Capítulo 3: Teatro
Cuando Edward regresó a su casa, no pudo evitar el recordar la plática que había entablado con Bella… Bufó fuertemente, ¿Por qué se molestaba en pensar en aquella simple muchachita?
Giró sobre su cama y llevó uno de sus brazos sobre su frente y clavó su verde mirada sobre el techo. Bella, apretó los labios fuertemente. ¿Por qué le daba tanta importancia? ¿Acaso se debía a que, realmente, a diferencia de él, a ella le importaba tan poco todo lo que la gente le decía y seguía siendo ella misma? ¿Pero era caso su forma de ser algo a lo que se le podía denominar personalidad?
La idea se le hacía imposible. Hasta donde sabía, Bella no salía a fiestas. Siempre se encontraba en casa, con su padre. O en la escuela, o en actividades que, ni de lejos, se presentaban atrayentes o divertidas para él…
¿Y a mí que diablos me tiene que importar lo que haga o no?, pensó y se puso de pie y se encaminó hacia la sala. Ahí estaba Esme, viendo un programa de televisión.
"¿Quieres cenar algo?" – preguntó al ver a Edward entrar
"No, gracias" – en realidad no sabía ni por qué se había salido de su recamara. Había sido un movimiento reflejo. Un instinto para ver si encontraba algo con que entretenerse y, así, dejar de pensar en aquella absurda muchachita.
"Pase por la iglesia y el reverendo Charlie me regaló unas galletas que hizo Bella, su hija" – informó Esme, ignorando que no estaba ayudando en nada con aquel comentario – "Están deliciosas. Toma una para que la pruebe, las dejé en la mesa"
El muchacho tensó la quijada. ¿Es que ni en su casa le iba a dejar tranquilo? Aún así, no pudo evitar echar un vistazo hacia el lugar que su madre había indicado. Volvió su vista hacia el televisor de forma brusca y rápida.
No tenía hambre, ¿Por qué iba entonces a comer?
Sin embargo, movió sus pies y, cuando pudo darse cuenta, ya se encontraba frente a la bolsita de papel, la cual despedía un delicioso aroma. Solo es por simple curiosidad, se justificó mentalmente y tomó una galleta de forma redonda. La miró por unos segundos, con el ceño fruncido y, lentamente, se la llevó a la boca. Respingó al saborear tan exquisita combinación de vainilla con canela. Su madre apareció por detrás
"¿Y bien?" – preguntó – "¿Verdad que están deliciosas?"
Si.
"He probado cosas mucho mejores" – mintió, mientras se encogía de hombros y daba media vuelta para regresar a su recamara.
Encendió el aparato de música y la pequeña estancia se inundó por las estridentes notas que se alzaban por el aire. Se volvió a dejar en la cama e intentó, fervientemente, en pensar en otras cosas que no fuera en ella. ¿Qué tenía Bella Swan que, desde niña, se había empeñado en entrar constantemente en sus pensamientos?
No es que ella hubiera cambiado mucho desde entonces, no, para nada. Seguía siendo la misma chiquilla de ojos grandes y nobles, de sonrisa tímida y voz baja y precavida, de carácter poco dado a diversiones adolescentes y de figura tan menuda, la cual siempre ocultaba debajo de grandes y desformados vestidos que no le ayudaban en nada a su apariencia… nunca se le había visto en ninguna actividad popular entre adolescentes y ahí es donde se encontraba el problema: ella no parecía una adolescente, pero tampoco parecía una abuelita, o al menos para él no.
Golpeó fuertemente la almohada con un puño… Ya, deja de pensar en ella, se ordenó y subió mucho más el volumen de la música. Su madre llamó a la puerta a los pocos minutos.
"¡Ey!" – exclamó con una sonrisa, al mismo tiempo que se llevaba ambas manos a las orejas – "Te van a reventar los tímpanos"
Edward rió y tomó el control para disminuir el ruido.
"Mucho mejor" – felicitó Esme y, acercándose hacia él, depositó un beso sobre su frente – "Hasta mañana, hijo" – murmuró, de forma amorosa
"Hasta mañana" – contestó él.
Las luces se apagaron y la casa quedó completamente en tinieblas. Edward dio vueltas y vueltas sobre su cama ante la imposibilidad de contemplar el sueño y, con un fuerte gruñido interior, se volvió a poner de pie y caminó, de la manera más silenciosa que pudo, hacia la pequeña cocina. Suspiró con frustración al encontrarse de nuevo frente a aquella bolsita de papel y, muy a su pesar, no pudo controlar sus manos, las cuales se dirigieron hacia el interior de ésta y cogieron cinco galletitas más.
Cerró los ojos y el puño fuertemente mientras luchaba por regresarlas a su lugar original, más no pudo. Se fue a su cuarto y, ya sentando en su cama, miró fijamente a las redondas y apetitosas formas que yacían en su mano. Cogió una, con una delicadeza que le sorprendió y se la llevó a los labios. Suspiró profundamente y, con una sonrisa, la cual no supo del por qué provenía, se llevo otra y otra, hasta que se las terminó.
Se dejó caer completamente sobre su lecho y, al pasar otros cuantos minutos, se quedó dormido, con el dulce sabor de vainilla y canela inundando su boca.
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"No puedo creer que me vea obligado a esto" – se quejó Edward de forma teatral mientras Emmett conducía, con una enorme sonrisa estirando sus labios.
Estaba disfrutando de sobremanera todo el drama por el que su mejor amigo estaba pasando.
"Ey, no es tan malo como parece" – dijo, de forma animosa – "Estarás con la maestra Heidi, ¡Esa mujer tiene una figura fenomenal!
Edward puso los ojos en blanco, sabía que no podía esperar más de aquel muchacho.
"Bien, hemos llegado" – anunció Emmett, mientras ayudaba a su amigo, el cual tenía una cara de los mil demonios, con las muletas.
"Gracias" – refunfuño éste – "Recógeme dentro de una hora" – pidió, de manera un poco amenazante
"No te preocupes. Estaré aquí de manera puntual" – prometió, sin dejarse cohibir por la furia de su acompañante – "Ah, por cierto, yo que tú me ligaría a la maestra… ¡No todos los días te encuentras con semejante mujer!"
Emmett arrancó el carro y dejó a un Edward completamente frustrado, parado sobre las muletas y viendo como el automóvil se alejaba. Suspiró profundamente antes de dar media vuelta y encaminarse hacia el salón de teatro. Cuando llegó, la maestra ya se encontraba explicando algo que él no supo comprender. La joven señora calló en cuanto le vio entrar
"Edward, que bueno que has venido. Mejor tarde que nunca" – agregó, al ver lo poco preocupado que el nuevo integrante se veía por su retraso – "Vamos, toma asiento"
El chico obedeció, sin dejar, ni en el más mínimo segundo, su semblante engreído. Se dirigió hacia uno de los asientos vacíos, ignorando las distintas miradas que en él se posaban – que iban desde la más gran aversión hasta el anhelo más obsesivo – y ¡Oh, sorpresa al levantar la mirada hacia el frente! ¿Acaso ella tendría que estar en todas las actividades a las cuales él se había obligado a asistir?
No debía de sorprender… todas aquellas circunstancias eran tan… tan… tan Bella. Pero, aún así, lo que más le molestó fue el sentir como un calido retorcijón se apoderaba de su estomago al verla. Desvió su mirada lo más rápido que pudo de aquel rostro, reclinó su cabeza sobre la pared de atrás de manera perezosa y trató de centrar su atención en el parloteo interminable de la maestra.
"La obra de esta temporada se tratara de un romance pasional escrito por nuestro compañero Jasper, ubicado en la temporada de la ley seca en New York" – anunció, con una sonrisa – "Ahora, es momento de dar a saber quién interpretara a quien en escena: Bella, interpretara a Alicia, una misteriosa cantante de club" – El muchacho bufó hacia sus adentros. Era de esperarse que ella estuviera tan involucrada en algo tan simple – "Alice será Caroline y… Edward tú serás Tommy Thorton"
La fría mascara de diferencia se deshizo por completo al escuchar su nombre… ¿Había sido real o era su imaginación?
"¿Qué?" – preguntó, con una sonrisa nerviosa
"Lo que has escuchado" – rectificó la maestra.
Todos reprimieron una sonrisa al ver la angustiada expresión del chico.
"No" – quiso decir de manera tajante, más la voz le salió acompañada con un gran deje de inquietud – "No" – volvió a repetir – "Vera, no tenía pensando actuar… yo no soy bueno para este tipo de cosas… es imposible, ¿Por qué no busca a alguien que no tenga tantos problemas y…?"
"Esta decidido, Edward. No hay cambio de planes" – aseveró la maestra, con una amable, pero amenazante, sonrisa en su rostro.
Aquello no podía ir peor. ¿Tan mal iba a tener que pagar por haber engañado a Eric aquella noche? Y, como desde hacía más de una semana, Edward se descubrió plantado sobre la silla, dispuesto a hacer algo que le avergonzaba, formando parte de un círculo, con un libreto sobre sus manos y esperando, de muy mala gana, el turno para decir sus líneas.
"¿Cuándo lo supiste Tommy?" – preguntó Alice, muy centrada en su papel, a pesar de ser el primer ensayo.
Había llegado el momento y, antes de leer, Edward inhaló aire de manera muy profunda.
"¿Saber qué?" – leyó, sin darle ningún énfasis a las palabras.
"¡Que estábamos enamorados!" – contestó la pequeña, con los ojitos brillantes por la emoción…
Si tan solo me combinara un poco de su entusiasmo, pensó el muchacho
"¿Enamorados? Créeme, nena, es mejor no te enamores de un tipo como yo" – volvió a leer
"¡Demasiado tarde! ¡Estoy loca por ti! ¡Lo respiro, lo bebo! ¿Tu no?"
"No sé que es lo que estoy bebiendo, muñeca, pero si esto es amor… ¿Qué me sirvan otro vaso?"
Edward escupió las últimas palabras acompañadas de una risa que ya no pudo contener. Todos aquellos diálogos le parecían ridículos y completamente cursis… Beber el amor, ¿Quién podría llegar a decir semejante sandez? Volvió a reír, con más fuerza.
"Señor Cullen ¿Acaso hace todo esto al propósito?" – inquirió la maestra, claramente molesta por la falta de seriedad en él
"No. Es algo completamente natural" – contestó, esperando que con aquella actitud la profesora desistiera y le quitara el papel. Pero, teniendo el efecto completamente contrario a lo que él esperaba, la señorita Heidi se empecinó más en su idea.
Aún así, Edward no perdió las esperanzas y se esforzó los sesenta minutos por decir lo más horrorosamente posible sus líneas. De nada le sirvió. La profesora exigió su presencia para el siguiente ensayo.
El muchacho fue el primero en salir de aquel lugar. Sus ojos buscaron desesperadamente el carro de Emmett, más éste no se veía por ningún lado. No se molestó en despedirse de ninguno de sus compañeros y se planto en la entrada, con la esperanza de que pronto su amigo hiciera acto de presencia.
Unas pisadas detrás de él, le hicieron volver el rostro, encontrándose a Bella en cerca de él. Regresó su mirada hacia el frente, ignorándole lo mejor posible. Ya había tenido suficiente de ella por la mañana.
"¿Intentarlo te mataría?" – le preguntó aquella gentil voz.
"Si. Y soy muy joven para morir" – contestó, sin el mejor incidió de cordialidad en sus palabras
"Nada te cuesta con hacer un pequeño esfuerzo"
"Claro que me cuesta. No tienes ni la más mínima idea de lo aburrido que me supone hacer todo esto"
"Lo único que te resulta divertido de la escuela es el hecho de ser popular entre las chicas. Tal vez se daba a que no puedes destacar en nada más" – soltó Bella, sin poder contenerse. ¿Cuándo dejaría Edward de comportarse de aquella manera tan arrogante?
"Nada que no hubiera escuchado antes" – se defendió, usando las mismas palabras que Bella le había dicho – "Créeme: me importa muy poco lo que pienses de mí"
Entonces, ¿Por qué te sientes repentinamente tan molesto?... ignoró aquella voz que le habló en su interior.
"Claro. Solamente te importa, y haces todo lo posible, por encajar entre tus amigos que se la pasan humillando a las demás personas por no ser como ellos"
Edward se estremeció por lo escuchado… ¿Cómo se atrevía ella a…?
Dio media vuelta para encarar a su acusante y, cuando lo hizo, solamente contempló como la figura de Bella ya se encontraba lejos de él.
Que piense y que diga lo que se le plazca, no debe de importarme, pensó. Miró el reloj… había pasado ya casi media hora desde que, se suponía, Emmett debía de haber llegado. Si no quería engañarse a si mismo, debía de admitir que, seguramente, al idiota de su amigo se le había olvidado irle a recoger.
Cuadró la quijada y rechinó los dientes mientras viajaba la mirada para encontrar una solución a su problema. No llevaba mucho dinero como para llamar a un taxi y todos los que aún se encontraban ahí, eran completos desconocidos. Todos, menos la muchacha de holgadas ropas que comenzaba a acomodarse en el asiento de su vieja camioneta.
Guardó su orgullo y comenzó a caminar, ayudado por las muletas, hacia la vieja camioneta de color ladrillo. Bella se había percatado de la situación, pero optó por hacerse la desentendida y fijó su mirada hacia el frente.
"¿Te han hablado de la piedad y la compasión?" – preguntó y, aunque lo intentó, no pudo restarle a su voz aquel tono sarcástico e hiriente que le caracterizaba.
Bella no pudo evitar sonreír ante tan absurda forma de pedir un favor. Definitivamente, Edward tenía tanto que aprender acerca de la humildad.
"Sube" – indicó
El carro arrancó con un rugido. El chico de ojos verdes bufó fuertemente, sin el más mínimo deseo de ocultar la burla que la situación le provocaba.
"Deberías cambiar de coche" – señaló
"Deberías aprender a ser agradecido. Aunque, si no te gusta, puedes bajar" - ofreció - "Yo no te lo impediré. Además, me ahorrarías medio kilometro de recorrido"
Edward se mordió fuertemente la lengua y guardó completo silencio. Maldito Emmett, se las iba a pagar y muy caro.
"Ponte el cinturón" – ordenó la chica, ocultando lo bien que se sentía el tener el control sobre una persona que tanto le irritaba.
Edward accedió, no sin hacer una mueca clara de exasperación. Bella reprimió una sonrisa y, suspirando para lograr mantener su semblante sereno, llevó uno de sus dedos y encendió la radio en una estación de música demasiado relajante.
Eso ya era mucho para Edward quien, olvidándose de que él no era dueño del carro – bendito el cielo – se atrevió a cambiar la estación. Sonrió complacido al escuchar como el chirrido de las guitarras había reemplazado a la antigua melodía. Bella frunció el ceño, pero rápidamente logró controlarse. Después de todo, aquel comportamiento tan obstinado, le parecía muy infantil y gracioso
"Tu ganas"
"Gracias" – replicó él, sin mucho atisbo de verdadera gratitud
"Cuarenta y dos" – murmuró, pensando en voz alta.
"¿Cuarenta y dos? ¿Qué quiere decir cuarenta y dos?"
"Es ser amiga de alguien que no me agrada"
"Oh. Demasiado sincera" – dijo, y no entendió por qué la ironía de su voz salió acompañada con un pequeño desplante de dolor. Solo esperaba a que Bella lo ignorase
"Lo sé. No me gustan las hipocresías"
"¿Y qué tiene que ver un numero con todo esto?" - inquirió, tratando de aparentar una indiferencia que no había.
"Es el lugar que ocupa en mi lista de objetivos en la vida"
"¿Has considerado la probabilidad de introducir en esa lista el cambiar de personalidad?"
"No"
"Pues deberías"
"Hay cosas más importantes que cambiar tu forma de ser simplemente por que a alguien no le parece" - contestó,sin dejarse perturbar
"¿Ah, si?" - retó Edward, con voz y mirada - "¿Cómo qué?"
"Como, por ejemplo: ayudar en el cuerpo de paz, hacer un descubrimiento medico, estar dos sitios a la vez y tener un tatuaje…"
Oh... bien, tenía que reconocer que eso no se lo esperaba.
"Me imagino que hay un objetivo que ocupa el primer lugar" – aventuró y Bella asintió – "¿Cuál es?" – preguntó, ¿Qué le importaba? ¿Por qué tanta curiosidad? No era más que una simple lista de sueños tontos…
"Te lo diría, pero entonces tendría que matarte al segundo siguiente"
Edward rió… estaba a punto de admitir que, después de todo, Bella no era aburrida y se la estaba pasando bien, pero vio el carro de Mike estacionado en un bar a orilla de carretera y, con un movimiento automático, se encogió sobre el asiento, para ocultarse lo mejor posible. No quería ni imaginar lo que sus amigos podrían llegarle a decir si le descubriesen en el carro de Bella Swan…
Claro esta que el gesto no pasó desapercibido para la muchacha.
"Ya puedes dejar de esconderte, hemos dejado a tus amigos atrás" – informó
"¿Amigos? ¿De qué hablas? Se me cayó una moneda y…" – la mirada de Bella le impidió continuar con su mentira. Repentinamente, se sintió mal por haberse portado tan grosero con ella. Sin embargo, no encontró las palabras con las cuales disculparse.
Bella sonrió tristemente, ¿Hasta qué punto llegaría Edward a decepcionarla?
"Hemos llegado" – anunció.
El muchacho bajó del auto y, como Bella sabía que las palabras de cordialidad no eran objeto de su devoción, prefirió ahorrarle la incomoda necesidad de dar las "Gracias", así que, antes de que él pudiera girarse para verle de nuevo, arrancó el carro y manejó lejos de ahí.
Edward contempló por un momento como la destartalada camioneta se perdía por una curva y, haciendo un gesto de displicencia, se adentró a su casa.
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Capítulo 4: Ayuda
"¡Ey, hermano!" – exclamó Emmett en cuanto llegó a la casa de Edward.
Éste salió de manera atropellada – lo más rápido posible que las muletas le permitían – llegando hasta su amigo con grandes zancadas y el rostro completamente enfurecido. Se plantó frente a él y no pudo hacer otra cosa más que mutilarlo, pedazo tras pedazo, con la mirada.
Emmett dilató sus ojos ante semejante comportamiento
"¿Me has llamado solamente para mostrarme semejante gesto?" – preguntó
Edward bufó fuertemente.
"Ayer. Te dije que me fueras a traer a la escuela ayer y ¡Nunca llegaste!"
El enorme muchacho se llevó una de sus manos y se golpeo teatralmente la frente
"Se me olvidó" – admitió y Edward puso los ojos en blanco – "Lo siento, hermano…"
"Ya, olvida eso también" – interrumpió éste y suspiró de manera abatida – "Necesito tu ayuda para algo"
"En lo que se te ofrezca y en lo que se pueda" – contestó Emmett mientras veía como su amigo le tendía un cuadernillo blanco.
"Estoy metido en una maldita obra de teatro" – explicó – "Necesito que me ayudes a ensayar"
Emmett reprimió una carcajada burlona y asintió. Abrió el cuadernillo y lo empezó a hojear, con verdadero y mofo interés, levantó la mirada y se encontró con un Edward completamente encolerizado
"¿Y ahora qué?"
"Nada" – repuso su amigo con voz desesperada – "Las líneas que están subrayadas son las que tienes que decir"
"¿Bella Swan también esta en la obra…?" – inquirió con asombro mientras leía el reparto.
Edward no contestó. ¿Por qué siempre, por una u otra razón, alguien tenía que recordarle la existencia de aquella muchachita? Apretó fuertemente los dientes mientras abría el guión y comenzaba a leer, prefiriendo ignorar el comentario anterior.
"Emmett, es tu turno" – señaló Edward cuando, tras haber pasado cerca de diez segundos desde que él había dicho su línea, su amigo no hablaba.
Emmett volvió a realidad con un pequeño sobresalto y, como si nada hubiera pasado, agregó
"He venido a ver si estas listo"
"Mirarme, nena, solo estoy listo para una siesta" – dijo el muchacho de ojos color verde, orgulloso de si mismo por haber recordado aquellas palabras sin necesidad de echar un vistazo al libreto.
"Deberías de estar listo para mirar a tu corazón" – volvió a leer Emmett, haciendo un esfuerzo sobrehumano para reprimir la risa que exigía por salir
"Cuando tu entraste… Cuando tu entraste…" – Edward dejó de caminar de un lado hacia otro y frunció el ceño fuertemente para recordar… - "¡Mierda!" – exclamó y clavó su mirada en la pagina cuarenta y ocho y comenzó a leer – "Cuando tu entraste a mi club, no fue coincidencia" – lo repitió dos veces más en su mente para tratar de memorizarlo
"Nada en este mundo es coincidencia. Tú eres el único, que puede hacerme cantar…" – dijo Emmett, con voz melodramáticamente dulce, mientras veía a su amigo con ojos de ensueño exagerado – "Bésame, Edward" – pidió, de modo pasional, mientras se ponía de pie y se lanzaba a los brazos del muchacho que tenía al frente – "¡Bésame, Tommy, hazme tuya ahora mismo!"
"¡Emmett!" – exclamó el aludido, intentando calmar a su amigo, pero no puedo evitar reír junto con él – "¡Vamos! ¡Por favor!" – pidió cuando se logró tranquilizar – "Solamente tengo tres semanas para memorizar todo esto"
"No podrías aprendértelo ni en tres meses" – repuso, aún riendo en grandes carcajadas – "Además, esto es completamente ridículo"
"Díselo a quien lo escribió, por que yo no fui"
"Lo sé, pero eso no te salva: harás el ridículo frente a todo el mundo"
Edward tembló tan solo de imaginarse que había mucha probabilidad de ello
"¡No tengo otra opción!" – exclamó, claramente frustrado. Emmett dejó las bromas al ver que su amigo, realmente, se encontraba desesperado.
Caminó hacia él y tomó su hombro derecho con su mano
"Solo quería molestarte ¿Entiendes?" – preguntó, con voz seria, pero amable – "Te apoyaré en lo que pueda. Estaré en la noche del estreno, en primera fila. Cuenta con eso… Y no olvidaré los tomates."
"Gracias" – dijo Edward, con una gran sonrisa.
Emmett siempre sabía como tranquilizar a los demás con sus ocurrencias.
Los días transcurrieron y Edward, con dificultad, solamente se había aprendido una décima parte de aquel libreto. Debía admitir que no tanto por su mala memoria si no, más bien, por su falta de dedicación. Al final de cuentas, ¿Cómo rechazar una buena fiesta, prometedora de licor, mujeres hermosas y cigarrillos, para quedarse encerrado leyendo un estupido guión romántico?
Desgraciadamente, y para mala suerte suya, los días no se detenían y seguían su curso, lo que significaba, que el día de la obra se acercaba cada vez más.
En una de aquellas tantas tardes en las cuales Emmett y él se encontraban "ensayando", Edward aventó lejos el pequeño libro blanco que sostenía entre sus manos.
"¡No puedo con esto!" – exclamó, mientras se dejaba caer el suelo
Emmett también dejó de lado el libreto y se sentó al lado de su amigo. Lo evaluó con la mirada durante un momento y, tras pensarlo un par de ocasiones, soltó
"¿Por qué no le pides ayuda a Isabella Swan?"
Edward tardó casi un minuto en entender que no era una alucinación lo que su amigo le había dicho
"¿Qué has dicho?"
"Lo que oíste. Creo que necesitas a alguien quien te motive un poco más… yo te ofrezco mi ayuda pero, vamos, hay que admitirlo: siempre terminamos por dejar el libreto por un lado e irnos de parranda. Dudo mucho que con Bella pase lo mismo…"
"Nunca" – interrumpió, de manera tajante y poniéndose de pie – "¡Jamás! ¿Lo escuchas? ¡Jamás le pediría ayuda a Isabella Swan! No quiero ningún tipo de relación que me una a ella, ni la más mínima"
"Nunca digas nunca, amigo" – aconsejó Emmett y Edward bufó fuertemente.
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Nunca digas nunca…
Maldito Emmett, musitó Edward mientras veía a hurtadillas qué dirección tomaba Bella por los pasillos.
Bien. Había llevado sus pies por el pasillo nueve, no solían caminar muchos alumnos por él. Era el momento.
"Bella" – llamó, haciendo acopio de todo su valor y viajando la mirada, de un lado a otro, por si alguien se acercaba.
La muchacha pegó un brinquito al escuchar aquella voz tan familiar, pero supo disimular muy bien su sorpresa.
"¿Qué se te ofrece, Edward?" – dijo, sin siquiera dirigirle una mirada – "Tenemos años de conocernos y nunca has sido el primero en saludar"
Genial. Al parecer, aún seguía molesta por lo ocurrido hacía ya varios días.
Trágate el orgullo, Edward, necesitas su ayuda, se repitió una y otra vez antes de hablar
"Necesito ayuda con las líneas de teatro" – soltó
Bella no pudo evitar – aunque se lo había propuesto – el mirarle. Quería saber qué expresión surcaba aquel pálido rostro y, cual fue su sorpresa que, si bien la arrogancia estaba presente, también había un pequeño indicio de suplica.
"¿Edward Cullen me esta pidiendo ayuda?" – preguntó, para si misma, en voz alta
"Si" – respondió éste, de manera indiferente.
Aquel gesto volvió a molestar a Bella.
"Bien… te desearé suerte" – dijo, mientras aceleraba el paso.
Edward la siguió de manera rápida – había dejado ya de usar las muletas, lo cual supuso un alivio. Nunca pensó que le fuera a costar tanto trabajo. Tenía que volver a insistir
"Bella" – llamó, para que ésta disminuyera la velocidad de sus pies – "Oye… mira, en serio…"
"Obviamente, nunca antes le has pedido un favor a alguien, ¿Verdad?" – señaló la chica, con una pequeña sonrisa de autosuficiencia.
Debía admitir que le agradaba escuchar como Edward se debatía para mostrarse amable
"Un pedido como el tuyo requiere halago y servilismo. No puede ser solamente para beneficio tuyo, tiene que tener un bien común, por el bien de todos"
"Es por el bien de todos" – mintió Edward – puesto que lo único que a él le preocupaba era no hacer el ridículo – mientras tomaba a Bella del brazo y le hacía frenar.
Sus ojos se sumergieron en los suyos por un breve instante, logrando que sus palabras se le borraran de la mente por un vago momento.
"Creo que es una obra muy buena y se tiene que dar lo mejor, ¿No?" – prosiguió con su mentira, la cual Bella creyó.
"De acuerdo. Te ayudaré" – apuntó ella – "Pero con una condición, Edward, la cual, tomarás muy en serio"
"¿De qué se trata?" – preguntó, realmente contrariado y tratando de adivinar lo que la muchacha estaba a punto de decirle.
"Tienes que prometerme que no te enamorarás de mí" – dijo, con voz firme y pausada.
Edward esperó por un momento para ver si todo se había tratado de una mala broma, pero el semblante de la chica se mantuvo completamente serio – casi con un aire sombrío – y, en sus ojos color chocolate, no se veía ni el más mínimo atisbo de burla.
Las palabras las había dicho realmente en serio.
Rió mofadamente cuando lo comprendió. ¿Cómo podía Bella imaginarse que él…?
Todo era completamente absurdo. Lo más absurdo que en toda su vida le pudieran decir o pudiera escuchar. Aún así, decidió dejarlo muy en claro.
Se plantó frente a ella y la miró a los ojos con aire desafiante
"Eso no es ningún problema. Puedes estar completamente segura que eso no pasará. Nunca"
"Bien" – repuso Bella y, extrañamente, su semblante se había iluminado – "Entonces, te veo en mi casa, después que termine el horario de la escuela" – anunció Bella, antes de irse.
"Ahí estaré"
Edward se quedó parado, en el mismo lugar, por un segundo, analizando, por segunda vez, aquellas palabras…
"Tienes que prometerme que no te enamoraras de mí"…
Volvió a reír
"Realmente absurdo" – musitó y, comenzó a caminar.
Por fiss mis angeles hermosos dejen sus comentarios , pliss sean buenas
mil besitos
Angel of the Dark
miércoles, 24 de febrero de 2010
A Walk to Remember
Publicado por Angel of the dark en 13:30 0 comentarios
Etiquetas: A Walk to Remember
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