Capítulo. 2 : Coincidencias
El cuerpo de mi hermana sentado en el suelo y recostado contra la puerta de mi departamento era otra prueba que, no importará lo que hiciera, no me dejarían en paz, comprendí que la madre de Bella iba a cumplir su promesa y ya había comenzado a presionar a mi familia para que interviniera. Sino no había otra explicación para que Alice estuviera esperándome sentada en el suelo.
Aceleré el paso porque siempre he creído que a los tragos amargos hay que pasarlos lo más pronto posible. Alzo su vista cuando se percató de mis zapatos frente a ella.
- Podrías haber llamado así no hubieras perdido el viaje
Le comenté mientras abría la puerta, ella deslizo sus ojos y me detuvo la mano.
- Dime que no lo hiciste
Exclamo mirándome con esos ojos acusadores que tan familiares se habían vuelto este último tiempo. Y la quede contemplando intrigado, como era posible que mi propia hermana estuviera en mi contra. Por qué nadie podía procesar en sus cabezas que yo la amaba, que no estaba haciendo nada malo, que lo había hecho con su consentimiento, que no era un delito querer a otra persona y que en ultimas cuentas era problema mío no del resto de la sociedad. Suspire tratando de calmarme, no iba a gritarle a mi hermana menor, además no quería discutir ya harto había tenido con el dichoso cura como para que ella empezará a recriminarme también.
- Entonces no te lo diré
Le conteste con tono apagado y serio abriendo la puerta del departamento, entré y deje las llaves sobre la mesa de arrimo, ella me siguió sin decirme nada pero con la expresión del rostro sobraban las palabras; la ignore lo mejor que pude pero era evidente que ella quería ser escuchada, a esta altura todo mundo quería ser escuchado reflexioné. Me observo todo el rato con esa mirada de "Inquisidor", y sí mi hermana debía haber estudiado para ser juez, porque antes siquiera de escucharme ya tenía el veredicto: Culpable, marcado en la frente. Me encogí de hombros sacudiendo mi rostro, y eso la enfureció más, sin hablarle me quite la chaqueta, la deje sobre una silla, y me dirigí a la cocina, y como pensé ella me siguió; tenía el ceño fruncido, sus manos estaban cruzadas en su pecho y estaba haciendo ese sonido que me desquiciaba con el taco del zapato. Por mi mente cruzo la idea de ahorcarla en ese preciso momento, pero ahogue la intención con la lata de bebida que tenía en la mano.
- ¿Qué quieres que te diga?
Le pregunté encendiendo la televisión, ella tomó entre sus manos el control remoto y la apago, se giró a mirarme y nuevamente esa maldita mirada acusadora como si estuviera frente a un delincuente. Cómo si yo no le supiera unas cuantas pensé, ahí me pregunté porque la gente puede ver tan fácil la paja en el ojo ajeno y no la vara que tiene en el propio.
- ¡Quiero que la dejes en paz!
Demando con la voz fría. No, definitivamente el mundo estaba girando al revés conjeturé. Alce la ceja y abrí los ojos, era el colmo, ahora mi familia estaba en mi contra. Esto era como una teleserie pero de las malas, lo último que me hubiera imaginado era que mi propia sangre me viniera a recriminar cosas.
- Y si no quiero
Exclame de vuelta desafiante.
- ¡Es una monja!
Me grito exasperada. Como si eso le diera una calidad distinta, casi como si Bella estuviera marcada con la letra escarlata. Le propine una mirada fulminante, desde cuando toda mi familia se había vuelto tan Católica especulé.
- Novicia Alice, hay una gran diferencia
Le corregí pero estaba claro que la discusión no se terminaría ahí.
- Es mi mejor amiga
Agregó ya bastante más enojada y por medio segundo quise reírme de ella en su cara, pero que le pasaba a toda la gente de este planeta; Sabía perfectamente que Bella era su mejor amiga, ¿pero y qué?, acaso yo no podía amar a su mejor amiga.
- ¡Y yo soy tu hermano, con un demonio!
Refuté con la voz alzada; mirándola enojada con la expresión contraída por la rabia, no pude evitar recordar el día de su cumpleaños, aquel día en que Bella se había cruzado en mi camino.
Era sábado por la noche, y yo me paseaba por las góndolas del minimarket que estaba a tres cuadras del departamento de mi hermana menor. Quien para mi suerte y para su desgracia, hoy celebraría su cumpleaños; lo malo de la situación era que yo no tenía regalo. Suspiré frustrado y hablando en voz alta mientras recorría el establecimiento en busca de un regalo emergencia.
- Que tal chocolates… a las mujeres les encanta
Le dije a Emmett, mi mejor amigo, sosteniéndole una caja de bombones importados. Sus ojos se abrieron como platos y trató de contener la risa, yo lo miré confundido.
- Como se ve que tú no conoces a tu hermana, ni a las mujeres. No té dice nada la palabra "dieta"
Exclamo divertido tomando entre sus manos dos discos de música y papel de regalo para envolverlos. Me los aventó contra el pecho sacudiendo su cabeza.
Estábamos por entrar al edificio, yo sostenía la mampara de vidrio cuando alguien entró de improviso por el espacio antes que yo la cerrara.
- Perdón
Susurró y yo me quede perdido en sus ojos marrones. Atontado y con la boca abierta la contemple de pies a cabeza, su pelo castaño ondulado suelto llegaba hasta sus hombros, estaba vestida con una camisa blanca y un par de jeans azules. Su tez era de un blanco transulicido que hacia un hermoso contraste con esos grandes y hermosos ojos que tenia. Cerré la puerta como un completo imbécil sin poder articular palabras, me quede parado a su lado y Emmett que había caminado hasta el ascensor me miró desconcertado.
- ¿Qué esperas?
Me preguntó al borde de la risa, y yo aún estaba perdido en aquellos ojos. Cuando escuche el nombre de mi hermana salir de sus labios, el mundo se me iluminó como nunca pensé… y no era que Alice fuera muy lindo nombre, pero dicho por sus labios fue como si hubiera encontrado oro o petróleo, me convertí en el hombre más rico del mundo con tan solo escuchar que ella conocía a mi hermana. Curve los labios y la sonrisa no la pude acallar.
- Piso 15 Departamento 1501
Exclame ansioso y tanto ella como el conserje me quedaron mirando. Ella se rió nerviosa y miró de reojo a Emmett quien se puso una mano en la cara tapando la vergüenza ajena que creo le dio mi actitud.
Subimos al ascensor en silencio y ella no dejaba de mirar al suelo o al frente, en cambio yo tenía mis ojos clavados en ella, de forma descara para ser honesto y para ser más franco también estaba mirando algo más que sus ojos. Quería de forma impulsiva hablarle pero no atinaba a nada, nada que al menos fuera cuerdo, decente y lógico, no tenía ninguna excusa que pareciera buena para entablar una conversación.
- Deja de ser tan evidente… por favor
Carraspeo mi amigo dándome un codazo. Casi lo fulmine con la mirada y ella parecía divertida con la situación. ¿Por qué Dios hace mujeres así, esto es un castigo? Reflexione mirándola salir del ascensor.
- ¡Bella amiga… viniste… te dejaron salir del convento!
- Feliz cumpleaños Alice… tu siempre tan... efusiva... a mi también me da gusto verte
Respondió ella incomoda y yo miré a mi hermana confundido y con la pregunta dibujada en el rostro ¿Convento?
- ¡Ahhh pero si no sólo es ella, sino él también!
Exclamó cuando advirtió mi presencia.
- Que maravilla, las dos personas que estaban descartadas incluso antes de invitar son las primeras en llegar. Estoy realmente sorprendida que mi famoso hermano haya encontrado un espacio en su tan abultada agenda de actor para alegrarnos la noche con su presencia.
Grito con un tejo de cinismo en la voz pellizcándome las mejillas y como odiaba que hiciera eso. La quería matar en ese mismo instante. Pero la risa divertida de Bella la salvo. Al menos le parecía simpático y yo me sonroje por primera vez desde que tenía uso y razón de ser.
- Bella te presento a mi hermano Edward
Le dijo mi hermana divertida. Y ambos nos quedamos perdidos en nuestras miradas.
Me sonreí al recordar aquella noche, si mi hermana se hubiera imaginado lo que vendría después podría haber apostado que le hubiera pagado ella misma a la compañía de Cine para que me hubieran retenido fuera de Norteamérica de por vida.
- ¿Qué es lo tan divertido?
Me pregunto furiosa por la sonrisa dibujada en mi rostro.
- Tú… - exclamé y guarde silencio unos segundos y luego continúe - ¿Te arrepientes de haberla invitado ese día no?
- No sabes cuanto
Me contestó cambiando su semblante por primera vez estaba mirándome como mi hermana y no como la inquisidora.
- Renée es poderosa. Trato de Persuadir
- Yo también. Increpé
- Cómo crees que se verá la noticia en los periódicos. Esto arruinaría tu carrera. Insistió
- Arruinaría a "su familia". Corregí
- Vas a arruinarla a ella
Y con ese argumento me mató. Me quede callado sin poder articularle un contraataque que sonara convincente. Tenía razón iba a destruirla, Bella jamás soportaría enfrentarse a su madre, ni a la iglesia, ni al mundo entero y eso bien lo sabía yo.
- Pero que haces ¿Estás loco?
Me susurró mientras yo la besaba, la acorrale en la pared de la cocina de su casa. Afuera estaban todos, incluida mi madre, su madre y el dichoso curita Alfonso que parecía su sombra.
- Sí pero por ti
Le conteste acercando su cuerpo al mío, puse mi mano apoyada en la pared y deslice mis dedos por sus mejillas, un rubor exquisito las inundo. La temperatura de su cuerpo subía dramáticamente a cada caricia mía y su respiración se estaba volviendo errática. Cerró sus ojos cuando sintió mis manos sobre sus pechos bajo la ropa y sin quitarle la vista de encima, contemple su rostro, me fascinaban las expresiones de placer y lujuria que la invadían cuando yo la tocaba, esos gestos tan inocentes y cómplices eran fascinantes y me excitaban a tal extremo que perdía la perspectiva de la situación. Verla morderse los labios excitada me provoco el deseo de hacerla mía en ese mismo instante y de todas las formas imaginables. Qué importaba que su madre estuviera afuera, qué importaba que estuviera la mía o que estuviera el dichoso curita Alfonso. Qué importaba que nos fuéramos al infierno, mientras estuviéramos juntos, el infierno no sería tan malo. Baje mis dedos seguido por pequeños besos por su cuello, hasta el primer botón de su camisa. Cuando llegue ahí ella abrió sus ojos y casi como una niña traviesa se rió.
- ¿No te atreverías?
Desafío y ella no me conocía en lo más mínimo sino jamás me hubiera dicho eso.
- Como se nota que no me conoces
Le susurre tomándola por la cintura y recargándola ahora contra el refrigerador. La bese con más ímpetu y la hice caminar hasta el otro extremo de la cocina.
Por que si iba a hacerle el amor en ese lugar, debía ser lo más lejos posible de la puerta que daba peligrosamente a la sala donde estaban nuestras familias, una cosa era ser arriesgado y otra suicida, sumado a que ella no era tan calladita en esas situaciones, mientras más lejos era mejor.
Mientras caminábamos hasta el otro extremo comencé a desabotonar su chaleco, y me resultó más difícil de lo pensado, para que demonios se ponía chaleco en pleno verano pensé peleando con los últimos botones, cuando finalmente liberé su hermoso cuerpo de la tortuosa prenda, sin dudarlo volví a meter mis manos bajo su blusa y desabroche el sostén. Introduje mis manos bajo estos y comencé a acariciar su cuerpo suave y perfecto. La respiración de ambos se acelero estrepitosamente.
Introduje mi lengua en su boca para besarla con más fuerza. Y lleve una de mis manos hasta su espalda, recorrí cada centímetro de esta deslizando las yemas de los dedos de forma sutil. De vez en cuando presionaba aquellos puntos clave que ya había descubierto y ante los cuales su cuerpo reaccionaba y de los cuales ella no estaba conciente aún. Sabía perfectamente que eso la volvía loca y lo comprobaba la forma en que jugaba con mi pelo, cada vez que apretaba su espalda ella apretaba mi cabeza contra su hombro. Con la otra mano desabroche un par de botones para dejarme acceso libre a sus pechos, deslice mi lengua hasta llegar a la comisura de ambos y otro gemido se escapo de sus labios.
En ese minuto perdí la perspectiva de la situación y solo había un deseo, la quería hacer mía, quería sentir su cuerpo estremecerse entre mis brazos. Así que recargue su cuerpo contra el mesón de la cocina de forma tan torpe y desesperada que en el proceso, votamos un par de vasos y unos platos que estaban a un costado y que habían sido el pretexto para ir a la cocina.
- Espera… van a escucharnos, si mi madre nos descubre me matará
Exclamo con la voz distorsionada mirando aterrada a la puerta. Me giré para mirar y esperamos unos segundos, ambos congelados tratando de controlar la respiración pero ni un ruido de pasos ni de que alguien viviera se sintió. La miré nuevamente y la giré para que me diera la espalda, iba a subirle la falda cuando la voz de su madre me congelo en el acto.
- ¿Qué demonios esta pasando aquí Bella?
Grito enérgica cerrando la puerta con llave tras de ella.
Esa fue la primera vez que la sentí estremecerse pero de miedo, su cuerpo temblaba casi como una hoja de un árbol en otoño, su cuerpo se helo en un instante, la mirada de furia de su madre era tan poderosa que incluso a mí me asusto en un principio.
Aquel día Renée le había gritado de todo, y lo más decente había sido ramera, para que decir lo que me había gritado a mí. Al principio ambos la escuchamos callados y hasta en cierta medida avergonzados, pero cuando se acerco y le propino un golpe intervine.
- ¡Eso si que no! Estas loca, como se te ocurre golpearla
Le reclamé mirándola anonadado por su actitud, pero ella me ignoró, tiró su brazo soltándose de mis manos y me dio una mirada que calo hasta el más hondo de mis pensamientos.
- Este es un pecado grave, no podrás salvar tu alma, te iras al infierno
Le grito y lo que dijo me descolocó. Analice la situación: Sí nos había encontrado medio desnudos y en una posición comprometedora, pero ella no era casada, yo tampoco, ambos éramos adultos ¿de que infierno me estaba hablando? pensé mirando a Bella quien a esta altura estaba llorando.
- A ver Renée, estamos en pleno siglo veintiuno, no pensará que hay que llegar virgen al matrimonio o ¿si?
Le pregunté medio en broma, medio en serio. Ella miró a su hija y volvió a acercarse peligrosamente, me interpuse entre ellas. Bella apoyo sus manos temblorosas en mi hombro y susurró algo que no le entendí en un principio.
- Veo que ella no te lo ha dicho
- ¿Qué cosa?
Pregunté temeroso, no sé porque de repente sentí como un pequeño cargo de conciencia, una vocecilla en mi interior me estaba diciendo que no todo podía ser tan perfecto. Que mi cenicienta estaba a punto de desaparecer porque había llegado las doce de la noche.
- ¿Se lo dices tú o se lo digo yo?
Le preguntó con una sonrisa maldita igual a la bruja del cuento.
- Madre por favor - Suplicó apretando con su mano mi hombro
- ¿Bella?
Susurré nervioso sentía un frío recorrer mi espalda. Lo que tenía que confesar era algo malo, verdaderamente malo, lo presentía.
- Ella va a casarse, dentro de dos meses para ser exacta
Confesó Renée arrogante y yo me quede de una pieza. Empecé a retroceder en el tiempo, desde que la había conocido, nuestra primera cita, y todas las conversaciones que habíamos tenido y ella jamás había pronunciado la palabra "comprometida" además jamás le había llamado nadie, a no ser por un par de amigas, no mi hermana me lo hubiera dicho pensé. Y la miré confundido.
- Lo siento… de verdad… yo no debí… te lo iba a decir… lo juro, es que no encontré… por favor perdóname…
Justifico y yo aún seguía pensando en cómo era posible que ella se fuera a casar dentro de dos meses, si pasaba casi todo el tiempo conmigo, no aquí había algo raro, dónde estaba el novio pensé.
- Eso no es cierto, yo jamás te he visto con alguien más… ¿Quién?
Le pregunté apenas tomándola por los brazos. Pero no fue ella quien contesto la pregunta, sino su madre seguida de la amenaza que nos rondaría de ahí hasta siempre.
- Dios
Apenas dijo eso la mire boquiabierto y ella continuo disfrutando cada expresión de mi rostro
- Bella esta prometida para Dios y si no te alejas de ella, tu alma se ira al infierno.
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