Cap.19.SORPRESA
JASPER POV
Estaba esperando a Alice, recostado en mi carro y jugueteando ansiosamente con las llaves a causa de unos incontrolables e irracionales nervios. La conciencia me había regresado por completo, aunque un leve mareo nublaba mi vista de vez en cuando. Mamá había llamado al chofer para que fuera por ella y por mi hermana, ya que yo me había excusado con la mentira de que unos amigos me habían invitado a una pequeña fiesta.
Sentí un hormigueo recorrer mi cuerpo cuando la vi acercarse. En lugar del uniforme, ahora traía una sudadera negra que le quedaba demasiado holgada y, además, estaba descolorida y malgastada, al igual que sus pantalones de mezclilla. Aún así, Alice se veía hermosa, para una gracia tan inmensa y natural como la suya, las poses, los lujos y los arreglos sobraban. Bastaba con ese par de grandes, negros e intensos ojos, enmarcados por sus espesas pestañas rizadas, para quedar prendado por la inocente belleza que demostraba su rostro.
Tan idiotizado estaba, que no fue hasta que habló, cuando me percaté de que la idea de acompañarme no le hacía gracia alguna.
"Espero que ya no estés ebrio, no estoy dispuesta a estamparme contra un árbol solo por tus necedades" – sonreí ante la acidez de sus palabras. ¿Cómo le hacía para herirme tan fuertemente mi inmaculado orgullo? No. No era el orgullo lo que me lastimaba, era algo más…
"Ya no estoy borracho" – aseguré y pude leer la duda plasmada en sus pupilas – "¿No me crees?" – ella negó levemente – "déjame demostrártelo" – pedí
"¿Cómo?" – preguntó con indiferencia. Miré a todos lados en menos de dos segundos, la casa de los Swan ya estaba en tinieblas y las calles solas, solo un vagabundo se lograba distinguir a lo lejos.
Incliné mi rostro hacia el suyo y ella automáticamente dio un paso hacia atrás. Volví a sonreír ante su implacable rechazo
"No es lo que piensas" – dije y ella bufó con ironía – "confía en mí" – rogué mientras me volvía a acercar – "solo quiero probarte que no estoy ebrio"
"¿Besándome?" – replicó ella con acritud. Negué con la cabeza
"No" – aseguré – "confía en mí" – volví a pedir y ella pareció creer en mis palabras por que no protestó cuando puse mis manos en sus brazos y posicioné mi rostro a pocos centímetros del suyo. Me perdí en el mar negro de sus ojos y, soplé ligeramente con intención, para que pudiera sentir que mi aliento estaba libre de cualquier olor a alcohol. Ella cerró sus ojos al inhalar mi exhalación y sus labios se entreabrieron levemente.
Y, aunque le había asegurado que no le iba a besar, no me pude contener. Mis labios exigieron los suyos, los aclamaron, y yo no pude controlar semejante y angustiante deseo de sentir el calido sabor de su boca en la mía. Mis manos, que sostenían sus delgados brazos, se movieron hacia sus mejillas, en donde su piel era aún más suave y lisa.
Me sentí dichoso al notar que no me rechazaba, y mis labios se movieron de manera más ansiosa cuando me percaté de que sus dedos estaban entrelazados en mi cabello y que su boca se abría completamente a la mía. Jamás había sentido tal torrente de emociones recorrer mi cuerpo. Sentimientos tan fuertes, que provocaron un ligero temblor en mis piernas y el desbocado palpitar de mi corazón.
Pero todo bueno, termina pronto, y debí de haber supuesto que todo esto era demasiado magnifico si de Alice se trataba, claro, ella no tardó mucho en poner sus manos sobre mi pecho para apartarme bruscamente.
"¡Esto es el colmo!" – gritó entre jadeos
"Perdóname" – imploré mientras controlaba mi respiración
"¿Por qué? ¿Por qué siempre haces lo mismo?" – quiso saber - "¿Qué pretendes? ¿Acaso no puedes hacer otra cosa que no sea insultarme o besarme sin motivo alguno?"
"Alice, yo…"
"Si no mal recuerdo, hoy en la mañana me dijiste que me llevarías a tu cama, si así tu lo desearas" – interrumpió - "pero, como para ti, soy una chiquilla mugrosa, no ibas a perder el tiempo conmigo" – me miró fijamente con la furia incrustada en sus pupilas, esperando a que dijera algo, y, al notar que yo era incapaz de emitir sonido alguno, prosiguió – "¿Fue eso lo que me dijiste o no?" – preguntó con firmeza
"S… si" – dije. ¿Acaso tenía algún caso negarlo? Esas habían sido mis palabras. Palabras las cuales, Alice no se merecía en absoluto
"¿Entonces, por qué estas aquí?" – cuestionó – "¿Por qué no me dejas en paz y vas en busca de esa mujer de sociedad, tan diferente a mí?"
"Por lo mismo" – respondí – "por que no eres igual a todas ellas… por ese motivo me cuesta tanto alejarme de ti" – sonrió tristemente mientras negaba ligeramente con su cabeza. Me pregunté que estaría pensando
"Sé que tengo excusa para disculparme por lo que te dije hoy en la mañana" – continué – "pero déjame tratar de remediarlo"
"¿Por qué no le dejamos las cosas tal como están?" – propuso – "creo que es lo más sensato… dudo mucho que una persona como tu sea capaz de sentirse comprometido con alguien como yo… ¿Por qué no simplemente, dejas de molestarme?"
Dejar de molestarla, ¿Eso era yo para ella? ¿Una molestia? Me negué a creer eso. Me negué a decir "si". Me negué con obstinación. No la iba a dejar tan fácilmente. Alice se había convertido en mi obsesión, en una obsesión enfermiza e inexplicable, la cual me estaba comenzando a volver loco.
"No" – dije con firmeza – "intenta con algo más que eso no dará resultado"
"¿Qué ganas con seguirme?" – atajó y me encogí de hombros ante su respuesta. ¿Qué ganaba? Ni yo lo sabía. Era como preguntarle a un drogadicto el por qué de su adicción. Podrían haber muchas respuestas y ninguna de ellas sería algo completamente razonable o cierto.
"Dame una oportunidad, Alice" – supliqué – "dime que puedo hacer para ganarme tu confianza… quiero ser tu amigo"
"Un amigo no ofende" –
"No lo haré más" – prometí – "dame… danos una oportunidad" – volví a repetir – "déjame conocerte mejor y conóceme, verás que no soy la persona que tu piensas"
Alice dirigió su mirada hacia sus pies y yo esperé, por eternos segundos, su respuesta.
"No doy segundas oportunidades" – advirtió y una extensa sonrisa se dibujó en mis labios
"No te voy a fallar" – juré mientras la abrazaba fuertemente
"¡Tranquilo!" – calmó mientras deshacía la cárcel de mis brazos – "los amigos respetan el espacio personal" – recordó y, aunque dolido por la condición, asentí.
Haría todo lo necesario por tener a Alice a mi lado.
EDWARD POV
Acababa de salir de clases de genética e iba caminando junto con Emmett al edificio "D", en donde recibiríamos la materia de Bioquímica. Llevaba todos mis libros y mi carpeta en el brazo, puesto que mi mochila se había roto el fin de semana y dudaba el comprarme una en un par de meses.
"¿Quieres que te ayude?" – ofreció Emmett al verme y no me negué. Le entregué uno de los libros más gruesos y sentí un alivio tremendo, seguido de un adormecimiento, en mi extremidad. Hice una mueca de dolor ante la sensación torturante de cosquilleo – "Tenemos diez minutos libres" – recordó mi amigo – "¿Quieres ir a comprar algo para desayunar?"
"Te acompaño" – dije y nos dirigimos hacia una pequeña tienda ubicada a las afueras de la universidad.
"¿No tienes hambre?" – preguntó al ver que me quedaba parado justamente en la entrada del local
"No" – mentí. Claro que tenía hambre, el problema era que no tenía dinero, el poco ahorro que me había quedado, lo había gastado el fin de semana en la playa y faltaban varios días para que la señora me pagara.
"No has desayunado" – señaló – "y son las diez de la mañana… ¿Cómo es posible que no tengas hambre?" – me encogí de hombros como respuesta, sabía que, dijera lo que dijera, no iba a convencer a mi amigo de mis palabras, Emmett entrecerró sus ojos y, sin decir más, se adentró en la tiendita.
A los pocos minutos salió con dos sándwiches y dos refrescos
"Si no lo aceptas, te golpeare" – amenazó mientras me tendía los alimentos. Me sentí avergonzado mientras buscaba las palabras adecuadas para negarme – "Edward, me duele tu rechazo, ¿lo sabías?" – preguntó con teatral dramatismo, arrancándome una sonrisa pese a lo incomodidad – "¡Vamos, no pienso comer solo!" – dijo mientras estiraba más su mano hacia mi dirección.
"Gracias" – dije sinceramente por mí y por mi estomago. Caminamos de regreso a la entrada de la escuela, cuando nos encontramos a Victoria, junto con unas amigas. – "Hey, ¿Qué tal chicas?" – saludó Emmett
"¡Emmett, Edward!" – exclamó la pelirroja mientras se apresuraba a saludarnos – "Es bueno verlos" – comentó mientras me dedicaba una mirada sinuosa
"¿Qué hacían?" – pregunté para tratar de distraerla – "se veían entretenidas en algo"
Victoria y sus amigas rieron con sorna, antes de contestar
"Parece que unas barbies se salieron de su vitrina" – dijo mientras indicaba con la mirada a qué se refería. Dejé caer el sándwich cuando la vi.
¿Eran ellas?
"Rose" – murmuró Emmett con el mismo timbre de voz que yo hubiera usado de haber podido hablar.
Si. Definitivamente eran ellas: Rose y Bella
"¿Las conocen?" – preguntó Victoria con incredibilidad. Emmett y yo nos limitamos a asentir mientras comenzábamos a caminar hacia ellas.
Por sus expresiones, tal parecía que aún no nos habían visto. No era de sorprenderse el que se mostraran asustadas. Podía apostar que era la primera vez que pisaban, solas, un terreno tan diferente al que ellas estaban acostumbradas.
Obviamente, esta universidad no tenía un imponente y lujoso portón como entrada, ni alumnos portando uniformes inmaculados y de telas finas, tampoco había lujosos carros a orilla de la carretera, ni chóferes esperando por alguien.
Estaba seguro que, en toda la facultad, Emmett era el único que pertenecía a una posición económica alta (y no lo daba a demostrar), por lo tanto, aquellas dos muchachas desentonaban terriblemente con sus uniformes, como yo lo hubiera desentonado si, con las ropas que llevaba puestas en ese instante, me hubiera ido a parar al instituto al que ellas asistían.
"Bella" – llamé y la chica giró al escuchar mi voz, pude darme cuanto como la tranquilidad y felicidad suplantaban el terror en su delicado rostro.
"¡Edward!" – exclamó mientras casi corría hacia mi. Se lanzó a mis brazos, los cuales la recibieron plenamente
"Bella, ¿Qué haces aquí?" – pregunté mientras depositaba un tierno beso sobre sus cabellos
"Te… te vine a ver" – dijo y se separó un poco para poder verme a la cara – "¿Te molesta o…?"
"No, no" – me apresuré a decir y sonreí por lo tonto que había sido al no saber que, seguramente, Bella iba a mal interpretar mi pregunta – "No es eso, amor ¿Cómo crees que puede molestarme el verte?" – inquirí mientras volvía a hundir mi rostro en sus cabellos – "solamente, no me esperaba esto… ¿Acaso no tuviste clases?"
"Nos costó un poco el saltar la barda… Rose se rompió la falda y yo me lastimé la rodilla"
"¿Qué cosa?" – pregunté alarmado mientras me separaba de ella – "¿Cómo que te saltaste la barda, Bella?" – el rostro de mi novia se enrojeció y bajé la mirada hacia su rodilla, la cual estaba cubierta por la larga falda tableada, con cuadros grises y negros
"Déjame ver qué tanto te lastimaste" – pedí mientras me inclinaba y levantaba la tela para dejar descubierta aquella parte de su cuerpo que me importaba – "¡Bella!" – exclamé al ver la enorme y fresca herida en su rodilla derecha - "vamos a la enfermería para que te cure" – dije mientras la levantaba entre mis brazos, haciendo caso omiso a sus replicas
"¿A dónde van?" – quiso saber Rose y Emmett.
"En seguida regresamos" – anuncié – "vamos a la enfermería"
"Edward, no es necesario" – discutió Bella entre mis brazos. Sentí como varias miradas curiosas se posaban en nosotros mientras cruzábamos la plaza cívica. En cuanto llegamos a la enfermería, la deposité suavemente en una de las sillas y pedí en la recepción un botiquín de primero auxilios
"Esto te va a arder un poco" – le advertí mientras preparaba un algodón con agua oxigenada y alcohol. El corazón se me encogió al levantar la vista y percatarme de que Bella estaba llorando – "¿Te duele mucho?" – pregunté mientras llevaba mis manos hacia su rostro – "Trataré de no lastimarte" – prometí y ella negó con la cabeza
"No lloro por eso" – esperé a que continuara – "lloro por que… por que solo te vengo a causar problemas"
"Bella" – susurré incapaz de creer lo que había escuchado – "¿cómo puedes pensar eso, amor?... no sabes lo alegre que me siento de tenerte aquí, conmigo… pero me atormenta el hecho de que te hiciste daño, solo por venir a verme"
"Entonces… ¿no te molesta el que yo haya venido hasta acá?"
"Claro que no, tontita" – murmuré mientras limpiaba con la yema de mis dedos las gotas que caían por sus suaves mejillas – "al contrario: me siento dichoso que hayas estado dispuesta a venir a un lugar el cual, estoy seguro, te resulta desagradable, solo por el hecho de verme" – sonrió ante mis palabras y me acerqué para rozar ligeramente sus labios
"¿Es necesario?" – preguntó al ver que me inclinaba para curarle la herida
"Tienes que ser fuerte" – aconsejé mientras acercaba el algodón a su rodilla y ella comenzó a lloriquear mientras enterraba sus uñas en mi brazo y yo reía, realmente divertido por lo frágil que resultaba ser.
"¡Listo!" – exclamé mientras me incorporaba, incapaz de borrar la sonrisa de suficiencia que se me había dibujado en los labios.
"Monstruo" – acusó con mirada asesina y después, miró fijamente la gasita que le había puesto en la herida, con gesto un tanto arrogante
"Es necesario" – confirmé mientras volvía a besarla.
"¿Seguro que no habrá nadie en tu casa?" – quiso asegurar mi novia mientras caminábamos hacia allá
"Mi mamá esta en tu casa, al igual que mi hermana; mi papá esta en la carpintería, y Jacob y Seth, en la escuela"
"¿Quién va por ellos?"
"Mi mamá, en cuanto sale de trabajar" – informé – "la escuela es algo así como una guardería, en cuanto las horas escolares terminan, abren nuevas actividades, las cuales se expanden y son para los niños que, al igual que mis hermanos, sus padres trabajan hasta tarde"
Seguí contándole a Bella un poco más sobre mi familia, hasta que llegamos a mi casa…
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Cap.20.ARTE CULINARIO
BELLA POV
"Si, mamá… estaré ahí antes de que anochezca…" –
"Isabella, que no se te olvide que no es momento de estar tanto tiempo fuera de casa, tenemos visitas" – recordó mi madre al otro lado de la línea, mientras yo ponía mis ojos en blanco y hacía una mueca, con la cual arranqué una pequeña sonrisa de los labios de mi novio
"Si, estaré ahí lo más pronto posible" – mentí – "No necesitaras a Edward, ¿cierto?..."
"Supongo que no" – contestó mi madre de mala gana
"Entonces, te veo después" – dije antes de colgar. Miré a mi novio y con una sonrisa triunfal en mi rostro, anuncié – "Todo está arreglado"
Edward rió
"Eres una maestra de la mentira" – señaló mientras me tomaba de la mano y comenzábamos otra vez a caminar. No dimos muchos pasos más para llegar a la casita que ya antes había visto. Edward se detuvo frente a la puerta, sacó un juego de llaves y abrió – "adelante" – indicó con un gesto en la mano y una sonrisa amable. Le sonreí antes de aceptar y ya estando ahí, no pude evitar viajar mi mirada por toda la estancia.
Pequeña, sencilla…. pero hermosa. Exactamente como él y su familia solían ser.
"Toma asiento, por favor" – alentó y me dejé caer sobre el desgastado y suave sofá de color café. Mi novio desapareció por un instante y luego, volvió frente a mí, con un vaso con agua
"Gracias" – dije tomando el objeto y llevándomelo a los labios. Edward observó en silencio como me acababa el líquido en tan poco instante
"Tenías sed" – mi estomago gruñó audiblemente en respuesta, provocando un terrible sonrojo en mis mejillas por el escándalo. Más que sed, tenía hambre, ya que, tras salirnos a hurtadillas del colegio, Rose y yo no habíamos podido ingerir alimento alguno – "¿Ya desayunaste, Bella?" – preguntó
"Si" – me apresuré a mentir pero mis intestinos me traicionaron, emitiendo otro rugido.
Edward entrecerró ligeramente sus ojos y, en silencio, llevó una de sus manos hacia mi estomago que, al sentir la presión de su palma, volvió a protestar por comida, con mayor fuerza que las veces anteriores. Bajé la mirada. La escena había sido lo más embarazoso que me había pasado hasta ese momento y la fuerte carcajada de mi novio la volvía aún mucho peor.
"No te burles" – pedí, molesta
"Lo siento" – dijo rodeándome con sus brazos mientras intentaba controlar sus risas. Nos quedamos por un momento en silencio, el cual fue roto por otro sonido similar al que minutos antes había emitido mi estomago, pero con la diferencia de que esa vez, era Edward el sonrojado - "Así que… te burlas y estas igual que yo, eh" – señalé luchando por no romper en carcajadas. Era algo único ver aquellas mejillas pálidas sonrojadas, siendo acompañadas por sus ojos verdes envueltos en un brillo inocente y un tanto pudoroso.
Edward no contestó, se limitó a sonreír ligeramente de lado para después hundir su rostro en el hueco que se formaba entre mi hombro y mi cuello. Suspiré y comencé a acariciar su suave cabello con mis dedos. Dejé caer mi cabeza sobre la suya y cerré mis ojos, mientras me dejaba embargar por aquella paz infinita que sentía en esos instantes. Comencé a soñar despierta, imaginándome pequeñas partes de mi futuro con él…
… Fue entonces cuando, vagamente, una imagen llegó con más claridad a mi cabeza: una casita, sin lujos pero aún así linda, y yo, esperándolo con impaciencia, vigilando a cada instante a través de una ventana, hasta que él aparecía y tras cruzar la puerta me besaba y abrazaba…
"¡Tengo una idea!" – exclamé, sobresaltando a mi novio el cual comenzaba a quedarse dormido sobre mi regazo. Parecía cansado.
"¿Una idea?" – repitió mientras dibujaba varios círculos sobre la palma de mi mano con uno de sus dedos – "¿Qué idea?" – quiso saber
"Cocinaré para ti" – anuncié con firmeza. Pareció que la noticia tardó en adquirir sentido para sus oídos ya que, por varios segundos, se quedó completamente inmóvil
"¿Cocinaras… para mí?" – preguntó mientras se alejaba, solamente lo suficiente como para verme a los ojos. Asentí con una sonrisa en los labios – "Amor… pero tu… tu no sabes cocinar… ¿o si?" – la sonrisa de mi rostro desapareció. Cierto: no sabía cocinar. Había olvidado ese pequeño gran detalle. Fruncí los labios ante mi propia decepción.
¿Qué gran ciencia puede ser? Me dije mentalmente Mucha gente lo hace, ¿por qué tu no? ¿Qué pierdes con intentarlo?
"No" – admití – "pero nunca es tarde para aprender"
"Tienes razón" – acordó con una sonrisa – "en todo caso… ¿Qué piensas cocinar?" – Oh.
"Eh… no lo sé" – pude notar que le estaba costando un esfuerzo enorme por no reírse – "¿Qué se te antoja?"
"Tus labios" – murmuró al momento que inclinaba su rostro y juntaba su boca con la mía y mientras lo besaba, pensaba en qué alimento no se veía tan complicado de hacer…
"Pechuga rellena" – musité contra sus labios, provocando en él una gran consternación
"¿Qué dices?"
"¡Haré pechuga rellena!" – anuncié – "¿Hay una tienda por aquí cerca?"
Tras ganar una breve discusión con Edward por que él no quería (como siempre) que yo gastara un solo peso, me encontraba ya en la pequeña cocina de los Cullen con él a mi lado.
"Empecemos" – murmuré mientras quitaba el plástico que cubría el plato en el cual se encontraba la congelada pieza de pollo y la tomaba entre mis manos. Edward comenzó a reír escandalosamente cuando vio mi cara de repulsión al sentir la carne cruda entre mis dedos – "¿Por qué no vas a la sala?" – ofrecí sin verle
"Te puede pasar algo si te dejo sola" – recordó entre risitas, lo cual me ofendió
"¿Qué me podría pasar en la cocina?" – inquirí de forma retadora
"Te puedes cortar, quemar, caer…"
"¡Basta!" – interrumpí molesta – "¡No soy tan estupida como para que algo así me pase! ¡Ahora… vete de aquí!"
"De acuerdo" – dijo. Parecía que mi rabia le divertía aún más – "estaré leyendo, mañana tengo un examen" – no contesté, solo alcancé a escuchar una leve risita antes de que saliera del pequeño lugar.
Estando ya sola, volví a observar a detalle la minúscula cocina que se levantaba frente a mí. Pequeña, pero, al igual que el resto de la casa, muy limpia y ordenada. Tenían una estufa de dos parrillas sobre una mesita de madera en donde se podían apreciar varios de los condimentos fundamentales, un pequeño y desgastado refrigerador, una ventanita con cortinas rotas, una pequeña alacena hecha de madera en la que reposaban los pocos vasos, platos, cacerolas, jarras y cubiertos.
Volví a suspirar. Jamás creí posible que algo tan sencillo me resultara tan esplendido y comprendí que, aparte del maravilloso amor que había conocido con Edward, gracias a él, también había conocido la verdadera esencia de las personas y de las cosas que me rodeaban. En ese instante comprendí al cien por ciento que todos los lujos que yo conocía, no tenían poder alguno sobre la magnificencia que representaban estas pequeñas cosas que tanta paz te daban.
Tomé un cuchillo y empecé a cortar la carne en rebanadas. Tras tener ya los pedacitos cortados, me quedé inmóvil. Realmente no tenía ni la más mínima idea de lo que se tenía que hacer. Intenté recordar lo poco que había podido apreciar al entrar en la cocina de mi casa. Puse una olla con agua en el fuego, y comencé a rebanar los jitomates y las cebollas, aquello me resultó más arduo, las verduras se me resbalaban de los dedos.
Mi gritó hizo temblar a toda la casa y Edward no tardó en aparecer
"¡Bella! ¿Qué te paso?" – preguntó con voz aterrada mientras se acercaba a mí rápidamente.
"Me corté" – dije mientras veía como la sangre brotaba de mi dedo pulgar. Dolía mucho.
"Sabía que no te debía dejar sola" – comentó mientras tomaba mi mano herida y la veía de cerca – "en seguida vuelvo" – estuvo de regreso en menos de siete segundos. Tomó mi dedo entre sus manos y lo comenzó a limpiar con alcohol
"Soy una torpe" – murmuré mientras me mordía fuertemente la lengua para reprimir las lagrimas que estaban a punto de salir. No lagrimas de dolor, si no de tristeza… ¿Cómo era posible que no pudiera hacer nada bien?
"No digas eso" – sonrió mientras ponía otra vendita sobre mi dedo – "eres adorable" – bufé en respuesta y él tomó mi mejilla entre sus manos, me miró fijamente a los ojos y después, depositó un tierno beso sobre la punta de mi nariz – "Lo eres, claro que sí"
"Ni si quiera puedo cocinar" – le recordé – "¿Eso te parece adorable?"
"Sin duda alguna" – respondió mientras me tomaba de las manos y me jalaba para que me pusiera de pie – "¿Qué te parece si mejor cocinamos juntos?"
"¿Sabes cocinar?" – pregunté asombrada
"Solo un poco" – contestó mientras tomaba el cuchillo y comenzaba a cortar con habilidad las verduras.
Edward comenzó a explicarme cada paso que daba y yo le ayudé en lo que podía. La comida estuvo lista en poco tiempo, y yo me preguntaba a cada instante si habría una cosa en la cual Edward no fuera simplemente perfecto.
"Provecho" – deseó cuando estábamos los dos sentados en la mesa
"Gracias" – murmuré y tomé un poco de comida y me la llevé al paladar – "te quedó riquísimo" – comenté con sinceridad
"Nos quedó" – rectificó
"Yo solo lavé los trastes sucios y puse las verduras y la carne, ya cortadas, en el agua caliente" – me sonrió y se encogió de hombros.
La comida fue realmente deliciosa. Mucho mejor que la de cualquier restaurante de alto rango al que pudiera visitar. Su sola compañía convertía aquel pequeño salón y aquel sencillo platillo en todo un festín. Terminando de comer, me apresuré a lavar los trastes (rompiendo un plato en el intento) en compañía de Edward, el cual rompió en carcajadas al ver el desastre que solía ser.
"Lo siento" – volví a repetir cuando ya estábamos acurrucados sobre su sofá. Una pequeña llovizna comenzaba a caer y resbalaba por la ventana. Nos mantuvimos largo rato en silencio, solamente nuestras manos se movían. Las suyas sobre mi espalda y las mías sobre su pecho. Escuché como Edward comenzaba a tararear una dulce canción, la cual comenzó a penetrar en mis oídos y me relajó aún mucho más
"No sabía que cantabas" - señalé con mis ojos cerrados
"Mi papá me enseñó a tocar la guitarra desde que era pequeño"
"¿Tocas la guitarra?" –
"Si. Tenemos una en mi recamara"
"¿Tocarías para mí?" – pedí
"No se me da muy bien…" – comenzó a decir
"Por favor" – interrumpí – "¿Si?" - le miré fijamente, con la suplica en mis ojos, sabiendo que con ese gesto no podría negarse. Y no lo hizo
"Esta bien" – accedió con un suspiro – "en seguida vuelvo" – le tomé de la mano para no dejarlo ir
"¿Podría conocer también tu habitación?" – Edward sonrió abiertamente y asintió. Antes de que pudiera dar un paso hacia delante, sus brazos me levantaron del suelo y me llevaron cargada hacia el pequeño lugar.
Repentinamente, al ver su cama, el corazón me comenzó a bombear de manera frenética, sentí mis mejillas arder, al igual que el resto de mi cuerpo. Me depositó delicadamente sobre el colchón y apareció frente a mí con la guitarra que me había mencionado antes. Se sentó a mi lado y sin mirarme susurró
"No tiene mucho la compuse… no es muy buena, pero… la hice pensando en ti" – me quedé en silencio, esperando ansiosa por que comenzara. Sus dedos comenzaron a moverse sobre las cuerdas, emitiendo un pequeño sonido que se fue levantando sobre el viento y, tras pasar unos segundos, su voz acompañó a las notas musicales de manera única.
"Comienza a amanecer en esta oscuridad
y yo buscándote, perdido en soledad
y así, sin ti, que difícil vivir…
Tu aliento se me fue, sin una explicación,
Dejándome caer en la desolación,
y aquí, sin ti, podría morir…
¡Si pudiera volar hacia ti
Y a la luz de tu universo mi esperanza descubrir!
En ti, solo en ti.
Una ilusión… un corazón… me echa volar hacia ti
Quisiera regresar, volverte a respirar
Quedar unido a ti y por una eternidad
Y así, renacer.
Y a ti, volver
¡Si pudiera volar, hacia ti
Y a la luz de tu universo mi esperanza descubrir!
Y en ti, solo en ti
En ti…
¡Si pudiera volar, hacia ti
Y a la luz de tu universo mi esperanza descubrir!
Y en ti, solo en ti…
Si pudiera volar, hacia ti
Tocaría el horizonte,
Dejaría de existir por ti,
Hasta el fin…
Sin más que esta ansiedad, de regresar junto a ti…
Sus ojos se clavaron en los míos cuando la música cesó, no me había dado cuenta que los tenía bañados en lagrimas hasta que sus dedos rozaron mi mejilla húmeda.
"Te amo" – murmuró y, aún sin habla por la emoción, me limité a aventarme a sus brazos y unir mi boca con la suya.
Mi cuerpo fue cayendo lentamente de espaldas, hasta que estuve aprisionada entre el colchón y su cuerpo, sus manos se deslizaron hasta deshacerse completamente de mi uniforme y fueron muy cuidadosas al pasearse por mis piernas para no lastimarme la herida. Su boca tierna y dulce se desplazó por mi cuerpo desnudo, dejando sendos caminos de humedad sobre el, mis manos recorrían, como si fuera la primera vez, cada línea de sus brazos, su espalda, su pecho...
Dudo mucho que exista algo más perfecto que los ardientes ojos verdes de Edward mirándome con pasión y sus manos firmes marcando y deslizándose por mis curvas. Tampoco creo sentir placer más infinito que el que me daban sus labios al rozar mis pechos y caer lentamente hasta mi abdomen, en donde su lengua jugueteaba por mi ombligo y se desplazaba hasta la línea de mi cadera.
Comenzó a moverse lentamente dentro de mí, mientras yo enterraba mis uñas en sus brazos y trataba de apaciguar mis gemidos con sus labios. Era infrenable el cosquilleo que inundaba cada milímetro de mi piel ardiente con cada empujón que sus caderas daban al compás de las mías, la piel se me erizaba por la mezcla de frío y calor que se combinaban en mi ser hasta que el fuego pasional descargaba toda su furia sobre nosotros, dejándonos completamente agotados, con nuestras respiraciones y nuestros jadeos descontrolados.
Ni Edward ni yo nos dimos cuenta del momento en que ambos nos quedamos dormidos.
Lo único que podía recordar era que sus manos se habían paseado por mi rostro y mi cabello y después bajaban hacia mis piernas, para jalar la sabana que tenía enrollada entre ellas, y así cubrirnos…
"¡Edward!" – la exclamación de aquella voz nos despertó a ambos con un sobresalto y, al ver la imagen que teníamos completamente inmóvil parada sobre la puerta, hasta la última gota de sangre huyó de nuestros rostros
"Mamá" – murmuró mi novio sin aliento.
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Cap.21.INSEPARABLES
EDWARD POV
"Mamá" – fue lo único que pude alcanzar a decir, después de verla parada frente a la puerta. Sentí como Bella se tensaba a mi lado y escondía su rostro en mi hombro desnudo mientras alzaba más la sabana que nos cubría para taparse.
Temí por mi madre, se había quedado completamente paralizada y sus ojos estaban totalmente salidos de sus orbitas, su pequeña boca la tenía levemente abierta y su mano aún reposaba sobre su pecho.
Esperé en silencio y con la mayor de las vergüenzas. No había nada más qué decir y si lo había, no encontraba las palabras en mi lengua.
"Edward… ¿Qué es todo esto?" – logró decir al fin mi madre apenas y con un murmullo entrecortado – "señorita Isabella…" – miré a mi novia, que tenía la mirada fija hacia las sabanas y las mejillas completamente sonrojadas. Estaba incomoda, tal vez mucho más que yo.
"Madre, ¿podrías darnos un momento?... por favor" – le pedí para que pudiéramos vestirnos. Esme no habló, se limitó a dar media vuelta y salir con movimientos tan envarados, similares a los de un robot. Cuando ya estuvimos solos, miré a Bella y ella me miró a mí, sus ojos estaban inundados de miedo y pena. Pasé una de mis manos por su mejilla para tranquilizarla, aunque ni yo mismo sabía cómo.
"Edward…" – murmuró aterrada y ya no pudo articular más. Comenzó a llorar y, rápidamente, extendí mis brazos para rodearla y atraerla contra mi pecho. Quería calmarla, decirle que todo estaba bien pero, ¿cómo hacerlo si yo me encontraba igual de angustiado? ¿Qué le iba a decir a mi madre? ¿Qué reacción tendría tras encontrarme en la cama con la hija de la patrona?...
"Calma, Bella, calma" – repetí una y otra vez mientras la apretaba fuertemente con mis brazos. Tenía miedo, no tanto por las palabras de mi madre, si no por el hecho de que, con todo esto, se desatara una revolución en la cual me tendría que ver obligado a separarme de… ¡no! Me acobardada el hecho de solo imaginarlo. Simplemente no podría vivir sin ella ni un solo segundo más.
Cuando pude sentir que ya estaba más calmada, cogí las ropas revueltas en la cama y le tendí las suyas. Ella no protestó y se vistió rápidamente, al igual que yo. Salimos tomados de la mano hacia la pequeña sala, en donde mi madre ya nos esperaba con gesto ausente. Solamente levantó su mirada cuando estuvimos frente a ella, a menos de un metro, y sus verdes ojos, tan similares a los míos, se clavaron sobre nosotros. No podía ni si quiera tener una vaga idea de lo que pensaba o sentía, solamente de algo estaba seguro: la había decepcionado por completo.
"Lo siento" – musité incapaz de mirarle de frente. Ella se puso de pie y, aunque era por mucho más baja que yo, me sentí pequeño al frente suyo. Mis pupilas se clavaron en sus desgastados y pequeños zapatos y después, solo sentí como algo me golpeaba la mejilla.
El impacto no fue duro, pero si fue demasiado doloroso. Apreté la mano de Bella al sentir que saltaba al ver lo que Esme había hecho, y con ese gesto, le pedí que no interviniera.
"¿Cómo pudiste, Edward?" – dijo después con rabia contenida – "¿Sabes quien es ella?" – preguntó con voz cortada, señalando a la chica que se encontraba a mi lado – "¿Lo sabes?"
"Si" – fue lo único que contesté
"Es la hija de la señora por la quien trabajamos" – recordó – "¿cómo te atreviste a tocarla, habiendo tantas con las cuales…?"
"La amo" – interrumpí – "y ella me ama también…" – tomé valor para verle a la cara, esperando ver un poco de comprensión en sus pupilas. Sabía lo que mi madre estaba pensando: que Bella solamente era una más de mis aventuras. Esperaba que al dejarle claro que no era así, lograra entender un poco nuestra situación.
"Pues no debes" – objetó – "no deben" – rectificó – "tu eres el chofer y usted" – miró a Bella – "es la hija de la patrona, ¿Acaso no esta conciente de que su madre jamás le permitiría estar con mi hijo?"
"Lo sé" – dijo mi novia – "sé que mi madre es especial pero… estoy enamorada de Edward"
"Pues muy mal" – murmuró Esme – "son jóvenes y no saben los problemas que pueden acarrear estas pasiones tan desbocadas" – cayó por varios segundos y después continuó, mirándome fijamente – "Tú, mejor que nadie, sabes de lo mucho que dependemos de ese trabajo, Edward"
Otro silencio se levantó entre nosotros tres. ¿Qué podía decir yo, si todo lo que mi madre decía era cierto? Por mi culpa, los tres, podríamos quedar desempleados. Por mi culpa, mis hermanos, Seth y Jacob, podrían llegar a tener más limitaciones… Por mi culpa, podrían pasar varias desgracias en mi familia y, aún así, no estaba dispuesto a renunciar a ella… Ya antes me lo había dicho mi hermana, pero, escucharlo de las labios de quien me había dado la vida, era algo totalmente diferente.
"Tienes que dejar de trabajar en esa casa" – fue lo primero que dijo cuando volvió a hablar – "y usted, señorita, le pediré de rodillas si es necesario, que no busque más a mi hijo" – pude percibir la pánica mirada de mi novia sobre mí.
Apreté, aún más, su mano con la mía, fue un gesto demasiado inconciente, con el cual, en silencio, me negué rotundamente, y con fiereza, a separarme de Bella. Como si la simple alianza de nuestras palmas fueran lo suficientemente fuerte como para derrumbar todo tipo de obstáculos que se nos pudieran presentar.
"Lo siento, pero no estoy dispuesto a dejarla" – dije con voz calmada, pero firme. Bella me abrazó y hundió su rostro en mi pecho, podía sentir el miedo que la enmudecía.
"¡Debes hacerlo!" – exclamó Esme con su voz suave – "¿Acaso no piensan en las consecuencias que abrían si la señora se llega a enterar? … las ideas que se me vienen a la mente me aterran"
Solté a Bella y caminé hacia mi madre, la abracé mientras ella empezaba a sollozar. Me sentí fatal por ser tan egoísta y no pensar en la angustia que le causaba, acababa de comprender que ella solamente temía por mi seguridad.
"No es que quiera negarme a su relación" – murmuró contra mi pecho – "no es eso. No sabes lo feliz que me hace el saber que al fin te has enamorado y que seas correspondido pero, desgraciadamente, ha sido de la persona equivocada…"
"Tranquila, mamá, no pasara nada" –
"No quiero que sufras… tengo miedo de que salgas dañado, terriblemente dañado"
"Créeme que no hay mayor sufrimiento que el pensar estar lejos de Bella" – confesé mientras me apartaba de ella y la miraba fijamente a los ojos – "no te pido que nos apoyes, pero si que intentes comprender que no puedo vivir sin ella, así como tu no podrías vivir sin mis hermanos o sin papá" – Esme me miró y en sus amorosos ojos solo pude leer el interminable desasosiego que sentía. Le besé la frente – "por favor" – volví a suplicar…
Llevé a Bella de vuelta a la mansión. Su silencio se prolongó por todo el camino y decidí no presionarla, me imaginaba el cómo se sentía.
Mi madre no lo había tomado nada bien pero, al menos, había desistido en su idea de que debíamos separarnos, eso, para mí, y sabía que para Bella también, ya consistía un alivio. Aunque aquella muda sensación de saber que las palabras de Esme habían sido ciertas, nos entristecía a ambos. ¿Cómo iría a terminar todo esto? ¿Bien, mal…? ¿Sería esto un sentimiento para toda la vida o, dentro de un tiempo se extinguiría? No. Dudaba mucho que aquello pasara, al menos por mi parte, pero ¿Y si el fin de esta historia no estaba entre mis manos? ¿Qué pasaba si Bella abriera por fin los ojos y se fijara en alguien mejor que yo?
Eso era algo demasiado posible. Desde luego, siempre supe que ella no era para mí, ni yo para ella. Había estado conciente de ello todo el tiempo pero… aún sabiéndolo, no podía dejar de amarla…
… Fuera de eso, haciendo a un lado mis inseguridades y suponiendo que Bella me amaría el resto de su vida, al igual que yo, ¿Qué pasaba con los demás que nos rodeaban? Su mamá jamás daría el consentimiento de que su única hija y heredera se quedara con el hijo de la cocinera… recordé las palabras de mi madre.
"¿Acaso no piensan en las consecuencias que abrían si la señora se llega a enterar? … las ideas que se me vienen a la mente me aterran"
A mí también me aterraba el imaginarme lo que aquella mujer podría llegar a ser, y repito: el único miedo latente en mi pecho era al que me arrebataran a Bella y se la llevaran lejos de mi lado…
Cuando la ayudé a bajar del carro, la aprisioné contra mi cuerpo y el vehículo y levanté levemente su quijada con mi mano, para que su mirada se encontrara con la mía. Esperé a que fuera ella quien hablara primero.
"Tuve mucho miedo" – me dijo con voz bajita. Aún en la oscuridad de aquel garaje, podía ver el brillo de sus ojos color chocolate, inundándome de paz - "no sabes lo mucho que duele el pensar que te podría perder"
"Eso nunca va a pasar" – prometí fielmente – "jamás te dejare" – sus brazos se enrollaron por mi cuello y atrajo mi boca hacia la suya con gran necesidad. Yo también la besé de manera desesperada, casi violenta, sintiendo la textura de sus suaves labios y el sabor dulce de su saliva. Nos separamos cuando el aliento nos hizo falta y, adquiriendo de nuevo nuestros papeles de patrona – chofer. Entramos a la casa, en donde ya su madre la esperaba, en compañía de sus nuevas visitas.
JASPER POV
"¿Qué haces aquí?" – me preguntó Alice en cuanto estuve frente a ella
"Pensé que tal vez te gustaría el que te viniera a traer a la escuela para que no tuvieras que regresarte sola a tu casa" – respondí con una sonrisa en el rostro.
"Pues… en realidad, no me gusta" – dijo mientras miraba mi carro que estaba estacionado a pocos metros de nosotros
"¿Por qué?" – pregunté algo desilusionado – "Pensé que ya éramos amigos"
"Si" – aseguró ella un poco vacilante – "pero… me incomoda el tener que viajar en eso"
"Entonces, ¿Es por el carro y no por mí?" – inquirí, con esperanza. Alice asintió – "Si te prometo ya no venir en mi carro, ¿Permitirás que te venga a traer todos los días?"
"¿Todos los días?" – repitió asombrada, ¿era mi imaginación o la idea le había gustado? No lo sé. Aquella chiquilla era demasiado buena para disfrazar sus sentimientos – "tal vez" – dijo y yo sonreí, complacido.
"Al menos… ¿aceptarías por hoy, mi invitación?"
"¿Te puedo hacer una pregunta?" – le dije cuando ya estábamos los dos en el carro y ella esperó en silencio – "¿Qué tiene de malo mi auto?" – Alice rió por varios segundos
"No me gusta llamar la atención" – contestó cuando su risita cesó – "Además, esto no es lo mío"
"¿Qué es lo tuyo, entonces?"
"Caminar"
"Entonces, mañana caminaremos" – afirmé
"¿Y cómo piensas regresar a tu casa?" – preguntó con astucia.
"Eso es lo más trivial" – dije, encogiéndome de hombros – "tomaré un taxi"
"Eres listo" – señaló y ambos comenzamos a reír…
"Bueno pues… muchas gracias" – soltó cuando habíamos llegado ya al callejón que la llevaría, con pocos pasos, a su casa
"Es la primera vez que me das las gracias y se escucha de manera sincera" – comenté con una sonrisa. Ella también sonrió y pude apreciar un leve rubor en sus mejillas que me resulto… adorable. Me dieron ganas de tomar su pequeño y fino rostro entre mis manos, me carcomió el deseo de besar sus labios, pero me contuve, no quería arruinar lo que tanto me había costado tener: su simpatía.
"No pienso disculparme" – dijo aún sin mirarme a la cara – "ya… ya me tengo que ir" – anunció tras un pequeño silencio
"Hasta mañana" – susurré, tomándole una de sus manos, no quería dejarla ir...
Sus negros ojos me miraron y después volvieron a huir. Sonrió y rompió cautelosamente nuestra unión mientras comenzaba a caminar y, como siempre, yo la contemplaba, fascinado.
Llegué a la casa y me preocupé al encontrar a Rose discutiendo con mamá y con papá.
"¿Qué pasa?" – pregunté al ver a mi hermana, que estaba a punto de llorar.
"¡Pasa que tu hermana es una grosera! ¡Una mal agradecida!" – soltó mi mamá llena de furia
"Rose, ¿qué hiciste?" – cuestioné a mi hermana con paciencia. Ella se lanzó a mis brazos y me apretó fuertemente, sollozando contra mi pecho – "Rose, dime" – insistí pero ella no decía nada, solamente se perdía en su llanto
"¿Quieres saber lo que ha hecho?" – habló por primera vez mi papá y esperé – "¡Se anda revolcando con un el hijo del traicionero y rufián McCarty!"
"¿Qué?" – pregunté incrédulo
"Una de las sirvientas la vio entrando a un hotel con él" – informó mi madre
"Pero, no es culpa suya" – dije a favor de mi hermana, dejando de lado su vida intima – "¿Quiénes son los McCarty? ¿Cuál es el problema?"
"¡Esa familia ha estafado a la nuestra!" – exclamó mi padre
"¿Acaso no recuerdas que te lo dije cuando estábamos desayunando?" – preguntó mi mamá y entonces, recordé… McCarty, por esa razón me había sonado aquel apellido cuando mi hermana lo había mencionado
"Yo no sabía…" – comenzó a decir Rose, pero la voz se negó a salir
"No, no lo sabías" – acordó mamá – "¡Pero aún sabiéndolo te has negado a dejar de verlo!"
"No pueden obligarla, si ella lo quiere…"
"¡Calla, Jasper!" – interrumpió mi padre – "si piensas decir sandeces, mejor retírate a tu cuarto" - apreté a mi hermana aún más fuerte con mis brazos mientras una horrible furia me invadía por dentro. Amaba a mi hermana, y no me gustaba verla sufrir y menos por los estupidos caprichos de mis progenitores.
¿Qué pasaría si les dijera que me estaba enamorando de una muchacha como Alice? Desgraciadamente, podía predecir fácilmente sus reacciones.
"Iré a mi cuarto, pero me llevaré a Rose conmigo" – advertí
"¡Llévatela!" – concedió mi papá – "¡Aléjala de mi vista y habla con ella para que adquiera un poco de inteligencia!"
"Rose es una persona inteligente" – discutí – "no te permito que le hables así"
"¡Le hablo como me da en gana!" – me mordí la lengua para no continuar aquella discusión.
No era el momento y sabía que la situación empeoraría si retaba a mis padres. Me limité a llevar a Rose hacia las escaleras, en donde la tomé en brazos y subí con ella hacia mi recamara…
viernes, 16 de julio de 2010
Tan lejana como una estrella
Publicado por anita cullen en 22:04
Etiquetas: Tan lejana como una estrella
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