Capitulo 7. Cielo azul
Edward llegó junto con la noche, en cuanto entró se acercó a mí y mis labios le dieron la bienvenida. Sus manos rápidamente bajaron por mi espalda hasta mi cintura, me acercó a él.
-Te amo demasiado –dijo sobre mis labios.
Su boca se volvió más exigente y sus besos más posesivos, sus manos encontraron un camino más suave debajo de mi blusa, sus dedos acariciando mi piel lentamente.
Me estremecí y él en respuesta me apretó más contra él.
-Te deseo, Bella –dijo su voz volviéndose más grave y sus ojos oscurecidos por la pasión-, mucho.
-Yo también –mi respuesta se escuchó como una especie de gemido.
Eso fue suficiente para él.
Me levantó en brazos y me llevó hasta su habitación. Despacio y con mucho cuidado, cómo si se tratara de una posesión muy preciada, me dejó sobre la cama. Dejé que mi lengua acariciara sus dientes, y sentí cómo sus colmillos crecían dentro de su boca, pasé mi lengua por uno y luego por otro.
Jadeó. Su control se quebró y rompió mi blusa. No quise quedarme atrás y prácticamente destrocé los botones de su camisa. La luz de la Luna se asomaba por la ventana, iluminando su cuerpo, era perfecto como si estuviera esculpido en mármol.
Sus labios se separaron de los míos y comenzaron a descender por mi cuello, cuando llegaron a mi hombro pude sentir sus colmillos enterrarse en mi piel. Una sensación de calor me recorrió de pies a cabeza.
-Bebe de mí –pidió separándose ligeramente.
Me incliné hacia él, acercando mis labios a su cuello. Lo sentí estremecerse cuando mis colmillos lograron atravesar su piel. Su sangre sabía deliciosa en mi boca.
-Te amo –repitió antes de volver a besarme, probando de nuestros labios la sangre mezclada.
Nos volvimos uno a la luz de la Luna.
Los dedos de Edward trazaban figuras a lo largo de mi espalda, su cuerpo y el mío permanecían cerca el uno del otro, cómo si no fueran capaces de separarse.
-Tengo otra reunión –dijo suspirando con tristeza-, aún estoy preocupado por la llegada de ese vampiro, y quiero asegurarme que todos estén enterados para estar preparados.
-¿En el noche eterna? –le pregunté.
Negó con la cabeza y luego suspiró.
-No quiero irme –admitió besando mi cuello-, no quiero dejarte ni un minuto.
-Pero tienes que hacerlo –completé por él.
El asintió, me regaló otro profundo beso y se levantó. Se vistió muy rápido.
Me sentí extrañamente fría y vacía al no tenerlo cerca y por la expresión en su rostro supe que también se sentía igual.
Se despidió de mí con otro beso y lo vi salir de la habitación.
De pronto me vino algo a la mente, y me puse mi pantalón, busqué otra blusa, una de color azul y me la puse. Tenía que ir al Noche Eterna.
Cuando salí de la mansión me sobresalté al encontrarme a Anthony y a Adam al pie de la entrada.
Los ojos del vampiro me seguían fijamente, los vi brillar en la oscuridad, siempre tenía la misma expresión cuando me miraba, sólo que ahora sabía lo que significaba.
-Bella –dijo lentamente, una sonrisa se dibujó en su rostro.
-¡Pequeña mía! –exclamó Adam acercándose a mí-. ¡Te ves hermosa esta noche!
-Gracias –contesté-. Uh… esto… ¿Por qué estás aquí?
-El rey licántropo me ordenó que volviera a ser tu protector –respondió con una sonrisa radiante-. Así que ¿A dónde tendré el placer de acompañarte esta noche?
-Tú no irás sólo con ella –replicó Anthony.
-Por desgracia –contestó Adam-, soy muy consciente de eso chupasangre.
Puse los ojos en blanco. El camino al Noche Eterna iba a ser más largo de lo que imaginaba.
Así fue, el camino consumido por el color negro, estuvo lleno de discusiones, réplicas y gruñidos, yo sólo intenté ignorarlos, lo que no fue nada fácil.
El bar, estaba casi solitario, no había muchos clientes esa noche. Supuse que la mayoría se encontrarían en la reunión que iba a tener Edward.
Busqué entre las chicas que rondaban las pocas mesas ocupadas, tratando de encontrar una melena rubia.
Pero fue ella quien me encontró a mí.
-¡Bella! –exclamó Kisha llegando hasta donde me encontraba. Observó con cierto recelo al vampiro y licántropo que estaban detrás de mí.
-Vine a verte –le dije. De todo el personal que trabajaba en el bar, era la única a la que extrañaba.
Una leve sonrisa se dibujó en su rostro, que muy pronto fue remplazada por una expresión de sorpresa mientras más me observaba.
-Oh –musitó-. ¡Eres un vampiro!
-Sí –contesté, aún cuando sabía que no había hecho una pregunta.
Quise preguntarle sobre ella, cuando noté su palidez, se veía completamente agotada, y podía percibir el olor a sangre emanando de su cuello, había alimentando a alguien recientemente. Ignorando su quejido, le retiré el listón negro que cubría su piel y vi con horror unas marcas de colmillos, pero la herida había sido hecha con mucha brusquedad.
-¿Quién te hizo eso? –casi rugí de rabia.
-Estaré bien –ella replicó nerviosa, sus dedos temblorosos volvieron a colocar el listón en su lugar-, no te preocupes.
-Dime –insistí.
Los ojos de Kisha se dirigieron hasta una mesa del fondo, donde tres vampiros hablaban bastante animados.
-¿Cuál?
-El que lleva la camisa azul –dijo-, pero…
No escuché nada más, corrí hasta el vampiro y lo tomé de la camisa.
-Bella –escuché que Anthony y Adam me llamaban.
Los ignoré.
-La vuelves a tocar y te arrepentirás –lo amenacé. Mis colmillos se extendieron y creí escuchar un gruñido salir de mi garganta.
-Lo siento, mi reina –respondió inmediatamente. No supe si en realidad lo había intimidado o era porque yo me había convertido en su reina. No me importó.
Lo solté con brusquedad.
-Nunca volverá a suceder –dijo haciendo una inclinación.
Alguien silbó detrás de mí.
-Nunca creí que fuera a decir esto de un vampiro –comenzó Adam observándome fijamente-, pero esos colmillos se ven tan sexys en ti. No me importaría ser mordido por ti, Bella.
Me risa se ahogó cuando me encontré con la mirada de Anthony, sus ojos se habían oscurecido y su mirada pesaba sobre mí.
-Ni a mí –dijo con la voz ligeramente enronquecida.
Adam frunció el ceño, lo miró con repentino desprecio.
Afortunadamente Kisha llegó en ese momento y se lanzó a mis brazos, sus lágrimas acariciaron mis mejillas.
-Gracias –sollozó contra mí.
-Me esperan afuera –les pedí a mis protectores, esperando que no comenzaran a pelear en la calle.
Ambos asintieron y salieron.
Me dirigí a los camerinos con Kisha.
Ella me contó todas sus penas cuando estuvimos solas. Al parecer el vampiro estúpido venía muy seguido al bar y la acosaba, ella siendo simplemente humana se dejaba intimidar por él. Sentí cómo mi malhumor regresaba.
La abracé.
-Cuando tengas otro problema sólo llámame ¿de acuerdo?
Ella asintió.
-¿Por qué te llamó así? –preguntó después de un rato.
-¿De qué hablas?
-El vampiro, te llamó reina.
Me mordí el labio.
-¡Porque es la maldita reina de los vampiros! –exclamó Ashery al entrar-. ¿Quién lo diría?
-¿Lo eres? –me preguntó Kisha asombrada.
-Sí.
-¡Zorra! –Ashery me observó con odio-. ¡Ese iba a ser mi puesto! ¡Maldita perra!
Fruncí el ceño.
-No le hagas caso –me dijo Kisha.
Ashery soltó otra maldición y azotó la puerta antes de irse.
Suspiré, después de todo, mi visita al Noche Eterna había sido más divertida de lo que había imaginado.
El sol salió, y a pesar de la repulsión que sentía a su luz, tuve una extraña necesidad de salir. La casa, a pesar de su amplitud, me pareció demasiado sofocante, necesitaba un lugar en el que olvidara todos los problemas que me aquejaban.
Así que, tras dejar que una bocanada de aire llegara a mis pulmones, me enfrenté al exterior.
Las calles estaban llenas de humanos y licántropos, lo cuales me dirigían una inclinación de cabeza al verme pasar.
Miré detenidamente los edificios, hasta que vislumbré algo verde, llegué a un parque. Me senté en el pasto, al cobijo de un árbol, que no me protegía mucho del sol, pero su sombra me hizo sentir mejor. Observé con una sonrisa el colorido del lugar, el verde de la hierba, los distintos tonos de las flores y el azul, que ese día cubría el cielo.
Una rosa roja se atravesó en mi campo de visión, sostenida por un musculoso brazo, sin saber lo que hacía la tomé.
Cuando vi a Ruslan sentado a mi lado, me puse de pie de un salto.
-¿Qué… por qué…?
-No puedo acercarme a ti por la noche, estás rodeada de guardianes –contestó-, así que decidí verte de día.
Solté la flor, él la atrapó antes de que cayera al suelo.
-¿No te gustó? –preguntó viéndose triste-. ¿Entonces no te gustó mi regalo de la otra noche?
-No aceptar regalos del enemigo –dije-. ¿No has escuchado eso?
Se río.
-Sigues con eso ¿eh?
Lo fulminé con la mirada y me di la vuelta.
Sentí su mano en mi muñeca y me sobresalté.
-Hermosa reina –dijo poniéndose enfrente de mí-. Observa a tu alrededor, es de día estamos rodeados de personas. ¿Crees que si yo tuviera intenciones de dañarte, lo haría en un lugar como este?
Negué con la cabeza.
-¿Qué quieres? –le pregunté.
Ruslan sonrió.
-Primero que aceptes mi regalo –extendió la flor hacia mí.
Con un resoplido la tomé.
-¿Es todo? –pregunté-. Bien
Tomó mi mano antes de que pudiera alejarme.
-No, ya sabes que mi intención es demostrar las buenas intenciones del clan ruso –continuó-, pero sé que no lo voy a conseguir, por lo menos no hoy. Pero te pido me concedas el honor de acompañarte esta mañana.
-No –dije tirando de mi brazo, que se sentía tan pesado. Al igual que la noche me daba energía el sol me la quitaba, Alice me había dicho que me afectaba más a mí por haberme convertido recientemente.
El se sentó, bajo la sombra del árbol, sin soltar mi mano. Tiró levemente de ella.
-Déjame demostrarte que puedes estar segura a mi lado.
Me sentí tan cansada y de pronto con tanto anhelo por la sombra que lo cubría, que para mi propia sorpresa me vi dejándome caer junto a él, pero a una distancia segura.
El se río de mi comportamiento.
-Hermosa reina –dijo Ruslan-, te ves agotada –extendió los brazos hacia mí-, puedo servirte de respaldo, así te sentirás más cómoda.
Me retiré un poco más.
-¿Cuándo vuelves a Rusia? –le pregunté.
-¿Nunca te rindes? –Ruslan sonrió.
-No –contesté-, al igual que tú.
-Muy cierto –observó-, no me iré hasta que confíes en mí, ya te dije.
-No confiaré en ti hasta que te vayas –repliqué.
-Bien –dijo. Sus hombros se agitaron, lo escuché soltar una carcajada.
-¡Bien! –resoplé enojada. Una parte de mí se estremeció, pensando en que mis problemas iban a aumentar.
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Capitulo 8. Filo de Plata
Observé el sol con recelo, sus rayos se filtraban en las ramas del árbol buscando alguna forma de llegar hasta mí. Levanté mi brazo para cubrir mis ojos, pero no pareció suficiente. Con una sacudida de cabeza decidí que lo mejor sería regresar a la casa.
Pero antes de poder levantarme el brazo de Ruslan me jaló, y mi cabeza cayó en su pecho, con un movimiento elegante nos cubrió con su chaqueta.
-Mejor ¿no? –dijo arqueando una ceja.
Resoplé, negando con la cabeza. Molesta porque tenía razón, un poco más de oscuridad siempre ayudaba.
-No –dije en cambio. Salí de la protección de la chaqueta y se la tiré encima.
Lo escuché reírse debajo de ella.
-No puedo contigo.
-Qué bueno que ya lo comprendiste –contesté antes de ponerme de pie.
El siguió mi ejemplo, me tomó de los hombros y me giró para que lo viera.
-Hermosa reina –dijo suavemente-. ¿Por qué huyes de mí?
Suspiré.
-Déjame ir –luché porque mi mano quedara libre.
-De acuerdo –aceptó-, por hoy.
Puso una mano detrás de su espalda y cuando la volvió a mostrar vi que sostenía otra rosa roja. Esta vez no me la dio, se inclinó hacia mí y la acomodó detrás de mi oreja.
-¿De dónde sacas tantas flores? –le pregunté.
El sonrió y me guiñó un ojo.
-Un secreto –murmuró.
Me sacudí la mano que tenía sobre mi hombro y me alejé de él.
-Hasta pronto –lo escuché musitar detrás de mi-, mi hermosa.
Fruncí el ceño, queriendo discutir sobre esa nueva forma de referirse a mí. Me detuve y giré la cabeza, pero al voltear atrás no vi a nadie. Se había ido.
La noche llegó con tristeza para mí, pues Edward no regresaba. Alice al verme preocupada, me dijo que probablemente seguiría ocupado.
-No puede estar sin ti mucho tiempo –afirmó ella sonriendo-, va a regresar pronto.
Con un suspiro, me dirigí hacia la puerta, dispuesta a disfrutar de la oscuridad que cubría el cielo.
Vi a mis protectores esperándome y sonreí al verlos, me sentía más tranquila cuando ellos estaban junto a mí.
-¿Qué tienes en mente para esta noche? –preguntó Adam alzando las cejas provocativamente-. Porque a mí se me ocurren muchas cosas… divertidas, que podríamos hacer tu y yo.
Me reí.
-No lo creo –dije.
-Por lo menos lo intenté –comentó encogiéndose de hombros.
-No quiero hacer nada –comencé-, sólo quería caminar un rato.
Anthony se acercó y besó mi mano.
-Entonces, vamos –dijo.
La caminata fue tranquila y silenciosa, lo que me extrañó, ya que Anthony y Adam no soportan mucho tiempo sin pelearse. Me alegré creyendo que iba a ser una noche sin problemas.
Cuando regresamos a la mansión supe que me había una falsa ilusión.
Alice estaba en el umbral de la puerta, Carlisle, Esme, Rosalie y Emmett estaban afuera del otro lado, separados por una considerable distancia. Todos observando lo que había a sus pies. Sin quedarme atrás dejé que mi mirada siguiera la de ellos y me asombré con lo que vi.
Cómo una reluciente alfombra rojo sangre, cientos de rosas rodeaban la entrada.
-¿Para quién serán? –preguntó Rosalie, maravillada por las flores.
Instintivamente di un paso atrás.
-Miren aquí hay algo –Alice se inclinó y tomó un trozo de papel blanco. Lo desdobló y comenzó a leer:- Mi hermosa reina ¿Cuándo me darás una oportunidad?
Todas las miradas se posaron en mí.
-Un admirador –comentó Emmett que parecía divertido-, a Edward no le va a gustar nada eso.
-No es un… -comencé a replicar pero Carlisle me interrumpió.
-Hace muchos años cuando un hombre le quería demostrar su afecto a una mujer siempre lo hacía por medio de flores –dijo-, las rojas significaban el amor eterno.
Carlisle le dirigió una sonrisa a Esme y la cara de ella se iluminó, probablemente la declaración de él había sido con rosas.
Emmett parecía estar a punto de estallar en risas.
-¡No significan eso! –repliqué. Lo estaban malinterpretando todo.
-¿Quién firma? –preguntó Rosalie haciendo caso omiso de mis palabras.
-Ruslan –contestó Alice.
-El vampiro ruso –dijo Anthony detrás de mí, su expresión estaba completamente seria.
-Sólo quiere convencerme de que tiene buenas intenciones –insistí.
-Ya veo que tiene muy buenas intenciones contigo –dijo Emmett observando todas las rosas-, aunque no creo que mi hermano opine lo mismo.
-No es lo que piensan –repliqué.
-¡Ya quiero ver la cara de mi hermano! –exclamó Emmett.
Jasper salió un poco después y escuché cómo Alice le explicaba todo muy rápidamente.
Rosalie me miró de forma suplicante.
-Puedes llevarte las que quieras –dije-, y tú también Esme –añadí poco después.
La mirada de Jasper se dirigió a mis espaldas, donde estaban Anthony y Adam, y luego a mí. Sus ojos observaban atentamente como si estuvieran analizando algo.
Se inclinó hacia Alice y le susurró algo al oído, muy rápido y con un volumen casi nulo. Ella asintió y sus ojos siguieron la ruta que habían tomado los de él.
Me despedí de mis protectores y ellos se desvanecieron en la oscuridad. Los Cullen subieron a sus habitaciones a excepción de Alice.
-Debemos tener mucho cuidado con ese vampiro ruso –me dijo.
Me mordí el labio. Insegura sobre confesarle las veces que lo había visto.
-Lo sé –contesté-, no confío en él.
Ella se vio más tranquila tras escuchar mis palabras.
-Bella, se que tienes más problemas de los que me cuentas –dijo después de un rato-, y sé que es sobre tus protectores.
-Sí –admití.
Le conté todo lo que me había dicho Anthony.
-El licántropo también está enamorado de ti.
-No, Adam no… él siempre… él sólo bromea…
-Jasper me lo dijo, no hay error –replicó ella con seguridad.
-Pero…
-Jasper puede saber todo lo que siente cualquier persona que está a su alrededor –me interrumpió Alice-. Me dijo que ellos te aman profundamente.
Enterré la cara en mis manos, esto no podía estar pasando.
La conversación con Alice me había dejado aturdida. Cuando la mañana llegó decidí olvidar todo por un momento. Estaba preocupada por Kisha y quería hacerle una visita, pero no quería ir sola. Marqué el teléfono de Lissa y le pedí que viniera a la mansión por mí.
Otro día con sol al que iba a exponerme.
-¿A dónde vamos? –me preguntó entusiasmada cuando me subí al auto.
-Quiero visitar a una amiga –respondí.
Ella arqueó las cejas, queriendo más información, como siempre.
Tras un suspiro le conté la situación de Kisha.
-La chica que tuvo el accidente de auto –recordó Lissa.
Asentí.
Lissa sonrió.
-Si ese es el caso, entonces vamos –dijo.
-Gracias –contesté.
No me gustó el edificio donde vivía Kisha, el lugar se veía bastante solo y desgastado, incluso estaba en peores condiciones que mi departamento anterior. A pesar del día, las calles se veían deshabitadas.
Después de unos cuantos golpes leves, la melena rubia de Kisha se asomó por la puerta.
-Bella –vi la expresión sorprendida cuando me reconoció.
No hubo necesidad de presentarlas.
-Soy Lissa –dijo ella-, amiga de Bella. Venimos a sacarte un rato, no se… ¿a tomar un café? ¿Un té helado? ¿Qué te gusta?
Kisha parpadeó confundida por la rápida forma de hablar de Lissa.
Me reí.
-Lissa más despacio –le dije, me dirigí a Kisha-, ¿Quieres salir un rato?
Ella sonrió.
-Sí.
-Mira a quien tenemos aquí –dijo una vos molestamente familiar-, a la zorra que quería ver.
Ashery se nos unión en el pasillo.
-¿Ella es tu vecina? –le pregunté a Kisha.
Ella asintió.
-¿Quién es ella? –intervino Lissa observando con desprecio a Ashery.
-No te metas pecosa –escupió Ashery.
-No es nadie –dije.
-De acuerdo –Lissa hizo una vuelta teatral, quedando de espaldas a Ashery.
Kisha tomó su bolsa y salió del departamento. Las tres bajamos las escaleras ignorando a la chica quejumbrosa que nos seguía.
-¡Escúchame! –exigió con ira-. ¡Te odio! ¡Me esforcé tanto por llegar a ser reina! ¡No puedes llegar tú y arrebatármelo!
-Es oficial, está loca –comentó Lissa.
Cuando la luz del sol me dio en la cara, me sentí agotada, Alice me había dicho que con los años esa sensación iba a disminuir, esperaba que así fuera.
-Estúpida –continuó Ashery-, eres una…
Cansada de escuchar tanto insulto, me di la vuelta. Lo siguiente que ella hizo no me lo esperaba, y no pude reaccionar rápidamente porque mis reflejos se habían ralentizado gracias a los rayos solares.
Sentí algo enterrarse en mis costillas, algo filoso y que me provocó un ardor terrible. Miré hacia abajo y vi el asa de un cuchillo sobresalir de mi abdomen, mi blusa y mi pantalón se comenzaron a empapar de líquido rojo.
Lissa gritó mi nombre.
-¡Te lo mereces perra! –siseó Ashery antes de correr.
Escuché un rugido, luego un grito de dolor se escapó de los labios de Ashery, no había llegado muy lejos. Comenzó a chillar, algo se quebró y su grito se esfumó en el aire.
Entonces el mundo se inclinó ante mis ojos y caí. Pero no llegué al suelo, unos fuertes brazos me sostuvieron y reconocí el rostro de Ruslan.
-Mi hermosa –dijo suavemente-, siento mucho lo que voy a hacer porque va a doler.
Estaba débil, herida y no podía defenderme, por un momento pensé que iba a terminar de matarme.
Hasta que sentí el dolor del cuchillo cuando salió de mi cuerpo. Grité.
-Los vampiros se curan rápido –escuché la voz de Lissa cerca-. ¿Se va a curar verdad?
-No cuando el arma está hecha de plata –contestó Ruslan si dejar de mirarme-, para que su cuerpo pueda sanarse solo necesita mucha sangre.
Me estremecí de dolor.
El vampiro me estrechó suavemente contra su cuerpo.
-El dolor va a terminar pronto –prometió acariciando mi cabello con gentileza. Inclinó su cabeza hacia mí, de manera que mi boca tuviera vía libre hacia su cuello-. Muerde.
Aún cuando la sensación de dolor me inundaba, dudé.
-No hay tiempo para eso –dijo, con su acento más marcado-, necesitas sangre ahora.
Mi cuerpo, tras otro espasmo de dolor, me hizo notar lo mucho que la necesitaba y mi garganta comenzó a arder, exigiendo el delicioso líquido vital.
Lo mordí.
La sangre entró como una ola de cálido alivio a mi cuerpo. No podía detenerme, cada vez que pasaba por mi boca, sentía que el dolor disminuía. Pude sentir cuando mi herida comenzó a cicatrizar sola.
Sus manos se deslizaron por mi espalda rítmicamente.
-Vas a estar bien –lo escuché decir, casi podía decir por el tono en que lo hizo, que estaba muy contento por eso.
Cuando sentí que era suficiente, me separé de él.
Los ojos de Ruslan revelaron su cansancio, y su respiración era agitada. Había tomado demasiado de él.
-Lo siento –musité.
El sonrió.
-No te preocupes por mí –dijo, se inclinó y dejó que sus labios descansaran sobre mi frente-, lo más importante es que tú te recuperarás.
A pesar de su agotamiento, sus brazos seguían sosteniéndome firmemente.
-Ya puedes soltarme –le dije. Me sentía mejor, aún no me sentía con la suficiente fuerza para ponerme de pie, pero quería dejarlo descansar.
El se rió, ignoró mis palabras y me abrazó con más fuerza.
-No quiero –replicó-, es la primera vez que me permites estar así de cerca de ti y no pienso desperdiciar esta preciosa oportunidad.
Me hubiera reído, si mi cuerpo no estuviera recuperando su energía, en cambio le ofrecí una sonrisa.
-¿Estás bien? –preguntó Kisha preocupada. Ella y Lissa se inclinaron hacia mí.
-Mejor –admití.
-¿Quieres que te lleve a la mansión? –preguntó Lissa me ofreció su mano, para ayudarme a ponerme de pie.
Los brazos de Ruslan se reacomodaron a mi alrededor, más posesivamente.
-Yo puedo llevarla –dijo.
-Mejor vuelvan a sus casas –les sugerí a mis amigas.
-¿Qué hacemos con… -Lissa me vio, insegura-… el cuerpo de Ashery?
-¿La mataste? –le pregunté al vampiro que me tenía en brazos.
-Ella te hizo daño –dijo con ira contenida-, no podía perdonarla por eso.
Aún cuando sabía que ella era en cierta forma culpable de su muerte, no podía evitar sentir un poco de pena por ella.
-Déjenla ahí –les dije. La policía la encontraría y en cuanto supieran que había sido asesinada por un vampiro, dejarían de investigar. Los humanos estaban demasiado intimidados por ellos.
Un gruñido llenó el aire. Sentí a Ruslan desvanecerse de mi lado. Lo vi volar varios metros y aterrizar con fuerza sobre el suelo, todo esto al tiempo que yo caía en otros brazos.
-¿Qué le has hecho? –rugió Adam.
-El me salvó –dije.
Ruslan se levantó con dificultad y observó al licántropo con desprecio.
-No le haría daño –aseguró.
La mirada de Adam bajó a mi rostro, observándome con preocupación.
-¿Estás bien, pequeña mía?
-Sí –contesté.
-Te amo, pequeña mía –me besó una mejilla-, te amo. ¿Qué puedo hacer por ti?
Aunque ya me lo había dicho Alice, no pude evitar sorprenderme por sus palabras.
-Sólo llévame a la mansión –musité.
Vi a mis amigas despedirse de mí. Kisha subió a su departamento, mientras que Lissa se subió a su auto.
-Ya no te necesitamos –dijo Adam a Ruslan.
-Iré a donde ella vaya –el vampiro ruso le mostró sus colmillos.
Adam frunció el ceño, pude notar su enojo.
-Deja que nos acompañe –le pedí-, después de todo el me salvó.
A regañadientes el licántropo accedió.
-Andando chupasangre –dijo.
martes, 23 de febrero de 2010
Corona Escarlata
Publicado por Angel of the dark en 10:27
Etiquetas: Corona Escarlata
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