Dark Chat

martes, 23 de febrero de 2010

Corona Escarlata

Capitulo 7. Cielo azul

Edward llegó junto con la noche, en cuanto entró se acercó a mí y mis labios le dieron la bienvenida. Sus manos rápidamente bajaron por mi espalda hasta mi cintura, me acercó a él.


-Te amo demasiado –dijo sobre mis labios.


Su boca se volvió más exigente y sus besos más posesivos, sus manos encontraron un camino más suave debajo de mi blusa, sus dedos acariciando mi piel lentamente.


Me estremecí y él en respuesta me apretó más contra él.


-Te deseo, Bella –dijo su voz volviéndose más grave y sus ojos oscurecidos por la pasión-, mucho.


-Yo también –mi respuesta se escuchó como una especie de gemido.


Eso fue suficiente para él.


Me levantó en brazos y me llevó hasta su habitación. Despacio y con mucho cuidado, cómo si se tratara de una posesión muy preciada, me dejó sobre la cama. Dejé que mi lengua acariciara sus dientes, y sentí cómo sus colmillos crecían dentro de su boca, pasé mi lengua por uno y luego por otro.


Jadeó. Su control se quebró y rompió mi blusa. No quise quedarme atrás y prácticamente destrocé los botones de su camisa. La luz de la Luna se asomaba por la ventana, iluminando su cuerpo, era perfecto como si estuviera esculpido en mármol.


Sus labios se separaron de los míos y comenzaron a descender por mi cuello, cuando llegaron a mi hombro pude sentir sus colmillos enterrarse en mi piel. Una sensación de calor me recorrió de pies a cabeza.


-Bebe de mí –pidió separándose ligeramente.


Me incliné hacia él, acercando mis labios a su cuello. Lo sentí estremecerse cuando mis colmillos lograron atravesar su piel. Su sangre sabía deliciosa en mi boca.


-Te amo –repitió antes de volver a besarme, probando de nuestros labios la sangre mezclada.


Nos volvimos uno a la luz de la Luna.


Los dedos de Edward trazaban figuras a lo largo de mi espalda, su cuerpo y el mío permanecían cerca el uno del otro, cómo si no fueran capaces de separarse.


-Tengo otra reunión –dijo suspirando con tristeza-, aún estoy preocupado por la llegada de ese vampiro, y quiero asegurarme que todos estén enterados para estar preparados.


-¿En el noche eterna? –le pregunté.


Negó con la cabeza y luego suspiró.


-No quiero irme –admitió besando mi cuello-, no quiero dejarte ni un minuto.


-Pero tienes que hacerlo –completé por él.


El asintió, me regaló otro profundo beso y se levantó. Se vistió muy rápido.


Me sentí extrañamente fría y vacía al no tenerlo cerca y por la expresión en su rostro supe que también se sentía igual.


Se despidió de mí con otro beso y lo vi salir de la habitación.


De pronto me vino algo a la mente, y me puse mi pantalón, busqué otra blusa, una de color azul y me la puse. Tenía que ir al Noche Eterna.


Cuando salí de la mansión me sobresalté al encontrarme a Anthony y a Adam al pie de la entrada.


Los ojos del vampiro me seguían fijamente, los vi brillar en la oscuridad, siempre tenía la misma expresión cuando me miraba, sólo que ahora sabía lo que significaba.


-Bella –dijo lentamente, una sonrisa se dibujó en su rostro.


-¡Pequeña mía! –exclamó Adam acercándose a mí-. ¡Te ves hermosa esta noche!


-Gracias –contesté-. Uh… esto… ¿Por qué estás aquí?


-El rey licántropo me ordenó que volviera a ser tu protector –respondió con una sonrisa radiante-. Así que ¿A dónde tendré el placer de acompañarte esta noche?


-Tú no irás sólo con ella –replicó Anthony.


-Por desgracia –contestó Adam-, soy muy consciente de eso chupasangre.


Puse los ojos en blanco. El camino al Noche Eterna iba a ser más largo de lo que imaginaba.


Así fue, el camino consumido por el color negro, estuvo lleno de discusiones, réplicas y gruñidos, yo sólo intenté ignorarlos, lo que no fue nada fácil.


El bar, estaba casi solitario, no había muchos clientes esa noche. Supuse que la mayoría se encontrarían en la reunión que iba a tener Edward.


Busqué entre las chicas que rondaban las pocas mesas ocupadas, tratando de encontrar una melena rubia.


Pero fue ella quien me encontró a mí.


-¡Bella! –exclamó Kisha llegando hasta donde me encontraba. Observó con cierto recelo al vampiro y licántropo que estaban detrás de mí.


-Vine a verte –le dije. De todo el personal que trabajaba en el bar, era la única a la que extrañaba.


Una leve sonrisa se dibujó en su rostro, que muy pronto fue remplazada por una expresión de sorpresa mientras más me observaba.


-Oh –musitó-. ¡Eres un vampiro!


-Sí –contesté, aún cuando sabía que no había hecho una pregunta.


Quise preguntarle sobre ella, cuando noté su palidez, se veía completamente agotada, y podía percibir el olor a sangre emanando de su cuello, había alimentando a alguien recientemente. Ignorando su quejido, le retiré el listón negro que cubría su piel y vi con horror unas marcas de colmillos, pero la herida había sido hecha con mucha brusquedad.


-¿Quién te hizo eso? –casi rugí de rabia.


-Estaré bien –ella replicó nerviosa, sus dedos temblorosos volvieron a colocar el listón en su lugar-, no te preocupes.


-Dime –insistí.


Los ojos de Kisha se dirigieron hasta una mesa del fondo, donde tres vampiros hablaban bastante animados.


-¿Cuál?


-El que lleva la camisa azul –dijo-, pero…


No escuché nada más, corrí hasta el vampiro y lo tomé de la camisa.


-Bella –escuché que Anthony y Adam me llamaban.


Los ignoré.


-La vuelves a tocar y te arrepentirás –lo amenacé. Mis colmillos se extendieron y creí escuchar un gruñido salir de mi garganta.


-Lo siento, mi reina –respondió inmediatamente. No supe si en realidad lo había intimidado o era porque yo me había convertido en su reina. No me importó.


Lo solté con brusquedad.


-Nunca volverá a suceder –dijo haciendo una inclinación.


Alguien silbó detrás de mí.


-Nunca creí que fuera a decir esto de un vampiro –comenzó Adam observándome fijamente-, pero esos colmillos se ven tan sexys en ti. No me importaría ser mordido por ti, Bella.


Me risa se ahogó cuando me encontré con la mirada de Anthony, sus ojos se habían oscurecido y su mirada pesaba sobre mí.


-Ni a mí –dijo con la voz ligeramente enronquecida.


Adam frunció el ceño, lo miró con repentino desprecio.


Afortunadamente Kisha llegó en ese momento y se lanzó a mis brazos, sus lágrimas acariciaron mis mejillas.


-Gracias –sollozó contra mí.


-Me esperan afuera –les pedí a mis protectores, esperando que no comenzaran a pelear en la calle.


Ambos asintieron y salieron.


Me dirigí a los camerinos con Kisha.


Ella me contó todas sus penas cuando estuvimos solas. Al parecer el vampiro estúpido venía muy seguido al bar y la acosaba, ella siendo simplemente humana se dejaba intimidar por él. Sentí cómo mi malhumor regresaba.


La abracé.


-Cuando tengas otro problema sólo llámame ¿de acuerdo?


Ella asintió.


-¿Por qué te llamó así? –preguntó después de un rato.


-¿De qué hablas?


-El vampiro, te llamó reina.


Me mordí el labio.


-¡Porque es la maldita reina de los vampiros! –exclamó Ashery al entrar-. ¿Quién lo diría?


-¿Lo eres? –me preguntó Kisha asombrada.


-Sí.


-¡Zorra! –Ashery me observó con odio-. ¡Ese iba a ser mi puesto! ¡Maldita perra!


Fruncí el ceño.


-No le hagas caso –me dijo Kisha.


Ashery soltó otra maldición y azotó la puerta antes de irse.


Suspiré, después de todo, mi visita al Noche Eterna había sido más divertida de lo que había imaginado.


El sol salió, y a pesar de la repulsión que sentía a su luz, tuve una extraña necesidad de salir. La casa, a pesar de su amplitud, me pareció demasiado sofocante, necesitaba un lugar en el que olvidara todos los problemas que me aquejaban.


Así que, tras dejar que una bocanada de aire llegara a mis pulmones, me enfrenté al exterior.


Las calles estaban llenas de humanos y licántropos, lo cuales me dirigían una inclinación de cabeza al verme pasar.


Miré detenidamente los edificios, hasta que vislumbré algo verde, llegué a un parque. Me senté en el pasto, al cobijo de un árbol, que no me protegía mucho del sol, pero su sombra me hizo sentir mejor. Observé con una sonrisa el colorido del lugar, el verde de la hierba, los distintos tonos de las flores y el azul, que ese día cubría el cielo.


Una rosa roja se atravesó en mi campo de visión, sostenida por un musculoso brazo, sin saber lo que hacía la tomé.


Cuando vi a Ruslan sentado a mi lado, me puse de pie de un salto.


-¿Qué… por qué…?


-No puedo acercarme a ti por la noche, estás rodeada de guardianes –contestó-, así que decidí verte de día.


Solté la flor, él la atrapó antes de que cayera al suelo.


-¿No te gustó? –preguntó viéndose triste-. ¿Entonces no te gustó mi regalo de la otra noche?


-No aceptar regalos del enemigo –dije-. ¿No has escuchado eso?


Se río.


-Sigues con eso ¿eh?


Lo fulminé con la mirada y me di la vuelta.


Sentí su mano en mi muñeca y me sobresalté.


-Hermosa reina –dijo poniéndose enfrente de mí-. Observa a tu alrededor, es de día estamos rodeados de personas. ¿Crees que si yo tuviera intenciones de dañarte, lo haría en un lugar como este?


Negué con la cabeza.


-¿Qué quieres? –le pregunté.


Ruslan sonrió.


-Primero que aceptes mi regalo –extendió la flor hacia mí.


Con un resoplido la tomé.


-¿Es todo? –pregunté-. Bien


Tomó mi mano antes de que pudiera alejarme.


-No, ya sabes que mi intención es demostrar las buenas intenciones del clan ruso –continuó-, pero sé que no lo voy a conseguir, por lo menos no hoy. Pero te pido me concedas el honor de acompañarte esta mañana.


-No –dije tirando de mi brazo, que se sentía tan pesado. Al igual que la noche me daba energía el sol me la quitaba, Alice me había dicho que me afectaba más a mí por haberme convertido recientemente.


El se sentó, bajo la sombra del árbol, sin soltar mi mano. Tiró levemente de ella.


-Déjame demostrarte que puedes estar segura a mi lado.


Me sentí tan cansada y de pronto con tanto anhelo por la sombra que lo cubría, que para mi propia sorpresa me vi dejándome caer junto a él, pero a una distancia segura.


El se río de mi comportamiento.


-Hermosa reina –dijo Ruslan-, te ves agotada –extendió los brazos hacia mí-, puedo servirte de respaldo, así te sentirás más cómoda.


Me retiré un poco más.


-¿Cuándo vuelves a Rusia? –le pregunté.


-¿Nunca te rindes? –Ruslan sonrió.


-No –contesté-, al igual que tú.


-Muy cierto –observó-, no me iré hasta que confíes en mí, ya te dije.


-No confiaré en ti hasta que te vayas –repliqué.


-Bien –dijo. Sus hombros se agitaron, lo escuché soltar una carcajada.


-¡Bien! –resoplé enojada. Una parte de mí se estremeció, pensando en que mis problemas iban a aumentar.


*********************************************************************************************


Capitulo 8. Filo de Plata


Observé el sol con recelo, sus rayos se filtraban en las ramas del árbol buscando alguna forma de llegar hasta mí. Levanté mi brazo para cubrir mis ojos, pero no pareció suficiente. Con una sacudida de cabeza decidí que lo mejor sería regresar a la casa.


Pero antes de poder levantarme el brazo de Ruslan me jaló, y mi cabeza cayó en su pecho, con un movimiento elegante nos cubrió con su chaqueta.


-Mejor ¿no? –dijo arqueando una ceja.


Resoplé, negando con la cabeza. Molesta porque tenía razón, un poco más de oscuridad siempre ayudaba.


-No –dije en cambio. Salí de la protección de la chaqueta y se la tiré encima.


Lo escuché reírse debajo de ella.


-No puedo contigo.


-Qué bueno que ya lo comprendiste –contesté antes de ponerme de pie.


El siguió mi ejemplo, me tomó de los hombros y me giró para que lo viera.


-Hermosa reina –dijo suavemente-. ¿Por qué huyes de mí?


Suspiré.


-Déjame ir –luché porque mi mano quedara libre.


-De acuerdo –aceptó-, por hoy.


Puso una mano detrás de su espalda y cuando la volvió a mostrar vi que sostenía otra rosa roja. Esta vez no me la dio, se inclinó hacia mí y la acomodó detrás de mi oreja.


-¿De dónde sacas tantas flores? –le pregunté.


El sonrió y me guiñó un ojo.


-Un secreto –murmuró.


Me sacudí la mano que tenía sobre mi hombro y me alejé de él.


-Hasta pronto –lo escuché musitar detrás de mi-, mi hermosa.


Fruncí el ceño, queriendo discutir sobre esa nueva forma de referirse a mí. Me detuve y giré la cabeza, pero al voltear atrás no vi a nadie. Se había ido.


La noche llegó con tristeza para mí, pues Edward no regresaba. Alice al verme preocupada, me dijo que probablemente seguiría ocupado.


-No puede estar sin ti mucho tiempo –afirmó ella sonriendo-, va a regresar pronto.


Con un suspiro, me dirigí hacia la puerta, dispuesta a disfrutar de la oscuridad que cubría el cielo.


Vi a mis protectores esperándome y sonreí al verlos, me sentía más tranquila cuando ellos estaban junto a mí.


-¿Qué tienes en mente para esta noche? –preguntó Adam alzando las cejas provocativamente-. Porque a mí se me ocurren muchas cosas… divertidas, que podríamos hacer tu y yo.


Me reí.


-No lo creo –dije.


-Por lo menos lo intenté –comentó encogiéndose de hombros.


-No quiero hacer nada –comencé-, sólo quería caminar un rato.


Anthony se acercó y besó mi mano.


-Entonces, vamos –dijo.


La caminata fue tranquila y silenciosa, lo que me extrañó, ya que Anthony y Adam no soportan mucho tiempo sin pelearse. Me alegré creyendo que iba a ser una noche sin problemas.


Cuando regresamos a la mansión supe que me había una falsa ilusión.


Alice estaba en el umbral de la puerta, Carlisle, Esme, Rosalie y Emmett estaban afuera del otro lado, separados por una considerable distancia. Todos observando lo que había a sus pies. Sin quedarme atrás dejé que mi mirada siguiera la de ellos y me asombré con lo que vi.


Cómo una reluciente alfombra rojo sangre, cientos de rosas rodeaban la entrada.


-¿Para quién serán? –preguntó Rosalie, maravillada por las flores.


Instintivamente di un paso atrás.


-Miren aquí hay algo –Alice se inclinó y tomó un trozo de papel blanco. Lo desdobló y comenzó a leer:- Mi hermosa reina ¿Cuándo me darás una oportunidad?


Todas las miradas se posaron en mí.


-Un admirador –comentó Emmett que parecía divertido-, a Edward no le va a gustar nada eso.


-No es un… -comencé a replicar pero Carlisle me interrumpió.


-Hace muchos años cuando un hombre le quería demostrar su afecto a una mujer siempre lo hacía por medio de flores –dijo-, las rojas significaban el amor eterno.


Carlisle le dirigió una sonrisa a Esme y la cara de ella se iluminó, probablemente la declaración de él había sido con rosas.


Emmett parecía estar a punto de estallar en risas.


-¡No significan eso! –repliqué. Lo estaban malinterpretando todo.


-¿Quién firma? –preguntó Rosalie haciendo caso omiso de mis palabras.


-Ruslan –contestó Alice.


-El vampiro ruso –dijo Anthony detrás de mí, su expresión estaba completamente seria.


-Sólo quiere convencerme de que tiene buenas intenciones –insistí.


-Ya veo que tiene muy buenas intenciones contigo –dijo Emmett observando todas las rosas-, aunque no creo que mi hermano opine lo mismo.


-No es lo que piensan –repliqué.


-¡Ya quiero ver la cara de mi hermano! –exclamó Emmett.


Jasper salió un poco después y escuché cómo Alice le explicaba todo muy rápidamente.


Rosalie me miró de forma suplicante.


-Puedes llevarte las que quieras –dije-, y tú también Esme –añadí poco después.


La mirada de Jasper se dirigió a mis espaldas, donde estaban Anthony y Adam, y luego a mí. Sus ojos observaban atentamente como si estuvieran analizando algo.


Se inclinó hacia Alice y le susurró algo al oído, muy rápido y con un volumen casi nulo. Ella asintió y sus ojos siguieron la ruta que habían tomado los de él.


Me despedí de mis protectores y ellos se desvanecieron en la oscuridad. Los Cullen subieron a sus habitaciones a excepción de Alice.


-Debemos tener mucho cuidado con ese vampiro ruso –me dijo.


Me mordí el labio. Insegura sobre confesarle las veces que lo había visto.


-Lo sé –contesté-, no confío en él.


Ella se vio más tranquila tras escuchar mis palabras.


-Bella, se que tienes más problemas de los que me cuentas –dijo después de un rato-, y sé que es sobre tus protectores.


-Sí –admití.


Le conté todo lo que me había dicho Anthony.


-El licántropo también está enamorado de ti.


-No, Adam no… él siempre… él sólo bromea…


-Jasper me lo dijo, no hay error –replicó ella con seguridad.


-Pero…


-Jasper puede saber todo lo que siente cualquier persona que está a su alrededor –me interrumpió Alice-. Me dijo que ellos te aman profundamente.


Enterré la cara en mis manos, esto no podía estar pasando.


La conversación con Alice me había dejado aturdida. Cuando la mañana llegó decidí olvidar todo por un momento. Estaba preocupada por Kisha y quería hacerle una visita, pero no quería ir sola. Marqué el teléfono de Lissa y le pedí que viniera a la mansión por mí.


Otro día con sol al que iba a exponerme.


-¿A dónde vamos? –me preguntó entusiasmada cuando me subí al auto.


-Quiero visitar a una amiga –respondí.


Ella arqueó las cejas, queriendo más información, como siempre.


Tras un suspiro le conté la situación de Kisha.


-La chica que tuvo el accidente de auto –recordó Lissa.


Asentí.


Lissa sonrió.


-Si ese es el caso, entonces vamos –dijo.


-Gracias –contesté.


No me gustó el edificio donde vivía Kisha, el lugar se veía bastante solo y desgastado, incluso estaba en peores condiciones que mi departamento anterior. A pesar del día, las calles se veían deshabitadas.


Después de unos cuantos golpes leves, la melena rubia de Kisha se asomó por la puerta.


-Bella –vi la expresión sorprendida cuando me reconoció.


No hubo necesidad de presentarlas.


-Soy Lissa –dijo ella-, amiga de Bella. Venimos a sacarte un rato, no se… ¿a tomar un café? ¿Un té helado? ¿Qué te gusta?


Kisha parpadeó confundida por la rápida forma de hablar de Lissa.


Me reí.


-Lissa más despacio –le dije, me dirigí a Kisha-, ¿Quieres salir un rato?


Ella sonrió.


-Sí.


-Mira a quien tenemos aquí –dijo una vos molestamente familiar-, a la zorra que quería ver.


Ashery se nos unión en el pasillo.


-¿Ella es tu vecina? –le pregunté a Kisha.


Ella asintió.


-¿Quién es ella? –intervino Lissa observando con desprecio a Ashery.


-No te metas pecosa –escupió Ashery.


-No es nadie –dije.


-De acuerdo –Lissa hizo una vuelta teatral, quedando de espaldas a Ashery.


Kisha tomó su bolsa y salió del departamento. Las tres bajamos las escaleras ignorando a la chica quejumbrosa que nos seguía.


-¡Escúchame! –exigió con ira-. ¡Te odio! ¡Me esforcé tanto por llegar a ser reina! ¡No puedes llegar tú y arrebatármelo!


-Es oficial, está loca –comentó Lissa.


Cuando la luz del sol me dio en la cara, me sentí agotada, Alice me había dicho que con los años esa sensación iba a disminuir, esperaba que así fuera.


-Estúpida –continuó Ashery-, eres una…


Cansada de escuchar tanto insulto, me di la vuelta. Lo siguiente que ella hizo no me lo esperaba, y no pude reaccionar rápidamente porque mis reflejos se habían ralentizado gracias a los rayos solares.


Sentí algo enterrarse en mis costillas, algo filoso y que me provocó un ardor terrible. Miré hacia abajo y vi el asa de un cuchillo sobresalir de mi abdomen, mi blusa y mi pantalón se comenzaron a empapar de líquido rojo.


Lissa gritó mi nombre.


-¡Te lo mereces perra! –siseó Ashery antes de correr.


Escuché un rugido, luego un grito de dolor se escapó de los labios de Ashery, no había llegado muy lejos. Comenzó a chillar, algo se quebró y su grito se esfumó en el aire.


Entonces el mundo se inclinó ante mis ojos y caí. Pero no llegué al suelo, unos fuertes brazos me sostuvieron y reconocí el rostro de Ruslan.


-Mi hermosa –dijo suavemente-, siento mucho lo que voy a hacer porque va a doler.


Estaba débil, herida y no podía defenderme, por un momento pensé que iba a terminar de matarme.


Hasta que sentí el dolor del cuchillo cuando salió de mi cuerpo. Grité.


-Los vampiros se curan rápido –escuché la voz de Lissa cerca-. ¿Se va a curar verdad?


-No cuando el arma está hecha de plata –contestó Ruslan si dejar de mirarme-, para que su cuerpo pueda sanarse solo necesita mucha sangre.


Me estremecí de dolor.


El vampiro me estrechó suavemente contra su cuerpo.


-El dolor va a terminar pronto –prometió acariciando mi cabello con gentileza. Inclinó su cabeza hacia mí, de manera que mi boca tuviera vía libre hacia su cuello-. Muerde.


Aún cuando la sensación de dolor me inundaba, dudé.


-No hay tiempo para eso –dijo, con su acento más marcado-, necesitas sangre ahora.


Mi cuerpo, tras otro espasmo de dolor, me hizo notar lo mucho que la necesitaba y mi garganta comenzó a arder, exigiendo el delicioso líquido vital.


Lo mordí.


La sangre entró como una ola de cálido alivio a mi cuerpo. No podía detenerme, cada vez que pasaba por mi boca, sentía que el dolor disminuía. Pude sentir cuando mi herida comenzó a cicatrizar sola.


Sus manos se deslizaron por mi espalda rítmicamente.


-Vas a estar bien –lo escuché decir, casi podía decir por el tono en que lo hizo, que estaba muy contento por eso.


Cuando sentí que era suficiente, me separé de él.


Los ojos de Ruslan revelaron su cansancio, y su respiración era agitada. Había tomado demasiado de él.


-Lo siento –musité.


El sonrió.


-No te preocupes por mí –dijo, se inclinó y dejó que sus labios descansaran sobre mi frente-, lo más importante es que tú te recuperarás.


A pesar de su agotamiento, sus brazos seguían sosteniéndome firmemente.


-Ya puedes soltarme –le dije. Me sentía mejor, aún no me sentía con la suficiente fuerza para ponerme de pie, pero quería dejarlo descansar.


El se rió, ignoró mis palabras y me abrazó con más fuerza.


-No quiero –replicó-, es la primera vez que me permites estar así de cerca de ti y no pienso desperdiciar esta preciosa oportunidad.


Me hubiera reído, si mi cuerpo no estuviera recuperando su energía, en cambio le ofrecí una sonrisa.


-¿Estás bien? –preguntó Kisha preocupada. Ella y Lissa se inclinaron hacia mí.


-Mejor –admití.


-¿Quieres que te lleve a la mansión? –preguntó Lissa me ofreció su mano, para ayudarme a ponerme de pie.


Los brazos de Ruslan se reacomodaron a mi alrededor, más posesivamente.


-Yo puedo llevarla –dijo.


-Mejor vuelvan a sus casas –les sugerí a mis amigas.


-¿Qué hacemos con… -Lissa me vio, insegura-… el cuerpo de Ashery?


-¿La mataste? –le pregunté al vampiro que me tenía en brazos.


-Ella te hizo daño –dijo con ira contenida-, no podía perdonarla por eso.


Aún cuando sabía que ella era en cierta forma culpable de su muerte, no podía evitar sentir un poco de pena por ella.


-Déjenla ahí –les dije. La policía la encontraría y en cuanto supieran que había sido asesinada por un vampiro, dejarían de investigar. Los humanos estaban demasiado intimidados por ellos.


Un gruñido llenó el aire. Sentí a Ruslan desvanecerse de mi lado. Lo vi volar varios metros y aterrizar con fuerza sobre el suelo, todo esto al tiempo que yo caía en otros brazos.


-¿Qué le has hecho? –rugió Adam.


-El me salvó –dije.


Ruslan se levantó con dificultad y observó al licántropo con desprecio.


-No le haría daño –aseguró.


La mirada de Adam bajó a mi rostro, observándome con preocupación.


-¿Estás bien, pequeña mía?


-Sí –contesté.


-Te amo, pequeña mía –me besó una mejilla-, te amo. ¿Qué puedo hacer por ti?


Aunque ya me lo había dicho Alice, no pude evitar sorprenderme por sus palabras.


-Sólo llévame a la mansión –musité.


Vi a mis amigas despedirse de mí. Kisha subió a su departamento, mientras que Lissa se subió a su auto.


-Ya no te necesitamos –dijo Adam a Ruslan.


-Iré a donde ella vaya –el vampiro ruso le mostró sus colmillos.


Adam frunció el ceño, pude notar su enojo.


-Deja que nos acompañe –le pedí-, después de todo el me salvó.


A regañadientes el licántropo accedió.


-Andando chupasangre –dijo.

lunes, 22 de febrero de 2010

A piece of your love

Niñaa aqui les dejo el capitulo final de esta hermosaa historiaa, espero que la hallan disfrutadoo y sigaan leyendo los otross fics

besitooss

Anitaa Culleen!

***************************************

Cap.9. Reencuentro.


Las verdes manchas color jade se mostraban nítidas y hermosas, y es que nunca el bosque le pareció más hermoso que ahora en compañía de su amada, su mujer, su niña, su Bella.

Ambos iban tomados de las manos, sintiendo cada palpitación de la extensa floresta. El pálpito de los cervatillos bebiendo del río, el croar de las ranas, el trino de las aves. Nunca la fauna le supo más maravillosa ni armoniosa que ahora. Y es que al encontrar la plenitud todo sabía a miel, los besos, las caricias, el simple susurro de la voz del ser amado.

Eran felices… ambos lo sabían, ambos lo sentían, y aquello bastaba para que disfrutasen en compañía del otro cada insignificante detalle del entorno que les rodeaba.

Continuaron su trayecto en dirección a la casa del resto de los Cullen, y pese a que su corazón ahora se encontrase carente de latidos, ella podía apostar que la sensación que la invadía era muy similar a la que se experimentaba cuando aquel órgano amenazaba con salir por tu boca.

Sí, en efecto, puede que ella no estuviese viva en estricto rigor, pero eso no la salvaba de ser devorada por ansiosas mariposas revolviendo su estómago.

Ansiedad…
Al fin Isabella Cullen se reencontraría con su hija. Quizás fuese una neófita que a duras penas conseguía mantener a raya su sed por sangre humana, pero de algo estaba segura, jamás dañaría a su pequeña.

.

Fue por esto que se detuvieron en más de una ocasión para que Bella se alimentase. Edward le advirtió que con una parada bastaría, pero ella haciendo uso de su exagerada preocupación, y porqué no decirlo obstinación, obligó a su esposo a detenerse por lo menos un par de veces más.

Edward sintió pena por los pobres cervatillos, y no es que él no se alimentase de estos. Sin embargo, aquello no significaba que no pensase en el medioambiente, y Bella claramente no se destacaba por poseer una sed fácil de saciar, aunque una sonrisa socarrona se situó en los labios del vampiro cuando recordó el nuevo elemento distractor que había descubierto para apaciguar el hambre de su esposa.

.

Carne…

.

Y es que el cuerpo de Edward era casi tan apetecible para Bella como lo era la sangre humana. En efecto, mucho más adictivo y exquisito que los insulsos animales.

.

.
¡Espera! — gimió mi esposa, mientras aferraba con fuerza desmedida sus frágiles y pequeñas manos a mi brazo. El nerviosismo en ella era tan evidente como el amor que yo profesaba por su persona. Aún así simulé no notar nada.

— ¿Qué sucede, mi vida?

— No puedo presentarme frente a mi hija en estas fachas ¿Qué dirán tus padres? ¡Y Alice! Dios, había olvidado lo obsesiva que es tu hermana en lo referente a la ropa. ¡Y Renesmee!, ella no puede verme así, ¡se pensará que su madre es una salvaje!. Pero, ¿De queeme preocupo? ¡Si lo más obvio es que ella ni siquiera sospeche quien soy!

— Amor-

— No intentes convencerme de que todo estará bien, ni de que según tú me veo "hermosa", porque no conseguirás nada. Demonios, ¿En qué estaba pensando cuando te seguí hasta aquí?. ¡Santo cielo! Tal vez ya han oído nuestra discusión, pero que digo, ¡Alice lo ha de haber visto!.

— Bella-

— No, Edward, no insistas. ¿Es que no lo ves? Esto es demasiado irresponsable de mi parte, podría dañar a mi bebé. ¡La estoy poniendo en gran peligro al exponerla a mi presencia!

— ¡Isabella!— ¡al fin había conseguido captar su atención! Y es que la neófita de mi mujer no había reparado en que Carlie se encontraba a nuestra espalda. Obviamente Bella no había sentido sed alguna, dado que nuestra pequeña era mitad vampiro, mi esposa debería tener claro a estas alturas que jamás expondría a nuestra hija a un peligro innecesario, y el hecho de que mi hermana lo hubiese visto todo ayudaba de forma considerable a dar por hecho que el rencuentro entre ellas debería ser exitoso.

— Pero, Edward— mi niña continuaba replicando, pero esta vez la silencié con un beso.

— Calla. — musité contra su boca. Sin embargo, el jadeo de Carlie la alertó de que teníamos compañía. Lentamente separé nuestros labios y con una de mis manos acuné su rostro.

— Todo estará bien. — declaré sin apartar la mirada de sus ojos. Quería que viese en los míos que no había nada de que temer, que le hablaba desde lo más profundo de mi ser. Sólo anhelaba que comprendiese que jamás la haría pasar por una situación así de no estar seguro de que estaría todo bajo control.

Ceñí mis manos a su cintura y con pericia me ubiqué tras ella, escondiendo mi rostro en su cuello.

— No temas. — susurré en su oído. Pese a que su mirada se encontraba perdida en esos hipnóticos y celestiales luceros de tonalidad chocolate, sé que me oyó, ya que su manos se posaron sobre las mías, aumentando la presión de estas sobre su angosta cintura.
Su respiración se volvió entrecortada, y de haber sido humana hubiese jurado que ella se encontraba al borde de sufrir un paro cardiaco.

— Sigo siendo la adolescente insegura que no quería ir al baile.

— Y yo sigo siendo el vampiro egoísta que no se resistió a tus encantos.

— ¿Sabes que hacer en caso de que… las cosas no salgan bien, cierto? — Por supuesto que comprendía a que se refería. Sin embargo, jamás atentaría contra la vida de mi ángel, por la sencilla razón de que nada malo saldría de este encuentro. Alice lo había visto y yo, yo no podría estar más feliz por el hermoso futuro que nos esperaba por delante, juntos, los tres, como la familia que éramos.

— Sé muy bien que hacer, ¿Estás lista?

— En absoluto, pero ella me necesita… o eso quiero creer.

— ¡Por supuesto que te necesita! Eres su madre, yo sólo soy un pobre intento de adulto. Créeme, hasta un humano jugando a papás y mamás es superior a mis vanos intentos de comunicación con nuestra hija, y para serte sincero, en el último tiempo he sido bastante patético; si no fuera por mi familia…En fin, no hondeemos en detalles, estamos perdiendo un tiempo valioso.

— ¿Intentas distraerme?

— Depende. ¿Está funcionando?

— Para nada, sólo dame la mano ¿Está bien? No quiero que me vea como una extraña, aunque se que es lo más obvio, dada la situación.

¿Cómo negarle aquello? Si todo cuanto quería era estrecharla entre mis brazos y demostrarle cada milésima de segundo lo mucho que la necesitaba.

.

Me limité a asentir y tomar su mano con dulzura, porque pese a que ahora ella fuese más fuerte que yo, continuaba siendo aquella mujer de la cual me enamoré, esa mezcla entre la niña dulce y frágil y la fuerza y valentía de esa fiera abrasadora. Yo no podía dejar de verla como el ángel que era, podrían llamarme idiota, ridículo y puede que incluso lo fuera, pero me parecía que en cualquier momento ella fuese a desaparecer, como si todo esto fuese obra de un masoquista sueño, la sensación de que Bella se quebraría en cualquier momento, o se desharía entre mis brazos era por decirlo menos aterradora. Sin embargo, hice caso omiso a mis miedos y me limité a rozar con mi pulgar su mano y encaminarla en dirección a la pequeña criatura que se encontraba envuelta en los brazos de Rosalie a escasos metros.
Bella desvió su mirada de la exquisita y cremosa piel de su pequeño angelito, como había decidido llamar a Renesmee. Sus ojos se apartaron de aquellos expresivos y hechizantes luceros marrones y dolió… Ya que vislumbrar semejante deidad era por decirlo menos sublime.

El rostro de su hija poseía tal nivel de hermosura que su aura gloriosa provocaba cierto nivel de adicción, los perfectos rizos de tonalidad cobriza que había heredado de su padre caían sobre sus angostos hombros como si de resortes se tratase, no ayudaban en nada a Bella en la difícil misión de inspeccionar el entorno.

Uno a uno los vampiros fueron haciendo acto de presencia. La nerviosa neófita se detuvo en seco cuando junto a Rosalie se mostró el enorme Emmett. Y es que nunca antes le pareció tan enorme ni tan fuerte, y porque no decirlo… también aterrador.

Las cicatrices que surcaban la nívea piel de Jasper no eran en absoluto opacadoras de la sublime belleza que poseía el chico de cabellos dorados. Sin embargo, eran una clara y amenazante advertencia de que el experimentado vampiro no sabía de luchas y batallas en vano.

Todos los Cullen se mostraban recelosos, y no es que desconfiasen de Bella, ni que apostasen contra Alice. Simplemente eran precavidos.

No podían permitirse errores. Bella jamás se perdonaría haber lastimado a su hija, ni siquiera un rasguño.

Fue por esto que todos quedaron en shock –Todos menos Alice quien lo había visto y Edward que lo había leído en su mente- E inclusive la mismísima Bella lo encontrada difícil de creer, cuando Carlie en un esfuerzo sobrehumano intentó soltarse de los brazos de su tía en vano, y movida por la desesperación y frustración se limitó a llorar y pedir a su madre que la socorriese.

"Mami" llamó la criatura, y la sonrisa en los labios de Edward y Alice no se hizo esperar.

"Mami" repitió su angelito y fue todo cuanto necesitó Isabella Cullen para correr a los brazos de su pequeña.

Y quiso llorar…
Más el escozor en sus ojos fue todo cuanto consiguió, ya que su naturaleza le privaba de aquella acción que nunca antes le resultó de vital importancia, al menos no como ahora.

Por extraño que parezca la desconfiada vampira no opuso resistencia cuando Bella extendió ambos brazos pidiéndole a su hija.

Renesmee no dejaba de moverse inquieta en los brazos de su tía. Y no fue hasta que sintió la familiar esencia que destilaba la piel de Bella que se dejó embargar por la calma. Y es que sólo en los brazos de su madre podría sentir tan sublime placer como del que estaba siendo presa ahora.

Enterró su rostro en el cabello de la criatura y disfruto de la calidez de esta.

.

.
— Quiero creer que esto es real— musitó mi esposa con voz temblorosa.

Los pequeños bracitos de Carlie se aferraban con ímpetu y desesperación al cuello de mi ángel, y ni ella misma conseguía convencerse de que esto no era obra de un sueño.

Por mi parte yo no terminaba de dar crédito de nada, me encontraba absorto, carente de articular cualquier palabra, por minima que fuera.

Alguna vez oí decir a los humanos que la sangre llamaba… Nunca aquella frase tuvo más lógica para mí que en este instante. Ni la visión de mi hermana era suficiente para prepararme para un momento como este.

— Lo es. —afirmé, intentando que mi voz se mostrase serena, pero aquello fue en vano, ya que la emoción contenida era tal que de haber sido humano sé con certeza absoluta que hubiese estado llorando.

Mis brazos continuaban rodeando la cintura de Bella, el rostro de mi mujer se encontraba enterrado en los cabellos de mi pequeña, mientras que yo no dejaba de observar la escena casi como un espectador en vez de un participante.

Y es que la escena se me hacía íntima, me sentí tentado a separarme de mi esposa para permitirle disfrutar de este momento con nuestra hija a solas. Sin embargo, ella no me lo permitió, ya que cuando intenté separar mis manos de su cuerpo ella aumento la presión ejercida con sus pequeñas, pero extremadamente fuertes manos.

Aquello fue todo lo que necesite para quedarme ahí, sólo observando, disfrutando del maravilloso sabor del reencuentro, llorando sin llorar, de alegría, de emoción, disfrutando de la dulzura que emanaban las lágrimas de nuestro pequeño trocito del amor de ambos.

Nuestra hermosa hija, mitad de ella, mitad mía.

Deleitándonos con aquella pieza faltante del sublime rompecabezas que nos entregó el destinto.

Una existencia… No era vida, no era muerte, era mucho más allá de lo que las vanas palabras que nos ofrece el diccionario pudiesen explicar.

Esto lo era todo.

— ¿Estás lista?

— Siempre lo he estado. Sólo que ahora ya no seré Lois Lane, al fin me tocará ser Superman.
Sólo tenía miedo… Ya no más.

— Entonces… Supongo que ya no seré el León Morboso y masoquista.

— Oh, ¡Sí que lo eres!, Puedo traer mi disfraz de oveja cada vez que lo desees…

— No es que me entrometa en sus charlas pornográficas… pero hay niños presentes...

— ¡EMMETT!

FIN

viernes, 19 de febrero de 2010

A Walk to Remember

Hola mis angeles hermosos !!! buen fin de semana

Hoy es viernes ; y como ando de buenas estamos de estreno , hoy les traigo una historia de amor
que prevalece aun despues de la muerte
la historia le pertenese a mi querida  ANJU DARK  y chicas les recomiendo que se compren unas cuantas cajas de kleenes por que los van a necesitar
en fin aqui les dejos estos cap y por fiss dejen sus comentarios al final
Mil besitos
Angel of the dark
**********************************************************************************************






PREFACIO

El amor es sufrido y considerado, nunca es celoso. El amor nunca es jactancioso o engreído. Nunca es grosero o egoísta. Nunca se ofende ni es resentido. El amor no haya placer en los pecados de los demás y se deleita en la verdad. Siempre esta dispuesto confiar, esperar y soportar todo lo que venga.



Bella me salvó la vida. Me lo enseñó todo: lo que sé de la vida, la esperanza y el largo camino que hay que recorrer. Siempre la echaré de menos, pero nuestro amor es como el viento: no puedo verlo, pero si puedo sentirlo…


 Cap . 1 EL CASTIGO

Edward, Lauren, Jessica, Emmett, Rose, Mike y Tayler se encontraban en una más de sus tantas parrandas nocturnas llenas de alcohol y diversión. Se habían reunido en una de las calles desoladas de Seattle, cerca de una gran fábrica, para esperar a lo que sería su nuevo juguete.


Se trataba de Eric, un joven muchacho el cual quería pertenecer a su “circulo social”. Todos se encontraban entre risas y pesadas bromas, esperando el momento en que el chico arribara para pasar por la prueba que se llevaría a cabo para determinar si era digno o no de ser miembro de su grupo.


“¿No creen que están exagerando?” – preguntó Jessica, refiriéndose a lo que sus amigos habían planeado poner de prueba, la cual consistía en saltar, desde una altura mínima de ocho metros, para caer en la presa que había en la fabrica – “Solo por que es nuevo, no es justo que…”


“Si no te gusta, puedes irte” – atajó Mike de manera grosera, al mismo tiempo en que agarraba fuertemente a su novia por el brazo – “Y si no tienes nada mejor que decir, cállate”


“Ey, ey. Ya basta” – interrumpió Edward – “Jessica, aquí nadie lo ha obligado a venir.”


“Edward tiene razón. Tal vez se arrepiente y no viene” – convino Lauren – “¿Por qué no mejor vamos a bailar?” – preguntó, mientras se acercaba sinuosamente al muchacho de ojos color verde y cabellos cobre.


“Sabes que no bailo” – repuso éste, alejándose en muestra clara de desprecio.


Una destartalada camioneta se acercó al cabo de unos minutos. Desentonaba de sobremanera al lado de todos los autos deportivos que yacían a su lado. Todos rieron de manera burlona mientras el chico de lentes bajaba del carro, sintiéndose un poco cohibido por las miradas mofas que el grupo de los populares muchachos le dedicaban.


“Hola” – saludó, un poco titubeante


“¡Oye!” – exclamó Mike, mientras se acercaba al novato – “Llegas tarde” – señaló – “Recuerdo que te dije que la cita era a las diez y, cuando digo a las diez, es a la diez. Recuérdalo para la próxima”


“Si es que hay una próxima” – murmuró Emmett, partiéndose en carcajadas.


Eric no podía imaginar poder sentirse más nervioso al ver desde qué lugar tenía que efectuarse el salto. Una mano se poso sobre su hombro


“¿Estas listo?” – preguntó Edward, tratando de disfrazar la burla que brotaba de sus ojos – “No te preocupes, yo saltaré contigo”


“¿E-es muy hondo?”


“No lo sé. Lo averiguaremos pronto”


Edward y Eric subieron por unas escaleras de hierro y llegaron a una vieja base, de la cual se suponía iban a saltar. El segundo muchacho se encontraba temblando hasta lo imposible, pero, quería pertenecer a aquel grupo… así que, suspiró profundamente para poder disipar el miedo – aunque no obtuvo mucho resultado.


“Saltaremos a la cuenta de tres” – anunció Edward y el otro chico asintió – “¡Bien! ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!”


Y Eric saltó… pero Edward no.


Todos los espectadores emitieron sonoras carcajadas por que el plan había salido a la perfección. Desde abajo, se elevaron felicitaciones hacia Edward por ser tan buen actor. Sin embargo, el buen gusto de la broma les duró poco al notar que el cuerpo de Eric salía flotando, más no había movimiento alguno de éste.


“¡Mierda!” – chilló una de las mujeres – “¡Se ha hecho daño! ¡Edward, ve por él! ¡Ayúdalo!” –


El muchacho obedeció al instante y se sumergió en medio de las negras aguas para poder rescatar al pobre chico. Mientras, allá en la superficie, todos sus amigos revoloteaban a causa del pánico, logrando que la seguridad de la fábrica se percatara de su intrusa presencia. El sonido de las sirenas no se hizo de esperar


“¡Ya déjalo! ¡Estará bien!” – exclamó Mike al ver que Edward desistía en dejar a Eric solo – “¡Hay que irnos!”


“Se ha pegado con la tubería” – murmuró el aludido


Todos salieron huyendo del lugar, uno por uno, derribándose ante su temor y dejándo a Edward completamente solo con el desfallecido muchacho.


Al ver la situación en la que se encontraba, Edward optó por huir también. Dejó a Eric tendido sobre el suelo y salió corriendo hacia su volvo plateado, el cual arrancó lo más rápido que pudo. Sin embargo, la policía ya se encontraba cerca y, tras unos pocos minutos en los cuales él se desistió en frenar el carro para poder huir de la manera que le fuese posible, terminó estampándose con unos gruesos y grandes botes de basura, provocando el freno indisputable de su coche, una lesión en el extremo izquierdo de su frente y, otra más, en la pierna.


“Ponga las manos sobre el volante” –


________________________________________


Al día siguiente, Edward apareció, andando en muletas y con una venda sobre la herida de su frente, por la cocina de su casa, en donde Esme, su madre, se encontraba preparando el desayuno. Ignoró la mirada reprobatoria que ésta le dedico al verle y se sentó en la mesa.


“Oye, mamá. Me duele mucho la pierna. No creo que pueda ir a ningún sitio” – comentó, mientras tomaba un cubierto y comenzaba a comer.


Esme no necesitó de mucho tiempo al entender que, su hijo, al decir: ningún sitio, se refería a un lugar en especial, el cual detestaba fervientemente: la iglesia.


“Deberíamos llamar a tu padre” – propuso, intentando que el enojo no se filtrara por su voz.


“No” – contestó, de manera rotunda, el muchacho – “No pienso hablar con él. No insistas”


“Edward, esto no puede seguir así. Necesitas un padre” –


El muchacho ya no quiso discutir y, para que su madre dejara su obstinación, decidió rendirse ante la idea de ir a la misa.


Y ahí, como en todas las ocasiones a las que él se veía obligado a pisar ese templo, vio a Isabella Swan, la hija del reverendo Charlie, plantada en medio del coro y perturbándole durante toda la hora con sus ojos color chocolate, fijamente plantados sobre él mientras cantaba el estribillo.


Esa era la razón principal por la cual el muchacho desistía de ir en ese lugar. No lo iba admitir públicamente – no lo admitía él mismo – pero la presencia de la muchacha le inquietaba, haciéndole subir y bajar la mirada, simultáneamente, ante la imposibilidad de hacer otra cosa más para compensar lo que aquel par de pupilas le causaba.


Bella era una chica bonita y tenía una voz hermosa, que salía a relucir cuando cantaba los solos en la iglesia, pero, su carácter tímido y reservado, al igual que su poca afinidad por la moda, le había costado el desaire de gente que, como Edward, se encontraban las principales listas de popularidad en la escuela.


Bella tenía un espeso cabello castaño y ligeramente ondulado. Sus ojos eran grandes y redondos, de un color marrón muy bonito y su rostro, en forma de corazón, se mostraba fino y gentil. Edward, por su parte, se le conocía por ser el chico más popular de la escuela, y no era para menos. Su cabello despeinado de color cobre, haciendo juego con el verde esmeralda de sus ojos y el pose de chico rebelde, no pasaba desapercibido para cualquiera que le mirase.


________________________________________


El fin de semana había pasado y el rebelde grupo de chicos populares se encontraba, como siempre, gastando sus malas bromas en el patio central de la escuela.


“¿Qué tal tu pierna?” – preguntó Emmett


“Esta mucho mejor”


“No puedo creer que te detuvieran” – comentó Lauren.


Edward sonrió de manera exagerada e hipócritamente inocente, provocando que la muchacha se desconcentrara un momento por lo guapo que el gesto le hacía ver.


“¿Qué les dijiste para que te soltaran?” – preguntó Mike


“Había una noche hermosa para pasear, llegué la fabrica y me encontré con Eric. Quise ayudarlo pero, al escuchar el sonido de las sirenas, me asusté y acabé huyendo antes de que pudiera pensar que yo tenía algo que ver” – explicó el aludido, con una seguridad enorme en si mismo


“Debo admitir que eres el rey de las mentiras” – reconoció Emmett mientras le pegaba un amistoso puñetazo sobre el hombro


“Ey, miren quién viene ahí ” – indicó Jessica y todos siguieron el rumbo de su mirada, para encontrarse con Bella, quien venía caminando con la cabeza inclinada ligeramente hacia abajo y los brazos alrededor de un par de libretas – “Bella Swan si que tiene estilo” – agregó de manera sarcástica, por la ropa que la chica portaba.


“Si” – acordó Rose, uniéndose a la burla – “Yo solía ir vestida así cuando iba en preescolar”


Todos se comenzaron a reír de manera escandalosa, intensificando el sonido de la burla justamente al instante en que Bella pasaba a sus lados


“Ey, linda ropa” – le dijo Emmett


“Gracias” – contestó, de manera amable, aunque sabía perfectamente que el comentario no había sido sincero.


Bella comenzó a caminar, sin dejarse cohibir por todo el murmullo que se levantó hacia sus espaldas. Le era fácil ignorar a ese tipo de personas tan superficiales.


“Edward, el director te espera en su oficina” – informó un muchacho, borrando la sonrisa de éste.


El rebelde chico se sentó, con aire despreocupado y un tanto déspota, frente al escritorio del rector y esperó en silencio las nuevas acusaciones que se le venían. Ya era algo a lo que estuviese acostumbrado, así que la situación no le incomodaba. Por su parte, el señor se limitó a poner, frente a él, varias botellas vacías de cerveza. Eso bastaba para dejar en claro el asunto.


Edward no dejó, ni por un momento, su actitud altanera y se limitó a mirar los objetos con gesto arrogante.


“Un estudiante te vio bebiendo en la escuela el sábado por la noche. Tienes suerte de que Eric haya decidido no levantar cargos contra ti” – comenzó a decir el director y, antes de continuar, le miró fijamente – “les he prometido que me encargaría del castigo”


“¿Qué hará? ¿Expulsarme?” – inquirió, de manera indómita


“Aún no. Cuando hayas terminado tus clases, ayudaras a los servicios de limpieza en la escuela…”


“¿Por cuánto?” – interrumpió, haciendo, con la mano, el símbolo de dinero y mirando hacia el frente, con ojos calculadores.


“Simplemente por amor al arte” – contestó el señor de manera firme – “Lo sábados serás tutor de los alumnos retrazados en la otra escuela y actuaras en la obra del final del curso del club de teatro”


“¿La obra de primavera?” – volvió interrumpir, con la misma apatía.


El director asintió, con el mismo gesto indulgente que el muchacho le mostraba. Edward tensó la mandíbula a causa de la frustración. Todas esas actividades se les presentaban aburridas y, definitivamente, no eran para él.


“Es tiempo que descubras cosas nuevas y que pases el tiempo con otra clase de gente…No lo estropees, Edward”




***********************************************************************************************


Capítulo 2: Nueva Vida


Edward se encontraba ya en una de las salas de Astrología, limpiando el suelo de mala gana. Era demasiado incomodo, ya que las muletas, y la pierna enyesada que tenía, no le facilitaban en nada aquel terrible trabajo. El día no le podía ir peor y la frustración no estaba dispuesta a despedirse de su gesto.


El humor no le había mejorado mucho al notar que Bella Swan se encontraba en el mismo lugar, dando una pequeña exposición a un reducido número de personas. Le enfurecía el admitir que, aunque lo intentase y, hasta hubiera optado por ponerse los audífonos para no escucharle, no podía ignorarle.


¿Cómo ignorara a una persona tan extraña como ella? por que eso era… no había nada más.


“Esto es un simple trozo de plástico, un perchero y liquido corrector. ¿Alguien podría decirme qué es?


“Un mapa de las estrellas”- contestó él.


¡Maldición! ¿Acaso no podía haberse callado? Demasiado tarde para cuando se reprendió. Bella había dirigido su perturbadora mirada hacia él por un breve instante, casi nulo, e, ignorándolo como solo ella podía hacerlo, continuó con su exposición.


“Es un mapa de las estrellas” – confirmó ella, hablando de nuevo, solamente para sus espectadores – “Sirve para localizar estrellas y planetas a simple vista…”


“Estoy seguro que también ves Ángeles volando” – interrumpió Mike de manera burlona, en cuanto entró a la sala, en compañía de Emmett y Tayler.


Los tres se carcajearon, mientras continuaban caminando en dirección hacia Edward, hasta llegar a éste y saludarlo enérgicamente.


“Se pueden ver cosas muy milagrosas” – interrumpió Bella, hablando de manera tranquila y pausada – “Einstein decía que, en cuanto más estudiaba el universo, más creía en la existencia de un poder superior”


Mike levantó las cejas de modo petulante, siendo imitado por sus otros dos acompañantes y, con voz cruelmente acida, dijo


“Si de veras existe un poder superior, dime ¿Por qué no te compra un poco de ropa nueva o algún otro suéter? Te hace mucha falta uno”


Los otros chicos volvieron a reír, tal vez exagerando el sonido de las carcajadas solamente por el hecho de humillar más a la muchacha de vestimenta sencilla. Sin embargo, ella no bajó la mirada en ningún momento.


“En estos momentos se encuentra muy ocupado, buscándote un cerebro” – le contestó, de manera firme, pero con gesto amable.


Mike enmudeció al no encontrar palabras con las cuales defenderse y el hecho de que sus amigos le traicionaran, riéndose verdaderamente por el comentario, no ayudó mucho. Salvando el poco orgullo que le había quedado, decidió no discutir más, dar media vuelta y centrar su atención en Edward, quien aún se encontraba riendo.


“Vamos, fue una buena broma” – dijo éste, ante la mirada reprobatoria de su amigo


“Ya, olvídalo” – calmó Emmett – “Ya es hora de irnos, hay que ir a un buen lugar”


“Ya saben que no puedo ir” – recordó Edward


“El director ya se ha ido, no hay peligro” – animó Mike, quien ya había olvidado lo anterior – “Andando” – indicó, mientras salía del lugar, llevándose una de las muletas como chantaje.


Edward se dejó convencer fácilmente pero, antes de irse, no pudo evitar girar el rostro para ver Bella. Respingó ligeramente al percatarse que también ella le estaba viendo. Sus miradas se entrelazaron por un momento. Siempre pasaba lo mismo, era algo que le resultaba molesto y, aún así, él no aprendía.


La muchacha fue la primera en desviar el rumbo de sus pupilas, concentrándose de nueva cuenta en su tarea. Él, por su parte, tardó un poco más, pero, cuando lo hizo, bufó débilmente. ¿Cuántas veces más tendría que pasar lo mismo?


Como todas las tardes después de la escuela, Edward y su grupo de amigos se fueron a un bar cercano. Nada fuera de lo normal, todo rutinario, nada digno de emoción. Las mismas pláticas, las mismas bromas pesadas, los mismos comentarios y las mismas actitudes… pero, ¿Acaso había algo mejor?


Al caer la noche todos se despidieron para regresar a sus hogares. Lauren, su ex novia, le había pedido de favor si podía llevarla a su casa. Edward pensó en negarse, pero no quería ser descortés con la muchacha, así que accedió. Manejó lo más rápido que pudo. El silencio que se había levantado en el carro era realmente incomodo. Agradeció mentalmente cuando sus ojos al fin visualizaron el punto de su destino.


“Bueno… nos vemos en la escuela” – dijo, a modo de despedida, esperando que el comentario bastara para que la chica se apresurase a bajar. Más no fue así.


Lauren se giró sobre su lugar y levantó la mirada hacia él


“Mis padres no están, por si gustas entrar” – ofreció.


Edward suspiró profundamente y desvió su rostro lejos de aquella atención femenina.


“Lauren, nada ha cambiado…” – recordó, de la manera más amable que pudo


“Lo sé. Pero creía que…”


“Se acabó” – interrumpió, de manera firme, mirándole a los ojos y diciéndole con éstos que ya no insistiera más.


Lauren intentó no mostrar lo mucho que aquellas simples palabras le dolían, pero no lo logró. Apretó fuertemente los labios y respiró profundamente, una y otra vez, para contener el llanto que se avecinaba. Se preguntó cómo lograba Edward para llegar a ser tan frío e indiferente en ese tipo de situaciones.


“Si. Se acabó. Para siempre” – logró decir y, sin dar oportunidad a que su compañero dijese algo más, abrió la puerta y salió del carro de manera apresurada.


Edward contempló como la dolida muchacha hacía su teatro y aventaba fuertemente la puerta de su carro a la hora de cerrarla. Levantó una ceja de manera indiferente y se sintió un poco molesto, no por lo que él le había hecho a la chica, si no por lo que la chica le había hecho a su auto.


“Diablos” – musitó, antes de arrancar su coche e irse a casa.


Días después.


En la mañana, Edward escuchaba, muy a lo lejos, la voz de su madre llamarle. Luchó por ignorarla, al mismo tiempo en que se encogía lo más que podía entre su cama. Sin embargo, Esme insistió, una y otra vez, hasta que éste medio abrió los ojos. ¿Acaso es que no podía descansar ni si quiera dos días a la semana? Su trabajo extra escolar le tenía agotado (bueno, en realidad, no era el trabajo extra escolar, si no más bien, la fiesta de anoche, de la cual había salido muy ebrio) ¿Acaso no podía Esme ser un poco más considerada?


“Mamá, hoy es sábado. No hay clases” – dijo, con voz perezosa y volvió a cerrar sus ojos.


Esme bufó, de manera divertida. Su hijo solía olvidarse fácilmente de las cosas que no le convenían. Se acercó un poco más hacia él y, con voz alegre, recordó la actividad que le esperaba en pocas horas.


“Tutorías” – pronunció, de manera pausada y clara para que su hijo captara el mensaje.


Edward volvió a abrir los ojos y le regaló a su madre una mirada envenenada… ¿Tenía que molestarse en haberle recordado aquello?...


Ante la imposibilidad de negarse, nuestro protagonista se encontró, repentinamente, enfurruñado en el asiento del autobús que le llevaría hasta la escuela en donde, se suponía, ayudaría a los alumnos con bajas notas escolares.


Genial. No lograba imaginarse una idea que le entusiasmara más


Y, tal y como se lo había imaginado, el ser tutor no era su habilidad.


“¿Qué triangulo es el equilátero?” – preguntó, por enésima vez, al niño que tenía al lado. Aún no lograba explicarse de dónde había sacado tanta paciencia durante las dos horas anteriores. El niño no contestó, se mostraba igual o más indiferente que el mismo Edward en toda una vida – “¿Qué opinas?” – insistió éste, logrando que su alumno aventara el lápiz y se parara enérgicamente de la silla.


“¡Lo que opino es que esto es una mierda!” – exclamó, antes de irse, lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de todos cuantos le rodeaban.


“Ya somos dos” – murmuró Edward, dejándose desparramar por la silla e ignorando todo lo pasado.


La situación no mejoró durante el día. ¿Cómo iba a mejorar si ni él ni su alumno mostraban empeño? En fin, eso no debería de importarle…


Se sintió aliviado cuando el camión manejaba de regreso hacia Forks. No hallaba el momento en el cual bajarse de ahí y huir de toda esa gente que, junto con él, viajaba.


Una delicada figura se iba acercando. Oh si, cabe mencionar que Isabella Swan también se encontraban como tutora y, por lo tanto, la había visto durante todo ese tiempo. Giró su rostro hacia la ventanilla y subió el volumen de su música cuando comprendió que la chica se aproximaba hacia él. ¿Y ahora que quería? Que él recordase, ella no le había hablado nunca por merito propio…


Sabía lo que tenía que hacer: Ignorarla.


Nada de lo que ella estuviera dispuesta a decirle en aquellos momentos debía de tener alguna importancia, ni la más mínima.


Agudizó lo más que pudo su gesto arrogante – intentado ocultar la sorpresa – cuando Bella se sentó a su lado sin previo aviso, ignorando perfectamente su desden.


“Hola” – saludó y, a pesar del volumen con que la estridente música resonaba de los audífonos, aquella tranquila voz llegó a sus oídos – “¿Quieres un número para la rifa? Estoy juntando dinero para comprar nuevo material…”


“No” – contestó Edward, de manera fría y, acto seguido, giró su rostro hacia el lado opuesto.


No podía haber mejor gesto de rechazo que ese, ¿Qué esperaba entonces para irse? Sin embargo, a Bella no parecía importarle lo más mínimo ya que, siguió sentada a su lado, sin mostrarse perturbada. A pesar de que aquel joven mostrara lo contrario, sabía que la estaba escuchando.


“He visto lo que te ha pasado con Luis” – comenzó a decir, tratando de reanudar una inexistente charla. ¿El motivo? Era simple: veía a Edward tan perdido en todo ese asunto que quería ayudarle, pese a las diferencias que entre él y ella siempre habían habido – “Sé que puede resultar difícil, pero, tal vez si pudieras darle otro enfoque, algo más… divertido”


Otra vez, no obtuvo respuesta alguna… aquel déspota muchacho ni si quiera le había dirigido la mirada ni un solo segundo.


“¿Has pensado en ir a Eric al hospital?” – preguntó, ya no tanto por ensamblar una conversación, si no por dar un consejo – “Creo que eso es un No” – aventuró, tras el constante silencio de su interlocutor.


Se sintió decepcionada. Edward nunca había sido amable con ella, pero, aquella actitud tan indiferente para con alguien quien se encontraba enfermo por causa suya, se le hacía algo demasiado bajo. Aún así, decidió probar una vez más


“¿Sabes que lo han trasladado…?”


“¿Este es tu modo de iniciar una conversación?” – interrumpió Edward, con aquella manera tan tajante que solo él poseía, quitándose los audífonos y mirándole de manera venenosa – “Si es así, creo que debes practicar mucho más y, para que lo sepas, a Eric nadie le obligó a saltar”


“Se llama presión psicológica” –


“¿Ah si? ¿Y cómo lo sabes?” – retó y, bajó su vista hacia el pequeño libro que reposaba en las piernas de la muchacha – “¿Te lo ha dicho tu maravillosa Biblia?”


Bella también centró su atención en el objeto y, con un movimiento inconciente, lo acarició ligeramente con dos de sus dedos. No entendió el por qué le habían dolido tanto aquellas palabras… cerró los ojos en un intento de apaciguar el coraje que amenazaba con nacer


“Por favor, no finjas conocerme” – pidió, logrando que Edward le sonriera de manera burlona y le volviese a dirigir la mirada


“Te conozco, y muy bien” – aseguró – “Hemos ido en la misma clase desde que empezamos el preescolar. Te llamas Isabellella Swan y siempre almuerzas en la mesa siete, que no es precisamente la de los rechazados si no, más bien, la del exilio voluntario” – frunció el ceño ligeramente y negó con la cabeza, de manera apenas y perceptible, mientras se preguntaba fugazmente el por qué Bella había escogido aquel tipo de vida, teniendo todo por ser alguien diferente – “Siempre llevas puesto el mismo suéter. Caminas siempre mirándote los pies y te divierte ser tutora los sábados por la mañana y estar en el club de estrellas y planetas” – finalizó, demasiado orgulloso y seguro de si mismo – “¿Qué te parece?”


“Muy bien. Nada que no hubiera escuchado antes” – contestó Bella, encogiéndose de hombros y disimulando a la perfección lo fuerte que le habían golpeado todas aquellas palabras.


“¿No te importa lo que piensen de ti?” – inquirió Edward, sin poder ocultar su verdadera curiosidad. Siempre había querido saber la respuesta ante aquella pregunta


“No” – aseguró su compañera, con una pequeña sonrisa y, antes de que pudiera seguir escuchando más insultos, decidió ponerse de pie y dejar a aquel muchacho solo.