Dark Chat

domingo, 19 de diciembre de 2010

Esposa de un Jeque

Capítulo 12

Unas tres semanas más tarde volvieron al in vierno de Seattle. Bella echaba de menos el sol del desierto de Edward. Su esposo, ade más, parecía sentirse cómodo con el estilo de vida de Kadar. Y, si era sincera consigo misma, a ella también le gustaba.

Gran parte de ello era debido a Edward. Había sido muy atento y había querido compartir todos los aspec tos de su vida de jeque con ella. Habían visitado todos los asentamientos de su región, se había enterado de que la única biblioteca disponible estaba en el palacio y había descubierto que se entendía muy bien con la gente con la que tenían contacto.

Era gente cálida y abierta, dispuesta a dar la bienve nida a la esposa del jeque. Lo único que les reclama ban era que Edward volviera a su pueblo.

Un tío por parte de su padre atendía los asuntos po líticos en nombre de Edward, pero su gente quería que el jeque de Kadar volviera a su hogar de manera per manente.

Ella no comprendía por qué él no quería ni hablar de ello.

¿Sería tan cruel el rey Aro como para esperar que Edward renunciara a su tierra natal para ocuparse de ne gocios en el extranjero?

No le parecía muy propio del hombre al que había frecuentado en su segunda visita.

Edward condujo desde el aeropuerto en su Jaguar.

-Tendremos que organizar una visita a tus padres ahora que hemos vuelto a Seattle.

Bella se dio cuenta de que él jamás llamaba ho gar a Seattle.

Ella se reprimió un suspiro. Tendría que enfrentarse a su padre algún día, pensó.

-¿Sabe mi madre lo del pacto entre mi padre y tu tío?

-Tu padre ha pensado que no lo comprendería.

Se alegró de que no lo supiera su madre. Le hubiera dolido más saber que su madre también la había ven dido.

-Llamaré a mamá y arreglaré una visita para dentro de unos días.

-Tu padre tiene previsto viajar a Kadar dentro de dos semanas para reconocer los lugares para la explo tación.

Al parecer, su padre no perdía el tiempo, pensó ella.

-Entonces, tendremos que esperar a que vuelva para verlo -dijo Bella.

Con suerte, tardaría varias semanas en hallar los lu gares para la explotación. Para entonces, ella tendría sus emociones bajo control y podría verlo sin rencor.

-¿Por qué no los visitamos antes de que se vaya? Seguramente podemos organizado.

Ella suspiró.

-No estoy segura de querer organizarlo -dijo Bella.

-Creí que te habías reconciliado con nuestro matri monio.

-Y lo he hecho -lo miró.

-Entonces, ¿por qué no quieres ver a tu padre?

-Porque me traicionó.

-Del mismo modo que has pensado que yo te trai cioné.

-Sí.

No le gustaba aquello. Todo había ido estupenda mente hasta que había aparecido el tema de su padre.

-Y no puedes perdonar.

Bella se quedó callada.

Lo había perdonado a Edward porque había sido ne cesario para curar la herida de su matrimonio. Pero no se lo había dicho a él. Había pensado que él lo había interpretado así al ver que ella había permanecido a su lado.

Pero, al parecer, no había sido así.

-Te he perdonado a ti.

-¿Y a tu padre? Él quiere lo mejor para ti.

-Él transformó mi matrimonio en un acuerdo de ne gocios.

-Lo he visto pocas veces, pero da la impresión de que es un hombre que cree que sabe mejor que nadie cómo deben hacerse las cosas.

Era una imagen bastante acertada de su padre. Su manera de acercarse a los negocios y a la vida.

-¿Bella?

¿Qué podía decir? No podía lamentarse de tener a Edward en su vida. Había sufrido por él, pero final mente había renacido la esperanza. Tal vez un día su matrimonio podría estar basado en el amor, no en un negocio.

-Llamaré a mamá para quedar con ellos. Quiero ver a Alice también.

-Tu hermana y tú estáis muy unidas.

-Siempre he podido contar con ella.

-Eso es bueno. Rosalie es muy importante para mí, pero después del intento de golpe, nos criamos separa dos. No estamos muy unidos.

Siempre se sorprendía cuando Edward le contaba algo así tan íntimo. Escondía sus sentimientos casi todo el tiempo, excepto en la cama. Entonces, su pa sión era como un volcán.

-¿Y tus primos?

Edward había sido criado con ellos. ¿Habrían ocu pado el lugar de hermanos?

-Desde pequeño me asignaron el papel de diplomá tico, y por ello fui educado en el extranjero desde los doce años.

-Debes de haberte sentido solo muchas veces, ale jado de tu familia, destinado a estar fuera en muchos sentidos.

-Ya no estoy solo. Estando contigo, estoy muy den tro.

Ella se puso colorada por el comentario erótico.

A la vez se le llenaron los ojos de lágrimas.

Había estado muy sensible las últimas semanas y no podía evitar preguntarse si tendría algo que ver el que tuviera dos semanas de retraso. ¿Habrían tenido resultado los esfuerzos de Edward?

-Y que lo digas... -lo miró lascivamente.

—Compórtate, esposa mía —se rió él y le tomó la mano.

-Creí que me estaba comportando, esposo mío.

-Estamos totalmente reconciliados, ¿no?

-Sí.

Edward se quedó en silencio. Luego preguntó:

-¿Ya no piensas en el divorcio?

-No. Te lo he dicho, que estaba comprometida con nuestro matrimonio.

-¿Ya no me consideras un ser despreciable?

-No.

-Entonces, ¿por qué no has vuelto a declararme tu amor desde el día siguiente a nuestra boda?

Bella se puso tensa.

-Tú no te casaste conmigo por amor.

—¿Y niega eso tu amor por mí?

¿Y qué le importaba eso a él?

Bella quitó la mano de la de Edward y miró por la ventana. El cielo estaba gris y el asfalto, mojado.

-¿Qué es lo que quieres que te diga?

—Quiero que me digas que me amas.

Sabía que él tenía el deber de llegar a amarla. Pero ella no quería su deber. Quería que sintiera las mismas emociones que ella tenía dentro.

Al ver que Bella no contestaba, le acarició la mejilla.

-¿Es tan difícil, pequeña gatita?

-No estoy segura de que éste sea el lugar indicado para esta charla.

Con el rabillo del ojo, lo vio volver a poner la mano en el volante..

-Tal vez tengas razón.

Ella lamentaba que todo el entendimiento que ha bían compartido durante aquellas semanas se estrope ase.

¿Cómo podía explicarle que decirle que lo amaba la hacía sentirse vulnerable?

¿Que el no decírselo la protegía contra su indiferen cia?

Pero él no era indiferente.

Quería oír sus palabras de amor. ¿Sería posible que empezara a amarla? ¿Se sentiría tan vulnerable como ella porque no le había dicho que lo amaba desde que se había enterado de las verdaderas razones de su ma trimonio?

Tal vez, no expresando sus sentimientos no daba lu gar a que él expresara los suyos, o al menos a permitir que los suyos crecieran.

Ella lo miró.

-Yo te amo -dijo con voz tenue, casi un suspiro.

Pero él la oyó.

Edward apretó el volante.

-Tienes razón. Éste no es el lugar para declaracio nes como ésta -respondió Edward.

Ella se sintió herida por el rechazo de Edward a sus palabras.

-¿Por qué? -preguntó.

-Porque ahora quiero hacerte el amor con pasión y faltan todavía quince minutos para llegar a casa.

Bella llamó a la oficina de su padre al día si guiente. Tenían que hablar. Pero Charlie Swan ha bía volado a Sudamérica por negocios y no volvería hasta después de varios días. Bella arregló un en cuentro para verlo antes de que abandonase el país nuevamente. Esta vez a la provincia de Kadar, en Jawhar.

El día antes del encuentro con su padre, Bella estaba en el salón del piso que compartía con Edward, echada en el sofá, con un libro de Astronomía en el re gazo.'Miró una foto de un telescopio muy similar al que Edward le había regalado por su boda en Kadar, y recordó aquellos días.

Edward había pasado los primeros diez años de su infancia en aquel palacio. Se lo imaginó de pequeño, aprendiendo a montar en camello, tomándole el pelo a su hermana pequeña, como lo hacen los niños, tre pando al regazo de su madre cuando estaba cansado.

Bella se tocó suavemente el vientre y se ima ginó lo mismo pero con su hijo. Sólo que le costaba imaginarlos en Seattle. El palacio de Kadar había sido un hogar para ellos, un hogar grande, pero un hogar.

El ático en el que vivían no era lo mismo.

En el palacio estaba presente la tradición, la fami lia, y las responsabilidades políticas, una forma de vida completamente diferente a la que su niño conoce ría en Seattle.

-Hola, pequeña gatita. ¿Has tenido un buen día en la biblioteca?

Bella había estado tan ensimismada en sus pen samientos, que no lo había oído llegar.

Sorprendida, alzó la vista y sonrió:

-Hola. Ha sido un día maravilloso. Ven, siéntate conmigo. Te lo contaré todo.

Edward se quitó la chaqueta y se aflojó la corbata antes de tirarla en una silla. Luego se desabrochó los dos últimos botones de la camisa. Se le veía el vello del pecho.

Edward extendió la mano y le dijo, pasando el dedo por la uve que dejaba al descubierto.

-Eres un hombre muy sexy, Edward.

-Me alegra que digas eso -contestó él, mirándola con deseo.

Edward la besó. Siempre que pasaban más de cinco minutos separados, la saludaba de ese modo.

Los labios de Edward tenían algo que la hacían ren dirse a su tacto.

Diez minutos más tarde, ella estaba echada encima de su regazo, con los botones de su suéter abiertos y con el sujetador desprendido.

Edward le acarició el pecho.

-Volver a casa para tener una bienvenida así, com pensa cualquier cosa.

-¿Y qué compenso yo, el tráfico de Seattle? -pre guntó Bella, con deseo.

Él se rió y la abrazó fuertemente.

Ella se echó atrás para ver sus ojos:

-Tengo noticias -declaró.

-No dudes en decírmelas.

Bella sonrió. Le encantaba cuando hablaba como un jeque.

-El lunes sólo trabajo media jornada en la biblio teca, así que si tienes que viajar por negocios, puedo ir contigo.

-Son muy buenas noticias.

-Supuse que te gustaría.

Bella se acurrucó en su regazo y agregó:

-Hay más.

-¿Por qué no esperas para contármelo?

Ella agitó la cabeza.

-Quiero decírtelo ahora.

Él rodeó su cadera.

-Entonces, dímelo antes de que te viole aquí, en el sofá.

-Hay una razón para que trabaje sólo media jornada.

-¿Cuál?

—Has conseguido lo que querías.

-No te he pedido que trabajes menos horas.

-No voy a trabajar media jornada porque tú lo quie ras. He acortado mi horario para adaptarlo a un cambio que habrá en la familia -Bella lo besó-. Voy a te ner un hijo tuyo.

Edward la miró, petrificado. Luego cambió aquel gesto por una gran alegría.

—Gracias —susurró y la besó.

Era la mayor muestra de afecto que ella le había visto nunca. Luego empezó a hablar en árabe, acari ciando su vientre, besando sus labios.

Agarró uno de sus pechos y dijo:

-Mi bebé va a succionar leche de aquí.

Los ojos de Bella se llenaron de lágrimas.

-Sí.

Edward le dio un beso suave en uno de los pezones y luego en el otro. Se puso encima de ella.

Al rato ya estaban sin ropa. Él le pagó tributo a sus pechos nuevamente, luego la cubrió de besos por toda la cara, y desde allí se deslizó lentamente hasta el om bligo.

-Mi hijo se alimenta y se protege en la tibieza de tu cuerpo.

Bella entrelazó sus dedos al pelo de Edward. A sus ojos asomaron unas lágrimas de amor, de alegría.

Edward descansó su boca en los rizos rubios de su pubis. Cuando su lengua separó los pétalos de su femi neidad y buscó el punto justo de su placer, ella se ar queó de goce.

-¡ Edward!

Edward le separó los muslos y siguió haciéndole el amor con la boca hasta que ella se convulsionó de pla cer. Luego la poseyó con un empuje profundo y seguro.

-Este placer ha sido el origen de la vida entre noso tros.

-¡Oh, Edward, cariño! Amor mío...

Edward la besó y ella no pudo decirle más palabras de amor. Pero su corazón siguió diciéndoselas en su interior.

Hicieron el amor con ritmo pausado, decidido, de sesperado.

Después, Edward se desmoronó encima de ella. Bella le acarició la espalda con ternura.

-Te amo -le dijo.

Edward alzó la cabeza. La miró seriamente.

-No dejes de amarme, te lo ruego -dijo.

-Nunca te dejaré de amar -le prometió-. Siempre te amaré.

-Entonces, todo vale la pena, alhaja mía. Porque el regalo de tu amor y el regalo de nuestro hijo hace que cualquier sacrificio valga la pena.

-¿Qué sacrificio?

Edward no le contestó.

La besó nuevamente y la conversación se esfumó bajo el fuego de su pasión.

Bella se vistió para el encuentro con su padre.

No había tenido una conversación con él desde ha cía años.

Su padre estaba hablando por teléfono cuando entró Bella. Al verla, se puso pálido. Dijo algo por el auricular y luego colgó.

-Bella.

Ahora que estaba allí, ella no sabía cómo empezar.

-¿Quieres una taza de té? ¿Algún refresco? -le ofreció Charlie.

Bella negó con la cabeza.

-No. Quiero hablar contigo.

-Acerca de tu matrimonio -afirmó Charlie Swan

-¿Cómo lo sabes?

Su padre se echó hacia atrás en su sillón de ejecu tivo.

- Edward me llamó desde Jawhar para decirme que tú estabas enterada del trato de las excavaciones.

-¿No es exactamente el tipo de trato que sueles ha cer, no? En lugar de pagar por el privilegio de excavar en Jawhar, pagaste con tu hija, como un comerciante de la Edad Media, ¿verdad?

Los ojos de su padre la miraron con reproche.

-No fue así.

Bella se sentó frente a su escritorio y se cruzó de piernas, tratando de aparentar un aire de seguridad que no sentía.

-¿Por qué no me lo dijiste?

—Sabes que tu madre y yo hemos estado preocupa dos por tu falta de vida social. Cuando apareció este negocio del rey Aro, yo vi un modo de matar dos pá jaros de un tiro. No hice nada para hacerte daño.

Bella se puso de pie y se inclinó encima de su escritorio.

—¿Que no has hecho nada para hacerme daño? ¿Cómo crees que me sentí cuando descubrí que el hombre al que amaba no me amaba? ¿Que se había ca sado como parte de un acuerdo comercial? ¡Eso duele! ¡Y mucho!

Su padre se hundió nuevamente en el sillón, pero no dijo nada.

-Déjame que te diga una cosa. Descubrí que mi pa dre y mi marido me habían mentido. Yo sabía que no era tan importante para ti como Alice, ¡pero nunca pensé que me veías como moneda de cambio!

Charlie se pasó la mano por la cara.

—No eres moneda de cambio para mí. No te vendí como esclava en un país del Tercer Mundo, Bella. Te casé con un socio.

-Sin decírmelo

-¡Diablos, no! No te lo dije. Habrías salido co rriendo.

-Entonces le dijiste a Edward cómo arreglar un en cuentro casual.

-Me pareció la mejor manera de que le dieras una oportunidad. Mira, Bella. El tratamiento de láser te quitó las cicatrices de la cara. Pero eso no fue sufi ciente. Tu madre y yo pensamos que una vez que las cicatrices no se te notasen, todo iría bien. Que empeza rías a salir como tu hermana, y que un día te casarías. Tendrías una vida.

Bella desvió la mirada. No quería ver los ojos de pena de su padre.

-Pero no fue así. Tú no confías en la gente, sobre todo en los hombres. ¡Diablos! Tal vez eso sea culpa mía. Yo hacía como que no pasaba nada porque no po día solucionar tu problema. Y tú te sentías rechazada por ello. Me equivoqué. Pero ahora ya no puedo hacer nada para enmendarlo. Tal vez te diera miedo ser re chazada otra vez. No lo sé, pero hasta que apareció Edward, tú no demostrabas tus emociones.

-Yo confiaba en Edward.

-Tú te enamoraste de él. No le eches la culpa a él del trato, Bella. El tipo de trato que hicimos es muy común en su cultura.

-Me lo he figurado. El hecho de que yo haya sido un medio para un fin no me quita valor ante sus ojos.

-Bueno, en cuanto a eso, supongo que sabrás que no habrá necesidad de visados permanentes.

-¿A qué te refieres?

-¿No te lo ha dicho Edward? El servicio secreto de su tío tendió una trampa a los disidentes. Están en la cárcel, esperando el juicio.

¿Por qué no le había dicho nada Edward?

—¿Cuándo ha sucedido esto?

-Ayer.

Ella recordó la pasión en el beso de Edward, la men ción de un cierto sacrificio, y el dolor en sus ojos al principio, cuando ella le había dicho que estaba emba razada.

-Me tengo que ir -dijo Bella y se puso de pie.

Quería tener tiempo para pensar.

-¿Estás bien? -su padre le puso la mano en el hom bro.

-Estoy bien. ¿Por qué no iba a estarlo?

-Lo siento, Bella. Si pudiera cambiar el curso de los acontecimientos, lo cambiaría.

Y ella lo creía.

Quince minutos más tarde, mientras entraba en el ático, se preguntaba por el verdadero significado de las confesiones de su padre para la relación entre Edward

y ella. No podía olvidar aquel momento de dolor en el gesto de Edward. ¿Lamentaría haberse casado con ella, ahora que no le supondría ningún beneficio personal?

La luz del contestador telefónico llamó su atención cuando dejó su bolso encima de la mesa. No estaba en condiciones de escuchar el mensaje. Demasiados pen samientos inundaban su mente. Prefería no agregar uno más.

Se sentó y recordó distintos momentos con Edward. Las imágenes fueron pasando una a una.

Recordó la primera vez que Edward y ella habían compartido la pasión. No habían hecho el amor, a pe sar de que él lo había deseado desesperadamente.

La siguiente imagen fue la reacción de Edward cuando ella había planteado el divorcio. Se había puesto furioso. Y había hecho todo lo posible por ha cerla cambiar de opinión.

Luego recordó su vida con él. Feliz. Satisfecha. Contentos el uno con el otro. Sexualmente insaciables. En armonía.

No comprendía el motivo de la mirada de tristeza de Edward, pero estaba segura de que no estaba relacio nada con la idea de que él se sintiera obligado a cargar con ella. El hecho de que no le hubiera dicho que ha bían apresado a los rebeldes indicaba que ese aspecto era incidental en su relación con ella.

Se puso de pie y presionó el botón del contestador telefónico.

Se quedó helada al oír la voz del rey de Jawhar. Pero aún más cuando lo oyó pedirle que fuera ella quien lo llamase y no Edward.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Phonography

Cap.12 Demasiado enamorada de ti


Sí pensaba que él había sido el único que había tenido que contenerse estaba equivocado las ganas me mataban y saber que no podía hacerlo había sido peor, sumado a las hormonas, los cambios de animo que parecían latigazos era como el síndrome premenstrual acumulado y sobredimensionado en mala pero para mi suerte y la de él todo había acabado ya.

Abrí mis ojos y estaba pegado a mi cuerpo con su mano rodeando mi cintura y apretando mi vientre que había vuelto a ser plano otra vez. Y como había cambiado mi vida, parecía que tenía un reloj automático afinado desgarradoramente puntual, eran exactamente las cinco de la madrugada y yo tan lucida como si fueran las once del día, lo que me sorprendía hace exactamente nueve meses antes las sabanas no me abandonaban hasta pasadas la una de la tarde. Me giré para quedar frente a su rostro tratando de no despertarlo y lo contemple brevemente porque había alguien que reclamaría mi presencia en cuestión de segundos. Apague el monitor para bebes sobre la mesa de noche y camine hasta la pieza de nuestro hijo que estaba a continuación de la nuestra.

Aunque los primeros días no habían sido del todo buenos ni para él ni para mí, esto de ser madre era más complicado de lo que me había imaginado, ahora extrañamente las cosas funcionaban como de maravilla casi con la precisión de un reloj suizo. No podía negar que el cambio había sido del cielo a la tierra, de andar preocupada de otras cosas que tenían que ver conmigo misma a estar preocupada por otra personita era la sensación más intimidante pero a la vez la más sobrecogedora de toda esta experiencia.

Contemplar las facciones de mi pequeño hijo durmiendo pacíficamente me hacía olvidar tantas cosas que había pasado mientra estaba embarazada incluyendo algunas que en circunstancias normales no las hubiera dejado pasar. Aún estaba intrigada de cómo Edward había sobrevivido tantos meses sin sexo y al principio me martirice pensando en que me había engañado ahora simplemente era incapaz de poder tener un sentimiento de rencor o sospecha con el padre de mi pequeño milagro.

Lo saque de la cuna y era un rito hermoso, aún no entendía como algunas mujeres reniegan tanto de amamantar a sus hijos cuando es la conexión más pura y perfecta que alguien pueda alguna vez establecer. Estuve así al menos una hora contemplando a mi pequeño hijo, acariciando su piel suave y sus finos y rubios cabellos.

Miré el amanecer desde el ventanal sosteniéndolo entre mis brazos y cuando apuntaron los primeros y tímidos rayos de sol me decidí a volverlo a la cuna. Hoy sería un largo y maratónico día, no solo para él sino para mí.

Entre devuelta a nuestra habitación y Edward aún dormía, iban a ser las siete de la mañana. Su rostro tranquilo y pacifico se contrastaban con la ansiedad que había notado antes, lo que me hizo volver a cuestionarme algo que había decidido esconder en lo más oculto de mi corazón, trate de ahogar las sospechas corriendo un mechón de su rostro — él no hubiera sido capaz —me dije a mi misma, yo también había sufrido el stress de mis hormonas maternales cuyos efectos habían magnificado mis deseos libidinosos durante la época del embarazo, el Dr. Mason sin querer durante esos meses se había transformado en mi enemigo publico numero uno.

Me acerque lentamente a su cuello y aún se sentía la esencia de su perfume impregnado en sus poros. Lo que me despertó el deseo por sentirlo de una manera más intima; sin poder controlarme roce mis labios contra su piel para suavemente despertarlo mientras lo besaba.

Me tomó desprevenida su respuesta, estaba casi completamente lucido y dejándose llevar, esto debía ser efecto de algo — tal vez un sueño mojado —aventuré riéndome. Me sujeto contra su cuerpo y me aprisiono con sus brazos creando una prisión exquisitamente tentadora.

— ¿Qué es lo tan divertido? —me preguntó abriendo sus ojos, esa mirada cautivante de niño inocente me dejo sin habla. Otra vez estaba perdida en aquel mar esmeralda tan basto y condenadamente sexy. Lo besé nuevamente mientras me subía completamente a la cama, me senté ahorcajadas y acomodé mi pelo detrás de la oreja.

— Esta durmiendo profundamente —exclamé cambiando de tema, enarque una ceja sugerente y sus ojos se iluminaron. Con suerte tendríamos tal vez tres horas sin que se despertara y reclamará atención nuevamente. Los minutos eran escasos ahora así que sin perder tiempo me tumbo contra la cama y enterró sus labios en mi cuello besándome hasta la base de este.

Sentí sus manos deslizarse por mi cintura avanzando hacía mis pechos, cerré los ojos ante sus caricias y como había echado de menos que sus manos recorrieran mi piel. Abrí mis ojos acercándome a su rostro para besarlo y transmitirle todo ese amor tan grande que estaba sintiendo en ese momento. Jugué con sus cabellos mientras nos besábamos, sus labios tersos y húmedos se movían hábilmente en el interior de mi boca, deslice lentamente mis manos por su cuello acariciándolo mientras el beso se volvía desenfrenado a tal extremo que me dejo sin aire.

De pronto mi respiración se hizo más rápida y errática en ese minuto sentí sus dedos recorrer mi espalda con una precisión macabra apretando aquellas partes que me volvían loca, estaba logrando excitarme en cuestión de segundos. Mi temperatura comenzó a elevarse y por primera vez desde hacía un mes y medio estaba volviendo a ser la mujer y no la madre. Con sus caricias estaba logrando que mi mente dejara de estar fija en la aprehensión que me había inundado desde que ese pequeño ser había nacido, ya no tenía la ansiedad por saber si estaba respirando, si estaba despierto o si tenía frió. Literalmente estaba pérdida en sus caricias, absorta en su cuerpo y en las sensaciones que estaba logrando hacerme sentir.

Sentí que suavemente se alzo de la cama y puso su cuerpo sobre el mío, mis piernas se abrieron automáticamente para calzar perfectamente como dos piezas hechas para esto. Sus labios tibios bajaron por mi hombro dando pequeños besos hasta trazar un camino por entre mis pechos para llegar al comienzo de mi estomago. De allí sentir la punta de su lengua acariciar la piel expuesta de mi vientre y detenerse sensualmente en mis caderas. La tibieza de su halito contra mi piel me hizo estremecerme, eran pequeños choques de corrientes cuando Edward exhalaba su respiración tibia donde recién había dejado húmedo que me hacía contraerme. Una sonrisa que no pude evitar se dibujo en mi cara al sentirlo tirar de la parte inferior de mi pijama luchando por sacarlo y dejarme desnuda sobre la sabanas.

Se cernió nuevamente sobre mí y comencé a acariciar su espalda mientras sentía como me acariciaba mis pechos desnudos mientras jugaba con el lóbulo de mi oreja lamiéndolo levemente. Comencé a jadear al sentir su cuerpo ardiente sobre el mío, quería sentirlo en mi interior, su piel estaba ardiente lo que me excitó como nunca antes.

Casi como una invitación apreté mis piernas alrededor de su cintura y ayudada por las manos tironee de su pantalón para que su masculinidad se liberara. Cuando finalmente entro en mi cuerpo apreté sus abrazos ante el dolor placentero que estaba sintiendo y que tanto había extrañado. Mientras lo sentía entrar y salir deslice mis dedos por su espalda acariciándolo y él coloco sus manos apoyadas en la cama para ayudarse mientras sus movimientos se hacían más rápidos pero exquisitamente celestiales. Tal vez por mi deseo contenido o por las hormonas que aún estaba alteradas llegue primero al orgasmo pero fue exquisito mirar las facciones de su rostro mientras me besaba con fuerza conteniendo el gemido cuando finalmente lo hizo él.

— Te amo Bella —susurró entre cortado mientras yo aún trataba de controlar mi ritmo cardiaco comprobando que nunca me cansaría de hacer el amor con él.

Cuando llegamos no había tantos periodistas pero me intimidó que hubiera tantos fotógrafos a la salida de la clínica donde había llevado a nuestro hijo a control. Tape su rostro y lo que menos quería era una fotografía de él como portada en alguna revista. Para mi suerte la madre de Edward me había acompañado, y sujeto la puerta mientras emprendíamos el rumbo devuelta al vehiculo y agradecí que ella estuviera hoy aquí sino creo que no hubiera podido lidiar con toda la parafernalia que estaba produciéndose frente a mí. Los flashes no dejaron de esperarse y todos gritaban cosas sin sentido poniéndome nerviosa. Desde que se había sabido que estaba embarazada y que él era el padre las cosas se habían salido un poco de control y el acoso se había magnificado notablemente pero nunca me había imaginado que a este extremo. Estaba a punto de llegar al vehiculo cuando uno de los periodistas me ataco directamente con una pregunta que me dejo helada.

— ¿Piensas perdonarlo? —y me voltee a mirarlo confundida. ¿A quién?, me pregunte aun observándonos anonadada.

— Disculpa no te entiendo —le contesté y no se por qué un presentimiento me embargó.

— ¿Te pregunté si piensas perdonar su infidelidad? —agrego y el aliento se me escapó por los labios — infidelidad —era la palabra que se repetía una y otra vez en mi mente. La madre de Edward me trajo de regreso a la tierra cuando me sujeto de un brazo para sacarme de encima al periodista.

— Vamos cariño no le hagas caso —exclamó pero el periodista insistió

— Parece que el destino te esta devolviendo la mano —agrego divertido y me paso una revista.

Era una secuencia de fotografías que partían con él bajando de su auto en un estacionamiento, entrando a un hotel y subiendo en el ascensor, hasta cuando había salido despidiéndose en el estacionamiento de una muchacha a la que estaba besando. Mis ojos se abrieron como plato cuando en la fotografía siguiente se enfocaba muy claramente de quién se trataba.

— ¿es tu asistente no? —preguntó aguijón y yo alce mi vista.

En ese minuto la madre de Edward se interpuso y me quito al niño de los brazos poniéndolo en la silla y luego me hizo entrar al automóvil, yo aún seguía en shock con la revista en la mano. El ruido de la puerta al cerrarse me hizo entender que esto estaba pasando realmente y no era un mal sueño. Yo aún tenía la vista perdida en las fotografías y ahora todo encajaba.

Las contantes salidas de Ángela y las coincidentes desapariciones de él sumado a su repentino cambio de humor y aparente felicidad.

— Yo no lo críe así —comento su madre furiosa y después de eso todo el trayecto fue en silencio. Leí el reportaje completo y se me apretó el estomago cuando me di cuenta que ese engaño no había sido solo una vez sino que se había mantenido durante el tiempo ¿Todavía me engañaría?, fue la pregunta que no pude no hacerme recordando que habíamos tenido relaciones intimas por la mañana. Me baje del automóvil pensando en como iba a enfrentarla a ella que de seguro estaba en la casa.

— Edward me va a oír —murmuró su madre tomando el celular apenas miró las fotografías de la revista. La verdad no quería entrar ni siquiera quería pensar, tampoco sabía como reaccionar técnicamente él no había cometido un pecado, nuestros lazos no eran legales sino más bien afectivos y si estábamos juntos era porque ambos queríamos.

¿En que minuto dejo de querer?, me pregunté y al mirar a mi hijo dormido en mis brazos me di cuenta que estaba conmigo por una responsabilidad más que por un sentimiento.

Entre a la casa por inercia y subí las escaleras lentamente mientras sentía que en parte mi corazón se estaba congelando. Con él había sido distinto todo había partido como un juego, uno excitante y divertido que había cambiado radicalmente a una metida de patas con consecuencias que respiraban. Pero no había sido yo la que había dicho "te amo" en primer lugar pensé tratando de buscarle una justificación. Sentí unos pasos presurosos y mi corazón se acelero ante la posibilidad que fuera él, cuando sentí que se abrió la puerta enterré mi rostro contra mi hijo y era demasiado enfrentarlo ¿tenía moral para reclamar algo que yo misma había hecho con él en su oportunidad?

— Bella yo… —balbuceo nerviosa y cuando me di cuenta que era ella. Mi corazón se calmo.

— No quiero —le dije interrumpiéndola —saber cuándo, ni cómo, ni los por qué, no me interesan —le dije fríamente mientras me volteaba a mirarla. Bajo su vista avergonzada.

— No tengo moral para reprochar nada porque yo también lo hice en su oportunidad pero no significa que permita que te burles de mí en mi propia casa. Nuestra relación laboral se termino al igual que la necesidad de tener tus servicios al menos por mi parte —exclame decidida y sentía una doble pena en realidad le había tomado cariño y confianza. — Te haré llegar el resto de tus honorarios. Buenos días Ángela —finalice dándole la espalda. En ese minuto la puerta se volvió a abrir y supe de quién se trataba por el comentario que no se reservo.

— Eres una desvergonzada —le gritó la madre de Edward y aunque yo ahora era la victima ese mismo comentario podría haberse aplicado cuando yo engañe a Jacob. — ¿Qué esperas una invitación para largarte de esta casa? Ya hiciste bastante daño, ¡fuera!. —agrego tomándola por el brazo para hacerla salir. Quise detenerla pero el orgullo pico más fuerte y finalmente no intervine.

Agradecí que al menos estuviera ella para encargarse de eso, porque la verdad aún estaba sorprendida y dudosa. Ensimismada en mis pensamientos de cómo enfrentarlo a él sentí a lo lejos que mi celular vibró y el estomago se me apretó de la ansiedad, no sabía si acercarme para contestarlo temiendo que fuera él finalmente me decidí y respiré poco aliviada cuando noté que era mi madre — ya lo sabe todo el mundo —reflexione y no era agradable que medio país se enterara de mis problemas afectivos.

— Espero que ahora si lo pongan en su lugar, él no te merece a ti ni a mi nieto —exclamó y parecía incluso más enojada que yo.

— Madre no necesito el sermón —le previne y trate de mantener la perspectiva. Ella estaba preocupada por mí y dolida porque me hubieran estado viendo la cara en mi propia casa.

— ¿Calma? ¿Estas drogada o qué? ¿Esta en la portada de una revista saliendo de un hotel con alguien que no eres tú y tu me pides calma? —grito aún más histérica y yo suspiré.

— Voy en este preciso momento para allá. Tú no te quedarás en esa casa ni un minuto más —anunció decidida. Me reí al constatar que mi madre siempre estaría allí cuando la necesitará pero en realidad no podía huir tenía que enfrentarlo. Y al mirar la fotografía que estaba, de nosotros, en la mesa de noche supe exactamente lo que le diría.

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jueves, 16 de diciembre de 2010

Pecados Carnales

Capítulo 13 Segundas Oportunidades


Faltaban diez minutos para las once de la mañana, su plazo limite. Miré a todos lados pero no había señal de ella, volví a empujar el columpio donde estaba sentado Anthony. No era fácil lo que había pedido, no podía simplemente entregarle a mi hijo, lo amaba demasiado, era parte de mí y moriría de solo pensar que ya no lo vería dormir o que no lo vería despertar. Y aunque al comienzo era un fastidió cuando despertaba llorando a las seis de la madrugada de lunes a lunes, con el tiempo comprendí lo que mi madre me repetía una y otra vez.

A los hijos se les ama solo por existir, sin condiciones, este es el amor más puro que tu puedes llegar a sentir, debes estar agradecido por poder vivir este privilegio

Y mi madre tenía razón, le agradecía a cada día a Dios por no haber permitido que ese día el muriera. Me sentía culpable de muchas cosas y trataba de redimir mis culpas con él y a veces cuando me estrechaba contra sus brazos y enredaba sus deditos inocente en mis manos para dormir apoyando su cabecita en mi pecho sentía que me había perdonado por haberle arrebatado a su madre y por haber hecho todo lo que hice, no era un santo pero tampoco era un monstruo, simplemente había hecho lo que creí correcto bajo esas circunstancias.

Estaba tan concentrado en columpiarlo que no advertí que Bella había llegado, sino hasta que estuvo a mi lado.

- ¿Qué es lo que tenemos que conversar? Pensé que había sido lo suficientemente clara

Exclamó serena pero decidida, una voluntad que no le había conocido nunca. Detuve el columpio de Anthony y lo alce en mis brazos no era fácil lo que iba a hacer pero una vez estaba siguiendo a mi instinto, tomé la mochila que estaba a un costado en el suelo y se la ofrecí. Ella me miró confundida por mi actitud.

- No voy a renunciar a mi hijo pero tampoco voy a quitarte los derechos que tienes sobre él. Estoy dispuesto a que lo visites y te lo lleves los fines de semana hasta que él decida con quien quiere vivir, creo que es lo más justo.

Le comenté y giré mi vista para mirar a Anthony, deslice mi dedo índice sobre su nariz y luego le hice cosquillas en su estomago, como solía hacerlo para robarle esa sonrisa tan parecida a Bella que propinaba inconcientemente.

- Papi no hagas eso

Reclamó entre risas con su voz angelical y junte mi frente con la suya.

- ¿Recuerdas lo que hablamos?

Le pregunté y asintió tímidamente mirando de reojo a Bella.

- Ella es tu mami, la de la fotografía – expliqué una vez más y era difícil.

- ¿La que estaba enferma?

Me preguntó de improviso ahora mirándome a los ojos, enredo una de sus manos en mi pelo jugando distraído, la sujete y la quite, lo volví a mirar haciendo que pusiera atención a lo que estaba diciéndole.

- Si, ahora ella esta bien y tu tienes que conocerla, irán a dar un paseo largo y luego te traerá a casa conmigo por la noche

Exclamé y la verdad no tenía claro si iba a entenderme o no pero sabía que era la mejor forma, era mejor esto a que nos peleáramos en un tribunal la custodia, no soportaría ver a mi hijo siendo interrogado sobre con quién quiere vivir o sobre como lo trató ni tampoco quería pelear con ella tratando de destruirla para que finalmente no pudiera verlo, éramos dos adultos, podríamos resolver esto pensando en el bienestar de él. Bella me miraba absorta y sus ojos se pusieron vidriosos, se sorprendió al escuchar que yo le había hablado a su hijo sobre ella y que no era nada malo como de seguro pensaba o como le habrían dicho, al contrario, ella siempre había estado presente con él de alguna manera.

- ¡Pero yo no quiero!

Protestó en un chillido hundiendo su rostro en mi pecho y yo lo separe de mi cuerpo un poco, no iba a ser fácil pero debía al menos intentarlo.

- Anthony mírame – le pedí y sus ojos achocolatado se concentraron en mí, él tenía tanto de ella - ¿recuerdas cuando me pediste que trajera a tu mamá? – le pregunté en un atisbo de que pudiera convencerlo

- Sí – me respondió en un susurró y miró a Bella

- Bueno aquí esta, y a ella le gustaría mucho que pasarán el día juntos

Agregue, levanté la mirada hacía Bella que estaba perpleja sin emitir palabra alguna contemplando la escena, enarque una ceja sugiriendo que interviniera, sino me ayudaba a convencerlo, probablemente él no quería irse con ella. Bella se acerco lentamente y alzo sus manos para que nuestro hijo decidiera por voluntad propia acompañarla, se me apretó el estomago porque sabía que esto sería un gran paso, sentí una punzada en mi corazón ante la posibilidad que él la rehuyera nuevamente, de verdad no quería que saliera más lastimada de lo que ya había salido antes era tiempo de comenzar a sanar las heridas no abrir nuevas.

Anthony dudo unos momentos pero luego sonrió y esa capacidad de los niños me no terminaba por sorprenderme, se estiro hasta sus brazos y yo se lo entregue esta vez sin remordimientos ni temores extrañamente en el fondo de mi alma sabía que ella lo devolvería y que de hora en adelante las cosas cambiarían.

- Lo pasaré a dejar a tu departamento ¿vives dónde mismo?

- Sí

- ¿a las ocho esta bien?

- Perfecto

Le conteste, me acerque y le dí un beso en la frente y revolví su cabello, Anthony se rió como siempre y ambos se fueron, me quede observándolos a la distancia, un impulso de querer acompañarlos me embargo pero sabía que debía darle el espacio suficiente, aquel espacio que yo mismo le había quitado.

- ¿Cómo te fue?

Me preguntó Tanya apenas entré al departamento y me sonreí al pensar que todo mundo pensaba que ella era mi novia, cuando ella era solo mi mejor amiga y la madrina de mi hijo, por eso pasaba tanto tiempo conmigo.

- Bien, lo traerá a las ocho

- ¿Confías en ella? – me preguntó

- Sí, creo que entendió que no tenemos que pelearnos por nuestro hijo, no le quitaré el derecho a verlo ahora que finalmente quiere hacerlo

- ¿Qué te hacía pensar que no lo quería desde antes?

Me preguntó de repente y eso me descoló era primera vez que alguien me hacía ver algo que hasta ahora no había considerado pero según sus acciones ella jamás quiso ni siquiera pelear por él, simplemente se había conformado con mi decisión unilateral y al principio eso me había molestado aunque eventualmente no le había dado mucho pensamiento, estaba concentrado en suplir su rol y cuidarlo, después de todo yo lo había querido así.

- Nunca me busco

Me defendí titubeante, Tanya se acerco y puso su cabeza en mi hombro.

- No has pensado que tal vez tenía miedo de enfrentarte, tal vez ella también estaba dolida, o tal vez su madre la engaño, o tal vez tenía miedo de descubrir que a pesar de todo aún te ama, como tu la amas a ella y su orgullo fue más grande.

Agregó separándose de mí, yo me quede de una pieza, la observé tomar su chaqueta y casi caí en pánico cuando advertí que se iría.

- ¿Ya te vas? – pregunté un poco desesperado había albergado la posibilidad de pasar con ella estas largas horas de espera.

- No necesitas chaperona, mis días como tal llegaron a su fin, tan sólo piensa las cosas y confía en tu corazón, dale un beso a mi ahijado y otro a la madre

Me grito desde la puerta y yo me sonreí. Esperé gran parte del día mirando televisión y comiendo palomitas de maíz, era frustrante y desesperante no tenerlo cerca, me había acostumbrado tanto a su risa e incluso a su llanto que la casa sin él se sentía vacía, sin vida. Mi ansiedad se disparaba cuando pensaba que tal vez podía ocurrirle algo, que cayera o se lastimará y que Bella no pudiera manejarlo, de pronto me puse a pensar que tal vez no había sido buena idea que ella se lo llevará completamente sola, mal que mal Anthony no la conocía, para él ella era una extraña.

Todos parecían confabular para poner a prueba mi sistema nervioso, insistentemente no dejo de sonar mi teléfono en todo el día y cada vez que sentía el repiqué del teléfono saltaba del susto pensado que podía ser Bella para mi buena suerte ninguna fue de ella, sino de mi hermana Alice que parecía presentir que Bella había vuelto a nuestras vidas.

- Seguro que no tienes nada que contarme

- No Alice, nada.

Le había dicho y quería mantener a mi familia al margen de esto al menos hasta que entre ella y yo arregláramos nuestras diferencias. Finalmente el cansancio me venció después de almuerzo y me quede dormido en el sofá con la televisión prendida, comencé a soñar con Bella y el escaso momento de "pareja feliz y enamorada" que habíamos tenido durante su embarazo. Unos días después de que la dieron de alta, yo había flaqueado en mi decisión y había estado a punto de haber desistido de mi plan.

Sentí como deslizo sus manos por mi pecho acurrucando su cuerpo contra él mío, su tibieza me hizo desearla de una forma desgarradora, sin mediar consecuencia de mis actos ni pensarlo me giré y la abrace más fuerte contra mí.

Estaba dormida y se veía realmente preciosa, el embarazo le había dado un magnetismo que no podía explicar pero me sentía cada vez más atraído por ella de una manera casi asfixiante

Por qué todo tiene que terminar así – me pregunté quitando el mechón de su cabello de su rostro y empecé a cuestionarme que tal vez la había juzgado precipitadamente, tenía que sacar ese repudió que sentía de mi corazón – Alguien que ama no puede odiar, no debe odiar – me dije para convencerme que estaba a tiempo de retractarme. Ella me amaba, estaba embarazada de mi hijo que más pruebas quería, sabía en el fondo de mi corazón que ella había cometido esa locura desesperada pero que ahora estaba conciente de su error.

Me acerque a sus labios y la besé despacio pero el beso se fue volviendo desesperado en cuestión de segundos, ella se despertó cuando sintió mis manos recorrer su cuerpo acariciándola, en un abrir y cerrar de ojos quité atropelladamente el pijamas para dejarla completamente desnuda.

Quería sentir su cuerpo tibio y suave contra él mío, quería hacerla mía esa noche y que gritará mi nombre. Quería comprobar que aún había una posibilidad de salvar este amor.

Tiré de la polera y la boté al suelo, deslice su pantalón por sus caderas hasta las rodillas y finalmente lo saque, sentí sus manos hacer lo propio con mi pantalón y separé sus piernas con mi cuerpo. Aún besándola me introduje en ella y sentí como un gemido enérgico se escapo de sus labios

- ¿Estás bien?

Le pregunté preocupado y desconcertado porque solo hacia cuatro días que la habían dado de alta, tal vez era demasiado pronto, disminuí el ritmo y quise retractarme y detener lo que yo mismo había comenzado pero sus piernas se aferraron a mi cuerpo y abrió sus ojos, respiraba entrecortado.

- Estoy bien no te detengas

Susurró mientras me besaba el cuello y ante su contacto apreté mis ojos conteniendo el gemido que estaba a punto de escaparse, cómo podía ser capaz de planear y confabular con su madre y luego hacerle el amor descaradamente sin remordimientos.

La amaba con locura pero también la odiaba por tratar de acabar con algo que habíamos diseñado y hecho ambos. Quitando mis propios fantasmas aceleré el ritmo y cuando sentí su orgasmo colapse en su pecho.

- Te amo

Me susurró aún mirándome con esos ojos enamorados que no había visto en mucho tiempo, ella había tomado la decisión que yo tanto le había pedido hasta unos días atrás. El problema era que ahora era demasiado tarde.

El timbre de la puerta me trajo de regreso a la realidad y me saco del país de los sueños. Me levanté medio atontado y abrí la puerta somnoliento. Bella traía a nuestro hijo durmiendo en su regazo, lo tomé entre mis manos y camine con él hasta la que era su habitación, Bella me siguió. Lo tendí en la cama y le quite la ropa y los zapatos, la cara de felicidad estaba dibujada en el rostro lo que me sobrecogió, lo arropé y le bese la frente.

Ella se acerco he hizo lo mismo y salimos de la habitación. El silencio llego y era realmente incomodo, ciertas imágenes de aquella noche saltaron a mi mente al mirar su cuerpo y me sonroje como un colegial, traté de ocultarlo pero fue imposible. Habían pasado cuatro años pero ella seguía siendo tan hermosa como antes, incluso más lo que me dolía ¿Cómo habían cambiando nuestras vidas tan radicalmente? reflexioné.

- ¿Dejarás que lo vea mañana?

Me preguntó tímidamente y asentí

- Daré tu nombre en su escuela para que puedas ir a buscarlo, ten esta es la dirección

Agregue entregándole un papel que había preparado con el nombre de la escuela a donde asistía nuestro hijo, el nombre de la maestra, el teléfono y mi teléfono celular también. Ella sonrió cuando se percató de eso.

- ¿Tu novia no se pondrá celosa, si yo te llamo?

Me preguntó curiosa y advertí en sus ojos un tejo de ilusión, una esperanza que acallo la seriedad y la rabia que inundo segundos después sus hermosos ojos marrones.

- No

Fue todo lo que le conteste y no estaba preparado para confesarle entre otras cosas que no había podido reemplazarla, que había tratado por todos los medios de hacerlo para olvidarla y seguir con mi vida pero nadie había funcionado. Nadie había despertado en mí, en mi corazón, ese sentimiento que ella había despertado desde el primer momento que se había cruzado en mi camino. Habían sido varias y no pretendía ser un santo, esa cama había tenido muchos inquilinos pero ninguno como ella, había tenido sexo muchas veces pero solo con ella había hecho el amor.

- Creo que será mejor que me vaya

Exclamó incomoda por la forma en que estábamos mirándonos, se acercó a la puerta, la abrió y se giro sobre si misma, nuestros rostros quedaron frente a frente, nariz con nariz, su respiración se agitó y lo noté porque exhalo profundo, usualmente lo hacía cuando estaba nerviosa o ansiosa por algo.

- Buenas noches Bella

Me despedí en un susurró y ella asintió lentamente con su cabeza sin decirme nada, estábamos pegados mirándonos, examinándonos, mi rostro se acerco en piloto automático estrechando la distancia entre nosotros y ella rompió el contacto visual de improviso justo cuando de forma arrebatada quise besarla. Me quedé con los labios extendidos y a medio abrir cuando ella salio de mi departamento cerrando la puerta tras de sí.

Dude por unos segundos pero finalmente me convencí que entre nosotros dos no podía ni debía pasar nada porque había mucho daño persistente aún, así que camine hasta la sala de mi departamento agotado y aún pensando en que verla había removido todos esos sentimientos ocultos y que con justa verdad y tal y como había dicho Tanya aún sentía.

Distraído mientras buscaba el control remoto de la televisión para ver una película, mi vista notó un bulto entre el cojín y el brazo del sillón. Me acerque y al tomarlo me percaté que era su cartera y no había estado conciente cuando la dejó allí, no alcance siquiera a pensar en correr hasta el ascensor para devolverla cuando el timbre volvió a sonar.

Caminé ansioso hasta la puerta para abrir y devolverle lo que había dejado olvidado. La miré y le ofrecí su bolso sosteniéndolo en el aire, ella se acerco tomándolo entre sus manos, algo en mi mente cruzo como un relámpago y en un acto incontenible tiré del bolso atrayéndolo hacía mi cuerpo con la intensión de que ella se acercará. Cuando estuvo cerca, sus ojos me miraron sorprendidos y siguiendo sólo al instinto estrelle mis labios contra los suyos abruptamente, mis labios lucharon de forma caprichosa entre ellos para poder hacer el beso más intenso y su hálito inundo mi boca de forma embriagadora. Cerré la puerta del departamento automáticamente haciendo que entrará, tiré su cartera al suelo y si mucho pensamiento la conduje hasta mi dormitorio. En el camino le quité la ropa que estaba estorbando y ella hizo lo mismo con la mía desenfrenadamente y estaba claro que no estábamos pensando sino que guiándonos solo por instintos reprimidos por mucho tiempo.

Para cuando estuvimos frente a la cama estábamos completamente desnudos, baje mis manos hasta sus muslos y ella dio el brinco necesario cruzando sus piernas en mi cintura. Bese su cuello y luego su hombro, mientras ella jugaba con sus dedos en mi pelo como solía hacerlo, sin pensarlo la apreté contra la pared y la hice mía como tantas noches había fantaseado.

Sus gemidos eran como música para mis oídos y estaba embrujado haciéndole el amor. Nuestras respiraciones estaban erráticas y poco profundas, la bese frenéticamente hasta que sentí su cuerpo estremecerse contra él mío. En se minuto me separé de ella rompiendo el beso y quería verle la expresión de su rostro mientras llegaba al orgasmo.

Su piel estaba llena de sudor y no dejaba de temblar entre mis brazos. Me iba a separar pero ella apretó sus piernas contra mi cuerpo aferrándose a mí, permanecíamos unidos de pie, recargue mi cabeza contra su pecho y ella me abrazó aún más fuerte. Sentí como beso mi cabello, aún tratando de regularizar su respiración.

Sí definitivamente antes sólo había tenido sexo, ella era la única capaz de hacerme el amor, temerosamente comprobé que aún la amaba, la amaba como el primer día que la conocí y en ese minuto fue como si nunca hubiera pasado nada entre nosotros, como si los años no hubieran pasado, como si nunca la hubiera lastimado en la forma en que lo hice.

Cargue su cuerpo hasta mi cama mientras nos besábamos y deposite su cuerpo tibio y suave sobre las cobijas. Me acurruque a su lado y la tape como lo había hecho tantas veces luego que hiciéramos el amor antaño. Entrelazamos nuestras manos y nos quedamos así quietos, a pesar que extrañamente mi corazón y mi alma estaban en paz y felices un tejo de aprensión inundo mi mente y no pude evitar cuestionarme ¿qué iba a suceder con nosotros después de esto?



miércoles, 15 de diciembre de 2010

Conquistando tu Amor

CAPÍTULO II

EDWARD POV

El tiempo pareciera haberse detenido en ese momento, yo no podía dejar de mirarla mientras ella avanzaba hacia nosotros.

- Mmm, Edward, cierra la boca dice Emmet y suelta una carcajada, al darse cuenta a quien estoy mirando

- ¿Quién es? le pregunto, pero no alcanza a contestar, justo en ese momento la diosa pasa por nuestro lado, sonríe y saluda con un gesto de cabeza y sigue avanzando.

Quedo totalmente plasmado en mi lugar, oh, esa sonrisa, ese olor a fresas que desprendía su cuerpo, quedó rondando en el aire, nunca había visto una mujer más hermosa que ella, de estatura media, más o menos1.62, cuerpo esbelto, pero curvilíneo, una delicia.

Trato de recomponerme, ya que Emmet aún reía de mi cara

- Amigo qué te pasó, nunca habías visto una mujer, jajaja, se reía Emmet

- NO como esa, le respondo sinceramente, mientras sigo la trayectoria de aquella mujer que me tenía embobado, estaba llegando a una mesa donde había un grupo de jóvenes, los saluda y un joven de la mesa la saca a bailar, en ese momento ella se saca la chaqueta de cuero que llevaba puesta y casi se me salen los ojos de las cuencas, ya que queda con un micro top que le cubre apenas los pechos, que por cierto son mmmm, magníficos, no excesivos, pero si contundentes, sigo con mi análisis, cintura bastante pequeña, jeans bastante ajustado a la cadera y botas largas negras con un taco alto, y woww el trasero, simplemente hecho en el olimpo, groseramente irreal, cómo puede una cintura tan angosta sostener ese trasero perfecto, redondo, duro, una delicia, y su espalda¡¡¡¡¡¡OH, ESA ESPALDA!!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡ES ELLA!!!!!!! En ese momento llega a la pista y se suelta el cabello. Si, es ella, es la mujer de mis sueños, por fin la vi. Y si apenas la vi entrar en la discotheque la erección en mi pantalón hizo acto de presencia, ahora estaba vuelta loca, cada segundo que la miraba mi pantalón se achicaba más.

- Emmet aún estaba a mi lado y al ver que no le podía quitar los ojos de encima a la diosa, interviene.

- Amigo, jamás la mires detenidamente, no te conviene

- Ah?

- Que no la mires así, te vas a obsesionar y no es recomendable

- ¿Por qué no?, Emmet mírala es la mujer más hermosa, mira ese cuerpo

- Bueno si quieres, mira ese cuerpo todo lo que quieras, al fin de cuentas es lo único que podrás hacer.

- Co..cómo dices?

- Eso mismo, a esa mujer nadie la toca así como muchos quisieran, esa mujer es la fiera y es inalcanzable amigo, además que no se de cuenta de cómo la miras, porque esa mujer es capaz de sacarte los ojos.

- La fiera? Emmet, estás exagerando, cuando nos saludó se veía muy dulce y amigable

- Para, para Edward, se lo que te digo y si no quieres acabar con el corazón roto o recluido en el manicomio, no te le acerques, esa bondad que percibiste es dirigida solamente a los conocidos como yo y a los pocos amigos que tiene, que son muyyyy pocos, esos amigos están conformado por Quil, su mejor amigo de toda la vida, jacob y marco, esos son lo únicos hombres que pueden tocarla sin salir dañados.

- No entiendo Emmet, explícate mejor

- Edward, esos tres hombres que te nombré son los únicos que ella permite que la toquen, tocar en el sentido de hacerle a veces un cariño, saludarla con un beso en la mejilla, tocarle un hombro para hacerle notar algo, cosas así, a los demás apenas los saluda o tolera, aunque………

- Aunque qué?

- Mmmm, nada edward, mejor es verlo por uno mismo, la fiera es un ser complicado de entender, si te das cuenta ella está bailando con ese tipo, ¿pero vez que el tipo la toque o roce de alguna manera?, aunque por la cara de estúpido que tiene se muere por hacerlo.

- No , no lo hace, me doy cuenta. Me quedo pensativo analizando esta nueva información y efectivamente el tipo se moría por tocarla, pero no lo hacía, empiezo a mirar a mi alrededor y todos los tipos la estaban viendo bailar de esa forma tan seductora, pero nadie la había tocado, ni saludado, mmmmm, que raro

- Ves? Dice Emmet, ella es un imán para los hombres , porque créeme no conozco a nadie que no la mire con deseo, pero al mismo tiempo ella los repele, ha creado como un escudo alrededor de ella. AH mira justo ahí vienen sus amigos y ves el cambio con respecto al tipo con el que está bailando.

- En ese momento se acercan dos jóvenes y ella enarca una ceja y el joven con el que está bailando sale de combate inmediatamente, los dos amigos la abrazan y besan sus mejillas y ella les sonríe y baila con ellos, en ese baile si hay roce, aunque debo decir que bastante poco para el tipo de movimientos que ella hacía, era un baile bastante sensual y ella se mueve pecaminosamente, las manos me empiezan a sudar y envidio a los chicos que tienen ese derecho a tocarla.

- Emmet se ríe con mi descubrimiento y me dice te lo dije, pero eso no es nada, espera a que la veas con Quil, su amigo de toda la vida, él tiene más derecho por así decirlo.

En ese momento un joven pasa por nuestro lado y nos saluda, Emmet nos presenta, Edward quiero presentarte a Quil, el joven me extiende la mano y se la doy, en ese momento se escucha una voz melodiosa.

- Quil!

Todo pasó muy rápido, el joven se da media vuelta y extiende los brazos y mi diosa corre hacia él y se funden en un abrazo que me destrozó. El chico la levanta por la cintura y ella rodea sus largas piernas alrededor de la cintura de él, todo en mis narices, se besan en las mejillas y ella ríe como una niña pequeña en la mañana de navidad, su risa es tan hermosa, su voz es como el canto de los ángeles, mientras sus cuerpos giran unidos, el cabello de mi diosa roza mi mejilla, es suave, con esa fragancia a fresas, cierro los ojos ante ese delicioso aroma, escucho como aun ríe emocionada, abro mis ojos para no perderme detalle de mi diosa ahora que está tan cerca de mí, tan cerca que siento su calor corporal atravesando mi cuerpo. Ella mira en mi dirección y abre los ojos como plato y quedamos prendados en una mirada intensa, ella se baja de los brazos de su amigo sin perder contacto conmigo.

- Hola Bella, la saluda Emmet

- Hola Emmet, dice mi ángel de la seducción, pero no aleja la mirada de mi, me encuentro en el momento más excitante de mi vida, sólo con una mirada de ella.

- Hola me dice, me llamo Bella

Yo le sonrío y en contra de lo que me había dicho Emmet, me hago el desentendido y me acerco y deposito un beso en la comisura de sus labios – Edward Cullen, mucho gusto. Una corriente de electricidad recorrió desde mis labios a través de todo mi cuerpo al rozarla. Ella me miró atónita por mi atrevimiento, distingo en sus ojos el desconcierto y un poco de ira, pero no dice nada, asiente con la cabeza y se marcha, avanza unos pasos y se vuelve a mirarme y dice – nos vemos y se aleja. Se dirige nuevamente hacia la pista de baile con su amigo Quil y comienzan a bailar. Esta vez si que hubo roce, la canción era bastante sensual y el chiquillo le tenía agarrada la cintura y pegada a su cuerpo, mientras los movimientos pélvicos que ambos realizaban me tenían al borde, pero lo peor fue cuando la canción se intensificó y el chico empezó a recorrer con sus sucias manos a Bella, soltó una mano de su cintura y empezó a recorrerle el cuello, tocando con dos dedos los huesos en la base de su garganta, para luego bajar hacia su abdomen, su espalda y la apegó más a él, a mi me corroía la rabia y apretaba los puños con fuerza, decidí que era mejor dejar de mirarla porque estaba a punto de sufrir una combustión espontánea, debo reconocer que estaba furioso, los celos me cegaban, pero para ser franco a esa mujer era un placer verla, aunque fuera con otro y con su bailecito caliente el pantalón me molestaba cada vez más.

Pedí un trago en la barra, a los pocos minutos se acerca mi diosa y pide una botella de agua, nos quedamos nuevamente mirándonos y recorre su mirada analizándome completamente, sonríe, al parecer le gusta lo que ve.

- eeeeh, Edward quieres bailar, lo pide sonriendo y mordiendo su labio inferior nerviosamente.

- Claro, vamos le contesto decididamente, aunque estoy nervioso y sobre todo excitado, nos acercamos a un costado de la pista y veo a Emmet a unos metros bailando y me hace señas con las manos y cabeza de que no baile con ella, pero lo ignoro.

- Sabes bailar este ritmo de música, me pregunta – Se que no eres de acá, se te nota a lo lejos. Yo me encojo de hombros, la verdad nunca había bailado estos ritmos.

- Bueno, no te preocupes yo te enseño dijo riendo suavemente.

Tomó mi mano y la situó en su cintura, me apegó a su cuerpo y comenzó a moverse sensualmente, yo estaba en la gloria, su piel era tan suave y no tardé en recorrer su espalda, cintura, me dejé llevar por el deseo que esta mujer despertaba en mi cuerpo, la estrecho aún más a mi y al verla cerrar los ojos de placer me inclino y entierro mi cara en su cabello deleitándome con su aroma, la música continúa, nos seguimos moviendo, rozando nuestras pelvis y me atrevo a besar su cuello, el lóbulo de su oreja, mordisqueándolo levemente, Bella suelta un gemido lleno de pasión y pierdo la compostura, la agarró más fuertemente de su cintura y con la otra mano agarro su nuca y la beso desesperadamente. Ella me devuelve el beso con un erotismo digno de pasar a la historia y empieza a recorrer mi cuerpo de forma pecaminosa, acariciando primero mi espalda, luego recorriendo mis hombros con desesperación. Nos separamos un poco para tomar aire y nuestros pechos se agitaban violentamente, la pasión desenfrenada nos recorría todo el cuerpo, aunque podía atisbar un dejo de duda e incredulidad en los ojos de mi diosa de la pasión. Estaba mordiéndose nuevamente los labios nerviosamente, me tomó de la mano y nos condujo debajo de una escalera que estaba bastante oscuro al otro lado de la pista. Se giró para mirarme, aunque la luz era escasa, podía sentir que estaba sonrojada y nerviosa, pero yo no podía más, quería tocarla, hacerla mía, que siguiera gimiendo sobre mi boca. El deseo pudo más y ella me rodeó el cuello entrelazando sus finos dedos en mi cabello, yo la impulsé a mis brazos y ella rodeó sus piernas en mi cintura, no me di cuenta en que momento Bella estaba contra la pared en ese estrecho lugar, nuevamente mi boca se deslizó por su cuello, mi lengua empezó a bajar por la base de su cuello, llegando al escote de su micro top, donde su respiración era tan agitada que parecían que sus pechos saldrían en cualquier momento liberándose de esa pequeña prenda, esa mujer me tenía loco. Bella arqueó su espalda a sentir mi lengua en el borde de su top y no resistí más, empecé a rozar su entrepierna contra la mía, mi erección era tanta que ella al sentirla empezó a jadear y a mover su pelvis contra la mía, al sentir la deliciosa fricción me aventuré y por encima de la tela empecé a tocar sus senos, me di cuenta de que no llevaba sujetador y eso encendió más mi pasión, sus pezones de pusieron erectos a mi toque y los empecé a pellizcar, mientras devoraba fieramente su boca.

- Ohh, Edward…..te deseo tanto, hazme tuya, dijo Bella con voz cargada de pasión y yo frenético con escuchar mi nombre en sus labios y como si fuera un quinceañero casi exploto en ese momento. Estaba a punto de preguntarle si sabía de algún hotel donde llevarla cuando escucho…

- ¡¡BELLA!!

Nos separamos y vemos a Quil a escasos centímetros de nosotros con cara de espanto

- Llevo buscándote harto rato, le pregunté a Emmet y me indicó que estaban por aquí, pero ¿qué te pasa Bella? Emmet dice que este hombre es nuestro nuevo profesor.

- ¿¿QUÉ?? Preguntamos los dos al mismo tiempo y nos miramos incrédulos.

- Vamos, te sacaré de aquí Bella. La empezó a alejar de mi.

- Espera, dije saliendo un poco de mi estupor

- Noooo, gritó Quil, aléjese de ella

- Yo, yo no sabía dije en mi defensa. Bella estaba como en shock, levantó su cara para mirarme y pude notar que las lágrimas surcaban su rostro.

- Ahora ya lo sabe, volvió a gritar el chico y se llevó a mi diosa y yo quedé como un estúpido, parado, solo y excitado por una mujer, que no era una mujer, era una niña y era, era mi alumna.

martes, 14 de diciembre de 2010

Esposa de un Jeque

Capítulo 11

Bella sintió las palabras de Edward como una flecha clavada en su pecho. -No veo sólo lo negativo -replicó, preguntán dose si sería verdad.

Edward supo que estaba mintiendo.

-Tú no valoras nuestro matrimonio por un pacto que ya no tiene nada que ver con nuestras vidas. Y buscas excusas todo el tiempo para justificar tu desconfianza y la falta de valor que le das a nuestro matrimonio.

-¡Yo no quito valor a nuestro matrimonio!

¡Cómo se atrevía a decir aquello! ¡Ella lo amaba! Era él y su padre quienes habían infravalorado su ma trimonio.

-Yo no he quitado valor a nuestro matrimonio ni te he pedido el divorcio el día siguiente a nuestra boda. Yo no te he negado el placer de mi cuerpo ni el calor de mi corazón. Tú estás enfadada porque el amor no fue el motivo de mi proposición de matrimonio. No obstante tú que has profesado tu amor por mí, me has amenazado con deshonrarme delante de mi pueblo. ¿Qué clase de amor es éste?

-Yo... -ella no sabía qué decir.

Edward decía la verdad, pero no había sido la debili dad de su amor la causa de que hubiera hecho ciertas cosas, sino la fuerza de su dolor. El sentimiento de re chazo... Pero él no la había rechazado nunca.

-Ahora estás ahí sentada seguramente planeando decirme que no te toque. Da igual que seas mi esposa. A ti no te importa que yo me esté muriendo de deseo por ti. Seguramente te gusta la idea de hacerme sufrir.

-No. Yo...

-Te olvidas fácilmente de la intimidad que hemos compartido...

-No es fácil -gritó ella.

-Te he prometido ser sincero. ¿Crees que no me rezco lo mismo?

-No miento.

-¿Piensas compartir mi cama?

-Sí.

Ella había decidido hacerlo. Prefería hacerlo a ser seducida por Edward de todos modos y demostrarle que no podía reprimir su deseo por él.

Edward la miró con un brillo de deseo que la quemó.

-Espera.

Edward se detuvo.

-Tengo que darte esto -le dio el manto de la cabeza.

-¿Por qué?

Ella respiró profundamente y luego exhaló muy lentamente.

-Me compraste con un permiso de excavación...

Sintió que tenía que dejar las cosas claras entre ellos.

Le había llevado tiempo decidirlo, pero debía ha cerlo antes de entregarse a Edward nuevamente.

Cuando él fue a protestar, ella lo acalló.

-Si aceptas este oro -señaló el manto-. Te estaré comprando. Así estamos en igualdad de condiciones.

Edward no comprendía.

-¿Es importante para ti? ¿Que estemos en igualdad de condiciones?

-Sí.

-Y si acepto tu dote, ¿será así?

Ella asintió.

Edward extendió la mano para recibir el oro.

-Espero que a ti te satisfaga tanto el intercambio como a mí.

Ella le entregó el manto.

Luego se desabrochó el cinturón de oro de sus ca deras y lo dejó caer.

Edward se quedó quieto. Sólo le clavó la mirada.

Ella se quitó el atuendo hasta quedar desnuda.

Sus pezones estaban duros de deseo. Y se endure cieron más al sentir la mirada de su esposo en ellos.

Toda su piel estaba sensible.

Caminó hacia él y las pequeñas campanitas del col gante que llevaba al cuello sonaron con cada paso. Por primera vez no se puso colorada. Estaba decidida.

Cuando llegó hasta su marido le dijo:

-Déjame que te desvista.

Bella le quitó el turbante. Le acarició el cabello . Sintió que sólo ella tenía derecho a ver a aquel hombre de aquel modo en Jawhar y se deleitó con ese pensamiento.

Él la ayudó a que le quitase la túnica. Bella le acarició el pecho.

Le llamaron la atención sus pezones varoniles. Su deseo aumentó, e instintivamente los acarició.

Al tocarlos, se pusieron duros inmediatamente y ella sintió el placer de hacerlo reaccionar de aquel modo.

-Sí. Tócame. Muéstrame que me deseas tanto como yo te deseo a ti.

Las palabras de Edward aumentaron su deseo y la determinación de hacer lo que él le decía. Se inclinó hacia adelante y lamió cada uno de los pezones; luego hizo círculos con la lengua, saboreando su piel salada y aspirando la fragancia masculina de su cuerpo.

-El aire del desierto te ha convertido en una tenta dora.

Ella sonrió y tomó uno de sus pezones con la boca hasta que él gimió de placer.

Luego tiró del cordón de la cintura del calzoncillo blanco y lo desató. Lo único que sujetaba su ropa inte rior era el cuerpo de ella encima del de él.

-Quítatelos.

-¿El haberme comprado te da derecho a darme ór denes como a un esclavo? -preguntó Edward con hu mor en los ojos.

Ella supo que estaba bromeando, que no estaba ofendido.

-Por supuesto -respondió ella.

Él alzó las cejas y la miró con aire de depredador.

-Entonces tú también eres mi esclava.

Bella tragó saliva. El juego estaba tomando un curso inesperado y se estaba poniendo nerviosa.

-Sí -respondió.

Edward no dijo nada; pero la dejó quitarle la prenda.

Ante sus ojos apareció una piel satinada y dura dán dole la bienvenida.

El recuerdo de sentirlo dentro de ella era excitante, sintió Bella.

—Quítate la ropa que te queda —le ordenó él.

Ella se estremeció de deseo.

Lo único que le quedaba protegiéndola de él era un trozo pequeño de encaje.

Pero ella no necesitaba protección de él. Ahora, no. Ella deseaba lo que iba a suceder.

Se quitó las braguitas, .

-Ven conmigo -dijo Edward.

Ella se acercó a él. Tanto que la punta de su masculinidad le rozó el estómago.

Edward le tomó la mano y la llevó hasta su sexo.

-Tócame -le pidió.

Ella llevó su mano hasta él con dedos temblorosos. La dureza tibia de su piel satinada la fascinó y la acari ció en toda su longitud. Él dejó escapar un sonido in coherente de deseo y echó hacia atrás la cabeza.

Ella siguió acariciándolo y llevó su pulgar hasta la punta. Él se estremeció y le pidió:

-Más.

Fue una orden y un ruego imposible de desobedecer.

Y lo siguió acariciando más y más.

De pronto Edward le tomó la mano y le dijo:

-Suficiente -tomó aliento y agregó-: Ahora me toca a mí.

¿Tocarla?, se preguntó ella.

-Ser el que dirige -le aclaró Edward.

Ella sonrió.

-Llévame a la cama -le pidió a él.

Él no lo dudó. La alzó en sus brazos y la llevó a la cama que estaba en el centro de la habitación. Edward se arrodilló con ella en brazos encima de la colcha. Bajó su cabeza y la besó.

Aquel beso le llegó hasta dentro de su ser.

Edward era su marido y lo deseaba, y siempre lo de searía.

Edward le besó el cuello.

-Te necesito, Edward.

Él la quemó con la mirada.

-Te he deseado desesperadamente...-dijo él.

-Ahora me tienes.

-Sí. Te tengo. Jamás te dejaré marchar.

Bella no quería pensar en el futuro. Quería concentrarse en el presente. Lo besó apasionadamente.

El calor de su lengua la invadió y enseguida el beso se hizo devorador y carnal.

Edward le hizo el amor con las manos, con su boca y finalmente con su cuerpo. Cuando explotó dentro de ella, Bella lo acompañó con su propio estallido de placer.

Luego permanecieron con sus cuerpos entrelaza dos, sudorosos.

Edward se desembarazó de sus brazos y ella protestó con un gemido.

-Shhh, pequeña gatita. Sólo quiero que estés có moda.

Edward la arropó con su cuerpo y con la colcha de seda. Había apagado las luces y soltado las cuerdas de la cortina que rodeaba la cama, aumentando la intimi dad entre ellos.

Bella se arrebujó contra él.

-El nombre de pequeña gatita te va bien. Te acurru cas como un gatito, feliz de calentarte con mi piel.

-Me haces sentir pequeña.

-Sólo en tu recuerdo eres una Amazona gigante.

Ella besó su pecho.

-Lo sé. Pero me gusta cómo me haces sentir.

No sólo la hacía sentir pequeña, sino protegida y mimada.

-Me alegro de que sea así.

-¿Cuánto tiempo estaremos aquí? -preguntó ella jugando con el vello de su pecho.

-Podemos irnos a nuestro hogar de Kadar cuando quieras.

-¿No se sentirá ofendido tu abuelo si no nos queda mos más tiempo?

Habían planeado estar un tiempo corto en el palacio del rey Aro y unos días con el pueblo de su abuelo.

-A él le gustaría que nos quedásemos el tiempo su ficiente para que yo sea el jinete de su camello favorito en las carreras.

-¿Cuándo son las carreras?

-Dentro de dos días. Participarán otros dos campa mentos.

-A mí no me importa quedarme, si a ti te apetece hacerlo -dijo ella.

Le gustaba su hermana y le parecía fascinante la forma de vida beduina.

-Me gustaría quedarme -él la abrazó.

-¿Vas a enseñarme a montar a camello?

-¿Estás segura de que quieres aprender? Parecías muy nerviosa esta mañana.

-Se movía la silla. Y creí que se podía caer.

-Yo no te expondría a ningún riesgo.

Por primera vez ella sintió que aquel extraño en el que él se había convertido, no era un extraño en abso luto. Era Edward. Un hombre complejo, con muchas fa cetas. A veces duro, otras protector y tierno. Pero en esencia el hombre del que ella se había enamorado. Su jeque.

Bella se lo pasó muy bien los días siguientes.

Rosalie era una compañía maravillosa. Le había en señado los movimientos básicos de las danzas orienta les mientras Edward compartía el tiempo con su abuelo. La siguiente lección fue aprender a montar en camello, algo más difícil.

Le dolían los muslos del ejercicio, pero la danza se los agilizó. Y los masajes de Edward aquella noche completaron su recuperación.

El bailar y el montar a camello no fue lo único que aprendió en el campamento. Edward también le enseñó todas las noches todo el placer que su cuerpo era capaz de experimentar. Cuando estaban haciendo el amor, a ella le resultaba fácil olvidarse de los verdaderos moti vos por los que se había casado.

Mientras Bella disfrutaba observando a su ma rido y a Emmet disputarse el primer puesto en la ca rrera, parecía ajena por completo al acuerdo de su ma trimonio.

-No sabía que los camellos podían moverse tan rá pidamente.

Rosalie se rió.

-Soy magníficos, ¿no crees?

-Pero, ¿qué pasa si los camellos se tropiezan? ¿Y si tira a Edward?

Rosalie se volvió a reír.

-¿ Edward?

-Es un hombre como cualquier otro, de carne y huesos que puede romperse.

-Cuidas mucho a mi hermano, ¿no? -preguntó Rosalie, seria.

-Sí -admitió Bella, sin dejar de mirar a los ca mellos de la carrera-. Lo amo. Por eso me casé con él.

-Me alegro. Creo que él se lo merece.

Bella se asustó al ver que Edward hacía un mo vimiento con el camello que lo ponía en peligro.

Rosalie la tranquilizó.

-Es un gran jinete. Casi siempre gana la carrera, para pesar de mi marido. No está mal que Emmet no gane siempre.

Bella se rió.

Rosalie se rió también.

-No soy desleal, pero mi marido se pone insufrible después de ganar una carrera.

-La arrogancia es una característica de la familia, ¿no?

Sabía que Emmet y Edward eran primos.

-Sí.

-¿Así que quieres que sea yo quien sufra el sín drome de marido insufrible, no?

-Creo que mi hermano ya se considera el ganador. Está muy satisfecho de que seas su esposa.

Dos horas más tarde, Bella y el ganador de la carrera de camellos subieron a un helicóptero.

Edward le tomó la mano y no la soltó durante todo el viaje.

La primera vista que tuvo del palacio de Edward fue desde el aire. El palacio de Jawhar era impresionante. Tenía cúpulas en el techo y una arquitectura totalmente oriental.

El helicóptero aterrizó en un valle a varios metros del palacio. Los hombres de la guardia privada del rey Aro los esperaban para llevarlos al palacio.

Edward quiso mostrarle el palacio.

No era tan grande como el de su tío, pero era impre sionante también.

Tenía una cúpula de cristal como techo de una sala que formaba el observatorio. Estaba lleno de libros acerca de las estrellas. Algunos estaban en inglés, otros en francés y otros en árabe.

Pero lo que más le llamó la atención fue un telescopio en el centro de la sala, colocado sobre una mesa. Era un telescopio de George Lee e Hijos en perfectas condiciones.

Bella se acercó a él como si la atrajera un imán, con la mano extendida para tocarlo.

-Es hermoso.

-Sabía que te gustaría.

Ella lo miró.

-Creí que habías fingido tu interés por los telesco pios para que tuviéramos algo en común.

-El telescopio era de mi padre. Él tenía pasión por ellos. Pero al final me empezaron a interesar sincera mente, más allá de considerarlo una forma de acer carme a ti.

Cuanto más tiempo pasaba con él, el motivo por el que se habían conocido parecía tener menos importan cia. Ella sabía que ése había sido su plan cuando la ha bía secuestrado.

-¿Vas a seguir yendo a las reuniones de la Sociedad de Telescopios Antiguos conmigo? -preguntó Bella.

-Me gustaría hacerlo.

Ella sonrió.

-Quiero darte este telescopio como regalo de boda. A mi padre le habría gustado que una aficionada a su hobby fuera quien lo tuviera, sobre todo su nuera.

-No sé qué decir.

El le tomó las manos y agregó:

-Dime que lo aceptas.

Ella sintió que aceptarlo era como aceptar la perma nencia de su matrimonio. ¿Estaba preparada para ha cerlo?

Daba igual lo que sintiera él por ella. El asunto era la vida con Edward o la vida sin él. Por otro lado, estaba la posibilidad de estar embarazada. Era pronto para sa berlo. Pero no podía quitarse la sensación de que po dría estarlo.

Pero aun sin un bebé, en los últimos días había co nocido lo rica que era la vida con Edward. ¿Realmente quería volver a su vida anterior sin él?

-Has luchado fuertemente para que este matrimo nio se mantenga -dijo ella.

-Jamás te dejaré marchar.

-Mi opinión también cuenta, Edward.

Edward se dio la vuelta y con un movimiento vio lento le dijo:

-¿Cuándo dejarás de discutir por esto? Tú eres mi esposa. No te dejaré marchar. Tú eres la madre de mis hijos. Podrías estar embarazada incluso ahora. ¿No lo tienes en cuenta cuando piensas en dejarme?

—No he planeado nada.

Bella se puso una mano en el vientre y sintió cierta ternura.

-¿Crees que podría estar embarazada de verdad?

-Si no es así, no será porque yo no lo haya inten tado.

-Parece que estás dispuesto a todo para mantener nuestro matrimonio.

Él le había prometido fidelidad, honestidad, y que consideraría sus deseos por encima de otras considera ciones. Era más de lo que muchos matrimonios tenían, pensó. Y según Rosalie, el amor venía después. Aun así, no había ninguna garantía de que él llegase a amarla.

Y si la amaba, ¿qué garantía había de que lo si guiera haciendo? Edward era un marido que cumplía sus promesas siempre...

-No quiero terminar nuestro matrimonio. No quiero dejarte -dijo ella, por fin.

Edward le sonrió. Parecía muy feliz. No podría serlo si ella no significase algo para él.

Bella le dio la mano.

-Podemos seguir practicando a ver si fundamos una familia, ¿no?

Él se rió fuertemente. La llevó al dormitorio y vol vieron a compartir otra noche de amor.