Dark Chat

martes, 23 de noviembre de 2010

Tan Lejana Como Una Estrella

hello mis angeles hermosos !!! chicas aqui les dejo el epilogo de este hermoso fic , mil disculpas a todas por subirlo hasta ahora , pero con eso de q he andado muy ocupada en estos ultimos meses ps se me fue el avion , les mando mil besitos a todas y muchas gracias por seguir el sitio

Angel of the dark
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EPILOGO

BELLA POV

"¡Edward! ¿A dónde me llevas?" – pregunté, sin poder evitar reír, mientras me veía jalada por aquel muchacho de cabellos color cobre

"Espera un momento y lo veras" – afirmó, sin dejar de caminar.

Todo aquello se me hacía realmente extraño. Podía sentir como mis pasos iban por superficies nada uniformes y unas cuantas ramas tronaban al ser pisadas por mis pies. Estaba segura que, de no haber sido por que Edward me llevaba muy bien sujetada de ambas manos, hubiera estampado mi rostro en el suelo, desde hacía mucho.

¿Qué le pasaba a mi novio – esposo? ¿Acaso, durante los cuatro años que llevábamos juntos no se había percatado que yo carecía completamente del sentido del equilibrio? A mi nariz comenzó a llegar un olor peculiar… muy fresco y húmedo. Fruncí el ceño y planté mis pies – lo más firmemente que pude – sobre la tierra para no dar ni un paso más.

"¿Qué ocurre?" – preguntó Edward

"No pienso caminar hasta que no me digas en dónde estamos y a dónde me llevas" – sentencié, esforzándome por mantenerme seria. Escuché como una pequeña risita salía de sus labios.

"Vamos, Bella, es una sorpresa"

"Sabes que no me gustan las sorpresas" – recordé – "Aparte, ¿Es necesario el tener que caminar con este pañuelo cubriéndome los ojos?" – me llevé las manos hacia el negro trapo, para poder arrebatármelo, pero, unas fuertes manos lo impidieron al instante.

"Falta poco" – prometió – "Solo dos minutos más"

Bufé, a modo de respuesta y crucé mis brazos sobre mi pecho. Sabía que era una actitud demasiado infantil pero ¡Vamos! Llevaba caminado alrededor de sesenta minutos – tropezando a cada treinta segundos – y con un trapo privándome de todo tipo de vista… ¿Qué esperaban? Edward podía ser un hombre completamente esplendido pero yo tenía mis límites…

"Bella, por favor" – suplicó, con aquel sonido suave y persuasivo de su voz con el que, sabía, me lograba convencer rápidamente.

Bien. Supongo que había mentido: ciertamente, yo no tenía límites para amar a ese muchacho…

Suspiré, de manera resignada, y dejé que me siguiera guiando.

Paramos al poco tiempo – tal y como él había prometido – y sentí como su cuerpo se situaba detrás de mí y, mientras una mano se enrollaba en mi cintura, la otra se dirigía hacia mi rostro para despejar mi vista.

"Sorpresa" – musitó, mientras mi mandíbula caía ligeramente y mis ojos no podían despegarse de aquella hermosa vista que tenían al frente.

Era el prado, nuestro prado, pero no era el mismo. Una mesa redonda y con un mantel blanco se ubicaba en el centro, a la luz de dos velas y la luna llena, que parecía una enorme bola plateada, adornaba el escenario de manera sorprendente – casi como si hubiera sido acomodada en aquel lugar de manera intencional .

"¿Te gusta?" –

"Es hermoso" – susurré.

Sus brazos me tomaron entre ellos y me llevaron cargada hacia una de las dos sillas que acompañaban a la mesa.

"¿Recuerdas? Hoy hace cinco años que te conocí. Justamente este día, entré a tu casa a trabajar"

Bajé la mirada ante el recuerdo que venía a mi mente. Si, era tan claro, tan real, como si hubiese sido ayer. El día en que, saliendo de aquel lujoso y caro instituto, busqué el carro con el que, usualmente, me iban a recoger y, de pronto, encontré a un ángel de ojos verdes.

"Supongo que los primeros meses te hice sufrir mucho" – admití, al evocar todas nuestras peleas, nuestros encuentros, nuestros arrebatos, nuestros insultos.

El rió y sus manos tomaron las mías.

"Me salvaste la vida"

"No, tu salvaste la mía" – discutí – "Siempre estuviste ahí, cuidándome a pesar de lo poco cordial que era… Me enseñaste muchas cosas que desconocía"

Me miró por un breve momento. Sus ojos brillaban como el fuego fundido que nunca – ni con el paso de los años – se extinguiría.

"¿Bailamos?" – preguntó

"No hay música"

"Eso se puede solucionar" –

Se puso de pie y me jaló hacia un lado. Enrolló sus brazos en mi cintura y yo puse mis manos sobre su hombro. Comenzó a balancearse, de derecha a izquierda, con movimientos lentos y pausados. Yo recosté mi cabeza sobre su pecho y cerré mis ojos. El silencio que se levantó fue reconfortante, mejor que cualquier otra música que hubiera podido haber para la ocasión. Solamente los grillos hicieron su pequeña y discreta orquesta… y yo, comencé a repasar todo lo vivido.

No era una mentira al decir que Edward había salvado mi vida – lo seguía haciendo – Nuestra historia fue algo que jamás me imaginé. Una historia que, a muchos, les parece simple, pero, solo nosotros sabemos lo complicada que fue. Las pruebas se pusieron una tras otras. Nuestros enemigos nos pegaron con fuerza: el orgullo, la envidia, el miedo, la ambición, los celos, el engaño… pero, hay un dicho que es muy cierto: "lo que no te mata, te hace más fuerte"… Y Edward y yo somos la muestra clara de ello.

Cinco años desde que nuestra historia había dado inicio…

Me resultaba un poco difícil de creer.

Tenía mucho que agradecer al destino por haber escrito mi vida de esta manera. No me arrepentía de nada en ella. Había conocido a gente maravillosa y a amigos inigualables. Había conocido a Rose y a Emmett – quienes, por cierto, serían padres en pocos meses – Había conocido a Jasper y Alice, que se casarían en tres semanas. Jasper había podido levantar una pequeña empresa de computadoras, la cual tenía muy buen éxito y Alice, tenía poco, había comenzado a estudiar ballet, gracias a una beca que se había ganado en una escuela de arte.

También, por muy extraño que parezca, agradecía el haberme encontrado en el camino a Heidi… sin ella, no hubiera podido tener el valor de enfrentar a mi madre y, sin ella, no estuviera aquí, entre los brazos del hombre al que tanto amo y amaré. Ni Edward ni yo le guardábamos rencor. Sabíamos que las cosas caerían por su propio peso y así fue. Claro, su final no fue tan fuerte como en las películas, donde los villanos terminan desfigurados, masacrados, destripados, en la cárcel o qué sé yo. No, su historia no terminó de forma tan dramática, y doy gracias por ello, ya que, tal vez, con su nueva forma de vida, aprenda un poco de lo que no sabe del mundo real.

Su final, lo reduciré en una sola línea:

Los señores Hale estafaron a su familia y, prácticamente, los dejaron en la calle.

Eso es todo...

Y, olvidándome de ella, mejor regreso al personaje principal de mi historia: el chico de ojos verdes, cabello cobre, rostro pálido y angulado, sonrisa torcida y voz suave y varonil: Edward Cullen... o, mejor dicho Dr. Edward Cullen. Mi novio – esposo había terminado, tenía un año, la universidad y, tras ofrecer su servicio social en el hospital de Forks, le habían contratado por su buen desempeño en él. Ahora, nos encontrábamos viviendo en un pequeño departamento, un poco a las orillas de la ciudad, y yo me encontraba estudiando el segundo año de Diseño Grafico, además de trabajar, por las tardes, en la empresa de Jasper.

Se preguntaran qué pasó con Renne y Charlie, pues, desgraciadamente, ya nunca me buscaron. Tampoco sé mucho de ellos por que se fueron al extranjero tiene años, pero, espero que se encuentren bien. Al fin de cuentas, son mis padres, mi sangre, no les puedo guardar ni el más mínimo resentimiento. Aunque he de admitir que me decepcionaron. Nunca creí posible que las personas que te trajeron a la vida te pudieran dar la espalda de una manera tan rotunda.

Pero, no importa.

Eso solamente comprueba mi hipótesis de que los finales felices no existen del todo. Nunca habrá un "vivieron felices por siempre", como se muestran en los cuentos de hadas. Mi vida junto a Edward aún tenía muchos caminos y retos que superar, pero, estábamos juntos para afrontar lo que se viniera… eso sí que era cierto.

"Bella, ¿En qué piensas?"

"En todo lo que hemos pasado…En mi vida pasado y en la actual"

"¿La extrañas?"

"Para nada" – contesté con la verdad.

Definitivamente, no extrañaba, ni un poco, todos los lujos que me llenaban en aquella ostentosa casa. Por nada dejaría de vivir en mi pequeño departamento. Ni loca renunciaría a todo lo que tengo en este momento al lado de Edward.

Si bien, esta historia no termina con una Bella siendo inmensamente rica, al lado de Edward Cullen, el exitoso empresario, y sus amigos multimillonarios a un lado de su mansión… de una cosa estoy completamente segura…

… Los finales reales son mucho mejores….

La vida no siempre es color rosa. Ella te tiende barajas sobre la mesa y, en muchas ocasiones, tienes que sacrificar algunas cosas para ganar otras mejores. A veces, no es así. No siempre puedes ganar, así como tampoco siempre vas a perder… Y, sobre todo, no todos contaran con la misma suerte que la mía. Yo, a lo único que tuve que renunciar, fue a una vida llena de innecesarias comodides y riquezas y gané, a cambio, al hombre perfectamente creado para mí. Él único capaz de complementarme y acompañarme el resto de mi destino.

Habrá ocasiones en las cuales harás grandes sacrificios y obtendrás tu recompensa después de mucho tiempo. O, peor aún, nunca obtendrás nada a cambio. Pero así es la vida: un juego de azar a la cual te tienes que enfrentar días tras días y, en su campo de batalla, tienes dos opciones: O morir fracasando, o aprender madurando…

Nuestro vals paró cuando Edward separó sus brazos de mi cintura

"¿Qué pasa?" – pregunté y, al segundo siguiente, lo tuve de rodillas frente a mí, sacando una pequeña cajita de terciopelo negro

"Isabella Swan ¿Te quieres casar conmigo?"

"Pensé que ya estábamos casados" – respondí, con una sonrisa, la cual él correspondió del mismo modo

"Supongo que no nos haría daño una segunda boda más real, en donde seas tú la que este vestida de blanco y no yo"

Me incliné y acomodé mis rodillas en el suelo, quedando frente a frente. Le tendí mi mano y él deslizó el anillo en mi dedo corazón

"¿Aceptas ser mi esposa, por segunda vez?"

"Claro que si. Acepto las veces que tu quieras" – respondí y sus manos buscaron mis mejillas y sus labios se acercaron a los míos, uniéndose en un delicado beso.

EDWARD POV

"¡Edward!" – escuché que exclamaba Bella desde la sala. Abandoné los oficios que estaba revisando y corrí hacia ella

"¿Qué pasa?" – pregunté, un tanto nervioso

"Ayúdame a ponerme de pie, por favor" – pidió, tendiéndome una de sus manos hacia el frente. Apreté mis labios para no estallar en una carcajada. Era tan curioso ver a mi esposa con su enorme panza. Ella se dio cuenta y me dedicó una mirada envenenada al mismo tiempo en que su ceño se fruncía – "¿Te quedarás viéndome o me ayudaras?" – preguntó, me manera brusca

"Lo siento" – dije, soltando una risita. La jalé hacia al frente, con delicadeza y, en cuanto estuvo de pie, dio media vuelta, me manera indignada, y me mostró la espalda.

Reí otra vez, sin poderlo evitar y rodeé su cuerpo con mis brazos

"Siempre luciras hermosa, así enojada" – susurré, cerca de su oído mientras mis manos acariciaban su estomago con delicadeza.

Ella bufó, como respuesta, y se mantuvo firme en su resolución de ignorarme. Besé dulcemente su mejilla.

"Te encanta recibir mimos, ¿Verdad?" – inquirí y sentí como, muy a su pesar, soltaba una risita.

Caminé para situarme frente a ella

"Ay" – gimió y, otra vez, me sobresalté – "Pegó una patadita" – explicó, con una sonrisa, para tranquilizarme.

Me hinqué para quedar a la altura de su estomago y, después de enrollarlo entre mis brazos, recargué mi cabeza sobre él. La mano de mi esposa acariciaba dulcemente mis cabellos y yo no paraba de depositar pequeños besos sobre su vientre. A los pocos minutos, Bella volvió a tomar asiento y yo la acompañé, sin despegar mis oídos de aquel bebé que venía en camino…

Cerré mis ojos y me dejé inundar de aquella paz tan infinita que sentía al estar ahí, sentado en mi pequeña casita, al lado de mi Bella y de mi hija – a la cual llamaríamos Rennesme, en nombre de Esme y Renne, aunque de esta ultima, teníamos años tras no saber de ella – frente a nuestra chimenea y escuchando como la constante e interminable lluvia de Forks, caía allá fuera, bañando nuestro diminuto jardín.

Bella paseaba sus dedos sobre mi rostro y cabello y, de un momento a otro, comenzó a cantar una nana. Las pataditas de nuestra bebé cesaron y yo comencé a quedarme dormido.

Y, entre sueños, seguía siendo dichoso…

Mi nombre es Edward Cullen, soy un hombre de veinticinco años de edad y esposo de Isabella Swan, la mujer más maravillosa que pudiera existir para mi alma y que, dentro de poco, me regalaría el tesoro más preciado que pudiera recibir.

Jamás creí poder sentirme tan completo y feliz…

No imaginé que mi eterna historia de amor comenzaría cuando, a fin de mi adolescencia, comencé a trabajar en una lujosa mansión y me enamoré de aquella pequeña muchachita engreída, con rostro de ángel y mirada endurecida, a la cual, mis ojos contemplaron como alguien lejano, resplandeciente e imposible… como una estrella.

Una estrella, la cual bajó desde su cielo solamente para permitirme acariciarla. Una estrella que se enamoró de su mendigo admirador, y fiel amante, y renunció a su lugar para bajar a la tierra y hacerme compañía. Una estrella la cual, aún con el paso de los años, siempre me iluminaría con su luz, salvándome de cualquier posible tiniebla que me pudiera llegar a envolver…

FIN



1 comentarios:

Malas conductas. Buenas soluciones dijo...

me encantaaaa!!! d verdad gracis por subirlo es super bonitooo!!!