” - contesté confundida ¿Qué tenia que ver todo esto, con nuestros diferentes puntos de vista sobre los mitos?


“¿Recuerdas entonces que en una ocasión te platique sobre seres inmortales, fríos, pálidos, con fuerza hercúlea, temerosos al sol, hijos de la noche?” – mi mente retrocedió meses atrás, hacia esa charla en la que Edward se escuchaba tan entusiasmado ante las locas ideas que se había creado en su mente tras leer un libro sobre vampiros… mis ojos se expandieron cuando la comprensión llegó a mi mente, Edward ahora correspondía ante la misma descripción de aquellos seres mitológicos, su piel era pálida y fría, además de que había destrozado a dos hombres mucho mas grandes y de apariencia mas fuerte en cuestión de segundos y sin esfuerzo aparente


“No” – una risa histeria se apoderó de mí – “tu no…eso es absurdo… eso no existe… ¡imposible!”


“Imposible no, Bella. Yo soy prueba de que los mitos pueden llegar a ser verdad”


“Pero… pero” – aun no lograba Salir de mi trance – “ellos tienen colmillos, beben sangre… son seres diabólicos y duermen en el día… cuando me salvaste de aquellos hombres no había oscurecido aun…tu no eres eso”.- Sostuve con mi mano el pequeño dije en forma de cruz que colgaba de mi cadena – “no has salido huyendo y estas cerca de una cruz…” - el rió por lo bajo, pero sus ojos estaban tristes


“Los mitos son como una pista, más no la verdad. Solo una cosa hay de cierto en todo lo que acabas de decir”


“¿Qué cosa?” – pregunté atemorizada por lo que sospechaba


“El que bebemos sangre” – respondió tras varios segundos de silencio. Su mirada nunca se desenlazo de la mía


“¿Sangre…?”


“Sangre humana, sangre como la tuya” – dijo tras entender el significado de mi pregunta inconclusa.


Instantáneamente comprendí una cosa: Era peligroso y no quería hacerme daño. Por ese motivo se había ocultado tanto tiempo.


“No debí de haberte contado todo esto” – prosiguió – “se supone que debemos de permanecer ocultos en anonimato, pero espero que ahora que ya sabes la verdad, estés lo suficientemente asustada para entender que es imposible estar juntos”


“Sigue sin importarme lo que seas” – me apresure a decirle. Su mirada se torno desconcertada


“¿Qué?” – preguntó con una mueca de incredibilidad en su rostro


“No me importa lo que seas ahora, no encuentro el por qué deberíamos estar separados”


“¿Aun no entiendes verdad?” – su voz se torno de nuevo agresiva –“¿No comprendes que en este momento podría matarte, beber tu sangre?”


“No lo harás” – lo contradije en un susurro para que mi voz no se quebrara


“¿Qué te asegura que no?”


“El que me amas” – su rostro se suavizo al escuchar mis palabras y su mirada volvió a ser tierna


“Beber tu sangre no es la única manera con la que podría lastimarte” – susurró – “ahora mi cuerpo es demasiado fuerte, para mis manos tu resultas ser como una burbuja, tan fácil de romper, tan frágil…”


“Confío en ti” – le asegure ya que en realidad lo hacia. En cierto momento había sentido temor, pero se había ido tan rápido como había llegado, al sumergirme en la calidez de su mirada. Esa mirada que me gritaba, me aseguraba que Edward, MI Edward aun seguía ahí.


“Eres imposible” – deposité mi mano sobre una de sus mejillas, se sentía tan lisa, suave, dura y, por supuesto, fría. Pero eso no cambiaba la misma sensación de paz que me invadía cuando era diferente – “¿acaso no te doy miedo?”


“Sigues siendo el chico al que amo” – nuestras miradas se volvieron a entrelazar – “Si bien tus ojos son ahora color topacio, el efecto caótico que tenían sobre mí, sigue ahí, intacto…” - guíe mi mano hacia su antebrazo, rozándolo con las yemas de mis dedos lentamente – “si bien tu piel ahora es diferente, mas dura y fría, aun siento esa corriente eléctrica recorrer mi cuerpo al estar cerca de ella… y tu voz, sigue siendo la melodía con la cual todo temor se va…”


“¿Sigues amándome, sabiendo que no soy humano?”


“Sin duda alguna” – contesté firmemente. Poco a poco acercó su mano a mi rostro, con un movimiento exageradamente lento hasta llegar a mi mejilla. Suspire, por primera vez en mucho tiempo, sin dolor, ya que como le había dicho, él seguía causando los mismos, o mas desarrollados, efectos en mí. Cerré mis ojos para disfrutar de la sensación tan placentera que proporcionaba el contacto de su mano en mi piel.


“Esto no me lo esperaba” – susurró – “siempre me vas a sorprender, no importa cuanto tiempo pase”


“Dímelo a mí… mi novio un vampiro” – comenté con humor negro


“No tiene nada de gracioso. Es muy riesgoso el que me permita estar junto a ti”


“Sabes que no me harás daño. ¿Te quedaras verdad?”


“No debería” – dijo mientras retiraba su mano de mi mejilla


“Pero lo vas hacer” – contraataqué, aprovechando el “no debería” de su respuesta


“No me perdonaría el hacerte daño, por muy mínimo que sea”


“El único daño que me causarías ahora es yéndote”


“Eso no te matara” – repuso suavemente


“La muerte no se expresa de una sola forma” – me defendí citando sus palabras


“Supongo que tienes razón” – admitió derrotado – “de todos modos, dudo mucho que tenga el valor suficiente para alejarme de ti ahora. Soy un cobarde, y me aterra el pensar que el dolor por no estar junto a ti, crezca aun más. Mi esperanza era que te asustaras tanto al saber la verdad y salieras corriendo y gritando de mi lado, pero no fue así”


“Que bueno que tu eres lo suficientemente cobarde para no alejarte de mi, y yo lo suficientemente valiente para hacer lo mismo” – ambos sonreímos. Un bostezo involuntario salió de mi boca


“Ya es muy tarde, debes dormir” – me dijo mientras me empujaba tiernamente hacia atrás para que mi cuerpo quedara recostado en la cama


“No tengo sueño” – repentinamente el miedo de que se fuera me invadió.


“Claro que lo tienes”


“No” – protesté


¿Por qué eres tan testaruda?”


“Si me duermo, te iras…” - mi voz se cortó ya que la sola idea de pensar que al despertar no estaría, así como solía pasar cuando soñaba con él, me devolvía la misma angustia desgarrante


“Tranquila” – cuchicheó mientras cubría mi cuerpo con las sabanas – “no me iré a ningún lado. Estaré aquí” – afirmó mientras se sentaba al borde de mi cama


“¿no vas a dormir?” – pregunté confundida ya que el reloj marcaban las 4 de la mañana y el no daba señales de tener sueño


“Ya no duermo” – contestó sonriendo ante mi expresión extrañada


“¿De verdad? ¿no me estas mintiendo para que me duerma y así te vayas?” – él puso los ojos en blanco y río


“No te inquieta en lo mas mínimo el hecho de que tu novio no duerma ni un segundo” – comentó divertido – “pero si el que se pueda ir”


“Es a lo único a lo que temo” – respondí dormí lienta


“No me iré a ningún lado mientras duermes. ¿Qué puedo hacer para que me creas?” – es lo que quería escuchar; una enorme sonrisa de complacencia se dibujo en mi rostro mientras palmaba el lado izquierdo de mi cama, en señal de que se acostara ahí.


“Mi cuerpo provocara que te de mucho frío” – advirtió aun sonriendo


“La sabana esta calientita”


“Ay Bella” – suspiró. Pero aun así se acomodo a mi lado – “¿contenta?” – asentí mientras recargaba mi cabeza en su pecho, estaba duro y frío como una piedra suave, pero se sentía bien – “eres tan imposible” – dijo mientras sus labios depositaban un beso en la coronilla de mi cabeza


“Lo se” – admití y cerré mis ojos, sintiéndome segura por primera vez en más de un año.

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Cap. 6 Rechazo

Bella… la voz de un ángel me llamaba en mis sueños, Bella…, sonreí complacida mientras me giraba para dormir más cómoda, tenía mucho tiempo que no dormía tan bien, ¿…? Algo suave y muy frío estaba en mi cama… Bella… aun con los ojos cerrados recorrí con mi mano aquel objeto que estaba a mi lado hasta que algo la frenó, abrí pesadamente mis ojos y, cuando mi nublada vista, a causa del enorme sueño que tenia, se aclaró, mis ojos se abrieron como platos al ver su pálido rostro cerca del mío.



Reprimí un grito por la impresión, ya que aun me resultaba difícil creerlo, pero era verdad, una enorme sonrisa se dibujó en mi rostro al repetirme mentalmente que Edward estaba conmigo otra vez.


“¡Edward!” – exclamé mientras lo abrazaba


“Veo que aun eres difícil de despertar” – dijo riendo mientras sus manos acariciaban mi cabello – “llevo varios minutos tratando de hacerlo” – levanté ligeramente mi cabeza para ver la hora: eran las siete de la mañana


“Es muy temprano” – reclamé un poco molesta ya que aun quería seguir durmiendo


“Bella, hoy es lunes, tienes clases” – me recordó tiernamente.


“¿Lunes?”– Genial. Había olvidado la noción del tiempo, pero esta vez no era causa de la melancolía, si no de la gran dicha me que me invadía al tener a Edward a mi lado.


“Así es” – repitió aun sonriendo – “vamos, tienes que ir a la escuela”


“¡NO!” - grité


“¿Cómo de que no?”


“Bueno…” - miré mis manos mientras hablaba – “… quiero estar contigo” – balbuceé apenada ya que sabia mi actitud se podía tomar como posesiva. El rió entre dientes


“Flaca” – era la primera vez que me volvía a decir así, lo cual me hizo sonreír extensamente – “¿Qué te parece si vas a la escuela y paso por ti a la hora que salgas?” – eso sonaba tan… normal.


Como si nunca hubiera pasado aquel trágico accidente que lo había separado de mi lado un año. Como si todo hubiera sido una horrible pesadilla y ya hubiera despertado. Pero claro que no fue una pesadilla, sus ojos ¿Negros? Un momento ¿No se suponía que eran dorados?


“Tus ojos… cambiaron de color” – señalé confundida.


“Es una característica de lo que soy ahora.” – respondió – “Nuestros ojos cambian de color dependiendo del estado de animo en el que estemos o que tanta sed sintamos” – fruncí mis cejas mientras entendía lo que me acababa de decir, el aguardo mirándome fijamente


“¿Entonces ahora estas… sediento?” – El rió – “¿Qué?” – pregunté ya que no le había encontrado nada de gracioso a mi pregunta


“Lo preguntas de una manera tan despreocupada… ¿Acaso no te da miedo que tenga sed?”


“No” – respondí rápidamente y sin pensarlo, ya que era la verdad – “¿Entonces si tienes sed?” – insistí en mi pregunta anterior. El asintió mientras sonreía. Fue ahí cuando me invadió una enorme pena por la persona o personas que morirían en para alimentar a mi novio, no pude evitar una sensación de escalofrío


“Edward” – llamé tímidamente. ¿Y si me pregunta le molestaba o le incomodaba?


“¿Qué pasa?”


“Tu…” - comencé indecisa, mirando hacia mis manos, sin saber bien como formular la pregunta – “bueno, tu me acabas de decir que tienes sed…” - levanté ligeramente mi vista, su rostro tenia sus cejas fruncidas en un gesto de incomprensión. Fruncí mis labios, me había arrepentido de lo que tenia planeado hacer, me quedé en silencio con mis mejillas ardiendo por la vergüenza


“¿Bella?” – llamó tras pasar varios segundos en silencio – “¿Te sientes bien? Estas roja”


“Estoy bien” – mentí


“Bella, te conozco ¿dime qué pasa? ¿Acaso te he asustado? no te voy a hacer daño…”


“¡No, no, no!” – lo interrumpí. ¿Por qué a veces tenia que irse por la tangente? –“Edward, no te tengo miedo” – repetí lentamente las palabras para ver si así entendía


“¿Entonces?” – insistió. Suspiré derrotada


“Bueno… estaba pensando que si tienes sed, obviamente tienes que beber…” - la palabra se quedo trabada medio segundo en mi garganta – “sangre… y por lo tanto tienes que…” - me debatí buscando una palabra que no sonara muy fuerte para su caso – “ELEGIR” – esa fue perfecta. Su risa me interrumpió


“¿Cómo se me fue a olvidar?” – preguntó aun riendo levemente


“¿Olvidar qué?” – pregunté un tanto molesta. No tenia por qué burlarse, yo no era un vampiro y por ende, desconcha lo que hacían y lo que no. Cuando se controlo lo suficiente como para hablar bien me miró fijamente ahora con esos ojos color negro.


“Bella no bebo sangre humana. Soy vegetariano” – un orgulloso tono invadió las ultimas dos palabras. Yo no entendí absolutamente nada y lo hice evidente haciendo un gesto torcido


“¿Vegetariano?”


“Me alimento solamente con sangre de animales” – lo miré asombrada. Abrí la boca para preguntarle más pero él se adelantó y puso un dedo sobre mis labios


“Escuela” – recordó, las comisuras de mis labios se estiraron hacia abajo – “Iré a traerte” – dijo para alegrarme y funcionó


“¿Cómo? Se supone que no deben saber que estas vivo”


“Tengo mis mañas” - respondió con una gigantesca sonrisa de suficiencia – “no te preocupes, estaré ahí a las dos” – confirmó


“Tienes que aclararme una duda” – le recordé


“Lo se, pero será hasta tarde. Ahora alístate para ir a la escuela, por favor” – pidió tiernamente mientras su mano gélida recorría lentamente mi mejilla. Fue ahí cuando recordé una cosa: no nos habíamos besado, me incline hacia él para probar sus labios otra vez, pero él se retiro. Mis ojos se abrieron ante su rechazo


“No puedo hacer eso” – su voz se había vuelto triste – “podría hacerte daño”.


“¿Cómo se supone que me puedes dañar dándome un beso?”


“Te lo explicare en la tarde” - dijo mientras se levantaba de la cama y desaparecía por la ventana.


No me esperaba eso ¿Cómo se suponía me iba a dañar con un inocente beso? Traté de no tomarle mucha importancia, convenciéndome de que no había sido rechazo por parte de él, si no por parte de lo que era ahora: un vampiro…


VAMPIRO, sonreí al pensar en aquello, era tan difícil de creer. Edward seguía siendo tan normal… claro, si se le omiten detalles de la extrema palidez y frialdad de su piel, sus ojos bicolores, su fuerza, rapidez, la falta de latidos… Bueno, en realidad, todas esas características que ya convertían a mi novio en alguien diferente, no podían ser omitidas, ya que eran mas que notorias; pero se olvidaban al tenerlo cerca como si siguiera siendo el chico de ojos color esmeralda y piel calida, todo eso no había cambiado absolutamente nada de lo que sentía por el, mas bien, lo había incrementado, si eso era posible…


Cuando llegué a la escuela Jess y Ángela me observaron extrañadas, seguramente era que, por primera vez después de mucho tiempo, no iba caminando con los brazos cruzados sobre mi pecho y con los ojos hinchados. Noté como sus ojos se dilataban sorprendentemente cuando les sonreía en forma de saludo, me sentí mal por que seguramente, sin querer, había hecho que ellas sufrieran conmigo al verme todo el tiempo ausente, lamentando la muerte de Edward.


Ninguna de ellas dijo algo sobre mi mejoramiento de humor, pero me di cuenta que estaban felices de verme tranquila, me hubiese gustado mucho decirles la verdad, pero era imposible, debía guardar el secreto por seguridad de Edward, además de que seguramente me tomarían a loca.


Lo podía imaginar: “Ang, Jess, se darán cuenta que hoy vengo completamente cambiada, pues verán, Edward no esta muerto, no de la manera que piensan, ¡Es un Vampiro!”… no, definitivamente no…


Estuve contando cada minuto que pasaba del reloj, se me hicieron eternas las siete horas lejos de él. En cuanto sonó la campana de salida, tome mis cosas, me despedí de Ángela y Jessica, y me dirigí hacia mi camioneta corriendo, ganándome, claro esta, un buen tropezón, pero sin caerme.


Me pregunté en dónde se estaría escondiendo para que los demás no lo vieran. Llegué a mi camioneta, deposité mi mochila en el asiento y recorrí con la mirada el denso bosque que se levantaba a unos cuantos metros, buscando su figura, pero no encontré nada. Tal vez había mucha gente y le era imposible salir, así que me decidí por encaminarme al bosque, solo por si las dudas, cuestionándome también cómo era que podía salir de día, Forks no era un lugar soleado, pero aun así, según los mitos, los vampiros se escondían en ataúdes por las mañanas… ataúdes, no pude evitar hacer una mueca de horror al imaginarme a Edward dentro de uno…


“¿A dónde vas?” – preguntó aquella voz aterciopelada con la que estaba tan familiarizada cuando llevaba a penas tres pasos. Giré mi rostro para encarar a Edward, quien estaba tendido boca abajo, con las manos sosteniendo su quijada, sobre la cabina de mi camioneta, completamente despreocupado de que alguien lo viera.


“¡Te van a ver!” – exclamé en un susurro. Dije aquello y en un instante Edward se encontraba frente a mí. El movimiento fue tan rápido, que pareció que todo el tiempo se hubiera encontrado ahí, frente mío.


“Sabré cuando alguien dirija la vista hacia acá y desapareceré, todos pensaran que fue producto de su imaginación”


“Supongo que tienes razón…” – confié en él – “¿Entonces, a dónde vamos para que respondas a mis preguntas?”


“¿Preguntas?” – dijo enarcando una ceja con gesto divertido


“Me han surgido muchas en el transcurso del día” – admití


“¿Recuerdas al prado donde solíamos ir?” - ¿Cómo no recordarlo? Asentí alegremente a la idea, solo en una ocasión después de su muerte había ido a aquel lugar.


Me perdí en mis pensamientos recordando ese día: fue justamente a los dos meses de que la noticia del accidente había llegado a mis oídos. Recuerdo que en cuanto llegué, como siempre solía pasarme, me dejé caer y me ahogué en llanto. Me había quedado ida y no me había fijado que ya había oscurecido hasta que los gritos de Charlie y algunos vecinos me sacaron del trance, me encontraron tirada en medio del monte, encogida como un feto, con la mirada perdida y musitando el nombre de Edward. Desde ese día jamás volví a ir para evitar que pasara lo mismo.


Seguramente Edward se dio cuenta que algún recuerdo me había entristecido por que sus brazos me rodearon regresándome a la realidad, que era mucho mejor que mis recuerdos.


“Lo siento tanto, Bella. Nunca quise causarte tanto daño” – le dediqué una sonrisa mientras acariciaba su mejilla en forma de consuelo, él no tenia la culpa.


“Ya paso… ¿Vamos?” – pregunté mientras lo tomaba de la mano y el asintió tratando de sonreír


Nos subimos a mi camioneta, inserté la llave y la camioneta no arranco… lo intenté de nuevo pero obtuve los mismos resultados, Edward se empezó a carcajear


“Parece que el auto de los Picapiedra es testarudo” – comentó entre risas. Lo miré enojada


“No te permito que hables así de mi camioneta” – dije indignada


“La compraste” – señaló. Su risa se había desvanecido para convertir su voz en un tierno susurro mientras incrustaba sus ojos, que ahora ya eran dorados, con los míos


“Si…” – contesté con la mente nublada mientras me perdía en sus ojos y un cosquilleo en mi estomago se incrementaba, el corazón parecía que en cualquier momento iba a estallar de tan fuerte que me palpitaba


“El sonido de tu corazón…” – su mano se posó en mi pecho dejándome paralizada – “es hermoso…”


“No es mío… te pertenece desde hace mucho tiempo” – dije en un susurro, retiró su mano para sostener una de las mías y depositar un tierno y frío beso en ella


“Es mi mayor tesoro…” - ambos sonreímos - “y bien” – dijo mientras se separaba un poco de mi – “¿Tenemos que abrir un hoyo para que nuestros pies impulsen el carro?” – preguntó divertido mientras yo le hacia una mueca por su mala broma


“Guárdate tus comentarios despectivos hacia este señor. Merece tu respeto” – dije mientras ladeaba de forma arrogante mi rostro hacia él y de la misma forma intente ponerlo en marcha… No arrancó, aun así mantuve mi barbilla ligeramente levantada mientras escuchaba la risita de Edward al lado. NADIE, ni siquiera mi estupido novio vampiro, iba a humillar a mi Chevy


“Vamos, Bella, admítelo esta cosa no va arrancar” – sin dirigirle la mirada, calculé el espacio que había entre nosotros y con todas mis fuerzas le propine un puñetazo en su pierna izquierda…


“¡¡Ay!! ¡Ay!!” – grité mientras me sujetaba la mano y Edward se inclinaba hacia mí.


“¿Bella estas bien?”


“¡Mierda! ¿Qué tenías en la pierna?” – pregunté mientras me sobaba la mano. Edward puso los ojos en blanco


“Te recuerdo que mi cuerpo ahora es muy duro” – dijo mientras sujetaba mi mano y la sobaba, se sentía bien, era como ponerle hielo, estaba segura que se me inflamaría. Vaya que si era duro, el golpe no pareció perturbarlo en lo mas mínimo a diferencia de mí, que sentía como si en lugar de su pierna, le hubiera golpeado una pared – “lo siento…”


“Eso me gano por andar de agresiva” – comencé a reír y él me coreó


“Bueno pues creo que tu camioneta no arrancara”


“Parece que no” – admití derrotada – “tendré que llamar a Charlie para que la venga a revisar, la visita al prado tendrá que ser otro día”


“Al menos que…”


“¿Al menos que…?” – insistí para que terminara la frase


“Bueno, yo conozco un medio mucho mas eficaz para ir que tu camioneta”


“¿Ah si? ¿Cuál?...” – una luz iluminó mi mente y abrí los ojos ante la posibilidad - “¡¿Vuelas?!” – pregunté asombrada. Sus ojos se pusieron en blanco una vez más pero medio segundo después estalló en carcajadas. Me molestó, se estaba burlando de mí, me giré enfurruñada con mis brazos cruzados sobre mi pecho haciendo un puchero, acción que solo lo hizo reír mas


“No vuelo Bella” – dijo cuando pudo controlar su risa – lo ignoré – “¿quieres saber a lo que me refería?” – preguntó y no obtuvo respuesta – “vamos flaca… si sigues así terminaremos por no ir al prado” – su aliento rozo mis oídos, quebrantando mi orgullo


“Es solo por curiosidad” – aclaré mientras me giraba para bajar de la camioneta, pero él ya estaba ahí abriéndome la puerta, traté de mirarlo fríamente, pero dudo mucho que lo lograra. El estacionamiento estaba ya casi vacío, y aguardé para que me enseñara su “medio eficaz”.


El dorado de sus ojos tenía una chispa de adrenalina la cual nunca me había gustado.


Edward disfrutaba, con todo su ser, algunos de los deportes extremos, y esa mirada me recordaba a la misma que tenía en las veces en las que el corazón se me había detenido más de alguna vez ante las ocurrencias que solía tener, ¿ejemplos?, recordaba perfectamente la ocasión en la que se le ocurrió inscribirse en un concurso de carrera de autos… también el día en el que llegó entusiasmado ante la idea de un amigo que le había invitado a lanzarse en paracaídas… ¿Y por qué no mencionar cuando se fracturo una pierna montando motos?


“¿No involucra nada que tenga que ver con velocidad, alturas o algo por el estilo verdad?” – pregunté sin mucha esperanza


“Estoy seguro que te va a gustar” – me jaló hacia la entrada del bosque y puso su espalda frente a mí – “¿Puedes subir o te ayudo?”


“¿QUE?!” – otra carcajada salio de su garganta


“Vamos Bella, confía en mí”


“Ayúdame” – pedí no muy segura aún. No lo escuchó dos veces y en un movimiento que me sacó el aire me depositó sin esfuerzo alguno sobre su espalda


“Agarrate fuerte” – indicó y así lo hice. Después, no supe nada más, solo que sombras borrosas pasaban a mi lado y el viento rozaba mi cara, perdí noción del tiempo y aunque trate de cerrar mis ojos no pude… - “¡¿Ves?!” – escuché a lo lejos su voz totalmente excitada – “¡¿A poco no es fabuloso?!...” – no pude contestar y creo que hasta tenía los ojos bizcos a causa del mareo – “¿Bella?... ¿Bella te sientes bien?...”


No supe nada más ya que todo se volvió oscuro…




Perdon mis angeles por el atraso tube un problemilla por ahi , pero aqui les dejo su vicio , le mando mil besito
Angel of the dark