Hello mis angeles hermosos aqui estoy ya de regreso con ustedes . dejando el ultimo cap de este hermoso fic MUCHAS GRACIAS A RIONA por compartir con nosotras su hermoso trabajo . chica te mando mucho besos y mil gracias
asi q dicho esto por fiss chicas dejen muchos comentarios
Mil besitos
Angel of the dark
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EPILOGO
Parecía que llevaba siglos cayendo.
-¡Vuela! -escuchó una voz como un susurro en la oscuridad, pero él no sabía volar, así que lo único que podía hacer era caer.
James miró hacia abajo, entre jirones grises de niebla el suelo se acercaba amenazante a él. Sentía que estaba cayendo y sabía qué le esperaba al llegar abajo. Pero no se puede caer eternamente, ni siquiera en sueños. Sabía que despertaría un momento antes de chocar contra el suelo; uno se despierta siempre antes de chocar contra el suelo.
-¿Y si no te despiertas? -preguntó aquella voz.
El suelo estaba ya más cerca, aunque todavía muy lejos. Hacía mucho frío allí, en la oscuridad. No había ni sol ni estrellas; nada más que el suelo que se alzaba para aplastarlo, los jirones de niebla gris y la voz susurrante. Sintió deseos de blasfemar en voz alta.
-No blasfemes. Vuela.
-Ni que fuera tan sencillo -espetó lleno de sarcasmo.
-¿Tú lo has intentado alguna vez?.
La voz era de timbre indefinido, ambigua, bien podía ser de hombre o mujer. James trató de averiguar de dónde provenía. Alzó la vista y vio un ave que sobrevolaba por encima de él dando círculos. Habría jurado que era un cuervo si su plumaje no hubiera sido de un color fuego brillante.
-¡Vuela! -insistió aquella voz anodina.
-Estás disfrutando con esto ¿verdad? -escupió con impotencia.
-En absoluto -repuso con monótona voz.
-Pues deja de cacarear y ayúdame -le exigió.
-Es lo que intento -repuso el ave. -¿Por casualidad no tendrás algo de maíz?
Como si aquella pregunta tuviera algún sentido dentro de aquel absurdo, James metió su mano en el bolsillo de su pantalón, arremolinándose de súbito la oscuridad como una espiral a su alrededor. Palpó algunos granos en el bolsillo, tal vez en otras circunstancias se habría preguntado qué hacían ahí. Cuando sacó la mano algunos se le escaparon entre los dedos y cayeron, como caía él.
-¿Eres un cuervo de verdad? -preguntó James al posarse el pájaro en su mano para comer.
-¿Estás cayendo de verdad? -replicó con su insustancial voz.
-No es más que un maldito sueño -le dijo.
-¿Tú crees?
-En cuanto choque contra el suelo, me despertaré -le aseguró con firmeza.
-En cuanto choques contra el suelo, morirás -repuso el ave con tono despreocupado y siguió comiendo.
James miró abajo. Ya alcanzaba a ver las bien conocidas cumbres de las Tierras Altas cubiertas de nieve y, a sus pies la Fortaleza Roja que se confundía con el color carmesí del Anillo de Desolación, formando una mancha semejante a la sangre que se iba escurriendo entre la negra espesura del bosque. El suelo se iba acercando y James volvió a blasfemar para sus adentros.
-Así no ganas nada -dijo el ave de fuego. -Lo que tienes que hacer es volar. No debe ser tan difícil para un guerrero como tú. Yo estoy volando.
-¡Maldita urraca! -escupió. -¡Yo no tengo alas como tú! -gritó. Un dolor en el costado le hizo dibujar una mueca al sentir como le traspasaba por completo.
-A lo mejor si las tienes -repuso en cambio. -Hay muchos tipos de alas.
James se miró los brazos y las piernas. Estaba muy delgado; no era más que piel tensa sobre los huesos. Trató de hacer memoria pero no recordaba jamás haber sentido su cuerpo tan enjuto. Y le dolía, todos los músculos de su anatomía ardían, como si miles de alfileres se clavaran en él. De súbito un rostro surgió de la niebla gris, de mirada oscura y la negrura de la noche enmarcando sus facciones.
-Nos superaréis en perversidad pero nunca en astucia, James -le escuchó decir.
El ave se sacudió y remontó el vuelo lanzando un graznido.
-Olvídate de eso -le gritó con voz aguda ahora. -No pienses en eso, es lo que menos falta te hace así que olvídalo.
Volvió a posarse sobre James, esta vez en su hombro y comenzó a picotear su cabello hasta que el rostro se esfumó. En su lugar, volvió a aparecer el suelo, cada vez más cerca. Los jirones de niebla aullaban en sus oídos mientras consumía el espacio que lo separaba de la superficie, desplomándose hacia ella.
-¿Qué diablos haces? -inquirió sacudiendo sus brazos, tratando de espantarlo y alejarlo de él.
-Enseñarte a volar.
-Ya te dije que no sé volar, pájaro estúpido.
-Pues estás volando.
-¿Estás ciego? -bramó James. -¡No estoy volando, estoy cayendo!
-Todo vuelo empieza con una caída -dijo el ave. -Mira abajo.
-Sé lo que hay abajo -repuso con desprecio.
-¡Mira abajo!
James obedeció en un impulso y sintió como se le licuaban las entrañas. El suelo ascendía hacia él a toda velocidad, pero el mundo entero se concentraba allí, bajo sus ojos. Lo veía todo con claridad pasmosa, el Reino entero y mucho más allá, incluso a cada uno de los que allí se encontraban.
Vio Adamón, sus sillares rojos surgiendo de la roca virgen rodeada por aquella muralla que parecía infranqueable, hasta ahora. El árido anillo que la rodeaba no había sido más que una barrera inútil, con su aridez, mas en ese instante se veía sembrada de lenguas de fuego. Decenas de piras funerarias se esparcían alrededor como gotas ardientes, consumiendo los restos de sus hombres caídos en la batalla siendo una de ellas, situada frente al portón principal la más grande de todos, como una gran joya que pende en mitad de un collar de perlas; el Rey había muerto. Sintió deseos de arrodillarse, enrabietado por la pérdida de su soberano, pero sus músculos no respondieron a su petición, la velocidad del aire en su caída sostenía su cuerpo como si cada uno de sus miembros estuvieran sostenidos por cuerdas, como esos títeres de madera y trapo con los que jugaban los bufones. Trató de mover la cabeza y esta vez sí lo consiguió, siguiendo la línea de fuego hasta el pie de las Tierras Altas. Su vista quedó fija en un montículo de piedras, colocados de forma armoniosa señalando la entrada de una gruta y con la tierra batida entorno a ella pisoteada por huellas de cascos de caballos. La furia le estrujó el estómago, mientras una fulminante certeza tomaba cuerpo en su mente. Entonces su visión se alzó y se topó con decenas de columnas de humo que surgían de entre las escarpadas cumbres. Hombres y mujeres caminaban entre la nieve o se sentaban frente a las numerosas y esparcidas cuevas excavadas en las caras de la montaña, calentándose en las fogatas y ahumando carne para el invierno que ya empezaba a blanquear toda la ladera. Quiso gritar para que volvieran al castillo, aquello aún no había terminado, pero el aire le golpeó la cara, recordándole cual sería el final de su trayecto.
De súbito, el mundo dio un vertiginoso giro y decenas de láminas de argentadas aguas se extendían frente a él. A lo lejos, un castillo se alzaba en el horizonte y una única y tenue luz brillaba en uno de sus torreones. Pareciendo sus deseos ser suficiente como para dominar sus ojos, se concentraron en aquel destello, acercándose su imagen rápidamente, y una pequeña ventana apareció frente a él. En el interior de aquel marco de piedra, una muchacha de largos cabellos negros descansaba en un lecho, sus manos colocadas sobre su abultado vientre.
En ese instante, notó un fuerte picotazo en el centro de su frente que lo cegó de dolor y después, ese ardor se extendió hasta sus ojos. Trató de abrirlos pero sintió que tres bolas flameantes surgían de su rostro, dos de sus orbes y otra un poco más arriba, desde su frente picoteada. El cuervo rojo trazó con una de las uñas de su pata una línea entre ellos, convirtiéndolo en un pequeño brazalete de tres cuentas de coral. Lo dejó caer introduciendo su pico en el aro imaginario que las unía y lo hizo girar con rapidez, sacudiendo la cabeza y lanzándolo al firmamento con un golpe seco.
Las cuentas ardientes se expandieron como grandes esferas que se alzaron formando un triángulo perfecto, dos en la base y la otra sobre estás, en el centro. La de la derecha tomó un color dorado, brillante, ambarino; la que se elevaba sobre las otras dos se tornó anaranjada como una mandarina madura, refulgiendo con calidez; por último, la de la izquierda se inflamó hasta convertirse en una bola de sangre, oscura y espesa. El hilo que las mantenía unidas empezó a acortarse, mientras, en el centro de la figura surgía otra esfera, de color cenizo, sin luz, sin materia. Parecía querer absorber a sus hermanas con ansia, atrayéndolas cada vez más. No pasó mucho tiempo hasta que se unieron, empezando a comprimirse en cuanto tomaron contacto, haciéndose aquella fusión cada vez más y más pequeña, convirtiéndose al final en un pequeño punto. De repente estalló, y James sintió que aquel fuego pasaba como gotas de infierno por encima de él, consumiéndolo, pero lanzó un grito de liberación ante la epifanía que en ese instante se revelaba en su mente.
-Bien, ya lo sabes -le susurró el cuervo rojo posado en su hombro. -Ya sabes por qué tienes que vivir.
Sí, ahora lo sabía, pero miró y lo que vio era desolador. Ya no había más que nieve y muerte, un páramo helado en el que se alzaban blancos carámbanos dentados, como brazos a la espera de acogerlo. Ascendían hacia él como lanzas, y se sintió perdido.
-Ahora, James -lo apremió el pájaro. -Elige. Vuela o muere.
Y la muerte trató de asirlo mientras un grito rugió en su garganta.
James abrió los brazos y voló. Unas alas invisibles atraparon el viento, se hincharon y lo elevaron. Las amenazantes agujas de hielo se alejaron de él y el cielo se abrió ante sus ojos, empequeñeciendose el mundo conforme él ascendía. Los jirones de niebla gris que se arremolinaban a su alrededor se desgarraron como un delicado velo y vio que el cuervo no era tal, sino una mujer, de largo cabello rojo y salvaje.
-Me perteneces, igual que yo a ti. Siempre lo hicimos.
Victoria...
Su nombre acudió a su boca al igual que su imagen a su mente.
Y de repente reconoció donde estaba. En su lecho, entre los fríos muros de su recámara, en la Fortaleza Roja, en el mismísimo Adamón y Victoria dejó caer el aguamanil que portaba y que se estrelló contra el suelo, corriendo hacia él. Tomó una de sus manos y la llevó a sus labios mientras las lágrimas surcaban sus mejillas.
-Por fin has despertado -le susurró.
James se llevó entonces la otra mano a la frente, aún le quemaba la zona donde el cuervo le había picado, pero no tenía nada, ni sangre ni herida alguna. Sin embargo, aquellos alfileres volvieron a clavársele en las piernas, como un dolor tangible ahora. Bajó sus ojos y se topó con las blancas vendas que las cubrían por completo desde los muslos a los dedos de los pies y al tratar de moverlas, aulló de dolor.
-¡Malditos sean Asbath, Los Lagos y todas sus gentes! -farfulló James con las lágrimas acusando su tormento.
-Que así sea...
1 comentarios:
que alla una segunda parte, que alla una segunda parteee!!
estubo buenisimo leer esta histori, lastima que alla terminado =´(
no queri era demasiado buenaa!!
ajja
bueno felicito a RIONA.. te digo qeu es una historia espectacular, te FELICITOOO!!
bueno besoos
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