Hello chicas , aqui les traigo los penultimos cap de este hermoso fic , ya solo queda el final por fiss mis angeles hermosos dejen sus comentarios al final no les cuesta nada , sean buenas conmigo
mil besitos
Angel of the dark
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Capítulo 11: Fortaleza
La vida da giros de manera inesperada, de una forma completamente irracional y natural. El destino te juega con cartas, de puntas demasiadas filosas, las cuales te lastiman más que las yemas de tus dedos, y debes aprender a curarte esas heridas, para volverte más fuerte… Eso es lo único que puede salvarte de un eterno calvario.
Eso fue lo que aquella tarde aprendí.
La información tardó en llegar a mi mente. Más bien, no tardó, simplemente, yo no quería aceptarla… Me negaba a creerlo.
"No" – discutí, tratando de reír, al querer suponer que todo se trataba de una mala broma – "Tienes 18 años… Estas completamente saludable…"
Mis palabras se fueron ahogando conforme sus ojos me decían que no era ninguna maldita broma. Un nudo se me fue formando en la garganta…
"Lo sé desde hace dos años, ya no respondo a los tratamientos" – agregó y yo empuñé mis manos a un lado y tensé la mandíbula.
Quería decir muchas cosas y la vez no quería hacer nada. Quería hablar y quería callar. Quería hincarme y gritar. Quería salir corriendo de ahí. Quería tomarla entre mis brazos y decirle que estaba bien, pero, ¿Cómo dar consuelo cuando tú mismo te encuentras sumergido en una infinita desesperación de la cual corres y corres y no puedes escapar?
Suspiré profundamente y el aire dolió de una manera inviable.
"¿Por qué no me lo dijiste antes?" – fue lo único que pude soltar
"El doctor dijo que llevara una vida lo más normal posible y yo no quería que me trataran diferente solo por eso"
"¿Tampoco yo?" –
"¡Especialmente tú!" – contestó, y de sus ojos comenzaron a rodar lagrimas que me parecieron la lluvia más triste que haya podido ver en toda una vida – "Yo estaba bien. Me había resignado, lo había aceptado y, después, tú apareciste… Tengo tantas cosas que agradecerle a la vida, y el haberte conocido es una de ellas"
Nuestras miradas se encontraron y yo me vi en la obligación de apretar los labios para no romper a llorar como ella lo estaba haciendo. El nudo que se había formado en mi garganta me impedía hablar. El vacío de mi estomago era como un martirio que te va carcomiendo, poco a poco, en vida.
Supongo que en ese momento lo mejor hubiera sido caminar hacia ella y tomarla entre mis brazos, pero me encontraba demasiado aturdido como para moverme. Bella bajó la mirada y, tras permanecer un momento en silencio, dio media vuelta y comenzó a caminar, lejos de mí. Yo… Yo solamente fui capaz de ver cómo se distanciaba, como se iba, como me abandonaba. El agujero que comenzó a formarse en mi pecho se acrecentó, como si le hubieran propinado un despiadado estirón.
Me sentí como un imbecil cuando me descubrí parado, a mitad del solitario callejón, solamente siendo capaz de apretar los labios, abrir y cerrar la boca – sin logra decir nunca algo –, fruncir el ceño, empuñar mis temblorosas manos, cubrirme el rostro con ellas, luchar arduamente por no acceder a la fuerza que me aguijoneaba por la espalda y me obligaba a caer al suelo y arrastrarme por él.
Volví a tragar saliva, y un gemido se salió de mis labios al soportar el dolor que esto me provocó. Después, no recuerdo muy bien el cómo fue, pero, llegué hacia mi carro y me encontraba manejando, a toda velocidad, hacia la casa de Carlisle. Tenía cerca de cinco años que no le iba a visitar, en ese momento me importaba poco que fueran cerca de las once de la noche.
Arribé a su casa y llamé a la puerta de manera impaciente
"Papá, abre la puerta" – pedía, mientras los nudillos de mis dedos casi se desangraban en la madera.
Di dos pasos hacia atrás cuando él apareció y, a pesar del calvario en el que me encontraba sumergido, no me pasó desapercibido que su rostro se mostraba claramente preocupado.
"Edward, ¿Qué es lo que pasa?"
"Mi novia, Bella" – solté, rápidamente – "Está enferma, tiene..." – me tomó un esfuerzo enorme el poder decirlo – "Tiene cáncer. Necesito que la vayas a ver, ahora mismo"
"Edward, hijo, tranquilo"
"¿Puedes ayudarme o no?" – pregunté, ante sus palabras.
¿Tranquilizarme? ¿Cómo? ¿Acaso no me había escuchado? ¿Se lo tenía que decir de una manera más fría, más clara, para que lo entendiera? ¿Acaso era preciso decirle: "papá, mi novia se esta muriendo"?
"Te voy ayudar, pero, espera. No conozco su caso, yo soy cardiólogo... Necesito hablar con su médico…"
"¿Sabes qué?" – interrumpí – "Olvídalo. Ya sabía que esto pasaría" – di media vuelta y comencé a caminar hacia mi carro, ignorando el llamado de mi padre detrás de mi.
Pisé el acelerador hasta el fondo. Sentía que, de un momento a otro, el volante podía explotar bajo mis manos, por la fuerza en que éstas ejercían sobre él. Y fue ahí, mientras manejaba, cuando, tras luchar unos cuantos minutos más, me rendí y comencé a llorar. Las lágrimas comenzaron a inundar mis mejillas, a quemarlas, pues cada una de ellas me recordaba la triste realidad a la que mi vida había cambiado de un momento a otro.
¿Cómo era posible? No supe, hasta ese día, que la vida es completamente impredecible y despiadada. Que le encanta jugar y ganar, para arrebatarnos a lo que más amamos, para ahogarnos en su lago de desconsuelo y suplicio, para reírse, mientras nosotros nos encogemos de dolor.
Ay…
Con un gemido las gotas saladas se incrementaron. No recordaba momento en que hubiera llorado así. Ni si quiera cuando papá se había marchado de la casa. Esta pena era demasiado distinta, mucho más angustiante y lacerante. Esta pena era como si un cuchillo me atravesara el pecho a cada segundo que pasaba… Esta pena, sabía, era la que me iba a consumir, para siempre…
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Cuando llegué a la casa, Esme ya me esperaba fuera de ella. Bajé la mirada, no quería hacer participe a alguien más de mi dolor, pues no quería consuelos, eran innecesarios. ¿Acaso había tranquilizante alguno para tal daño? Yo, hasta la fecha, lo sigo dudando. Aún así, no fui capaz de negarme a los brazos que corrieron a abrazarme
"Edward, tu padre me ha llamado. Cuánto lo siento"
Yo más…
"Estoy bien" – mentí, aunque es más que obvio que tampoco ella me creyó. Mi voz había salido bañada, en su totalidad, por la más profunda tristeza.
Preferí callar y no decir más. Repito: No quería recibir ninguna clase de consuelo. Sin decir más, di media vuelta y me encaminé hacia el jardín. Tampoco quería dormir… Sabía que mis sueños se tornarían igual de apesadumbrados. Agradecí mucho el que Esme no me haya seguido y me haya dejado solo.
Permanecí parado, con la mirada perdida y el pensamiento concentrado en una sola persona, durante todo lo que restó de la noche y lo que llegó de la mañana. ¿Imposible? Les puedo asegurar que no. Cuando una angustia de tal magnitud llega a vivir a tu alma, te absorbe de una manera que te vuelve inmune a todo lo que te rodea. No te das cuenta de cómo, pero pasa. No logras sentir ni pies, ni cabeza, ni brazos, ni manos, ni ojos, ni oídos. Los sentidos y las necesidades pierden importancia. El hambre y el sueño se tornan inútiles, inexistentes y tú… Tú terminas convirtiéndote en alguien como yo: Un humano sin razón, ni sentido…
"Ey" – escuché una voz detrás de mí, a la cual conocía y extrañamente, me alegré oír – "Tu mamá me llamó. ¿Quieres hablar?"
"¿Hablar de qué?" – pregunté, más a mi persona, que al amigo que tenía a un lado
"Acerca de ti, de Bella…"
El escuchar su nombre en labios de otra persona logró que mi garganta se volviera a comprimir y que las lágrimas volvieran a ser acto de presencia… Una parte de mí se sorprendió. Yo no era una persona a la cual le gustara que le vieran llorar, pero, en aquel instante, el llanto era lo que me dominaba, yo no tenía poder alguno sobre él. Yo solamente era un esclavo más de su imperio marginado.
"No hay mucho que decir" – susurré – "Bella es la mejor persona que he podido llegar a conocer"
Eso era todo. Eso era suficiente… Hasta hoy en día.
"No sé que decir" – admitió Emmett
"No te preocupes" – calmé, pues yo, mejor que nadie, sabía que las palabras sobraban.
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Las horas que había pasado al lado de Emmett me habían ayudado mucho. En silencio, él me había hecho reaccionar que mi lugar no era estar ahí, en ese jardín, si no con ella: con Bella. Y era cierto. Me había comportado como un idiota al haberla dejado ir sola. Había sido egoísta por solamente mirar mi dolor y no el de ella.
"Ella seguramente te esta esperando" – dijo mi amigo, antes de irse
Así que, sin pensarlo dos veces, tomé el carro y manejé hacia su casa. No sabía con precisión qué era lo que le iba a decir o lo que iba a hacer. Lo único que quería era estar a su lado, poder unir mi frente con la suya y decirle que yo estaba ahí, que no tuviera miedo, que todo saldría bien…
Cuando bajé del auto, me encontré con el señor Swan, quien venía caminando, lentamente por la banqueta
"Edward" – reconoció
"¿Está Bella en casa?" – él asintió
"Edward, mi hija no está en condiciones de…"
"Solamente quiero que sepa que yo estoy aquí, que no me iré de su lado"
Charlie me miró por varios segundos, de una forma que no supe interpretar y, tras suspirar profundamente y regalarme una pequeña, pero cordial, sonrisa, dijo:
"Acompáñame"
Esperé afuera. El corazón me comenzó a latir fuertemente cuando ella abrió la puerta y se mostró frente a mí. Por un momento, nos mantuvimos en silencio, solamente con nuestras miradas unidas estrechamente en la distancia.
"Edward yo… lo siento mucho" – comenzó a susurrar – "Debí decírtelo antes"
"Te hice hacer cosas que te pudieron afectar..."
"No" – interrumpió – "Te equivocas. Me has ayudado a estar saludable mucho más tiempo"
Sus palabras llegaron sinceras a mis oídos, pero no me hicieron sentir mejor.
"¿Tienes miedo?" - quería saber si era yo el único con aquel sentimiento.
"¿A morir?" – preguntó, como si estuviéramos hablando de un simple juego. Crispé el rostro, ante el dolor que me agujeró el pecho.
"Edward, no estés triste" – pidió, mientras se acercaba hacia mí y posaba una de sus manos sobre mis mejillas.
Sus dedos se vieron mojados por mis lágrimas
"Esto no es nada gracioso" – dije, su mirada bajó hacia el suelo y cerró sus ojos fuertemente, al momento en que su frente se unía con la mía. Nuestras manos se buscaron, hasta hallarse y unirse. El suelo se bañó por las gotas saldas que de ambos eran expulsadas.
"Tengo miedo. Claro que lo tengo" – admitió, hablando tan bajito que su voz solamente llegaba a mis oídos – "Tengo miedo de no estar contigo"
"Eso jamás pasará. Siempre estaré aquí" – prometí, sin pensarlo dos veces, mientras mis brazos se aferraban a ella y, el tenerla contra mi pecho, con su calor junto al mío, me llenó de una paz completa. Me llenó de una esperanza, la cual me prometía que todo estaría bien si estábamos juntos.
Juntos. Si, eso era todo lo que ambos necesitábamos.
Los días pasaron, y nuestras manos jamás se vieron aisladas. Nuestros dedos se apretaban fuertemente cuando alguno de los dos amenazaba con caer. Ella era mi soporte, ella era la fortaleza de mis pies y el único aliento que no dolía al llegar a mi pecho. Ambos éramos la medicina del otro. Los dos éramos un solo, para siempre, en aquella lucha interminable.
Los meses comenzaron a pasar y, la situación se volvía cada vez más dolorosa. El ver como el cuerpo de Bella se empezaba a cubrir con moretones, el como, con cada día que pasaba, su cuerpo comenzaba a palidecer y adelgazar un poco más, el como las ojeras se iban haciendo más pronunciadas, y como su espeso cabello iba decreciendo en volumen, golpeaba directamente a mi pecho. Pero era entonces cuando ella sonreía, y su mirada llena de fe me curaba tiernamente las rasgaduras habidas. Era entonces cuando, con una de sus manos, acariciaba mi rostro y limpiaba mis lágrimas y me prometía que, de un modo u otro, todo estaría bien. Era entones cuando yo la amaba más y más… Y, hasta hoy, aún no encuentro un limite, para darme satisfecho de este sentimiento.
Por mi parte, también realicé varios planes. Me había prometido ya no mostrarme débil ante ella. Sería valiente y lucharía por hacerla completamente feliz, pues su dicha era la mía. Esa era la única manera de salvarme. Comencé a construir el telescopio que ella me había mencionado para ver el cometa Hyakutake. Había decidido comenzar un mes antes de la fecha predestinada por los astrónomos. Según mis cálculos, era tiempo suficiente para conseguir el material y armarlo.
Era una mañana de mayo. Me encontraba demasiado entregado en trazar las medidas correctas sobre el material, cuando mi madre me interrumpió.
"Acaba de llamar el reverendo Charlie" – susurró y su voz fue un previo anuncio de lo que se venía – "Bella amaneció demasiado mal. Ha sido llevaba al hospital"
La noticia me hizo temblar los pies. Aún desconozco como fui capaz de moverme hacia el carro. En cuanto llegué, me encontré con el papá de mi novia, sentado, con sus manos cubriendo su rostro, destrozado, destrozándome… Se puso de pie en cuanto me vio
"¿Cómo esta Bella?" – exigí saber
"Ven, acompáñame" – fue su respuesta y, al poco tiempo, me encontré frente a la puerta de una pequeña habitación – "Adelante" – indicó.
Obedecí y, en cuanto pisé el interior, me encontré con mi ángel tendida sobre una cama, completamente rodeada de claves y sueros. La puerta se cerró detrás de mí y quedé solo con ella. Me acerqué a la cama, con pasos lentos. Cada movimiento de mis pies era un martillazo dado directamente a mi corazón. La garganta comenzó a cerrarse, apreté fuertemente mis labios, pues me había prometido ya no llorar. No lo iba a hacer. Bella me necesitaba fuerte, firme, seguro.
Me acomodé en el pequeño banquito que se encontraba al lado de mi cama y busqué su mano. La tomé, delicadamente, entre las mías para que supiera que yo estaba ahí. La espera fue tortuosa, pasaron días enteros y ella no reaccionaba. Yo me negué a alejarme. No hubo noche alguna que me convencieran de irme a casa a descansar. No había manera de lograr que mi mano soltara la suya, pues si la soltaba, soltaba mi fe, soltaba mi esperanza, soltaba mi vida.
El día que Bella despertó, lo primero que hizo fue regalarme una sonrisa. Con ello me demostró que no se rendiría. Con ello me dijo, silenciosamente, que ella se encontraba luchando. Con ello… ella me enseñó que la fortaleza no esta en el cuerpo, si no en el alma.
Y su alma siempre existirá…
"Edward" – llamó Charlie, cierto día, en el que Bella tenía poco se había quedado dormida – "Ve a casa, a descansar"
"Estoy bien" – susurré, pero, realmente, llevaba casi una semana sin dormir bien y los ojos me pesaban. Sentí como una de sus manos se posaba sobre mi hombro
"Ven" – pidió, llevándome hacia fuera de la habitación. Se plantó frente a mí y, sus ojos sabios me miraron fijamente por varios segundos – "Gracias" – soltó y la sinceridad de sus palabras me hizo estremecer
"No tiene nada que agradecer…"
"Te equivocas" – interrumpió – "Has ayudado mucho a mi hija y, con ello, me has ayudado a mi. Bella es lo único que tengo. Después de la muerte de su madre, ella se ha convertido en mi mundo entero. Sin embargo, a pesar de todo lo que la amo, no he podido hacer, durante todos estos años, ni la mitad de lo que tu has hecho en los meses que has estado a su lado. Gracias" – volvió a repetir, y el llanto se hizo presente en él.
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Hubo una ocasión, un día el cual no logró recordar con precisión. Me encontraba sentado, afuera de mi casa. Supongo que fue una de las pocas mañanas en que había accedido ir a dormir a casa. Alguien llamó a la puerta, justo cuando me encontraba listo para regresar al hospital.
"Lauren" – reconocí, al verla frente a mí, junto con Mike
"Hola" – saludaron ambos, al unísono. La chica me tendió un sobre amarillo, el cual tomé entre mis manos
"Quería darte las fotos que tomé en la obra de teatro"
"También venimos a pedirte disculpas por como nos hemos comportado" – terció Mike, con voz sincera
"No hay problema. Todo esta bien" – dije, y me sorprendí de la veracidad de mis palabras.
Era cierto. Con Bella también había aprendido el magnifico don del perdón, y no fue hasta ese momento en que me había percatado de ello…
Capítulo 12: Fe
Me encontraba sentado a su lado, cuando abrió los ojos, con un movimiento lento y delicado de sus parpados. Sonrió al verme y, como todas las ocasiones que hacía lo mismo, me preguntaba ¿Cómo le hacía para regalarme siempre aquel gesto tan maravilloso y sincero, estando en una situación que no resultaba ser nada alentadora?
Yo aún sentía que no podía ser capaz de lograr esconder el miedo y tristeza. Eran demasiado para mí. Era un dolor demasiado insoportable. Algo difícil – mejor dicho, imposible – de ocultar. Era como si intentara esconder mi amor por ella. Simplemente, el tema se volvía, al instante, en algo utópico, inimaginable e improbable.
"Hola" – dije, sonriendo y estirándome para depositar un beso sobre su frente – "¿Cómo te sientes?"
"Bien" – contestó. Me senté sobre la pequeña cama y tomé sus manos – "¿Y tú?"
"Muy bien" – dije, de manera sincera; pues, el verme sumergido en sus ojos era como curarme cualquier tipo de herida. Era como borrar todo tipo de dolor. Era como volver a renacer en una realidad menos injusta
"¿Sabes? Tengo algo para ti"
"¿Ah si?" – pregunté, frunciendo levemente mi ceño, por la curiosidad
"Si. Esta ahí" – señaló el mueble que reposaba a nuestra lado izquierdo, con uno de sus dedos – "Tómalo"
Alargué mi brazo hacia el único objeto que se encontraba sobre él y comprobé que se trataba de un pequeño y grueso libro, de apariencia rustica. Lo miré detenidamente por un momento, tratando de descubrir qué era
"No te preocupes. No es una Biblia" – bromeó, ante mi mutismo. Una sonrisa se me escapó de los labios, ¿Cómo le hacía para brindarme tanta felicidad? – "Era de mi madre" – prosiguió – "Aquí escribió las citas de sus libros favoritos y pensamientos de gente famosa. También se encuentran unas agregaciones mías"
"Gracias" – dije, inclinándome para besar sus manos. Dejé que mis labios se mantuvieran pegados a su suave piel por unos segundos.
Cerré mis ojos y ella acarició mis cabellos. Repentinamente, la melancolía volvió a aparecer, lo cual no era bueno. No quería que ella me viera derrotado, así que, haciendo acopio de toda mi fortaleza, me alejé, le regalé una sonrisa y abrí el libro, como una buena excusa para no mirarle a los ojos y así delatarme automáticamente.
Había en él varios separadores, me dejé guiar por uno de color azul y me encontré con toda una página tapizada de letras cursivas y elegantes. Sin pensarlo, comencé a leerlo en voz alta para ella, sin saber de qué se trataba el texto. Solamente lo había hecho por que sabía que le gustaba mucho leer. Los libros eran una de sus pasiones. No era difícil imaginar que, seguramente, extrañaba sumergirse en aquel mundo de letras que la teletransportaban a situaciones mágicas.
"El amor siempre es paciente y amable. Nunca es celoso. Nunca es jactancioso o engreído. Nunca es grosero o egoísta. No se ofende y no es resentido…"
Me vi en la necesidad de parar. Ella había empezado a acompañarme con la lectura (se sabía la cita de memoria) y lo que descifraba en aquellas letras, en compañía de su voz, comenzaba a expandir aquel agujero en mi pecho…
Cerré el libro y bajé la mirada, batallando por reprimir las lágrimas que se acumulaban en mis ojos y les provocaban un terrible ardor. Suspiré profundamente cuando pensé que había logrado controlar mi situación. Fue en ese entonces que Bella sonrió, como si se hubiera acordado de algo muy agradable. Levanté el rostro, sin poder contener la curiosidad que aquella risita me había causado
"¿Qué pasa?" – pregunté, sonriendo también. Siempre pasaba lo mismo, un gesto de ella cambiaba completamente mi estado de ánimo. Su felicidad llegaba a mí, así como su dolor, su paz, su perdón, su tristeza…
Estábamos tan conectados, tan unidos… Y así sería, por siempre.
"¿Sabes de qué me he convencido en estos días?
"¿De qué?"
"Que Dios tenía un plan mejor del que yo había supuesto y ha sido más bondadoso de lo que creí" – su mirada se junto con la mía, suspiró tranquilamente y, después, continuó – "Me ha regalado éste viaje, que es un viaje sin fin. Te puso en mi camino, para ayudarme a pasar por esto, para darme fuerzas y mantenerme firme ante mi enfermedad…
Llevé mis manos hacia su mejilla derecha, ella cerró los ojos y dejó que la acariciara. Extrañamente, el dolor se había combinado con un sentimiento nuevo, que desconocía, y que le hacía flaquear el ímpetu con el que su crueldad me martillaba los huesos. Si. Aún estaba presente el miedo, el terror de saber que, en cualquier momento, la podía perder; pero… ¿Qué era este nuevo sentimiento?
"Edward, tú eres mi ángel…" – murmuró, y sus palabras, a pesar de ser de un volumen bajo, tuvieron fuerza, tuvieron fe…
Y entonces, comprendí.
Fe.
Qué hermosa, delicada y poderosa era. Hasta en ese momento supe que era aquella fe, que Bella irradiaba y me había transmitido y enseñado, lo que no me había permitido caer sobre el suelo y encogerme del dolor…
Por un momento olvidé todo y solamente me dejé llevar por la dicha de haberla conocido. Eso, sobre todas las cosas, era lo más valioso e importante. Acerqué mi rostro hacia ella y besé sus labios con ternura y adoración. Diciéndole, silenciosamente, cuánto la amaba. Nuestro beso, como todos, fue pasional en un modo inocente. Nos separamos, con un profundo y sereno suspiro y mantuvimos unidas nuestras frentes durante varios segundos, hasta que una enfermera, en compañía del doctor, entró a la habitación.
"Le tengo buenas noticias, señorita Swan" – informó, con una enorme sonrisa en el rostro
"¿Cuál es?" – preguntó Bella, ansiosa, con su imborrable amabilidad en sus pálidas facciones
"Ya puede irse a casa"
"¿Ahora?" – interrumpí, pues, apenas el día anterior, al platicar con Charlie, éste me había dicho que Bella duraría internada un par de semanas más.
"Si, ahora" – afirmó el señor, mirándome, un tanto extrañado – "¿Acaso no lo sabía? Su padre, el doctor Cullen, pagará a una enfermera a domicilio para que Bella pueda ser dada de alta"
La información tardó en llegar a mi cerebro. Aún no había logrado canalizar bien cuando llegamos a casa de mi novia y la cargué hacia su habitación, para que pudiera descansar un poco más. Charlie nos dejó solos, y yo tomé lugar a un lado de su cama – la cual era mucho más cómoda que la del hospital.
"Edward, ¿Qué ocurre?" – preguntó, tomando mi mano entre las suyas – "Todo el camino has venido muy meditabundo"
"Lo siento" – susurré, regalándole una sonrisa para tranquilizarla – "Se trata de mi padre…"
"Dale las gracias de mi parte. Aún me siento muy apenada por ello…"
"No" – interrumpí – "No debes de estarlo…"
"Edward" – volvió a llamar, al ver que mi rostro se había inclinado hacia abajo – "Tu padre es un buen hombre y te ama. No deberías de juzgarlo por un error que cometió. Él no puede ser perfecto. Nadie lo es…"
"Tu si" – discutí, mientras paseaba la yema de mis dedos por sus mejillas.
Su mirada y su sonrisa fueron amorosas y le agradecí mucho el que no siguiera insistiendo. Hasta la fecha, Bella ha sido la única que ha sido capaz de entenderme cuándo necesito que hablen o que callen, dependiendo del momento.
"Descansa" – susurré, al ver como suspiraba pesadamente. Ella asintió y cerró sus ojos.
Quedó dormida al poco tiempo. Contemplé su sueño un par de horas, al mismo tiempo que la delicadeza de su rostro me ayudaba a pensar. Mientras me perdía en la forma de sus largas pestañas y el sosegado movimiento de su pecho, pensé en mi padre…
"Charlie" – llamé, mientras bajaba las escaleras
"Edward, ¿Qué sucede?" – preguntó y su aflicción fue notoria en su voz, al pensar que algo le había pasado a su hija
"Nada malo" – tranquilicé – "Bella se ha quedado dormida. Tengo que salir urgentemente, si despierta, ¿Le podría decir que en la noche vengo a verla?"
"Si, Edward, yo le digo. No te preocupes"
"Gracias" – fue lo último que dije, antes de correr hacia mi carro.
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Toqué la puerta, de manera débil y temerosa. No sabía exactamente qué era lo que tenía que hacer y no tuve mucho tiempo de pensar en un plan, pues, al medio segundo, tenía en frente al hombre que llevaba mi sangre. Sus verdes ojos me miraron, de manera cálida y excusante, pidiendo perdón, cuando no había nada que perdonar, por que yo no era quién para señalarle.
"Gracias" – musité, con la voz cortada y los ojos llenos en lágrimas.
Carlisle no contestó.
Supongo que no hay palabras en la boca de un padre para poder expresar lo que se siente que, después de tanto tiempo, tu hijo no te busque para reclamarte. Se limitó a levantar los brazos para ponerlos sobre mi hombro y yo le jalé, para abrazarle con fuerza.
Y fue ahí, cuando su paternal cariño me envolvió, cuando me sentí con la confianza de descargar todo el dolor que había estado reteniendo, desde su partida, hasta hacía una semana, cuando Bella había sido internada en el hospital. Mis brazos se aferraron a su cuerpo, recompensando con ello, todos los abrazos que no nos dimos en años pasados
"Perdóname" – pedí, en medio de mis sollozos, mientras me negaba a alejarme de él.
No recuerdo cuánto fue el tiempo que nos mantuvimos de esa manera. Lo que si tengo muy presente es que, cuando al fin nos separamos, nuestras camisas se encontraban, mutuamente, empapadas por el llanto de ambos.
Y, por si hace falta mencionarlo: Esto también se lo debía a Bella…
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"Edward, ¿Acaso no piensas descansar?" – inquirió Charlie, mientras llegaba hacia mí, con un termo de café caliente
Era cerca de las tres de la mañana y aún me encontraba construyendo el telescopio, en el jardín trasero de su casa – claro, Bella no sabía al respecto
"Debo terminarlo antes del amanecer" – contesté, sin despegar mi mirada de los trazados y cortes finales que estaba haciendo
Me dejé caer sobre el pasto cuando tuve, frente a mí, al telescopio. Sonreí, mientras los primeros rayos de sol pegaban hacia mi frente. Había podido hacer un telescopio yo solo (Bueno, completamente motivado por Isabella Swan) y me sentía demasiado orgulloso de haber sido capaz de regalarle algo que tanto deseaba. Lo escondí, con ayuda de Emmett, Mike y Charlie, en la terraza de su recamara y, cuando todo estuvo listo, fui hacia mi casa, tomé un baño y extraje una pequeña cajita de una de las gavetas de mi armario y la guardé en mis bolsillos.
Bella fue la que abrió cuando llamé a la puerta, llevaba su cabello suelto y, a pesar de que no tenía la misma espesura de hacía meses, se veía hermosa con la pijama blanca que portaba. Me regaló una sonrisa en cuanto me vio y me acerqué para besar brevemente sus labios
"Hola" – saludé
"Hola"
Me tomó de la mano y me jaló hacia la sala. Nos sentamos en el sillón y miré hacia el reloj.
"¿Sabes qué tengo ganas de hacer hoy?" – pregunté, con intensión – "Se me antoja ver las estrellas"
Aplaqué la pequeña risita que amenazaba con salir al ver como su mirada se ensombrecía. Era claro que ella sabía perfectamente que la fecha tan esperada había llegado y, sin embargo, su poco egoísmo y su inmensa bondad no le dejaban lamentarse al creer que no iba a poder ver aquel cometa.
"¿Qué dices? ¿Vamos?" – insistí
"Si" – asintió, sonriendo, como siempre, ante todo.
Me incorporé rápidamente del asiento, incapaz de ocultar mi entusiasmo.
"Espera" – le frené, cuando llegamos a la puerta que nos conduciría hacia fuera. Ella obedeció, y fue algo curioso mirar la consternación en sus ojos chocolates.
La dejé por un momento para ir, rápidamente, hacia el telescopio y descubrirlo de la manta que reposaba sobre él. Regresé hacia ella, le cubrí los ojos, delicadamente, con mis manos, y la guié los cinco pasos que eran necesarios
"¿Edward? ¿Qué haces?" – preguntó, mientras caminaba a ciegas
No respondí, acomodé su cuerpo de tal manera que quedara justamente frente a su regalo y, cuando así fue, le despejé la vista.
"Sorpresa" – musité
Tras quedarse inmóvil durante un par de segundos, Bella dio media vuelta para encararme. La luz de su mirada fue el mejor agradecimiento que pude obtener. Tomé su rostro entre mis manos y me incliné para rozar sus labios con los míos. Me perdí un momento en el delicioso sabor de su dulce aliento y, cuando la respiración se nos volvió difícil, me alejé lentamente. Solamente mis manos seguían puestas sobre su cintura.
"Gracias" – susurró, mientras mis labios descansaban sobre su frente
"De nada" – contesté.
"Es hermoso" – señaló, mientras le dedicaba otra mirada
"Ya es hora de que lo pruebes" – anuncié.
Ella sonrió y, caminando lentamente, se dirigió hacia el telescopio. Lo movió un poco, para adquirir un mejor ángulo. Me encontraba casi a su lado, un poco nervioso ante la repentina inseguridad que en mí había nacido, ¿Y si no servía?... Sin embargo, a los pocos segundos, ella volvió a sonreír, y yo me tranquilicé.
"Ahí esta" – murmuró, sin despegar su mirada del ocular – "Ven" – llamó, estirando su mano en mi dirección – "Ven a ver"
Recorrí la poca distancia que nos alejaba. Ella se hizo a un lado, para dejarme libre el espacio, incliné mi cuerpo, y me maravillé con lo que vi. Si. Era completamente hermoso, increíble, único… Como todas las cosas que con Bella presencié.
Definitivamente, las cosas más sublimes las vivi, las sentí y las compartí con ella…
Nos sentamos en una pequeña banquita de madera que ahí había. Ella seguía mirando hacia el cielo y su rostro lucía completamente hermoso ante la luz de la luna llena que nos bañaba. La pequeña brisa soplaba y acariciaba nuestros rostros y los grillos cantaban la melodía más dulce que hubiera podido escuchar en toda una vida…
Si en algún momento llegué a albergar la más mínima duda de lo que estaba a punto de hacer, desapareció precisamente en ese momento.
"¿Me amas?"
Su mirada buscó la mía, y con ella, me dio la respuesta más sincera. Si. Por supuesto que me amaba. Nuestro amor era inmenso, mutuo, eterno…
"Entonces, ¿Harías algo por mí? – inquirí, tomando su mano izquierda.
"Cualquier cosa"
"¿Te casarías conmigo?" – pregunté, al mismo tiempo que deslizaba, con delicadeza, un anillo sobre su dedo anular.
SI llegaron hasta aqui mis angeles dejen sus comentarios , vamos la historia si vale mucho la pena comenten por fiss.
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1 comentarios:
mas caps.. mas caps.. le voya a hacer una huelga sino ponen mas caps..
quiero saber la respuesta de BELLAAA!!
quiero saber si va a sobrebibir porq edward a veces habla como si no estubiera.. como recordando los momentos q paso con ella pero q no esta ellaa..
ahyyy me pongo nerviosa.. quiero casp..
ajja me encanto.. sigan asi chicas.. bueno besoos!!!
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