Cap. 7 Hazme tuya
Cuando por fin me había llegado el dichoso periodo respiré aliviada y de ahí para delante no más sustos. Nadie quería tener ese nivel de complicaciones como iba a explicarle que no me había cuidado y cuando lo insinúe fue como "yo pensé que tú" y si una vez más comprobaba con mi mejor susto que el "creí qué y pensé qué" es pariente del "tontequé", cómo tan desprevenida en una situación así, pero ya podría remediarlo. Pero claro cuando uno anda en esos días no ayuda mucho tener un… como llamarlo… compañero tan ávido a socavar mi pudor y mi voluntad a mantener distancia.
Por suerte para mí eso ya había pasado y anoche habíamos retomado y dado rienda suelta a la pasión. Por un lado me había sentido aliviada todos esos días que duró mi periodo porque Jacob no había insistido en algo que me costaba trabajo evitar. Pero claro, mi novio no era muy dado a la sal y al agua como decía Edward.
Sentí cuando se sentó en el borde de la cama y se acerco sigiloso pero la ansiedad lo traicionó, besó mi cuello por la nuca. Cerré mis ojos buscando una alternativa distinta a la jaqueca y es que esa escusa la había utilizado hasta el cansancio.
El fin de semana viajaríamos a Hawai para comenzar con las grabaciones de la última película de la Saga. Así que tenía que "sobrevivir" un par de días más, hoy era jueves tenía que lograrlo si o si hasta el sábado para poder cumplir la promesa a Edward de "no me tocará".
No lo detuve, mal que mal era mi novio y tenía ciertos derechos adquiridos pero cuando lo sentí meter sus manos por debajo de mi polerón me levanté rompiendo nuestra cercanía, aunque no lo logré del todo, Jake fue más rápido que yo, me sujeto por la ropa atrayéndome de vuelta a la cama.
— Mi amor —rezongue y traté de ser sutil pero él me ignoró — ¡Jacob! —insistí tomando sus manos para quitarlas de mi cuerpo.
— ¿Ahora que? —preguntó evidentemente molesto y con justa razón.
Desde que habíamos vuelto de Francia nosotros no habíamos intimido. Eso claro esta, sin contar la pequeña vez que había sucumbido y él había socavado mi fuerza de voluntad, había sucedido mientras me bañaba una semanas antes que me llegará mi período, provocándome la culpa contigua por haber en parte traicionado a Edward pero técnicamente eran meses de abstinencia, para él claro esta.
— No me siento bien… estoy cansada —argüí tan suave como antes, incluso salio como un ronroneo. Uno que él no estaba dispuesto a tolerar. Se sentó en la cama y suspiró evidentemente mal humorado.
— ¿Qué es ahora Bella porque la jaqueca ya supero todo? —atacó
— Nada… simplemente estoy cansada —contesté sin mirarlo a los ojos
— ¿Por qué no quieres que te toque? —preguntó al segundo. Jacob no obviaría el tema estaba claro. Exigiría sus derechos y lo que menos quería era discutir con él, me hacía sentir más culpable.
— No es que no quiera —comencé a explicar pero ¿Qué se suponía iba a decir?.
Lo siento, estoy cansada porque vengo de hacerlo con otro. No, esa no era una excusa valida. No podía hacerlo, sabía que tarde o temprano llegaría esta conversación sólo que no quería que fuera en estos términos.
— ¿Entonces? —inquirió enarcando una ceja
— No me siento bien —insistí tratando de dilatar la verdad lo más que pudiera.
— ¿Qué te duele ahora? ¿El estomago? ¿Un pie? —exclamó irónico.
Y odiaba hacerle esto pero en realidad más que mantener mi palabra, sentir su cuerpo desnudo contra el mío lograba hacerme sentir de sucia. Me sentía traidora al tenerlo tan cerca, después de todo él me lo había pedido. Suspiré sin contestarle, quise escapar de allí y evitar lo inevitable pero Jacob me lo impidió, sus ojos negros como la noche me miró inquisitivamente. Mi novio esperaba una respuesta solo que mi verdad podría dolerle demasiado.
— Habla conmigo dime ¿qué sucede? —me pidió cambiando de táctica.
— No sucede nada —mentí
— Bella, ¿Crees que es normal que una pareja no haga el amor? —preguntó
— El sexo no lo es todo —desmentí
Sorprendiéndome a mi misma, no entendía como me salían las mentiras más garrafales quién iba a creer que una relación solo se basa en besos y abrazos. Nadie, y al parecer Jake no era la excepción, resopló entre dientes y aunque trató de contenerse, de igual forma discutió.
— Estoy harto de que escapes de mí como si tuviera una enfermedad —recriminó en un grito y sabía lo que se venía.
"Una discusión" así que era mejor irme sino tal vez no iba a controlarme y terminaba por gritarle que amaba a otro y él no se me remecía aquello, aunque a esta altura, creo que era mejor gritarlo que seguir viéndole la cara.
— ¿Ahora dónde vas? —inquirió cuando me vio tomando las llaves
— Fuera —anuncié sin mirarlo — la verdad no quiero discutir y evidentemente tú estas empeñado en tener sexo hoy así que te libero de tu fidelidad, búscate a alguien que te satisfaga. Volveré por la mañana —exclamé cerrando la puerta de la recamara tras de mí dejándolo allí, solo.
Caminé hasta la puerta del departamento y me detuve. La abrí y espere, no sé qué pero aún así vacile por unos minutos hasta que finalmente salí cerrando la puerta tras de mí.
Eran las diez de la noche y me dirigía hasta el departamento de Edward, que estaba a escasas cuadras de distancia. En realidad eran como cinco minutos entre mi edificio y el de él pero bueno no podía caminarlos, alguien podría verme. Sin contar que tal vez, Jake me había seguido, miré varias veces por el espejo pero nada. Al parecer se había cansado de rogarme lo que en parte me dolió. En realidad le dolió a mi ego herido pero la sensatez me llamaba a pensar que era mejor así.
Para mi suerte el conserje del edificio me conocía y me ayudaba. Siempre me permitía aparcar en el estacionamiento de residentes. Subí el ascensor con rapidez y digité el número de su piso. Salí al corredor y camine hasta su puerta entusiasmada de verlo, por primera vez, tenía la licencia que me había dado la discusión para buscarlo sin mentir. En parte, obviamente, saque de mi bolsillo la llave y entré. Estaba completamente oscuro
¿Habrá salido? ¿Dónde? ¿Con quién?
Me pregunté en pánico al imaginármelo con alguien más. Iba a digitar su celular cuando la puerta se abrió detrás de mí y era él con dos bolsas de supermercado en la mano. Alzo su vista y se sonrió.
— ¿Qué haces aquí a esta hora? —me preguntó mientras yo me acercaba.
Lo besé en los labios desenfrenadamente. Trató de responderme con la misma intensidad pero las bolsas en sus manos lo impedían, jugó con el peso en ellas hasta que consiguió, no se como, acercar mi cuerpo al suyo abrazándome. Pegó mi cuerpo al suyo mientras me besaba.
— ¿Acaso no puedo venir a verte? —pregunté en un ronroneo seductor y el frunció su ceño.
— Déjame adivinar —me miró pensativo pero risueño — discutiste otra vez con tu adorado novio ¿O me equivoco? —inquirió suspicaz aún con la sonrisa en los labios y me separé de su agarré molesta.
En el minuto que lo hice, soltó el resto de las bolsas que tenía aún sujetas y me apegó a su cuerpo impidiendo que me moviera un centímetro de mi posición actual. Me sonreí vivaz. Mi nariz estaba pegada a su rostro, podía sentir su halito tibio de lleno contra mi rostro.
— La verdad no me importa —confesó en un susurró verdadero — De hecho si lo mandarás al infierno sería el mejor día de mi vida pero como se que no lo harás me conformó con que sus actitudes te hayan traído hoy hasta acá —concluyó besando mi mentón.
Deslizo su mano por mi cuello acariciando con el dorso mis pómulos mientras volvía a besarme tiernamente en los labios. Sentí el agarré de su otra mano en mi cintura, trataba de pegarme más a él lo que evidentemente era imposible.
— ¿Mi princesa se quedará toda la noche o se esfumará a las doce? —cuestionó con el deseo que tanto buscaba yo de él.
— Toda la noche —respondí.
En el minuto que confesé aquello, alzo mi cuerpo entre sus brazos y me cargó hasta su habitación, mientras caminábamos hasta allá no dejo de besarme ni un solo minuto. ¡Lo amaba y con locura! ¿Qué haría sin él?.
— Dejaste las bolsas tiradas en el living —advertí cuando depositó mi cuerpo en la mitad de su gloriosa y enorme cama. Se quitó la camisa sin responderme aún, mis ojos se hicieron fieros cuando noté su dorso desnudo. Noté como subió a mi lado y fue como en cámara lenta.
— No hay nada que no pueda esperar hasta mañana —respondió mordiendo mi cuello y me tumbe sobre él.
Quité mi polera de un solo movimiento y me senté a horcajadas sobre su regazo. Estaba extasiada besando su magnifico dorso desnudo, recorrí cada parte de su piel expuesta provocando en él la reacción que mas me gustaba. Se estremecía al sentir mi lengua succionar su piel, estaba en eso, subiendo de la base de cuello hasta la parte sensible detrás de su oreja cuando de pronto, su perfume, que antes me parecía exquisito y varonil ahora me provocó una nauseas incontrolables. Me levanté justo a tiempo para entrar al baño corriendo y evitar descargar donde no debía.
— ¿Bella que sucede? ¿Te sientes bien? —cuestionó medio atontado por mi reacción.
Tocó caballerosamente la puerta y tomé aire mientras me mojaba la cara.
— Nada… no me sucedió nada… Estoy perfectamente bien —murmuré mirando mi reflejo en el espejo frente a mí. Estaba pálida, mucho más de lo habitual.
Extrañamente ahora sentía que mi cuerpo completo se estremecía, incluso no sentía mis piernas, me concentré y sentí como subió mi cena hasta la garganta. Comencé a respirar con exhalaciones pequeñas, muy despacio hasta que finalmente se aminoraron. Abrí la puerta y allí estaba él, en el umbral, esperando por su respuesta.
— ¿Qué sucede? —inquirió otra vez tomándome entre sus brazos.
Apenas lo sentí cerca las nauseas comenzaron otra vez, su perfume ahora era el invitado de piedra, me estaba arruinando el momento.
— Tú perfume —exclamé sin voz, y ahora sentía que la cena estaba a punto de salírseme por las narices.
— ¿Qué pasa con mi perfume? —preguntó extrañado
— Es muy fuerte —agregué tomando aire. En eso el mundo se me vino encima y alcance a cerrar la puerta en sus narices.
Vomité hasta lo que seguramente había comido la semana pasada. Por otro lado, insistentemente estaba Edward, el golpe de la puerta me ponía incluso cada vez más nerviosa, me lavé la boca, me cepille los dientes y luego de tomar mucha pero mucho agua abrí.
— ¿qué sucede? Y por favor no me mientas es obvio que algo pasa —preguntó impaciente.
— Me cayo mal algo que comí eso es todo —respondí evadiendo su preocupación.
Arrugo el entrecejo un escéptico por mi respuesta, en realidad, no me creía ni media palabra. Yo en cambio trate de cambiar el tema y me acerque a él a pesar que su perfume se colaba por mis narices provocándome arcadas. Deslice mis labios por su cuello entonces sentí sus manos en mis caderas.
— No creas que lograrás distraer mi atención de lo importante, es obvio que algo te pasa —reclamó en un jadeo hermoso mientras yo capturaba el lóbulo de su oreja.
— ¿En serio? —le pregunté interrumpiendo su monologo — entonces creo que estoy perdiendo mi poder, tendré que remediarlo —agregué tirando sutilmente de su lóbulo entre mis dientes.
Exhaló tratando de contener el jadeo que seguro hubiera brotado de sus hermosos labios rubíes. Sentí como el aire se coló entre sus dientes. Sus bellos ojos verdes me miraron con lujuria.
— ya me siento mejor, en serio —traté de parecer convincente, de hecho, ya creí que las nauseas se habían terminado — no desperdiciemos el tiempo en averiguar que fue lo que me cayo mal y aprovechemos ahora que ya me siento mejor —concluí capturando entre mis labios su labio inferior.
Edward sonrió con picardía. Sentí como sus manos volvían, de manera ávida, a recorrer mi cuerpo. Me besó el hombro y luego deslizo sus labios entre abiertos por la base de mi cuello humedeciendo con la punta de su lengua la piel expuesta. Millones de puntadas recorrieron mi columna vertebral cuando lo hizo, sentí un magnetismo inexplicable y una urgencia por concretar lo que venía que se apoderó de mi como un deseo ferviente. Caminamos otra vez, de vuelta a la cama donde se sentó, sus ojos estaban clavados en los míos mientras que con sutileza y una sensualidad desbordante acariciaba mis muslos.
Dos de sus dedos subieron impacientes hasta la pretina de mi pantalón, en un abrir y cerrar de ojos lo desabotonó y lo tiró, me dejo solo con mi tanga. Me sonreí con picardía y luego de ayudar a quitarlos por completo de mis piernas, me incorporé sentándome sobre su regazo. Sus labios se curvaron aún más magnificando esa sonrisa tan hermosa que estaba dándome a pesar que, estaba completamente concentrado en lo que estábamos haciendo muy en el fondo sabía que su mente aún estaba pendiente de lo que había pasado en el baño. Edward no lo dejaría pasar tan rápido.
— de verdad me siento mucho pero mucho mejor —insistí guiñándole un ojo. Sin despegar sus labios de los míos sentí como sonrió, sus lánguidas y frías manos recorrieron mi espalda hasta llegar al broche del corpiño, el que soltó habilidosamente.
Sus labios bajaron por la base de mi garganta hasta topar con la cúspide de unos de mis pechos el que besó y lamió con dulzura. Su reacción no se dejo esperar, mientras lo hacía sentí como su masculinidad se tensaba con cada rose que el profería. Mi corazón se alegró al corroborar que aún tenía ese efecto en él con solo estar semidesnuda.
La temperatura de mi cuerpo se acrecentó y mi respiración se hizo errática, sentí como una de sus manos bajaban hasta el hueso de mi pelvis, sujetó con fuerza mis caderas acercándome aún más a su cuerpo provocando un rose exquisito entre nuestras partes intimas.
Con urgencia deslizo sus dedos por el pliegue de mi ropa interior dándome una pequeña mirada traviesa de reojo mientras lo hacía noté como mojo sus labios con la punta de su lengua, saboreándose de una manera muy sensual. Un suspiró se escapo de entre mis labios.
Edward sabía como excitarme, y esos movimientos sexys y varoniles estaban rindiendo sus frutos, sentía mi intimidad completamente mojada y lista para recibirlo. El deseo por tenerlo entre mis piernas acrecentó hasta desesperarme la dilatación que él estaba provocando apropósito.
Cuando creí que de mis labios brotarían la petición expresa de que mi hiciera el amor, su cuerpo se alzo conmigo en el aire. Me acomodó en la mitad de su cama, mi espalda se apoyó contra la colcha que estaba fría pero que pronto estaría tibia.
Deslizó sus manos acariciando mi vientre hasta que fue sacando mi ropa interior con pequeños jalones. Se cernió sobre mí y yo acomodé de manera innata mis piernas una a cada costado de su cuerpo, comenzamos a hacer él amor. Estuvimos así gran parte de la noche hasta que desperté como a las seis de la mañana, las nauseas habían vuelto.
Me levanté adormilada aún, tomé de la ropa que estaba a un costado, su polera y me la puse. Prendí la luz del baño y entré entrecerrando la puerta detrás de mí. Dí la llave del agua, llené un vaso que estaba a un costado y tomé un sorbo, estaba fría y sabía mal pero aún así me la tomé toda. Me moje la cara y otra vez estaba pálida, parecía un verdadero muerto, las ojeras bajo mis parpados me asustaron.
Sentía mi estomago completamente apretado, y una sensación de vacío me inundaba. Parecía que todo lo que había comido alguna vez subía y bajaba sin control. Respiré hondo un par de veces hasta que logre controlar las ganas de vomitar. Me miré y arregle un poco mi cabello enmarañado producto de la actividad nocturna y luego de decidir que no podría hacer mucho con mi rostro anémico camine de vuelta a la cama.
Estaba por llegar cuando el mundo se giró en trescientos sesenta grados y caí al suelo de bruces, provocando un fuerte ruido. Me golpee la cabeza y a lo lejos, bastante a lo lejos sentía la voz de Edward que me hablaba visiblemente preocupado.
— ¿Bella? ¿Mi amor? ¡Reacciona!
Me llamaba pero no podía hablarle siquiera, todo me daba vueltas. Las palabras se trababan en mi garganta producto de lo mareada que estaba.
— ¡Mi amor! —insistió ya al borde del pánico y quise levantarme pero el mundo se me vino encima de nuevo.
— Llamaré a una ambulancia —resolvió al verme atontada en el suelo pero lo detuve por la mano impidiendo que se levantará de mi lado. Me miró angustiado.
— ¡No! —Chillé finalmente — espera —balbuceé — ayúdame a levantarme por favor —le pedí y me tomó de la mano.
Con una me sostenía del codo y con la otra me aferró hasta que logró hacer que me sentará aun en el suelo. Todo me daba vueltas y las nauseas volvieron.
— Es mejor que llame a una ambulancia te diste un buen golpe —me dijo mirando a todos lados como examinando si podía tener algo más que nauseas, creo que estaba pendiente si tenía alguna cortadura o algo.
— No… sólo necesito respirar para sentirme mejor, no fue nada —me escudé y me toque la nuca, sentía como si tuviera un Chichón del tamaño de un cráter. Me miró impactado.
— ¿Cómo nada? —contradijo — ¡te golpeaste la cabeza! —advirtió en un gritito un tanto exasperado.
Como si yo no lo hubiera notado, todo mi cuerpo lo había notado, el dolor del golpe era evidente por no decir molesto. Comencé a levantarme del suelo y él se apresuró a ayudarme. Lentamente me alce hasta que me acomodó en el borde de su cama.
— Estoy bien —insistí al notar la mirada de reprobación que estaba dándome.
— No te ves bien, para nada —refutó aún molesto —como puedes decir que estas bien cuando no es así —concluyó suspirando.
— Sólo fue un vahído no exageres —reclamé mirándolo a los ojos
Resopló para nada conforme con mi respuesta ni con mis actitudes. A regañadientes me trajo un paño con hielo y me recosté en la cama.
— No se porque eres tan porfiada y llevada a tus ideas… deberías ir a un hospital, el golpe puede ser peligroso —comentó apenas vio una mueca de dolor en mi rostro, había retirado el paño con el hielo para cambiar de posición. No despego su mirada en todo el rato que estuvimos allí esperando mi "evolución".
No le contesté nada, en realidad tenía mi mente en otra cosa. Una leve sospecha cobraba mayor fuerza y era casi la causa probable a tanto mareo repentino. ¿Acaso podría estar embarazada? Pensar en esa alternativa hizo que mi piel se erizará por completo cuando concluí en las consecuencias de aquello: ¿qué diría o que haría si aquello fuera cierto?
Me tensé mientras esperaba a Rosalie ante la posibilidad de un embarazo, estaba estacionada en la esquina contraria a donde se encontraba la farmacia. Era realmente incomodo hacer que ella fuera a comprar el dichoso test de embarazo pero no tenía muchas alternativas, los paparazzi me acosaban de manera sorprendente y lo que menos quería era un titular de algo que podría no ser cierto.
Claro que mucho más complicado fue contarle y sentir esa mirada de sermón combinada con las preguntas típicas e innecesarias, después de todo la leche ya estaba derramado para que ahondar en aquello.
¿Cómo no te cuidas? ¿Perdiste el juicio? ¿Qué dirá Jacob?
Habían sido alguna de las preguntas que había formulado al aire apenas había confesado mi pequeño y gran detalle, sus labios carnosos se entreabrieron sorprendidos por mi confesión.
— Rose, creo que estoy embarazada —había sido mi confidencia aquella mañana, bastante desesperada debía agregar. Su expresión se tornó reprobatoria en seguida.
Y sin duda que mi dulce amiga tenía razón, mi novio oficial era lo que más me preocupaba en esos momentos. El teatro se me acabaría si ese test salía positivo.
Suspiré al ver a mi rubia amiga cruzar corriendo la vereda en mi dirección. Entró a mi auto, apenas lo hizo me miró pensativa abriendo la bolsa.
— Traje tres, de distintas marcas ¿Hace cuanto fue tu último período? —inquirió
— Hace una semana —e hice la cuenta mental
— Bella si te llego tu período no puedes estar embarazada —notó y yo también lo había notado pero ¿Cómo explicaba las nauseas y ahora lo mareos? Tendría algún desorden hormonal.
— ¿Cómo explicas que me haya desmayado y las nauseas? —refuté pensativa y deseaba de todo corazón que ella tuviera razón.
— No has pensado que tal vez todo esta en tu cabeza —reparó en un murmullo
— Tal vez pero de todas formas no hace daño que me los realicé ¿no? —contesté.
Encendí el contacto y partimos rumbo al departamento de Edward, para mi suerte y para la de todo mundo se encontraba fuera, como agradecía que justo hoy estuviera coordinada una sesión de fotografías muy lejos y prácticamente por todo él día.
Entré al baño un poco indecisa, por una parte quería acabar con la incertidumbre y saber la verdad pero por otra no quería enfrentar que tal vez, estaba embarazada. Rosalie se sentó en el borde de la cama, se mordió el labio inferior mientras su mirada trataba de infundarme valor. Uno que a esta altura estaba haciendo gala de ausencia. Suspiré y coloqué el dichoso instrumento en la mitad del lavatorio luego de seguir las instrucciones del envoltorio.
Esperamos juntas a que la muestra de orina repletará el indicador, apenas habían pasado dos segundos y la primera línea se marco inmediatamente. Se me cayo el pelo y sentí un frió recorrer todo mi cuerpo como un meteorito pero al mirar bien la caja y releer las instrucciones me di cuenta que era la indicación de que la prueba estaba funcionando así que respiré aliviada. Se comenzó a hacer completamente rosada la ventanita donde se mostraría el resultado y como que se diviso una línea cruzada pero se disipo de inmediato, lo que me confundió.
— Te lo dije, no estas embarazada —exclamó sonriente Rose y yo respiré mucho más aliviada ante aquella confirmación.
Claro que mi alegría se vio opacada por mi inseguridad, de pronto me puse a pesar ¿Qué tal si me había equivocado al hacerla?, abrí la otra caja y volví a repetir los mismos pasos esperamos los minutos de rigor arrojando el mismo resultado: Negativo. Volví por la tercera y mi amiga a esta altura estaba convencida del diagnostico y un tanto impaciente por mi tesón.
— No estas embarazada, ¿Cuántas pruebas más quieres hacerte? —me preguntó insistente mientras yo aún miraba la tercera prueba que arrojaba el mismo resultado. Sólo había una línea marcada en la mitad de la ventanilla.
Desvié mi vista al reflejo del espejo y lo que advertí me desconcertó. Mi rostro estaba absolutamente decepcionado.
¿Por qué? ¿Realmente quería que hubiera sido positivo?
Eran las preguntas que rondaban mi mente y mi corazoncito salto ante la idea de tener algo que creciera en mi interior y que fuera de él. Claro que me tomó la misma fracción de segundos entender que esa ilusión hubiera sido nefasta de haberse concretado. Sería el hijo de quien no era mi novio, sino que de mi amante y eso sería un poco más que complicado, era mejor esta falta alarma que una alarma constante y sonante más tirada a bomba.
Luego de aquello, Rose me había acompañado unas horas hasta que Emmett la había pasado a buscar, me quede en el departamento a esperarlo y luego de eliminar las pruebas que me incriminaban al delito me senté a revisar correos electrónicos en su notebook. Estaba en eso cuando el sueño me venció y me recosté en la cama.
Unos tibios labios me despertaron, abrí mis ojos como plato cuando noté que era él.
— No ibas —comencé a decirle pero él me interrumpió
— Terminamos antes —comunicó
— Te amo —murmuré de lo más cariñosa y ya había perdido la cuenta de cuantos "te amo" le había dicho durante estos meses.
Me comenzó a besar apasionadamente y pude notar una cierta necesidad en aquella forma de besar. Luché por lograr tumbarlo de espaldas contra la cama y cuando lo logré fue para dar de lleno contra el suelo.
Nos reímos pero eso me incitó más, me quité la blusa en un movimiento audaz y enarque mis cejas sugerentes. Estaba claro que aunque hasta hacía un rato había pasado el susto de mi vida me rehusaba a escarmentar en lo más mínimo.
Contrario a todo, ese susto no aminoro en nada mis ganas de tener relaciones con él y si pudiera tenerlas las veinticuatro horas del día lo haría. Edward era una necesidad demasiado grande para privarme de aquella sensación tan placentera que me causaba su cuerpo. Definitivamente ese hombre era una droga y de las peores, sentía un hambre por sentirlo y aunque ese placer en el fondo me provocaba culpa, su cuerpo tibio y sudoroso friccionarse contra el mío era lo más exquisito que yo haya experimentado hasta ahora.
Sentir su abdomen tonificado acercarse y alejarse de mi mientras me hacía suya era adictivo y casi de una manera enfermiza. Era primera vez que estaba excitada de solo imaginármelo, no necesitaba ningún preámbulo más así que como si mi vida dependiera de ello le baje el cierre del pantalón mientras Edward me besaba un tanto descolocado por mi aparente fogosidad. Se giró en su posición para ponerme bajo él y tomar el control, al parecer se sentía incomodo cuando yo lo hacía. Comenzó a bajar deslizando la punta de su lengua entre mis pechos hasta mi abdomen donde jugo con mi ombligo soplando en lo húmedo y esa sensación me provocó escalofríos que me recorrieron de punta a punta.
Era completamente innecesario todo ese juego de seducción pero no me iba a quejar de llena. Apreté mis ojos mientras ponía mis manos a los lados y tiré levemente de la colcha mientras lo sentía jugar con sus labios y lengua en mi parte más intima. Mi respiración se disparó y los gemidos se sucedieron solos sin yo tener control sobre ellos.
En parte me avergonzaba ser tan chillona pero no podía evitarlo, cuando se detuvo en seco lo miré absorta. Me dejo con la sensación a flor de piel y estaba casi por tocar el hermoso orgasmo que me estaban causando sus caricias cuando él simplemente se detuvo, sus labios se curvaron en una sonrisa cómplice y macabra. Desesperada, porque así me sentía por tenerlo dentro, y haciendo gala de una fuerza que no me conocía lo empuje para que quedará de espaldas y terminé lo que él había dejado inconcluso. Cerré mis ojos cuando su cuerpo estuvo en mi interior y comencé a mover mis caderas ávidas por volver a sentir ese orgasmo tan maravilloso que había comenzado a tocar. Perdí la fuerza cuando llegue a ese punto tan exquisito y tenía claro que él aún no llegaba al clímax y me lo comprobó el hecho que sujeto mis caderas para que siguiera moviéndome. Lo bese mientras era su turno y como amaba su expresión en ese momento de placer máximo. El brillo de esos ojos verdes se intensificaba y se hacían tan profundos que eran capaces de hacer que me perdiera en ellos.
Hawai (1.00 AM)
— ¡Bien eso es todo, terminamos por hoy! —anunció el director.
Y agradecí lo agradecí, ya no sentía mis piernas producto de tantas horas en el agua. Tenía toda mi piel arrugada, si bien, el agua no era helada tampoco era para haber estado casi cuatro horas sumergida en ella con el torso desnudo más considerando que no estábamos solos. Los ojos de Edward se tensaban cada vez que se acercaban los camarógrafos mientras gravábamos la dichosa escena de "de la Isla" y aunque se venía peor porque estar semidesnuda era el pelo de la cola, su "modo celoso" se activaba en piloto automático sin poder controlarlo, sus ojos parecían salirse de sus orbitas cuando mi cabello se movía inconvenientemente de su posición habitual. Tomé la toalla que me ofreció una de las asistentes de vestuario y me cubrí. Me abrigaron con una bata blanca felpuda y salí antes que él de la orilla donde nos encontrábamos. Me reí al ver su expresión cuando me dirigía hacia el tráiler vestida solo con la parte de debajo de un traje de baño color marfil cubierta con la dichosa bata.
— Me encanta cuando te pones celoso —murmuré en la camioneta que nos llevaba de vuelta al hotel.
Le dio una mirada furtiva al conductor y se acerco para besarme con un leve toque en los labios.
— No estoy celoso —se defendió y yo puse mis ojos en blanco
Sí claro como no —insistí de vuelta.
Estaba sonriéndome y disfrutando de su expresión cuando sentí una fuerte punzada en la parte baja de mi abdomen. Se retorcí sin proponérmelo y fue principalmente porque el dolor me había pillado desprevenida. Era como un dolor premenstrual pero intensificado, en realidad, durante todo el transcurso del día las había sentido pero eran bastante menos intensas que ahora, se habían asemejado a calambres en un principio. Claro que, luego de estar parada todo el día este había aumentando considerablemente. Medio sonreí y no quería preocuparlo. Me ayudo caballerosamente a bajarme teniéndome su mano.
— ¿Bella vienes a cenar? —me preguntó el director y Edward me miró expectante.
— No gracias creo que me iré a dormir —contesté con una sonrisa fingida. El dolor era espantoso.
Era increíble que ellos dos cenaran de madrugada. El director miró a Edward y este se fue con él, mientras se alejaba me gesticulo un — no tardaré —dirigí mis pasos hasta el ascensor en el lobby y me fui directo al cuarto.
Literalmente tuve que arrastrarme hacía la cama puesto que ahora el dolor era intenso y no me dejaba ni siquiera caminar correctamente. Dormité gran parte de los minutos siguientes, en realidad, no había tomado el tiempo hasta que no aguante más y me levanté. Edward aún no volvía y eso me tenía un tanto intranquila.
Me acomodé en el borde de la cama mientras trataba de controlar el dolor con exhalaciones, estas parecían aliviar en algo las puntadas que estaba sintiendo. Era increíble la forma en que me había dado el cólico que incluso pensé en un minuto en que tendría que ir a un hospital. De pronto sentí la urgencia por ir al baño, me levanté y entonces sentí que algo escurrió por mi entrepierna, tamaña sorpresa me lleve al descubrir lo que era. Mis ojos se abrieron desmesuradamente cuando vi de lo que se trataba.
— No esto no puede estar pasándome —musité en pánico poniéndome los zapatos.
Camine hasta la puerta de entrada al cuarto estaba a segundos de abrirla cuando Edward se adelantó y entro. Lo miré asustada y él sorprendido por verme de pie a esa altura de la madrugada.
— ¿Dónde ib…. —no alcanzo a finalizar porque yo lo interrumpí
— Tengo que ir a un hospital ahora —demandé histérica
— ¿Qué? ¿Por qué? —cuestionó sobresaltado por mi ansiedad
Porque estoy abortando —confesé con un hilo de voz y él abrió los ojos como platos.
Me bajo en brazos y no sé si alguien se dio cuenta o no pero tomamos el primer taxi que estaba disponible. Entre a emergencias envuelta en una brazada y sentir tantas voces, ver tantas luces y tener en mi cuerpo tantas cosas medicas fue luciente para arrepentirme de todo, me intimidó el hecho de estar allí en un hospital completamente sola.
Me dejaron tendida en una camilla, estaba conectada al suero. Estar esperando el resultado de un vendito examen no era mi forma de pasar una noche tranquila pero en parte agradecía que lo hubieran dejado fuera.
Porque si él estuviera allí no sabría como abordarlo ni siquiera estaba segura de poder enfrentarlo. En este momento me bastaba con mi propio calvario para agregar sus reproches o preguntas. Sentía un frió recorrer mi cuerpo que me hizo castañear los dientes y eso que la calefacción estaba puesta al máximo. De vez en cuando la enfermera me miraba y como odiaba estar completamente recta en una camilla sin almohadas mirando el techo. A lo lejos sentí unos pasos, que se fueron intensificando hasta llegar afuera de donde me encontraba, en eso la cortina se corrió. Me levanté sin pensarlo pero el medico que entro me obligo a recostarme otra vez. A cambio levantó un poco la cabecera para que pudiéramos conversar.
— ¿Aborte? —pregunté tímidamente y lo hice tan atropelladamente que ante aquella palabra mi estomago sufrió una contracción. Perdí el aliento y comencé a temblar mucho más de lo que ya lo hacía. El me miró cariñosamente.
— No —respondió sereno.
Exhale todo el aire que se encontraba en aquel minuto en mis pulmones, el peso de la culpa se quito pero se puso otro directo sobre mis hombros, era una gran sombra mucho peor que el primero: sentí arrepentimiento. El médico se acerco.
— En el primer trimestre es normal que las mujeres primerizas abortes espontáneamente, en tu caso, fue una falsa alarma y alcanzamos a detener que algo más pasara —me explico y yo enmudecí.
Quería preguntarle tantas cosas, como por ejemplo cómo era posible que me hubiera llegado el periodo por siete días y aún así estar embarazada. Suspiré tratando de ordenar las ideas mientras lo contemplaba escribir el informe.
— ¿Se lo dirá? —cuestioné sobresaltada. El médico dejo de escribir, acortó la distancia entre ambos, me miró comprensivamente.
— Eso es algo que tu debes decidir ¿Es tu novio? —preguntó
Y me quede helada ¿qué era a esta altura Edward, el padre de mi hijo, mi amante?
— ¿Cuánto tiempo tengo de embarazo? —cambié el tema radicalmente.
— Cuatro semanas y medía —respondió
— ¿Eso significa? —inquirí y hubiera hecho yo misma el calculo pero mi mente estaba en blanco
— Un poco más de un mes —confirmó
— Podría ser más especifico —le pedí nuevamente
— ¿Quieres saber cuando fue la fecha de concepción? —me preguntó
— Sí —afirmé
— 13 de Junio
Y me quede helada, que no podía haber sido un día antes o incluso un par de días después. ¿Por qué tenía que ser esa fecha? Ahora temblaba pero de miedo, el frio paso a segundo plano, ¿qué le diría? pensé frenética, de pronto el aire me falto y volví a sentirme mareada.
— Siempre hay opciones pero estas deben ser conversadas en pareja —aconsejó el médico.
— ¿Quieres que pase? —preguntó antes de dejarme sola. Asentí torpemente sacudiendo mi cabeza.
Sí hubiera podido evitar que el entrará incluso que me volviera lo habría hecho pero era inevitable. Tarde o temprano tendría que hablar no solo con él sino que además con Jake, esto había sido en parte mi culpa por haber sucumbido en este juego tan mórbido y poco digno. Tontamente y de manera irresponsable me había expuesto a lo que estaba sucediéndome, era tiempo de afrontar mis responsabilidades como una mujer madura. Aunque tener claridad sobre ello no hacía menos dolorosa y apremiante la circunstancia. Sí tan solo hubiera sido un día distinto yo podría sentirme feliz por completo, de hecho pensándolo bien, mi estrés no era causado por estar embarazada.
— Esto es un castigo —me dije a mi misma mientras sentía como se aproximaba. Sus pasos se sentían vacilantes y estaba demorando el encuentro, era lógico después de todo estábamos en la mitad de una sala de hospital. Corrió la cortina con timidez y me quede estática contemplándolo. Sólo se sentía mi respiración frenética contra la nada, yo además podía sentir el latir de mi corazón desbocado en mi garganta. Pasé saliva para armarme de valor porque lo que confesaría me constaría lágrimas de sangre. Sus labios se curvaron en una sonrisa amistosa, se acercó hasta la cama donde estaba, se inclinó con delicadeza y posó sus labios en mi frente. A este punto la similitud con la ficción era macabra.
— ¿Estás bien? —fue la primera pregunta, la hizo pausada.
Volví a tragar saliva apretando mis manos. Edward se acomodó mejor para balancear su peso en la camilla y por un segundo juré que él ya sabía puesto que su mirada no estaba tan asustada como lo estaba la mía.
— No aborte si eso piensas —le contesté con un hilo de voz y esbozo una sonrisa demasiado magnifica. Me odié por tener que arrebatarla con demasiada prontitud. Tomó aire y me habló.
— Tendrás que decírselo —exclamó calmado y perdí el valor.
— No puedo —negué esquivando su mirada
— Bella vas a tener un hijo mío. ¿Qué crees que piense él? —discutió
Enmudecí, atiné solo a bajar la vista. Ahora mi rostro irradiaba una culpa demasiado evidente pero aunque yo deseaba no decirlo, tenía que hacerlo. Edward merecía la verdad.
— Eso no es tan cierto —confesé
— ¿De qué hablas? —preguntó ya sin voz
Levanté la vista y encaré esos ojos verdes que tanto amaba y que ahora me miraban angustiados. Podía sentir que me daría un infarto en cualquier momento a juzgar por el latido que estaba dando mi corazón.
— Este hijo podría ser de él —revelé y su rostro se desfiguró.
— ¿Qué? —exclamó perdiendo el color del rostro, se levanto automáticamente y se separó de mí.
— No se quién es el padre. Ese día lo hice con los dos —aclaré esperando el estallido de su furia.