Capítulo Décimo Tercero: El Precio
Fue mi madre la que abrió la puerta, cuando me vio sus ojos se abrieron como platos y se llenaron de lagrimas, sin que pudiera evitarlo me abrazo, me quede petrificada, no estaba preparada para que sentir su cuerpo calido ni el aroma de su sangre que era embriagador, por lo que mi cuerpo se tenso automáticamente, mi garganta comenzó a quemar y sentí el sabor de la ponzoña en mi lengua, tuve que hacer mi mejor esfuerzo para alejarme de ella de forma sutil.
- Bella… cariño estas bien.
Balbuceo sin sentido y apretó mis brazos con sus manos, como comprobando que mi cuerpo estaba entero, nisiquiera noto lo evidente, mi piel era tan fría como la nieve pero a ella pareció no importarle, me miraba con un amor incomprensible, tan infinito que podría haberme perdido en él, pero su emoción cambio y sus ojos flamearon ira cuando divisó la silueta de mi acompañante.
- Hola Renée.
saludo Edward saliendo de la penumbra, sentí una opresión en mi estomago, como si hubiera un hoyo en mi interior, las manos comenzaron a temblar cuando sentí el grito ahogado de Charlie que empujo a mi madre para abrir completamente la puerta.
- ¿Qué demonios hace este hombre aquí? ¿Te has vuelto loca Bella?.
Chillo con la cara morada por la rabia.
- Papá… mamá… porque no nos calmamos un momento
Dije titubeando, puse inconcientemente mi cuerpo delante de Edward en un intento de protegerlo a él de mi enfurecido padre.
Lo siguiente que paso fue inevitable, Charlie, sin siquiera escucharme se abalanzo sobre Edward para propinarle un golpe, en una situación normal eso me hubiera parecido cómico, pero ahora era pavor lo que estaba sintiendo. Mi padre se fracturaría la mano de seguro y eso no iba ayudarnos en nada. Edward lo esquivo lo mejor que pudo y mi padre se tropezó en los escalones.
- Papá por favor, sólo danos unos minutos… tienes que escucharnos…
Suplique mientras lo sujetaba de la camisa, en un intento vano de detenerlo, pero él no estaba dispuesto a conservar la condura, con esa actitud pude constatar de donde había provenía lo maniaco homicida oculto en mí. Edward permanecía tras de mí tratando de evitar lastimar a mi frágil y poco tolerante padre.
- ¡Suficiente!
Intervino mi madre intentando controlar la situación.
- Charlie se que estas…
Comenzó a decir Edward su voz era calmada, estaba tratando de parecer persuasivo pero estaba claro que no iba a funcionar esta vez, como desee que Jasper estuviera ahí.
- ¡No te atrevas a dirigirme la palabra, tú menos que nadie!... te voy a partir la cara… cretino…
Grito histérico, su rostro estaba desfigurado, los ojos estaban inyectados de sangre, parecían salírsele de las orbitas. Pensé que iba a ocurrir una desgracia cuando en forma oportuna Phil intervino apartando a Renee y empujando a Charlie dentro de la casa por el pecho.
- Ya esta bien Charlie, creo que Bella tiene algo que decirnos y es mejor que la escuchemos.
Le hizo ver, me dio una mirada de reproche por lo que estaba sucediendo, pero le agradecí en el alma, que al menos él hubiera mantenido la cordura.
Un silencio sepulcral invadía la casa, estábamos en la cocina y el único ruido era él que hacía mi padre contra la silla, la pateaba levemente, mostrando así su descontento con la situación cada medio segundo. Mi madre estaba sentada a su lado, su vista estaba al frente perdida, tenía los brazos apoyados en la mesa, sus manos estaban entrelazadas.
Phil permanecía al otro lado de mi padre, parado con los brazos cruzados a la altura del pecho, su posición era estratégica, por sí había que agarrarlo para evitar que la pelea comience otra vez. Yo estaba parada frente a ellos y Edward permanecía a mi lado, de pronto busco mi mano para tomarla, pero yo la retiré, en un afán de no hacer que mi ya irascible padre volviera a caer en la furia.
- ¿Y bien… a que debemos el honor de tu visita?
Preguntó finalmente mi padre, su voz estaba cargada de un acido sarcasmo.
- Papá por favor...
Suplique, Renée levanto la vista y se concentro en nosotros
- Tu padre tiene razón… como quieres que reaccionemos… no te hemos visto en cinco años… desde el día que huiste del hospital…
Pero mi padre estaba demasiado impaciente para esperar su turno para los reproches.
- Te lo dije… estudiando medicina, que va! Mediana mentira… se escapo para irlo a buscar… no puedo creer que no tengas dignidad Bella, después de todo lo que te hizo.
Gruño entre dientes mientras apretaba sus puños.
- No fue así papá… no es lo que tu crees…
Comencé a explicar mientras me acercaba a ellos.
- ¿Ah no?… mírate… mírale sus ojos… está no es nuestra hija, este hombre la ha transformado en un monstruo.
Chillo ofuscado quitándome la vista de encima.
Me tense ante expresión proferida por Charlie, era macabro ver que sus palabras no distaban mucho de la verdad, sin tomarle el peso mi padre había descubierto la verdad en medio segundo, claro no había sido Edward quien me había transformado en un monstruo, pero aún así el estaba en lo correcto, yo no era su hija. Baje mi vista pero mi madre se acerco a mí, levantando mi barbilla para poder ver mis ojos.
- ¿Qué te ha sucedido?
Me preguntó finalmente arrugando su frente, me aleje de ella instantáneamente y les dí la espalda, no iba a ser fácil, que se supone que iba a decirle, como iba a explicar a mi atolondrada y cariñosa madre que ya no estaba viva, al menos no de la forma que ellos quisieran. Aguarde unos momentos y fue Edward quien comenzó a hablar.
- Sé que he causado mucho dolor con mi presencia aquí y no es menos cierto que también lo he hecho en el pasado, pero he decir en mi defensa que todo lo que hice fue pensando en el bienestar de Bella.
- ¡Por favor!, no insultes nuestra inteligencia.
Rebatió Charlie mirándolo colérico.
- Es cierto papá… Edward sólo trataba de protegerme.
Agregue mirándolo a los ojos.
- Bonita manera de hacerlo.
Aportillo golpeando la mesa.
- Yo lo amo.
Las palabras se escaparon de mis labios, miré a mi madre en un intento desesperado de mostrarle mi verdad, porque sí había alguien que pudiera entenderme en aquella habitación era justamente ella, la miré esperando que pudiera ver en mis ojos aquel intenso amor que sentía por el hombre a mi lado, su expresión cambio, deslizo su mirada hacia Edward y luego de vuelta a mí de pronto parecía que estaba leyendo mi mente.
- ¿Por que has venido hoy?
Me pregunto en un susurró
- Hay tantas cosas que debo decirles, tantas cosas que me gustaría confesar, pero no sé si me creerán o si están preparados.
- Parte por el principio.
Me animo su expresión estaba cargada de amor y comprensión, ya no estaba molesta, pude constatar que seguíamos conectadas de una manera especial, ahora era el turno de ella de escucharme tal y como yo lo había hecho en muchas ocasiones en el pasado.
- He cambiado
Comencé a decir mi padre hizo una mueca, yo miré a Phil
– Supongo que en eso consiste madurar
Agregue no muy segura del juego de palabras que debía utilizar
– Lo cierto es que Edward es el hombre que amo y con él deseo pasar el resto de mi vida. Se que tal vez ustedes no lo entienden, pero yo lo he perdonado, y ahora quiero que confíen en mi.
Esto último lo dije mirando a mi padre, me acerque y busque sus manos, pero este las alejo
– Por favor Papá – susurré dejándolas extendidas. Mi padre se levanto y se acerco a Edward.
- Te odio como nunca jamás pensé odiar a nadie… incluso maldecirte mil veces no sería suficiente, pero puedo ver que tu castigo será otro, y saber eso me conforma
Hizo una pausa y se volteo a mirarme
– No has venido a pedir mi autorización, porque se que ya has tomado una decisión, eres una mujer adulta y puedes estar con quien te apetezca, pero no esperes que yo este de acuerdo, no seré testigo de tu destrucción, esta vez estas sola y espero de todo corazón que hayas tomado la decisión correcta.
Su tono era nefasto como si presagiará una muerte, suspiré y enterré mi cabeza en mis manos, de pronto mi felicidad estaba quebrándose a pedazos. Todo este tiempo había pensando que mi mundo de mortal podía permanecer ahí siempre y coexistir con mi nuevo mundo inmortal, que mis padres estarían para siempre pero hoy había constatado que no era así, las palabras de Edward hicieron eco en mí
– mi mundo no te conviene Bella – había dicho hace cinco años atrás, hasta entonces no había comprendido el significado de esas palabras, yo siempre había creído sin dudar en este mundo misterioso, hasta mitológico en cierta medida, y había querido abrazarlo a penas había conocido a Edward, pero claro no había contado con que no todos los humanos quieren lo mismo
– las personas tienden a alejarse de nosotros, porque ven el peligro – había explicado una vez más mi amado prometido, y yo una vez no había creído.
Esta noche, mi padre me había comprobado que para estar con el hombre que amaba debía pagar un precio, y ese era justamente este, perder a mis padres. Iba a ser difícil caminar por el pasillo del altar sin Charlie a mí lado, y mucho más doloroso no tener a mi amada madre aquel día, pero la decisión estaba tomada, esta era la vida que yo había deseado debía ahora asumir que no iba a haber un final feliz.
martes, 28 de junio de 2011
Vida: Dulce Inmortalidad
Publicado por anita cullen en 12:56
Etiquetas: Vida : Dulce Inmortalidad
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1 comentarios:
ah me da tristeza por Bella aunque debo admitir que el ultimo razonamiento fue el mas apropiado para la salud de su familia, espero que todo salga de la mejor manera.
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