Dark Chat

lunes, 4 de julio de 2011

Muy Salvaje Para Ser dominado

Cap 3

Por un largo momento, Bella no movió un musculo ―no podía. En parte debido al inmenso


Hombre tendido encima de ella, y en parte debido a la conmoción de verse sumergida en el barro.


Otra vez. En este punto, se pregunto si alguna vez volvería a estar limpia y seca de nuevo. El barro


cubría cada centímetro de ella.


Girando la cabeza, vio el caballo huir por el camino, las riendas azotándose violentamente con


el viento.


―.Adonde va?


―A casa.


―A casa ―repitió ella, volviendo la vista hacia el.


Su rostro se cernía sobre el suyo, la mirada helada de sus ojos Verdes el único color en su rostro


Cubierto de lodo. Esos ojos la congelaron aun más, si eso era posible.


―Si, a varios kilómetros de aquí ―dijo mordiendo las palabras.


―Oh, genial ―exclamo. ―! Esplendido caballo el que tiene!


―No hay nada malo con Yago.


―.No? ―replico ella, sintiéndose temblar de rabia. ―El nos abandono.


―Con una bruja gritando en su espalda, apenas puedo culparlo.


―.Que tipo de caballo no puede soportar un poco de ruido? Un caballo de primera puede ir a


la batalla con los cañones disparando…


―Un cañón lo podía tolerar. Una arpía gritona es otra cosa.


Jadeando, empujo el gran cuerpo que cubría el suyo. La acción la obligo a hundirse aun mas en


la tierra húmeda y movediza.


―.Le importaría salirse de encima de mi?


―Con mucho gusto ―espeto, poniéndose de pie.


Con cierta satisfacción, vio que estaba tan sucio como ella. Le lanzo una última mirada


fulminante antes de girar y mirar a la distancia.


―.Adonde va? ―grito, luchando sin gracia por ponerse de pie ―a punto de desplomarse,


Cuando su tobillo derecho colapso bajo su peso. Su boca se abrió en un grito silencioso.


Rapidamente paso la mayor parte de su peso a su tobillo izquierdo y salto en un pie hasta que se


pudo estabilizar.


―El herrero puede prestarme un caballo ―dijo por encima del hombro, sin siquiera detenerse.


Ella alzo las increíblemente pesadas faldas, respiro profundamente y dio un paso adelante ―o mas bien, cojeo, decidida a seguir y no humillarse cayendo de nuevo. No era una tarea fácil.


Especialmente con su tobillo palpitando dentro de su bota.


Haciendo una mueca de dolor, lo ahogo e hizo un gran esfuerzo por mantener el ritmo. Su


respiración se hacia difícil y rápida a medida que movía sus piernas. Los latidos de su tobillo se


Intensificaban, cada pisada, una agonía.


La figura del hombre se alejaba cada vez más. El va a abandonarme.


Sus ojos ardieron. Un profundo sollozo broto en su pecho y ella lucho por continuar. Trago aire,


dispuesta a tragarse las lagrimas. No voy a llorar. No voy a llorar.


Y en ese momento, se sintió aplastada, golpeada por la vida ―su familia, la madre, cuyas cartas


eran raras y muy pocas, la nube de la pobreza cerniéndose constantemente sobre ella,


ensombreciendo cada movimiento y respiración. Y ahora él. Una bestia que no le importaba si él la


dejaba para ahogarse en el barro y la lluvia.


El aguijón en sus ojos se intensifico. Sin embargo, ella se condenaría si lloraba. Si sucumbía a la


debilidad. Se detuvo abruptamente. Alzando su rostro hacia el cielo, dejo que el diluvio de lluvia la


empapara, enfriando sus emociones en llamas.


―Camina ―grito el.


Ella bajo la cabeza para mirar su espalda, con ganas de arremeter. Hacer daño. De llorar sin


Control. Y eso, ella se negaba rotundamente a hacer.


En cambio, se dejo caer donde se encontraba, en medio del camino, como una pesada piedra


que se hundía hasta el fondo del lecho de un rio. Sin importarle sus guantes enlodados ―.que parte de ella no estaba cubierta de inmundicia?, ―se cubrió la cara con las manos.


Y rio.


Una risa frágil, temblorosa, que se originaba desde lo más profundo de su pecho. La risa que


sabía que podría cambiar en cualquier momento y convertirse en lagrimas humillantes si no tenia


Cuidado. Ocupada en mantener a raya las lagrimas, ella no lo oyó aproximarse. A través de sus dedos entreabiertos, vio sus botas detenerse frente a ella. Su pecho inmóvil, toda risa


desaparecida. Con una extraña clase de indiferencia, estudio las líneas de agua que corrían a lo largo de las botas relucientes.


Dejando caer las manos, ella examino la larga longitud de su cuerpo, sus ojos deteniéndose en


su rostro, esperando ver allí la condena ―el reproche imperdonable por ser débil y quedarse tan atrás.


El la miraba inexpresivamente, sin un atisbo de emoción en su rostro esculpido en piedra.


Suspirando profundamente, se inclino para alcanzar su brazo.


Ella palmeo su mano.


Frunciendo el ceno, fue por su brazo nuevamente.


Una vez más dio una palmada a la mano ofensiva, esta vez con más fuerza.


―Puedo buscar mi propio camino ―refunfuño, decidida a no aceptar nada de él. ―Continúe sin mí.


Las aletas de su nariz se ensancharon, sus labios se adelgazaron hasta una línea implacable. Una advertencia que no tuvo tiempo de escuchar. En un movimiento rápido, fluido, se inclino, deslizo un brazo por debajo de sus rodillas, y la tomo en sus brazos, como si pesara una pluma. Conmocionada, ni siquiera lucho cuando la acuno cerca de su pecho. Con sus largas zancadas, avanzaba por el camino con aparente facilidad.


―Puedo caminar ―murmuro, manteniendo los brazos torpemente delante de ella,


preguntándose donde ponerlos.


―Por supuesto que puedes ―respondió, sin mirarla, simplemente con la vista al frente, sin pestañear frente a la caída constante de lluvia.


Dándose por vencida, deslizo un brazo alrededor de sus anchos hombros, sus dedos


ligeramente apoyados en su nuca, por debajo de los mechones de pelo demasiado largos. Su pelo oscuro caía sobre sus dedos y ella lucho contra el impulso de acariciar los mechones alisados por la lluvia. Su otra mano relajada contra su pecho, donde el ruido constante de su corazón latía contra su palma.


Ella estudio su perfil por un momento, su ira menguando a medida que la llevaba delante de manera tan incondicional. De repente, el bajo la mirada, sus ojos trabándose con los suyos. Esta cercanía le permitía ver el verde oscuro que rodeaba su iris . Algo raro y extraño pareció cobrar vida en su pecho, atrapando su respiración en sus pulmones como un pájaro enjaulado


―así como esos intensos ojos verdes atraparon los suyos.


Tal vez no era tan bruto. Un bruto la habría dejado atrás en vez de alzarla en sus brazos como una especie de héroe de la leyenda del rey Arturo.


Ella se dio una fuerte sacudida mental, recordándose que esas eran leyendas, historias que su madre le había leído cuando era una niña. Los verdaderos caballeros de brillante armadura solo existían en los cuentos de hadas.


Un suspiro de alivio escapo de su pecho cuando el pueblo estuvo a la vista ―un surtido de


Casitas con techo de paja, una pequeña iglesia de piedra, el granero de un herrero y una gran posada de dos pisos que se inclinaba muy ligeramente hacia la izquierda. Las casitas bajas parecían temblar con el viento cortante, atrayéndola como una copia de la primera edición de Una Vindicación de los Derechos de la Mujer de la señora Wollstonecraft.


La perspectiva de fogatas calientes ardiendo detrás de esas inestables paredes, la hizo


Consciente de su miseria. Daria cualquier cosa por estar sentada caliente y cómoda delante de un fuego, un libro en el regazo, una humeante taza de té y un plato de bollitos de miel a su alcance.


Un estruendo relego a la tormenta. Provenía del granero del herrero en el extremo de la aldea.


Siguieron el ruido, colocando todo el esfuerzo en girar contra el viento. El aire cortante la fustigo, hiriendo su cara y garganta. Ella no podía imaginar cómo se debía sentir el. La había cargado sin queja, sin jamás detenerse.


Sus ojos le dolían, las lagrimas escurrieron de las esquinas fluyendo por sus mejillas,


mezclándose con la lluvia que banaba su rostro. Junto la barbilla con su pecho y desvió la cara, enterrando la nariz contra el pecho masculino, en busca de su calor, del refugio de su cuerpo.


Temblando, hurgo más profundo contra su pecho, fingiendo no notar el cuerpo duro que la sostenía con tanta seguridad, incluso cuando se hundía contra él, hambrienta de su calor.


El la llevo debajo de un pórtico sobresaliente. Todavía sosteniéndola en sus brazos, se quedo quieto durante un largo rato como si dudara de si podría ponerse de pie y sostenerse por si misma.


―Puedo pararme ―murmuro, alejando su cara de su pecho.


Asintiendo, el soltó sus piernas. Su cuerpo se deslizo a lo largo del suyo con una agonizante lentitud. La sensación de sus pechos aplastados contra su pecho duro envió una chispa de calor que se enrosco en su bajo vientre. Nerviosa ante tal desconocida sensación, se ruborizo y rápidamente dio un paso atrás.


Aunque al abrigo de lo peor del viento y la lluvia, se sentía fría sin su cercanía, desolada. El


mantuvo una mano en su brazo, el único contacto que ahora compartían. Por debajo de las pestanas, ella estudio la dura línea sombreada de su mandíbula y acepto lo que había intentado con tanto esfuerzo de ignorar. Era magnifico. Incluso cubierto de suciedad. El hombre mas atractivo que había visto fuera de un salón de baile.


Apestaba a crudo poder masculino. Desde el pelo largo, pasado de moda, pegado a su cara y garganta, hasta la intimidante amplitud de sus hombros. Si alguna vez mi familia me lanzara un hombre como él, quizás lo pensaría dos veces antes de ahuyentarlo. Tras ese espontaneo pensamiento surgió la necesidad desesperada de poner distancia. Ningún hombre se merecía las cadenas del matrimonio. Sin importar como le hacía estremecer el cuerpo.


Incluso anhelando la calidez de su mano, la ardiente huella de esos dedos largos, se alejo,


rompiendo todo contacto. El la miro, alzando una ceja.


Con los labios apretados, ella se cruzo de brazos y forzó su atención en el fornido hombre de nariz plana, que había salido del centro incandescente de la construcción. Se limpio las manos sucias en un delantal de cuero e hizo un ademan en señal de saludo.


―Tom, la señora aquí está buscando a su conductor.


El herrero sacudió la cabeza, con el ceno fruncido.


―No he visto un alma desde que la tormenta se desato. Todos tuvieron el buen sentido de no salir ―su mirada los recorrió, con una expresión que parecía decir, todos menos ustedes, tontos.


―Mi carruaje está atascado en una zanja al norte de aquí, mi criada aun esta dentro


―probablemente, roncando profundamente, pensó Bella mientras levantaba su ridículo.


―Necesito a alguien para traerlos a ambos a acá. Naturalmente, voy a pagar por sus servicios…


―Claro, señorita ―el herrero se volvió y llamo a alguien en el interior del granero. Un joven vestido con un delantal de cuero se unió a ellos. ―Mi hijo y yo iremos a caballo y los traeremos.


Bella suspiro, sintiendo que parte de la tensión de sus hombros y cuello se aflojaba.


―Gracias.


El herrero hizo un gesto a través del patio.


―.Los encontrare en la posada, entonces?


―Si ―respondió ella, ya visualizando la taberna seca donde podría esperar y calentarse.


Con una inclinación de cabeza para el herrero, el hombre a su lado la tomo del brazo y la


condujo ―con cautela, cuidando su tobillo ―a la posada.


Una vez dentro de la taberna casi vacía, se instalo con ella en una de las mesas, la mas cercana


a la gran chimenea encendida. Su vientre retumbo ante los tentadores olores que salían de la cocina.


Ella mentalmente conto las monedas en su ridículo y se debatió si podía permitirse una comida caliente. La abuela le había dado solo lo que considero necesario para un viaje a Yorkshire y para la vuelta. Recuperar y reparar un carruaje no había sido parte del cálculo.


Unas pocas personas estaban acurrucadas con sus jarras de cerveza, esperando que amainara la tormenta. Un hombre levanto la cabeza para gritar en señal de saludo:


―!Edward!


.Edward? Bueno, ella tenía un nombre ahora. Aunque no lo quisiera, siempre recordaría a su oscuro y atractivo salvador por su nombre.


―Clive ―saludo Edward


Clive cogió un cuchillo de la mesa de madera, cuya superficie tenía varios surcos. Su puño


grueso lo agito ante Edward, animándolo.


―Danos una demostración, .eh?


Edward sacudió la cabeza.


―En otra ocasión.


Ella miro a Edward, una mueca tirando de sus labios. El debía haber sentido su mirada. Sus ojos se deslizaron a los suyos y el se encogió de hombros.


―Es solo un juego que jugaba cuando era un muchacho.


Bella arqueo una ceja, curiosa de ver qué tipo de "demostración" la gente del lugar apreciaba tanto.


―Vamos ―grito Clive.


Suspirando, Edward cruzo la habitación y cogió el cuchillo del puño de Clive. Ella vio como el se sentaba a horcajadas sobre el banco, extendía su mano grande sobre la mesa, y procedía a clavar el cuchillo entre cada dedo en un frenético borrón de movimiento. Ella se movía con inquietud ante cada golpe del cuchillo sobre la tabla de madera, segura de que se cortaría la mano en cualquier momento. Su conmocionada mirada se alzo a su cara, a su expresión de aburrimiento.


Qué clase de infancia había llevado?


Finalmente, se detuvo, y ella se acordó de volver a respirar. Se levanto y envió el cuchillo


deslizándose limpiamente por el aire. Se clavo en el cuadrado del centro de una descolorida y ahumada pintura encima de la chimenea.


Clive rio y golpeo la mesa con aprobación.


―.Tiene deseos de morir? ―pregunto ella cuando regreso a su mesa. ―Monta de una forma temeraria, y tiene un temerario ―ella hizo un gesto con la mano señalando la mesa donde había llevado a cabo su peligrosa demostración, buscando a tientas las palabras adecuadas y encontrándolas ―!juego de cuchillos!


El respondió con una irritante ecuanimidad, incluso cuando algo furtivo brillaba en su mirada:


―El peor mal de todos es dejar las filas de los vivos antes de morir.


Sacudió la cabeza, frustrada ―desconcertada ―con el hombre ante ella y su cita de Seneca1.


―Eso no es na’―dijo Clive. ―Usted debería verlo escalar Skidmoor con sus manos desnudas. En invierno, también.


―Skidmoor ―repitió ella.


―Es solo una colina ―explico Edward.


―.Una colina? ―Clive soltó una carcajada, moviendo la cabeza. ―Correcto. Mas como una montana.


.Escalaba montanas en pleno invierno?


―Edward―una criada grito desde el otro lado de la taberna.


Bella vio el corpiño escandalosamente bajo de la mujer e instintivamente ajusto mas el suyo sobre sus hombros, como si así pudiera ocultar su carencia de atributos similares.


―Mary, luces bien ―Edward sonrió de una manera que lo hacía parecer repentinamente joven, un muchacho. Ni de cerca tan intimidante como el extraño del camino.


Mary desfilo por la habitación, moviendo sus caderas de una forma que Bella estaba segura era un paseo ensayado con anterioridad.


―Mejor ahora que estas aquí ―ronroneo.


Sin pensar o considerar su presencia, sonrió maliciosamente a la criada, sus dientes un destello de blancura en su cara dorada por el sol. Como consiguió esa piel tostada en este pais sin sol, la dejaba perpleja. Sin duda, una evidencia más que era más diablo que hombre.


Las curvas de la criada se instalaron en su regazo, lanzo sus brazos rechonchos alrededor de su cuello y, luego, para que todo el mundo viera, le planto un beso con la boca abierta.


Bella desvió la mirada, la vergüenza encendiendo sus mejillas. Estudio sus manos en su regazo, paso los pulgares nerviosamente sobre el dorso, sobre la fría y fruncida piel de gallina de sus muñecas expuestas.






*1 Seneca: Filosofo romano, conocido por sus obras moralistas






Incapaz de reprimir la morbosa curiosidad, tomo aire y levanto los ojos para observar tal


despliegue indecoroso.


Su mirada choco con sus tormentosos ojos verdes.


La miraba a ella ―bella


El calor inundo su rostro al ser sorprendida mirando, como si estuviera interesada, como si le importara a quien besaba. Su mirada de lobo hambriento nunca se aparto de su rostro. La excitación brillaba en las grises profundidades, mientras besaba a la mujer encima de su regazo.


Ella arranco su mirada y retorció los dedos en su regazo, hasta que le dolieron.


No mires. No mires. No le des la satisfacción de saber que te fascina.


Incapaz de dominarse, dio otra mirada disimulada, obligada, cautivada por la atracción


magnética de su mirada burlona. Sus ojos brillaban perversamente, atrapándola, susurrando su nombre. Se quedo boquiabierta cuando el trepo con una mano por sobre la trenza de Mary, vio como sus dedos largos y afilados desenredaban la cuerda de pelo, girando las guedejas entre sus elegantes dedos.


Su estomago se apretó y se le hizo un nudo. Algo caliente y desconocido encendió su sangre al verlo besar a la mujer con esa lenta minuciosidad, todo el tiempo devorándola con los ojos.


.Era ella tan lasciva? Su pulso acelerado pareció suficiente respuesta. La sangre rugió en sus oídos, bloqueando el ruido constante de la lluvia sobre el techo de paja, el siseo y el crepitar del fuego en la chimenea, el sonido de su propia respiración excitada. Se humedeció los labios con un movimiento de su lengua y sus ojos Verdes se oscurecieron, dos gotas azabaches que siguieron el movimiento, explorando su cara, luego bajando al sube y baja de su pecho bajo su ropa empapada.


Ella levanto el mentón y trato de transmitir su desprecio, su repugnancia absoluta ante su


vulgar exhibición ―que ella, una dama impertérrita, tuviera que presenciar tal perversidad. Sin embargo, su respiración la traicionaba, saliendo rápida y con dificultad de sus labios. Sus mejillas las sentía en llamas y le preocupaba que el color inundara su rostro.


―Mary ―grito un hombre, presumiblemente el propietario del establecimiento. ―Deja de molestar a los clientes y ve a la cocina, muchacha.


Mary termino el beso, la sonrisa satisfecha de un gato estampada en su rostro, como si acabara de darse un festín con un tazón de crema. Limpiándose los labios con el dorso de la mano, envió una última mirada en dirección a Edward antes de partir.


Edward se puso de pie, los ojos brillantes como ascuas cuando se volvió a mirarla. Los ojos de Bella bajaron a su boca, húmeda por el beso de otra mujer. Su pulso dio un salto y desvió la mirada, sus ojos moviéndose erráticamente por la habitación como un pájaro en busca de un lugar para aterrizar. Esas botas se deslizaron sobre el suelo sucio, casi deteniéndose frente a ella. Fijo su mirada en esas botas sucias, sin atreverse a mirar ese rostro, a su oscura belleza, a la ardiente mirada que por alguna razón, la hacía apretar y juntar los muslos bajo sus faldas.


El se inclino, su mejilla casi rozando la suya. Ella se agito y echo los hombros hacia atras. Lo miro con alarma, sintiéndose como una presa atrapada en su fija mirada.


Una lenta sonrisa curvo sus labios. Entonces, agacho la cabeza. Su mejilla rozo la de ella, la


barba de su dura mandibula la raspo, lo que provoco un incendio en su sangre. Se mordio los labios para no gritar, decidida a que no viera como la afectaba. El almizcle del hombre le llenaba la nariz. La lluvia, el viento, el olor de los páramos ―de la aulaga que crecia salvaje en las colinas rocosas.


―.Te gusto eso? ―soplo en su oído, su voz deslizándose sobre su piel como el terciopelo,


Encendiendo una chispa de fuego lento en su vientre. ―.Lo intentamos?


Ella soltó un suspiro tembloroso y movió la cabeza con fiereza. La imagen de ella en su regazo, su mano sobre ella, paso por su cabeza, escandalizándola, horrorizándola. Emocionándola.


El poso sus labios cerca de su oído y ella dejo de respirar. Apelando a toda la compostura que pudo reunir, respondió en su tono más altivo;


―Preferiría besar a un cerdo ―se aparto unos centímetros para medir el efecto de sus


Palabras.


Sus labios se curvaron en una sonrisa torcida.


Frunciendo el ceno, agrego:


―Pero entonces, eso es lo que es usted, señor. Un cerdo en celo.


Se rio, el sonido profundo y peligroso, disparándose a través de su cuerpo como el jerez


Caliente.


―.Celosa? ―su cálido aliento abanico su oído sensible, haciendo que su estomago diera un salto mortal. Abarco un lado de su cara, la curtida palma de su mano firme contra su mejilla. Con una contundencia que le robo el aliento, forzó su cara a acercarse, sus dedos deslizándose y curvándose alrededor de su nuca.


Sus labios, sorprendentemente suaves, rozaron las curvas de su oído mientras hablaba.


―Sabes, imagine que estaba besando tu boca, tu lengua enredándose con la mía.


Ignorando el salto de su pulso, le espeto:


―Palabras que sin duda sedujeron a muchas doncellas tontas.


―No muchas ―murmuro, deslizando el pulgar sobre la curva de su mejilla, la línea de la


mandíbula, deteniendose en su boca. ―Te sorprenderías.


Su febril mirada fija en sus labios. Como si probara su plenitud, acaricio el labio inferior. El calor se acumulo en su bajo vientre y las piernas le temblaron. De alguna manera, ella encontro la fuerza para alzar las manos hasta su pecho. Ignorando la amplitud y la firmeza bajo la tela humeda de su camisa, lo empujo con todas sus fuerzas.


El no se movio. Podria haber estado empujando una roca.


―Muévase ―ordeno.


El la miro durante un largo rato.


―Muévase ―repitió, su mandíbula dolorida con la tensión.


―Por supuesto ―dio un paso atrás, las manos en alto, una sonrisa torcida en los labios.


Ella se levanto del banquillo, todos sus instintos exigiendo escapar. Incluso si eso significaba enfrentarse de nuevo a la tormenta. Mejor que sufrir la tormenta que rugía aqui, entre ellos. A un pelo de distancia, y por el calor de sus ojos, no tenía intención de concederle el espacio que ella deseaba.


―Se lo que es usted ―dijo entre dientes.


Esa sonrisa torcida se profundizo.


―Dilo.


―Es un granuja. Un sinvergüenza, un…―se detuvo, trago saliva y siguió en un tono mas


Calmado. ―Cree que va a jugar conmigo como si yo fuera alguna muchacha tonta, feliz por la recompensa de sus atenciones.


Aun con esa sonrisa maliciosa, recorrió un sendero ardiente por su mejilla con la punta de un dedo.


―Una hora a solas conmigo y creo que podría convertirte en una muchacha tonta, feliz por mis atenciones.


―Usted es repugnante ―espeto, luchando contra el temblor que sus palabras producían en todo su cuerpo.


El bruto era un incivilizado, un primitivo absoluto. Ningún hombre le había hablado jamás de esa manera tan tosca, tan vulgar. .Es asi como un hombre se dirigía a una mujer que deseaba? La idea la hizo sentir frio y calor, la asustaba y excitaba.


Edward se enderezo, y con una última mirada abrasadora hasta el alma, se alejo para hablar con el posadero.


Bella se quito los guantes sucios y agito las manos ante el fuego, tratando de calmar su


corazón acelerado. Sin embargo, ella no podía dejar de verlo por debajo de los parpados


entrecerrados. Ante el sonido de sus pasos pesados, levanto la vista.


―Están preparando una habitación para ti ―su voz retumbo en el aire, calentándola de una forma que el fuego parecía incapaz de hacer. ―Explique tu situación al posadero. Enviara tu criada y tus cosas cuando lleguen.


Su corazón salto, presa del pánico por la habitación. Las pocas monedas en su ridículo no


cubrirían el alojamiento y los cañones adeudados al herrero. La irritación la invadió. .Quien era el


para hacer los arreglos en su nombre?


―No ―la única palabra salió con dureza de su boca. ―Eso no es necesario. Tengo que


Continuar esta noche…


―Imposible ―frunció el ceño y sacudió la cabeza, rechazando la posibilidad. ―Necesitas un cambio de ropa antes que cojas un resfriado. Una comida caliente probablemente te haria algún bien, también.


Bella sacudió la cabeza, golpeando el ala caída de su cofia.


―De verdad, yo…


―Humedad y frio no son una buena combinación ―dijo, como si estuviera hablando con una idiota. ―Los inviernos de Yorkshire no son para los pusilánimes.


Bella se puso rígida, sin saber que la ofendía mas. Su actitud arrogante o su apreciación de ella como una enclenque. Debería decirle que nunca se había desmayado en su vida, no como muchas damas que conocía, que nunca se alejaban mucho de sus sales.


―Es marzo ―replico ella. ―Primavera.


―Aqui no.


El borde de su cofia se hundió de nuevo, oscureciendo su visión. Con un gruñido de frustracion, se lo saco de su cabeza, sin importarle que expusiera su pelo horriblemente despeinado. Estaba harta de que la gente le dijera que hacer. De su familia, tenia que soportarlo. De este hombre, un desconocido, no. Sin importar cuan guapo fuera. Sin importar como su cuerpo se estremecia en su presencia.


―Aprecio todo lo que ha hecho, pero ya no necesito su ayuda.


Su rostro se endureció y el extraño intimidante del camino volvió.


―Muy bien, entonces. Me despido ―girando, rápidamente se alejo a grandes zancadas.


La culpa la apuñalo... y algo mas que no pudo identificar. Su pecho se apreto mientras miraba su espalda alejándose. Antes de que pudiera reconsiderarlo, fue tras el.


El estaba en medio de la taberna antes de que ella lo alcanzara. Su mano se cerró sobre su


brazo. Los músculos en su brazo se tensaron bajo sus dedos. Se volvió para mirarla, los ojos hundidos, oscuros, ilegibles. Ella lo miro fijamente, buscando las palabras, sin estar segura de por que lo habia perseguido.


―.Si? ―pregunto el.


Bella se quedo inmóvil como piedra, congelada por un momento interminable, sintiéndose una tonta de capirote. Eran extraños. La había dejado segura en la posada. Se había acabado. No tenían ningún otro asunto que tratar.


―Gr-gracias ―susurro, haciendo una pausa para tragar, luchando contra el impulso de mirar hacia otro lado, para ocultarse de su atenta mirada. ―Por su ayuda. Yo no quiero parecer desagradecida...


Bella se mordió el labio. Su hermano diría que no eran necesarios sus buenos modales. Que este hombre la ayudara, le correspondía como Swan que era. Pero ella no podia dejarlo ir sin algun tipo de reconocimiento.


Abriendo su boca, pensó explicar la verdadera razón por la que no podía pasar la noche en la posada, pero se contuvo. O, mas bien, el orgullo se lo impidió. Su explicación se atasco en su garganta.


Una extraña luz apareció en sus ojos, haciendo que su corazón latiera. Esos ojos Verdes se


oscurecieron ―onix pulido, deslizándose sobre ella, mirándola de tal forma que su sangre ardio en sus venas. Se tomo su tiempo viendo su persona enlodada y el cabello desaliñado, antes de regresar a su rostro con una intensidad provocativa.


Entonces el toco su rostro. Sus cálidos dedos abarcaron su mejilla con una suavidad


Sorprendente. Ella no pudo retroceder. No como deberia haberlo hecho. No como su mente le ordenaba hacerlo. No lo hizo. En cambio, se encontró apoyándose contra su mano, girando totalmente su mejilla hacia el calor de su palma.


Cerro los ojos, se olvido de si misma y dejo que sus labios rozaran su piel. La textura de su


palma se sentia como rudo terciopelo contra sus labios. Su lengua salio como una flecha. Un rapido roce solo para saborearlo. Su jadeo forzo a sus ojos a abrirse ampliamente.


La intensa mirada de sus ojos, la forma en que ardian, que ya no eran oscuros como el onix, sino de un brillante verde, la tenia de nuevo fascinada, distanciándose de si misma como si de repente se encontrara en las garras de un gato salvaje, con la intención de comérsela.


El dejo caer su mano, sosteniéndola ante el, mirándola por un momento, girándola como si nunca la hubiera visto antes, como si buscara alguna respuesta, una verdad mayor, tallada en la carne de su mano.


Cuando levanto la vista, sus ojos eran el helado gris de antes, impasibles como piedra. Solo un extraño.


―Abrígate, señorita Pastel de Barro ―murmuro.


Luego se fue.


La puerta se cerró detrás de el, el viento sacudiendo la longitud de madera rudimentaria


durante varios segundos, luchando para poder entrar. Se fue con la misma precipitación que había entrado en su vida. Su tacto, su olor penetrante, el granuja tentador que la hacia temblar como una hoja en otoño. Se fue. No podía dejar de sentir una punzada de pesar. Como si de alguna manera, hubiera perdido una oportunidad. Pero de que, no podía decirlo, o no se atrevía.


―Señorita Pastel de Barro ―murmuro, mirando la puerta por un largo momento.


Curiosamente, el apodo ya no la molestaba. No en la forma casi tierna en que lo habia


Pronunciado. No después de la forma en que se habia dirigido a ella, la habia mirado, la había tocado.


Se abrazo a si misma, sintiéndose desamparada y preocupada por su partida. Helada. Lo cual era absurdo .Porque debería lamentar la partida de un extraño? .Un terrateniente con rudos modales, en el mejor de los casos? A pesar de su ayuda, fue grosero y maleducado... e hizo que su corazón diera un vuelco en su pecho.


Bajando los brazos, se dirigió de nuevo al fuego, buscando un calor totalmente distinto a la llama que el había avivado en su interior. Sentándose en el duro banquillo, ella junto las rodillas y espero a que el fuego la calentase, haciendo todo lo posible por olvidar su nombre, olvidarlo a el y a la invitación ardiente de su mirada. Espero a que la familiar apatia arraigara en ella, y se prometió que para mañana no se acordaría de el ni una sola vez.


Edward. Adecuado. Tan salvaje y fuera de control .

Hello mis angeles hermosos aqui les dejo un cap de mas de este fic , y chicas por fiss dejen sus comentarios al final sean buenas.
Mil besitos a todas
Angel of the dark

viernes, 1 de julio de 2011

Corazón de Hierro

Cap 17.Amor, Edward POV, PARTE 2.

― ¿A dónde vamos señor?— pregunto James

― Al aeropuerto por favor— le pedí con voz suave, el auto comenzó a andar y deje atrás la mansión, no pude evitar voltearme a contemplarla una vez mas y susurrar ese te amo que nunca seria escuchado, este viaje me serviría también para intentar despejar mi mente y aceptar la idea de no ser correspondido.

El viaje fue corto, una de las grandes ventajas de tener un jet privado. Cuando llegue a Londres había una lluvia muy tupida, el viento azotaba en los enormes ventanales de la sala de desembarques. Cuando pase por policía internacional el pequeño cuerpo saltarín de mi hermana me libero de lo que estaba pensando, como siempre Bella ocupaba mis pensamientos a toda hora.

― Hola pequeña— le dije abrazándola

― Hola hermanito ¿Cómo va todo?— me dijo tomándome del brazo.

― Bien, creo. ¿Cómo esta Carlisle?

― Lo mismo, bien, creo. Mama está con él en el hospital, creo que odiaras saber que el metiche de Aro llego antes que tu y está instalado en la habitación de papa.

― No sé porque no me extraña— comente con sarcasmo, retire la maleta y el portafolio que llevaba y nos encaminamos a los estacionamientos.

Alice en el viaje me conto sobre Níko y de lo mucho que crecía todos los días, estuvo hablándome de Tanya y de otros familiares que habían venido a vernos. A pesar de que no era un viaje de placer estaba ansioso por ver a mi madre y en especial a Tanya, sabía que con ella podía confiar en todo momento y era precisamente ahora cuando necesitaba desahogar este dolor con alguien.

― ¿Por qué estas así?— me pregunto cuándo detuvo el auto en la casa de mis padres, al igual que yo ellos tenían una propiedad en el centro además de la casa en la que Vivian en el campo.

― ¿Por qué me trajiste aquí?— le pregunte, ella sabía perfectamente que yo jamás me quedaba en la casa de ellos, la sola idea de estar bajo el mismo techo que mi padre me hacia revolver mi estomago.

― Porque papa no esta así que creo que no hay ningún impedimento para que duermas aquí, tienes que acompañar a mama ¿no te parece?

― Si creo que tienes razón. — ambos nos bajamos del auto y la puerta principal fue abierta de inmediato.

― ¡joven Edward!— grito la inconfundible voz de Annie la ama de llaves de la casa de mis padres, ella también vivía con ellos en la hacienda pero siempre se movilizaba con mis padres ya que conocía todo de ellos, es la mujer de mayor confianza dentro de los empleados

― Ya no soy tal joven Annie, treinta y dos años no pasan en vano— le dije acercándome para besarla y saludarla

― Yo siempre te recordare como el chiquillo que te conocí, ¿tenias cuantos? Con suerte habrán sido trece años.

― Doce— le dije rectificando con una sonrisa

― Vamos cariño entra que prepararemos un gran banquete solo para ti.

Esa mujer siempre era así, nos conocía desde muy pequeños y llevaba toda una vida en nuestra casa, ella era como Will, no podrías vivir sin ellos. Entre y de inmediato un sin fin de recuerdos buenos y malos se agolparon en mi mente, en esta casa habíamos pasado los mejores y los peores años de mi vida, aquí fue donde supe de la muerte de mi hermano y donde se genero el odio de mi padre, sin duda tenía cierta reticencia a esta casa. No había mucho que me gustara de ella. Recorrimos la estancia y nos sentamos en el estar.

― La señora Esme me llamo y dijo que venía en camino hacia la casa— dijo con una enorme sonrisa— además tu padre ya se siente mejor así que por lo que me dice si todo sigue así le estarían dando pronto de alta.

― Qué bueno, me alegro por ella— dije sinceramente, sabía que a pesar de todo mi madre amaba a Carlisle, ella no podría vivir sin él.

― Tu padre nos dio un gran susto ayer— comento cambiando su expresión— fue horrible cuando se comenzó a sentir mal, tu madre parecía haber entrado en trance, estábamos desesperadas.

― Me imagino, Alice ¿Dónde está Níko?— pregunte ansioso por ver a mi sobrino.

― Está en la primera habitación de huéspedes, con Agatha— la niñera, recordé de inmediato

― Subiré a verlo, cuando llegue mama me avisan— les pedí

― Claro, ve— dijo mi hermana desviando su atención a Annie.

Camine por las escaleras de la enorme casa, sentí u escalofrió al recorrer los pasillos que tenían tan buenos y tan malos recuerdos, todavía podía escuchar las risas de niños felices y de papa corriendo con nosotros o cuando Níko escuchaba música a todo lo que el estéreo daba, tiempos felices decía mi mente. Me dirigí a la habitación, cuando llegue estaba la puerta entreabierta y la figura de una mujer meciéndose en una mecedora me cautivo. Las manitas de mi sobrino se alzaban tocando el aire que se colaba por sus dedos.

― Buenos días— salude— ¿tú eres Agatha?— pregunte serio pero cortes

― Sí señor, mucho gusto

― Mi nombre es Edward Cullen y soy el tío de Níkolas.

― Si lo sé señor, ¿desea ver al niño?—

― Si déjeme solo por favor— la chica se acerco a mí y me entrego el pequeño bultito, el niño estaba más pesado de la última vez que lo vi—hola pequeñín— le dije sentándome en la misma silla para mecerlo— ha pasado mucho tiempo ¿no crees?— los dulces y atentos ojos del bebe me miraban— creo que sí, se que tendría que venir a verte más seguido pero el tiempo no me alcanza ¿sabes?, no crezcas, quédate bebe porque así siempre serás feliz, los adultos tenemos muchas responsabilidades— pase mis dedos por sus mejillas sonrosadas con mucha dulzura, el niño se removió en mis brazos y comenzó a cerrar sus ojos al parecer el sonido de mi voz lo tranquilizaba— eso bebe duerme, sueña con los angelitos— sonreí y me mecí para que se durmiera más rápido.

― Todavía no entiendo porque aun no eres padre— dijo la voz de mi madre desde la puerta, la mire e intente sonreír pero no lo logre con éxito— ¿Qué pasa cariño? Te vez increíblemente fatigado— comento acercándose a mí.

― El viaje me dejo exhausto.

― Edward… ¿de verdad crees que nací ayer?— pregunto con una sonrisa— hijo te conozco mejor que nadie, algo te sucede, ¿ya no confías en tu madre?

― No… no es eso mama— le dije bajando mi vista hacia el pequeño.

― Dame ese retoño— me dijo, lo tomo en sus brazos y lo dejo en la cuna, el niño ya dormía plácidamente— ahora dime ¿Qué pasa?, la otra vez reconozco que me dejaste intrigada con lo que me dijiste pero aun mas cuando tu padre me conto que estabas viviendo con una mujer— bufe

― Maldita sea, nada se le escapa a Carlisle ¿verdad?

― Creo que no, ya sabes que mucha gente es su informante solo por "ganar puntos con el"— y con solo esa frase supe de inmediato quien había sido, Aro Vulturi.

― Demonios— susurre refregándome la cara con mis manos

― Esto es más serio de lo que pensé, ¿Quién es la chica?

― Es mi enfermera, su nombre es Isabella.

― ¿tu enfermera?— pregunto un poco escéptica— ¿estás viviendo con tu enfermera?

― Si— conteste con la mirada perdida— te lo hare fácil mama, me enamore de ella. — confesé ganándome el asombro de mi madre, su cara se puso pálida de inmediato.

― Dios hijo… pero… pero—

― ¿pero qué?— pregunte mirándola

― Pero ¿Cómo fue a pasar eso?

― Pasando mama, dos personas que tienen química se enamoran— bufe— bueno al menos una de ellas

― ¿y más encima ella no te corresponde? ¡esa mujer está loca!— dijo casi gritando pero recordó en el momento quien nos acompañaba en la habitación

― Ni siquiera le he dicho lo que siento mama, ¡demonios! Si parezco un maldito crio de quince años— me tape mis ojos. La mano de mi madre comenzó a acariciar mi cabello.

― ¿te hace feliz?— pregunto con ojos dulces

― Mucho, ha logrado que organice mis prioridades y me ayudo a sacar el trabajo como una de mis razones para vivir.

― ¡entonces ya me cae bien!— me dijo con una sonrisa— nunca has tenido una novia mi amor pero la mujer que consiguiera eso tiene las puertas abiertas en mi casa, bendita sea— dijo levantando un poco su manos en acción de gracias.

― No exageres—

― No lo hago, si supieras lo que he sufrido desde que Níkolas se fue y tú te ensimismaste en el trabajo. Creo que es por eso que tu padre intenta emparejarte con Sussan.

― ¿Sussan? ¿emparejarme?— recordé la última conversación con mi padre— ¡ah! Así que ese es el nombre de la chica con la que Carlisle quiere que me case, esta demente.

― Ahora concuerdo contigo, mucho le podrá interesar su dinero pero con esto va a tener que irse olvidando de ello— agrego con una sonrisa— reconozco que al principio parecía una idea coherente, que la conocieras y ver si sucedía algo pero en vista y considerando que ya amas a otra persona creo que tu padre tendrá que retirar lo dicho.

― ¿lo dicho?— pregunte enarcando una ceja

― Eh… si— dudo— cariño lo que pasa— jugo nervioso con sus dedos— es que tu papa le dijo a la chica que el matrimonio está casi listo.

― ¡QUE!— grite levantándome de la silla y despertando al pequeño que dormía.

― ¡shh! Mejor vamos a fuera— me dijo jalándome del brazo y dejando pasar a la niñera

― Pero mama ¿Cómo demonios me dices eso ahora?

― Edward lo siento, yo de hecho no supe hasta hace unos días tu padre organizo todo.

― ¡dios mío!— suplique— ¿te das cuenta de lo que esto significa?— comencé a pensar— ¿no me digas que alguien más lo sabe?— le pregunte asesinándola con la mirada.

― ¡Edward lo siento!

― ¡MALDITA SEA MAMA!— grite exasperado, rogaba a dios porque Bella no se enterara de esto.

― Lo siento cariño, prometo hacer que tu padre retire lo dicho.

― Más le vale porque a mí no me dolerá nada desmentir todo lo que él ha dicho.

― No lo hagas, tranquilo prometo que esto se soluciona

― Mas le va vale mama— comente furaco, estaba que explotaba de la rabia, ¡maldito Carlisle!, esta me la pagaba, no podía creer que hubiera hecho eso. Mi cuerpo se estremeció por completo al pensar la reacción de Bella pero… ¿eso importaba? tal vez no, creo que poco le importaría si yo estuviera comprometido con alguien.

Con mi madre y hermana almorzamos juntos, hacía tiempo que no estaba con ellas. Por la tarde mi madre nuevamente partió al hospital a cuidar de papa, yo pase en ir a verlo, sabía que estaba aquí por el pero no soportaría verlo a la cara y no gritarle un millón de insultos por lo que hizo, mejor no lo veía y asunto arreglado. En la tarde me quede solo, Alice se fue con Níkolas de compras lo que me dejo tiempo de sobra para pensar, ¿Cómo estaría Bella ahora?, tenía que saberlo.

― Hola Will— salude al hombre que me contesto

― ¡señor! ¿Cómo llego de su viaje?

― Bien, todo tranquilo.

― ¿Cómo esta su padre?

― Creo que bien— conteste malhumorado, la tensión se apodero de inmediato de mi cuerpo.

― Sé que no le es gracia verlo pero es su padre señor, debe presentar sus respetos.

― Créeme que lo sé si no, no estaría aquí pero no te llame por eso ¿Cómo esta Bella?— pregunte ansioso por una respuesta.

― Creo que no le tengo una muy clara señor, desde que usted se fue la señorita no ha querido salir de la habitación.

― Demonios— susurre y me maldije internamente

― Pero no se preocupe, mas tarde intentare personalmente hablar con ella.

― Gracias, cualquier cambio avísame Will, lo que sea me llamas

― Si señor

― Nos vemos

― Que pase buena tarde, hasta pronto

― Igual tu, hasta pronto— corte.

Apreté el teléfono y lo deje caer sobre el edredón, Bella no quería saber nada ni de mi ni de nadie, sonreí con dolor, creo que no me sentía tan rechazado, ella estaba evitando a todos, no solo a mí. Todavía tenía un poco de esperanza ya que me quedaban algunos días con ella, esta semana seria su última en mi casa, antes de que partiera tenía que hablar con ella. A eso de las cinco de la tarde baje a tomar el té, como era de costumbre en mi país y en mi familia el té se servía en las terrazas y exactamente a las cinco de la tarde lo malo fue que tendría compañía para esta ceremonia.

― Señor hay una persona que lo busca— me dijo Annie mientras bajaba por las escaleras.

― ¿Quién es?— pregunte.

― La señorita Sussan Chadwick

― ¿Chadwick?, no conozco a nadie con ese apellido.

― Creo que por lo menos tendrás tiempo para tu prometida "Querido"— me quede parado en el último escalón contemplando a la mujer que venía caminando, al momento de verla y repetir su nombre en mi mente supe de inmediato quien era.

― Annie, déjanos solos

― Si señor— me dijo la dulce mujer.

― ¿así que tu eres la mujer que se supone se iba a casar conmigo?

― ¿se supone?— pregunto enarcando una ceja— Carlisle me dijo que estabas dispuesto a casarte conmigo.

― Puedes ir olvidando lo que te dijo Carlisle porque lo más probable es que sea mentira, si quieres saber la verdad yo no me puedo casar contigo, no te conozco, no siento nada por ti y si me disculpas mi sinceridad tampoco tengo deseos de conocerte— la mujer soltó un bufido junto a una expresión sarcástica.

― Sabía que me saldrías difícil— comento riendo— pero no me imagine que tanto.

― ¿tú y yo ya nos habíamos visto verdad?— pregunte reconociendo su cara de alguna otra parte.

― Sí, nos vimos en el bautizo de tu sobrino hace algunos meses

― Ya lo recuerdo, tú eres la hija de un primer ministro.

― Si lo soy pero dejemos eso de lado, Esme me llamo hoy día para contarme que estabas en Londres y que además te habías enterado de nuestro compromiso

― No existe ningún compromiso— corregí de inmediato

― ¿ah sí? Creo que te equivocas.

― La que está mal eres tú, creo que somos lo suficientemente grandes y maduros como para saber que a mi edad los compromisos arreglados tienen poco peso.

― Sabía que me dirías eso pero aquí hay palabra de peso.

― No me importa, podría haberlo arreglado el Papa y yo no habría aceptado, lamento informártelo pero ese compromiso no tiene valides— la mujer se comenzó a exasperar al ver mi rotunda negatividad.

― Creo que eres un patán, estas dejando de lado una increíble oportunidad, podríamos ser el matrimonio más rico y poderoso de Europa

― No me interesa, en este momento el dinero no es lo primordial.

― ¿entonces es el amor?— pregunto con sarcasmo.

― No es tu incumbencia pero para que no te afecte tanto y viendo tu real interés ¿Cuánto quieres por deshacer el compromiso?— pregunte sin tapujos.

― Un chico bastante inteligente— me dijo con una sonría

― No, se negociar que es diferente. Dime la suma y la pasare de inmediato a tu cuenta.

― Dos Millones de euros— me dijo con una sonrisa— eso no es mucho para ti querido, eres el hombre más rico de Europa y de América, no creo que te cueste mucho.

― No, no lo es. Una suma bastante razonable por mi libertad, hoy mismo estará en tu cuenta— le dije serio— esta demás decir que cualquier habladuría que se dé en los medios tiene que ser desmentida.

― ¡ah! Se me olvidaba además de los millones mañana quiero que me acompañes a una pequeña fiesta, quiero disfrutar de ser tu novia aunque sea un día— sonrió maquiavélicamente— de hecho tu también estas invitado, eres uno de los galardonados.

― Hecho— acepte— pero luego te olvidas de mi— le dije, la fiesta era del los empresarios más importantes de Europa, yo recibí la invitación pero no dije que participaría en esos días Bella estaba muy mal y no tenia cabeza para nadas más que ella, había olvidado que justo era esta semana.

― Claro cariño, prometo ni siquiera recobrar tu nombre— agrego con sarcasmo.

― Ahora si me disculpas tengo asuntos que resolver.

― Claro, nos vemos mañana, me alojo en el Ritz del centro pasa por mí a las cuatro.

― Allí estaré, adiós

― Adiós— me dijo y salió contoneando sus caderas hacia la entrada, suspire más tranquilo, por fin me había librado de esta amenaza. Mañana iría a la maldita recepción con ella y podría estarme librarme de ella.

Me senté en la terraza y fue inevitable pensar en ella, la dueña de todos mis pensamientos y de los latidos de este corazón. ¿Qué estaría haciendo? Parecía un maldito psicópata pensando en lo que haría a cada segundo pero eso se debía netamente a que la extrañaba, solo han pasado unas horas desde que la deje de ver y ya la ansiaba nuevamente, tenía que calmar mis impulsos ya que ella algún día partiría de mi casa y nada volvería ser como antes. Lo peor de todo es que era en contra de mi voluntad. Por la noche mama volvió algo preocupada, me acerque a ella pero no quiso contarme lo que la atormentaba. Cuando Níkolas se durmió Alice, mama y yo nos sentamos a charlar, reconozco que fue muy agradable compartir con ellas así, hacía años que no nos sentábamos a disfrutar de una plática ya que siempre estaba papa para agriar todos esos momentos. La noche se hizo larga y solitaria, me senté en la terraza de mi habitación, mi madre había insistido que durmiera en la misma que yo habitaba antes de que se desencadenara la tragedia familiar, podía recordar todo lo que había en esa habitación, también cada momento que valía la pena, como me gustaría que estuvieras aquí… susurre en mi mente, no había extrañado tanto a alguien desde hace mucho tiempo, yo, Edward Cullen, no conocí esa palabra hasta que ella apareció en mi vida.

En mi vida eran muy pocas las veces que podía decir que había extrañado a alguien ya que siempre tenía todo en mis manos y jamás me apegue emocionalmente a alguien y menos después de lo de Níko, creo que mi corazón se comenzó a cerrar después de eso, jamás nadie pudo entrar en este hierro, solo ella, solo Bella. Esa era una de las grandes razones por la cual la amaba, Bella no solo había cambiado mi vida y la había llenado de luz, sino que también había cambiado mi manera de ver las cosas, gracias a ella desperté de un largo letargo emocional. La suave brisa se colaba por las ventanas, sin pensarlo más tome mi celular y llame a Chicago, era tardísimo allá pero aun tenía fe de que Will anduviera rondando, con gran satisfacción fue él quien me contesto.

― ¿Cómo va todo?— pregunte ansioso.

― No muy bien señor, la señorita no ha salido de su habitación, poco comió y no me ha recibido

― Maldición, ¿crees que quiera hablar conmigo?

― No lo sé señor, ¿quiere que lo intente?—lo pensé por un momento, pagaría lo que fuera por escuchar su voz en este momento.

― Mejor no, ya es tarde y debe estar dormida, mañana será un día muy movido pero intentare llamarte cuando pueda.

― Bien, estaré atento

― Que pases buenas noches Will

― Igual usted señor.

― Adiós

― Adiós.

Titubee un poco, ¿debía llamarla a su teléfono?, no mejor esperaría a mañana además tenía que darle su espacio no estaba seguro hasta que punto aguantaría mi preocupación no quería sonar excesivamente protector. Me acosté e intente domar, aun me preocupaba lo de la chica, se notaba que Sussan era una mujer de armas tomar esperaba que no me causara problemas en el futuro.

― Buenos días cariño— me saludo mi hermana al llegar al estar, estaba perfectamente vestida y con su hijo en brazos.

― Buenos días ¿A dónde vas?— pregunte

― A ver a papa, quiero llevarle a Níko haber si se anima

― ¿esta triste?— pregunte con sarcasmo

― Edward— me reprendió— si lo está, mama me dijo que hoy había amanecido algo decaído, ella había intentado animarlo contándole algunas novedades y que se había enfadado por algunas cosas pero que por lo menos se había despertado.

― Típico de el— susurre

― ¿vienes conmigo?— pregunto parándose del estar al ver que Agatha llegaba con el bolso de salida.

― ¿bromeas?— pregunte— no gracias, prefiero no verlo.

― ¿viniste a Londres y ni siquiera lo veras?— pregunto incrédula

― Si le dan de alta hoy lo veré antes de irme a un hotel.

― Tu no cambias— susurró molesta— ¡ni siquiera porque casi muere!

― Lo siento pequeña, hay demasiadas cosas que no se pueden dejar pasar.

― ¿hasta cuándo demonios seguirán así? Si pudieran ustedes se morderían cuando se ven, parecen perro y gato, ni siquiera se ven como padre e hijo.

― Tal vez me cambiaron en el hospital— bromee, ella frunció el ceño e hizo una mueca

― Muy gracioso Cullen, mejor me voy, no quiero que se me pegue el sarcasmo.

― Vete deprisa que al parecer ya se te está subiendo, que pases buena mañana hermana

― Igual tú, ¿almorzamos juntos?

― Claro, nos vemos

― Adiós— me dijo y se fue empujando la carriola seguida de Agatha. La casa quedo en completo silencio. Annie apareció en una de los arcos y se acerco a hablarme.

― Tiene una llamada señor

― ¿Quién?

― Su prima, la señorita Tanya.

― Oh que bien, gracias Annie— tome el teléfono— Srta. Denali que gusto en hablar con usted— le dije con alegría en mi voz.

― Menos mal que te acuerdas de mí ingrato, ¿es que a caso no pensabas llamarme?

― Claro que si, necesito que hablemos.

― ¡wow! Suenas aproblemado

― Más o menos ¿podemos vernos?

― ¡claro!, juntémonos en el café de centro, al que solíamos ir.

― Bien, ¿en media hora?

― ¡hecho!

― Nos vemos

― Adiós.

Me pare rápidamente y me fui a preparar Tanya era la única que podría comprender lo que estaba pasando. Salí de la casa y tome prestado uno de los autos que había en el garaje. Conduje hacia la dirección que conocía bastante bien, el café se llamaba "D' Stammos" aparque afuera y divise de inmediato el auto de Tanya. Al entrar la melena rubia de mi prima se diferenciaba de las demás.

― Hola— la salude por detrás ella se giro con una enorme sonrisa y me saludo.

― Hola ingrato ¡qué gusto verte!

― El gusto es mío— le dije, me senté y de inmediato— ¿Cómo has estado?

― Bien, bastante ocupada con lo de la boda

― Qué bueno, mama me dijo que ya habías dicho la fecha.

― Si en dos o tres meses más, creo que el día aun lo tengo que confirmar ya que la banquetera esta con Pre natal y no sé si me podrá servir ella.

― ¿y cómo está el novio?

― Viajando como siempre, está haciendo todo lo posible para echar a andar su empresa luego y así poder pasar más tiempo conmigo, entiendo su trabajo pero odio que viaje tanto, me hace extrañarlo aun mas.

― Te entiendo— le dije desviando mis ojos a las enormes ventanas.

― ¡wow! Ahora sí que creo que estas con problemas ¿Qué sucede? ¿Aro nuevamente?— bufe, era en la última persona que podría pensar

― Creo que esta vez no, es algo más serio— me dijo, la camarera se nos acerco y rápidamente tomo nuestra orden. Suspire decidido a contarle todo a mi confidente al igual que lo hice con mi madre.

― ¿Qué pasa? ¿no me digas que…?— dejo la pregunta en el aire— ¿estás así por una chica?— pregunto cautelosa sabiendo que si le respondía que si sería la primera vez que me vería así por un tema así.

― Creo que por primera vez tengo un Si como respuesta a esa pregunta

― ¡dios mío!— suspiro— ¡entonces cuéntamelo todo cariño! De aquí no nos movemos— comencé a relatarle todo lo que me pasaba con Bella, desde que la conocí hasta que nos separamos el día de ayer, también le conté lo del falso compromiso que invento Carlisle, la cara de Tanya iba cambiando conforme avanzaba la historia, sin duda ella no se lo imaginaba— ¿estás enamorado?— pregunto incrédula— no puedo creerlo— termino susurrando.

― Créeme que hasta para mi es difícil aceptarlo pero con el paso de los días los sentimientos se han hecho tan fuertes que me es difícil negarlo— comente mientras daba sorbos a mi café

― Jamás pensé que tu y yo hablaríamos de este tema, perdóname que sea así de sincera pero no espere que alguna mujer "humana" lograra penetrar ese corazón tan difícil que tienes, sin duda se ha ganado mi aprecio aunque no la conozca.

― Te va a encantar, es una preciosidad, tiene un cabello y unos ojos chocolate, sus labios son los más exquisitos y posee el cuerpo de una diosa— suspire.

― ¡demonios! Ahora sí que estas frito amigo— rio— créeme que ha sido una agradable sorpresa, esta demás decirte que esta cordialmente invitada a mi matrimonio, estoy loca por conocerla, seré su fans incondicional— volvió a sonreír.

― Muchas gracias, espero poder traerla pronto para que mama, Alice y tú la conozca.

― ¡dios! Había olvidado algo, ¿crees que Carlisle diga algo?— pregunto con duda en sus ojos.

― Si lo hace poco me importa, ya le deje en claro que no tiene porque estar entrometiéndose en mi vida— comente bastante serio, mi privacidad sería algo que jamás transaría.

― Bien dicho, espero que no estire la pata de la impresión— dijo divertida.

Pasamos gran parte de la mañana hablando, ella quería saber todo de mi relación con Bella, creo que estaba bastante emocionada con el hecho de que tuviera a alguien, Tanya jamás me había oído hablar de mujeres con nadie, los encuentros casuales eran solo eso casuales y no merecían mención pero escuchar hablar con dedicación de una mujer causo gran impacto en ella. A medida que ella era nombrada las ansias y la necesidad de verla se hacían más grandes, estaba totalmente abrumado por el sentimiento.

― ¿la extrañas verdad?— pregunto de repente al verme ensimismado, asentí levemente— ¿y para que viniste? Mi tío ya está bien, mejor deberías volver a tu casa y arreglar los problemas con tu mujer— sonrió.

― Creo que tienes razón ¿sabes?, hoy tengo un compromiso en la tarde pero luego de eso hare mis maletas y me iré a Chicago.

― Eso es… dile que la amas Edward, la frase mágica arreglaría bastante tu situación

― ¿te Amo?— pregunte y ella asintió— tengo miedo ¿sabes? Sé que soy un maldito cobarde pero…

― ¿no recuerdas lo dura que ha sido tu vida cariño? Creo que primero deberías contarle a Bella como ha sido tu desarrollo emocional para que comprenda como eres, tú no has recibido mucho estimulo emocional pero ella ha logrado sacar la parte reprimida de ti.

― Eso poco me importa, lo que interesa es lo de ahora, no puedo seguirme dejando llevar por lo pasado Tanya, creo que he vivido mucho tiempo de miedos infantiles y complejos que mi familia a creado en mi.

― Lo sé cariño pero es hora de abrir tu corazón ¿no crees?

― Es hora— respondí sonriendo.

Cuando ya casi era medio día nos despedimos, conversar con ella me hacía bastante bien, Tanya me entendía mejor que yo mismo, tenía una extraña habilidad de comprender mejor que nadie mis sentimientos. Maneje de regreso a casa, Alice aun no volvía ni mi madre tampoco ya que ninguno de sus autos estaba afuera. Entre a la casa y me encontré con Annie en la puerta

― Sr. llamo su hermana que almorzaría con sus padres en la clínica, me dijo que lo disculpara con usted.

― Oh ya veo, no te preocupes, sírveme algo ligero en la terraza.

― Si señor— asintió y se retiro.

La idea que me había dado Tanya no era mala, sería mejor que volviera lo antes posible a Chicago, a pesar de no saber nada malo Bella me preocupaba. Comí rápidamente y dormí un poco, mas tarde me aliste para la dichosa reunión y Salí en busca de la chantajeadora que tenia por pareja. La fiesta fue un caos, la chica estaba pegada a mi brazo y habían un sin números de periodistas, a pesar de que era algo de empresarios habían celebridades, cantantes y de todo tipo de farándula, un completo asco ¡odiaba las reuniones masivas!, cuando el reloj marcaba las siete de la tarde estaba completamente ansioso y lo único que quería era salir de allí, tenía un mal presentimiento, no sabía que pasaba tal vez eran las ansias por salir de ese lugar pero me sentía extraño, algo pasaba. Disculpándome como un caballero abandone la fiesta y a mi pareja, la chica se quedo de una pieza al verme salir pero no me importaba yo prometí acompañarla, no cuidarla toda la noche, mi trabajo estaba hecho y podría volver a casa.

Maneje a toda prisa, cuando aparque afuera de la casa vi que los autos de mi madre y hermana estaban estacionados afuera. Me baje y camine hacia la entrada, la cara de la mucama al abrirme me indico que algo andaba mal, mientras avanzaba por el estar escuchaba la alterada voz de mi madre y a Alice tratando de calmarla.

― ¿Cómo pudiste Carlisle?— grito excesivamente molesta— ¡no te das cuenta el daño que le estás haciendo! ¡es tu hijo por todos los cielos!— grito mi madre exasperada, entre en la habitación y dos pares de atentos ojos me miraban, mayor fue mi sorpresa al ver que mi padre estaba apoyando en unos de los sofás mirándome.

― Veo que esta casa nunca cambia— comente con sarcasmo

― Edward hijo— dijo mi madre acercándose, me tomo de los brazos y me miro fijamente

― ¿Qué pasa mama?— pregunte con un poco de susto

― Hijo perdóname, no fue mi intención te juro que jamás pensé que tu padre haría eso— comenzó a decir mi madre, su voz sonaba rápida y en tono de suplica

― ¿Qué sucede mama?— la mire a ella y después a Carlisle, su cabellera rubia y sus ojos brillaban bajo la incandescencia del sol, tenía una sonrisa que denotaba diversión por la escena

― Edward— comenzó Alice que también se acerco a mi— papa… papa— tartamudeo nerviosa.

― ¿me pueden decir qué demonios pasa? – les dije soltándome de su agarre ¿estaban intentando contenerme?

― No sé porque demoran mas la verdad, no fue un pecado lo que hice, estaba protegiendo a la familia— dijo la voz del hombre que me miraba con burla en sus ojos.

― ¿Qué carajos hiciste Carlisle?— le pregunte avanzando hacia el— ¡contesta!— los quejidos de mi madre comenzaron a aparecer a mis espaldas, mire hacia atrás y ella tenía lagrimas en sus ojos.

― Llame a Chicago a tu casa y me encontré con la agradable sorpresa o mejor dicho hable con la mujer que tienes hacinada en tu casa— me congele en el mismo instante.

― ¿Qué es lo que dijiste?— le dije en un tono cauto, entrecerré mis ojos y comencé a apretar levemente mis puños.

― Lo que escuchaste ¿o acaso estas sordo querido hijo?, hable con la chiquilla que está viviendo en tu casa.

― ¡Edward perdóname hijo!— llego mi madre a mi lado— jamás pensé que haría esa locura.

― ¿llamaste a Bella a la casa?— intente contener la furia pero fue imposible— ¡dime quién demonios te crees!— le grite mientras avanzaba a zancadas hacia él para golpearlo, los gritos de mama y Alice intentando sujetarme pero no fueron suficientes para detenerme, de la nada aparecieron los guarda espaldas de mi padre a afirmarme— ¡eres un mal nacido! ¿Qué demonios le dijiste?— pregunte mientras forcejaba contra sus guaruras.

― Nada— se encogió de hombros como si nada— solo le advertí que estas comprometido y que no necesitabas amantes en tu vida por el momento así que se buscara otro.

― ¡eres un maldito hijo de puta!— le grite mientras intentaba soltarme del agarre de los guardias— ¡jamás te perdonare esto Carlisle! ¡MALDIGO LA SUERTE QUE ME TOCO! ¡ya suéltenme!— les grite mientras forcejeábamos.

― ¡suéltenlo!— grito la mujer que había traicionado mi confianza— ¡ya basta Carlisle!— le rogaba mi madre mientras lloraba desconsolada al igual que Alice, las dos estaban abrazadas en un rincón.

― Nunca aprenderás hijo mío— susurro riendo— no heredaste mi buen gusto, siempre te han gustado las prostitutas y callejeras pero eso acabara, Sussan aun está dispuesta a casarse contigo

― ¡vete al infierno Carlisle!— le grite mientras me soltaba de los guardias y corría hacia mi habitación a sacar mis cosas, no podía concebir que esto hubiera pasado, saque mi celular rápidamente e intente llamar a Will pero no me pude comunicar, exasperado casi rompo el teléfono, mi madre entro llorando como una magdalena hacia la habitación mientras recogía mis cosas rápidamente.

― ¡perdóname hijo!— me pidió mientras lloraba

― Lo siento mama pero esta vez no puedo, ¡quizás que barbaridad le dijo ese maldito a Bella!— comente furioso

― ¡Edward perdóname por favor! ¡juro que no lo hice con mala intención!

― Lo siento mama— cerré mi maleta y tome todo lo que me faltaba, me importaba un carajo irme vestido de gala, lo único que me interesaba era llegar cuanto antes a mi casa, ver a Bella y saber que todo está bien. Mi pecho aun estaba comprimido, presentía que esto no sería lo único malo que pasaría el día de hoy.

Baje las escaleras ignorando las suplicas de mama y los llantos de Alice, estaba segado poco me importaba matar a mi padre en estos momentos, lo único que me interesaba era llegar a casa y saber que Bella estaba bien, llame al aeropuerto y confirme mi vuelo para ahora mismo, por suerte después de hablar con Tanya había organizado el vuelo para hoy en la noche, ahora solo esperaba que localizaran pronto a mi piloto. A mis espaldas mi madre intentaba detenerme pero no podría hacerlo, Salí de la casa y tome el primer auto que vi.

― ¡Edward espera!— grito Alice a mis espaldas

― Déjame en paz— le pedí furico— ¡no te me acerques!

― ¿Quién es esa chica Edward? ¿Quién demonios es?

― Será mejor que no te metas en esto Alice— me acerque al auto y metí las cosas en la parte de atrás— dejare el auto en el aeropuerto— gruñí y me subí, de la puerta vi que mi madre cayo derrumbada en la entrada pero me fui sin mirar atrás, ella había traicionado mi confianza y sería difícil que la perdonara.

Maneje como un loco, no me importaba nada en el mundo más que Bella en este momento, llegue al aeropuerto a los pocos minutos y aun no localizaban a mi piloto.

― No me importa quién demonios pilotee pero necesito que alguien me lleve a Chicago ¡AHORA!— le grite al encargado de los vuelos privados.

― Se… señor hay un piloto que podría llevarlo— me dijo tartamudeando— solo debe pagar por sus serví…

― No me importa, ¡que cobre lo que quiera! Pero dígale que tenemos que partir en este instante— gruñí

― Si… si se… señor— exclamo el hombre y se fue corriendo, estaba como un demente cada vez que recordaba la imagen del maldito de Carlisle sonriendo y diciéndome lo que había hecho me daban ganas de apretarle el cuello, era un mal nacido.

A los pocos minutos apareció el famoso piloto, hiso todos los preparativos para el viaje y en menos de una hora ya íbamos de camino hacia chicago, no me aguantaba la espera, estaba ansioso desesperado. Mi cabeza no podía sacar la imagen de Bella sufriendo por las palabras de Carlisle ¿Cuántos insultos no le habrá dicho? ¡Maldito! De solo recordarlo se me erizaba el vello de la piel. Al cabo de unas cuantas horas y de un torturante viaje estábamos en suelo norteamericano, a penas baje del Jet la comunicación se abrió y logre comunicarme con mi casa, Margarite contesto.

― ¿Quién habla?— pregunte rápidamente— soy Edward

― ¡Señor Cullen! ¡bendito sea el señor!

― Necesito que venga James por mí al aeropuerto, de inmediato— le dije

― Sí señor, enseguida— corte la comunicación y comencé a pasar por las medidas de seguridad normales, me tomo bastante tiempo el pasar por policía internacional, cuando ya había pasado una hora exacta Salí de allí y James estaba esperándome en la sala de espera. A penas me vio corrió por mi maleta, lo salude con un gesto camine raudo hacia los estacionamientos.

Estaba completamente nervioso, ¡cómo demonios le daría la cara a Bella! Después de lo que paso no tenia como decirle cuanto lo sentía, mientras iba recorriendo la ciudad pensaba en las excusas que podría usar, un padre loco, una madre traidora, el maldito destino, no sabía cuál pero esperaba que mis disculpas aunque sea sirvieran de algo, yo no tenía porque disculparme el que tendría que hacerlo es Carlisle pero estoy más que seguro que jamás lo haría. Llegamos a la casa y Salí volando del auto, la puerta se abrió y la cara de Will apareció en mi vista.

― ¡Sr. Cullen, Sr!— me decía mientras pase por su lado, no me importo nada y casi corrí hacia el tercer piso, a la habitación donde estaba ella. tenía mi corazón latiendo a mil por hora y el pulso desbocado, lo único que deseaba era verla y saber que todo estaba bien.

― Ahora no Will— le dije intentando dejar lo que fuera para después, comencé a subir las escaleras y el mayordomo seguía corriendo detrás mío.

― ¡Sr. por favor espere!— gritaba a mis espaldas, su insistencia me estaba sacando de quicio, estaba robando minutos preciados— ¡Sr. espere!— volvió a gritar

― ¡¿QUE DEMONIOS PASA?— pregunte en un grito

― ¡SE FUE!— contesto de vuelta y el mundo dejo de caminar para mí— la señorita— continuo en un tono más bajo— la Señorita se fue, señor— mi pecho se dejo de mi mover, mi mente se blanqueo y olvide todo lo demás

― ¿Qué?— pregunte en un susurro— ¿Dónde está Will? ¿se fue a su casa?— pregunte incrédulo

― No lo sé señor— me dijo totalmente angustiado— hace solo unas horas tomo sus cosas y se fue

― Pero…— intente replicar pero no encontraba las palabras, me había quedado sin habla, todo el aire de mi pecho escapo dejándome en un estado de parálisis, el barandal de la escala me sirvió para afirmarme ya que mi cuerpo comenzó a colapsar, toda la presión del día se vino encima de mi cuerpo en un solo segundo.

― Perdóneme señor, no la pude detener

― ¿Qué paso? ¿Carlisle la llamo verdad?— le dije y me senté en la escalera, mis manos se fueron a mis ojos cubriéndolos de la verdad, ella ya no estaba aquí.

― ¿el señor Carlisle? No lo sé— comento extrañado— lo que sí puedo decirle es que hoy Jacob Black estuvo aquí— me dijo e inmediatamente reaccione, mi mente despertó calzando lo que había pasado

― ¿no me digas que?— pregunte incrédulo, la rabia exploto de mi pecho— ¡MALDITA SEA WILL! ¡COMO DEMONIOS DEJASTE QUE SE CONOCIERAN!— grite furico, demonios esto no podía estar tan mal, mi pecho se agito de manera alarmante.

― Lo... lo siento pero no lo pude evitar, la señorita se lo llevo y hablo con el

― ¿BELLA? ¡maldita sea!— grite llevándome las manos a la cara

― Pero eso no fue todo lo que paso…— me dijo mirándome a los ojos fijamente— discúlpeme por lo que voy a decir pero creo que esto fue lo que detono su partida… ella… ella lo vio a usted en la televisión esta tarde.

― ¡maldita sea!— grite exasperado— no puede ser, no puede ser, ¡NO!— comencé a gritar— ella me vio con esa… maldita desgraciada en la fiesta— el mayordomo asintió dándome la razón, esto estaba muy mal y sentía que se podría peor— tengo que encontrarla, todo fue un error, ella tiene que saber lo que siento, no puede irse de aquí— le dije bajando nuevamente.

― ¡Sr. ESPERE!— me grito el mayordomo— no se vaya a si, podría pasarle algo

― ¡no me interesa lo que pueda pasarme!— grite mientras salía de la casa, James estaba parado afuera en estado de Shock por mi reacción— entrégame las llaves del auto— le dije y con sus temblorosas y rápidas manos me las paso, me subí al mercedes y acelere a todo lo que daba, tenía que ir en busca de ella.

Bella ¿Dónde estás?, se pregunta mi mente, no podía conservar que no estuviera conmigo, ¡maldito Carlisle! De seguro eso también le había dolido, ¿pero cómo podía pasar todo esto en dos días? Jacob Black tenía que darse por muerto. Acelere aun más el auto y en solo unos pocos minutos me estacione fuera de su casa. Me baje como un loco y llame a la puerta

― ¿Quién es?— pregunto una voz por el intercomunicador, era la de una mujer, tenía que ser la hermana de Bella

― Soy Edward Cullen, necesito hablar con Bella

― Pase— me dijo la voz, ¿Bella estaba aquí? Entre rápidamente dejando la puerta abierta, la figura de una chiquilla de no más de diecisiete años se asomo en la puerta— buenas noches señor

― Perdón por la hora pero necesito ubicar a tu hermana, tengo que hablar con ella— le dije casi en suplica.

― Bella no está aquí señor, ella paso por la casa hace solo unas horas pero ha salido de viaje y no sé cuándo volverá

― ¿de viaje?— pregunte incrédulo—¿pero cómo?— volví a decir aun mas consternado

― No lo sé, ella estuvo aquí, hizo sus maletas y se fue nos dijo que se comunicaría con nosotros luego pero que no sabía cuando volvería ni a donde iba.

― Demonios— susurre, estaba perplejo.

― ¿usted es su jefe verdad?— pregunto pero me quede pensando en sus palabras ¿acaso Bella no pensaba volver?

― Si— le dije con mis pensamientos en otra parte— bueno… gracias, nos vemos—

― Adiós— me respondió, gire sobre mis pies y Salí del antejardín, estaba con la mente en blanco, no halle pude ver la mentira en sus ojos, la pequeña estaba hablando en serio.

― Rosalie— dije de repente, la amiga de Bella tenía que saber de ella, saque mi celular y llame a Emmett

― ¡Edward! ¿Cómo estas amigo?

― Emmett necesito la dirección de Rosalie— le dije subiéndome al auto

― ¿Por qué? ¿Qué pasa?

― Bella se fue

― ¿Qué? ¿pero cómo? ¿para donde?— comenzó interrogarme

― ¡no lo sé!— grite exasperado— ¡maldita sea! No lo sé— mi voz delato el estado en el que me encontraba, estaba comenzando a colapsar— necesito verla, tengo que saber donde esta, dame la dirección— me dijo la dirección y encendí el auto para partir hacia donde me había indicado. Cuando llegue me estacione frente a un enorme edificio del centro, subí los escalones a zancadas, ella vivía en el quinto piso. La puerta era la última del corredor, antes de que tocara su rubia cabellera se abrió paso.

― ¿Qué demonios quieres Edward?— pregunto con una actitud muy diferente a la que había tenido en el hospital, estaba parada en la puerta de su apartamento con los brazos cruzados.

― ¿Dónde esta Bella?— pregunte de inmediato, mi pecho subía y bajaba frenético

― ¿para que la quieres? ¿le quieres hacer más daño?— pregunto con sarcasmo

― Yo no quiero eso— le dije— necesito hablar con ella ¡dime donde esta!— la presione.

― Lo siento pero no lo sé, por mucho que quieras yo no tengo idea de donde está y créeme que si lo supiera tampoco te lo diría— comento con sus ojos entrecerrados

― Tu no entiendes tengo que encontrarla, yo…

― ¡NO! ¡TU ERES EL QUE NO ENTIENDE!— alzo su tono y se puso rígida— no voy a permitir que la sigas matando Edward, estas matando a Bella, ha sufrido contigo más de lo que lo ha hecho en toda la vida.

― ¡maldita sea!— grite— entiéndeme tengo que explicarle, tengo que verla.

― Ya es muy tarde, lo lamento, Bella se ha ido y no tengo idea de donde, solamente me dijo que se pondría en contacto conmigo pero no sé cuándo será.

― No puede ser— gemí mis manos se fueron hacia mi cara y la fregué repetidas veces

― Lo siento por ella ¿sabes? Tuvo que alejarse de su familia para escaparse de ti, te juro que maldigo el día que te conoció— agrego— ahora vete y no vuelvas por aquí Edward, ella no está aquí— termino y se metió en su apartamento, el portazo resonó en todas las ventanas del pasillo haciendo temblar los vidrios, estaba acabado… mi última oportunidad de dar con su paradero había desaparecido.

Estuve unos cuantos segundos más parado sin poder reaccionar, no entendía como ni cuando habían empeorado tanto las cosas, ¿Cómo el destino podía ser tan cruel?, ¿realmente merecía esto? Si dijo mi perspicaz mente. Sabía que lo merecía, era un completo imbécil, me deje llevar por los malditos miedos y obsesiones dejando de lado a lo único que tenía en mi vida, yo no la merecía. Como pude arrastre mis pies devuelta al auto, cuando estuve allí me deje caer en el asiento con los ojos cerrados, mi mundo ya no existía, todo lo que alguna vez tuve y toque con mis manos se estaba desmoronando frente a mis ojos, bella se había ido y ya no tenía razón para seguir. Maneje de vuelta hacia la mansión, sin duda mi corazón ya iba en estado de agonía. Will me recibió en la puerta con su rostro totalmente adolorido, mi cuerpo se desplazo sin vida por la entrada en dirección desconocida, mi mente no pensaba, mis pulmones escasamente se movían, mi corazón ya casi no latía.

― Señor, cuanto lo siento— dijo Will con dolor real en sus palabras, me acerque a las escaleras y me senté sin pensar en nada.

― La perdí— susurre— no puedo creerlo, habría preferido mil veces que ella me dijera adiós ya que tendría la suerte de verla una vez más— dije en el mismo tono, estaba completamente desorientado, mi cabeza dolía al igual que mi corazón, todo mi cuerpo estaba sumido en una parálisis de la cual no quería despertar

― Señor— me llamo Will con voz cauta— antes de que saliera no alcance a decirle pero…— se cayo

― ¿Qué cosa?— pregunte adolorido

― La señorita dejo algo para usted, un sobre y me encargo que usted lo leyera cuando volviera— término y un silencio nos envolvió, lentamente me puse de pie y fui hacia donde me imaginaba que estaba ese sobre, abrí las puertas de la biblioteca y sobre mi escritorio relucía entre las sobras de la habitación, esperando por mi regreso. Mire por encima de mi hombro y solo con la mirada Will entendió que debía dejarme solo cerré las puertas a mis espaldas y me encamine hacia él.

Me senté lentamente en el escritorio y observe el papel, mis manos temblaban alrededor de aquel sobre, ¿Qué contenía? , la sola idea de una despedida final me hacía sentir aun mas perdido de lo que ya estaba. Lamentablemente era mi realidad y de alguna forma tendría que aceptarla. Sin pensarlo mucho y aun así con mis miedos por enfrente abrí el sobre y recorrí la carta que contenía, cuando extendí sus puntas pude diferenciar inmediatamente la singular caligrafía de Bella, aclare mi garganta y comencé a leer, tenía un enorme nudo que no lograba disipar.

Edward:

No se hasta que punto te sorprende mi partida pero antes de comenzar quiero darte las gracias por todo lo que hiciste por mi mientras estaba en tu casa, gracias a tus cuidados y los de tu personal es que logre comenzar a sanarme.

Espero que al leer mi carta al menos sepas las razones por las cuales me fui, creo que no te será muy difícil averiguar o Will te podrá comentar lo que sucedió después de tu partida. Me es muy difícil escribir estas palabras pero no puedo irme sin decirlo, el tiempo que estuvimos juntos créeme que ha sido uno de los mejores periodos de mi vida. He descubierto cosas y sentimientos que jamás pensé que sentiría, haz despertado en mi a una Bella que no conocía y que no sabía que habitaba en mi. Tú cambiaste todo mi mundo, irrumpiste en mi vida como un vendaval y me envolviste en una ráfaga de pasión y desenfreno, la cual me llevo a las más altas cumbres, pero como todo vendaval pasa y quedan los escombros, escombros que tienen que levantarse, todo debe continuar; Sé que tal vez no quieras leer esto pero no me puedo ir sin decirlo aunque sea por escrito, aunque sé que tu no sientes lo mismo yo te amo Edward, lo hago con cada fibra de mi ser. Debe ser un gran impacto para ti el saberlo, esa vez cuando estábamos juntos y lo deje escapar de mis labios me acobarde, sentí mucho miedo de tu reacción y te lo negué se que fui una maldita cobarde y que debí mantenerme pero me daba tanto miedo tu rechazo que no fui capaz de aceptarlo frente a ti. Lo bueno de partir es que si tu reacción es mala no seré testigo de ella, solo me iré de aquí con el recuerdo de este amor que nunca pudo ser.

Te deseo la mayor felicidad del mundo, quiero que encuentres a alguien que te haga feliz, que supla todas tus necesidades y llene tu corazón, ojala que ella si pueda penetrar en el y te ame tanto o más de lo que puedo amarte yo. Solo te pido un favor, cuando la encuentres amala, hazlo como jamás quisiste a nadie y no la dejes ir nunca porque te aseguro que esa oportunidad no se te volverá a presentar. Lo único que quiero es que seas feliz, que vivas una vida llena de amor y que llegues a conocer lo que es vivir en paz.

No lo olvides Edward, amala y no la dejes ir.

Te amo y lo hare eternamente

Hasta siempre

Isabella Swan.

― Bella— susurre en la soledad de la habitación, mis manos apretaron el papel que había entre ellas, mi cabeza peso tanto que cayó sobre la madera del escritorio, las frases eran inevitables de recordar.

"aunque sé que tu no sientes lo mismo yo te amo Edward, lo hago con cada fibra de mi ser…"

Ella me amaba, lo hacía tanto como yo y nunca me di cuenta, nunca supe que compartíamos el mismo sentimiento. Creo que si alguna vez me sentí muerto ahora podía decirlo con razón, ya no tenía ganas de seguir viviendo. En un estado de completa inercia me recosté sobre la silla y deje que toda la angustia y el dolor reprimido se apoderaran de mi, estaba dejando morir mi corazón y no me importaba, no haría nada para sacarlo adelante, sin ella, si la mujer que amaba ya nada tenía sentido en mi vida, nada. Por primera vez no tenia intensiones de parar la crisis que se estaba dando en mi cuerpo, tenia tanto sentimientos en mi corazón y en mi cabeza que un poco de inconsciencia ayudaría muchísimo y así fue… solo unos diez minutos más tarde mi vista se nublo y mi cabeza se sintió explotar, no paso mucho tiempo antes de que sintiera colisionar mi cuerpo con el suelo, si la muerte me quería llevar, feliz partiría con ella.

― Edward… Edward despierta— sentí una voz que me llamaba pero no quería despertar, quería seguir en ese mundo que se llevaba todos los recuerdos que me atormentaban— Edward amigo ¿estás bien?— me pregunto una voz conocida, abrí mis ojos lentamente, lo primero que vi fue el rostro de Emmett y enseguida reconocí mi habitación.

― ¿Qué paso? ¿Por qué estoy aquí?— pregunte intentando enderezarme sin mucho éxito, un dolor atravesó todo mi cuerpo.

― Tuviste una fuerte crisis, llevas inconsciente cuatro horas— me dijo con una expresión completamente grave, las luces de mi habitación estaban prendidas, podía ver a Will parado en la punta de la cama.

― Morir es lo mejor que podría pasarme ahora, Emmett— confesé con una amarga expresión.

― Creo que eso no será hoy— me dijo removiéndose en la cama y mirándome fijamente— Edward creo que ya descubrimos la causa de tus crisis.

― ¿ah sí?— pregunte con un fingido interés, desvié mis ojos hacia la luz y comencé a divagar en mis pensamientos

― Esta semana me reuní con varios doctores y expusimos tu caso, luego de innumerables discusiones y análisis de tus exámenes llegamos a la conclusión de que tus crisis se deben a un enorme estrés que tienes, además de ser provocados por alguien en especial. ¿sabes lo que son las crisis de pánico?— asentí— podríamos decir que tú tienes eso pero que se manifiesta de otra forma, cada vez que tu cerebro se siente presionado o está en un estado de tensión se desconecta.

― Como dijo Bella— susurre con el dolor palpitando en mi piel— ¿entonces no moriré?

― Hoy no amigo, hoy no

― Es una lástima— dije con sarcasmo

― ¿estas así por Bella verdad?— pregunto de repente, yo solo seguí contemplando la inmensidad— ¿te enamoraste de ella verdad?, creo que con solo verte los ojos me puedo dar cuenta de que si, en un principio jamás lo imagine pero al pasar el tiempo me di cuenta que ustedes cada vez se acercaban mas. Créeme que me gusta muchísimo la idea y me puso bastante contento al saber que tenían una relación pero…

― Ella ya no está— susurre saliendo del letargo— y creo que jamás va a volver.

― ¿y la vas a dejar ir así como así?— pregunto incrédulo— Edward me extraña que te quedes sin hacer nada… si la amas no la dejes ir, no lo hagas.

― ¿y qué puedo hacer si ella no me quiere ver?, me escribió una carta ¿sabes?— comencé a decir dejando salir todo el dolor en mis palabras, me veía débil, un hombre común y corriente con un corazón tan humano como el de cualquier otra persona— me pidió que me buscara a otra y que fuera feliz

― Creo que es algo muy sabio y maduro de su parte, no puedes pedir más en una situación como esta Edward, entiende que lo que ella vivió aquí no es fácil

― ¿ella vivió? ¿acaso lo sabes?— pregunte con molestia, Emmett escondió su mirada y de inmediato supe que si estaba al tanto— creo que es una pregunta un poco estúpida considerando que eres el novio de la mejor amiga de Bella.

― No es que ella me contara, estaba preocupada por Bella y cuando estábamos juntos se le salió, ella se preocupa bastante por ella y esta consternada con su partida

― Dímelo a mi— comente, reprimí una mueca al sentir nuevamente un dolor

― Creo que es hora que duermas, es de madrugada y no quiero que vuelvas a caer al hospital y menos ahora. Mañana hablare con alguna de mis enfermeras de confianza haber si quieren hacerte compañía

― No quiero a nadie— gruñí

― Lo lamente pero tiene…

― ¡QUE NO QUIERO A NADIE!— grite y al mismo tiempo mi espalda se arqueo del dolor.

― Cálmate, no te preocupes, Will— dijo refiriéndose al hombre que me miraba atento— llámame si pasa algo mas

― Si señor— asintió, Emmett me dio una última mirada y se fue.

Will intento decirme algo más pero le pedí que se retirara, lo único que quería era estar en soledad y dejar que esta me consumiera. Creo que mi corazón ya no latía más.

Así comenzó una eternidad, los días sin Bella eran así, largos, eternos y completamente fríos. El tiempo pasaba por encima de mi pero poco me fijaba, cada día sentía más vello crecer en mi cara y al despertar ya no me reconocía en el espejo, el hombre que estaba en el reflejo era la imagen de mi alma. Uno, dos, tres días, pasaban y casi parecían una vida, ya nada era igual. Mi corazón se cerró nuevamente y esta vez para siempre, volví a ser el Edward Cullen de siempre y al que jamás debí abandonar así estaba bien, seguro sabía que jamás nadie me volvería a dejar. Habían pasado exactamente quince días de que Bella se fue de mi lado y parecían quince largos y tortuosos años, le dolor que sentí cuando se fue se triplico y se dejo sentir día con día, desgastando cada vez mas lo poco que quedaba de alma en mi cuerpo, todo lo demás se lo había llevado ella. Estaba sentado en mi escritorio, en el mismo lugar donde confirme su partida, leer la carta se había convertido en una religión, sus palabras eran una oración en su honor, ese te amo se repetía con sus voz en mi mente dándome un doloroso placer ¡que daría yo por escucharlo de sus labios!, todo… todo lo que soy y lo que tengo con tal de tenerla una vez más a mi lado.

― ¡¿hasta cuándo demonios estarás aquí?— pregunto Emmett entrando junto a Will en la biblioteca, apreté el papel que tenía en mis manos y lo guarde en mi bolsillo.

― Eso no te incumbe— comente con sarcasmo

― Si me importa ¿sabes?, eres mi amigo y estoy cansado de verte consumiéndote en esta habitación ¡llevas diez días sin salir de aquí Edward! ¡Bella no volverá si no la buscas!— me grito haciéndome enfadar

― ¡vete al demonio Emmett!

― Eres un cobarde, si es así es mejor que se haya ido, tu no la mereces

― ¡claro que lo hago!— me enfurecí— ¿sabes porque maldita sea? ¡porque aunque a todo el mundo le cueste creerlo, yo nací para amar a Bella! Ella es mía y sé que jamás nadie la amara tanto como yo lo hago— le grite mientras la furia y el amor se confinaban en un solo sentimiento

― Entonces búscala— me dijo extendiéndome un papel, lo mire incrédulo y completamente asombrado— ¡anda! Ve por ella, se que esta esperándote, aunque no lo diga, ¡ve por ella!— me grito haciéndome reaccionar.

― ¿sabías donde estaba?— pregunte tomando el papel con torpeza.

― No, tuve que extorsionar a Rose, créeme que no fue fácil pero se como estas sufriendo, no ha sido fácil verte morir día con día en este despacho y creo que eso hablando su corazón, ella no es mala solo está protegiendo a su amiga. Quiero que sepas que por lo que me dijo Bella no está en mejor estado que tu

― Lo sé— le di la razón con una pequeña sonrisa, la primera que aparecía desde que Bella me había dejado

― ¿y que estas esperando? Ve por ella Edward, si tú la amas no hay nadie mejor en esta tierra para ella, no demores mas y búscala, no la pierdas— me animo, mire a Will y tenía una enorme expresión de felicidad en su rostro

― He sido un estúpido ¿verdad?— susurre— nuevamente la estoy perdiendo y no he sido capaz de buscarla

― Creo que fue bueno que los dos se dieran estos días, tu por tu parte te diste cuenta aun mas que la amabas y la extrañabas, solo espero que puedan hablar, por lo que me dijo Rose Bella está en la hacienda de sus abuelos en el interior de Alabama en un pueblo que se llama White Hall, tienen una enorme casa y varios terrenos.

― ¿Alabama?— susurre— tengo que ir— me gire rápidamente y corrí hacia el teléfono, tenía que organizarlo todo, no podía esperar más. Al terminar Emmett me miraba con unos ojos complacidos.

― ¿estás seguro de que esto es lo que quieres?— me pregunto aun ya sabiendo mi respuesta

― He esperado toda mi vida por este momento— sonreí abiertamente como jamás lo había hecho, la amaba con todo mi ser y estaba dispuesto a gritárselo a los cuatro vientos, no me importaba nada mas solo tenerla de por vida conmigo, sería un privilegio envejecer a su lado.

Todo el mundo se comenzó a mover en el mismo momento que deje esa habitación decidido a traerla conmigo, Bella tenía que saber lo que yo sentía y yo ansiaba escuchar un Te Amo de sus labios, sin duda en ese momento tocaría el cielo con mis manos…

Ahora tenía que correr, tenía que apresurarme, no podía perder un minuto más lejos de mi mujer, lejos de mi corazón, lejos de ese amor que nos hacia vivir y sabia que lo seguiría haciendo por el resto de nuestras vida