Dark Chat

lunes, 22 de agosto de 2011

Conquistame (One Shot)

Hello mis angeles hermosos , buen inicio de semana!!1
Chicas les traigo este one shot , obra de nuestra querida Triana Cullen , muchas gracias triana por compartir tu trabajo con estas viciosas de fanfics, chicas a leer y no se olviden de sus comentarios ya q luego nuestras autoras anda de visita en e l sitio.
mil besitos a todas
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Conquístame

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Abrí los ojos con lentitud. Me dolía la cabeza horriblemente y la luminosidad que, supuse, entraba por la ventana, lograba que me dolieran los ojos. Apreté con fuerza los parpados, hasta ver estrellitas y luego me di la vuelta entre las sábanas para tratar de conciliar el sueño nuevamente, a pesar del pulsante dolor en mis sienes, pero choqué contra algo cálido y duro en el proceso.

— ¿Qué demonios…? — abrí los ojos nuevamente para encontrarme con el pecho blanco y musculoso de un hombre recostado junto a mí en la cama.

Jadeé de la impresión, y por qué no decirlo, también por lo bien esculpido que se haya ese cuerpo, aunque segundos más tarde un pequeño gritito salió de mi garganta.

No puede ser. Pensé mientras mis ojos se trasladaban hasta el rostro más bello que mis ojos jamás habían visto. Un rostro que por lo demás, conocía muy bien. El cabello cobrizo y las facciones eran inconfundibles.

— ¿Edward?— Mi voz no salió, sino que se atoró en mi garganta.

¿Qué hacía Edward Cullen, completamente dormido y sin camisa recostado en mi cama?

Mientras me hacía esta pregunta traté de moverme para alejarme de él, pero uno de sus brazos estaba firmemente envuelto en mi cintura, manteniéndome completamente pegada a su pecho. La calidez de su piel se traspasaba a la mía y nuestras piernas estaban enredadas juntas. Podía sentir la desnudez de su piel contra la mía.

Volví a jadear. ¡Estaba desnuda yo también! ¡Y no sólo desde la cintura para arriba!

Con el miedo corriendo por mis venas levanté la sábana que nos cubría y miré debajo de esta. Pude ver las piernas fuertes de Edward entrelazadas con las mías, para luego ir subiendo hasta posarse en su entrepierna…

Solté un suspiro de alivio, el cual duró muy poco.

Podía ser que él llevara puesto un boxer negro, que marcaba definidamente su… impresionante anatomía, pero podía habérselo puesto nuevamente después de… Dejé la frase inconclusa en mi mente, mientras apartaba la vista, sonrojada por el espectáculo y mis poco puros pensamientos.

Volví a dejar caer la sábana sobre nuestros cuerpos y tomé una larga bocanada de aire.

¿Me había acostado con Edward Cullen? Y si no me había acostado con él… ¿Cómo es que había terminado semidesnuda en la cama con él?

Hasta el día de ayer lo evitaba lo mejor que podía. Era el hermano de mi mejor amiga, pero siempre manteníamos las distancias, al menos yo. Su actitud frente a mí era un cuento aparte. Solía perseguirme por el instituto cuando se aburría de sus conquistas, y aunque le había dicho una y mil veces que no quería nada con él, no parecía entenderme.

Cerré los ojos sin saber qué hacer. Él tendría que despertar en algún momento y yo enfrentarme a la realidad, fuese cual fuese.

— Maldita sea, Bella ¿Es que no puedes recordar el que probablemente será el mejor momento de tu miserable vida? —Me dije apretando los dientes.

Traté de hacer memoria.

La noche anterior Alice había insistido en realizar una fiesta por mi cumpleaños número dieciocho. Había sido una reunión simple en un comienzo, pero las cervezas se fueron acumulando una tras otra hasta que mi casi nula tolerancia al alcohol me hizo sentir mal. Recuerdo que Edward se ofreció a traerme a casa y…

Oh, oh… Jadeé al recordar algo.

Me sentía mareada, pero eso no impidió que caminara aferrada al cuello de Edward, mientras él me besaba suavemente. Subimos las escaleras entre besos, no sin tropezarnos en más de una ocasión, causando gran alboroto. Era una suerte que mi padre no se encontrara en casa.

Entrecerré los ojos. Había un gran vacío en mi memoria luego de eso, pero otro flash de recuerdos atravesó mi mente.

No podía parar de gemir. Edward me acariciaba los pechos por debajo de la blusa que Alice me había obligado a llevar aquella noche. Mis manos tampoco estaban quietas, había logrado quitarle la camisa y en este momento mis dedos se encajaban en su ancha y desnuda espalda.

— No, no, por Dios, no. —susurré. —Edward, despierta.

Comencé a mover el cuerpo de Edward tratando de despertarlo, mientras un nuevo recuerdo afloraba. Necesitaba explicaciones y las necesitaba ya.

Caímos en la cama, ambos en ropa interior. Sus labios no se separaban de los míos, y estos me parecían tan dulces y amables al besarme. Sus manos apretaban mis muslos entre sus dedos, masajeándolos mientras que su erección se presionaba firmemente contra mi centro.

Me seguía sintiendo muy mareada, pero no sabía si era por el alcohol ingerido o por las placenteras sensaciones que recorrían mi cuerpo.

— Te deseo tanto, Bella —su voz estaba ronca de deseo…

Volví a jadear. Traté de hacer más memoria, pero no lograba recordar nada más. Casi parecía un sueño por lo confuso que se presentaba ante mis ojos. Los besos, las caricias, todo parecía sacado de mis fantasías más que de la realidad, pero no era así y eso me llenó de rabia y angustia.

¡Me había jurado no ser una más en la lista de Edward Cullen y eso era justamente lo que había sucedido!

— ¡Despierta, maldita sea,Cullen! — golpeé su pecho con mis puños y comencé a zarandearlo.

— Sólo cinco minutos más —se quejó entreabriendo los ojos y apretándome contra su cuerpo, acurrucándose. En otro momento ese gesto habría derretido mi corazón, pero ahora estaba completamente fuera de mí. Lo golpeé en los brazos y grité su nombre hasta que abrió los ojos.

— Suéltame ahora o te castro —le amenacé.

— ¿Bella? —frunció el ceño mientras me soltaba y se sentaba. Se frotó los ojos y miró alrededor claramente desorientado. —Así que esta es tu habitación… ¿Sabía que siempre había querido estar aquí?

— ¡Eres un idiota! ¿Qué mierda haces en mi cuarto y desnudo? —le grité enfurecida.

Abrió los ojos desmesuradamente antes de mirar debajo de la sábana. Yo por mi parte la apreté contra mi pecho, mientras él soltaba un profundo suspiro de alivio antes de mirarme.

— Semidesnudo, preciosa —me corrigió. — Pero si quieres puedo estar desnudo en un segundo.

— ¡No te atrevas! —me paré llevándome la sábana conmigo, dejándolo a él en boxer sobre mi cama. Me sonrojé furiosamente. Ya no volvería a ver mi cama del mismo modo, nunca más.

— Pareces un ángel —musitó.

— ¡Déjate de estupideces y sé serio! —lágrimas de frustración comenzaron a caer por mis mejillas. — ¿Lo hicimos, verdad? ¿Te aprovechaste de que estaba ebria y nos acostamos anoche, cierto? —no contestó. — ¡Dime algo! ¿Nos acostamos o no?

— Bella, para eso se necesita estar desnudo —me dijo al fin, mientras se levantaba y caminaba hacia mí. No parecía avergonzado de mostrarse casi desnudo frente a mí.

— Dime la verdad. —le exigí cuando estuvo frente a mí, con sus manos en mis hombros. — ¿Tuvimos… relaciones anoche?

— ¿Y qué si te hice el amor? — preguntó mirándome a los ojos. — No lo recuerdas, simplemente has como si nada hubiera pasado.

— No puedo creer que digas eso, Edward. Era mi maldita… primera vez. —me ahogaba en los sollozos. — ¿Cómo pudiste? ¡Estaba ebria! Podría denunciarte por violación.

— Estábamos ebrios. — me corrigió. — Y difícilmente se puede considerar una violación lo que sucedió anoche.

Me senté en la orilla de la cama, sujetando la sabana con fuerza en la parte superior de mi pecho. Las lágrimas se adueñaron de mis ojos y luego hicieron un recorrido por mis mejillas. Sollocé con fuerza.

Realmente, no me importaba haber perdido mi virginidad con Edward, de hecho, era casi un sueño entregarme a él. Lo que realmente me dolía era saber que para él había sido una chica más y que además, no había pensado en mí y en cómo me sentiría al ni siquiera recordar bien la noche anterior.

¡Era un maldito patán! ¡Y estaba tan estúpidamente enamorada de él!

— No llores, por favor — me sobresalte al sentir sus brazos rodearme. Estaba arrodillado frente a mí. La calidez de su piel contra la mía era reconfortante. —No llores, Bella. No me gusta verte llorar. Lo que pasó anoche…

— Suéltame ahora mismo, Cullen — dije entre dientes sin querer oír sus palabras. Me solté de su agarre y comencé a tirarle sus cosas — ¡Ándate de mi casa! —su pantalón le golpeó en el pecho. — ¡Vete, vete ahora mismo!

Lo observé ponerse el pantalón y recoger su camisa. Su expresión era indescifrable. Sólo sus ojos mostraban su enojo.

Me dejé caer en la cama nuevamente murmurando que se fuera y que no lo quería ver nunca más en mi vida. Oí como cerraba la puerta de un portazo, mientras murmuraba algo que no llegué a oír pues estaba gritándole que lo odiaba. La mayor mentira en el mundo, pues lo amaba con cada fibra de mí ser.

Otro portazo sonó e hizo temblar la casa y yo me derrumbé sobre la cama llorando.

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— Edward no es así. Él no se atrevería a hacerte eso, conozco a mi hermano. — me dijo Alice.

Le había contado todo lo que había sucedido la noche anterior y ahora dejaba que me consolara. Había sido vergonzoso contarle todo a Alice, pero era mi única y mejor amiga.

— Pero él dijo que…

— Sabes cómo es Edward, suele dejarse llevar por el enojo.

Iba a replicar, diciendo que yo tendría que haber estado enojada, no él, pero en ese momento la voz de mi padre nos interrumpió.

— ¡Mira quien ha venido a visitarnos, Bella!

— Ahora bajo, papá —grité en respuesta.

Bajé las escaleras con Alice colgada de mi brazo, después de haberme secado las lágrimas. Allí, en el pequeño saloncito estaban dos hombres de piel morena, uno era Billy Black, el mejor amigo de mi padre y el otro, su hijo menor, Jacob Black.

— ¡Bella! —me abrazó efusivamente el último. Su cabello negro y largo me hizo cosquillas. —Feliz cumpleaños, atrasado.

— Gracias, Jake —le sonreí sin poder evitarlo. Su sonrisa siempre era contagiosa.

— Yo me voy — murmuró Alice. Supe inmediatamente la razón. Jamás se había llevado bien con Jacob. Creía que había algo oscuro en él, algo que no se podía apreciar bajo la fachada de chico alegre y extrovertido. Yo por mi parte, creía que simplemente exageraba, Jake era mi mejor amigo. —Hasta mañana, Bells ¿Te paso a buscar?

— ¡Claro! —acepté.

— ¡Chao! —le dijo Jacob antes de volverse hacia mí.

La cena fue amena. Jacob y su padre hacían la conversación prácticamente. Charlie y yo éramos más reservados, pero eso no nos impedía sentirnos cómodos con aquella compañía. Cuando se fueron a ver la televisión, yo me quedé con Jacob en la cocina, fregando los platos con su ayuda.

— Te ves triste —me dijo de pronto.

— Estoy algo… ya sabes — contesté sin saber qué decir.

Nos quedamos en silencio un rato más, mientras secábamos y guardábamos el servicio en los estantes pintados de un chillón color amarillo.

— Deberíamos salir — volvió a empezar la conversación. Me sentí algo mal por estar tan distante. — Hace tiempo que no hacemos nada juntos.

— Deberíamos —coincidí tratando de sonreír.

— ¿Y si hacemos algo mañana? He estado arreglando una moto desde hace unos meses y podrías ser la primera en probarla conmigo, ¿te parece?

— Charlie no se podría enterar y eso en Forks es casi imposible.

— No se enterará —me prometió.

— Vale, pero si lo hace te echaré toda la culpa y que el peso de la ley caiga sobre ti —bromeé.

— Te pasaré a buscar mañana al instituto, ¿De acuerdo? Es una cita, tú, yo y la moto.

Asentí sonriente. Necesitaba algo de distracción.

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Era la mujer más cobarde del mundo. Una verdadera vergüenza para el género femenino. ¿La razón? Estaba escondida como una pequeña rata en los baños del instituto, comiendo mi almuerzo sentada en una de las tazas del baño.

Francamente la situación además de asquerosa y desagradable, era completamente ridícula. Estaba huyendo de Edward. Lo había estado haciendo durante todo el día, pero con una razón. Él me había tratado de abordar durante toda la mañana. Cada vez que salía de una clase él estaba recargado en la pared esperando por mí.

La única razón por la que no me había ido ya es porque tenía verdaderas ganas de ver a Jacob y distraerme de todo el asunto de mi nefasto fin de semana. Aún no lograba recordar nada de lo sucedido y eso me tenía frustrada.

Incapaz de seguir comiendo mi almuerzo salí del cubículo y me miré en el espejo. Tenía el rostro pálido y los ojos algo rojos por haber estado llorando en la noche. Alice había hecho un escándalo en la mañana cuando me vio, pero no le dio tiempo de arreglarme antes de irse a clases.

Solté un suspiro. Tenía una clase más antes de la salida y era la más difícil. Biología. La única clase que compartía con Edward, y en la que además compartía pupitre con él.

Cobarde como era, tenía planeado no asistir ese día. No me sentía lo suficientemente fuerte como para mirarlo a la cara y hacer como si nada hubiese pasado, porque no era así. Me sentía usada por él y la sensación era dolorosa.

El timbre sonó y yo no salí del baño. Me quedé allí, con mis pensamientos como única compañía, hasta que decidí que lo mejor sería salir y refugiarme en el exterior para que nadie me encontrara, hasta que Jacob llegara por mí.

Abrí la puerta del baño y salí, pero no había avanzado más de cuatro pasos cuando mi brazo fue fuertemente jalado, hasta que mi espalda dio contra una pared. Grité de la impresión, pero una mano helada me tapó la boca. Miré a mi captor y me encontré con los ojos más bonitos del mundo. Unos ojos verdes que sabía a quién pertenecían.

Abrí la boca y mordí su mano para que me soltara. Funcionó a medias. Dejó de taparme la boca, pero me seguía sosteniendo contra la pared.

— A veces eres muy salvaje, Bella —dijo sacudiendo la mano que le había mordido. —Y otras veces como un gatito asustado. Creí que ibas a quedarte a vivir en el baño.

— ¿Qué quieres? —pregunté fríamente.

— Necesito hablar contigo.

— No tengo nada que hablar contigo.

— Quería pedirte disculpas —no hizo caso de mi interrupción.

— ¿Por aprovecharte de mí? —inquirí con sarcasmo.

— No me aproveché de ti, Bella.

— No sé en qué mundo vives tú, pero en el mío lo que hiciste fue aprovecharte — lo empujé y él se tambaleó hacia atrás.

— No se puede hablar contigo —sentenció. —Nunca me escuchas. Te he dicho en mil idiomas que me gustas y no me crees, ¿por qué pensé que me ibas a escuchar ahora?

— Porque siempre estás mintiéndome. ¡Tienes a millones de chicas más hermosas que yo haciendo fila para ser tus novias! ¿Y quieres que crea que me quieres a mí?—solté un carcajada seca. —Sólo querías acostarte conmigo ¡Y ya lo lograste! Ahora déjame en paz.

— ¿Qué quieres que haga para que me creas que te quiero? ¿Qué hago, Bella? Las palabras parecen no entrar en tu cabeza—se desordenó el pelo con desesperación.

— ¡Conquístame! — le reté sin pensar en lo que estaba diciendo.

— ¿Qué?

— Lo que oíste. Dices que me quieres. Conquístame. — sus ojos se llenaron de esperanzas, las cuales maté con las palabras que salieron de mis labios después. —Aunque no creo que puedas cambiar todo el odio que siento por ti después de la noche pasada. Te aprovechaste de mí y te odio por eso.

— Entonces no vale la pena seguir luchando — musitó súbitamente triste. — Te dejaré en paz, Bella. Si tanto me desprecias…

Se acercó a mí y tomó mi rostro entre sus manos y sin que yo pudiera hacer nada, posó sus labios sobre los míos. Sus ojos ni mis ojos se cerraron, aunque tuve que luchar contra mis parpados para que no cedieran y también contra mis manos que luchaban por querer alcanzar sus cabellos cobrizos y tratar de averiguar si eran tan sedosos como parecían.

El contacto duró menos que un suspiro o eso me pareció a mí.

— Por cierto, no tienes que cargar con el peso de haberle entregado tu virginidad a alguien a quien odias tanto.

— ¿Qué? ¿No… no lo hicimos?

— Sé lo que significaba para las chicas su primera vez, no podía tomarla así como así, por mucho que quisiera ser el primero. — me acarició las mejillas un segundo.

— Pero… tú… esa mañana dijiste que…

— Fui un idiota, estaba enojado porque creyeras que te había utilizado e incluso que te había tomado por la fuerza. Por eso te busqué hoy, necesitaba disculparme por no haberte dicho la verdad inmediatamente. Ese día llegué a mi casa y supe que la había cagado. — agachó la cabeza. —Ahora sabes que no malgastaste tu primera vez conmigo.

Dichas esas palabras, se dio la media vuelta y se alejó de mí con pasos rápidos, casi corriendo. Dobló una esquina y sin dirigirme ninguna mirada, se perdió de vista.

— ¡Edward! — murmuré sin encontrar mi voz. — Conquístame, por favor.

Dejé que las lágrimas fluyeran libremente. Lo había perdido.

— ¡Hey, Bella! — la voz de Jacob llegó a mis oídos. Caminaba por el pasillo hacia mí. Traté de componer mi cara antes de que llegara frente a mí.

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Dos semanas. Hace dos semanas que Edward no me buscaba, no me hablaba, ni siquiera me da una mirada a través de la cafetería como acostumbraba a hacer.

La situación me hacía más daño de lo que era capaz de aceptar.

Recostada en mí cama no podía dejar de pensar en él. Las dos últimas veces que nos habíamos enfrentado ambos habíamos hablado de más. Él no me había dicho que no nos habíamos acostado y yo le había dicho que lo odiaba, cuando no era así.

¿Y si lo buscaba y hablaba con él? No perdería nada…

El timbre de mi casa sonó un par de veces sobresaltándome. Bajé las escaleras corriendo, y abrí la puerta. No había nadie. Fruncí el ceño y miré a ambos lados de la calzada.

Nadie. Pero en mi examen algo llamó mi atención. En las escaleras del porche había una flor y un papel pequeño y de color blanco. Sorprendida, tomé todo y entré en la casa antes de leer la nota.

La rosas son comunes. Y tú, como esta flor, no lo eres.

Miré la flor entre mis manos. Era simple, de color violeta, pequeña y de aspecto delicado. No sé por qué una flor que podía haber sido recogida en el bosque, o robada de algún jardín, causaba ese número de emociones en mí. Era hermosa, y la nota que la acompañaba a pesar de contener tan pocas palabras me hicieron sonreír.

Pero ¿quién había enviado esa nota? ¿Quién había dejado esa flor allí, en el porche de mi casa?

Edward. Fue lo primero que pensé, lo que me hizo correr hacia la puerta y abrirla de un tirón. Examiné el frío exterior. No había ni rastro de una cabellera cobriza.

Volví a entrar en la casa, para buscar un vaso que sirviera de florero. Cuando lo hallé, lo llené de agua y dejé sobre la mesita de noche al lado de mi cama. La nota la guardé en la misma mesita.

Observé la flor por largo rato, tratando de convencerme de que era imposible de que Edward tuviera un detalle así conmigo, él no me quería, ya ni siquiera me hablaba, ni me buscaba. Yo era la única enamorada aquí y con el corazón lleno de esperanzas de que él estuviera detrás de ese simple pero significativo regalo.

Me mordí el labio y me tiré sobre la cama.

Si Edward estaba detrás de aquella flor, mañana lo vería y confirmaría o tiraría mis sospechas al cubo de la basura. Y debía prepararme para la segunda opción.

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A la mañana siguiente cuando salí de mi casa una fina neblina cubría todo, por eso mismo no vi lo que había sobre mi monovolumen rojo hasta que estuve frente a él, dispuesta a subirme en el cálido interior.

Había una flor, esta vez de color azul oscuro, exactamente el mismo color de mi blusa el día anterior. Tomé la nota ávida de saber qué decía.

El azul es tu color. Eres hermosa, y digna de ser amada, aunque tú no parecer verlo.

Sonreí. Nuevamente las palabras eran pocas, pero completamente acertadas. Estaban escritas como si la persona que las escribía me conociera muy bien y me quisiera…

Me subí en mi auto y conduje hasta el instituto más ansiosa de lo que estaba antes de encontrar la segunda flor. Estuve todo el día distraída, esperando inusualmente nerviosa a que llegara la hora de Biología.

Cuando la hora del almuerzo terminó, casi corrí hasta el laboratorio y me senté en mi sitio habitual esperando a que él apareciera. Necesitaba ver en su rostro y encontrar algo que me dijera que él era quien enviaba las flores y las cartas.

El profesor entró en el salón justo en el momento que la silla contigua rechinaba contra el suelo y se oía el sonido sordo de una mochila caer.

Me atreví a mirarlo descubriendo que él me ignoraba. Aparté la vista bruscamente. Edward no me habló en toda la hora y yo aguanté las lágrimas que se formaban en mis ojos a cada pensamiento de decepción que se formaba en mi cabeza.

¿Cómo es que me había permitido crear esas esperanzas tan tontas? ¡Él ya no me perseguía! Ya no le resultaba deseable. Ni siquiera se había acostado conmigo cuando tuvo la oportunidad ¿Por qué iba a tratar de conquistarme como yo le había pedido si yo era tan poca cosa para él?

Fue un verdadero alivio cuando la clase acabó y no tuve que seguir sentada al lado de él. Sólo quería hundirme en mi miseria con tranquilidad.

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Los regalos y las crípticas notas siguieron llegando. No había chocolates, ni peluches, pero sí hubo flores en cajitas delicadas, otras que parecían haber sido cortadas en el bosque que circundaba el pueblo y ejemplares de mis libros favoritos, cada uno de ellos forrados en cuero. Ediciones que yo no podía pagar. A estos últimos regalos, les había hecho un espacio de honor en mi estante repleto de libros.

Edward no se atribuyó ningún presente. Parecía que había una muralla firme, gruesa y transparente entre ambos, a pesar de que a veces me parecía verlo sonreír de medio lado cuando mis ojos se encontraban con su rostro sin recibir ninguna respuesta de parte de él.

Las dos horas de clases que tenía que soportar junto a él eran mi mayor tormento. Me asustaban los sentimientos que se apoderaban de mí cada vez que él me miraba indiferente desde su asiento, o me dedicaba una simple mirada y volvía la cabeza hacia el frente, prestando atención a las palabras del profesor, las cuales, muy pocas veces en ese mes logré comprender.

El timbre que anunciaba el final de las clases sonó. Como siempre, Edward se paró de su asiento y yo me quedé viéndolo alejarse con pena. Esa se había convertido en mi rutina y no se había roto en todo el mes. Solté un suspiro y me encaminé hacia la puerta, para luego ir hasta mi casillero.

Sonreí, olvidando momentáneamente mi depresión cuando vi que en mi casillero había una flor. Esto ya era casi una costumbre, encontrar una flor o una nota en mi casillero, lo que me hacía sospechar que mi admirador era alguien del instituto, aunque no podía adivinar aún quién era a pesar de tener varios candidatos.

Olí la flor antes de guardar los libros que no necesitaba para hacer los deberes y cerrar el candado.

Caminé hasta el gélido exterior, donde una fina llovizna mojaba mi impermeable, y volví a sonreír. Jacob estaba recargado en su moto, esperándome.

— ¿Qué haces aquí, Jacob?

— Vine a buscarte.

— ¿Vamos a algún lado?—pregunté. —Tendría que avisarle a Alice, ella me iba a llevar a casa hoy.

— Quiero… decirte algo y… no creo que aquí sea el lugar indicado—jugué con la flor blanca entre mis dedos y él la siguió con la mirada. — ¿Y eso?

— Oh, mi admirador, ya sabes. La dejó en mi casillero hace un rato—le expliqué. Unos días atrás Jacob había encontrado uno de los libros que me había regalado mi admirador en el porche de mi casa cuando fue con su padre y le expliqué todo lo referente a mi secreto conquistador.

— Hmmm… — asintió. — ¿Aún no sabes quien es? ¿Ni una sospecha, ni una pista?

— Nop—negué con la cabeza algo desanimada. Miré alrededor, tratando de distraerme, encontrándome con Edward a solo unos pasos de nosotros, apoyado en su volvo plateado. Tenía la vista fija en el suelo y una mueca extraña en la cara. Aparté la vista bruscamente.—Y es realmente frustrante, me encantaría saber quién es.

— Me pregunto si… — empezó vacilante.

— ¿Qué sucede, Jacob?

— ¿Qué pasaría si los regalitos, las flores y las cartas fueran…míos? — preguntó.

— ¿Ah?—me quedé de piedra, con los ojos fijos en él, hasta que las piezas comenzaron a encajar. Él siempre andaba rondándome. Hoy había una flor en mi casillero y él estaba aquí. Y el día que supuestamente había encontrado el libro, no había sido así. Lo traía con él. —Jacob…

No era Edward después de todo. Jacob me estaba demostrando lo dulce que podía ser. Quizás yo… debería tratar de olvidar a Edward e intentar algo con él. Después de todo él sí había hecho esfuerzos para conquistarme…

— Que rastrero y mentiroso eres, Black—una voz fría procedente de mi espalda me sobresaltó. — ¿Así que tú le regalaste las flores, los libros y las cartas a Bella, no?

— Eso no es asunto de tu incumbencia, Cullen—le espetó mi amigo.

— Edward, Jacob tiene razón, no tienes derecho a meterte en esto.

— La verdad, Bella, tengo todo el derecho de hacerlo, sobre todo porque esos regalos son míos y por mucho que él trate de robar mis palabras no puede hacerlo. No lo permitiré.

— ¿Qué?—jadeé.

¿Qué acababa de decir? ¡Pero sí él me había ignorado como a una escoria todo este tiempo! ¿Estaba diciendo la verdad?

— ¡Oh, por Dios, Cullen! Eso no te lo crees ni tú mismo. Todo el pueblo sabe que eres un patán y que sólo piensas en tirarte a las chicas. Sabía que era cosa de poco tiempo para que trataras de robarte mis méritos sólo para acostarte con Bella.

Sentí un leve empujón que me desestabilizó unos segundos, y no supe lo que estaba pasando hasta que vi a Edward golpeando a Jacob en la mandíbula. Me quedé paralizada sin saber qué hacer, ni a quien creer.

— ¡Infeliz, no te atrevas a decir eso nunca más!—oí como gritaba Edward, eso me hizo reaccionar.

— ¡Basta! ¡Deténganse!— grité intentando separarlos. Las lágrimas de impotencia no se hicieron esperar.

Ambos eran fuertes y pronto estaban en el suelo insultándose y golpeándose en cualquier lugar que sus puños cerrados eran capaces de llegar. Vi como Edward quedó encima de Jacob y le asestó un duro golpe en la nariz logrando que esta comenzara a sangrar, pero la victoria no duró mucho, ya que Jacob logró doblegarlo golpeándole en el estomago.

Grité de horror al ver cómo Jacob golpeaba a Edward. Sentía como si cada golpe me lo estuviera dando a mí. No podía soportar que le hiciera daño.

— ¡Basta, Jacob, por favor!—lloré.

Bastó sólo un segundo de distracción para que Edward volviera a tomar la ventaja y me sorprendí de lo aliviada que me sentía por eso.

— ¿Qué está sucediendo acá?—no me había percatado de que una multitud de estudiantes observaba la pelea entre gritos hasta que escuché la voz del director. —Señor Cullen, separe a su hermano del otro muchacho. ¡Ahora!

Vi como Emmett, ayudado por Jasper el novio de Alice, separaban a Edward y a Jacob. Ambos se debatieron entre los brazos que los sostenían, tratando de volver a la pelea. Yo no me moví de mi sitio, no sabía hacia quien ir. ¿El amor de mi vida o mi mejor amigo?

— Señor Cullen, quiero verlo en mi oficina mañana a primera hora, por el momento vaya a la enfermería—le indicó el director con voz firme. Luego se volvió hacia Jacob. —Y usted, retírese de mi colegio antes de que tenga que llamar al Jefe de policía Swan.

— ¿Bella?—me llamó él y yo no supe que decir. — ¿Le crees a él, verdad?

No contesté, pues no sabía qué creer aún. Jacob me miró un segundo antes de subirse a su moto y partir.

Miré a mí alrededor. Alice, Emmett y Jasper estaban con Edward, quien les hizo gestos de que se fueran. Vi como a regañadientes se alejaban del estacionamiento. Con paso vacilante me acerqué a él.

— ¿Estás bien?—murmuré. Él sólo asintió. Tenía los ojos cerrados — ¿Tú… tú de verdad…?

— ¿Tú qué crees?—me contestó. Aparté la vista y vi la flor blanca botada en el suelo, completamente pisoteada.

— Las rosas son comunes — murmuré de pronto.

— Y tú, como esa flor, no lo eres — completó él, mirando lo mismo que yo.

— De verdad fuiste tú, todo este tiempo — me maravillé. Tuve ganas de echarme a llorar y abrazarlo, pero no me atreví.

— No es la mejor manera de que te enteraras de esto — sus palabras sonaban algo gangosas. — Tenía preparada una última carta y un regalo. Estúpido, Black, lo arruinó todo — se tocó la nariz que aún seguía sangrando.

Me agaché hasta su altura y sin decir palabra tomé su rostro entre mis manos para examinarlo. Tenía un corte en el labio que sangraba un poco, y de su perfecta nariz seguía saliendo sangre. Le hice poner la cabeza hacia atrás y limpié la sangre con unos cuantos pañuelos desechables. Ese líquido rojo siempre me había mareado, pero en este momento tenía la cabeza hecha un lío y no había sitio para las nauseas.

— No lo arruinó — dije lentamente, mientras le ayudaba a incorporarse.

— Claro que lo hizo —gruñó. Tomó mi mano y tiró de ella. —Ven, te llevaré a casa.

Asentí incapaz de hablar.

Me abrió la puerta de su coche caballerosamente. Me senté en completo silencio. El viaje fue rápido y pronto estábamos frente a mi casa, pero yo no quería entrar aún. Quería que él me dijera algo, que me diera una explicación de sus actos.

— Ven, entremos. Te curaré ese labio, no me gusta la pinta que tiene—le ofrecí.

Siguiendo con el mutismo se quitó el cinturón de seguridad y se bajó del auto. Lo imité y me uní a él en la acera. Abrí la puerta de mi casa y lo hice pasar hasta la cocina. Se sentó elegantemente en la silla que solía ocupar Charlie y le sonreí antes de salir hasta el baño donde mi padre guardaba el botiquín de primeros auxilios. Cuando volvía tenía la cabeza enterrada entre sus manos. Pude ver claramente que tenía los nudillos enrojecidos.

— ¿Estás bien?

— Sí

Me senté frente a él y lentamente limpié la sangre seca de su nariz con una toalla húmeda y luego desinfecté con alcohol los cortes en su labio y mejilla. Hizo un par de muecas, pero no se quejó. Me permití acariciar su mejilla antes de tomar sus manos y pasar un algodón por sus nudillos.

— Gracias—dijo de forma escueta. — Debería irme.

— ¿Y eso es todo? —musité con tristeza. — ¡Has estado enviándome regalos de todo tipo por semanas! ¿Y ahora te das por vencido así de fácil?

Su actitud me confundía, me había enviado todos esos regalos para demostrarme algo. Que podía conquistarme, que me quería y ahora se rendía.

— ¿Logré mi objetivo, Bella? ¿Te conquisté acaso?—no esperó respuesta antes de seguir hablando. —Hice todo lo que podía, traté de mil formas de conquistarte pero nada resultó. No puedo seguir desgastándome de esta forma, sólo me hace daño y…

No supe qué decir, por lo que simplemente actué. Me senté sobre sus piernas y me incliné para besarlo.

— No tienes idea de lo que estás diciendo—murmuré contra sus labios antes de unirlo en un beso algo vacilante.

Sólo bastó que sus labios comenzaran a moverse contra los míos, en respuesta a mi beso, para que el recuerdo de la noche en la que todo este embrollo comenzó llegara a mi mente.

Edward se deshizo del sostén. Sus labios atraparon mi pezón, mientras sus dedos se colaban por entre mi ropa interior. Me retorcí de placer ante su toque y lo sentí sonreír contra mi piel. Pronto estaba alcanzando el clímax mientras él me besaba en la boca, tragándose mis gemidos.

Abrí los ojos después de unos minutos. Lo deseaba tanto. Comencé a quitarle el boxer, pero él me lo impidió.

— Tranquila, amor—susurró contra mi piel. —Ya habrá tiempo otro día para eso. Ahora duerme.

— Edward, no—protesté.

— Te deseo. Pero nuestra primera vez no va a ser de esta forma. No vas a estar ebria, ni yo tampoco—me aseguró. —Te amo.

Sonreí en mitad del beso. Él había parado. Él no había dejado que mi primera vez fuera así, ebria, a pesar de desearme de la misma forma que yo a él.

Suavemente me separé y me quedé mirándolo. Su rostro era un poema.

— ¿Desde cuándo estás locamente enamorada de mí, Isabella Swan?—tomó mi rostro entre sus manos y me besó tiernamente sin dejarme responder.

— Cuando te dije que me conquistaras jamás pensé que lo intentarías, pero lo deseaba de verdad—respondí con el poco aire que tenían mis pulmones.

— No estás contestando.

— Cállate y bésame. — Me reí llena de dicha antes de que volviera a capturar mis labios.

El tiempo a su lado parecía pasar volando o quizás detenerse, no estaba segura. Sólo sabía que no quería estar en ningún lugar más que entre sus brazos.

De pronto estaba a horcajadas sobre sus piernas, y lo oí jadear cuando rocé su entrepierna. Bastó ese contacto para que la pasión se apoderara de nosotros y desencadenara en un débil gemido de rendición al besarnos. Había urgencia y deseo en nuestros movimientos, en nuestras manos recorriendo cada rincón de nuestros cuerpos.

— Bella—murmuró suavemente cuando sus labios se desplazaron de mi boca a mi cuello. Me estremecí de placer y deseo.

— Edward, esta vez no estoy ebria—le dije en un susurro contra su oído.

— ¿Estás segura? —preguntó apartándose de mis labios solamente lo necesario para hablar. — Puedo esperar, Bella.

—Yo no puedo, Edward.

— ¿Quieres volverme loco, verdad? —sus manos se colaron bajo la camiseta que llevaba, logrando que varios escalofríos viajaran a través de mi espalda.

— ¿Tienes condones? —balbuceé inocentemente, antes de besar su mentón y mecer mis caderas contra las suyas. Él rió divertido mientras asentía y me mostraba un par de paquetitos que había sacado de su bolsillo. —Vamos a mi cuarto.

No me hizo esperar, sino que se levantó conmigo entre sus brazos. Grité del susto, pero él me aferró firmemente, con una mano en la cintura y la otra en mi trasero. Enredé las piernas en su cintura y los brazos en su cuello.

No sé cómo subimos la escalera, pues cada poco escalones él paraba para presionar mi cuerpo contra las paredes y besarme casi con desesperación. Cuando llegamos a mi habitación, me dejó sobre mis pies y me dejó abrir la puerta. Apenas miré las paredes y la cama, cuando él había cerrado la puerta y me presionaba contra ella, besando mi escote. Jadeé y enterré mis manos en su pelo. Era más suave de lo que había imaginado.

Lentamente comenzó a desnudarme y yo a él. Primero me quitó el sweater que llevaba, dejándome solamente en un sostén negro de encaje. Yo por mi parte desabotoné su camisa, teniendo problemas con alguno de los botones, pero cuando al final la saqué me quedé maravillada ante su cuerpo. No era trabajado, pero tenía músculos donde se suponía que debía tenerlos. Acaricié su abdomen, viendo con satisfacción como se estremecía ante mi toque.

Sus manos viajaron hasta mis hombros desnudos, para apartar los tirantes del sostén. Besó mi cuello mientras sus dedos se deslizaban hasta el broche y lo soltaba con algo de dificultad. Lo ayudé a quitarme la prenda, antes de que él la lanzara hacia un costado de la habitación y luego me mirara detenidamente.

Saber que ya había estado casi desnuda frente a él no ayudaba a combatir la vergüenza ni el sonrojo. Ahora estaba sobria y conciente de cada caricia, de cada mirada, de cada beso.

Bajé la mirada, pero él levantó mi rostro colocando uno de sus dedos debajo de mi mentón. Le miré a los ojos, y me pareció que me asomaba a ver un fuego verde ardiendo de pasión. Sentí una corriente eléctrica atravesar mi cuerpo al contemplarlo y supe que no permitiría que nada nos impidiera llegar hasta el final.

Entonces, sus ojos se deslizaron por mi rostro, hasta mis pechos.

— Perfecta—me susurró antes de tomar mi cintura y hacer que me arqueara para tener mejor acceso a mis pechos. Gemí cuando los besó y lamió con delicadeza.

Mis manos estaban aferradas a sus hombros desnudos, y enterrando las uñas cada vez que él lamía y luego soplaba sobre mis pezones, estimulándolos. Me sentía débil, como si mis huesos estuvieran hechos de esponja, y había una firme palpitación en mi sexo.

Lo deseaba tanto.

Cuando volvió a unir nuestros labios, me separé un poco de su cuerpo y me concentré en desabrochar su pantalón. Él miró cómo lo hacía sin decir palabra y luego cuando lo comencé a bajar me ayudó, quitándose los zapatos y los calcetines. Quedó solamente con su boxer puesto, en el cual se marcaba claramente su miembro.

Entonces, él me quitó el jeans que llevaba, rápidamente, y me ayudó a quitarme las zapatillas y los calcetines, agachándose frente a mí. Cuando quedé solamente con mis bragas puestas, me sonrió lujuriosamente y comenzó a besar mis piernas, hasta detenerse en la cara interna de mis muslos, y luego seguir el recorrido hasta mi abdomen, no sin antes besar mi intimidad por sobre la tela de mi ropa interior.

— Edward—gemí su nombre y él me miró, aún agachado frente a mí.

— Eres hermosa—me dijo parándose y tomándome al estilo nupcial para luego dejarme suavemente sobre la cama.

Poco a poco se cernió sobre mí, dejando que sintiera su peso sobre mi cuerpo, aunque no completamente.

Con nuestros labios unidos y nuestras manos recorriendo nuestros cuerpos de forma íntima sentía que iba a explotar de placer. No podía entender cómo era posible que tantas sensaciones placenteras se manifestaran de forma tan intensa en mi cuerpo.

Una de las manos de Edward estaba debajo de mi ropa interior. Sus dedos me acariciaban los pliegues suavemente, explorando mi sexo, enviando olas de placer por todo mi cuerpo. Y yo quise saber cuanto placer podía darle yo a él, por lo que colé una de mis manos dentro de su boxer y acaricié su miembro erecto.

Se tensó y gimió roncamente contra mi cuello.

Volví a acariciarlo, bombeando lentamente con mi mano hecha un puño en torno a él y tuve la satisfacción de oírlo gemir otra vez antes de que su mano detuviera la mía. No tuve tiempo de quejarme cuando se deslizó entre mis piernas. No pude hacer nada tampoco, antes de que apartara mi ropa interior y comenzara a jugar con su lengua entre mis pliegues.

— ¡Oh, por Dios!

Sus dedos y su lengua se deslizaban por mi clítoris causando que miles de descargas eléctricas nacieran y murieran en mi sexo, haciendo que los dedos de mis pies se retorcieran de placer.

Gemí aferrando las sábanas entre mis dedos sintiéndome desfallecer. Mi cuerpo se retorcía mientras sentía como una burbuja de placer crecía y explotaba en mi bajo vientre. Me había hecho llegar hasta el orgasmo y ahora me encontraba jadeante mientras me besaba las mejillas y los labios.

— Te ves fabulosa retorciéndote gracias al placer que yo te doy.

Le sonreí sin poder evitarlo y seguí sonriendo cuando se inclino para besarme. Aún estaba algo mareada y jadeante cuando concentré mi atención en despojarlo de su boxer negro. Suavemente tomé el elástico y tiré de él. Su erección quedó libre y yo jadeé. Él era… impresionante.

— ¿Los… condones?—murmuré. No podía esperar un minuto más, necesita que me hiciera suya.

Edward se paró de la cama y sacó una bolsita de su pantalón. Lo ayudé a ponerse el condón, con manos algo temblorosas. Él me miró intensamente, antes de volver a recostarse sobre mí, con su miembro rozando mi sexo.

Me estremecí en anticipación.

Mientras sentía como se adentraba en mi cuerpo, apreté sus hombros. Si sentí dolor en algún momento pasó rápidamente. Edward fue gentil y esperó a que me adaptara a su presencia en mi cuerpo. Lo sentí temblar entre mis brazos, tratando de controlarse.

Moví mis caderas invitándolo a moverse y me complació. Se movió lentamente, saliendo de mi cuerpo y luego entrando con la misma lentitud que enviaba escalofríos por mis terminaciones nerviosas. Jadeé y gemí mientras repetía la acción un par de veces antes de que el placer, el deseo y la pasión lo consumieran incitándolo a realizar movimientos más rápidos y profundos.

La sensación de su cuerpo formando parte del mío era indescriptible, no había palabras para detallar la forma en la que él me hacía sentir. Tan querida, tan amada.

Temblaba, completamente llena de dicha, entre los brazos de Edward, quien seguía embistiendo cada vez con más fuerza y rapidez contra mi cuerpo, pero sin llegar en ningún momento a ser rudo. Mis movimientos se complementaban con los suyos.

En la habitación sólo podían oírse nuestros gemidos, así como las esporádicas palabras de amor y devoción musitadas entre beso y beso.

Sentía que estaba sumergida en medio de miles de sensaciones placenteras que nunca había soñado con vivir. Sentía cada terminación nerviosa llenarse de una carga eléctrica que emprendía la marcha a través de mi cuerpo, y sólo encontraba la liberación en los gemido que escapaban de mi boca y que morían en la de Edward mientras me besaba.

Cada embestida era un paso más hasta la locura del éxtasis…

El roce de nuestras pieles creaba una fricción deliciosa y sentía que moriría si no llegaba pronto a una liberación.

Su cuerpo y el mío encajaban a la perfección.

Mis manos en su espalda, apretando su cuerpo contra el mío eran el epíteto de las suyas en mis caderas, apresándome cada vez más cerca de su cuerpo, cada vez más cerca del cielo, tanto así que sentía que podía tocar estrellas con la punta de mis dedos. Este el mejor momento de mi vida.

Edward cambió el ángulo de sus movimientos y eso fue todo lo que necesité para alcanzar el clímax. Me estremecí sintiendo como mi cuerpo se arqueaba contra el de mi amante. Sus caderas chocaban contra las mías velozmente, en la perfecta armonía del clímax el cual él alcanzó sólo unos segundos más tarde que yo.

Ambos nos derrumbamos jadeantes en la cama. Él sobre mi cuerpo. Acaricié su espalda y su cabello. Su peso lejos de molestarme, me agradaba.

Después de unos minutos, Edward se puso a mi lado y me atrajo hacia su cuerpo. Mi cabeza sobre su pecho y nuestras piernas entrelazadas.

— Te amo—susurró. – Sé que no es el mejor momento para decirlo…

— Yo también te amo—besé su pecho y él tomó una de mis manos entra las suyas para besarla suavemente. Luego, la presionó sobre su corazón, que latía desbocado.

Nos quedamos dormidos así, abrazados.

Cuando desperté estaba oscureciendo. Edward estaba despierto ya y me miraba con gesto enigmático.

— ¿Qué sucede?

— Creo que debería irme, pero no quiero.

— Es cierto, Charlie estará aquí pronto.

Nos vestimos en silencio y luego bajamos la escalera tomados de la mano. No quería que se fuera, por eso mismo antes de abrir la puerta tomé la iniciativa y lo besé por largo rato antes de suspirar y abrir la puerta para que se fuera.

— Nos veremos mañana, amor—me prometió.

— Mañana—corroboré.

Me dio un último beso antes de dirigirse hasta su coche. Eso me hizo recordar algo. Él había mencionado que había más regalos, además de la última flor que había dejado en mi casillero. ¿Qué regalos? No me gustaba que la gente me regalase nada, pero a través de aquel mes sus regalos siempre habían tenido un significado y sentía curiosidad.

— ¡Edward!—le llamé. Él se detuvo y me tendió una mano para que me acercara. Así lo hice. — ¿Aún puedes darme los últimos regalos que mencionaste? — le dije tímidamente.

Me sonrió antes de jalarme hasta el volvo. Se inclinó y sacó de la guantera una cajita cuadrada y una nota.

— ¡Ábrelo!—ordenó.

Lentamente abrí la caja. Dentro había una fina pulsera de plata con un dije de corazón muy elegante y de cristal cortado, o eso pensé. La tomé entre mis manos y la observé. Edward me sonrió antes de quitármela y ponerla en mi muñeca izquierda.

— Ahora lee esto—me entregó la tarjeta.

Creíste que mi corazón era de piedra, que no podía quererte, tal como este corazón. Pero no es así, espero habértelo demostrado.

Al igual que este pequeño corazón, el mío es completamente tuyo.

Te amo.

Edward Cullen

— Eres un cursi —dije después de leer. Le miré a los ojos con una sonrisa y agité la muñeca frente a sus ojos —Gracias.

Me besó antes de quitarme la tarjeta de las manos. La dio vuelta y me mostró lo que decía al reverso.

Tú me has conquistado ¿Lo logré yo?

— ¿Te conquisté? — me preguntó pícaramente.

— Edward, no seas tonto — Rodé los ojos. ¡Cómo si lo que habíamos hecho no lo había dejado lo suficientemente claro! Me miró expectante, por lo que decidí seguirle el juego. — Pregúntalo otra vez —le pedí.

— ¿Te conquisté?

— Definitivamente —sonreí antes de que nuestros labios se volvieran a unir.

sábado, 20 de agosto de 2011

Cuidando tu Corazón

Capitulo 4:

Asuntos Familiares

― ¿Bella?— pregunto levantándose en la oscuridad, me pare rápidamente del sillón en el cual llevaba más de dos horas sentada, meditaba sobre la situación que pasábamos.

― Aquí estoy— conteste tomando la mano que me buscaba frenéticamente— ¿Cómo estás?

― Mejor— acerqué mi mano hacia el buró y encendí la pequeña lámpara que había al lado de nuestra cama, Edward se acomodó sentándose y refregó sus ojos— ya no me duele nada, creo que por fin los calmantes dieron resultado.

― Genial— susurre con una sonrisa, pase mi mano por su sedoso cabello, Edward se giro para mirarme a los ojos pero con pesar descubrí que aun la pena rondaba por ellos había aprendido a leer tan bien sus expresiones y reacciones que sabía perfectamente lo que sucedía, el aún estaba afectado.

― ¿quieres seguir durmiendo?

― No, creo que ya fue suficiente, además hoy en la noche hay un coctel al cual debemos asistir

― Edward no creo…— intente replicar

― No Bella, lamento desobedecer las órdenes de mi "novia—enfermera" pero esta noche saldremos, no dejare que estos malditos dolores me afecten— en mis labios se formo una mueca de resignación, una de las cosas que jamás cambiaria es su persistencia, muy poco sacaría llevándole la contraria— además sonara burdo pero no sabes las ganas que tengo de tomar Martini

― ¿Martini?— pregunte con una pequeña sonrisa— me vas a matar algún día…— dije con tono fingido

― ¡vamos mujer!— tomo mi cintura y beso uno de mis hombros— vamos a la fiesta y demostremos lo poco que nos importa— mire sus ojos y parecía ser una confirmación mas para el que para mí, aunque intentara escondérmelo sabia que de alguna forma la actitud de Carlisle le dolía.

― Vamos, iremos pero con la condición de que si te sientes mal nos regresamos a la casa.

― Hecho— acepto dándome la mano, el solo roce de su piel provocó una corriente de energía— entonces iré a bañarme y cambiarme ropa ¿quieres venir conmigo?— pregunto enarcando una ceja con una sensual mirada

― Creo que esta vez pasare— le dije suspirando— si vamos creo que no saldremos de allí nunca, además iré a ver a Tanya la deje hace más de dos horas y no le dije que me quedaría contigo.

― Bueno, ve cariño— beso mi frente y se paro hacia el baño.

Cuando sentí el grifo abrirse Salí de la habitación, imaginarme a Edward bañándose hacia despertar toda clase de pensamientos eróticos en mi mente, no podía evitar imaginarme el roce de su piel o la suavidad de sus dedos recorriendo mi cuerpo, agite mi cabeza varias veces y cerré la puerta, el cuerpo de mi novio era nocivo para mi concentración. Camine por los pasillos de la enorme casa de Tanya, al doblar en una de las esquinas me la tope de frente

― Hola cariño— saludo efusivamente— ¿Cómo estuvo la siesta?— pregunto moviendo las cejas, me sonroje levemente al sentir hacia donde se iban sus pensamientos

― Bien perdóname por no avisarte que me quedaría con Edward

― No te preocupes, se que los novios necesitan tiempos para estar solos, cuando Math vuelve no salimos de mi habitación en días— agregó con una sonrisa— ¿irán al coctel de esta noche?

― Claro, aunque yo prefería quedarme aquí a cuidar a Edward pero insistió en ir.

― Bien me alegra saber que no ha cambiado su perseverancia pero dime ¿tienes que ponerte?— mi mente voló hacia mi maleta a lo mas traía unos tres vestidos y no eran precisamente para un coctel, no pensaba que tendríamos tantos eventos sociales en Londres

― La verdad tengo pero no son apropiados para coctel— comente con una mueca

― No importa, tengo miles de vestidos nuevos que jamás me pongo, no te hagas problemas por eso, acompáñame— me pidió y dirigió sus pasos hacia el tercer piso de la casa.

Cuando subimos nos paramo en una enorme sala de estar, Tanya se acerco a una de las puertas del fondo y se adentro en la habitación.

― Acércate Bella— grito desde el interior. Camine lentamente por el brillante piso, me pare en el marco de la puerta y no pude evitar la expresión que se formo en mi boca, un circulo se formo con mis labios

― Dios— susurre al ver tamaña habitación, era un closet más grande que el departamento en donde vivíamos.

― ¿lindo? Es ¡genial!, amo mi closet tanto como amo a mi novio— rio, camino entre medio de los estantes llenos de ropa y accesorios— mira aquí, tienes toda esta parte para ti, son vestidos que nunca me he puesto, son todos de esta temporada lo que ya no me va gustando lo dono a entidades benéficas así que no te preocupes porque no hay nada viejo aquí.

― Gracias— susurre aun atónita

― ¡vamos no seas tímida prima!— la palabra me hizo salir de mi timidez, una sonrisa se extendió por la boca de ambas

― Gracias por llamarme así

― Gracias ni que nada, eres mi prima estoy segura de que muy pronto serás la señora Cullen, puedo ver el futuro— movió sus dedos y lanzo una risa malvada, en mi mente pedía porque así fuera, convertirme en la esposa de Edward era algo a lo que difícilmente podría aspirar, mi cara se entristeció ante ese pensamiento

― ¿en qué piensas?— pregunto de repente— ¿cariño que pasa?

― Nada, solo pensaba en las diferencias entre Edward y yo

― Demonios, la regué. ¿diferencias? Creo que no hay muchas, a no ser que te refieras a la edad

― Edward solo me lleva siete años, el tiene treinta y dos y yo veinticinco.

― No es nada, yo soy Mayor que Math por dos años

― ¿Cuántos años tienes?

― Te lo diré solo porque eres mujer— se sentó en un sofá y susurró— tengo treinta

― Wow, no los aparentas, entonces tu novio tiene veintiocho.

― Si y déjame decirte que poco importa la edad

― No es por la edad que me puse así, Edward y yo venimos de dos mundos diferentes. Dos mundos que jamás se han mezclado y muy difícilmente pueda coexistir

― Entonces construiré un mundo para los dos— dijo la masculina voz de Edward a mis espaldas. Me gire rápidamente y estaba en el umbral de la puerta, traía su cabello goteando y una toalla en las manos. En sus ojos pude ver la veracidad de sus palabras, por un momento todo lo que temía desapareció de mi cabeza y corazón, ¿Qué había hecho para merecer a este hombre tan bueno?, a pesar de ser golpeado emocionalmente por su padre estaba aquí levantando este amor que es lo que nos une.

― buena respuesta— susurro Tanya a mis espaldas— iré a prepararme para el coctel, los veo más tarde, Bella escoge lo que quieras aquí hay de todo— camino hacia el lado de Edward y le sonrió ampliamente, cuando salió de la habitación cerró la puerta dejándome sola con el hombre que amaba

― hay muchas cosas que desconozco al parecer.

― ¿Por qué lo dices?

― No sabía que tenías esa clase de miedos, miedo a mi mundo que déjame decirte es el mismo que el tuyo.

― Pero los ambientes son diferentes, tu y yo vivimos en dos ambientes completamente distintos

― ¿importa?— preguntó enarcando una ceja

― Depende— susurré, mire a mis lados y el enorme closet de Tanya confirmaba una vez más que en mi mundo las chicas no tenían esta clase de ropa ni tampoco en cantidad

― Bella— se acerco a mí, pude sentir el calor que emanaba su piel ¿sería por el baño?— daría lo que fuera por saber lo que piensas, me tortura el no poder entrar en tu cabeza y saber lo que realmente estas pensando.

― Pienso en ti— levante mi mirada para posarla en sus hermosos ojos

― Eso es bueno, creo.

― Lo es, porque pienso que a pesar de todo lo que nos podría separar no estoy dispuesta a renunciar a tu amor Edward Cullen, juntos podríamos construir ese mundo para los dos

― Me gusta oírte hablar así, no quiero que vuelvas a pensar en eso.

― Está bien, perdóname— asentí con una sonrisa— ahora ¿Por qué no me ayudas a escoger un vestido?

― Claro que si— Edward me tendió la mano y me llevo hacia los aparadores que tenia Tanya al fondo, nos metimos entremedio del closet y llegamos hacia donde ella nos había indicado—bien, ¿Qué tenemos aquí?

Edward comenzó a mirar cada vestido que había en aquel lugar, sus dedos recorrían las telas al igual al mismo tiempo que sus ojos, saco varios de diferentes colores y texturas, al cabo de unos minutos tenia uno precioso en sus manos era de color azul. Sus ojos me miraron con un brillo travieso, con una sonrisa seductora en sus labios se acerco lentamente a mí, sentí su pesada respiración pero no fui capaz de prever lo que pensaba hacer.

― ¿Qué haces?— le pregunte con una sonrisa

― ¿no se nota?— respondió con otra interrogante— antes de ponértelo tienes que probártelo ¿no?— enarco una ceja acentuando aun mas su sonrisa, un rubor cubrió mis mejillas mientras quitaba con maestría mis ropas. Sus dedos acariciaron la orilla del brasier sonriendo ampliamente, el disfrutaba con esta situación en cambio yo me derretía por dentro solo de sentir el calor de su cuerpo cerca del mío. Su dedos acariciaron todo el contorno de mis senos, el suave recorrido llego hasta la base de ellos y avanzó lentamente por mi estomago hasta llegar a la orilla de mis bragas uno de los dedos de Edward sujeto la orilla de esta y me atrajo hacia su cuerpo.

― Edward estamos en un armario— susurre medio excitada y medio asustada, Tanya podría volver a entrar en cualquier momento

― ¿y qué? Lo hemos hecho en peores lugares mi amor, olvidas la cocina de tu casa— se acerco a mi boca y beso suavemente mis labios rozando su nariz por mi mejilla, mi cuerpo se volvió loco con la sola caricia, estaba parada en el medio del enorme armario de Tanya temblando y controlando los gemidos que amenazaban con salir.

― Edward el coctel— susurre presa del placer que comenzaba a relucir, la situación era completamente excitante.

― ¿Qué coctel?— pregunto respirando sobre mi piel, sus labios se dirigieron hacia el lóbulo de mi oreja, succionaron la carne que había y mordisquearon parte de mi cuello, mi espalda se arqueo dejándome aun más expuesta al ataque.

Las manos de Edward se adueñaron de mi cintura, las mías no se quedaron quietas y avivaron aun mas su incursión. Me apoderé de su cabello masajeando su cervical y parte de sus hombros, el calor de su piel traspasaba la fina tela de su camisa, sin poder evitar la necesidad de sentirlo desabotone aquella prenda y pase mis dedos a lo largo de la extensión de su pecho, se sentía tan bien. Edward termino de sacar toda la ropa que tenía demás y se adueño de mi cuerpo. Lo quería, necesitaba de sus caricias estuve esperando silenciosamente el estar con y el y ahora que estábamos aquí e incluso aunque estuviéramos en un armario no podía negarme, solo esperaba que la suerte nos favoreciera y Tanya no entrara en la habitación.

― Te deseo— susurro mientras nuestros cuerpos se rozaban, el movimiento era constante y enardecía cada vez mas mi cuerpo— te deseo aquí y ahora.

― Tómame entonces, porque yo te deseo de la misma forma— susurre, mi boca beso la piel desnuda que tenia frente a mí, era increíble lo erótico que podía ser la situación, la adrenalina comenzó a recorrer con más fuerza por mis venas y lo peor de todo es que no podía parar— no podremos parar— hice el hincapié mientras él me llevaba entre besos a un taburete.

― ¿y quién quiere parar?— me recostó con suavidad sobre el terciopelo del pequeño sillón, bajo de mi boca besando todo mi cuerpo, saco rápidamente las delicadas prendas que impedían la visión completa de mi cuerpo, la sola mirada de él provoco que mi mente se nublara y no pudiera pensar en nada más que en hacer el amor, los sentimientos hacia el cada vez eran más fuertes y poderosos, el amor y el deseo además de la pasión recorrían el mismo camino, juntos eran la combinación mas fuerte. Las frenéticas caricias y el ardor de sus besos me prepararon para la sagrada unión que compartiríamos

― Demonios— jadee con fuerza al sentir sus dedos rozar mi centro, mi espalda se arqueo sobre el terciopelo. Edward me miro con intensidad y placer resultado de mis reacciones, bajo delicadamente su dedo índice hacia mi cavidad denotando lo lista que estaba.

― Bella mi amor, creo que no podremos salir de aquí en un buen rato— comento con una sonrisa, por primera vez vi sus intenciones, su cabeza comenzó a bajar besando mi piel, el iba directamente hacia el centro de todo placer, él quería volverme loca.

― ¡no lo harás!— le dije poniéndome de pie, sus ojos se abrieron haciéndolos ver aun más encendidos por el deseo, Edward parecía confuso— creo que es momento de que los dos disfrutemos de ese placer— dije mientras tiraba de él.

Acerque a Edward hacia mi cuerpo, bese sus labios con pasión anticipando lo que vendría, sabía que era algo nuevo y quería probarlo con él, quería que sintiéramos ese enorme placer al unísono. Tome sus manos y lo gire, empuje suavemente su desnudo pecho para sentarlo en el taburete, los ojos expectantes del hombre que tenía en frente estaban atentos a todos mis movimientos, con una gracia de bailarina me acerque a su cuerpo y me puse a la altura de su erección, sus pantalones eran la solida cárcel que me separaba de ella. Mis manos trazaron caminos por sus muslos, sonidos de aceptación salían de la boca de mi novio al momento de llegar al cinturón, lentamente y acrecentando la espera saque cada botón y baje con precisión el cierre de sus pantalones, la paciencia no era una de las mejores virtudes de Edward

― ¡Demonios Bella! Estas torturándome— dijo al momento de sacar con brutalidad el pantalón de tela negro que llevaba puesto, cuando tiro de ellos saco también su bóxer del mismo color. Mis ojos se ensancharon una vez más al ver el tamaño y lo poderosa de su erección, simplemente magnifica pensé que orgullo.

― Siéntate— le pedí en un tono completamente sensual

― Bella— susurro intentando controlar el tono desesperado de su voz

― Espera y veras, te aseguro que ambos disfrutaremos al mismo tiempo— Edward cerro sus ojos imaginando lo que estaba por suceder.

― Maldición— susurro soltando un jadeo

Con mis manos empuje su cuerpo para recostarlo en el taburete, me senté ahorcadas sobre el dejando que nuestros sexos se rozaran pero no permitiéndole entrar en mi cuerpo, la humedad de mi centro y el vigor de su erección me volvían loca pero tenía que aguantar, no podía rendirme al placer sin antes jugar un poco con su tolerancia. Me incline hacia sus labios y mordisquee un poco la carne tibia, la lengua de Edward salió inmediatamente a ayudarme en mi labor, nuestros labios se juntaron haciendo que la excitación creciera mas, la lengua cálida y húmeda de Edward me hacia desear cada vez mas. Mis caderas pronto se comenzaron a rozar cada vez mas insinuantes, las manos de Edward llegaron a ellas aplastándolas contra su piel haciendo el roce enloquecedor, muy pronto gemidos de satisfacción salían de nuestras bocas, era tanto lo que un simple movimiento provocaba que no resistí el vals desquiciante, tome el control de mi cuerpo y fui en busca de lo que deseaba, placer en conjunto de la manera más sensual que podría ser.

― Bella— gimió Edward cuando detuve el movimiento, me pare del taburete dejándolo completamente excitado, su cuerpo estaba en llamas— no me tortures mas, por favor— pidió con mirada suplicante

― Tu quisiste hacerlo en el ropero, ahora debes aguantar, eso te pasa por ser un niño malo— reí bajito

― ¡maldita sea!— mordió su labio inferior. Imite el mismo gesto al ver la vulnerabilidad del hombre que tenía en frente, el, Edward Cullen, el hombre con el corazón mas frio que hubiera conocido jamás yacía frente a mi corrompido por el deseo, estaba loco por una de mis caricias y amaba tenerlo así.

― Ahora viene la mejor parte— dije caminando hacia la altura de su cabeza. Pase mis piernas por encima de él dejando mi centro justo donde quería, Edward soltó un jadeo de sorpresa y no se hizo esperar atrajo mis caderas con fuerza hacia su boca lamiendo y succionando con rapidez— ¡demonios!— gemí casi al borde del colapso, era un revés, la que quería dar placer era yo y ahora estaba siendo presa de mis propias armas, sin perder más tiempo me abalancé en contra de su erección metiéndola a mi boca y disfrutando de su palpitar.

Ahí estábamos, dos locos y apasionados dándonos placer en un enorme armario ¿Quién lo diría?, en eso Edward y yo nos parecíamos demasiado, poco nos importaba el mundo cuando el deseo se adueñaba de nosotros. Succione y lamí rápidamente enardecida por las caricias que él me estaba dando y las que yo le proporcionaba, mis caderas se movían al comas de sus lamidas, sus dedos se fundían en la carne de mi trasero y se apretaban cada vez que intentaba alejarme, era un castigo doble, estaba perdiendo la conciencia. Cerré mis ojos con fuerza cuando el orgasmo se sentía venir, mis caderas convulsionaron sobre su boca al igual que las de él con la mía, ahí estábamos sintiendo los estragos de un placer sin igual. Antes de culminar Edward se puso de pie y me recostó nuevamente en el taburete, lamí mis labios al sentir su sabor, se adentro en mi cuerpo sin misericordia haciéndome nuevamente arquear por el poder de sus embestidas, lo que siguió fue un movimiento sin control.

― Bella ¡Demonios!— comenzó a maldecir y a susurrar cosas que no podía escuchar, yo estaba inmersa en mi mundo, ese que solo existíamos los dos

― ¡Edward!— grite pegando mis caderas a las de él y convulsionando por el orgasmo

― ¡Ah!— ambos nos pegamos mas haciendo que el roce fuera desquiciante, explotamos al unisonó avivando el fuego que sentimos desde el principio. Nuestra piel estaba cubierta por una capa de sudor y los ojos de ambos se cerraban con fuerza por la intensidad de lo que había sucedido.

El cuerpo de mi novio colisiono sobre el mío, su piel ardía al igual que la mía, su respiración era frenética y el corazón parecía galopar echando carreras contra el mío. Estuvimos así unos cuantos minutos, solo intentando componernos después de aquel ferviente momento.

― Insisto…— dije con mi respiración agitada— algún día te prohibirán el sexo— Edward soltó una risotada y beso mi cabello, de mi boca solo se desprendió una sonrisa. Al pasar de los minutos comencé a sentir el peso de la conciencia Tanya podía entrar y descubrirnos así, no creía que fuera un enorme trauma para ella pero si sería una vergüenza para mí. Me pare con pereza e invite a mi novio para que siguiera mi acción, Edward me miro con malicia, sabía que quería seguir y yo también quería continuar pero no era el momento ni el lugar.

― Volveremos pronto— dijo mientras se colocaba su ropa

― Como tu digas, cariño— respondí con una enorme sonría.

Las horas pasaron rápidas en solo tres ya estábamos llegando al coctel, Tanya estaciono su camioneta en el hermoso hotel del centro de Londres, era gigantesco sus enormes puertas de color dorado nos invitaban a entrar. Edward me ayudo a bajar del auto y por primera vez en mi vida me sentí asechada. Estábamos en un coctel de la familia de Edward y la del novio pero nos vimos enfrentados a una camada de paparazzi que estaban apostados en la entrada.

― Ignóralos, no saben lo que hacen— dijo Tanya con diversión

― Trata de no mirarlos, si les das una mirada mañana nos comerán vivos en la casa— agrego Edward, mientras nos íbamos acercando los hombres y mujeres dispararon sus flashes y lanzaron preguntas.

― ¡Sr. Cullen! ¿rompió su compromiso con Sussan Chadwig? ¿es ella su nueva novia? ¿Cómo están las finanzas? ¿es verdad que dejara de ser presidente de Cullen Enterprise? ¿Aro Vulturi ocupara su cargo?— mientras más preguntas hacían Edward cada vez se ponía más tenso, cuando logramos entrar ayudados por la seguridad del hotel dimos un fuerte suspiro que sonó al unisonó.

― ¿se encontraron con los cazadores?— pregunto una alegre voz que provenía de algún lado, con mi vista busque el origen y el grácil cuerpo de Alice Cullen estaba parado en frente acompañada de un hombre.

― ¡Alice!— grito Tanya— ¿Cómo estas cariño?

― Bien ¡hasta que llega la novia!, están todos esperándote.

― Lo sé perdón, nos retrasamos— Edward y yo llegamos a donde estaban conversando, el me tenia afirmada de su mano, su tibio contacto me infundía la fuerza que necesitaba.

― Hola Bella— saludo con amable voz— ven quiero presentarte a mi marido— Alice me agarro de la otra mano y me llevo enfrente del hombre que estaba un poco mas allá, era rubio de ojos color cielo y tenía un porte envidiable, aunque Edward era más grande que el— Jazz ella es Isabella Swan, la novia de Edward, Bella él es Jasper Withlock mi marido.

― Es un placer conocerte— extendí mi mano con elegancia, él la tomo para besar el dorso.

― El placer es todo mío, créeme que eres una completa celebridad en la familia, ansiábamos conocerte— comento con una agradable sonrisa, mis mejillas se tornaron rosas, como siempre mi novio paso su brazo por mi cintura— al fin este cubo de hielo encontró su alma gemela.

― Unos años más y yo misma te hubiera declarado Gay— Tanya soltó una risotada que todos imitamos, Edward por el contrario frunció el ceño y apretó sus dedos contra mi cintura, no le causo gracia.

― Lo bueno es que los dos nos encontramos ¿cierto?— lo mire con dulzura la cual respondió— no sé qué sería de mi si él no existiera en mi vida.

― ¡wow! Que lindas palabras, me siento feliz de que se amen tanto— Jasper extendió aun mas su sonrisa— escogiste bien cuñado, espero que todo salga de maravilla para ustedes.

― Lo será Jazz , me encargare de que mi mundo con Bella sea perfecto— beso mi coronilla— bueno porque no vamos adentro creo que todos nos estarán esperando.

― Claro que si— asintió Alice— ¡Ah! Tanya adentro hay una sorpresa para ti— Alice extendió una sonrisa.

― ¿sorpresa?— pregunto la mujer confundida, de pronto su rostro se ilumino y sus ojos brillaron. Sin esperar más apuro sus pasos y entro casi corriendo al salón, Alice nos guiño un ojo para después caminar juntos hacia el salón.

Al momento de entrar la mayoría de las miradas se concentraron en nosotros. Apreté con suavidad los dedos de Edward e intente mantener la calma, yo era una persona bastante profesional tenía una paciencia y temple de cemento pero al sentirme tan observada creo que por primera vez me sentí completamente cohibida, como siempre pude ver diferentes expresiones, celos, envidia, agrado, curiosidad, ansia pero la que llamo mas mi atención fue la del hombre rubí que figuraba casi al fondo del enorme salón, su mirada era neutral por lo tanto la más peligrosa. Mientras íbamos caminando saludamos a diferentes personas, todos querían "conocerme" y saber quién demonios era yo. Llegamos al lugar en donde se encontraba Tanya y me sorprendí al ver con quien estaba.

― ¡Bella! Te presento a mi novio, Mathew Tompson— era un hombre altísimo de cabellos negros como la noche pero con unos ojos color miel que destellaban de su cara, el chico me miro gentil y saludo con el mismo gesto de Jasper.

― Es un placer conocerte Bella

― Lo mismo digo

― Bien guardado se lo tenía el novio, llegar así de repente— comento Alice

― Si, no quería hacerlo pero tenía tantos deseos de ver a Tanya que me vine del aeropuerto directamente hacia acá y no alcance a avisarle a nadie, perdóname mi amor.

― ¡disculpas aceptadas!— exclamo feliz, su rostro había cambiado si ya antes se le veía contenta ahora estaba radiante— poco me importan esas pequeñeces estoy taba feliz de verte Math.

― Y yo a ti cariño— el chico se acercó para besar dulcemente sus labios, gire mi cabeza y Edward me miraba con intensidad, sus dedos jugueteaban con mi vestido provocando una sonrisita.

― Bien entonces vamos a disfrutar, Bella tengo un montón de gente que quiero que conozcas— Alice me agarro del brazo y me arrastro hacia un montón de mujeres— Edward préstamela unos momentos enseguida te la devuelvo.

― No demores— le dijo mientras era conducida hacia otro lugar, sentí un poco de miedo al dejarlo solo, no por mi si no por el mismo Carlisle Cullen estaba en el lugar y tenía más que claro que intentaría molestarlo.

Cuando llegamos vi las mismas expresiones que antes, Alice me fue presentando a cada una de las mujeres, eran todas de la familia Cullen habían primas, tías, sobrinas, abuelas, chiquillas de todo. Mientras conocía a parte de la familia intente buscar a Edward con la mirada de pronto lo ubique conversando animadamente con Tanya y Math, creo que estaba un poco paranoica aunque Carlisle estuviera aquí no andaba cerca, intente también buscarlo con mis ojos pero no lo divise, dejaría de ser tan psicópata con respecto al tema y disfrutaría del momento.

― Y ella es la tía Ana, viene desde Alemania— señalo Alice a la última de las personas que tenía que saludar

― Hola mucho gusto

― ¡qué hermosa eres cariño!, mucho gusto— la mujer se acerco a mí y beso mis dos mejillas.

― Buenas noches— interrumpió una delicada pero intensa voz, todas nos giramos y el rostro de Esme Cullen apareció ante mis ojos.

― Buenas noches Sra. Cullen— salude con cortesía

― Hola mamá ¿Dónde estabas?

― Hablando con Clarise Vulturi— menciono la mujer, Vulturi era el apellido del malandra de Aro, la madre de Edward vestía preciosa, la tela de color verde igual a la de sus ojos los hacía resaltar mucho mas, ella tenía excesiva elegancia y al mismo tiempo confianza en sus atributos, una mujer con mucha clase.

― Necesito hablar con usted Srta. Swan— aclaro mientras se giraba para comenzar a caminar— sígame por favor— entrecerró sus ojos y se alejo.

― Bella…— dijo Alice

― No te preocupes, creo que es una conversación que debo tener, si Edward viene por mi dile fui al baño.

― Está bien— apretó suavemente mi brazo y sentí la confianza que intentaba infundirme.

Me aleje de las mujeres que había conocido, caminamos por entremedio de la gente quienes nos miraban atentos, el perfume de Esme Cullen segaba mis sentidos, era una fragancia exquisita que podría embelesar a cualquiera. Sus pasos se dirigieron hacia un corredor poco iluminado por un momento sentí un escalofrió y la anticipación de un desagradable momento, sabía que esta conversación no sería fácil pero no podía amedrentarme, ella tenía que conocerme si no jamás lograrían aceptarme en la vida de Edward. Respire unas cuantas veces y con desplante atravesé aquel corredor, la mujer que me guiaba ni siquiera se había girado a ver si la seguía ¿tan confiada estaba en que hablaría con ella? Al parecer sí. Terminamos el recorrido frente a un enorme ventanal, ella abrió el pestillo y salió al exterior, cuando se paro en la mitad del lugar se giro viéndome con una sigilosa mirada.

― Quiero pedirte disculpas por lo que sucedió hoy día, sé que mi marido se excedió en sus comentarios— la cautela de su voz hizo que mi cuerpo temblara.

― Creo que…— comencé a hablar pero su voz nuevamente se hizo presente.

― Pero no creas que lo digo por ti, debes de tener presente que yo no te conozco si pido disculpas es por el mal rato que paso mi hijo, Edward no se merece el trato que Carlisle le da.

― ¿entonces porque jamás ha hecho nada para terminar con esto?— pregunte con voz firme y molesta

― Tú no sabes nada, son asuntos familiares.

― Lamento informarle que esos asuntos ahora son una de mis incumbencia, el estar con Edward significa también estar pendiente de su bienestar, yo quiero lo mejor para el

― ¿de verdad?— pregunto con sarcasmo— ¿entonces porque no te alejas?— la sola frase me hizo darme cuenta con quien estaba tratando, Esme Cullen tampoco me quería en la vida de su hijo.

― Porque lo amo señora, no puedo negarlo en frente de nadie, Edward, su hijo, es una parte de mi alma y no se vivir sin ella, como dije hoy en la casa de Tanya la única forma que me alejare de él es si es el mismo Edward quien me lo pide.

― Eres necia muchacha, espero que tengas presente que Sussan, su ex prometida aun podría pelear por su amor— dijo con confianza.

― Que lo haga, yo no soy quien para obrar en las decisiones de Edward, el mismo tiene que decidir y si en el caso no fuera yo la escogida sabré retirarme sin causar el mayor ruido.

― A mí lo único que me importa es que mi hijo sea feliz

― A mí también señora, no le quepa duda— un momento de silencio se extendió entre nosotros, ninguna de las dos aflojaba la mirada, Esme estaba parada en frente de mi con sus brazos cruzados y esperando cualquier vacilación mía

― Yo no seré la que los separe, a diferencia de Carlisle creo en el buen criterio de Edward y sé que el escogerá bien, sea quien sea. Yo no abogare por su amor ni tampoco tratare de separarlos quiero que sepas que estaré en el medio como un fiel y emisor testigo, es lo único que puedo hacer por mi hijo, después del error que cometí en el pasado prefiero no inmiscuirme más en su vida.

― No objetare en su decisión pero también hay algo que quiero que sepa, Edward es un hombre maravilloso y si yo estuviera en su lugar no permitiría que a mi preciado hijo le hicieran eso, Edward no es el culpable de lo que paso con Níkolas el no tiene porque cargar con un accidente que no pasa más de eso, ser solo un accidente— la mujer estrecho su mirada y pude sentir el coraje y el dolor en sus ojos.

― No metas a Níkolas en esto, mi hijo está muerto y no tiene porque estar presente en esta conversación.

― Seamos realistas señora Cullen, si Níkolas no hubiera muerto o si hubiera pasado en un lugar lejano las cosas serian diferentes para Edward, su marido no habría tomado represalias contra él.

― Carlisle no…— comenzó a defenderlo

― No me interesa saber lo que sucede— la corte de inmediato— creo que esta vez tomare lo que usted dijo, son asuntos familiares pero si en un momento dado puedo hacerle mención de esto a su marido créame que lo hare, su familia, su fortuna y muchas de las cosas que suceden en este momento están así de bien gracias al hombre que está parado en ese salón, que no es precisamente su marido

― ¡muchacha insolente!— exclamo con furia en sus palabras.

― No me importa lo que piense de mí, creo que la opinión que tiene ya la ha tomado como algo verídico pero no piando permitir que Edward pase por esto, bastante tiene ya con Aro atormentándolo día a día.

― Eres una…— refrenó el insulto.

― Ya se lo dije y lo volveré a repetir, con tal de defender al hombre que amo no mido en consecuencias, Edward tiene todo mi apoyo y confianza y así seguirá siendo siempre. Yo no lo dejare solo, nunca.

Un silencio incomodo se formo en el ambiente, tenía tantas cosas por decirle había tanto amor que tenia para defender al hombre que amo pero debía controlarme, ciertamente Esme Cullen no era la persona con la cual debía enfrentarme e intentar hacerla cambiar de opinión.

― Si era todo lo que tenía que decirme me retiro, buenas noches— me despedí, gire sobre mis talones y comencé a caminar.

― Sigo pensando en que tienes una insolencia propia de una americana— hablo, me gire un poco y mire sus ojos, brillaban de una manera distinta— pero a pesar de todo he podido comprobar que el temple y la perspicacia son dignas de una gran mujer, no te conozco Isabella Swan pero creo saber porque te escogió mi hijo y déjame decirte que concuerdo con el— ¿Qué había pasado? Su expresión era completamente diferente, ¿me estaba adulando?— seguiré de cerca vuestra relación pero quiero que sepas que hasta que todo se esclarezca no me meteré no seré ayuda para nadie, ni para Carlisle ni para Edward, creo ser lo suficientemente madura como para tomar mi propio bando, aunque los lazos sanguíneos siempre pesan— una mueca parecida a una sonrisa apareció en sus labios carmesí, por un momento sentí alivio y una tenue sonrisa apareció en mis labios.

― Ojala siempre sea así Señora Cullen, ahora es cuando más Edward la necesita

― Esme…— dijo— dime solamente Esme.

― Bella— agregué— Buenas noches Esme

― Buenas noches… Bella—

Y así sin más deje la terraza, mi enfrentamiento con Esme Cullen había tenido un inesperado revés, por un momento pensé que tenía a otra enemiga en frente pero sus palabras me hicieron darme cuenta que ella solo sería el medio en todo esto, al parecer Carlisle Cullen se estaba quedando solo en contra de nosotros y eso era algo que me favorecía, prefería que mi lucha por ganar ese corazón fuera de uno a uno, aunque sabía que Carlisle sería casi imposible de doblegar.