Dark Chat

viernes, 10 de septiembre de 2010

Mascara De Odio

Cap. 4 :16 de julio 2007

Edward Cullen

Bueno ahí estaba. El agua caía sobre mi cuerpo y yo metódicamente me bañaba pensando en lo que tenia propuesto el día de hoy. Ya no había vuelta atrás. Lo que debía hacerse debía hacerse y no me iba a detener por nada. En cierto modo, y debia admitir que lo había pensado desde antes, era una clase de excitante juego no tirarse a una mujer hermosa. Una experiencia nueva siempre era bien recibida, no tenía idea de si esa experiencia iba a ser placentera pero si no lo iba a ser al menos tenía el consuelo de que me iba a reportar beneficios a la larga.


Aun era temprano así que me termine de lavar, Salí de la ducha envuelto en una toalla y me enfrente a mi imagen en el espejo, no era que fuera afeminadamente vanidoso, solo me constataba de que mi apariencia fuera la de siempre, porque esa apariencia me había reportado bastantes benéficos en el campo de las féminas.


Me afeite y aplaque la loción y luego escogí mi ropa de trabajo, la que según Carree, mi última amante, me hacía ver irremediablemente atractivo, entre otras cosas, según ella, decía que verme vestido de ejecutivo era asombrosamente estimulante para ella y si hacia memoria todas mis amantes habían dicho algo similar acerca de mi decencia, limpieza y que siempre lucia como un caballero. Era cosa de los primero 10 años de mi vida y los que siguieron, los cuales fueron estrictamente educados en una escuela privada, de ahí fue en crecimiento hasta ser lo que era hoy, uno de mis mayores atractivos. Apunte la camisa blanca de cuello y procure aplicarme loción también, la cosa era impresionarla. Ese era el plan trazado la noche anterior en medio de la realización de informes y la actualización de cuentas bancarias y alargo en los créditos económicos, debía impresionarla la primera vez así que mi acción de ataque consistía en verla y pretender estar interesado, volvería de vez en cuando para seguirla cortejando y que ella se enamorara de mi. No. No que se enamorara, el amor no existía, que se encaprichara como cualquier jovencita de las que creían que los hombres éramos algo así como principes azules, caballerescos, que solo pertenecían a una mujer.


Cuando estuve correctamente vestido baje a la entrada de la casa – mansión y me encontré con el chofer, le pedí que me dejara en la esquina del café parís y que volviera por mí al cabo de cierto tiempo. El dijo que me iba a esperar, dado que todos mis mensajes habían sido entregados en su totalidad el día anterior, encogí los hombros e ignorando su despedida di los pocos pasos que hacían falta para entrar en el sitio…el lugar donde tendría lugar la ridículamente idílica conquista


El local, debia admitirlo, tenia cierto aire hogareño y el ambiente en el olía cálidamente a pastel…inspire intentando reconocer el olor, tarta de cereza. Sentí que inevitablemente mi memoria retrocedía a la época cuando mi madre aun vivía y yo me atiborraba de todos esos pasteles que ella preparaba, el olor era tan asombrosamente familiar, lo curioso era que las pocas contadas veces que había entrado en ese café, meses antes, jamás había olido de esa manera tan natural y deliciosa.


Mis ojos se conectaron con unos azules de la chica rubia que había visto esporádicamente, ella entreabrió los labios pintarrajeados de rojo intentado que me fijara en ella, mis propios ojos la recorrieron con deseo, a pesar de que la necesidad se notaba en sus pupilas era el tipo de mujer que me atraía, la típica zorra para pasar un buen rato y recompensar al día siguiente con dinero para nunca volver a verla. Pensé que bien podría aprovecharme pero los pensamientos retrocedieron después de un momento…si quería hacer esto bien debía comportarme y si eso implicaba renunciar a mi activa vida sexual por un tiempo pues…que así fuera. No tenía opción


El único consuelo que esta apestosa situación ofrecía era que no iba a durar para siempre.


La mujer bamboleo las caderas y camino hacia mi acortando la distancia que nos separaba llevaba los brazos al frente lo cual hacia empujar sus senos hacia adelante a modo de ofrenda, era una vista tentadora, la piel de sus senos era suave y tenía un tatuaje en una de las protuberancias enfundadas en un provocativo sostén de encaje negro, era partidario de cuerpos como ese mas ahora mi gusto debía dar la impresión de haber cambiado bastante con la anoréxica chica a la que debía enfrentarme.


-que puedo hacer por usted?- me pregunto la rubia frunciendo los labios provocativamente


- por favor tráigame un café capuchino y tal vez una porción de esa torta o lo que sea que haga que el aire huela tan bien.


La sonrisa de ella vacilo un poco como si lo que le preguntara no le gustara en absoluto pero su expresión se compuso rápidamente y se dio media vuelta anotando en una pasta de libreta lo que había ordenado.


Aun a la distancia que impuso, y gracias a que el local estaba vacío, a excepción de mi, escuche que interpelaba a su compañera en la barra de manera ordinaria


- ¡oye!- y también escuche el murmullo inseguro y fallo de fuerza de la muchacha de cabellos oscuros de espaldas a ella.


- ¿qué?-


Vagamente me estaba preguntando a qué hora haría Isabella Swan su aparición, tal vez con una escoba o con un trapero, esto era deprimente.


Vagamente me volví un poco para analizar al personaje de la barra, y al mirar detenidamente sus huesudas curvas casi me caigo de la silla. Si, ahí, en la barra y alistándose para atender mi pedido se hallaba ella. Su cabello ralo y falto de vida caía sobre su delgado cuello y parte de la espalda recogido en una coleta de caballo, su aspecto en la espalda era sencillo, demasiado, y deplorablemente débil, esperaba que se diera la vuelta pronto para verificar si algún aspecto de su físico era rescatable.


Observe sus movimientos a través de la lente oscura de mis gafas, los cuales no tenían nada que ver con la inseguridad de su voz, se movía con habilidad precisa sobre los ítems de la cafetera, tenia los dedos blancos y delgados por lo que pude vislumbrar. Segundos después, al delicioso olor de la tarta se mezclo el olor del café fresco, inhale consciente de lo que hacía y me pregunte brevemente si era ella quien cocinaba en ese lugar. Si no era así me llevaría a la cocinera para que sirviera en mi casa, si las habilidades eran la mitad de lo 1que era ese olor delicioso.


Ella se dio la vuelta sin levantar la mirada y agudizando mi vista me fije en su rostro ceniciento y de facciones salientes, su piel era pálida y blanquecina, aun sin verlos sus ojos eran grandes y marcadas ojeras circulaban por la parte inferior, sus pómulos estiraban la blanca piel y su mentón era puntiagudo. Sirvió la tarta en un plato y puso la taza de café delicadamente sobre la bandeja, en el momento en que dejaba una servilleta de recambio sus ojos, por fin, se volvieron hacia mí.


Ella no podía saber que yo la estaba mirando ya que los lentes me ofrecían protección, sus clavículas se marcaban sobre el vestido de camarera marcándose también en él sus huesudos y estrechos hombros.


Se volvió tan rápido que no me di cuenta lo suficientemente rápido para dejar de analizar su cuerpo tan desprovisto de carne como de curvas, pude ver a través de la tela de su ropa, y tal vez porque en mi amplia experiencia había aprendi8do a leer el lenguaje del cuerpo femenino, que tenia la columna vertebral en tensión, como si tuviera miedo de mi lo cual era absurdo ya que ni siquiera me conocía, no era un buen comienzo así que debía empezar a actuar con prontitud.


La rubia puso la bandeja en la mesa y dejo la apetecible comida en la mesa, el olor era simplemente el paraíso, ella me sonrió provocativamente antes de retirarse, alargue la cuchara y tome un trozo de la esponjosa y tibia pasta, la crema primorosamente preparada hizo contacto con mi lengua que cato la sabrosa preparación con verdadero deleite, algo que definitivamente no pensé encontrar ahí. El estimulo de ese sencillo trozo en mi fue casi sexual. La cocinera de ese local iba a ser mía, le pagaría el doble de lo que le pagaban acá. Después de que el café estuvo tibio lo probé y fue otro placer para mis sentidos, tenía algo…un ingrediente especial que no tenían los otros miles de cafés que había probado a lo largo de mi vida. Volviéndome un poco más inteligente y asociando ideas caí en cuenta de una cosa, las manos autoras de esas preparaciones eran las mismas y caí cuando supe quien era esa persona, quien era la cocinera que iba a robar, ella era la de la exquisita habilidad, por un fugaz momento me pregunte como una huérfana como ella había logrado desarrollar ese tipo de habilidades. Lo averiguaría después, p0or el momento seguí disfrutando de mi desayuno, que comí con un apetito absolutamente voraz, tanto así que me tentaron a pedir una segunda porción pero me contuve con dejar que el sabor quedara grabado en mi lengua para poder repetirlo otra vez, lo cual era seguro que pasaría pronto.


No debía perder más tiempo, que en mi caso, valía oro. Aparte la vajilla vacía y me puse de pie rápidamente con el firme propósito de evitar cualquier contacto con la rubia que pudiera entorpecer mis planes iníciales al entrar a este café.


Me acerque con paso sigiloso al mostrador al lado de la barra en donde ella estaba ahora inclinada recogiendo algo de el suelo. Al mirarla desde arriba pude ver una porción de su pequeño seno izquierdo cubierto por una virginal copa de satén blanco, aquella que la gran camisa no podía ocultar al menos desde mi posición, era un seno demasiado pequeño, casi de niña, aunque según los cálculos contaba con más o menos 18 o 19 años. Su cuello y el hundimiento de su garganta tenían cierto porte artístico o tal vez solo se trataba de mí intentando hallar belleza donde no la había. Ella le3vanto la mirada al mismo tiempo que se erguía cuando encontró lo que buscaba, era por lo menos una cabeza y media más baja que yo, sus rasgos aun eran difusos a través de las gafas pero pude ver que parte de su pequeña y respingada nariz estaba cubierta de leves pecas. Cuando se irguió en su totalidad pude mirar a los ojos por primera vez, aun a través del lente podía ver que eran una extraña mezcla de marrón y gris que hacía pensar en un color chocolatoso, al instante que la mire ella me pregunto tartamudeante, fijando por cerca de dos segundos su mirada a dos centímetros de mi hombro para después volverla hacia mi


- ¿què puedo hacer por usted? – el tono de ella era marcadamente diferente que el de su compañera dado que en el no había nada del sutil matiz de ofrecimiento canino que tenía el de la rubia, aunque claro esta no tendría mucho que ofrecer, vi que esbozaba una sonrisa socarrona por unos segundos.


- quiero cancelar mi cuenta. – dije. Aquí se daba todo, iniciaba la lucha, me daría cuenta si este saco de huesos tenía la suficiente pasión en la sangre para encontrarme atractivo. Retire con lentitud los lentes de mis ojos y los conecte a los desnudos de ella, claros y espumosos como chocolate, tuve la satisfacción de com0probar que había aprendido a mentir con la mirada, podía mirar su cuerpo sin ningún interés interior y ella podía pensar que evaluaba cada inexistente pedazo de atractivo en ella, con una mirada podía mentir informándole sin palabras que realmente podía llegar a desearla.


Como si eso fuera posible.


Saque la billetera y escogí cualquiera de los billetes al azar para entregárselo sin dejar de mirarla, tomo el billete con lo que pude observar como pulso tembloroso y saco el cambio absorta en los números y no en mi, antes de que dejara caer el cambio sobre mi mano le cogí la muñeca y disimuladamente palpe el pulso en su radio, palpitaba saltón. Con la mano de ella en casi la mía pude ver que sus dedos eran tan delgados y pequeños como los había supuesto desde la distancia, era una mano algo callosa pero que aún conservaba algún dechado de la niñez que una vez había debido tener, sus ojos me miraron otra vez y pude ver que a pesar de ser achocolatados la mitad del iris hacia afuera era de color gris acaramelado.


- guarda el cambio - mi técnica para ganarla, los detalles, debía sentirse halagada


Súbitamente, como si mi contacto le hubiera quemado, o no lo soportara, arranco su mano de la mía con excesiva fuerza para como yo la estaba sosteniendo, las monedas resonaron al caer contra los billetes.


- es demasiado –dijo tragando y negando levemente con la cabeza, como si yo padeciera de locura. Tácticas de conquista al ataque


- no para la dueña de estas manos mágicas


Acerque mi mano otra vez y, a riesgo de que me abofeteara, me escupiera o algo peor, tome su mano en la mía y la acerque con suavidad a mis labios, la piel olía a cereza madura y me sorprendió disfrutar de ese aroma un poco, tuve el impulso de pasarle la lengua a ver si encontraba algún rastro seco del jugo de las cerezas que tan bien aderezo el pastel que hizo antes, pero solo pose mis labios y le bese la mano. El calor de su piel quemo un poco mis labios lo cual fue sorprendente ya que para tratarse de alguien tan delgado suponía que debía estar fría todo el tiempo. Me puse mis anteojos otra vez y mirándola por última vez, como la ética de conquista ordenaba le dije


- nos vemos-


Salí y me direccione hacia el conductor, me esperaba medio largo día en la oficina.


De camino allí me puse a hacer un recuento de mis logros del día. A cambio de tal vez correr con una perra obsesiva rubia calenturienta debía ir a verla días seguidos, hacer que se acostumbrara a mi presencia y a mis elogios, después pedirle salir, después matrimonio y después divorcio con alguna cantidad en una cuenta bancaria.


Mi acto de galantería debió haber tenido algún efecto en ella porque aun a través de la exigua seriedad de su cara sus ojos me habían dicho algo más, mas allá del miedo que parecía tener.


Bueno por lo menos le había dado un poco de caña para que pensara en mi, ya había dicho antes que para las mujeres resultaba irresistible e Isabella Swan no iba a ser la excepción.


En la noche Salí tarde de la oficina pero tenía ganas de irme caminando hacia alguno de los parques para planear mi siguiente paso e incursión a la normal e insípida vida de Isabella. Tome el paraguas y Salí de la oficina dando instrucciones al conductor de que no iría con él.


16 e Julio de 2007


Isabella Swan


Cuando el turno acabo y entregue la caja a mi jefe ella se extraño de que sobrara tanto dinero. Sin que Jessica se enterara de nada le conté que uno de los clientes de la mañana me había halagado y que había dicho que podía tomar el cambio pero le explique qué pensaba que era demasiado y que el había dicho que no para mi, ella se sonrió y saco la cantidad de dinero sobrante


- ¿y qué hace aquí y no en tu bolsillo que es done debe estar?- reía bondadosamente y yo abrí mucho los ojos, podía comprarme una joya barata que había visto en la feria artesanal de los viernes.


Se lo agradecí y Salí de la pequeña oficina con la profunda desgracia de ver a Jessica frente a mí


Me pregunto, como si se tratara de su propiedad por el breve intercambio de palabras que había mantenido con el extraño ángel que me habido dado el dinero pero no le dije nada, tenía muchos problemas con ella y los tendría mas si se enteraba de que el extraño que parecía gustarle tanto había dado una considerable cantidad de dinero a su peor enemiga.


- ¿qué tanto hablabas con ese hombre? – me pregunto con ese tonito que me hacían dar ganas de calzar el cuádruple de lo que calzaba ahora y poder pisarla como el pequeño escorpión que era.


- solo me felicitaba por mi café – explique otra vez yo


- pero cualquiera sabe hacer un café- dijo ella destilando odio por los ojos


- Déjame en paz por favor- le dije haciéndome a un lado para pasarla sin ser maleducada


Volví hacia la barra pensando en que tal vez la aparición de ese hombre debía ser como de ángel o algo así, por que el dinero que me había dado bien me servia para cubrir la mensualidad del departamento donde me hospedaba y me sobraba para algo mas, la joya barata que me había llamado la atención


Horas más tarde, ya de noche y después de haber recorrido la feria y los parques decidí regresar a casa, cuando mire el reloj y vi la hora que era pensé que debía darme prisa, así que tome el camino más corto pero el mas solitario de los alrededores, pero no tenia opción así que decidí caminar rápido, aferrando entre mis manos la cadena de baño de plata con el dije de un cuarzo rosado del que me enamore la primera vez que lo vi, debajo de el colchón de mi cama tenía el dinero que ahorraba para tenerlo algún día, la cantidad era una nada con la valiosa propina recibida .


Cuando di la vuelta por la segunda esquina menos iluminada del resto escuche los pasos de alguien que me seguía. Intente respirar con normalidad y ajuste el paso con tan mala suerte que la persona que me seguía también lo hizo y cuando hablo me di cuenta de lo tonto e inútil de mi situación


- ven aquí hermosura...- dijo la voz tras de mi i mientras yo seguía avanzando y el acercándose mas,


Sabía que de nada iba a servir correr pero aun así lo intente y solo me di cuenta de lo vano de mi fracaso cuando una mano callosa y nada delicada me cogió del brazo y me halo hacia la sombra de un callejón sin salida, intente gritar pero una mano con olor a pegamento y otra cosa narcótica se poso en mi boca, el hombre tras de mi me empujo hacia la pared y quedo detrás mío haciendo fuerza, sentí que las nauseas por miedo y por su olor me hacían querer perder el conocimiento "Dios, ayúdame" pensé. Las manos de el hombre se deslizaron sobre mis piernas y caderas pero su fuerza me impidió moverme para evitarlo, quise gritar pero el pánico había hecho que me quedara petrificada y con la convicción de que si lo hacía nadie iba a hacer nada por impedir que esto volviera a repetirse, como si presintiera algo como eso, me puso una hoja de afilado cuchillo sobre la mejilla y me dijo


- ssshhh amorcito, no querrás hacer eso mientras yo estoy aquí.


No sabía que mas hacer aparte de echarme a llorar, e3se hombre era diez veces más fuerte que yo, estaba segura de que me iba a matar, en cuanto hiciera lo que yo sabía que haría, había vivido situaciones similares en el orfanato donde viví, ellos eran la escoria…la lardad….la deshumanización en físico.


La presión en mi espalda y trasero dejo de existir súbitamente cuando el tipo fue arrancado de allí por alguien más, tenía los ojos y los puños cerrados con fuerza pero tuve que abrirlos cuando escuche que alguien, un hombre decía


- oh no…no lo harás, malnacido.- los tuve que abrir porque no había podido dejar de pensar en esa voz desde que la había escuchado por primera vez.


Escuche golpes y mas pero lo único que quería hacer era salir de allí, encerrarme en mi casa y morirme de una buena vez. Aferre mi ropa que el desgraciado había alcanzado a desgarrar y apreté el collar comprado que según la vendedora traía a la suerte.


Intente dar dos pasos pero las piernas me temblaban terriblemente perdí el equilibrio


Pero jamás llegue a tocar el charco destinado a recibir mi cuerpo de frente por qué un par de brazos se aferraron a mi cintura antes de que callera, pero a cuando es brazos me levantaron del piso como tal pensé que me había desmayado del miedo y que estaba delirando con un absurdo y nada posible héroe salvador.


Pero el miedo tuvo más poder, el, quienquiera que fuera me había ayudado y yo estaba a punto de rajarme así que sin saber ni siquera de quien se trataba abrace el cuello del desconocido y en mudo agradecimiento me apreté de su cuello como un salvavidas.


Solo fui consciente de mi cuando me vi sentada en la silla de detrás de un taxi. Cuando me volví a mirar a mi salvador casi salgo corriendo del auto en movimiento por qué se trataba de el… del hombre que había visto en la mañana n el café parís


- gracias- dije lo primero que se me ocurrió en mi ensoñación.


- ¿estas bien?- pregunto él mientras avanzábamos y él me alargaba el bolso que cargaba antes de que todo pasara.


- no…- dije amargada – no estoy bien…pero no importa.


-no deberías andar sola por las calles a esta hora – me reprendió el como un hermano, yo quería mirarlo para así poder contestarle pero me sentía débil e inútil.


- cómo te llamas - le pregunte después de unos segundos durante los cuales comencé a plantearme la situación.


- Edward…Cullen- me dijo con su varonil timbre de voz, apenas parecía un milagro que él y precisamente el fuera quien me librara de ese matón.


- yo soy Bella…gracias por ayudarme.


No me sentí de mas palabras así que después de otro tiempo le dije que por favor me llevara a mi casa, temí por algún descuido que tal vez el me estuviera secuestrando pero algo me decía, algo en el interior de mi cuerpo me decía que debía confiar en el


Le di a él y al taxista las indicaciones de mi apartamento.


Cuando llegamos allí aferre mis rpas y me baje del auto despidiéndome de la mano de él, pero él se bajo conmigo y le dijo al taxista que esperara.


No podia creer que él me atuviera acompañando a la puerta de mi apartamento de pordiosera. Me volví para despedirme y él me volvió a tomar la mano para besármela y sin decir nada mas, tan de repente como había aparecido para ayudarme ahora se volvía a ir.


Dio media vuelta y se metio en el taxi. Y se fue… y yo me quede mirando el taxi con la sensación de que había perdido algo mío, sacudí la cabeza intentando olvidarme de todo, toda aquella horrible experiencia.


Al menos algo bueno había salido del extraño día, pensé cuando me recosté en la cama. Algo raro estaba pasando pero no era nada intuitiva así que repase una y mil veces todo lo que había pasado en ese día.


Mirase por donde lo mirase sentía que algo iba a cambiar muy pronto pero no sabia si para bien o para mal



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