Dark Chat

domingo, 31 de octubre de 2010

Lagrimas de Amor

Capitulo 11

En invierno, las cimas de las montañas de Sierra Nevada estaban cubiertas de nieve, pero dentro del Palacio del León, enormes y centelleantes fuegos aseguraban que cada una de las habitaciones estuviera caliente. Faltaban tres semanas para navidad, pero la temporada de fiestas ya había comenzado y aquella noche el duque Masen era el anfitrión de una espléndida cena para empresarios y dignatarios de Granada.

Mientras se preparaba para la fiesta, Bella pensó que los últimos meses habían sido los más felices de su vida. Desde que Edward la había hecho su esposa en el estricto sentido de la palabra, no habían estado ni una noche separados. El le hacía el amor con una devoción que provocaba que los músculos de ella desearan con placer que llegara el día siguiente y que estuviera constantemente esbozando una sonrisa.

Pero eclipsando su felicidad estaba el saber que el tiempo estaba pasando. Su contrato matrimonial estaba ya casi cumplido a la mitad y, en seis meses, Edward se aseguraría su puesto como director del Banco Masen, antes de disponer un fugaz divorcio. A pesar de su increíble vida sexual, a Bella no le quedaba duda de que el quería que su matrimonio terminara. Todas las noches el le hacía el amor con una fiera pasión, pero después se acostaba a su lado de la cama, negándole la cercanía que ella ansiaba.

Los únicos momentos en los que el mostraba afecto hacía ella era durante el día y presumiblemente, sus apasionados besos eran para seguir engañando a los miembros de su personal, continuando con la farsa de que eran una pareja feliz. Pero ella, tonta débil y patética, no podía resistirse a el y mientras miraba su reflejo en el espejo, supo que la excitación que reflejaba su cara era porque aquella noche el bailaría con ella y la abrazaría estrechamente, de la manera en que ella deseaba que la abrazara.

Un leve movimiento desde la puerta captó su atención y contuvo el aliento al acercarse Edward hasta que su reflejo se unió al de ella en el espejo del vestidor.

Estás… exquisita –dijo el tras varios segundos.

Gracias –murmuró ella, mirándolo a los ojos a través del espejo y estremeciéndose ante la hambrienta pasión que reflejaban estos.

Su vestido era rojo obscuro y tenía un provocador escote que le favorecía mucho. Era un sensual vestido creado para seducir y sabía que Edward estaba imaginándose desatando lo lazos que aseguraban el corpiño para poder acariciarle los pechos.

¿Cuanto crees que durará la fiesta? -preguntó ella.

Demasiado tiempo –gruño el.

A Bella le dio la sensación de que el estaba teniendo una lucha interna con el mismo. Pero repentinamente su tensión se disipó y la abrazo, besando su clavícula.

Ahora te quiero a ti, como supongo ya sabrás –añadió desesperado, apretando la palpitante fuerza de su erección contra el trasero de ella-. Me preguntó que habrá dentro de esa cabecita, detrás de esa serena sonrisa. ¿Pero que harías, mi pequeña palomita, si te hecho sobre la cama, te levanto la falda y te tomo aquí mismo, fuerte y rápidamente, de la manera en que se que te gusta?

Te diría que esperes a después… no quiero que me estropees el vestido –contestó ella, esbozando una pícara sonrisa.

Supongo que tienes razón. Y, hablando de tu vestido, tengo una cosa para ti –dijo el, sacando una pequeña caja de cuero del bolsillo de su chaqueta y dándosela a ella.

¿Qué es? –preguntó Bella.

-Ábrelo.

Entonces la oyó emitir un grito ahogado al abrir la cajita y ver la gargantilla de rubíes y diamantes engarzados en una cadena de oro.

Es preciosa –dijo, mirándolo a los ojos, impresionada-. Pero no me puedes dar esto. Debe de costar una fortuna.

No seas tonta. Eres mi esposa… te puedo dar lo que quiera –dijo el, tomando la gargantilla y poniéndosela a ella-. Va muy bien con tu vestido –aseguró con una nota de satisfacción.

Pero Edward… -comenzó a decir ella, mirando la preciosa joya-. No me la puedo quedar. La tomaré prestada y te la devolveré cuando me marche.

¿Cuándo te marches a donde? –quiso saber el, mirando su reloj y dirigiéndose hacía la puerta, indicando que ya era hora de que bajaran a la planta de abajo para saludar a sus huéspedes.

Cuando me marche a mi casa… después de nuestro divorcio –tartamudeó Bella, aguantando las lágrimas.

Cuando llegue el momento ya nos preocuparemos por ello –dijo el con aspereza, sin mostrar ninguna emoción en su cara-. La compré por que me pareció que te gustaría, pero te la vas a poner incluso si no te agrada. Eres la duquesa Masen y delante de mis huéspedes espero que te comportes como tal.

Horas después, cuando la cena ya había terminado y se estaban sirviendo los cafés y las bebidas en el salón, una abatida Bella pensó que la noche no había comenzado de una manera muy prometedora. En lo que a los invitados se refería, Edward parecía ser un esposo devoto… era solo ella la que sabía que la dulce expresión de el enmascaraba frialdad. Su papel como anfitrión representaba una excusa perfecta para hablar con todo el mundo y no con ella. Había estado durante la mayor parte de la cena coqueteando con una vivaz rubia que tenía sentada a uno de sus lados, mientras que en el otro tenía a Tanya Denali.

Bella se dijo así misma que no le importaba. Durante la cena, la sensación de mareo que había tenido días atrás se había apoderado de ella de nuevo. Frunció el ceño al recordar su preocupación secreta. Tenía un retraso en su periodo… solo unos días de retraso, pero eso ya era suficiente para que sintiera pánico.

Trató de asegurarse a si misma que no podía estar embarazad… era imposible.

Al oler el café sintió como se le revolvía el estómago. Edward había utilizado protección cada vez que le había hecho el amor… bueno, casi siempre. Habían habido varias ocasiones en las que el no había tenido un preservativo a la mano, como la vez en la que la había tumbado sobre la hierba y le había hecho el amor bajo la luz de la luna. Hacía poco el se había metido en la ducha con ella y había insistido en enjabonarle cada centímetro de su cuerpo hasta que el deseo les había agobiado y el la había penetrado con una salvaje y primitiva pasión que a ella le había impresionado y cautivado.

Se preguntó si esos breves momentos de pasión podrían haber provocado que hubiera concebido un hijo de Edward. Comenzó a temblar con una mezcla de placer y miedo, y durante un momento, se imaginó acunando al hijo de el en sus brazos. Se planteó que pensaría Edward. Lo seguro era pensar que un hijo no había formado parte de sus planes, pero su corazón latió con fuerza al tener la esperanza de que quizá a el le hiciera ilusión.

¿Te encuentras mal, Bella? Estas incluso más pálida de lo habitual –comento Tanya Denali al sentarse en un lugar próximo a Bella.

Estoy bien; simplemente tengo un poco de náusea eso es todo –contestó Bella-. Me temo que he comido demasiado.

La joven estaba deslumbrante aquella noche. Iba elegantemente vestida y parecía mayor de lo que en realidad era. Se quedó mirando a Bella durante un momento con un extraño brillo reflejado en los azules ojos.

¿Qué has comido mucho? –provocó suavemente-. No lo creo. Mi hermana Kate tiene tres hijos y no podía soportar el olor a café durante sus embarazos. Quizá haya otra razón por la que estás tan pálida.

Bella respiro profundamente, pero no podía mirar a la joven a los ojos.

Podría estar equivocada. No esta confirmado –dijo entre dientes. Pero al decir aquello supo, por un instinto femenino, que estaba embarazada.

Así que el plan de Edward ha funcionado –dijo Tanya levemente enfadada-. Tengo que reconocer que es un mérito… que haya encontrado una mujer y que vaya a tener un heredero dentro del año estipulado es un logro, incluso para un semental como el.

¿Qué quieres decir? –exigió saber Bella, sintiendo como el terror se apoderaba de su estomagó-. Tú no sabes nada sobre nuestro matrimonio.

Lo sé todo –dijo Tanya-. Se que Edward solo se caso contigo para asegurarse su posición a la cabeza del Banco de Masen y también se que decidió utilizar el año en el que tenía que estar casado para cumplir con las condiciones establecidas en el testamento de su abuelo y dar un nuevo heredero a l clan Masen.

Durante unos terribles segundos, la sala se balanceó y Bella se agarró al borde de la mesa. No podía desmayarse, no en aquel momento, no delante de la burlona mirada de Tanya. Se humedeció los labios y se quedó mirando a la chica, percatándose del triunfal brillo que tenía reflejado en los ojos.

¿Quién te lo dijo? –preguntó susurrando, consiente de que seguir pretendiendo ser una esposa feliz era inútil.

Tanya era muy engreída.

¿Fue Edward? –exigió saber, sintiéndose enferma cuando la chica sonrío.

No te preocupes, Bella; Edward no tramitara el divorcio hasta que no hayas tenido a su bebe –dijo Tanya, arrastrando las palabras-. Naturalmente, el insistirá en que el niño viva con el, pero estoy segura de que te permitirá visitarlo de vez en cuando.

Bella se levanto, repentinamente desesperada por escapar del alcance de la maliciosa lengua de Tanya.

-Nada me separará de mi hijo, ¿has escuchado bien? ¡Nada! De todas maneras… ¿Por qué me estas contando todo esto? Estas muy equivocada si piensas que Edward se va a ir contigo. Podía haberse casado contigo y tener el control del Banco de Masen así como el de tu padre, pero pensaba que eras demasiado joven.

Tanya esbozo una mueca, pero contesto con calma.

Así es. Planeamos esperar un par de años, hasta que yo termine mis estudios. Pero por las condiciones que establece el testamento de Aro, Edward tenía que contraer matrimonio inmediatamente. Esa es la única razón por la que te eligió a ti.

Bella no podía negar la verdad intrínseca de lo que había dicho la muchacha y no confiando en ella misma, se apresuró a salir de la sala, desesperada por respirar aire fresco. Se repitió un y otra vez que todo aquello no era verdad… el hombre del que se había enamorado no podía ser capaz de actuar tan cruelmente. Solo había una manera en la que podía salir de dudas… y era preguntándole directamente a el si existía una cláusula adicional en el testamento de su abuelo antes de decirle que creía estar embarazada.

Entró de nuevo en la sala, buscando a Edward desesperadamente. El siempre sobresalía entre la multitud, pero no podía encontrarlo. Entonces miró hacia una de las enormes ventanas, donde vio a Tanya ponerle un brazo por encima a Edward y darle un beso en la mejilla. En vez de parecer enfadado, Edward echo la cabeza para atrás y se río… para Bella, aquello fue el colmo. Enfurecida y conteniendo el llanto se marchó de la sala, deteniéndose solo para decirle a Jasper que se encontraba mal y que se retiraba a su habitación. Sabía que el mayordomo le pasaría inmediatamente el mensaje a Edward, pero dudaba que a este le fuera a importar… tenía las manos ocupadas, literalmente hablando, con su sexy seductora admiradora.


1 comentarios:

And dijo...

Tanya es una Perra! como se le ocurre decir una cosa como esa, espero que le salga el tiro por la culata de veras que Edward la enfrente delante de Bella. Ademas ya se vio que él le huyo a la idea de el divorcio pero, hizo sentir mal a Bella.

Esta cap me encanto como todos lo que sacan pero no se estaba con lo pelos de punta al ver que no publicaban.