Dark Chat

jueves, 3 de marzo de 2011

Pecados Carnales

Capítulo 23
(segunda parte)
Conociéndonos de nuevo
Tanya V/S Bella

Edward

Enterrar a un hijo es la tarea más difícil que algún padre puede hacer — los padres no deben enterrar a sus hijos —había escuchado alguna vez decir a alguien y no entendí ese significado hasta que lo hice con el mío, el dolor era impresionante y no podía dimensionarlo, pero debía ser el fuerte de los dos.

Sólo que no sabía cuánto tiempo podía ser el fuerte, habían pasado poco más de ocho meses de aquel día, hoy era exactamente doce de septiembre y parecía que el tiempo no hubiera transcurrido. Una vez más estábamos sentados uno frente al otro en aquella amplia habitación y el silencio nos volvía a embargar.

— ¿Pesadillas? —le preguntó Jacob de repente y Bella se volvió a sentar en el enorme sillón de cuero, era increíble que de la persona que menos me imaginaba fuera a ser el que más nos iba a ayudar.

— No —respondió ella tomando entre sus manos la cartera y yo ladee mi cabeza, puse mis dedos en mi nariz y acaricie mi entrecejo. Estaba cansado de no avanzar, cansado de repetir esta misma rutina, cansado de ocultar mi dolor.

— ¿Edward? —me preguntó alzando la vista y cómo odiaba a los psiquiatras.

— No —conteste en un suspiro.

Pero había aceptado principalmente por ella, esto no íbamos a poder superarlo sin ayuda de alguien, más considerando que Bella se había recluido en su interior, se había cerrado al mundo incluyéndome.

No quería hablar sobre lo que había pasado, en realidad no quería hablar sobre él, no quería ni siquiera que pronunciaran su nombre pero aún lo visitaba todos los días en el cementerio, su lápida estaba llena de flores y globos. Y a mí se me partía el alma tener que acompañarla sin poder derramar una lágrima por mi hijo.

Por aquel hombrecito que había hecho cambiar mi vida de una manera en que jamás me había imaginado, aquel amor solo era superado por el amor que sentía por Bella, me odiaba a mi mismo por no poder llorarlo, por no poder sufrir por aquel que quise regalar en más de una oportunidad cuando me superaban sus llantos nocturnos o cuando estuvo enfermo.

Aquellas largas horas de desvelo, los contantes llamados a mi madre — No se lo que tiene —había dicho casi al borde de las lágrimas — Soy un mal padre —había concluido aquella noche y había largado el llanto al teléfono desesperado por no poder acallar su llanto, la voz dulce y cálida de mi madre me había consolado en aquella oportunidad — Edward solo es una infección en el oído, es común entre los bebes, dale la medicina y se quedará dormido ¿Quieres que vaya a buscarlo? —y en ese minuto había mirado hacía al pequeño cuerpo entre mis manos, aquellos ojos llenos de lágrimas y aquella expresión de dolor en el rostro compungido de mi hijo de ocho meses me había hecho comprender que, aunque me comía las ganas de entregarlo a alguien más, su lugar era conmigo y no con su abuela o con sus tías, yo era el padre, yo debía criarlo. Otra vez la voz ronca y áspera de Jacob me trajo de regreso a la tierra sacándome de mi ensoñación.

— ¿Falta de sueño entonces? —preguntó y ambos dudamos, a quién le preguntaba ahora, a mí o a ella.

— ¿Bella? —agrego despejando la duda y ella suspiro había un dejo de molestia en aquel interrogatorio.

— Duermo bien Jacob —le contestó de manera enérgica.

Jacob alzó la mirada, dejo a un lado su cuaderno y nos encaró, sus ojos negros y su mirada penetrante se desviaron de mi hacía Bella dulcificándose, su cuerpo se incorporó del sofá en donde había permanecido durante casi toda la sesión.

Nadie les esta pidiendo que superen la muerte de… —comenzó a decir pero Bella lo interrumpió.

— ¡No! —exclamó en pánico, tomó aire mirando por los enormes ventanales de la consulta para calmarse — por favor… no digas su nombre —le pidió suavemente su voz se apago mientras se abrazaba a si misma. Sus manos acariciaron sus brazos en un intento de consuelo.

En ese minuto me levanté del sillón, en meses no habíamos progresado de eso, la abrace por atrás acariciando sus manos, ella se giró y cruzó sus brazos en mi cuello abrazándome, sentí como enterró su rostro en mi cuello, me partía el alma verla así y como quería que tan sólo pudiera hablar sobre el tema para superar el duelo.

— Sácame de aquí —murmuró en mi oído y mi vista se desvió hacía Jacob, esté se acercó a su escritorio.

— Nos vemos la próxima semana —concluyó él sin mirarnos.

Llegamos de vuelta al departamento donde estábamos viviendo ahora, nos habíamos mudado después del accidente a uno nuevo, Bella había aceptado vivir conmigo pero la condición había sido: nada que lo recuerde, nada que pueda hacerme llorar habían y la complací.

Las cajas estaban apiladas una encima de la otra, los cuadros sin sacar, solo estaba desempacada la cama, los utensilios básicos de la cocina y del baño, el resto estaba tal y como lo había dejado la mudanza hacía meses.

Bella colgó las llaves detrás de la puerta y se quito el abrigo sin decirme nada, sin emitir palabra, sin mirarme, sus bellos ojos marrones estaban mirando al vacio, a la nada, la tristeza se había alojado en aquel rostro hermoso y parecía dispuesta a no irse, cuando noté que caminaba hacía el dormitorio la detuve.

— No puedes dormir eternamente Bella —le hice ver sacando sus cabellos del rostro y le acaricié el rostro para hacer que me mirará. Sostuve su mentón con mis manos, por un segundo su mirada encaró la mía.

— No tienes que quedarte a mi lado, te lo he repetido muchas veces —me contestó bajando la vista y la tristeza reflejada en su rostro era enorme, que me encogió el corazón.

— Yo también sufro, yo lo crié por cuatro años y medio —le respondí en un afán de que entendiera que no era la única que lo sufría, también estaba mi madre, mis hermanas, su propia hermana, todos, no era la única con el dolor de su muerte.

— No tienes que meter el dedo en la yaga Edward —espetó de vuelta furiosa y sus ojos se pusieron vidriosos.

Me sentí como un miserable, pero a veces no sabía como abordarla, no tenía idea como hablarle, o que decirle, no era mi intensión causarle más daño pero las ideas y la sicología se me estaba agotando.

— Mi amor —susurré sujetando sus manos, lucho por que la soltará pero la acerque a mi cuerpo — Bella mírame —le pedí tomando otra vez su hermoso rostro entre mis manos, sus ojos se concentraron en los míos — yo te amo, si estoy contigo es porque te amo, porque quiero que nos demos una oportunidad, lo de Anthony paso por algo —exclame con un hilo de voz.

Me quedo mirando por unos segundos, sus ojos estaban apagados hasta que de pronto su ceño se relajó y un destello cruzo por su mirada achocolatada, entonces ella me besó, de una forma poco usual, como no lo hacía en mucho tiempo, en meses, pude sentir su desesperación, su angustia se estaba traspasado en ese beso necesitados y hambriento. Le correspondí pero podía sentir como sus labios se deslizaban con un desasosiego motivado por la pena, entonces comprendí su intención al sentir como sus manos bajaban temblorosas hacía mi cintura y se metían bajo mi ropa acariciando mi cuerpo. Ella estaba buscándome en ese sentido porque quería olvidar, quería acallar el miedo y tal vez el dolor supliéndola con placer.

Y contrario a toda lógica flaquee puesto que yo también la necesitaba de esa manera, necesitaba acallar mi propio dolor con ella, con la misma urgencia que ella le quite la ropa y ella a mí, bese su cuello, recorrí su espalda y la ame como no lo había hecho en mucho tiempo, nuestros cuerpos estaban en sincronía y cuando la sentí colapsar contra mi pecho supe que tal vez con el tiempo sanarían nuestras heridas. Al sentir su entrega supe ahora era diferente porque estábamos juntos, no separados. Tendríamos una oportunidad de acompañarnos en nuestro dolor, superar la muerte de nuestro hijo, juntos, vivir el duelo y sanar juntos. Apoyo su rostro contra mi pecho desnudo y comencé a deslizar mis dedos por su espalda acariciando su piel desnuda — Nuestro amor debía ser más fuerte, tiene que serlo —reflexioné.

Me quede mirando el techo mientras la acariciaba, ella se durmió en mis brazos y por primera vez, en todos estos meses, no despertó gritando el nombre de nuestro hijo muerto. Mañana sería su cumpleaños y no tenía claro que iba a pasar, me asustaba pensar que sería horrible, obviamente fiesta no habría pero la llevaría a cenar, algo simple, solo los dos. No quería que su mente se retrajera otra vez como había estado en un comienzo, el recuerdo de aquellos días me torturó gran parte de la noche.

— Bella… a mi amor… tienes que comer —insistí con el plato en la mano, puse la cuchará en el aire pero ella corrió el rostro

— No —murmuró y las lágrimas seguían rodando por sus mejillas

— Por favor —le pedí

— No quiero —contestó sin mirarme

Hacía una semana que permanecía absorta mirando la cuna de nuestro hijo, tenía entre sus dedos su ropa y me partía el alma verla de esa manera.

— Tal vez haya que internarla nuevamente — me hizo ver Ángela apenas bajé con la bandeja intacta pero eso no era una opción, tenía claro que necesitamos vivir este duelo, llorarlo, y el que estuvieran todos preocupados de nosotros no ayudaba.

Incluso las revistas eran un fastidio, la noticia de la muerte de Anthony había inundado páginas enteras, páginas que hubiera deseado borrar, páginas que hubiera deseado evitar.

— No —fue mi respuesta y esa noche decidí que necesitamos estar solos. Sin ellos, sin mi familia, sin la familia de ella. Sólo nosotros dos.

— Edward, no podrás tu solo —insistió su hermana

— Hijo, Ángela tiene razón —intervino mi madre

— Se quedará conmigo —resolví seco mirándola a ambas — Sólo necesitamos tiempo, ambos, estar solos —aclaré tomando a Bella del brazo para sacarla de la casa de mis padres.

Le quité la ropa de nuestro hijo de entre las manos y me la llevé aquella noche. Al principio di vuelta sin destino por varias horas pero luego finalmente la lleve a un hotel. Lloró toda la noche y yo la acompañe, era una pena que compartíamos, una prueba que debíamos superar.

— Encerrarse en un departamento no hará la diferencia —agregó mi padre y aunque él era el único que en parte apoyaba mi decisión aún así podía ver esa expresión de duda frente a lo que estaba haciendo.

— Tal vez sí, tal vez no. Pero no la dejaré sola, ni en una institución psiquiátrica — Le había contestado mientras terminaba de poner las últimas cajas en mi auto para llevarlas al nuevo departamento que había comprado y que era el que íbamos a compartir de ahora en adelante. Alice me abrazó

— Cuídate y llámame si necesitas algo —me dijo mi hermana acariciando mi mejilla. Ella se había encargo de regalar los juguetes de Anthony, la ropa y todo lo que era de él, creo que lo había hecho junto con Tanya.

Aún sin abrir mis ojos mis manos la buscaron instintivamente, y se abrieron frenéticos cuando no encontré señal de su cuerpo. Me senté en la cama de golpe totalmente lucido y examine el cuarto el cuestión de segundos, miré el reloj y eran las doce del día — ¡Maldición me quede dormido! —reflexioné molesto conmigo mismo levantándome, tome desde el suelo mis pantalones y me vestí.

— ¿Bella? —la llamé pero no estaba en el baño.

No pude evitar que mi corazón comenzará a latir furioso y que mi estomago se contrajera de nervio, salí de la habitación con un presentimiento que trataba de acallar, pero aún así mi mente divagaba pensando que ella había hecho algo o se había ido estuve así hasta que noté ruido en la cocina, me relaje pero no del todo, la aprehensión aún estaba allí.

— Mi amor, ¿qué haces? —le pregunté y ella me miró sonriendo. Me descolocó esa sonrisa tan transparente, tan nítida, tan autentica. Me quede mirándola un tanto confuso.

— Cocino —respondió de lo más risueña y me pregunté si no era otro cambio de humor demasiado rápido e inestable.

Me acorde de la advertencia de Jacob respecto al stress post traumático mezclado con depresión y ahí estaba mi respuesta pero en ese minuto, al ver sus labios curvados en una sonrisa tan hermosa dejo de importarme y la preocupación que me había inundado por todos estos meses se disipó. Me acerque a ella pensando en que mientras estuviera feliz daba lo mismo si cocinar, lavar, o pintar lo conseguía, no iba a cuestionarme mucho como obtenía la felicidad mientras estuviera dentro de los límites de la cordura y la legalidad.

Durante todo el almuerzo, en mi mente, deliberé si era bueno y oportuno entregarle o no el regalo que había comprado para ella, incluso si era correcto desearle feliz cumpleaños, estaba temeroso en su reacción y aunque durante el resto del día su humor pareció ser bueno, me temía que reventará en llanto o se enojará por el gesto.

Eran las ocho y media de la noche, permanecía sentado en el sofá de la sala de estar, estaba esperándola para llevarla a cenar y tenía la caja entre mis manos, tal vez es demasiado pronto me dije mirando el resplandor del anillo de compromiso con el cual pretendía pedirle matrimonio, pero era lo lógico, después de todo estábamos viviendo juntos, nos amábamos, por qué no casarnos, hacerlo oficial.

Mis labios se curvaron en una sonrisa cuando recordé que, a pesar de todo, ese día había sido maravilloso, estar solos los dos, amándonos, sin llamadas telefónicas de nuestras familias, sin llanto, sin discusiones, completamente felices casi como si nunca nada hubiera pasado la trágica muerte de nuestro hijo, mi corazón se contraía ante la posibilidad de olvidarlo pero jamás olvidaría a mi pequeño, deje la pequeña caja a un costado y saque mi billetera, miré su fotografía, la única que tenía y que había logrado ocultar de Bella.

— Lista —susurró acercándose lentamente con la sonrisa dibujada en el rostro, yo rápidamente metí la fotografía devuelta a su lugar, el regalo en mi bolsillo y agradecí que ella no alcanzara a percatarse, me levanté del sillón rápidamente, un tanto agitado por la sorpresa — ¿Dónde iremos a cenar? — me preguntó jugando con mi pelo, me beso en los labios mordiéndolos, tenía su pelo completamente mojado y el olor de su piel, a fresas estaba provocándome a no salir a ningún lado y quedarnos allí. Pero era su cumpleaños, así que suspiré mientras le besaba los cabellos inundando mis sentidos de esa esencia tan exquisita.

— Eso mi amor, es una sorpresa —exclamé tomándola de la mano — Feliz cumpleaños —murmuré besandola, me separé de ella al cabo de unos minutos y salimos del departamento.

El lugar a donde la llevaría estaba a un par de cuadras de distancia así que nos fuimos caminando, ella jugo traviesa todo el trayecto, acercándose a besarme y cuando estamos a punto de hacerlo se alejaba, parecíamos dos estudiantes recién conociéndonos, recién enamorándonos. Me fascino sobremanera verla tan feliz y radiante que mis aprehensiones se esfumaron por completo hasta que, justo en la esquina de la avenida que debíamos cruzar había una pequeña plaza de juegos, unas madres estaban con sus pequeños hijos, uno de ellos era un niño del mismo porte que el nuestro, incluso su color de pelo era igual.

Me paré en seco, atrayendo hacía a mi a Bella, no quería que se pusiera triste el día de su cumpleaños y como me maldije por haberla llevado caminando y no en automóvil. La bese tratando de evitar que volteara a mirar, quise con ese beso que simplemente se perdiera en mis ojos y al cruzar su vista no se dirigiera allí, que no se apartará de la mía.

— ¿Qué sucede? —me preguntó dulcemente mientras me acariciaba el rostro, podía sentir que mi expresión tensa y aunque traté de relajarla ella lo notó iba a contestarle cuando en eso se sintió el llanto del pequeño y ella abrió sus ojos sorprendida, se giró automáticamente y ahí estábamos los dos contemplando la escena. Un nudo se me formo en la garganta. Mi plan había fracasado

— Mi amor —exclamé dudoso pero ella se sonrió aunque no fue una sonrisa tan clara ni tan feliz, no había una gota de sufrimiento en su rostro, cruzo la calle como si nada, haciéndome cruzar con ella. Era como si estuviera en paz con ella, con Dios y conmigo, lo que me sorprendió.

Entramos al restaurante, yo aún seguía un tanto confundido con su actitud y ella aún tenía esa sonrisa de tranquilidad que por un minuto estaba asustándome, no le dije nada ni tocamos el tema de aquella escena, ella ordeno y me pareció bien que quisiera comer, celebraba el hecho que ya no estaba rehusándose a hacerlo. Durante la cena, ella me preguntó cosas y coqueteamos como lo habíamos hecho hacía muchos años atrás cuando recién nos conocimos.

— Te acuerdas de aquella vez, en un restaurante, hace varios años atrás —me preguntó seductoramente y yo me atoré con el vaso de vino que estaba tomando, tosí mirándola y ella se rió, mis ojos se pusieron vidriosos por el trapique y pensé ¿cómo no recordar el día que la había hecho mía en el baño de un lugar publico?, es que ese día la expresión de su rostro mientras fantaseaba conmigo era impagable.

— ¿Por qué, alguna idea? —le pregunté sacando la voz. Ella rió

— Tal vez —me respondió besándome los labios y en ese minuto pedí la noción de la realidad.

Nunca en mi vida había caminado tan rápido y subido las escaleras en la forma que las estamos haciendo, es decir, en cualquier circunstancia yo hubiera preferido el ascensor pero con ella había descubierto las bondades que viviéramos en un piso catorce.

Los besos eran poco para describir la urgencia que tenía por llegar a la vendita azotea del edificio donde vivíamos. Recorría cada parte de su cuerpo y su risa desenfrenada solo hacía que me excitará más, me tenía contra la pared y sus manos estaban haciendo estragos en mi cuerpo.

— ¡Mi a – mor! —alcance a exclamar cuando sentí sus labios en mi cuello y una de sus manos en una parte no tan ortodoxa.

Se rió picará y sus ojos expelían un brillo enceguecedor, demasiado para acallar mi deseo ferviente por hacerle el amor en todas las posiciones que estaban ocurriéndoseme en ese preciso momento.

Se acerco a la puerta de servicio, reclinada contra el umbral me propino una mirada traviesa, Bella tenía puesto un vestido largo negro, zapatos de taco medio y un abrigo corto blanco que hacía juego con su piel, con la boca abierta la mire levantarse levemente el vestido y contemplé absorto y sorprendido como se quito su ropa interior allí mismo, me la mostró con la sonrisa picara de una chiquilla traviesa dibujada en la cara y me quede de una pieza ante su insinuación, perdí el aliento cuando la movió insinuante contra el viento cerrando la puerta de la azotea del edificio tras de sí, esa era una invitación abierta y no me quería imaginar a qué. Como un verdadero estúpido me quede pensando y era difícil controlarme de no salir detrás de ella, miré hacia el ascensor y el conserje iba a matarnos si llegaba a enterarse que estábamos en la azotea a esa hora de la noche.

Con el corazón a mil entre y la busque con la mirada, la azotea estaba iluminada tenuemente por unos farolitos, era bastante amplia y era primera vez que subía desde que habíamos llegado a vivir ahí, me percaté que a un costado del lugar estaban un par de reposeras puestas a lo largo de la piscina, el reflejo de la luna daba de lleno contra él agua. Miré hacia el sector del quincho pero no había señales de ella, busque por el lugar hasta que sentí el ruido del agua detrás de mí. Estaba completamente desnuda y sumergida a la mitad, su pelo escurría mojado y tapaba estrictamente lo que no se debía mostrar en público.

— Ahora si quiero mi regalo de cumpleaños —susurró con voz sugerente y si no hubiera sido porque después teníamos que usar la ropa para irnos al departamento me hubiera tirado vestido a la piscina junto a ella. Desesperado me la saque y me lance al agua.

— Te amo —le dije mientras acercaba su cuerpo al mío, cruzo sus piernas bajo el agua a la altura de mi cintura y yo la sostuve abrazada firme contra mi pecho, paso sus dedos por mi pelo y nos besamos.

— ¿Fantasía cumplida? —le pregunté en un susurró mientras la apoyaba contra el borde de la piscina y ella me miró divertida.

— Aún no, falta esto —agrego apretando sus piernas para hacer que mi cuerpo se fundiera con el de ella.