Dark Chat

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mascara De Odio

Hello mis angeles hermosos !!!! ya hacia tiempo q no les dejaba una nota y aprovecho esta para pasarles un chisme ... me caso !!!!

jajajaja no se crean no me casare a menos q sea con edward !!! ya se vale se soñar en fin creo q me pase de payasa les mando mil besitos a todas , muchas gracias por seguir el blog y por fiss dejen sus comentarios al final ya q son muy importantes para todas
Mil besitos a todas
Angel of the dark


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Cap. 14  
 25 de octubre de 2007

Isabella Swan

"¡oh dios mío! Las manos me tiemblan al escribir en estas páginas que han sido un claro testigo de todo lo que ha pasado desde que eligieron ser mías. Al mirar hacia atrás me cuesta trabajo reconocer el camino que he recorrido y el que no quiero volver a pisar, porque ahora una nueva puerta se va a abrir para mí. Mañana, después de arduos y difíciles días, voy a casarme. Yo, casada. ¿Quien pudiera decirlo?, ¿quien pudiera creerme? Lo harías tú, Emmerald? ¿O tu, Jessica? Si, han sido unos días duros desde el momento en que acepte casarme con Edward. Recibí la visita de Madame René y ella me tomo las medidas de el vestido de novia, luego me mostro un catalogo donde, bajo su experta tutoría, seleccionamos un precioso vestido que parecía de princesa y que me hizo caso soñar, claro que habrá que ver cómo queda hecho a las entabladas medidas de mi cuerpo. Muchas personas entraron y salieron de la casa en ese tiempo, la mayoría de las cuales tenía un aspecto elegante y como de organizadores de eventos, asumí que tenían que ver con la boda. Boda. Cielo santo. Aun me cuesta creerlo, solo faltan unas horas cuando hace poco eran días, semanas. Soy muy feliz, porque el destino que antes se había ensañado conmigo me muestra una cara amable, lejos de los desastres de mi pasado. Una que no conocía, una a la que no estaba acostumbrada después de todo aquello que viví en el orfanato, la diferencia entre eso y esto era como la que había entre el cielo y el infierno.

Mi orfanato….aquel sitio donde viví los peores días de mi vida, allí donde experimente el terror de las mentiras y la fuerza masculina. Alii donde por muchos días y momentos quise estar muerta. Intento no recordar nada de eso ahora porque no quiero que nada se interponga en mi felicidad, pareciera como si incluso llovieran flores, y amo a mi futuro esposo, por encima de todas las cosas. Tiene dinero, si, pero nada de eso importa, con gusto me iría a vivir con él a una porqueriza si me lo pidiera. Amo su personalidad sagaz y su mirada felina, especialmente cuando me mira a mí, amo su porte y la inteligencia que brota por cada uno de los poros de su piel, amo sus breves momentos de vulnerabilidad y el descontrol de sus instintos cuando está conmigo. Y amo, adoro, el hecho de significar algo para él. Incluso puedo verme como la madre de sus hijos, envejeciendo a su lado…Dios, no permitas que nada arruine esto, por favor."

Cerré el diario cuando termine de escribir y lo deje sobre la mesa de noche derecha. Ya era muy entrada la noche. Y era cierto. Todo era cierto y no una soñadora fantasía. Al día siguiente me casaría con un hombre maravilloso que, si no me amaba, al menos me quería.

James el abogado de Edward hablo conmigo hacia aproximadamente tres días. Me dijo que la ceremonia se iba a dar de manera civil, lo cual sentí un poco. Aunque no me consideraba una fiel devota creía en Dios lo suficiente para haber soñado de niña con casarme en una iglesia como las de los reyes. Al menos en una iglesia. Aparte mis ideas anticuadas y lo escuche mientras explicaba cómo iba a ir todo.

- la ceremonia civil se llevara a cabo sin mayores diferencias, usted firmara y el firmara. Posteriormente se hará una pequeña recepción con los más allegados al señor en el lobby del hotel donde pasaran su noche de bodas.-

Lo menciono todo tan fría y mecánicamente como una máquina. Pero no necesitaba que me lo dijera ya que ese aspecto particular de la "noche de bodas" era el que más había tenido presente en todo este asunto. El hecho de compartir y entregar mi cuerpo a Edward.

-…. Luna de miel – dijo James, no le estaba prestando atención por lo que tuvo que pedirle que me repitiera.

- lo siento…. ¿qué dijo? – murmure avergonzada.

- en el hotel los recogerá un auto y los llevara l aeropuerto donde saldrán en el vuelo de la mañana para Brasil, y posteriormente a una isla aledaña. No podrá ser muy larga por que como sabrá, el señor tiene demasiado trabajo, a lo sumo tres días.

Asentí con la ligerísima impresión de estar recibiendo un plan anticipado, tan planeado como lo estuvo el ataque japonés a Pearl Harbor. Había tal mecanismo en sus palabras como si fueran ensayadas más que otra cosa.

Ahora, recostada en mi cama, cuando lo recordaba comenzaba a sentir nuevamente esa pesada sensación de presentimiento de que algo, en medio de tanta perfección, no iba nada bien.

Termine de acostarme en la cálida cama en donde me había acostumbrado a dormir a pesar de los turbadores sueños que poblaban mi inconsciencia.

Cerré los ojos y eleve una plegaria para tener un sueño tranquilo.

"… La bruma se movía al mismo ritmo del viento, de mi respiración acompasada, de la de ellos que había sido cortada antes de ver la luz, luz que en esos momentos no podía estar presente ya que el cielo estaba cubierto por pavorosas nubes grises. Solo podía oír mi propia agitación en aumento, caminando en medio de tanta opacidad. Camine despacio. Cuidadosamente, tratando de evitar caerme, no sabía en donde me encontraba, solo sabía que las nubes en el cielo parecían concentrarse mas y mas sumiéndolo todo en una oscuridad cada vez mayor, solo quería….morir?, muerte…

Unas lapidas, muchas de hecho, comenzaron a aparecer ante mis ojos, miles de ellas, miles de nombres, hasta que llegue a la ultima en medio del camino. Era blanca y labrada en forma de fuente, el agua no caía de ella pero en la fuente de piedra había talladas las figuras de dos hermosas palomas blancas.

Intente acercarme pero mientras lo hacía unas gotas de sangre comenzaron a caer sobre la bella lapida. Me tape la boca con una mano para no gritar cuando las palomas de piedra comenzaron a volverse de color rojo, sangre….la sangre brotaba de ellas…. ¿que era esto?

- NO LOHAGAS!- Gritaba una voz femenina mientras yo intentaba retroceder en el laberinto de lapidas y la sangre comenzaba a caer sobre mi…

Grite sin control presa de la locura…"

- Bella…Bella… ¡Bella!-

Una voz me estaba llamando y fue la única voz que pudo sacarme del pánico. Abrí los ojos y vi que estaña retorciéndome contra las cobijas de la cama y que Edward estaba cerniéndose sobre mí con mis manos atrapadas en sus muñecas evitando que le arañara el rostro.

Cuando pude ser consciente de mi entorno, no de la odiosa pesadilla, y solo consiente de el hombre sobre mi comencé a llorar de modo inevitable, jamás mis pesadillas habían sido tan vividas.

Sentí que las manos alrededor de mis muñecas se tensaban ante mi reacción llorosa.

- abrázame – le pedí ya que hacía mucho tiempo, desde que aceptara casarme con él, que no sentía sus brazos alrededor de mi. Lo necesitaba en ese momento, para que espantara mis extraños fantasmas.

Me senté y apoye la cabeza en su pecho mientras lentamente sus brazos se cerraban en torno a mí.

- ¿que estabas soñando?- susurro intempestivamente mientras trataba de sosegar mi respiración.

- no es nada – le respondí a mi vez pensando que lo que menos debía hacer era importunarle con mi inestabilidad mental. Sus brazos me apretaron suavemente.

- cuéntamelo – volvió a pedirme.

No se suponía que el debiera estar ahí, así como yo tampoco, había leído y visto que las noches previas a las bodas, el novio y la novia partían hacia sus respectivas despedidas de solteros. Yo no tenía amigos verdaderos que hubieran organizado algo especial para mí, pero el si tenía y aun así estaba ahí, conmigo, dándome el consuelo con el que había soñado en mis solitarias horas en el orfanato.

- lapidas…-comencé a murmurar. – oscuridad…sangre y… olor a muerte.

Su mano derecha que había estado acariciándome las puntas del cabello se detuvo tensamente.

-¿que?- me pregunto con la voz como un arco.

- había lapidas- seguí relatando sin saber realmente en que podía parecerle interesante mi relato, algo tan trivial como mis sueños… - por favor no me hagas repetirlo. – le pedí sollozando mientras la presión en el pecho palpitaba de forma constante.

Sus brazos se tensaron con aun más fuerza sobre mí y me abrace a ellos como si fueran el ancla que me ataría a este mundo y no me dejarían soñar otra vez cosas tan horribles.

Finalmente pude calmarme, en ese tiempo no escuche una sola palabra de la boca del, casi creía que el comprendía que lo necesitaba solamente para que me abrazara no para que me consolara con palabras tiernas y bonitas que al fin y al cabo, al menos para esas pesadillas, no ofrecerían muy buen consuelo, tal vez debería consultar a un psiquiatra.

Decidí apartarme de él consciente de que, con el montón de lágrimas que había derramado, bien podría haberle lavado el pecho. Súbitamente me di cuenta de que solo portaba la parte inferior del pijama y que todo ese tiempo mi mejilla había estado en contacto con su pecho desnudo, sentí que se me enrojecían las mejillas e intente apartarme suavemente para que no notara mi excitada respuesta a su contacto. Pero sus brazos no se movieron, el círculo de protección de carne y músculos que ofrecía permaneció sobre mí mientras levantaba mi rostro y lo veía a él, sus ojos estaban cerrados y respiraba de forma irregular. Estar tan cerca de él anulo rápidamente mis inhibiciones, esperaba que el hiciera algún movimiento que me diera la señal que necesitaba…

- ¿por qué hueles de esta manera…?- susurro contra mi frente con una voz ronca y sensual.

Nunca nadie me había hecho esa pregunta y recordaba el perfume que hacia siempre que tenia oportunidad, ese que había aprendido a hacer con Emmerald en sus clases y que había diseñado para mí misma encontrando la fórmula para que no fuera exótico ni muy oloroso, solo él se había dado cuenta de eso, o bien podía estarse preguntando por que olía a sueño.

-tu olor me envenena… crea adicción…- sus labios se posaron en mi frente y comenzaron a besarla con lentitud. Yo quería sus labios en mi boca pero no pude pedirle nada, solo podía seguir escuchándolo y esperando lo que fuera que viniera.

-no…lo sé – pude responder a su primera pregunta segura de que no era importante contarle mi anécdota de perfumes infantiles.

Sus labios ahora estaban en mis sienes y se deslizaban de ellas hacia mis mejillas con una lentitud demasiado dulce. Su nariz aspiraba sobre mi piel como si estuviera absorbiendo mi esencia y luego se enterró en mi cuello causándome unas deliciosas cosquillas. Un gemido ahogado escapo de mi garganta cuando sentí su lengua deslizarse suavemente sobre, la piel de mi cuello hacia arriba.

-¿por qué sabes tan dulce…?- volvió a preguntarme, para esa pregunta no tenía una respuesta coherente porque nunca nadie tampoco había mencionado que mi piel supiera a algo diferente a…piel…

- no lo sé…- volví a contestarle mientras clavaba los dedos en sus hombros, en donde había puesto mis manos en busca de un soporte para no caerme.

La lengua volvió a deslizarse hacia abajo hasta rozar mi clavícula. Mire hacia abajo procurando no mover demasiado el cuello para evitar que el contacto se rompiera y me di cuenta de que el camisón que usaba no era tan recatado como creía, aunque bien podría serlo para algunos. Consistía en una camisa blanca dos veces mi tamaño lo que provocaba que la mayor parte de mi hombro quedara al descubierto. El aprovechó esa pequeña ventaja y siguió lamiéndome la piel que estaba al descubierto.

Estaba completamente segura que, en caso de que el realmente deseara adelantar eso de la noche de bodas, no tendría ninguna clase de impedimento por mi parte. Lentamente fue recostándome en la cama y fue posándose sobre mí como un caballero posándose sobre su conquista. La almohada de plumas recibió mi cabeza mientras las manos de el comenzaron a trazar el terreno de mi cintura a mis piernas abriéndolas silenciosamente para acomodarse entre ellas.

Un estremecimiento de calor recorrió todo mi cuerpo mientras él se posaba sobre mí completamente apoyando su pelvis contra la mía y bajando la cabeza para darme un beso abrasador. Enrede mis dedos en su pelo mientras me acariciaba lentamente los muslos. Su respiración al igual que la mía se estaba tornando rápida y agitada, como si estuviéramos en medio de una carrera.

Sus manos subieron por mis piernas y mis caderas llevándose la gran camisa por delante y rozando la ropa interior. Mis manos cobraron vida de repente y comenzaron a tocarle el cuello y la espalda tensa, musculoso allí donde yo era huesuda, calloso allí donde yo era suave. Mis manos llegaron a límite de su espalda donde la tensión se acumulaba mas, sentía el tacto caliente de sus palmas directamente en la piel de mi abdomen y subiendo.

- ¿por qué me haces esto…?- parecía ser el dueño de las preguntas e inquietudes en esa noche cuando normalmente era yo la que las hacía. Ambas manos se cerraron sobre mis pechos y los apretaron al mismo tiempo que su lengua incursionaba en mi boca y comenzaba a bailar con la mía profundizando de la manera más erótica el beso "francés"

Sentía los pechos tensos contra las cálidas palmas de sus manos no me atrevía a moverme mientras él los seguía estrujando por miedo a hacer algo completamente fuera del lugar. Era cierto que me había tocado antes, pero esta vez ambos parecíamos consientes de que faltaban solo unas horas para hacer de ese contacto algo mas real y más comprometido. Mis caderas saltaron instintivamente arqueándose hacia él mientras su lengua se clavaba sin piedad en mi boca.

Su mano derecha abandono mi pecho para posarse en mi vientre y seguir bajando. Otra vez comenzaba ese toque que había vivido semanas atrás y con el que había soñado en las noches solitarias pensando en el, quería su mano más abajo, quería que me diera lo que me había dado antes, el y solo él había tocado mi cuerpo de esa manera, al menos no por la fuerza.

El sueño había quedado olvidado, atrevidamente abandone su espalda para posar ambas manos sobre sus nalgas tensas. El se sacudió como una cuerda y dejo de besarme para levantar la cabeza y mirarme a los ojos, jadee al mismo tiempo que su pelvis embestía suavemente a la mía, estaba tenso, podía sentirlo, podía sentir que algo más allá del conocimiento o de la conciencia parecía haberse apoderado de él. Respondí a su movimiento sin saber exactamente que hacer mientras volvía a sepultar mi boca en su boca.

Luego, cuando conduje mis manos a través de su cadera para explorar íntimamente las diferencias entre nosotros él se aparto de mi toque y de mí, con tanta velocidad que casi se cae de la cama. Sentí que la `parte malvada de mi gritaba enfadada de pura frustración. Luego retrocedió para dar paso a la parte buena, noble y profundamente triste por que el contacto y la conexión entre nosotros se hubiera roto.

A medida que pasaban los segundos y el no se movía del piso con la cara enterrada entre las manos y sin mirarme me di cuenta de que era momento de bajar la camisa que él había subido hasta casi mis hombros y acomodarme el pelo, puse las cobijas sobre mis piernas y me senté para poder mirarlo, sintiéndome menos valiente que nunca. Quería hacerme muchas preguntas pero algo había aprendido de él y era que no gustaba de ser cuestionado.

Finalmente levanto su mirada y la clavo sobre mí sin ningún tipo de emoción. Intente sostenerla con más éxito del que me había planteado, una parte de mi exigía explicación, otra, de alguna loca manera se alegraba de que, si ese era el caso, el quisiera contenerse hasta que estuviéramos casados. Con su reputación podría decir que era de los que no cejaban a la hora de acostarse con muchas mujeres, más hermosas, mucho más hermosas que yo, y él se detenía.

¿Sería que sentía por mi ese tipo de sentimiento que no incluía más el deseo y si la amistad?, pero había sentido su mirada, sus besos parecían desearme. ¿Acaso me había equivocado? Sentí deseos de llorar pero me los trague consiente de que no ganaría nada exponiendo mis sentimientos, sabía que el que llorara no era algo que a él le agradara tampoco. Me estaba comportando como la típica esposa victoriana que hacia cualquier cosa para complacer a su prometido y casi era así.

- ¿tienes idea de cuánto te deseo?- suspiro el pesadamente. Negué con la cabeza por qué no se me ocurrió que mas hacer.

El soltó una suave carcajada y se puso de pie sin mirarme, antes de darse la vuelta se volvió hacia mí y me dijo

- hasta mañana –

Nada más, conciso y preciso, y a la vez nada esclarecedor. Miles de dudas asaltaron mi decisión pero ya no tenia tiempo para dar marcha atrás. La decisión estaba tomada y nada podría detener todo lo que estaba a punto de acontecer, nada.

Me metí debajo de las cobijas pero me negué a conciliar el sueño por miedo a que la pesadilla se repitiera y se repitiera el consuelo que había recibido.

Cerré los ojos, conté ovejas y estrellitas pero siempre estuve consiente de los segundos que pasaban con lentitud.

26 de octubre de 2007

El sonido de los pájaros trinando en el jardín hizo que quitara de encima de mi cabeza la sábana blanca que había puesto de esa manera en un vano intento de que el sueño me ganara. El cuarto estaba a medias claro, mire hacia la ventana y luego al reloj de la mesa de noche que marcaba las seis de la mañana. Me di la vuelta y me quede acostada boca arriba intentando una vez más hacerme a la idea de que iba a casarme.

Sin poder aguatar mas el calor que hacia debajo de mis cobijas me levante y me senté en la silla que daba directamente a la ventana, me dispuse a esperar que la hora se acercara enumerando las una y mil razones que había para poder huir, o para poder hablar con Edward y decirle que después de esa noche no me sentía tan segura de que pudiéramos hacer de nuestro matrimonio algo real.

Más o menos dos horas después alguien toco a mi puerta. Murmure un "siga" que si no hubiera estado al compas el graznido de mi voz seguramente hubiera soñado igual que una pulga saltando.

Era madame René y se sorprendió al verme aun en pijama

- pego ¿que hace, ma petite fille, que no está en el baño?, vamos, vamos, vamos, segué la encaggada de dejagla como una pgincesa, levez-lui, tout de suite (levántese ahora mismo) que debemos haceg magavillas con su cheveu…

Presionada por ella no tuve más remedio que obedecer, aunque mi cuerpo respondía parsimoniosamente, esa era una manera ascua de mostrar mi nerviosismo, el que me estaba carcomiendo por dentro. Parecía una marioneta pero por dentro estaba a punto de explotar de miles de emociones desconocidas.

Me lave el cuerpo y el cabello usando unos aceites que ella puso en mi mano. Luego cuando Salí envuelta en una bata ella me hizo sentarme y abriendo el extenso maletín que trajo comenzó a cepillarme el cabello y a secármelo con un secador. Apoye la cabeza contra la silla mientras ella maniobraba en mi cabello, escuchaba el sonido del secador y sentía mi pelo cada vez más tirante. El calor del secador pronto se apodero de mi cuello y de la parte superior de mi cuerpo haciéndome sentir algo soñolienta.

Luego, en sus manos, pude conseguir la sutil siesta que me hizo falta en la noche. El calor del secador mezclado con la suave melodía que tarareaba ella entre los dientes hizo que me quedara dormida al instante. Solo que cuando abrí los ojos ella estaba chasqueando detrás de mí instándome a despertar.

- mais qu'un sommeil si lourd a…- murmuro ella dándome un retoque de algo oloroso a polvo para la cara en la punta de la nariz.

- perdón….- murmure abriendo mas los ojos e irguiéndome en la silla – ¿que decía usted?

- dije que tiene un sueño muy pesado – dijo madame René rápidamente dándose la vuelta y dirigiéndose hacia la cama - ahoga mi pgeciosa niña, debeguia pedig algo a la cocina paga que pueda deasyunag y estag lista cuando sea la hoga de igse.

Negué con la cabeza prometiéndole que lo haría luego, dudaba mucho que algo más que agua pudiera transitar con libertad por mi garganta. Como pareció convencida de que tomaría algo antes de marcharme decidió seguir con parte de la representación

- venga a ponegse ese magavilloso tgaje que confeccione paga usted.

Así que ahí estaba finalmente el famoso vestido de novia. Me acerque a la cama y levante la tapa de cartón de la caja rectangular posada en ella. Cuando lo descubrí ahí estaba mi vestido, hermoso blanco y con la misma textura y diseño que imagine. Se me llenaron los ojos de lágrimas pero me obligue a retirarlas por temor a dañar la obra de madame. Aunque el diseño era específicamente para una ceremonia civil no pude evitar pensar que estaría igual de magnánimo en una iglesia, la que había imaginado, y la que lamentablemente no iba a poder llevarse a cabo.

- en marchant ma jeune fille amie, debe estag lista paga cuando lleguen pog usted.

Con la ayuda de ella y para no estropear el maquillaje me puse el vestido que me quedo tan perfecto que por un momento creí no ser yo. Cuanto desee durante tanto tiempo ser la persona que era hoy.

Cuando me mire al espejo enterizo que estaba en una de las puertas del alto guardarropa casi creí ver a otra persona, sucedía exactamente el mismo acontecimiento que el día en que tuve la cita con Edward en su bufe de empleados. No me sentía yo misma, sentía como si alguien hubiera puesto una máscara de cuerpo entero sobre la verdadera yo. Los ojos volvían a estar maquillados de esa manera absurdamente profunda haciéndolos parecer unos túneles llenos de secretos y resaltando su forma almendrada haciéndolos casi hermosos. La piel se veía blanca limpia y sin ningún tipo de imperfección, casi como la máscara de una geisha, los labios estaban pintados de profundo rosa haciéndolos tan apetecibles como una fruta madura. La parte poetisa en mi me hizo pensar en cuan hermosa estaba y por unos fugaces segundos deje de sentirme tan insegura.

Me volví hacia madame René y tal como antes la abrace dándole silenciosamente las gracias por obrar ese tipo de milagro sobre mí.

-en una hoga mas o menos un auto pasaga a guecogegla….- murmuro ella contra mi arreglado pelo

Durante un segundo pensé en preguntarle por Edward, me parecía extraño y triste que ni siquiera hubiera podido venir a decirme buenos días, si fuera yo habría ido hasta su cuarto hasta desearle buena suerte en su matrimonio. ¡Qué tonta era!

Misteriosamente ella pareció leerme el pensamiento ya que me dijo sin más.

- el señoguito Cullen esta alistándose en la casa de su abogado, de ahí pagtiga al guegistgo civil paga la ceguemonia.

- gracias madame René por todo – le dije bastante emocionada

- il n'y a pas de problème, solo pgometame que va a seg feliz – suspiro ella, parecía segura de lo que decía, pero no tanto.

Esperaba ser feliz, si, pero no se lo dije, tan solo le dirigí una mirada sonriente, luego con cuidado volví a ocupar mi lugar en la silla de la ventana con muchas diferencias en mi en ese momento.

Lo que transcurrió como un segundo para mí debió ser una hora para el resto del mundo ya que en menos de lo que consideré un parpadeo un nuevo golpecillo retumbo en la puerta de mi habitación.

Me puse de pie y como si fuera una gran dama dije "adelante". Por la puerta cruzo Laurent quien me dijo en voz baja que había venido por orden del señor para llevarme a la oficina de registro civil.

Me pregunte brevemente quien entregaría a la novia. En mi caso no tenía padre ni madre. Pero me preocuparía por eso mas adelante. Por ahora debía preocuparme por dar dos pasos sin siquiera tropezar, poco acostumbrada como estaba a usar tacones y portando unos un poco menos altos que los que utilice el día en que fuimos al lujoso hotel.

El deportivo negro de Edward no era el auto que me estaba esperando, sonreí un poco cuando vi un vehículo que solo había visto en televisión. Una limosina negra me devolvía la mirada. Mire a Laurent que permanecía impasible, quise preguntarle por Victoria por qué no la había visto ese día pero me contuve, había algo en Laurent que no invitaba a la amistad, al contrario que Victoria, de hecho era con él con quien menos había tratado desde que llegara a la casa. Subí porque me pareció que era lo mejor para hacer ya que tenia sobre mí el tiempo para llegar al registro civil.

Escuche a bastante distancia que Laurent cerraba la puerta del conductor y lentamente encendía el motor, mire hacia el lado de mi silla y vi que había un ramo de flores blancas, azucenas, cuidadosamente arreglado y cuidadosamente posado en la silla en la espera de que lo recogiera.

Ni el ruido ni las vibraciones se sentían en el cómodo auto de vidrios blindados. Había toda clase de accesorios relacionados con un bar a uno de los lados y televisión frente a las sillas. Las alfombras auto eran abullonadas y podía sentir como los tacones de mis zapatos se hundían suavemente sobre ellas. Mire hacia fuera viendo todo de color distorsionado pero me di cuenta de que a un día tan soleado no podía hacerle el feo. Trate de serenar mi ansiedad mientras el tiempo pasaba y Laurent seguía conduciéndome hacia mi destino ese día.

Cuando se detuvo casi suelto un grito, no podíamos haber llegado ya ¿o sí?, la puerta a mi derecha se abrió y Laurent estaba ahí con la mano extendida para ayudarme a bajar.

- hemos llegado, señorita – dijo magnánimamente.

Puse mi mano, envuelta en un guante de seda blanco que me llegaba hasta más arriba de los codos. Me apoye en él para salir rogando por no caerme.

Cuando pude permanecer notablemente erguida me di cuenta de que la oficina de registro era un edificio antiguo muy bien conservado, pensé en que después de todo no fuera tan decepcionante casarse en un sitio así. Laurent parecía saber en qué piso se iba a dar todo porque me pidió con su baja voz que lo siguiera para entrar. Su seriedad e insensibilidad comenzó a afectar mi vulnerable estado de ánimo.

Un hombre vestido a la usanza negra abrió la puerta sonriendo y nos dio la bienvenida. Me sentía notablemente incomoda ahora muy por encima de mis nervios.

El hall de techo amplio y antiguo se extendía por muchos metros dando el aspecto de lobby, había un tablero plástico con las oficinas marcadas y el edificio podía notarse algo lúgubre. Había una barra de madera perfectamente labrada y con aspecto casi de hotel. El ambiente olía a madera antigua y fresca. Las luces con lámparas antiguas iluminaban la tenue estancia haciéndola parecer a algo así como el lobby de primera clase del titanic, de la película.

Cerré los ojos un momento mientras consideraba mis opciones una vez más, pero una vez más me veía con una única salida y era la que me conduciría los pisos que hicieran falta para llegar a la oficina donde tendría lugar mi matrimonio.

No, el trámite. Casi pensé que no podía usar la palabra matrimonio.

Laurent se dirigió a un asesor de puerta manual y lo abrió para que yo pasara. Lo seguí intentando igualar sus zancadas con mis torpes tacones, estos resonaban contra el piso mientras intentaba no tropezar.

Ajustando el ramo en mi mano y parte de la falda de mí vestido, entre tras él y el marcó el número 15, cerró la puerta y el ascensor comenzó su "asenso".

Cada puerta de cada piso iba pasando lentamente y yo las contaba tan lentamente como iban pasando, respirando profundamente y mirando hacia el suelo. Me sentía incomoda al lado de Laurent, era como si el pensara en mi de mala manera, como si yo estuviera cometiendo un mal acto. Esa era la impresión que me daba y solía saber bastante mejor que la mayoría de las personas cuando no le agradaba a alguien.

Cuando finalmente el ascensor se detuvo en la puerta 15 el abrió la corrediza y espero con la puerta abierta a que yo saliera. Cuando lo hice me quede en mi sitio esperando que él me guiara por donde debería. El camino por un pasillo con alfombrado rojo perfecto y paredes de diseños victorianos, había luces con caperuzas que atenuaban la iluminación y continuaba dando la impresión de ser un hotel demasiado elegante y antiguo.

Las puertas estaban casi todas cerradas excepto una de la esquina, la de la entrada más grande y, por como la veía mientras me iba a acercando, era la oficina mas grande.

Laurent aguardo en la puerta y supe, mientras daba los pasos que me hacían falta, que había llegado la hora de hacer lo que había venido a hacer. Soltando la cola del vestido y dejando que se arrastrara tome el ramo con ambas manos como Madame me había dicho que hiciera, saque mi mentón y mi poco pecho y enderece la espalda. Y me pare en la entrada que era mucho más grande de lo que yo era.

Había poco mas de 15 personas entre las cuales solo pude distinguir unas familiares, la de James el abogado de Edward que estaba parado cerca de la puerta y que sonrió con algo de compasión cuando me vio, aunque podía ver por sus ojos que en esa compasión también haba algo de admiración y la de Madame René, discretamente sentada entre los demás.

James se acerco murmurando a Laurent algo y me ofreció gentilmente su mano dándome a entender así que él iba a ser quien me "entregara" en el corto camino hacia el escritorio. Cuando enfoque la mesa central vi que Edward estaba allí de espaldas y sentado en una silla, aparentemente sin saber que ya había llegado.

James tosió sonoramente y Edward se puso de pie elegantemente y se dio la vuelta. Sus ojos recorrieron mi figura con expresión insondable, tan lentamente como el tiempo lo permitió. Nada cambio en su cara, ninguna expresión se dibujo en ella, ninguna que pudiera ser interpretada como alegría, o emoción, o ese deseo ardiente que conocía bien. Más bien parecía estar llevando a cabo la conclusión fácil de un contrato.

El hecho de que no me mostrara ninguna emoción me rompió en pedazos el corazón, intente que la tristeza no se volviera a mis ojos, esperando que nadie notara que en ese registro parecía más llevarse a cabo un respetuoso velorio que mi matrimonio. Para darme un poco de ánimo me dije que tal vez esa era la manera en la cual él mostraba su nerviosismo. Mi mano tembló en el brazo de James quien puso una mano encima de mi brazo y lo apretó ligeramente en señal de apoyo.

¿Qué estaba haciendo?, aun podía retirarme, el no parecía el hombre contento que yo me imagine el día de su boda.

Yo había imaginado una gran celebración, no con mis amigos inexistentes pero había esperado que al menos el tuviera a los suyos y pareciera contento de estar con ellos, conmigo.

Mi ojo de gato hizo un repaso de la oficina de registro civil, pensando en que, si algún día hubiera podido ser empresaria, hubiera deseado trabajar en una oficina así, aireada, grande y perfectamente iluminada tanto por la luz del día como la artificial.

Luego, a medida que me iba acercando no tuve más remedio que mirar a Edward, o a esa falsa copia del.

Tuve el brevísimo impulso de preguntarle ahí, delante de todos, si se arrepentía de haberme pedido en matrimonio pero las palabras se me atascaron en la garganta cuando pude ver de cerca cuan atractivo lucia con si traje de novio. Parecía mas al príncipe de mis sueños que al hombre real quien parecía estar siendo conducido a la mismísima horca.

James abandono mi brazo a la mano de Edward, cuando la tomo el contacto de su piel de me hizo temblar, su piel estaba tan caliente que tuve la ligerísima sensación de ser acariciada por fuego aun a través de la tela del guante. Cerré un poco los dedos y el tomo mi mano completamente casi cociéndomela.

Luego nos paramos en frente del juez que llevaría a cabo la ceremonia.

Esta empezó como todas:

- el día de hoy nos reunimos en este recinto de ley para celebrar la unión de estas dos personas….

Procure poner atención pero las palabras entraban y salían de mis oídos de forma metódica.

Todavía tenía en mi cabeza el grito de advertencia de la pesadilla.

Pero ya era demasiado tarde para arrepentirme, no cuando acababa de tomar entre mis dedos la pluma de carísimo linaje y comenzaba a firmar donde el juez y el mismo Edward me indicaban, casi no veía las letras pero eso no tenía nada que ver con mi vista o algo relacionado con usar gafas, era por el profundo mareo que me atenazaba, era algo emocional y a la vez físico, físico por mi renuencia a tomar algo para el desayuno y emocional porque me sentía imposibilitada para sentir algo más que profunda decepción

Brevemente fui consciente de que el firmaba muchos menos papeles que yo pero me calle mi súbito entendimiento y me dedique a prestar atención al final de la ceremonia.

La mano de Edward no abandono la mía en ningún momento y eso me dio un poco de alivio, un brevísimo atisbo de esperanza. Cuando el juez pidió los anillos James se acerco y puso una almohadilla blanca que contenía mis dos anillos, el de compromiso y el de casada y el tercero de él, sin ningún ornamento.

Me volví a mirarlo cuando nos toco ponerlos uno en el dedo del otro, espere que en mis ojos no se notara lo infeliz que estaba siendo, cuando debía ser al contrario. Pero no podía ver nada en sus ojos que me convenciera de algo diferente.

Era una maldita desagradecida, pensé en medio de mi hondo dolor, desde antes sabía que no podía esperar bombos y platillos y aun así estaba ahí sintiéndome mal, tomando el anillo de él y repitiendo como autómata todo lo que el juez me decía que repitiera.

Deslice el anillo en el dedo de Edward y luego fue el turno de él. Vi sus dedos morenos sobre el guante blanco acariciando mi brazo hasta llegar al límite del guante y comenzar a retirarlo para ponerme el anillo directamente en el dedo. Aunque se suponía que tenía que ponérmelo sobre el guante, o eso había dicho madame.

Yo no podía mirarlo a los ojos. Pero si podía ver cada acción de su mano sobre la mía, cada brizna de su voz pronunciando las mismas palabras que yo había pronunciado, luego sus dedos otra vez sobre mi piel subiendo el guante a su sitio. Procure que no notara cuanto me afectaba sui contacto mientras hacia lo posible por no llorar.

Ambos nos volvimos hacia el juez y el pronuncio las palabras finales.

Eso había sido todo.

Para esto me había preparado tan emocionada y no había podido pronunciar una sola palabra todo por el simple hecho de que a leguas se notaba que Edward no estaba feliz con esto.

Tal vez todo había fluido demasiado de prisa o yo que sabía.

Tomando mi mano y haciéndome girar hacia el nos dimos el beso de rigor, el beso mas frio que había recibido por parte del que me recordaba horrorosamente a los besos sin sentido que había recibido a la fuerza de aquel par de engendros de Satán en ese orfanato.

Mire brevemente hacia madame quien me realizo un sosegado guiño y luego hacia la puerta.

Cuando salimos ambos nos dirigimos esta vez a la limosina. Entre antes de él y luego el entro para ponerse a mi lado. Suspire silenciosamente mientras ponía el ramo de azucenas entre nosotros con la intima intención de conservarlo como el único recuerdo grato, el lo miro y luego pensó en decir algo solo que, aun dolida como me sentía, lo interrumpí-

- no tenia amiga a quien lanzárselo – no conté con madame porque asumía que ya era una mujer casada, - así que me lo quedo, espero que no te moleste. – vaya, si antes no quería quedar como una niña caprichosa e inmadura acababa de fracasar estrepitosamente

- por supuesto que no – murmuro el volviéndose finalmente hacia mí. Soporte su mirada por muchos segundos preguntándome cual sería el siguiente golpe que recibiría de él. – es un vestido hermoso –

Asentí brevemente pensando en que solo el vestido lo era, y tenía mucha razón, en ese momento había perdido cualquier pensamiento positivo acerca de intentar ser lo que no era, una belleza.

- pero más lo es quien lo lleva – dijo el otra vez lanzándome una daga directo en el departamento de la poca autoestima. Un calor de alegría se incendio en mi cuando lo escuche decir eso. Sorprendente, en unos segundos podia cambiar la perspectiva de nuestro matrimonio con solo decirme que me veía hermosa.

- tú también te ves muy bien- le dije esperando no sonar demasiado ridícula.

- no sabes lo que ese guante le hace a mi autocontrol- dijo acariciando el guante de seda en cuestión y tomando mi mano para besarla.

- ¿puedo preguntarte algo? - eso se me escapo tan de súbito que no tuve tiempo de pensar en una pregunta alterna.

- adelante…- dijo acariciándome los nudillos con los dedos encima de el guante.

- ¿sucedió algo malo antes de que acudieras al registro?-

Su expresión se enfrió de una manera notable, volvió a ser la misma calavera de hacia una hora.

-no… ¿por qué? – pregunto seco.

- se que no tengo derecho a…preguntártelo…pero… ¿acaso hice algo malo anoche?

- te repito que no se dé que me estás hablando.

- ¿cuál es la verdadera razón por la que querías que fuera tu esposa? – le asalte deliberadamente esperando su dura respuesta – parecía que James tenia mas deseos de casarse conmigo que tu – me lleve una mano a la boca y me la tape lanzando un grito ahoyado ante mi grosería y ante mi lengua larga.

El solo una irónica carcajada que me lastimo profundamente.

- tengo mucho trabajo en el que pensar Isabella, aun el día de mi boda mi empresa depende de mí. – dijo abandonando la risa tan rápidamente como había llegado.

Asentí pero aceptaría cualquier excusa con tal de que no me incluyera en la causa de su mal genio.

- ¿solo por eso?- volví a preguntarle no muy segura de desear saber la respuesta. Abrí mis dedos y los cerré esperando liberar un poco de tensión.

- solo por eso…ahora tendremos nuestra celebración., que creo que es por lo que estas penando – susurro volviéndome a tomar la mano, lo mire seriamente esperando que comprendiera mis palabras.

- no me interesa la fiesta si no quieres asistir. Si en algo ha fallado esto por favor dímelo, aun estamos a tiempo de retractarnos.

Su mirada se clavo en mí por largos segundos, casi creí por un momento que me iba a lanzar fuera del coche pero no fue así.

- tendrás que perdonarme, pero como te dije antes mi trabajo es agobiante. – se excuso hablando como si cada palabra le costara un enorme esfuerzo.

Deseaba creerle, pero algo muy dentro de mí me decía que no estaba siendo sincero, pero como siempre y resignadamente, no me metería en donde no me había llamado, especialmente no en su volátil sentido del humor.

La limosina volvió a detenerse esta vez en las puertas del hotel que conocía bien y en donde se había llevado a cabo la fiesta en la que fui con la vestida de negro. Sonreí internamente en el contraste de vestimentas de la Bella anterior y esta. Había mas personas ahí, personas a las que asumí que Edward conocía. Intente no desprenderme de su brazo para evitar confrontaciones malvadas.

Entramos al amplio salón que ya había conocido antes, solo que esta vez, al ser de día se podía apreciar un poco mejor el exclusivo diseño y la calidad del material con el que estaba construido. No había tantas luces pero si unas cuantas velas, los asientos estaban decorados de manera diferente a como los recordaba y había una preciosa fuente en una de las esquinas. Sonreí cuando vi que las flores en las sillas y mesas eran las mismas azucenas que yo cargaba en la mano, había una cantidad menor de mesas y la mayoría de ellas eran hombres, que estaban con sus esposas. En una de las mesas posteriores y largas había un bufete organizado en fila con una serie de camareros detrás vestidos elegantemente. Todo era…demasiado pomposo.

Mi cálculo había sido correcto ya que madame René también estaba ahí, y estaba de la mano de un hombre en esmoquin

Me prendí del brazo de Edward esperando que no me dejara sola como ese día.

Pero inevitablemente el se separo de mi cuando comenzó a ser abordado a hablar de negocios con la gente agrupada en el centro de la sala. Algunos me miraban fijamente, como si les costara creer lo que a mí también, que ese hombre, con su status y su riqueza , se había casado con una mujer como yo, intente mantener la cabeza en alto y el temperamento firme encontrándolo sumamente difícil . Quise acercarme un poco a saludar a madame René pero me contuve. No sabía qué era lo que él les había contado de mi, ni a ella ni a los demás, el caso es que la cabeza se me lleno de dolorosos recuerdos relacionados con las dos mujeres que difamaron de mí y mi huida al no poder enfrentarlas, el sitio parecía estar solo lleno de hombres y dado que ninguno de ellos me puso el menor cuidado, si se le podía llamar a eso mirarme fijamente y no hablar ni un poco, me fui caminando hacia la barra del hotel donde resonaba una música muy elegante y distinguida. Sin mirar realmente al camarero le pedí un vaso con agua.

- usted…- escuche que él murmuro. Lentamente me di la vuelta y cuál no sería mi sorpresa al encontrarme allí al mismo camarero que había guiado mis pasos oralmente hacia el lavabo de señoras en mi visita anterior a ese hotel, el mismo que había ido a buscar…me al café parís. Sus ojos me recorrieron lentamente lanzándome la mirada por la que yo habría pagado pero en ojos de otra persona.

- hola – salude débilmente sintiendo es a incomoda sensación cuando ese camarero estaba cerca. – ¿podría darme, por favor, un vaso con agua? – no me sentía capaz de mayores proteínas.

- ¿se ha casado?- me pregunto abruptamente mirándome a los ojos tan directamente como lo hacía un lince. Recorría mi vestido a todas luces de novia y el ramo que aun sujetaba en una mano.

- si…- murmure cuando bebí un poco de agua, vi que el camarero tenía una sonrisa cínica en el rostro.

- pues no parece como una mujer recién casada – repuso con una confianza digna de Casanova en la voz.

- no creo que usted pueda juzgar el comportamiento de alguien recién casado – me sentí un poco rebelde ante esa evidente provocación, moví el vaso que me paso junto con la botella de agua mineral.

El agua tenía un sabor dulzón muy parecido al del alcohol, así que lo deje encima mirándolo indignada por su atrevimiento.

- creo que eso no es asunto suyo…- cuando me iba a dar la vuelta para irme tropecé de frente con Edward que parecía haber estado allí bastante tiempo.

Pero estaba tan enfadada con él y en el camarero que lo rodee y me escape por un lado a estarme en la mesa que estaba más decorada y que asumí que sería la que íbamos a ocupar.

Me senté allí perdiendo en control de mis emociones súbitamente y queriendo echarme a llorar como un mar. Nada de esto estaba saliendo como me lo había imaginado, no sabía que de la noche a la mañana las personas pudieran cambiar y decir cosas que no concordaban con lo que vivieron antes. Los ojos de Edward escupían fuego mientras miraba al camarero quien le devolvía la mirada sin ningún tipo de temor. Luego se acerco a donde me senté y me miro completamente enfadado.

- ¿qué hacías hablando con él?-

- no estaba hablando con el – repuse dolida y con la voz tomada maldiciéndome por ser tan débil y tonta.

No entendía su actitud beligerante y lo uno que quería era irme a bañar y terminar con todo esto. Limpie la comisura de mis ojos esperando que él no lo notara y tome el vaso de agua que había pedido.

Pensé en la cantidad de novias que en días como estos lograban estar acompañadas y apoyadas por sus seres queridos, pero yo solo podía estar acompañada por mi mísero humor y por ese hombre que de la noche a la mañana había destruido mis expectativas tontas, aquellas con las que me había atrevido a soñar y creído que podían ser verdad.

- el vals de los novios – anuncio una voz elegante, la de madame René señalándonos a ambos, por un momento creí que Edward se iba a negar, tan educadamente como su actitud se lo permitía. Pero cuando se puso de pie y me ofreció su mano, mas embelesada por su cambio que enfadada le di mi mano ofreciéndome a que me llevara a donde mejor le pareciera.

Había luces de colores pasteles, mientras ambos caminábamos hacia el centro del gigantesco salón, luego una música suave comenzó a sonar y pronto me vi envuelta en los brazos de Edward bailando al compas de un vals matrimonial.

De repente todo el mal humor se esfumo de mi, tal era su poder en mi que todo a nuestro alrededor comenzó a remitirse a la nada. Solo podía verlo a él, solo podía sentirlo a él, solo quería sentirlo a él.

Apretó mi mano fuertemente antes de comenzar a dirigir el baile dando vueltas sin parar. Solo podía ver su rostro, y el juego de luces detrás de él pero siendo consciente de su rostro a muy pocos centímetros del mío.

Debía padecer un episodio breve de trastorno de personalidad, y yo con él.

En un momento estábamos más fríos que un iceberg y luego estábamos enzarzados en un beso tan magistral como intenso.

Y aun seguíamos bailando, y nada mas importaba porque, como la tonta que era, había caído nuevamente en ese juego de él, en ese juego que sabia que acabaría mal.

Cuando el vals termino nos aparamos y algunos aplaudieron. Esto, más que una recepción de boda parecía el ligerísimo encuentro entre entes de pocos países, de esas en donde solo se comía maní y se bebía vino.

El no soltó mi mano hasta que estuvimos en la mesa, una vez sentados ahí levanto su mano para pedir algo al camarero. Cuando mire tras de él me di cuenta de algo que, en medio de mi dolor, no había visto antes. En uno de los lados posteriores de la gran sala se encontraba un pastel de color blanco y de al menos cuatro pisos, tenía la decoración típica en espiral que conocía bien por el curso de repostería que Emmerald había llevado a cabo, en la punta del estaban los típicos muñecos que nos representaban a nosotros, a distancia podía ver que era un pastel que tenia mano de obra exquisita y me sentí un poco mal.

El camarero llego….tenía miedo de levantar la mirada por si era ese que al que él había querido armarle bronca así que me quede, recatadamente, mirando hacia la mesa.

- un whisky – escuche que decía Edward…- doble.

La manera en que dijo doble no admitía replicas y su tono volvía a ser el frio de antes. ¿Qué narices le estaba pasando?

Había estado dispuesta a pasar por alto su brevísimo episodio de mal humor pero una vez mas volvía a ser la calavera de siempre.

Preferí quedarme callada esta vez antes de ser víctima de sus cambios de humor.

El whisky llego unos minutos después y cuál no sería mi sorpresa al ver que se lo bebía en dos tragos como si tuviera una sed inmensa, pero sabía, por lo que había leído, que el whisky era una bebida fuerte, así que ¿cómo podía el beberlo de esa manera, como si fuera agua?

Levanto el brazo otra vez y el camarero volvió a aparecer.

- otro -

Tenía miedo de mirarlo a los ojos. La música de fondo seguía sonando y yo seguía en silencio comenzando a sentir un ligerillo pinchazo de miedo. Unos pasos se escucharon en el exquisito alfombrado y levante los ojos para ver a James acercarse.

- ¿puedo bailar con su esposa?- le pregunto a Edward que lo miro con… ¿ceño?

- adelante – dijo como si deshacerse de mí fuera lo que más quisiera.

Decidí, en ese momento, que no me importaba nada, que todo había sido una farsa y que si él quería continuar representándola por mí no había ningún problema, es más, le ayudaría para que todo se diera de la mejor manera posible y así, ante los ojos de los demás, como lo había sido ante los míos, seguiría siendo el hombre elegante y distinguido que había parecido desaparecer después de dar el sí en el juzgado.

Tome la mano que James me ofrecía y camine con él hacia el centro de la sala en donde haya bailado el vals con Edward.

No me sentía en la suficiente confianza con James como para preguntarle si casualmente sabía algo acerca del comportamiento de él. Así que solo seguí sus pasos esperando no ponerlo en ridículo. Hasta que el hablo.

- se ve, usted, como mi hija el día de sus quince años…-

Ante esa afirmación tierna, tierna viniendo de él que siempre parecía ser un hombre tan distinguido y serio, no pude más que mirarlo a los ojos. Era un rostro de edad, un poco ajado por los años, pero aun podía llegar a considerarse atractivo, al menos para una mujer mayor que yo.

- perdón... ¿qué dijo? – lástima que mientras que el se veía tan inteligente yo siempre que hablaba con el me veía tonta y carente de vocabulario, y encima en las nubes. Vi que esbozo una sonrisa leve.

- claro que mi hija presta más atención a lo que le digo.- no tuve más remedio que sonreírle de vuelta. De pronto la ceremonia me pareció un poquito más amena.

- va a tener que perdonar que siempre parezca en pleno sueño cada vez que hablamos, le juro que no es intencional- me disculpe esperando seriamente que no creyera que lo tomaba a juego.

- es entendible, unos días antes de casarse las mujeres tienden a ponerse algo histéricas, y en su caso olvidadizas.

Ante eso mi sonrisa se desvaneció un poco. Y él se dio cuenta.

-señor James…- le dije ahora armada de confianza – ¿Edward siempre es tan cambiante? - Esa era una faceta que no me había mostrado, tal vez porque antes no había querido apartarme y tal vez después de la boda sí. Lo que no entendía, y lo volvía a repetir, eran los motivos de su prisa y una vez que había conseguido lo que quería se mostraba tan frio e inasequible como un pavo real.

- porque lo dice?- dijo olvidándose del tema de mi torpeza

- el… no ha cruzado conmigo más que dos palabras y…parece tan inconforme…

El pareció meditarlo por minutos mientras seguía llevándome por maestría entre los pocos que bailaban. Lugo hablo.

- debe entender que… tampoco para un hombre no es fácil tomar la decisión de casarse y mas encima llevarla a cabo…- podía tener razón pero estaba descargando y sin piedad todo su nerviosismo en mi.

- no lo sé…creo que es más que eso… al fin y al cabo el era quien quería…es decir – otra vez mi bocaza – no estoy diciendo que no lo quera, Dios sabe que lo…lo quiero mucho – no me pareció bien decirle que amaba a su jefe por si le daba por decírselo a él, o más bien reconfirmar selo, para hacerme aun más vulnerable.- pero no entendí las razones por las que quiso casarse conmigo tan de prisa…

- Los hombres somos impulsivos, pero el impulso de el señor va mas allá de el simple gusto…usted en realidad significa mucho…para el…lo sabré yo.

Eso me dejo un poco tranquila, así que él siguió hablándome de nimiedades cambiando tan abruptamente de tema que no tuve más remedio que seguirle el pito.

Cuando la suave música termino, alguien relevo a James de manera inmediata, otro de los amigos de Edward, el marido de madame René, era un hombre de edad y me asuste un piquín pero pronto de mi cuenta de que aunque austero el hombre en si tenía un estupendo sentido del humor negro, que no tuve mas reír ante cada frase sarcásticamente graciosa que se le ocurría.

No me hizo preguntas sobre mí, solo las referentes a mi extrema delgadez pero incluso era la hicieron de manera graciosa y no tuve más remedio que reírme. Cuando termino seguí bailando con los demás, esperaba sentirme relegada pero a diferencia de mi marido ellos estaban comportando lucidamente, no pude ver a Edward en ese lapso de tiempo y no precisamente porque no lo hubiera buscado, parecía haberse retirado de la sala. También busque a madame René y a James pero no pude ver a ninguno de los dos.

Edward me había dejado sola.

Intentando dejar de sentirme mal por esto acepte la mano de la siguiente persona que la tomo sin prestarle demasiada atención. Con tan mala suerte que cuando menos lo espere estaba bailando con el camarero, quien estaba vestido diferente, parecía que su turno había terminado y me apretó en sus brazos lentamente.

Me quede sin palabras ante su atrevimiento pero bailando como estábamos no podía hacer nada, y menos podía empujarlo lejos porque no quería llamar la atención de nadie.

Cuando termino el camauro se inclino y me beso la mejilla brevemente antes de retirarse. Yo me quede quieta como tonta, como si esperara su siguiente movimiento, pero solo susurro en mi oído.

-se ve hermosa…. Su marido es un hombre afortunado…y yo también porque no está aquí ahora – luego se dio la vuelta y salió por la puerta, camine rápidamente hacia mi mesa en donde yacía el vaso de Edward, en donde había tomado whisky, vacio y solo, tal como yo.

Ese camarero era una persona extraña, no podía creer que me considerara atractiva cuando nunca un hombre como él o como Edward lo habían hecho. La apreciación brillaba en sus ojos cuando me miraba y cuando tuve la mala suerte de cruzar mis ojos con él en la pista de baile. Sacudí la cabeza ante la dirección que estaban tomando mis pensamientos y vi que el bufete estaba dando inicio.

Todo el mundo debería estar hablando a mis espaldas ante la ausencia de mi marido, pero no tuve oportunidad de comprobarlo realmente, ni siquiera pude hablar con madame quien, estaba segura, era la única que podría ofrecerme cierto consuelo.

Un camarero se acerco y me ofreció su servicio, por ser la novia, para traerme la comida. Le dije que si letárgicamente, asintiendo en los platos que sugirió, sin saber siquiera que había pedido. Luego llego con el plato lleno de comida que solo había visto en fotos y de la cual no quería probar ni el olor.

Acerque el tenedor y pinche un sazonado mejillón pero antes de llevármelo a la boca llego mi afamado esposo. Su aspecto era el mismo pero en sus ojos había un brillo y cierta somnolencia que me hicieron preguntarme cuan ebrio podría estar. Se sentó con mucho ruido frente a mí y dijo.

- ¿puedo comer de eso? – señalo mi plato lentamente y por su voz arrastrada supe que estaba ebrio.

Asentí cayendo más abajo todavía en mi tristeza

- por supuesto -

Alargue el plato hacia el ofreciéndole a comer todo lo que quisiera, todo el plato incluso si así lo deseaba.

- ¿te has divertido?- me pregunto masticando una col.

- claro…tus amigos son muy educados –

Su rostro se ensombreció lentamente, miro a sus espaldas y luego a mí nuevamente.

- ¿y los tuyos? –

- no tengo amigos aquí…compañeros si acaso, tus amigos que bailaron conmigo y James, pero no amigos – aclare ese punto teniendo una ligerísima idea de a quien estaba haciendo referencia.

- perdóname – dijo súbitamente mirándome a los ojos, yo me pregunte por que volvía a pedirme perdón si se estaba comportando basto.

- no tengo nada que perdonarte – respondí esperando poder lidiar con el estado de su ebriedad.

- sí, si tienes…. No me estoy portando bien.- lo decía como si fuera un niño a quien alguien hubiera regañado, luego pensé en si James había dicho algo. Seguramente que sí.

- lo siento yo también – dije tontamente - creo que no he sido la compañera más agradable –

- por mi causa, pero… bueno en fin. ¿En serio vas a comer todo eso? - señalo el plato y yo me reí un poco.

- no estaba muy en mis cabales cuando lo pedí –

El también rio tratando de aligerar el ambiente, la tarde seguía cayendo y el tiempo seguía pasando, el momento de irnos se iba a acercando y mis manos temblaban cada vez mas.

Mientras la gente comía y bebía Edward se quedo conmigo, hablando de muchas cosas, de la isla brasilera que íbamos a visitar, de el alza en la bolsa, de muchas cosas, pero no de nosotros, aunque me sentía un poco contrariada le seguí el cáñamo intentando resarcir las horas anteriores.

Cuando todos terminaron en medio de risas nos llego la hora de partir el pastel. Los amigos de Edward se hicieron en corro y nosotros nos ubicamos detrás de la mesa donde el decorado pastel se levantaba. Un camarero sonriente nos paso un gigantesco cuchillo y lo puso en la mano de Edward, el me lo paso a mi sonriendo fríamente. Lo tome en mis manos y el puso la suya en la mía. Como un rito, enterramos al mismo tiempo el cuchillo en la carne de la torta mientras los demás aplaudían. Me llego a la nariz el olor de la crema y me obligue a saborear un poco de esa torta deliciosa cuando un camarero partió para nosotros. El también aunque dejo mucho, pensé que su está dado de alcohol debía ser bastante alto.

Y el tiempo seguía pasando, la gente se volvía bonachona después de la comida el vino y la torta y todo parecía continuar con alegre ritmo. Madame se acerco a mí y me hablo también de nimiedades mientras la noche seguía avanzando. Cuando menos lo pensé el reloj de campana al fondo, en una esquina de la sala, marco las 12:00, tiempo en el cual la gente comenzó a despedirse. Hasta que solo quedamos él y yo.

Fue Cuando comenzó todo.

Cuando echo una mirada rápida me atrajo hacia él y planto en mi boca un beso cargado de necesidad que no le hubiera negado en ningún momento de la noche si llego a saber que lo deseaba. Solo me enfrasque en el ciega e hipnotizada por el sabor de sus labios ligeramente alcoholizado. Si estaba ebrio y debería importarme pero volvía a ser el Edward de antes y eso era más importante, incluso ahora cuando iba a ser su esposa en todo el sentido de la palabra.

Lo abrace fuertemente y el correspondió a mi abrazo penetrando mas y mas profundamente en el interior de mi boca.

Luego nos separamos lentamente y él me tomo de la mano llevándome con él. Lo seguí embelesada esperando con ansiedad el próximo de sus movimientos.

Subimos a un ascensor en el que antes de subir un botones, o por lo menos alguien vestido como uno, nos deseo una feliz noche.

En el ascensor volvió a besarme y volví a besarlo consciente de que cada vez estábamos más cerca y a la vez sintiendo una especie de pánico que surgía del interior de mi pecho.

¿En realidad iba a ser capaz de hacer esto?

Cuando las puertas del ascensor se abrieron Edward me tomo entre sus brazos y me aferre a él con miedo de que me dejara caer, seguía ebrio pero no hablaba y quería que me hablara, tal vez que me tranquilizara un poco antes de entrar en… ¿materia?

Aun conmigo en brazos saco del interior de su bolsillo una especie de tarjeta y con ella abrió la mecanizada puerta para cruzar el umbral conmigo, la única tradición matrimonial que pareció cumplir en esa noche.

Suavemente me deslizo por su cuerpo hasta que volví a tener contacto con el piso, pero lo mismo hubiera dado que me hubiera elevado ya que cuando lo hice me volvió completamente hacia el de manera un tanto brusca para besarme ardorosamente, mucho más que siempre, trate de seguir su ritmo intentando no ponerme torpe y tratando de darle todo lo que parecía exigir.

Pero algo pasaba, esa exigencia no era la misma de siempre, era casi animal y no admitía nada contrario. Sus labios comenzaron a machacarme y a lastimarme pero no me opuse esperando que se calmara como hacia siempre y me llevara por sendas menos violentas.

Pero no se calmo, abandono mis labios y comenzó a besarme fuertemente en el cuello y en las clavículas y comenzó a explorar las faldas del vestido con las manos impetuosas, le ofrecí mi cuello en señal de que no me opondría y en señal de que si podía tomarme podría ir un poco mas despacio, pero recibí un fuerte chupetón seguido por su lengua que comenzó a lamerme sin ningún tipo de dirección, recordándome inevitablemente al pasado.

Con todas las fuerzas de mi alma intente apartar esas memorias y lo conseguí al menos en ese momento.

Intente, suavemente apartar su cabeza de mi y lo conseguí un poco, trate de besarlo más despacio pero el volvió a plantar su boca contra la mía en una manera demasiado apasionada.

Cuando caí a la cama, el suave colchón y las almohadas atenuaron el golpe que debería haberme dado cuando me lanzo a ella con fuerza y se lanzo encima de mí como un animal voraz.

Esta vez ataco al vestido deslizando las manos y los ojos por él como si pudiera deshacerse de él con magia. Su boca se lanzo por la parte superior de mi cuello y después por la de mi pecho succionándome con fuerza y arrancando de mi en cada uno de esos chupones gemidos ahogados, quien nos mirara desde fuera podría interpretar que mis gemidos eran de placer o algo mas, pero cada succión a mi piel me ardía de manera dolorosa y no apasionada.

Sus fuertes brazos me levantaron hasta dejarme sentada al frente de él pero no se quedaron ahí, se dedicaron a bajar rápidamente la cremallera del vestido como si no pudiera esperar más para verme desnuda, a pesar del miedo una ligera brizna de calor nació en mi pecho, mezcla de vergüenza y vanidad femenina.

Aparto el vestido con rapidez y con la misma violencia lo bajo con sus manos hasta mi cintura. El aire frio rozo mi piel haciendo tensar todo en mí mientras él me contemplaba mudamente.

Creí que se había detenido, creí que tanta ansiedad por mi había muerto al contemplar mi cadavérica figura, creí que me pondría a llorar en ese momento ante todo lo que estaba pasando, su mano se acerco y la mire expectante viendo como… ¿temblaba..,?

Esa mano se poso encima de mi pecho, el calor que transmitía era el mismo que la sensación del fuego y mando una onda de calor por mi espalda. Se quedo quieta por unos segundos, pero luego se cerró con más fuerza y más y más hasta que volví a gemir dolorida.

Cerré los ojos ante la mezcla de deseo y dolor que sentía mientras el calor que estaba en mi seno derecho cubrió también el izquierdo y fue preso del mismo contacto que bordeaba al dolor.

Sus dedos se me clavaron en la cintura cuando me alzo al encuentro de su cuerpo y apretó más de lo normal casi dejándome sin aire, serénate, me dije intentando regular mi respiración por el oxigeno que él me robaba succionando mis labios y mi lengua sin dejar ningún tipo de espacio. El material de la chaqueta de su esmoquin rozaba mi piel haciéndola irritarse, pero seguí devolviéndole el beso tratando de igualar lo que yo consideraba que era su pasión, pero volvió a apartarse de mí y volvió a tomarme del pecho para luego bajar su cabeza y meterse uno entre la boca. Sentí como si un horno caliente se cerrara alrededor de mi seno haciéndolo presa de una succión demasiado fuerte para ser placentera. Es cierto que la sangre corría por mi piel como un batallón de hormigas concentrándose en las sensaciones que producía su toque pero había algo más en él, algo oscuro, algo siniestro que siguió alimentando mi miedo. Succiono con fuerza mi otro pecho mientras seguía presionando mi cuerpo contra el suyo.

- Edward…- susurre su nombre mientras el seguía humedeciendo mi piel y sus manos abandonaban mi pecho para seguir bajándome el vestido hasta dejarlo en mis rodillas. Mas frio siguió rozando mi pecho, pero sus manos cálidas lo hacían tolerable.

Finalmente su boca dejo la piel de mi pecho en un poco elegante sonido de succión, lo mire con los ojos entrecerrados en la ligera oscuridad de la que apenas fui consciente, tenía las mejillas coloradas y en sus ojos había una intensidad demasiado fuerte.

Se aparto de mi un poco para desabrocharse la chaqueta y lanzarla a un lado soltando un gruñido, no me miraba a los ojos exactamente sino hacia el pecho, como evaluándolo, aunque no sabía cuál era su calificación, tuve el impulso de taparme y estaba levantando las manos cuando él me cogió de las muñecas y me las aparto negando con la cabeza y sonriendo como un lobo.

- ya no tienes derecho a esto - dijo apretándome las muñecas con demasiada fuerza – ahora eres mía y puedo hacer contigo lo que quiera…-

Me soltó las muñecas solamente para sacarse la camisa y lanzarla también a un lado, trague en seco cuando vi la musculosa perfección de su cuerpo, tenía el pecho amplio como había adivinado que era a través de la ropa, la piel era ligeramente bronceada y tan tensa como la piel de un tambor. Su abdomen era plano y marcado y estaba moviéndose agitadamente como la respiración de él.

Lo mire por varios segundos, hasta donde mi innecesario pudor me lo permitió. Luego aparte la mirada esperando su siguiente movimiento no como una novia apasionada sino como una mujer que está a punto de cumplir una sentencia. Volvió a tomarme dolorosamente de las muñecas y esta vez las hizo hacia atrás de manera que no tuve más opción que la de echarme para atrás con ellas para evitar que me dislocara los brazos, parecía tener esa intención por que al mismo tiempo que me recostaba la parte inferior de mis piernas aun presas del vestido fueron inexplicablemente libres, hasta que solo la ropa interior y su pantalón nos separaban de entrar en absoluto contacto.

Cuando quede completamente apoyada en la cama, con las manos a ambos lados de la cabeza y con el encima mío, de alguna manera erótica y sensual comenzó a deslizar su pecho sobre el mío, ambos desnudos de ropas, cerré los ojos al no ser capaz de ver esa intensidad mencionada antes, mientras sentía el contacto por triplicado en esa posición, sin mucha delicadeza una de sus piernas hizo abrir las mías para acomodarse en ellas y profundizar aun más el contacto. Sin casi ropa encima de mí, esta vez sentí su dureza presionar contra mí, gemí esta vez porque me agradaba, porque parecía haber pasado de su etapa de hombre de las cavernas a una persona…normal…

No sabía qué hacer, sus manos no de dejaban libre mientras seguía frotándose contra mí y seguía anclándome a la cama. Sentí su cuerpo rozar con más fuerza cuando se inclino hacia mí, pensé que me iba a besar pero lo que hizo fue seguir derecho hasta mi oído y detenerse allí.

- eres mía….y de nadie más –

Ira.

Era todo lo que podía sacar del tono de su voz.

Ira consumiéndolo, su voz me alerto, me tense en un instante y quise apartarlo de mí…

- no te muevas - me siguió susurrando con una voz ronca, pero no era la que conocía, era otra, una que nunca había escuchado en el, una que me daba demasiado miedo, controle el palpito de mi corazón mientras él seguía moviéndose sobre mí de manera sinuosa, pero no lo encontraba más agradable, más bien mi pánico se incrementaba. - esto es lo que quiero…no puedes negarme que también lo quieres….tu y todas tus miradas de niña ingenua...aconchándome…tentándome…no puedes negarte ahora –

La respiración se me atasco en la garganta mientras me quedaba tan quieta como me decía, tensa…no sabía qué hacer, con ambas manos subió las mías hasta más arriba de cabeza solo para tomar las muñecas con una sola mano y deslizar la otra contra mi cuerpo tocándome con brusquedad.

Finalmente descubría que si estaba ebrio, el no me haría esto, al menos de esta manera, si fuera la misma persona que fue en los días que nos conocimos.

Lagrimas de dolor y vergüenza penetraron por mis ojos, quería pedirle tiempo…espacio para respirar, pero de alguna manera sabía que no me lo daría. Su mano siguió tocándome hasta entrar en contacto con la ropa interior seleccionada por madame René. La enredo entre sus dedos y comenzó a retirarla sin ningún tipo de delicadeza, cerré las piernas y este movimiento pareció alertarlo.

- no me digas que tienes miedo…- dijo contra mi cara.

Finalmente pude abrir los ojos y no me importo lo que pudiera leer en ellos, le rogaría en cualquier momento que se detuviera, pero esta vez no `podía negarme, no cuando era su esposa y había firmado accediendo a todo.

- no llores…- continuo deslizando la lengua por las lagrimas que me resbalaban imparables de los ojos, al mismo tiempo que, con una maestría propia de un hombre mujeriego, terminaba de desnudarme dejándome completa y totalmente expuesta a su mirada iracunda – no vas a llorar…- murmuro, su aliento a alcohol mezclado con su esencia me hizo saltar al mismo tiempo que su mano se enterraba en la piel que había dejado al descubierto.

Intente apartarme la primera vez, pero él se posicionó sobre mi impidiéndome cualquier tipo de movimiento. El que cayera sobre mi hizo abandonar rápidamente el aire a mis pulmones, el poco que había logrado recoger.

Me beso, mientras su mano se movía allí abajo, con rudeza, con insistencia, dándome un placer que, pese a como lo deseaba, no quería en ese momento, mas aire fue succionado de mis pulmones al mismo tiempo que su mano y el resto de su cuerpo.

La sensación ardorosa que solo había sentido una vez, cuando me toco en el hospital, volvió a distribuirse por todo mi cuerpo.

Caí presa de alguna especie de letargo, y solo fui consciente de mi cuando me encontré nuevamente apoyada en la cama con ambos brazos a los ambos lados de la cabeza y con su cuerpo sobre el mío. Lo sentía en todas partes, sus manos vagaban por mi cuerpo sin control y yo no hacía nada, estaba presa de mis recuerdos que en ese momento comenzaron a bombardearme.

Me quede completamente quieta cuando sentí sus manos entrar en contacto con la parte más intima de mi cuerpo nuevamente, a esas alturas no quería nada sino darle lo que fuera que estuviera buscando en mi, que terminara rápido, a pesar de lo que había recibido no quería esto, no quería que se realizara así, no así. No tan apremiante…como si estuviera encolerizado. Se cernió una vez más en mi cuerpo solo que esta vez no había ropa de por medio, la piel suave y dura de su masculinidad rozo mi pelvis mientras el letargo me abandonaba y comenzaba a empujarlo con las manos.

No, quería esto, debía recordar cuanto lo deseaba…pero era difícil recordar el deseo cuando sus manos, antes en mi cuerpo, sujetaron con violencia las que intentaban apartarlo y las enterraba en la almohada a ambos lados de mi cabeza.

Intente removerlo con el resto de mi cuerpo encontrando la columna inmóvil del suyo.

- Edward…no, por favor…no lo hagas…no así…por favor no…-

Por favor, no.

Esas maltitas palabras, el ruego que salió inconscientemente de mis labios termino por destruir la barrera que intente erigir contra mis recuerdos.

Me había prometido que no pasaría así, que no la dejaría caer, que mi amor por Edward iba mas allá de mi pasado, lo habría cumplido si él no se comportara como los miserables por los que estuve a punto de ser violada y a quien, mis gritos que no pudieron contener, estuvieron a punto de ser descubiertos tratando de violarme….así como el, de repente el se transformo en ellos y mi mente no pudo establecer la notable diferencia, eran iguales en su malicia, tan igual como fue mi horro de entonces lo era el de ahora.

- maldita seas…- murmuro contra mi boca mientras sujetaba mis labios con violencia y arremetía contra mi cuerpo fuertemente.

- Edward…te lo ruego…por favor…no. – me puse a berrear como una niña pequeña pero no me importaba como iba a quedar frente a él.

Un dolor acertante penetro mi cuerpo al mismo tiempo que lo hizo el, algo muy frágil y a la vez fuerte se rompió dentro de mí y el dolor invadió mi cuerpo haciéndome gritar.

Intente rechazar su movimiento, intente por todos los medios apartarme al sentirme insoportablemente rasgada, rota por dentro, con un dolor que nunca había sentido. Grite sin importar si me oía hasta el papa, quería que saliera, no quería este dolor.

Me estaba…violando.

La realidad de esto traspaso mis entrañas al mismo tiempo que lo hizo el, puede que al principio de este encuentro pudiera sentirme capaz de darle mi cuerpo de común acuerdo, pero no así, no con esta barrera de ira que lo consumía, no con su cólera que parecía gobernar por todo lo demás.

Llore y grite, le grite que parara, que me dejara tranquila pero no lo hizo, su rugido animal termino de alertarme pero ya era demasiado tarde para nada, era mucho más fuerte que yo, sentía que me estaba clavando a una cruz desde la parte inferior de mi cuerpo hasta el estomago.

Volví a llenarme de energía positiva, poco, pero lo hice, tal vez era su instinto el que lo llevaba a comportarse así, tal vez había sucumbido al deseo, tal vez….solo tal vez.

Se removió dentro de mí y sentí cada movimiento que hizo como si un gigantesco guante de agujas se me clavara el vientre.

- para, por favor…- le rogué en medio de mis sollozos, nulamente.

- no puedo…- fue la única respuesta que recibí de él mientras volvía a moverse contra mí y sus manos apresaban mi rostro para poder mirarme.

Soporte su mirada por muchos segundos minutos, horas, no lo sabía, solo podia sentirlo en mi interior tan profundamente como podía recibirlo.

- Bella…- murmuro otra vez, yo, con mis ojos aun clavados en los suyos solo pude responder con un sollozo….- soy…yo…-

Cerré los ojos y mas lagrimas brotaron de ellos, ya no sabía quién era el o quién era yo, o quién era el mundo que me rodeaba.

Si de sentir se trataba todo lo tenía claro.

Deje que me tocara la cara esperando que el dolor terminara pronto, deseando poder morirme en ese momento.

El seguía moviéndose, más lento ahora, pero yo estaba ciega de cualquier sensación que no fuera el dolor, a mi nariz llego el tenue olor acerado de la sangre y hasta que no sentí el flujo cálido entre mis piernas no me di cuenta de que era la mía….mas pánico, pero sin voluntad de acción, nada podía hacer excepto desear que terminara…que me dejara tranquila para poder pensar con claridad, para saber qué era lo que había hecho mal… no se me ocurría otro motivo más que ese para justificar la actitud de él, su enfado y su rabia.

Yo me estaba echando la culpa, el decía que lo había tentado demasiado y puede que fuera verdad aunque no fuera consciente de que tenía ese talento.

- Isabella…- volvió a llamarme al mismo tiempo que llenaba mi cuerpo otra vez - te necesito….-

Me derrumbe por dentro una vez más, porque de repente reconocí la voz de mis sueños, la voz del Edward de verdad… la voz que solo había podido oír en mis momentos más débiles desde que lo había conocido, el estaba de vuelta….solo que el daño estaba hecho, y no veía como podía repararlo, yo, el…. Quien fuera.

- Edward…- susurre dándole el equivalente de su nombre, esperando oír la voz, la única voz que podía sacudirme el miedo, el dolor, el pánico, el horror….

- entrégate a mi…

Lo había hecho…no, no lo había hecho, el me había tomado que no era lo mismo, no podía esperar aceptación, no cuando el dolor estaba zarandeándome.

Levanto su mano de mi rostro para acariciarme la mejilla con lentitud, llevándose ahora con esa mano las lagrimas secas y húmedas que manaban de mis ojos y se deslizaban por mi rostro. Su mano encontró mi cuello, pareció ver algo allí, algo que yo no podía ver, algo que pareció molestarlo pero eso no lo hizo desparecer como antes.

Ahora en mi estomago, luego más abajo.

Intente apartarme cuando sentí su mano allí donde él se hundía profundamente, aunque no podía verlo casi podía sentir que su mano se teñía de la sangre que manaba de mi cuerpo aun con el dentro.

Comenzó a tocarme solo que esta vez era demasiado delicado, como la primera vez que me toco ahí. Con suavidad, como si mi cuerpo fuera un baluarte y esa parte la joya principal. Mas pronto de lo que creí posible, un ardor que nada tenía que ver con el dolor de tenerlo enterrado en mí surgió del centro de mi cuerpo.

Con más fuerza, con más velocidad.

Gemí…y esta vez no era por el dolor, ahí estaba la sensación que buscaba, el toque que anhelaba…el Edward que amaba.

Luego no pude ser dueña de mi misma, arque las caderas en busca de su contacto lo que lo introdujo mas profundamente en mi cuerpo pero no me importo, por que por encima de ese dolor estaba la otra sensación dominante, la otras que parecía tragarme y tragarme mientras él, al mismo tiempo que me tocaba se movía dentro de mi cuerpo una vez, y otra, y otra…

Cada pulgada de mi cuerpo se estremecía, cada sensación invadía de una manera trágicamente maravillosa, ahí estaba cuando pensé que nunca la iba a ver, cuando el horror había terminado de sepultar mi alma y ahora era rescatada por él, por su cuerpo encima de mi cuerpo, por su boca encima de mi cuello y gimiendo roncamente, por sus caderas envistiendo contra mí al mismo tiempo que su mano me tocaba íntimamente y su carne dentro de mi tocaba un punto desconocido que seguía elevándome y elevándome sin tener nada a lo que aferrarme más que su rostro, su cabello.

Gemía sin control equiparando los movimientos de sus caderas con los míos en una danza que parecía ancestral, una que no conocía pero que estaba llevando a cabo como si la tuviera arraigada dentro de mí.

Lo abrace anclándome a él sin poder hacerlo en nadie más, arquee la espalda el me tomo de la cintura haciéndonos sentarse y sentarme encima del, el movimiento lo condujo profundamente dentro de mí pero ya no podía diferenciar el dolor del el placer, solo podía estar ahí, abrazada a su cuerpo respondiendo a la pasión de una manera que no creía posible, mientras él, que había dejado de tocarme pero que seguía moviéndose dentro de mí, bebía mis gemidos en su boca y yo se los daba completamente entregada al instinto animal, ese que había temido y no temía ya.

El olor de la sangre fue reemplazado por el olor de la pasión, de la entrega.

La sensación, mas fuerte esta vez mas poderosa, comenzó a tragarme entera mientras el aumentaba la velocidad de sus movimientos acercándonos a una cima que estaba segura que alcanzaríamos. Eso esperaba.

Lo sentí en mi, en el centro de mi cuerpo, trepando por mi vientre por mi espalda por mis brazos por mis `piernas, que se aferraban a sus caderas, cada contracción de mis músculos, cada fuerte embestida…

Y luego caí, sin control alguno, en una manera de sensaciones que nada tenían que ver con el dolor, el sufrimiento, ni pasado. Desde el momento que alcance la cima y me lance de ella cada recuerdo de mi pasado, cada angustia, cada sufrimiento, incluso el inicio de este encuentro, fue borrada totalmente, mi promesa en el momento de máximo placer. Olvidarme de mi pasado y concentrarme en todo esto…

Volvía a estar apoyada en la cama y él seguía moviéndose dentro y encima de mi dándome más placer que dolor, lo alenté sin importarme parecer una perra en celo, seguí moviendo mis caderas a pesar de que el dolor debía haberme dejado paralizada.

Pero seguía, seguía, el placer seguía descontrolado ahogando cualquier otra emoción ajena.

Él aumento la velocidad de sus movimientos aun mas hasta que otra insoportable sensación volvió a ser presa de mi cuerpo, volví a caer sin control dejando que me llenara al mismo tiempo que él me llenaba, me tocaba, me acariciaba, gemía en mi garganta y con un final movimiento llegaba a la cima dentro de mi cuerpo. Algo cálido se vertió en mi vientre y el quedo laxo sobre mí.

Durante mucho tiempo ninguno de los dos pudo hablar o ser consciente de nada.

Luego él se apoyo en los codos y se aparto de mí un poco para poder mirarme. No sabía a que Isabella estaba viendo.

- lo siento – dijo bajando la mirada hasta donde nuestros cuerpos seguían unidos

- lo sé – pude responderle, y creí que era cierto, tal vez su descontrol se había propiciado por muchas razones, pero a pesar del dolor había encontrado lo que buscaba, sobre lo que había sentido curiosidad, y lo que tan apasionadamente quise entregarle, así al principio no hubiera sido así.

Sin decirme nada más apoyo la cabeza en mi pecho y, como si fuera mi hijo, lo acune en el mientras él me abrazaba por las caderas. Siguió murmurando lo siento, y yo seguí respondiéndole lo sé hasta que el sueño venció cada punto de mi cuerpo.



lunes, 15 de noviembre de 2010

Te Presento A Mi Amante

Capitulo 13: Amenazas


Abrí los ojos y me maraville con la vista, estaba en los brazos de Edward quien dormía placidamente. El recuerdo de la noche anterior vino a mi memoria y sentí mis mejillas sonrojarse, me vi envuelta en las cobijas sobre el pecho desnudo de Edward y comprobé que no había sido un sueño, en verdad había hecho el amor con el. Levante mi cabeza y vi a través de la ventana que continuaba lloviendo pero ya no tan fuerte. Me deshice de su abrazo y busque mi celular, eran las 4:30 de la mañana y tenia un nuevo mensaje, lo abrí y era Alice diciéndome que ya sabia donde estábamos y que no tardaba en llegar por nosotros.

Entonces llego la preocupación. ¿Qué le iba a decir a Emmett? Y lo peor ¿Qué le iba a decir a Charlie? sentí los nervios apoderarse de mi, no podía simplemente aparecerme por la casa y decir que había pasado la noche con mi profesor, estaba claro que Charlie saldría a buscar a Edward con pistola en mano, sino es que Emmett lo mataba primero y después me mandaban a un colegio para monjas.

Los brazos de Edward me rodearon, no me di cuenta en que momento se despertó, pero sus brazos casi me hacen olvidar todo… casi.

—Buenos días amor —susurro en mi oreja enviando corrientes eléctricas a todo mi cuerpo— ¿Qué hora es?

—Son las 4:30 y Alice viene para acá —susurre.

—Bella… anoche después de que fuiste mía —se movió para quedar inclinado sobre el sofá y yo me recosté en su pecho— te mire dormir y supe que así es como quiero dormir el resto de mis noches.

Alce los ojos para mirar los suyos y la forma en que me miraba me derritió por completo, sus ojos brillaban con una intensidad que jamás había visto y juro que me dieron ganas de llorar.

—Tome una decisión —me levante para verlo directamente a los ojos y el puso sus manos en mis mejillas— hoy mismo le pediré el divorcio a Tanya, no me importa si se lleva más tiempo o no, es que tu no te mereces esto, me has dado tu cariño, tu amor, tu primera vez y yo… yo te he pagado siendo la otra y no te lo mereces.

—Seria una mentira si te digo que no me alegra —sonríe y baje la mirada— aunque me siento mal por Tanya.

—No tienes por que hacerlo hoy esto se va a terminar, te amo.

—Yo también te amo —me incline y bese sus labios y el apretó más sus brazos a mi alrededor acercándome más a el, sentí si calida piel bajo la mía y sus labios bajar hacia mi cuello, suspire y aunque mi mente solo pensaba en Edward y en el deseo de que me hiciera suya de nuevo; Alice viniendo hacia acá me hizo separarme dolorosamente de el.

—Alice viene —sonríe.

—Y será mejor que levantemos todo esto.

Me levante envuelta en la cobija dejando desnudo a Edward y a pesar de ya haberlo visto así no pude evitar desviar la mirada hacia otro lado. Comencé a buscar mi ropa, la agarre y corrí al baño, entre a la regadera no más de cinco minutos y salí para encontrarme con Emmett y Alice sentados en la sala, no había rastro de Edward ni de las cobijas y cojines tirados en el suelo. Cuando se dieron cuenta de mi presencia Emmett se levanto y me abrazo fuertemente.

—Enana ¿estas bien? —pregunto una vez que me regreso al suelo.

—Si, bien ¿Qué haces aquí?

—Te estuve buscando desde ayer en la noche, no me respondías el teléfono y entonces aquel duende vidente me dijo que a Edward se le había descompuesto el auto camino a su casa y habían caminado hasta acá en medio de la lluvia, me preocupe, tu sabes eres muy torpe y con el suelo mojado y en medio del bosque tu vida corría peligro y…

—¡Emmett! Respira —puse mis manos en sus hombros y se relajo un poco— ¿Entonces todos saben que estamos aquí?

—No —Alice se levanto del sofá y danzo hasta mi— yo le dije a Emmett lo que había visto y salimos a buscarlos desde anoche, pasamos la noche en tu casa ya que Charlie estaba buscándote por todo Forks y hace unos minutos que la lluvia bajo de intensidad vinimos por ustedes.

—Aunque yo quería venir desde anoche, no me gustaba la idea de que tú y Edward estuvieran solos tanto tiempo.

—Ah… eh… siempre tan preocupado, pero estamos bien.

—La historia es esta… —dijo Alice y yo la mire con desconcierto— ¡Bella! No me veas así, no pensaras decirle a Charlie que pasaste la noche sola con Edward.

Comprendí y Edward apareció por el pasillo y Alice continuo.

—Anoche cuando Emmett y yo salimos los encontramos pero la lluvia nos impidió regresar ya que el auto de mi padre también se descompuso, no se preocupen ya que le saque un cable y después ya no quiso arrancar, entonces yo y mi brillante memoria recordamos esta cabaña…

—¿Tu y tu brillante memoria? —pregunto Edward alzando una ceja.

—Si, eso le dirás a todos, que fui yo quien tuvo la idea y dirás que gracias a mi estamos vivos.

—En resumen ¿los cuatro pasamos aquí la noche? —pregunte.

—Exacto, pero recuerda Bella quien tuvo la idea de la cabaña fui yo.

Rodé los ojos y asentí.

—Ahora vamonos por que tengo un examen que presentar.

—No hay clases —dijo mi hermano— así que tú y yo nos vamos a casa para que Charlie deje de preocuparse.

Emmett me tomo del brazo sacándome de la cabaña para ir directamente a mi casa, no me dio la oportunidad de despedirme ni de Alice y mucho menos de Edward, pero era mejor no provocar a mi hermano. Yo sabia que el tenia sus dudas respecto a lo que había pasado entre Edward y yo y la mejor opción era obedecerlo para que no hiciera preguntas que mi sonrojo pudiera delatar.

Tanya POV

Esta situación ya me tenía harta, había regresado hace unos meses y Edward me trataba como trapo viejo. Yo necesitaba por todos los medios acostarme con el. Aunque tenia la opción de abortar y la cual para mi era la mejor pero después de pensarlo bien sabia que si tenia este hijo haciéndole creer a Edward que era de el tendría mi futuro asegurado pero el muy idiota se negaba a pasar la noche conmigo.

Nunca debí acostarme con aquel hombre sin usar protección, pero es que al verlo me olvide de todo lo demás, lo peor de todo es que no tengo su numero, dirección, es más no recuerdo ni su maldito nombre.

—Tanya ¿estas ahí? —Esme toco la puerta, no eran ni las seis de la mañana y lo único que quería era dormir.

—Si, aquí estoy — ¿Dónde más? Me levante aventando las cobijas enojada por la molesta presencia de mi suegra y abrí la puerta— ¿Qué pasa Esme?

—Tienes visita —tenia el rostro más pálido de lo normal y unas ojeras marcadas, seguramente de haber pasado la noche en vela preocupada por su hijo.

—¿Quién demonios me visita a las seis de la mañana?

—Tu prima Lauren, dice que es importante.

—¿Podrías decirle que suba? —Esme asintió— ¿Ya apareció Edward?

—No, y lo peor es que ahora Alice también esta desaparecida —comenzó a sollozar y yo la abrace mientras rodaba los ojos y actuaba como la mujer que sufre por la desaparición de sus esposo. La verdad no me preocupaba, para mi mejor si jamás aparecía así todos creerían que este niño era de el y no habría quien me desmintiera. Y si de paso desaparecía la molesta de su hermana a los Cullen no les quedaría nadie más que su lindo nieto, y por ende su único heredero.

Deje que Esme le avisara a mi prima que subiera y me puse una ropa más presentable, se escucho otro golpe en mi puerta.

—Adelante.

La cabellera rubia de Lauren apareció, entro a la habitación y cerro la puerta con seguro.

—¿Quién te persigue? —me burle.

—No quiero que tus suegros me escuchen, por cierto ¿Qué les pasa? Parece que no han dormido en días.

—Mi marido esta desaparecido —mi tono de voz no era de preocupación, pero con Lauren no necesitaba disimular.

—Claro —rió como si entendiera algo que yo no sabia— desaparecido…

—¿Qué es tan gracioso? —pregunte con sarcasmo— ¿Qué no ves que mi esposo esta desaparecido y tal vez muerto?

—Desaparecido si, muerto no creo ¿sabias que hay una chica del pueblo que también esta desaparecida?

—No, y no me importa.

—Debería, Isabella Swan es hija del jefe de policía Charlie Swan, estudiante de la universidad de Forks en la especialidad de literatura, tiene veinte años y es… es… bueno los chicos como Mike, Tayler y Eric dicen que es linda, yo opino lo contrario.

—Lauren —interrumpí— ¿a que se debe que me narres la biografía de esa chica?

—Dicen que todo lo que se hace en este vida se paga tarde o temprano y parece que tu infidelidad a Edward ya se esta cobrando.

—Habla claro, tus estúpidos rodeos me están cansando.

—Bien, ayer fui a casa de mi amiga Jessica, su mamá es la bibliotecaria de la universidad, cuando llegue Jess y yo fuimos a la cocina a preparar algo de comer cuando escuchamos a su mamá hablando con alguien por teléfono, le dijo que ayer en la biblioteca Isabella estaba haciendo un trabajo el cual Edward le dijo que no era necesario, y no se que más paso la situación es que Edward le dijo a Isabella que en ese momento solo eran alumna y profesor.

—Eso no significa nada, si no me equivoco esa niña es hermana de Emmett y por lo tanto amiga de Edward desde hace tiempo, ellos se conocen desde la universidad.

—Bueno pues Edward e Isabella se fueron juntos, el llevando su mochila ¿Qué profesor hace eso?

—¿Estas intentando decir que esa niña y Edward tienen una relación?

—Es un rumor, igual dicen que el profesor Emmett tiene una relación con la idiota de Rosalie.

—Eso no me importa, pero la tal Bella es… es todo lo contrario a su nombre —dije alzando la voz.

—Eso mismo opino yo, pero parece que los hombres de Forks creen lo contrario —rodó los ojos.

Entonces todo encajo como en un rompecabezas. Antes de irme Edward casi me rogaba por que me quedara y a mi regreso era frió y poco lo importo mi regreso. Después de la universidad se la pasaba en casa de Emmett, donde esa niña vivía. El muy idiota me había estado viendo la cara de tonta desde que había regresado y se estaba viendo con Bella. Escuche algunos murmullos y la clara voz de Edward, desgraciadamente ya había regresado.

—Necesito pruebas —mire a mi prima quien sonreía con malicia— fotos, videos o alguna grabación, Isabella Swan se arrepentirá de haberse metido con mi marido o de siquiera haberlo intentado.

—Cuenta conmigo, Isabella me debe muchas y me las va a pagar.

—Mientras tanto no vas a decir ni una palabra.

—Pero…

—Shh… tengo que usar algunas cartas a mi favor, si no funciona yo misma te ayudare a terminar con esa mujer, ahora vete.

Suspiro pesadamente y salio de la habitación. Me concentre muy bien en lo que le iba a decir a Edward cuando subiera pero no fue necesario, el solito cavó su tumba. Apareció unos minutos después y me lance a sus brazos intentando aparentar que me importaba, pero como siempre me aparto disimuladamente.

—¿Cómo estas mi amor?

—Bien —fue todo lo que contesto antes de tomar algo de ropa y entrar al baño, escuche la regadera abrirse y después de unos minutos salio completamente limpio.

—Tanya necesitamos hablar.

—Te escucho —me senté en la cama y el permaneció de pie.

—Tanya, este matrimonio no es como yo lo soñé, desde que nos casamos hemos pasado solo una noche juntos, me refiero a íntimamente, te has ido de viaje sin mi y… y dudo mucho que de verdad me ames como decías hacerlo.

Una chispa de intuición me hizo saber a donde iba todo esto, pero Edward estaba muy equivocado si creía que se lo iba a poner fácil.

Edward POV

—Yo te quiero —contesto Tanya— pero no entiendo a donde quieres llegar.

—A que yo ya no estoy a gusto con este matrimonio, yo no soy feliz, nunca lo he sido, desde que nos casamos no has estado conmigo y ahora que regresaste… —hice una pausa antes de decirle que Bella ocupaba mis pensamientos y mi corazón— ahora que volviste me di cuenta que este matrimonio no va a ningún lado.

—¿Y entonces? —pregunto alzando una ceja.

—Quiero el divorcio —mi voz sonó firme mientras la miraba a los ojos, Tanya sonrió.

—Esta bien —contesto y se puso de pie, me quede sorprendido de su reacción, yo esperaba gritos, llanto y negativas— pero bajo unas condiciones.

—¿Cuáles condiciones?

—Empecemos por el principio, yo no te amo —declaro con una comodidad que ya no me sorprendió— amo tu dinero, tu eres guapo, que digo guapo… bastante atractivo pero no te amo y si cuando nos casamos saque las uñas y empecé a disfrutar de lo tuyo, adoro sobregirar tus tarjetas de crédito con zapatos, joyas, ropa y viajes y es algo que no voy a perder cuando nos divorciemos.

—Así que todo esto es por el dinero —sonreí al darme cuenta de la razón que mi hermana tenia— tu pon la cifra.

—No, eso no es así de fácil, te he de confesar que estoy embarazada y obvio no es tuyo —sonrió ante su confesión y yo me quede helado, no supe que decir o que hacer pero ahora estaba seguro que su embarazo ponía las cosas más fáciles— mi condición es que nos divorciaremos hasta que este niño nazca, tu lo vas a registrar como tuyo y entonces firmo los papeles de divorcio por una gran cantidad de dólares, además de la que mes con mes me darás para mantener a tu hijo.

Procese la información poco a poco, era imposible que Tanya me pidiera registrar y mantener al hijo de otro hombre para poder divorciarme de ella, bastaba una prueba de ADN que confirmara que el hijo no era mío y la demanda por adulterio me daría la separación más pronto.

—No lo haré —sonreí.

—Oh si lo harás o el pueblo entero sabrá que Isabella Swan la hija del jefe de policía es una zorra.

Abrí los ojos en confusión. Me molesto que llamara a Bella de esa forma, pero era más mi sorpresa, ¿Acaso ella sabia que Bella y yo habíamos pasado la noche juntos?

—Imagínate nada más —continuo ya que yo no tenia palabras— que el pueblo se entera que la hija del respetable Charlie Swan mantiene una relación con un hombre casado, pobre jefe de policía, sufrirá al saber que crió a una zorra y ¿Qué dirán los directivos de la universidad al saber que un profesor se acuesta con una alumna?. Puedo encargarme de que te corran junto con ella y mi papá puede conseguir que de maestro no vuelvas a trabajar, claro eso si sobrevives luego de que el padre de la pequeña ramera quiera asesinarte.

—No hables así de ella —siseé lleno de coraje.

—De acuerdo no hablare mal de Santa Isabella —el sarcasmo que utilizo para referirse a ella me hizo enojar mas— pero ese es el trato, unos cuantos millones y la manutención del niño a cambio de la limpia reputación de Isabella así de cómo de tu trabajo.

—No lo haré —trague pesadamente y mis manos se formaron en puños.

—Entonces en este momento la conversación que tuviste ayer con Bella en la biblioteca llegara a manos de los directivos de la universidad y del jefe de policía, oh y también tengo unas fotos que Forks no tardara en conocer, hasta en el hospital de tu padre las verán. Piénsalo, piensa en Isabella si en verdad la quieres, piensa en como un pueblo pequeño la juzgara y como sufrirá ella por ser la ramera del pueblo.

Me quede callado, no encontraba las palabras para decirle todo lo que sus palabras me provocaban. Definitivamente era un estúpido al haberme casado con Tanya. ¿Cómo era posible que me confesara que estaba embarazada de otro?, era verdad, yo también había tenido relaciones con Bella pero en el principio no la engañe, yo la quería y ella solo estaba conmigo por el maldito dinero.

—Piénsalo —hablo nuevamente Tanya— tienes hasta esta noche.

—No voy a pensar nada —la voz ronca por el enojo retumbo en la habitación— tendrás lo que quieres.

No tenia nada que pensar, si Tanya quería todo mi dinero con la condición de que Bella no saliera lastimada, entonces se lo daría todo.



domingo, 14 de noviembre de 2010

Esposa de un Jeque

Capítulo 7

Bella estaba mirando a través de la ven tanilla de la limusina que los llevaba del aero puerto al Palacio Real de Jawhar. El cristal ahu mado del vehículo apagaba parte del brillo de la arena del desierto y de los caminos que parecían extenderse interminablemente.

Era una suerte que el coche tuviera aire acondicio nado, puesto que hacía mucho calor.

Bella se arregló por décima vez el pañuelo que llevaba alrededor de la cabeza. Se alegraba de que las mujeres en Jawhar no llevasen velo. Edward le había dicho que ni siquiera era obligación que llevase la ca beza cubierta, pero ella había preferido mostrar respeto por su tío poniéndose un pañuelo.

Finalmente el palacio apareció ante su vista.

Edward le había dicho que había vivido allí desde los diez años, pero ella no había preguntado por qué, puesto que estaba muy nerviosa con la perspectiva de conocer a su familia política.

¿Y si no les gustaba? ¿Cómo era posible que una mujer americana hubiera sido la elegida por el jeque Edgard Anthony Cullen Masen ? Porque allí él era un jeque, no sólo un hombre de negocios terriblemente rico.

Y realmente lo era, pensó Bella mirándolo.

Edward, con la ropa árabe intimidaba. Iba vestido como el jeque de sus fantasías. Llevaba unos pantalones amplios, una túnica blanca encima de ellos, y una casaca negra con bordados de oro. Bella había visto un turbante en la maleta y se preguntaba si lo usaría en presencia de su abuelo beduino

Bella miró hacia el palacio. Su corazón empezó a latir aceleradamente. Iba a conocer a un rey en me nos de cinco minutos.

Se alisó la túnica que llevaba. Era larga hasta los pies y tenía bordados de rosas. Encima llevaba una es pecie de casaca. Ésta tenía una abertura a ambos lados para que pudiera caminar cómodamente.

—Si no dejas de tocarte la ropa, va a estar hecha un desastre cuando vayamos al palacio de mi tío.

—Es la primera vez que voy a ver a un rey en per sona.

—Ahora estás casada con un jeque.

—¿Te has dado cuenta de que desde que hemos lle gado a tu país estás más arrogante?

—¿Sí?—sonrió él.

—Hasta tu voz ha cambiado. Siempre has tenido cierta aura de autoridad, pero desde que te has bajado del avión emanas poder.

—Se me considera uno de los gobernantes de mi país. Soy el único jeque Volturi que queda.

—Me sorprende que tu tío te anime a vivir en los Es tados Unidos, si es así.

—Hay obligaciones que sólo puede cumplir un miembro de la familia.

Ésas fueron las últimas palabras que dijo antes de que la limusina se detuviera.

El esplendor y el lujo del palacio la impresionaron a pesar de que ella no hacía más que fijar los ojos en la gran puerta de madera que formaba la entrada a la mansión.

Antes de que llegaran a ella, un sirviente salió a re cibirlos.

El salón de recepciones era aún más impresionante que la puerta de entrada. Había mosaicos y alfombras rojas, y muebles majestuosos. De pronto se detuvieron junto a un hombre sentado en una silla que estaba a cierta altura, y que muy bien podía ser un trono.

—Trae a tu esposa hasta aquí—dijo el hombre.

Edgard tomó la mano de Bella y la condujo hasta su tío, el Rey.

Las siguientes dos horas fueron de presentaciones y conversaciones con el rey Aro Volturi Masen y luego con los parientes por parte de su padre.

Aquello era peor que la boda. No conocía a esa gente, no hablaba su idioma y todos tenían su atención concentrada en ella.

Había sido tímida toda su vida y su primer instinto había sido escapar de allí, pero no podía hacerle eso a Edward. Así que hizo un esfuerzo y sonrió y habló con los extraños.

El rey Aro vino a abrazar a Edward y le dijo:

—Al parecer has logrado combinar el deber con el placer, ¿no es verdad?

—Sí, tío, estoy satisfecho.

Como ambos hombres la estaban mirando a ella, se ruborizó.

—Es encantadora.

El Rey hablaba como si ella no estuviera allí. Bella sonrió. Era un árabe más tradicional que Edward, pues este último había ido al colegio en Francia y luego en Estados Unidos.

—Esa piel clara y ese sonrojo denotan su inocencia, creo—dijo.

—¿Lo dudas?

De pronto ella se dio cuenta de que estaban ha blando de su virginidad. Recordó la conversación que habían tenido anteriormente en relación a que para su familia era importante.

—No, no lo dudo. Nos lo aseguraron.

«¿Nos lo aseguraron?» No iba a preguntárselo de lante de su tío, pero averiguaría si Edward le había con tado que ella era virgen.

—Edward...—dijo con voz entrecortada.

—¿Sí?—dijo Edward con expresión seria.

—Si tu tío y tú estáis hablando de lo que yo creo, me parece que la conversación va a ponerse un poco desa gradable.

Al parecer, la amenaza sirvió, porque pronto Edgard los excusó diciendo que estaban muy cansados del viaje.

—Pasa por la oficina de Jane cuando vayas a tu apartamento. Tiene el informe geológico que hace falta antes de que el señor Swan pueda empezar la excavación.

Bella se detuvo al oír el nombre de su padre.

—¿La compañía de mi padre va a venir a Jawhar?

—Sí.

—¿Por qué no me lo has dicho?

—No es importante para nosotros, a no ser que quie ras visitarlo cuando esté aquí.

—Sí, las mujeres no deben preocuparse de los nego cios—dijo su tío.

Bella no hizo caso de ese comentario. Había hombres de la generación de su padre que hubieran es tado de acuerdo con el Rey, por no hablar de la ignoran cia completa de su madre por los negocios de su padre.

No obstante, pensaba hablar con Edgard cuando es tuvieran solos.

Pero el ardor entre ellos impidió cualquier conver sación.

Varias horas más tarde Bella estaba vestida para la cena de la celebración oficial de su boda, espe rando que Edward terminase una llamada telefónica por asuntos de negocios. De pronto vio el informe del geó logo encima de una mesa.

No se sorprendía de que su padre hubiera aprove chado rápidamente la ventaja de ser el suegro de al guien importante en Jawhar.

Lo recogió y se preguntó qué tipo de trabajo de ex tracción haría su padre. Miró por encima la primera página. Pero no entendió nada. Nunca había sido su fuerte la Geología. Ella había dirigido sus intereses ha cia la enseñanza y la lectura y era normal que no com prendiese nada. Pero le llamó la atención la fecha de la petición inicial de informes. Al principio se preguntó si habría sido un error, pero había otras fechas que coincidían con aquella inicial. El problema era que se trataba de una fecha anterior al día en que había cono cido a Edward en la Biblioteca de Seattle. Su mente no podía comprender lo que veían sus ojos.

Edwrad había conocido a su padre antes de cono cerla a ella.

Bella agitó la cabeza. No. El informe era para Jawhar. Su tío seguramente había tenido negocios con su padre, pero eso no quería decir que Edward los hu biera conocido.

¡Pero era una gran coincidencia! ¿Por qué no le ha bían dicho nada su padre o Edward? Obviamente, ahora Edward ya estaba enterado. ¿Cuándo lo había descu bierto?

Estaba pensando en todo esto cuando alzó los ojos y se encontró a Edward mirándola fijamente. Su rostro estaba inexpresivo y por alguna razón eso la preocupó.

Bella dejó el informe sobre la mesa en el mismo sitio donde lo había encontrado.

—Tiene una fecha anterior a cuando nos conocimos.

—Ese informe es confidencial—dijo él seriamente.

—¿Hasta para tu esposa?

—Espero que los negocios no sean un asunto tuyo.

—Pareces tu tío.

Edward movió la cabeza como aceptando sus pala bras.

—No creo que las mujeres sean tan tontas como para no entender de negocios, y supongo que no esperarás que finja ignorancia para satisfacer tu ego masculino.

Edward achicó los ojos, pero ella ignoró su reacción.

—¿Por qué no me has dicho que conocías a mi pa dre?—lo acusó.

Aunque en realidad esperaba que él lo negase. Que dijera que el negocio había sido iniciado por su tío y su padre.

—Charlie pensó que sería mejor.

Bella sintió una mezcla de emociones.

—¿Acaso pensó que yo te rechazaría por ser socio suyo?

—Creo que eso lo preocupaba. Es lo que has hecho siempre.

—Pero tú tenías que saber que lo que yo sentía por ti era auténtico, que no dejaría nuestra relación sólo por que mi padre y tú os conocierais.

—No quería asumir ese riesgo.

¿Porque él se estaba enamorando y no quería arries garse a perderla?, se preguntó ella. Pero un hombre con la arrogancia de Edward no podría dar semejante explicación. Por más que ella lo deseara desesperada mente.

Se quedó mirándolo. Y por fin dijo:

—Mi padre arregló nuestro encuentro.

Un brillo fugaz pasó por sus ojos y ella tuvo la im presión de que Edward le iba a mentir.

—Si no vas a decirme la verdad, mejor no digas nada.

—No toda verdad es deseable.

—No me importa. No quiero que me mienta mi ma rido.

—Tu padre arregló nuestro encuentro, sí—le confesó él por fin.

Tenía razón Edward. Ciertas verdades eran insopor tables.

Como lo era el hecho de que su tío y Edward hubie ran hablado de su virginidad.

Bella recordó la escena entre ellos en la sala de recepciones.

Entonces comprendió.

—¡Tú le preguntaste a mi padre si yo era virgen an tes de casarte conmigo!—exclamó, alzando la voz. Ella, que nunca gritaba.

—Él me lo dijo sin que yo se lo preguntase.

—¿Y crees que eso me hace sentir mejor?

¿Por qué diablos le había tenido que decir su padre que jamás había tenido novio?

—¡Como si tú no lo hubieras podido adivinar sin su ayuda!—exclamó ella irónicamente.

Su falta de experiencia con los hombres era evi dente.

—Yo no te conocía entonces.

Edward cerró los ojos. Luego los abrió y dijo:

—Es mejor que no sigas indagando en esto. Sólo te disgustará más y no servirá para nada. Estamos casa dos. Y eso es lo que importa ahora.

«De ninguna manera», pensó ella.

—A mí sí me importa el que pueda confiar en mi ma rido.

—No tienes motivo para no confiar en mí.

—Si me mientes, lo tengo.

—Hay un proverbio entre mi gente: «Mentir en el momento adecuado es igual a la adoración».

Ella recibió las palabras como si fueran un golpe.

—Pues mi pueblo tiene otro proverbio: «Una lengua que miente esconde un corazón mentiroso».

—Tu padre y mi tío hablaron sobre tu inocencia antes de que tú y yo nos conociéramos. ¿Estás contenta ahora?

—Sabes que no—dijo ya sin gritar. Y con los ojos hú medos de lágrimas que pujaban por salir agregó—: Este encuentro no ha sido más que una cita arreglada por mi padre por pena.

Y encima un encuentro arreglado entre el tío de Edward y su padre, ni siquiera por Edward y su padre.

—¿Por qué no me lo dijiste?

Edward la sujetó por los hombros.

—Eres mi esposa. ¿Te parece tan importante la razón por la que nos conocimos?

—¡Mi padre ha arreglado este matrimonio! ¡Incluso te dijo que era virgen! ¿No crees que importa?

—¿Quieres decir que no te hubiera importado entre gar tu inocencia a otro?

¿Cómo se atrevía a mostrarse enfadado?, pensó ella, indignada.

—¡Deja de desviar el tema hacia otro lado! Tú me mentiste. Y mi padre también. Me siento manipulada, y eso me duele, Edward. Me duele más de lo que te imaginas.

—Sólo ha sido una mentira por omisión—Edward tomó el rostro de Bella con una mano—. ¿Es tan te rrible? Si te hubiera dicho la verdad, me habrías recha zado como lo hiciste con todos los demás. No estaría mos casados ahora. ¿Es eso lo que quieres?

Bella quitó la cara y dijo, ofendida.

—Te amo. No te habría rechazado al saber la verdad.

—¿Y no me estás rechazando ahora?

—No te estoy rechazando—exclamó Bella—. Lo que no tolero es la mentira. Que me engañe el hombre que amo. ¿Te hubiera gustado enterarte de que he pla neado algo a tus espaldas? ¿Que te tomasen por tonto?

—¿Eso crees? ¿Crees que ha sido un disparate ca sarte conmigo?

Se miraron a los ojos.

—Sí, si eso significa unir mi vida a un hombre en quien no puedo confiar.

—Estás sacando las cosas de quicio.

—¿Sí?

—Sí.

Bella agitó la cabeza.

No pudo más y dejó escapar las lágrimas que se ha bían formado en sus ojos.

Edward la atrajo hacia él y la abrazó cuando ella em pezó a llorar. Pero no intentó consolarla. Sólo la abrazó, dejando que se desahogase. Como si hubiera comprendido que lo necesitaba.

Le dio un pañuelo, y ella se apartó levemente para aceptarlo.

Edward la miró a los ojos y le dijo:

—No tiene importancia cómo nos conocimos. Debes creerme. Somos marido y mujer. Tu padre no tiene por qué influir en nuestro futuro juntos. Haremos de nues tro matrimonio lo que queramos hacer de él.

El llanto le había hecho bien, y por fin Bella pudo escuchar sus palabras y reflexionar sobre ellas.

Se había negado a que su padre le buscase marido desde que se había hecho mayor, pero, ¿realmente la mentaba haber conocido a Edward sólo por saber que su padre lo había arreglado?

Al fin y al cabo, se había casado con el hombre que amaba. Nadie la había presionado.

A diferencia de otros hombres con los que Charlie Swan había querido casarla, Edward no necesitaba nada de su padre.

Daba igual cómo se habían conocido. Él se había casado con ella por ella misma y la amaba. Pero un hombre que la amase no le habría mentido, ¿no?

—No he querido hacerte daño.

—Pero lo has hecho.

—Veo que he cometido un error—dijo Edward.

No debía de ser fácil para un hombre como él admi tir algo así.

—No confiaste en mi amor.

—No lo vi de ese modo.

Si no lo había visto de ese modo...

—¿Por qué me mentiste?

—Por deseo de tu padre.

Bella estaba indignada. ¡Cómo se atrevía su padre a obligarle a mentir!

No podía confiar en que Edward no le volvería a mentir.

—Debiste dar prioridad a mis deseos sobre los de él. Soy tu esposa y tú me has prometido amarme y prote germe. Mi padre no tiene cabida en nuestra relación.

—Eso es lo que he estado intentando decirte.

—Entonces, prométeme que de ahora en adelante me tendrás en cuenta a mí antes que a nadie.

Bella sabía que un hombre en el puesto de Edward no podía ponerla delante de todo.

—Lo haré.

—¿Me lo prometes?

Edward enjugó una lágrima con la punta del dedo y contestó:

—Lo prometo.

—Me has dicho que tú siempre cumples tus prome sas...

—Es verdad.

—Entonces, prométeme algo más.

—¿Qué?—la miró, sorprendido.

—Que no volverás a mentirme.

Él pareció dudoso.

—No me importa que pienses que la verdad puede disgustarme. No puedo creer en ti si pienso que eres capaz de mentirme, aunque sea para proteger mis sen timientos.

—Si es así, te lo prometo también.

Bella asintió, aliviada de que él hubiera acce dido tan fácilmente.

—Tengo que maquillarme—dijo entonces Bella.

Edward tiró de ella y le dio un beso suave en los la bios. Daba la impresión de que era una disculpa, y ella lo tomó así.

Edward la soltó y dijo:

—Date prisa. Si no, la cena habrá comenzado sin la invitada de honor.

sábado, 13 de noviembre de 2010

PARODIAS DE TWILIGHT

HELLO MIS ANGELES HERMOSOS!!!
aqui les dejo estos videos ,q me encontre navegando por youtube , estan buenisimos  y muy divertidos , no se si ya los hayan visto ya .  aqui se los dejo

Twilight





New Moon






Eclipse

 






Destellos de Oscuridad

Capítulo 8

El lobo y el vampiro

Apenas pudo permitirse reaccionar; escudriñar en la mañana fría, el viento húmedo y los alrededores solitarios e inciertos, cuando un rugido resonó en el aire, uno más fuerte que el anterior y, de pronto, una masa gigantesca cubierta de espeso pelo café brincó sobre ella y se situó entre ella y el visitante inesperado.

-¡Jacob!

Su impresión era tal, que ni siquiera había podido darse cuenta del movimiento del licántropo; cómo había pasado, durante un respiro, de sostenerla entre sus brazos a convertirse en un defensor agresivo y mortal.

El vampiro se adelantó unos pasos; su cuerpo estaba completamente rígido, sus manos cerradas en puños y su boca entreabierta dejando al descubierto unos afilados colmillos, los cuales parecían ansiosos por desgarrar una garganta lobuna en cualquier momento.

-Jacob, por favor, tranquilízate –le rogó Bella.

Pero él apenas y la escuchaba, sus ojos se habían oscurecido completamente, cediendo ante el instinto posesivo y protector, el cuerpo estaba agazapado, listo para saltar, y el hocico completamente arrugado en una mueca que hacía lucir una blanca ristra de dientes.

-Edward… Jacob…

La vampiresa tenía serias dificultades para comunicarse con ellos, pues ninguno parecía prestarle atención más que al otro. Los vio dar un paso más cerca y ponerse en posición de ataque…

Tenía que hacer algo.

Bella, con toda la agilidad que poseía, hizo lo único que se le ocurrió para hacerse notar: se puso en medio de los dos.

Los escuchó gruñir en protesta.

-¡No me voy a quitar de aquí! –exclamó. Giró su cabeza de un lado a otro; Edward parecía más calmado, pero no paraba de lanzar miradas hacia el lobo y Jacob había dejado de gruñir a pesar de tener todas las extremidades en tensión.

-Bella…

-¿Qué haces aquí? –cuestionó ella, interrumpiendo al vampiro.

Edward la vio durante unos momentos a los ojos, su mirada dorada se clavó sobre ella con tal fuerza que Bella no pudo evitar sentir algo cálido que la recorría. Se asustó por aquella sensación y desvió la mirada.

-Vine a verte.

El lobo gruñó.

-Jacob –le advirtió Bella, con voz firme, observando al lobo severamente hasta que su protesta se extinguió.

-¿Quién es ése? –exigió Edward, con los ojos sobre el licántropo. Su tono parecía un tanto despectivo e irritado.

-No es "ése" –le corrigió Bella, un tanto molesta- Es él, se llama Jacob y es mi amigo.

-Por lo que observé hace unos minutos él pretende algo más que tu amistad.

Bella se quedó sin habla después de eso; en primera porque aquella afirmación era completamente absurda, sí, Jacob la apreciaba a pesar de ser diferente a él, pero no creía que un licántropo se fijara de aquella manera en un vampiro jamás y, segunda, se extrañó por el sonido molesto en el tono de Edward, casi parecía… celoso. Pero eso era ridículo porque, si bien ella sabía que ese vampiro quería algo de ella, estaba segura que no se trataba de afecto.

-Eso es ridículo –dijo después de un rato-, además eso a ti no debe importarte.

-Sí lo hace y demasiado.

Bella se mordió el labio, repentinamente incómoda. Sin embargo, algo mucho más importante se coló entre sus pensamientos y la hizo hacer todo lo demás a un lado: su hermana. Tenía que ver a Amy y pronto, por supuesto tenía que asegurarse de que el vampiro no la siguiera, no pensaba arriesgarla.

-Creo que debes irte, Edward.

Por unos segundos, la expresión del vampiro trasmitió tal desolación y dolor que Bella tuvo el impulso por confortarlo, pero aquello desapareció muy rápido.

-Bella…

-Vete –le interrumpió ella, negando con la cabeza.

-Lo haré si prometes que accederás a verme pronto –dijo él.

El lobo trotó hasta ella y se situó junto a su pierna, tan cerca que Bella pudo sentir todo el calor que irradiaba el cuerpo de Jacob. Lo escuchó gruñir y tuvo que acariciarlo para silenciarlo.

-Sin mascotas presentes –añadió Edward frunciendo el ceño hacia el licántropo.

Esto sólo hizo que el lobo se molestara más y le enseñara los dientes.

-Jacob, por favor… Edward no debiste llamarlo así –Bella los reprendió, después se encontró con la mirada del vampiro y se dio cuenta que no iba a poder negarse a su petición, así que asintió-. De acuerdo, pero vete ya.

Edward sonrió y desapareció.

-Vamos, Jacob, tenemos que ver a mi hermana.

Cuando Emily abrió la puerta aquel día su expresión sonriente se transfiguró a una de divertida sorpresa cuando notó el gran lobo que se encontraba a unos pasos de Bella.

-Sam tiene ropa arriba, Jake –ofreció ella.

El lobo medio gruñó en respuesta, se escabulló entre las dos mujeres hasta llegar a las escaleras, dónde se perdió de vista.

-Parece que ahora tienes escolta propia, Bella –se rió Emily.

La vampiresa le respondió con una sonrisa.

-Es muy amable Jacob, pero no quiero que pierda su tiempo en estar vigilándome.

-No creo que él lo considere como perder el tiempo –apuntó la mujer-lobo-, es más… después de observarlo por un tiempo he empezado a pensar que…

-¡Bella!

Una hermosa niña corrió hasta la vampiresa y se arrojó a sus brazos en cuanto ella los extendió.

-Vamos, quiero que me leas una historia –Amy agitaba en su brazo un libro viejo-. ¡Por favor!

Bella se rió.

-Pero aún no es de noche –dijo.

La pequeña hizo un mohín con los labios.

-Es que ya no me visitas mas que en la noche –comentó la niña.

-De acuerdo, de acuerdo…

Bella se llevó a su hermana al cuarto que le había cedido Emily y la dejó en la cama.

-¿Cuál quieres que te lea?

-Ya sabes cual –dijo la niña.

Bella puso los ojos en blanco y comenzó a leer. Su voz envolvía la habitación y la trasportaba a otra época, diferentes situaciones y hacia emociones que casi podían sentirse a través del sonido suave de las palabras. Había leído ese cuento demasiadas veces, casi podía decir que ni siquiera tenía que seguir las letras con la vista, solas llegaban hasta sus labios. Sin embargo, ese día en particular experimentó algo extraño cuando avanzaba en la trama, era como si, por primera vez, experimentara todo lo que trasmitía la historia, se sintió… sola.

Cuando iba a la mitad, escuchó una risita y levantó la vista del libro, para encontrarse con el rostro, pequeño y sonriente, de su hermana quien observaba algo atrás de ella.

-¿Qué pasa, Amy?

-Tenemos compañía –respondió su hermana.

Bella giró su cabeza y se encontró con la alta figura de Jacob apoyada contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre su pecho y los ojos cerrados. Se veía completamente tranquilo.

-Si quieres me voy –le dijo sin abrir los ojos-, pero me gustaría quedarme a escucharte, me encanta el sonido de tu voz.

-Deja que se quede –pidió Amy, con sus ojos brillantes, como si conociera un secreto que ella no.

-Sí –dijo Bella, sintiéndose extraña-, continuaré.

Se introdujo en la historia tan fácilmente que todo a su alrededor volvió a desaparecer debajo de las palabras. Cuando terminó, cerró el libro y se lo entregó a Amy, quien lo abrazó con amor.

-Sabes… esa historia tiene algo de cierto…

-¡Lo sabía! –exclamó la pequeña.

Bella sintió el colchón ceder ante un nuevo peso y supo que Jacob se había sentado a su lado. Ella sonrió y se giró.

-¡Tú también! –resopló medio divertida-. No debes seguirle el juego a mi hermanita…

Pero se calló cuando se dio cuenta que él estaba serio.

-Ehmm… ¿Qué quieres decir?

-Los compañeros –él respondió como si fuera obvio.

Bella hizo una mueca de confusión.

-Cada licántropo y vampiro –hizo un gesto hacia ella al decir la última palabra-, tienen un compañero, sólo que unos tardan más en encontrarlo que otros.

-Y… ¿Ese compañero es como decir la pareja? –cuestionó Bella.

Jacob se rió.

-¿No sabes mucho acerca de ti o no?

Bella se encogió de hombros.

-Cómo puedes imaginarte, no paso mucho tiempo con los de mi raza –dijo ella-, y si lo hago, no es en plan pácifico.

El licántropo no pudo esconder una sonrisa de satisfacción.

-No –contestó, después de un rato-, un compañero no es como una pareja, no como con los humanos, porque un compañero es eterno.

Bella se estremeció, todo ese asunto le resultaba confuso y algo atemorizante, no podía imaginarse queriendo tanto a nadie más que a su hermana.

-¿Tú ya te enamoraste, Jake? –cuestionó Amy, sonriendo.

Jacob observó a Bella por unos instantes y después su mirada se posó en la puerta, como si de pronto la encontrara fascinante, la piel de sus mejillas se ruborizó.

La vampiresa no pudo evitar compartir la diversión de su hermana.

-¿Eso significa que ya tienes compañera? –preguntó Bella-. ¿Es algo como lo que tienen Emily y Sam?

El licántropo negó con la cabeza.

-No, mi caso… es completamente diferente –soltó-. Además, las hembras… no se dan cuenta tan rápido como los machos.

-Jake ¿Crees que un licántropo se puede enamorar de una vampiresa? –cuestionó la niña.

El rostro de él enrojeció más.

-¡Amy! –la regañó Bella, quien ya sospechaba a dónde quería llegar su hermana.

Jacob se disculpó con ambas y salió de la habitación argumentando haber olvidado algo que tenía que hacer.

Al atardecer Bella, pese al dolor de su corazón, tuvo que despedirse de su hermana y se dirigió a su departamento. Sin embargo, estando a unos pasos de llegar, de pronto sintió un cambio en el ambiente, un aroma irresistible se mezclaba en el viento y se dio cuenta que tenía sed.

Tenía que ir al hospital a pedirle un favor a Sam. Debía conseguir sangre y pronto.

Pero mientras avanzaba, una silueta se hizo visible asta adquirir la forma de Edward Cullen.

Bella se detuvo, sorprendida, asustada. Porque el aroma que había detectado venía… de él.