Dark Chat

sábado, 13 de noviembre de 2010

Destellos de Oscuridad

Capítulo 8

El lobo y el vampiro

Apenas pudo permitirse reaccionar; escudriñar en la mañana fría, el viento húmedo y los alrededores solitarios e inciertos, cuando un rugido resonó en el aire, uno más fuerte que el anterior y, de pronto, una masa gigantesca cubierta de espeso pelo café brincó sobre ella y se situó entre ella y el visitante inesperado.

-¡Jacob!

Su impresión era tal, que ni siquiera había podido darse cuenta del movimiento del licántropo; cómo había pasado, durante un respiro, de sostenerla entre sus brazos a convertirse en un defensor agresivo y mortal.

El vampiro se adelantó unos pasos; su cuerpo estaba completamente rígido, sus manos cerradas en puños y su boca entreabierta dejando al descubierto unos afilados colmillos, los cuales parecían ansiosos por desgarrar una garganta lobuna en cualquier momento.

-Jacob, por favor, tranquilízate –le rogó Bella.

Pero él apenas y la escuchaba, sus ojos se habían oscurecido completamente, cediendo ante el instinto posesivo y protector, el cuerpo estaba agazapado, listo para saltar, y el hocico completamente arrugado en una mueca que hacía lucir una blanca ristra de dientes.

-Edward… Jacob…

La vampiresa tenía serias dificultades para comunicarse con ellos, pues ninguno parecía prestarle atención más que al otro. Los vio dar un paso más cerca y ponerse en posición de ataque…

Tenía que hacer algo.

Bella, con toda la agilidad que poseía, hizo lo único que se le ocurrió para hacerse notar: se puso en medio de los dos.

Los escuchó gruñir en protesta.

-¡No me voy a quitar de aquí! –exclamó. Giró su cabeza de un lado a otro; Edward parecía más calmado, pero no paraba de lanzar miradas hacia el lobo y Jacob había dejado de gruñir a pesar de tener todas las extremidades en tensión.

-Bella…

-¿Qué haces aquí? –cuestionó ella, interrumpiendo al vampiro.

Edward la vio durante unos momentos a los ojos, su mirada dorada se clavó sobre ella con tal fuerza que Bella no pudo evitar sentir algo cálido que la recorría. Se asustó por aquella sensación y desvió la mirada.

-Vine a verte.

El lobo gruñó.

-Jacob –le advirtió Bella, con voz firme, observando al lobo severamente hasta que su protesta se extinguió.

-¿Quién es ése? –exigió Edward, con los ojos sobre el licántropo. Su tono parecía un tanto despectivo e irritado.

-No es "ése" –le corrigió Bella, un tanto molesta- Es él, se llama Jacob y es mi amigo.

-Por lo que observé hace unos minutos él pretende algo más que tu amistad.

Bella se quedó sin habla después de eso; en primera porque aquella afirmación era completamente absurda, sí, Jacob la apreciaba a pesar de ser diferente a él, pero no creía que un licántropo se fijara de aquella manera en un vampiro jamás y, segunda, se extrañó por el sonido molesto en el tono de Edward, casi parecía… celoso. Pero eso era ridículo porque, si bien ella sabía que ese vampiro quería algo de ella, estaba segura que no se trataba de afecto.

-Eso es ridículo –dijo después de un rato-, además eso a ti no debe importarte.

-Sí lo hace y demasiado.

Bella se mordió el labio, repentinamente incómoda. Sin embargo, algo mucho más importante se coló entre sus pensamientos y la hizo hacer todo lo demás a un lado: su hermana. Tenía que ver a Amy y pronto, por supuesto tenía que asegurarse de que el vampiro no la siguiera, no pensaba arriesgarla.

-Creo que debes irte, Edward.

Por unos segundos, la expresión del vampiro trasmitió tal desolación y dolor que Bella tuvo el impulso por confortarlo, pero aquello desapareció muy rápido.

-Bella…

-Vete –le interrumpió ella, negando con la cabeza.

-Lo haré si prometes que accederás a verme pronto –dijo él.

El lobo trotó hasta ella y se situó junto a su pierna, tan cerca que Bella pudo sentir todo el calor que irradiaba el cuerpo de Jacob. Lo escuchó gruñir y tuvo que acariciarlo para silenciarlo.

-Sin mascotas presentes –añadió Edward frunciendo el ceño hacia el licántropo.

Esto sólo hizo que el lobo se molestara más y le enseñara los dientes.

-Jacob, por favor… Edward no debiste llamarlo así –Bella los reprendió, después se encontró con la mirada del vampiro y se dio cuenta que no iba a poder negarse a su petición, así que asintió-. De acuerdo, pero vete ya.

Edward sonrió y desapareció.

-Vamos, Jacob, tenemos que ver a mi hermana.

Cuando Emily abrió la puerta aquel día su expresión sonriente se transfiguró a una de divertida sorpresa cuando notó el gran lobo que se encontraba a unos pasos de Bella.

-Sam tiene ropa arriba, Jake –ofreció ella.

El lobo medio gruñó en respuesta, se escabulló entre las dos mujeres hasta llegar a las escaleras, dónde se perdió de vista.

-Parece que ahora tienes escolta propia, Bella –se rió Emily.

La vampiresa le respondió con una sonrisa.

-Es muy amable Jacob, pero no quiero que pierda su tiempo en estar vigilándome.

-No creo que él lo considere como perder el tiempo –apuntó la mujer-lobo-, es más… después de observarlo por un tiempo he empezado a pensar que…

-¡Bella!

Una hermosa niña corrió hasta la vampiresa y se arrojó a sus brazos en cuanto ella los extendió.

-Vamos, quiero que me leas una historia –Amy agitaba en su brazo un libro viejo-. ¡Por favor!

Bella se rió.

-Pero aún no es de noche –dijo.

La pequeña hizo un mohín con los labios.

-Es que ya no me visitas mas que en la noche –comentó la niña.

-De acuerdo, de acuerdo…

Bella se llevó a su hermana al cuarto que le había cedido Emily y la dejó en la cama.

-¿Cuál quieres que te lea?

-Ya sabes cual –dijo la niña.

Bella puso los ojos en blanco y comenzó a leer. Su voz envolvía la habitación y la trasportaba a otra época, diferentes situaciones y hacia emociones que casi podían sentirse a través del sonido suave de las palabras. Había leído ese cuento demasiadas veces, casi podía decir que ni siquiera tenía que seguir las letras con la vista, solas llegaban hasta sus labios. Sin embargo, ese día en particular experimentó algo extraño cuando avanzaba en la trama, era como si, por primera vez, experimentara todo lo que trasmitía la historia, se sintió… sola.

Cuando iba a la mitad, escuchó una risita y levantó la vista del libro, para encontrarse con el rostro, pequeño y sonriente, de su hermana quien observaba algo atrás de ella.

-¿Qué pasa, Amy?

-Tenemos compañía –respondió su hermana.

Bella giró su cabeza y se encontró con la alta figura de Jacob apoyada contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre su pecho y los ojos cerrados. Se veía completamente tranquilo.

-Si quieres me voy –le dijo sin abrir los ojos-, pero me gustaría quedarme a escucharte, me encanta el sonido de tu voz.

-Deja que se quede –pidió Amy, con sus ojos brillantes, como si conociera un secreto que ella no.

-Sí –dijo Bella, sintiéndose extraña-, continuaré.

Se introdujo en la historia tan fácilmente que todo a su alrededor volvió a desaparecer debajo de las palabras. Cuando terminó, cerró el libro y se lo entregó a Amy, quien lo abrazó con amor.

-Sabes… esa historia tiene algo de cierto…

-¡Lo sabía! –exclamó la pequeña.

Bella sintió el colchón ceder ante un nuevo peso y supo que Jacob se había sentado a su lado. Ella sonrió y se giró.

-¡Tú también! –resopló medio divertida-. No debes seguirle el juego a mi hermanita…

Pero se calló cuando se dio cuenta que él estaba serio.

-Ehmm… ¿Qué quieres decir?

-Los compañeros –él respondió como si fuera obvio.

Bella hizo una mueca de confusión.

-Cada licántropo y vampiro –hizo un gesto hacia ella al decir la última palabra-, tienen un compañero, sólo que unos tardan más en encontrarlo que otros.

-Y… ¿Ese compañero es como decir la pareja? –cuestionó Bella.

Jacob se rió.

-¿No sabes mucho acerca de ti o no?

Bella se encogió de hombros.

-Cómo puedes imaginarte, no paso mucho tiempo con los de mi raza –dijo ella-, y si lo hago, no es en plan pácifico.

El licántropo no pudo esconder una sonrisa de satisfacción.

-No –contestó, después de un rato-, un compañero no es como una pareja, no como con los humanos, porque un compañero es eterno.

Bella se estremeció, todo ese asunto le resultaba confuso y algo atemorizante, no podía imaginarse queriendo tanto a nadie más que a su hermana.

-¿Tú ya te enamoraste, Jake? –cuestionó Amy, sonriendo.

Jacob observó a Bella por unos instantes y después su mirada se posó en la puerta, como si de pronto la encontrara fascinante, la piel de sus mejillas se ruborizó.

La vampiresa no pudo evitar compartir la diversión de su hermana.

-¿Eso significa que ya tienes compañera? –preguntó Bella-. ¿Es algo como lo que tienen Emily y Sam?

El licántropo negó con la cabeza.

-No, mi caso… es completamente diferente –soltó-. Además, las hembras… no se dan cuenta tan rápido como los machos.

-Jake ¿Crees que un licántropo se puede enamorar de una vampiresa? –cuestionó la niña.

El rostro de él enrojeció más.

-¡Amy! –la regañó Bella, quien ya sospechaba a dónde quería llegar su hermana.

Jacob se disculpó con ambas y salió de la habitación argumentando haber olvidado algo que tenía que hacer.

Al atardecer Bella, pese al dolor de su corazón, tuvo que despedirse de su hermana y se dirigió a su departamento. Sin embargo, estando a unos pasos de llegar, de pronto sintió un cambio en el ambiente, un aroma irresistible se mezclaba en el viento y se dio cuenta que tenía sed.

Tenía que ir al hospital a pedirle un favor a Sam. Debía conseguir sangre y pronto.

Pero mientras avanzaba, una silueta se hizo visible asta adquirir la forma de Edward Cullen.

Bella se detuvo, sorprendida, asustada. Porque el aroma que había detectado venía… de él.

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