Capitulo 6
¡Tenía que volver a su casa! Bella abrió los ojos, pensando que la noche anterior había estado demasiado cansada como para haber pensado en lo que la estaba molestando, pero recordó la satisfacción de Edward ante el hecho de que la noticia de su compromiso fuese a dar la vuelta al mundo. Se preguntó que iría a pensar su padre de ello; no entendería que estaba pensando y se quedaría muy preocupado por ella. Y eso era lo último que ella quería.
Al aparatar las sábanas para ir a levantarse, no comprendió que hacía en ropa interior ni por que el vestido que Edward había insistido que llevara la noche anterior estaba sobre una silla, ya que no recordaba haberlo puesto allí. De lo último que se acordaba era de haber estado sentada en la limusina de Edward dirigiéndose de vuelta al departamento de este. Debió haberse quedado dormida, y se pregunto si el la había llevado a la cama y si le había quitado la ropa. Pero pensó que debió haber sido el ama de llaves.
Se levantó de la cama y buscó su maleta, poniéndose enferma al darse cuenta de que su pasaporte y su billete de vuelta a Inglaterra en estaban allí. Debía habérselos dejado en Granada con las prisas de tomar todo apresuradamente. Desesperada, pensó que quizá Edward pudiese telefonear al hotel para saber si alguien había entregado los documentos en recepción. Entonces se dirigió a la habitación de este. Llamó a la puerta pero no obtuvo respuesta. No sabía que hora era, pero tenía que regresar a Inglaterra lo antes posible para hablar con su padre antes de que este leyera en los periódicos algo sobre su compromiso.
Volvió a llamar a la puerta y al no obtener respuesta de nuevo, abrió cautelosamente. La cama estaba vacía y pudo ver que era un departamento de soltero… hasta había un enorme espejo en el techo. Se imaginó el desnudo cuerpo de el sobre aquellas sábanas arrugadas… sus extremidades y las de ella reflejadas mientras ella observaba su reflejo en el espejo…
Buenos días, Bella ¿has dormido bien? –dijo Edward saliendo del cuarto de baño de la habitación. Llevaba una toalla alrededor de la cintura y con otra se estaba secando el pelo.
Yo…sí…gracias –dijo Bella, que no podía pensar con claridad ni apartar los ojos de el.
Edward era tan guapo, que hacía daño mirarlo. Ningún hombre debería ser tan sexy.
¿Querías algo? –preguntó el, frunciendo el ceño al verla en ropa interior.
Ella estaba aún más sexy que la noche anterior, y el no pudo evitar excitarse ni controlar su erección.
Me tengo que ir a casa –dijo ella entre dientes, apartando su mirada del tentador cuerpo de el- tengo que ver a mi padre y explicarle… lo que está pasando entre nosotros… la boda y todo lo demás… antes de que lo lea en los periódicos. Pero no puedo encontrar mi pasaporte. Creo que debí dejarlo en el hotel –dijo, aunque en ese momento recordó haberlo puesto en su maleta.
Frunció el ceño al ver como el se acercaba a ella.
¿Llamarías al hotel de Granada para ver si lo han encontrado?
No –contestó el.
Aquello hizo enfurecer a Bella, que deseó haberse puesto algo de ropa encima antes de haber entrado a la habitación de el.
Es importante Edward. Tengo que encontrar mi pasaporte.
La química sexual que había entre ambos era muy fuerte en aquel momento y Bella sintió como se le aceleraba el pulso. Pero sabía por que estaba allí… por su padre.
Edward… por favor. –dijo casi susurrando.
Tu pasaporte lo tengo yo –dijo el, acercándose al armario para tomar una camisa.
¿Pero…cómo…? –impresionada, observó como el se ponía la camisa- ¿Lo robaste de mi maleta?
-No le he robado. El experto ladrón es tu padre, no yo querida. Yo simplemente lo tomé de tu maleta para que estuviera seguro.
-Bueno, pues ya me lo estas devolviendo. ¿Cómo te atreves a hurgar entre mis cosas? Por favor podrías devolvérmelo. Con suerte podré cambiar mi vuelo por uno que salga hoy.
¿De verdad espera que te permita regresar a Inglaterra? –exigió saber Edward arrogantemente- Las deudas de tu padre han sido saldadas con mi dinero y ya no hay cargos contra el. ¿Qué te impide desaparecer con el y romper nuestro acuerdo? Comprende una cosa, querida; no te voy a perder de vista hasta que mi anillo este en tu dedo y nuestro matrimonio sea un hecho.
Pero yo te prometo que no voy a desaparecer. Te doy mi palabra –le aseguró Bella, desesperada.
Tú eres una Swan, y he aprendido que vuestra palabra no significa nada –dijo Edward mordazmente- De todas maneras no hay tiempo para que regreses a Inglaterra. Hoy vamos a regresar al Palacio del León para preparar nuestra boda. Hay mucho que hacer y muy poco tiempo para arreglarlo todo.
-¿Qué es lo que hay que arreglar? ¿No nos vamos a casar por lo civil? No va a ser una boda de cuento de hadas.
Naturalmente el matrimonio del Duque Masen es un evento muy importante –informó Edward altaneramente- A mis empleados se les ha dado instrucciones de preparar un banquete para cientos de invitados, incluidos muchos miembros de la nobleza española. La ceremonia religiosa se celebrara en la capilla del castillo y estoy impaciente por regresar a Granada para supervisar los preparativos –dijo, agarrando unos pantalones del armario- Antes de marcharnos, he acordado una cita con una de las diseñadoras madrileñas más importantes para que te tome las medidas para tu vestido de novia. Llegará dentro de poco. Te sugiero que vayas a ponerte algo, a no ser que quieras saludarla en ropa interior.
Entonces la miró, sonriendo con fríamente.
-Aunque yo no tengo ningún problema con que vayas así, querida.
A Bella le hubiese gustado quitarle aquella insolente sonrisa de su cara, abofeteándole. Durante unos segundos se quedó muda debido al enfado que tenía, pero entonces recordó a su padre.
¿Cómo crees que se sentirá mi padre cuando lea los periódicos la noticia de nuestra relación? –susurró.
-Me imagino que pensará que has sido una chica muy lista. Obviamente el te envió al castillo para ver si me camelabas (1) para ayudarle y en vez de eso te ha tocado la lotería; te vas a casar con un millonario que te dejará sin deudas.
Mi padre no tenía idea de que yo… me iba a acercar a ti –dijo ella bruscamente- Se hubiera quedado consternado si hubiera sabido lo que yo estaba haciendo. Hubiera hecho lo que fuese para tratar de detenerme.
Entonces tienes suerte de que no vayas a tener ninguna oportunidad de verlo hasta que nuestro matrimonio este bien atado. Ya no te puedes echar para atrás Isabella –le advirtió con dureza- Te juro que te llevaré al altar aunque sea a rastras –entonces miró su reloj- Se esta haciendo tarde y quiero vestirme.
Edward, por favor, escúchame –suplicó, acercándose a el.
Emitió un grito cuando el comenzó a quitarse la toalla que tenía en la cintura.
-¿Qué estas haciendo?
-Vistiéndome. Si quieres, puedes mirar.
Frustrada y avergonzada, Bella salió apresuradamente de la habitación y dio un portazo, oyendo la risa de el hasta que llegó a su habitación. Mientras se ponía unos pantalones vaqueros y una camiseta, se dijo a sí misma que lo odiaba.
Sin su pasaporte estaba atrapada y ya era demasiado tarde para echarse atrás.
Cuando por fin salió de su habitación, después de haber estado llorando durante largo rato, Bella encontró a Edward en la cocina, leyendo el periódico.
Hay café en la cafetera o si quieres también hay zumo de frutas –dijo el fríamente- ¿Qué te gustaría comer?
No tengo hambre, gracias –contestó ella, evitando mirarlo y sirviéndose zumo.
-Ayer apenas cenaste… no creas que no me di cuenta. Necesitas comer.
Ya te lo he dicho; no tengo hambre… casi nunca desayuno –dijo, sentándose en un taburete.
Edward trató de concentrase en el periódico, pero le fue imposible; Bella le afectaba como ninguna otra mujer había hecho, y era muy irritante.
Hay artículos sobre nuestro compromiso en muchos periódicos. Sales bien en las fotografías –dijo bruscamente.
Miró una fotografía de Bella agarrándolo del brazo y mirándolo. Parecía joven e insegura y por primera vez se dio cuenta de que en realidad ella estaba asustada.
Bella ignoró el periódico que el le ofreció, pero no pudo evitar ruborizarse, cosa que casi le había sucedido a Edward la noche anterior mientras bailaban. Había estado muy inquieto durante toda la noche, ya que había deseado haber seguido sus instintos y haberla llevado a su cama. Había estado seguro de que ella no se hubiera resistido, ya que se había dado cuenta de cómo lo miraba.
Bella se había terminado de beberse su zumo y miró hacía el pasillo.
¿Qué estas haciendo? –preguntó el curioso.
Me preguntaba dónde esta tu ama de llaves. Todavía no la he conocido –respondió.
-Pensaba que ya te había explicado que ayer era el día libre de Jessica. No regresará hasta un poco más tarde.
En ese caso, ¿Quién me desvistió y me metió en la cama anoche? No me digas que fuiste tú –dijo ella furiosa- Eres tan arrogante. Crees que puedes hacer lo que quieras, pero no eres mi dueño, ¿Sabes?
Todavía no, querida –murmuró el en un tono dulce.
Entonces se oyó el timbre de la puerta.
Creo que a ha llegado la modista para tomarte las medidas –dijo el, dirigiéndose a la puerta. Pero entonces se paró y se quedó mirándola- ¿Por qué has estado llorando?
No he estado llorando –negó ella, pero se dijo así misma que era ridículo negarlo- Estoy preocupada por mi padre. Nada más –añadió amargamente- Conozco tu opinión sobre el y se que no comprendes. El amor es algo extraño para ti, ¿verdad Edward?
-Todos los cargos contra tu padre se han anulado… mis abogados me telefonearon muy pronto esta mañana, para informarme de ello.
Edward observó como el alivio se apoderaba de la cara de ella.
Gracias a Dios –susurró Bella fervientemente- ¿Por lo menos puedo llamarle para tranquilizarle y decirle que estoy bien?
Más tarde –contesto Edward, saliendo de la cocina- Ahora mismo hay cosas más importantes que hacer.
Era ya medio tarde cuando se dirigieron en limusina hacía el aeropuerto. Bella fue durante todo el viaje mirando por la ventana, pensativa y sin darse cuenta de que Edward estaba estudiando su cara.
Toma, necesitarás esto –dijo el, repentinamente, sacando el pasaporte de ella de su maleta.
No tengo que enseñarlo en los vuelos nacionales –contestó ella.
Parecía que el estaba evitando mirarla a los ojos.
Tengo un avión privado que está esperando para llevarnos a Inglaterra. Llegaremos a última hora de la tarde y mañana por la noche nos llevara a Granada. Pero así tendrás el día para pasarlo con tu padre –informó el.
No se que decir… como darte las gracias –dijo ella agarrando su pasaporte y sonriendo levemente.
No digas nada, querida –aconsejo el- Ya habrá tiempo para que me des las gracias en nuestra noche de bodas, y tengo que admitirlo, estoy saboreando la expectativa.
Si fuera tú, yo no lo haría –dijo Bella. Su corta llamarada de felicidad se apagó- Tengo la impresión de que te vas a quedar muy decepcionado.
Espero que no, querida –murmuró Edward.
Varias horas después, Edward aparcó el coche que habían alquilado en una estrecha calle cerca de la playa de Eastbourne. Entonces miró con despreció al hostal Belle Vue.
Vamos ¿a que estas esperando? –exigió saber al ver que Bella no salía del coche inmediatamente- ¿No has estado ahí sentada durante suficiente tiempo? Esto no es un coche, es un juguete diseñado para enanitos. Sabía que teníamos que haber hecho las reservas en un hotel cercano al aeropuerto y haber venido mañana a visitar a tu padre – añadió, irritado.
Quería ver a mi padre lo antes posible –explicó ella- Edward… se que piensas que el y yo diseñamos el plan por el que yo iría a… ofrecerme a cambio de su libertad, pero eso no es verdad. Mi padre no sabe que yo recurrí a ti para pedir ayuda y no quiero que se entere de la verdadera razón por la que nos vamos a casar –tuvo que hacer una pausa, ruborizada- Se quedaría destrozado. Tenemos que convencerle de que estamos enamorados y de que tu estas dispuesto a perdonarle que robara del banco porque… te preocupas por mi.
¿Y como sugieres que haga eso? –preguntó el, con el enfado reflejado en los ojos al recordar el fraude de Charlie Swan- ¿Quieres que actué como si estuviera enamorado de ti?
-Le diremos que fui a visitarte a España para suplicarte que le perdonaras… y que nos enamoramos a primera vista. Nos vamos a casar tan pronto porque…
¿Por qué no nos podemos quitarlas manos de encima? –sugirió Edward.
Algo así –concedió Bella, mirándolo con recelo cuando el se acerco a ella- ¿Qué haces?
Tengo que practicar el estar enamorado. Como ya sabes, no es un sentimiento al que este acostumbrado, querida –susurró el- ¿Crees que Charlie se quedara tranquilo si te besó así…?
Entonces la beso con tal delicadeza que ella deseó más. Edward levantó la cabeza y la miró, como si estuviera buscando una respuesta a su silenciosa pregunta. Lo que vio en aquellos ojos chocolatosos debió de satisfacerlo, ya que volvió a besarla con tal pasión que la aturdida.
Saboreó sus labios hasta que ella, emitiendo un gemido, abrió la boca, deleitándose en la devastadora exploración de el. Lo abrazó cuando el la beso más profundamente, de una manera muy erótica, provocando que se estremeciera de placer al sentir como el metía la mano por debajo de su camisa, aproximándose a uno de sus pechos.
Gimió, echando su cabeza para atrás, permitiéndole a el bajar con su boca hasta su clavícula. Ella ya no era más que una esclava de la seducción. Sintió la cálida respiración de el sobre su piel, pero fue el sentir como el introducía su mano por debajo del sujetador y le acariciaba el pezón lo que la dejo aturdida. Quería más, quería más de aquella exquisita tortura, quería que el le quitara la camiseta y que sustituyera sus dedos por su boca.
El volvió a besarla con delicadeza para después levantar su cabeza y mirarla con la pasión reflejada en los ojos.
¿Será eso suficiente, Bella? –pregunto fríamente.
Te odio –dijo ella, apartando su mirada de el.
No quería ver la burla que reflejaban sus ojos. Se apartó de el y se bajo la camiseta, horrorizada al ver como sus endurecidos pezones se marcaban en el tejido.
Ojala pudiera verte quemándote en el infierno, pero por ahora tenemos que aguantarnos el uno al otro, así que sigamos con ello –dijo, saliendo del coche a toda prisa y dirigiéndose al hostal de su tía Esme.
Se le aceleró su traicionero corazón al sentir como el la seguía y le abrazaba la cintura.
¡Bella, gracias a Dios que estas aquí! –la saludo su tía Esme- Tú padre no esta bien. Su abogado lo ha visitado de nuevo esta mañana y le ha dicho algo sobre que los cargos que había contra el han sido anulados pero yo no comprendo que esta ocurriendo –mientras hablaba, se fijo en Edward- No me había dado cuenta de que traías a un amigo.
Este es… Edward Masen –explicó Bella.
Entonces puso una mano en el brazo de su tía cuando esta no pudo ocultar su impresión.
Esta bien, Esme, somos amigos… Bueno, en realidad más que amigos –añadió sintiendo como se ruborizaba- ¿Ha leído hoy papá los periódicos?
No que yo sepa –dijo tía Esme, impresionada y guiándoles dentro- pero para serte sincera, Bella, de todas maneras nada tendría sentido en este momento para el. El vive en su propio mundo. No deja de preguntar donde esta tu madre y a mi me da mucha pena recordarle que esta muerta. Esta en el salón –añadió, mirando a Edward- No se por que Bella le ha traído aquí, se que mi hermano ha hecho una cosa muy mala al llevarse todo aquel dinero, pero si ha venido aquí para disgustarle, tendrá que pasar por encima de mi cadáver.
No tengo ninguna intención de disgustar a Charlie –dijo Edward, tranquilizando a la señora- estoy aquí para… -hizo una pausa mirando a Bella- perdonarle. Quiero ayudar a su hermano.
¿Por qué querría usted hacer eso? –exigió saber la tía Esme.
Por que estoy enamorado de su hija y espero que el bendiga nuestra relación. Pretendo casarme con ella.
¡Bueno! Yo estaré…-por primera vez en su vida la tía Esme no supo que decir- ¿Cuándo se conocieron? No se pueden conocer desde hace mucho –murmuró dirigiéndose hacia Bella.
En cuanto lo vi supe que Edward era el hombre para mí y que lo amaría durante el resto de mi vida –dijo Bella.
Bueno, yo estaré…-repitió la tía Esme- Debe de ser cosa de familia. A tu padre sólo le basto mirar a René por primera vez para enamorarse de ella. Siempre dijo que no podría vivir sin ella y desgraciadamente, parece que es verdad.
Esperó que comprenda mi relación con Edward –dijo Bella, nerviosa mientras entraba al salón. Vio a su padre sentado en una silla- Ya no esta metido en problemas y gracias a Edward, ya no hay cargos contra el –entonces se arrodillo al lado de su padre- Papá, soy yo… Bella.
Hola, cariño –dijo Charlie Swan quien parecía haberse espabilado al oír la voz de su hija. Entonces comenzó a llorar- Bella… no puedo encontrar a tu madre por ninguna parte.
Yo la encontraré, papá –prometió Bella con delicadeza.
Sabía que su padre se refería a la fotografía de su madre que el había tenido siempre al lado de su cama. Estaba en una de las cajas de almacenamiento y no descansaría hasta encontrarla. Le apretó el brazo para tranquilizarlo.
Después te diré una cosa.
(1): camelar:Ganar la voluntad de una persona con halagos o engaños
¡Tenía que volver a su casa! Bella abrió los ojos, pensando que la noche anterior había estado demasiado cansada como para haber pensado en lo que la estaba molestando, pero recordó la satisfacción de Edward ante el hecho de que la noticia de su compromiso fuese a dar la vuelta al mundo. Se preguntó que iría a pensar su padre de ello; no entendería que estaba pensando y se quedaría muy preocupado por ella. Y eso era lo último que ella quería.
Al aparatar las sábanas para ir a levantarse, no comprendió que hacía en ropa interior ni por que el vestido que Edward había insistido que llevara la noche anterior estaba sobre una silla, ya que no recordaba haberlo puesto allí. De lo último que se acordaba era de haber estado sentada en la limusina de Edward dirigiéndose de vuelta al departamento de este. Debió haberse quedado dormida, y se pregunto si el la había llevado a la cama y si le había quitado la ropa. Pero pensó que debió haber sido el ama de llaves.
Se levantó de la cama y buscó su maleta, poniéndose enferma al darse cuenta de que su pasaporte y su billete de vuelta a Inglaterra en estaban allí. Debía habérselos dejado en Granada con las prisas de tomar todo apresuradamente. Desesperada, pensó que quizá Edward pudiese telefonear al hotel para saber si alguien había entregado los documentos en recepción. Entonces se dirigió a la habitación de este. Llamó a la puerta pero no obtuvo respuesta. No sabía que hora era, pero tenía que regresar a Inglaterra lo antes posible para hablar con su padre antes de que este leyera en los periódicos algo sobre su compromiso.
Volvió a llamar a la puerta y al no obtener respuesta de nuevo, abrió cautelosamente. La cama estaba vacía y pudo ver que era un departamento de soltero… hasta había un enorme espejo en el techo. Se imaginó el desnudo cuerpo de el sobre aquellas sábanas arrugadas… sus extremidades y las de ella reflejadas mientras ella observaba su reflejo en el espejo…
Buenos días, Bella ¿has dormido bien? –dijo Edward saliendo del cuarto de baño de la habitación. Llevaba una toalla alrededor de la cintura y con otra se estaba secando el pelo.
Yo…sí…gracias –dijo Bella, que no podía pensar con claridad ni apartar los ojos de el.
Edward era tan guapo, que hacía daño mirarlo. Ningún hombre debería ser tan sexy.
¿Querías algo? –preguntó el, frunciendo el ceño al verla en ropa interior.
Ella estaba aún más sexy que la noche anterior, y el no pudo evitar excitarse ni controlar su erección.
Me tengo que ir a casa –dijo ella entre dientes, apartando su mirada del tentador cuerpo de el- tengo que ver a mi padre y explicarle… lo que está pasando entre nosotros… la boda y todo lo demás… antes de que lo lea en los periódicos. Pero no puedo encontrar mi pasaporte. Creo que debí dejarlo en el hotel –dijo, aunque en ese momento recordó haberlo puesto en su maleta.
Frunció el ceño al ver como el se acercaba a ella.
¿Llamarías al hotel de Granada para ver si lo han encontrado?
No –contestó el.
Aquello hizo enfurecer a Bella, que deseó haberse puesto algo de ropa encima antes de haber entrado a la habitación de el.
Es importante Edward. Tengo que encontrar mi pasaporte.
La química sexual que había entre ambos era muy fuerte en aquel momento y Bella sintió como se le aceleraba el pulso. Pero sabía por que estaba allí… por su padre.
Edward… por favor. –dijo casi susurrando.
Tu pasaporte lo tengo yo –dijo el, acercándose al armario para tomar una camisa.
¿Pero…cómo…? –impresionada, observó como el se ponía la camisa- ¿Lo robaste de mi maleta?
-No le he robado. El experto ladrón es tu padre, no yo querida. Yo simplemente lo tomé de tu maleta para que estuviera seguro.
-Bueno, pues ya me lo estas devolviendo. ¿Cómo te atreves a hurgar entre mis cosas? Por favor podrías devolvérmelo. Con suerte podré cambiar mi vuelo por uno que salga hoy.
¿De verdad espera que te permita regresar a Inglaterra? –exigió saber Edward arrogantemente- Las deudas de tu padre han sido saldadas con mi dinero y ya no hay cargos contra el. ¿Qué te impide desaparecer con el y romper nuestro acuerdo? Comprende una cosa, querida; no te voy a perder de vista hasta que mi anillo este en tu dedo y nuestro matrimonio sea un hecho.
Pero yo te prometo que no voy a desaparecer. Te doy mi palabra –le aseguró Bella, desesperada.
Tú eres una Swan, y he aprendido que vuestra palabra no significa nada –dijo Edward mordazmente- De todas maneras no hay tiempo para que regreses a Inglaterra. Hoy vamos a regresar al Palacio del León para preparar nuestra boda. Hay mucho que hacer y muy poco tiempo para arreglarlo todo.
-¿Qué es lo que hay que arreglar? ¿No nos vamos a casar por lo civil? No va a ser una boda de cuento de hadas.
Naturalmente el matrimonio del Duque Masen es un evento muy importante –informó Edward altaneramente- A mis empleados se les ha dado instrucciones de preparar un banquete para cientos de invitados, incluidos muchos miembros de la nobleza española. La ceremonia religiosa se celebrara en la capilla del castillo y estoy impaciente por regresar a Granada para supervisar los preparativos –dijo, agarrando unos pantalones del armario- Antes de marcharnos, he acordado una cita con una de las diseñadoras madrileñas más importantes para que te tome las medidas para tu vestido de novia. Llegará dentro de poco. Te sugiero que vayas a ponerte algo, a no ser que quieras saludarla en ropa interior.
Entonces la miró, sonriendo con fríamente.
-Aunque yo no tengo ningún problema con que vayas así, querida.
A Bella le hubiese gustado quitarle aquella insolente sonrisa de su cara, abofeteándole. Durante unos segundos se quedó muda debido al enfado que tenía, pero entonces recordó a su padre.
¿Cómo crees que se sentirá mi padre cuando lea los periódicos la noticia de nuestra relación? –susurró.
-Me imagino que pensará que has sido una chica muy lista. Obviamente el te envió al castillo para ver si me camelabas (1) para ayudarle y en vez de eso te ha tocado la lotería; te vas a casar con un millonario que te dejará sin deudas.
Mi padre no tenía idea de que yo… me iba a acercar a ti –dijo ella bruscamente- Se hubiera quedado consternado si hubiera sabido lo que yo estaba haciendo. Hubiera hecho lo que fuese para tratar de detenerme.
Entonces tienes suerte de que no vayas a tener ninguna oportunidad de verlo hasta que nuestro matrimonio este bien atado. Ya no te puedes echar para atrás Isabella –le advirtió con dureza- Te juro que te llevaré al altar aunque sea a rastras –entonces miró su reloj- Se esta haciendo tarde y quiero vestirme.
Edward, por favor, escúchame –suplicó, acercándose a el.
Emitió un grito cuando el comenzó a quitarse la toalla que tenía en la cintura.
-¿Qué estas haciendo?
-Vistiéndome. Si quieres, puedes mirar.
Frustrada y avergonzada, Bella salió apresuradamente de la habitación y dio un portazo, oyendo la risa de el hasta que llegó a su habitación. Mientras se ponía unos pantalones vaqueros y una camiseta, se dijo a sí misma que lo odiaba.
Sin su pasaporte estaba atrapada y ya era demasiado tarde para echarse atrás.
Cuando por fin salió de su habitación, después de haber estado llorando durante largo rato, Bella encontró a Edward en la cocina, leyendo el periódico.
Hay café en la cafetera o si quieres también hay zumo de frutas –dijo el fríamente- ¿Qué te gustaría comer?
No tengo hambre, gracias –contestó ella, evitando mirarlo y sirviéndose zumo.
-Ayer apenas cenaste… no creas que no me di cuenta. Necesitas comer.
Ya te lo he dicho; no tengo hambre… casi nunca desayuno –dijo, sentándose en un taburete.
Edward trató de concentrase en el periódico, pero le fue imposible; Bella le afectaba como ninguna otra mujer había hecho, y era muy irritante.
Hay artículos sobre nuestro compromiso en muchos periódicos. Sales bien en las fotografías –dijo bruscamente.
Miró una fotografía de Bella agarrándolo del brazo y mirándolo. Parecía joven e insegura y por primera vez se dio cuenta de que en realidad ella estaba asustada.
Bella ignoró el periódico que el le ofreció, pero no pudo evitar ruborizarse, cosa que casi le había sucedido a Edward la noche anterior mientras bailaban. Había estado muy inquieto durante toda la noche, ya que había deseado haber seguido sus instintos y haberla llevado a su cama. Había estado seguro de que ella no se hubiera resistido, ya que se había dado cuenta de cómo lo miraba.
Bella se había terminado de beberse su zumo y miró hacía el pasillo.
¿Qué estas haciendo? –preguntó el curioso.
Me preguntaba dónde esta tu ama de llaves. Todavía no la he conocido –respondió.
-Pensaba que ya te había explicado que ayer era el día libre de Jessica. No regresará hasta un poco más tarde.
En ese caso, ¿Quién me desvistió y me metió en la cama anoche? No me digas que fuiste tú –dijo ella furiosa- Eres tan arrogante. Crees que puedes hacer lo que quieras, pero no eres mi dueño, ¿Sabes?
Todavía no, querida –murmuró el en un tono dulce.
Entonces se oyó el timbre de la puerta.
Creo que a ha llegado la modista para tomarte las medidas –dijo el, dirigiéndose a la puerta. Pero entonces se paró y se quedó mirándola- ¿Por qué has estado llorando?
No he estado llorando –negó ella, pero se dijo así misma que era ridículo negarlo- Estoy preocupada por mi padre. Nada más –añadió amargamente- Conozco tu opinión sobre el y se que no comprendes. El amor es algo extraño para ti, ¿verdad Edward?
-Todos los cargos contra tu padre se han anulado… mis abogados me telefonearon muy pronto esta mañana, para informarme de ello.
Edward observó como el alivio se apoderaba de la cara de ella.
Gracias a Dios –susurró Bella fervientemente- ¿Por lo menos puedo llamarle para tranquilizarle y decirle que estoy bien?
Más tarde –contesto Edward, saliendo de la cocina- Ahora mismo hay cosas más importantes que hacer.
Era ya medio tarde cuando se dirigieron en limusina hacía el aeropuerto. Bella fue durante todo el viaje mirando por la ventana, pensativa y sin darse cuenta de que Edward estaba estudiando su cara.
Toma, necesitarás esto –dijo el, repentinamente, sacando el pasaporte de ella de su maleta.
No tengo que enseñarlo en los vuelos nacionales –contestó ella.
Parecía que el estaba evitando mirarla a los ojos.
Tengo un avión privado que está esperando para llevarnos a Inglaterra. Llegaremos a última hora de la tarde y mañana por la noche nos llevara a Granada. Pero así tendrás el día para pasarlo con tu padre –informó el.
No se que decir… como darte las gracias –dijo ella agarrando su pasaporte y sonriendo levemente.
No digas nada, querida –aconsejo el- Ya habrá tiempo para que me des las gracias en nuestra noche de bodas, y tengo que admitirlo, estoy saboreando la expectativa.
Si fuera tú, yo no lo haría –dijo Bella. Su corta llamarada de felicidad se apagó- Tengo la impresión de que te vas a quedar muy decepcionado.
Espero que no, querida –murmuró Edward.
Varias horas después, Edward aparcó el coche que habían alquilado en una estrecha calle cerca de la playa de Eastbourne. Entonces miró con despreció al hostal Belle Vue.
Vamos ¿a que estas esperando? –exigió saber al ver que Bella no salía del coche inmediatamente- ¿No has estado ahí sentada durante suficiente tiempo? Esto no es un coche, es un juguete diseñado para enanitos. Sabía que teníamos que haber hecho las reservas en un hotel cercano al aeropuerto y haber venido mañana a visitar a tu padre – añadió, irritado.
Quería ver a mi padre lo antes posible –explicó ella- Edward… se que piensas que el y yo diseñamos el plan por el que yo iría a… ofrecerme a cambio de su libertad, pero eso no es verdad. Mi padre no sabe que yo recurrí a ti para pedir ayuda y no quiero que se entere de la verdadera razón por la que nos vamos a casar –tuvo que hacer una pausa, ruborizada- Se quedaría destrozado. Tenemos que convencerle de que estamos enamorados y de que tu estas dispuesto a perdonarle que robara del banco porque… te preocupas por mi.
¿Y como sugieres que haga eso? –preguntó el, con el enfado reflejado en los ojos al recordar el fraude de Charlie Swan- ¿Quieres que actué como si estuviera enamorado de ti?
-Le diremos que fui a visitarte a España para suplicarte que le perdonaras… y que nos enamoramos a primera vista. Nos vamos a casar tan pronto porque…
¿Por qué no nos podemos quitarlas manos de encima? –sugirió Edward.
Algo así –concedió Bella, mirándolo con recelo cuando el se acerco a ella- ¿Qué haces?
Tengo que practicar el estar enamorado. Como ya sabes, no es un sentimiento al que este acostumbrado, querida –susurró el- ¿Crees que Charlie se quedara tranquilo si te besó así…?
Entonces la beso con tal delicadeza que ella deseó más. Edward levantó la cabeza y la miró, como si estuviera buscando una respuesta a su silenciosa pregunta. Lo que vio en aquellos ojos chocolatosos debió de satisfacerlo, ya que volvió a besarla con tal pasión que la aturdida.
Saboreó sus labios hasta que ella, emitiendo un gemido, abrió la boca, deleitándose en la devastadora exploración de el. Lo abrazó cuando el la beso más profundamente, de una manera muy erótica, provocando que se estremeciera de placer al sentir como el metía la mano por debajo de su camisa, aproximándose a uno de sus pechos.
Gimió, echando su cabeza para atrás, permitiéndole a el bajar con su boca hasta su clavícula. Ella ya no era más que una esclava de la seducción. Sintió la cálida respiración de el sobre su piel, pero fue el sentir como el introducía su mano por debajo del sujetador y le acariciaba el pezón lo que la dejo aturdida. Quería más, quería más de aquella exquisita tortura, quería que el le quitara la camiseta y que sustituyera sus dedos por su boca.
El volvió a besarla con delicadeza para después levantar su cabeza y mirarla con la pasión reflejada en los ojos.
¿Será eso suficiente, Bella? –pregunto fríamente.
Te odio –dijo ella, apartando su mirada de el.
No quería ver la burla que reflejaban sus ojos. Se apartó de el y se bajo la camiseta, horrorizada al ver como sus endurecidos pezones se marcaban en el tejido.
Ojala pudiera verte quemándote en el infierno, pero por ahora tenemos que aguantarnos el uno al otro, así que sigamos con ello –dijo, saliendo del coche a toda prisa y dirigiéndose al hostal de su tía Esme.
Se le aceleró su traicionero corazón al sentir como el la seguía y le abrazaba la cintura.
¡Bella, gracias a Dios que estas aquí! –la saludo su tía Esme- Tú padre no esta bien. Su abogado lo ha visitado de nuevo esta mañana y le ha dicho algo sobre que los cargos que había contra el han sido anulados pero yo no comprendo que esta ocurriendo –mientras hablaba, se fijo en Edward- No me había dado cuenta de que traías a un amigo.
Este es… Edward Masen –explicó Bella.
Entonces puso una mano en el brazo de su tía cuando esta no pudo ocultar su impresión.
Esta bien, Esme, somos amigos… Bueno, en realidad más que amigos –añadió sintiendo como se ruborizaba- ¿Ha leído hoy papá los periódicos?
No que yo sepa –dijo tía Esme, impresionada y guiándoles dentro- pero para serte sincera, Bella, de todas maneras nada tendría sentido en este momento para el. El vive en su propio mundo. No deja de preguntar donde esta tu madre y a mi me da mucha pena recordarle que esta muerta. Esta en el salón –añadió, mirando a Edward- No se por que Bella le ha traído aquí, se que mi hermano ha hecho una cosa muy mala al llevarse todo aquel dinero, pero si ha venido aquí para disgustarle, tendrá que pasar por encima de mi cadáver.
No tengo ninguna intención de disgustar a Charlie –dijo Edward, tranquilizando a la señora- estoy aquí para… -hizo una pausa mirando a Bella- perdonarle. Quiero ayudar a su hermano.
¿Por qué querría usted hacer eso? –exigió saber la tía Esme.
Por que estoy enamorado de su hija y espero que el bendiga nuestra relación. Pretendo casarme con ella.
¡Bueno! Yo estaré…-por primera vez en su vida la tía Esme no supo que decir- ¿Cuándo se conocieron? No se pueden conocer desde hace mucho –murmuró dirigiéndose hacia Bella.
En cuanto lo vi supe que Edward era el hombre para mí y que lo amaría durante el resto de mi vida –dijo Bella.
Bueno, yo estaré…-repitió la tía Esme- Debe de ser cosa de familia. A tu padre sólo le basto mirar a René por primera vez para enamorarse de ella. Siempre dijo que no podría vivir sin ella y desgraciadamente, parece que es verdad.
Esperó que comprenda mi relación con Edward –dijo Bella, nerviosa mientras entraba al salón. Vio a su padre sentado en una silla- Ya no esta metido en problemas y gracias a Edward, ya no hay cargos contra el –entonces se arrodillo al lado de su padre- Papá, soy yo… Bella.
Hola, cariño –dijo Charlie Swan quien parecía haberse espabilado al oír la voz de su hija. Entonces comenzó a llorar- Bella… no puedo encontrar a tu madre por ninguna parte.
Yo la encontraré, papá –prometió Bella con delicadeza.
Sabía que su padre se refería a la fotografía de su madre que el había tenido siempre al lado de su cama. Estaba en una de las cajas de almacenamiento y no descansaría hasta encontrarla. Le apretó el brazo para tranquilizarlo.
Después te diré una cosa.
(1): camelar:Ganar la voluntad de una persona con halagos o engaños