Cap.8. Abriendo el Corazón.
Mi boca hambrienta imploraba por más, succioné su labio inferior y me deleité con la dulzura que éste me otorgaba. Bella no se quedó atrás y antes de que pudiese replicar por que liberó mis labios, la sentí besar con urgencia mi cuello. Me fascinó no ser el único que extrañase al otro. Bella aferró con sus manos mi cabello y se sujetaba de este mientras yo repetía su labor succionado la zona de su cuello.
Antes de que pudiese replicar sentí como sus colmillos se clavaban en mi piel. La succión que ella ejercía me parecía de lo más satisfactoria, aumentando así el placer del momento.
— No huí de ustedes— jadeó Bella.
— Lo sé, mi vida— gemí contra su cuello mientras me deleitaba al sentirla succionando nuevamente mi sangre.
—No abandoné a mi bebe, Edward.
— Tranquila… Ya habrá tiempo para aclarar los malentendidos— susurré en su oído antes de buscar su boca con hambre animal y devorar sus labios.
— He matado humanos, Edward— jadeó mi ángel antes de empujarme con suavidad y dejar que solo nuestras frentes se tocasen. Ella cerró sus ojos mientras recobraba la respiración.
— Tranquila Bella, todos hemos cedido ante la tentación alguna vez amor.
— Por eso me fui, Edward. Nunca hubiese abandonado a mi pequeñita si no fuese un motivo de vida o muerte. No podía exponerla, mi etapa de neófita no ha sido fácil. Yo.. Yo aún no sé que cerca puedo permanecer de ella.
— Lo lograrás amor, ya verás que una vez que tengas a Carlie entre tus brazos comprobarás que su sangre no te apetece en absoluto. —
Quise detenerme y oírla. Desee poder abstenerme de mis deseos y esperar a que me explicase, pero no pude. La esperaba había sido demasiado devastadora, cargada de agonía y desesperación... fueron cinco años, ¡cinco malditos años de ausencia!
¡Cinco años en los que la creí muerta! No podía soportar un minuto más su lejanía, la necesitaba. Mi piel rogaba por su contacto como un helecho por agua en el desierto.
Cual mendigo en busca de sobras me encontraba yo implorando por su amor, sus caricias y sus besos. ¿Cuánto más podía soportar un hombre sin el ser amado?
Tal vez no fuese humano, pero era un hombre, con defectos y virtudes, con dolores y problemas. Un hombre que tuvo que sobrellevar la carga de culpa y dolor. Me hice fuerte por Carlie, tenía que serlo, pero ¿a quién engaño?, aquello fue la más patética de las actuaciones, y sólo conseguí dañar a mi hija.
El cuerpo de Bella se sentía tibio ante mi roce, no con la calidez de antes, esa que sólo te proporciona la vida, pero si un calor agradable, en perfecta armonía con mi cuerpo.
Mi esposa continuaba succionando la zona de mi cuello. Nunca antes había experimentado nada igual. Sus dientes eran verdaderas dagas afiladas, pero lejos de causarme dolor sólo conseguían enviar olas de placer por todo mi cuerpo. Ella me estaba probando, sentía cada gota de sangre aflorar de mi cuerpo y aquello me gustaba.
No pudiendo contener más mis ansias por su piel y el deseo irracional que destilaba mi cuerpo completo desgarré sus prendas y me abalancé sobre ella, cayendo ambos en el húmedo pasto. Mi cuerpo posicionado sobre el suyo, tan cerca y tan lejos a la vez, moría por hacerla mía en ese instante y al parecer mi ángel no estaba exenta de deseos. ¿Cómo no sentirme dichoso? Si al fin había recuperado a mi mujer.
En menos de un segundo Bella se deshizo de mis prendas y nos hizo rodar, logrando que cambiásemos de posición, quedando ella a horcajadas sobre mí. Ahora sería Bella quien tuviese el control de la situación.
Inclinó su rostro y depositó un corto y casto beso sobre mis hambrientos labios — no pude reprimir el gruñido de frustración que brotó de mi boca en cuanto sentí sus labios abandonar los míos. Su semblante se notaba sereno pero estaba seguro que ella estaba disfrutando más de lo recomendado el hacerme sufrir.
La observé con suplica, pero mi esposa negó con la cabeza, desviando su boca hacia otro sector de mi anatomía, y en un movimiento que debería estar prohibido se pasó la lengua por sus labios granates, relamiéndose los restos de mí sangre en ellos.
Tomó mi mano y la desvió hacia uno de sus senos bendiciéndome con la exquisitez y perfección de su piel. Presioné mis dedos entorno a la aureola de sus cumbres y mi ángel soltó un gemido de fascinación. Tomó la mano que ella misma había posicionado sobre su cuerpo privándome de la exquisita unión y se la llevó a su boca.
Mordió mi muñeca y la lamió sin apartar un instante sus ojos de mí. La sangre sobrante se diluía en hilos por sus labios. Dejando un sensual sendero que nacía en su boca y cubría todo su cuello hasta terminar en uno de sus pezones. Bella succionaba mi sangre con una sensualidad innata y yo sentía q estaba próximo a venirme sin siquiera haberla penetrado.
No me contuve más y liberé mi mano cuidando de no dañarla, aunque en mi interior sabía que aquello era imposible. Bella era una neófita cien veces más fuerte que yo, pero aún así me aterraba herirla.
Posé mis manos en su cintura e hice rozar nuestras caderas, mostrándole de esa forma lo excitado que me tenía. No soporté más la ansiedad y nos giré a ambos, y en cuanto la tuve cubierta bajo mi cuerpo y segura entre mis brazos la besé...entregándole por medio de ese beso todos mis miedos e inseguridades, todo el dolor de su partida, la dicha de tenerla de regreso, toda la llameante necesidad por su cuerpo y el hambre por sus besos.
En ese gesto estaba expresado todo mi amor contenido, todo el cariño y adoración que guardaba por y para ella. En ese beso le decía cuanto la amaba, le demostraba que ella fue, era y siempre sería la única mujer en mi vida.
Ella lo entendió al instante, sus suaves manos se aferraron a mi pelo con ansias, atrayéndome más hacia ella. Sí, ella tampoco conseguía tener suficiente de mí, el hambre insaciable por el cuerpo del otro era mutua. Finalmente deslicé una de mis manos por su cuerpo, comenzando a descender hasta encontrarme con su centro.
Su tibia intimidad se encontraba humedecida por el juego previo, y no pude evitar que una sonrisa soberbia se situara en mi boca, pero no sólo era orgullo, era más que eso. La mezcla de emociones por tener a mi esposa junto a mí superaba con creces el sentimiento de autosuficiencia, esto era amor puro y real.
Se trataba de un enorme deseo por llorar de alegría, esto simplemente no tenía punto de comparación, las banales palabras que poseía el diccionario no alcanzarían para definir o describir el grado de éxtasis que supondría nuestro encuentro.
Con gracia y delicadeza separé sus piernas. Sabía que Bella no era virgen, pero esto se trataba de nuestra primera vez como iguales, ambos compartiendo la misma naturaleza. Esta vez no debería contenerme, esta vez mi esposa no corría el riesgo de que cegado por el deseo bebiese su sangre, ya no existía el temor de verla morir entre mis brazos. Mi mujer y yo nos perteneceríamos sin temores ni secretos de por medio y esto era tan importante y significativo como lo fue su primera vez conmigo.
Me posicioné sobre su entrada y la penetré sin apartar un solo segundo la vista de sus ojos. Ahora no existía la necesidad de oxígeno por parte de ella, tenía claro que jamás volvería a ver su rubor, y podría vivir con eso; también sabía que no volvería a ver su cabello sudado adherido a su piel, sin embargo, el clima se mostró cómplice al momento de alimentar nuestra pasión bendiciéndonos con sus hermosas lágrimas. Las gotas provenientes del cielo surcaban nuestro cuerpo, mientras que nuestros rostros que se encontraban a escasos centímetros volvían sus facciones más sensuales gracias a la reinante humedad.
La lluvia continuaba cayendo sobre nuestros fríos cuerpos sin dar tregua. Sin embargo, fuera de toda lógica o razón, yo sentía mi ser arder en llamas. Nuestras pieles se encontraban mezcladas entre polvo y lluvia, dejándonos cubiertos por una fina capa de barro y de esa forma volviendo nuestro encuentro más animal.
Continué mis embestidas sin cansarme de observar extasiado las expresiones de placer que se reflejaban en el semblante de mi esposa. Francament, podríamos estar horas así, y tenía la certeza de que jamás conseguiría tener suficiente de ella. Permanecimos unidos un par de horas, pudieron ser días, pero debíamos regresar, nuestra hija nos esperaba en casa.
La luna había siendo testigo de las ansias del uno por el otro, el calor de nuestros cuerpos ante la delicia del reencuentro, sintiéndola envolverme, queriendo más y más.
Bella yacía recostada sobre mi pecho, si fuésemos humanos juraría que se encontraba dormida, pero no lo éramos. Podía sentir su frío aliento golpear mi piel, mientras una de mis manos repartía caricias por su rostro.
El ambiente que nos invadía era placentero y reconfortante, sólo se oía el sonido del arrollo y a algunas aves nocturnas moverse entre las ramas.
— ¿En qué piensas? — pregunté, rompiendo el cómodo silencio.
— En lo perfecto del momento, en lo mucho que tuvimos que pasar para llegar hasta donde estamos, en lo irreal que me parece estar entre tus brazos. En cuanta falta me hiciste y cuanto te necesité, pero por sobre todo no puedo dejar de pensar en lo mucho que te amo. — lo último lo musitó contra la piel de mi pecho, logrando que todo mi ser se estremeciera de placer.
— También me has hecho falta, no sabes cuanto.
— Lo sé, créeme, la diferencia entre ambos es que tu al menos tenías a nuestra hija, yo por mi parte me encontraba sola. Bueno, Jake estuvo ahí, pero no del todo, te imaginarás lo difícil que fue para él aceptar lo de mi conversión.
¿Jake? ¿Se refería acaso a Jacob? ¿Mi mujer me acaba de decir que TODO ESTE TIEMPO ESTUVO CON ESE PERRO? No, tal vez oí mal, mi esposa no puede haber estado con él. Aunque, eso explicaría el porqué de su ausencia en las visiones de Alice.
— Cálmate, no es nada de lo que estás pensando.
— Estoy calmado.
— Por supuesto que no lo estás, Edward, basta con ver tu mandíbula, se encuentra tensa y tus ojos negros. ¡Cielos! Tú y tus celos. Me subestimas ¿lo sabes, no?
— A veces siento que me conoces demasiado, ¿no será que eres tú quien realmente lee mi mente? — mi ángel levantó su cabeza de donde se encontraba recostada y clavó sus hipnotizantes orbes broncíneos sobre los míos. Estos destilaban la más pura miel y no pude negarme cuando posó sus suaves y fríos labios sobre los míos en un beso tierno y apacible... ella era mía, me pertenecía. No tenía por que dudar de Bella, no cuando me demostraba a cada segundo lo mucho que me amaba.
Mi mujer posó sus manos a ambos lados de mi rostro y me obligó a observarla, como si anhelase mirar otra cosa. Sin embargo, el poder de sus ojos era tal que me daba la sensación de que mi ser completo se derretía entre sus brazos. Mi dependencia por Bella era en verdad preocupante.
— Te amo ¿me oyes? Si en verdad deseas saber que sucedió, necesito que confíes en mí. Hice cosas horribles Edward, cosas de las que me arrepiento, pero ahora es tarde y no hay nada que pueda hacer al respecto. — dicho esto sus manos liberaron mi rostro y se sentó a velocidad inhumana, dándome la espalda.
Nos encontrábamos a pocos centímetros, sin embargo, en esa posición se me hacia imposible eliminar la distancia. Se encontraba sentada a mi lado, con sus manos rodeando sus piernas. Su cabeza descansaba sobre sus rodillas, mientras sus ojos se encontraban perdidos en algún punto fijo que no supe definir, privándome de forma absoluta de comprender sus emociones.
Algo me decía que no temiese, que hiciera lo que me pedía y confiara, pero ¿Cómo hacerlo, si me acaba de confesar que había hecho cosas horribles, que ya era tarde?
Mi preocupación sólo conseguía aumentar en cuanto recordaba que mi ángel se había pasado cinco años en compañía se ese chucho. ¿Será que él la tocó? Imposible, nuestras especies se repelían por instinto, pero ese perro nunca estuvo bien de la cabeza ¡maldita sea! ¿Cómo demonios conseguiría confiar si mi mujer no rompía este agobiante silencio?
— No me acosté con Jake, así que agradecería que dejases de imaginar necedades.
— Yo no he dicho eso.
— Pero lo pensaste. ¡Maldición Edward, no paras de gruñir! Te pedí que confiases en mí ¿puedes hacerlo? Necesito saber que cuento contigo, no puedo… no puedo cargar con esto sola.
No pude contenerme más y eliminé la distancia que se había creado. Envolví su piel de granito con mi cuerpo y me obligué a controlar mis impulsos.
Nunca pensé que convertida en vampiro la seguiría viendo tan débil y vulnerable en mis brazos. Por mucho tiempo me aterró la idea de transformarla, no sólo por arriesgar su alma, sino porque mi lado egoísta sabía que en cuanto ella fuese inmortal dejaría de verme con esa admiración tan propia de un humano. Ahora seríamos iguales, y nada le impediría correr a otros brazos, obviamente mis inseguridades fueron sepultadas gracias al profundo amor que me profesaba mi niña día tras día.
Y aquí me encontraba, con mi esposa siendo de la misma especie que yo, y pese a mis temores ella seguía comportándose como una damisela en apuros. No es que me alegrase verla así, por el contrario, me dolía saber que sufría; deseaba ayudarla, pero ¿como podría, si ella no me decía qué era eso que tanto la dañaba?
— Cómo te había dicho, lo último que recuerdo antes de mi transformación es haber sido mordida por Carlie. Después de eso, sólo tengo claro que por más que supliqué que me quitasen la vida nadie se apiadó de mí, la sensación de estar envuelta en llamas era desgarradora, cada partícula sentía a la perfección como el fuego la desintegraba sin compasión.
No vi rostros, ni oí voces, y créeme que aunque lo hubiese intentado no lo hubiera conseguido, mis gritos de dolor eran tan fuertes que aplacaban cualquier otro sonido, por ende mis facciones se contraían hasta tal punto que mis ojos no se abrieron hasta el tercer día, la misma fecha en la que comprendí en lo que me había convertido. — Bella había comenzado a hablar de repente, y yo me sentía incapaz de articular palabra, quería que se explayara con total libertad. Sin embargo, no dejaba de preocuparme la profunda culpa que denotaban sus palabras.
— Un enorme espejo situado de forma improvisada frente a la cama llamó mi atención. En cuanto me levanté, el hecho de que la ventana estuviese abierta no hizo para nada sutil el descubrimiento. Ver mi piel brillar de forma escandalosa y nada sobria me hizo recordar el momento en el que te mostraste frente a mí en el prado. En ese entonces todo cuanto se me venía a la mente era en lo hermoso que te veías al ver tu piel impregnada de pequeños diamantes. Sin embargo, mi reacción fue muy diferente, ya que en cuanto caí en la cuenta de lo que era y recordé la escena del prado el borrón de imágenes que poseía por memoria comenzó a esclarecerse. Tal vez no del todo, pero si lo principal, tú y mi hija, y aunque no era muy nítido era suficiente para sentir el enorme vacío que se abría en mi pecho.
¿Qué demonios hacía aquí, cuando tenía una hija a quien cuidar? Pensé mientras corría a salvo alejándome de esa menesterosa cabaña que se escondía en medio del bosque.
Sin embargo, no llegué muy lejos. Un enorme lobo rojizo me impidió salir de la reserva. Todo mi cuerpo se preparó para pelear, mis instintos se agudizaron para mi defensa.
Imagínate cual fue mi reacción al ver a ese lobo transformarse en mi mejor amigo, porque eso es Jacob para mi Edward, mi mejor amigo, y nunca será más que eso ¿me oyes? Convéncete de una vez. — esto ultimo lo dijo con una dulce sonrisa, pero la alegría no llegó hasta sus ojos. Aún faltaba mucho por oír y lo sabía.
— Al verlo en forma humana bajé la guardia al instante, me sentía increíblemente feliz al comprender que no me había abalanzado sobre él. Ya sabes, me dije a mi misma que ustedes habían exagerado sobre el tema de ser un neófito, que eran simples excusas para que desistiese de mi decisión de ser como ustedes.
Corrí hacia él y me sorprendí de la rapidez que había adquirido, ya que hasta hace unos minutos no la había empleado en absoluto. Tenía toda la intención de abrazarlo, pero como supondrás él se alejo haciendo un gesto de asco con su rostro. Bueno, no podía culparlo, ahora éramos enemigos naturales y por mucho que me costase admitirlo, su olor me repugnaba a un punto que se me hacía doloroso.
Él se disculpó por su rechazo, y yo le dije que lo comprendía. Me contó lo que yo ignoraba, me informó sobre lo que había sucedido en estos tres días que había estado presa del martirio.
Jake me encontró en medio del bosque, nuestro prado para ser exacto, ensangrentada con la bebe pegada a mi pecho mientras yo yacía inconsciente sobre la hierba.
Me cargó en uno de sus brazos y en el otro a Carlie, para partir en dirección hacia la reserva.
Cómo podrás imaginar Billy puso el grito en el cielo, o al menos eso me comentó Jake, ya sabes el enorme cariño que le profesan los de la manada hacia nuestra especie. El tiempo que estuve inconsciente, o bueno, consciente pero inmovilizada por el dolor, Jacob llegó a un acuerdo con la manada, con lo que ellos me aceptarían por ser hija de Charlie y amiga de los Black, aunque la excusa no me convenció del todo-. Sin embargo, la amenaza que seguía a la promesa de Sam era devastadora, al menor descuido que cometiese debería partir y Jacob conmigo, ambos exiliados del territorio Quileute.
La verdad, Edward, es que después de oír eso no quise seguir indagando; ya era suficiente con saber que el pobre había arriesgado no sólo su permanencia en la Push, sino su vida por mi causa.
El caso es que la hermana de Jacob se quedó con mi hija los primeros días, ya podrás imaginarte el porqué. A Jacob le pareció que sería una irresponsabilidad arriesgar a mi pequeña. ¡Puedes creer que comenzó a llamarle Nessie! Sí, como el monstruo del lago Ness. —
Tenía que admitirlo el apodo que le había puesto el chucho se me hacia de lo más interesante, y para nada lo hubiese relacionado con esa creatura de los cuentos de horror. Compararla con el monstruo del lago Ness, aquello tenía cierta coherencia, teniendo en cuenta que sus padres y el ex pretendiente de su madre eran seres mitológicos...
— Edward Anthony Cullen Masen ni se te ocurra llamar a mi hija como ese monstruo, ¿me oyes?
— Lo que tú digas amor. — Ella suspiró de modo audible, votando todo el aire acumulado de forma innecesaria de golpe.
—Cuando se cumplió un semana de estar convertida, le imploré a Jake que me dejase ver a mi bebe, no entendía ese enfermizo afán que tenía mi amigo por protegerla. ¡Yo era su madre! ¿Cómo podía insinuar que yo sería capaz de dañar a mi hija?
Finalmente accedió, pero no sin antes exigirme que me alimentase más que de costumbre, y como solía hacer desde que había llegado a ese lugar cacé, en compañía de Jake obviamente, ya que había sido él quien me había enseñado a hacerlo, no matando animales, pero si transformándose en lobo y fingiendo ser una presa, para que yo desarrollara de esa forma mejor mis habilidades. — ese chico de verdad estaba mal de la cabeza, pero aún así me sentía en deuda con él por haber estado cuando… cuando ella me necesitaba y yo le fallé.
— Ese día salí a cazar, estaba eufórica, no daba más de la emoción ¿Puedes tan sólo imaginar lo que significó para mi no ver a mi hija desde que dí a luz? Prácticamente era una desconocida, la vi una vez y me encontraba tan débil que ni siquiera recordaba sus facciones.
Jake quedó de acompañarme, pero se tardó más de lo usual por lo que me adelanté. Me encontraba bebiendo de un ciervo, entregada en un cien por ciento a mis instintos, cuando llegó a mí ese perfume, no pensé ni razoné. No me detuve a analizar mis acciones, ni medir consecuencias, no me importó si hombre o mujer, si había ancianos o niños, nada tuvo cabida en mis pensamientos más que la profunda e insoportable sed que me desgarraba la garganta.
No tuvieron tiempo de emitir gritos de horror que me distrajesen de mi cometido, ni siquiera les di la oportunidad de suplicar por su vida, como lo hizo alguna vez Laurent conmigo. La exquisita sangre caliente colmando mis entrañas era tan placentera que cegada por el deseo no caí en cuenta mis acciones. Disfruté de exquisita textura del líquido escurriéndose por mi paladar, fascinada ante el manjar que acababa de revelarme su existencia.
Cuando comprendí lo que había hecho ya era demasiado tarde, había drenado a una familia sin hacer distinción de edad ni géneros. — Un silencio sepulcral nos invadió a ambos. Quise romperlo, quise decirle que todo estaría bien, que con el paso de los años lo olvidaría, pero no pude. Sabía que, aunque viviese por una eternidad, los recuerdos estarías ahí, sus rostros, sus voces, sus gestos. Los de nuestra especie no olvidamos, pero si podemos distraernos y yo me encargaría de que la existencia de mi ángel fuese más llevadera, tal vez no sería fácil, pero junto a Carlie formaríamos una familia y ayudaríamos a Bella a salir adelante.
— Cuando Jake me encontró yo estaba estática, sin saber que hacer en medio de los cadáveres. Eran seis, los padres, el abuelo, y tres hijos, dos de ellos adolescentes y uno pequeño que no superaba los seis años.
Él no dijo nada, no hizo falta, ambos sabíamos lo que esto significaba, fue por esto que no opuse resistencia cuando el decidió que lo mejor era que me mantuviese alejada de Renesmee. Ese mismo día decidimos que fingiríamos mi muerte, ya que no existía la oportunidad de ver a Charlie en un futuro cercano
Utilizamos el cuerpo de la mujer para que fingiese ser mi cadáver. Alegando que había muerto en manos de un animal salvaje. Y a los pocos días fui testigo de cómo perdía a mi hija, esta vez por tiempo indefinido; se la entregaron a Charlie, siendo aquello una forma de dar paz a mi corazón. Al menos se encontraba con alguien de la familia.
Quisiera decir que esa fue la única vez que cedí ante mis impulsos, pero no, tal vez me volví más precavida, e intentaba no salir a cazar sin compañía. Pero los animales no eran suficientes para saciar mi sed.
No importaba que el humano al que acababa de asesinar fuese un abusador o un delincuente. Al fin y al cabo, yo no era mejor que ellos, me convertí una asesina desde el momento en que me volví una esclava de mis deseos.
Nunca fue premeditado, no solía salir a la ciudad en busca de presas en potencia. Simplemente se encontraron en el momento y lugar equivocado y decidieron que era buena idea abusar de su fuerza. Obviamente mi aspecto frágil e inofensivo me convertía en un blanco perfecto para abusivos sin escrúpulos. — un gruñido de indignación brotó de mi boca sin poder contenerlo. El sólo hecho de imaginar que cualquiera de esos insulsos humanos osara poner sus sucias manos sobre mi ángel me hacia arder de deseos por despellejarlos vivos, moler uno a uno sus huesos y repartir sus restos por los alrededores.
— ¿Jake estaba de acuerdo en que te alimentases de humanos? — pregunté atónito, no dando crédito de lo que Bella decía.
—No, él no estaba al tanto de mis deslices, así los llamaba yo. Y las pocas veces que se enteró, el pobre tuvo que hacer malabares para que no fuésemos descubiertos.
Finalmente, llegué a la conclusión de que no podía seguir así, nos arriesgaba a ambos y por mucho que lo necesitase tenía que intentar vivir sin sangre humana. Esto no podía superarme, y decidí que tenía que intentarlo, lo hice por ti, lo hice por mi pequeña, y lo hice por mí.
Porque aún fantaseaba con que en algún punto de la eternidad nos volveríamos a ver, teníamos a una hija, debía ser fuerte por ella, y eso fue todo lo que necesité para luchar.
Durante cuatro años me probé a mi misma, cada cierto tiempo salía de la reserva para divisar a mi angelito desde lejos. No sabes la dicha que me embargó cuando comencé a notar sus cambios, por imperceptible que parezcan uno a uno los fui grabando en mi memoria, adoraba su cabellos. Me recordaba tanto lo hermoso que eras, no terminaba de convencerme de como habíamos conseguido crear un ser tan perfecto.
Jamás olvidaré cuando dio sus primeros pasitos, aún no decía sus primeras palabras y ya había aprendido a andar. Y así fue pasando el tiempo, los meses se volvieron un verdadero martirio, rogaba por que el tiempo no pasase tan rápido. ¡No quería perderme más etapas en la vida de mi hija! Sin embargo, no podía hacer nada para impedir el paso de los días, sobre todo cuando había vuelto a ceder.
Finalmente, una mañana salí de la reserva y me encontré con la noticia de que mi padre había muerto, como imaginarás mis visitas no eran muy seguidas. Por lo que enterarme de su muerte fue un golpe demasiado duro, sobre todo porque Billy y Jake me lo ocultaron, era obvio que ellos estaban al tanto de la situación, y aun así guardaron silencio.
Ellos argumentaron que no conseguirían nada diciéndomelo, sólo causarme más dolor y aflicción, mal que mal no podía presentarme en su funeral si se suponía que había muerto. Sin embargo, había otro motivo detrás de su silencio, uno que a Jake le dolía aceptar, uno que a Billy le avergonzaba reconocer.
Mi hija… ¡¿Dónde demonios se encontraba mi hija?!
— Debo reconocer que nadie se espero una reacción tan serena de mi parte, ya que sólo asentí y me encerré en mi habitación. No puedes imaginar la paz interior que se apoderó de mi frío cuerpo al comprender que mi cielo se encontraba en compañía de su padre.
Todo dolor por la perdida del mío, toda inseguridad y terror por el futuro de mi niña, toda inquietud posible fue aplacada por una sensación de bienestar que me indicaba que todo estaría bien, que debía tener fe. Tú estabas cerca y mejor aún, te encontrabas en el lugar que te correspondía por derecho, estabas al cuidado de mi hija, nuestra hija.
— ¿Debo asumir que los Black se esperaban que destrozases su humilde casa por que tu hija se encontraba en manos de un vampiro?
— Más bien, ellos esperaban que iniciase la tercera guerra mundial, por que todo cuanto sabían era que te había dejado. Nadie supo jamás los motivos, ni siquiera mi padre. — no pude evitar suspirar. Aún me dolía haberme alejado de mi esposa, aquello era una herida que tardaría en cicatrizar, pero sanaría.
— Este año fue por decirlo así menos infernal, me era imposible verla siquiera desde lejos por temor a que Alice me viese en sus visiones. El permanecer en la Push no sólo me garantizaba encontrarme a salvo, sino también me aseguraba mantenerme al margen de tu familia y de ti mismo.
No quería que me vieses, no cuando me sentía indigna de ser recibida por mi esposo y mi hija, era demasiado grande mi vergüenza, y la culpa… sigue siendo más de lo que puedo soportar. Sin embargo, puedo decirte que si me encuentro aquí es porque llevo seis meses limpia, libre de cualquier contacto con sangre humana. No te mentiré podría ser un año, pero cierto día me vi en la obligación de salir al pueblo en busca de medicinas para Billy, y quise evitarlo ¡Dios sabe que traté! Pero, al ver a esa chica tan indefensa… ¡Demonios! Ni siquiera había anochecido y ese infeliz intentaba propasarse con ella.
No lo dude un segundo y a una velocidad lo suficientemente rápida para que ella no comprendiese que había pasado me dirigí hacia el bosque con ese maldito humano entre mis brazos.
Fuera de eso no he tenido otra recaída, y eso nos lleva a hoy.
Edward, no puedo asegurarte que no fallaré, ni prometerte que me comportaré a la altura de la situación, solo puedo asegurarte que anhelo con todo mí ser intentarlo, quiero ser la mejor esposa para ti, quiero ser una buena madre para Carlie, pero no sé si sea capaz.
¡Ni siquiera se si puedo estar a menos de dos metros de mi hija!
Me aterra la sola idea de que mi presencia pudiese suponer un peligro para ella. Si consideras que aún es demasiado pronto puedo volver a la Push, sé que Jacob no pondrá objeción, sólo quiero lo mejor para todos… Tal vez podríamos vernos los fines de semanas, y de esas forma me mostrarías fotos de ella o — no soporté más sus estúpidas suposiciones y la besé.
¿Cómo podía pensar en la sola idea de que la dejase partir?
Después de cuatro años privado de su compañía, alejado de su calor, de sus besos.
¿Cómo podría permitir que se alejase?
— Te Amo Bella, al fin te tengo de vuelta, y por ningún motivo te dejaré partir ¿Me oyes? — Ella no dijo nada, pero la hermosa sonrisa que se formó en sus labios me respondió en su lugar.
Mi ángel temía no sólo que la rechazara por sus caídas-lo cual se me hacia normal, no bueno ni digno de felicitaciones, pero era algo que se esperaba de un neófito-, también sentía vergüenza y culpa, pero lo que más le aterraba y la mantenía preocupada era el hecho de volverse un peligro para Renesmee, no podía esperar a que Bella conociese a Carlie, tal vez la había visto, pero a una distancia que no le permitía apreciar lo maravillosa que era nuestra hija, y hoy dentro de pocas horas mi mujer sería testigo del milagro que significaba tener una hija mitad vampiro. Porque estaba claro, Bella ignoraba por completo ese detalle, y más aun el hecho de que su sangre no fuese para nada tentadora.
— Acompáñame— pedí mientras la tomaba de la mano y me encaminaba en dirección a la casa de mis padres.
— ¿A dónde?
— Vamos a ver a nuestra hija.
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Niñas queda pendientee el finaaL para el lunees asii qe no se me desesperen jajaja besitooss(k)
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