Dark Chat

domingo, 13 de marzo de 2011

Pecados Carnales

Capítulo 24 Curando Heridas


Bella

El reflejo del pequeño diamante al centro del anillo que Edward me había regalado la noche anterior como compromiso y que yo había aceptado marcaba el inicio de otra etapa, esta vez seríamos felices para siempre o al menos trataríamos de serlo, y no tenía miedo a dar ese paso, no tenía miedo a convertirme en su esposa, al contrario lo deseaba con todas mis fuerzas.

Y sabía que mis constantes cambios de humor lo asustaban y hasta yo misma me asustaba pero después de que hiciéramos el amor desesperados comprendí que era demasiado egoísta al pensar que nadie más estaba sufriendo, por meses Edward me había acompañado a mis sesiones con Jacob y habíamos revelado demasiado de nosotros mismos frente a un extraño, sobre todo él frente a un extraño para nada amigable, se había tragado el orgullo y lo había hecho por mí, por nosotros entonces, era ahora mi turno de hacer algo por él, quería que yo fuera feliz y lo intentaría, aunque tenía un sentimiento encontrado respecto a ser feliz mientras mi hijo no lo iba a ser nunca, no obstante eso, hacía mi mejor esfuerzo y ese día en particular quise regalarle mi felicidad aun cuando era mi cumpleaños y la pena aún existía en el fondo de mi alma yo había sido feliz por él y lo iba a ser feliz porque lo amaba – no puedes llorar eternamente –me habían dicho todos y tenían razón. La vida continua, sigue, la muerte es fácil, lo difícil es vivir la vida.

Sabía que sí de algo debía arrepentirme era de no haber sido lo suficientemente valiente para haber apostado por su amor desde un comienzo y haber hecho las cosas de forma distinta cuando pude hacerlas, si mis decisiones hubieran sido las correctas, si hubiera tenido coraje podría haber evitado desenlaces dolorosos como lo era la perdida de nuestro pequeño hijo.

Sin embargo ahora era distinto, tenía que serlo, no había nadie que impidiera que yo finalmente fuera feliz con el hombre que amaba. Mi corazón siempre estaría dividido y partido por la perdida de Anthony pero debía seguir viviendo, por él, por mí y sobre todo por Edward.

— ¿Estas seguro de esto? —le pregunté besando su pecho, alce levemente mi cuerpo para poder quedar frente a frente con sus ojos. Sonrió.

— ¿Por qué no habría de estarlo? —contestó besando suavemente mis labios y luego mi cuello, cerré mis ojos ante su contacto.

Por un minuto quise perderme en ese amor tan grande que estaba sintiendo, por esa felicidad que estaba entregándome Edward pero mi mente me traicionó y recordé las revistas y los reportajes que habían adornado por semanas las estanterías de todos los locales comerciales sobre la muerte de Anthony y mi corazón se nubló de pena, una que no pude contener, sentí como me oprimía el pecho recordar aquellos días, era horrible, recordar por lo que tuvimos que pasar ambos, las constantes preguntas, el asedio periodístico me ponía la piel de gallina y me hacían pensar que sucedería ahora que sabrían que se casaría conmigo, la duda me embargó.

— Tal vez somos demasiado jóvenes —le hice ver

— Mi madre se casó a los dieciocho —rebatió él

— Eran otros tiempos —insistí

— Bella que sucede ¿No quieres casarte conmigo? —me preguntó poniendo su mano bajo mi barbilla para hacer que lo mirara a los ojos. Me separó de su cuerpo.

— Claro que quiero casarme contigo, sólo quería asegurarme que lo haces porque quieres no por obligación

— Mi amor si te lo propuse es porque te amo y porque quiero que seas mi esposa, quiero vivir contigo el resto de mi vida pero… de todas formas, para tu tranquilidad… siempre esta el divorcio… en caso que no resultará, piensa en eso —comentó guiñándome un ojo y se largo a reír, le dí un codazo por su observación haciéndome un tanto la ofendida.

Sin embargo logró lo que seguro quería, hacerme reír, hacía mucho que no nos reíamos ambos sin culpas. Me quede mirándolo reír y en ese minuto sentí que debía pedirle algo que había cruzado mi mente hace algunas semanas pero que acalle por miedo pero principalmente por la culpa, con todo mi ser quería que él cumpliera un deseo que mi corazón estaba reclamando insistentemente, el problema era que no sabía como iba a tomarlo. Alcé mi cuerpo y me senté sobre su regazo puse una pierna a cada costado de su cuerpo y lo miré, su risa se acalló de inmediato y me miró serio.

— ¿Qué sucede? —me preguntó poniendo sus manos en mi cadera y concentrando su vista en mí.

Edward había tomado unas casi vacaciones permanentes por lo que había pasado y aunque igual había hecho un par de trabajos sobre catálogos de revistas sabía que tarde o temprano el tendría que volver a trabajar y no tenerlo cerca era algo para lo que no estaba preparada, esa idea de no tener nada de él me asustaba y quería hacer que nuestro amor otra vez tuviera algo material que lo representará.

— Yo… quiero… —comencé a decirle y mi corazón tembló producto de la duda.

Levantó su mano blanca y fuerte, la puso en mi cuello, yo descanse mi rostro contra su palma tibia mientras me acariciaba la mejilla con sus dedos largos y finos. Suspiré mientras lo miraba, deslice mis dedos jugando por su pecho desnudo.

— Yo… —insistí y perdí la voz, suspiré para decir las palabras — quiero que… —balbuceé, la voz se me apagó, sentía un nudo en mi garganta que me estaba impidiendo hablar.

Edward me miraba atento a lo que yo trataba de decirle finalmente me acerque a sus labios y cerré mis ojos para murmurar mi petición contra los suyos, tenía incertidumbre de su reacción.

— Hagamos… un… bebe —concluí temerosa en un hilo de voz, sentí como su cuerpo se tensó, me quede inmóvil rozando sus labios contra los míos, mantenía mis ojos cerrados y mi corazón latía furioso por la ansiedad de su respuesta.

Estábamos congelados ambos sin movernos, él no hacía ni decía nada, solo respiraba y yo estaba con el estomago apretado esperando su respuesta. Sentía como mi corazón se disparaba incluso más si eso era posible, latía furioso y de manera descontrolada en la mitad de mi pecho pero en el fondo temía una respuesta negativa, de todas maneras me parecía justo que esta vez fuera una decisión de ambos y no un azar de la naturaleza, que fuera algo planeado.

— Olvídalo… —dije en un susurro — si no quieres no importa… no te sientas presionado a decir que sí —le dije incorporando mi cuerpo al cabo de unos minutos de tenso silencio, justo cuando iba a salir de la posición en la que estaba Edward me detuvo, se alzo quedando su pecho contra al mío y nuestras caras una frente a la otra, puso una de sus manos sobre la cama para apoyarse y con la otra me acarició el pelo sacando unos infames mechones de cabello que adornaban molestos mi rostro.

— Bella —susurró sus labios cerezas se curvaron en una tímida sonrisa yo lo miré — no se trata de querer o no querer —comenzó a decir suavemente sus facciones eran serias, mis ojos se clavaron en su mirada agua marina — Mi amor no puedes reemplazarlo —agregó un tanto melancólico y yo sonreí apagada bajando la mirada.

—No es eso —respondí y tomé aire, aguarde un minuto para continuar, alce mi mirada para encontrarme con la suya que era tierna, cargada de una comprensión que solo él podría darme — No quiero reemplazarlo —me defendí escuálidamente – Jamás podría reemplazar a nuestro hijo pero quiero tener algo tuyo, quiero que nuestro amor se materialice eso es todo —le explique — Tal vez suene egoísta pero es lo que deseo con todo mi corazón —agregué y él me beso en los labios.

Ese día habíamos tratado de hacer un bebe pero a veces se quieren muchas cosas y Dios dispone otras.

Edward

— ¿Bella te pidió un hijo? —repitió Jacob un tanto sorprendido y era la primera vez que yo iba por iniciativa propia a verlo a su consulta, me miró y luego miro al ventanal, era incomoda la situación, mucho más hablarla con él después que yo mismo sabía lo que sentía por ella.

Tomó aire y se sentó frente a mí.

— ¿Y tú que piensas? —me interrogo cambiando su expresión, supe que estaba hablando el terapeuta no el hombre cuando me miro serio y como odiaba a los psiquiatras, si van a responderte con más preguntas para que demonios uno tiene que ir a verlos.

Si yo supiera que pensar no estaría frente a él ahora mismo, si tuviera todas las respuestas y soluciones las aplico y no pierdo el tiempo revelando intimidades a un completo extraño. Tomé aire pensando que tal vez era el procedimiento, no podía verlo como un solucionador de problemas tenía que verlo como alguien que iba a darme un consejo, un punto de vista pero que la solución o la decisión era finalmente mía.

— Lo que yo pienso —balbucee en un suspiró tratando de ordenar las ideas para que sonarán coherentes — es que no se que pensar —concluí y esa era una respuesta honesta.

Tener un hijo con ella hubiera sido mi máxima aspiración si no fuera porque sentía que estaba tratando de reemplazar al que habíamos perdido para así evadir el dolor, y yo lo consideraba poco sano no solo para Bella sino que para mí también.

— ¿Cuál fue tu respuesta? —reformuló la pregunta y su mirada ahora fue acuciosa, exhaustiva tanto que incluso me sentí intimidado por la manera en que achico esos ojos negros que tenía, el que me mirará como examinando mi reacción activo en mí un cierto mecanismo de defensa. Cambie mi expresión y se que la puse dura, molesta, porque me sentía incomodo, guardamos silencio y lejos de bajar su mirada la sostuvo pude leer en aquel brillo que en el fondo estaba tergiversando mi respuesta. Jacob estaba enjuiciándome sin siquiera saber verdaderamente que sentía — No debí venir —pensé en mi interior y contesté a la defensiva.

— ¿Qué crees tú? —le respondí irónico y me levanté del sillón. Sentí como suspiró y cerró el cuaderno de apuntes.

— Si te pones a la defensiva no puedo ayudarte —fue su respuesta

— Ya veo, responder con preguntas es facultad exclusiva del loquero —acoté mordaz y me miró feo.

En ese minuto supe que me había pasado el limite de la prudencia al llamarlo "loquero". Suspire y me senté nuevamente en el sillón frente a él. Me pregunté cual era el afán de poner un sofá te dejaba en una posición un tanto inferior casi como una camilla y no un sillón cualquiera.

— Creo que trata de reemplazarlo… conforme —respondí a regañadientes.

— No has considerado que tal vez este diciéndote la verdad —contestó calmadamente

— Tiene 26 años, nadie en su sano juicio a esa edad quiere un bebe, menos si no se esta casado —rebatí

— ¿De esa respuesta debo deducir que tú no quieres un hijo? —nuevamente estaban los juicios de valor, había ido a esa consulta para que me ayudara y no para que me hiciera ver como un canalla que no quiere tener un hijo con la mujer que ama.

— Perfecto ahora yo soy el problema —le contesté sin poder evitar alzar la voz de lo enojado que estaba con su actitud.

— ¿Lo eres? —me respondió él y en ese minuto no supe como podíamos haber sido amigos en la infancia, me acordé de esa época y no le conocía esa faceta tan… tan… inquisidora.

— Creo que fue mala idea venir —contesté y me levanté del sillón para irme, ya tenía suficiente con Bella no iba a ponerme a escucharlo a él respecto a que yo era el problema dentro de la relación que estaba teniendo, ya era bastante peso tener que hacerse él valiente y no sufrir delante de ella como para venir ahora a ser enjuiciado por él.

— Guardarse el dolor y hacer como que nada ocurrió no va a ayudarte, al contrario, socavará tu relación y cuando menos lo pienses estarás recriminándole cosas, como por ejemplo que tuviste que contenerla sin poder sufrir la muerte de tu propio hijo —exclamó antes que pudiera siquiera abrir la puerta.

Sus palabras hicieron que me congelará en mi posición, no alcance a abrir la puerta al cabo de unos segundos me giré a mirarlo. Él seguía con su vista en el cuaderno anotando y como odie que me hiciera eso, me reí ante lo tan evidente: no iba a dejarme ir sin psicoanalizarme a mí esta vez. Después de unos segundos alzo la vista.

— Correr no hubiera marcado la diferencia, el resultado habría sido el mismo pero te concedo que te hubieras sentido menos culpable —comentó mirándome directo a los ojos. El recuerdo de ese día se me vino a la mente y se me formo un nudo en la garganta.

— Ese día yo lo ignoré desesperado, quería evitar que tú te quedarás con ella y simplemente ignoré a mi hijo —le contesté y recordé el verdadero motivo de porque me sentía culpable, yo había sido el culpable de que Anthony subiera por esa escalera, había sido descuidado, Jacob alzo la mirada — No puse la barrera de seguridad, mi hijo de cuatro años subió las escaleras porque su padre no hizo lo que debió haber hecho, lo olvidé porque en ese minuto quería ganarte —concluí con la vista perdida y el recuerdo de mi pequeño hijo girándose perdiendo el equilibrio inundo mi mente, mis ojos se nublaron por las lágrimas y sentí un dolor en el corazón que no había sentido desde entonces.

— ¿Le has contado a Bella que te sientes culpable por la muerte de Anthony? —me preguntó de repente haciendome salir del transe

— No —respondí y las lágrimas cayeron solas por mis mejillas.

— Antes de pensar en tener un bebe deberían hablar sobre estas cosas. Mi recomendación como "loquero" es que hables con ella sobre estos temas. No siempre el tiempo cura las heridas Edward y ciertamente que tus culpas no serán curadas trayendo al mundo nuevamente a un hijo —me contestó.

Salí de su consulta más relajado pero aún no sabía como iba a enfrentarla, era difícil hablar sobre mis culpas cuando ella estaba lastimada incluso más que yo. Pero tenía razón, no podíamos traer a un hijo al mundo para acallar el dolor de la perdida de otro.

Me quedé sentado en mi auto en el estacionamiento del edificio, no quería entrar y como deseaba que Bella hubiera salido de casa, no tenía como comenzar una conversación cuerda para poder decirle que no era buena idea lo que había propuesto — ¿Le partiría el corazón? —me pregunté y la respuesta era un si gigante del tamaño de una pancarta.

Me baje del auto y subí al ascensor casi como si estuviera a punto de dar una mala noticia, entré al departamento esperanzado que ella no estuviera pero donde más iba a estar si yo mismo la había dejado con su hermana para poder salir. La risa de ambas me hizo quedarme en la puerta dudando si debía seguir el consejo de Jacob — ¿Qué era lo correcto? —pensé mientras caminaba hasta dar con ellas.

Me sonrió y esa sonrisa no la había visto tan seguido en su rostro desde la muerte de nuestro hijo, Ángela se levantó del suelo y me saludo.

— Bueno ya que estas de vuelta, creo que es mi señal para retirarme, mi marido me va a odiar por dejarlo solo tanto tiempo

— No te vayas todavía —le pidió Bella y yo en mi fuero interno también. Pero finalmente y luego de mucho bromear se fue. Quedamos solos y yo me fui a la cocina tratando de dilatar el momento. Bella me siguió.

— ¿Dónde fuiste? —me preguntó desde el umbral y mi corazón se aceleró. Abrí el refrigerador y me quede mirando al vacío.

— A ver… unos temas de trabajo —le contesté finalmente y ella suspiró apenada.

— ¿Volverás a trabajar? —me preguntó aprehensiva, la miré de reojo, en realidad no quería dejarla sola pero tarde o temprano tendría que hacerlo. Más temprano que tarde, las cuentas no se pagarían solas pensé.

— Todavía no, depende de lo que me ofrezcan —le dije a modo de consuelo. Pero tenía varios ofrecimientos, el problema era que en todos yo debía mudarme fuera del país.

— Hoy deje de cuidarme —me dijo y yo abrí mis ojos desmesuradamente.

Mi corazón parecía latir casi en mis oídos porque el sonido me ensordeció. Las palabras de Jacob se me vinieron a la mente y concentré mi vista en el anillo que yo le había regalado la noche anterior buscando las palabras para decirle que tal vez no era buena idea y debíamos esperar. Me arme de valor y ella me miró aún con esa sonrisa en la cara y como me maldecía por tener que quitársela.

— Bella, no quiero tener un hijo



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