Dark Chat

domingo, 21 de noviembre de 2010

Lagrimas de Amor

Capitulo 14

Edward se quedo afuera de la habitación de Bella y oyó el sonido de su llanto. Pensó que las cosas no podían seguir así. Habían pasado seis semanas desde que la había llevado a casa desde el hospital y cada noche había ocurrido lo mismo… el se quedaba en el pasillo, demasiado aterrorizado como para entrar y que ella lo rechazara, mientras que ella se quedaba allí sentada, llorando.

Haría lo que fuera por verla sonreír de nuevo. Su infelicidad le estaba destrozando, pero lo peor de todo era saber que el era responsable de sus lágrimas. Se dijo así mismo que nunca debería haberse casado con ella; debería haberla echado del castillo el primer día que la había visto, en vez de haberse quedado cautivado por su sonrisa.

Le asustaba darse cuenta de lo fácil que ella lo había cautivado. Sin haber sido el consiente de ello, Bella se había colado por debajo de sus defensas hasta convertirse en lo único que le importaba en la vida. Dejarla marchar le destrozaría el corazón, pero no podía mantenerla allí durante mucho más tiempo.

Bella salió del cuarto de baño y se detuvo al ver a Edward al lado de la cama. Frunciendo el ceño, se percató de que el había perdido peso y de que estaba demacrado, pero aun así seguía siendo el hombre más guapo que ella jamás había visto.

Durante las ultimas semanas el la había tratado con mucha delicadeza. Estaba convencida de que debajo de su aparente frialdad, el tenía un gran corazón y a pesar de la manera en la que ella lo había tratado, desconfiando de el de una manera terrible, el no le había echado la culpa por la pérdida de su bebé.

Ella había llorado incansablemente por la pérdida de la diminuta vida que había llevado dentro de sí, pero durante las ultimas noches sus lágrimas habían sido de desesperación al haberse dado cuenta de que Edward nunca la amaría.

El la miró un momento antes de volver a fijar su atención en las fotografías que había esparcidas por la cama.

Supongo que la mujer en silla de rueda es tu madre –dijo el-. No sabía que no podía caminar.

Bella asintió con la cabeza y tomo una de las fotografías.

Desafortunadamente mi madre perdió la movilidad de sus piernas en la primera etapa de su enfermedad. La respiración y la capacidad de digerir alimentos las perdió más tarde, casi al final, pero nunca, ni siquiera en sus peores momentos, dejo de sonreír –dijo, con el amor y el orgullo que sentía hacía su madre reflejados en la voz.

-¿La cuidaste en tu casa?

Si. Al principio, mi padre y yo nos la arreglábamos para hacerlo solos, pero, después, cuando ella ya tenía muchos dolores, mi padre contrató a una enfermera cualificada. Era cara, desde luego, como lo eran los viajes a otros lugares del mundo donde las promesas de curas milagrosas eran todo lo que a mi padre le quedaba por esperar. Obviamente nada funcionó –le confío tristemente-. Pero mi padre amaba tanto a mi madre, que hubiera hecho lo que fuese para salvarla… incluido robarte dinero –añadió-. A pesar de todo lo que ha ocurrido, no le puedo culpar. Ella era el amor de su vida, pero no espero que lo comprendas.

¿Crees que porque nunca he experimentado lo que es el amor no puedo reconocerlo y respetar a las personas que lo sienten? –exigió Edward con dureza.

Una vez me dijiste que no creías en el amor –dijo ella, mirándolo.

-dios, dije muchas tonterías… ¿me las vas a echar todas en cara? Cualquiera que mire las fotografías de tus padres se daría cuenta del amor que compartían. Tú padre debió de quedarse destrozado por la muerte de tú madre. Si te hubiese escuchado la primera vez que viniste a mí, quizá hubiese comprendido las razones por las que el actuó como hizo y hubiese sentido compasión, en vez de haber exigido una amarga venganza al haberte hecho casarte conmigo.

Las cosas no fueron así –susurró ella-. Yo pude elegir y elegí casarme contigo.

Edward se quedó mirando la fotografía que tenía en sus manos y se la dio a ella.

-Sólo aceptaste mi proposición por el amor que sientes hacia tú padre. No era lo que tú querías. Tú veías el feliz matrimonio de tus padres como lago a alcanzar en el futuro, pero… ¿Qué fue lo que te di yo? Un contrato de negocios… y la expectativa de que hicieras los votos que para ti son tan importantes sabiendo que eran mentira. Vi tu cara en la capilla Bella. Y supe lo mucho que te dolía decirme aquellas palabras a mí en vez de a un hombre al que amaras y con el que esperabas pasar el resto de tú vida.

Edward se acercó a la chimenea y se quedó mirando las llamas.

He decidido que debes volver a Inglaterra –dijo repentinamente-. Estás tan pálida y triste… necesitas pasar tiempo con la gente a la que quieres.

Ye veo –dijo Bella, negándose a que el se diera cuenta del daño que le habían hecho aquellas palabras.

Edward no podía haber dejado más claro que no tenía sentimientos hacía ella; seguramente estaba harto de verla todo el tiempo llorando.

-¿Cuándo quieres que me marche?

Cuando te venga bien… si quieres, mañana –contestó el encogiéndose de hombros.

Aquella indiferencia hizo sentir a Bella como si le clavaran un puñal en el pecho.

-Bella… quiero que sepas que los últimos meses en los que tú has estado viviendo en el castillo han sido los más felices de mi vida… aparte de las últimas semanas, que han sido un infierno.

En ese caso ¿Por qué me pides que me marche? –dijo ella, acercándose a el-. Todavía quedan cuatro meses para cumplir nuestro contrato y estoy preparada para seguir aquí. Pensaba que necesitabas que estuviera en tu casa para convencer a los miembros directivos del banco de que ya no llevas un alocado estilo de vida y de que eres un hombre felizmente casado.

Durante un momento el no dijo nada; simplemente le acarició el pelo a ella.

-He dimitido de mi posición en el Banco de Masen y he renunciado a todos los derechos que me correspondían. De ahora en adelante, es mi primo Emmett quien tiene el completo control del banco.

Pero… -comenzó a decir ella, boquiabierta-. El banco lo es todo para ti, lo más importante del mundo. No tienes porque renunciar a el ahora, justo cuando estás tan cerca de conseguir ser el legítimo director.

Pero entonces cerró los ojos al comenzar a comprender lo que estaba pasando.

-Por eso es que me mandas de regreso a Inglaterra ¿verdad? No puedes esperar otros cuatro meses para divorciarte de mí. Debes odiarme muchísimo si estás preparado para perder tus derechos en el banco con tal de no seguir casado conmigo durante unos pocos meses más.

¡Claro que no te odio! –negó el, agarrándola por los hombros y forzándola a mirarlo-. ¿Cómo puedes pensar eso?

Fue culpa mía que perdiera al bebé –sollozó ella-. Si hubiese confiado más en ti en vez de escuchar las mentiras de Tanya, ahora mismo seguiría llevando en mi vientre a nuestro hijo.

-Un hijo que creíste que yo solo lo quería para cumplir con las condiciones del testamento de mi abuelo. No soy tan despiadado, querida, pero el hecho de que pensaras que yo sería capaz de hacer algo tan cruel demuestra tu opinión sobre mí. Aunque después de la manera en la que te he tratado, me merezco tú desprecio.

Edward luchó por contener sus emociones; cuando ella se marchase ya tendría tiempo para luchar contra la desesperación que amenazaba con sobrepasarle.

No llores más Bella –suplicó, abrazándola estrechamente y sintiendo las lágrimas de ella mojar su camisa-. Ya es hora de que terminemos esta locura. Eres libre de marcharte a tú casa con tú padre y te doy mi palabra de que el estará libre de cualquier cargo. Si yo hubiese estado en su lugar, observando, sin poder hacer nada, cómo sufre la mujer que amo, hubiese hecho lo mismo –confesó-. Le perdono, Bella y espero que algún día tú seas también capaz de perdonarme a mi por todo el daño que te causado.

No me has hecho daño… por lo menos no intencionadamente –dijo Bella firmemente, apoyando su mejilla en el pecho de el.

Podría quedarse de aquella manera para siempre pero pensó que seguramente lo estaría avergonzando… sabía cuanto odiaba él el afecto.

Respirando profundamente, se apartó del y lo miró a la cara.

No es culpa tuya que no me ames –murmuró, mirándolo a los ojos-. Desde el principio dejaste claro que no lo harías y es culpa mía que la idea de dejarte… de no verte de nuevo… me rompa el corazón. No creo que seas frío ni despiadado, Edward. Tienes un gran corazón y tanto amor dentro de ti como cualquier hombre, incluso más, pero tú infancia te enseño a guardar tus emociones y todavía las escondes bajo llave. Lo que hace falta es la mujer que sea capaz de girar esa llave.

Repentinamente tuvo que dejar de hablar y se dio la vuelta. Las lágrimas le recorrían las mejillas.

-Desearía ser yo esa mujer, porque te amo con todo mi corazón. Tenías razón cuando adivinaste la razón por la que fui a ti en Madrid. No podía resistirme a ti… pero nunca me hubiese acostado contigo si no te hubiese amado.

¿Entonces por que me ibas a abandonar? –preguntó Edward frustrado. Le dio la vuelta a ella y la abrazó contra su pecho-. Dios, cuando abrí la puerta del coche y vi que estabas empotrada contra el volante… -sintió un escalofrío y tuvo que cerrar los ojos para contener el llanto.

La última vez que había llorado había tenido ocho años. Su madre le había echado de la caravana y había sentido frío y hambre. Pero desde entonces había aprendido a controlar sus sentimientos, un mecanismo de autodefensa para evitar que le hicieran daño. Pero Bella podía leerle el alma; había acabado con todas sus defensas una por una, dejándolo indefenso. Recordar aquellos instantes tras el accidente, cuando había pensado que la había perdido era demasiado y hundió su cara en el pelo de ella al comenzar a llorar.

Durante toda mi vida he rechazado el amor, hasta que creí que era inmune a el –dijo besándole desesperadamente la cara y el cuello-. Pero te amo, Bella… más de lo que nunca creí posible amar a otro ser humano.

La miró a los ojos y Bella, al ver reflejados en los de el una gran emoción, se cuestiono el haber pensado que el era frío. Entonces le tomó la cara entre sus manos y comenzó a besarlo dulcemente.

Al principio me engañe a mi mismo diciéndome que controlaba todo –admitió el cuando por fin levanto la cabeza-. No podía quitarte las manos de encima, pero me dije a mi mismo que simplemente era buen sexo. El mejor sexo que había practicado nunca. Jamás había experimentado tanto placer, tanta alegría, como cuando te hacía el amor. Pero después tenía que forzarme a apartarme de ti por si te dabas cuenta de lo débil que era contigo.

Yo pensaba que era tú manera de demostrarme que sólo me querías para el sexo –susurró Bella tímidamente-. Deseaba que me dieras una pequeña señal de que yo significaba algo para ti y estaba muy celosa de la familiaridad que compartías con Tanya. Siento haber creído en ella en vez de haber confiado en ti –murmuró con vergüenza.

No había hecho gran cosa para merecer tú confianza, amor –dijo Edward-. Tanya no significa nada para mí… tú eres la única que me ha llegado al corazón y te juro que te amaré durante el resto de mi vida. Lo que siento es que tuviera que darme cuenta de ello cuando casi te perdí.

Volvió a besarla con una fiera pasión que dejaba claro el amor que sentía. Bella se aferró a su cuello cuando la levantó en brazos y la llevó a la habitación principal.

Es aquí donde debes estar –dijo el sonriendo. Pero al instante su sonrisa se borró de su cara-. Dime que esto es verdad, Bella, no simplemente una ilusión creada por mi desesperación. Si te marchas ahora, te llevarás mi corazón contigo.

Bella se bajó de los brazos de el y comenzó a desabrocharse los botones de su camisón.

No voy a marcharme a ningún sitio –prometió-. El Palacio del León es mi casa y pretendo vivir aquí contigo y con los niños que un día tendremos durante el resto de mi vida.

Al desabrochar el último botón del camisón, se lo quitó por encima de la cabeza, acercándose a el.

Quiero demostrarte cuanto te amo –susurró en la boca de el-. Los votos que hice el día de nuestra boda los hice en serio. Quizá no me diera cuenta en el momento, pero mi alma te reconoció como su alma gemela y nunca te dejaré de nuevo, ni siquiera por un día.

Entonces ayudo a Edward a quitarse la ropa a toda prisa y cuando el la cubrió con su cuerpo, lo abrazó con fuerza, deleitándose al sentir la aterciopelada piel de el. Al principio parecía que a el le bastaba con besarla, su boca era un instrumento de dulce tortura al bajar desde sus labios hasta sus pechos, donde acarició cada pezón hasta que ella gimió y clavó sus uñas en los hombros de el. Edward comenzó a acariciarle el estomagó y con mucho cuidado, le separo las piernas y le acarició delicadamente, avivando las llamas de su deseo…

Te amo, Bella –gimió mientras se movía sobre ella y la penetraba, desesperado por no hacerle daño-. Nunca me dejes.

La vulnerabilidad que reflejaba la voz de el hizo que a ella se le encogiera el corazón. Lo abrazó con sus piernas para que la penetrara más profundamente. Las cicatrices que a él le había dejado su juventud eran profundas y quizá tardaría años en confiar plenamente en el amor de ella, pero le diría todos los días, con palabras y con hechos, cuanto significaba el para ella.

Cuando Edward comenzó a moverse, ella lo acompaño, acompasando sus movimientos mientras el se movía cada vez más rápido hasta llevarles a ese lugar en el cual solo ellos dos existían. Bella lo oyó gemir su nombre y en ese momento, sus músculos convulsionaron alrededor de el en un clímax más intenso que nada de lo que hubiera experimentado antes.

Finalmente Edward recuperó el aliento y salió de ella, pero la abrazó estrechamente, acariciándole el pelo con una mano levemente temblorosa.

Eres mi vida, amor –susurró-. Y nunca te dejaré marchar.

-¿Realmente me hubieras mandado de vuelta a Inglaterra?

Desde luego… y hubiera tramitado inmediatamente los papeles de divorcio –dijo el, abrazándola con más fuerza-. Una vez que ya no estuviéramos atados por este maldito contrato matrimonial, iba a esperar un tiempo razonable, digamos una semana, antes de llevar a cabo mi plan.

¿Qué plan? –preguntó ella sin aliento.

-Cortejarte como es debido… te iba a invitar a cenar y a beber vino e iba a ser tan encantador, que no ibas a ser capaz de rechazarme cuando te pidiera que te casaras conmigo y que compartieras el resto de tu vida conmigo.

Oh… -Bella hizo un mohín, decepcionada-. Me gusta la idea de que me invites a cenar, pero no me gustan los divorcios, así que tendremos que quedarnos como estamos.

Para siempre –prometió Edward fervientemente.

No quiero que renuncies a tú puesto como cabeza del banco –dijo ella seriamente-. Es importante para ti.

Nada es tan importante como tú –contestó el-. No quiero que alberges ninguna duda sobre la razón por la que permanezco casado contigo. A Emmett le parece bien que ambos trabajemos y dirijamos juntos el banco, pero en última instancia es tú decisión, mi vida. Estoy… ¿Cómo es que lo dicen?... en tus manos.

Pues a mi no me lo parece –murmuró inocentemente, acariciándole el muslo.

Entonces el la tumbo de espaldas y le demostró quién era el señor del Palacio del León.

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Mis niñaas perdon por la tardanza, tuvee qe hacer un viajesitoo al DF por motivos de la Universidad y me fue imposible actualizar, peroo aqui les dejo el ultimo cap de este Fic, solo qedaría por subir el Epílogo pero ese lo suboo el miércoles salee, disfrutenlooo!!

besitoooss

Anita Cullen :)

2 comentarios:

sandra32321 dijo...

Qué puedo decir, te superaste a ti misma, el capítulo estuvo genial, felicidades, espero el epílogo con ansias. Muchos saludos.

And dijo...

COMO SIEMPRE ESTA ES UNA DE MIS HISTORIAS FAVORITAS Y ME ALEGRO MUCHO DE QUE LAS COSAS SE HALLA ARREGLADO ENTRE LOS PROTAGONISTAS POR QUE LOS 2 CAPÍTULOS ANTERIORES HABÍAN SIDO UNA AGONÍA, ASÍ QUE EL EPILOGO LO ESPERO CON ANSIAS. NO SE SI YA LO ESCRIBISTE PERO SERIA GENIAL QUE LE DIERAN UN CASTIGO A TANYA POR MALA GENTE Y BRUJA.