Dark Chat

martes, 1 de febrero de 2011

Máscara de odio

Cap.25. Isabella Swan

Me quede muy quieta tratando de no alterar la débil tranquilidad de Charlie, pero este parecía haber entrado en uno de esos pocos momentos de lucidez. Me miraba intensamente, como si supiera que podía mentirle en cualquier momento, e intuyera que lo iba a hacer.

- a…a…- mi lengua detenida nuevamente, esta era mi mejor manera de admitir que, evidentemente, sabia de mentiras tanto como de maternidad de gallinas.

-no te iras a ir de aquí, ¿verdad? - pregunto el inmediatamente, como si solo leyendo los movimientos de mi cuerpo pudiera saber lo que me proponía, como si me conociera de muchos años.

Como no dije nada, mas me quede mirándolo como una tonta, los ojos de Charlie comenzaron a brillar de comprensión, de repente, ante esos ojos, no pude disimular mas, encogí mis hombros y deje que mi mirada vagara por las baldosas del piso como una niña traviesa que se niega a dar la cara por haber cometido un error.

-tengo que hacerlo – dije sin más esperando lo que él quisiera decirme para irme sin sentirme mal por no haberlo escuchado, pero sintiéndome terriblemente mal sometida a su mirada calculadora.

- ¿puedo saber la razón? - me pregunto espiando mi propia mirada desde su silla, forzándome inexorablemente a mirarlo. Sonreí tristemente de lado y me senté en el suelo.

-si me quedo sufriré mucho – confesé en voz baja. Aun no me sentía preparada para decirle a mi amigo lo que me había pasado, aunque de poco serviría, su memoria iba y venía como una promoción y dudaba mucho que en una hora recordara siquiera que habíamos mantenido esta conversación.

-¿acaso hicimos algo que te disgusto? – pregunto ansiosamente, sus ojos se llenaron de lagrimas y me sentí tan mal, como si yo fuera un monstruo y me hubiera comido a la hermosa mariposa.

- no Charlie, esto no tiene nada que ver contigo – dije negando enérgicamente con la cabeza, no quería que Charlie sintiera cosas desagradables por mi causa.

- Entonces….ah – dijo el apartando la mirada de mi, como si no quisiera intimidarme – ¿es algo que no me puedas contar? – Asentí con la cabeza al tiempo que me sorprendía el hecho de que Charlie aun continuara lucido después de algún intercambio de palabras - me preocupas niña. ¿A dónde piensas ir? - dijo copiando mi gesto anterior, ese en el que negaba con la cabeza-

A donde iría…

Lo primero que se me vino a la cabeza fue pensar en irme con Alice pero deseche rápidamente la idea, no por que pensara que ella no me iba a recibir, Alice estaría encantada, sino porque interferiría en la organización de su vida con Jasper, no quería hacerla de violinista si al fin y al cabo se sentirían incómodos si yo estaba cerca de ellos todo el tiempo.

También pensé en Jacob, estaba segura de que el no me fallaría, como tampoco lo haría Alice, pero había también problemas con él y con Leah, de lo poco que había llegado a conocer, sabía que Leah no era una mujer celosa, pero también intuía que no se sentiría cómoda sabiendo que la mujer de la que su amor creyó estar enamorado estaba en el mismo techo que el. Dudaba mucho que en el Café Paris me pudiera presar ayuda ahora, cuando sería la tercera vez que pedía cacao.

No tenía dinero y si me iba a la calle… Mi miedo a las calles aun estaba en mí, era como si tuviera una Agorafobia arraigada en mí. No me sentía con ánimos, ni fuerza para enfrentarme de nuevo a la calle. Aun no estaba preparada para ese tipo de afrenta.

- no… no lo sé – dije, si le decía que no tenía a donde ir lo preocuparía innecesariamente, y no me perdonaría por alterar emocionalmente a Charlie, había llegado a significar mucho para mí.

-hagamos un trato – me dijo ofreciéndome la mano, yo la tome sin dudar y sentí que el calor que me brindaba era casi satisfactorio. – esperas hasta el fin de semana, que mis hermanos vengan a visitarme, y hablamos para que te puedan recibir en casa.

Sentí alivio, aunque me sentí extraña ante tal pedido, pero luego me puse a pensar también en todo lo que vendría si me iba a vivir con la familia de Charlie. Dudaba mucho que por el hecho de que él se los pidiera ellos fueran a aceptar.

- ellos no me conocen, seguramente no aceptaran que yo vaya a vivir con ellos solamente porque somos amigos. – dije volviendo a negar con la cabeza y cayendo inconscientemente en mi etapa de autocompasión.

- bah! Patrañas, seguramente les vas a caer muy bien, tienes un muy alto parecido con mi madre cuando era joven, seguramente con ese aire de mama que tienes no van a hacer otra cosa que adorarte. – se rio con todo el rostro lo cual me hizo sonreírle de vuelta. Charlie sabia como halagarme, casi podía sentirlo tan cerca de mi corazón como si en verdad fuéramos familiares.

Repentinamente caí en cuenta de que el impulso de irme estaba perdiendo una fuerza absolutamente considerable. Y todo gracias a Charlie, un desconocido que me apreciaba.

Ahora que el me había detenido de irme me puse a pensar en todo lo que me había llevado a este punto, movida por la desesperación y, debía admitirlo, por la cobardía, me había propuesto huir sin mirar atrás, haciendo caso omiso de todo el progreso que había logrado y esperando sumirme en total soledad para ver si esta me hacia fuerte, pero sabía de antemano que la soledad no hacia fuerte a nadie a pesar de que así lo creyera firmemente.

- así que… ¿qué dices, hija? – insistió el interrumpiendo mi diatriba mental.

Algo se sacudía dentro de mí cuando él me llamaba de esa manera, como si de verdad fuera algo más que mi amigo, lo cual era virtualmente imposible. Lo mire a los ojos y él me miraba a los míos, de alguna manera me sentí conectada con él, y no solo porque tenía mis mismos ojos, curiosamente del mismo color y la misma forma, sino porque de repente me sentía confiada. Me sentía con la suficiente entereza para quedarme y hacer frente hasta donde pudiera con mis problemas.

Asentí y me levante de mi sitio para darle un abrazo osuno. Cuando nos separamos mi campo de visión se lleno con la imagen de la Dra. Hale quien estaba parada en la puerta de mi habitación y miraba de manera seria la maleta que había empacado.

Retire mis brazos del cuello de Charlie y este se dio media vuelta tarareando una canción de extraterrestres y de cómo visitarían la tierra mientras rodaba en su propia silla. Volví sobre mis pasos borrando lo que tenía planeado hacia unos momentos.

- ¿que estabas haciendo, Bella? – me pregunto cuando trate de esquivarla para entrar.

-yo…nada – dije sin mirarla a los ojos esperando que empezara a reprenderme por mi estúpida conducta, salte su obstrucción agachándome y entrando finalmente a la condenada habitación.

- se que él estuvo aquí, pero lo que no se es porque empacaste las cosas como si tuvieras intención de fugarte…- dijo ella entrando tras de mí.

-entre aquí libremente, puedo irme cuando quiera – respondí groseramente, mientras lanzaba la maleta sobre la cama. Respire hondo después pasándome las manos por el rostro y sintiendo contra mi piel el temblor que no las había abandonado desde que estuvieron en contacto con Edward Cullen - lo siento – murmure.

- sí, estas en el derecho de irte cuando te venga en gana, pero no me gustaría que lo hicieras, no cuando las cosas están empezando a mejorar. – su tono fue frio, como no lo era hacía mucho tiempo, me hacia caer en cuenta de que estaba siendo bastante grosera y que mi afán de protegerme afectaba mis modales de una manera basta. Me sentí terriblemente mal, porque ella solo trataba de ayudarme y yo trataba de hundirme nuevamente en esa depresión que parecía querer tragarme toda siempre que se asomaba para ver si podía invadirme.

-lo siento…yo…- inexplicablemente los ojos comenzaron a llenárseme de lagrimas, me sentí tan desolada que solo quise que la tierra me tragara, las enjugue sin prisa esperando u consuelo que yo sabía que no llegaría jamas. – de repente me encuentro tan perdida como al inicio. – confesé mi debilidad casi sin voz.

- no cometas el error de creer que la visita de él puede afectar de algún modo los maravillosos progresos que has realizado desde que iniciaste tu tratamiento – ella se acerco a mi e inclinándose cerca me tomo de la mano. - lamento que pasara, pero si no confrontas los sentimientos que aun albergas por él, de nada servirá el deseo de recuperarse.

Ella tenía razón y eso era de lo más chocante, puede que fuera cierto, pero lamentablemente para mi propio concepto aun no estaba preparada para eso. Asentí cuando finalmente se disuadió de mi mente la idea de huir, ahora lo que tenía en mente era la extraña ocurrencia de Charlie y su deseo de que conociera a su familia.

La Dra. Sonrió y se puso de pie para irse. Parecía sentirse orgullosa de mi lo cual me hizo sentir alguna especie de alivio en el centro del pecho, nada comparable con la profunda decepción que tenia de mi misma.

Desempaque parsimoniosamente todas mis cosas pero me era inevitable pensar en que pasaría sobre mí la próxima vez que Edward decidiera acercarse, eso era lo que había dicho que haría y si pensaba que lo conocía una pisca sabía que no se iba a dar por vencido, aunque no le veía la utilidad de perseguirme, nada de lo que pudiera decirme me haría considerar que decía la verdad.

Suspirando me senté en la cama y enterré mi cabeza entre las manos.

No esperaba nada mas… no debía esperar nada más.

Los días parecieron transcurrir de manera más rápida, cuando menos lo esperaba llego en bastante-aclamado-fin-de-semana de Charlie, cerré los ojos ante la perspectiva de conocer gente nueva, algo a lo que no había podido acostumbrarme nunca. Siempre tenía la manía de ponerme a pensar si les caería bien o si haría algo mal y un millar de cosas más.

Me puse un sencillo vestido de flores y peine mis cabellos hacia atrás con una diadema. Luego baje las escaleras para estar con Charlie mientras llegaba su familia, era sábado, día en el que teníamos libre para hacer lo que se nos antojara, la mayoría de estos, cuando estuve lo suficientemente recuperada, consistían en alimentar a los pájaros que sobrevolaban cerca del arrollo en donde también podíamos alimentar a los peces, o bien paseando con Charlie y escuchando sus historias.

Estaba esperándome en su silla de ruedas mirando como las palomas se arremolinaban en torno a las migas de pan que estaba esparciendo para ellas.

- ah mi niña- exclamo cuando me vio llegar, me incline y le bese la frente mientras respondía

- hola, Charlie –

- mis hermanos no tardaran en llegar. Espero que te gusten. – dijo mirando hacia el cielo.

Sonreí esperando más bien que yo les gustar a ellos.

- Anoche soñé con mi Renee – dijo Charlie mientras su mirada volvía a las aves riñendo tiernamente por picotear entre las migas. – soñé que me decía algo así como…estas cerca de encontrarla…

Había mencionado antes que, gracias a la Dra. Hale y al mismo Charlie, me había enterado de que el había sufrido un terrible accidente de tránsito que lo había dejado en el estado en que se encontraba ahora y se había llevado a su esposa, el accidente había ocurrido solo días después de que la hija que ambos habían tenido fuera raptada del hospital en donde nació. Ese parecía haber sido el factor determinante para que Charlie hubiera caído en depresión, anexando a esto la pérdida de su mujer. Luego había quedado con la cordura alterada y por eso sus hermanos lo habían traído a este centro.

- ¿encontrar a quien? – pregunte sin entender.

- a quien perdimos, mi Renee y yo…- dijo el sombríamente.

- ¿te refieres a…tu hija? – pregunte no muy segura de la tonalidad que debía poner a mi voz. No estaba muy segura de cómo hacerle entender a Charlie que muy posiblemente, por su estado, alucinaba con una esposa que le decía que encontraría a su hija que tenía posibilidades nulas de volver a reencontrarse.

Además, en el muy improbable caso de que eso pasara, ¿como podría siquiera reconocerla si apenas era una recién nacida cuando la raptaron?

Pero Charlie, a pesar del mutismo se veía tan optimista, que me di cuenta de que no estaba en mis manos hacerle caer en la realidad. Me partía el alma pensar en el herido de alguna manera. Si hubiera querido un padre, en toda mi vida, me habría gustado que fuera él.

Continuamos hablando de naderías cuando una de las enfermeras que trabajaba cada fin de semana se nos acerco diciendo que los hermanos de Charles, George y Adam (si, sé que Charlie no tiene hermanos, se que sabrán perdonarme) llegarían en un momento.

Charlie aplaudió como un niño porque sabía que sus hermanos le traerían algo de contrabando para comer, me había relatado en tono de confidencia siempre que hablábamos que sus hermanos eran los amos de cargarse de cosas sin que nadie lo notara.

Evidentemente las doctoras sabían de este subversivo intercambio pero como sabía que los hermanos no perjudicaban a Charlie, les permitía hacerlo. Lo hacía para que Charlie encontrara regocijo y no callera en depresión por si situación.

Me encontraba de pie en el pasto con la silla de Charlie a mi lado cuando escuche unas risas seguidas de saludos efusivos hacia Charlie, que se vio envuelto en un abrazo colectivo.

Los hermanos se le parecían bastante, casi como si fueran alguna especie de trillizos, me ignoraron involuntariamente en su afán de saludarlo, cuando los mire detenidamente, y escuche el regocijo en su voz un sentimiento extraño cayó sobre mí, me daba la impresión de haber oído sus voces antes.

Me rezague un poco, tal como lo había sospechado, dando dos pasos hacia atrás, dejaron sobre el regazo de Charlie una guarnición completa de dulces sin azúcar y ponqués integrales, Charlie rio nuevamente y supe que las visitas de sus hermanos le hacían bien, se dijeron cosas aquí y allá, yo los miraba algo extasiada ya que me sorprendía un poco la camaradería entre ellos.

Debía ser algo hermoso tener una familia así.

Después de un momento Charlie volvió a la lucidez recordando que aun me encontraba alejada de ellos, luego llamo la atención de sus hermanos hacia mí.

- Hermanitos – les dijo aunque bien podrían haber nacido como mínimo con un año de diferencia. – les presento a mi amiga del alma, Isabella.

Ellos finalmente se volvieron hacia mí, sonreí para darles a entender amabilidad de mi parte, levante mi mano derecha para estrechar las de ellos pero la sonrisa resbalo de mis labios cuando ambos se quedaron mirándome tan fija y seriamente que me hicieron preguntarme si el odio a primera vista existía.

No entendí nada, aunque lo que emanaba de ellos iba más allá del odio, no era odio en absoluto, realmente…

- ¿que…?- dijo uno de ellos, mire a Charlie sorprendida pero él tampoco parecía comprender nada.

- que sucede hermanos…?- pregunto seriamente

-Charlie ella….- comenzó George

Ninguno de los dos hablo por otros segundos hasta que finalmente el que respondía al nombre de Adam pareció salir del extraño trance y levanto su mano para estrechar la mía, me sentí extrañamente familiarizada con él a pesar de no habernos visto nunca, se miraron entre Adam y George y luego este ultimo también se volvió hacia mí, la sensación desconocida no desapareció tampoco con él.

Sonreímos a medias y ellos se dispusieron a hablar de sus cosas, yo permanecí al lado de Charlie por que así el me lo pidió pero hubiera preferido irme porque, aun en medio de la conversación, ambos hermanos me dirigían sendas miradas.

La extraña visita duro más tiempo del esperando, cuando nos dimos cuenta ya eran casi las cinco de la tarde y ambos hermanos debían irse.

Se despidieron cariñosamente de Charlie con la promesa de que se verían pronto, la intensidad de sus miradas cuando se despidieron de mi no había disminuido un ápice.

- espero que te hayan gustado – dijo Charlie estrechándome la mano cuando ellos ya casi no se veían mientras se alejaban en el campus a la salida oriente.

No tenía nada en contra de ellos pero seguía sintiéndome "incomoda" si podía describirlo de esa manera.

Nos volvimos con Charlie hacia el edificio y cada uno partió a su habitación.

Cuando abrí la puerta me encontré con Alice sentada en mi cama leyendo una revista, la que lanzo a un lado cuando me abrazo.

- Alice!- exclamé y me encamine hacia allá para abrazarla.

- como estas?- me preguntó ella dándome un beso en la mejilla, luego se quedo mirándome la cara seriamente como si tratara de ver algo en ella

-no lo sé – respondí sin saber muy bien lo que ella quería oír.

-¿estas…bien? – dijo, su escrutadora mirada me hizo pensar en si lo decía y preguntaba por que se había enterado del hecho de que Edward había estado aquí, no atinaba a especular como había hecho para enterarse.

-¿lo dices por…él? – dije dudando

-por supuesto que por el…no…se cómo te haya abordado y me preocupe bastante por lo que pudiera suceder. – lo que no sabía yo era como Alice podía enterarse de estas cosas, no era que me molestara en absoluto, pero me hacia preguntarme si Alice estaría haciendo contacto indirecto con Edward sin decírmelo.

-bueno…aun respiro – dije suspirando, pero sabía que iba más allá de eso, desde algún punto de mi cabeza, así intentara apartarlo ferozmente, aun se encontraban frescos, demasiado frescos los recuerdos del día anterior.

-¿y qué…te dijo? - se alejo un poco para tomarme de la mano.

Que me ama, eso había dicho y era lo que más me daba vueltas en la cabeza.

- dijo que lo sentía…y que me amaba.- admití con algo de vergüenza, seguramente Alice, de común acuerdo conmigo, me diría cuan improbable era esa afirmación pero por el contrario, sonrió tenuemente.

-¿y qué piensas tu? -

No tenia respuesta para eso, no sabía que pensar excepto en sus palabras, aquellas que parecían tan veraces como aquellas que había creído una vez, con consecuencias desastrosas.

Ante mi silencio Alice siguió hablando

- Bella…yo creo que…deberías escuchar lo que Edward tiene para decirte - susurró.

No esperaba que Alice me dijera eso, aunque tampoco sabía qué tipo de relación podía haber entre Alice y Edward si se conocieron en medio de mi inconsciencia. Tal vez ella no conociera los pormenores de por qué me negaba a escuchar cualquier cosa que Edward pudiera decirme, pero por otro lado eso era algo entre él y yo…

El y yo. Me estremecí cuando al pensar en esa frase recordé el ardoroso beso de hacia horas y la indeseable reacción de mi cuerpo y mis sentimientos tan vulnerables a él como antes. ¿Acaso el hecho de aun sintiera algo por él era la señal que me decía que, neutramente por supuesto, debía escucharlo? Me sentía confundida, demasiado confundida.

- no sabes…como se vivió todo esto que paso desde este lado de la realidad…- los ojos de Alice se alejaron, como también parecían estarlo haciendo sus recuerdos.

- ¿de qué estás hablando? – dije sin comprender.

-Bella….Edward…-parecía dudar si decírmelo o no, pero algo más había ahí. – el… -sacudió un poco la cabeza y tomo una lenta respiración, suspirando rápidamente decidió hablar lo que fuera que tenia para transmitir. – recuerdas algo de…de ese… ese momento cuando…tu sabes...- dijo ella sin saber cómo preguntarme sobre el suicidio, eso me parecía a mi – ¿recuerdas algo mas aparte de…de…?

-no...- respondí secamente, solo recordaba haber escuchado la voz de Edward cuando la conciencia estaba dejándome.

-yo…yo no estaba ahí…pero tu casera nos conto…fue Edward quien te encontró en tu casa…minutos antes de que…de que…el fue quien te saco de la bañera…- se estremeció visiblemente y sentí pena demás propios actos y que Alice pudiera haberse enterado de la sórdida manera en la que, en ese momento, decidí morirme. – él fue quien te trajo al hospital, yo...lo abofetee y lo llame muchas cosas…nunca decía nada ni me cuestionaba nada…parecía como si entendiera mi enfado ante lo que te hizo – volvia a sentirme inquieta por lo que Alice podia saber o no de mi historia con Edward, pero no se lo iba a preguntar…- lo de abandonarte a tu suerte con tus hijos…el…nunca habia visto una expresion asi en los ojos de nadie… parecía dispuesto a cruzar miles de infiernos…por ti.

No mire a Alice en esos momentos convencida de que si lo haría me desmoronaría y le confesaría que aun a pesar de todo mis sentimientos hacia Edward no habían cambiado…pero saber eso…saber que él había estado ahí, que había presenciado mis actos, que había…visto el estado en que seguramente me encontraba….eso me daba mucho mas, demasiado mucho mas en que pensar….de tanto pensar se me iba a explotar la sesera.

- puede que se sienta culpable…- dije sin saber que mas opinar.

- por eso…creo que deberías escucharlo. No pierdes ni ganas nada…solo escucharlo….

Mire hacia la ventana, el zendo paisaje que se abría ante mí. ¿Que debía hacer?, me preguntaba una y otra vez, porque todo apuntaba a que si debería escucharlo y esa terquedad que había adquirido me impedía a la vez pensar siquiera en oírle pronunciar una silaba?

- no lo sé… tengo que pensarlo muy bien – sonaba como si fuera a tomar la decisión de jugar una lotería o no, pero no importaba como lo dijera, ni en que tonalidad, la realidad llana y lisa era que…tenia que pensarlo.

- eso ya es algo – dijo ella sonriendo- ahora…creo que te alegrara saber algo.

Aparte mi mirada de la ventaba y la volví a Alice cuyos ojos resplandecían de un modo especial.

- ¿que sucede? - pregunte ante su alegría….

-Jasper….creo que quiere pedirme que me case con el – dijo en un susurro cargado de emoción.

La calidez ante las buenas noticias me invadió levemente. Me sentía feliz por Alice, pero amargada por mí misma, al recordar, sin poder evitarlo, cuan emocionada había estado yo respecto a mi propia boda y como todo había sido tan….horrible.

Me obligue a sonreír por ella intentando no dejar que mis amarguras la afectaran, estaba claro que, aun a pesar de que la Dra. Hale me decía que había avanzado en mi tratamiento, aun tenía que batirme con muchos demonios para estar un poco mejor.

- me alegro mucho Alice, a leguas se nota que son el uno para el otro. – comente ara dar más veracidad a la cara que tenia.

- espero que si… amo a Jasper…- dijo Alice con los ojos brillantes

- y el te ama a ti, no hay más que ver la manera en que te mira. – admití advirtiendo, muy dentro de mí y casi inconscientemente , que la mirada de Jasper cuando veía a Alice se parecía demasiado a la de Edward el día anterior

Ella se quedo mirándome a mí cuando dije eso…como si quisiera decirme algo pero luego negó con la cabeza antes de hablar.

- eso creo – se seco una lagrima que asomo a su ojo izquierdo y el estomago se me encogió un poco al pensar en….en Edward.

Para cuando Alice se fue, me cambie en el baño a un pijama y me senté en la silla próxima a la ventana como una autómata.

Mirando la noche caer esforcé a mi memoria a que retrocediera al día en que intente morirme y la voz, la ultima voz que escuche antes de quedarme en silencio. Así que había sido real, el era quien había llamado mi nombre con esa desesperación que creí sentir, que creí imaginar al pensar, ilusamente, que el podía quererme.

Enterarme de que tal vez esa desesperación era cierta volvía a llenarme de dudas que no quería tener, pero que sin embargo se posesionaban en mi cabeza para no abandonarme pronto.

No sabía cómo proceder, nuevamente volvía a encontrarme como al inicio, sin tener una idea de qué camino tomar, que dirección seguir. Me avasalle con la posibilidad de ceder y escuchar lo que Edward tenía para decirme, pero por otro lado…

Podía ser débil y perdonarlo, creer en que de verdad estaba arrepentido, eso si podía creerlo, lo que no me parecía correcto creer, o siquiera pensar en ello, era en la segunda parte de todo. Allí donde él decía que me amaba.

El pecho se me lleno de calor cuando mi mente evoco el recuerdo del beso y las palabras que murmuraba con desesperación.

Aunque fuera contraproducente para mi salud mental, mi memoria retrocedió a ese momento y a lo que sentí entonces. Volví a preguntarme si esa era la señal que, quien quiera que fuera, me daba para ceder.

Cerré mis ojos, aferrando mi rosario de compañía y me permití relajarme en ese cómodo sillón, encogí las piernas y deje que el sueño me venciera.

Tuve un sueño extrañamente real, aun dormida parecía consiente de todo lo que pasaba en la habitación, parecía conectada a la realidad, pero al mismo tiempo inconsciente en el sueño.

Edward estaba en el, lo cual no era raro teniendo en cuenta que no había podido sacarlo del todo de mi cabeza desde que lo volví a ver. Me miraba desde la puerta de mi misma habitación como si dudara de entrar, escuchaba sus pasos lentos, largos y pesados, como los de una presa al acecho, yo era esa presa, solo que en su mirada podía ver que mas que presa…era yo su deseo más ferviente.

Maldita imaginación.

Sus dedos rozaron mis hombros descubiertos por la manga corta de la blusa de pijama. Parecían palpar mi tacto con tanta fascinación como yo sentía su toque.

- Bella…- murmuraba en mi oído, su susurro acaricio todo mi cuerpo partiendo desde ese punto…- te amo….

Un estremecimiento recorrió mi cuerpo mientras sus labios ardientes cayeron con suavidad en donde sus dedos mi habían rozado antes.

- eres mía…y voy a luchar por ti…-

Había convicción en ese susurro, me daba cuenta de que la visita de Edward había vuelto a afectarme en más de un sentido. Volvía a imaginarme cosas que no debía.

Esto me hizo sacudirme un poco y volví a la realidad suavemente, solo para escuchar como el pestillo de mi puerta se cerraba suavemente.

Seguramente la enfermera había pasado a hacerme ronda. Sacudí mi cabeza lentamente tratando de apartarme de la imaginación, con tan desastrosos resultados que solo pude soñar con mis recuerdos de el toda la noche, lo que quedo de ella.

Al día siguiente recibir la visita de Lori, una enfermera del tercer piso, era bastante temprano, lo cual me pareció extraño.

- Señorita Swan, buenos días, la Dra. Hale me mando por usted, quiere hablar unos momentos.

- ¿sucede algo? – pregunto no muy segura por su tono de seriedad

- no señorita, solo necesita hablar con usted.

Pedí a Lori que me diera tiempo de arreglarme, así que me cambie de pijama por que parecía impaciente.

Me llevo por una serie de túneles hacia el ala B de la clínica, en donde se manejaba toda la especialización administrativa, parte de la clínica que yo no había visitado.

Cuando entre lo primero que vi y que me sorprendió sobremanera fue a los hermanos de Charlie sentados uno al lado del otro en el lado opuesto del escritorio de la Dra. Hale, y a esta misma con una expresión demasiado seria en el rostro.

Me hundí en una desesperación desconocida cuando mi voz se obligo a preguntar.

-¿le paso algo a Charlie? – me tembló todo al imaginarme lo peor.

- no – dijo la Dra. Hale- adelante, siéntate. Creo que necesitamos hablar.

No comprendí nada, especialmente cuando ambos hermanos de Charlie volvieron a mirarme de esa manera tan extraña.

Me senté en una silla cercaba a la esquina del escritorio retorciéndome las manos nerviosamente.

- los señores…Swan… - dijo el apellido de una manera también extraña, ese era el apellido que, curiosamente, me habían puesto en el hospital, en u principio me había parecido que la coincidencia entre el apellido de Charlie y el mío era algo encantador, pero ahora…había mas. – están consternados por algo que sucedió el día de ayer…entre tu...y ellos.- dijo la Dra. Hale mirándolos y mirándome. Tomo una respiración rápida y nos miro a los tres detenidamente, luego se paro en mi- ¿recuerdas la historia de Charlie y la desafortunada razón por la que se encuentra acá? – preguntó ella

- sí, lo recuerdo – dije asintiendo sin saber a qué venía eso.

- bien…ha surgido algo que me tiene, positivamente debo admitir, admirada. – dijo ella volviendo a tomar una respiración profunda

- ¿de qué…está hablando? - volví a sentirme fuera del lugar y no era algo agradable.

-existe…- hablaba lentamente, como si quisiera que entendiera todo al pie de la letra.- existe la remota posibilidad de que…- volvió a pararse, como si no creyera de verdad lo que estaba diciendo, pero luego se dio valor y volvió a hablar – hay una alta probabilidad de que seas la hija que Charlie perdió hace 19 años.

Esa intransigente afirmación hizo que la sangre me bullera primero de desconcierto y luego de mal humor, eso no era ni remotamente, como muy bien lo decía ella, posible.

- ¿es una broma? - dije antes de poder callarme mientras miraba los serios rostros de las tres personas restantes en esa habitación, sus rasgos inalterables me dieron a entender rápidamente que no estaban de chiste. – quiero decir…por….no…no es posible, todos sabemos que no.- afirme con un tono que parecía ser obvio.

Me dolió el pecho de siquiera pensar en esa posibilidad, pero trate de contenerme.

- ni es una broma y tenemos como sustentar nuestras sospechas – afirmo George mirándome fijamente. Acerco su mano a una carpeta que se encontraba sobre el escritorio sin retirar sus ojos de mi, como se me encontrara, de alguna manera, fascínate. Mire a la Dra. Hale en busca de apoyo y ella me miro a su vez como desafiándome a tomar yo la iniciativa.

No sabía que iba a encontrar en esa carpeta. Recordé vagamente que una carpeta similar había sido lanzada a mi cara cuando Edward se deshizo de mí. ¿Y si esa carpeta contenía algo igual de terrible?

Cuando la abrí tampoco esperaba verme a mí misma en ella, o al menos a una mujer demasiado parecida a mí en una foto cuarteada por el tiempo y firmada en la parte de abajo con "Leta Jones Swan"

- era nuestra madre – dijo Adam mirando cómo me temblaban las manos y dándose cuenta de mi expresión de desconcierto.

Erala madre de Charlie cuando era joven, lo que era demasiado extraño era su notable, su….completo parecido con…migo.

Sentí que me faltaba el aire en el pecho.

Vi mi vida en un santiamén frente a mis ojos, como si hubiera muerto, aunque era una reacción exagerada, estaba llevándolo todo por el camino que no era…esto sencillamente no podía ser.

- no…no se qué significa- dije devolviendo la carpeta a su lugar, cerrándola para que esa imagen de… mi… no me devolviera la mirada.

- la gente no es tan parecida la una a la otra, tan demasiado parecida, cuando no son familiares. – dijo Adam pasándose las manos por la cara, luego hablo con un tono de suplica - Durante años organizamos la búsqueda de la hija que fue arrancada del seno de su madre horas después de nacer por una enfermera corrupta del hospital donde nació. Pero nunca pudimos encontrar una pista, nunca pudimos hallar a nuestra sobrina, poco después de esa terrible perdida René y Charlie tuvieron ese aparatoso accidente en el que ella murió y el quedo como se encuentra ahora. Aun así nunca perdimos las esperanzas de encontrarla hasta que la enfermera volvió a aparecer, la capturaron pero revelo que había abandonado a la bebe en un basurero por que lloraba demasiado… creíamos que había muerto…y ahora apareces tu…

- pero eso es… es absurdo, no existe la más remota posibilidad de que sea yo. Quiero decir, podría ser cualquiera…no…no puedo ser yo – dije en voz baja.

- tienes la edad que tendría ella de haber crecido con nosotros… necesitamos… necesitamos probar que no nos equivocamos…. tu regreso podría significar la cura de Charlie.-

Me puse de pie negando con la cabeza. Eso era improcedente por no decir absurdo nuevamente, yo no podía ser la hija de Charlie….mi madre no podía….estaba muerta.

-¿que…?- dije, pero no me sentía en la capacidad de articular palabra alguna.

- necesitamos hacerles las pruebas a Charlie y a ti…necesitamos saber si eres nuestra querida sobrina, aquella que perdimos de esa manera tan terrible. – había desesperación paternal en su tono, jamás alguien me había hablado de esa manera.

- ¿que…?– no sabía ni que estaba diciendo, era estúpido e increíble.

- pruebas de compatibilidad…o de ADN como se le llama en la medicina actual - fue la Dra. Hale quien hablo – los señores Swan están aquí porque quieren que Charlie y tu se sometan a una prueba de paternidad.

No me atreví a emocionarme por eso. Había aprendido a controlar el exceso de emoción para que la decepción cuando la verdad saliera a la luz no fuera tan dolorosa, pero esto era algo mucho más serio.

- pero yo…- aun me preguntaba como podía hablar.

- por favor – suplico George.

- te lo pedimos de rodillas, jovencita. Si sale negativo sabremos que nos hemos equivocado y no te molestaremos mas. – dijo el otro hermano de Charlie con el miso tono de suplica en su voz.

- usted no lo entiende – dije yo sin poder contenerme dándome la vuelta, aun de pie, y enfrentándome a su suplica con lo que fuera que me inundara los sentimientos en ese momento – he sido huérfana toda mi vida, no puede esperar que acceda así no mas a comprobar si soy hija de alguien o no.

Ellos se quedaron en silencio contemplándome con lo que posiblemente seria lastima.

Estaba notando cierta tendencia a que me cayeran las noticias más intempestivas de la nada, me golpeaban una tras otra como obligándome a reaccionar. Ahora tenía esto por delante, no tenía nada que perder, o bueno si tenía, perdería la vaga ilusión de verdaderamente pertenecer a un lugar, tener una familia.

Pero era una ilusión salida de la nada, no era algo que tuviera desde siempre, desde muy pequeña me había acostumbrado a estar sola. ¿Que podía cambiar?

Los minutos pasaron mientras yo caminaba lentamente de un lado a otro en el despacho, quería ganar un poco de tiempo para asimilar la posibilidad, solamente sería necesario un poco de mi sangre y la noticia fatal caería otra vez sobre mí.

Pero, contrario a lo imaginado, ahora me sentía más fuerte, sentía que podía soportar una decepcionante noticia sin echarme a la pena, volvía a ser la Isabella de años atrás, la que, a pesar de todo, seguía pendiéndole la cara a la vida.

Antes de siquiera meditarlo asentí con la cabeza, aunque me pareció más un gesto que obedecía a que la misma cabeza parcia estarme dando vueltas y no dando una afirmación, pero cuando vi sus rostros, con tal alivio como si les hubiera dado la noticia de que iban a vivir eternamente, no pude refutarme. Resultaba extraño que sintiera que a esos dos, como a Charlie, no pudiera negarles nada.

Cuando se marcharon no pude discernir si se trataba de una sensación agradable o no, lo único que esperaba era…. que no sabia que esperar.

Salí de la oficina de la Dra. Hale y sin necesidad de que Lori me acompañara me devolví a mi habitación en donde no me esperaba nadie más que una bandeja con el desayuno.

Mi mente comenzó a divagar sobre la remota posibilidad de que Charlie fuera mi padre y de que Adam y George fueran mis tíos.

Una familia. Antes nunca se me hubiera ocurrido siquiera planteármelo, huérfana y sola como era no había tenido tiempo ni deseos de soñar con una familia que nunca tendría, pero ahora todo estaba cambiando, poniendo en paréntesis mi situación actual con Edward, las cosas parecían comenzar a mejorar, Y todo parecía que para bien.

Otra señal, yo creía que me gritaba que escuchara a Edward…

Pensar en su nombre seguía rememorando miles de imágenes. Y también sendos pensamientos sobre lo que estaría haciendo en ese momento, si se encontraría bien, si estaría pensando en mi y todo lo más absurdo que una volátil imaginación puede crear.

Si que era una estúpida.

Suspirando levante el cubierto del plato en donde me esperaba un plato de fruta fresca y cereales para combinar con leche.

Mire mi elegante entorno preguntándome, no por primera vez, como era que mi modesto seguro medico cubría estas cosas. Este servicio al cuarto como si fuera un hotel, el hecho de salir de la habitación y al regresar encontrar sabanas cambiadas limpias y almidonadas…

Aparte eso de mi cabeza archivándolo a un lado para retomarlo después. Volví a mis pensamientos sobre la paternidad, si tuviera una familia y ellos me aceptaran, sería capaz de adaptarme a esa nueva vida.

Cada vez me arrepentía más de haberlo decidido, tal vez…

Permanecí el resto del día encerrada sin asistir a terapia, la Dra. Hale no me obligo, casi pensaba que se compadecía de mi por todo lo que estaba pasando en esos momentos.

En medio de la tarde una enfermera se acerco a mi habitación con una serie de papeles que debía firmar, consentimientos para estar de acuerdo con la toma de la prueba.

Los firme como una autómata, todavía preguntándome si había tomado la decisión correcta. Así lo esperaba.

La misma enfermera me dijo que vendría a recogerme en horas de la mañana, para tomarme la sangre necesaria para hacer las pruebas de compatibilidad.

Esa noche soñé con Edward, inevitablemente, me soñaba en sus brazos, con sus besos en su vida, como debió ser…como hubiese sido si él no hubiera hecho lo que hizo. En los sueños sus ojos seguían siendo los mismos de siempre, tan llenos de ese sentimiento que no podía identificar.

Mas después no pude dormir y me dedique a pensar una y otra vez en lo que había dicho Alice, lo que me había contado y como cada acto cometido por Edward hablaba de contradicción, no podía asociar al hombre que me desprecio, con el que ella describía, desesperado por salvarme la vida.

Yo decía culpa, pero, conociendo a la vida, podía tratarse de algo más. Como podía no tratarse de nada en absoluto.

Su frase de que me amaba se cruzaba por mi cabeza haciendo de todo lo demás un caos, me desordenaba pensar siquiera en esa posibilidad, en creerle….

Pero luego lo recordaba todo y eso me daba maña para retroceder.

Curiosamente estaba pensando más en Edward que en lo que le esperaría a mi vida de ser verdad que, de alguna u otra manera, estuviera emparentada con Charlie. Y lo que diría el, en medio de su enfermedad, si las pruebas eran compatibles.

En la madrugada, porque no halle más que hacer, me bañe y me puse un pijama limpio, me dedique a cepillarme el cabello, trenzado y listo, volví a sentarme en mi silla habitual a rezar con el rosario por un nuevo día, una nueva oportunidad, y un nuevo… ¿destino?

Tal como lo había prometido, la enfermera vino a verme temprano, me llevo a la zona médica del hospital, allí, después de una dolorosa pinchada que me recordó dolorosamente mi estadía en el Hospital Estatal, me tomaron las pruebas de sangre que definirían si tenía relación con la familia de Charlie.

Después de esto solicite a la enfermera que me llevara ante la Dra. Hale, a la cual pedí que me consiguiera un medio de transporte para ir al cementerio a ponerles flores a mis hijos.

Ella accedió diciéndome que en aproximadamente dos horas tendría las flores y a la ambulancia de manera presencial.

Me puse ropa formal y me arregle los cabellos. Iba a visitar a Charlie antes de irme pero la enfermera Lori me dijo que Charlie había amanecido indispuesto del estomago y que se encontraba en hidratación. Seguramente se había atiborrado de los dulces de sus hermanos y debía estar con dolor de panza, como un niño, volví a sentir una inmensa ternura por él.

La ambulancia arribo, por obligación tuve que ir sentada en una silla de ruedas, por mi solicitud la Dra. Hale había solicitado que las flores fueran las conocidas azucenas. Subí allí sintiéndome un poco mejor al saber que iba a visitar a mis niños.

Cuando llegamos allá pedí amablemente que me dejaran a solas con ellos.

- Hola – dije posando un beso en cada lapida y dándome cuenta de que estaba rodeada otra vez de flores frescas. Aun no encontraba explicación a este hecho salvo que se tratara de Alice, era lo que parecía más lógico. – han pasado tantas cosas desde la última vez que nos vimos. – continúe hablando a pesar de que solo el silencio me respondía. – su…padre fue a verme a la clínica. No sé realmente porque, pero dice que quiere hablarme, que quiere aclararme las cosas…como si fuera tan fácil. – suspire y me mire las manos – no sé qué hacer, no sé qué concejo seguir. Algo en mi se pelea por la decisión de escucharlo o no, quisiera…. – no sabía que quería, quería concejo, quería que ese concejo me dijera que escucharlo no me iba a lastimar, que saber la verdad no iba a acabar con lo poco que había recuperado.

Una brisa extraña inundo el ambiente, pero no me dio miedo…parecía anormal y tenía ese olor particular con el que solo había soñado. Cerré los ojos y deje que esa brisa me envolviera y me revolviera los cabellos.

Parecía hablar, parecía decir algo.

Otra señal.

¿Acaso era posible? ¿Me decía que lo escuchara o que finalmente me fuera?, ¿que huyera como había sido el primer instinto o que me quedara e hiciera frente a la oportunidad de vivir que tenia?

Abrí los ojos, pero la brisa se había ido.

Mire hacia el frente dejando las flores sobre cada tumba y derramando las lágrimas que visitar este sitio siempre traía a mis ojos. Rece lentamente esperando que el personal de esta ambulancia no se molestara por mi demora, pero en verdad necesitaba estar ahí.

Mis sentidos se pusieron alerta cuando escuche ese sonido en particular que hacen las hojas al crujir cuando alguien se para sobre ellas. Eran pasos, largos, lentos, y se dirigían inexorablemente hacia mí.

El perfume de la loción de Edward Cullen penetro por mi nariz tan pronto como sentí que sus rodillas rozaban casi mis hombros, mi corazón comenzó a palpitar con locura cuando sentí su presencia y tan cerca de mí y de mis hijos.

No entendía como había llegado hasta ahí, o que hacia específicamente ahí, de nada valía ocultar los nombres que rezaban las lapidas, los segundos nombres, los de sus padres, que solo mencionó en una oportunidad. Ese sencillo hecho podía darle ciert6o poder sobre mí, porque sabría que aun a pesar de todo había pensado en él cuando estaba embarazada.

Apreté los puños intentando prepararme para lo que fuera que quisiera.

Sentí que me sobrepasaba y se arrodillaba a mi lado. Su perfume fue más intenso en ese momento. Me sentía traicionada, violada en la intimidad que suponía la visita a mis hijos, extrañada de todo. Permanecí callada obviando, al menos por el momento el impulso frenético que me atenazaba de salir corriendo.

- Buenos Dias – dijo él en esa voz grave que me podía doblegar. Pensé que se refería a mí, pero cuando en mi campo de visión apareció su mano, con las mismas azucenas que yo había llevado, caí dolorosamente en cuenta de que el hecho de que la tumba siempre tuviera flores frescas a pesar de que yo solo venia cada semana, se debían a que el también la visitaba, este hecho me hacia especular…. tanto. – Buenos Dias, Isabella.

Había en mi nombre, pronunciado por su voz, un dejo erótico. No se me ocurría otra palabra para describirlo.

Oh Dios, me había saludado, ¿que debía hacer? Pararme, irme, correr, huir, responderle… gritarle…

- Hola…- dije sencillamente mientras el viento volvía a atacarme con más fuerza.

- ¿como estas? - me pregunto él, seguramente animado por que le hubiera respondido.

Parecía querer tener intenciones de iniciar una conversación y yo no sabía qué hacer salvo intentar no masticarme la lengua y rumiar alguna respuesta vacua.

Parecía tener todo el tiempo del mundo para esperar mi respuesta. Atrape mis manos una en la otra para que el no notara que me estaban temblando. Mire hacia el frente, dolorosamente consiente de que la mirada de el estaba fija en mi.

- yo…- ¿de dónde había salido ese graznido? Me aclare un poco la garganta, pensando miles de cosas a la vez mientras mi boca actuaba por si sola – bien…-

Que grandísima mentirosa podía llegar a ser.

Me encontraba en una debacle terriblemente contradictoria. Mi cuerpo entero quería saltar sin control sobre él y emprenderla a patadas, la mitad quería hacerlo, la otra mitad quería devolverle la mirada y escuchar su voz solo por el placer que producía.

- ¿que…que haces aquí? – pregunté esperando que su respuesta fuera tan sincera como yo lo deseaba.

- vine a ver a…- parecía dudar de a quien venía a visitar, podía haberse enterado de la existencia de esta tumba…claro que sabía de ella, las flores y la limpieza…todas eran de él. – nuestros hijos.

Que la frase nos incluyera a los dos me dolió demasiado, pero entre ese dolor había también una emoción poderosa una que surco mi pecho cuando la reconocí…no podía…pero si, lo era…era compasión, ternura por que nos uniera a los dos en una misma frase, la misma emoción que no debía sentir cuando me dijo que me amaba.

- y vine a esperarte a ti –

Ya, ahí estaba confesada su segunda intención. Mi rostro se obligo a mirarlo porque ya no podía tratar de ignorar su presencia a mi lado tan fácilmente.

- ¿desde cuándo sabes que vengo aquí? –

Sus ojos me devolvieron la mirada imperturbable, como si quisiera decirme muchas cosas pero sin atreverse a hacerlo sin mi consentimiento.

- desde que supe que ellos existían.

Esta respuesta me llevaba a preguntarle desde cuando lo sabía, pero eso significaría alargar la conversación y yo… ¿que era lo que quería?

Deje de mirarlo para que dejara de embrujarme con su mirada y me volví hacia mis hijos. Antes de poder contenerme la pregunta abandono mis labios.

- ¿desde cuándo lo sabes? –

El se quedo en silencio un momento, como si dudara en decírmelo, aunque no sabía la razón.

- un día antes de que…intentaras suicidarte.

Parecía que había sido ayer, pero ya casi se cumplían cuatro meses y eso era una cantidad considerable de tiempo. Cuatro meses…

Me quede callada un momento, pero después supe que era el momento de partir, aun no había tomado una decisión, no podía discernir entre escucharlo y mandarlo al diablo para que regresar otra vez….

- quiero…- dijo él, por el rabillo de ojos su mirada me taladraba toda. – necesito hablar contigo Be… - se interrumpió cuando iba a pronunciar la versión abreviada de mi nombre, pero no parecía haberlo hecho por otro motivo mas allá que por respeto hacia mi - Isabella –

Yo no sabía que decir o que hacer salvo intentar, fracasando enormemente, que su voz no penetrara en mis sentidos y desordenara todo en mi.

-lo sé - dije antes de poder detenerme, las manos comenzaron a temblarme otra vez, pero las aquiete nuevamente…que no se diera cuenta, por favor. – yo… - un quejido abandono mi boca, de repente tenía el impulso de echarme a llorar nuevamente, pero decidí resistirlo con estoicismo, si me derrumbaba ahora sería capaz de decirle que lo escucharía hasta el final del mundo si me aseguraba que me amaba tanto común decía, pero no podía hacer ese ridículo nuevamente ante él. – necesito…necesito tiempo…

El silencio reino entre nosotros, parecía que hasta el mismo ambiente se encontraba en incertidumbre por cada palabra que pronunciábamos, en verdad estaba manteniendo una conversación con Edward, el hombre que me había dañado completamente la vida. Pero el hombre al que, aun a pesar de eso, podía seguir amando con la intensidad del principio, sin dejar espacio para mi orgullo.

- no voy a presionarte, te daré mil años si con eso puedo aspirar a que me escuches. Pero quiero que sepas algo – su voz se endureció un ápice y me sorprendió saber que estaba tan pendiente del que me había percatado de ello.

Cuando se movió para acercarse a mi supe que había empezado a jugar sus cartas de seducción nuevamente conmigo, y me quede paralizada completamente consciente de que llevaba todas las de perder.

- tú eres mía…- susurro contra mi oído, no lo mire, no podía hacerlo, apneas si era capaz de mantenerme sentada sobre mis talones y apoyada en mis rodillas, cuando su esencia me envolvió a mi.- no voy a dejar que nadie te aparte de mi lado, no voy a renunciar a ti. Y te pido una vez más, que me escuches, solo escúchame y después de esto…decide lo que quieras– dudo, pero aun en esa duda cada palabra pronunciada exhibía una convicción como pocas cosas en la vida. – escúchame y decide tu misma si no es suficiente para siquiera contemplar la posibilidad de perdonarme.

Mis ojos volvieron a los suyos inexorablemente, permanecí con el rostro impasible mientras él se acercaba y… tiernamente rozaba sus labios contra los míos.

Petrificada, sí, eso estaba, ya lo había dicho antes, su cercanía me hacia torpe e hipoactiva. Respirar su aliento contenido era mi perdición, tener su rostro y sus ojos tan cerca de mi era demasiado perturbador, tanto como lo eran sus palabras, era como si supiera muchas cosas de mi que no debía saber, el no debía…

- te amo – susurro contra mi boca, volvieron mis recuerdos de los días anteriores, el mismo susurro, el mismo hecho en el que él seguía insistiendo.

Que débil era, si, lo era, cuando se aparto lo único en lo que podía pensar era en cómo hacer que volviera a donde estaba, que masoquista podía llegar a ser.

Pero no me sentía dolida, no sentía nada más que una profunda ansia de volver a estar en sus brazos, lo cual no estaba nada bien. Quería pedirle concejo a Alice, quería que ella me enseñara a controlarme, quería…

El se puso de pie dejando las flores al lado de las mías.

Quise llamarlo a gritos. En cambio me salió un sonoro suspiro de entre los labios.

Mucho tiempo después de que él se fuera, lo que yo suponía que había hecho, me llego el turno a mí de marcharme.

Una cosa era segura, pensé cuando me subí a la ambulancia y me sentía intensamente observada, y no precisamente por la tripulación que me transportaba. El tiempo de mi resistencia a escuchar lo que fuera que Edward insistiera en decirme, estaba llegando rápidamente a su fin.

lunes, 31 de enero de 2011

The Funeral Of Hearts ( One Shot)

Hello mis angeles hermosos!!
bueno chicas aqui les traigo algo diferente , los lunes estare subiendo One shot de una chica muy especial ella es Triana Cullen .
asi q mis angeles denle una calida bienvenida , con sus comentarios y a disfrutar

Nota: ni la trama ni los personajes me pertenecen , yo solo los publico

Aqui les dejo la recomendacion musica por parte de triana cullen  http://www.youtube.com/watch?v=PMD1k16baVE

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The Funeral Of Hearts



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Estaba siendo egoísta, terriblemente egoísta al haber tomado la decisión de volver a Forks. Pero ya no aguantaba más, ni un segundo más lejos de Bella.

El dolor atenazante e insoportable de su ausencia es el que me había impulsado a regresar, sin importar las consecuencias, sin importarme absolutamente nada más que mi agonía, que sabía muy bien daría fin en cuando pudiera verme reflejado en sus ojos color chocolate que tanto añoraba mirar, y admirar.

Mi mundo se había convertido en un verdadero infierno, donde en vez de arder en las llamas de la maldad de Lucifer, ardía en mi propio sufrimiento que quemaba más fuerte que cualquier fuego. Y extrañamente ardía y quemaba más tenaz y fuertemente en ciertas partes de mí cuerpo. Como por ejemplo en el pecho. En el lugar donde debía de estar mi corazón, ahora parecía que se concentraba el dolor y la llamas de mi propio averno.

¿Por qué nadie me había explicado que el amor dolía así?

Era demasiado incluso para un vampiro que se suponía debía de ser indestructible. Pero yo había encontrado mi talón de Aquiles en una clase de Biología. Y mi debilidad tenía nombre, y apellido: Isabella Marie Swan, mi dulce Bella. La humana con la sangre más dulce que había olido en todos mis años como vampiro, pero también era la humana más hermosa, calida, leal, la única capaz de robar mi corazón, y a la única a la que amaría para siempre.

Hacía noventa años que mi corazón no latía, ya no le daba vida ni calor a mi cuerpo impulsando sangre por mis venas, pero jamás había estado tan muerto como ahora. No podía siquiera sentirlo, era como si lo hubiera perdido definitivamente, o quizás como si lo hubiera dejando escondido en la tabla suelta del piso del cuarto de Bella. Justo al lado del CD, las fotografías y los pasajes de avión. Sí, ahí debía de estar mi corazón. Junto a ella.

— ¿Desea algo, señor? — Estaba tan perdido en mis pensamientos que casi había olvidado que estaba en un avión, rumbo a Seattle.

— No, gracias. — Le dije cortantemente a la azafata que me había hablado. Ni siquiera la miré y ella se fue algo despechada por el pasillo. No me importó en lo más mínimo, lo único que me interesaba ahora era llegar a mi destino lo más rápido que pudiera.

Intentando sofocar los pensamientos de las pocas personas que abordaban el avión, y por qué no, evadirme de mi dolor, tomé los audífonos que estaban frente a mi, y seleccioné una canción al azar, sin ponerle mucha atención al nombre del grupo, o si me gustaba o no la canción. Sólo quería dejar de pensar, y ser capaz de no prestar atención a nada más que no fuera a los instrumentos que ahora sonaban en mis oídos.

La música siempre había sido mi pasión. Sabía que desde muy pequeño en mi vida humana había asistido a clases de piano, o al menos eso me había dicho Carlisle. Según podía ver en sus recuerdos de mi madre, Elizabeth Masen, ella siempre hablaba de lo orgullosa que estaba de mis dotes para la música. Por lo que aquellos dotes se vieron incrementados en mi vida — si es que se le pude llamar vida — de vampiro. Haciendo que tuviera una especial sensibilidad ante ese arte.

La música me relajaba, y me transportaba hasta diversos momentos de mi existencia.

Esperando poder evadirme del dolor, de los recuerdos con mi fiel compañera, la música, apreté "play"…

…Y, sin cerrar mis ojos, pues sabía que me iba a encontrar con su imagen tatuada en mis parpados, me perdí en la voz masculina del cantante, algo grave pero aun así melodiosa. Había escuchado esa canción mil veces en el pasado, pero jamás le había prestado atención más allá de los instrumentos, pero ahora que me fijaba en la letra, sentí como mi estomago se apretaba y mi pecho dolía.

Pero a pesar de saber que tendría que haberme quitado los audífonos y haber soportado los pensamientos de todos los pasajeros del avión o el peso de mis propios anhelos y miedos, no lo hice.

Love's the funeral of hearts

El amor es el funeral de los corazones

and ode for cruelty

Y una oda a la crueldad

when angels cry blood

Cuando los ángeles lloran sangre

on flowers of evil in bloom

Sobre flores abiertas de maldad

¡Cuanta razón podía albergar una simple canción! ¿Por qué jamás había prestado atención a la letra?

La respuesta acudió a mi mente rápidamente: Porque antes nunca había sentido que el amor fuera el funeral de los corazones. Porque cuando estaba con Bella casi podía sentir que mi corazón había resucitado y verdaderamente llegué a creer que latía cuando tocaba con mis labios su suave piel y ella se sonrojaba maravillosamente, o cuando la veía dormir placidamente, dejando escapar mi nombre de entre sus labios.

Pero ahora todo era tan distinto. El amor se había convertido en una oda a la crueldad. Porque le había hecho daño a mi ángel. Porque nos había destruido a ambos con mis mentiras.

The funeral of hearts

El funeral de los corazones

And a plea for mercy

Y una súplica de misericordia

When love is a gun

Cuando el amor es un arma

Separating me from you

Separándome de ti

El mismo amor que le profesaba, y contra el cual había blasfemado tan terriblemente en el bosque de Forks, era el causante de que la haya dejado. El irracional amor que sentía por ella y mis ganas de protegerla, de mi mismo y de los de mi especie, era lo que me había separado de ella de manera… casi definitiva.

Y ahora tendría que rogar por perdón. Ejecutar una suplica por misericordia a aquel ángel, mi ángel, al que había mentido de forma cruel y altanera. Era capaz de caminar de rodillas la próxima década y más si es que ella me lo pedía como penitencia y así otorgarme su divino perdón.

Pero sin embargo, y aun sabiendo todo lo que sería capaz de hacer con tal de que me aceptara de nuevo a su lado, no sabía como iba a reaccionar. Quizás me amara aún, a pesar de todo el mal que le había causado, y pudiera perdonarme. O tal vez me daría la espalda, cegada por el odio y el dolor, y me echaría de su vida, y yo tendría que aceptar el precio de mi error, hasta que su vida humana terminara y entonces seguirla.

Agité la cabeza con desesperación. Mi existencia no tenía valor alguno si no estaba a su lado. No había tardado mucho en descubrir esa indiscutible verdad al estar hundido en mi abismo privado de la luz de su mirada, penando en el oscuro vacío de su ausencia. Abrazado a mi propio cuerpo sin posibilidad de encontrar un bálsamo para el dolor, más fuerte que su imagen proyectada en mi mente pero que terminaba devastándome aun más de lo que ya estaba.

She was the sun

Ella era el sol

Shining upon

Brillando sobre

The tomb of your hopes and dreams so frail

La tumba de nuestras esperanzas y sueños tan frágiles

He was the moon

El era la luna

Painting you

Pintándote

With it's glow so vulnerable and pale

Con su resplandor tan vulnerable y pálido

Tuve que, finalmente, sacarme los audífonos de forma algo violenta, casi rompiéndolos. A veces era bastante masoquista, pero esto rayaba en lo enfermizo. La canción se había convertido en una tortura con sólo las primeras tres estrofas, por la veracidad de sus versos.

Ella había sido el sol, que brillaba sobre mi maldita y eterna oscuridad de forma encandiladora, pues no había oscuridad que pudiera enfrentarse a su brillantez. Ella era mi luz. Aquel meteorito que había cruzado mi cielo lleno de tinieblas para quedarse ahí, desafiando a la naturaleza sólo para poder por fin encontrarle un sentido a mi existencia, como un sol suplente que iluminaba más que cualquier astro.

Éramos como el Sol y la Luna. Ella era el día y yo la noche. Ella un ángel puro y yo un demonio, que no merecía su compañía bajo ningún concepto, pero aun así había irrumpido en su vida, y egoístamente había disfrutado de su compañía y de su amor.

Cerré los ojos para intentar alejar todo pensamientos de mi mente, y así no ponerme más ansioso de lo que estaba, pero surtió el efecto contrario.

Su rostro, que bien sabía siempre estaba detrás de mis parpados, se dibujó en mi mente. Una sonrisa cálida, y llena de amor adornaba sus dulces y sonrosados labios. En sus ojos se podía leer el perdón, y sus mejillas rojas eran una clara invitación a recorrer su piel con las yemas de mis dedos, y deleitar mi olfato con el indescriptible perfume de su sangre.

El resto del viaje me quedé así. Quieto, inmóvil como una estatua de mármol, sin vida, aunque aun así viviente. Pensando y sintiendo.

Sentado con los ojos cerrados, me descubrí recorriendo cada detalle del recuerdo de Bella. Evoqué su rostro, su voz, su risa, sus expresiones cuando estaba enojada, preocupada, feliz o triste. Incluso me permití recordarla llorando. No era que me gustara verla así, pero aun con esos mares de agua salada saliendo de sus ojos marrones me parecía hermosa.

Me estaba haciendo daño, pero era mejor eso que pensar en sus posibles reacciones.

Cuando el avión por fin aterrizó, era temprano y el sol no se ponía aun, pero no me molesté siquiera en ir a buscar mi equipaje, una maleta vacía. Pues lo único que necesitaba en este momento era verla, aunque fuera de lejos, contemplar su rostro pálido y dejarme embriagar por el timbre de su voz, o la tentadora fragancia de su piel.

Me arrojé a correr como sólo un vampiro puede hacerlo. Nadie me veía pues tal era la velocidad con la que mis piernas se desplazaban, que para el ojo humano era completamente invisible, como una brisa invernal, helada y rápida, que apenas deja un estela de aire al pasar.

Al acercarme a Forks, el bosque comenzó a flanquear más abundantemente la carretera por lo que me interné en él, y me perdí entre los árboles, esquivándolos al pasar, pero sin disminuir mi velocidad.

Hice un repaso mental del día y de la hora. Bella debía de estar en su casa, por lo que, conocedor del camino, me dirigí hasta su hogar.

El cielo estaba encapotado, como casi siempre en aquel pueblo, y amenazaba tormenta. Pero no le presté atención a esto, de hecho fue un signo de bienvenida. ¡Cuánto había extrañado este pueblo donde siempre llovía y el cielo permanecía gris! Este era mi hogar, mi lugar en este mundo.

La impaciencia hacía estragos en mí por momentos. Había soportado siete meses de tortura lejos de Bella, y ahora, a sólo unos minutos de re—encontrarme con ella, mi paciencia se esfumaba como por obra de magia. Pero intenté no desesperar y llegar hasta la casa de Charlie lo más a prisa que pude.

Cuando la pequeña casa de dos pisos quedó frente a mis ojos, una ola de felicidad y paz recorrió tenuemente mi cuerpo. Alcé la vista y vi la ventana del cuarto de Bella. Dos cortinas de tonos amarillentos por el uso flanqueaban la entrada a mi único santuario.

Trepé ágilmente, para encontrarme con una cama deshecha, y la esencia de Bella siendo opacada por la de Charlie. Era como si en las últimas horas no hubiera sido Bella la que hubiera estado en ese cuarto sino su padre, y… fruncí el ceño. Había un aroma más, muy parecido al de Bella, pero no igual. El perfume de su madre.

Sin comprender qué sucedía, caminé por la habitación. Todo estaba casi igual a como lo recordaba. La mecedora seguía en el fondo, en una esquina, trayéndome gratos recuerdos, como si estuviera invitándome a vigilar el sueño de Bella durante las siguientes noches.

Acaricié suavemente las mantas heladas, carentes del calor de Bella. La fragancia de mi amor se perdía, pero no importaba, pronto podría volver a intoxicarme con ella. Volvería a ser dependiente de ese aroma tan tentador, y peligroso, pero a la vez preciado... sagrado.

Bajé las escaleras lentamente. Sabía que Charlie no estaba en casa, pues sus pensamientos no se oían, pero no tenía la certeza de si Bella estaba en casa, ya que jamás había sido capaz de oír su mente.

Cuando llegué a la planta baja me di cuenta de que nadie estaba ahí, pero lo que más me extrañó era que el aire estuviera tan lleno de diversas fragancias que se mezclaban unas con otras, pero sin llegar a ser reconocibles por el olor a vela quemada que pululaba molestamente en el aire.

Miré a mí alrededor, encontrándome en una singular posición de los muebles. Varias sillas estaban pegadas a las paredes, dejando un gran espacio al centro, como si hubiera habido un funeral…

Funeral…

Funeral…

Funeral…

La palabra se repitió en mi mente una y otra vez. El miedo hizo mella en mí, al pensar que algo podría haberle pasado a Bella, pero deseché la idea de forma inmediata, no por poco probable, sino por dolorosa, escalofriante…

Desesperado por encontrar una razón, pensé en el padre de Bella. ¿Habría muerto Charlie?

Sin saber que creer, o qué pensar, salí de la casa y corrí por las conocidas calles de Forks.

¡Tenía que encontrar a Bella! ¡Tenía que encontrarla ya!

No había avanzado mucho cuando di con una pequeña multitud de personas, con velas blancas en sus manos, que caminaban detrás de un féretro de madera color caoba, que era cargado por cuatro personas. Se dirigían hasta el cementerio de Forks, que no quedaba muy lejos de donde estaban.

Los seguí sin poder mirar bien quienes estaban, ni comprender quien era la persona a la que acompañaban hasta su último adiós. Al tener que estar escondido entre los árboles me era imposible ver muy bien a las personas vestidas de negro y reconocerlas, además sus pensamientos triste y llenos de lamentos no de decían nada.

Entonces, cuando iban llegando ya al cementerio la horrible y desgarradora verdad cayó sobre mi, golpeándome con fuerza…

Te extrañaremos tanto, hija…Mi pequeña Bella

Bella, ¡¿Por qué? Te quedaba tanto camino por delante…

Las fuerzas me abandonaron de pronto, y me vi de rodillas en el suelo, con las palmas de las manos apoyadas en la tierra y la cabeza casi tocando la misma tierra en donde mis manos ahora estaban casi enterradas, aferrando el barro entre mis puños cerrados.

El dolor sofocó cada parte de mi cuerpo, impidiéndome pensar, hablar, o ejecutar acción alguna. Los pensamientos de los demás bramaron en mi cabeza sin que yo fuera capaz de bloquearlos.

Y me quedé inmóvil, sin comprender nada, o sin querer comprender.

Podrían haber transcurrido segundos, minutos, horas, días, incluso semanas o meses, años quizá, pero yo no me daría cuenta y seguiría en la misma posición, quieto como una piedra sin vida.

Tenía la sensación de que los relojes habían dejado de marcar el tiempo y simplemente este había dejado de existir. Como si la tierra hubiera detenido su movimiento para siempre. Como si el sol y la luna hubiera caído en el vacío sin fin del universo.

Todo perdió valor de repente. De la nada ya nada tenía un rumbo lógico. Mi mundo y mi propia existencia carecían de un sentido por el que seguir adelante. No podía siquiera moverme, pues tampoco le encontraba significado a mover mis músculos parar pararme del suelo…

Bella…

Muerta…

¡No! ¡No!

No podía unir esas dos palabras en la misma oración. No sonaba coherente, porque no podía ser verdad. No debía ser verdad. Era inconcebible que el mundo pudiera persistir sin que su corazón latiera a un ritmo deleitante y melodioso, sin que su aroma intoxicara mis sentidos.

—No es verdad, no es verdad. — murmuré con una voz no que reconocí como mía.

¡Bella, ¿Por qué? La voz de varias mentes, que aun no lograba controlar, se sincronizaron en ese único pensamiento.

Te extrañaré —Pensó una voz de hombre, aun así juvenil. — Te amo tanto, Bella. Si al menos hubiera llegado a tiempo. ¡Maldito Cullen, todo esto es culpa de esa sanguijuela!

Fruncí el ceño al oír mi apellido y el indiscutible desprecio en su voz. Sin duda debía de ser algún hombre — lobo, eran los únicos que nos trataban de esa forma a mi familia, y los únicos que sabían que éramos vampiros.

Pero a pesar de sus despectivos pensamientos me concentré en su mente. Varías imágenes pasaban de forma repetitiva por su cabeza. Un acantilado. Una tormenta feroz. La lluvia cayendo de forma torrencial. El mar embravecido. Bella cayendo hacía el vacío. El frágil cuerpo de Bella siendo arrastrado por la corriente como el de una muñeca de trapo. Gritos agónicos, llenos de dolor por la pérdida.

Mi mente era incapaz de crear un patrón correcto con las palabras e imágenes que había oído en la mente de Charlie y de aquel chico. Ordenaba y desordenaba las palabras y escenas en mi cabeza, pero simplemente no podía comprenderlas. Mi mente se negaba a encontrarles un significado, por obvio que fuera.

Pero a pesar de todo, lo sabía. Todo estaba claro. Ella había saltado de un acantilado. Ella estaba…Muerta…

¿Se había suicidado? ¡¿Por qué? ¿Por mi? ¿Por mis mentiras? ¿Tanto daño le había causado? ¿Tanto mal le había hecho que tuvo que saltar de aquel acantilado?

La imagen de su cuerpo sin vida siendo sacado del agua, y cubierto por un nailon de color negro se repitió una y otra vez. Las mentes de varios de los presentes me mostraban la escena desde distintos puntos de vista, y con distintos niveles de sufrimiento.

— ¡No! — No pude gritar, sólo susurrar. No pude llorar, sólo sollozar. Y me odié por ello. Me odié por ser un vampiro que no pudiera derramar una solitaria lágrima por su… muerte. Me estremecí de dolor ante la palabra.

Podía sentir la verdad ahogándome en un pozo de sufrimiento sin fondo ni fin. Sin piedad alguna era victima de la verdad, pero no podía, no me sentía capaz de creer lo que estaba sucediendo. Tendría que ser un mal sueño, una pesadilla, cualquier cosa menos la realidad, la maldita realidad. Pero… yo no podía dormir, hacía noventa años que no cerraba mis ojos internándome en los sueños, dejándome arrastrar por la inconciencia.

Tenía que pararme de ahí, dejar de aferrar la tierra entre mis manos, y caminar hasta el interior cementerio, para demostrarme a mi mismo que era mentira, que todas esas mentes me estaban mintiendo descaradamente. O que quizás había entendido mal, y Bella estaba viva, y la luz de sus ojos no se había apagado, y aun podía iluminar mi existencia maldita.

Pensé todo eso, pero seguí ahí. Las fuerzas eran esquivas, y las dos veces que me creí con la capacidad de poder levantarme del suelo, mis piernas cedieron, y terminé con las rodillas en el barro, y pasando un brazo por mi pecho, apretándolo todo lo fuerte que podía para extinguir, sin éxito, el dolor punzante que me atravesaba el corazón.

Te quiero, siempre te amaré, no importa lo que pase ahora.

¿Por qué tenía que escuchar su voz ahora, justo ahora?

Esas palabras pertenecían al pálido recuerdo de su voz que me había encargado de evocar todos los días desde que la había dejado. Eran el alivio momentáneo de mi dolor, que irónicamente terminaba trayendo consigo más dolor a mi cuerpo, y a mi no latiente corazón.

Inconscientemente, sin saber muy bien que instinto autodestructor me impulsaba actuar, comencé a tararear el estribillo de la canción que había escuchado en el avión.

Love's the funeral of hearts

El amor es el funeral de los corazones

And an ode for cruelty

Y una oda a la crueldad

When angels cry blood

Cuando los ángeles lloran sangre

On flowers of evil in bloom

Sobre flores abiertas de maldad

Ahora si mi corazón estaba en un funeral. Pues estaba muerto sin ella. Creí haber muerto cuando Carlisle me transformó en vampiro, ya que mi cuerpo era como una roca, gélida y dura, pero me equivoqué, porque los sentimientos seguían dentro de mí. Cariño, odio, melancolía… amor. Todo estaba dentro de mí, y eso me hacía estar vivo, pero… ¿Ahora?

Ahora estaba vacío. Como una concha abandonada a su suerte en la orilla de mar, que es bañada por las aguas frías y espumosas del océano, después de haber sido despojada de todo su contenido, y luego azotada por las olas de forma violenta hasta dejarla herida e inservible.

Vacío eternamente…

The funeral of hearts

El funeral de los corazones

And a plea for mercy

Y una súplica de misericordia

When love is a gun

Cuando el amor es un arma

Separating me from you

Separándome de ti.

Yo me había separado de ella, y este era el castigo que tenía que soportar. Debía pagar el precio de mi, nunca mejor dicho, fatal error.

Yo me había alejado de Bella, y ahora estaba muerta. Seguramente en este momento estaba mirándome desde el cielo, en aquel paraíso tan codiciado y prohibido a la vez, al menos para mí. Tenía la firme convicción de que ella estaba ahí, rodeada de otros ángeles como ella. Pura y llena de paz. ¿Dónde más podría habitar un ángel como Bella?

Le había fallado. Le había mentido. Pero estaba teniendo la oportunidad de despedirme de ella, por agónico que fuera, y no le iba a fallar en el último momento, en su último adiós. Por lo que, reuniendo todas mis fuerzas, me paré del suelo apoyando mis manos en los troncos de los árboles, dejando mis dedos marcados en sus cortezas por la fuerza desmedida ejercida sobre ellos.

Tambaleándome como haría un niño al aprender a caminar, avancé por la orilla del bosque hasta entrar, sin ser visto por nadie, al cementerio. Las puertas de hierro de color negro me recibieron casi burlándose de mi padecimiento. Me afirmé en ellas, dejando mis dedos marcados en algunos hierros, y seguí la mezcla de olores hasta que di con el lugar donde la iban a enterrar.

Me escondí detrás de un árbol sin atreverme a mirar el ataúd, y noté como algunos pares de ojos se posaron en el lugar exacto donde me había ocultado. Eran de la Push. Licántropos. Pero no me importaron. ¡Que me vieran! ¡Que me destrozaran! ¡Que hicieran una hoguera con mi cuerpo! Al menos así todo acabaría rápidamente para mí.

Ese era mi destino. Morir, o lo que fuera que los vampiros hiciéramos. Era capaz de romper el tratado que teníamos con los Quileutes con tal de acabar rápidamente con mi vida, pero antes le debía algo a Bella. Tenía que despedirme de ella como correspondía. Sin mentiras. Sin blasfemar contra mis sentimientos.

Me di fuerzas, y asomé la cabeza lentamente hasta que pude mirar la tumba de mi amor. La estaban enterrando. El ataúd color caoba se hundía poco a poco en la tierra, que sería la privilegiada veladora de su sueño eterno.

Crispé los puños, y enterré mis uñas en las palmas de mis manos. Si yo hubiera estado aquí. Si me hubiera decidido a volver antes, esto no estaría pasando. Ella nunca habría saltado. Nunca habría acabado con su vida, que aun estaba comenzando. Incluso, si hubiera llegado en el momento en que saltó, no habría dudado en sacarla del agua, y transformarla con tal de que sus labios me volvieran a sonreír, y sus ojos a mirarme.

Miré hacía un costado, tratando de alejar de mi mente la horrible visión de su tumba, donde estaba recostado su cuerpo listo para el descaso perpetuo que yo jamás tendría. Pero fue una mala idea, pues lo primero que mis ojos encontraron fue una pequeña mata de flores blancas. Margaritas. Sus favoritas en este pueblo.

Me acerqué hasta las flores y las arranqué. Nunca le había regalado flores, siendo que podría haberle dado las más hermosas de todo el mundo. Era patético que la primera y ultima vez que le regalara flores fuera el día de su sepelio.

Miré las flores que sostenía entre mis manos con cuidado. Se parecían a ella. Blancas, puras, inmaculadas. Con sus pétalos tan delicados que con sólo apretarlos un poco se desprendían, o rompían, como Bella, tan frágil, pero tan linda. No era raro que le gustaran, y fueran sus predilectas esas flores.

Aun recordaba cuando le había preguntado hasta el detalle más insignificante de su vida humana, entre ellos sus colores, piedras, películas, libros, comidas, y por supuesto, flores favoritas.

— ¿Cuáles son tus flores favoritas? — Había preguntado aquella vez en el comedor, deseoso de saber hasta el más leve secreto sobre su vida. Sabía que la estaba atosigando a preguntas, pero lo que más quería en el mundo era conocerla a fondo, y guardar hasta el más mínimo detalle de su persona en mi infalible memoria, para cuando ella se alejara de mí al darse cuenta de que era demasiado aterrador para ella. Irónicamente, fui yo el que se marchó.

— Depende del lugar.— Contestó. Aun recordaba su voz tímida y sus mejillas ruborizadas.

— No importa, dime todas las flores que te gusten. — Quizás mi voz había sonado algo ansiosa, pero me exasperaba no saber que pensaba. Todo sería más fácil si pudiera saber que era lo que pasaba por su mente.

— En Phoenix me gustaban los girasoles, siempre siguiendo el sentido del sol, — Sonrió con añoranza. — y las rosas…— Frunció la nariz. — ¡Pero no las rojas! A todas les gustan, es muy común, prefiero las blancas o las amarillas. — Adoraba cuando se explayaba, me gustaba oír su voz. — Y aquí en Forks, la margaritas. Son las únicas flores que contrastan de verdad con el verde de aquí. Creo que le dan algo de vida a un lugar tan plano… en cuanto a colorido.

— Bella. — la llamé casi balbuceando como si pudiera acudir a mi llamado. Un sollozo escapó de mi pecho, y a ese le siguieron muchos más. — Bella.

Ella no podía venir, y posar sus cálidas manos sobre la mías, ni deleitar mi vista con sus facciones, pero yo si podía encontrarla con sólo cerrar las puertas de mi mirada, ya que parecía que su rostro estaba tatuado a fuego en mis parpados.

Cerré mis ojos, y me encontré con la figura Bella. Sonreí a duras penas, con tristeza. Ella me devolvió la sonrisa llena de culpa y melancolía. Vi como sus labios se movían formando un "lo siento", y dos solitarias lágrimas salían de sus preciosos ojos marrones. Traté de estirar la mano para secarlas, pero se desvaneció en una nube de humo, en cuanto la punta de mis dedos rozó sus mejillas teñidas de carmín.

Abrí los ojos, soltando un gruñido entremezclado con un sollozo desde lo más hondo de mi pecho. Pegué un puñetazo en el tronco de árbol, haciendo que los pocos pájaros posados en el, huyeran despavoridos, ante el súbito movimiento.

Asomé la cabeza por un costado, rogando que nadie se hubiera percatado del sonido y de los pájaros volando tan repentinamente. Ya nadie estaba frente a la tumba de Bella. Toda la gente, llorando, se perdía por el camino de vuelta a las puertas principales, y yo aproveché para salir de mi escondite.

Todo lo viví como en una película. Caminé por inercia hasta donde estaba su tumba. Dándome fuerzas, que no sé de donde lograba sacarlas, para mover mis piernas, y avanzar intentando no tambalearme. Una vez parado frente a lugar exacto donde su cuerpo yacería por siempre, doblé mis rodillas, hasta que estas dieron con el pasto que cubría el suelo.

Un rayo surcó el cielo de pronto, iluminando el cielo para dejarlo nuevamente oscuro, sólo siendo alumbrado por el resplandor pálido del crepúsculo que anunciaba un nuevo final, el más horrible de todos, pues este estaba enmarcando un adiós definitivo.

La lluvia comenzó a caer sobre mi cabeza, mojando mi ropa y mi pelo, pero no me afectó en lo más mínimo. De hecho, agradecí al cielo por llorar las infinitas gotas de agua que mis ojos ansiaban llorar por ella.

Inspiré profundamente, ahogando nuevos gemidos de dolor, que nacían desde lo más hondo de mí ser, y después de dirigir una breve mirada de agradecimiento al cielo por llorar mi dolor, bajé la vista y miré la lápida de su tumba.

Isabella Marie Swan

13 de septiembre 1987 — 18 de marzo de 2006

"Mi cuerpo será cenizas. Mi alma yacerá junto a ti"

El epitafio me dejó casi sin aliento. Mi respiración innecesaria se cortó como cuando temía perder el control, entregándoselo al monstruo de mi interior, por culpa su delicioso aroma. El agujero en mi pecho se acrecentó de forma escalofriante y creí sucumbir de dolor ahí mismo, junto a su sepulcro. Aunque mi condición de vampiro me impidiera morir tan fácilmente, creí agonizar, y descender hasta el mismísimo infierno.

Puedes llevarte mi alma, porque no la quiero sin ti. ¡Ya es tuya!

Sus palabras, dichas aquel fatídico día en que me atreví a alejarme de ella, retumbaron en mis oídos.

— Si tuviera alma, mi vida, también sería tuya — Eso es lo que había querido contestarle cuando la estaba dejando, y pronunció esas palabras. Pero en su lugar había sido frío, y distante. La había herido profundamente.

She was the wind, carrying in

Ella era el viento, portando

All the troubles and fears you've for years tried to forget

Todos los problemas y miedos que durante años intentó olvidar.

He was the fire, restless and wild

El era el fuego, inquieto y salvaje

And you were like a moth to that flame

Y tú fuiste como una polilla hacia esa llama.

— Perdóname. —. Jamás había oído mi voz así de vacilante. — Sólo te quise proteger de lo que soy. Jamás debí de haberme acercado a ti. Pero aun así, mi ángel, no me arrepiento. De lo único que me arrepiento es de no haberte llevado conmigo, de no haber sido más egoísta y haberte dado lo que querías. Debería de haber apartado los miedos, y enfrentado todos los problemas junto a ti.

Alargué la mano temblorosamente y toqué la inscripción de su nombre, para luego dejar las flores a un lado de la inscripción del día de su muerte.

Un nuevo rayo cruzó el cielo, y el trueno retumbó contra las copas de los árboles. La tormenta se hacía más y más fuerte, conforme a mi angustia y desesperación aumentaban de nivel.

— Te mentí, mi amor. Te mentí y lo siento tanto. No hay forma de expresar mi arrepentimiento. — Pasé mis dedos por su nombre, y luego por el epitafio. — Todos los días que estuve lejos de ti no hice más que recordarte. Rememoraba nuestros días juntos hasta que el vacío se hacía insoportable y sólo me dedicaba a observar tu rostro debatiéndome entre lo que quería y lo que era correcto. Dejando que el sufrimiento se apoderara de mi a su antojo.

Mientras sentía el agua mojarme hasta los huesos, sin producirme frío ni ninguna sensación, recordé como mi dulce Bella se revolvía inquieta las noches de tormenta y como tenía que tararear su nana, y acariciar su cabello para que lograra conciliar el sueño con más facilidad.

Decidí que en esta ocasión no sería distinto. Ahora ella era mi bella durmiente. Una princesa que jamás volvería a abrir los ojos, pero que al menos merecía que su letargo fuera acompañado por un arrullo.

Suavemente le canté su nana. Esta sería la última vez que cantaría para ella. La última vez que acompañaba su sueño con aquella melodía tan llena de los sentimientos que ella me provocaba. Este sería el canto que arrullaría su sueño eterno.

The heretic seal beyond divine

El pacto hereje más allá de lo divino

A prayer to a god who's deaf and blind

Rezar a un dios que está sordo y ciego.

The last rites for souls on fire

La última noche el alma arde.

Three little words and a question — why?

Tres pequeñas palabras y una pregunta: ¿Por qué?

Mi voz se quebraba una y otra vez, mientras las ganas de existir se evaporaban a una velocidad exorbitante.

No podía seguir sin ella. Había estado dispuesto a vivir alejado de ella hasta el día de su muerte, pero siempre tuve claro que era imposible que yo siguiera existiendo después de que ella… muriera.

— Te amo, Bella — Mi voz se ahogó en un nuevo sollozo sin lágrimas de verdad. — ¿Por qué? ¿Por qué me dejaste sin tu luz? Venía por ti... — Inspiré fuertemente, sintiéndome ahogado al no percibir su fragancia. — ¿Por qué?

Acomodé las flores algo mustias por la incesante llovizna, y acaricié su nombre, y la fecha de su nacimiento, como si estuviera acariciando sus mejillas, su suave y cálida piel. Delineé cada palabras con mis dedos, recordando como me gustaba pasar mis dedos por sus labios, siempre tersos y dulces.

— Te amo, Bella. — Nada sacaba diciéndoselo ahora, cuando en vida había negado la verdad más absoluta del universo.

En medio de todo el sufrimiento que me atenazaba una pregunta llegó a mi mente: ¿Así de devastado se sintió Romeo al perder a Julieta?

La imagen de Julieta en el balcón, y luego la de Romeo junto a su cuerpo muerto, declamando versos para ella antes de beber el veneno que acabaría con él, se pasearon en círculos por mi mente.

Por primera vez fui capaz de entender el por qué de que Romeo, tan desesperadamente, buscara encontrarse con la etérea muerte. Porque no sólo quería abandonarse a los brazos de la muerte, sino que también encontrarse con su amada, y eso es lo que yo quería, lo que yo anhelaba a pesar de saber que era una utopía.

— Si hay una fuerza tan poderosa como para crearnos. — Elevé la mirada hacia las nubes que cubrían el cielo casi nocturno. — Si existe un Dios. Apiádate de mí. Sé que no merezco perdón alguno, ya que dañé al ángel más limpio de todos, a una de tus más preciadas criaturas. Sé que he matado a mucha gente, y que nada me librará de las culpas, y de arder en el fuego del infierno, pero si existes, y eres tan misericordioso como dicen que eres, por favor, cuando abandone este mundo deja que al menos pueda verla un segundo, para conservar su recuerdo mientras mi alma se pudre en los abismos más oscuros del infierno.

Love's the funeral of hearts

El amor es el funeral de los corazones

And an ode for cruelty

Y una oda a la crueldad

When angels cry blood

Cuando los ángeles lloran sangre

On flowers of evil in bloom

Sobre flores abiertas de maldad

Caí vencido hacía adelante, apoyando mi mejilla sobre la fría piedra con la que estaba hecha la lápida. Moví levemente la cabeza, hasta que mis labios se posaron sobre la piedra, justo en el lugar donde estaba su nombre.

— Puedo imaginar tus ojos cerrados, tu expresión serena. Dormida para siempre, lejos de mí hasta el final de los días. Y aunque es insoportable, sé que es mi culpa. — Volví a besar la tumba. — Mil veces desgraciado soy, pues pierdo tu luz bien mío. — Cité una frase al azar de Romeo, pero que sabía que le gustaba, era una de sus favoritas.

No sé cuanto tiempo estuve ahí, con la mejilla apoyada en la piedra, mientras el agua incesante que caía del cielo mojaba la tierra, y mi rostro logrando que sintiera como si llorara de verdad, y no sólo en mi interior, su partida.

El cielo se oscurecía tanto como mi propia existencia. Pero quería estar el mayor tiempo posible junto a su cuerpo antes de partir a Italia.

Mi destino estaba escrito y decidido hacia ya demasiado tiempo y ahora sólo tenía que ejecutarlo. Pero antes quería despedirme de mi amor, aunque sabía que nunca sería suficiente.

Quizás ya nunca más podría estar junto a ella. Quizás aun cuando mi cuerpo no fuera más que cenizas esparcidas por la nada pudiera sentir el dolor de perderla. Por lo que tenía que aprovechar el tener, al menos su cuerpo, junto a mi, escondido en un ataúd y enterrado en la tierra, pero junto a mi al fin y al cabo.

¡No importa lo que me ocurra, no te permito que te hagas daño a ti mismo!

Nuevamente su voz sonó en mi cabeza…

— Prefiero morir ahora que prolongar mi muerte si no tengo tu amor.— Volví a citar Romeo y Julieta — Lo siento, Bella. Pero no puedo cumplir lo que me pediste. No existe el mundo si tu no estás en él, y me niego a seguir sin ti.

The funeral of hearts

El funeral de los corazones

And a plea for mercy

Y una súplica de misericordia

When love is a gun

Cuando el amor es un arma

Separating me from you

Separándome de ti.

Le di un último beso a su lápida, antes de pararme lentamente, como lo haría un anciano, y no un vampiro. Me quedé mirando las húmedas flores, y su nombre. Sería la última vez que la vería. La última vez que su cuerpo estaría cerca de mí. Pero pronto, si es que Dios se apiadaba de mi corrupta alma, podría al menos verla un segundo cada mil años de castigo en el infierno.

Le di la última mirada a la tumba de mi amor, y sin importarme la lluvia que caía sobre mí, di media vuelta y me encaminé hasta la salida del cementerio…

— Pronto, mi amor… Pronto te seguiré… — Esas fueron las últimas palabras que brotaron de mi garganta antes de salir del cementerio con un destino fijo: Volterra.

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No crean que ha sido fácil para mí matar a Bella y hacerle eso a Edward... Pero es una posibilidad dentro del libro que Bella muriese...
By Triana Cullen