Dark Chat

miércoles, 6 de octubre de 2010

Lagrimas de Amor

Capitulo 8

Por fin te has despertado. Nunca he conocido a una mujer que duerma tan profundamente como tú –le dijo Edward a Bella cuando vio que está tenía los ojos abiertos.

Eso es porque tengo la conciencia tranquila –dijo ella con dulzura, sintiendo cómo se le aceleraba el pulso al verlo- Supongo que tú no has dormido bien, ¿verdad?

Cierto, pero no ha sido mi conciencia, o la falta de ella, lo que me ha impedido dormir, querida –dijo, acercándose a la cama-. Mi falta de sueño tiene que ver con haber tenido tu delicioso cuerpo acurrucado en el mío, lo que me ha hecho tener mil y una fantasías.

Yo no me acurruque en ti –protestó Bella, incapaz de mirarlo a los ojos- ¿Sería demasiado desear que te comportaras como un caballero?

Me comporte impecablemente –garantizo el, sonriendo- Créeme; te acordarías si yo me hubiese dejado llevar por la tentación de explorar tus tentadoras curvas.

Entonces se acercó a ella y le dio un breve pero apasionado beso, que dejó los labios de ella sintiendo u hormigueo y deseando más. Cuando el la miró vio que se había ruborizado.

-Cuando te haga el amor, estarás muy despierta y serás consiente de las numerosas maneras en las que te daré placer, querida.

Bella resopló profundamente y apartó su mirada, temblando levemente.

¿No escuchaste ni una sola cosa de las que te dije anoche? –espetó ella-. No practicare sexo con un hombre que no amo.

-Entonces tendré que hacer que te enamores de mí, ¿no es así?

Ella pensó que eso era imposible.

-Pensaba que no creías en el amor.

Y así es… pero sí creo en la lujuria. Para serte sincero, no me importa como llames a esta química que existe entre nosotros, pero ambos sabemos que nos está quemando. Me divertiré derrumbando tus barreras –le dijo el con su usual arrogancia-. Pero ahora mismo es hora de que te levantes. Alice llegará en un momento con tu desayuno y después tenemos que tomar un avión.

-¿Por qué… a dónde vamos?

-Lo he organizado todo para que pasemos una semana en las islas Seychelles.

Edward se dirigió a la puerta y estaba a punto de abrir cuando Bella se dirigió a el.

¿Quieres decir que tienes negocios que atender allí? –preguntó ella, obviamente confundida.

No, es un viaje de placer –contestó el, con un perverso brillo reflejado en los ojos.

Pero antes de que ella pudiese preguntarle más cosas, apareció Alice con el desayuno, y Edward desapareció de la habitación.

Debe de estar emocionada –dijo la muchacha sonriendo y colocando la bandeja sobre el regazo de Bella-. Una luna de miel en las islas Seychelles… ¡es tan romántico! Creo que el duque parece muy severo, pero tiene un corazón cálido.

La muchacha continúo hablando alegremente.

Es una pena que sus rosas vayan a morir antes de que usted regrese. El señor Masen estaba decidido a cortarlas para usted de los jardines del castillo (mi perfil) pero las espinas le hirieron hasta hacerle sangrar –prosiguió el amas de llaves, sonriendo-. ¿Necesita algo más, señora?

Bella pensó que necesitaba una llave para llegar al corazón del duque Masen. Negó con la cabeza y miró su desayuno, pero no tenía hambre. Se preguntó quién era en realidad el hombre con el que se había casado. Ella había pensado que era frío y despiadado, pero el se había molestado mucho en cortar las rosas para su ramo de novia…

Cinco días después, Bella todavía no entendía que era lo que movía a su marido. Desde que habían llegado a la lujosa villa en la que se estaban alojando en las islas Seychelles, el había sido muy atento y tan encantador, que a ella le costaba creer que fuese el mismo hombre que le había azuzado el perro cuando la había descubierto en su propiedad.

No sabía a que estaba jugando el. Porque estaba claro que aquello era un juego y era solo su culpa el estar cayendo bajo su hechizo. Aunque trataba de no verse afectada por la potente masculinidad de el, no podía controlar la traicionera reacción de su cuerpo cuando el estaba cerca de ella.

Habían pasado los días nadando en la piscina privada de la villa o en la cristalina agua del mar. La isla contaba con kilómetros de playas de arena blanca, y habían andado por ella manteniendo todo tipo de conversaciones…aparte del asunto de su padre y de la verdadera razón de su matrimonio.

Edward era muy inteligente y tenía mucho ingenio. Ella había aprendido que le gustaban muchos deportes, incluyendo la esgrima. Habían hablado de cine y arte; el le había revelado los muchos tesoros árabes que tenía el castillo y le había dicho que podía mirar los catálogos manuscritos cuando regresasen al castillo.

Pero ella no había descubierto nada sobre el verdadero Edward Masen o sobre los secretos que el guardaba bajo llave en su corazón. No había vuelto a hablar sobre su niñez, pero ella sospechaba que el se había sentido solo, incluso cuando su abuelo le había llevado a vivir al castillo. Tenía la impresión de que Aro Masen le había mostrado a su nieto tan poco afecto como habían hecho sus padres.

Pero una tarde, cuando por primera vez pasaron un tiempo separados, ya que el fue a practicar esquí acuático, ella pensó que era mejor que el no mostrará sus verdaderos sentimientos. No quería que el comenzara a gustarle. Ya era suficiente malo con que el la hiciera sentirse como una torpe colegiala cada vez que le sonreía. Y cuando la besaba…

Gimiendo desesperada, se quitó el vestido y se metió al mar. El agua estaba fría y estuvo nadando hasta que le dolieron los brazos para tratar de liberar la tensión que le tenía los músculos agarrotados. Se dijo a si misma que no estaba sufriendo frustración sexual, pero su cuerpo no estaba convencido. Hasta que no había conocido a Edward, siempre había pensado que ella era una de esas personas que no tenían mucho apetito sexual… y era mortificante descubrir que con solo una mirada de el ya se encendían todos sus sentidos.

No tienes derechos a estar continuamente… maltratándome –le había dicho el primer día que habían estado en la villa.

El labia sentado en su regazo y la había besado apasionadamente, dejándola sin respiración.

-Tú mismo lo dijiste… nuestro matrimonio es un contrato de negocios y en ninguna parte, ni en letra chiquita, dice que yo tenga que compartir tu cama.

Pero es mucho más divertido romper las normas, ¿no crees querida? –había contestado el, esbozando una de sus devastadoras sonrisas.

Desde entonces, el la había besado donde y cuando había querido, lo que había resultado ser la mayor parte del tiempo. Y parecía que ella era incapaz de resistírsele cuando reclamaba su boca con una hambrienta pasión que el no hacía esfuerzo alguno por evitar.

Miró para atrás y disfrutó de la belleza del paisaje que la rodeaba. Al rato comenzó a andar por la playa, deteniéndose de vez en cuando para agarrar una concha. Pensativa, perdió la noción del tiempo y fue solo al levantarse una leve brisa, que le hizo sentir frío, cuando ella miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba anocheciendo.

¡Bella! –volvió a gritar Edward, buscándola por la playa.

Se preguntó donde estaba; su vestido todavía estaba en la arena y un miembro del personal del complejo le había confirmado que había visto a la señora Masen metiéndose en el mar hacía varias horas.

La había buscado por todas partes y al estar comenzando a anochecer, el miedo se apoderó de el. Mientras volvía a buscarla de nuevo por la playa, se dijo a si mismo que no podía haberse ahogado. La marea de aquella zona no era muy peligrosa y, si hubiese tenido problemas al nadar, seguro que alguien la hubiese visto y hubiese ido a ayudarla, ¿o no? ...

Pero Bella era muy pequeña e independiente. Incluso si hubiese tenido problemas en el agua, probablemente no hubiese armado ningún alboroto. Cabía la posibilidad de que se hubiese ahogado sin dejar huella. Entonces comenzó a andar más rápido, llamándola por su nombre una y otra vez, hasta que se quedo ronco.

Se dijo a si mismo que no debía haberla dejado sola. De hecho, solo había estado practicando deporte un par de horas; las facilidades para los deportes en la isla eran excelentes, pero sin Bella se había aburrido. Y, aunque le molestaba tener que admitirlo, había estado impaciente por volver a estar con ella. Por alguna inexplicable razón, aquella mujer le había llegado al alma. Debajo de su apariencia vergonzosa, era una persona brillante y divertida; podía estar hablando con ella durante horas y no sólo cinco minutos como le ocurría con el resto de mujeres.

La química sexual que había entre ambos siempre estaba presente y a veces, cuando la tomaba entre sus brazos y la besaba, amenazaba con explotar en llamas. Pero, en realidad, le divertía aquella intensificación de la pasión. Como el buen vino, era mejor saborearla un poco. La expectativa de hacerle el amor a Bella era un tentador preludio que se estaba convirtiendo en mucho más rico porque, aunque ella tratar de negarlo, también lo deseaba.

Pero ella había desaparecido y hasta aquel momento, el equipo de personal de la isla a quien le había pedido ayuda, no había encontrado rastro de ella. Controló su pánico con su fuerza de voluntad y volvió a mirar a la playa. En la distancia pudo ver una pequeña figura que se dirigía hacia el… andaba despacio, como si no le importara nada. Entonces el comenzó a correr.

¿Dónde demonios has estado? ¡La mayoría de la gente de la isla está buscándote! –dijo ferozmente cuando la alcanzó.

Pensó que ella era encantadora. Deseaba abrazarla y después… ¡agitarla hasta que le temblaran los dientes!

Lo siento. No me di cuenta de la hora –murmuró el, claramente desconcertada por la furia de el-. ¿Pero por que se ha armado tanto revuelo?

Aquella pregunta destapó el enfado de el, que la tomó en sus brazos y comenzó a andar por la playa.

Has estado por ahí durante más de cuatro horas y supongo que no has llevado crema solar contigo. Te mereces por lo menos sufrir una insolación –dijo el con gravedad.

Cuando llegaron a la villa les salió al encuentro el encargado del complejo que, les expresó su alivio ante el hecho de que Bella ya hubiese aparecido sana y salva. Edward le dio las gracias al hombre mientras Bella quería morirse por la vergüenza que sintió al haber causado tanto alboroto. En cuanto estuvieron solos, trato de bajarse de los brazos de el, pero Edward la ignoró y la llevó a la habitación principal, donde la echó sobre la cama.

Yo estaba perfectamente bien. Puedo cuidar de mi misma ¿sabes? –dijo ella enojada.

Temí que te hubieras ahogado –contestó el-. Dejaste tu ropa en la arena y la última vez que te vieron te dirigías a meterte en el mar –dijo encogiéndose de hombros-. Se que nuestro matrimonio no te hace feliz.

Quizá sea peor que la muerte, pero te prometo que no tengo la intención de quitarme la vida –dijo ella con ligereza.

Pero entonces vio reflejado en los ojos de el que realmente se había preocupado por ella.

-Lo siento… lo que he dicho ha sido una tontería.

Entonces el se echó sobre ella, acorralándola contra el colchón.

Así que estar casada conmigo es peor que la muerte, ¿no? –murmuró el suavemente-. Vamos a verlo, ¿quieres?

Edward…no, no quise decir… -comenzó a decir, sin poder terminar de hablar debido al beso que le dio el.

Aquel beso tenía la intención de castigarla más que de darle placer. La tomó de la nuca para sujetarla mientras su lengua trataba de abrirse paso a su boca, y ella pudo sentir la potente fuerza de su erección entre sus muslos, provocando que un calor líquido le recorriera las venas.

Incapaz de resistirse a la maestría de el, Bella le abrazó el cuello y se aferró a el.

Dime la verdad Bella, ¿mis caricias te resultan repugnantes? –exigió saber el bruscamente-. ¿Desprecias sentir mi boca sobre la tuya? –continuó con la pasión y el orgullo herido reflejado en sus verdes ojos.

Bella casi creyó que lo había herido. Despacio, agitó la cabeza de lado a lado, para después gritar cuando el le desabrocho la parte superior de su bikini, dejando sus pechos al aire.

¿Odias cuando te acaricio aquí? –preguntó, tomando uno de los pezones de ella entre sus dedos y comenzando a jugar con el-. ¿O aquí? –continuó, acariciando su otro pecho y bajando la cabeza para utilizar su lengua.

Lo hizo con tal efecto devastador que ella gimió y retorció sus caderas, desesperada de necesidad.

-Estoy esperando tu respuesta.

La profunda voz de el hizo que ella lo mirara a los ojos. Bella quería rechazarlo y borrar la arrogante sonrisa que el tenía reflejada en la cara, pero su cuerpo estaba en llamas y estaba desesperada porque el continuase con sus hábiles caricias.

Yo…no…lo odio –logró decir.

Vio la hambrienta pasión que sentía él reflejada en sus ojos justo antes de volver a besarla y demoler los últimos vestigios de su orgullo. Lo deseaba tanto, que estaba temblando. Podía sentir el calor que había invadido su entrepierna y se preguntó si sería una equivocación tan grande abandonar sus principios y entregarse por completo al placer de la posesión de el.

Sintió como el comenzó a acariciar su estómago. Para luego bajar su mano y detenerse en la sensible carne del interior de sus muslos. Con gran facilidad, le separó las piernas y ella aguantó la respiración cuando sintió como el le introducía los dedos por debajo de la braga de su bikini.

Al principio estuvo acariciándola con suavidad, pero después, despacio, comenzó a separar los delicados pliegues de su carne y se introdujo en ella. Instantáneamente, los músculos de Bella se tensaron alrededor del dedo de el. Gimió asustada al comenzar el a explorarla, pero con cada caricia le parecía estar llegando a las puertas de un lugar mágico.

Edward… -agobiada por aquellas sensaciones, hundió las uñas en los hombros de el, como si necesitase sujetarse a algo sólido.

Los dedos de el estaban realizando un baile erótico dentro de ella, que sollozó el nombre de el mientras sentía como un espasmo de exquisito placer se apoderaba de ella. Aquello era estupendo, pero estaba mal. No debería estar haciendo aquello… no con un hombre que no sentía respeto por ella y la consideraba de su propiedad.

Shh, tranquila. Está bien –murmuró Edward. La abrazó estrechamente.

Pero Bella lo apartó, empujándolo con firmeza, mientras las lágrimas le recorrían la cara.

No está bien… yo no debería estar haciendo esto. No te amo –dijo con furia, agitando la cabeza con tanta energía, que su pelo cayó hacia delante, cubriéndole los pechos-. No odio que me acaricies, es obvio, pero me odio a mí misma –susurró entrecortadamente.

¡Pero estamos casados! –explotó Edward-. Si no haces el amor conmigo mientras eres mi esposa… ¿qué demonios hubieras hecho si yo me hubiese ofrecido a ayudar a tu padre, pero solo a cambio de que tú te convirtieras en mi amante?

Hubiese hecho lo que fuese para salvar a mi padre de la cárcel –contestó sinceramente-. Incluso estaba dispuesta a tener relaciones sexuales contigo, aunque iba en contra de todo lo que yo creo. Pero había planeado emborracharme primero para así no recordar mucho de ello.

Edward se tumbó de espaldas y maldijo gravemente.

Eres tan buena para mi ego, querida, ¿Por qué no me das una patada entre las piernas y así te quedas contenta?

Bella notó un leve tono de dolor mezclado con el enfado que sentía el y se preguntó si realmente era posible que le hubiese hecho daño. Por alguna extraña razón, solo con pensarlo le daban ganas de llorar.

-Lo siento, pero ya sabías cuales son mis sentimientos. Para mí, el amor y el deseo van inextricablemente unidos y esperó conocer a alguien que valore mi corazón tanto como mí cuerpo.

¿Estás dispuesta a negarle a tu cuerpo el placer que ansía en base de la equivocada creencia en los cuentos de hadas? –exigió saber el mordazmente-. Bueno, espero que te diviertas en tu pedestal de superioridad moral, pero si alguna vez decides unirte al mundo real, dímelo, porque aunque te empeñes en negarlo, yo soy el único hombre que te excita.

2 comentarios:

And dijo...

Guau!!!Sorpendente esta genial. me gusto mucho pero creo se me hizo corto la verdad no lose lo que si se es que me encanto.

Anónimo dijo...

me encanto y edward ya se enamoro de bella solo falta que se de cuenta jijiji.... gracias por actualizar chicas. saludos
anna.