Leves rayos de luz se colaron a través de las cortinas. Suspirando suavemente, Bella abrió los ojos y al ver a Edward tan cerca de ella sintió cómo le dio un vuelco el corazón, tal y como había ocurrido todas las mañanas durante los últimos dos meses.
Dos meses durante los cuales habían estado viviendo en el Palacio del León y que habían pasado muy rápido. Pero en vez de desear que los próximos diez meses transcurriesen igual de prisa, deseó que el tiempo se detuviera.
Se preguntó que estaba haciendo el, era como si fuese un mago que le había echado un hechizo. Se quedó mirando su cara, percatándose de que sus largas pestañas rozaban sus mejillas, suavizando sus duras facciones. Mientras dormía parecía más relajado, casi como un niño, y ella sintió como se le hinchaba el corazón debido a la emoción. Cuando o había conocido, había pensado que era como el demonio y nunca habría sospechado que llegaría a preocuparse por el. Pero durante aquellos primeros meses de su matrimonio había aprendido que el duque Masen si que tenía corazón… simplemente lo tenía muy escondido bajo una capa de fría indiferencia.
Mientras apoyaba la cabeza sobre su hombro, para estudiarlo con más detenimiento, pensó que en realidad con ella no era frío. Aunque con frecuencia estaba ocupado y trabajando en su despacho de las oficinas del Banco de Masen en Granada, parecía que aprovechaba cualquier momento para estar con ella. Normalmente se tomaba un descanso y le pedía que bajara a dar un paseo con el por los jardines del castillo. Y todas las noches durante la cena se transformaba en una compañía ingeniosa y divertida que coqueteaba con ella sin ningún reparo, provocando que ella deseara aceptar la invitación que reflejaban sus ojos.
Pero desde la traumática última noche de su luna de miel, el no había vuelto a intentar hacerle el amor y las únicas veces que la besaba eran delante del personal del castillo, presumiblemente para reforzar la creencia de que su matrimonio era real. Esa era la razón por la que había insistido en que ella tenía que dormir en su cama. Pero cuando estaban a solas por la noche, el tenía mucho cuidado de no tocarla.
Con desaliento, pensó que no podía culparle. A veces el iba desnudo al cuarto de baño de la habitación, provocando que ella se ruborizara, pero siempre se ponía unos calzoncillos antes de meterse en la cama y a los pocos minutos de apagar la luz, se dormía. Ella se quedaba despierta durante casi la mitad de la noche, atormentada por el deseo de echarse sobre el otro lado de la cama…
Lujuria, amor… estaba tan confundida, que no sabía dónde empezaba uno ni donde terminaba el otro y estaba empezando a no importarle. No podía dejar de pensar en Edward y no podía soportar pensar en el momento en el que el ya no necesitara seguir fingiendo que era un hombre felizmente casado. Cuando ella había accedido a su propuesta matrimonial, había prometido que nunca se enamoraría de el… pero en aquel momento no estaba segura.
Pero ese era un camino peligroso. Día tras día, poco a poco, Edward estaba invadiéndole el corazón, pero no había ninguna posibilidad de que llegara a amarla y en diez meses la echaría de su vida con la despiadada eficiencia por la que era conocido.
Buenos días, querida, ¿has dormido bien? –dijo el con un leve toque de burla.
Bella se preguntó si sería porque sabía que ella había estado horas dando vueltas mientras su cuerpo vibraba debido a la frustración sexual que sentía.
He dormido perfectamente –aseguró alegremente-. He dormido de un tirón.
-¿De verdad? Por la manera en la que te retorcías, pensé que quizá habrías tenido una pesadilla.
No me estaba retorciendo –dijo ella, sentándose en la cama y mirándolo.
Se ruborizó al percatarse del pícaro brillo de los ojos de el.
Entonces quizá fuese yo el que estaba soñando. Espero que no te haya molestado –dijo el.
Bella tomó una almohada y le dio con ella.
Así que quieres jugar ¿no es así? –dijo el, sonriendo, agarrando la almohada y tumbando a Bella de espaldas.
-Eres tan encantadora, querida, y yo he sido tan paciente, ummm...… No me he movido de mi lado de la cama.
Pues ahora no estás en tu lado –murmuró ella, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba al sentir los duros muslos de el apretándola contra el colchón.
-Ni tú tampoco. Estamos en tierra de nadie, donde las normas sobre la guerra ya no tienen validez.
-Yo no estoy en guerra contigo.
Entonces ella no pudo evitar la tentación de apartar un mechón de broncíneo pelo que se le había venido a Edward a la frente. Era tan guapo que no podía pensar con claridad cuando el estaba cerca… y en aquel momento el ya no podía acercarse más. Sabía que debía apartarlo de ella, pero en vez de eso lo abrazó por los hombros, disfrutando al sentir la aterciopelada piel de el bajo sus dedos.
Pensaba que éramos amigos –susurró ella vergonzosamente.
Amigos –dijo el, deteniéndose para considerar el significado de aquella palabra. Entonces sonrío-. Y compañeros de dormitorio. Aunque creó que es justo decir que ninguno de los dos dormimos mucho. ¿No estás de acuerdo, querida?
Era estúpido negarlo… teniendo en cuenta que ella estaba prácticamente derritiéndose bajo el.
Sí –dijo ella.
Tragó saliva con fuerza ante el cálido brillo que reflejaban los ojos de el. Observó cómo bajaba la cabeza y sintió cómo cubrió sus labios con los suyos. Durante un momento, Edward le permitió dominar el beso, pero al encenderse aún más la pasión entre ambos, el tomó control de la situación, convirtiéndose en un macho dominante. Reclamó la boca de ella con una sensualidad cautivadora, dejándola débil y necesitada.
Edward… -comenzó a decir ella, besándole el cuello.
No le impidió bajarle un tirante del camisón. Uno de sus pequeños pechos quedó expuesto, comenzando el a besarle el escote hasta llegar al valle existente entre sus pechos. Entonces le bajo el otro tirante. Comenzó a acariciarle un pecho y bajó su cabeza para juguetear con el con su lengua, pera tomar completa posesión de el con su boca a continuación.
La sensación que invadió a Bella fue tan intensa, que gimió y movió las caderas impaciente, invitándolo. No podía pensar en otra cosa que no fuese el anhelo de que el la tocara en su parte más intima. No puso ninguna objeción cuando el le quito el camisón, pero cuando le agarró las bragas un temblor se apoderó de ella y se puso tensa.
Me deseas, Bella –murmuró Edward-. ¿Quién necesita amor cuando compartimos una pasión tan intensa como ésta?
Yo lo necesito –dijo ella, cerrando los ojos, invadida por una ola de desesperación-. Eres un maestro en el arte de la seducción Edward… no hay duda de que has tenido mucha práctica. Aprietas los botones correctos y yo te necesito tanto, que me duele. Pero sin amor ni confianza, ¿Qué tendríamos aparte de unos pocos momentos de placer vacío?
Entonces notó que el estaba a punto de perder su autocontrol.
-¡Toma mi cuerpo si quieres! No podría detenerte ni aunque lo intentara, ambos lo sabemos. Pero acabarías con la poca dignidad que me queda después de las cosas que he hecho recientemente.
¿Qué cosas? –exigió saber Edward ferozmente-. Bella, ¿estás avergonzada de haberte casado conmigo?
No estoy orgullosa de mentir –admitió ella-. He hecho falsas promesas en una capilla, promesas que sabía no iba a cumplir. Pero quiero a mi padre más que a nada en el mundo. El nunca debió haberte robado aquel dinero, pero comprendo por que lo hizo. Sufrió muchísimo al perder a mi madre y mi orgullo era un pequeño precio que pagar cuando significaba librarle de ir a la cárcel.
Tú tienes más principios que todo un convento de monjas –bramó el sarcásticamente-. Quizá sea una buena cosa que yo me vaya a marchar durante un tiempo –dijo levantándose de la cama.
-¿Te vas a marchar? ¿Adónde?
-A Madrid. Tengo una serie de reuniones con los directivos del banco y un número de invitaciones sociales que, repentinamente, parecen más apetecibles que quedarme aquí contigo.
¿No pensaran tus amigos que es extraño si vuelves solo? –espetó Bella, ofendida por su amargo desprecio-. Pensaba que se suponía que teníamos que alimentar la idea de que estamos muy enamorados.
Pensaré en una escusa para tú ausencia… les diré que estas enferma o algo así –dijo con indiferencia-. Aunque supongo que eso implica el riesgo de que crean que estas embarazada. Lo que no saben ellos es que… sería la inmaculada concepción –farfulló con sarcasmo-. De todas maneras, no estaré solo; Tanya vendrá conmigo. Ha convencido a su padre de que ya es hora de darse a conocer en las fiestas de la capital –añadió.
¿Y a ti te han contratado como su niñera? –dijo ella, forzándose a parecer desinteresada. Pero dentro de ella se estaban acumulando una multitud de emociones confusas (n/a: esos son celos jajaja)-. Que duro para ti.
-Estoy seguro de que sobreviviré… por lo menos Tanya sabe como divertirse.
Apuesto a que si –dijo Bella-. ¿No es un poco joven para ti?
Querida, casi podría pensar que estas celosa –dijo el deteniéndose en la puerta del cuarto de baño y dirigiéndole una insulsa sonrisa.
-Pues no lo estoy, así que no te hagas ilusiones (n/a: aja si como no xD) Me gustara gozar de un poco de paz y tranquilidad cuando estés fuera, así que no tengas prisa por regresar.
Dos semanas después, Bella, desalentada, sabía que el no tenía ninguna prisa por regresar. Su excusa había sido un inesperado volumen de trabajo debido a problemas en la dirección del Banco. Las pocas veces que le había llamado era cierto que había parecido cansado… Pero quizá el que estuviera tan exhausto y que no quisiese regresar a Granada se debiera a otras razones. Ella había telefoneado dos veces al departamento de Madrid y en ambas ocasiones le había respondido al teléfono una mujer cuya sensual voz le hizo perder la cabeza de celos.
No había sido Tanya; aquella sexy voz era de una mujer adulta más que de una quinceañera. Pensó que debía haber tenido coraje de preguntarle a el con quien había estado en vez de haberse pasado una noche entera sin dormir, habiéndoselo imaginado haciéndole el amor a una preciosa mujer.
Le dijo a Alec que no comprendía por que estaba tan disgustada. Como ella, el perro de Edward echaba de menos a su dueño.
No me importa lo que haga o con quien este –le dijo al perro, enfurecida.
Pero tuvo la impresión de que el perro sabía que ella estaba mintiendo. El castillo era un lugar sombrío sin el duque y comenzó a darse cuenta de cuanto tiempo habían pasado juntos.
¿Esta tan mal admitir que lo hecho de menos? –susurró-. Pero si ahora me siento así, ¿como me sentiré cuando nuestro matrimonio termine? Yo no estoy enamorada de el –le dijo muy seriamente al animal-. Simplemente no puedo dejar de pensar en el. Eso es todo.
Transcurrieron tres días más hasta que, desde el jardín, oyó el zumbido que causó el helicóptero de Edward. Al ver que era el, corrió a la planta de arriba para cambiarse de ropa y ponerse uno de lo elegantes conjuntos para el día que llenaban su armario. No quería que pareciera que había hecho un esfuerzo para agradarle, pero no pudo evitar aplicarse brillo de labios y ponerse perfume.
Edward había regresado y hasta las antiguas paredes de piedra del castillo, parecían sonreír. Al dirigirse a toda prisa a la puerta principal lo vio andando por el patio. No estaba preparada para el efecto que el iba a tener sobre ella; sintió como si se le parase el corazón y como si entonces comenzara a latirle más rápido de lo normal. Al mirarlo a la cara y ver lo guapo que era, sintió mariposas en su estomago y las manos húmedas.
Pensó que lo había echado mucho de menos. Se detuvo en el porche, esperando recuperar un poco de autocontrol. Entonces el miró para arriba y la vio, sonriéndole abiertamente. Aquella sonrisa fue tan devastadora que echó a perder todas la buenas intenciones de ella.
¡Edward! –gritó, bajando las escaleras corriendo.
Pero entonces vio una furgoneta que traía un pedido entrando al patio al mismo tiempo que el perro corría emocionado hacia su dueño.
-¡Alec… no!
El nauseabundo golpe se oyó al mismo tiempo que el angustioso alarido de Alec. Bella apartó su vista del animal, que estaba inmóvil bajo las ruedas de la furgoneta. Miró a Edward y la expresión de la cara de este le hizo desear llorar. Se preguntó como podía haber pensado alguna vez que el no tenía corazón. Durante un momento vio reflejado en sus ojos un profundo dolor, miedo y el afecto que sentía por su fiel compañero, pero entonces controló sus emociones y corrió hacia Alec. Había concentrado todo su amor en su perro, que lo amaba a el incondicionalmente.
Dile a Jasper que llame al veterinario –bramo el-. Y date prisa; esta perdiendo mucha sangre.
Durante las siguientes horas, Bella no pudo hacer otra cosa que rezar para que el amado perro de Edward se salvara. Ella haría todo lo que pudiese para que Alec viviese. Haría lo que fuese para que Edward volviese a sonreír.
Entonces se dio cuenta de que lo amaba. Por esa razón, cada un de los días en que el había estado ausente, le había parecido muy largo y gris a pesar de la luz que había en los últimos días de verano. Sin el, solo se sentía viva en parte. De alguna manera, si haberse dado cuenta de ello, el se había convertido en su sol y su luna… el era la razón por la que ella se levantaba cada mañana sonriendo.
Mientras andaba por la rosaleda reconoció que no era solo lujuria. Durante su luna de miel Edward le había dicho que el era el único hombre que la excitaba y no podía negarlo. Edward le hacía sentir y pensar en cosas pícaras, malvadas, que ella encontraba escandalosas. Pero el era el único hombre que ella había deseado con cada poro de su piel.
Al haberlo visto aquel día con Alec se había dado cuenta de que sus sentimientos por el iban más allá de la atracción física. Deseaba abrazarlo y protegerlo del dolor. Quería amarlo con su cuerpo y con su alma. Era gracias a el que su padre no iba a pasar los siguientes años en prisión y aunque ambos se habían beneficiado del contrato matrimonial, el la había tratado con respeto y consideración.
No era casualidad que los miembros del personal a su servicio le fueran fieles. Bajo su apariencia de altanería y arrogancia, ella había descubierto que era amable y encantador, poseedor de una ardiente pasión que hacía que ella lo deseara desesperadamente.
Pero el día de su boda el le había dicho que no buscara cosas que no existían… una advertencia de que nunca podría llegar a amarla.
Alec se había fracturado una pierna, había sufrido múltiples contusiones y como ocurría con muchos animales heridos, estaba en estado de shock. Edward se lo hizo saber a Bella cuando esta se unió a ellos en la gran cocina. Edward y Jasper habían llevado al animal al castillo y el veterinario se había negado a que lo movieran más. Le había curado las heridas y le había administrado un fuerte sedante; lo único que podían hacer era esperar que Alec sobreviviera.
Las próximas veinticuatros horas son cruciales, pero el veterinario está convencido de que se recuperará –le informo Edward tristemente.
Oh, eso espero –murmuró Bella fervientemente, arrodillándose junto a Edward u acariciando delicadamente al inconsciente animal-. Se lo mucho que te preocupas por el.
Sintió como las lágrimas le escocían los ojos al recordar lo devastado que había estado el en el momento del accidente.
Edward estaba tenso, y la tomó de la barbilla, mirándola a los ojos.
-A veces me parece que sabes demasiadas cosas sobre mi, Bella. Siento como si tus profundos ojos chocolatosos fuesen capases de leer mi alma y destapar mis secretos.
No quiero que haya secretos entre nosotros –susurró ella, cautivada por la intensidad de la mirada de el-. Eres mi esposo… aunque parece que te has olvidado de ello las últimas semanas –añadió, recordando la seductora voz de la mujer que había respondido a sus llamadas telefónicas.
Pero aquel no era el momento para revelar sus irracionales celos.
¿Crees que me podría olvidar de ti? –dijo el, esbozando una pequeña sonrisa-. Desearía poder hacerlo, pero la verdad es que he estado todo el tiempo pensando en ti y cada noche soñando que estabas a mi lado, con tu cara tan cerca de la mía, que si me daba la vuelta mis labios rozarían los tuyos… así.
Edward acercó su boca a la de ella, dulcemente, como si quisiese saborear el momento después de todos los días en los que había estado ausente. Ella lo abrazó estrechamente por el cuello y pensó que aquella manera era como quería estar. Abrió los labios y respondió al beso de el con una delicada pasión, queriendo reconfortarle tras el trauma que había sufrido al ver a Alec tumbado bajo las ruedas de la camioneta.
Deberías tratar de dormir –murmuró ella cuando el levanto la cabeza.
-Esta noche no… quiero quedarme con Alec por si se mueve.
-Bueno, por lo menos vete a dar una ducha y a comer algo… yo me quedaré con el y te prometo que te llamare si pasa algo.
Todavía estaban arrodillados al lado de Alec, pero Edward se levantó e hizo que ella también lo hiciera.
Bella, no me merezco lo amable que estás siendo conmigo –dijo-. Eres tú la que debería dormir un poco… mañana vas a ir a Inglaterra.
¿Quieres decir que me mandas para allá? ¿Por qué? –quiso saber ella, titubeando.
Se preguntó si el ya se había cansado de ella y de sus principios y quería quitársela de en medio para así llevar al castillo a su amante.
Sólo es por una semana –dijo el, frunciendo el ceño-. Se cuanto echas de menos a tu padre y lo había arreglado todo para que ambos fuésemos a visitarlo, pero no puedo dejar a Alec así.
Claro que no, pero podríamos posponer el viaje hasta que este mejor –propuso ella, aliviada
Estoy seguro de que no te has olvidado de que en pocos días es el cumpleaños de tu padre. Cuando hablé con tu tía, me dijo que el tenía muchísimas ganas de verte –dijo Edward, apartándole el pelo de la cara a ella-. No puedes fallarle, querida.
No, no podía hacerlo. Pero, si era sincera, tenía que admitir que había estado tan concentrada en Edward, que había olvidado por completo el cumpleaños de su padre.
¿A que hora salgo? –preguntó en voz baja.
-Mañana por la mañana. Será mejor que te vayas a la cama y te veré por la mañana.
Bella asintió con la cabeza; no confiaba en ella misma si hablaba, pero cuando llego a la puerta, el sonido de la voz de el la detuvo.
¡Bella! ¿Regresaras? –preguntó el con una incomprensible expresión en los ojos.
Claro que sí –prometió suavemente-. Tenemos un acuerdo… ¿lo recuerdas?
Pero plantearse como iba a sobrevivir sin el cuando el contrato matrimonial terminara la atormento toda la noche. Y cuando, a la mañana siguiente, Jasper la llevó en coche al aeropuerto, no pudo ocultar su infelicidad.
Bella, tras el quinto día de lluvia, pensó que el otoño había decidido hacerle una visita a la costa sur de Inglaterra. Miró a través de la ventana del hostal de su tía Esme, recordando con nostalgia el jardín del Palacio del León.
Tuvo que admitir que tenía muchas ganas de regresar, aunque su impaciencia no tenía mucho que ver con el cálido sol granadino… podría vivir muy felizmente en el ártico si estuviese con Edward.
¡Jaque mate! –anunció Charlie Swan alegremente, levantando la mirada hacia su hija-. Algo me dice que no tenías la mente en la partida, cariño.
Nunca he sido capaz de ganarte al ajedrez, papá –contesto ella sonriendo-. Mamá era mucho mejor adversaria que yo.
Charlie mantuvo silencio durante un momento para luego devolverle la sonrisa a su hija.
-Si, ella podía ganarme de lleno, bendita sea.
Bella aguantó la respiración; era la primera vez desde que René Swan había muerto que ella había sido capaz de mencionarla en una conversación. Antes, había evitado mencionar a su madre ante el miedo de haber provocado una depresión aún más fuerte de la que ya sufría su padre. Pero en aquel momento, con la ayuda de un consejero para casos de pérdida de un ser querido, Charlie estaba finalmente aceptando la pérdida de la mujer de la que se había enamorado nada más haberla visto.
Mientras se acercaba y le daba un beso a su padre en la mejilla, pensó que todavía quedaba mucho camino por recorrer. La muerte de René le había dejado desesperado, y durante un corto espacio de tiempo el había perdido la cabeza. Todavía tenía grandes vacíos en su memoria y ella estaba segura de que no recordaba muchos detalles del último año que había trabajado en el banco o de sus desesperados intentos de arreglar sus crecientes problemas económicos.
Desde luego que ella no se lo iba a recordar. Gracias a Edward su padre estaba libre de cargos ya no tenia deudas y vivía a salvo y protegido por su tía Esme. Estaba decidida a que el no se enterara del precio que había tenido que pagar ella por su libertad… un año de su vida entregado a un hombre que despreciaba.
Pero reconoció con dolor que ya no despreciaba a Edward. Era casi imposible pensar que alguna vez lo había odiado cuando su amor por el en ese momento rebosaba en su corazón.
El timbre de la puerta interrumpió sus pensamientos y se dirigió a abrir la puerta principal. Casi se le salió el corazón del pecho cuando miró unos familiares ojos verdes esmeralda.
Edward… ¿Qué… que haces aquí? –tartamudeó, invadida por el pavor-. ¿Alec…?
Se esta recuperando más rápido de lo que incluso pensaba el veterinario- tranquilizo el-. He venido para llevarte a la casa.
El dijo aquello con el destello de la altiva arrogancia que ella tan bien reconocía. Pero la calidez de sus ojos, el brillo de la pasión que no podía ocultar le dijo a ella que el no estaba controlando sus emociones de la manera en la que le hubiese gustado que ella creyese.
-He decidido que mi esposa ya ha estado fuera durante mucho tiempo.
Pero sabías que regresaba mañana. Lo arreglaste todo para mi vuelo –dijo ella encandilada.
La paciencia nunca ha sido una de mis virtudes –dijo el, arrastrando las palabras sin ningún tipo de remordimiento-. Mi avión privado está esperando en el aeropuerto… ve por tus cosas.
¿Quieres que nos marchemos ahora mismo? Pero no tengo hechas las maletas ni nada ¿Qué es lo que está pasando realmente, Edward? –exigió saber-. ¿Pensaste que tal vez fuese a romper nuestro acuerdo? Te di mi palabra de que regresaría, pero esta claro que no confías en mí.
No es una cuestión de confianza –gruño el.
¿Entonces a que se debe esta repentina urgencia? –preguntó Bella entre dientes-. Parece como si te hubieras levantado esta mañana y te hubieras montado directamente en el avión.
Edward se encogió de hombros y repentinamente pareció decidido a evitar la mirada de ella.
La urgencia es porque llevamos separados casi un mes. Me tuve que quedar en Madrid durante más tiempo del que había planeado y entonces tú viniste aquí para celebrar el cumpleaños de tu padre –increíblemente, Edward parecía avergonzado-. Te he… echado de menos.
¡Oh! –exclamó ella, emocionada y sonriendo vergonzosamente-. Yo… también te he echado de menos –susurró.
Se quedó mirándolo, deseando que el hiciera lo mismo. Se le aceleró el corazón cuando el esbozó una sensual sonrisa que prometía el cielo.
Bella… -comenzó a decir el, mirándola profundamente a los ojos.
-¿Sí?
-¿Crees que podría entrar antes de que me ahogue bajo la lluvia?
¡Oh! Si, desde luego. ¡Lo siento! –ruborizada, se echo para atrás y le hizo pasar a la entrada.
Edward estaba tan mojado, que el agua le chorreaba por la cara.
Estas empapado… ven, déjame que te ayude a quitarte la ropa –dijo, nerviosa, quitándole la chaqueta.
Soy todo tuyo, querida… se cariñosa conmigo –bromeó con la diversión reflejada en los ojos-. Aunque no estoy seguro de que debas desnudarme en la entrada. Quizá tú tía no este de acuerdo.
Realmente eres el diablo en persona, Edward Masen –le dijo Bella, enojada.
Entonces el la abrazó, ella se aferro a el sin importarle que sus ropas la estuvieran empapando. Estaba ardiente de pasión y comenzó a sentir un remolino de sensaciones en la parte baja de su estómago. Cuando el le acaricio un pecho, ella gimió y se acurrucó en el, deseando que pudieran quitarse la ropa para así sentir piel contra piel.
Regresa a casa conmigo, Bella… es conmigo con quien debes estar –dijo Edward con la voz ronca cuando por fin levanto la cabeza, acariciándole los labios con su dedo pulgar.
Ella se preguntó si el se estaría circunscribiendo a los términos de su contrato matrimonial. Pero repentinamente eso ya no importaba. Todo lo que le importaba era estar con el hombre al que amaba… durante el tiempo que el la quisiese. Y sonriéndole de tal manera que le llegó al alma, se apresuró a subir a la planta de arriba para hacer las maletas.
2 comentarios:
Ya se que debo mencionar aqui dos felicitaciones, la primera es para la autora de esta historia de esta cada vez mejor, es casi imposible esperar una semana para que se publique el siguiente cap y obviamente el segundo agradecimiento es para nuestra queria angel que gracias a ella podemos leer estas increibles historias.
Pero me quiero centrar en que Edward es un amor y que a estas alturas para mi los dos ya estan enamorados.
Veo que Edward es un amor aunque esa mascara que lleve no lo permitiera ver al principio.
Algo curioso con este capitulo fue que me recordo a la bella y la bestia de que es diferente la historia pero bueno,solo en algunos detalles.
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