Niñaa aqui les dejo el capitulo final de esta hermosaa historiaa, espero que la hallan disfrutadoo y sigaan leyendo los otross fics
besitooss
Anitaa Culleen!
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Cap.9. Reencuentro.
Las verdes manchas color jade se mostraban nítidas y hermosas, y es que nunca el bosque le pareció más hermoso que ahora en compañía de su amada, su mujer, su niña, su Bella.
Ambos iban tomados de las manos, sintiendo cada palpitación de la extensa floresta. El pálpito de los cervatillos bebiendo del río, el croar de las ranas, el trino de las aves. Nunca la fauna le supo más maravillosa ni armoniosa que ahora. Y es que al encontrar la plenitud todo sabía a miel, los besos, las caricias, el simple susurro de la voz del ser amado.
Eran felices… ambos lo sabían, ambos lo sentían, y aquello bastaba para que disfrutasen en compañía del otro cada insignificante detalle del entorno que les rodeaba.
Continuaron su trayecto en dirección a la casa del resto de los Cullen, y pese a que su corazón ahora se encontrase carente de latidos, ella podía apostar que la sensación que la invadía era muy similar a la que se experimentaba cuando aquel órgano amenazaba con salir por tu boca.
Sí, en efecto, puede que ella no estuviese viva en estricto rigor, pero eso no la salvaba de ser devorada por ansiosas mariposas revolviendo su estómago.
Ansiedad…
Al fin Isabella Cullen se reencontraría con su hija. Quizás fuese una neófita que a duras penas conseguía mantener a raya su sed por sangre humana, pero de algo estaba segura, jamás dañaría a su pequeña.
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Fue por esto que se detuvieron en más de una ocasión para que Bella se alimentase. Edward le advirtió que con una parada bastaría, pero ella haciendo uso de su exagerada preocupación, y porqué no decirlo obstinación, obligó a su esposo a detenerse por lo menos un par de veces más.
Edward sintió pena por los pobres cervatillos, y no es que él no se alimentase de estos. Sin embargo, aquello no significaba que no pensase en el medioambiente, y Bella claramente no se destacaba por poseer una sed fácil de saciar, aunque una sonrisa socarrona se situó en los labios del vampiro cuando recordó el nuevo elemento distractor que había descubierto para apaciguar el hambre de su esposa.
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Carne…
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Y es que el cuerpo de Edward era casi tan apetecible para Bella como lo era la sangre humana. En efecto, mucho más adictivo y exquisito que los insulsos animales.
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¡Espera! — gimió mi esposa, mientras aferraba con fuerza desmedida sus frágiles y pequeñas manos a mi brazo. El nerviosismo en ella era tan evidente como el amor que yo profesaba por su persona. Aún así simulé no notar nada.
— ¿Qué sucede, mi vida?
— No puedo presentarme frente a mi hija en estas fachas ¿Qué dirán tus padres? ¡Y Alice! Dios, había olvidado lo obsesiva que es tu hermana en lo referente a la ropa. ¡Y Renesmee!, ella no puede verme así, ¡se pensará que su madre es una salvaje!. Pero, ¿De queeme preocupo? ¡Si lo más obvio es que ella ni siquiera sospeche quien soy!
— Amor-
— No intentes convencerme de que todo estará bien, ni de que según tú me veo "hermosa", porque no conseguirás nada. Demonios, ¿En qué estaba pensando cuando te seguí hasta aquí?. ¡Santo cielo! Tal vez ya han oído nuestra discusión, pero que digo, ¡Alice lo ha de haber visto!.
— Bella-
— No, Edward, no insistas. ¿Es que no lo ves? Esto es demasiado irresponsable de mi parte, podría dañar a mi bebé. ¡La estoy poniendo en gran peligro al exponerla a mi presencia!
— ¡Isabella!— ¡al fin había conseguido captar su atención! Y es que la neófita de mi mujer no había reparado en que Carlie se encontraba a nuestra espalda. Obviamente Bella no había sentido sed alguna, dado que nuestra pequeña era mitad vampiro, mi esposa debería tener claro a estas alturas que jamás expondría a nuestra hija a un peligro innecesario, y el hecho de que mi hermana lo hubiese visto todo ayudaba de forma considerable a dar por hecho que el rencuentro entre ellas debería ser exitoso.
— Pero, Edward— mi niña continuaba replicando, pero esta vez la silencié con un beso.
— Calla. — musité contra su boca. Sin embargo, el jadeo de Carlie la alertó de que teníamos compañía. Lentamente separé nuestros labios y con una de mis manos acuné su rostro.
— Todo estará bien. — declaré sin apartar la mirada de sus ojos. Quería que viese en los míos que no había nada de que temer, que le hablaba desde lo más profundo de mi ser. Sólo anhelaba que comprendiese que jamás la haría pasar por una situación así de no estar seguro de que estaría todo bajo control.
Ceñí mis manos a su cintura y con pericia me ubiqué tras ella, escondiendo mi rostro en su cuello.
— No temas. — susurré en su oído. Pese a que su mirada se encontraba perdida en esos hipnóticos y celestiales luceros de tonalidad chocolate, sé que me oyó, ya que su manos se posaron sobre las mías, aumentando la presión de estas sobre su angosta cintura.
Su respiración se volvió entrecortada, y de haber sido humana hubiese jurado que ella se encontraba al borde de sufrir un paro cardiaco.
— Sigo siendo la adolescente insegura que no quería ir al baile.
— Y yo sigo siendo el vampiro egoísta que no se resistió a tus encantos.
— ¿Sabes que hacer en caso de que… las cosas no salgan bien, cierto? — Por supuesto que comprendía a que se refería. Sin embargo, jamás atentaría contra la vida de mi ángel, por la sencilla razón de que nada malo saldría de este encuentro. Alice lo había visto y yo, yo no podría estar más feliz por el hermoso futuro que nos esperaba por delante, juntos, los tres, como la familia que éramos.
— Sé muy bien que hacer, ¿Estás lista?
— En absoluto, pero ella me necesita… o eso quiero creer.
— ¡Por supuesto que te necesita! Eres su madre, yo sólo soy un pobre intento de adulto. Créeme, hasta un humano jugando a papás y mamás es superior a mis vanos intentos de comunicación con nuestra hija, y para serte sincero, en el último tiempo he sido bastante patético; si no fuera por mi familia…En fin, no hondeemos en detalles, estamos perdiendo un tiempo valioso.
— ¿Intentas distraerme?
— Depende. ¿Está funcionando?
— Para nada, sólo dame la mano ¿Está bien? No quiero que me vea como una extraña, aunque se que es lo más obvio, dada la situación.
¿Cómo negarle aquello? Si todo cuanto quería era estrecharla entre mis brazos y demostrarle cada milésima de segundo lo mucho que la necesitaba.
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Me limité a asentir y tomar su mano con dulzura, porque pese a que ahora ella fuese más fuerte que yo, continuaba siendo aquella mujer de la cual me enamoré, esa mezcla entre la niña dulce y frágil y la fuerza y valentía de esa fiera abrasadora. Yo no podía dejar de verla como el ángel que era, podrían llamarme idiota, ridículo y puede que incluso lo fuera, pero me parecía que en cualquier momento ella fuese a desaparecer, como si todo esto fuese obra de un masoquista sueño, la sensación de que Bella se quebraría en cualquier momento, o se desharía entre mis brazos era por decirlo menos aterradora. Sin embargo, hice caso omiso a mis miedos y me limité a rozar con mi pulgar su mano y encaminarla en dirección a la pequeña criatura que se encontraba envuelta en los brazos de Rosalie a escasos metros.
Bella desvió su mirada de la exquisita y cremosa piel de su pequeño angelito, como había decidido llamar a Renesmee. Sus ojos se apartaron de aquellos expresivos y hechizantes luceros marrones y dolió… Ya que vislumbrar semejante deidad era por decirlo menos sublime.
El rostro de su hija poseía tal nivel de hermosura que su aura gloriosa provocaba cierto nivel de adicción, los perfectos rizos de tonalidad cobriza que había heredado de su padre caían sobre sus angostos hombros como si de resortes se tratase, no ayudaban en nada a Bella en la difícil misión de inspeccionar el entorno.
Uno a uno los vampiros fueron haciendo acto de presencia. La nerviosa neófita se detuvo en seco cuando junto a Rosalie se mostró el enorme Emmett. Y es que nunca antes le pareció tan enorme ni tan fuerte, y porque no decirlo… también aterrador.
Las cicatrices que surcaban la nívea piel de Jasper no eran en absoluto opacadoras de la sublime belleza que poseía el chico de cabellos dorados. Sin embargo, eran una clara y amenazante advertencia de que el experimentado vampiro no sabía de luchas y batallas en vano.
Todos los Cullen se mostraban recelosos, y no es que desconfiasen de Bella, ni que apostasen contra Alice. Simplemente eran precavidos.
No podían permitirse errores. Bella jamás se perdonaría haber lastimado a su hija, ni siquiera un rasguño.
Fue por esto que todos quedaron en shock –Todos menos Alice quien lo había visto y Edward que lo había leído en su mente- E inclusive la mismísima Bella lo encontrada difícil de creer, cuando Carlie en un esfuerzo sobrehumano intentó soltarse de los brazos de su tía en vano, y movida por la desesperación y frustración se limitó a llorar y pedir a su madre que la socorriese.
"Mami" llamó la criatura, y la sonrisa en los labios de Edward y Alice no se hizo esperar.
"Mami" repitió su angelito y fue todo cuanto necesitó Isabella Cullen para correr a los brazos de su pequeña.
Y quiso llorar…
Más el escozor en sus ojos fue todo cuanto consiguió, ya que su naturaleza le privaba de aquella acción que nunca antes le resultó de vital importancia, al menos no como ahora.
Por extraño que parezca la desconfiada vampira no opuso resistencia cuando Bella extendió ambos brazos pidiéndole a su hija.
Renesmee no dejaba de moverse inquieta en los brazos de su tía. Y no fue hasta que sintió la familiar esencia que destilaba la piel de Bella que se dejó embargar por la calma. Y es que sólo en los brazos de su madre podría sentir tan sublime placer como del que estaba siendo presa ahora.
Enterró su rostro en el cabello de la criatura y disfruto de la calidez de esta.
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— Quiero creer que esto es real— musitó mi esposa con voz temblorosa.
Los pequeños bracitos de Carlie se aferraban con ímpetu y desesperación al cuello de mi ángel, y ni ella misma conseguía convencerse de que esto no era obra de un sueño.
Por mi parte yo no terminaba de dar crédito de nada, me encontraba absorto, carente de articular cualquier palabra, por minima que fuera.
Alguna vez oí decir a los humanos que la sangre llamaba… Nunca aquella frase tuvo más lógica para mí que en este instante. Ni la visión de mi hermana era suficiente para prepararme para un momento como este.
— Lo es. —afirmé, intentando que mi voz se mostrase serena, pero aquello fue en vano, ya que la emoción contenida era tal que de haber sido humano sé con certeza absoluta que hubiese estado llorando.
Mis brazos continuaban rodeando la cintura de Bella, el rostro de mi mujer se encontraba enterrado en los cabellos de mi pequeña, mientras que yo no dejaba de observar la escena casi como un espectador en vez de un participante.
Y es que la escena se me hacía íntima, me sentí tentado a separarme de mi esposa para permitirle disfrutar de este momento con nuestra hija a solas. Sin embargo, ella no me lo permitió, ya que cuando intenté separar mis manos de su cuerpo ella aumento la presión ejercida con sus pequeñas, pero extremadamente fuertes manos.
Aquello fue todo lo que necesite para quedarme ahí, sólo observando, disfrutando del maravilloso sabor del reencuentro, llorando sin llorar, de alegría, de emoción, disfrutando de la dulzura que emanaban las lágrimas de nuestro pequeño trocito del amor de ambos.
Nuestra hermosa hija, mitad de ella, mitad mía.
Deleitándonos con aquella pieza faltante del sublime rompecabezas que nos entregó el destinto.
Una existencia… No era vida, no era muerte, era mucho más allá de lo que las vanas palabras que nos ofrece el diccionario pudiesen explicar.
Esto lo era todo.
— ¿Estás lista?
— Siempre lo he estado. Sólo que ahora ya no seré Lois Lane, al fin me tocará ser Superman.
Sólo tenía miedo… Ya no más.
— Entonces… Supongo que ya no seré el León Morboso y masoquista.
— Oh, ¡Sí que lo eres!, Puedo traer mi disfraz de oveja cada vez que lo desees…
— No es que me entrometa en sus charlas pornográficas… pero hay niños presentes...
— ¡EMMETT!
FIN
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